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“Allá, donde terminan las fronteras, los caminos se borran.
Donde empieza el silencio. Avanzo lentamente y pueblo
la noche de estrellas, de palabras, de la respiración de
un agua remota que me espera donde comienza el alba.
Invento la víspera, la noche, el día siguiente que se levanta
en su lecho de piedra y recorre con ojos límpidos un mundo
penosamente soñado. Sostengo al árbol, a la nube, a la
roca, al mar, presentimiento de dicha, invenciones que
desfallecen y vacilan frente a la luz que disgrega”.
Octavio Paz
Dedicatoria
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Agradecimiento
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Un trazador de caminos...
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Quienes lo conocimos supimos de su sencillez hecha vida, por
tanto, pretender homenajearlo de alguna manera sería ofender-
lo, pero sabemos que ese no es el objeto de esta publicación.
Gilberto libró siempre una batalla interna en esa búsqueda del
auténtico revolucionario y profesó el anonimato como parte de
la reivindicación de lo colectivo por encima de lo individual. Se
trataba de una íntima construcción del socialismo en lo cotidiano
de su vida.
Hoy, cuando lo hacemos objeto de este libro y utilizamos su
nombre para el Hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano
de Caracas, quizás estamos forzando sus deseos o le fallamos
como compañeros de camino al aupar estas iniciativas que ha-
cen recordar su nombre. Pero no, es lo que manda el afecto por
su recuerdo.
¿Qué pretendemos pues, si no se trata de un reconocimiento?
Realmente aspiramos compartir con los lectores su experiencia
para cumplir con la responsabilidad política de alimentar la bata-
lla de las ideas para el avance de la Revolución Bolivariana.
Si lo precisamos, esta publicación tiene, al menos tres intencio-
nes: En primer lugar, dar a conocer una vida de lucha como
ejemplo de lo hermoso del compromiso social y la demostración
de que compromiso no es sinónimo de sacrificio, pues se trata
de un acto de amor.
En segundo lugar, el recuento de la vida de Gilberto permite
mostrar algunos aspectos fundamentales de las políticas de salud
de la revolución, sus antecedentes de lucha y ejemplos de su
aplicación. Destacan la importancia del abordaje de nuestra con-
dición multiétnica y pluricultural, el carácter fundamentalmente
político de las acciones sanitarias, el desenmascaramiento del
capitalismo médico y el enfoque de necesidades en la atención
de la salud del pueblo.
Finalmente, mostrar el accionar de Gilberto en la militancia de la
justicia ayuda a la identificación de una ética socialista en salud,
incluso en el resto de la política. Aunque uno, dos o mil códigos
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de ética sean útiles como orientación moral, el ejemplo tiene una
enorme fuerza forjadora de conciencias.
Entonces, presentamos este libro como una forma de llegar al
alma de algunos, de estremecerlos para pensar la salud desde
un punto de vista ético unido con el de la militancia.
Rodríguez Ochoa fue constante en su lucha contra la corrupción,
atacó por igual desde el robo burdo grande o pequeño, hasta
el maldito accionar legal del capitalismo médico en contra del
pueblo. Fue inquebrantable al defender una conducta de los
trabajadores de la salud y una administración de los recursos
públicos, sólo en función de los intereses del pueblo.
Como Ministro, incorporó un estilo distinto: más sencillo, más
humano. En los momentos cuando comenzaron a generarse
el movimiento y los cambios políticos y revolucionarios, planteó
una propuesta diferente para una estructura que se evidenciaba
terriblemente deformada y perversa.
También hizo énfasis en el esquema de la transparencia adminis-
trativa y se concentró en la acometida de las necesidades de las
gente: de lo que hacía falta, más que hacia lo propiamente técni-
co del Ministerio. Esa concepción quedó plasmada en el Modelo
de Atención Integral que Gilberto y su equipo propusieron para
dar respuesta a la percepción de las necesidades de la gente y no
en la percepción alrededor del propio sistema de salud.
Para mí Gilberto fue una referencia para la construcción de una
sociedad distinta, de un país más justo, un país que se proyecte
en condiciones diferentes . Particularmente, desde la trinchera de
la salud colectiva, de la salud pública en la que Gilberto estuvo,
pienso que hoy día tenemos algunas fortalezas que fueron pro-
ducto de sus aciertos en ese entonces. Para la historia de la salud
en Venezuela, Gilberto es una referencia exitosa de un momento
que fue tan difícil: el inicio de la transformación. En ese sentido,
es un referente, una referencia ética, un trazador de caminos.
En estos días, el dolor de la partida de Gilberto, se disipa con el
regocijo del recuerdo de su vida, sus aportes y la certeza del com-
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promiso cumplido, incluso, nos ayuda la fantasía de que ante la
perspectiva del fatal accidente, y luego de un rápido balance de
su vida, se despidió con una última sonrisa.
Francisco Armada
Ministro de Salud
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Una vida para un libro...
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disfrutado al visitarlo en Puerto Ayacucho, Turmero o Aguirre,
cuánto me hubiese gustado ser su alumno en la Universidad de
Carabobo y haber aprendido de él, más que por su palabra, por
su ejemplo.
Porque Gilberto Rodríguez Ochoa fue la expresión hecha hombre
de lo que significa la palabra coherencia, es decir, la sintonía
entre el pensar, el sentir y el actuar: como pensaba, sentía y como
sentía, actuaba. Era una coherencia radical.
Además de médico fue un constructor y un campesino. Construc-
tor de casas y de proyectos para el país que él aspiraba solidario
e igualitario. Campesino por su amor a la naturaleza. Un amigo
lo describe como un enamorado. Sí, enamorado de la vida, del
amor, de la tierra, del firmamento, de los seres vivientes y princi-
palmente enamorado de su pueblo.
Daisy se encargó de buscar las fuentes más cercanas al Dr. Gil-
berto: su esposa, sus hijas e hijos, sus hermanas y hermanos,
sus amigas y amigos, sus alumnas y alumnos, sus compañeras y
compañeros de lucha política y social y esa huella que dejó he-
cha palabra escrita casi a diario en la denuncia ante los medios,
artículos de prensa, reflexiones, cartas, poemas.
El libro narra su vida desde la casa paterna en La Pastora, su
vida de niño líder, su decisión de ser médico para que nadie más
muriera como murió su padre, su papel como hermano mayor
ante la ausencia de Arnoldo que estudiaba en la Escuela Militar,
su trabajo como dermatólogo en Caracas y Maracay, su vida
familiar y su rol de padre inigualable, su lucha existencial que
lo lleva a cambiar su destino e irse a vivir al Amazonas y hacer
contacto real con el pueblo indígena y sus necesidades sin fin,
su lucha radical contra la corrupción, el despilfarro de recursos
económicos y naturales, su retorno a Maracay para dedicarse a
la Dirección de Malariología y Saneamiento Ambiental, su paso
por Proyecto Salud Aragua y la Dirección General de Salud de
Corposalud Aragua, su nombramiento como Ministro y finalmen-
te la vuelta al campo en Aguirre, donde muere fatalmente el 10
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de Marzo de 2002, precisamente el año que él mismo había
llamado de la dignificación.
Este libro seguramente se convertirá en lectura obligada para
todo estudiante que curse cualquier carrera relacionada con la
salud. Debe leerlo también el médico para cultivar la humildad
necesaria en su accionar diario, el aspirante a político para que
sienta ganas de luchar por una Venezuela justa, progresista, so-
cialista y también cada venezolano, para que aprenda a amar
esta tierra, para que permanezca en el campo o vuelva a él,
para que se llene de fuerzas y luche por cerrar la brecha de los
que lo tenemos casi todo con los que tienen casi nada. Gilberto
Rodríguez Ochoa será dignificado el día en que cada venezolano
pueda hacer realidad lo que él soñó. Ese día aparecerá en el fir-
mamento una estrella que alumbrará por siempre nuestros pasos
hacia un futuro solidario y justo.
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Ir tras las huellas...
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de salud vinculados a lo social, siempre desde la perspectiva de
un ciudadano constructor de sueños y maestro de obras para
el logro de un país con mayor justicia social y bienestar para
todos/as los/las venezolanos/as.
Acercarse a la vida de Gilberto Rodríguez Ochoa significa tam-
bién transitar por los escenarios de su incansable lucha por la
democratización de la salud, por su tenaz énfasis en la preven-
ción y promoción de la salud, su compromiso con la salud de los
indígenas y con un enfoque integral en la atención médica.
Llegar a su vida es también, conocer el arte de sus manos y su
afecto en la construcción de valores familiares centrados en el
amor, la responsabilidad y el compromiso. Es aprender a recono-
cer el empeño por lograr la bondad de la tierra donde se siem-
bran los sueños que permitirán la cosecha de una mejor realidad
para el país.
Reconstruir la vida y obra de este luchador social, constituye un
interesante aporte para la memoria de la salud pública de la
región y del país, pues su paso dejó en el colectivo huellas que
marcan referentes muy importantes. De igual manera, para el Ins-
tituto de Altos Estudios en Salud Pública “Dr. Arnoldo Gabaldon”
es un hecho significativo, porque garantiza la continuidad de la
línea editorial de la vieja Escuela de Malariología, y su propósito
de conformar el registro biográfico de aquellos/as salubristas
venezolanos/as que pese a su destacada, interesante y fructífera
labor, aún permanecen en el anonimato.
Daisy Camacaro
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Capítulo 1
Entre virutas, aserrín y
paraparas…
Antonio Machado
E ran los tiempos inaugurales de Isaías Medina Angarita,
quien tomó posesión como Presidente de la República el 5 de
mayo de 1941. El país dejaba atrás el terror impuesto por el
benemérito y la incertidumbre política del período lopecista, para
abrirse paso hacia un cauce lleno de esperanzas y sueños socio-
políticos.
El gobierno de Medina Angarita se propuso el establecimiento
de la democracia, legalizando el Partido Acción Democrática
y permitiendo el libre ejercicio del Partido Comunista. Durante
su gestión no hubo persecución política, ni desterrados. Fue un
hombre humanista, caracterizado por su generosidad, compren-
sión y sencillez; emprendió reformas trascendentales para el país
como el nuevo Código Civil, el cual representó un avance para
la época, debido a su contenido social y humano básicamente
referido al derecho de la familia. Con su gobierno se instauró en
el país una dinámica nueva, producto de la reforma petrolera. La
construcción tomó auge: se hizo imperativo alojar a innumera-
bles grupos sociales que dejaron el campo para participar de los
beneficios del botín petrolero. Se logró la reforma constitucional
a través de la cual se instauró el voto directo y popular para
elecciones de diputados y se permitió el voto a las mujeres. En
esta época, también se dio inicio a una reforma agraria que bus-
caba una mayor justicia social para el campesinado. El Estado
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comenzó así una etapa de considerables cambios políticos y de
desarrollo socioeconómico.
El país tomaba un rumbo más esperanzador y caminaba hacia
la paz social. El 6 de Agosto de ese año, nació Gilberto Enrique
Rodríguez Ochoa en la parroquia de La Pastora, en la calle de
Negro Primero a Callejón Mercedes, casa número 111. Tiempo
después sus padres José Andrés Rodríguez y Candelaria Ochoa
se mudaron para la casa de la familia paterna, ubicada de Cristo
al revés a Totumo, número 75, en la misma parroquia, allí con-
vivieron con la abuela Dolores Martínez de Rodríguez y los tíos
Juan José, Felicia, Panchita y Soledad. En la actualidad funciona
allí la Casa del Cartero.
La familia Rodríguez Ochoa ocupó la planta más baja de la casa,
la cual, a pesar de ser una especie de sótano, tenía ventanas que
miraban hacia un traspatio de tierra que limitaba con una que-
brada. José Andrés, de oficio ebanista ocupó la mitad del sótano
con su carpintería y en la otra mitad sentó su hogar: el espacio
para la cotidianidad armónica de su familia.
Cuando llegaron, el piso era de tierra. Años más tarde José An-
drés en compañía de sus dos hijos mayores: Arnoldo y Gilberto,
además de ir haciendo realidad su propósito de consolidar su
carpintería, comenzó a construir mejoras en el área de su hogar,
así, hizo el piso de cemento y en la carpintería poco a poco,
fue fabricando las puertas y ventanas para su casa; a la par, iba
forjando en su familia el amor por el trabajo y la construcción
como forma de mejorar la vida; valorando el sacrificio y la hu-
mildad unidas a la solidaridad humana y social. Esta lección de
vida diaria marcó definitivamente el carácter y la personalidad de
Gilberto.
Candelaria asumió las labores propias del quehacer doméstico y
paralelamente, contribuía al ingreso económico de la casa pues
era una costurera de gran delicadeza y buen gusto. Confecciona-
ba vestidos para niñas y con ayuda de una amiga los vendía en
Colombia y en la Maternidad Concepción Palacios. Puntada tras
puntada, pasaba parte de sus noches sentada ante la máquina
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Singer que le había comprado José Andrés. Con el tiempo, los
hijos mayores: Arnoldo, Gilberto y Mireya tendrían la responsa-
bilidad de comprar en el centro de Caracas los materiales que
ella necesitaba para las confecciones, ellos también eran quienes
hacían las entregas de los trajes que algunas personas o tiendas,
le encargaban a Candelaria.
José Andrés era un músico de corazón, un trovador que alegraba
las reuniones de la familia y los amigos. Además de trabajar en
su carpintería, laboró algunos años en el Servicio de Ingeniería
Militar como ebanista. El esfuerzo y el trabajo diario acompaña-
ron a esta pareja en la tarea de levantar y formar a sus hijos/as:
Arnoldo, Gilberto, Mireya, Aura, Argelia, Luís, Omaira, Carlos,
Héctor y Raúl –quien es adoptado- Todos crecieron en un ambien-
te armónico, de respeto y bajo muy sólidos principios morales. El
hermano mayor narra como percibió él ese proceso:
“…Nunca dejamos de recibir un mensaje del valor
del esfuerzo cargado de afecto que le daba sentido
al empeño por el estudio y la superación, es así como
todos nosotros aprovechamos las oportunidades y
fuimos a la escuela primaria, al bachillerato y también
casi todos o por lo menos más de la mitad, fuimos a
la Universidad”. Arnoldo Rodríguez Ochoa.
En La Pastora se conocían todas las familias que en ella habitaban
y sobre esta base, se creaban profundos lazos de amistad, convi-
vencia y solidaridad vecinal que le sirvieron a Gilberto de espacio
para la formación de una conciencia social y comunitaria. Si bien
había nacido en un período democrático, parte de su infancia y
adolescencia transcurrieron bajo un régimen dictatorial.
A la edad de ocho años, vive de cerca el golpe militar dirigido
por los comandantes Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez
Jiménez y Felipe Llovera Páez y con el cual se derrocó al gobierno
democrático de Rómulo Gallegos. Años más tarde también cele-
braría, en la platabanda de su casa los acontecimientos del de-
rrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958.
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Mientras estudiaba la primaria en la Escuela “Pedro Emilio Coll”
trabajó para contribuir con los ingresos de la familia. Sus manos
habían heredado del padre el arte de la construcción, un día
fabricó con su hermano Arnoldo una carrucha de madera y en
ella transportaban las compras que hacían las amas de casa en
el mercado de La Pastora.
De sus creativas manos salieron papagayos y helados que si bien
era cierto que vendía, también con ellos despertaba la alegría
e impulsaba la imaginación y daba ejemplos de trabajo a los
hermanos/as menores y el resto de los niños/as del vecindario.
A menudo Gilberto hacía unas caminatas a Los Chorros en busca
de mangos, los cuales vendía en el frente de su casa.
Gilberto fue un ejemplo de buscavidas y tuvo mil maneras de
enfrentar las dificultades económicas según lo confesó Argelia,
una de sus hermanas:
“Como no había dinero para los zapatos de tantos
muchachos, Gilberto a veces metía cartones en los
suyos para que le duraran todo el año escolar”
Sus primeros trompos, perinolas y papagayos salieron de las ma-
nos de José Andrés, aprendizaje que más tarde Gilberto repetiría
con sus hijos/as:
“Él me hacía trompos, me enseñaba a hacer los
papagayos y sus frenillos, conocía muchos modelos
de papagayos y los volábamos juntos, también me
hacía gurrufíos, jugábamos metras y me enseñó a
jugar ajedrez, por cierto que nunca le gané, recuerdo
que pasamos muchísimas horas sentados frente al
tablero. De todos sus viajes, siempre me trajo un
regalo, algunos eran poco usuales, pero siempre
educativos” Su hijo Andrés Eloy.
Gilberto pasó su infancia entre virutas, aserrín y paraparas, tra-
bajando fuerte, estudiando mucho, pero siempre, a pesar de las
limitaciones materiales, supo encontrar un espacio propicio para
la recreación y el placer por los juegos y la amistad. Aprovechó
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la vecindad que le permitía el patio, para la comunicación con
los/as vecinos/as. Nunca perdió la oportunidad para invitarlos a
jugar metras, trompo, papagayos, béisbol o construir columpios y
disfrutar de la sombra que, para entonces, ofrecían los árboles.
Desde la más temprana infancia mostró que su norte era la con-
vivencia armónica en comunidad, fue el organizador de muchísi-
mos templetes durante los carnavales, así como de los palos en-
sebados, carreras de sacos, quemas de judas y otras diversiones
de gran popularidad en esos tiempos.
Lleno de juvenil ingenio y con sus propias manos, construyó en
aquel corral de tierra lleno de árboles frutales, un espacio para
criar conejos y pollos. Quizás así nació el escenario donde co-
menzó a desarrollar su amor por la naturaleza. Raúl Coronado-
su hermano adoptivo- contó con emoción:
“Él era un hombre con una sensibilidad humana
muy particular. Nos contaba sobre sus anécdotas
infantiles con mucha alegría, con evocaciones muy
hermosas. Suelo recordar una de las historia que lo
hizo descubrir su amor por la naturaleza: cuando él
y Arnoldo eran pequeños, salían con las hondas a
cazar palomas, una vez golpearon una palomita y
cuando ésta cayó al suelo y él corrió a recogerla y
vio en los ojos del ave el sufrimiento, desde entonces,
nunca más usó ni nos dejó usar hondas o chinas,
contra los animales”
Inició el bachillerato en el liceo Caracas de la parroquia San
Juan, durante ese tiempo él disfrutaba jugar pelota de goma,
tanto como las clases de inglés, o las de la profesora de historia
y las clases del profesor Vásquez Fermín. Terminó sus estudios de
secundaria en el Liceo de Aplicación en El Paraíso.
Con la silla de extensión-construida por él mismo- sus útiles y una
bolsa llena de cambures y panes, caminaba desde La Pastora
hasta El Calvario para reunirse y estudiar con sus compañeros
y para compartir travesuras juveniles, como la que narra Héctor
Romero Yépez, uno de sus mejores amigos:
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“… era frecuente que los turistas que visitaban El
Calvario, pidieran que les tomáramos fotografías.
Recuerdo que entonces nosotros, algunas veces,
procurábamos unos ángulos inadecuados que
captaban sólo parte del cuerpo de los visitantes: los
pies, el cuello y el torso, las manos, etc. Después nos
divertíamos al imaginar la sorpresa y lo que dirían
ellos cuando revelaran las fotos en sus países de
origen…”
Sus hermanos/as mayores recuerdan que sin decirle a nadie, y
por propia iniciativa, un buen día, Gilberto se inscribió en un
curso de dibujo en la Escuela de Artes “Cristóbal Rojas”, este
aprendizaje le serviría más tarde en su profesión y en el diseño de
las diversas casas que construyó.
Pasaba las vacaciones al lado de su familia y de algunos amigos
muy allegados, como Héctor Romero Yépez, quien continúa re-
latando:
“En 1956 viajamos con su familia a Puerto Píritu;
era el primer viaje que hacíamos fuera de Caracas.
Disfrutamos del mar y de la laguna, pescamos
con los muchachos del pueblo y organizamos
competencias para llegar nadando hasta un barco
que se encontraba abandonado lejos de la orilla.
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de regreso, el 19 de noviembre de 1959, al llegar al aeropuerto
de Maiquetía, se dio cuenta de que su tío Luciano lo estaba es-
perando; enseguida lo asaltó un mal presentimiento: Luego del
abrazo fraternal, se enteró de la trágica noticia del fallecimiento
de su padre.
Eran tiempos difíciles, la familia estaba pasando por una situación
económica dura. Desde el inicio del gobierno de López Contreras
se había incentivado la inmigración de personas que tuvieran el
dominio de algún oficio, como agricultores, criadores, artesanos,
industriales, mecánicos, entre otros. En los años 50 el general
Pérez Jiménez a través de su política de concreto dio un gran
impulso al proceso urbanístico del país: la construcción de vivien-
das y de vías de comunicación constituyó uno de los ejes de su
gestión y contribuyó a incrementar la inmigración espontánea.
En 1957 llegaron al país más de 45.000 inmigrantes, quienes
desplazaron de los puestos de trabajo a muchos venezolanos
y José Andrés como artesano, no escapó esa situación, ya los
ingresos de la carpintería no suministraban el sostén necesario
para su numerosa familia y se vio obligado a salir de la capital
para asumir un contrato como ebanista de la Mueblería Aspúrua
y fabricar muebles de oficina en La Olivetti, ambas en el estado
Zulia.
Contagiado por el entusiasmo de unos amigos de Caracas, se
marchó para Maracaibo, pero una tarde mientras estaba en un
restaurante, se originó una discusión entre un grupo de mucha-
chos que se encontraban allí reunidos y cuando se fueron de
manos José Andrés trató de separarlos y al final, recibió una
golpiza. Con gran dificultad se fue caminando hasta un centro
asistencial, pero lamentablemente no fue atendido y días más tar-
de, sus compañeros de trabajo observaron que el dolor era muy
fuerte e insistieron en llevarlo a una clínica donde el médico que
lo auscultó le indicó analgésico y reposo. Siete días después mo-
riría Pepito - como lo llamaban cariñosamente sus familiares- a
los cuarenta y tres años de edad a causa de un desprendimiento
del bazo.
La poca atención médica desde su ingreso y la negligencia del
galeno de la cual fue víctima su padre, provocan un gran impacto
en la vida de Gilberto y así, a los diez y siete años decide estu-
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diar medicina y luchar por una atención médica más humana.
Su hijo mayor cuenta su impresión de cómo su padre vivió esta
experiencia:
“La muerte del abuelo, es un evento que marca
de manera importante la vida de mi papá, porque
perdió a su amigo, al hermano; a aquella persona
que durante toda su vida lo había orientado…
aún con la causa de su muerte, el abuelo le
dio nutrientes fundamentales a mi papá para
ir haciendo de las luchas sociales una pasión”.
Gilberto Rodríguez González.
Cuando su padre falleció, Arnoldo cursaba el tercer año en
La Escuela Militar; entonces Gilberto asume todas las riendas
de su familia y comienza a trabajar como listero en El Plan de
Emergencia durante el gobierno de Wolfgang Larrazábal. Él era
el encargado de hacer la lista de asistencia de los obreros que
trabajaban en la construcción de las calles cercanas al Ávila y
además tenía la responsabilidad de cancelarles el salario por las
faenas cumplidas. Desempeñó ese trabajo hasta el día en que
José Joaquín Carrillo, el volibolista conocido como Papá Carrillo
y Bernardo Berroterán, preocupados por la situación económica
de la familia Rodríguez Ochoa, le consiguen un trabajo con un
ingreso mejor en la Compañía de Teléfonos -ahora CANTV-.
En la Compañía de Teléfonos trabajó como operador nocturno
de la central telefónica ubicada en la esquina de La Gorda en el
centro de Caracas. Pasaba casi toda la noche sin dormir, comu-
nicando a las personas las llamadas hacia y desde el interior del
país y las de larga distancia internacional.
Después de cumplir con su turno de trabajo, a las siete de la
mañana, asistía a clases en la Facultad de Medicina en la Uni-
versidad Central de Venezuela, muchos de sus compañeros y
familiares cuentan que con frecuencia se dormía sobre el pupitre.
Después sufrió de insomnio y siempre lo atribuyó a ese trabajo.
Desde sus años de estudios de bachillerato, Gilberto había tenido
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necesidad de trabajar en la economía informal. Esas condiciones
de injusticia social y la sólida formación en valores fueron aci-
cateando en él una conciencia de clase y un férreo compromiso
político con el devenir de su país. .
Durante toda su vida mantuvo una lucha vehemente contra to-
dos los que, como representantes del poder, fueron responsables
del deterioro social y económico del país. Así como manifestó
en contra del predominio del poder y la opresión castrense de
Marcos Pérez Jiménez, más tarde lo hizo contra el gobierno de
Rómulo Betancourt.
Esa actitud le trajo las consecuentes dificultades: en una opor-
tunidad, cuando iba en su carro, unos oficiales lo interceptaron
frente a la jefatura de la policía de La Pastora y revisaron el vehí-
culo encontrando una caja llena de propaganda subversiva. En-
tonces lo detuvieron y lo amenazaron con llevarlo a prisión, pero
afortunadamente el jefe civil, gran amigo de la familia intercedió
a favor de Gilberto.
En otra oportunidad, sus hermanas fueron informadas de que
la Seguridad Nacional allanaría la casa de la familia, entonces
Mireya y Aura muy asustadas, escondieron un multígrafo manual
de Gilberto en la casa de un vecino y arrojaron a la quebrada
que limitaba con el corral de la casa, todos los panfletos, pro-
pagandas, folletos, libros subversivos y algunas bombas molotov
que éste había fabricado y las mantenía escondidas en la cocina
de su hogar. Cuando llegó Gilberto y se enteró de lo hecho por
sus hermanas, con una actitud colérica pocas veces vista en él,
tomó todos los productos de maquillaje de ellas dos y los arrojó
por la misma quebrada y les dijo:
!Para que aprendan a respetar mis cosas y mis
ideas!
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pequeño se constituyó en un luchador incansable por las liber-
tades del pueblo oprimido. Fue militante del Partido Comunista
de Venezuela, del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR)
y del Movimiento al Socialismo (MAS). Siempre contaba a sus
hijos/as esas experiencias como sustento para su educación y
Gilberto, su hijo mayor, narra al respecto:
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primer fin de semana, acompañado de Candelaria, Gilberto les
pidió a todos que lo ayudaran a limpiar y a sembrar unos árboles
en el patio del ambulatorio.
En el inicio de sus pasantías, nació su hijo mayor en Caracas y
en las vísperas del parto cuando iba a visitar a su esposa tuvo un
serio accidente en el trayecto de la autopista regional del centro,
a la altura de Tejerías; a pesar de que el vehículo fue considerado
como pérdida total, Gilberto sólo sufrió daños leves.
Al finalizar sus dos años de trabajo en la comunidad de San
Francisco, aceptó un cambio que le solicitó un médico que se
encontraba haciendo su rural en La Colonia Tovar, pueblo encla-
vado en la Cordillera de la Costa, en el Estado Aragua. Allí pasó
sólo cuatro meses, pero no por ello dejó de hacer de su profesión
una labor militante: iba desde La Colonia Tovar hasta La Victoria
a vacunar a los pacientes en sus hogares. Durante ese tiempo
nació su segundo hijo Levy Rafael.
Gilberto tenía cuatro meses trabajando en esa población cuando
recibió la noticia de haber sido aceptado en el postgrado de
dermatología. Su maestro, el científico Jacinto Convit refirió:
“Conocí al doctor Gilberto Rodríguez Ochoa porque
me envió una carta, donde me expresaba su deseo
de realizar el Postgrado de Dermatología.
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de que hacer el bien y ayudar al prójimo, era el
compromiso primordial. Indudablemente, él tenía
una especial disposición para tratar al enfermo y ver
los aspectos sociales del mismo”
Estuvo aproximadamente dos años dedicado a la atención de los
pacientes del leprocomio de Cabo Blanco, fundado en 1.904 en
tiempos de Cipriano Castro.
Había allí mil doscientos internos y estaba ubicado en el espa-
cio que hoy ocupa el Aeropuerto de Maiquetía, era el sitio de
hospitalización obligatoria para quienes padecían de Lepra, una
enfermedad estigmatizada desde el tiempo del Antiguo Testa-
mento, donde se le cita como un signo de impureza espiritual y
de suciedad corporal.
En compañía del Doctor Convit y de su equipo, adquirió muchí-
simos conocimientos. Siempre expresó que su trabajo al lado de
estos enfermos había sido su primer postgrado en salud pública,
la humanización en el trato a los pacientes de lepra fue su norte
y siempre los examinaba con una profunda entrega y dedicación.
Allí hizo amistad con muchos enfermos y en algunas oportunida-
des, en viajes que realizaba con sus familiares por el interior del
país, visitó a varios de esos pacientes que ya habían salido de su
reclusión.
