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EL PRESIDENTE GAVIRIA EXHORTA A VOTAR MASIVAMENTE LAS

ELECCIONES, UN PLEBISCITO POR LA PAZ


8 de diciembre de 1990.
Colombianos: Después de un largo y difícil recorrido, aquí estamos por fin todos
unidos, a las puertas de la más excepcional oportunidad para transformar a
Colombia. Hemos llegado muy lejos y por eso mismo, tenemos que seguir adelante.
Mañana, por tercera vez en este año, millones de votantes colmaremos las urnas
para confirmar el mandato de renovación, de pluralismo y de cambio expresado el
11 de marzo y el 27 de mayo. Saldremos a los puestos de votación para elegir a los
70 colombianos que el próximo año trabajarán en la redacción de la carta de
navegación que debe guiar por aguas tranquilas, nuestra travesía hacia el siglo XXI.
Es la realización de un anhelo varias veces frustrado. Después de reclamarlo de mil
maneras, después de agotar numerosas instancias, los colombianos podremos
finalmente trazarle a nuestro país el derrotero de paz que nos ha sido tan esquivo.
Los objetivos a alcanzar son bastante claros. Primero que todo tenemos que hacerle
frente a la violencia y ganarle la batalla definitiva. Para ello, no sólo bastan los
millones de votos que mañana se convertirán en un plebiscito por la paz. Debemos
construir un Estado fuerte, unas instituciones sólidas. Pero esa fortaleza y esa
solidez no resultan de diseñar un Estado autoritario, sino de reformar nuestras
instituciones para hacerlas más democrática, más amplias, más representativas y
por ello mismo, más legítimas.
La reforma constitucional debe lograr que todos los colombianos se identifiquen con
las nuevas instituciones, se sientan parte de ellas, las reconozcan y, como resultado
de ello, las respeten y defiendan. El autoritarismo puede imponer el orden un día,
una semana y hasta un mes. Pero a la larga debilita y deslegitima a las instituciones.
Esa es la razón de que hayamos escogido el camino más amplio y participativo para
reformar la Carta. Y lo es también de que debamos abrir nuevos canales de
participación ciudadana y de que debamos enriquecer nuestra Constitución con una
generosa gama de derechos individuales y colectivos, y con mecanismos efectivos
para garantizar su vigencia.
Si las instituciones otorgan y protegen esos derechos, serán más legítimas y podrán
así exigir a los ciudadanos el cumplimiento de sus deberes. Lo contrario, exigir
orden y respeto a las instituciones sin permitir que los ciudadanos puedan gozar de
las garantías esenciales, sólo puede conducir a la inconformidad.
Al ofrecer estas garantías, las instituciones contarán con toda la legitimidad para
aplicar Justicia. Por eso, uno de los grandes desafíos que tenemos por delante es
la reforma de esa institución del poder público, introduciendo para la jurisdicción
penal elementos del sistema acusatorio que han demostrado su eficacia en Estados
Unidos y en Europa en la lucha contra la criminalidad, la delincuencia organizada y
el terrorismo.
Una Justicia eficiente es instrumento esencial para garantizar la vigencia de los
derechos humanos. Se trata de acabar con una impunidad que no ha hecho más
que generar descontento, protestas, frustraciones odio y violencia. Se trata de lograr
que los colombianos acudan a los jueces, en la seguridad de que sus demandas
serán atendidas y de que los conflictos serán resueltos, antes de que se enciendan
las chispas de la confrontación.
De la reforma constitucional también debe salir fortalecido el Congreso. Se trata de
que deje atrás sus vicios y limitaciones, y que se dedique a cumplir a cabalidad con
su tarea legislativa y fiscalizadora. Eso sólo se logra si le damos al parlamento
nuevas funciones, para que amplíe su campo de acción y sea de verdad el gran foro
de nuestra democracia.
Pero el fortalecimiento del Congreso también depende de que sea más
representativo. Por esa razón, la Asamblea deberá abocar los temas relacionados
con la posibilidad de introducir mecanismos como la circunscripción nacional para
elegir a una parte de los congresistas, y de crear instrumentos de control ciudadano
sobre los legisladores, como la revocatoria del mandato.
El otro gran objetivo de la reforma deben ser las regiones. Si algo está demandando
un revolcón administrativo, político y fiscal es nuestra organización territorial.
Estamos en la obligación de estudiar una serie de pasos hacia la federalización,
entendida ya no con la visión del siglo pasado, como un instrumento para
desmembrar la unidad nacional, sino como el camino más expedito para que los
municipios y las regiones tomen sus propias decisiones fiscales y de inversión. Hay
algunos campos en los cuales resulta absolutamente ineficiente que estas
determinaciones dependan del poder central, y eso es precisamente lo que tenemos
que cambiar.
Tenemos que impedir que en el futuro se sigan generando conflictos y focos de
rebelión en las regiones, porque sus habitantes se aburrieron de esperar un cheque
que debía llegar de Bogotá.
Buena parte de estas ideas han tomado forma y se han concretado en documentos
y propuestas en el proceso de preparación de la Asamblea y en la campaña
electoral que culminó esta semana.
Gracias a ello, el terreno sobre el cual debe sembrarse la reforma constitucional ha
quedado abonado. Tanto con el enriquecedor y amplio debate que desarrollaron los
distintos candidatos, como con la contribución, única en la historia, de las 150 mil
propuestas de las cerca de 1.600 mesas de trabajo que operaron en municipios,
consejos de rehabilitación, universidades, cabildos indígenas y sedes de fuerzas
sociales de todo el país, y de las comisiones y subcomisiones preparatorias.
Ha sido un verdadero torrente de ideas, una explosión de democracia participativa
que nos permitirán decir un día que la Constitución colombiana fue una obra de
creación colectiva de millones de personas.
Por eso, compatriotas, todos juntos tenemos (hoy) mañana una cita con la historia.
Vamos a levantarnos temprano a votar. Vamos a madrugarle a los grandes
problemas nacionales. Vamos a salirle al quite a la crisis, a punta de votos por la
democracia, por la paz y por Colombia.
Es la hora de la participación. Atrás han quedado los tiempos de la indiferencia. El
camino lo hemos abierto entre todos y todos debemos recorrerlo. Nadie debe
quedarse atrás. Nadie debe faltarle (hoy) mañana a Colombia. Porque nunca antes
en la historia, un elector colombiano, había tenido tanto poder y a la vez tanta
responsabilidad en sus manos.
Se equivocan quienes creen que ya hemos llegado a la meta. Aunque hemos
colocado las primeras piedras en la construcción del futuro, el resto de la obra sigue
pendiente.

