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Amor real

Era una tarde cálida de primavera cuando Tremaine llegó a la mansión de su nuevo esposo,

Arturo, en compañía de sus dos hermosas hijas. Todos parecían felices de conformar una nueva

familia, excepto Cenicienta. La joven dama, de melena castaña y brillantes ojos, fue obligada a

recibir cortésmente a pesar de gritar y manifestar su inconformidad.

-Sonríe pequeña, dales una oportunidad- Cenicienta reveló sus dientes y mantuvo el silencio

hasta que una mujer elegante atravesó el umbral de la puerta en compañía de dos risueñas

damiselas.

-Buena tarde- Tremaine saludó- Cenicienta es un placer conocerte, tu padre habla mucho de ti- se

aproximó a abrazar a su nueva hijastra, sin embargo, Cenicienta alejo su cuerpo evitando

cualquier clase de contacto y pronunció: -No ocuparas el lugar de mi madre así que no lo

intentes.

Los presentes en la sala se sorprendieron al escuchar tan duras palabras. Algunos miraron con

desaprobación e intentaron defender a las invitadas, no obstante Tremaine los detuvo.

-Mi idea no es reemplazarla- observó a su esposo y más tarde a Cenicienta- solo deseo ser una

nueva integrante en sus vidas.

Sus hijas, Anastasia y Drizella, se conmovieron ante amorosas palabras y olvidaron cualquier

enojo que les haya invadido.

-Daremos lo mejor para ser una familia-comentó Anastasia, la más joven.


-Es una magnífica idea, pequeña- agregó el padre de Cenicienta.

Después de unos minutos de formalidades y presentaciones, en conjunto marcharon por cada

pasillo y rincón de la mansión hasta detenerse en una puerta blanca.

-Niñas, esta es su habitación- Arturo giro la perilla con suspenso hasta dar a conocer el

encantador cuarto que yacía del otro lado, por tanto las risas y las palabras de agradecimiento no

se hicieron esperar.

Cenicienta desaprobó la modestia y la amabilidad con que su padre trataba a las intrusas. Por otra

parte, rechazó continuar con la farsa de familia feliz, así que alzo sus faldas y emprendió viaje

hasta a su cuarto con tal enojo para que los demás no tuvieran dudas de cuál sería su trato de

ahora en adelante.

Arturo decidió darle su tiempo, por lo que continuó el protocolo ocultando cada rastro de

tristeza, a pesar de su intento, Tremaine lo conocía perfectamente.

-Esposo, habla con ella y calma tus angustias- pasó su mano por el hombro de su amado y lo

consoló durante un rato.

-Primero debo dejar que se calme- sacudió su cabello y fijó su mirada en el suelo- esta noche

hablare con ella- ambos asintieron conformes.

El recorrido terminó en aquel lugar, pues los ánimos estaban por los suelos, esperaban que en un

futuro muy cercano las discusiones terminaran.


El sol se ocultó para dar bienvenida a la luna, las nubes desplegaron una suave llovizna y Arturo

encendió la chimenea al mismo tiempo que Tremaine preparó bebidas calientes.

-Hija, estuve preocupado por ti toda la tarde- Cenicienta observo el fatigado rostro de su padre,

sus ojos no tenían ese brillo que le caracterizaba, se odio por provocar tales sentimientos en el

alma del único ser que amaba.

-Padre, lo siento- Arturo rodeo con sus brazos a Cenicienta y deposito un suave beso en su

frente.

-Calma, cariño- alzó su mirada y vio el arrepentimiento de su adorable hija, por ese motivo creyó

que era el mejor momento para hablar:- mañana emprenderé un viaje por unos meses, así que

Tremaine cuidará de ti.

-Pero padre…- Cenicienta trato de interrumpir su discurso, aun así no lo consiguió.

-Sabes que mi trabajo es así- acarició los finos cabellos de su hija removiendo los recuerdos

románticos y tiernos con su primera esposa. La belleza de Cenicienta era un total regalo de su

madre. –ocupa tu tiempo en cosas que distraigan tu mente y calmen el enojo que sientes contra tu

madrastra y hermanas.

