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EL EJÉRCITO NACIONAL: UNA BREVE MIRADA HISTÓRICA

Esta es la exposición de las investigaciones de


Heródoto de Halicarnaso, para que no se
desvanezcan con el tiempo los hechos de los
hombres, y para que no queden sin gloria
grandes maravillosas obras. (Heródoto de
Halicarnaso)

He nacido en ella, he bebido en las fuentes de su


cultura, he hecho mío su pasado, sólo respiro
bien bajo su cielo y, por mi parte, he tratado de
defenderla con todas mis fuerzas. (Marc Bloch)

Introducción
El Ejército Nacional ha sido una institución con una larga trayectoria histórica y con
un componente social y cultural. Ha trasegado los principales acontecimientos que
ha vivido el país, pero también ha sido una institución que se ha adaptado a los
cambios que los diferentes contextos han demandado en cada momento de la
historia. El bicentenario de la Campaña Libertadora, representa la consolidación de
un proceso independentista, aquella gesta que se logró con esfuerzo a partir del
planeamiento y la organización de un ejército, como lo expresa el General Simón
Bolívar en un oficio dirigido al General de Brigada José Antonio Páez
“Con este objeto marcha el señor General de Brigada Francisco de Paula Santander, con un
numeroso parque de armas, municiones y cuantos elementos de guerra son necesarios a la
Provincia de Casanare, a tomar el mando de la fuerza armada que hay en ella, y a levantar,
organizar y disciplinar una División respetable que moverá y dirigirá según las instrucciones
que ha recibido de mí” (Colegio Máximo de las Academias (Ed), 2019, p. 18).

