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La pérdida de la biodiversidad producida por el crecimiento demográfico, la demanda por recursos

y la actividad productiva es contradictoria con el reconocimiento de su importancia. En


ecosistemas terrestres, el Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Estado (SNASPE) contiene
cerca del 19 % del territorio de Chile continental; aunque no representa todos los ecosistemas con
especies amenazadas, puede ser complementado implementando nuevas áreas protegidas
públicas (AP) y privadas (APP). El desarrollo de áreas marinas protegidas (AMP) es incipiente, y
algunas iniciativas comparten la responsabilidad de conservación con los usuarios locales. En Chile,
un conjunto de reglamentos, normas legales y tratados internacionales promueven distintas
oportunidades de conservación en ecosistemas terrestres y marinos costeros, de las cuales
emergen nuevos desafíos. Entre estos destacan, estandarizar la clasificación de especies según
categorías de conservación en un protocolo internacional y optimizar las metodologías para
seleccionar áreas prioritarias, ambos criterios indispensables para decidir qué y dónde conservar.
Otro desafío es integrar el valor intrínseco de la biodiversidad con los servicios ecosistémicos que
presta para instaurar una cultura participativa. Esto mejoraría la efectividad de las distintas
estrategias de protección y uso sustentable de la biodiversidad al incorporar la educación y la
participación ciudadana desde una perspectiva biocultural. La educación fomenta la conservación
de la naturaleza al hacernos conscientes de nuestro entorno; mientras que la participación
involucra a los ciudadanos como un actor más en la toma de decisiones, procurando la aplicación
efectiva de las estrategias de conservación de la biodiversidad.

En Chile existen graves problemas de pérdida de especies. Existen dos Libros Rojos que dan cuenta
del estado de conservación de la fauna y la flora. De acuerdo a estos libros, de 684 especies de
mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces de aguas continentales, 243 (35%), presentan
problemas de conservación (Glade, 1988).

La principal causa de la pérdida de biodiversidad en Chile, radica en el modelo exportador de


desarrollo económico, que se basa en la explotación excesiva de recursos naturales con poco valor
agregado, lo que ha ejercido una presión desmedida sobre las especies y ecosistemas. Durante los
últimos años, ha habido un aumento explosivo en las exportaciones de materias primas poco
elaboradas (conocidas como “commodities”) de productos agrícolas, forestales y pesqueros. Ello se
traduce en pérdida de biodiversidad, degradación de los ecosistemas y del medio ambiente. No ha
existido la suficiente voluntad política de los gobiernos de turno, para implementar medidas de
conservación y uso sustentable de los recursos naturales (Manzur, 1998).

Históricamente, la pérdida de especies de fauna se debió a su explotación excesiva para consumo o


venta de pieles hacia mercados extranjeros. Tal es el caso de los lobos marinos (Arctocephalus
australis, A. philippii, A. gazella), la chinchilla (Chinchilla lanigera), las nutrias (Lontra provocax, L.
felina), los zorros (Pseudalopex culpaeus, P. griseus, P. fulvipes), el huemul (Hippocamelus bisulcus)
y la vicuña (Vicugna vicugna), entre otros, cuya sobreexplotación les condujo casi a la extinción
(Iriarte, 1994). Esta situación motivó a la creación de normativas especiales para la protección de
estas especies. Actualmente, las principales causas de la pérdida de especies animales en Chile
radican en tres factores: • Pérdida y degradación de hábitat • Sobreexplotación con fines
comerciales • Introducción de especies exóticas

La pérdida y degradación de hábitat es causada generalmente por la destrucción y degradación del


bosque nativo, los humedales, la habilitación de suelos para la agricultura y ganadería, la
contaminación de las aguas y el suelo con residuos mineros, industriales y agroquímicos. La
sobreexplotación de especies ocurre como resultado de la caza y captura excesiva para el consumo
o comercio de pieles y mascotas, sea de forma legal o ilegal. Algunas especies chilenas que han
sido sobreexplotadas históricamente, hasta casi su extinción, han sido las dos especies de
chinchilla, las dos especies de nutria, la vicuña, el huemul, el pudú, el lobo fino de Juan Fernández,
el lobo fino antártico y el lobo fino de dos pelos (Iriarte, 1994).

La transformación y destrucción de la tierra y los océanos es la principal amenaza para la


disminución de la biodiversidad. El transporte, las industrias que extraen los recursos naturales, la
contaminación, las represas, la agricultura, la pesca o la silvicultura han propiciado cambios
radicales en los hábitats de todo el planeta. El abandono del mundo rural y la introducción de
nuevas e insostenibles actividades son otro factor que desestabiliza el frágil equilibrio de los
ecosistemas. Algunos expertos detectan en la actualidad una extinción masiva de especies, similar
en sus proporciones a la que se registró en la era del fin de los dinosaurios.

Las especies invasoras son la segunda principal amenaza para la biodiversidad. El número de
especies introducidas a nivel global se ha incrementado en gran medida en las últimas décadas. El
aumento de los transportes internacionales y el turismo, la construcción de infraestructuras que
rompen fronteras naturales, el cultivo de especies acuáticas o el tráfico y abandono de mascotas
son algunas de las principales causas. Los invasores no sólo se encuentran en el medio terrestre,
sino también en el acuático. La gran biodiversidad que tiene España también se ve afectada por los
cada vez más numerosos invasores, como el arruí, la malvasía cabeciblanca, la perca americana, las
tortugas de Florida, el mejillón cebra o el mosquito tigre.

