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AS MUJERES EN LA POLITICA COLOMBIANA

Por: DIVA CRIADO PACHECO

El Partido Liberal, ha jugado un papel significativo y trascendente en la participación de las


mujeres en la política colombiana a lo largo de su historia, fue en el seno de esas políticas
liberales que por primera vez emergió de su invisibilidad. En una evidente manifestación de
reconocimiento a sus constantes requerimientos, el Partido dió en sus inicios un tímido
respaldo a su lucha.

Si bien es cierto, que su presencia en la escena Nacional ha estado marcada por grandes
dificultades, no lo es menos, que su tesón y perseverancia han hecho que sus firmes
reclamaciones hayan sido escuchadas, sus constantes impetraciones en la búsqueda para la
satisfacción de los sistemas de demandas de interés social, han estado presentes ayer, hoy y
presumiblemente también lo estarán mañana, conscientes de que es casi imposible concebir
el bienestar social sin la obtención de sus derechos legales y patrimoniales.

Pues bien, desde estas iníciales consideraciones, observaremos su evolución histórica, asi
como los diferentes procesos y etapas que surgen a través del tiempo para lograr el
reconocimiento de sus derechos. Esta necesidad de ser participes de la vida Nacional, con
claras repercusiones en la vida cotidiana, como un fenómeno social y político que incide en
el Estado representativo, es lo que veremos a continuación.
Aún cuando no hay mayores registros sobre el hecho, no debe parecernos extraño, que a
mediados del siglo XIX, las mujeres tuvieran cierta injerencia en las reformas del 11 de
noviembre de 1853, cuando la constituyente de Vélez en el Departamento de Santander,
implantó el voto femenino y puso en ejecución su práctica. En esa época, siendo presidente
el General Liberal José María Melo, mientras Conservadores y Gólgotas se levantaban contra
su dictadura, se reformó la Constitución, y en el artículo séptimo se concedió a todos los
habitantes de la Provincia, sin distinción de sexos, el derecho al voto. Este hecho, sin
precedentes en Latinoamérica y con muy pocos antecedentes en el mundo, marco sin
pretender, un hito en el largo camino que para reivindicar sus derechos tendrían las mujeres
en Colombia.

En la última década del S. XIX y a principios del S. XX, comenzaron a darse las primeras
manifestaciones públicas de tendencias igualitarias de mujeres con pensamiento liberal, entre
las más destacadas, Soledad Acosta de Samper, María Rojas tejada y María Cano, esta
última, quien en los inicios de su vida pública ejerció por tradición y seguramente por
convicción en las filas del Partido Liberal.

El protagonismo de las mujeres en la participación de la Guerra de los Mil Días, fue


fundamental y de gran importancia. Como diría Aida Martínez en su libro Las capitanas
de los mil días: “…Sin siquiera haber soñado con obtener derechos ciudadanos creyeron que
con su fuerza de presión ayudarían a la causa, esas mujeres que de alguna manera tenían
partido y bandera no permanecieron indiferentes a la tensión política del momento. Por eso
cuando se escucharon clarines revolucionarios ellas estaban listas para enrolarse en esa
contienda, lo hicieron de muchas maneras, las que acompañaban a sus padres o hermanos,
las que marcharon con su marido porque no querían asumir el riesgo de quedarse solas; las
que asumieron la aventura para seguir al amante; las que ofrecieron apoyo económico y
logístico; las que organizaron redes de postas y de espías” (1). “Las Juanas” fue el nombre
con que se popularizaron las acompañantes de los combatientes de la guerra de los mil días
(1899-1903).

Una verdadera avalancha de iniciativas populares que se plasmaron posteriormente en leyes


se dió en la Gran Convención Liberal de Ibagué en 1922. Se sentaron las bases del Código
Sustantivo y Procesal laboral, se creó la Oficina General del trabajo encargada de resolver
conflictos entre otros, del trabajo de las mujeres y los niños, exigieron la expedición de un
nuevo Código Penal y se propusieron grandes modificaciones al Código Civil, dignificando
la condición de la mujer y protegiendo sus derechos civiles y patrimoniales.

