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La industria argentina

en los noventa

Javier Alvaredo
Horacio Cepeda
Osvaldo Kacef
Jorge Robbio

UNION INDUSTRIAL ARGENTINA

INSTITUTO PARA EL DESARROLLO


INDUSTRIAL

Buenos Aires, noviembre de 1998

Este material se utiliza con fines


exclusivamente didácticos
LA INDUSTRIA ARGENTINA EN LOS NOVENTA
1. El objeto de este documento es presentar una síntesis de la evolución reciente de la industria
argentina que abarca el período comprendido entre los inicios del Plan de Convertibilidad y el primer
semestre del corriente año. El análisis se centra en los cambios habidos en materia de producción, empleo,
productividad y comercio exterior de la industria manufacturera, teniendo como telón de fondo y punto de
referencia permanente a lo largo del texto las modificaciones análogas registradas para el conjunto de la
economía nacional.
Varios fueron los factores institucionales y de política que provocaron un cambio abrupto en el
entorno en el que debió operar la industria en estos años: la baja de los aranceles y la eliminación de las
barreras no arancelarias; el fin de la alta inflación; la fijación del tipo de cambio; la privatización de las
firmas proveedoras de servicios públicos; la política de integración regional fueron, entre otros, eventos que
confluyeron en el armado de una nueva estructura de incentivos y restricciones, estructura que para algunos
sectores significó la apertura de nuevas vías de desarrollo, mientras que para otros, por el contrario, fue
determinante para su involución.
Esta reasignación de los recursos, como se muestra en el texto, tuvo como resultado global el
crecimiento tanto de la economía nacional como del sector industrial, y exhibe, como uno de sus más
importantes activos, aumentos de la productividad del trabajo de los que no había registro similar desde la
década de los sesenta.
Al mismo tiempo, la transición de un modo de funcionamiento de la economía a otro tuvo un costo
dentro del sector industrial en términos de cantidad de firmas y de niveles de empleo, pérdidas que fueron
exacerbadas por la estructura de precios relativos a la que debieron enfrentarse los agentes económicos,
especialmente en la primera fase del plan, por el racionamiento del crédito (rasgo este que golpeó con
especial intensidad a las pequeñas y medianas empresas), y por la propia velocidad del proceso de apertura.
Cabe destacar aquí el esfuerzo realizado en aquellos sectores de la industria más expuestos a la
apertura para sobrevivir a la competencia externa, competencia que operó, por una parte, como un medio de
difusión del progreso técnico (se debía reducir costos para sobrevivir, y se debía invertir en tecnología más
avanzada para reducir costos) pero que, por la otra, la rapidez y la profundidad del proceso y la desigual
relación de fuerzas entre las partes en pugna, significó una tasa de mortandad y expulsión de mano de obra
superior a la necesaria si, por ejemplo, se hubiese administrado de otro modo la política comercial.
En este escenario, como se señala en el texto más adelante, sería injusto achacarle al aumento de la
productividad los males del desempleo como si hubiese existido, dado el nuevo entorno de toma de
decisiones, una alternativa a la opción de innovar o perecer. Basta sólo pensar cuanto mayor hubiese sido la
mortandad de firmas de no haber crecido la productividad a la tasa observada.
En este trabajo se señalan también tanto el auge de las exportaciones de manufacturas como el mayor
crecimiento de las importaciones de productos industriales, de lo que resultó una estructura más competitiva
que la de años atrás pero con un sesgo deficitario en materia de comercio exterior. En el auge exportador han
sido importantes tanto mercados (Brasil) como ciertos sectores específicos (Alimentos, Automotriz), sin
embargo se muestra que la mayor competitividad se ha desparramado hacia un mayor número de áreas y se
ha manifestado también en los envíos a destinos diferentes al mercado regional.
El trabajo culmina con un examen de algunos elementos de la coyuntura reciente, ensombrecida por
los ecos domésticos de lo que parece ser cada vez más una crisis global gatillada por las devaluaciones del
sudeste asiático, y se plantean ciertos interrogantes acerca del impacto que el nuevo escenario internacional
puede tener sobre la evolución de la actividad industrial.

2. Entre 1990 y 1997, tanto el PBI total como el industrial han mostrado altas tasas de crecimiento.
El PBI total aumentó un 51,2%, lo que equivale a una tasa promedio anual del 6,1 %, mientras que el PBI
industrial creció un 42,8% (5,2% anual promedio). Sin dejar de reconocer la relevancia de este
comportamiento positivo, debe recordarse que en el punto de partida de las series, la economía argentina
venía de un período de recesión y fuerte inestabilidad de precios que coronó una década caracterizada por el
estancamiento. Por esta razón, el crecimiento de los primeros años de esta década constituyó una
recuperación del retroceso en los años 80, de forma tal que recién en 1992 se superó el nivel del PBI total de
1980, mientras que el PBI industrial de ese año recién fue superado en 1993.
Como puede observarse en el gráfico 1, hasta 1992 el PBI industrial mostró un crecimiento mayor
que el del total de la economía, pero a partir de ese año y hasta 1994, el crecimiento del PBI total fue
superior al industrial, básicamente como consecuencia del importante crecimiento observado en el sector
servicios que, por un lado, no está expuesto a la competencia externa –factor condicionante de la evolución

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sectorial en los años analizados– y, por otro, recibió un fuerte impulso a partir de la política de
privatizaciones de las empresas de servicios públicos.