-¿Te refieres a que piense en el baile que organiza el rey en lugar de ellas?- observó a Anastasia

leyendo un libro y a Drizella alagando el sazón de su madre.

-Exacto- apuntó Arturo- piensa en el vestido que llevaras, los pasos de bailes que debes practicar

o quien te acompañara.
-Escuche que el príncipe elegirá entre las tantas invitadas una doncella para casarse.

-¿Te quieres casar con el príncipe?- preguntó.

-No, considero no es el tipo de hombre con el que sueño desposarme.

La conversación murió en ese momento, pues era muy tarde y a la mañana siguiente debían

levantarse muy temprano para el viaje y las despedidas.

Los días pasaron velozmente al instante en que Arturo abandonó su hogar. Desde entonces

Anastasia ocupó su tiempo en la literatura, Drizella confeccionó los trajes que vestirían en el

baile y Tremaine intentó ser más cercana a Cenicienta.

El día del baile agitó la casa. Las señoritas fueron de un lugar a otro para verse lo más radiantes

posible. Fue un total caos.

Tremaine ayudó a sus hijas y a Cenicienta a colocar en su lugar los corceles y faldones, maquilló

sus rostros y llamó al empleado encargado del carruaje. Ella no iría al baile, sin la compañía de

su esposo no encontraba entretenido esos eventos.

-¿Segura no deseas ir, madre?- cuestionó Anastasia.

-No- soltó Tremaine- limpiare los pisos y luego dormiré- Anastasia no opinó más y salió en

dirección a la carroza.

El viaje transcurrió con normalidad y en silencio completo, aunque su relación no fuera la más

sólida posible, conservaban respeto hacia cada una.


-Es hora- informó el joven al detenerse en el castillo.

Las tres bajaron e hicieron la fila correspondiente, luego atravesaron la puerta principal y fueron

presentadas ante la alta sociedad. Sus caras reflejaron la impresión que les causaba vitrales, telas,

esculturas, detalles en oro y pinturas de ángeles tan finas y extravagantes. Definitivamente el

interior del castillo superó sus expectativas.

La música en vivo provocó en cada invitado la sensación de bailar hasta el amanecer, se

escucharon las risas y murmullos de hombres y mujeres distinguidos, los meseros trajeron

consigo bandejas repletas de bocadillos y copas de vino.

-Esto es magnífico- manifestó Anastasia observando cada movimiento a su alrededor.

Drizella caminó hacia la pista de baile y en compañía de un hombre danzó la melodía producida

por el violín y el chelo. Por otro lado, Cenicienta y Anastasia se mantuvieron en su sitio sin

dirigirse la palabra.

-¿Cuáles son tus pasatiempos favoritos, Cenicienta?- Anastasia no soportó más el abismo entre

ellas.

-No estoy dispuesta a conversar.

-Anímate, yo solo quiero ser tu amiga.

-Pues yo no- aproximó su mano y rasgó la manga del vestido de Anastasia de una manera

discreta para que el resto de gente no observara la discusión que se disponía a iniciar- espero que

te haya quedado claro.


Anastasia abrió su boca incrédula, no podía creer que Cenicienta tuviera un nivel de odio tan

grave por ellas.

-Cenicienta…- murmuró antes de correr y volver a la mansión.

Acercándose a la salida del palacio anastasia tropezó con una piedra, es ese preciso momento el

príncipe Nicolás se encontraba recibiendo los demás invitados y alcanzo a escuchar un grito

extraño que llamó su atención, se dirigió a dicho lugar y se encontró con la bella anastasia tirada

en el suelo. El príncipe gentilmente ayudó a levantar a la joven, quedando atrapado por su

espléndida belleza.

El príncipe preguntó: - ya te sientes mejor, ¿puedo ayudarte en algo más?

-Ya estoy mejor- respondió.

- ¿En serio? Te veo muy mal, inclusive veo una herida en tu brazo, vamos al palacio y te hago una

curación.

Anastasia aceptó la propuesta hecha por el príncipe y decidió regresar al palacio.

-La noche es joven, ¿quieres bailar? - dijo el príncipe.

Anastasia sin pensarlo un segundo accedió a la invitación.