En la Colombia patriarcal de los años 30 al 57, sumida en la invisibilidad, la mujer era


considerada una especie de ciudadana de segundo orden y debía permanecer en el anonimato
sin derecho a voz ni a voto. Ocurrió en la época en que curas, literatos, intelectuales, liberales,
conservadores e incluso las mismas mujeres, salvo contadas excepciones, renegaron de la
emergencia de una nueva mujer rebelde y emprendedora. Esta mujer consciente de la
importancia de su participación en los asuntos de Estado, y de lo que significaba su injerencia
para las cuestiones de la vida cotidiana, emprendió una valerosa lucha y comenzó a
interesarse por ejercitar sus propios derechos.
Fue con el gobierno de Olaya Herrera, en 1932, cuando se le dio el primer reconocimiento
como sujeto de derechos mediante la ley 28 del mismo año, se aprobaron las Capitulaciones
Matrimoniales (vigente hasta nuestros días), se concedió el derecho a la educación superior
y se les permitió a las mujeres casadas la libre administración de sus bienes.

No obstante, el artífice de dar a la mujer un puesto en la vida laboral del país fue Alfonso
López Pumarejo, quien con la Reforma Constitucional de 1936, le concedió el derecho de
acceder a cargos públicos, pero no podía ejercer su derecho al sufragio. Para esta época
comenzaban a aparecer mujeres que iban a la Universidad, entre ellas en 1939, Esmeralda
Arboleda se convirtió en la primera en ser aceptada en la Universidad del Cauca para estudiar
derecho. Posteriormente, bajo el amparo del Partido Liberal se vinculó a movimientos
estudiantiles y ulteriormente ya como abogada, promocionó la participación política de la
mujer, ocupando importantes cargos que le valieron un merecido reconocimiento político en
la historia de la vida nacional

Para presionar su participación en la vida política las mujeres se organizaron, se crearon


programas radiales como la “Tribuna Liberal Femenina” dirigido por Hilda Carriazo y
Rosa María Moreno, se utilizaron medios de expresión como la revista “Agitación
Femenina”; dirigida por Ofelia Uribe, desde donde lideró la lucha por el reconocimiento de
la mujer como sujeto de derechos.

Muchas fueron las dificultades que tuvieron que afrontar para ejercer sus derechos quienes
se atrevieron a enfrentar las severidades de los principios morales, sustentados en preceptos
religiosos que regían a la sociedad de la época y por La posición de líderes políticos, ministros
de educación y de la iglesia, que tampoco ayudaban mucho. Guillermo León Valencia,
manifestaba: “(…) Las mujeres mejor no se contaminen participando en tan turbios asuntos
en el Senado y la Cámara” (2). O la ambigua opinión de Luis López de Mesa, ministro de
educación en el gobierno de Alfonso López Pumarejo, cuando decía: “(…)La mujer es
conservadora en religión, republicana en el amor y radical en la política” (3). Estos personajes
influyentes de la política colombiana, no imaginaban que con la aprobación del voto
femenino, se daba el primer paso para la consolidación de las democracias, y mucho menos
la evolución que con ello obtendría la sociedad colombiana.

Gestora de la búsqueda por la conquista para que la mujer ejerciera sus derechos políticos y
ciudadanos, fue Ofelia Uribe de Acosta. Desde inicios de los años treinta, venia librando
una lucha por el reconocimiento de sus derechos, época de una generación de mujeres que
irrumpieron en la vida nacional para ganar el respeto a su dignidad como ciudadanas. Ofelia
participó en la elaboración de la ley de protección de la maternidad (1939) en el gobierno de
Eduardo Santos. Se vinculó al Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) impulsando tesis
a favor de la justicia social y de las reformas económicas y políticas. Con su revista
“Agitación Femenina” presionó el logro de algunas conquistas de la reforma constitucional
de 1945, tramitada durante el gobierno de Alberto Lleras Camargo, que aunque no tuvieron
ejecución inmediata, si se vieron reflejadas posteriormente, consagrándola como una de las
mujeres más destacadas del siglo XX.

La Asamblea Nacional Constituyente de 1954, mediante Acto Legislativo No. 3, reconoció


por unanimidad los derechos políticos de la mujer. El derecho al voto fue ratificado por el
plebiscito de 1957, convocado por la alianza liberal-conservadora, que sustentó la fórmula
reconciliadora del Frente Nacional. Era la primera vez que las mujeres ejercían el derecho al
sufragio.