Durante 1995, como consecuencia de la recesión que siguió al llamado “efecto Tequila”, la industria
registró caídas mayores en su nivel de actividad, en comparación con las sufridas por el resto de la economía.
Luego de superado este episodio, tanto la economía en general como la industria en particular, volvieron a
crecer a tasas elevadas, aunque en la actualidad los efectos de la crisis de los mercados financieros
internacionales no sólo han desacelerado la tasa de crecimiento sino que abren un interrogante respecto al
comportamiento de la economía en el corto y mediano plazos.
Como consecuencia de la evolución señalada, el PBI industrial, medido en moneda constante, pasó
de representar el 25,5% del PBI total en 1990, a casi el 26% en 1992. Esta participación se redujo al 24,6%
en 1995, recuperando 0,2 puntos porcentuales en 1997.
Resulta interesante también observar la evolución de la participación del PBI industrial en el PBI
total a precios corrientes. En 1990, la industria explicaba el 26,8 de la producción total de la economía. A
partir de la implementación del plan de convertibilidad, se observó una marcada reducción de su
participación, hasta llegar en 1994 a representar sólo el 19,8% del total. La brecha creciente entre la
participación de la industria en el PBI a precios constantes y a precios corrientes, es un indicador del cambio
de precios relativos ocurridos durante el período analizado, el que fue desfavorable para la industria y, en
general, para todos los sectores expuestos a la competencia extranjera. En 1997, la industria explicaba el
20,3% de la producción total de nuestra economía, a precios corrientes y el 24,8% a precios del año 1986.

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La similitud de las evoluciones de los niveles de actividad industrial y global no se repitió en lo que
respecta al empleo. Como puede verse en el gráfico 3, durante el período bajo análisis el empleo total de la
economía aumentó un 14%, mientras que el empleo en la industria disminuyó un 6%. La presión que ejerció,
sobre todo en los primeros años de la convertibilidad, la suma de factores tales como la rapidez y
profundidad del proceso de apertura económica, la falta de fluidez de mecanismos financieros para facilitar
la reconversión de empresas y cierta presión de los costos medidos en términos de los precios de los bienes
comerciables, determinó un marcado comportamiento expulsor de mano de obra en la industria.
Este comportamiento, por otro lado, se acentuó y se generalizó a otros sectores como consecuencia
del proceso recesivo que siguió a la crisis mexicana de fines de 1994. Aunque es importante destacar que a
partir de 1996 se ha quebrado esta tendencia y que en 1997 se observó un incremento en el empleo industrial
del 1,5%, estos cambios parecen haberse interrumpido como consecuencia de los efectos de la crisis
financiera internacional que comenzara a mediados del año 1997.
Como consecuencia de los factores previamente comentados, el aumento de la productividad por
ocupado en la industria fue sensiblemente mayor al observado para el total de la economía. Como puede
verse en el gráfico 4, el incremento acumulado de la primera fue superior al 52%, mientras que el de la
segunda fue del orden del 33%, tasas que equivalen a crecimientos anuales promedio del 5,6% y del 4,2%
respectivamente.
Resulta de interés, en este punto, colocar la cuestión del aumento de la productividad de los últimos
años en una perspectiva histórica. Para esto, en el gráfico 5 1 se muestra la evolución de la productividad total
y de la industria en los períodos comprendidos entre los últimos censos económicos.
Como puede verse, la tasa de crecimiento de la productividad se aceleró en la década del 60, se
desaceleró en la década siguiente y fue negativa en la década del 80, tanto para la economía en su conjunto
como para la industria. Nótese que, como consecuencia de esta evolución, en el año 1991 al tiempo en que la
economía iniciaba en un proceso de apertura al comercio internacional y de reformas económicas sin
precedentes, los niveles de productividad estaban en valores propios de la década del 60.

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Las observaciones presentadas en el gráfico corresponden a años censales, siendo por tanto representativas de lo
ocurrido en la década anterior.

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Esta comparación es útil desde dos puntos de vista. Por un lado, ayuda a situar la espectacularidad de
los aumentos de productividad de estos años en un contexto histórico y pone de manifiesto que la
performance reciente es en gran medida una recuperación del tiempo perdido. Por otro lado, al dar una idea
de la magnitud del atraso relativo con que nuestra economía se abrió a la competencia externa, estos datos
brindan un argumento contrario a la hipótesis que adjudica el aumento del desempleo al aumento de la
productividad. Piénsese, en este sentido, cuantos más establecimientos deberían haber cesado sus
actividades, con la consecuente pérdida adicional de puestos de trabajo, si la productividad no hubiera
aumentado a la velocidad con que lo hizo.

