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PÚBLICA
Con carácter general, las obras públicas se financian con cargo a los presupuestos de los
distintos entes públicos responsables de su gestión. La no disponibilidad de fondos
suficientes para hacer frente a los elevados costes de ejecución de las obras, y el interés
de no demorarlas en el tiempo por los beneficios sociales que se derivan de ellas, han
movido a las Administraciones a recurrir al endeudamiento para poderlas financiar,
deuda que, junto con los intereses, deben ir saldando a lo largo de un número de años.
Recurrir al endeudamiento para financiar una infraestructura, siempre que ese
endeudamiento se encuentre en unos niveles razonables de modo que pueda saldarse la
deuda en un período de tiempo adecuado, es una estrategia correcta. Por un lado, porque
la puesta en marcha de esa infraestructura va a generar una actividad económica
asociada a ella que, junto con los beneficios sociales derivados de la misma (desarrollo
regional, creación de empleo), producirá ingresos en las arcas públicas, vía impositiva.
Por otra parte, cabe interpretar que existe una cierta “ética social” en esa estrategia, pues
los más beneficiados por la obra pública serán los ciudadanos que desarrollen su
actividad en los años futuros, que es cuando, precisamente, se estará haciendo frente al
pago de la deuda.