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1. La era pre-electrónica
Podemos definir la electrónica como la rama de la física que estudia el comportamiento
de los electrones y de los dispositivos que se construyen utilizando las propiedades de
conducción de estos; desde esta perspectiva, la electrónica como tal nació con el
descubrimiento del electrón (partícula de la que toma su nombre) debido a Joseph J.
Thompson (1856-1940) en 1897.
No obstante, con anterioridad a esa fecha hubo descubrimientos científicos e invenciones
que pueden catalogarse como específicamente electrónicos, el más directamente
relacionado con el objeto de este artículo es el conocido como “Efecto Edison”,
descubierto por Thomas A. Edison en 1883. Lo que descubrió fue que la corriente
eléctrica no necesita cables para poder circular, ya que los portadores de carga pueden
moverse a través de un gas o del vacío. Ese fenómeno no tuvo explicación hasta
comienzos del siglo XX, cuando el físico británico Owen W. Richardson (1879-1959) lo
analizó y describió en profundidad; desde entonces se denomina emisión termoiónica.
Como dato complementario, hay que decir que el efecto Edison es la única contribución
del inventor a la ciencia propiamente dicha, ya que Edison no fue un científico en sentido
estricto.
2. Los primeros dispositivos electrónicos: las válvulas de vacío
Se puede decir que la electrónica comienza con la válvula de vacío, un dispositivo que es
lo que su nombre indica: un tubo de vidrio dentro del que se ha hecho el vacío; al poner
en sus extremos contactos eléctricos y bajo ciertas condiciones de trabajo, se puede
obtener una corriente eléctrica.
La invención de la válvula se debió a John. A. Fleming (1849-1945). Fleming fue asesor
de la compañía que fundó Gugliemo Marconi dedicada a las comunicaciones de radio
(Marconi’s Wireless Telegraph Co.) y en 1901 diseñó junto al científico italiano el
transmisor que instalado en Poldhu (Cornualles, Gran Bretaña), posibilitó que una señal
de radio atravesara el océano Atlántico por primera vez en la historia.
Con posterioridad, Fleming trabajó en el campo de los receptores de ondas de radio; fruto
de esa actividad, en 1904 obtuvo una patente en Estados Unidos (US 803684) para un
nuevo tipo de detector, que Fleming denominó “thermionic valve” (válvula termoiónica)
también conocido como diodo o válvula de vacío. En ese dispositivo, la corriente circula
exclusivamente en una dirección, lo que es crítico para el correcto funcionamiento de los
detectores de ondas de radio, que debían convertir corriente alterna en continua. De este
modo, el dispositivo de Fleming encontró aplicación práctica inmediata en la incipiente
industria de la radio que se desarrollaba por aquellos años.
Un año clave en la historia de la electrónica fue 1907, ya que fue entonces cuando Lee
De Forest (1873-1961) patentó (US 879532) el primer dispositivo que era capaz de
amplificar una señal electrónica, dispositivo que él llamó audión y que hoy conocemos
como triodo de vacío.
Su dispositivo no solo forzaba la corriente en una única dirección, como en el diodo de
Fleming, si no que podía amplificarse su valor durante su recorrido por el tubo; para
lograrlo, De Forest instalo una rejilla metálica en medio del tubo. Mediante una pequeña
corriente aplicada a esta rejilla, De Forest logró controlar el flujo de la corriente entre los
contactos de los extremos, mucho más intensa que la primera. Esa posibilidad de
transformar corrientes débiles en corrientes elevadas fue crucial para nuevas aplicaciones
hasta ese momento no imaginadas. De hecho, los Bell Labs hicieron uso de esos
dispositivos para sus sistemas de comunicación de costa a costa de los EEUU,
inauguradas en 1914; además el triodo encontró aplicación en dispositivos tan dispares
como audífonos, radios y televisiones. A raíz de su invención, se considera a Lee de
Forest como el padre de la electrónica.
3. La tímida aparición de los semiconductores
En la década de los años 30 y 40, los tubos de vacío representaban el máximo desarrollo
en los equipos de radio y de teléfono. En algunas ocasiones, se habían intentado sustituir
por cristales de semiconductores, pero eran tan imprevisibles en su funcionamiento, que
casi era un milagro que trabajaran correctamente; los tubos de vacío eran simples y
funcionaban siempre y la mayoría de los científicos consideraban que el futuro de la radio
y de las comunicaciones telefónicas pasaba por mejorar estos dispositivos.
Sin embargo, un científico de los Bell Labs, Russell Ohl (1898-1987), no creía en las
excelencias de los tubos de vacío y se dedicó de lleno al estudio de las propiedades de los
semiconductores, teniendo que pelearse de vez en cuando con sus jefes para que le
dejaran continuar. Los cristales semiconductores de silicio fabricados en aquellos años
mostraban un comportamiento errático e irreproducible, pero Ohl creía que se debía a la
presencia de impurezas no controladas y no a un problema inherente al propio
semiconductor. Pensó, de manera premonitoria, que si se purificaba bien el silicio, los
semiconductores proporcionarían las propiedades que todos estaban buscando para
mejorar las comunicaciones telefónicas.