Bajo esta premisa se inició la consolidación de un planeamiento que se había


gestado y proyectado con el propósito de libertar no una nación, sino varias de ellas,
lo que más tarde se conocería como las campañas del sur. Mucho se ha escrito de
este proceso, se han hecho innumerables estudios y para esta época se ha
convertido en un hito histórico poder conmemorar este evento que dio paso a la
Gran Colombia y posteriormente a la República de Colombia.
Este proceso significó un nuevo paso hacia la conformación de un Ejército conocido
como el Ejército Patriota o libertador, el cual ya tenía algunos fundamentos
organizativos. Bajo esta visión Simón Bolívar emprendió una campaña que vería su
éxito en la Batalla del Puente Boyacá el 7 de agosto de 1819.
Hablar de la evolución del Ejército, implica observar su historia vista desde los
aspectos sociales, políticos, económicos y culturales; esto nos lleva a analizar cómo
su estructura se adaptó a las transformaciones que cada momento histórico le
exigió. Como lo describe el profesor Adolfo León Atehortúa, haciendo una analogía
a la obra cumbre del Nobel Gabriel García Márquez, Cien años de Soledad,
“«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano
Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer
el hielo». Allí aparecen, de manera diáfana, dos elementos claves para el
conocimiento e interpretación de la realidad colombiana: los hombres en armas,
representados por el coronel Aureliano Buendía y el pelotón de fusilamiento, y la
historia, evocada en los recuerdos de un pasado en donde la trama tuvo comienzo”.
(Atehortúa, 2001, p. 133) esa historia evocada es la que pretendemos tratar de
describir en este escrito.
Bajo esta premisa, el presente ensayo intenta realizar un ejercicio de aproximación
a tales características: analizar al Ejército Nacional y su evolución a través de la
historia. Donde sus principales protagonistas han sido los hombres en armas que
siempre han manifestado la necesidad de evolucionar y transformar la realidad que
vive su institución. Como expresaría el historiador y el capitán francés Marc Bloch
“Nuestros hombres de acción tienen constantemente en los labios sus lecciones,
reales o imaginarias” (Bloch, 1982, p. 10). Esta frase que dicho académico expone,
nos permite presentar nuestra tesis central: la institución militar en Colombia,
siempre ha expresado su necesidad de transformarse con el propósito de adaptarse
a los contextos que cada época le ha exigido, donde sus principales protagonistas
han sido los hombres que han conformado el estamento militar. Es importante
aclarar que no se pretende hacer una historia general del Ejército Nacional, sino
distinguir los principales aspectos que han incidido en la evolución del Ejército
Nacional.
Para cumplir este objetivo, se propone la siguiente estructura para dar un orden
lógico al desarrollo de la tesis: el primer punto se centra en una breve revisión
bibliográfica de lo que se ha escrito sobre los principales cambios que se han dado
en el estamento castrense y los aportes que puedan hacer a este escrito; en un
segundo momento se describirán los primeros acontecimientos que llevaron a
pensar en profesionalizar y organizar un ejército; un tercer momento nos lleva a
observar los intentos de organizar un cuerpo militar y las iniciativas que se dieron al
respecto; un cuarto paso nos permitirá hacer el tránsito hacia las principales
reformas militares y su porte en la modernización del Ejército; y por último
analizaremos los principales cambios en el pensamiento militar en la década de los
60 y su contribución al nuevo pensamiento militar. Finalmente se abordarán algunas
conclusiones y retos a los investigadores de las ciencias sociales para analizar la
historia y evolución de las Fuerzas Militares.
El profesor Eduardo Pizarro expuso en una reciente presentación sobre el libro De
la Guerra a la Paz, que en los civiles ha habido una pereza por analizar los temas
militares y ello trajo como consecuencia el desconocimiento de la funcionalidad y el
pensamiento en la institución castrense. Lo anterior nos permite presentar
brevemente algunas producciones bibliográficas que se han hecho en torno a la
evolución e historia del Ejército Nacional. Donde se destacan algunos autores que
se han aproximado a trabajar este tema y a su vez nos aportan para la construcción
de este escrito.
Un primer académico que ha abordado este tema es el profesor Adolfo León
Atehortúa, quien ha hecho una aproximación histórica y sociológica de las Fuerzas
Militares y en especial del Ejército Nacional; este autor expone en su último obra
Construcción del ejército nacional en Colombia, 1907-1930. Reforma militar y
misiones extranjeras (2009), su tesis principal en torno de la profesionalización del
ejército y su proceso de evolución durante este periodo; para sustentarla hace una
mención de los principales problemas que tuvieron las misiones extranjeras en esta
dinámica de cambio. Este texto aporta una visión histórica que permite hacer una
trazabilidad con los principales procesos que se han dado al interior del Ejército
Nacional.
Otros texto que aporta a la construcción es el trabajo del profesor Eduardo Pizarro
a través de dos documentos: el primero de ellos está dividido en dos partes, la
primera se titula La profesionalización militar en Colombia 1907-1944 (1987) tiene
como tesis principal señalar las etapas vividas por el Ejército Nacional en sus
proceso de formación, sus avances y retrocesos desde la creación de las Escuela
Militar hasta el fallido golpe en el año 1944, conocido como el cuartelazo de Pasto,
Pizarro aborda de forma cronológica los principales sucesos que influyeron en la
evolución del Ejército y tiene presente el contexto político de este periodo.
La segunda parte de este primer documento se titula La profesionalización militar
en Colombia II (1987). En este texto el planteamiento central se enfoca en ver cómo
a través de la violencia crónica, la participación de la institución en la guerra de
Corea y el gobierno civil-militar consolidaron la institución militar como un actor
político. Este escrito aporta una trazabilidad que permite precisar cuáles fueron los
principales elementos políticos que influyeron en la evolución institucional durante
la década de los 60 y 70.
El segundo documento de este autor se titula De la Guerra a la Paz: las Fuerzas
Militares entre 1996-2018 (2018) cuya tesis central es evaluar el papel que tuvieron
las Fuerzas Militares en la forma de los acuerdos con las Farc en La Habana, para
ello observa un periodo de veinte años donde analiza las principales cambios que
tuvo el Ejército Nacional en su forma de combatir las guerrillas y capacidad de
autocrítica para adaptarse a los nuevos fenómenos de violencia, este texto aporta
de manera significativa en la comprensión de factores que propiciaron la
transformación del Ejército Nacional.
De otra parte, para observa la evolución que tuvo la institución militar en el siglo XIX,
el texto del profesor Martínez Garnica Historia de la Guardia Colombiana (2012)
donde traza su tesis central en observar cuáles fueron los elemento ideológicos y
políticos que llevaron al origen de este cuerpo armado. Para explicar este proceso
menciona algunos debates que se originaron en torno a su creación, de igual forma
analiza la disolución del Ejército Libertador, entre otros aspectos, aunque su objeto
de estudio se limita en la Guardia Colombiana, brinda elementos que pueden
aportar a entender cómo se dio el salto hacia el concepto de Ejército Nacional.
Otro texto que aporta al proceso evolutivo del Ejército Nacional es el del profesor
Ricardo Esquivel Influencia liberal estadounidense en el Ejército colombiano, 1880-
1904 (2017), donde aborda una tesis que busca demostrar cómo fue la influencia
liberal de los Estados Unidos en el Ejército Colombiano que se dio a través de la
misión militar de 1881. Este artículo hace un aporte para entender la centralización
de la institución y parámetros doctrinales que permanecen en el Ejército Nacional y
que han sido básicos para su legitimidad y legalidad.
Este breve balance historiográfico, nos permite comprender los cambios en la
Institución castrense, ya que estos no han sido una simple coincidencia, pues se
deben a momentos que han sido propicios para que se den estas reorganizaciones.
Por ejemplo, para el año 1907 se da la creación de la Escuela Militar y en 1909 tiene
lugar el paso a la organización de la Escuela Superior de Guerra. Lo anterior
obedece a una necesidad de transformar las estructuras de las Fuerzas Militares,
convirtiéndolas en una organización estatal más profesional y prepararla al nivel de
los Ejércitos de la época.
Otro aspecto que permite identificar las variaciones en las Fuerzas Militares y en
especial en el Ejército Nacional, son las distintas misiones extranjeras que
intervienen en los cambios para profesionalizar el cuerpo castrense. Los países que
en su momento aportaron a estas reformas son: Suiza, Estados Unidos, Chile,
Francia, entre otros. La visita de los mismos y sus distintas recomendaciones
permiten generar unos decretos reorgánicos (Decreto 2446 de 1919, Decreto 108
de 1920, Decreto 1842 de 1931, entre otros) para derivar en un cambio que permita
hacer frente a los retos futuros. Esto se pone de manifiesto en la interpretación que
hace el General Francisco Javier Díaz:
Como en todos los países, el problema militar de Colombia debe plantearse sobre la base de
tres puntos fundamentales que deben servir de antecedente para un posterior desarrollo.
Estos tres puntos son: el sistema de reclutamiento que debe adoptarse para cimentar la
defensa nacional teniendo a la vista los elementos de que para ella se debe disponer; la
determinación del pie de fuerza, de acuerdo con las necesidades de la instrucción, en tiempo
de paz, y de las de una posible movilización, en caso de guerra; y el presupuesto, Que
determina el costo del ejército con relación a los recursos económicos de la nación. (Díaz,
1934, p. 4)