Muchos en su familia le manifestaban su preocupación por los
riesgos de contagio que él podía tener en ese espacio, entonces
Gilberto se sentaba y con mucha pedagogía les daba una clase
al respecto y los invitaba a compartir con estos pacientes; sus her-
manos/as, su esposa e hijos/as lo acompañaron frecuentemente
en posteriores visitas dominicales a Cabo Blanco.
En 1973 participó en la película Lepra, la cual obtuvo una meda-
lla de oro en el festival de Berlín, lamentablemente por esa poca
cultura que tenemos en nuestro país de registrar la historia, no
queda copia de ella, ni certificado del premio, sólo una fotografía
con la leyenda : Sensibilitätsprüfung bei Lepra, en una revista
alemana, la cual aparece al final de este capítulo.
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Era el médico que conocía en forma integral a sus pacientes, sin
importarle cuán difícil fuera la personalidad de éstos/as, ni qué
tan impactante su enfermedad. Más tarde como docente, sensibi-
lizaría a sus alumnos/as para mantener esa misma actitud.
Se convertía en un maestro del paciente, lo orientaba y lo ayuda-
ba a tomar las decisiones como si lo hiciera para sí mismo, por
sobre todo, Gilberto poseía una profunda comprensión por el
paciente de lepra, quien era condenado al encierro y segregado
del resto de la sociedad, perdiendo así la esperanza y los sueños
de una vida más justa.
Como miembro del equipo del doctor Jacinto Convit se desem-
peñó como docente ad honorem del pregrado en la Escuela José
María Vargas; fue el responsable del contenido programático
referido al área de lepra. En ese entonces estaba encargado del
programa de Lepra del Distrito Capital y era también docente del
área de dermatología del hoy denominado Instituto de Biomedi-
cina. El doctor Javier Correa, quien fue su alumno, contó:
“Como docente era una persona que trataba de
transmitir su experiencia de vida, poseía una gran
sensibilidad social y siempre exponía la situación de
la lepra en el contexto nacional. Nos hacía vincular
con una problemática que estaba presente en la
región capital y que se caracterizaba por el hecho
de que, mientras la enfermedad estaba en el oeste,
todos los dermatólogos especialistas del área estaban
en el este, transmitía eso con la finalidad de cambiar
ese escenario de tanta injusticia social. Consideraba
imprescindible que el médico estuviera en el lugar
donde su accionar fuera necesario y efectivo”
Entre 1970 y 1977 Gilberto asume la jefatura del Servicio de
Dermatología Sanitaria de Caracas. Allí, a pesar de poseer un
cargo de gerencia, su condición de militante social lo impulsó a
subir los cerros al norte de La Pastora, con la finalidad de ofre-
cerle educación sanitaria a quienes por su condición de pobreza
habían estado al margen de esa información. Para cumplir con
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eficiencia esa labor dedicaba horas a la formación de un grupo
de jóvenes integrado por sus hermanos/as menores, vecinos/as y
amigos/as de La Pastora, a quienes motivaba para que realizaran
las funciones de los sanitaristas y multiplicaran los conocimientos
adquiridos.
Con el mismo multígrafo manual que hacía volantes subversivos,
imprimía folletos ilustrativos sobre la prevención de la sarna, del
mal de Hansen, de la diarrea y daba orientaciones de higiene,
todo ello con el objetivo de ayudar a la gente a comprender su
situación de salud y tratar de transformarla.
Esa actividad generó molestias en el Ministerio de Sanidad, y
el Ministro llamó al Doctor Jacinto Convit para que le solicitara
a Gilberto paralizarla, pues la consideraba subversiva, pero él
continuó las tareas con mayor sigilo y precaución y dos años
después tendría nuevos horizontes para un trabajo con la gente
de Aragua.
En 1975 fue becado por la Oficina Panamericana de la Salud
(OPS) para hacer un curso en Brasil y Argentina. De ese viaje, la
familia y amigos recuerdan la anécdota de cuando llegó a Sao
Paulo: él sólo llevaba cien dólares y la primera noche lo dejaron
muy tarde en el hotel, tras un viaje largo y agotador, Gilberto,
desconociendo cualquier norma o funcionamiento de los hoteles,
se comió y bebió todo lo que encontró en la nevera de su habi-
tación, al día siguiente le cobraron aproximadamente noventa
dólares, los cuales canceló y se vio obligado a abandonar el
lugar.
Caminó las calles de esa ciudad que le pareció impresionante,
cosmopolita, muy moderna, con un aire neoyorquino y un tráfico
que lógicamente superaba al de Caracas hasta que al final de
la tarde encontró una pensión donde podría sobrevivir con los
diez dólares que le quedaban. Tomó un cuarto en una pensión
con un baño colectivo ubicado en un pasillo y todos los días él
compraba un pan grande y lo saboreaba con un café que le
ofrecía la señora de la pensión. Así vivió durante más de una
semana, hasta recibir la remesa de dinero que le enviaron desde
Venezuela.
34
Gilberto participó en múltiples trabajos de investigación médica
sobre diversas enfermedades de la piel, los cuales presentó tan-
to a nivel nacional como internacional. La doctora Nora López,
compañera de trabajo y muy apreciada por Gilberto comenta:
“Él es el autor de uno de los primeros estudios que,
sobre el tema de la escabiosis se realizó con una
metodología cualitativa y un enfoque social. En este
estudio demostró que las condiciones precarias de
vida conllevan al desarrollo de esta enfermedad. Él
tomó como muestra dos familias de diferentes clases
sociales: una con buenas condiciones sociales y otra
que vivía en un cerro de La Pastora, con la que convivió
para conocer las condiciones y hábitos de vida, así
observó cómo se reproducía la enfermedad.
35
Desde su responsabilidad como Director del Centro de Entrena-
miento, acompañó a muchos colegas de América Latina para
entrenarse en el campo y conocer la realidad de la dermatología
sanitaria del país.
En los trabajos de campo que realizaba como responsable de
estas dos organizaciones lo acompañaron siempre el Dr. Jor-
ge Alvarado y los inspectores sanitarios Luis Antonio Zúñiga y
Francisco Carbillo. El doctor Jorge Alvarado, su alumno en el
postgrado de Dermatología Sanitaria, en el Instituto de Biomedi-
cina y quien luego fue su Adjunto en el Servicio de Dermatología
Sanitaria, cuenta:
36
desigualdad que tiene la población con respecto al acceso a la
atención médica.
En el último capítulo de su obra se refiere a la desalienación del
acto médico y la obligación social del profesional de la salud de
devolverle a la sociedad su saber y su práctica. En sus propias
palabras propone:
“...expropiar al médico lo que él convirtió en
propiedad privada gracias a la dinámica capitalista, y
reconvertir esos conocimientos en propiedad social.
37
“Prefiero morir en un hospital que vivir en una
clínica”
y advierte sobre las perversiones de la medicina privada, al de-
cir:
“El ejercicio privado de la medicina encierra
desviaciones y perversiones. No quiere decir que
no haya ejemplos dignos, pero convertir el acto de
atención a un enfermo en una relación comercial
trae inevitablemente tentaciones para perversiones, y
ocurren. La relación comercial es asimétrica”
Gilberto fue un médico con una sensibilidad social innegable, un
comunicador con una pasión suficiente tanto para comprender
y aliviar a quien necesitara de su atención como para combatir
sin desmayo la corrupción en todas sus formas y en todos los
espacios, aunque para ello tuviera que tomar medidas drásticas
o exponer su propia vida.
Siempre sintió su profesión como un arte, una filosofía, un modo
de vivir y como una acción política y transformadora de una reali-
dad cargada de mucha injusticia social. Este hombre revoluciona-
rio, comprometido con el entorno en su desarrollo comunitario,
propició con iniciativas de acción social constructivas, la mejora
de la calidad de la atención médica.
Su sensibilidad y solidaridad, así como el amor y la humildad,
forman parte de los valores asumidos por quien, a través de la
formación, el servicio y su lucha social, hizo de su vida una mili-
tancia cotidiana.
38
Candelaria Ochoa y José
Andrés Rodríguez, padres de
Gilberto el día de su boda.
39
El día de la Primera Comunión de Gilberto, Mireya y Arnoldo.
40
Gilberto con sus compañeras/os del liceo Caracas.
41
Gilberto con sus hermanos menores Héctor y Carlos.
42
Gilberto, Dr. Jacinto Convit (al fondo) y el equipo
de investigadores del Instituto de Biomedicina.
43
Gilberto con su equipo de Dermatología Sanitaria en un trabajo de
campo en la comunidad de Anacoco, estado Bolívar.
44
Con vecinos en la casa de La Pastora jugando billar.
45
Medalla de Oro en el Festival de Berlín en 1973.
46
Capítulo 2
Una cotidianidad
ladrillo a ladrillo…
Jaime Sabines
G ilberto amaba la poesía, disfrutaba leyendo a Rainer María
Rilke, poeta y novelista austro-germánico, de simbólicas imáge-
nes y de tantas reflexiones espirituales. También leía a Gustavo
Adolfo Bécquer. a Antonio Machado, José Ángel Buesa, Pablo
Neruda, Gabriela Mistral, y a los venezolanos Andrés Eloy Blanco
y Cruz Salmerón, éste era su favorito. Lo consideraba un gran
poeta y con frecuencia declamaba el poema Azul. Su hermano
Carlos cuenta con orgullo:
“…además Gilberto era un amante de la naturaleza,
del mar, la montaña, los ríos, los pájaros, los colores.
La vida y el amor le producían especial encanto, él
fue un fiel defensor del respeto humano, todas esas
virtudes lo caracterizaron y en gran medida, con
su ejemplo, nos fue formando a todos y así como
admiraba la naturaleza, disfrutaba con gran deleite
las manifestaciones de las artes plásticas, entre ellas:
las obras del Rodín y Picasso y en lo nacional, se
declaraba admirador de Rafael Ramón González, su
suegro”
Ese soñador amante del arte y de la naturaleza, se enrumbó ha-
cia la construcción de su hogar y la consolidación de su familia
a la edad de 24 años, tras un noviazgo de once meses y cuando
aún le faltaba un año para terminar su carrera.
49
Pese a haberse declarado ateo, entró a la Iglesia el 24 de diciem-
bre de 1965, para sellar con la unión, su amor con una vecina de
La Pastora, Maritza González, quien era estudiante de economía
de la Universidad Central de Venezuela.
Arnoldo, su hermano mayor cuenta una anécdota sobre los pe-
riplos de Gilberto para cristalizar su boda bajo las exigencias
sociales de la época:
“Se acercaba el día de la boda y Maritza estaba
preocupada porque aún no tenían los anillos y un
día, como milagro, un amigo le contó a Gilberto
que una señora del vecindario estaba vendiendo
sus aros de oro por buen precio y éste sin dudarlo,
fue inmediatamente a comprárselos. Así, con unos
anillos usados, dieron inicio a su nueva vida”
Durante sus primeros años de casados alquilaron una habitación
en la esquina de Cruz a Calle Ciega en La Pastora, muy cerca de
su casa natal, allí comenzaron a construir su hogar y a fundar su
propia familia. Maritza González, su esposa recuerda con admi-
ración:
“…meses antes de casarnos, Gilberto me daba el
sueldo para que yo le entregara la mitad a Candelaria
y con la otra parte fuera comprando los enseres de la
casa, así fuimos pagando a crédito el juego de cuarto
y la nevera. La cocina nos la regaló su tío Luciano y
con los otros obsequios de la boda, le fuimos dando
vida propia a nuestro hogar”
Gilberto y Maritza tuvieron cinco hijos/as: los cuatro primeros
nacieron en Caracas: Gilberto José, el mayor, nació el 27 de
diciembre de 1966, Levy Rafael el 27 de enero de 1968, Ayarí
el 13 de Septiembre de 1970, Yuruani el 21 de Enero de 1975.
En los nombres de ellas dos reflejaron su pasión por la cultura
indígena y con el del menor, Andrés Eloy, nacido el 16 de Agosto
de 1979 en la ciudad de Maracay, rindieron honores al poeta
Andrés Eloy Blanco y al abuelo José Andrés.
Impulsado por su herencia familiar de construir, edificó varias
casas y sembró muchos árboles durante su vida. Llevaba en su ser
50
ese amor por la tierra, ser campesino formaba parte de sí mismo.
Por eso, en cada espacio por donde transitó, dejó la huella de su
pasión por la siembra y la construcción.
En 1972 le compró a Guillermo García Ponce un terreno en El
Junquito y allí, en medio de escarpados riscos, comenzó a cons-
truir una casa siguiendo los planos que él mismo había hecho.
Desde ella divisaba el hermoso tapiz verde de la montaña.
En ese espacio, acompañado de sus hermanos Carlos, Luís,
Héctor, Raúl y de sus dos hijos mayores y algunos amigos de La
Pastora, Gilberto sembró diversas especies de pinos, eucaliptos
y frutales e hizo un huerto de rábanos, lechugas, cilantro y cebo-
llín.
El terreno carecía de agua, por lo tanto, todos los fines de sema-
na, sus hermanos iban a la casa de La Pastora, dos veces por día,
a buscar agua para regar su plantación y también para continuar
la construcción. Al instalarse allí, Gilberto pretendía escapar del
ajetreo y bullicio de la capital y acercarse al bucólico paisaje que
se dibujaba frente a sus ojos a la altura del kilómetro 13, en la
comunidad de Hatico Barandilla.:
Más tarde se vio obligado a vender esa casa debido a un cambio
laboral para la ciudad de Maracay y entonces, compró una casa
pequeña en Turmero, donde reinicia de nuevo aquel arte here-
dado de José Andrés y comienza a hacer el frente de su casa; en
esta faena lo acompañó su gran amigo y compañero de trabajo,
el señor Antonio Duque. Un día mientras compartían, Gilberto le
dijo:
Hagamos el frente de tu casa y después, el de la
mía.
En esa casa fabricó también la biblioteca, acompañado de Levy,
su segundo hijo, quien narra con orgullo ese aprendizaje de la
construcción con su padre:
“...Mientras hacíamos esa biblioteca él me enseñó
como preparar el cemento y algunos fines de semana
yo lo despertaba con un café y le decía: papi ya tengo
un terceo listo, eso lo llenaba de verdadero orgullo.
51
Él me había enseñado la manera de hacer un terceo:
la mezcla de tres medidas de piedra, dos de arena,
y una de cemento”
Durante ese período estaba vinculado al Movimiento al Socia-
lismo (MAS), también se desempeñó como concejal suplente ad
honorem. Eran tiempos de mucho quehacer político y conmoción
intelectual. El mismo Levy relata:
“Un día yo me escapé del liceo para buscar a mi
papá porque esa noche él no había dormido en
casa y cuando llegué al partido, me dijeron que
había salido desde la madrugada hacia la avenida
19 de abril y al llegar allí, lo encontré pintando un
mural de protesta. Mi papá siempre mantuvo una
oposición frontal contra los adecos. Esa fue una
época de mucha actividad política y al final, de
mucha decepción partidista”
Años más tarde y cuando fue Ministro, Gilberto confesó esa de-
cepción de los partidos políticos en la ya mencionada entrevista
que le hiciera Ernesto Villegas Poljak :
“Yo milité en el MIR y en el MAS. Aprendí que todos,
sin excepción, tanto los de la extrema izquierda
como los de la extrema derecha, son buenos para
ganar elecciones o para llegar al poder, pero no
para cambiar la vida social del país.
52
traído desde la Victoria, construyó una peculiar casa en medio
de un bosque de eucaliptos. Su hijo Gilberto quien es arquitecto,
contó
“...cuando papá construyó aquel lugar, creo que
prevalecía en él la necesidad de buscar ese espacio
del individuo perdido. Ahora lo entiendo de verdad.
Y es que cuando uno tiene demasiadas vinculaciones
con tantas responsabilidades, el espacio privado
corre el riesgo de perderse…o se disuelve o se oculta
y es tarea de uno buscarlo y rescatarlo….
53
Otra de las aficiones de Gilberto fue la astronomía. Tenía una
pasión por las estrellas, conocía muchas constelaciones, leía
incesantemente sobre las galaxias, cuando debía mudarse por
razones de trabajo, se llevaba el telescopio.
Esa pasión por la naturaleza le sirvió de aula para sus hijos/as y
el resto de su familia. Durante las vacaciones aprovechaba todo
su tiempo para mostrarles el paisaje natural. Permanentemente
resaltaba las excelentes condiciones geográficas, ambientales,
históricas y culturales de nuestro país. Así, mientras recorría el
país al lado de su extensa familia iba construyendo un sentido
de pertenencia en sus hijos/as y hermanos/as menores por esta
patria, una sensibilidad por lo natural y verde, un interés ecológi-
co por una gran diversidad animal y vegetal. Maritza su esposa,
rememora momentos felices de la vida en familia:
“Teníamos un Volkswagen y montábamos en su
techo todo lo que considerábamos esencial para un
viaje largo: cocinas, sartenes, ollas, hasta la plancha
de hacer arepas, la cafetera, los platos y vasos, la
ropa, los juegos. Nunca íbamos solos, generalmente
llevábamos a Candelaria, a mi mamá, a uno o dos
de sus hermanos, a Gilbertico y a Levy. Ellos dos
pasearon más que los otros, pues fueron para todos
los viajes que hicimos, excepto uno que inventamos
para Ecuador. Para allá fuimos sin niños; nosotros
dos con otras parejas.
54
“Desde que éramos pequeños nos enseñó a escuchar
música clásica y canciones revolucionarias, nos leía
poemas y nos hablaba de cada uno de esos músicos y
escritores. Más que vernos graduados se preocupaba
porque aprendiéramos a vivir”. Ayarí.
Durante su estadía en Maracay se desempeñó como profesor de
la Universidad de Carabobo. También allí, en el exclusivo empe-
ño de hacer realidad su sueño por un mundo mejor, en todas las
tareas y responsabilidades que asumió, supo imprimir su pasión
por la conquista de una sociedad más justa.
Como profesor, acompañó a sus alumnos en el proceso de cons-
truir sus propios saberes para que individual y comunitariamente,
tomaran conciencia de la realidad social y dieran respuestas a las
necesidades de la población. Para ello, implantó metodologías
didácticas originales e hizo del escenario social una cátedra. Luis
Valera, profesor de la Universidad de Carabobo señaló:
“Yo oí hablar de Gilberto en la Escuela de Medicina,
a la cual ingresé en el año 1980 ya, para entonces, él
ejercía como docente en el antiguo Departamento de
Ciencias Sociales. Me enteré que había un profesor,
autor de un libro muy polémico y reconocido por
la forma peculiar como enseñaba. Se referían a él
como a un educador incomparable: tenía unas ideas
diferentes a las que los estudiantes habían recibido a
través de toda su anterior formación.
55
Él impartía la docencia en lugares no habituales
y usaba otras estrategias pedagógicas. Sé que
sus alumnos fueron estudiantes marcados por sus
enseñanzas.”
En su desempeño docente, en la Universidad de Carabobo, don-
de trabajó durante tres años, no sólo se centró en el contenido
del programa, sino también en sensibilizar al estudiante de medi-
cina sobre cómo abordar al paciente. Desmitificaba el uso de la
bata blanca y era muy crítico del distanciamiento habitual que los
galenos establecían en su relación con los enfermos. Considera-
ba primordial una actitud de respeto hacia el ser y a su dignidad.
La doctora Nora López cuenta su experiencia como alumna de
Gilberto:
“Conocí al Dr. Gilberto Rodríguez Ochoa tres años
antes de graduarme como médica, me impactó
desde el primer momento, vestía una camisa blanca,
tipo indígena, calzaba alpargatas y su pelo era muy
corto. Su apariencia era muy lejana a la del médico
común. Cuando él entró al piso ocho, lo primero
que nos dijo fue que si nosotros íbamos a ver a los
pacientes, debíamos tocarlos pero aprendiendo a
respetarlos, y nos dio a continuación una serie de
orientaciones para aproximarnos a ellos…nos decía
que podíamos tocar la lesión, pero no sin antes hablar
con el paciente, que permitiéramos que él hablara
de su existencia, de su vida, pues así él nos tomaría
confianza y sentiría el calor nuestro, pero en el caso
de que no quisiera o no nos diera permiso; hasta
ahí debía llegar nuestra observación. Esa enseñanza
quedó grabada en mí para siempre”.
Sus clases de semiología fueron siempre extramuros y de campo.
Enseñaba a sus alumnos a observar el comportamiento y la acti-
tud de la gente en el marco de su contexto social. Realizó muchos
recorridos en autobús con sus alumnos y alumnas para observar
los grupos sociales: sus edades, a qué estrato social pertenecían;
y así, los enseñaba a aguzar sus sentidos con respecto al diag-
nóstico sobre las enfermedades de la piel y otras patologías. Esta
manera de enseñarlos, iba dejando profundos aprendizajes en
sus alumnos/as:
56
“…desde entonces, cada vez que yo iba en un autobús
me dedicaba a observar atentamente a las personas
e iba al mercado libre los fines de semana pues sabía
que allí podría encontrar a algunos de mis pacientes
y yo quería observarlos e ir identificándolos. Así, por
enseñanzas del Dr. Gilberto, aprendí a conocer sus
hábitos y todas esas otras cosas del ser humano que
tantas veces se escapan durante el examen médico”
Nora López.
A pesar de lo mucho que se había preparado para ganar el
concurso de oposición en la Universidad de Carabobo, y quizás
tras la larga reflexión que hiciera en su retiro en la casa de El
Castaño, siempre seguía en la búsqueda de un trabajo de mayor
contacto con los más desposeídos y su necesidad de acercamien-
to a la naturaleza, por eso, tal vez , el giro que da a su vida una
invitación para visitar Puerto Ayacucho.
Era la primera vez que pisaba ese territorio y veía la densa co-
bertura vegetal de su selva virgen y sus aguas cristalinas, in-
mediatamente se sintió identificado con ese espacio y más allá
del compromiso de la visita de trabajo, se sintió profundamente
impactado. Su esposa cuenta que cuando Gilberto regresó a su
casa, al abrir la puerta le dijo:
“Maritza, vengo de ver el lugar más impresionante
del mundo y quiero que nos mudemos para allá”
En Puerto Ayacucho edificó una churuata para vivir en un terreno
muy próximo al río Carinagua, pero un día, al desbordarse el
río, el terreno se inundó y Gilberto se vio obligado a emprender
su proyecto en otro espacio. Más tarde, durante sus horas libres
y fines de semana, comenzó a construir una casa y a sembrar
frutales en una extensa área que perteneció al piloto Pablo Silva.
Los planos fueron hechos por Gilberto y él mismo hizo el diseño
de todas las instalaciones eléctricas y sanitarias. Todos sus hijos/
as recuerdan la enmarañada red de aguas que solía instalar en
todas las casas que construyó. Gilberto hijo, cuenta las vicisitudes
que pasaba la familia por esa causa:
“Mi papá diseñaba un sistema sanitario demasiado
complejo, por ejemplo, para un baño con un
57
lavamanos y una poceta, llevaba un tubo para
agua fría, otro para el agua caliente y otro tubo
por si el agua caliente fallaba. Las aguas negras del
lavamanos la tirabas para el jardín para regar las
matas, la de la poceta la llevaba para el subnivel.
Era complicadísimo pues todos aquellos tubos se
cruzaban en el camino y tenían llaves y ninguno de
nosotros comprendía cómo funcionaba aquello.
58
Impulsado por una necesidad interior de edificar y guiado por el
ímpetu de dejar bases sólidas y de generar cambios e incidir en
la realidad hasta transformarla, puede afirmarse que la cons-
trucción se produce en él como una festividad, como una danza,
como ejercicio terapéutico. Tal vez, la intensidad como vive este
proceso se vuelven diversión e integración en su ser.
Quizás, también, habría que preguntarse ¿Cuánta paz, cuánto
silencio o ruido interno trabajó Gilberto, ladrillo a ladrillo?
59
Gilberto y Maritza con sus hijos Gilbertico y Levi en Mérida.
60
En compañía de sus hermanos/as, cuñados/as en el
patio de la casa de La Pastora.
61
Sus hijos Levi, Ayarí, Yuruaní, Andres Eloy y
Gilberto, el día de su graduación de Arquitecto.
62
En compañía de sus hijos Gilberto, Andrés Eloy y Levi.
63
Capítulo 3
Amazonas, territorio
de inmensos constrastes
Alfredo Almeida
E n 1983, Gilberto realizó una visita de trabajo a Puerto
Ayacucho y este primer contacto le causó una impresión
indescriptible. Se sintió maravillado ante la imponente selva
pluvial. paseó entre gigantes vegetales, lianas y epifitas. A diario
contemplaba admirado el paisaje adornado de bromelias
y orquídeas. En una oportunidad confesó que allí se sintió
fascinantemente deslumbrado .
Si bien es cierto que ese escenario geográfico le causó un
impacto visual y sensorial, la precaria situación de salud de la
población indígena lo conmovió profundamente y lo comprometió
políticamente . Fue por eso que decidió vivir en ese territorio
a fin de integrarse a él para compartir las dificultades de las
comunidades y desde la cercana convivencia, compartir también
conocimientos, producir cambios que permitieran mejorar las
condiciones de vida y salud de los indígenas. Al comienzo, se
instaló solo y más tarde la familia vendría a acompañarlo en ese
nuevo sueño . Su estancia en Amazonas se prolongó por más de
once años.
Después, él mismo contaría que Amazonas le permitió tener un
verdadero encuentro con Maritza y con toda su familia, además
de una inigualable tranquilidad y armonía espiritual.
En los cortos ratos libres solía sentarse a orillas de las quebradas
para escuchar el eco de la selva, observar la flora y la fauna y el
67
vaivén de las embarcaciones fluviales o admirar esa diversidad
cultural sembrada por nuestros ancestros. Para él, estar allí, era
como envolverse en ese mundo mágico y ensoñador que lo nutría
anímica y físicamente.
Inició un trabajo con las comunidades indígenas, integradas
aproximadamente por 17 grupos étnicos: los yanomami,
guahibo, piaroa y yekuana; cada uno con su lenguaje, religiones,
tradiciones y costumbres diferentes. Su hijo Andrés Eloy recuerda
esos tiempos:
“… él se fue primero y duró allá aproximadamente
dos años solo. Yo recuerdo que antes de mudarnos,
tal vez fui dos o tres veces y cada cierto tiempo él
venía para Maracay.
68
mi papá sabía que con mi visita y permanencia
dentro de esa finca yo iba a enrumbar mi camino.
Desde esa noche me quedé viviendo ahí, recuerdo
que íbamos caminando por esas tierras y él me las
mostraba lleno de admiración y al rato yo le dije:
69
Gilberto supo transmitir a sus hijos con gran entusiasmo, esa
afición que él había iniciado en el corral de tierra de la casa de
La Pastora y que le sirvió tanto a Levy como a Andrés Eloy para
definir su camino profesional.
“Yo aprendí con los piaroa a construir con bahareque
y les enseñé a cultivar hortalizas y a diseñar un galpón
para criar pollos. Construíamos el galpón y después
lo derrumbábamos para que el otro grupo de
muchachos lo hiciera de nuevo y todos aprendieran
en forma práctica. Así hacíamos las clases cada
día.
70
A papá le interesaba que nosotros tuviéramos
conocimientos de plomería, electricidad y albañilería
y nos enseñó todo eso.
71
“Su lucha se centró en adecuar los programas a la
realidad indígena, tomando en cuenta las diferencias
culturales de la población en Amazonas para crear
un sistema de atención de calidad”
Las enfermedades que con más agudeza se manifestaban
eran la malaria, la tuberculosis, la fiebre amarilla, la hepatitis,
el paludismo, el dengue y la diarrea. Él había observado que
no existía una vigilancia epidemiológica adecuada y que se
mantenían unas condiciones que mostraban una situación de
injusticia social.
Ese panorama arraigó aún más a Gilberto y lo hizo emprender
una lucha infatigable contra las condiciones que favorecían esas
endemias, las cuales hacían que las comunidades indígenas
murieran o padecieran de enfermedades absolutamente prevenibles,
como las respiratorias, las patologías gastrointestinales: diarreas
y parasitosis, así como las enfermedades infectocontagiosas y las
dermatológicas. Carmen Hernández, su secretaria en la Dirección
Regional de Salud, expresó:
“Durante su gestión hubo cambios importantes,
se dio más atención a a los indígenas e insistía en
dar respuesta a cualquier emergencia, consideraba
que debía solicitarse el apoyo que fuera necesario:
a los militares, a las otras instituciones, a quien
correspondiera, lo apremiante era actuar. Tenía una
forma de trabajo diferente a la de los directores
anteriores”
Para ese entonces el gobernador del estado era Bernabé Gutiérrez,
máximo representante del partido Acción Democrática, en cuyo
período los brotes y endemias asociadas a las enfermedades
más frecuentes reflejaban la ausencia de una política de salud
y de saneamiento ambiental coherentes con esa realidad socio
cultural. La acción del Estado se caracterizaba por la deficiente
infraestructura: pocos centros de salud, ausencia de equipos y
medicamentos, escasez de personal médico y sólo se producían
72
acciones esporádicas ante situaciones esencialmente graves.
