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PROCESOS SOCIALES Y POLÍTICOS DE AMÉRICA LATINA

Jueves, 02 de febrero de 2017.

María José Yépez

YO EL SUPREMO: CONTEXTO DE LA NOVELA EN AMÉRICA LATINA

En el presente ensayo, se pretende anclar la novela Yo El Supremo, de Augusto Roa


Bastos, con el contexto histórico en el que se desenvuelve la novela para Paraguay y
América Latina. Se realizará un breve resumen sobre la trama histórica novela, para pasar
al análisis sobre el conflicto del poder, la Dictadura Perpetua, la línea narrativa y el uso
del lenguaje. En una reflexión final, se sostendrá que tanto el argumento, como la forma
de discurso empleado, apoya la forma de contemplar un discurso unitario anclado en el
poder absoluto del Estado.

La novela

El escrito toma como trama la llamada Dictadura Perpetua de José Gaspar Rodríguez de
Francia, gobernador de Paraguay desde 1810 a 1840. Si bien el escrito no es por sí mismo
una obra histórica, ya que habla desde las reflexiones internas del dictador (reales o no),
presenta un complejo entramado histórico y discursivo dentro del cual se desarrolla la
dictadura. Podemos así, identificar temas centrales tales como el poder, la dualidad, el
caudillismo, y el abuso del discurso como medio de dominación.

La novela se desenvuelve en Asunción, no sin vincular la capital paraguaya con otras


importantes ciudades del continente (Buenos Aires o Córdoba) para el contexto histórico
de la época, y su vinculación con otros países: Uruguay y Brasil principalmente. Se
incluye la narración de eventos posteriores a la Dictadura Perpetua, tales como la Guerra
del Chaco en 1932, o la Guerra de la Triple Alianza en 1865. Todos estos eventos están
interrelacionados por una compleja trama discursiva (la cual será analizada
posteriormente), que tiene como eje principal elementos del caudillismo como forma de
gobierno característica, no sólo de Paraguay, sino de la mayoría de países
latinoamericanos.

Contexto histórico

La novela presenta el contexto de formación de la Junta de Gobiernos de Asunción en


1811. Ya en inicios de 1800, en América se da un debilitamiento de la presencia militar

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española en América Latina debido al dominio de la supremacía francesa de Napoleón
Bonaparte.

En 1807, los ingleses se ven beneficiados de esta situación, y deciden atacar el Virreinato
de la Plata, debilitando aún más a la autoridad española. Ya con la invasión de Napoleón
a la península ibérica en medio de un inminente riesgo político, se decide convocar a las
Cortes Generales en la periferia colonial para una nueva forma de organización del
gobierno, formada bajo la figura de las Juntas de Gobierno.

En un principio, la Junta de Gobierno de Buenos Aires convoca al resto de provincias del


anterior virreinato a adherirse a la independización. Sin embargo, la Provincia de
Paraguay en un inicio se mantiene fiel a Fernando VII, separándose de la capital
independiente y creando disconformidad por parte de la capital de Buenos Aires. En
medio de un ambiente de hostilidad entre los gobiernos, la junta bonaerense decide
invadir la provincia de Paraguay. La pugna desemboca en la independización de la Junta
del Gobierno de asunción en 1811, año en que José Gaspar Rodríguez de Francia asume
el poder en triunvirato, junto con Juan Valeriano Zeballos como diputados, y con
Bernardo Velasco como presidente.

Sin embargo, Velasco es destituido el mismo año al intentar apoderarse del gobierno
enteramente, y es así como se convoca a un Primer Congreso Nacional, y se resuelve la
presidencia del país por parte de Francia y Zeballos, como parte de una Junta Superior
Gobernativa de cinco miembros.

Ya en 1813, se realiza la declaración formal de la independencia de la Nación, en el


Segundo Congreso Nacional, durante el cual se adopta una nueva forma de gobierno, esta
vez por parte de Rodríguez de Francia Junto a Fulgencio Yegros, ambos representantes
de sectores opuestos de la sociedad. Yegros representaría a una élite acaudalada criolla,
mientras que Rodríguez de Francia sería la figura para las clases campesinas medias y
bajas. Esta pugna aviva las relaciones hostiles entre ambos gobernantes, puesto que el
sector terrateniente seguía abogando por el anexo a la provincia de Buenos Aires.