Bajo este precepto se plantea la necesidad de evolucionar de una manera


estructural en la Institución. Como se había planteado, estos cambios se derivan de
los hombres que, sin importar su procedencia o a qué estamento pertenezcan,
hacen parte de la Historia.
Lo expuesto anteriormente, permite identificar la importancia de los hombres que
han sido parte de la institución, pues no es un hombre sino los hombres, si lo
hablamos desde el hecho plural, como lo define Hannah Arendt cuando habla de la
pluralidad, este aspecto que no es excluyente permite incluir a los miembros del
Ejército como seres humanos y no simplemente elementos institucionales: “La
acción es la única actividad que se da entre los hombres sin la mediación de cosas
o materia, corresponde a la condición humana de la pluralidad, al hecho de que los
hombres, no el Hombre, vivan en la Tierra y habiten en el mundo. La pluralidad es
la condición de la acción humana debido a que todos somos lo mismo; es decir,
humanos, y por tanto nadie es igual a cualquier otro que haya vivido, viva o vivirá”
(Arent, 1993, p.22)
Primeros acontecimientos que llevaron a pensar en profesionalizar y
organizar un ejército
Algunos historiadores hablan que los fundamentos del Ejército Nacional, están en
El Batallón “Voluntarios de la Guardia Nacional” el 20 julio de 1810, el día que se
dio el famoso grito de independencia: “El 20 de julio de 1810 Baraya fue aclamado
miembro de la Junta Suprema. Comandante del batallón “Voluntarios de la Guardia
Nacional”, que estructuró un primer ejército con el batallón “Patriotas de Defensa”,
caballería veterana, artillería y regimientos de milicias de infantería y caballería.
Ascendió a teniente coronel y tuvo el privilegio de ser el primer militar en comenzar
la guerra cuando derrotó al fogueado coronel Miguel Tacón” (Arciniegas, 2019) Este
punto establece los primeros fundamentos de la institución con el propósito de
consolidar la Junta Suprema de Gobierno.
La creación de la unidades de Milicias Voluntarias y las necesidades que
apremiaban en el momento, hicieron necesario organizar y preparar un ejército para
lo cual no solamente debían incorporarse soldados, sino incorporar mediante una
debida selección aspirantes a oficial, con el fin de capacitarlos, instruirlos y formar
cuadros de mandos (Puyana, 1993, p. 87) Para cumplir este objetivos se comisiona
al Teniente Coronel del Ejército Español José Ramón de Leyva, quien presenta ante
la Junta de Gobierno el plan de instrucción para capacitar a los futuros oficiales,
bajo este precepto se crea la primera Escuela Militar y surge la necesidad de
profesionalizar un cuerpo armado.
Debido a la situación política y a las diferencias entre los que defendían el
centralismo y el federalismo, este instituto militar no duró mucho, porque el proceso
independentista se vería enfrentado a una guerra civil, conflicto que en la tradición
popular se conoce como “Patria Boba”. La creación de ese instituto sentó un
precedente en el pensamiento de profesionalizar un ejército; al respecto, Prado
(2018) comenta: “Desde el inicio de formación del Estado-Nación en Colombia, los
hombres vinculados al ejercicio de las armas hicieron esfuerzos por constituir una
Escuela que coadyuvara a la profesionalización de oficiales para el ejército”. Bajo
este precepto se comenzó a pensar en evolucionar hacia una profesionalización
que se sustentaría en la dinámica del pensamiento militar y una doctrina propia.
Para el año 1813, Francisco José de Caldas intentó promover un cuerpo de
ingenieros con características propias que tuvieran como principal eje la ingeniería
militar, con un fuerte énfasis en la experticia de fabricación de cañones, pólvora y
en el levantamiento de fortificaciones. De esta manera quedaron bajo su dirección
la Maestranza de Artillería, de igual forma se construyeron las máquinas de
acuñación para la Casa de la Moneda que Juan del Corral había ordenado abrir en
Medellín.
Todo esto permite que se empiecen a constituir proyectos que fueron difundidos en
la Gaceta Ministerial de la República de Antioquia (Suárez, 2013, p. 56) Finalmente,
con el establecimiento de la experiencia política de Colombia, los principales
personajes como José Manuel Restrepo, Francisco Antonio Zea, Lino de Pombo,
entre otros, se esforzaron por promover el saber técnico en el país, a partir de
postulados algo imprecisos, que consistía en formar ingenieros militares con un
componente militar. Pero esta idea o proyecto no llegó a un buen término, por
situaciones desfavorables en el campo fiscal y político que vivió el país entre los
años veinte y treinta –del siglo XIX-, hicieron que cualquier intento de consolidar la
ingeniería militar quedara postergada (Prado, 2018, p. 321)
La Batalla del Campo de Boyacá acaecida el 7 de agosto de 1819, significó la
culminación de un proceso independentista que inició el 20 de julio de 1810, además
porque demostró la capacidad estratégica y táctica del Ejército Libertador o patriota.
Este Ejercito fue la base donde comenzarían a constituirse los cimientos del Ejército
Nacional, durante el siglo XIX la institución castrense va a vivir una serie de cambios
que están ligados al contexto político, económico y social vinculadas con esta
dinámica centuria. Al respecto Mendoza (2010) expone:
“Mirar al cuerpo armado como eje fundamental para la formación de procesos significativos
en el ámbito político, resulta bastante interesante, porque manifiesta no sólo la necesidad de
atender a su proceso de fortalecimiento, sino también para tener en cuenta cómo su
funcionamiento influye en el desarrollo de la sociedad. El funcionamiento del cuerpo armado
puede reflejar la actividad del cuerpo estatal y convertirse en una dinámica integrada donde
se pueden estudiar todas sus estructuras”.

