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ADAPTACIONES A NIVEL CELULAR.

CITOESQUELETO Y EVIDENCIAS DEL ADN COMO MATERIAL GENÉTICO


Unidad Nº 1 de Biología Electivo

TEMAS
1.- Adaptación a nivel Celular
2.- Evidencias del ADN como material genético

1. Adaptación a nivel celular

El concepto de adaptación en Biología tiene estrecha relación con el principio de


estructura y función. Esto quiere decir que una estructura tiene una
determinada organización por la función que va a desarrollar. Por ejemplo, el
cuerpo de los peces tiene una forma hidrodinámica que les permite desplazarse
con menos resistencia por el agua.

Estas mismas condiciones se cumplen a nivel celular. En algunas oportunidades,


esto se demuestra por los procesos de homeostasis que desarrolla una célula
que puede ser a corto o largo plazo. Por ejemplo, cuando una célula es capaz
de regular las condiciones de acidez del medio está experimentando un proceso
de adaptación.

En otro ámbito, la adaptación puede significar el desarrollo de estructuras


especializadas en una función particular. Por ejemplo, los cilios son estructuras
especializadas de las células eucariontes que determinan la capacidad de
movimiento de algunas células. Estos cilios se encuentran en organismos
unicelulares donde significan una capacidad de movimiento del organismo
completo. Así también, se encuentran en las células que tapizan el sistema
respiratorio y, en este caso, son útiles en la movilización de partículas extrañas
al sistema respiratorio.

Por lo tanto, es importante comprender el concepto de adaptación en el


contexto en que se encuentra cada célula.

Las estructuras que permiten a una célula adaptarse a su medio pueden estar
en distintos niveles, algunos de los cuales vamos a revisar a continuación.

Dentro de los niveles o estructuras que participan activamente en la adaptación


de las células está el citoesqueleto.

El citoesqueleto corresponde a un conjunto de filamentos proteicos que


participan en diferentes fenómenos celulares, tales como:

 Mantención de la forma celular.


 Movimiento celular.
 Corrientes citoplasmáticas (ciclosis).
 Contracción muscular.
 División celular (movilización del material genético y citodiéresis).

En este caso, podemos apreciar perfectamente el hecho de que una misma


estructura es capaz de participar en distintas funciones de acuerdo con la
necesidad de cada célula (adaptación).

Los componentes del citoesqueleto son:


 Microfilamentos de actina.
 Filamentos intermedios.
 Microtúbulos.

La clasificación que se hace de estos elementos es de acuerdo con el diámetro


que presentan. Los microfilamentos de actina tienen un diámetro promedio de 6
nm (nanómetros); los filamentos intermedios, entre 8 y 10 nm; y los
microtúbulos, 24 nm.

Los microfilamentos de actina están formados por dos cadenas en espiral de


monómeros globulares de actina G (globular), las cuales se unen para formar la
actina F (filamento). Son muy abundantes en el músculo. También se
encuentran, aunque en menor cantidad, en el citoplasma de todas las células,
constituyendo entre un 5 y 30% de las proteínas totales del citoplasma.

Los filamentos de actina participan de la contracción muscular, de los


movimientos celulares y de la citodiéresis, disponiéndose como un anillo
alrededor del ecuador de la célula, de tal forma que se produce la
estrangulación del citoplasma luego de la mitosis.

Los filamentos intermedios son eminentemente elementos estructurales y no


tienen participación directa en la contracción ni en los movimientos. Cuando
una célula es rota, los filamentos intermedios permanecen intactos en un 99%,
sin embargo, los elementos de los microfilamentos y de los microtúbulos se
solubilizan.

Los filamentos intermedios son abundantes en células que están sometidas a


roce, como las de la epidermis, donde se unen a elementos de las membranas
como lo son los desmosomas, que unen las células unas a otras. Las células que
sufren divisiones celulares continuamente están desprovistas de filamentos
intermedios.

Los filamentos intermedios están formados por proteínas fibrosas, a diferencia


de los microtúbulos y microfilamentos, que están formados por proteínas
globulares.
Un tipo particular de filamento intermedio es el neurofilamento, presente en el
soma, dendritas y axones de las neuronas, especialmente abundante en los
axones. En esta célula queda de manifiesto el rol estructural que cumplen los
filamentos intermedios.

Los microtúbulos corresponden a cilindros huecos muy delgados y largos, de


24 nm de diámetro.

Cada microtúbulo está formado por la asociación de dímeros proteicos que se


organizan en forma de hélice. Los dímeros están formados por dos cadenas
polipeptídicas de estructuras semejantes, pero no iguales, llamadas tubulinas
alfa y beta, que forman un dímero.

Los microtúbulos se encuentran en el citoplasma de todas las células. Participan


en la organización y movimiento de cilios y flagelos, transporte intracelular de
partículas, desplazamiento de los cromosomas en la mitosis, establecimiento y
mantención de la forma celular.
Otro nivel importante de adaptaciones se produce a nivel de la membrana
celular. Las células que están en contacto estrecho entre sí suelen desarrollar
uniones intercelulares especializadas, en las que participan las membranas
plasmáticas y otros componentes celulares. Estas estructuras permiten que las
células adyacentes formen conexiones estrechas unas con otras, impidan el
paso de materiales o establezcan comunicación rápida entre ellas. En los
animales, existen tres tipos comunes de estos contactos intercelulares:

 Desmosomas.
 Uniones estrechas.
 Uniones en hendidura.

Las células vegetales están conectadas a través de plasmodesmos.

