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Leyendas de terror en

Arequipa
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Inmensas casonas de sillar, callejuelas oscuras, iglesias monumentales y
monasterios infinitos, la ciudad entera es ha sido desde antaño el escenario
propicio para leyendas espeluznantes y cuentos de terror.

Por las noches; Fantasmas, demonios, duendes y sirenas parecen ser los
verdaderos dueños de esta ciudad en donde las sombras encuentran su refugio
hasta en el rincón más inesperado.

 El diablo está en todas partes, incluso en la


catedral.

Todos los que hemos entrado alguna vez al templo nos hemos maravillado por la
hermosura de todo lo que allí habita: El órgano portentoso, las estatuas de los
apóstoles talladas en madera hueca (no, no es mármol) y un larguísimo etc., pero
en definitiva de tan fastuoso decorado, es el púlpito o para ser más exactos el
diablo que este aplasta, lo que ha llamado siempre con mayor ahínco la atención
de todos sus visitantes.

Si bien es cierto dicho púlpito es una pieza de arte majestuosa, nadie sabe
explicar realmente la presencia de satanás en nuestra catedral. Presencia que ha
sabido como inquietar a los feligreses: Según cuentan los más supersticiosos, el
diablo de la catedral se mueve. Cobra vida cada noche y gime del dolor mientras
intenta escapar del pesado púlpito que lo aprisiona, llorando lágrimas de sangre
en medio de su desesperación.

 El pecado del cura sin cabeza

No son pocos los que afirman haberlo visto y la le leyenda, aunque empieza a
olvidarse, en algún momento fue muy conocida por quienes habitaban en el
cercado. El cura sin cabeza, bajo el amparo de las tinieblas de la noche,
deambula, por los alrededores de la catedral.

¿El motivo de su tormento? se dice que busca se cabeza la cual le fue arrebatada
al momento de su muerte y aunque existen muchas versiones de porque fue que
lo decapitaron la más conocida nos señala que quien envida fue “el cura sin
cabeza” sostuvo un amorío con una hermosa joven, hija de un noble español
quien al enterarse del sacrílego amorío, en venganza decapitó al sacerdote,
condenándolo, así, a errar eternamente en busca de lo que le fue arrebatado.

 Ninfas en el agua: Los peligrosos encantos del río


Chili

Se la acusa de haber causado que más de un hombre pierda la cabeza por su


amor, llevándolo así hasta la muerte. Cuenta la leyenda que, pasada la media
noche, sobre la gran roca que descansa a los pies del puente Bolognesi, aparecía,
grácil y ligera, hermosa como nadie en este mundo la sirena del puente Bolognesi
quien con su canto, cautivaba a quien tuviera la imprudencia de pasear a esas
horas por el lugar, engatusándolo con su canto, para que finalmente se arrojara al
río en busca de su amada.

 Macabra venganza: La casa encantada


El mayordomo abnegado y la bella esposa del patrón descubiertos infraganti; una
historia de amor y traición, que si bien es cierto fue todo un cliché, durante la
época en que transcurre nuestra historia (1666) en este caso tiene algo muy
particular, pues el hombre engañado resulto ser más sanguinario que el mismo
satanás.

Una vez descubierto el engaño llevado de la mano por una insaciable sed de
venganza, el patrón de la casa, se dedicó en cuerpo y alma a torturar a los
amantes, haciéndolos padecer dolores inimaginables, hasta que finalmente,
enterarlos vivos tapiando una de las paredes de la casa en la que vivían. Aun hoy
se pueden escuchar los alaridos de dolor de la pareja, algunos afirman haber visto
sus almas deambulando por el lugar.

 La chaqueta en la tumba
Se cuenta que Mónica era una bella muchacha cuya tormentosa y apasionada
relación la llevo a encontrar la muerte. Actualmente se rumorea que aquella joven
de rostro fino, piel blanca y hermosa silueta sale a merodear por las calles de la
ciudad en las noches, en busca de hombres jóvenes y bellos que le recuerden a
su amado. De este mito se han desprendido múltiples versiones siendo la más
conocida la del motociclista Bernardo, cuya historia incluso fue llevada al cine.

No recuerdo como era Navidad en mis primeros años de vida, asumo que debió
ser nada pomposa, ni llena de regalos y con tono de temor, pues era la época de
apogeo del terrorismo y la idea de que algún atentado ocurriera ese día
seguramente atemorizaba a más de uno.

Mis primeras navidades las debí pasar en Sicuani o Cusco compartiendo con mi
abuela materna o en la casa de alguna tía, en aquellos años era importante pasar
la fiesta con algún familiar que llenar el pie del árbol con varios regalos y tener la
casa llena de luces.