Este argumento y la vivencia aprendida por parte del Ejército Patriota en el Campo
de Boyacá generaron la disposición y visión que se tienen hacia la guerra, no vista
desde un simple fenómeno, sino como una dinámica social y política que tiene
elementos que motivan a evolucionar y transformarse para llegar a ser un cuerpo
armado más profesional, esto permite ver que a través de los años el Ejército ha
modificado aspectos relacionados con su organización, desde su armamento hasta
los uniformes y “ha estado sujeto a cambios y transformaciones que han mostrado
su modernización, materializadas en cuerpos altamente calificados” (Mendoza,
2010)
Durante los periodos 1810-1820 el concepto del Ejército era el de defenderse de un
enemigo externo, en este caso lograr la independencia de España, luego de estos
eventos, se trasladó esta visión a la defensa de los asuntos internos, como por
ejemplo las distintas guerras civiles que se dieron durante el siglo XIX. Este
pensamiento de cambio se comenzó a materializar a través de la educación y la
necesidad de proyectar un cuerpo militar preparado en los años veinte del siglo XIX
Hubo un replanteamiento en una escuela militar que combinara la ingeniería con el
arte de la guerra para optimizar los recursos humanos que estuvieran preparados
para conformar un ejército profesional y técnicos con competencias para la
construcción de vías, puentes y otras obras civiles. En esta perspectiva se enmarcó
la visión de Simón Bolívar y Lino de Pombo de construir institutos de ingenieros
militares (Prado, 2018)
Para la década de los años 30 de ese mismo siglo se comienza a pensar una
Escuela Militar comparada al estilo de West Point en los Estados Unidos, que
formara oficiales preparados en el área de cartografía, planimetría, fortificaciones,
artillería, entre otras. Frente a esto, Prado (2018) comenta: “Uno de los primeros
esfuerzos en este sentido fue el proyecto para el establecimiento de un Plantel
Castrense, elaborado por el secretario de Guerra y Marina, José Hilario López, en
1833, que contemplaba el estudio de matemáticas, tácticas, administración,
contabilidad, artillería, ingeniería, dibujo, topografía y lengua francesa, pero a la que
el congreso no le asignó presupuesto y no pudo operar”.
En 1836, el Congreso de ese entonces buscó medidas que trataran de responder
a la necesidad de profesionalizar el cuerpo armado y se optó por introducir
asignaturas castrenses en las universidades de 1°, 2° y 3° distrito1, que atendiendo
a las necesidad regionales, se dictarían cursos adecuados a las armas presentes
en cada territorio; por ejemplo, en la Ciudad de Cartagena se destacarían los cursos
en estudios náuticos y fortificaciones.
La principal contribución militar de la Nueva Granada a la causa de la Independencia
se dio después de la victoria de Bolívar el 7 de agosto de 1819 y su principal
característica fue el recurso humano de infantería. El periodo 1820-1830 se destacó
por ser una década de reclutamiento intenso, el cual no fue bien visto, ello se vio
reflejado con el nacimiento de la Nueva Granada como Estado independiente donde
la carga militar fue vista como excesiva y foránea (Deas, 2017, p. 20)
Cuando José María Obando asumió la presidencia comenzó con una depuración
del Ejército, aceleró la salida del país de oficiales y tropas venezolanas y bolivianos.2
Como presidente encargado y Secretario de Guerra, fue el primero en plantearse la
forma que irían a tomar las Fuerzas Armadas de la Colombia independiente. (Deas,
2017, p. 21) Su organización se basó en un ejército austero, esto quiere decir
pequeño, pues “Obando siempre estuvo atento al sentimiento popular, e incluso una
persona menos sensible no habría tenido dificultad en interpretar el sentimiento
nacional en esa coyuntura” (Deas, 2017, p. 21)
Esta austeridad con el ejército se debía a que no había los suficientes recursos para
sostener una fuerza grande, debido a que los ingresos del gobierno nacional fueron
escasos hasta bien entrado el siglo XX, hasta un ejército pequeño consumía una
gran parte del presupuesto y no se veía como una inversión mantener soldados que
no generarían ningún ingreso al Estado colombiano.3
A pesar de la austeridad del gasto en materia militar y la debilidad que había en la
estructuración de un Ejército profesional, no se debe tomar en poco el pensamiento
que hubo en pro de evolucionar y generar un cuerpo armado fuerte y preparado,
porque “a pesar de no haberse constituido durante el siglo XIX colombiano una
educación formal militar, eso no significó la ausencia o carencia de profesionalidad.
Pues como aconteció en otras latitudes, la lectura de manuales del arte de la guerra,
la experiencia obtenida en los campos de batalla, ayudaron a forjar un oficial con
cierta preparación técnica” (Prado, 2018, p. 320).
Intentos de organizar un cuerpo militar y las iniciativas que se dieron al
respecto
Se han mencionado brevemente los primeros intentos que se dieron desde 1810
por organizar un cuerpo armado profesional, ahora se pasa a un segundo punto que
son las iniciativas que surgieron a partir de mitad del siglo XIX por profesionalizar y
dar paso a un cuerpo más estructurado y cohesionado. Ello se vio a través de los

1
Corresponde a Bogotá, Cartagena y Popayán, respectivamente.
2 En 1831, Obando removió a 298 oficiales regulares y milicianos que habían apoyado al régimen de
Urdaneta. Algunos fueron mandados al exilio, particularmente entre los 35 venezolanos y 25
británicos sacados por Obando del servicio militar (Deas, 2017, p. 51)
3 Para profundizar más en este tema ver Deas, M., (1993). Del poder y la gramática, y otros ensayos

sobre Historia, Política Y literatura Colombiana. Bogotá: Tercer Mundo Editores.