En los años cincuenta se concede la igualdad de derechos, pero como se anotaba, mientras
en la Constitución Nacional se hablaba de igualdad, en el Código Civil se la discriminaba en
puntos fundamentales para la obtención de derechos, creándose una situación por demás
contradictoria, en la medida en que se consagraba la potestad marital del hombre sobre la
mujer, el domicilio como escogencia voluntaria por parte del marido y la patria potestad
sobre los hijos en cabeza también del marido

Resultaba evidente que el derecho de familia y sus efectos civiles no tenían para la mujer un
espacio real. Esta legislación obsoleta del Código de Andrés Bello, fue reformada por
Alfonso López Michelsen, con la ley 1ª de 1976, por lo cual se le otorgó igualdad de derechos
y obligaciones a la mujer. Paralela a la expedición de la nueva legislación igualitaria, durante
su gobierno, un centenar de mujeres liberales ocuparon posiciones destacadas tales como las
de ministras, viceministras, gobernadoras, congresistas, magistradas, alcaldesas y
embajadoras entre las que se encontraban María Helena de Crovo, Aydeé Anzola Linares,
Dorylla Perea de Moore, esta última notable por ser la primera gobernadora del Choco, y
la primera mujer de raza negra en llegar a esa posición, También fueron nombradas María
Consuelo Araujo Noguera, quien ya comenzaba a destacarse como una de las primeras
lideres políticas de su región, Migdonia Barón, María Carmenza Arenas Abello, Fidelia
Villamizar de Pérez, entre otras.

Durante la presidencia de César Gaviria Trujillo, se gestó la Reforma Constitucional del


1991, asumiéndose como pilares fundamentales la igualdad, la autonomía política, la
democracia participativa y el respeto por los derechos sociales, los cuales se vieron reflejados
en el notable avance para establecer la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, se
fortalecieron la democracia directa y participativa, emprendiendo notables evoluciones que
garantizaron la efectiva participación de la mujer en los niveles decisorios de la
administración pública.
En la Administración de Ernesto Samper, se avanzó con la creación de la Dirección de
Equidad para la mujer.

