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CASO AUSTRALIA
El Opera House de Sydney
Uno de los símbolos internacionalmente reconocidos de la ciudad de Sydney, en el continente
australiano, es el Opera House o Casa de la ópera.
En una de las escenas de la película de Dysney-Pixar Buscando a Nemo, cuando un conjunto de
peces quiere referirse a Sydney, dibuja en el agua, agrupándose, una representación inconfundible
de esta maravilla de la arquitectura mundial. Este icono arquitectónico, que se podría pensar entre
los más exitosos, en realidad se encuentra en la lista de los proyectos fracasados, por sus
desperdicios o grandes ineficiencias. El proyecto tenía un presupuesto inicial de 7 millones dólares,
pero debido a fallas en la gestión terminó costando 107 millones: un presupuesto quince veces
mayor al proyectado. Es decir, violó una de las restricciones fundamentales de un proyecto: costos.
El resultado del proyecto es obvio: una drástica caída de la rentabilidad.
CASO EUROPA
Eurotúnel.
Durante más de dos siglos, británicos y galos intentaron enlazar Inglaterra y Francia
por vía terrestre, pero fue recién el 6 de mayo de 1994, que lograron su objetivo. A partir de ese
día es posible desplazarse desde Calais en Francia hasta Folkestone
en Gran Bretaña, y viceversa, por tren o automóvil a través de 50 km de túnel, de los
cuales 39 km se encuentran bajo el canal de la Mancha.
El proyecto fue lanzado oficialmente en 1973, la búsqueda de patrocinadores del Eurotúnel en
1986, y la fabricación comenzó en 1987, con la perforación desde ambas costas para encontrarse
a mitad del camino.
A pesar del éxito, el proyecto tuvo fallas. El presupuesto original había sido de 7.500
millones de dólares y la fecha de entrega, 1992. Sin embargo, finalizó recién en 1994
y el costo final fue de 17.500 millones de dólares. Esto quiere decir que se violaron dos
restricciones: costos y tiempos.
Nuevamente, el resultado ha sido una caída en la rentabilidad inicial esperada del proyecto.
CASO FRANCIA
Michelin, fue el creador de un avance en la industria del neumático sin precedentes, cuando creó
el Sistema Pax (run flat), una rueda que permitía seguir conduciendo durante 160 kilómetros
después de un pinchazo. Michelín, logró el visto bueno de los constructores de vehículos, como
Renault y Honda, que querían instalar los neumáticos en sus coches. El problema fue que nadie se
acordó de los talleres y personal preparado para reparar ese sistema de ruedas, por lo que los
clientes tenían que comprar unas nuevas cada vez que tenían un problema.