intentos de creación de Escuelas y el tránsito hacia la Guardia Colombiana con la
Constitución de 1863.
Los primeros esfuerzos por constituir un cuerpo de oficiales profesionales se dieron
durante las presidencias de los generales Alcántara Herrán (1841-1845) y Tomás
Cipriano de Mosquera (1845-1849); hombres con una experiencia en las guerras de
independencia y en la guerra civil de Los Supremos (1839-1842). Ellos
consideraban que para fortalecer un Estado con capacidad de mantener el orden
interno y externo era pertinente contar con una oficialidad profesional y altamente
capacitada. Si bien el objetivo era formar técnicos militares, el propósito político de
Mosquera también introdujo la ingeniería civil; de ahí que finalmente se impuso la
necesidad de constituir un Colegio Militar que capacitara a hombres en la oficialidad
para conformar Estados Mayores y de igual forma especialistas en obras civiles
(Prado, 2018, p. 324).
La Ley del 1 de junio de 1847 y el decreto del 20 de julio de ese mismo año, crearon
el Colegio Militar en Bogotá con el propósito de formar militares con una base solida
en ingeniería civil; para 1848 dicha institución abre sus puertas. La fundación de
este plantel no estuvo exenta de conflictos internos, pues había dos líneas una que
defendía lo netamente militar y la otra que se inclinaba por la formación integral en
obras civiles. Durante la primera administración del general Mosquera se buscó
conciliar estas dos posiciones. Se tenía presente que había que formar hombres
doctos en la defensa y la seguridad, con plenos conocimientos en estrategia y
táctica militar que les permitieran a los cuerpos armados actuar eficientemente ante
las distintas amenazas. Frente a esto, el Coronel Agustín Codazzi manifestó, con
ocasión de establecer las ideas rectoras en el plantel, lo siguiente:
(…) Los tiempos antiguos i modernos nos dan elocuentes ejemplos de estos, i los
pueblos ilustrados i los Gobiernos amantes de su futura prosperidad siempre han
pensado en formar hombres de guerra capaces de poder refrenar a los ambiciosos,
vengar las afrentas i hacerse respetar para conseguir con ménos costo i ménos efusión
de sangre la tranquilidad i la seguridad, únicos bienes con los cuales pueden progresar
los hombres a la sombra de las leyes i de la paz. La Nueva Granada no está aislada
como una roca en medio del Océano; tiene naciones limítrofes que pueden tarde o
temprano amenazar su reposo, aunque en otro tiempo hayan juntas tomado las armas
para conquistar su libertad, i no deja de tener envidiosos de una parte de su territorio
que está llamado por la naturaleza a ser el gran vehículo de comunicacion mercantil de
toda Europa con la Asia, Oceanía i América Occidental. El establecimiento del Colegio
Militar es el semillero de donde deben salir los hombres capaces de dar dirección a la
guerra si fuese preciso, o bien con sus luces i conocimientos ayudar al progreso material
de un país casi virjen que necesita desarrollo para poderse al nivel de los demás
pueblos de la tierra que han marchado con pasos mas o ménos rápidos a su
engrandecimiento. (…) Por otra parte, i considerada la materia bajo el aspecto industrial,
los jóvenes que se dedican a los estudios de las ciencias exactas se hallan luego en
disposición de hacer aplicaciones de ellas a la maquinaria, puentes, calzadas, caminos,
canales i otras cosas de utilidad publica, así como al levantamiento de planos,
reconocimientos militares, fundaciones de Estado Mayor, fortificación, tácticas de
infantería, caballería, artillería, formación i conducción de ejércitos, en fin, de la
estrategia en jeneral (Codazzi, 1849, p. 62)

Bajo este precepto se estaba buscando establecer, una profesionalización militar


que buscara aportar al desarrollo del país y generar un apoyo al progreso y las
nuevas proyecciones que se estaban generando desde las perspectiva mundial, el
coronel Codazzi buscaba que la nueva escuela militar se alineara a los nuevos
preceptos internacionales y a la idea de lo que debería ser un ejército desde sus
bases. Esto quiere decir que la nueva instrucción militar podría traer para el Ejército
unos “beneficios, pues era el semillero, de un cuerpo entero de ingenieros” (Prado,
2018, p. 10)
En el gobierno del presidente liberal José Hilario López (1849-1853), se inició una
segunda etapa del Colegio Militar, que tuvo un fuerte énfasis civil, producto del
dominio en el Congreso de la línea liberal Gólgota de tendencia anti-militarista. Esta
nueva perspectiva se vio manifiesta en la implementación de los nuevos cursos de
matemáticas avanzadas y una fuerte orientación a los cursos de ingeniería civil,
aspecto que debilitó los saberes de Estado Mayor, lo cual dio una muestra de las
intenciones de reducir el saber militar y su aporte a la estructura armada.
A pesar de los intentos de profesionalización militar y de cambios en el cuerpo
armado a través de una sólida enseñanza en el Colegio Militar, este no tuvo éxito,
pues finalizó su proceso el día 17 de abril de 1854, a causa del golpe de Estado del
general José María Melo. De otra parte la abolición del Ejército permanente de la
Nueva Granada fue una tarea que se propusieron desde la agenda liberal radical de
la Generación del 7 de Marzo4. Fue preparada por la Reforma Ospina de estudios
superiores, cuyo fundamento está en la Revolución Francesa de 18485. Estas
propuesta de abolir el concepto de Ejército permanente llevó a la sublevación de
Melo que bajo el lema de la “defensa del honor militar” defendió desde una posición
personal la tradición militar republicana; sin embargo, y tras ocho meses de
administración fue depuesto y le correspondió a la administración Mallarino a través
de su Secretario de Guerra y Marina Rafael Núñez, reducir el ejército neogranadino
a 373 soldados.