Pero de las primeras navidades que recuerdo, casi entre sueños, son las
imágenes de una cena modesta a base de un jugoso pollo a la brasa, un pavo o
pavipollo no saldría a cuenta solo éramos cuatro en mi familia, yo no superaba los
8 años y mi hermana solo tenía 3, entonces preparar mucha comida no tenía
sentido.

Recibir un regalo era suficiente, todos en el barrio recibíamos uno, con el cual
jugábamos al día siguiente en la calle por varias horas, no era necesario tener un
lujoso juguete bastaba con que sirva para jugar, el resto corría a costa de nuestra
imaginación.
Además los cohetecillos también estaban presentes y eran manipulables sin la
supervisión de algún adulto, eran parte de los juegos en Navidad.

Cuando los años pasan uno se vuelve más consciente del significado de las
fechas y lo conlleva ser parte de los preparativos para celebrar la llegada del niño
Jesús. En mi casa siempre hemos tenido la tradición de iniciar los preparativos de
Navidad (incluyendo el adornar la casa y armar el nacimiento) el mismo 24 de
diciembre.

Entonces a partir de los 10 o 12 años cada 24 de diciembre mi madre me


despertaba a las 6:00 am algo normal en aquellos años (hoy puede ser
considerado un crimen), para acompañarla a la Bombonera a comprar las hierbas
y plantas para armar el nacimiento.

Luego de unos 10 gritos exigiendo que me levante, yo solía estar listo, con algo de
mal humor, pero listo, el frío de la mañana ayudaba a que el sueño y la flojera
desapareciera, además podía tener suerte de encontrarme algún amigo o con
mucha fortuna a la niña que me gustaba por esos días. Lo cual casi nunca ocurría
por cierto.

Después de 15 a 20 minutos de caminata llegábamos a la Bombonera, la calle


solía estar invadida por vendedores de plantas silvestres y pedazos de pasto para
los nacimientos, mientras las personas; grandes y chicos caminan presurosos
para encontrar las mejores plantas al precio más barato.

Uno debía caminar con cuidado entre la multitud, porque podría ser atropellado
por algún tricitaxi, punzarse con los espinos de la bolsa de alguna persona o
perderse por varios minutos, para recibir una soberana llamada de atención al
encontrarse nuevamente con su familiar.

Luego de comprar la salvajina, unos espinos verdes con flores lilas en las puntas,
pastos, pajas, flores, incienso y otras cosas que no recuerdo, era hora de volver a
casa cargando las bolsas para tomar de desayuno una taza de chocolate.

Luego de lavar las tazas, tocaba limpiar una esquina de la casa, colocar una
mesa, desempolvar las cajas, retirar de su interior los adornos del nacimiento con
sumo cuidado, no solo para no romper algún pastor o a José, sino porque siempre
había más de una araña en el interior de la cual cuidarse.
Para armar los nacimientos mi madre mostraba dotes de artista, su imaginación
era sorprendente, hasta ahora, me sorprende cada año lo arma de diferente
forma, una vez hasta pecera hubo. Una vez terminado nuestro nacimiento, tocaba
en ocasiones ayudar a mi tía Emma a armar el suyo.

Pasado el almuerzo, era hora de alistarse para comprar los regalos, digo los
regalos porque eran dos, uno para mi hermana y otro para mí, quizás alguno más
para algún primo o ahijado de mis padres.

Comprar los regalos también era como una tradición llegábamos en tricitaxi al jirón
Bolognesi o hasta la avenida Grau, para dar inicio al recorrido de las decenas de
puestos de juguetes en busca de alguno, a mi me gustaban todos, pero había que
escoger solo uno, decisión nada fácil, no podía correr el riesgo de tener el mismo
que algún familiar cercano. Demorábamos una hora o más en comprarlos. Aunque
el final quienes decidían eran mis padres.

Pero esa caminata en busca de los regalos, creo que era una excusa de mis
padres para encontrarse con algún familiar o amigo durante ese trajín para
saludarlos por Navidad y desear un feliz año nuevo. Sin duda era una ocasión
para intercambiar abrazos, de esos que hoy ya no se dan y que se transformaron
en un post de redes sociales.

Ya de noche volvíamos a casa en medio de la lluvia, para llevar la cena al horno.

Cuando era Navidad sin duda era una fecha para pasarla en familia, desde que
despertabas hasta que caías rendido por el sueño en la madrugada del 25 de
diciembre.

Hoy todo ha cambiado, la Navidad ya no es una fecha tradicionalmente familiar


sino más comercial, donde ya no importa el tiempo que pasaras con alguien ese
día, sino el regalo que le llevaras o recibirás.

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