3. El señalado crecimiento del nivel de actividad de la industria se dio en un contexto de profundos


cambios en la estructura productiva que afectaron de manera desigual a los diferentes sectores, lo que
determinó una significativa disparidad de comportamientos a nivel de rama.
Si agrupamos a los sectores industriales de acuerdo al destino o tipo de utilización de los bienes
producidos, tal como se hace en el gráfico 6, puede verse que el sector productor de bienes de consumo
durable fue el que más ha crecido, mostrando un incremento durante el período bajo análisis superior al
75% 2 . Este crecimiento equivale a una tasa promedio anual del orden del 8,3%.
Este sector, por otra parte, es el que más sensibilidad ha mostrado respecto al ciclo, ya que mientras
fue el más afectado por la recesión de 1995 (observó una tasa de variación negativa del 15% respecto del año
anterior), también fue el que más rápidamente se recuperó luego de superado dicho suceso, mostrando un
crecimiento acumulado del 28% entre 1997 y 1995 (lo que equivale a una tasa promedio anual del 13%).
Respecto de la ocupación, este sector mantuvo en 1997 prácticamente el mismo nivel que en 1990,
aunque durante el período se han observado variaciones importantes. Como se puede observar en el gráfico
7, hay dos ciclos bien definidos, el primero, que llega hasta 1994, está caracterizado por la destrucción de
puestos de trabajo (con una variación negativa del 8%), mientras que el restante, que va de 1995 a 1997, se
distingue por la creación de nuevos puestos de trabajo.

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A pesar de que en esta agregación sectorial está incluido el sector automotriz, cuyo producto creció un 308%, el
crecimiento de la producción de bienes de consumo durable excluyendo al sector automotriz, mostraría un crecimiento
del orden del 57%.

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Como se observa en el gráfico 8, entre 1990 y 1997, la productividad media por ocupado en el sector
registró un crecimiento del 74%, lo que equivale a una tasa de crecimiento promedio anual del 8,2% 3 .

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Si se excluyera de este subsector al automotriz, la variación de la productividad por ocupado sería del 59%,
equivalente a una tasa de crecimiento anual promedio del 7%.

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En el extremo opuesto, el sector productor de bienes de capital fue el de peor performance en lo que
respecta a las tres variables analizadas. La producción mostró una caída acumulada superior al 6%, lo que
equivale a una tasa anual cercana a –1%. Es de destacar que este comportamiento se dio durante un período
caracterizado por tasas de inversión del orden del 20% anual, lo que da una idea de la severidad con que la
competencia de las importaciones afectó la actividad de este sector.
Por su parte, la ocupación en el sector mostró una caída del 8,2 %, con lo que la productividad media
por ocupado creció levemente, superando apenas el 2%.
A su vez, los sectores productores de bienes de consumo no durable, por un lado, e insumos
industriales, por otro, mostraron una evolución similar en lo que respecta a sus niveles de producción, con
incrementos del orden de 39% y 35%, respectivamente.
Un rasgo saliente del sector productor de bienes de consumo no durable es que la crisis del Tequila
lo ha afectado en una magnitud sensiblemente menor que al resto de los sectores, ya que el nivel de
producción no cayó entre 1994 y 1996. Como contrapartida de esto, sin embargo, en el período de
recuperación posterior creció apenas el 4%. Este comportamiento está asociado con el hecho de que buena
parte de los sectores que componen este agregado son manufacturas de origen, agropecuario, productos que
son tradicionalmente exportables y, en consecuencia, están menos sujetos a las condiciones del mercado
interno.
La ocupación en este sector no mostró variaciones importantes durante el período analizado, ya que
se incrementó sólo un 3%. De este modo, aunque con cierta desaceleración en los últimos años, la
productividad media registró un aumento acumulado del 35%.
El nivel de producción del sector productor de insumos industriales cayó un 9% en 1995 y desde ese
año hasta 1997 creció 15% (es decir, a una tasa de crecimiento promedio anual del orden del 8%). La
ocupación, por su parte, mostró hasta 1995 un comportamiento decreciente similar al observado en el sector
productor de bienes de consumo durable, aunque en el caso de los productores de insumos, no se observó a
partir de 1996 una recuperación importante y el nivel alcanzando en 1997 resultaba menor en un 8% al de
1990. De este modo, la productividad media por ocupado en este sector creció en el período cerca del 50%,
como resultado de un considerable incremento hasta 1994, una caída brusca en 1995 y una recuperación
importante entre ese año y 1997.

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4. Si, en cambio, se agrupan a los distintos sectores industriales de acuerdo a su grado de integración
al comercio internacional 4 , puede observarse que entre 1990 v 1997, el nivel de actividad del sector
productor de bienes transables se incrementó un 43% (5.2% anual), mientras que el crecimiento del sector
productor de bienes no transables fue del 34% (4.2% anual).
Es interesante remarcar que hasta 1993, el nivel de actividad del sector productor de bienes no
transables había crecido más que el del sector más expuesto a la competencia externa. Esta situación se daba
en el contexto de un rápido proceso de apertura a la competencia externa sumado a una configuración de
precios relativos claramente desfavorable para los bienes comerciables con el exterior.