Aunado a esto, reinaba la corrupción. Gilberto denunció
constantemente desviaciones de fondos, sin que se le prestara la
atención y correctivos pertinentes.
América Perdomo recuerda cómo esta situación se mantuvo
tiempo después, cuando ella era directora de Malariología en
Amazonas:
“Descubrimos un caso de corrupción que marcó
historia en la región, fue el de la supuesta construcción
de diez acueductos. Bajo las orientaciones de
Gilberto se realizó una investigación y se confirmó
el acto de corrupción con las pruebas y detalles que
fueron presentados ante los tribunales, los cuales
constataron que efectivamente, los constructores
habían percibido el pago, sin que hubiesen efectuado
las obras.
73
A pesar de estar convencido de que la corrupción socavaba
la legitimidad de la Dirección Regional de Salud, continuó su
titánica labor e hizo seguimiento a muchos sindicalistas que eran
trabajadores/as adscritos a la institución.
La práctica y la observación le hicieron relacionar el sindicalismo
con la destrucción de las instituciones de salud y tipificó esos
casos de una manera exacta y bien calculada y su denuncia
desenmascaró a quienes nadie antes se había atrevido a tocar,
ya que en esa época eran fieles representantes de los dictadores
y caudillos del Territorio Federal de Amazonas.
Estaba atrapado en una situación donde la burocracia era
totalmente controlada y ejercida por el poder gremial y político
de Acción Democrática y su única arma válida fue siempre el
ejemplo. Durante todos los años que trabajó en el Hospital y
en la Dirección Regional cumplió el horario a cabalidad, él era
quien llegaba primero y se marchaba de último. Rubén Montoya,
su amigo y camarada en Amazonas, expresó:
“Gilberto fue el médico social que uno siempre ha
idealizado: el médico del pueblo, el que está al
servicio del más necesitado. A partir de la aparición
de Gilberto en mi vida, se fortaleció la propuesta que
me había planteado sobre el mundo amazónico, con
él pude hacer y deshacer sueños en favor de este
Estado. Nosotros formamos parte de un proyecto
político a largo plazo, éramos un grupo minúsculo
que en nombre de la nueva sociedad nos vinimos a
militar amazónicamente en esta parte de la frontera.
Nos propusimos luchar hasta lograr la liberación de
la sociedad amazonense, combatir -lo que él solía
llamar- ´el hamponato democratoide`.”
Amazonas era una región donde la exuberante belleza natural
contrastaba dolorosamente con la desigualdad, la pobreza y la
exclusión social y esta realidad hizo que por primera vez Gilberto
se presentara como candidato a alcalde para las elecciones
de 1992. Se lanzó públicamente a demostrar su lucha por la
dignificación de esta invisibilizada población.
Con un grupo de profesionales y jóvenes estudiantes conformó
El Movimiento Cívico Mayo y organizó una propuesta de gestión
74
legislativa municipal. En una carroza de madera y con una
pancarta recorrían los barrios de Puerto Ayacucho. Distribuían
folletos semejantes a aquellos usados contra la dictadura de
Pérez Jiménez. Los textos denunciaban: “ a quienes forman los
cogollos politiqueros hamponiles que tanto daño le han causado
a Venezuela y en particular a Amazonas”. Y su consigna fue“¡¡ES
LA HORA DE LA DIGNIDAD!!”.
Alejandro Signi, militante de ese movimiento hace un resumen de
esa experiencia:
“Había pasado el tiempo, se produjeron fuertes
alianzas con los jóvenes indígenas de la región que
alcanzaron cargos de representación popular, entre
otros, Bernabé Arana, alcalde del Municipio Autana,
Guillermo Arana, diputado al Consejo Legislativo
Regional, René Ye´kwana, ex directivo del periódico
Orinoco Indígena y así, bajo los sabios consejos de
Gilberto, fuimos participando en movimientos de
solidaridad con los pueblos indígenas. Igual respaldo
obtuvimos de los estudiantes, con los cuales fundamos
el Movimiento Cívico Mayo. Posteriormente y luego
de muchas coincidencias en eventos gremiales e
institucionales de salud, educación, tenencia de la
tierra y turismo, entre otros, decidimos participar
en la contienda electoral, llevando a Gilberto
como candidato a Alcalde del Municipio Atures y
avalado por la organización que formamos, el cual
denominamos `Movimiento Amazonas Nuestro`.
Con este Movimiento realizábamos recorridos por los
barrios de Puerto Ayacucho, presentando a nuestro
candidato a Alcalde, pero la experiencia en términos
de búsqueda de resultados electorales no fue buena
porque era muy difícil la comprensión de los mensajes
que estimulaban a crear instancias organizativas
para la solución de sus propios problemas y éstos
resultaban nulos ante las demandas de cargos de
trabajo, becas, favores, promesas y comisiones a
75
las que estaban acostumbrados a recibir por parte
de los políticos de Acción Democrática y COPEI, a
cambio del voto”
El Movimiento Cívico Mayo combatió siempre al modelo político
clientelar que se había agotado y que condujo al empobrecimiento
de la población y al descrédito institucional del Territorio Federal
Amazonas. De igual manera, se manifestó rotundamente en contra
de un sistema de corrupción que había erosionado la dinámica
social amazonense y denunció militantemente esa situación
de crisis moral; de inmensas brechas sociales y económicas y,
por primera vez, la población amazonense se colocó en una
disyuntiva política: cambiar o continuar en la ingobernabilidad
que sembraron las cúpulas partidistas de Acción Democrática y
COPEI.
El programa que presentaba el Movimiento Cívico Mayo
estaba centrado en la conquista de una sociedad más justa y
contenía propuestas específicas relacionadas con el desarrollo
socioeconómico de Amazonas, entre las cuales destacaban:
1. Leyes para el nuevo estado: “Impulsaremos una organiza-
ción político territorial que tome en cuenta la complejidad
del estado, situación fronteriza y su extraordinaria riqueza
ambiental”.
2. Lograr un Concejo Municipal con mayor eficiencia: “Los
cargos serán por concursos. Hay que modernizar las or-
denanzas o leyes municipales y crear una especialmente
para el turismo. No dar más contratos ni a corruptos ni a
personas que tengan otras fuentes de ingresos económi-
cos. Los contratos serán, en su mayoría, para el pueblo or-
ganizado. Se realizarán cabildos públicos en las principales
poblaciones del interior hasta tanto la asamblea legislativa
conforme nuevos municipios.”
3. Acelerar y apoyar la participación popular e incorporar a
las poblaciones urbanas o rurales, indígenas o criollas a
programas como los de auto construcción de viviendas y
urgente solución al problema de cloacas en los barrios.
76
4. Atender la problemática indígena: “Luchar por la regulari-
zación de la tenencia de la tierra para las comunidades y
grandes poblaciones indígenas aún arraigadas en sus te-
rritorios originarios. Contribuir en forma decidida al desa-
rrollo de sus propias culturas, pervivencia de sus idiomas y
cosmovisión”…
5. Desarrollo socio- económico: “Incentivar la producción
agroanimal así como la pequeña y mediana industria; in-
centivar el eco-turismo, regulándolo con una ordenanza
especial en cuya redacción participen los indígenas. Des-
centralizar algunas labores municipales para generar em-
pleos fijos en los barrios, como por ejemplo: recolección y
bote de basura, mantenimiento de parques, jardines y vías
públicas, incentivar el desarrollo de cooperativas y crear
programas permanentes de formación ciudadana”
6. Servicios públicos básicos:”Plan de educación general so-
bre aprovechamiento de basura orgánica. Fortalecimiento
del transporte escolar y creación de rutas de transporte co-
lectivo con circuito rápido”
7. Ejidos y terrenos municipales: “Rescate de las grandes po-
sesiones de terrenos ociosos situados más allá del río Cata-
niapo, hoy en manos de terrófagos insaciables. Igualmente
los terrenos municipales en situación de engorde serán re-
vertidos a la propiedad municipal aplicando las leyes vi-
gentes”
8. Programa de seguridad (Delincuencia, inseguridad, siste-
ma carcelario, policial y judicial) “Crearemos un programa
de seguridad con participación vecinal para lo cual la poli-
cía territorial deberá tecnificarse y convertirse en un cuerpo
de servicio integral. Los cargos judiciales se proveerán por
concurso, a fin de evitar que algunos juzgados apoyen a
los delincuentes políticos.”
9. Vivienda y urbanismo: “Impulsaremos programas de auto
construcción; las viviendas de interés social se asignarán
77
por estricta necesidad de las familias y no por componen-
das o corruptelas partidista.”
10. Deporte, recreación y cultura: “Fomentar el deporte des-
de el mismo seno del pueblo. Hay que fortalecer una direc-
ción de cultura que trabaje para la escuela de música, el
grupo orquestal de instrumentos indígenas y para generar
actividades eco-museísticas. Lucharemos por la construc-
ción del Parque Zoo-Botánico, el Parque La Tortuga y el
Parque Cerro Pintado”
11. Asesoría jurídica: “Ante muchas violaciones de sus dere-
chos, el pueblo no tiene dónde recibir orientaciones, para
ello crearemos una oficina de reclamos y asesorías que,
junto con la Fiscalía del Ministerio Público permitan orien-
tar a quienes requieran ayuda.”
Este programa estaba signado por esa férrea voluntad que el
grupo poseía y además daba especial sitial a la educación y
la salud y consideraba también una serie de planteamientos
de contraloría social para evitar la corrupción y el despilfarro en
estas instancias.
Desde 1983 hasta 1987 Gilberto fue Adjunto de Atención
Médica y también dermatólogo del Hospital “José Gregorio
Hernández” y presidente del Colegio de Médicos. Durante toda
su estadía en Amazonas fungió como coordinador ad honorem
de las pasantías de “Medicina Integral de Ambiente Rural” de la
Universidad Central de Venezuela.
78
su afán por incluir al colectivo en la construcción y búsqueda
de alternativas en relación con los problemas amazonenses
convocó a un grupo de médicos de Puerto Ayacucho e hizo
centrar el tema de esa reunión en una reflexión de lo ético. Con
palabras muy sencillas, condujo a los presentes a interrogarse
sobre su condición de actores/as sociales y los enfrentó a las
preocupaciones de la vida cotidiana, de esas dificultades con las
cuales nos encontramos en el contexto de nuestros intercambios
con la gente. Así les habló, Gilberto:
“...Ahora vamos a plantear la situación de salud en el
Territorio Federal Amazonas: tenemos una oferta de
servicios médicos de una calidad muy baja, no sólo
en Puerto Ayacucho, ya que todos los que vivimos
aquí o quienes conocemos Amazonas, podríamos
decir sin ningún resquemor y sin que nos quede la
menor duda, que la calidad de la atención médica en
Puerto Ayacucho y en el resto del Territorio Amazonas
es muy baja. Es muy pobre, deficiente y por tanto,
deja mucho que desear, eso es una verdad general.
Y otra característica de la atención médico sanitaria
en Amazonas es que es discriminatoria.
79
Ayacucho. Las estrategias sanitarias no son las más
adecuadas: hay poca mística en el personal, y por
último, la participación popular en el proceso salud-
enfermedad es mínima. Todo eso contribuye a una
baja calidad de la oferta. Cada uno de estos puntos
por supuesto requerirá una ejemplificación de lo que
quiere decir eso en concreto.
80
Por supuesto que el hospital no es lo más importante
para la salud del pueblo, pero, por ejemplo, no
hay urólogo; no hay otorrinolaringólogo, no hay
laboratorio de anatomía patológica y las mujeres
mueren de cáncer de cuello uterino porque aparte
de las razones de educación, entre otros factores, se
suma el hecho de que si le hacemos una citología,
tenemos que enviarla a Caracas y algunas veces
el resultado llega a los tres meses o no llega, esto
significa deficiencia de recurso humano importante.
81
se ha establecido una relación de humillante a
humillado: cuando a alguien le piden una carta o
una tarjeta de recomendación, lo están humillando
indudablemente, pero como se tiene la necesidad y
no la suficiente valentía, pues se busca la carta o
la tarjeta, y por dentro se siente la humillación y se
establece una relación hipócrita entre el humillado y
el que lo humilla y a la larga eso hace que cualquier
organización, se derrumbe porque la gente no
ingresó de corazón o por méritos reales, sino que fue
enganchado, así, tan impersonal y ajeno, como en un
gancho de esos de colgar carne en un frigorífico.
82
La Atención Primaria de Salud, pretende que, con la
participación de la comunidad ayudada por el equipo
de Salud se detecte el origen de los problemas, por
ejemplo en Río Negro, Manapiare, ayudados por el
médico, el trabajador social, la enfermera, algún otro
refuerzo y con la comunidad, se trataría de detectar
cuáles son sus problemas de salud más importantes:
diarrea, caries, o la que fuere, entonces se fijarían los
planes de trabajo que, sin inversiones muy costosas,
logren elevar el nivel de salud de esa población.
83
humanas donde trabajaba. Esta actitud fue una constante en su
vida profesional como Médico Rural, como Director Regional y
como Ministro de Salud.
Los que conocimos a Gilberto sabemos que incesante y
vehementemente, estuvo luchando por un sistema con una
interrelación de políticas que tomara en cuenta cada zona o
región del país con la finalidad de dar respuestas a sus problemas
específicos y de atender prioritariamente a la población en
situación de exclusión social en todo el territorio nacional.
En sus declaraciones por prensa, radio o televisión mantuvo
su sencillez para expresar con mucha claridad sus ideas,
preocupaciones y alternativas para la salud del pueblo. Tenía una
necesidad intrínseca de que la gente entendiera y comprendiera
sus propios problemas para así ayudar a resolverlos.
Gisela de Montoya contó que como Director Regional de Salud creó
un programa de actualidades en Amavisión que era la televisora
regional y a través de ese espacio televisivo dio charlas dirigidas
a madres, familias y jóvenes. También hizo muchas entrevistas y
ocupaba parte de ese tiempo en orientar a los médicos jóvenes
y pasantes sobre cómo atender a la población indígena y las
particularidades geográficas y culturales de la región.
Magda Magris habla sobre esa vocación docente de Gilberto:
“Conocí a Gilberto en el año 89, él era el encargado
de los pasantes del Proyecto Amazonas y a pesar de
ser un especialista en dermatología nos dio una clase
sobre la situación de salud en el estado Amazonas,
con una visión sumamente comunitaria.
84
Platanillal y Puerto de Samariapo el cual tendría churuatas como
salas de atención; con chinchorros como lugar de reposo. El
hospital brindaría un espacio para que los pacientes convivieran
con su familia durante su hospitalización. En la maqueta se
previeron los fogones para que los familiares de los pacientes
prepararan sus alimentos.
Este proyecto no se pudo concretar debido a la falta de
financiamiento, tanto por parte del Ministerio como de otras
instituciones de Cooperación Técnica, pero cuando Gilberto
estuvo como Director del Hospital mandó a construir una churuata
y la puso a funcionar como sala de atención. El Doctor Jesús Toro
recuerda que Gilberto le comentaba que algunas/os integrantes
del equipo médico se resistían a brindar atención allí, porque
consideraban que carecía de las condiciones adecuadas.
A pesar de todas esas iniciativas y de un trabajo honesto con mucha
responsabilidad y compromiso social, sumado a su eficiente
labor en la Dirección, en junio de ese mismo año, Gilberto fue
destituido sorpresivamente por el Ministro Pedro Páez Camargo,
debido a sus constantes denuncias sobre la grave crisis asistencial
en el Territorio Federal Amazonas y en las que responsabilizaba al
Ministerio de Salud y Asistencia Social de esa situación.
“Dicen los informes que en sólo cinco meses el Dr.
Rodríguez Ochoa se enfrentó valientemente a las
mafias que se robaban las medicinas destinadas a
las medicaturas indígenas y rurales, reintegró las
partidas a los servicios correspondientes, que antes se
escapaban para fines extraños a los previstos. Trató
de poner orden en los puestos de trabajo y estableció
el mantenimiento para mejorar la logística”. El
Nacional 18/06/91 Luís R. García
César Arismendi, su amigo y compañero de militancia política
expresa:
“Debido a estas posturas irreconciliables, Gilberto
fue despedido sin tomar en cuenta sus comprobados
85
méritos gerenciales, su visión de país e incuestionable
armadura ético-moral.
86
que sus comunidades pueden ser afectadas por el
paludismo, que hace inmensos daños en la región,
y también se sienten amenazados por el cólera que
inminentemente entrará por estos espacios selváticos.
Pero, lo que es peor para ellos- según manifestó
Guillermo Arana, vocero del consejo de ancianos-
es que los políticos de la zona estén haciendo todo
lo posible por destruir el único médico jefe que le
ha prestado atención a sus comunidades y que ha
procurado resolver la problemática de la salud rural
en apenas cinco meses que lleva de gestión”
En 1992, luego de tomar posesión el primer gobernador electo,
Edgar Sayago Murillo vuelve nuevamente Gilberto como Director
Regional de Salud y retoma sus sueños y, con la misma pasión que
había tenido antes, asume y emprende innovadores proyectos.
Uno de ellos fue “el Ambulatorio Fluvial” mediante el cual el
equipo de salud se desplazaría en una embarcación dotada
de medicinas, laboratorio y otros equipos para el tratamiento
preventivo y curativo de enfermedades como el paludismo y otras
afecciones endémicas de la región. Era una embarcación que
había sido bautizada con el nombre de “José Ignacio Baldó”
en homenaje al ilustre médico y ex Ministro de Salud. Este
ambulatorio fluvial dio cobertura asistencial a 29 comunidades
indígenas. También en el proyecto se incorporó a los ancianos
para los sabios consejos con respecto a las propiedades curativas
de las raíces, cortezas y frutos autóctonos de ese territorio.
Fue una iniciativa de un equipo formado por Francisco Armada,
médico rural de Maroa, Jesús Toro, médico adjunto a la Dirección
y Rubén Montoya, sociólogo militante cultural de la región. Con
esta propuesta se intentaba dar respuesta a las necesidades y
adaptar la atención de salud a las características específica de
esas comunidades.
Así también, Gilberto se aproximó a una labor de contraloría
social y sentó un precedente que permitía a los ciudadanos/
as amazonenses la oportunidad de hacer sugerencias sobre
87
asuntos públicos a los cuales tenían derecho. Con este ejercicio
democrático también estaba dando luces de cómo hacer el
seguimiento de proyectos vinculados con la realidad local y daba
espacio para la evaluación de su gestión. Rubén Montoya, quien
muchas veces lo acompañó a reuniones y asambleas atestigua:
“Por primera vez, un comisionado de salud le
presentaba cuentas al pueblo. Gilberto tomaba
un atril, una pizarra y con la máxima pedagogía,
en lenguaje sencillo, daba a conocer a todos la
distribución del presupuesto de la Dirección: ¿Cuánto
había quedado? ¿Qué debería hacerse? ¿Cómo y
dónde debería invertirse? Informaba también sobre
los problemas del hospital.
88
relacionaba directamente con el personal y los observaba en
sus áreas de trabajo. Vigilaba en qué invertían los recursos
y precisaba cuáles eran las necesidades sociales de cada
comunidad. En la práctica diaria se planteaba la adaptación
de la medicina típicamente occidental a una más cónsona con
la cultura de los grupos indígenas, tomando en consideración la
diversidad y complejidad cultural y dándole mucho valor al saber
popular.
La lucha que emprendió no sólo se circunscribía a la corrupción
y al saqueo protagonizado por el bipartidismo amazonense, su
lucha también se extendió contra “Las Nuevas Tribus” y en sus
diferentes charlas, expresaba que este grupo representaba un
problema de soberanía muy delicado desde hace treinta y cinco
años, por ser un movimiento que cumplía un papel de agente
interventor en distintos aspectos de la región. Consideraba que
era una estrategia norteamericana muy bien armada y combinada
en América Latina. En nuestro caso, la ubicación geográfica que
este grupo tenía en el corazón del estado Amazonas, le permitía
llevar a cabo proyectos de colonización, exploración y explotación
de los recursos de la zona. Además según su denuncia, este grupo
se caracterizaba por lograr el aislamiento de las comunidades
donde ellos operaban, estimulando la pugna con aquellas que
no comulgaban con su credo.
Gilberto estaba convencido de que este grupo contribuía a la
desculturización indígena y rechazaba tajantemente que muchos
indígenas aprendieran primero el inglés que el español. Esta
misión evangélica norteamericana, fue expulsada de la región
el 12 de Octubre de 2.005 por decreto del Presidente de la
República.
Su postura política, su compromiso por la conquista de los derechos
humanos de los indígenas, el combate contra la corrupción y su
constante acusación a grupos aliados del gobierno, como es el
caso de “Las Nuevas Tribus”, así como su infatigable denuncia
frente a las desigualdades, abandono e injusticia social de las
que era víctima el pueblo amazonense, no pudo tener otra
respuesta que la persecución. Después de la rebelión militar del
89
4 de febrero de 1992, sufrió los embates de la persecución por
parte de la policía.
La gestión económica y política del gobernador Bernabé Gutiérrez
en Amazonas, era un fiel reflejo de la gestión de Carlos Andrés
Pérez en el país y a pesar de haber sido Amazonas una región
que nunca fue tomada en cuenta para la ejecución de las políticas
de desarrollo social y económico, a raíz de la rebelión militar,
acosaron a quienes estaban en contra de los desmanes políticos
de lo que había constituido esa democracia representativa.
Gilberto y su grupo de amigos/as militantes fueron víctimas de
este contexto político. Héctor Belisario, quien siempre acompañó
a Gilberto en el Movimiento Cívico Mayo rememora los hechos:
“Después del 4 de febrero hubo persecución en
contra de Gilberto y todos pensábamos que, como
él, seríamos allanados y presos; pues éramos un
grupo muy pequeño ya identificados con Chávez.
Recuerdo que mientras estábamos realizando una
reunión, una comisión de la División de Inteligencia
Militar vino desde Caracas a interrogar a Gilberto.
En esos tiempos él trabajaba para el Ejército y ese
día, el interrogatorio al que lo sometieron duró
desde las ocho de la mañana hasta el mediodía;
simultáneamente, fue allanada su casa”
El 27 de noviembre del mismo año Gilberto se vio obligado a
resguardarse y tomar medidas preventivas en relación a su familia.
Andrés Eloy, quien lo acompañó en ese momento puntualiza:
“Mi papá tenía muchos enemigos en el estado
Amazonas por constituir un serio obstáculo para la
corrupción reinante. A eso podría añadirse su simpatía
con el movimiento bolivariano que, de una forma
u otra, participaba en lo que se estaba gestando.
Aquella mañana, como de costumbre me llevó al
colegio y veinte minutos más tarde me fue a buscar
muy preocupado. En el camino a casa me orientó
acerca de los cuidados que debía tener porque yo
podría ser un blanco potencial de venganza para los
enemigos.
90
Al llegar, mi papá se cambió de ropa, se puso una
chaqueta de camuflaje que le habían regalado en
el Batallón Paramaconi también se puso botas,
pantalón verde, y tomó algunas cosas de primeros
auxilios, alimentos deshidratados y herramientas
básicas. Yo también me cambié de ropa y nos fuimos
juntos a la montaña.
91
mucho mejor quienes aquí sufrimos minuto a
minuto las fallas del agua a orillas del octavo río
del mundo, según nos dijeron en primaria, quienes
pagamos la electricidad más cara y con peor servicio
de Venezuela, quienes morimos ante la voraz e
insaciable especulación de muchos comerciantes,
quienes somos humillados por funcionarios civiles y
militares o quienes recurrimos incluso a la invocación
de Dios para que nos permita una llamada telefónica
y quienes carecemos de áreas recreativas.
92
Folleto de campaña de Gilberto Rodríguez para alcalde.
93
Actual entrada del Fundo El Canarín.
94
Gilberto acompañado de una amiga en la casa de El Canarín.
95
El Sr. Héctor Belisario, amigo de Gilberto y
militante del Movimiento Cívico Mayo.
96
Gilberto recibe al Ministro de Sanidad y a su hermano Arnoldo cuando
era presidente del PAMI
97
98
Capítulo 4
Contra una visión tubular
de la salud…
Eduardo Galeano
E n 1994 mientras se encontraba trabajando en Amazonas,
Gilberto recibió la llamada del doctor Jacinto Convit quien le
informaba que lo había postulado ante el Ministro de Sanidad y
Asistencia Social como Director General Sectorial de Malariología
y Saneamiento Ambiental y le argumentaba la importancia de
su contribución en esa institución. El nuevo Ministro Carlos
Walter conocía la trayectoria de Gilberto Rodríguez Ochoa como
trabajador de la salud y lo instó a ocupar ese importante cargo.
Gilberto y algunos de sus amigos/as vieron esta propuesta como
la posibilidad de lograr los cambios que soñaron para Amazonas
y que fueron frustrados a causa de la lucha de poder.
Maritza se quedó en Amazonas ocupándose de la venta de la casa
y para acompañar a su hijo Andrés Eloy quien debía culminar el
cuarto año de bachillerato. Gilberto volvió al estado Aragua y
se instaló nuevamente en su casa de Turmero e inmediatamente
buscó la ayuda de muchos amigos/as para oír y repensar qué
hacer desde esta organización en función de la salud y de las
necesidades del pueblo.
Con la humildad que siempre lo caracterizó y a pesar de que
él no había crecido en el interior de la emblemática institución
de Malariología, inicia su nuevo rol y se arriesga a los desafíos
con una fuerte voluntad de conocer la realidad institucional y su
vinculación con el contexto social de este país.
101
Cuando tomó posesión como Director General Sectorial de
Malariología convergieron varias situaciones que conducían a
los cambios. Por una parte el Ministerio estaba dirigido por el
Doctor Carlos Walter, militante del MAS quien abrió las puertas
a una gestión más progresista que las anteriores y propició la
descentralización del sector salud, la cual conllevaba previamente
a una reestructuración del Ministerio de Salud y Asistencia Social
y por otra parte, en el año de 1994 se estaba haciendo efectivo
el ingreso de recursos extraordinarios para la ejecución de un
Proyecto de Control de Enfermedades Endémicas, se había
solicitado un préstamo al Banco Mundial por la suma de Ciento
Ochenta y Ocho millones de dólares. De esos 188 millones
de dólares, el 75% debía ser ejecutado por la Dirección de
Malariología y el 25% por el Instituto de Biomedicina.
Conciente de la inmensa deuda externa que representaba ese
préstamo para la Nación, Gilberto comenzó a hacer esfuerzos
para redimensionar el proyecto y reformular sus acciones con
la finalidad de lograr que tuviera una mayor pertinencia social.
El doctor Jesús Toro, quien lo acompañó en esta gestión
rememora:
“Gilberto tomó posesión un día viernes, recuerdo
que cuando yo recibí como Director de Endemias
Rurales me fui para su oficina y allí nos planteamos
reorientar todos esos recursos financieros, de tal
manera que fuesen lo más eficientes y sustentables
posibles, por lo tanto, debíamos reducir las compras
de insumos injustificados. Estaba programado
comprar 25 millones de dólares en insecticidas, lo
que equivaldría a comprar insecticidas suficientes
para un año de todos los programas antimaláricos
de América y se redujo a seis millones de dólares.
Se había destinado siete millones de dólares para
comprar medicamentos antimaláricos lo que era
equivalente a comprar medicamentos para atender
todos los casos antimaláricos para los próximos
cuarenta años y entonces se redujo esa cantidad a
medio millón de dólares”
102
Esos recursos financieros destinados exclusivamente para
Malariología y Biomedicina se recondujeron para beneficiar a
otros programas.
En una relación estrecha entre el doctor Jacinto Convit y
Rodríguez Ochoa se apoyaron programas de otras direcciones,
fundamentalmente de la Dirección de Epidemiología: Plan
Nacional de Eliminación del Sarampión, el fortalecimiento de
la red de diagnóstico en enfermedades infecto contagiosas, se
destinaron fondos para la adquisición de vehículos para todas las
regiones del país, el fortalecimiento de la Red de Laboratorios
de Salud Pública de Venezuela, dotándola de equipos para
diagnóstico de sarampión, rubéola y dengue. Además se
emprendió la construcción de Unidades de Investigación y Control
de Enfermedades Endémicas Tropicales. La primera se inició en
La Esmeralda, en Amazonas, la otra en El Piñal, una comunidad
al sur de Táchira muy cerca de los límites con Barinas y Apure y
otra en Sanare, en el Estado Lara.
Los proyectos que emprendió Gilberto Rodríguez Ochoa
conjuntamente con Biomedicina, trajeron como consecuencia una
fuerte resistencia dentro de la organización, porque el personal
sentía que se traducía en conceder espacios ante una institución
que siempre fue vista como rival de Malariología.
