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Universidad Nacional de Colombia

Marlon David Valdés Martínez


Fecha: 9 de Octubre de 2019

El modo de vida campesino en Bogotá:


Incorporación, conservación y adaptación

La violencia rural y el crecimiento urbano son dos variables que en Colombia están
fuertemente relacionadas. Las teorías más optimistas sobre el poblamiento de las ciudades
(como en el caso de Glazer) reconocen el papel de la migración como un elemento clave
del proceso, sin embargo ignoran muchas veces las causas que han llevado al poblador rural
a abandonar sus tierras e ir a habitar un territorio de desconocidos. Tal concepción otorga
una explicación superficial del fenómeno, donde aspectos como la identidad del migrante
rural se ven fuertemente opacados. Al llegar a la ciudad los campesinos no pierden sus
recuerdos, sus formas de organización tanto familiar como laboral, no abandonan sus
costumbres, sino que por el contrario buscan a partir de estas incorporarse a la ciudad. En
este escrito quiero desarrollar la idea de que existe una extensión y conservación de las
formas de identidad y de producción rural al momento en que el migrante se instala en la
ciudad. Para esto, tomaré como base de análisis el documental chircales producido por
Marta Rodríguez y Jorge Silva en la década del 70.

Muchos migrantes llegan a Bogotá para ejercer trabajos de todo tipo, en la mayoría
de los casos relacionados a tareas que directa o indirectamente tienen que ver con su pasado
rural. La elaboración de ladrillo artesanal en latifundios urbanos es muestra de ello. Esta
forma de trabajo muestra elementos interesantes de la estructura de producción campesina
desarrollados en la ciudad. Los chircales, como bien fueron documentados por Rodríguez y
Silva en el valle del rio río Tunjuelo al sur de Bogotá, operan a partir de categorías y roles
como los de terrateniente, arrendatario y trabajador asalariado. Este último representa la
unidad económica de producción la cual se desarrolla a través del trabajo familiar entre
padre, madre e hijos.

Es necesario reconocer que el


campesino en este contexto no es
dueño de los medios de producción, la
relación que vincula a estas personas
con el suelo no es la agricultura sino la
explotación minera de arcilla para la
elaboración de ladrillos. Sin embargo,
las herramientas utilizadas para tal
labor si son las mismas que las usadas
por los habitantes de Saucío (Fals,
2017) para trabajar la tierra como la pala, la pica, el azadón y el machete. La cría de
animales es otro elemento que persiste en la vida cotidiana de estas personas, en el film es
posible ver la cría de pollos para el consumo y el uso del caballo como apoyo para la
producción.

El empleo de los hijos en la


producción desde tempranas edades es
otro elemento interesante de analizar. La
incursión al trabajo y a la manipulación
de herramientas es similar a como Fals
Borda (2017) lo describía en Campesinos
de los Andes. Sin embargo, existe una
diferencia significativa en este proceso
debido a que los personajes mostraban
profunda tristeza y desagrado por la
posibilidad de tener más hijos. En la vida
rural el número de hijos se traduce en mayor fuerza de trabajo y por lo tanto en una
economía familiar basada en la agricultura más estable. En la ciudad una cantidad
exagerada de hijos representa una verdadera calamidad si se vive en la pobreza, la
percepción de realidad cambia significativamente en el entorno urbano. En el documental la
madre contaba que le preguntaban ¿qué hace usted con botar tantos limosneros en el
mundo?, ella respondía que debía tenerlos porque no podía matarlos y pedía que Dios
debería ser más justo dando menos hijos a quienes no tienen como mantenerlos.

El documental no muestra
solamente aspectos relacionados a la
producción, sino que destaca otros
elementos como condiciones religiosas,
políticas y sociales de los protagonistas.
Los rituales religiosos y los
sacramentos tienen en estas personas
una profunda importancia. La primera
comunión de Leonor da muestra de
ello, recordando las palabras de Fals
Borda al describir tal momento en la
vida del campesino saucita:

Para el gran día de la primera comunión y como recompensa bien merecida, el niño es
obsequiado con ropa nueva, cirios, flores, breviarios y todos los elementos necesarios para
la ceremonia, convirtiéndose así por un momento en el miembro más importante de la
familia (2017, p. 217).
El Compadrazgo es otro elemento presente en la vida del alfarero fabricante de
ladrillos. Este aspecto no solo se encuentra latente en el aspecto productivo, sino también
en el religioso y familiar. En el documental Chircales no se enfatiza con tanta claridad, sin
embargo en el antiguo chircal del parque entre nubes en Usme se tienen registros de que
parte de los ladrillos producidos eran comprados o dados en forma de pago a los alfareros
para la construcción de sus viviendas en lo que hoy son los barrios altos de Usme (Silva,
1999). El proceso de la autoconstrucción de las viviendas es un hecho que vincula en un
objetivo común a las diferentes familias y miembros de la comunidad, construyendo una
red de apoyo mutuo principalmente en las tareas de interés colectivo.

Los “fatales ciclos de la violencia del pasado” (Fals, 2005) alzan la cabeza y se
identifican cuando el campesino a través de un acto de resistencia conserva sus tradiciones
y mantiene unido el vínculo que tiene con la naturaleza en medio del entorno urbano. Los
barrios donde habitaron las familias que trabajaron en los chircales se encuentran en
muchos casos en conexión directa con la naturaleza. Los chircales tomados como referencia
en este trabajo se encuentran en el límite de la ciudad, lo que algunos autores denominan
como continuum rural-urbano. La conexión con el páramo de Cruz Verde, con municipios
como Chipaque y Une o con el mismo Sumapaz facilita las condiciones para que se
conserve la identidad campesina de muchos migrantes rurales.

En la ciudad, especialmente desde una condición marginal se han generado


experiencias de agricultura urbana orientada no solo a generar alimentos, sino a provocar
también otros procesos como lo plantea Flor Edilma Osorio:

El desarrollo de la agricultura urbana por parte de los pobladores urbanos originarios del
campo, muestra una lucha entre la identidad campesina y la vida en la ciudad y que
revaloriza la agricultura como fuente de autonomía, búsqueda que persiste en tiempos de
destierro, como una autoafirmación de sus identidades añoradas (2010, p. 9).

La necedad del campesinado por mantener su identidad, modo de vida, costumbres


y tradiciones es una virtud que inspira acciones de resistencia. Desde lo visto en el
documental Chircales, hasta la conformación de procesos en defensa de la identidad como
en la organización campesina de los Soches en Usme, dan muestra del empuje y la
adaptación ante las nuevas adversidades promovidas por la ciudad y por modelos
desarrollistas. La visión comunitaria y solidaria ante el peligro mantiene a este importante
actor vigente, tanto en la ciudad como en el campo. En últimas, la potencialidad de la
recampesinización hace avanzar esta utopía.
Referencias

Fals-Borda, O. (2017). Campesinos de los Andes y otros escritos antológicos.


Universidad Nacional de Colombia, Rectoría.

Guzmán, G., Fals, O., & Umaña, E. (2005). La violencia en Colombia. Tomo I.
Bogotá: Santillana Editores.

Osorio, F. (2010). Identidades rurales en perspectiva territorial: dinámicas


cambiantes en tiempos de crisis. México Veredas: Revista de Estudios Lingüísticos, 28,
559-597.

Silva, B. (1999). Los barrios altos de Usme. Historia Común. Bogotá.

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