En 1813, Francia logra la autonomía paraguaya, no sin ganarse la enemistad de los


terratenientes, y se anexa al movimiento unitarista, lo que desemboca en una dictadura
temporal proclamada en 1814, concluida en 1816. En el mismo año, en la capital
bonaerense el gobierno de Juan Manuel de Rosas se fortalece, al tiempo en que Brasil
tiene intenciones de anexar Asunción a su territorio. Por esta razón, se convoca a un nuevo

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congreso nacional, en el cual se designa a José Gaspar Rodríguez de Francia como
dictador perpetuo (elegido por unanimidad por los congresistas). La elección desembocó
en el fusilamiento de Yegros, tras la comprobación de una serie de conspiraciones
realizadas por la élite. Rodríguez de Francia sería dictador del Paraguay hasta el día de su
muerte, el 30 de septiembre de 1840.

Tras la nueva administración de orden paternalista, se instaura un sistema aislacionista en


términos económicos, bajo un orden paternalista y autoritario; respuesta que parece obvia
al momento en que el poder colonial se desvanece, ya que mantiene las mismas formas
de gobierno como una forma sencilla de mantener la estabilidad, al no presentar cambios
radicales en la estructura del gobierno.

En el contexto poscolonial del Paraguay, Yo El Supremo se presenta como una obra


cumbre para analizar el contexto social y político de la época, además de representar bajo
sus mismas reglas literarias y discursivas, la forma de dominio radical que presenta la
Dictadura Perpetua no sólo frente al pueblo, sino hacia el mismo dictador. Bajo un
gobierno caudillista, el pueblo es en realidad quien lleva la batuta de la escritura de la
historia (un gobierno pseudo-populista), y no es sino en su memoria donde se guarda la
forma en que la historia espera ser escrita y rescrita.

Rodríguez de Francia se presenta como uno de los primeros líderes populistas del
continente, defendiendo la autonomía de los pueblos guaraníes, abogando por el fin de la
esclavitud y las mejores condiciones de los campesinos. Sin embargo, Roa Bastos lo logra
presentar como un personaje ambivalente en sus intenciones, puesto que estos derechos
se ven invisibilizados al momento de ejercer un poder único bajo forma de discurso
homogeneizador sobre sus vasallos.

Al tiempo, en la novela se relatan las relaciones que en continente ya se empezaba a tener


con los países del centro y sus intereses económicos, sobre todo de Gran Bretaña, dice el
dictador:

Mi deseo es entablar relaciones directamente con Inglaterra, de gobierno a gobierno. Los


barcos de la Gran Bretaña surcando triunfalmente el Atlántico entrarán en el Paraguay, y
en unión con nuestras flotillas desafiarán toda interrupción del comercio desde la
desembocadura del Plata hasta la laguna de los Xarayes, quinientas leguas al norte de
Asunción.

(1974, pág. 182)

Y, en sus indicaciones a otros políticos:


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Tome, lleve con usted estas muestras. Solicite ser oído desde la barra e informe que usted
es diputado del Paraguay, la Primera República del Sur, y presente a esa Cámara los
productos de este rico, libre y próspero país. Dígales que yo le he autorizado para invitar a
Inglaterra a cultivar relaciones políticas y comerciales conmigo, y que estoy listo y ansioso
de recibir en mi capital a un ministro de la corte de Saint James, con la deferencia debida a
las relaciones entre naciones civilizadas.
(1974, pág. 183)

Trama

La trama de la novela transcurre bajo una perspectiva narrativa de un protagonista unitario


que describe los sucesos que le ocurren al Supremo. Es un narrador que expresa todas las
actitudes y los sentimientos de los otros personajes a través de su propia perspectiva. Así,
la historia introspectiva de José Gaspar Rodríguez de Francia transcurre en los años de la
Dictadura Perpetua, incorporando elementos anteriores a la formación de la junta, y
posteriores, como son las guerras ya mencionadas.

A partir de este narrador omnisciente, transcurre la vida de José Gaspar, narrando hechos
de su infancia, su adolescencia, su llegada al poder, el asesinato de Yegros y de todos sus
otros enemigos, su institución en el poder; al tiempo que combina diálogos de su
escribano, Policarpo Patiño, o también de su perro Sultán. Entre otros temas recurrentes
en cuanto a lo político están el aislacionismo, la presencia del ejército interino y la fuerte
represión, las reacciones y malestares de la élite criolla, en pos de la creación de una
economía nacional autosuficiente.

A través del uso de una suerte de collage de voces, que terminan siendo las voces del
mismo dictador, se entrevé la forma en que la escritura es el medio y el fin por el cual se
manifiesta el poder supremo. En un primer momento de su niñez, la escritura aparecía
como un acercamiento al estado de la naturaleza, en el cual son los animales y las plantas
los que guardan el lenguaje único y último del universo. En un viaje a Córdoba a los 14
años, empieza a escribir por afición, sin desligarse de todo de ese estado natural que
representa la escritura.