En un ambiente de controversia civilizada como ha sido el de la campaña, en un


escenario de pluralismo político, de convergencia, de tolerancia y de respeto por las
ideas ajenas, vamos a trabajar hombro con hombro en la redacción de la nueva
Constitución.
Bajo el cielo que estamos empezando a despejar deberán caber todos,
absolutamente todos los colombianos.
Ese es el tamaño del desafío que tenemos por delante.
Yo los invito a esta gran fiesta de la democracia.
Ustedes saben que no fuí elegido para defender los privilegios de los personeros
del pasado. Sepan también que no seré inferior a la responsabilidad de liderar y
conducir este proceso por el camino de la renovación y la transformación, en
desarrollo del mandato que los electores dictaron este año y deben confirmar
mañana.
Cumplan pues con su parte del trato: voten masivamente (hoy) mañana, en
conciencia, para sacar adelante a Colombia, para colocar la gran tarea de la reforma
en las mejores manos y para decir, todos a una, a que el futuro es ahora, que el
futuro somos todos nosotros y que aquí estamos.
Buenas noches y muchas gracias.
VIOLENTOS PERDIERON SUS ARGUMENTOS

Alocución del 9 de diciembre de 1990.

Colombianos: Hoy hemos iniciado lo que llamara Alfonso López Pumarejo la


liquidación amistosa del pasado, al recorrer un camino que nos ha de llevar a la
transformación y reforma de nuestras instituciones mediante el trabajo colectivo de
todos.

En una jornada electoral que transcurrió en paz y que se convierte, una vez más,
en el ejemplo de nuestra fortaleza democrática, los ciudadanos eligieron a los 70
constituyentes que tendrán sobre sus hombros la responsabilidad de darnos una
nueva Carta Política.

Se ha cumplido, pues, la primera parte de un proceso muchas veces aplazado y


frustrado. Durante mucho tiempo los obstáculos a la participación popular
estuvieron cerrados: los ciudadanos perdieron su poder reformador, su poder
constituyente.

Este año lo recuperamos gracias al poder de convocatoria de un puñado de


estudiantes que en marzo impulsaron, sin más herramientas que la esperanza, la
llamada séptima papeleta. Meses después, en mayo, la convocatoria a la Asamblea
se convirtió en un hecho al ser contabilizada esa séptima papeleta. El acuerdo entre
los partidos y, luego, el fallo histórico de la Corte Suprema de Justicia, le devolvieron
a los colombianos su poder de convocar a una Asamblea Constituyente para la
reforma de la Constitución.

Hemos alcanzado importantes objetivos: el sistema electoral colombiano, mediante


el uso del tarjetón, se ha purificado; el sistema político se ha abierto y nuevas
fuerzas han surgido; los violentos han perdido todo argumento para perseverar en
sus prácticas de odio; en fin, está abierto el camino para que la Constituyente sea
el gran tratado de paz que reclamara la Corte y que hemos buscado durante años.

El Gobierno ejercerá el liderazgo que le corresponde en este proceso, para que la


Constituyente, integrada por los 70 colombianos que tienen hoy sobre sus hombros
la responsabilidad histórica de reformar la Carta, dé nacimiento a unas instituciones
que sean respetadas por todos, acatadas por todos y que cobijen a todos y cada
uno de los colombianos.

Los electores han confirmado hoy la vocación democrática y pluralista del país. Las
Fuerzas Armadas, en cumplimiento de su deber, continúan haciendo presencia en
todo el territorio nacional, en defensa de las instituciones.

Estamos preparando a Colombia para el Siglo XXI. Dejaremos atrás unas


instituciones que ya no responden a los anhelos y aspiraciones de los ciudadanos.
El Gobierno liderará este proceso y seguirá adelante con la empresa de modernizar
la economía colombiana y de darle un revolcón a las instituciones que detienen
nuestro proceso y nuestra prosperidad.

Colombianos: Que nadie tenga dudas: una nueva Colombia nace en este día, una
que ha aprendido de su pasado y donde es posible el pluralismo, la tolerancia y el
respeto por las ideas ajenas.

Que nadie tenga temor: siempre que se ha aplicado el esfuerzo de los colombianos
para una gran empresa de unidad nacional, este esfuerzo ha dado sus frutos.
Que nadie se sienta derrotado: hoy hemos ganado todos, hemos asumido nuestras
responsabilidades y hemos puesto por encima de nuestros intereses personales, el
bien de la Nación.

Hemos aprendido que el futuro no se construye solo de esperanza y que cada uno
de nosotros tiene un papel qué cumplir en esta empresa.

Estamos listos para iniciar la travesía hacia el Silgo XXI para, con la ayuda del Dios
de Colombia, hacer de la nuestra una patria justa, próspera y pacífica.

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