Con su equipo, se propuso trasformar una institución reactiva, que
giraba alrededor de la Malaria, en una institución que actuara
sobre los factores de riesgos ambientales causantes de múltiples
enfermedades en la Venezuela de hoy. Entendía que nuestro
país había dejado de ser rural y malárico, para ser urbano y con
innumerables problemas de saneamiento, de agua y con una alta
contaminación ambiental y atmosférica.
Concebía que ésta debía ser una institución que trascendiera
la enfermedad, para abocarse a la conquista de una salud
ambiental, un organismo que fuera más allá de la restitución del
daño, para luchar por la prevención de factores de riesgos y la
promoción de la salud. Pretendía una visión integral de la salud,
concebida dentro del contexto social de la gente, por lo tanto,
no podía seguir llamándose Malariología, pues lo medular no
era la Malaria, sino las desigualdades sociales existentes en este
país urbano, aunque no por ello dejara de considerar que había
103
sido una institución de orgullo para Venezuela en los tiempos
del Dr. Gabaldon, debido a que había logrado la erradicación
del paludismo. Ahora tenía que reconvertirse y responder a los
problemas actuales de la Venezuela de los noventa.
El país vivía una situación diferente a la de las cuatro primeras
décadas del siglo XX: la ciudad definitivamente desplazó al
campo. Los polos de crecimiento industrial atraían a numerosas
masas de poblaciones y los sectores depauperados se instalaron
en las ciudades con la esperanza de lograr mejores medios de
sobrevivencia.
El crecimiento económico no acompañó el vertiginoso
crecimiento poblacional: las barriadas incorporaron la ruralidad
a la ciudad y en definitiva, el desarrollo urbano no respondió
a las necesidades del pueblo y la pobreza invadió la ciudad.
Surgieron progresivamente cordones de ranchos carentes de
servicios indispensables, que en ese entonces constituían focos
de enfermedad y miseria, ya no sólo en la periferia, sino también
en el centro de las ciudades.
Ante esos grandes contrastes, Gilberto comienza a redimensionar
las acciones de Malariología y da sus primeros pasos:
“El afán de Gilberto consistía en montar sistemas
de vigilancia de factores de riesgo: vigilar las
enfermedades en animales y las transmitidas por
insectos, antes de que se presentasen en los seres
humanos. El programa de zoonosis no existía allí,
sino en el programa de epidemiología y lo que
funcionaba era el tratamiento de pacientes mordidos
por perros, se les aplicaban vacunas antirrábicas y
se hacía vigilancia del animal, si el animal mordedor
tenía síntomas de rabia, se le aplicaba el tratamiento
completo al paciente, de lo contrario no. La vigilancia
de perros con rabia, de caballos con encefalitis
equina, de ganado con brucelosis, de leptospirosis
en roedores, perros y ganado, no se llevaba a cabo
sino muy tímidamente y por otros organismos. En la
gestión de Gilberto se pretendió más bien, fortalecer
esas áreas.
104
Él pretendía que la parte de Ingeniería Sanitaria dejase
de ser solamente un ente generador de permisos
sanitarios y que enfrentara más vigorosamente la
vigilancia de riesgos en el aire, vigilara cuáles eran
los acueductos rurales que no estaban clorados y
que se hiciera una investigación de los factores de
riesgo involucrados en las enfermedades del país
y de igual manera, las de riesgos laborales en los
trabajadores”. Dr. Jesús Toro
En todo momento le preocupó el excesivo gasto para obtener
medicinas e insecticidas pues al final se desperdiciaban a causa
de su vencimiento. Fueron muchas las veces que él mismo había
constatado esta situación en los depósitos.
También intervino en lo que denominó ` la cultura del viático`, la
cual generaba un enorme gasto para la institución. El salario de
una auxiliar de medicina simplificada, quien era responsable de
muchos programas sanitarios en un caserío, estaba muy distante y
en desventaja, comparado con el de un obrero de Malariología, a
quien la cultura institucional le enseñó a `viatificar` las actividades
e incrementar su sueldo por cada tarea que realizaba y que al
final se traducía en un itinerario de labores fragmentadas para
obtener beneficios. Al respecto el doctor Jesús Toro, dice:
“No era lógico que a un caserío llegara, al mismo
tiempo, en un vehículo, un inspector para construir
una vivienda, en otro vehículo un inspector para
colocar la letrina y un tercer funcionario, también en
vehículo, para fumigar contra la malaria. Se mostraba
así una visión tubular de las cosas -frase muy usada
por Gilberto- en lugar de verlas y atenderlas de
una manera integral: el mismo funcionario debería
trasladarse a un sitio para encargarse del control de
los insectos, vacunar perros, gestionar la construcción
de la letrina, entre otras tareas”
Gilberto visualizaba la institución con funciones polivalentes, de
manera que atendiera las emergencias sanitario-ambientales de
105
una manera integral, pues lo contrario significaba ineficiencia. Él
centraba su preocupación en el control de riesgos.
Anteriormente había dos jefes: el de Malariología quien era el Jefe
de Zona, y era cuentadante y el otro que era el Director Regional
de Salud. Ambos tenían el mismo nivel jerárquico, y pertenecían
al mismo Ministerio y Gilberto contribuyó para que se fusionaran
las direcciones que, aunque paradójicamente pertenecían a
un mismo Ministerio, funcionaban desintegradamente y con
autonomía administrativa.
En los estados Aragua, Falcón, Carabobo, Anzoátegui y Bolívar,
pioneros de la descentralización, se logró que el Director Regional
de Salud se convirtiera en única autoridad y era el responsable
de administrar todo el presupuesto. En el resto de los estados, se
mantuvo durante ese período de transición a los dos jefes.
En el año 1999 como Ministro, ordenó que la máxima autoridad
de salud de cada estado fuera el Director Regional de Salud,
quien sería el responsable de la administración de esa institución.
De esta manera, en lugar de asignar recursos por separado a
Malariología de los estados y a las Direcciones Estadales de
Salud, se le asignaría a la Dirección Estadal de Salud.
El hecho de que Malariología perdiera la autonomía administrativa
significó para Gilberto Rodríguez cierto rechazo por parte de
algunos/as funcionarios/as de esta institución.
Luego de un proceso de evaluación, decidió concentrar la toma
de decisiones presupuestaria y administrativa en su la Dirección
General Sectorial, a efectos de controlar la firma de proyectos, la
asignación de viáticos, los proyectos de vivienda rural, acueductos
y compra de insumos, entre otros.
Quizás esta medida se entienda mejor al leer la siguiente reseña
publicada el domingo 5 de junio de 1994 en El Nacional:
“Estafa de veinte millones descubrieron en
Malariología. Rodríguez Ochoa denunció que fue
descubierto un negocio millonario con los contratos
que Malariología daba sin licitación de rigor a un
minúsculo e invariable grupo de personas.
106
Se habría confirmado la entrega de contratos
a empresas fantasmas, así como la asignación
de recursos para la construcción de obras que
jamás fueron concluidas. Aparte de Guárico, las
irregularidades también fueron detectadas en
Amazonas, Anzoátegui, Sucre y Carabobo”
En esa denuncia manifestaba su asombro ante la
escandalosa corrupción reinante en esa dependencia oficial y
se refirió a sobreprecios también en la compra de utensilios y
medicamentos.
Durante ese período había un proyecto para construir una sede
fastuosa, con tres edificios y él sólo aprobó la construcción de
uno, destinado para la Dirección de Ingeniería Sanitaria debido
a que ésta funcionaba en espacio alquilado.
Gilberto opinaba que la democratización del conocimiento de
salud en las comunidades era prioritario, antes que realizar
exageradas compras de equipos y medicamentos y para ello
invirtió en la formación de promotores de saneamiento ambiental,
proyecto que ya había implementado con los indígenas en
Amazonas. El doctor Alberto Aché, quien formó parte del equipo
de docentes con la misión de capacitar a un grupo de indígenas
yanomami recuerda:
“Cuando Gilberto fue Director General Sectorial de
Malariología, se formó un grupo de microscopistas
para el diagnóstico de la Malaria en el Alto Orinoco.
Las comunidades yanomami seleccionaron un grupo
de personas que ellas consideraban como las más
idóneas para el entrenamiento y se envió un equipo
de instructores de la Dirección de Endemias Rurales
para entrenarlos con respecto a la coloración de las
láminas para realizar los diagnósticos parasitológicos
y la diferenciación de las tres especies: Plasmodium
falsiparum, Plasmodium vivax y Plasmodium
malariae; de igual manera se instruyeron para que
distinguieran el Anopheles darlingi y brindaran
tratamiento antimalárico a los enfermos”
107
Más tarde cuando fue Ministro, Gilberto retomó ese programa
de capacitación dirigido a trabajadores de la salud de zonas
maláricas y en el artículo Sobre la epidemia de la vergüenza
publicado en El Nacional el 31 de Marzo del 2000, expresó su
intencionalidad:
“Tenemos gente que sabe del problema y estamos
llevando adelante estrategias exitosas. Por ejemplo:
democratizar el conocimiento, capacitar a todos
los médicos, bioanalistas y enfermeras de zonas
maláricas, e incluso capacitar a residentes de esos
lugares. Formar un ejército nuevo, con residentes
o trabajadores del lugar para que no tengan que
salir como cuadrillas desde ciudades distantes, con
viáticos impagables, vehículos, etc y lo que es peor:
hacer diagnósticos muy tardíos...”
Otra de las preocupaciones de Gilberto al analizar el
funcionamiento de Malariología fue la desproporción en la
distribución presupuestaria de ésta, pues sentía que se desviaba
la misión de esta institución. El doctor Jesús Toro ejemplifica al
respecto:
“Del presupuesto de la Dirección General gran parte
se lo llevaba el Servicio Autónomo de Vivienda Rural,
en segundo lugar la Dirección de Endemias para el
Control de la Malaria, mientras que una mínima
parte se destinaba para los programas de Ingeniería
Sanitaria, que en definitiva son los que abordan
toda la problemática de saneamiento ambiental y
contaminación atmosférica, fundamentalmente en
las zonas urbano-marginales y una parte aún menor
para la Escuela de Malariología, destinada a la
formación del recurso humano”
Un año después de haber dejado Amazonas, Gilberto se
encuentra nuevamente luchando contra los desmanes partidistas
del gobierno de turno, pues valiéndose de una epidemia de
108
encefalitis equina, hicieron una estrategia para defenestrar al
doctor Carlos Walter de su cargo. Por primera vez en la historia
de la democracia representativa un Ministro salía de su cargo por
un voto de censura del Congreso de la República.
Entonces, Gilberto escribió en su defensa en el editorial del
boletín informativo Nº 2 de la Dirección General Sectorial de
Malariología en noviembre de 1995:
“El recrudecimiento de enfermedades endemo-
epidémicas son producto, fundamentalmente,
de las fallas de saneamiento ambiental (falta de
relleno sanitario, dotación de agua y de disposición
de excretas) en muchas comunidades y numerosa
población urbano-marginal en las grandes ciudades,
así como las marcadas insuficiencia en educación
para la salud.
109
“Gilberto surge como una figura central en el
proceso de readecuación de la red ambulatoria del
estado Aragua. Recuerdo que hizo una reunión con
constructores del estado a pocas semanas de haber
asumido el cargo de coordinador de Proyecto Salud,
y les dijo:
110
del trabajo. De esa manera se evidenció que el modelo
de atención que prevalecía en la red ambulatoria
era un modelo fragmentado y medicalizado, que no
daba respuestas a las necesidades de la población
sino que estaba construido en función de la oferta de
los servicios de salud. Entonces Gilberto comienza a
generar una serie de reflexiones colectivas en torno
a ese problema, hasta llegar a la conclusión de que
junto con la remodelación del ambulatorio debía
introducirse un nuevo modelo de atención”
Ante esa realidad, y ahora con la responsabilidad de Director
General de Salud, Gilberto se dedicó a diseñar y construir un
nuevo modelo de atención. Soñaba con sembrar la Atención
Integral en la red ambulatoria, modernizar y optimizar la gerencia
hospitalaria y rescatar la ética médica. En 1997 conjuntamente
con profesionales de esa institución, comenzó a construir la
propuesta.
La doctora Nora López a quien Gilberto responsabilizó de
conducir los equipos de discusión y de reflexión sobre el modelo
de atención, cuenta los primeros pasos de ese proceso:
“En el año noventa y siete su norte era demostrar
que se podía hacer una reforma sanitaria integral.
Al referirse al financiamiento del Proyecto Salud
decía que un préstamo en el cual nos estábamos
endeudando nosotros, nuestros hijos, nietos y bisnietos
sólo serviría si se lograba poner en práctica una gran
transformación sanitaria. Gilberto no entendía por
qué una persona tenía que asistir a tantas consultas
y ser objeto de tantas historias médicas, aisladas una
de otras.
111
y por tanto, deslastrarse de la imagen del hospital
tradicional”
En reuniones o discusiones señalaba como ejemplo, a la mujer
que debía acudir a un mismo centro asistencial por múltiples
consultas: un día por la virosis, otro día para hacerse la citología,
otro para la planificación familiar y otro para cumplir con
el esquema de vacunación de su hijo o de su hija menor. Esa
preocupación reflejaba su sensibilidad social en lo que se refería
a dar una mejor atención a la población, sobre todo a la más
necesitada, la cual, en definitiva, era la que tenía menos acceso
a la atención médica.
Ese equipo de trabajo se convenció de que la organización
fraccionada en los ambulatorios era la causa de las bajas
coberturas en los programas preventivos, del poco uso de la red
ambulatoria y por ende, del congestionamiento de los centros
hospitalarios y de lo más grave: del padecimiento y muerte de
algunas personas que, como víctimas de las oportunidades
perdidas, no se les pudo evitar el daño a tiempo..
Es necesario insistir que entre las causas de la crisis del sector salud
en Venezuela destaca el predominio de un modelo profundamente
medicalizado y biologicista, en el cual la enfermedad y la curación
se convierten en problemas centrales y por tanto, se concibe al
hospital como el espacio fundamental de la atención médica.
Este enfoque prioriza la curación antes que la prevención, lo cual
menoscaba el fortalecimiento de la red ambulatoria, además de
disociar lo biológico de lo social y lo individual de lo colectivo.
Otro de los factores que explican esa grave crisis es la lamentable
fragmentación de la oferta de servicios en los ambulatorios del
país. Por lo tanto se hacía imperante dar una respuesta inmediata
al problema de la accesibilidad de la gente a los servicios de
salud. En lo íntimo de Gilberto, esta situación ameritaba acciones
precisas, muy cercanas al juramento que hiciera cuando era
apenas un joven, al conocer la causa de la muerte de su padre.
El pueblo venezolano sufre las consecuencias de un sistema
organizativo fragmentado y parcelado, existen innumerables
112
instituciones públicas y privadas que ofertan el servicio
aisladamente, según sus propios criterios gerenciales, con modos
de financiamiento y clientela diferentes.
La fragmentación en el sector salud es como un rompecabezas
cuyas piezas, a pesar de encontrarse próximas no se conectan entre
sí y una de sus aristas se evidenciaba en el modelo de atención;
donde existieron 25 programas, uno para cada enfermedad,
cada uno de ellos con consultas, historias y estadísticas propias,
todos centrados en la resolución de problemas específicos sin ser
contextualizado dentro de la realidad social de la gente, menos
aún del individuo. Era un reflejo de la cultura organizativa del
Sistema de Salud de Venezuela.
Años más tarde y en el marco de los cambios sociales que
se estaban dando en el país desde el inicio del gobierno del
Presidente Hugo Chávez Frías, nació el Modelo de Atención
Integral (MAI) y desde sus comienzos se perfiló como el centro
de la política de salud de su gestión como Ministro. Fue una
experiencia que nació en el Estado Aragua y que luego pasó a
ser referencia a nivel nacional.
Para la construcción del nuevo modelo de atención, se estableció
un trabajo de equipo, con tareas permanentes e intensivas y
comenzaron a crearse propuestas, entre ellas, la eliminación
de la papelería obsoleta a fin de sustituirla por formatos más
simples y más integradores. Se sustituyeron 18 formatos por uno,
surgió entonces la historia médica única y se creó un sistema de
información que permitiría almacenar toda la que se generaría
con el nuevo modelo.
Para desarrollar ese proceso fueron seleccionados los ambulatorios
que participarían en la experiencia piloto, se sistematizó ésta y se
plasmaron las líneas gruesas del Modelo de Atención Integral. Así
nació el primer papel de trabajo de lo que debería ser el MAI.
Más tarde, cuando fue Ministro, se inició un ciclo de formación
permanente a fin de facilitar el proceso de transformación. Para
ello se realizaron jornadas educativas con duración de más de
40 horas, en las cuales participaban activamente los funcionarios
113
y las funcionarias responsables directos/as de la salud de los
estados y del nivel central, también se realizó el acompañamiento
y la capacitación en cada uno de los estados. Había que revertir
esa cultura, era prioritario trascender la fragmentación y la
deshumanización en la atención de salud de nuestros centros,
a través de un proceso profundo de sensibilización del recurso
humano.
Con el MAI se derrumbó el viejo esquema de consultas preventivas
y consultas curativas y fueron organizadas de tal manera que
incluyeran: atención integral al niño / niña, al adolescente y al
adulto/a. Una vez más y desde otra instancia, Gilberto promovería
cambios en su lucha contra una visión tubular de la salud.
114
115
Gilberto como Director de Malariología.
116
Capítulo 5
Un ministro con la mirada
en la meta…
119
ese mismo día a las 2:00 de la tarde en La Viñeta, en Fuerte
Tiuna. Gilberto se encontraba fuera de Caracas pero se trasladó
inmediatamente. Al llegar le informaron que estaba a punto de
comenzar el acto de juramentación de los cinco ministros que
faltaban para completar el gabinete del nuevo gobierno, entre los
cuales figuraba él como Ministro de Sanidad.
La coincidencia en los sueños y la identificación política por la
construcción de caminos alternativos para el desarrollo humano
y social de una patria nueva, impulsan a Gilberto a aceptar
la propuesta de gobierno del Presidente Chávez y decide
acompañarlo en su gabinete.
Gilberto Rodríguez Ochoa desde joven había sido un luchador
social y se identificó siempre como un hombre de izquierda,
durante toda su experiencia de vida y trabajo había luchado
contra la corrupción y la institucionalidad tradicional del sistema
político, no podía negarse a acompañar a este gobierno que
prometía una reforma institucional y un equilibrio económico y
social. Su hermana Argelia Rodríguez relata la experiencia de
esas primeras horas cuando Gilberto recibe la confirmación de
su nuevo cargo por parte del despacho presidencial:
“Él me llamó preocupado porque creía que no llegaría
a tiempo y porque en ese momento vestía de manera
muy informal. Inmediatamente se fue mi hermano
Raúl en una moto con un bolso donde le llevaba una
chaqueta, una camisa y un perfume. Mi hermano
Carlos se fue en un carro, para interceptarlo antes
de llegar a la rueda de prensa. Él le llevaba un flux
que mi mamá le había conseguido prestado, pero él
no quiso ponerse nada de eso, salvo la chaqueta. Así
salió en las fotos de la prensa, fue el único Ministro
sin corbata”
El destino sorprendió a Gilberto, quizás por la humildad que
siempre lo caracterizó, nunca pensó en ser Ministro de Salud.
Había visto una sola vez en su vida al Comandante Chávez. El
Doctor Oscar Feo cuenta el momento de ese encuentro, cuando
120
quizás quedó prendido en la memoria del entonces candidato a
Presidente, que cuando comenzara a ejercer, Gilberto sería su
Ministro de Salud:
“El equipo de CORPOSALUD programó invitar a los
candidatos presidenciales de la elección de 1998,
a fin de conocer qué opinaban ellos acerca del
proceso que estábamos gestando en Aragua, era un
poco para promocionarlo por considerarlo bueno y
pensábamos que podría servir de referencia nacional.
Cuando el Comandante Chávez visitó Maracay vino
a nuestra sede y después fuimos a mostrale algunas
de las experiencias. Antes de irnos, le presenté a Luís
Valera y luego a Gilberto Rodríguez Ochoa como el
Director general de Salud. Al oír el nombre, Chávez,
muy emocionado le dijo: ¿Entonces tú eres Gilberto?
¿El hermano del General Rodríguez Ochoa? Yo
había querido conocerte desde hace tiempo, pues
me han hablado muchísimo de ti y de tu experiencia
en Amazonas”
La convicción política de la necesidad de un cambio estructural
en el país, también condujo a Gilberto en años anteriores a
difundir los ideales políticos del Comandante Chávez. El doctor
Luís Valera cuenta una anécdota del tiempo cuando trabajaban
juntos en CORPOSALUD Aragua y que demuestra la militancia
cotidiana de Gilberto y su identificación política con este proceso
revolucionario:
“...en un acto que hubo en el Colegio de Médicos,
me conseguí a Gilberto Rodríguez frente a su carro,
con la maleta abierta llena de ejemplares del libro
Así habla el Comandante de Agustín Blanco Muñoz,
él los estaba vendiendo y entonces me dijo: -Hay que
difundir las ideas y ésta es una forma de hacerlo-
121
estacionaba su carro en una esquina y ofrecía el
libro, mientras promovía las ideas y las propuestas
de cambio del comandante”
Al llegar al Ministerio, Gilberto tuvo como objetivo principal
humanizar ese monstruo de mil cabezas -como solía llamarlo-
Deseaba profundamente que dejara de ser esa fortaleza
burocrática inaccesible para los ciudadanos, y día tras día,
fue dándole vida a ese edificio que se le mostraba como
abandonado a su suerte, ya el deterioro se dejaba sentir en las
paredes de mármol y los funcionarios se habían olvidado de su
valor patrimonial. Él mismo se reunió con el personal obrero y
los estimuló para lograr una institución coherente con su misión y
así, a los pocos días colocaron plantas en cada piso, limpiaron y
lustraron el bronce escondido por el polvo y el tiempo, a la semana,
había un personal debidamente uniformado e identificado que
brindaba información a cada una de las personas que se dirigían
al Ministerio. Los cambios comenzaron a notarse en los meses
iniciales: era evidente una mayor deferencia en la atención al
público.
María Vale, una periodista que se encontraba laborando en
CORPOSALUD Aragua y a quien Gilberto le solicitó que lo
acompañara en su gestión como asistente, cuenta de aquellos
primeros días de trabajo:
“Los primeros días fueron duros. Para los dos
resultaba una novedad la parte administrativa del
Despacho, nos sentábamos en el piso para revisar
todas las carpetas y reflexionábamos cómo organizar
el trabajo, luego, él en una computadora y yo en
la otra, construimos un primer plan y comenzamos
a llamar a profesionales con conocimientos y
experiencia.
122
centros asistenciales todos los artefactos y enseres de
lujo que encontró.
123
grupos de gerencia por proyectos estratégicos, que respondían a
las necesidades de la gente y no de la institución.
El trabajo realizado por Gilberto en diferentes espacios, hasta
esos momentos, fueron suficientes para conocer al “Monstruo”
en sus entrañas, estaba convencido de que debía darle un vuelco
radical al Ministerio, el cual se encontraba demolido por el
paternalismo, la privatización, la fragmentación y el centralismo.
En los lineamientos político-estratégicos en salud, escritos en
Febrero de 1999 manifestó:
“El Despacho es un monstruo burocrático de mil
cabezas, muy centralista y sin poder real de rectoría
Es un órgano fragmentado y tubular desde el punto
de vista programático. Todavía, en la práctica, el
nivel central se reserva competencias, que en una
gerencia moderna no le corresponden”
En 1999 el Ministerio se encontraba corroído por las reformas
neoliberales, era un caparazón hueco. A pesar de todas las
voluntades, no se producían respuestas, la capacidad de
conducción de las políticas de salud del Ministerio estaban
deterioradas, no se contaba con cuadros técnicos políticos
adecuados, entonces Gilberto enfrentó esa gran dificultad y
se planteó como desafío construir un Ministerio, en el cual las
transformaciones privilegiaran la equidad con eficiencia social,
de acuerdo con los cambios sociales que estaba exigiendo el
país, para así lograr que la salud se convirtiera, definitivamente,
en un derecho social.
Uno de los pasos importantes que Gilberto dio en sus primeros
meses de gestión fue la suspensión de la aplicación de políticas
neoliberales.
Antes del gobierno del presidente Chávez, el Ministerio se
encontraba en las puertas de la privatización, la cual se había
acentuado. Existían diversos mecanismos de cobro sin ninguna
regulación por parte del Estado desde la década del ochenta y la
del noventa, entonces, ordenó la suspensión de toda aplicación
de medidas neoliberales, los cobros y por ende, el lucro por
124
fondos de la privatización de los servicios médicos solapados en
los sistemas de recuperación de costos.
Su experiencia en San Francisco de Asís, La Colonia Tovar, el
leprocomio, los barrios de los cerros al norte de La Pastora -donde
realizaba Educación para la Salud- y Amazonas, fueron realidades
sociales que marcaron profundamente a Gilberto, lo ayudaron a
definir y priorizar claramente los objetivos de su gestión, los cuales
intentaban cubrir las inmensas brechas existentes y se diferenciaban
del sello asistencial del viejo Ministerio. Para él era preciso luchar
por mejorar la calidad de vida de la población perteneciente
a los estratos socioeconómicos más excluidos, fortalecer la red
ambulatoria, particularmente, la atención integral, mejorar la
oferta hospitalaria, profundizar la estrategia de lucha contra las
enfermedades endémicas-epidémicas, especialmente el dengue,
SIDA y la malaria. Además se propuso generar un cambio en
la formación de los profesionales de la salud, aumentar el
financiamiento para el sector y crear un Sistema Público Nacional
de Salud (SPNS) con coherencia y rectoría. Expresó esta propuesta
en los lineamientos políticos estratégicos en salud:
“Se impone de manera impostergable un cambio
cultural profundo que incluya la modernización
del Despacho en base a una redefinición de sus
competencias, la construcción de un sistema
intergubernamental de salud, dentro del contexto
de descentralización, con mecanismo de asignación
de fondos a los estados y redes de establecimientos
bien consensuados, el fortalecimiento de la red
ambulatoria como puerta de entrada al sistema e
instauración de la atención integral en los centros de
1º y 2º nivel para relanzar los programas de salud
pública, la capacitación de los recursos humanos de
hospitales y ambulatorios, así como el impulso a la
investigación”
También en un folleto conmemorativo de los 63 años del MSAS
manifestó:
125
“En estos sesenta y tres años nos encontramos con
una patria profundamente adolorida y saqueada.
La patria es el hombre, sus recursos naturales y
los valores culturales y materiales que hayamos
construido.
126
(vacunaciones, control prenatal, diagnóstico y
tratamiento precoz de cáncer, diabetes, hipertensión,
tuberculosis, enfermedades de transmisión sexual,
entre otros)...”
En el marco de lo estructural se encontraban los cambios
pertinentes a la concepción de financiamiento de los servicios
de salud y también acabar con la separación del Seguro Social y
el Ministerio de Sanidad. Gilberto Rodríguez Ochoa se encontró
con una atención dividida, dirigida para contribuyentes y no
contribuyentes y se topó con un Seguro Social que brindaba
protección sólo a los trabajadores. La seguridad social poseía
problemas de ineficiencia administrativa, desequilibrio financiero,
su cobertura era destinada al sector medio y con una profunda
exclusión de los grupos de más bajo ingreso económico.
El Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) es un
organismo autónomo adscrito al Ministerio del Trabajo a cargo
de la administración de las prestaciones de seguridad social,
salud y seguro de paro forzoso. La incapacidad y deterioro de
la calidad de sus servicios de atención trajo como consecuencia
una gran cantidad de sistemas de aseguramiento privados y
subvencionados por el Estado.
La salud era concebida como un bien individual y esa lección fue
institucionalizada y aprendida culturalmente, lo que impulsó a
la población a buscar la solución de su problema en las ofertas
brindadas por innumerables organizaciones, sin regulación y sin
ninguna relación entre sí. Realmente el Sistema Sanitario poseía
una organización fragmentada e inequitativa, por tanto, era
inaplazable el rescate de la rectoría: Gilberto consideraba como
un aspecto estructural e histórico ir hacia un sistema único de
financiamiento solidario y de acceso universal.
Él estaba conciente de que la unificación no se lograría por
decreto y que existía una enorme brecha entre el sistema existente
y el deseado. En ese camino se logró algún fruto cuando, a partir
del año 2.000, el Seguro Social comenzó a atender a toda la
población; aunque aún lamentablemente mantiene su autonomía.
Su lucha por la integración de los sistemas de salud fue muy
127
frustrante, solía decir a sus compañeros y compañeras que sentía
que había arado en el mar.