Las medidas para cuidar la biodiversidad no sólo están en manos de los gobiernos, sino también de
los consumidores. La concienciación es el primer paso. Como ciudadanos urbanos, la biodiversidad
puede parecer algo lejana y sin repercusión en la vida cotidiana. Sin embargo, el aire que se
respira, o el agua y la comida que se consumen no serían posibles sin la variedad y abundancia de
especies que pueblan la Tierra. Cuidar la biodiversidad no sólo permite que las especies
sobrevivan, sino que los propios seres humanos tengan un futuro sobre el planeta.

La pérdida de hábitat, la sobreexplotación, las especies invasoras, la contaminación, y el cambio


climático son las principales causas de la pérdida de biodiversidad. “A pesar de que el cambio
climático no ha tenido mayores efectos sobre la biodiversidad, la mayoría de las proyecciones
anticipan que su impacto se incrementará en el futuro”, certifica el científico.

La pérdida de biodiversidad no solo incluye extinciones globales, sino también cambios en la


abundancia de especies, sin que éstas se extingan. Según Hooper, “grandes declives de poblaciones
abundantes de especies pueden alterar la manera en la que trabajan los ecosistemas y los
beneficios para los seres humanos”.

Ejemplo de ello es el agotamiento de los recursos pesqueros. “Las especies de peces no están
extintas pero sus poblaciones son tan escasas que la economía de las pesquerías no es viable por
mucho tiempo”, concluye.
La pérdida y deterioro de los hábitats es la principal causa de pérdida de biodiversidad. Al
transformar selvas, bosques, matorrales, pastizales, manglares, lagunas, y arrecifes en campos
agrícolas, ganaderos, granjas camaroneras, presas, carreteras y zonas urbanas destruimos el
hábitat de miles de especies. Muchas veces la transformación no es completa pero existe deterioro
de la composición, estructura o función de los ecosistemas que impacta a las especies y a los
bienes y servicios que obtenemos de la naturaleza.

La pérdida de hábitat sucede por el “cambio de uso del suelo” de ecosistemas naturales (bosques,
selvas, pastizales, etc.) a actividades agrícolas, ganaderos, industriales, turísticas, petroleras,
mineras, etc., todas ellas contempladas en las evaluaciones de impacto ambiental de la Ley
General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LEEGEPA, Sección V, 2013) y normas y
reglamentos asociados.

Varios lugares del territorio chileno han sido distinguidos como Reservas de la Biósfera. Los dos
primeros aceptados en 1977 –a un año que se realizara la primera lista de Reservas de la Biósfera-
fue Fray Jorge, el parque nacional ubicado en la región de Coquimbo; y el archipiélago Juan
Fernández, bajo jurisdicción de la región de Valparaíso.
En 2009 la Reserva La Campana fue ampliada 14 veces su tamaño original, pasando de 17.000 ha a
238.000 ha. El 2010, se aprobó la propuesta de ampliación de la Reserva de la Biósfera
“Araucarias”, en doce veces su tamaño. El principal objetivo de esta ampliación es lograr un
equilibrio sostenible entre la conservación de la diversidad biológica, el fomento del desarrollo
económico y la preservación de los valores culturales del pueblo mapuche, asentado
principalmente en la zona de transición de la reserva.
La más reciente fue designada el 2011: el Corredor Biológico Nevados de Chillán, ubicado en la
región del Bío Bío.

En marzo de 2011 se ingresó el primer proyecto de ley para crear el Servicio de Biodiversidad y
Áreas Protegidas (SBAP, boletín N° 7.487-12). Luego, en junio de 2014 se ingresó un nuevo
proyecto de ley (boletín N° 9.404-12), el que ya fue aprobado por la Comisión de Medio Ambiente
y de Hacienda del Senado, encontrándose actualmente en la Comisión de Trabajo. Durante la
tramitación del proyecto, un hito de gran importancia fue la realización durante el 2016 de un
proceso de consulta indígena a nivel nacional, que duró 11 meses y permitió importantes acuerdos
que fueron recogidos en el actual proyecto de ley.

De norte a sur: Sobreexplotación de stock pesquero. No puede ser que teniendo gran parte del
mar del mundo haya problemas de pesca. Luego, la conservación de aguas en el norte, que es
clave para la industria minera. Esas aguas están sobreexplotadas con el impacto que ello significa.
También el tema de los suelos, uno de los servicios más importantes que presta la biodiversidad es
la formación de suelos que sostienen nuestra industria agrícola, forestal y ganadera. 40% de los
suelos están erosionados.

Chile es un país extremadamente rico y está en el mapa de biodiversidad global por muchas
razones. Hay una treintena de países que son los ‘hot spots’ de biodiversidad. Son lugares con
mucha concentración de especies, únicas y que están bajo amenaza. Toda la zona mediterránea de
Chile central, que gruesamente va desde La Serena hasta el Biobío, es uno de los treinta lugares del
mundo con mayor endemismo (criaturas que sólo se encuentran en esa zona) y, a la vez, más
amenazados. También somos uno de los cinco ecosistemas mediterráneos en el mundo que, en
una superficie pequeña, tiene el 20% de todas las plantas del planeta; es donde se han
desarrollado las grandes culturas, donde están los mayores desarrollos humanos. Somos uno de
los cinco ecosistemas mediterráneos y uno de los 30 "hot spots". Si uno piensa en las regiones del
mundo donde hay grandes masas de biodiversidad, en su estado más prístino, Chile es una de
ellas. La Patagonia chilena es uno de los lugares donde todavía hay grandes extensiones de
territorio con biodiversidad en estado prístino. En España no hay un solo árbol que no haya sido
plantado por una persona.

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