Bailaron por horas hasta que cenicienta observó a su hermanastra riendo con el príncipe, lo cual le

ocasiono tanta envidia que no pudo aguantar más;

-Anastasia, ya nos tenemos que ir- exclamó cenicienta.


-Espera Cenicienta aún es temprano.

- ¡Nos vamos en este preciso instante! - Al ver la furia de su hermana, Anastasia a ver la furia

decidió marcharse, no obstante, observó al príncipe por última vez y pronunció: – no te olvides de

mí.

El príncipe quedo confundido por lo rápido y maravilloso que ocurrió todo, pero estaba algo triste

porque no sabía en qué lugar buscar a la bella joven, a pesar de sus sentimientos encontrados la

esperanza de un próximo encuentro resucitó al encontrar en el suelo el collar de la dulce joven.

Aquella noche, Anastasia contó con lujo de detalles a su hermana que tuvo la mejor noche de su

vida ya que conoció a un príncipe extranjero y estuvo bailando toda la noche con él, pero que por

culpa de cenicienta no pudo despedirse de su amor.

-Calma hermana, ya verás que muy pronto lo volverás a ver- dijo drizella

-La esperanza es lo único que se pierda, hare lo posible para rencontrarme con él.

Con el pasar de los días el príncipe seguía pensando en aquella hermosa mujer, a causa de ello

buscó por toda la ciudad, dejando carteles para dar con su paradero. En el centro de la ciudad se

encontraba cenicienta y al ver esto exclamó- Anastasia no puede verse con él- por ello cenicienta

eliminó cada rastro de los papeles para llevarlos a un lugar seguro en casa.

-Los guardare en estos cajones para que nadie los encuentre- murmuró cenicienta una vez en su

cuarto, sin embargo, Cenicienta no se dio cuenta que al llegar a su casa drizella notaria una actitud

muy extraña por parte de ella.


A la mañana siguiente, Drizella no pudo seguir con la duda e ingreso al cuarto de cenicienta a

buscar aquello que escondía. Tras llevar un rato indagando encontró en unos de los cajones carteles

autorizados por la realeza que provenía directamente del palacio.

Drizella expreso sorprendida- ¿Qué es esto? - Drizella leyó el cartel que decia: “El príncipe del

reino extranjero aliado a nuestro reino solicita información sobre la joven a la que pertenece dicho

collar con el serial 007”. Terminando la lectura Drizella comprobó que ese collar correspondía al

de su hermana Anastasia.

En ese instante, cenicienta entró al cuarto y sorprendió a Drizella con los carteles en la mano.

- ¿Quién te dio la autorización de entrar y coger mis cosas?

Drizella se rehusó a entregar los carteles y contestó con rabia: –Cenicienta, ¿por qué eres así con

nosotras?, deja que mi hermana sea feliz, ella lo merece.

Cenicienta decidió no responder huyendo del cuarto. Acto seguido, Drizella marchó a la cocina

donde se encontraba su hermana para comunicarle la maravillosa noticia.

Drizella exclamó- El príncipe extranjero te está buscando, ve al palacio y preséntate ante él.

La joven Anastasia corrió inmediato al palacio, encontrando a su amado en la entrada.

El príncipe con asombro expresó: –yo sabía que te volvería a ver; este objeto es símbolo de nuestro

amor y felicidad.

-Me alegra saber que me hayas buscado sin cesar, espero que este amor real sea para toda la vida-

exclamó anastasia.
El príncipe decidió pedir la mano de anastasia, evento al cual fue invitada toda su familia

incluyendo a Cenicienta.

Al llegar el día de tan anhelado evento, cenicienta se disculpó con Anastasia: - lo siento por tan

mala actitud, nunca es tarde para aprender de los errores; hoy aprendí el significado de la felicidad.

- ¿De qué me hablas cenicienta?

-Hermana, la felicidad de una es la felicidad de todas –respondió Cenicienta con las lágrimas al

borde de sus ojos.

Anastasia aceptó las disculpas de su hermanastra y se dieron un emotivo abrazo.

Al caer el sol la boda se llevó a cabo, todos vivieron felices para siempre y aprendieron que el

amor real se da gracias al respeto y la felicidad mutua.

FIN.

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