La doctora Nora López quien fuera compañera de trabajo en
Aragua y luchadora incansable por la implementación del Modelo
de Atención Integral (MAI) y del Sistema de Información de Salud
del Modelo de Atención Integral (SISMAI) en todo el territorio
Nacional, cuenta las confesiones que Gilberto le hiciera:
“…siento que la integración del Seguro Social, del
IPASME, de Sanidad Militar y PDVSA, es una lucha
encarnada contra muchos intereses y cada vez que
lo planteo retorna siempre un silencio absoluto...
siento que es un desgaste y comprendo que este es
un proceso de transformación difícil y tal vez tendrán
que pasar muchos años para que se cristalice...”
También con respecto al esfuerzo por la integración del Ministerio
con el Instituto del Seguro Social el doctor José Mendoza
expone:
“En muchas reuniones, Gilberto le decía al Director del
Seguro Social: `Vamos a unir estas dos Instituciones,
no importa que se llame Seguro Social con tal de
unirlas`.. Asimismo nos decía a nosotros: `Si tienes
que ceder para integrar, cede pero integra`. Creo
que esa fue una de las marcas de Gilberto, la
integración, por eso su lucha con respecto al cambio
del modelo de atención de salud, la reestructuración
del Ministerio, en cada obra de él, se palpaba esa
preocupación…”
A mediados de 1999 Gilberto logró introducir en la Ley Habilitante
la reforma y reestructuración del MSAS y el cambio de nombre,
el cual llevaba implícito una forma diferente de mirar la salud, la
reorganización de las 16 direcciones generales, la eliminación
de algunos organismos y la fusión de otros. El sueño era avanzar
hacia un nuevo Ministerio, rector de toda la salud de los y las
venezolanos/as.
128
El proceso de reestructuración estuvo motorizado por el deseo de
brindar una mejor atención a la población más necesitada del
país, mejorar los procesos administrativos y encontrar mayores
satisfacciones con la misión de ese Ministerio así como cumplir
con mayor eficacia y eficiencia sus metas, en fin, modernizar esa
institución pública y ponerla al servicio de la gente. Cambios
similares había dado en la vieja Malariología con igual costo de
resistencia por parte de sectores opositores.
Como Ministro, y desde esta visión, le correspondió a Gilberto
instalar la Subcomisión de Salud, instancia encargada de preparar
la legislación que garantizaría la salud de los venezolanos. Uno
de los rasgos más resaltantes de esta Subcomisión es su apertura
pública, interna e internacional.
En el ámbito público se solicitaron propuestas a sectores
involucrados en el tema: a los discapacitados, enfermos de SIDA,
pacientes renales, entre otros.
La apertura interna se refiere a la realización de debates por todo
el territorio nacional para el análisis y discusión de los artículos
referidos al tema de la salud, se hizo un proceso importante
de construcción colectiva de consulta popular, realizada en
sesiones de consultas públicas y de mesas de trabajo, con la
participación significativa de las organizaciones de la sociedad
civil, universidades, direcciones regionales de salud, empresas de
la industria médica y farmacéutica.
El apoyo internacional se refiere a la colaboración de expertos
de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), de
Chile, Brasil, Canadá y España para la revisión y asesorías de
la legislación que se encontraba en proceso de construcción
colectiva.
La Subcomisión de Salud se proponía darle un giro radical con
respecto a la antigua concepción asistencialista, biologicista
y curativa de la salud, la cual debía ser desplazada para ser
asumida como un derecho social y humano, con garantías para
el ciudadano y la ciudadana y la comunidad, dignificando la
calidad de vida y el bienestar social de la población, todo ello
129
enmarcado en el proceso de cambio y transformación nacional,
centrado en la construcción de ciudadanía, sobre la base de la
corresponsabilidad en salud.
Pensar la salud como un derecho social implicaba valorar lo
público, redimensionar lo colectivo, consolidar la participación y
rescatar la solidaridad y el interés permanente por los problemas
comunitarios.
Gilberto no cesaba de hacer referencia a la debilidad de la
Constitución de 1961, en la cual el destino de la salud del
pueblo dependía sólo del artículo 76, que consideraba la salud
como un derecho subvalorado y condicionado a las capacidades
económicas del Estado. Esa crítica permanente lo conducía
a motivar y apoyar el trabajo de los médicos y las médicas,
miembros y miembras de la Asamblea, quienes contribuyeron a
agilizar el proceso de reestructuración del Ministerio.
En todas sus declaraciones por los medios de comunicación,
Gilberto destacaba la necesidad de dejar muy claro, la
responsabilidad del Estado ante la salud del pueblo. Compartía
con el Presidente de la República la avidez de que naciera un
nuevo contrato social de los venezolanos y de las venezolanas.
En 1999 se había iniciado en el país un proceso de transición
política, socioeconómica y jurídica con el propósito de emprender
un nuevo modelo de desarrollo y fortalecer un sistema democrático,
lograr una sociedad más justa y apuntalar la economía
diversificada y productiva en el marco de la globalización.
Durante esa transición el país tomaba nuevos rumbos y se hacía
imperante una nueva constitución: la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (CRBV).
La CRBV plantea un proceso de cambio legislativo, institucional
y también de nuevas estrategias para el logro de los cambios
necesarios, estableciendo las bases para desarrollar la naturaleza
jurídica y el modelo organizativo del sector salud en Venezuela.
La Carta Magna reconoce que la salud es un derecho social
fundamental, parte integral del derecho a la vida y el Estado es
130
su garante. En sus artículos se establece lo que debe hacer el
Estado para garantizar el derecho a la salud, los principios que
deben regirlo, la prioridad que debe dársele a la promoción de
la salud y a la prevención de enfermedades. Se prefigura una
acción gubernamental que corresponda con un nuevo contenido
político, más humano y más social.
Trascendió la mirada más allá del estetoscopio y del bisturí. Se
abrían las puertas para ver la salud fuera del recinto hospitalario.
La Constitución Bolivariana de Venezuela otorgó rango de
derecho social, tanto en lo individual como en lo colectivo y en
el que se encuentra comprometido el derecho a la vida y a un
bienestar social, la salud se vincula con la satisfacción equitativa
de las necesidades sociales y existenciales de la población. Se
daban pasos agigantados, comenzaban a cumplirse los sueños.
El doctor Oscar Feo, uno de los constituyentes, narra la
experiencia:
“Se establecieron mecanismos claramente definidos
para garantizarle al pueblo venezolano el derecho
a la salud, entre ellos: la rectoría del estado en la
conducción de las políticas de salud, el proceso
de participación ciudadana en todos los niveles
del Sistema Sanitario, el financiamiento con un
presupuesto suficiente para cumplir con la política
sanitaria y la creación de un Sistema Público
Nacional de Salud (SPNS) de carácter intersectorial,
descentralizado y participativo, integrado al sistema
de seguridad social y regido por principios de
gratuidad, universalidad, integralidad, equidad,
integración social y solidaridad, cuyo objetivo central
es convertirse en instrumento de las políticas dirigidas
a reconstruir la salud”
Durante el período de Gilberto, se revisaron la Ley Orgánica de la
Seguridad Social Integral, la Ley del Subsistema de Salud, la Ley
Orgánica de Salud y se propuso una reforma general de todas ellas
con una visión de un sistema universal, solidario, participativo, no
131
discriminatorio y como propuesta de transición se planteó que el
régimen de prestación de servicios del Seguro Social se uniera a
los del MSDS con una red ambulatoria fortalecida y estableciera
una concertación para el funcionamiento de los 33 hospitales del
Seguro Social y los 180 hospitales del Ministerio, dentro de un
plan nacional coherente.
Con respecto al elemento organizativo le preocupaba mucho
la segmentación de las direcciones. Es por ello que durante su
gestión muchos entes desaparecieron, entre ellos La Fundación
para el Mantenimiento de la Infraestructura Médico Asistencial
(FIMA). Se enfrentó públicamente a altos funcionarios de esta
Fundación y envió a la Contraloría General una denuncia,
acusando abiertamente a algunos funcionarios de este organismo
de percibir 10% de comisión por cada contrato que otorgaban
para el mantenimiento de la infraestructura hospitalaria. Esta
denuncia aparece publicada en el Diario EL UNIVERSAL del
20-03-1999. Una vez eliminada esa Fundación se garantizó la
labor que cumplía a través de la Dirección de Infraestructura del
Ministerio.
El Suministro de Medicamentos (SUMET) pasó al servicio de
Elaboraciones Farmacéuticas y el Programa de Atención Materno
Infantil (PAMI) se integró al Instituto Nacional de Nutrición. El otro
cambio que logró en esta línea de acción fue convertir al Proyecto
Salud en una oficina asesora, la cual se había constituido en un
Ministerio dentro del propio Ministerio. Se unificó Malariología con
el resto del Ministerio y se fusionó la Dirección de Enfermedades
de Transmisión Sexual y la Oficina de Prevención y lucha contra
el SIDA.
Refiriéndose a la situación que encontró al llegar al Ministerio
y repensando en la necesidad de una reestructuración Gilberto
escribió para El Aragüeño del 6 de febrero de 1999:
“...En una reducida oficina hay hasta veinte
funcionarios que cumplen las mismas obligaciones,
aún cuando esto de `cumplir` sea apenas una
manera de decirlo. No pueden ser destituidos porque
la Ley de Carrera Administrativa los protege, pero
habrá que buscarle una solución a este embarazoso
132
asunto, pues en tiempos de crisis tiene que haber
austeridad aplicable a todos los ciudadanos… Es
que comúnmente en el gobierno, quien llega lleva
sus colaboradores, pero no puede destituir a los
anteriores, de manera tal que el agrandamiento de
la burocracia es simplemente apabullante y no hay
manera, de acuerdo con la Ley, de que puedan ser
dados de baja, enviados a sus casas”
Inducido por esta preocupación Gilberto nombra a un equipo,
dirigido por William Hernández -gerente responsable del proceso
de reestructuración- con la finalidad de simplificar la estructura
y lograr el mejor desempeño del recurso humano. Durante
ese proceso de transformación se simplificó notablemente la
estructura: se redujeron las 150 oficinas a 29, logrando así un
desempeño más flexible y dinámico de la organización, lo que
permitió acortar los tiempos, maximizar el uso de los recursos y
aumentar la calidad de las respuestas. También se elaboró un
reglamento orgánico para señalar las interrelaciones en las diversas
áreas. En fin, todos estos pasos redujeron significativamente la
fragmentación y la hipertrofia que padecía tanto el MSAS como
el Ministerio de Familia.
En 1999 creó la Dirección Permanente de Descentralización,
encargada de fortalecer el Sistema Intergubernamental en Salud,
la cual promovía que los gobernadores, directores regionales
y alcaldes asumieran su responsabilidad y ejercieran su
liderazgo.
Con el firme propósito de abrir la política de salud al campo
social, el 14 de diciembre de 1999 se fusionó el Ministerio de
Sanidad y Asistencia Social (MSAS) y el Ministerio de la Familia,
institución que en gobiernos anteriores se había dedicado a la
asistencia social de niños, niñas, adolescentes y de las mujeres
trabajadoras. Con la fusión pasó a ser el Ministerio de Salud y
Desarrollo Social (MSDS) e integró a todas aquellas instituciones
y organismos que dispersa y aisladamente ejecutaban acciones
involucradas con la salud y el desarrollo social en el país como
eran: la Fundación Centro de Estudios sobre el Crecimiento y
133
el Desarrollo de la Población Venezolana (FUNDACREDESA)
Fundación de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, así
como otros Institutos y organizaciones autónomas y se crea el
Instituto Nacional de la Mujer (INAMUJER).
Del mismo modo, en el marco del proceso de reestructuración
y modernización del Ministerio, fue convertida en Instituto de
Altos Estudios de Salud Pública (IAESP) la antigua Escuela de
Malariología y Saneamiento Ambiental “Dr. Arnoldo Gabaldon”
a fin de contribuir con la formación del recurso humano de
salud y potenciar sus competencias para su desempeño en áreas
estratégicas, en los diferentes niveles del Sistema Público Nacional
de Salud.
Actualmente este Instituto cumple la misión de ejecutar la Política
de Formación de Recursos Humanos (RRHH) del Ministerio de
Salud y desarrolla procesos de investigación a través de estrategias
innovadoras para la toma de decisiones en Salud y Desarrollo
Social. Igualmente contribuye con el diseño de Políticas Públicas
de Salud, impulsando las transformaciones necesarias con la
participación social.
En el proceso de reestructuración, Gilberto no echa al olvido
sus deseos de ver cristalizados los cambios emprendidos por
él en 1994 y fusiona lo que para entonces era la Dirección
General Sectorial de Malariología y Saneamiento Ambiental con
la Dirección de Contraloría Sanitaria y conforma lo que hoy se
denomina Dirección General de Salud Ambiental y Contraloría
Sanitaria.
El nuevo Ministerio de Salud y Desarrollo Social quedaría con
cuatro Direcciones Generales de líneas: La Dirección General de
Salud Poblacional, la de Salud Ambiental y Contraloría Sanitaria,
la Dirección General de Políticas y Planes de Desarrollo Social y
la de Evaluación y Control de Planes Sociales.
Gilberto se planteó el MSDS como una estructura con competencia
administrativa directa en lo relacionado con la formulación de
las políticas sociales, particularmente salud, asistencia social y
laboral. Este nuevo Ministerio estaría integrado por el Despacho
del Ministro y dos viceministerios: Viceministerio de Salud y
Viceministerio de Desarrollo Social, a fin de unir esfuerzos
aprovechando los recursos de cada una de las instituciones
134
involucradas. De igual manera, se creó el Fondo Único Social
(FUS) adscrito al MSDS el cual actuaría como brazo financiero de
la política social del Estado. En las líneas estratégicas del MSDS,
para el año 2001 señaló:
“Asumimos la Salud y el Desarrollo Social como
derecho de los ciudadanos y ciudadanas y su garantía
como responsabilidad del Estado. Para ello nuestras
políticas están dirigidas a mejorar la calidad de vida
y a hacer que la prestación de nuestros servicios sea
eficiente y privilegie a los que por muchos años han
sido excluidos, para alcanzar el equilibrio social”
Poco a poco el Ministerio de Salud y Desarrollo Social fue
incorporando una serie de propuestas metodológicas de abordaje
a la atención de salud bajo un enfoque integral y participativo,
dando prioridad a las acciones de promoción de la salud y a
la prevención de los factores de riesgo a fin de satisfacer las
necesidades sociales de la población y contribuir al mejoramiento
de la calidad de vida individual y del colectivo.
Era un cambio que implicaba una nueva visión de la salud y
con ella, la construcción de una nueva ciudadanía, se requería
de un proceso de formación y toma de conciencia que tanto en
los albores del proceso de reestructuración como hasta hoy, ha
sido muy difícil de lograr. La doctora Alix Bautista, compañera de
trabajo de Gilberto en el Proyecto Salud Aragua señala:
“Desde el punto de vista ideológico el Dr. Gilberto
Rodríguez Ochoa soñaba con ese cambio
profundo en el sector salud. Pensaba que la nueva
institucionalidad debía darse desde el alma de cada
médico, de cada nutricionista, cada trabajador
social y en cada persona del Ministerio de Salud y
de la sociedad”
En su afán por construir esa nueva institucionalidad no tuvo
descanso. Recorrió todo el territorio nacional implantando el
Modelo de Atención Integral y los sistemas de información, la
red ambulatoria experimentó un cambio radical mediante el
establecimiento de este modelo, privilegiando así los aspectos
preventivos, de medicina anticipatoria, de diagnóstico y
135
tratamiento precoz, sin cita previa y con un enfoque familiar de
hábitat, educación y saneamiento ambiental; promoviendo la
participación ciudadana, rescatando los programas bandera de
salud pública.
El doctor Ely Saúl González, quien fuera el Coordinador del
Proyecto Salud recuerda:
“No fue tarea fácil la implantación del MAI. Hubo
resistencia por parte de algunos funcionarios/as
locales y más aún por parte de los altos funcionarios/
as del nivel central, era la primera vez que un estado
se convertía en el protagonista de los cambios. Se
había hecho cultura que el Ministerio bajara las
normas e implantara los programas, pero durante
esta gestión siempre tomó las experiencias regionales
exitosas como referencia para el resto del país.”
136
fue la red de comunicación de Mérida, la cual
fue asimilada en Aragua logrando que todos los
ambulatorios pequeños o grandes tuvieran una red
de comunicación de radio y de computación”
137
El 15 de diciembre de 1999 fue un día importante para la
historia venezolana: se aprobó la nueva Constitución, fue una
alegría que no pudo celebrarse, a causa del luto que impuso
la tragedia de Vargas. Simultáneamente una gran parte del
territorio Nacional sufrió la embestida del desastre natural,
las inundaciones y aluviones, acompañados de piedra y lodo,
afectaron a ocho estados. Esta tragedia fue considerada por la
Organización Panamericana de la Salud como uno de los peores
desastres del continente americano. Entre los estados afectados
estaban: Vargas, Distrito Federal, Miranda, Falcón, Anzoátegui,
Nueva Esparta, Zulia y Sucre.
Debido al temor de la aparición de grandes epidemias Gilberto
decretó, por tres meses emergencia epidemiológica en el país y a
raíz del desplazamiento de los damnificados por todo el territorio
nacional y los cambios climáticos, en enero de 2000, la prolongó
a tres meses más.
Por todo el país se difundieron las medidas preventivas que debía
tomar la población.
Con respecto a la tragedia publicó en un artículo denominado
“Infiernito” en EL UNIVERSAL, el viernes 4 de febrero de 2000:
138
El MSDS ofreció respuestas oportunas y participó activamente tanto
en la atención inmediata a heridos de distinta gravedad, labores
de saneamiento ambiental, prevención de endemoepidemia y
asistencia a los damnificados, a través del FUS, la solidaridad de
muchísimas organizaciones sociales y de la Comisión Nacional
de Emergencia (CONACEM).
El presidente de la Organización Mundial de la Salud (OMS),
George Allyene, destacó la labor del MSDS en el trabajo de
prevención de epidemias a propósito de la catástrofe y elogió la
no aparición de ninguna epidemia.
Durante su gestión también enfrentó la inmensa deuda quirúrgica
que había heredado a causa de la ineficiencia y desmoronamiento
del Sistema de Salud; y estableció convenio con Instituciones
privadas, particularmente con El Hospital de Clínicas Caracas,
Hospital San Juan de Dios y el Hospital Militar; contribuyendo a
resolver la situación de cardiopatía congénita quirúrgica, de la
cual eran mayoritariamente víctima los niños de los sectores más
excluidos de la sociedad.
Realizó innumerables encuentros de reflexión con autoridades
de las universidades del país a fin de revisar la visión curativista
y biologicista de la formación médica, pues las pasantías eran
realizadas en hospitales de tipo IV (tercer nivel) predominando
siempre los eventos finales o avanzados de las enfermedades
de mayor impacto en salud pública (cáncer, cardiovasculares,
materno infantil, accidentes y violencia) Martha Chacón Directora
de Docencia e Investigación en el Ministerio indica:
“Gilberto propuso permanentemente, encaminar el
rediseño curricular de pregrado, para que tuviera el
mayor peso de la formación en los ambulatorios de
Atención Integral, a fin de que realizaran medicina de
diagnóstico precoz, así como acciones preventivas
de 1º y 2º nivel. Se creó una Comisión Nacional,
encargada de impulsar ese cambio curricular
conjuntamente con los decanos de las Escuelas de
esa área”.
139
Fue el primer Ministro de Salud que le propuso a la Academia
Médica analizar los beneficios de las distintas modalidades
terapéuticas que no se enseñan en nuestras universidades, pero
que han ganado un espacio en materia de salud como son: la
Acupuntura, Medicina Naturista, Medicina Tradicional Indígena y
otras; teniendo como base la medicina basada en evidencia.
Mejoró notablemente el acceso a los medicamentos, fortaleció
la política nacional de medicamentos e incrementó la cobertura
general del Programa SUMED de 600 mil beneficiarios en 1998,
a 2 millones en el 2000.
Con la acción mancomunada del Plan Bolívar 2000 y los
gobiernos regionales, el MSDS logró recuperar la estructura
física de los hospitales: limpieza, recuperación de áreas verdes y
labores de pintura entre otras.
Durante la gestión de Gilberto se produjeron mejoras sustantivas
para los trabajadores de la salud, materializadas en salario y
condiciones de trabajo de los/as médicos/as, nivelación de
sueldos al resto de los profesionales de la salud y se disminuyó
la conflictividad laboral que se había hecho ingobernable y
generaba frecuentemente suspensiones de trabajo en los centros
hospitalarios.
El 2 de septiembre de 2000 Gilberto Rodríguez Ochoa y Jesús
Méndez Quijada, Presidente de la Federación Médica, firmaron
el contrato colectivo que mejora la condición laboral de los
profesionales de la medicina. Gilberto había aprobado el aporte
de 500 millones de bolívares para atender la necesidad de los
galenos. Los trabajadores de Salud por primera vez comenzaron
a recibir la cancelación de la Ley de Programa de Alimentación,
a través de la cesta ticket. En enero del año 2001, antes de dejar
el Ministerio, Gilberto firmó un aumento salarial del 16 % para
los médicos y médicas.
Por primera vez en la historia de la salud pública, el artículo 34 del
Anteproyecto de la Ley Orgánica de Salud consagra el derecho
a una muerte digna cuando se sepa que el paciente está en su
fase terminal, lo cual permite la oportunidad de rechazar una
140
prolongación innecesaria de su vida. Gilberto Rodríguez Ochoa
defendía vehementemente el derecho a bien morir, por ello se
enfrentó a la iglesia y a los grupos sociales más conservadores,
esta lucha fue bandera de manipulación de sus opositores.
Otro de los aspectos que lo enfrentaron a la iglesia y a grupos
sociales conservadores fue su postura contra relaciones sociales
no igualitarias. Fue un Ministro que mantuvo una mirada diferente
hacia los problemas de salud de la mujer y se mantuvo denunciante
de un modelo médico que reprodujo y perpetuó, a través de su
práctica, estereotipos creados culturalmente, que generaron
valoraciones discriminatorias y situaciones no equitativas para
las mujeres. Por ello se preocupó por la situación del aborto, la
muerte materna, brindar atención integral a la mujer, el derecho
de la mujer a elegir el número de hijos, el derecho de ésta a elegir
alternativas anticonceptivas; y también colocó en la palestra la
alternativa de la vasectomía como medio anticonceptivo, el cual
ejemplificaba a través de su experiencia personal.
Trabajó arduamente con representantes de la OPS para buscar
alternativas contra el tabaquismo. El 19 de junio de 2000 el
Ministerio de Salud y Desarrollo Social produjo una Resolución
mediante la cual prohibía fumar en todas las áreas de la salud,
y en otros sitios públicos. De igual manera, la Ley de Salud
contemplaba la prohibición de la publicidad del tabaco y sus
derivados por cualquier medio de comunicación así como la
publicidad de bebidas alcohólicas por radio y televisión.
La eutanasia, las alternativas anticonceptivas, el antitabaquismo
fueron asuntos ajenos a otros ministros, en cambio para Gilberto
pasaban a ser trascendentales por su condición de hombre con
una gran sensibilidad humana y una visión integral de la vida y
de la salud.
Gilberto fue uno de los m inistros que más interactuó con los medios
de comunicación, todas las semanas -según sus compañeros/as
de trabajo- él enviaba un artículo de prensa. En uno de ellos,
publicado en EL UNIVERSAL, el jueves 29 de Abril de 1999 invitó
a los comunicadores a contribuir con el proceso:
141
“Invito a los comunicadores comprometidos con
el destino de la patria nueva y no con el ominoso
pasado, a que contribuyan con la pluma, la voz o la
imagen, a la reconstrucción del país, para nosotros,
nuestros hijos y los hijos de ellos.”
Pero también fue duro y preciso frente a la actitud de los medios
de comunicación, por ejemplo en un remitido que hizo en El
Nacional el miércoles 12 de Abril del 2000,expresó:
“Por cierto, señores de El Universal y 2001: Un Sistema
de Salud digno, requiere INDISPENSABLEMENTE
que los medios de comunicación masiva DEDIQUEN
DIARIAMENTE UN PORCENTAJE IMPORTANTE DE
SUS ESPACIOS PARA IR ELEVANDO LA FORMACIÓN
Y CONCIENCIA CIUDADANAS EN TORNO A SU
SALUD INDIVIDUAL Y DE LA SALUD PÚBLICA. Por
eso les pregunto ¿CUÁNTO ESPACIO DEDICAN
USTEDES DIARIAMENTE AL BIENESTAR Y SALUD DE
LA POBLACIÓN VENEZOLANA?
Esos logros del MSDS en tan corto tiempo, demuestran la lucha
infatigable de Gilberto Rodríguez Ochoa por la conquista de un
Sistema de Salud más humano e incluyente; su batalla frontal
contra la corrupción y el clientelismo así como su permanente
irreverencia ante una cultura conservadora.
Su compromiso se centró en generar los cambios que el país exigía,
se empeñó en conocer y sentir las necesidades de las regiones
desde su propia voz y en sus propios escenarios geográficos.
Exhortó permanentemente a los ciudadanos/as a participar y
realizar contraloría social. Su combate siempre fue por el rescate
de lo digno, lo justo, lo recto y lo noble que merecemos todos y
todas los y las venezolanos/as.
Empuñó sus armas contra una sociedad patologizada, lo que
abrevió en su máxima:
La peor enfermedad es la vida que llevamos.
142
El Dr. Oletta hace entrega a Gilberto de su cargo como
Ministro de Sanidad y Asistencia Social, 1999.
143
Gilberto compartiendo ideas con el Presidente de la República
Bolivariana de Venezuela Comandante Hugo Chávez Frias.
144
145
Firma de Acuerdo para el pago de Bono Único.
146
Encuentro de familias dignificadas del estado Vargas.
147
En Zea, estado Mérida, inaugurando una Unidad de Atención
Integral.
148
Gilberto realizando campaña educativa
sobre el uso de los Tapapipotes.
149
Con Fidel Castro.
150
151
Capítulo 6
Aguirre: Un castillete
para los sueños…
Ernesto Sábato
C uando Gilberto regresó de Amazonas comenzó a entretejer
nuevos sueños y con sus hijos inició la búsqueda de otro
espacio donde pudiese volver a convivir con la naturaleza. Con
el dinero que recibió de la parcela que vendió en Amazonas,
compró un terreno en Aguirre, en el estado Carabobo, pueblo
tradicionalmente agrícola que antiguamente fue un territorio
poblado por agricultores canarios y sevillanos, quienes desalojaron
a los indios jirajara en una lucha que tomó casi un centenar de
años. Se dice que algunos de estos moradores eran oriundos
de Villas de Aguirre en las Islas Canarias y bautizaron con ese
nombre su nuevo espacio en recuerdo a aquel terruño natal que
había quedado más allá de los mares.
Gilberto emprendió las bases de una pequeña casa mientras
trabajaba en la Dirección General de Salud de CORPOSALUD en
el estado Aragua y en épocas propicias esparcía semillas en esa
tierra fértil, pero sus múltiples ocupaciones laborales amenazaban
con impedirle culminar su sueño. Andrés Eloy recuerda los inicios
de esa experiencia:
155
“…mi papá comenzó a construir esa casa cuando
trabajaba en CORPOSALUD, durante un tiempo
estuvimos buscando terrenos y vimos muchos, hasta
que por fin encontró ese de Aguirre y le gustó, por
la bondad de la tierra y el buen precio que logró; mi
papá creyó que era muy buena para hacer lo que
más deseaba: volver a sembrar.
156
El domingo 21 de enero de ese mismo año aparece un gran
titular en EL UNIVERSAL: “Prefiero morir en un hospital que vivir
en una clínica” como parte de la entrevista que le hiciera Ernesto
Villegas Poljak, en ella informó su retiro del Ministerio de Salud y
Desarrollo Social.
Gilberto decía en esa entrevista que ya había hablado con el
Presidente de la República y que le había manifestado su necesidad
de retirarse y explicaba al respecto:
“...Este proceso requiere que el vehículo vaya a una
velocidad constante, porque el país está muy mal.
Nueve millones de personas en pobreza crítica es
una emergencia. Este es el Ministerio más exigente,
no hay domingos ni vacaciones. Más aun: cuando
los demás tienen vacaciones; más trabajo hay. Para
mí esto es una carrera de relevo. El corredor tiene
muchas exigencias”
Y cuando el entrevistador le preguntó si estaba cansado Gilberto
responde:
“Siento que debo ser relevado. El proceso requiere un
nuevo impulso, un nuevo brío, pero que mantenga el
sentido de la carrera. La otra razón es que el mismo
tren de exigencia altera la salud. El organismo
empieza a sufrir, a sentir el desgaste”
En la misma entrevista dio a conocer su proyecto de vida y expresó
su necesidad de descansar un tiempo y retomar la construcción
de su casa en Aguirre. En marzo de ese mismo año, al dejar
el Ministerio, lo primero que hizo fue ocupar esa estructura, sin
ventanas, ni puertas y sin ningún acabado en su construcción.