Los trabajos de Ohl abrieron en los Bell Labs la idea de que los cristales de
semiconductores podían llegar a sustituir a las válvulas de vacío. Pero para que esas ideas
cristalizaran, quedaba más de una década, durante la que las válvulas siguieron
dominando la electrónica de los instrumentos que la Segunda Guerra Mundial (en lo que
sigue, II GM) impulsaría decisivamente: el radar y las primeras calculadoras electrónicas.
Sobre el radar de esos años escribiré un texto en otra ocasión; en el siguiente apartado
analizaré una de las grandes computadoras construida con válvulas de vacío.
Con la válvula de vacío en todas sus variantes (triodos, pentodos, etc.) se podían realizar
todas las funciones electrónicas imaginables. Sin embargo, las limitaciones del
dispositivo eran también bastante claras en cuanto a su tamaño, consumo de energía,
tiempo de vida medio y fiabilidad. Uno de los puntos claves a eliminar era el filamento,
que al estar necesariamente incandescente producía dos efectos negativos: un consumo
de potencia excesivo y un calentamiento que disminuía la fiabilidad, volviendo al
dispositivo frágil. Estas limitaciones se pusieron claramente de manifiesto con los
intentos de realizar computadores numéricos, como veremos a continuación.
Inicialmente motivado por las necesidades militares impuestas por la II GM, el ejército
de los Estados Unidos promovió en 1943 la construcción de una máquina capaz de
calcular con precisión las trayectorias de los proyectiles de artillería. Fruto de esos
trabajos nació ENIAC, acrónimo de “Electronic Numerical Integrator And Computer”
(Computador e Integrador Numérico Electrónico), que fue el primer ordenador de
propósito general, aunque no se terminó de construir hasta 1946. Era bastante similar a la
computadora Colossus, utilizada por los británicos durante la guerra para descifrar el
código de comunicaciones del ejército alemán, la máquina Enigma.
La ENIAC representa el máximo apogeo de los instrumentos construidos con válvulas y
también puso en evidencia sus grandes limitaciones. Fue construida en la Universidad de
Pensilvania, podía realizar cerca de 5000 sumas y 300 multiplicaciones por segundo y era
un verdadero monstruo: ocupaba una superficie de 167 m², pesaba 27 Toneladas, medía
2,4 m x 1 m x 30 m. Su estructura estaba integrada por 17.500 tubos de vacío, 7.200
diodos, 1.500 relés, 70.000 resistencias, 10.000 condensadores y cinco millones de
soldaduras.
El transistor de efecto campo fue patentado antes que el transistor BJT (en 1930), pero no
se disponía de la tecnología necesaria para fabricarlos masivamente.
En el año 1956 el premio Nobel de física fue compartido por tres grandes científicos:
William Bradford Shockley, John Bardeen y Walter Houser Brattain por el que es
considerado como el mayor desarrollo tecnológico del siglo XX: el transistor. La historia
de cómo se inició la carrera por la miniaturización de los dispositivos tecnológicos que
aún no ha terminado en nuestros días me parece fascinante. Llena de brillantez, peleas y
afán de superación.
En 1906 el inventor Lee De Forest desarrolló un triodo en un tubo de vacío. Colocando
este invento a lo largo de la línea telefónica se podía amplificar la señal lo suficiente como
para poder hacer llamadas a larga distancia. El triodo está compuesto de tres partes: un
cátodo que emite electrones, un ánodo que los capta y una rejilla situada entre los dos a
la que se puede aplicar tensión.
Los tubos de vacío producían mucho calor, necesitaban mucha energía y debían ser
reemplazados continuamente. Era necesario otro método para amplificar la señal.
Buscando respuestas la compañía creó en 1926 un centro de investigación conocido como
Laboratorios Telefónicos Bell (Bell Labs), responsable de descubrimientos tan
importantes como el lenguaje de programación C, la astronomía radial, el sistema
operativo Unix, y lo que nos atañe, el transistor.
En 1947, durante el conocido como “Mes milagroso” entre el 17 de noviembre y el 23 de
diciembre realizaron infinidad de pruebas para mejorar el dispositivo hasta llegar a
conseguir su objetivo: el primer transistor de contacto puntual, hecho con dos púas de
metal (oro) que se presionan sobre la superficie de material semiconductor (germanio) en
posiciones muy próximas entre si.
Figura 5: Figura 6:
Transistores del tipo NPN y PNP Circuito con transistores NPN
Figura 7: Figura 8:
Circuito con Transistores PN Circuito de amplificadores de audio
Figura 9: Figura 10:
Circuito de transistores en puente h Circuito de oscilador con transistores
Radios
Los transistores ayudaron a llevar radios personales a mucha gente en la década de 1960
y ayudaron a mejorar la comunicación.
Exploración espacial