A partir del año 1993, sin embargo, se operaron ciertos cambios en esta situación que parecen haber
afectado el comportamiento de los sectores económicos. Por un lado, la implementación del programa de
estabilización en el Brasil disparó un proceso de disminución de la paridad cambiaria real de ese país, hecho
que impactó fuertemente en nuestra industria dado la creciente importancia de Brasil como destino de
nuestras exportaciones. Al mismo tiempo, se produjo en esos años un aumento de la paridad real del dólar
frente a otras monedas fuertes que nuestro tipo de cambio real acompañó. Por otro lado, se tomaron desde la
política oficial algunas medidas que también impactaron positivamente sobre la competitividad de la
industria. Entre estas medidas se destacan la disminución del costo laboral asociada a la disminución de
contribuciones patronales, otras reformas de la estructura tributaria dirigidas a aumentar la eficiencia de la
economía y el efecto de la política de privatizaciones de servicios públicos que, en casos como electricidad,
gas y puertos, tuvo un impacto positivo sobre los costos industriales. Este proceso, como ya hemos

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Para esta clasificación se utilizaron los siguientes criterios: a) aquellos sectores cuyo comercio (exportaciones+
importaciones) representa menos que el 10% de su valor bruto de producción, fueron clasificados como no
comerciables. b) aquellos sectores cuyo comercio representa más que el 10% de su valor bruto de producción, fueron
clasificados como comerciables.
Para clasificar a los bienes comerciables se utilizó el siguiente indicador: Ij = 1 – [(Xj – Mj) / (Xj + Mj] como el valor
del mismo oscila entre 0 y 2 respectivamente, se utilizó el siguiente criterio:
Exportables: aquellos sectores cuyo coeficiente oscila entre 0 y 0,5.
Intraindustriales: aquellos sectores cuyo coeficiente oscila entre 0,5 y l,5.
Importables: aquellos sectores cuyo coeficiente oscila entre 1,5 y 2.

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mencionado, fue acompañado por un aumento de la productividad que no registra antecedentes en la historia
económica reciente.
Es muy probable que la suma de estos factores, cuyo impacto sobre la competitividad del sector
industrial ha sido indudablemente positivo, haya sido determinante en el hecho de que a partir de 1994 el
sector productor de bienes comerciables pasara a ser más dinámico que el sector relativamente más protegido
de la competencia externa, tal como lo muestran los indicadores de nivel de actividad, empleo y
productividad que se analizarán a continuación.
Entre 1991 y 1993 el nivel de actividad de los sectores productores de bienes no comerciables
aumentó 30%, mientras que los sectores productores de comerciables crecieron en el mismo período 26%. A
partir de ese año y hasta 1997, mientras el primero de los sectores creció sólo un 3%, el sector más expuesto
a la apertura creció 12%. Esta brecha, por otra parte, se acrecentó entre 1996 y 1997 cuando, con la
recuperación posterior al “Tequila”, las tasas de crecimiento fueron de 7% para los no comercializables y del
17% para los transables.
En lo que respecta a la ocupación, en el gráfico 10 se puede observar que, mientras que el sector
productor de bienes transables mostró una caída del orden 5% en el lapso 1990/97, el sector productor de no
transables incrementó el empleo en un poco más del 2%. Puede verse que la evolución de esta variable ha
sido marcadamente decreciente en el sector expuesto al comercio internacional donde se acumuló un
descenso del 8% hasta 1995, año a partir del cual cambió la tendencia.

Una posible explicación de este comportamiento podría ser la siguiente: en la primera fase del plan
de Convertibilidad el empleo cayó a causa de la reducción de costos que requería enfrentar con alguna
posibilidad de éxito al brusco proceso de apertura, o bien directamente debido al cierre de establecimientos;
luego, las empresas que sobrevivieron, gracias a una mejor posición competitiva, pudieron absorber mano de
obra conjuntamente con el crecimiento del nivel de actividad.
Por su parte, la productividad media por ocupado en el sector productor de bienes transables se
incrementó durante el período bajo análisis un 51 %, mientras que en el sector productor de no transables, el
incremento observado fue del 32%. También es posible observar en este caso una marcada diferencia de
comportamientos entre ambos sectores según se mire lo ocurrido antes o después de 1993.

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En los gráficos 12, 13 y 14, se presenta una desagregación del sector productor de bienes
comerciables, entre aquellos sectores que producen bienes netamente exportables, aquellos en los que hay
una fuerte presencia de comercio intra-industrial y, por último, sectores que producen bienes importables.