Allí comenzó, ladrillo a ladrillo y al lado de sus hijos, a cristalizar
sueños: construir una nueva casa y ser campesino.
Luís Valera, quien trabajó en CORPOSALUD con Gilberto y
compartió muchas experiencias a su lado cuenta una anécdota
que revela ese sueño:
157
“En una oportunidad, los dos realizábamos un taller,
cuya finalidad era cohesionar aún más el equipo y
vislumbrar las metas, planes y perspectivas de los
funcionarios de esa Corporación; la facilitadora
realizó una dinámica que fue muy reveladora: ella
nos entregó a cada uno una hoja en blanco y nos
preguntó cómo nos visualizábamos y qué soñábamos
ser dentro de esa organización. Cada quien escribió
como se veía y el cargo que deseaba y otras cosas
que hoy no recuerdo. Gilberto sencillamente expresó
que él quería ser campesino. Yo creo que ese deseo
siempre lo aplazó debido a su compromiso político
y social con el pueblo. Estoy seguro que él nunca se
imaginó que sería ministro”
Gilberto visualizó en Aguirre el espacio ideal para realizar ese
sueño de ser campesino; de vivir placentera y tranquilamente la
vida; disfrutar del aire puro; estar en contacto con la naturaleza,
alejado del ruido y dedicarse a la labranza de la tierra. En uno de
los manuscritos que hiciera allá expresó:
“No recuerdo si hoy es 6, 7 u 8 de Marzo. Si sé que
hoy es jueves del 2001. Pero lo que sé es que es mi
primer amanecer y siento que vendrá un sinnúmero
de cuestiones de importancia trivial para el mundo
y para mi amado país, pero para mí serán ataduras
agradables, placenteras, que me merezco después
de tantos años (45 conté en estos días!) tratando de
lograr un sistema de esperanza para la mayoría del
pueblo venezolano.
158
“...Yo creo en los relevos y así lo dije en Miraflores
el día de mi despedida, he cumplido. El Presidente lo
confirmó: `Gilberto, cumpliste. El juramento decía
que si cumplías la Patria te premiaría. Pues bien, te
vas premiado! Me honro en haberte conocido, en
haberte tenido como Ministro!
159
En esos tiempos compró una fuente y le instaló el agua y
electricidad; en ella colocaba trozos de frutas varias para que los
pájaros llegaran allí. En una de esas hojas sueltas que escribió
en Aguirre narra:
“...hoy fue un día especial en materia de pájaros.
Después que hablamos fui a ponerles los cambures y
pedacitos de naranja. Pues bien: al rato comenzaron
a llegar azulejos, carpinteros, picos de plata,
paraulatas, Cristofué... y de pronto, llegó un
perico hermoso y relativamente grande: pico corto,
encorvado, cabeza, cara y cuello amarillos con unas
manchas negras en las mejillas.
160
guayuco y sin más utensilios que los que construyera
con palmas, cocos y otras cosas que le brindara el
medio; de verdad creo que eso es lo que Gilberto
pudo haber querido hacer en la vida.”
Carlos conocía bien a su hermano, pues cuando Gilberto se fue
a vivir en Aguirre regaló a un mendigo toda su ropa - la cual
siempre usó, más por presión de familiares y amigos/as que por
convicción- y compró cuatro franelas blancas, unos pantalones
de caqui, unas alpargatas y un sombrero de cogollo.
Su hijo Levy contó la anécdota de un día cuando Gilberto
estaba limpiando la maleza frente a la casa y vestía el pantalón
de caqui, la franela blanca y el sombrero de cogollo: un carro
oficial del Ministerio se detuvo y sus ocupantes preguntaron por
el Dr. Rodríguez Ochoa, si lo conocían o sabía cuál era su casa,
entonces él les dijo que vivía dos cuadras más arriba y los señores
subieron, luego Gilberto esperó que bajaran y después de
hablar con ellos, todos se rieron por su ocurrencia.
Sus hijos/as recuerdan con ternura la primera cosecha de café,
cuando los /las invitó a participar en el proceso de desconchar,
tostar y moler el café. Estuvieron hasta la media noche en
esa faena para luego saborear cada sorbo, disfrutando de la
contemplación de las estrellas, mientras Andrés Eloy tocaba la
bandola.
Así fue sembrando diferentes plantas y otros frutales que eran
irrigados por la red de agua que enmarañadamente solía hacer
Gilberto. Maritza, su esposa cuenta:
“La afición de Gilberto, además de construir, era
la siembra; siempre creí que esa era una forma
de relajarse. Aún siendo Ministro, en algunas
oportunidades él iba para Aguirre y tomaba una
escardilla y empezaba a abrirle zanjas a la tierra.
En el tiempo que él estuvo en Aguirre después de la
jubilación sembró y cosechó repollitos de Bruselas,
quinchonchos, diversas frutas y hoy existe un cafetal
gracias a su esfuerzo y perseverancia”
161
Era un militante ecologista:
Una vez Gilberto contó que durante el primer mes que estuvo en
Aguirre y antes de instalar la red de agua de su casa, iba todas
las mañanas a buscar agua con un envase plástico hasta una
pila pública que había en la calle principal del pueblo. Un día
uno de los moradores lo reconoció como el Ministro de Salud
del gobierno del Presidente Chávez y entonces se corrió la voz y
al día siguiente, cuando fue a buscar agua lo estaba esperando
una multitud de personas para enviarle mensajes al Presidente y
le manifestaron su extrañeza porque un hombre que había sido
Ministro, hiciera también la fila para proveerse de agua.
Otra de las rutinas que hizo Gilberto en ese corto tiempo que
disfrutó de Aguirre fue recorrer caminos en búsqueda de especies
florales para sembrar en su parcela y construir un jardín para la
contemplación y la serenidad.
En Aguirre, guardadas en una caja de madera que alguna tarde
hizo con sus manos, encontramos unas hojas de lo que tal vez
fuera un diario y en ellas escribió:
Domingo
162
Realmente es placentero hacerlo. Son matas que yo
sembré muy pequeñitas, las cuidé, regué, les hice
surcos, las aboné con ceniza, etc. Ahora, es una nota
verlas tan bonitas y cosecharlas: se van arrancando;
vaina por vaina, casi arrastrando la mano, como
encerrando la rama entre el pulgar y el índice y te
vienes arrancando las frutitas poco a poco, desde
la base de la rama hacia la punta, procurando no
apretar mucho con los dedos para no desprender los
asientos florales, que son como pedúnculos cortos
entre los frutos y la rama.
163
aprovechamiento... Luego será despulparlo, lavarlo,
secarlo, tostarlo, molerlo, y tomarse el cafecito,
hecho totalmente en casa.
164
cambiaría el curso de los sueños tejidos en ese castillete, pues al
día siguiente, Gilberto Rodríguez Ochoa moriría en un accidente
de tránsito ocurrido en la encrucijada de Carabobo, en dirección
al Municipio Bejuma de esa entidad.
Para todos fue muy doloroso, pues significó la pérdida de un
amigo muy querido, un hombre comprometido y honesto, un
hombre íntegro.
Durante toda su vida Gilberto trató de construirse como hombre
nuevo, nunca tuvo apego por las cosas materiales, no tuvo afán
consumista, ni tampoco vivió para el qué dirán. Creemos que
él puede representar un modelo de dignidad, de honradez, de
trabajo y de sencillez para las nuevas generaciones.
Trabajar la tierra quizás representaba para Gilberto arrancar la
maleza, llegar a las raíces, de manera que la diferencia entre lo
real y lo ideal desapareciera. Era una forma de reencontrarse
con su existir, atarearse para enfrentar lo que para él encarnaba
lo absurdo y lo angustiante. Era una manera de buscar refugio
en la tierra, en las plantas y en el agua; todos ellos elementos
naturales, fuentes de energía, para así construir una nueva
pasión por una forma de pensar, amar, crear, sentir. Quizás lo
que quiso fue sembrar la esperanza de un mundo posible donde
prevaleciera la justicia.
165
Gilberto disfrutando de su nieto Camilo y de sus otras
cosechas en Aguirre.
166
“Papá mis múltiples compromisos laborales me impidieron participar
de este libro, y desde este espacio quiero expresarte mi profundo amor.
Yuruani”.
167
Ayarí con sus amigas en frente a la casa de Aguirre.
168
Capítulo 7
Poemas, cartas, notas
y algo más...
Obra inédita de Gilberto Rodríguez Ochoa
170
Poemas
Ya ni cerca estamos
¿Tú y yo,
distantes?
¿Nunca!
Oye:
ni siquiera cercanos,
que sería estar tan lejos.
173
Pregunto...
¿Qué tanto busco en el aire,
en la noche, en el sol, en la tierra,
en el agua, en el monte,
en el movimiento de aquello borroso,
o quizás en mis propios ojos?
¿Qué busco?
¿Qué quiero encontrar, o ver, o tocar, sentir?
¿Será a ti, acaso?
Pero...
¿Estás lejana o tal vez cerca?
¿O es que estás en mí?
174
Para curar tu herida
Del amor que por mí sientes
guarda un pedacito
en una caja fuerte,
y sin pensar en el mañana,
con el resto de ese amor
¡ámame tierna y dulcemente!
Y si quisiera la suerte
que tu amor muriera
y lo arrastrara cualquier brisa
¡Abre la caja
y luego quema mis versos
porque ya habrán muerto
y los muertos sin amor inspiran risa!
175
Si muero antes de ti
Si muero antes de ti
¿Qué te gustaría hacer conmigo?
Yo te acostaría en el llano
desnuda,
donde haya más tierra,
y con la primera lluvia
te convertiría en pantano.
Y después,
abiertos mis brazos,
gritaría al cielo:
¡lluvia!
aquí estoy, desnudo,
¡aprovecha!
muerde toda mi piel
mis cabellos y mis uñas.
Lluéveme en la boca
y en los ojos
y todo mi cuerpo inunda.
¡Y desháceme
como a un pedazo de tierra!
176
Siento pasar la borrasca
Está pasando. Lo oscuro se está yendo. Y quedas tú, quedo yo.
Como fuimos. Como somos. Como seremos.
¿No estaba nuestra solidaridad por encima del tiempo?
¿Es posible romper este aire
que nos acompaña en cada
pedacito de los ojos, del tacto,
del oír, del pensar, de todo?
177
Angustia
Hoy amaneció gris
o mis ojos están nublados.
Ni siquiera escuché los pájaros,
los amigos que temprano me visitan
¿Qué se habrán hecho?
¿Estarán enfermos, acaso?
¿O me vieron triste
y callaron su canto?
Siento como un miedo frío, oscuro, hondo
que hace temblar mis carnes.
Mi escritura da saltos
como mi corazón,
y los trazos se me enredan
Como piernas de un borracho.
Y mi voz no es mi voz
y ni siquiera es tal.
¡Más bien parece llanto!
Mi estómago es un largo mordisco,
doloroso
Y todo mi cuerpo se está volviendo hueco
¡Oh tiempo!
¡Devora mi vacío, te lo ruego,
y ayúdame a cubrir de nuevo
mi esqueleto!
178
Quiero
Quiero cosas
que conocer quiero,
que se agitan
como dioses
o fantasmas
en todos mis rincones
desde el llanto
primero de la tierra.
Una herida,
una sombra
que me diga
donde está la luz,
Un papel
pequeño
escrito por tus ojos
para acariciarlo viéndolo
y verlo, verlo
entre mis dedos
temblorosos.
179
De ti quiero
la lluvia
de dos carbones
ardientes, con la que lavas
tu náusea
y ves miserias
y dónde atesoras
hermosas esperanzas
en su brillo insatisfecho,
O liberar al sol
aprisionado
en tu piel
y tu mirada,
O ensartar
las cuentas
de tu risa
y hacerle un collar
a mi angustiada boca,
O acaso salvar
a un niño
que se muere...
Quiero
tus carnes infinitas
de aromas
y canciones
para hacer bellos poemas
y tus huesos quiero
para que no mueras.
Quiero
los arpegios
dorados
de tu incendiaria sangre
por tu mordiente boca
y por cada dedo
de tus manos adorables
180
y por tu inundado
hermoso vientre,
y que me lleven a ti
de nuevo,
a conocer el espacio de lo eterno.
Ojos y conciencia
cerrados
en la más oscura
y fría
profundidad
del mar,
en una espantosa
soledad
con ese calor
de desconocido origen.
En fin!
quiero no querer sentir
de nuevo
el frío
del fondo
de las cenizas del tiempo:
¡su comienzo!
Pero...
¿Qué busco en ti?
¡Nada!
Sólo soy
la universal búsqueda
de siempre:
una flor
un beso
una sonrisa
¡me da igual!
181
Hermana soledad
Solo,
celebro las cosas más tontas,
incluso el corte
de una flor.
182
Somos
Somos la huella
de efímeros pasos
que eternamente
otros caminantes
tallarán al paso de las olas...
O somos la espuma
del agua
que nace en nuestras bocas
cuando lucha contra el viento,
183
o somos el calor
y el olor
y la encantadora música
de fuerzas
que se enfrentan
en última contienda
con fuego de soles
que se abrasan
y aroma de cuerpos
compartidos
y de profundas voces
lastimadas
sus gemidos...
O somos, amor,
el rocío
de sudorosa piel
aunque no llegues,
y el corazón sobresaltado
cuando vienes....
184
Somos una fiesta
en cualquier playa
con parejas de piedras
y de algas,
y de vueltas
que se besan con el agua
y con la arena...
O eres
mis rodantes lágrimas
que te despiden
sin verte
y que gritan
y te llaman,
a solas...
¡Vuelve! ¡Vuelve!
185
Canto al campesino
¡No laves tus manos
campesino
que no están sucias!
¡Tienen la limpieza más perfecta!
Conoce tu fuerza
Hermano de mi alma.
Tienes el poder universal que encierra
en un solo puño el alfa y el omega.
186
Y los lamedores de la bajeza
Y los demás.
Los ascensoristas,
Los tipos que más saben de la vanidad.
¡Ellos conocen que al subir
siempre se baja
y que todos los de arriba son idiotas!
187
¿Pero sabes acaso, campesino
quienes no morirían?
Si tus manos detienes,
las mariposas seguirán volando
y los pájaros
y el polen
y el viento los ayudaría.
¡Y no moriría el hombre
porque vives tú
y tú eres la llama que da vida,
y más que ella, eres la vida misma!
188
Cartas
Querida amiga Syrius:
191
Querida Aura, “Aura Rosa”:
192
como pesada carga? Más aún: la inseguridad expresada así tan
fácilmente, ¿no es todavía muy superficial? ¿No es necesario cor-
tar más hondo para llegar más cerca del nudo central?
¿De dónde vienen el temor a la muerte, la falta de una profunda
solidaridad con la vida, con la pareja, con los seres humanos, la
sensación de que hemos actuado de manera incompleta, bien
con nuestros hijos, la tentación por la fama y el poder, la falta de
sencillez, la serenidad para caminar tranquilos?
Somos víctimas de un mundo de competencias, de un mundo que
nos enseñó desde pequeños a comparar: esto es mejor que eso;
aquello es más grande que lo otro o tal cosa es más bella que
esta otra, pero no nos enseñó, como debiera ser, a encontrar el
bien, la grandeza, la belleza, en lo profundo de las cosas. No
nos enseñó que ser ricos es sentir el mensaje de una flor o com-
partir el vuelo de un pájaro, caminar bajo la lluvia y ser parte de
ella. No nos enseñó que las palabras son camisas de fuerza, que
a veces se quedan cortas para expresar lo que sentimos.
¿Qué es la palabra amor? ¿Cuántas cosas no lo han deforma-
do, idealizado o desviado? ¿No limita ella, ó lo que “sabemos de
ella”, nuestra propia búsqueda?
Podemos dejar de lado la palabra amor y tomar la palabra so-
lidaridad, que es tan humana, tan sencilla, tan humilde. ¿Cómo
ir construyendo un camino de solidaridad, que haga de la vida lo
que debe ser: una hermosa aventura?
Si por ejemplo amo a una persona, y me engaña, ¿por qué no soy
solidario con su búsqueda? ¿Por qué no trato de comprenderlo
y ayudarlo a aclarar su camino? ¿Por qué atormentarlo más?
¿Es acaso venganza? ¿Por qué vengarme? ¿Es que amamos la
vida y los seres sólo cuando nos pertenecen? Es decir, cuando mi
ego está satisfecho ¿o los amamos porque tienen virtudes que
admiramos?
Hoy quiero decirte que te admiro mucho desde hace años. Eres
una gigante. Pero no te hagas la fatal pregunta ¿por qué muchos
no ven que soy gigante? ¡¡No!! La mayoría de la gente camina un
193
trecho muy corto de la vida, aunque muera de 80 años.
Acércate a tus hijas. Primero con una. Después con otra. Conver-
sa con ellas en paz, con el corazón alerta. Pídeles perdón por los
errores que puedas haber cometido y por los de Henry.
Enséñales que también somos seres en formación y por tanto sus-
ceptibles de equivocarnos. Enséñales que muchas cosas han sido
útiles, placenteras, satisfactorias, en el proceso de esa formación.
Enséñales que frecuentemente vivimos angustias por ellos. Diles
que ustedes necesitan ayuda. Que los hijos deben también ayu-
dar a los padres a formarse.
Si es tiempo de cosecha,
de descorrer los velos
de quemar las máscaras.
Si es tiempo de que aquel
y yo
seamos lo mismo,
de sonreír tranquilos,
de caminar con calma.
Es tiempo de cosecha.
194
Querido hijo Andresito:
Gilberto
Pto Ayacucho 12/04/83
195
Andresin:
196
• Un pasaje por avión Puerto Ayacucho – Maiquetía. Están a
nombre mío pero dile a Antonio que lo arregle en Avensa
con la hija de Jaime Rivero (te anexo una cartica para Jac-
queline, así se llama ella).
Puedes venirte el sábado 25 y reservar regreso para el martes
28 cuando llegues al Aeropuerto de Maiquetía. No lo olvides,
Reserva porque mucha gente regresará ese día.
De los dos libros, uno es La Juambimbada, de Andrés Eloy Blan-
co. Muchas de esas poesías vale la pena leerlas (Tu tocayo A. E.).
El otro es Cuatro Gigantes del Alma (el miedo, la ira, el amor, el
deber), del psicólogo Emilio Mira y López, fallecido hace muchos
años. Creo que era Argentino. Tiene cosas interesantes. Espero
que te guste también.
Trata de llamarme en la noche. Pero al menos escríbeme algo. Te
envío Bs. 1.000,00 para el pago de Domesa. Un abrazote y un
gran beso. Te queremos mucho, todos tus hermanos siempre pre-
guntan por ti y lamentan que no pueden llamarte por teléfono.
Saludos a Violeta, Antonio, Sra. Rosa, José Vicente, Nieves, Pe-
dro, Jesús Ramón, Walter, etc.
Hasta pronto.
GRO
Turmero 11/02/95
Gilberto y Levi:
197
Una de las cosas que debemos aprender en la vida es que toda
razón es relativa. Que no hay verdades definitivas. Y que es un
error creer que uno tiene la razón de manera segura. Sobre todo
ustedes, que están “empezando” a conocerse a si mismos, y em-
piezan a conocer a los demás, deben tener cuidado de no apre-
surarse en asegurar cosas o juicios sobre nadie. Vean, observen,
reflexionen. Y si pueden, callen. O si van a dar una opinión (a su
mamá, a mí, a sus hermanos, a sus familiares, a sus compañeros
de estudio, sus profesores, sus amigos, sus vecinos/as), háganlo
con mucha prudencia, con mucha humildad, siempre pensando
que no tienen toda la razón, y que incluso probablemente pue-
dan estar totalmente equivocados.
¿Cuántos errores he cometido yo? Muchos. Pero eso no es lo que
importa. Lo que importa es nuestra actitud para reconocerlos,
para reconocernos, para la autocrítica que nos permita avanzar,
que nos permita día a día conquistar los grandes espacios vacíos,
salvajes, oscuros, que los seres humanos tenemos adentro.
Pronto nos veremos. Si sienten algún día la necesidad de escribir-
me, háganlo. Estamos juntos, a pesar de la distancia.
Sé que difícilmente comprenderán, al menos en parte, esta de-
cisión mía de venirme para una zona del país donde se puede
vivir con más tranquilidad, en mayor contacto con cuestiones
demasiado importantes para mí, como son la naturaleza y un ser
humano más solidario. Ya oportunamente iremos conversando
eso, en detalle, y con tranquilidad.
Por favor, piensen en la gran responsabilidad que los dos tienen
en esta época. Responsabilidad con ustedes mismos, en particu-
lar (formarse para la vida); y la responsabilidad que tienen para
con su mamá y sus hermanos.
Jueguen con Andrés, aunque no le consientan pendejeras. Pero
no le peguen. Si deben reclamarle algo, lo llaman aparte y se lo
dicen seriamente y con cariño. El irá comprendiendo.
Levi: trata de ver en Ayarí aspectos muy positivos que ella tiene.
Sé que ella te quiere y es necesario que hagan esfuerzos (más tú
198
que ella) para superar algunos obstáculos tontos que en algunos
momentos los han enfrentado. Dicen que son cosas de mucha-
chos, pero que es necesario darse cuenta de ellas y superarlas.
Nos veremos pronto. Probablemente pasemos aquí juntos las va-
caciones. Se traen sus corotos de bucear y pescar. La pasaremos
muy bien.
Hasta pronto. Los quiere:
Gilberto
Pto Ayacucho 15/05/83
199
Capítulo 8
Desde la nostalgía
y el recuerdo
203
Al finalizar bachillerato Gilberto y yo nos separamos: él se que-
dó en Caracas y yo me fui a Mérida. Cuando murió su padre,
Gilberto debió estudiar de día y trabajar de noche para ayudar
a cubrir los gastos de su hogar. En vacaciones nos reuníamos y
compartíamos lo que estudiábamos.
En una oportunidad fuimos a estudiar y luego a almorzar en el
restaurante de la UCV. Las mesas estaban llenas y al despejarse
una de ellas nos sentamos rápidamente, entonces Gilberto tomó
la servilleta del plato que una estudiante había utilizado y le dijo
al mesonero: a mi me traes un refresco, con esto yo estoy com-
pleto.
Ejerció la medicina sin sobresaltos, a todas las situaciones sabía
imprimirle la tranquilidad del sabio. Fue un médico ejemplar que
siempre estuvo al lado de los desposeídos. No creía en la medici-
na privada y se negaba a aceptar dinero por sus consultas. Creía
en las personas y a ellas se dedicaba con la misma bondad que
en ellas percibía.
Fue un revolucionario izquierdista: creía en la lucha de los pueblos
y nunca cambió su modo de pensar ni de vivir. Con él aprendí a
escuchar las canciones de Alí Primera. Ejerció diferentes cargos
en el MSDS con la misma abnegación; como Ministro, fue un
ejemplo constante de trabajo y dedicación, jamás se dejó in-
fluenciar por la importancia de este cargo.
La muerte lo sorprendió haciendo lo que siempre había querido:
vivir en una casita; sembrando la tierra, con cuatro animales,
leyendo y pensando mientras se deleitaba con alguna melodía.
Quizás su innecesaria pérdida debemos atribuírsela a los deseos
del Ser Superior de sentarse a charlar pendejadas con una per-
sona real.
Palabras más o palabras menos, quiero dejarles una glosa que
recuerdo. Él me la leyó cuando éramos muy jóvenes (aproxima-
damente de 16 años) la había escrito para una muchacha de la
cual estaba enamorado:
204
Mientes al decirme que me amas.
Pues inédito en ti es el amor que no profesas
Libro amado que al abrir sus páginas
cuenta de mi errada pertenencia
Recuerdos tristes me traen estas glosas
escritas a la sombra de tu ausencia
de la vida mía cuando yo te amaba.
205
noche todo era distinto. Esa noche fue como la despedida de los
tres. Desde aquel parquecito veíamos las luces de Campoma, las
de Margarita y las de Carúpano. Había luna, estábamos sobrios,
callados, habíamos confesado cosas que no se cuentan nunca
pero esa fue una dramática hora que nunca volvería a repetirse.
En la mañana emprendimos el viaje de regreso, íbamos como
ausentes. Hablábamos poco. Eran pocas las palabras que que-
daban por decirnos.
Días después estábamos en Bejuma. Manuela no iba con noso-
tros, Andrés Eloy tocaba su bandola.
Emprendimos el viaje hacia Camay. En ese sitio, Manuela y yo
dictábamos un curso de cerámica tomando como base su cultura
arqueológica, habíamos hecho buenas amistades y yo entusias-
mé a Gilberto para que conociera ese sitio.
Andábamos juntos otra vez, Gilberto no era todavía Ministro de
la Revolución. Fuimos a Pomare que es Altagracia, donde está
el viñedo. Había llovido y no pudimos pasar el río para ir a Ca-
may y debimos dar un rodeo, hasta que por fin pasamos. Allí le
mostré el horno de cerámica para leña y tomamos varias fotos
que todavía conservo. También fuimos a la casa de Juan Libera
que tiene el horno alfarero rústico para quemar tejas, baldosas
y ladrillos, tomamos varias fotos y el doctor se interesó mucho
en el asunto, fuimos a la casa del alfarero y este nos preparó un
almuerzo, allí conversamos largamente y entre otras cosas Juan
Libera se ofreció para dictar cursos de su alfarería y de horno,
si fuese necesario. (Hoy está vigente esa oferta) y Juan todavía
espera para que lo incluyamos en el programa que soñamos en
Camay.
Regresamos a Turmero y desde ese momento no nos volvimos a
ver hasta el día cuando nos visitó como Ministro de la Revolución
y se inauguró el Hospital de Sabaneta en el Consejo.
Ya en Sabaneta sabíamos que el Ministro vendría a la inaugura-
ción y preparamos con gran cariño el recibimiento. La Dirección
del Hospitalito y nosotros, sus amigos estábamos llenos de alegría
206
y en sitio apropiado decidimos hacer la galería “Alfredo Almeida”
con mis dibujos a plumilla para que adornaran un amplio pasillo
que aún hoy está recordando aquel emotivo acto.
Llegó el momento y allí estaba Gilberto Rodríguez Ochoa, ves-
tía sencillamente en camisa sin corbata, radiante de alegría me
tomó por un brazo y me llevó a sentarnos en el sitio en el que
recibiría al público. Era el mismo Gilberto: afable, seguro, fino
pero muy dueño de la situación, me sentí eufórico, allí estaba el
amigo, ahora investido con un cargo de gran compromiso con
esta Revolución.
Un tiempo antes de esa visita, había muerto mi señora, Manuela
Perdomo de Almeida, ese acontecimiento cambió el rumbo de mi
historia un 19 de febrero de 1999. Maritza asistió a su entierro.
Yo conservo el libro que Gilberto me dedicó en 1978 con estas
palabras:
Para el maestro y amigo Alfredo Almeida y para esa entrañable y
gran mujer Manuela Perdomo:
Como para nosotros el tiempo siempre es ahora, y el pensamien-
to bueno es el tiempo presente, permítanme colocar en sus manos
estos escritos de lucha de ayer, de hoy y de mañana. Deseo que
vivan mucho físicamente, activos, viéndolos mezclados con el ba-
rro, con el conuco, con la pintura, con la cocina más humana,
con esta conmovedora y alegre fantasía de existir que ustedes
transmiten. Un beso para ambos.
Gilberto
Nunca terminaremos de lamentar ese viaje que ellos emprendie-
ron al infinito que nos está esperando. Para siempre Gilberto vive
en nosotros y con nosotros con las horas que nos empujan hasta
la victoria siempre. Somos él, como debe ser su bandera en luz.
Su antorcha no se apagará en nosotros y podremos pasarla a las
generaciones que ya están en puerta.
Alfredo Almeida
Pachaquito, Semana Santa de 2006
207
Un Quijote de Aragua en Amazonas
208
Disfrutó como pocos, de la seducción que encerraba la naturaleza
amazónica, de la inmensa espiritualidad que le proporcionaban
aquellas aguas celestiales de sus ríos, de la selva adentro, de sus
montañas vírgenes y del misterio de sus productos. En una oca-
sión, conminado por un grupo de ancianos piaroa que habitaban
cerca de las montañas mágicas del Autana, probó el yopo, una
especie de estimulante natural que utilizan los indígenas para sus
ritos y pasó toda la noche con severos malestares estomacales.
Las tertulias de los amigos y familiares con Rodríguez Ochoa, a
veces, resultaban interminables y en muchas oportunidades se
cerraban sólo obligados por la aparición de los primeros rayos
del sol. Siempre asomaba un tema especial para la reflexión, el
diálogo y la discusión fraterna. Su capacidad de persuasión y
el dominio del arte de los razonamientos y de la dialéctica se
perdían en el infinito.