Posteriormente, en su ascenso al poder y a través del uso de su escriba, el dictador


justamente “dictaba”, no escribía por sí mismo:

En otro tiempo, me repito, escribía, dictaba, copiaba. Me lanzaba por las pendientes de papel
y tinta. De repente el punto. Súbito fin del desenfreno. El punto en que lo absoluto empieza
a tomar del revés la forma de la historia. En un principio creí que yo dictaba, leía y obraba

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bajo el imperio de la razón universal, bajo el imperio de mi propia soberanía, bajo el dictado
de lo Absoluto. Ahora me pregunto: ¿Quién es el amanuense?
(1974, pág. 243)

El dictador se va haciendo consciente de su necesidad de escribir para sobrevivir, en el


momento en que su poder se ve debilitado. Es en ese momento, cuando se pregunta quién
es el amanuense, que se da cuenta de que alguien más le está dictando. La figura del
amanuense personificado por Patiño es sólo una expresión primera de su poder dictatorial,
para luego convertirse en el reflejo de su pérdida de poder. Al no poder seguir dictando,
al verse dictado por ese algo más, es que cae en cuenta de su mínimo poder rente a otro
más grande.

Es ahí cuando mantiene un diálogo con su perro Sultán, quien condena al Supremo a
escribir hasta quedar enterrado. El diálogo unitario se distancia cada vez más entre el
dictador y lo que le dicta; Sultán predice que el dictador perderá el uso de la palabra, de
la memoria y de las palabras hacia el final de su último discurso. El dictador se convierte
en el propio esclavo de su escritura, de su lenguaje, a tal punto que la profecía se cumple,
y al momento de su muerte algo le sigue dictando. La voz que dicta sobrepasa la voz de
su muerte; el gobernante decide incendiar sus manuscritos en su oficina, mientras él se
encierra dentro. Patiño remueve su cuerpo para corroborar su muerte y es en este
momento cuando se produce una separación entre el YO y ÉL; es el Supremo, escribiendo
con su mano siniestra, ya que la diestra yace muerta a un lado (Roa Bastos, 1974).

Oigo que da el santo y seña al jefe de la guardia: ¡PATRIA O MUERTE! Su voz llena
toda la noche. La última consigna que he de oír. Queda cosida al forro del destino de los
conciudadanos. Trepida la tierra bajo la vibración de ese clamor. Se propaga de un
centinela a otro por todos los confines de la noche. YO es ÉL, definitivamente. YO-ÉL-
SUPREMO. Inmemorial. Imperecedero. A mí no me queda sino tragarme mi vieja piel.
Muda. Mudo. Sólo el silencio me escucha ahora paciente, callado, sentado junto a mí,
sobre mí. Únicamente la mano continúa escribiendo sin cesar. Animal con vida propia
agitándose, retorciéndose sin cesar. Escribe, escribe, impelida, estremecida por el ansia
convulsa de los convulsionarios.
(1974, pág. 249)

El que dicta al dictado, fue siempre la figura del Supremo; lo que sobrepasa al dictador
en sus acciones, y lo que quedará después de él es su poder. Es inmemorial, imperecedero,
absoluto; rebasa la vida individual para colocarse en el poder que dirige a los dictadores,
haciéndolos meros esclavos de su discurso. El Supremo es la personificación del estado
de naturaleza de la escritura, está antes y después de ella, y la utiliza como herramienta

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para instaurar su mismo dominio, El Supremo es el Estado, más allá del individuo: “El
Supremo es aquel que lo es por su naturaleza. Nunca nos recuerda a otros salvo a la
imagen del Estado, de la Nación, del pueblo de la Patria” (Roa Bastos, 1974, pág. 35)
Poder

El problema del poder es el tema central de la novela. Si bien en un principio la figura del
dictado es la de Patiño, poco a poco es el mismo dictador el esclavo dictado por el propio
poder. La figura del poder es tan amplia, que incluso habita en el mismo lenguaje
utilizado; la línea narrativa es un intento por acaparar todos los discursos y unificarlos de
modo que sea la única palabra del Supremo la que prevalezca. En un inicio, el yo y el él
están íntimamente ligados, imbricados, son “uno solo”. Esta figura del Uno, sin embargo,
se va desligando del él, se crea una escisión entre la persona y el poder, hasta que
finalmente el Supremo se apodera del sujeto, el Supremo es el único que predomina.
El Supremo es un ente que se desliga del yo, para poder ejercer poder en forma de justicia
o autoritarismo; Roa Bastos retrata al final a la figura de Rodríguez de Francia, como el
esclavo de su propio imperio. Así expresa:

Difícil ser constantemente el mismo hombre. Lo mismo no es siempre lo mismo. YO no


soy siempre YO. El único que no cambia es ÉL. Se sostiene en lo invariable. Está ahí en el
estado de los seres superlunares. Si cierro los ojos, continúo viéndolo repetido al infinito
en los anillos del espejo cóncavo.
(1974, pág. Pg. 27)

De esta forma, el propósito principal de la novela de Roa Bastos, es el de denunciar al


caudillismo, como forma política de concentrar la autoridad del Estado en una sola
persona, bajo un solo discurso. El dictador, el Yo y El Supremo es un personaje
ambivalente, que maneja la dualidad de forma que se presenta como un personaje
revolucionario en sus proyectos, una figura autoritaria, y que por el otro personifica los
intereses del pueblo y escribe por él, a través de él; del poder del pueblo, del poder
absoluto. El dictador se convierte en un esclavo que actúa a través de la figura del
Supremo para representar los intereses del pueblo.

Línea narrativa

La novela de Roa Bastos es una suerte de collage que se compone de varias voces y
formas retóricas. Existen los pasquines al principio y al final del texto, formas de
presentar los intereses burocráticos del estado. Están también los Apuntes, que realiza

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Patiño como escribano del dictador. También está el Cuaderno Privado, una suerte de
diario en donde el gobernante anotaba escritos dirigidos hacia él. Las notas al pie del
Compilador (Augusto Roa Bastos), son los que contienen indicio de carácter histórico o
enciclopédico sobre la historia de los hechos narrados. Finalmente, la Circular Perpetua
es una forma de documento legal que contiene disposiciones y mandatos del dictador
hacia los funcionarios.

Todas estas formas de lenguaje, de retórica, representan una nueva forma de escritura, en
la que Roa Bastos realiza un intento por unificar un discurso a través de todos los recursos
del lenguaje escrito (que diferencia de forma tajante con el habla), como una forma de
personificar al Uno, al Supremo, al poder que homogeneiza más allá del individuo.

De ahí se crea una suerte de discurso unificado, materializado en un proyecto llamado


Catequismo Patrio Reformado, el cual busca consolidar las ideas sobre el Estado en un
patriotismo único, que muestre al pueblo cómo vivir bajo la figura de la República. De
esta forma, la línea narrativa representa el amplio entramado que puede beber de distintos
tiempos y formas para crear un discurso unitario que sin embargo se contradice
constantemente en pos de generar una verdad única y sólida para los individuos y para el
mismo poder.

Conclusiones

El uso del lenguaje en la novela de Roa Bastos es un punto nodal para comprender su
forma de contemplar al poder, a la historia, al individuo y al mismo escritor. Su forma de
utilizar pasquines, notas, diarios y reflexiones personales, son una forma de anclar al
discurso a una forma de poder absoluto legitimada por y a través de él.

La expresión de este poder se crea en consonancia y en conflicto con el mismo lenguaje.


Para El Supremo el escribir es una forma de dominación, al tiempo que constituye una
manera única de sublevación, motivo mismo por el cual se ve obligado a acallar las otras
voces que se distancian del discurso oficial del Supremo.

Roa Bastos se esfuerza por evidenciar esta contradicción en el lenguaje, a través de las
dicotomías: individuo-pueblo, yo-Supremo, significado-significante. El propio lenguaje
se convierte en una forma de cuestionar el absoluto, y al mismo tiempo, es la única manera
de expresarlo. Roa Bastos se pregunta si el medio se puede convertir en el fin, el lenguaje
en el sonido, y el sonido en la naturaleza como expresión del absoluto; vemos que, en este

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intento de unificar voces disidentes, el individuo muere, mientras que el Absoluto pervive
precisamente gracias al lenguaje.

Esta experiencia, sin embargo, no está extrañada de la misma experiencia paraguaya del
caudillismo como fenómeno político como consecuencia del aislamiento económico de
la Dictadura Perpetua. Las circunstancias que catapultan este tipo de gobiernos no están
desvinculadas de políticas clientelistas impulsadas por los países del centro (en este caso,
la conocida relación de los países sudamericanos con Gran Bretaña), sin embargo, se
crean formas de cuestionar este poder a través de sus propios medios de propagación, en
este caso, es el lenguaje la herramienta por excelencia del dominio.

Bibliografía
Roa Bastos, A. (1974). Yo El Supremo. Bogotá: Oveja Negra.

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