4 Entre los publicistas radicales hay que mencionar los que siguen: Manuel ANCÍZAR, “Tropa
veterana”, en El Neo-Granadino, N° 17 (25 nov. 1848); CÁMARA PROVINCIAL DE VALLEDUPAR,
“Solicitud sobre abolición del ejército”, en El Neo-Granadino, N° 230 (31 dic. 1852); EDITOR de El
Liberal, “El ejército permanente”, en El Liberal, N°s 13 y 14 (14 y 21 feb. 1854); Florentino
GONZÁLEZ, “Contra la existencia del ejército permanente”, en El Conductor, N° 54 (8 ago. 1827) y
“Supresión del ejército permanente, la esclavitud, el fanatismo”, en La Gaceta Mercantil (Santa
Marta), N° 51 (27 sep. 1848); José María VERGARA TENORIO, “Ejército. Guardias Nacionales”, en
El Aviso, N°5 45 y 46 (1848); Josefa ACEVEDO de GÓMEZ, “El soldado”, en Cuadros de la vida
privada de algunos granadinos copiados al natural para instrucción y divertimento de los curiosos,
Bogotá, Imprenta de “El Mosaico”, 1861; EDITOR de La Opinión (Cali), “Ejércitos permanentes”, en
El Aviso, N° 58 (1848), p. 2-3; Manuel María MADIEDO, “El soldado en la Nueva Granada”, en El
Liberal, N° 3 (4 dic. 1853); Tomás HERRERA, “Carta a José María Plata sobre abolición del ejército”,
Panamá, 29 de agosto de 1852, en El Eco de los Andes, N° 38 (28 sep. 1852); EDITOR de El Neo-
granadino, “Ejército permanente”, en El Neo-Granadino, N° 222 (5 nov. 1852) y “Guardias
nacionales”, en El Neo-Granadino, N° 269 (1 sep. 1853); José María SAMPER, El programa de un
liberal, París, Imprenta de E. Thunot, 1861. (Citado en: Martínez, A., (2012). Historia de la Guardia
Colombiana. Bucaramanga: Editorial Universidad Industrial de Santander)
5 La revolución francesa de 1848 tuvo una gran repercusión en otros países de Europa como Austria,

Hungría, Alemania e Italia, donde sendas insurrecciones populares consiguieron significativos


avances democráticos. Este movimiento europeo se conoce como la “Primavera de los Pueblos”.
De otra parte la guerra civil de 1861-1862, prolongada en el sur de Colombia contra
las tropas enviadas por el presidente ecuatoriano Gabriel García Moreno, convirtió
al general Tomás Cipriano de Mosquera en el político más importante de casi toda
la década de 1860. Fue en su ambiente político, y con los militares que lo
acompañaron en este conflicto, que se diseñó la Guardia Colombiana, diseñó que
correspondió a las dos realidades políticas que se consolidaron con la constitución
de Rionegro: el régimen federal de nueve estados soberanos y la agenda liberal
como orientación de los poderes públicos de los Estados Unidos de Colombia
(Martínez, 2012, p. 14-15). En la guerra civil de 1876-1877 se ratificó la convicción
de que se debía diseñar un ejército profesional y este a su vez debía nacer en el
seno de una república, también debía ser permanente y capacitado en todos los
aspectos de la guerra.6
La culminación de ejércitos agrupados en cada estado llegaría a su fin primero con
La Guardia Colombiana y con el proceso constituyente de 1886, que daría inicio al
periodo de la Regeneración, donde centralizó el poder de la defensa en un Ejército
permanente y con características no deliberativas o partidistas, donde apareció por
primera vez el concepto de Ejército Nacional. Bajo este precepto se puede decir que
“El gran legado de los gobiernos Regeneradores al gobierno de Reyes fue la
centralización del Ejército y el ejercicio exclusivo, legal y legítimo de las armas”
(Rey, 2007, p. 171)
De otra parte, desde 1880, los militares profesionales adoptaron progresivamente
las Tácticas de infantería del estadounidense Emory Upton, esta obra fuera de
ofrecer instrucción en las táctica de combate, buscó consolidar el pensamiento
liberal en el Ejército Colombiano, esta reforma propuesta por la corta misión militar
proveniente de Estados Unidos permitió ajustar al Ejército a los ámbitos internos y
externos del final del siglo XIX (Esquivel, 2017, p. 229)
Esta misión militar trajo para el Ejército de ese momento una serie de cambios en
cuanto a la táctica militar, pues a pesar de los conflictos civiles que se dieron hasta
finales del siglo XIX, en la estructura armada comenzaron a heredarse tácticas que
“habría coadyuvado a alejar al Ejército colombiano del militarismo, dada su
tendencia a humanizar la guerra. En efecto, el modelo de Upton, entre otras
virtudes, se orientó a disminuir las bajas en el combate. Con la adopción de dichas
tácticas por el Ejército colombiano, los conflictos armados del siglo XIX, aunque
intermitentes, resultarían menos onerosos para las fuerzas enfrentadas y para la
misma población” (Esquivel, 2017, p. 230)
Hacia el año 1898 llega la misión militar francesa, cuya contratación se llevó acabo
en París; el objetivo de dicha comisión era ocuparse durante tres años de la
instrucción técnica del Ejército, Su propósito también era ubicar al Ejército por el
camino del arte de la guerra y la profesionalización de una institución que había
pasado por distintas fases. Ya para este momento se hablaba del concepto de
Ejército Nacional, pues las experiencias de las guerras civiles habían plasmado la
necesidad de profesionalizar y apartar a la institución armada de la deliberación