A Rodríguez Ochoa, con aquellas credenciales de médico en
salud pública, docente universitario e investigador reconocido
a nivel nacional, no le importó perder posiciones en la escala
burocrática de sueldos y demás beneficios del personal profesio-
nal de carrera para optar un cargo en la estructura de recursos
humanos de la zona. Con esa estoicidad inquebrantable acudía
todos los días y puntualmente a sus consultas de dermatología
para atender a los indígenas y no indígenas del inmenso territorio
de la amazonía venezolana.
Nunca se doblegó ante el ejercicio de la medicina privada a la
cual combatió con apasionamiento casi religioso. La medicina
social era según él, la panacea para los descamisados y con-
denados de la tierra. Todos tenemos el derecho a la salud sin
discriminaciones de ninguna naturaleza –decía-. La medicina no
puede ser fuente para “hacer negocios” –agregaba-.
Esa convicción social le generó muchos enemigos políticos. Ja-
más se prestó para paralizar un servicio de salud, aún cuando
la convocatoria hubiese provenido de grupos gremiales de la
derecha o de la izquierda venezolana.
209
En esos vaivenes y marejadas de la política venezolana, con la
añadidura del sostenido resquebrajamiento de la fuerzas del sis-
tema puntofijista, en aquella etapa de transición con la presencia
en la Presidencia de la República del Dr. Ramón J. Velásquez, Ro-
dríguez Ochoa fue designado como Director Regional de Salud
de Amazonas, cargo que desempeñó por corto tiempo, habida
cuenta de su personalidad y posturas políticas radicales en con-
tra de los desgobiernos de la IV República, los cuales –a su modo
de ver- estaban distanciados de las reales necesidades sociales
de la gente y practicaban las corruptelas más despreciables que
servían para incrementar la pobreza de los nacionales, por eso
siempre los consideró cómplices de la entrega del país a fuerzas
foráneas anti-nacionales y apátridas.
Rodríguez Ochoa se mantuvo reacio a convertirse en militante de
nuevo cuño en el contexto de los partidos tradicionales y junto
a otras figuras de estirpe de luchadores sociales que se reen-
contraban en Amazonas, se agrupó en una primera etapa en la
“Sociedad de Amigos de Amazonas” y luego en el Movimiento 11
de Mayo”, que en alianza con las fuerzas de izquierda de la zona,
organizaciones indígenas e individualidades, llegó a convertirse
en un combatiente activo y beligerante en la lucha contra las
“Nuevas Tribus” , así como también de la misión religiosa corea-
na y de los “garimpeiros” buscadores de oro de las entrañas del
suelo patrio. Las organizaciones indígenas, en muchas ocasiones,
lo colmaron de reconocimientos y de formas espirituales de pro-
tección junto a sus dioses y cosmovisiones.
Sostenía con una convicción extraordinaria, que se transitaba por
un momento político y estratégico diferente, donde los espacios
sociales no podían ser cubiertos por las agrupaciones políticas
de “vieja data” y que era el momento de propuestas políticas
novedosas y regionales. En la coyuntura electoral de aquel mo-
mento y en el marco del movimiento local “11 de mayo”, acep-
tó la propuesta de ser candidato a Alcalde de Amazonas, cuya
votación, aunque moderada, permitió la conquista de nuevos
espacios de lucha en contra de las fuerzas del establishment.
210
Al cristalizarse la opción real de gobierno de Chávez, Rodríguez
Ochoa fue convocado para que asumiera la cartera de salud
y permaneció en dicho cargo durante dos años, hasta que él
mismo dimitiera por razones personales. El Presidente Chávez,
en alocuciones públicas, siempre alabó su desempeño de ciu-
dadano integro y revolucionario de gran lealtad. Muchos han
sido las demostraciones de afecto y reconocimientos hechos a los
integrantes de su familia luego de conocerse el trágico accidente
donde pereciera en el Estado Carabobo. Constantemente, en los
predios del palacio de Miraflores y fuera de éste, se le recuerda
y admira.
César Arismendi
211
ochenta cuya generación aún libera sus fantasmas. Entonces mi
amigo médico, dirigente del Movimiento al Socialismo, me llevó
su gracia escrita, su impronta literaria. Apareció una nota escrita
con la alegría juvenil de quien sentía en Gilberto Rodríguez Ochoa
que la puerta del éxito estaba ante sus ojos y los nuestros.
II
La casa del MAS quedaba en la calle Páez frente a la Asamblea
Legislativa. José Antonio Sucre, periodista, fundador junto con
muchos del partido naranja, me acota que Gilberto era un hom-
bre dedicado por entero a la medicina solidaria. “Gilberto era un
hombre muy sensible, abierto y generoso. Llegó a formar parte de
la directiva del MAS y se destacó por su capacidad académica y
humana. Silencioso, observador, sabía diseñar políticas próximas
a las necesidades de la gente más débil. Se hizo querer por todos,
por su fuerza vital y por su calidad como ser humano. Inteligente,
dado a los amigos, supo también confrontar con entera pasión a
sus compañeros, pero siempre él, honesto y amigo”.
La política, entonces, ocupaba gran parte de la vida de este médi-
co venezolano, entregado a respirar por sus pacientes y prójimos.
“Atendía la medicina pública. Muchos son los profesionales de la
salud que podrán dar fe de la angustia de Gilberto por lograr la
salud de su gente, de su país. Y su sueño, cambiar las cosas, ser
más generosos, más sanos, más solidarios.
Pasaron los años y nos alejamos. Llegó a ser Ministro. La muerte
de Gilberto nos marcó. Regresamos al pasado con su nombre.
Era un hombre bueno, de eso no hay duda”.
III
Cada quien en lo suyo. Un día me tocó ir a su casa de Turmero.
Se mudaba, por cuestiones de trabajo o curiosidad científica, al
Amazonas. De nuevo renovamos afectos. Gilberto me confesó
que andaba buscando algo: “lo que a uno se le pierde siempre”.
Recuerdo que el médico amigo tenía unos animales en la sala.
Una culebra en una cesta. La mujer de mi hermano se asustó.
Gilberto la calmó y le demostró que la serpiente era tan tranquila
como el silencio de sus ojos.
212
Supe que se había ido a trabajar al Hospital José Gregorio Her-
nández de Puerto Ayacucho.
Mi hermano vivió alquilado en la casa turmereña de Gilberto
el tiempo que él duró en Amazonas. Unos dos años, si no me
equivoco.
IV
Mi amiga Daisy Camacaro me invita a traerlo un rato a estos
días, gracias a las páginas de este libro que celebra la vida de
Gilberto Rodríguez Ochoa, el médico, el hombre, el soñador, el
revelador de poemas, el amigo, el servidor público. Por esa razón
esta crónica frágilmente olvidadiza. Me valgo de los datos de mi
mala memoria: el afecto rescata imágenes, emergencias.
A quienes lo tienen cerca, familiares, amigos y colegas, estas pa-
labras más allá del tiempo y del dolor que nos causó su muerte.
Seguro traía en el cuerpo los aires de Aguirre, los aromas de esa
hermosa tierra carabobeña, la prometida para la reflexión y la
eternidad.
Hoy, cuando ha pasado el tiempo, me estaciono a diario en la
misma acera. A veces siento que alguien pasa y levanta la mano
de un saludo. Veo a Gilberto, su sonrisa tímida, su paso lento
hacia la puerta de la otrora casa del MAS. Se pierde detrás de
una mata que ya no es, pero sigue vigente en la mirada de quien
la recuerda. Otras veces sale y se aleja, como quien va hacia
Turmero.
La amistad, pese a la distancia, continúa. Cuando me asalta la
memoria, brindo por los amigos, pero sobre todo por quien tuvo
en la medicina y la gente sus más caros afanes. Entonces aparece
-entre amigos de bohemia- el nombre de Gilberto y sonreímos,
nos damos la mano y nos echamos al recuento de esa vida que
seguirá insistiendo, que seguirá pasando con el tiempo, para que
la eternidad no nos tome desprevenidos. Salud.
Alberto Hernández
213
Recuerdos de un buen profesional y amigo
214
Era un amigo apacible, servicial, se podía intercambiar ideas
con él. La gente de Amazonas le quiso, le apreció en su labor
profesional. Allí dejó muchos amigos. Particularmente creo que
ahora, desde la cercanía con Dios, que ya goza, ayuda todavía
más a los indígenas y a toda la gente de esa hermosa región
venezolana.
215
la universidad. Nos divertíamos muchísimo contándonos chistes
y chismes… en fin, todo era cordialidad hasta que tocábamos el
tema de la discriminación de la mujer, su ubicación en la socie-
dad y temas afines. En ese punto llegábamos a veces, a términos
irreconciliables, yo desbordaba toda mi pasión e impaciencia y
él apacible me decía: - calma niña que se te van a desorbitar los
ojos, mira, la principal lucha de la mujer es conquistar igualdad
de derechos en lo laboral todo lo demás es feminismo radical - y
yo le refutaba que la principal opresión ocurría en el hogar y su
cotidianidad, y que todo lo demás era comunismo acrítico. Ya a
esos niveles terminábamos la conversación abruptamente, y al
día siguiente volvíamos a ser los amigos de siempre.
Estaba segura de que Gilberto comprendía la esencia de lo que
yo quería transmitirle, porque un hombre que abogó por los tra-
bajadores explotados, que renunció a las prebendas que pudo
darle su profesión y que tuvo la entereza de reconocer que, de
la mayoría de sus colegas, no esperaba grandes esfuerzos para
transformar la realidad no podía ser ajeno a mis angustias y yo
sabía también que para él fueron vitales sus planteamientos para
alcanzar la equidad entre hombres y mujeres.
En ese transitar por los recuerdos, me tropecé con una anécdota
que sugiere al amigo, al médico que fue Gilberto: mi mamá
tenía una lesión en el cuero cabelludo. Para ella una clínica lu-
josa, un médico alto, con impecable bata blanca, es sinónimo
de sapiencia médica, obviamente buscó atención en el Centro
Médico de Caracas, en el Hospital de Clínicas Caracas, en el
Instituto de Diagnóstico; pero ninguno de esos lugares le resolvió
el problema, entonces le propuse que consultáramos a Gilberto;
advirtiéndole previamente que debería ser en el hospital y que
tendría que esperar su turno y además, le aclaré que él era un
hombre de una apariencia muy diferente a lo que pudiera espe-
rar. Convencida ella, nos fuimos al hospital. Durante la espera,
salió Gilberto al pasillo y se lo presenté, cuando él se fue me dijo:
¿y ese es el médico que me va a examinar? Sí –le dije - él es un
excelente dermatólogo, ella me miró y refutó: con esa pinta de
derrotado...lo dudo. Resistí pacientemente sus comentarios hasta
216
que entramos a la consulta y entonces él, con su amabilidad, la
atendió sin apuros, le observó con detenimiento la lesión, luego
se subió en un banquito para bajar de un estante dos libros, los
abrió y le enseñó a mi mamá fotos para explicarle acerca de su
problema y le indicó un tratamiento. En menos de 15 días me-
joró, entonces mi mamá se empeñó en que tenía que llevarle un
regalo y todos los días me preguntaba: qué le puedo comprar a
ese médico, tan....excéntrico él, con sus sandalias, su guayabera
y su sencillez. En esos 15 días, ella pasó de asignarle un aspecto
de derrotado a uno de excentricidad y sencillez.
Este relato dibuja con profunda crudeza, el imaginario colectivo
que la cultura dominante ha construido sobre lo que debe ser
un médico y Gilberto fue, por fortuna, la antítesis, el antihéroe
de ese médico distante que cree tener en sus manos la vida y
la muerte de sus pacientes, que apela a siglas incomprensibles:
ACV, UCI, TAC, y que usa como herramienta ideológica para
reafirmar lo inalcanzable de su sabiduría, la escritura ilegible.
Gilberto en su praxis profesional fue la esencia, la impronta del
buen proceder médico.
No importa en qué fecha nació Gilberto, lo importante es que
pasó por el mundo y lo conocimos, no importa qué títulos obtuvo,
mucho menos qué cargos ocupó, lo importante es que donde
estuvo, fue un médico que no hizo transacciones ni pactó con el
poder para corromperse, que no se entretuvo en el camino hacia
la búsqueda de lo justo. Siempre destinó esfuerzos para la lucha
política. Siendo apenas un adolescente combatió la dictadura y
como profesional de la salud, fue un activista de la contienda
gremial. Quienes respetamos la irreverencia, vimos en Gilberto
el aliado para la denuncia, la protesta, el uso de la palabra sin
cortapisa, la crítica certera contra la corrupción política.
Les confieso, que me era extraño ver en la prensa su foto con
ese traje obligado de Ministro, y a la vez era tan simpático leer
sus declaraciones donde decía ser ateo y de profesión soñador,
donde refería con tanta valentía la discusión de la eutanasia,
tema que junto con el del aborto, es obviado por la generalidad
del gremio médico. Sus confesiones eran un zarpazo a la doble
moral y la hipocresía social.
217
Ese equipaje psíquico, afectivo e intelectual, le permitía inven-
tar cosas en su vida. Durante algunos años, en ese empeño por
ser un médico comprometido, puso de lado los beneficios de la
ciudad, y probó vivir en Amazonas, tratando de materializar ese
sueño de trabajar en las zonas olvidadas y por la salud de la gen-
te ignorada. Retos voluntarios, que sólo pueden hacer quienes no
pierden la credibilidad en sí mismos y no viven para soñar, sino
que sueñan la vida.
Recuerdo esos tiempos, cuando se rumoraba que él podría ser
el próximo Ministro de Salud. Me lo encontré en CORPOSALUD
y compartimos algunas impresiones al respecto, bajo la sombra
de un árbol, como retomando la vieja costumbre de conversar
en los estacionamientos. En lo personal, estaba segura de que la
motivación de Gilberto para aceptar ese cargo no era otra que
era la posibilidad real de hacer cosas por este país y su gente.
Me comentó que una de sus preocupaciones no era el problema
de los recursos presupuestarios, sino cómo enfrentar la cultura
del trabajador público, estaba convencido de que esa era una
de las principales enemigas de cualquier gestión, creo que su
inquebrantable espíritu de lucha y su capacidad para inventarse
los sueños, fueron las cualidades que lo fortalecieron para asumir
esa responsabilidad, sin embargo, y como vaticinando el futuro,
ese día me confesó textualmente que si el monstruo público tenía
mil cabezas, no iba a pensar dos veces para apartarse del cargo y
volvería a reencontrarse con la tierra. Cuesta creer que personas
acostumbradas al fogueo, puedan apartarse de esa cotidianidad
política y profesional, pero, desde hace algunos años para acá,
he aprendido que la vida tiene insospechados atajos, que tal vez
no podemos soslayar.
Cuando Gilberto ya como Ministro, visitó a Aragua, fui al Hos-
pital Central de Maracay a saludarlo y a entregarle, en nombre
de las mujeres de Aragua, una carta en una hoja amarilla - mi
color de suerte – y de mi puño y letra, como se le debe escribir a
los amigos. Acercarme a él, entre tantos periodistas, parecía una
misión imposible, pero al fin, logré dársela y él, como siempre,
con gesto deferente, se la metió en el bolsillo superior de su traje
obligado de Ministro, obviamente no se le veía nada elegante ese
218
papel amarillo sobresaliendo en el pecho, pero así lo vimos en
la flamante foto de prensa. En el día Internacional de la Mujer,
recibí una llamada de la doctora María Urbaneja, quien después
fue Ministra de Salud, para decirme Gilberto me pedía que le
enviara por fax, algún mensaje a fin de publicarlo en la prensa
nacional.
Había pasado mucho tiempo desde aquellos altercados teóricos
nuestros sobre la mujer. Él siempre reconocía que yo era una de
las primeras personas que lo había sensibilizado a reflexionar
sobre el tema y ese día sentí una gran alegría, creo que fue el pri-
mer Ministro de Salud que se manifestó públicamente al respecto.
Ustedes podrán imaginar que yo, no sólo le pasé un mensaje,
sino que aproveché la oportunidad para recordarle, entre otras
cosas, que en las mujeres ha recaído, sin costo alguno para el
estado, un significativo porcentaje de la atención primaria en
salud. Estimo que como Ministro, tuvo clara la importancia de
la descentralización, así como la urgencia de cambiar el modelo
de atención; por ello promovió una visión de atención integral en
salud. Él, más que nadie, comprendió la relevancia de las uni-
versidades y la academia en todo ese proceso de transformación
en salud. El tiempo que transitó en el cargo fue desbordado por
las incansables horas de trabajo. Hoy pudiéramos juzgarlo por
su tenacidad y empeño, nunca por la desidia, ni la corrupción.
Quienes lo queremos tanto, sólo agradecemos sus esfuerzos y
sus aciertos.
Como Gilberto era tan irreverente, estoy segura de que en este
momento está mirándonos y en cómplice amistad, nos esboza su
inimitable sonrisa.
219
Mi profesor de Historia de la Medicina
Hoy, con estas líneas hago un recuerdo muy especial para el doc-
tor Gilberto Rodríguez Ochoa, quien fuera mi profesor de Historia
de la Medicina en el 5to año de la carrera en el Núcleo Aragua
de la Universidad de Carabobo: Sus clases eran especiales pues
despertaba en nosotros el interés por conocer la verdadera histo-
ria de la profesión médica con una visión crítica. Disfrutábamos
con él la naturaleza y los espacios abiertos. Algunas de sus clases
se desarrollaban en la famosa pérgola del Hospital Central de
Maracay. Allí nos reunía a todos y hacíamos nuestros seminarios
y discusiones. Las tardes transcurrían discutiendo sobre temas so-
ciales y de interés sobre la historia. Un día nos presentó su libro
Del ejercicio privado de la medicina o de la alienación del acto
curativo. El contenido de ese libro me marcó para siempre en el
ejercicio de mi profesión.
Hacia el final de mi carrera, supe que el Dr. Rodríguez se iba a
vivir al Amazonas y que había renunciado a la Universidad y a su
cargo del Hospital en Maracay. Recuerdo que a mí me pareció
asombrosa esa decisión, ya que no era tan fácil para nosotros
entender en ese momento el cambio de vida pues éramos unos
jóvenes estudiantes. Un año más tarde, al graduarme de Médico,
conseguí trabajo en el estado Guárico, en Cabruta, un pueblo
ubicado al margen del Río Orinoco frente a Caicara del Orinoco.
Gilberto Rodríguez Ochoa supo que yo estaba allí y un día me
visitó. Después de esa visita, cada vez que se desplazaba hacia
Puerto Ayacucho, hacía una parada en Cabruta para visitarme
en la Medicatura. Lo recuerdo vestido con camisas guayaberas
y usando sandalias de cuero: muy sencillo. Su rostro, siempre
sereno y con una sonrisa hermosa.
Después perdí el contacto por un tiempo y nos volvimos a encon-
trar en el año 1991 cuando realicé mi Curso Medio de Salud Pú-
blica en Maracay. Para ese momento él trabajaba con el Proyecto
Salud para el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y cuando
le conté que estaba trabajando como profesora en el Departa-
220
mento de Medicina Preventiva y Social en la Escuela de Medicina
en la Morita, expresó su complacencia porque sus alumnos estu-
vieran formando a los nuevos profesionales de la carrera.
Cuando fue nombrado Ministro de Salud en el año 1999, recibí
una llamada en mi celular y para mi grata sorpresa era de él: me
proponía que lo acompañara en su gestión, como Directora de
la Antigua Escuela de Malariología y Saneamiento Ambiental. Le
respondí de inmediato que sí, que contara conmigo. Me pidió que
transformara la Escuela en un Instituto de Altos Estudios. Como
decimos popularmente, me dio “luz verde” para que hiciera lo
que fuera necesario a fin de alcanzar ese objetivo. Emprendí
de inmediato ese trabajo y justo al año, pude presentarle como
cumplida, la misión encomendada.
Su propósito de transformar el Ministerio no fue una labor senci-
lla. Desde lo personal creo que uno de sus deseos se cumplió: ver
engrandecida la famosa Escuela de Malariología y transformada
en una Casa de Altos Estudios con perfil propio que titula a sus
egresados.
Evelín Escalona
10 de marzo de 2006
En Amazonas
Algunos episodios de su práctica social
221
deleitamos con el talento de cantantes amazonenses, entre ellos
Francisco Gámez, Miguel Angel Ramos, Marisela Barrios, Grupo
Baré de los hermanos Olegario, Nestor Payema, Victor Ramírez,
y contamos con la producción y animación del profesor Ronal-
do Olegario, organizador del recordado Festival de la Canción
Mensaje de Puerto Ayacucho, indicador ineludible de la concien-
cia política de la región.
Ya la semilla de la amistad con Gilberto comenzaba a germinar
y con el abono de coincidencias ideológicas, era casi imposible
que no creciera en terreno fértil, como efectivamente sucedió.
Para los años 1.986 - 87, estábamos en Puerto Ayacucho en el
Museo Etnológico de Amazonas, “Monseñor Enzo Ceccarelli”,
adscrito al Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho e inaugurado
un par de años antes. Allí, además de las actividades propias
del Museo, realizábamos reuniones para tratar diversos aspectos
problemáticos de la ciudad (falta de agua, fallas en la electrici-
dad, calidad de la educación, etc) y de la defensa de los pueblos
indígenas. Estas reuniones no tenían nada de clandestinas ya que
Monseñor Enzo Ceccarelli, Vicario y Obispo de Amazonas venía
de liderizar las luchas de solidaridad en el conflicto de 1984,
entre el terrateniente Herman Zingg y el pueblo piaroa, en el Valle
de Wanay y conocía a todos los que promovían las reuniones en
el Museo: Gilberto Rodríguez Ochoa, Héctor Valverde Aristimu-
ño, Rubén Montoya, César Arismendi, entre otros, Monseñor los
había visto en las primeras filas de la lucha a favor de los indíge-
nas y enfrentando a Zingg y a sus aliados políticos: Paulina Ga-
mus, David Morales Bello y los muy recordados asesores legales,
Rottondaro y Koësling, nombres muy sonados recientemente, a
propósito de las famosas “Guarimbas” que se dieron en algunos
sectores del este caraqueño en las conspiraciones reaccionarias
del 2002 y 2003.
Gilberto fue siempre coherente en el plano profesional, con lo
que había denunciado en su libro “Del ejercicio privado de la
Medicina o de la alienación del acto curativo” (Fondo Editorial
Proceso, Caracas, 1.979) Él se resistió a ejercer la medicina
privada. Peleó desde que llegó a estas tierras, por una práctica
222
médica respetuosa de todos y en especial, de los indígenas, su-
jetos de racismo cotidiano y más en esos cenáculos de dominio
jerárquico en el que devinieron las dependencias de salud, a lo
que se le sumaba la falta de dominio de los idiomas indígenas
por parte de los médicos y el personal paramédico para atender
a los pobladores, algunos bilingües y otros monolingües en su
idioma materno (hivi, uwotjuj0a, ye´kwana, baré, yanomami,
curripaco, baniva, piapoco, etc) realmente, lo que se practicaba
en esos centros era algo muy cercano a la Veterinaria.
Por su especialidad de dermatólogo, tenía que realizar el control
de las prostitutas de Puerto Ayacucho y del pueblo fronterizo de
Cazuarito de Colombia. En estas consultas, su ética lo conducía a
tratar con largas conversaciones plenas de cariño y comprensión
a esas mujeres, a quienes les hablaba “de la hermosa puesta de
sol del día anterior o del prolongado aguacero de hace dos días”
como escribimos en diciembre del 2002 (Amigos. En: revista “La
Iglesia en Amazonas”,. Nº 98, diciembre 2002, P. 45).
Esta forma de ver al paciente como uno igual, lo caracterizó des-
de siempre. Como médico especialista le tocó trabajar en uno de
los leprocomios del litoral central del país. Con ello fue moldean-
do su formación y reivindicando, para todos, la noble profesión
de la medicina.
Recordamos igualmente, que coordinó las pasantías de los estu-
diantes de Medicina, que se encontraban en Amazonas.
En algún momento nos comunicó, que en los informes que en-
tregaban los pasantes al culminar su pasantía, siempre indicaban
que las charlas que dictábamos, de Dermatología y Antropología
de Amazonas eran, según ellos, las que más le habían aportado,
a honra nuestra.
En una oportunidad, pude constatar en carne propia el alcance
del daño que puede hacer al paciente una huelga de médicos.
Entonces me encontraba trabajando en Caracas y una infección
en uno de los dedos de mis manos me hizo acudir a un hospital
del cual fui rechazado, pues sólo se atendían casos de emer-
gencia. Argumenté que el mío era un caso de emergencia, y me
223
contestó el médico de guardia que emergencia era en caso de
muerte…
Con un episodio como el anterior, me era imposible no tener
presente a Gilberto, quien siempre cuestionó las huelgas médicas
y él, a pesar de que sus colegas no pasaran consultas, cumplía
con su compromiso… y así como era gentil, sonriente y cariño-
so, también era rígido, valiente y fuerte cuando la vida le exigía
ese comportamiento, como en aquella oportunidad en la que
un sindicalista adeco lo amenazó y no tuvo más remedio que
enfrentarlo con una pistola.
1992 fue un año que signó los destinos del país, para Gilberto no
fue un año de mucha tranquilidad, al igual que para muchos ve-
nezolanos y venezolanas que decidieron dar ese salto cualitativo
en aras de una sociedad más justa, por la cual habíamos luchado
desde los tempranos años liceístas.
Cierto día llegó a su casa una nota donde se le participaba que
tenía que comparecer ante la Fiscalía Militar para, como siempre,
tratar asuntos de su interés…En cuanto esta citación se produjo en
la institución militar, y antes de que llegara a manos de Gilberto,
uno de sus tantos amigos o pacientes debe haber recordado sus
acciones llenas de humildad y bondad y de manera clandestina
y anónima, tomó el teléfono y llamó a uno de los tantos amigos
de Gilberto, para que le comunicara que pronto le allanarían su
residencia.
Esta llamada fue recibida por Héctor Valverde, abogado de pro-
fesión y militante revolucionario desde la década de los sesenta,
quien jugó papel preponderante en la asesoría legal y política
de los indígenas piaroa– uwotjuja de Valle de Wanay y luego en
1998 se incorporó activamente a la estocada final del modelo
político venezolano instaurado a raíz de la caída de Pérez Jimé-
nez. Valverde se comunicó inmediatamente conmigo para que
en breve tiempo encontrara a Gilberto e hiciera llegar la noticia
a su casa. Ambas tareas se cumplieron y Maritza pudo sacar de
su casa una escopeta 16 y una 7.65 con las cuales protegía a su
familia. Así logró evitar que consiguieran alguna evidencia que
224
pudiera involucrarlo en acciones conspirativas. Como revolucio-
nario de toda la vida, Gilberto no podía permanecer de espaldas
a lo que el pueblo venezolano venía anunciando desde 1989.
En 1992, con la insurrección en marcha y en su condición de mé-
dico que trabajaba con los militares, se precisaba de alguien que
entrara a la sede de la Brigada del Ejército de Puerto Ayacucho y
contactara con un Mayor, para que éste asistiera a una reunión a
celebrarse en Puerto Páez. Con las indicaciones en mano, entró
a la Brigada y por las señas abordó al Mayor y le participó de
dicha reunión. Los datos que le habían proporcionado, tenían
error en los apellidos del militar, y lo condujeron a la persona
equivocada, quien inmediatamente reportó la novedad a la ins-
tancia de Inteligencia del Ejército a los pocos días tres Coroneles
de la Fiscalía Militar de Caracas se apersonaron en la región
y luego de intenso interrogatorio decidieron el allanamiento de
su casa. Al no reconocer lo afirmado por el Mayor y sin haber
encontrado ninguna evidencia de estar participando en los suce-
sos que ocurrieron en ese año, tuvieron que dejarlo en libertad,
previo el habitual chequeo sobre su persona que suelen realizar
los organismos de seguridad.
Muchas de las familias amigas de Gilberto y Maritza, entre ellos
César Arismendi y Carmen Emilia, Rubén Montoya y Gisela y
Antonio Graterol y América, Freidman y Martha, Miguel Angel
y la novia del momento, Alejandro y Cuba, acostumbrábamos
vernos frecuentemente y compartir salidas a los pozos, las fiestas
de nuestros hijos y, sobretodo, los días navideños. Con frecuen-
cia, Cuba y Miguel Angel sacaban sendas guitarras e iniciaban
la velada musical con las canciones de Pablo Milanés y Silvio
Rodríguez y con el pasar de los tragos y atizando la brasa de los
pollos o de la parrilla, se llegaba a Felipe Pirela, Los Panchos o
a María Teresa Chacín. Con el tiempo llegó una amiga, de exce-
lente voz, de condición humana inigualable, madre amorosa y
miembro de familia de revolucionaria, desde Gallegos para acá.