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En lo que a evolución del producto se refiere, en el gráfico 12 se observa que mientras que la
evolución de los tres sectores es similar hasta 1994, a partir de 1995 el sector productor de bienes exportables
comienza a mostrar rasgos que lo diferencian de los otros dos. En efecto, durante la recesión de 1995 este
sector mostró una mejoría leve respecto del año anterior y, a partir de la recuperación de 1996, muestra una
tasa de crecimiento promedio anual del 10%, superior al 7,8 y 6,8% que mostraron los sectores productores
de intra industriales e importables respectivamente.
Si se analiza la ocupación, puede verse que el sector que mostró la mayor contracción fue el
productor de bienes intra-industriales, donde el empleo cayó alrededor del 10%. Los otros dos sectores
también han mostrado variaciones negativas pero del orden del 3%. En el gráfico 13 se muestra la evolución
de esta variable durante el período bajo análisis.
La productividad promedio por ocupado, por otra parte, ha evolucionado positivamente en todos los
sectores, tal como puede verse en el gráfico 14. Particularmente, en los sectores productores de bienes
exportables e intra industriales el aumento observado ha sido, respectivamente, del 56% y 57%, mientras que
en el sector productor de bienes importables el incremento fue del 47%.
Como hecho a destacar, se puede mencionar que la productividad del sector productor de bienes
exportables ha mostrado una evolución positiva durante todo el período bajo análisis. En los otros sectores la
productividad ha evolucionado de manera similar hasta 1995, aunque es interesante destacar que a partir de
1996 las ganancias de productividad del sector productor de bienes importables comenzaron a rezagarse
respecto de las de los otros dos sectores.

5. Una de las características más salientes de la evolución de la economía argentina en esta década
es, como se sabe, la apertura al comercio internacional. En el caso particular de la industria, cualquiera de los
indicadores comúnmente utilizados en este sentido muestra un aumento significativo durante el período bajo
análisis.
Como puede verse en el gráfico 15, que muestra la evolución de los cuatro indicadores más
utilizados para medir la exposición de la industria al comercio internacional, la participación del comercio
exterior (exportaciones más importaciones) en el valor bruto de producción de la industria aumentó 130%,
pasando de 10% en 1990 a 23% en 1997.

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Dos hechos merecen ser destacados: 1) el considerable aumento de todos los indicadores, y 2) el
sesgo deficitario del proceso de apertura industrial. Mientras que en el período bajo análisis la participación
de las importaciones en el consumo aparente se multiplicó por más de 4 (pasó del 3% en 1990 al 13,7% en
1997), la participación de las exportaciones en el valor bruto de la producción apenas pasó del 7% al 9,7%.
Este comportamiento explica, además el cambio de signo observado en el balance comercial industrial, que
pasó de un superávit de 4,3% en 1990 a un déficit del 5,7% en 1997.
Desde el punto de vista sectorial, también pueden destacarse algunas cuestiones interesantes en lo
que respecta al grado de apertura. Como puede verse en el cuadro siguiente, el sector menos abierto es el
productor de bienes de consumo no durable, en el que el peso del comercio exterior sobre el valor bruto
producción es del 16.2%. Este mismo sector, sin embargo, es el que registra, al mismo tiempo, la mayor
participación de las exportaciones en el valor de producción (14.5%).
En el extremo opuesto, el sector con mayor grado de apertura es el sector productor de bienes de
capital, en el que el peso del comercio sobre el valor de producción es de alrededor del 85%. Paralelamente,

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es este el sector en el cual es mayor el grado de penetración de las importaciones, las que representan cerca
del 46% del consumo aparente.
Por otro lado, si bien la participación del comercio exterior en el valor de producción total de la
industria alcanza, como ya comentáramos al 23.6%, si se excluyen aquellos bienes naturalmente protegidos
de la competencia externa, el grado de apertura de la industria es significativamente mayor. En efecto, el
peso del comercio exterior en el valor bruto de producción de bienes industriales comerciables
internacionalmente es 32.2%.
El creciente grado de apertura de la industria y la incidencia que tuvo el posicionamiento de cada
sector frente al comercio internacional en su desempeño, ponen de relieve la necesidad de analizar con
mayor detalle las cuestiones relacionadas con el intercambio comercial en general, y con el de productos de
origen industrial en particular, tema al que se dedican las próximas secciones.