6Es importante resaltar que este conflicto civil movilizó más de 30.000 soldados en varios ejércitos
de la unión (Martínez, 2012)
partidista. Esta visión la expresó el Boletín Militar cuando habla de la misión militar
francesa de la siguiente forma:
Muy digna de aplauso es la medida tomada por el Ministerio de Guerra; y ella hacer ver más
claramente, si se puede, el gran interés que el Gobierno tiene por la prosperidad del Ejército,
procurando de un modo serio y propio de calidad de ese mismo elemento, que entre de una
vez por el camino del verdadero progreso en el arte militar, guiado, siquiera sea en sus
primeros pasos, por manos más expertas que las nuestras (S.a, 1897)

Esta misión también buscaba mitigar la despreocupación que había por organizar
el cuerpo militar, por plantearse seriamente un Ejército profesional, que ya había
dado el paso con la constitución de 1886 de convertirse en un cuerpo permanente
y alejado de las confrontaciones políticas, al respecto el Boletín Militar comenta:
Son muchos los ensayos que se han hecho entre nosotros, pero desgraciadamente nada
hemos alcanzado, quizá por falta absoluta de un plan al cual ceñir estrictamente todos los
esfuerzos y más que todo quizá, debido a la falta de constancia, demasiado ocupados como
estamos siempre en otros asuntos que tan sólo interesan agrupaciones más o menos
personalistas, que llegan a embargar nuestra atención hasta el punto de permitirnos atender
a cosas de tal importancia que, como la organización del Ejército, han sido serán siempre
objeto de principal atención en las naciones civilizadas” (S.a, 1897, p. 298)

Estos ensayos era lo que se buscaba evitar con los franceses, sin embargo una
nueva guerra civil7 aplazaría el momento de hacer una verdadera reforma militar;
sin embargo los primero pasos ya se habían dado con las breves misiones la
norteamericana y la francesa. Se puede decir que la principal herencia del siglo XIX
para el Ejército Nacional fue el inicio de la centralización de la Fuerza pública y el
concepto de no deliberación, aspectos que serían primordiales para la reforma que
iniciaría Rafael Reyes. Otro aspecto que dejó la misión francesa fueron los principios
de organización, frente a lo cual se expone:
En asuntos militares, y en el preámbulo de la Guerra de los Mil Días, los principios de la
organización de la milicia francesa cimentaron la Escuela de Ingeniería Civil y Militar, desde
la Academia Militar de la Misión Francesa (dirigida por militares franceses). La mayoría de los
oficiales colombianos hicieron allí sus estudios y fueron entrenados en procesos de
adiestramiento y tácticas de guerra. No es extraño, entonces, que las técnicas y principios
orientadores de las luchas de finales del s. XIX utilizaran un mismo lenguaje y unas mismas
estrategias (Duque, 2010, p. 25)

Estos principios fueron rectores para muchos de los militares que se instruyeron
dentro de los preceptos franceses como sucedió en el caso del militar antioqueño
Coronel Francisco Duque Ramírez. Quien tuvo un papel significativo durante esta
contienda y resultado de ello escribió un diario donde refleja la participación
antioqueña en este conflicto.

7 Esta guerra civil se denominó la Guerra de los Mil Días (1899-1902)


Coronel Francisco Duque R. Escuela Militar Francesa
1898. Fuente: Martha Duque Pavajeao. Citado en:
Duque, F., (2010) Diario del Coronel Francisco Duque
Ramírez. Medellín: Fondo Editorial ITM, p. 15
Algunos apartes del informe presentado por la Misión Militar Francesa al Ministro de
Guerra sobre el Estado del Ejército Colombiano. Fuente: Boletín Militar: órgano del
ministerio de guerra y del ejército, P. 371
Encabezado del informe de Inspección hecha al Batallón Sucre en 1897, ya se hablaba del concepto de Ejército Nacional.
Fuente: Boletín Militar: órgano del ministerio de guerra y del ejército, p. 376

Las principales reformas militares y su aporte en la modernización del Ejército


Para principios del siglo XX el Ejército Nacional experimentó cambios, los cuales
obedecieron a una serie de influencias extraídas de las comisiones provenientes del
exterior, pues se implementa una reformar definida por el Presidente Rafael Reyes
con la creación de la Escuela Militar y la Escuela Superior de Guerra. Al respecto
(Rey, 2007, p. 163) resalta:
El Gobierno siempre tuvo presente la necesidad de un ejército profesional defensor de la
soberanía nacional. Era evidente que la pérdida de Panamá había sido una afrenta a la
unidad de la Nación y era imperativo impedir una nueva secesión o falta a la soberanía
colombiana. El fortalecimiento de los cuadros de oficiales a través de su formación en una
escuela militar era uno de los pasos a seguir en busca del añorado ejército profesional.
Rafael Reyes en el mensaje presidencial dirigido al Congreso en 1904 manifestó la
necesidad urgente de levantar el nombre de la profesión militar, “y hacer de ella, como es
en todos los países, escuela de honor y de fortaleza moral y física en que se forme el
carácter nacional”.