También apareció en la región un operador de turismo, compa-
ñero de nuestra amiga y ambos se unieron al grupo de familias
que compartíamos momentos de diversa naturaleza y motivación,
225
casualmente, todos no nacidos en Amazonas, a excepción de
César Arismendi.
Continuaron nuestros encuentros y las referencias de cada quien
de su vida: las andanzas políticas en el PCV, en el MAS luego de
la división, otros en el MIR antes de la división y posterior a ella,
unos para la Liga Socialista y otros para los Comité de Luchas
Populares (CLP), brazo legal de Bandera Roja (la original y no
la traidora de los actuales momentos) y nuestro querido amigo
operador de turismo participaba en los comentarios de la gra-
ve situación del país y escuchaba sobre la práctica política que
habíamos tenido, sin embargo, como casi todos habíamos sido
vacunados por la triple de los tres monitos: no ver, no oír y no
hablar, a pesar de que éramos compañeros, siempre se evitaba
algún dato en primera persona de alguna actividad puntual don-
de se hubiera participado políticamente.
En 1990 o 1991, se creó la primera delegación de la DISIP en
Amazonas y cuál no sería nuestra sorpresa, al enterarnos que
el buen amigo de turismo fue nombrado como el primer Jefe
de la Delegación de la DISIP en Amazonas y al inaugurarse la
sede actual de esa institución, en la urbanización Alto Parima de
Puerto Ayacucho, el Ministro del Interior, Sr. Luís Piñerúa Ordaz,
lo ascendió a Comisario General es decir, que como policía, el
recorrido debió haber sido largo.
En honor a la verdad, nuestro amigo el Comisario General tenía
como norte las áreas de narcotráfico y secuestro y como para
esos momentos participábamos de la lucha social y reivindica-
tiva, nunca actuó en términos represivos hacia nosotros. Con el
tiempo, el amigo Eduardo fue comisionado para realizar trabajos
de investigación de carros robados en Venezuela y llevados a
Colombia y luego de arduas y peligrosas investigaciones, pudo
conocer en carne propia hasta qué punto los gobiernos reaccio-
narios y cómplices de ambos países, utilizan a funcionarios en mi-
siones difíciles y luego los abandonan para que éstos asuman en
forma individual y familiar el precio de haber servido a la patria.
Con el tiempo, él tuvo que salir de Colombia por los caminos
verdes y enconcharse en Venezuela durante largos años.
226
10 de marzo de 1786: nacimiento de José María Vargas. 10
de marzo de 2002, muerte trágica de Gilberto. Parafraseando a
Pablo Milanés, diríamos si Vargas fundó La Medicina en nuestro
país, Gilberto la dignificó.
Para concluir este reencuentro con Gilberto, sólo me queda ex-
presar que el amigo siempre es recordado en Amazonas y más en
estos tiempos de revolución, cuando hace tanta falta hombres y
mujeres de la talla de Gilberto, en humildad, solidaridad, hones-
tidad, liderazgo, capacidad y, como decían los viejitos, que tanto
recordaba, don de gente, valores éstos, que tanto precisamos en
todas las escalas, para los retos que tenemos como sociedad.
227
En la Universidad, compartíamos tristezas, inconformidades, li-
mitaciones económicas, sueños, alegrías, etc. Todo ello me sirvió
para crecer con él y considerarlo un gran amigo y un gran maes-
tro a pesar de nuestra juventud.
Lo recordaré toda mi vida. Pienso que seres como ese tienen que
estar en un plano Superior por toda la eternidad.
228
considerar que ningún nexo afectivo ni doctrinario lo unía a la
organización que dirigía.
El doctor Rodríguez Ochoa defendió con fuerza la tesis de que
Malariología no podía continuar operando bajo un enfoque ana-
tómico, parcelado, individualista de sus programas, era necesaria
la integración con el resto de las Direcciones del Ministerio bajo
un concepto holístico de la salud.
En estas Notas Para La Historia, que escribo a la memoria del
doctor Rodríguez Ochoa, debo destacar aspectos de su perso-
nalidad regia, tenaz, perseverante y soberbia, aunque a la vez
reflexiva, que contrastaban con su sensibilidad, puesta de mani-
fiesto en la intolerancia a la injusticia y desigualdad social o en
el placer sublime que experimentaba ante la nota sonora de un
cuatro o de una mandolina o ante las lágrimas de una madre
trabajadora que afligida, le pedía la renovación de su contrato
de trabajo próximo a fenecer. Para honra de su memoria, esta
joven madre actualmente forma parte de la nómina fija del Mi-
nisterio de Salud.
Otro aspecto a resaltar fue su desafío a las rígidas y exigentes
normas de protocolo, jamás pude convencerlo para que asistie-
ra vestido de flux y corbata a los actos conmemorativos de las
fechas aniversarias que debía presidir, siempre se impuso de
chaqueta exhibiendo la más modesta prenda de su guardarropa.
Lo importante era su presencia y así lo demostró.
Concluyo dirigiéndole estas notas al Maestro quien me trasmitió
firmeza en las decisiones, serenidad y prudencia frente a las crisis
y optimismo y confianza ante el futuro.
Al Compañero, presente siempre en el diario y complejo trajinar
por la gestión pública y al Amigo, por su lealtad cuando los de-
más fallaron.
Disfrute doctor Rodríguez desde el silencio de la eternidad, este
cálido, respetuoso e imperecedero recuerdo.
229
Para recordar al Revolucionario
230
tiempo (algunos juran que no dormía) para leer los documentos
que le enviaban para su consideración y él los regresaba con
notas, observaciones y argumentos.
Freddy Mejías
231
Nosotros, los amigos de Gilberto derrocamos el gobierno que
duró menos horas en el poder, esto sucedió en la Pastora parro-
quia donde nacimos y nos criamos. Eran otros Carnavales y está-
bamos reunidos en el bar Lucana para elegir al presidente de la
junta del carnaval de la esquina de “Cristo al Revés” y habíamos
elegido al señor José y le pedimos que dijera unas palabras como
presidente, él se subió a una mesa y dijo: “Hemos empezado
mal” y eso bastó para se formara el alboroto y el bochinche y le
dijimos: tú no sirves para presidente, nos costó mucho para ba-
jarlo de la mesa ya que era un hombre de 1.90 mts. de estatura,
pero no costó menos subir a la mesa al nuevo presidente sustituto
que no era otro que Gilberto Rodríguez Ochoa que media 1.50
mts. de estatura.
Todos los años, en Diciembre Gilberto Rodríguez visitaba a mi
mamá, decían mis amigos que ella preparaba la chicha andina
más sabrosa que ellos habían probado. Cuando él llegaba yo le
decía a mi mamá: llegó Gilberto a tomarse su chicha, y siempre
llevábamos cuatro, guitarra y maracas para cantarle, y Gilberto le
dedicaba poemas de Andrés Eloy Blanco. Él declamaba tan bien
que yo siempre traté de imitarlo y me aprendí muchos poemas
que aún hoy en día declamo cada vez que me dan un chance.
Desde que Gilberto se nos fue y como el era un hombre de
palabra y no le gustaban las injusticias, estoy seguro de que ya
debe haber hablado con Dios o con el que pone los angelitos en
el Cielo y debe estar disfrutando
con sus ángeles catires,
con ángeles morenos,
con sus angelitos blancos,
con sus angelitos indios
con sus angelitos negros,
que vayan comiendo mango
por las barriadas del cielo.
232
Testimonio
233
Papá: mucho amor para regalar
234
porque se inundó un día, y dentro de la churuata, el agua al-
canzó un nivel de unos 30 cm. Vivíamos detrás del hospital “José
Gregorio Hernández” en el barrio “Alberto Carnevalli” y mi papá
trabajaba en ese hospital, hoy recuerdo aquella larga cola de
pacientes que él atendía sin importarle que fuera muy tarde.
Luego tuvimos “El Canarín”, que costó 13 mil bolívares. En ese
tiempo papá compró un Toyota viejo. Para todos nosotros estar
allá fue como tener cientos de días de trabajo, principalmente
los fines de semana, cuando me enseñaba albañilería, plome-
ría, electricidad, astronomía y muchas otras cosas. De comida
llevaba mañoco, sardinas, tomate y cebolla. Dormíamos en la
placa sin techo de la casa para ver las estrellas. Una vez, por esos
días, vimos una avioneta que venía volando muy bajito y como
sin control, casi choca contra la casa, para todos fue un susto
muy grande, luego supimos que el piloto era Hernán Sánchez
y que con ese vuelo rasante nos estaba dando la bienvenida. Él
era un vecino, con quien hicimos una bonita amistad. Cada vez
que viajaba, al regresar, pasaba siempre por su fundo para que
lo fueran a buscar al aeropuerto. Hernán me regaló mi primer
caballo, al cual le puse “Rocinante” por el de Don Quijote, pues
era muy flaco y viejo, y tenía una oreja caída, por lo cual todas
las fotos se las tomábamos de un solo lado. Era muy noble ese
animal.
Luego de construida la casa nos mudamos. Esa casa la diseñó
papá, y aún conservamos los planos. el techo de los cuartos era
de cinc, para escuchar la lluvia. Tenía un sistema de recolección
de agua de lluvias, un sistema para regar matas con aguas servi-
das de lavamanos y regaderas, depósitos para separar la basura
orgánica de la inorgánica, corredores, etc. Cerca de la casa
también construimos un depósito de herramientas, ese era un
espacio que nunca podía faltar para papá en todas las casas.
En “El Canarín” luchamos con muchos incendios, que era el peor
de los enemigos e hicimos muchos cortafuegos. Papá me enseñó
a combatir el fuego con más fuego. Se perdió mucho tiempo
y dinero por incendios, además de que vivimos muchas desilu-
siones. Afortunadamente el espíritu inquebrantable de papá nos
energizaba, y así pudimos empezar una y otra vez. También
235
bregamos con una tierra muy dura que no se dejaba sembrar,
pero la sembramos, después fue común aquello de los bachacos,
otros incendios y tener que llevar el agua para regar las matas...
hoy siento que fue bonito ir domesticando aquello. Realmente fue
como irlo domando, igual que a un potro cerrero.
A “El Canarín” iba gente hasta los domingos a consultar a mi
papá. En este fundo también criamos muchos animales, casi to-
dos en libertad. Todos trabajábamos mucho: papá, mamá, mis
hermanos y yo. Tengo un recuerdo muy grato de una vez que yo
quería sembrar pasto, y nuestro amigo, el Ing. Ernesto Perdomo
nos regaló unas semillas y entonces mi papá inventó una es-
pecie de rastra o surcadora con una viga “doble T” que llevaba
soldada en un extremo un pico con unos tubos para montarse,
y en el otro extremo una cadena para conectarla al Toyota. Yo
manejaba el Toyota y mi papá se subía en el aparato que inventó
y yo arrastraba ese aparato con mi papá que le daba peso y se
iban haciendo unos surcos perfectos.
Otro recuerdo especial que tengo es de cuando hicimos un ten-
dido eléctrico atravesando la selva hasta el batallón donde papá
trabajaba en la carretera nacional. Nos llevó tiempo y mucho
trabajo, abriendo picas, subiendo árboles, empatando cables,
poniendo postes, escalando piedras. Era largo el trecho, por lo
cual a la casa sólo llegaban unos 90 voltios que no rendían para
mucho, pero al menos lográbamos encender algunos bombillos
y si acaso un televisor y dos ventiladores si apagábamos esos
bombillos. Antes de eso dependíamos de una planta eléctrica
que papá apagaba a las 11:00 ó 12:00 p.m.
Años después empezaron a urbanizar frente a nuestra casa, don-
de antes habían morichales y entonces hicimos un nuevo tendido
eléctrico hacia el frente. Estando allí en “El Canarín” también
había mucha actividad política, porque cuando mi papá se lanzó
como candidato a alcalde, el centro de operaciones de la campa-
ña era nuestro fundo. En esos años viajamos unas cuantas veces
hacia el sur del estado acompañando a papá en otras campañas,
pero no políticas, sino sanitarias, de trabajo, hacia La Esmeralda,
Santa María de los Guaicas, Atabapo y otros.
236
Muchos de sus viajes fueron aventuras impresionantes. Una vez
tuvieron que aterrizar de emergencia en la carretera de Samaria-
po, otra vez tirarse casi en picada para aterrizar de emergencia
en una pista de tierra por el mal tiempo. En otra ocasión, como
médico de un batallón de infantería en campaña por el Alto Ori-
noco, nos contó que lloró cuando vio el desastre causado por
los garimpeiros, y que era una vergüenza para el país aquella
situación: pistas clandestinas, burdeles, destrozo ecológico, alie-
nación étnica, etc.
Por esos tiempos íbamos a Caracas de vez en cuando, en el
mismo toyota viejo destartalado de los surcos. Los viajes eran
tediosos, pero maravillosos al mismo tiempo, muchas veces papá
se paraba en préstamos (esas lagunas artificiales a orillas de ca-
rretera donde abreva el ganado) para bañarnos, como era largo
el camino generalmente dormíamos en chinchorro en alguna
plaza en San Fernando de Apure.
Cuando papá viajaba solo regresaba con un montón de regalos
para todos; y siempre fue así, aún si el viaje era al exterior.
Años después nos vinimos a Maracay y dejamos atrás esa bella
e intensa etapa de Amazonas, pletórica de buenos amigos abo-
gados, ingenieros, sociólogos, médicos, antropólogos, cultores
populares, todos de nobles ideales con los cuales se hicieron
muchas e interesantes tertulias:. En esas reuniones se gestaban
muchas ideas políticas. Yo volví a Amazonas en poco tiempo a
vivir con unos entrañables amigos, los Cardozo.
Cuando regresó a vivir en Turmero, tras una larga búsqueda,
papá compró la parcela de Aguirre, y empezó otra vez, pero
en una tierra más fácil de labrar. Cortamos muchos frutales que
estorbaban, para dejar entrar el sol, luego sembramos topochos,
cambures, taparos, limones, maíz y café y mientras se construía
la casa, volvimos a la carpintería, plomería, electricidad, le en-
cantaba todo eso!
Él, como antes, dormía en el segundo piso para contemplar las
estrellas. Era como un niño, nunca perdió ese espíritu maravillo-
so. Cuando trabajábamos en Aguirre a veces oíamos los rebuz-
nos de un burrito en una parcela cercana, y papá gritaba: ¡Llegó
el treeeeen! Y todos reíamos.
237
Por esos tiempos se reavivó nuestra hermosa amistad con Alfre-
do Almeida, y de allí surgieron algunos maravillosos viajes que
hicimos papá, el Sr. Alfredo y yo, por diferentes partes del país.
Oí en esos viajes largas conversaciones llenas de un gran matiz
filosófico que me marcaron. Cualquier sitio podía convertirse en
un buen lugar para ver plantas, animales, conversar, comer pes-
cado frito con las manos o saborear un mango, así que un viaje
corto podía durar muchas horas.
Cuando nosotros construíamos la casa de Aguirre papá se apartó
un poco por su trabajo en el ministerio, así que nos reuníamos
con él esporádicamente. En el año 2001, por fin, cumplió uno
de sus sueños de mudarse allá, y entonces dedicó más tiempo a
sí mismo, escribiendo, leyendo, pero sin dejar de participar en
algunos eventos.
Cuando alguno de nosotros lo visitaba, él se alegraba mucho,
salía corriendo para abrirnos la puerta y abrazarnos. Enseguida
abría una botella de vino tinto para celebrar. Largas y bellas con-
versaciones sostuvimos en esos encuentros. A las 6 de la mañana
o antes uno se despertaba oyendo el golpe del pico o la escardi-
lla sobre la tierra, era él que estaba sembrando.
El trabajo físico era el descanso necesario a tanto tiempo de tra-
bajo intelectual, decía.
Tuvo siempre mucho amor para regalar. Cuando de niños nos
despertaba lo hacía con una caricia, con un susurro al oído.
Hizo duras críticas a los políticos incapaces, a los corruptos, a
la mediocridad, al sistema en decadencia, etc. Mientras tanto
trabajaba muy duro, desde tempranito hasta muy tarde. Muchas
vacaciones se le vencieron, sólo le gustaba ser útil, no esperaba
reconocimientos por lo que sentía que era su deber. La “tentación
de la fama”, como él mismo la llamaba, había sido desterrada de
su pensamiento desde hace mucho tiempo. Era muy desprendido
de lo material, especialmente del dinero, y siempre debía admi-
nistrarlo muy bien. Lo irritaba la injusticia, recuerdo una anécdota
que me contó en Aguirre: estaba cerca del apartamento donde
vivía alquilado en Caracas cuando era ministro, caminaba por
allí temprano y vio dos policías “matraqueando” y tratando mal a
238
unos vendedores informales, entonces papá los siguió y caminó
varias cuadras hasta el comando de la policía donde llegaron.
Allí habló con el comandante, sin identificarse, sólo denunció los
policías, y entonces casi lo meten preso.
Durante su vida nos regaló de todo. Decenas de libros, todos
con hermosas dedicatorias. Recuerdo cuando yo tenía como 7
u 8 años, en Puerto Ayacucho, le pedí al niño Jesús una pis-
tolita de tinta que se borraba, y obtuve en cambio un “Reto al
Conocimiento” de 2000 preguntas que aún conservo y con el
cual jugamos muchas veces por esos tiempos, además, recibí
una bonita carta del niño Jesús para Andresito, explicando el
por qué del cambio. Con esa carta empezaron mis dudas sobre
el niño Jesús pues yo pensaba: ¿Cómo hace el niño Jesús para
escribirme a máquina? ¡Esa máquina debe ser livianita al igual
que los juguetes! Y comencé a dudar...
Papá era un gran admirador de muchos escritores, poetas, músi-
cos, científicos. Era muy culto, y eso nos emocionaba, para todo
tenía una respuesta lógica. Lo oí hablar de José María Vargas, del
Dr. Torrealba (El Sabio Torrealba), del Dr. Scorza, del Dr. Convit,
de Beethoven, de Mozart, de Rubén Darío, de García Márquez,
de Séneca, de Aristóteles, de Chagas, de Da Vinci, de Pastteur, de
Rilke y muchos otros ilustres personajes. Los los libros de mi papá
que aún conservamos tienen anotaciones por todas partes.
Papá supo equilibrar perfectamente el hecho de vivir y dejar vivir,
más aún extremando las circunstancias: vivir y ayudar a vivir. Él
enseñaba con el ejemplo que se vive para ser feliz porque la vida
es algo fortuito y como tal debe aprovecharse. Tanto mejor si
nuestra oportunidad puede también ser utilizada para incremen-
tar o mejorar las oportunidades de otros, muchos de los cuales
las tienen en desventaja. No vivimos para satisfacer a un dios.
Siguiendo esa filosofía disfrutaba y aprovechaba cada segundo
de la vida, y nos enseñaba a todos a hacerlo, con el ejemplo.
Contemplar atardeceres, flores, animales, estrellas, subir monta-
ñas, bañarnos en ríos, cocinar con leña, oír buena música, leer
buenos libros, fueron vivencias comunes durante nuestros años
con papá. Tenía una sensibilidad y un gusto exquisito y también
239
un humor especial, era pícaro y una gran sonrisa se dibujaba en
su rostro con frecuencia. Siempre pensaba más en los otros que
en sí mismo.
Pienso que una persona tan grande como papá es una de esas
cosas maravillosas y extrañas de la vida que casi nunca ocurren,
es la interacción infinitesimal del espacio y el tiempo que las ge-
nera o quizás, para utilizar palabras de Alfredo nuestro sabio
amigo, diría: son elementos dispersos unidos por la casualidad.
240
No existe ningún homenaje post-mortem
que alcance la satisfacción de tu presencia
los precisos consejos y el hablar pausado
de la sabiduría y la sencillez
en el entuerto queda el tatuaje imborrable
de sangre y cenizas
de una existencia adalid
de revolución y cambio
241
que era un sol de energía
cuando palpábamos tu ser entre nuestros brazos
el regalo de tu sonrisa
el calor de tu vida
242
Después
243
Héctor Romero Yépez, Maura Medina de Romero y
Gilberto en el colegio de médicos.
244
Nelson Palacios, Gilberto y Romero Yepez.
245
Gilberto en la boda de su sobrina Gaby al lado de sus hermanos/as,
cuñados/as.
246
Capítulo 9
Sus publicaciones y
trabajos...
Libros
1. Rodríguez Ochoa, G. (1979). Del ejercicio privado de la medicina
o de la alineación del acto curativo. Maracay: Fondo Editorial
Proceso.
2. Rodríguez Ochoa, G. (1979). El sistema de Maracaibo: Biología y
ambiente. Caracas: Instituto de Investigaciones Científicas.
Artículos Científicos:
1. Beer-Romero P., Rodríguez-Ochoa, G., Angulo, R., Cabrera, S.,
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2. Ramírez Pérez., J., Rodríguez-Ochoa, G., Ramírez, A. (1982).
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3. Ramírez Pérez., J., Rodríguez-Ochoa, G., Ramírez, A. (1982).
Estudio de la fauna flebotómica del estado Táchira (Venezuela).
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4. Ramírez Pérez., J., Convit, J., Rodríguez-Ochoa, G., Méndez, Luis
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5. Goihman-Yahr M, Rodríguez-Ochoa, G., Aranzazu, N., Pinardi,
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7. Goihman-Yahr, M., Villalba-Pimentel, L., Rodríguez-Ochoa ,G.,
Aranzazu, N., Convit, J., Ocanto, A., de Gómez, ME. (1978).
Studies on the effect of serum and proteins on in vitro-induced
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249
8. Ramírez Pérez., J., Rodríguez-Ochoa, G., Ramírez, A. y Carvillo,
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9. Goihman-Yahr, M., Rodríguez-Ochoa, G., Aranzazu, N., Convit,
J. (1976). Reacción lepromatosa: Talidomida y activación de los
polimorfonucleares. Acta Cient. Venez, 26(1):76
10. Goihman-Yahr, M., Rodríguez-Ochoa, G., Aranzazu, N., Convit,
J. (1976). Activación de polimorfonucleares y proteínas sericas.
Acta Cient. Venez, 26(1):77
11. Goihman-Yahr, M., Rodríguez-Ochoa, G., Aranzazu, N., Convit,
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effects of serum and plasma on endotoxin-induced activation.
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14. Convit. J., Pinardi, ME, Rodríguez Ochoa, G, Ulrich M., Avila,
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leprae subsequent to local in vivo activation of macrophages in
lepromatous leprosy by other myco-bacteria. Clin. Exp. Immunol,
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Letter to the Editor.
16. Fisher CA, Barksdale L. (1973). Cytochemical reactions of human
leprosy bacilli and mycobacteria: ultrastructural implications. J.
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17. Convit; J., Rodríguez Ochoa, G., Ávila, José, Goihman-Yahr,
M. Y Pinardi, M. E. (1972). Dinámica de la respuesta celular
del enfermo de Lepra frente al Mycobacterium Leprae. Trabajo
presentado en la XXII Convención Anual de ASOVAC, Maracaibo,
Venezuela. Resumen publicado en Acta Cient. Venez, (23): 60.
Suple. 1
250
18. Convit; J., Rodríguez Ochoa, G., Ávila, José, Goihman-Yahr,
M. Y Pinardi, M. E. (1972). Ciclos climáticos en la Cuenca de
Maracaibo. Trabajo presentado en la XXII Convención Anual
de ASOVAC, Maracaibo, Venezuela. Resumen publicado en Acta
Cient. Venez, (23): 72. Suple. 1
19. Rodríguez Ochoa, G., Bastardo de Albornoz, M. (1970).
Esporotricosis cutánea diseminada. Dermat. Venez, 9(3-4):
1086-95.
251
7. Monzón, H., Rodríguez Ochoa, G. (1975). Dermatología en
Salud Pública. Ponencia presentada en III Congreso Bolivariano
de Dermatología, Maracaibo, Venezuela.
8. Rodríguez Ochoa, G. (1973). Morfea generalizada. Resumen
publicado en la Memorias del II Congreso Venezolano de
Dermatología, Caracas, Venezuela.
9. Rodríguez Ochoa, G., Borelli, D. (1967). Acerca de micosis
superficiales en Venezuela. clínicas. Ponencia presentada en I
Jornadas Venezolanas de Microbiología, Caracas, Colegio de
Médicos de Distrito Federal.
252
Lista de entrevistados
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Javier Correa: Médico especialista en Salud Pública, alumno de Gil-
berto y durante la gestión de Gilberto como Ministro estuvo al
mando de la Secretaría del Despacho del Ministerio de Sanidad
y Asistencia Social.
Rubén Montoya: Sociólogo, Director de la Oficina Regional de Tie-
rras en Puerto Ayacucho. Amigo y compañero de Gilberto en el
Movimiento Cívico Mayo, en Amazonas.
Magda Magris: Investigadora del Centro Amazónico de Investigación
y Control de Enfermedades Tropicales “Simón Bolívar” (CAICET),
Jefa en Salud Pública II. Desarrolló sus pasantías rurales durante
la gestión de Gilberto como Director de Salud de Amazonas.
Ricardo Belisario: Comerciante, amigo y compañero del Movimiento
Cívico Mayo.
Cuba Hernández: Abogada, amiga y compañera de Gilberto en el
Movimiento Cívico Mayo, en Amazonas.
Carmen Hernández: Secretaria y amiga de Gilberto en la Dirección
Regional de Salud del estado Amazonas.
Gisela de Montoya: Amiga y compañera de Gilberto en el Movi-
miento Cívico Mayo, en Amazonas.
América Perdomo: Directora de la Zona XIX, en Puerto Ayacucho,
estado Amazonas durante la gestión de Gilberto como Director
General Sectorial de Malariología y Saneamiento Ambiental. Hoy
en día es Directora del Centro de Amazónico de Investigación y
Control de Enfermedades Tropicales “Simón Bolívar” CAICET.
Jacinto Convit: Científico venezolano, maestro de Gilberto. Director
de los Servicios Antileprosos Nacionales, y Médico Jefe de la
División de Lepra. El Dr. Convit fue postulado en 1988 al Premio
Nóbel de Medicina. Es el Director del Instituto de Biomedicina,
actualmente.
Nora López: Alumna y compañera de trabajo de Gilberto en
CORPOSALUD Aragua. Coautora del Modelo de Atención Inte-
gral (MAI) y del Sistema de Información Epidemiológico (SISMAI).
Actualmente es responsable del Programa de Prevención de Cán-
cer de Cuello Uterino de CORPOSALUD Aragua.
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Jorge Alvarado: Médico Cirujano, alumno de Gilberto en el postgra-
do de Dermatología Sanitaria en el Instituto de Biomedicina. Se
desempeñó como Adjunto de Gilberto en el Servicio de Derma-
tología Sanitaria, en el Hospital Central de Maracay.
Jesús Toro: Jefe de la Dirección de Endemias Rurales durante la ges-
tión de Gilberto como Director General Sectorial de Malariolo-
gía y Saneamiento Ambiental. Hoy se desempeña como Director
General de Salud Ambiental.
Alberto Aché: Médico epidemiólogo, fue jefe de División de Epide-
miología de la Dirección de Endemias Rurales de la Dirección
General Sectorial de Malariología y Saneamiento Ambiental.
En la actualidad, se desempeña como Docente Investigador del
Instituto de Altos Estudios de Salud Pública “Dr. Arnoldo Gabal-
don”
Oscar Feo: Presidente de CORPOSALUD durante el ejercicio de Gil-
berto como Coordinador de Proyecto Salud de esa Institución.
En este momento, se desempeña como Secretario Ejecutivo del
Convenio Hipólito Unanue, en Perú.
María Vale: Asistente de Gilberto en el Ministerio durante los prime-
ros 8 meses. Posteriormente se desempeñó como Directora de
Comunicación Corporativa del Ministerio de Salud y Desarrollo
Social.
Javier Correa: Médico especialista en Salud Pública, alumno de
Gilberto. Lo acompañó en el Ministerio como Director General
Sectorial de Secretaría.
José Mendoza: Vice Ministro de Salud durante la gestión de Gilber-
to. Cargo que ocupa actualmente.
Alix Bautista: Compañera y amiga de Gilberto en la Coordinación
del Proyecto Salud. Hoy es la Secretaria de la Universidad Rómu-
lo Gallegos en el Estado Guárico.
Ely Saúl González: Compañero de Gilberto en CORPOSALUD Ara-
gua; se desempeñó como Coordinador General del Proyecto
Salud del MSDS. Actualmente es Director del Centro Clínico La
Morita, en el estado Aragua.
Héctor Romero Yépez: Médico Cirujano especialista en Oncología;
amigo y compañero de Gilberto desde la infancia.
255
Tabla de Contenido
Dedicatoria .............................................. 5
Agradecimiento ........................................ 7
Un trazador de caminos .......................... 9
Una vida para un libro .............................. 13
Ir tras las huellas ...................................... 17