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Sumercé: San Juan de Pasto, 2019.

Con el horror y la expectativa de que sea esta la última carta que vaya en dirección hacia
ti, entre las tantas que te escribí y aún no te han sido entregadas, y otras que hasta el día
de hoy continúan residiendo en los hemisferios de lo que hasta ahora es mi imaginación.
O al menos, de lo que me resta de ella. Hoy por hoy, las palabras han agrietado el asfalto
de la esperanza y del instante, asimismo como los arcones y baúles han sucumbido ante
los ámbares de la inevitable sensación de abalanzarme precipicio abajo y que mi cuerpo
—físico — sea el único afectado a expensas de toda la experiencia y el conocimiento que
lo habita. Es probable que mi coraza ya sea una esfinge y mi cuerpo un nictógrafo
abundado de perplejidades. Hoy arrojo entre líneas las riendas de mi rumbo, después de
que a lo largo de un tiempo transitorio hemos intercambiado sentimientos puros, arcaicos
y de antaño, modificados por el deseo o por el sufrimiento de nuestras propias vidas, a tal
grado de relacionarnos con nuestras más intrínsecas pasiones (libidinales, intelectuales,
emocionales y demás), sin prever incluso la profunda unión que sentimos a partir del
momento en el que nuestros labios rompieron el cerrojo de ambos en aquel café donde
una luz roja —tenue — tiznaba nuestra silueta de susurrantes gestos de candor, frenesí y
de una lúcida efervescencia, provocando infinidades de sensaciones que empezaron por
trastocar el delgado pliegue de la piel y, por consiguiente, las dimensiones sujetas de
alguna forma, a cada una de nuestras alteridades siameses. Y desde entonces, estoy tan
estrepitosamente enamorado de vos, y entregado a la libertad de ser tuyo, siendo mío,
perteneciendo a la Manigua y a sus confines.
A estas alturas del día ya he terminado todo lo correspondiente a mis labores, y
con el corazón en vilo me dirijo hacía la biblioteca del centro de la ciudad, corriendo,
pendiente de la alternativa, de la dicha, el alivio, que hubiera significado verte, más veo
solo tu ausencia, y sabiendo esta situación que me antecede de por medio, me propongo
entonces a continuar escribiendo las líneas que deparan a partir de ahora mi existencia.
De momento, justo a las 10:20 am, llamaron de la revista Arcadia, para recordarme la
noticia de la publicación de mi artículo titulado: ¿Quién es Colombia? que esta pronto a
salir, una vez transcurra esta semana y parte de la próxima. Y a pesar de esta noticia llena
de positivismo, mi corazón se mantiene en un constante infortunio, y aunque me cueste
la vida por intentar darle a entender las razones de tu ausencia, él se niega a aceptar lo
intrépida de tu decisión, de distanciarte de él más que de mí y de mis insólitas aberraciones
cautivas.
Ahora me corroe una cierta necesidad de suplicarle a la incertidumbre que me
revele tu paradero, si acaso para ir hasta donde estés, y en todo caso, expresarte mis más
nobles disculpas, por mi comportamiento y lo imbécil que resulto ser cuando el amparo
me persuade y el júbilo se marcha de mis instancias… Y aprovecho justo este momento
para entrever mis pesares sin discordia, pero si previniendo cuán desbordante puede llegar
a ser el ‘amor’ cuando la mortalidad interviene en el acto efusivo de ‘amar’ y sentirnos
‘amados’, ‘regocijados’, ‘anhelados’ o quizá siquiera, ‘añorados’ por el más simple acto
de vernos a nosotros mismos desde afuera, implorando clemencia y bienaventuranza, y
aunque el ‘amor’ nos sustente, entenderemos también que nos veremos inmersos en un
acontecimiento histórico, pero efímero a su vez. Y es que no prefiero más en esta vida
que ‘estar’ mecido por tus sentires, más que atender a las demandas del conocimiento, la
búsqueda del saber y de la virtud… Escucha los pálpitos de mi añoranza, como cada uno