Los desmosomas son puntos de fijación entre algunos tipos de células


animales, representando una especie de “soldadura” entre ellas. Las células
epiteliales adyacentes, como las de la capa superior de la piel, están unidas tan
estrechamente una con otra que se requiere fuerza mecánica considerable para
separarlas. Esta unión se logra a través de desmosomas. Los desmosomas
ayudan a resistir fuerzas de deslizamiento.
Las uniones estrechas sellan los espacios intercelulares que hay entre algunos
tipos de células animales. Se consideran como áreas de conexiones íntimas
entre las membranas de células adyacentes, a tal punto que no queda espacio
entre las células y no es posible el paso de sustancias entre ellas.

Las células conectadas por uniones estrechas sellan cavidades corporales. Por
ejemplo, las uniones de este tipo entre las células que revisten el intestino
impiden que las sustancias contenidas en este órgano pasen al interior del
cuerpo o al torrente sanguíneo rodeando las células. Así, la lámina de células
actúa como una barrera selectiva. Las sustancias alimenticias que el cuerpo
requiere deben ser transportadas a través de las membranas plasmáticas de las
células intestinales antes de pasar a la sangre. Esto ayuda a impedir que
toxinas y otros materiales indeseables lleguen a la sangre misma.

Otro tipo de conexión intercelular en células animales es la unión en


hendidura o nexus. Son semejantes a los desmosomas en cuanto a que une
células separadas por un espacio. Estas uniones no sólo conectan membranas,
sino que también actúan como poros que comunican los citoplasmas de células
adyacentes, a través de los cuales pueden circular moléculas inorgánicas
pequeñas como iones o algunas orgánicas como el ATP.

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2. Evidencias del ADN como material genético

Por mucho tiempo se desconoció la existencia del ADN como material genético.
Es más, se postulaba a las proteínas como las moléculas responsables de
transmitir la información de una generación a otra.

Existieron en la historia de la Biología algunas experiencias fundamentales para


resolver la incógnita antes planteada.

Uno de los primeros aportes los entregó Robert Feulgen, un químico alemán
que desarrolló una tinción específica para ácidos nucleicos. Este reactivo
produce una tinción que es proporcional a la cantidad de ácido nucleico que se
encuentra en la célula.

Al aplicar este reactivo a las células se encontró que las que pertenecían a la
misma especie presentaban la misma tinción, o sea, la cantidad de ADN era
constante. En el caso de aplicarla a células de distintas especies la coloración es
diferente. Es decir, la cantidad es distinta entre especies diferentes.

Esto constituyó una primera idea respecto a la naturaleza del material genético,
aunque en esta época era fuerte la idea de que las proteínas constituían este
material.

A continuación se revisarán algunas de las experiencias más importantes que


permitieron resolver el problema anterior.

Experimento de Frederick Griffith. Este biólogo, en 1928, trabajó con la bacteria


Pneumococco pneumoniae y con ratones. La bacteria es la responsable de la
neumonía, que es una infección mortal en algunos casos. La bacteria presenta
dos cepas: una cuya apariencia superficial es rugosa (R), y otra cuya apariencia
superficial es lisa (S). La cápsula que envuelve a la bacteria es una estructura
que la protege contra la acción del sistema inmune.

Griffith observó que cuando una mezcla de células de la cepa lisa (S) muertas
por calor y células de la cepa rugosa (R) vivas se inyectaba en ratones, una
elevada proporción de éstos morían. Posteriormente, Griffith pudo aislar
bacterias de la cepa lisa vivas a partir de los ratones muertos.

Como ni la cepa S muerta por calor ni la cepa R viva podían convertirse por sí
mismas en la forma virulenta viva cuando se inyectaban, algo en las células
muertas por calor parecía convertir a las células avirulentas a la forma letal.

Se pensó que este fenómeno, llamado transformación, era causado por alguna
sustancia química presente en las bacterias muertas, la cual “transformaba”
una cepa relacionada en una nueva forma genéticamente estable.

En 1944, O. T. Avery, C. M. MacLeod y M. McCarty identificaron químicamente


como ADN el principio transformante de Griffith. Aunque en la actualidad se
considera que el descubrimiento de estos científicos constituye la primera
demostración de que el ADN es el material genético, no todos los científicos de
ese tiempo quedaron convencidos. El argumento consistía en que algunas de las
preparaciones quedaron contaminadas con proteínas, y pudieron ser la causa de
los resultados.
Fueron necesarias nuevas experiencias para demostrar que el ADN era el
material genético.

En 1952, Alfred Hershey y Martha Chase llevaron a cabo una serie de


experimentos a partir de la reproducción de bacteriófagos, que son virus que
infectan bacterias.

El experimento desarrollado por ambos se basó en el conocimiento de la


química de las proteínas y del ADN que se tenía en ese tiempo. Así, se conocía
el hecho de que las proteínas contenían azufre (S) en su composición, el cual
no se presentaba en el ADN. Por su parte, el ADN contenía fósforo (P) que no
formaba parte de los elementos constituyentes de las proteínas. De esta forma
existían dos elementos que podían diferenciar a estas dos sustancias.

Por otra parte, la estructura del bacteriófago consiste en una cápsula de


carácter proteico que en su interior contiene ADN. El ciclo de infección del
bacteriófago consiste en la adhesión del virus sobre la bacteria para
posteriormente inyectar el ADN hacia el citoplasma de la bacteria. Con estos
datos dispusieron de dos isótopos radiactivos, el S 35 y el P 32, que marcaban
proteínas y ADN respectivamente.

A continuación permitieron la infección de las bacterias por parte de los


bacteriófagos. Cuando finalmente analizaron la descendencia del bacteriófago,
encontraron que la descendencia presentaba solamente la marca del P 32.

Esta experiencia es considerada como una de las evidencias más importantes


para determinar el papel del ADN como material genético.

Puedes encontrar más información con respecto a esta experiencia en tu libro


CEPECH electivo.

La próxima clase estudiaremos el modelo que explica la estructura del ADN.

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