MUJERES DESTACADAS DEL PARTIDO LIBERAL HASTA NUESTROS DÍAS

María Teresa Londoño de Olaya, ideó la llamada “Colecta Patriótica” llevada a cabo por
las mujeres colombianas en octubre de 1932, a raíz del conflicto con el Perú.
María Michelsen de López, pionera del trabajo social, reconocida por su labor en pro de los
menos favorecidos, fundadora de colegios femeninos. (1934).
Lorenza Villegas Restrepo, de innegable influencia en la vida social y Política del país, fue
de las primeras mujeres que participó en campañas políticas acompañando a su marido,
Eduardo Santos. Apoyó obras sociales como el Hospital Infantil Lorencita Villegas, el
hospital Santa Clara de Bogotá y la cárcel del Buen Pastor.
Luz Castro de Gutiérrez, modelo de liderazgo femenino, figuró en la vida política del país
como pionera de participación igualitaria. En su legado encontramos fundaciones que han
permanecido en el tiempo y han beneficiado a numerosas personas de todo el país; las más
relevantes, el Hospital General de Medellín, el Hospital Universitario San Vicente de Paul y
la Universidad de Medellín.
Bertha Puga Martínez, chilena, casada con Alberto Lleras Camargo. En la época de Rojas
Pinilla, colaboró en el periódico “La Resistencia” que clandestinamente editaban Helena
Calderón y Paulina Nieto de Caro, reivindicando los derechos de la mujer.
Cecilia Cortés de la Fuente, promotora de La Ley 75 de 1968 conocida como Ley Cecilia,
en la cual se establecieron normas sobre filiación, paternidad responsable y régimen de
obligatoriedad de alimentos, convirtiéndose en una política de largo alcance. Dicha Ley fue
reglamentada mediante el Decreto 1260 de 1970, en donde además, se estableció la facultad
para las mujeres casadas de utilizar o no el apellido del marido, se cambió el régimen de la
sociedad conyugal y se creó el Instituto Colombiano de Bienestar Familia ICBF.
Cecilia Caballero Blanco, gestora de la legislación que estableció la igualdad jurídica de los
sexos y la no discriminación entre los denominados “hijos legítimos” e “hijos naturales”, que
debían ser iguales para la Ley. Su labor se encamino a la protección de la niñez y la familia
como núcleo fundamental de la sociedad.
Carolina Isackson Proctor, durante el gobierno de Virgilio Barco centró su labor en la
mujer menos favorecida, diseñó el programa de Hogares de Bienestar para que la mujer se
desempeñara fuera de su hogar, brindando la posibilidad al ICBF de ampliar la cobertura de
ayuda a los niños pobres y la participación de las comunidades.
Nydia Quintero Turbay, logró entre otras, la reforma de la ampliación de la ley de
protección al menor hasta los 18 años y la protección al menor trabajador, puso en marcha
los comedores comunitarios en los cerros de Bogotá y dio un nuevo giro a la Fundación
Solidaridad por Colombia, creada años antes para recaudar fondos para los damnificados de
desastres naturales, programa éste último, que ha demostrado efectividad en su ejecución.
Ana Milena Muñoz de Gaviria, tuvo una decisiva participación en la vida social y política
colombiana durante el gobierno de César Gaviria. Gestó, lideró e impulsó actividades en el
campo de la educación, la salud y la cultura, entre las cuales se destacan la fundación
Colfuturo, creada para otorgar becas para estudios en el exterior y la Fundación Nacional
Batuta, dedicada a la educación musical. Por su iniciativa se crearon la Consejería para la
Juventud la Mujer y la Familia, y la Corporación Sur, CREA y el programa Familia, Mujer
e Infancia “FAM1”; éste último, bajo la supervisión del ICBF que atiende a mujeres gestantes
y lactantes y a niños menores de dos años. A través de la Consejería Presidencial, lideró el
Programa para la Juventud, la Mujer y la Familia, el cual fue definido como una política
integral para la mujer como principal objetivo garante de las condiciones y oportunidades
necesarias de una participación equitativa de la mujer en los procesos de modernización de
políticas sociales y económicas, a través de la concertación y consulta.
Jacquín Strouss Lucena, trabajó en favor de enfermos de SIDA y de los niños de la calle.
Se destacan los hogares comunitarios empresariales, que funcionan con cofinanciación de la
empresa privada y del ICBF, así como su empeño en la creación de un Ministerio de la
Cultura
Se destacan también Gloria Lara de Echeverri, activista liberal, directora de la DIGIDEC,
al momento de su secuestro, desarrollaba en esa dirección importantes labores comunitarias;
Diana Turbay Quintero, periodista; Inés Cote, líder regional conocida en el país por su
implicación en el proceso de paz; Lucelly García de Montoya, ex gobernadora y
parlamentaria del Quindío; Ana Sixta González de Cuadros y Carmenza Rocha Castilla
En la actualidad, son un número importante de mujeres las que participan en la denominada
“clase dirigente” del país, entre las cuales el Partido Liberal se encuentra representado:
Senadoras Piedad Córdoba Ruiz, Cecilia López Montaño, Yolanda Pinto, Griselda
Janeth Restrepo Gallego; así como las Representantes a la Cámara Liliana Barón
Caballero, Gema López de Joaquí, Clara Isabel Pinillos, Nancy Denise Castillo .

Cabe decir, que a lo largo de la vida de la República de Colombia, se ha superado la


invisibilidad de las mujeres en muchos campos, pero no se ha logrado remontar el camino
que las sitúe en igualdad de condiciones en la mayoría de las instancias de la sociedad, siguen
críticamente subrepresentadas en posiciones de liderazgo y no precisamente porque no exista
potencial competitivo. Lo importante sería lograr que existiera, una verdadera voluntad
política y una sociedad dispuesta a reconocer que la pretendida igualdad, aún no es una
realidad y en consecuencia, se continúen tomando acciones necesarias para alcanzarla.

MUJERES EN COLOMBIA

Las mujeres colombianas participaron en la historia social, económica y política del país
tempranamente, desde las luchas por la independencia. Sin embargo, su presencia en la
escena nacional no siempre fue visible y ha estado marcada, como en casi todo el
continente americano, por los procesos de industrialización y urbanización, su creciente
vinculación a la estructura educativa y de trabajo, las políticas de control de la natalidad, las
reformas en la legislación y el desarrollo del movimiento social de mujeres en sus
diferentes vertientes.