6. El comercio exterior argentino mantuvo en 1997 los principales rasgos identificados en lo que va
de la década, es decir, un aumento del coeficiente comercio/PBI y una expansión a tasas superiores a las del
comercio mundial. El flujo total de comercio creció 19% respecto del año anterior, pasando de 47.573
millones de dólares a 56.594 millones de dólares. Este desempeño ubicó a nuestro país, según la OMC, entre
los que más han expandido su comercio a lo largo de la década, después de haber acumulado en el período
1990-1997, un aumento del 244%, que representó un promedio anual acumulativo del 19%.
A lo largo del período analizado, pueden identificarse tres etapas bien diferenciadas. En la primera,
que se desarrolló desde 1990 hasta 1994, las exportaciones crecieron a un ritmo muy lento, en tanto que las
importaciones fueron extremadamente dinámicas, apoyadas en el proceso de apertura comercial y en la
expansión del nivel de actividad. En la segunda etapa, dominada por la crisis del Tequila, que abarcó desde
finales de 1994 a finales de 1995, las exportaciones se expandieron a tasas significativamente altas y las
importaciones, afectadas por la caída en el nivel de actividad, se redujeron. En la tercera etapa, que se inició
con la recuperación económica de 1996, se produjo una fuerte expansión de las importaciones pero, a
diferencia de la primera etapa, las exportaciones mantuvieron un elevado ritmo de expansión, aunque a tasas
decrecientes.
El resultado de esta evolución se reflejó, por una parte, en el aumento de la participación de nuestro
país en el comercio mundial, tema al que se dedica el próximo punto y, por otra, en los resultados de la
balanza comercial, que pasó de un superávit de 50 millones de dólares durante 1996 a un déficit de 4177 de
millones de dólares durante 1997. Teniendo en cuenta la evolución observada durante los primeros siete
meses de 1998 (en los que acumuló un desequilibrio de aproximadamente 3000 millones), la balanza
comercial podría alcanzar este año un déficit superior a 6000 millones de dólares.

7. Mientras que el comercio mundial creció un 3% en términos de valor –9% en volumen–, el


comercio argentino no creció 19% (10% las exportaciones y 27,3% las importaciones). Para apreciar la
relevancia de este desempeño es conveniente analizarlo en el contexto expansivo que el comercio mundial
venía registrando hasta la crisis asiática.
Si se analiza lo ocurrido en la década con los países que registran “comercio significativo” –según la
definición de la OMC 5 – nuestro país aparece como el que más incrementó sus importaciones y ocupó el
puesto décimo primero entre los que más expandieron sus exportaciones. El cuadro 2 muestra que el grupo
de países que más expandió su comercio está compuesto en su mayoría por países en desarrollo, los que al
igual que nuestro país, registraron altas tasas de crecimiento 6 y fueron los más importantes receptores de
inversiones extranjeras directas.
Aunque el proceso de apertura de la economía se reflejó más claramente en las importaciones que en
las exportaciones, estas últimas también registraron un crecimiento superior al promedio mundial. Este
desempeño le permitió a nuestro país continuar recuperando participación en las exportaciones mundiales,
pasando del 0,45% durante 1996 al 0,48% durante 1997, nivel similar al promedio alcanzado durante la
década del 70, pero apenas un tercio del porcentaje que e nuestro país representaba en la década del 50.

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Para países que exportan o importan más de 10 mil millones de dólares por año.
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Los países en desarrollo del cuadro, registraron las siguientes tasas anuales de crecimiento del PBI: Argentina, 6;
Chile, 8; China, 11; Corea, 7.1; Indonesia, 6.9; Irlanda, 6.4; Malasia, 8.5; México, 2.8; Perú, 5.2; Filipinas, 3.7;
Tailandia, 6.8; Turquía, 4.4; Brasil, 3; Singapur, 7.8; Colombia, 4.

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8. Durante 1997, las exportaciones totales crecieron un 10% con un aumento significativo de las
ventas de productos industriales (MOA y MOI) y combustibles, y una caída en los productos primarios. En
este último caso, la fuerte expansión de los volúmenes (9,6%) fue neutralizada por una importante caída de
los precios (11 %). Algo similar ocurrió con las exportaciones de combustibles, aunque el aumento de los
volúmenes (12%) compensó la caída de precios (5.9%). En el cuadro 3 se presenta la variación del comercio
total desde el inicio de la década, distinguiendo entre las dirigidas al mercado brasileño y las orientadas al
resto del mundo.

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En el comercio con Brasil se destaca la importancia de las exportaciones de manufacturas de origen
industrial (MOI) y, dentro de éstas, a las provenientes del sector automotriz. Durante 1997 las exportaciones
de MOI crecieron más del 50%, pero si se excluyen los envíos de automotores, la tasa de crecimiento cae a
aproximadamente la mitad. Las exportaciones totales aumentaron en ese año 22%.
Esta tendencia se acentuó en los primeros meses de 1988, dado que dentro del conjunto de
exportaciones sólo aumentaron las de MOI, y el aumento de éstas ha sido el resultado exclusivo de las
exportaciones de automóviles. Como se puede observar en el gráfico 18, excluidas las MOI, el resto de las
exportaciones ya había dejado de crecer a partir de mediados de 1997 y comenzó a decaer ya hacia finales de
1997.
El cuadro 3 permite observar que, si bien Brasil fue extremadamente importante como mercado para
las exportaciones argentinas, los restantes mercados tuvieron un papel destacado. En efecto, las

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exportaciones totales a los restantes mercados crecieron un 6%, duplicando la tasa de crecimiento de las
exportaciones mundiales.

