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El Súper Humano

Dos científicos están trabajando en un cuaderno, haciendo lo que parece cálculos avanzados. El uno dibujo con
una regla y el otro revisa cifras en una calculadora mientras escriben en el cuaderno, cómo en trance. Al payaso
de la calculadora le empieza a salir humo de la cabeza, el otro lo ve e intenta ahuyentar el humo, pero sin querer
riega un líquido que se encuentra en la mesa, arranca la hoja del cuaderno en la que escribían y lo limpia
mientras el otro está en la calculadora. El que estaba distraído quiere escribir en el cuaderno y no encuentra la
hora, entonces ve lo que el otro hizo intenta secarla, pero no lo logra, lo mira enojado y revela al público que en
la hoja estaban jugando tres en raya.
Galileo: Sólo lo hiciste porque yo iba ganando. Pero bueno, suficiente de tonterías. A lo que
vinimos, trae el pergamino.
Galilei: Galileo, de verdad no creo que estemos listos para el pergamino.
Galileo: Eso ya lo dijiste, quedamos que quien ganara en tres en raya decidiría.
Galilei: Pero nadie ganó.
Galileo: Porque tú interrumpiste el juego, pero esto lo resolveremos ahora. Pelea de pulgares.
Galilei: (resignado) Bueno.
Galileo e Galilei juegan pelea de pulgares, tienen unos pequeños títeres de luchadores en los dedos, Galileo
intenta atrapar el dedo de Galilei, pero este se esconde, tres veces sucede lo mismo, hasta que el dedo de Galileo
lo engaña pretendiendo que ve algo interesante, el dedo de Galilei se lo cree y entonces Galileo lo atrapa.
Galilei: Dos de tres.
Galileo: (arrogante) Bueno.
Se ponen en posiciones y empiezan, el dedo de Galilei empieza a calentar demasiado tiempo, el dedo de Galileo
harto intenta atraparlo, pero el de Galilei escapa y saca una metralleta. Gana Galilei. Galileo enojado respira
y vuelve para la pelea. Esta vez, Galilei saca la escopeta de su dedo, pero Galileo se pone una armadura, todas
las balas rebotan del pulgar de Galileo. Galilei sorprendido saca un kajameja, al mismo tiempo que Galileo.
Los dos kamejamejas tienen la misma fuerza, pero Galilei está agotado por todo el calentamiento que hizo hace
dos rondas, así que Galileo gana la ronda y la batalla.
Galileo: ¡Sí! Trae el pergamino.
Galilei: Yo insisto en que no estamos listos.
Galileo: ¿No estamos listos? Ahora estamos más listos que nunca. Y ni siquiera trata de estar
listos, ahora lo necesitamos. ¿No has visto todo lo que sucede en el mundo? ¿Las guerras, los
terremotos, el odio? Sólo con el super ser humano podremos resolverlo todo, sino vamos a
extinguirnos. ¿Entiendes? ¿Entiendes porque necesitamos el pergamino?
Galilei: Pero…
Galileo: Ya trae rápido el pergamino.
Galilei: Ya, ya.
Galilei sale, mientras tanto Galileo limpia la mesa, se pone guantes y mascarilla. Todo de una manera
ceremonial casi religiosa.
Galilei: Galileo, no lo encuentro.
Galileo: Está junto a las pócimas del amor perpetuo hecho un rollo.
Un rollo de papel higiénico rueda desde el lado por el que salió Galilei.
Galilei: (Mientras lo recoge) Ya sé, ya sé. Rollo equivocado.
Galileo: Trae rápido.
Galilei entra con una parodia del hombre de Vitrubio que se parece a Galileo, incluida la nariz roja, la única
diferencia es que en vez de estar desnudo el dibujo lleva unos bóxer de corazoncitos. Galileo se queda petrificado