Sólo tras una lucha de varias décadas obtuvieron el derecho a voto, siendo Colombia uno de
los países de la región que más tardaron en reconocerlo. Algo más rápido -en el contexto
regional- fue su acceso al poder ejecutivo: en 1954 una mujer ocupó un Ministerio. Sus
luchas han estado precedidas de organización, creación de espacios propios y confrontación
con el poder de una sociedad patriarcal, renuente a brindarles oportunidades para su
desarrollo pleno.

Con una Iglesia Católica muy influyente, valores marcadamente tradicionales con respecto
a los roles femeninos y un sistema político altamente excluyente y restrictivo, el camino de
las mujeres ha sido particularmente difícil, debiendo ganar palmo a palmo mayores cuotas
de participación, más allá de la situación de violencia política y social que ha imperado en
el país por muchos años.

En ese contexto es significativo el desarrollo de grupos y movimientos de mujeres, los que


se perfilan más claramente desde los años ochenta, fortalecidos por el proceso mundial y
latinoamericano en favor de las mujeres. Con flujos y reflujos, al ritmo de la coyuntura
política, hoy día cuentan con una Política Integral para las Mujeres, pionera en América
Latina.
Destacan grandes contrastes: mientras poseen elevados niveles de participación en la
Población Económicamente Activa y alcanzan cargos importantes en el poder ejecutivo -
ministerios y viceministerios de relevancia política- como la actual Ministra de Relaciones
Exteriores, es muy baja su presencia en las corporaciones públicas y representativas -
Senado, Cámara de Representantes, Asambleas y Concejos Municipales- y su acción a
nivel local no se traduce en una alta participación en los ámbitos directivos.

Al comenzar la década de los noventa las colombianas son ya mayoritariamente urbanas y


principalmente jóvenes-adultas, en vez de jóvenes, como lo eran al iniciarse los años
setenta. La aceleración de su transición demográfica guarda relación con la drástica
reducción de su fecundidad producida en las últimas dos décadas, que también ha tenido
lugar -aunque años más tarde- entre las mujeres rurales. Las colombianas dirigen uno de
cada cinco hogares, lo que significa una cantidad total importante: casi un millón de
hogares.

El crecimiento de su participación en la fuerza laboral se ha hecho estructural en las últimas


dos décadas. Pese a los problemas de subregistro que tiene esa participación económica
femenina, actualmente se estima que las colombianas representan cerca de un 40% de la
Población Económicamente Activa del país. No obstante ese incremento, las mujeres
siguen ocupándose en trabajos tradicionalmente femeninos, de menor retribución y
consideración que los ocupados por los hombres.

Ello sucede mientras que, en los últimos veinte años, las colombianas han alcanzado en
términos generales el nivel educativo de sus compatriotas varones. Sin embargo, todavía
eligen especialidades educativas consideradas femeninas, lo que significa que, aunque
presenten un número de años de educación formal similar al de los hombres, tengan más
dificultad para acceder al mercado de trabajo con la capacitación específica que éste
requiere.

Este perfil, basado en cifras promedio, esconde importantes diferencias por sectores, las
que no es posible recoger plenamente en este texto por la falta de información que dé
cuenta de la diversidad existente, especialmente según nivel socioeconómico y grupo
étnico. La estabilidad económica relativa y la concentración de la riqueza, por una parte, y
la marginación de los grupos más pobres, los pueblos indígenas y sectores negros de la
población, por otra, ocultan una sociedad marcada por la violencia guerrillera y del
narcotráfico, sometida por largos años al estado de sitio.

En este marco, las organizaciones femeninas han debido combinar sus reivindicaciones
específicas, destinadas a mejorar la posición de las mujeres en la sociedad, con la búsqueda
de caminos políticos y de diálogo civil frente a los graves conflictos que han aquejado y
aquejan al país. Ello ha extendido sus bases de legitimidad social, pero permanece como
desafío que los avances alcanzados en el nivel del discurso y de las medidas
gubernamentales en favor de sus demandas, permeen la sociedad y la cultura y se
desarrollen lazos estables con un movimiento de mujeres creativo y dinámico.

El proyecto de investigación Mujeres Latinoamericanas en Cifras fue desarrollado en


Colombia por Carmen Elisa Flórez, investigadora de la Facultad de Economía de la
Universidad de Los Andes. No obstante, la presentación de resultados fue realizada por la
Coordinación Regional del proyecto, atendiendo a las necesidades de comparación del caso
colombiano con el resto de los países de América Latina.

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