Este desempeño fue resultado, tanto del aumento de las colocaciones de productos industriales, como
de la caída de las exportaciones de productos primarios. Entre las exportaciones industriales aumentaron
tanto las MOI, que se recuperaron de la caída sufrida durante 1996, como las Manufacturas de Origen
Agropecuario (MOA), que continuaron reflejando su mayor competitividad en los mercados mundiales. Los
productos primarios, en cambio, se vieron afectados por la caída de los precios internacionales, que no pudo
ser compensada por el inicio de las exportaciones de productos mineros.
En los primeros meses de 1998, las MOI continuaron creciendo, en tanto las MOA se estancaron,
debido a la caída de precios originada en la crisis de los países asiáticos y a las importantes cosechas de los
países del hemisferio norte que compiten con nuestro país.

9. En lo que va de los 90 se produjeron cambios importantes en la participación de los distintos


mercados a los que se dirigen nuestras exportaciones. Por un lado, continuó ganando importancia Brasil, y en
consecuencia el Mercosur, como reflejo de la profundización del proceso de integración apoyado en el
mercado común. Por otra parte, como resultado de la conquista o ampliación de nuevos mercados en Asia,
Africa y los países europeos no incluidos en la Unión Europea, a partir del año 1994 aumentó
significativamente la participación del agrupamiento llamado Resto.
Un proceso similar se verificó con MOA, como consecuencia de la pérdida de importancia de los
mercados considerados “tradicionales”, como la Unión Europea y el NAFTA, y el aumento de los
clasificados como “Resto”, que incluye a los países del Este y Sudeste asiático, Medio Oriente, y norte de
Africa. La expansión de estos mercados se relaciona con el aumento de las colocaciones del complejo
oleaginoso –aceites y pellets– que constituye el principal rubro exportador de nuestro país.

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También se observó un crecimiento de la participación del Brasil y del Mercosur como destino de las
exportaciones de MOA, aunque en este caso el aumento se basó en la colocación de productos con un mayor
grado de diferenciación o con un mayor nivel de valor agregado industrial, como el caso de alimentos
procesados, productos de la molienda, bebidas alcohólicas, etc.
Durante los primeros meses de 1998 la estructura por destino de las exportaciones de MOA se ha
mantenido estable, a pesar del efecto de la caída de los precios de muchos de los productos exportables y de
la caída de la demanda en los países afectados por la crisis financiera internacional.

Por otra parte, el Mercosur en general y el mercado brasileño en particular acentuaron su importancia
como destino para las exportaciones de MOI. La participación del Brasil alcanzó durante 1997 al 52%,
porcentaje que se eleva hasta casi el 70% cuando se adicionan los mercados de Uruguay, Paraguay y Chile.
Este aumento se produjo a expensas de la Unión Europea y del agrupamiento Resto.
En este proceso existen dos aspectos a destacar a) el rol desempeñado por el sector automotriz en el
intercambio, ya que el mercado común permitió la especialización productiva y el intercambio de productos
y partes ; b) la revaluación del dólar, y en consecuencia de nuestra moneda, con respecto a las monedas del
Este y Sudeste Asiático y de la Unión Europea, hecho este que produjo un natural desplazamiento de las
exportaciones de MOI hacia mercados del área dólar como Latinoamérica y el NAFTA. La información
disponible para los primeros meses de 1998 señala que este comportamiento no se ha modificado
sustancialmente en el corriente año.

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10. En el caso de las importaciones, sobre la base de una estructura de mercados mucho más
diversificada que en el caso de las exportaciones, se mantuvo relativamente estable durante 1977 la
participación de los diferentes proveedores, con caídas en la participación de los países de la Unión Europea
y aumentos en el caso de los países del Este y Sudeste Asiático y del NAFTA. El aumento de las
importaciones se basó, fundamentalmente, en un incremento de las compras de bienes de capital y sus partes
y piezas, provenientes de China y Japón y de bienes de consumo de los países del ASEAN (Asociación de
Naciones del Sudeste Asiático).
Durante este período, si bien Brasil no aumentó su importancia como mercado de origen de nuestras
importaciones, el crecimiento de las compras en ese país produjo un incremento de la participación de
Argentina como mercado para las exportaciones brasileñas. Durante 1997 la participación argentina ganó dos
puntos porcentuales y ese proceso continuó en los primeros meses de 1998, consolidando a nuestro país
como segundo mercado para las exportaciones del Brasil.