al verlo. Galilei intenta hacerlo despertar llamándolo, pero no funciona. Lo empuja y lo jala y nada. Así que
va a la mesa, toma un compuesto verde y uno morado, lo mezcla cuidadosamente con una varilla que luego coloca
en una funda de contenido extra peligroso. Con el máximo tacto coloca unas gotas de un líquido rojo, se puede
ver el miedo en su rostro. Se tranquiliza un poco y entonces va y lanza la mezcla a la cara de Galileo. Galileo
despierta enojado.
Galilei: Es que no reaccionabas.
Galileo: ¿Pero es que no lo ves?
Galilei: ¿Qué cosa?
Galileo se coloca a lado del peregrino en la misma pose del dibujo esperando que Galilei se dé cuenta.
Galileo: ¿En serio no te das cuenta?
Galilei: ¿Que tú y el pergamino tienen la misma edad?
Galileo: No, que yo soy el ser humano perfecto.
Galilei: Nooo…
Galileo: Sí mira, tenemos la misma cara, el mismo cuerpo, la misma ropa interior. ¿De verdad
no me crees?
Galilei: No sé.
Galileo: Mira, te lo voy a demostrar. Ahí están las descripciones del ser humano perfecto.
Mídeme y verás que soy yo mismo.
Galilei: A ver. Altura: 1,73 ½ m. Correcto. Diámetro de pecho: 90 cm, por ahí va. Diámetro de
cintura: 70 cm. Cómo que no te has embutido un poco en los carnavales. Diámetro de bícep:
50 cm, pff levantar unas pesitas no te vendrían mal. Diámetro de cuello: 40cm puuu no,no
(mientras lo está ahorcando con la cinta de medir) y encima dice dientes rectos, vientre plano, cabellera
frondosa, inteligencia superhumana y tú no tienes nada de eso. (lo suelta).
Galileo: Tienes razón. ¡Soy horrible! (Llora)
Galilei: Bueno, tampoco es para tanto.
Galileo: No, sí. Mira estos bíceps colgados, esta panza aguada, estos dientes chuecos. Soy
horrible. Pero esto no se va a quedar así.
Galileo va tras el pergamino seguido por Galilei. Una luz de contra sólo permite que se vean sus sombras
proyectadas en el pergamino.
Galileo va pidiendo varios ingredientes y herramientas a Galilei para que le inyecte. Pide un bisturí para hacerse
una incisión en la boca y pide que le ponga una tabla en la panza. Algo sale mal. Suenan relámpagos, Galileo
grita. Sale humo. Galilei corre asustado. Galileo aparece convertido en un monstruo y destruye el pergamino.
Galilei: Tranquilo, tranquilo. Yo lo resuelvo.
Le golpea con un sartén en la boca. Galileo se desmaya. Galilei lo arrastra hasta la mesa y revierte todos los
procedimientos. Vuelve a hacer la mezcla que hizo antes para despertar a Galileo y se lo bota en la cara.
Galileo despierta adolorida y sale al frente del pergamino.
Galileo: ¡Ay, ay!
Galilei: Tranquilo, ya pasó. Siquiera los dientes te quedaron rectitos.
Galileo: Sí, pero fallamos. Y destruimos los estudios del ser humano perfecto para siempre.
Galilei: No, no creo. Igual eso del ser humano perfecto es mentira.
Galileo: ¿Pero es que ya te olvidaste del odio, los terremotos, las guerras?
Galilei: No. Pero es que igual un ser humano perfecto no iba a acabar con nada de eso. Más
bien, si aceptamos que nadie es perfecto y nos respetamos como somos podemos resolver
bastante.
Galileo: ¿Hasta los terremotos?
Galilei: Bueno, capaz los terremotos no, pero el resto sí. Mejor ya olvídate de esto y vamos a
seguir intentando conversar con los peces.
Galileo: Vamos, vamos pero tienes que aceptar que sí me parecía un poco al del dibujo.
Galilei: Bueno, sí te parecías.
Salen.

Fin.

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