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La influencia de Heráclito en

La celestina y los Salmos de


Quevedo.

Convergencias y divergencias
En el presente trabajo se pretende establecer un análisis comparativo entre La
celestina de Fernando de Rojas y los Salmos, compilados bajo el nombre de Un
Heráclito cristiano, de Francisco de Quevedo. En dicho análisis se contrastará la
influencia de los fragmentos atribuidos a Heráclito y cómo estos operan en la
producción de significado a lo largo de las obras. En ambas, el pensamiento de
Heráclito se refleja en la presencia del cambio, el movimiento constante y el conflicto
como uno de los ejes alrededor de los cuales girará la construcción de ambas.
En La celestina de Fernando de Rojas, la primera mención de Heráclito la
encontramos en el prólogo de la obra: “Todas las cosas ser criadas a manera de
contienda o batalla dice aquel gran sabio Heráclito en este modo: «Omnia secundum
litem fiunt.» Sentencia a mi ver digna de perpetua y recordable memoria.”. Fernando de
Rojas, quien dice haber hallado finalizado el primer auto de la obra, encuentra en éste
una fuente valiosa de “sabiduría en las sentencias que impregnaban el diálogo de los
personajes.” (Orduna, 1988, p.4). Es en esta primera parte donde Rojas dilucidará el
reflejo del pensamiento de Heráclito mediado por las ideas petrarquistas. Al respecto
escribe López-Ríos:

“Ejercía una fuerte atracción sobre Rojas el tema de la vida como


conflicto universal, basado en parte en las enseñanzas de Heráclito y
desarrollado en el Prefacio al De remediis II. En el Prefacio, Petrarca
pasa por alto la idea fundamental de Heráclito del conflicto como base
de la armonía universal y lo presenta casi como una realidad última
que es uno de los peligros a sortear. Y Rojas, que sólo parece haber
conocido al autor griego a través de Petrarca, asume esta versión de
Heráclito. (…)
(López-Ríos, 2001, p.110)

Baranda (2004) considera, en esta línea, que “Las palabras de Heráclito que abren el
prólogo a la Tragicomedia, con su imagen de un macrocosmos gobernado por el
desorden y la sinrazón… proporcionan un marco conceptual coherentes con los
conflictos individuales y sociales desarrollados en el texto”. (Baranda, 2004, p.207).
Este “marco conceptual” que la figura del filósofo efesio demarca no está dado,
siguiendo al autor, por la mención explícita del mismo sino que es subyacente a la
misma, pudiendo prescindir incluso de dicha mención: “La amarga filosofía de
Heráclito está postizamente agregada al Prólogo, pero es inmanente a la obra…. Y, muy
en particular, al desenlace de la versión ampliada” (Baranda, 2004, p. 28). Es esta
matriz la que le permitirá construir a Rojas el mundo conflictivo que recrea La
Celestina.
En cuanto a la influencia de Heráclito en los Salmos de Quevedo, seguiremos la
tesis de Fischer (2007). Para el autor, Quevedo no se inspira fielmente en los
fragmentos de Heráclito sino que construye la obra "apropiándose los textos de
Heráclito que faciliten más sus temas y modificando radicalmente los demás." (Fischer,
2007, p. 11). Al margen de la libre interpretación o la mixtura con otras tradiciones
(fundamentalmente la judeo-cristiana) "Sus salmos intencionadamente, sutil
pero inequívocamente, recurren a la imaginería de los fragmentos." (Fischer, 2007,
p.11). Dentro de los elementos presentes en el sistema filosófico de Heráclito "Las
funciones múltiples del trascendente fuego (un agente creativo, directivo y destructivo)
ofrecen una base para las imágenes quevedianas de las variadas intervenciones divinas."
(Fischer, 2007, p.7). Como un segundo elemento fundamental de la influencia de
Heráclito, quizás en donde Quevedo es más fiel al sistema original es el "tratamiento
del flujo temporal". La preocupación por la muerte como aspecto indisoluble de la
condición efímera de la vida y el cambio como conflicto inherente al carácter del Ser
como devenir presentes en los salmos de Quevedo son herencias directas de la filosofía
del efesio.
Heráclito, tomado como filósofo de la naturaleza, considera como “Arjé” o
principio del universo al fuego: “canje del fuego son todas las cosas” (54)1. Este
fundamento, el fuego que lucha por encenderse y apagarse siendo medida y proporción
del universo, va en consonancia con el carácter pugnante de la lucha de contrarios que
Heráclito ve reflejada en el mundo: “Debemos saber que la guerra es común a todos y
que la discordia es justicia y que todas las cosas se engendran de contienda y
necesidad.” (80). El fuego de Heráclito, en La celestina, se verá reflejado ya no sólo
como lucha de contrarios sino como contienda encarnada en el deseo pasional . En esta
línea seguimos a Cardona, quien encuentra en la pasión de los personajes el motivo de
la incesante lucha y adversidad; sin embargo considera la contienda como una condición