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11. A lo largo de este documento nos hemos referido más de una vez a la cuestión de la
competitividad de la industria y de como su evolución había sido determinante en el comportamiento
sectorial. Se puso especial atención en esto a propósito de la acumulación de una serie de factores que habían
incidido positivamente en la actividad de los sectores más relacionados con el comercio internacional. En
esta última sección revisaremos algunos de estos elementos que, como consecuencia de la crisis de los
mercados financieros internacionales, sufrieron cambios de importancia que abren un interrogante sobre las
perspectivas de la actividad industrial en el corto y mediano plazos.
El primero de estos elementos es la evolución de los términos de intercambio que, como muestra el
gráfico 24, presentaba desde comienzos de la década una marcada tendencia positiva, alcanzado su mayor
nivel durante 1996.
Durante 1997 este indicador desmejoró significativamente debido a la importante caída de los
precios de nuestros principales productos de exportación (productos primarios de origen agropecuario,
agroindustriales y combustibles). Este proceso se acentuó en los primeros meses de 1998 como consecuencia
de la profundización de la crisis internacional y de la obtención de importantes cosechas en algunos de los
principales países competidores de nuestro país.
Por su parte, los precios de las importaciones registraron una caída, aunque menor que la observada
en las exportaciones, debido a que la mayoría corresponde a productos industriales diferenciados, en los que
los mercados internacionales son más estables. En este tipo de productos la caída de precios fue influenciada
por las devaluaciones ocurridas en los países productores.
El otro elemento a tener en cuenta está relacionado con la evolución del tipo de cambio real, cuya
evolución se presenta en el gráfico 25. Tanto para la estimación del tipo de cambio real de importaciones, así
como para la del de exportaciones industriales, se han construido canastas de monedas de acuerdo al peso
relativo de cada país en nuestra estructura de comercio exterior para el año 1997.
Como puede verse, la evolución del tipo de cambio real de nuestra economía muestra tres fases bien
definidas. La primera, desde la implementación de la convertibilidad hasta el tercer trimestre del año 1993,
estuvo marcada por una revaluación real de nuestra moneda del orden del 12% debido fundamentalmente a
la elevada tasa de inflación residual que caracterizó a los primeros años de la Convertibilidad.
En la segunda fase se observa una mejora en la paridad cambiaria debida básicamente al proceso de
revaluación de la moneda brasileña que se había iniciado con anterioridad a la implementación del plan Real.
También influyó positivamente la revaluación de las monedas fuertes de Europa y Japón frente al dólar
ocurrida entre el tercer trimestre de 1993 y el segundo de 1994. Entre el segundo trimestre de 1993 y fines de

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1994 la recuperación de la paridad cambiaria fue del orden del 9% y, aunque con algunos altibajos, el tipo de
cambio real se mantuvo en esos niveles hasta el tercer trimestre de 1996.
Finalmente, a partir de finales de 1996 comienza la tercera fase, la cual está signada otra vez por el
deterioro de nuestro tipo de cambio. Esta fase se debe a una conjunción de factores. En primer término, las
autoridades brasileñas comenzaron a realizar minidevaluaciones periódicas a fin de impedir que continuara la
caída de su paridad cambiaria. Ya antes del final del proceso de revaluación del real, sin embargo, habían
comenzado a observarse una serie de devaluaciones de las monedas fuertes (Europa y Japón) respecto del
dólar, proceso que continuó hasta mediados de 1997. A partir de ese momento comenzaron a operar los
efectos de la crisis del sudeste asiático, caracterizada por la implementación de fuertes devaluaciones
competitivas en los países de dicha región. Una vez que dicho proceso se estabilizó –al menos en lo que se
refiere al manejo de la política cambiaria de esos países– se sucedieron las devaluaciones de la moneda
japonesa, las de Chile y México y la aceleración del proceso de minidevaluaciones en el Brasil.
Como consecuencia de estos factores, el tipo de cambio real de importaciones se ubica actualmente
cerca del mínimo alcanzado a comienzos de 1993 y acumula una apreciación de alrededor del 11 % respecto
del nivel que tenía a comienzos del plan de Convertibilidad. Aunque en el caso del tipo de cambio real de
exportaciones industriales la pérdida no fue tan severa, la caída acumulada desde 1991 alcanza al 7%.
A lo largo de este documento hemos destacado la importancia que tuvo para el desempeño de la
industria y en especial de sus sectores más expuestos a la competencia externa en particular, el impacto de
diversos factores que coadyuvaron a la mejora de la competitividad sectorial. Sin desconocer la relevancia de
cuestiones tales como el aumento de la productividad de la mano de obra y del alivio sobre los costos que
significaron diversas iniciativas de política económica relacionadas con la estructura tributaria y con la
desregulación de la provisión de algunos servicios públicos, es indudable que una parte significativa de la
señalada mejora de la competitividad se asentó en la favorable evolución del tipo de cambio real a partir de
mediados de 1993.
La interrupción de este proceso abre un serio interrogante sobre el futuro de la actividad industrial en
momentos en que nuestra economía ingresa en una fase de –al menos– desaceleración de la tasa de
crecimiento e interrupción de la incipiente reversión de las difíciles condiciones en que operaba el mercado
de trabajo hasta 1995.
No escapa a nuestro análisis que los sectores productores de bienes comerciables en general y la
industria en particular han dejado de ser, hace bastante tiempo, los más dinámicos en lo que a demanda de
empleo se refiere. Sin embargo, la combinación del logro de un nivel adecuado de competitividad externa
con altos niveles de inversión en el sector productor de bienes comerciables, es el único modo de volver a
colocar a la economía argentina en un sendero de crecimiento sustentable en el largo plazo, condición
necesaria para reducir en forma genuina los altos índices de desempleo que afligen a nuestra economía.

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