te exclama, manifiesta la imagen de tu nombre; como mis pensamientos giran alrededor
de ti, entre otras obligaciones. No creas que la satisfacción de haber recibido hoy la noticia
nuevamente de la publicación de mi artículo pueda compararse a la absoluta infelicidad
que siento por el desprecio que has alcanzado a tenerme. “¡No sé con quién me he metido
—me has dicho —, no sabes qué tan manipulador eres!” Amor mío, ¿eso es verdad? Ay,
no te imaginas lo culpable que me siento por enterarme de tu concepción sobre mí o más
bien sobre mis acciones. Si en ocasiones he reaccionado a reacciones tuyas, es porque al
igual que tú, también me siento herido de alguna forma, y tales reacciones entran en una
notable consideración de mi parte, a sabiendas de lo efusivo que puede resultar tanto la
situación como los parámetros del momento. ¡Por favor! No pienses eso de mí, aunque
posea esa apariencia, mis razones se inclinan más hacia el deseo de que todo esté bien, y
más aún, que tú te encuentres bien (aun entendiendo que no siempre podremos estar bien
o augustos con nosotros mismos, y eso impedirá que podamos estar bien con el otro). Mis
sentires se dividen en dos cuando anuncias tu partida, y eliges de antemano, separarte de
mí con tan agresiva molestia. Es inevitable no ser afectado por dichas situaciones, y que
las acciones o decisiones de ese otro que es tan importante para vos, no influyan en tus
estados anímicos y emocionales. Te lo digo a ti, con mi corazón en vilo, que no poseo
ninguna pretensión de atentar contra tu integridad, ni mucho menos con tu bienestar; y
ahora más que nunca, las palabras se quebrantan y se diluyen en un mar de ilusiones. Y
más aún cuando entre tus elecciones el deseo de estar más sin mí que conmigo, pagando
el precio cuando no hago lo correcto.
He presenciado tanto sufrimiento y miseria dondequiera que he ido y hacia donde
mis andares me han llevado y cada acto evanescente ha quedado reducido al horror, a la
perversión del ser humano por querer controlarlo absolutamente todo, dominarlo todo, y
aun así, continuar con el heroísmo de exigir lo que nunca ha tenido o aquello que no
llegará a tener en sus más remotos placeres de autodestrucción; y debo decirte que lo que
menos deseo en esta vida es hallarme en un escenario de disputa y confrontación contigo;
donde el egoísmo prevalezca por encima de la empatía, la tolerancia y la generosidad,
que los conflictos internos superpongan su valía sobre las construcciones integrales con
ese ‘otro’ que es ‘uno’ y ‘dos’ a la vez, pero no un cero a la izquierda... Y es que contigo,
mis sentires van en dirección hacia nosotros, caminando sosegadamente y en completa
plenitud. Y es que… No merecemos (ninguno) adentrarnos en una agonía interminable y
sin remedio, sin… comprensión. Ven, mi amor, escucha estos pálpitos que se entregan a
ti y no esperan más que ser acogidos y regocijados en tus brazos. Válgame la dicha de
añorarte en furor, de sentirte armoniosamente, de hallarme contigo en un millar de
asistencias y de exclamaciones. Hice todo y fue infructuoso.
Ni modo, Las oportunidades de conocimiento son múltiples. El mundo está
organizado de una manera que las hace un poquito inaccesibles. He visto unas películas
de gángsters extraordinarias. En Body and Soul de Robert Rossen hay este parlamento:
“El mundo no es sino una cuestión de adición y sustracción. Todo lo demás no es sino
conversación”.
Devuelvo esta vida que me fue concebida como un fatídico acto de reminiscencia. La
devuelvo porque pueda que alguien más haga uso de ella en su máximo esplendor, y quizá
porque durante cada periodo o ciclo, me dediqué a ofrecer un pedacito de la misma a
aquellos que en su momento, requerían de un peñasco.

Mi cuerpo un nictógrafo
La escafandra y la mariposa
Soy un anacronismo

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