1
El número entre paréntesis corresponde a la clasificación de los fragmentos de Heráclito establecida
por Diels-Kranz.
propia de la obstinación de los personajes: “El mundo de La Celestina ofrece una visión
de adversidad, una lucha sin sentido, una prisa por alcanzar algo que puede conseguirse
con recta intención y para siempre, dando tan solo un rodeo; pero los peonajes no
quieren darlo y van a ciegas entre la traición y el engaño, desde que se entregan a la
pasión.” (Cardona, 1976, p.42). En este sentido, en la “Carta a un su amigo”, Rojas
advierte el peligro de la debilidad ante el llamado del deseo y el carácter de contienda
que encierra, apelando a la necesidad de contar con las “armas” correctas:

“pero aun en particular vuestra misma persona, cuya juventud de amor ser
presa se me representa haber visto y de él cruelmente lastimada, a causa de
le faltar defensivas armas para resistir sus fuegos”.

A lo largo de la obra, los personajes aluden recurrentemente a la idea del fuego como
un tormento que los obliga a luchar contra ellos mismos y contra los demás para
calmarlo. De esta manera tenemos a Sempronio: “¡Calla, señora mía! ¿Tú piensas que
la distancia del lugar es poderosa de apartar el entrañable amor, el fuego, que está en mi
corazón?” ; A Calisto: “Haz de manera que, en solo verte ella a ti, juzgue la pena que a
mí queda y fuego que me atormenta.”; Pármeno también reconoce el tormento
pasional de su amo como unos fuegos, pero añade el carácter transitorio y cambiante del
mismo, aludiendo al movimiento al que refiere Heráclito, principio del fuego que se
engarza al cambio y al movimiento constante que advierte en el devenir del mundo. Esta
movilidad permanente tiene su fundamento en una estructura de contrarios, presente en
la obra como contraposición de intereses pasionales; mediante el cual el cambio y la
pugna descubren el velo de la realidad constante como una mera apariencia. Dice
Pármeno:

“Señor, flaca es la fidelidad, que temor de pena la convierte en lisonja,


mayormente con señor a quien dolor o afición priva y tiene ajeno de su
natural juicio. Quitarse ha el velo de la ceguedad, pasarán estos
momentáneos fuegos conocerás mis agrias palabras ser mejores para matar
este fuerte cáncer que las blandas de Sempronio, que lo ceban, atizan tu
fuego, avivan tu amor, encienden tu llama, añaden astillas, que tenga
que gastar hasta ponerte en la sepultura”
Lacarra ya había mencionado la conciencia de la mutabilidad constante del mundo y
cómo es percibida por Melibea: “Melibea, que ora disculpa su yerro, ora se culpa de
todo, responsabiliza en ultima instancia a la mudable fortuna y al destino de la muerte
de su amado, pues para ella la causa del traspiés tiene su origen en una fuerza externa
e incontrolable: “Como de la fortuna mudable estuviese dispuesto y ordenado, según
su desordenada costumbre… no vido bien los pasos, puso el pie en vacío y murió.”
(Lacarra, 1989, p. 29).” Esta “fortuna mudable” dispuesta y ordenada se vincula
directamente con Heráclito “Los hombres ignoran que lo divergente está de acuerdo
consigo mismo. Es una armonía de tensiones contrapuestas” (51). Al final de la obra
Melibea parece advertir cierto orden subyacente a sus pasiones y sus conflictos. Por
otro lado, en el correr de la obra, el personaje más conciente de la pugna producto del
deseo pasional, la lujuria y la lucha que de este se desata es Celestina. Discursivamente
el personaje recurre a numerosas series de oxímorons que dan cuenta de una conciencia
de la pugna entre contrarios ya mencionada en Heráclito: “Es un fuego escondido, una
agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura, una delectable dolencia, un
alegre tormento, una dulce y fiera herida, una blanda muerte.”
Bibliografía utilizada:

Baranda, Consolación (2004) La celestina y el mundo como conflicto. Salamanca:


Universidad de Salamanca.

Cardona de Gibert Angeles (1976). Estudio preliminar. Prefacio. En Rojas Fernando


de. La celestina. Barcelona: Bruguera.

Fisher, T. (2007), Heráclito cristianizado y David imitado en los salmos de Quevedo en,
La Perinola, 11, 2007

Lacarra, María Eugenia, "La parodia de la ficción sentimental en La Celestina".


Celestinesca 13, 1989.

López-Rios Santiago (2001) Estudios sobre la celestina. Madrid: Akal

Orduna, Germán, “Auto-Comedia-Tragicomedia-Celestina. Perspectivas críticas de un


proceso de creación y recepción literaria”, Celestinesca, 12:1 (1988), 3-8.

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