También se inicia la trasformación y profesionalización del Ejército, el hecho de distribuir


y conformar Divisiones con sus respectivas brigadas obedece en ese periodo a estos
cambios introducidos por el presidente Rafael Reyes, lo que se traduce para las Fuerzas
Militares en una reforma significativa en sus bases fundacionales, lo cual quiere decir:

Solo (sic) a mediados de 1907 cuando los rigores de la penuria fiscal cedieron lo
suficiente para permitir la asignación al Ejército de los recursos necesarios para el
“engrandecimiento” de esta institución. Con ello se buscó el mantenimiento de un ejército
estable (sin reducciones continuas), con funciones netamente militares y con un
presupuesto fijo y más elevado al de anteriores legislaturas. Para los gobernantes de la
época, un ejército bien pertrechado era sinónimo de paz, percepción ilustrada en las
palabras del Ministro de Guerra, Manuel Sanclemente, quien expresó: “[…] con ejemplos
constantes para estas naciones suramericanas ha enseñado ya la experiencia que cuestan
más las guerras que el sostenimiento de un Ejército respetable, mientras se contraen hábitos
de pueblos serios y prácticos”. La búsqueda de un “ejército respetable” requirió una nueva
organización con parámetros administrativos y militares definidos, es decir, un modelo militar
para implantar. (Rey, 2007, p. 164)

Bajo estos preceptos se organiza una comisión asesora proveniente de Chile, la


cual introduce cambios de tipo académico para ser implementados dentro de la
educación militar y lograr la profesionalización del Ejército. Uno de los militares que
encabeza esta nueva reforma del Ejército es el General Rafael Uribe Uribe, quien
es nombrado como embajador para los países de Chile, Argentina y Brasil. Durante
su estancia en Chile en 1905, él observa y detalla la estructura del Ejército de ese
país, donde concluye que es un buen ejemplo a seguir por el Ejército colombiano.
Bajo este criterio, Uribe aconseja al Gobierno colombiano solicitar ante el Gobierno
de Chile, el envío a Colombia de una “misión militar” compuesta por un grupo de
Oficiales –uno de cada Arma- con el fin de implementar nuevas normas en el Ejército
colombiano. Ante esto el General recomienda llevar con profesionalismo estos
cambios. Al respecto argumenta:

Su funcionamiento requiere la experiencia práctica de buenos instructores de fila y la creación


de los diversos órganos que constituyen el comando y los servicios superiores del ejército.
Podría creerse que eso se obtenía con oficiales que sirviesen tres o cuatro años en el ejército
cuyo régimen se tratara de imitar, pero los resultados de esa clase de ensayos han sido
negativos; el oficial alcanza cierto grado de preparación en un determinado servicio, pero eso
no basta para organizar un ejército. (Uribe, 1955, p. 225-226)

Una característica del Ejército chileno es la carta de presentación frente a otros


ejércitos suramericanos. En primer lugar, el triunfo ante Bolivia y Perú en la Guerra
del Pacífico (1879-1883) demuestra la capacidad de movilización y de poder
ofensivo. (Rey, 2005, p. 165)
Lo primero que se pretende lograr al implementar una reforma militar es un cambio
en la Institución, selección y ascenso de los cuerpos de Oficiales, objetivos que se
pueden alcanzar para ese entonces con el establecimiento de una Escuela Militar.
El modelo militar seleccionado a seguir es el chileno; bajo este precepto, Rafael
Reyes contrata en 1907 la primera Misión Chilena que llega a Colombia, compuesta
por el Capitán de Infantería Arturo Bacuñán y por el Capitán de Artillería Diego
Guillén Santana. El propósito principal de esta Comisión es poner en marcha una
Institución que brinde los conocimientos esenciales para la formación de los
Oficiales. (Rey, 2005, p. 169)

Bajo estos criterios, el modelo militar chileno es la opción más segura para iniciar
ese camino hacia la modernización del Ejército, tarea que inicia en 1907. En el
período comprendido entre 1907 y 1915 trabajan cuatro misiones militares chilenas.
Sus tareas son claras: el restablecimiento de la Escuela Militar, la apertura de la
Escuela de Guerra, la reestructuración del Estado Mayor y la creación de
reglamentos para la organización del Ejército. Con relación a este tema el mismo
Ejército Nacional comenta los resultados que se lograron con la Misión Militar
Chilena, con respecto a la primera fase expuso: “El cuartel ya no fue un presidio
sino una escuela, el superior no fue un verdugo sino un maestro, el soldado ya no
fue un autómata sino un hombre con corazón y pensamiento" (S.a, Revista Fuerzas
Militares, 1929, p. 587) Con referencia a la segunda fase de esta misión, el Ejército
expuso las siguientes conclusiones:

Esta segunda misión [Chilena] completó y perfeccionó el plan de estudios de 'la escuela
militar; determinó en forma precisa los períodos de Instrucción para ·las diferentes
unidades y distintas armas, al mismo tiempo que dio las directivas necesarias; elaboró
varios reglamentos de los que aún faltaban, así como los proyectos de ley fundamentales
para la marcha normal de un ejército moderno; organizó la escuela superior de guerra
con un plan de estudios semejante al de la academia de guerra de Chile, amoldándolo a
nuestras condiciones de entonces; tomó directamente la organización y dirección del
estado mayor general, quedando el general Díaz con la Jefatura activa de este instituto,
para lo cual se modificó temporalmente una disposición legislativa que prohibía tal
procedimiento. (S.a, Revista Militar del Ejército, 1927, p. 458)

En la tercera etapa de esta misión la institución destacó los siguientes resultados:


“actuó principalmente en el profesorado de los institutos militares, expidió nuevos
reglamentos para la Instrucción, para ciertos servicios en el ministerio de guerra y
para el estado mayor general; por último, intensificó la práctica de los ejercicios de
campaña para todas las armas” (S.a, Revista Militar del Ejército, 1927, p. 459)

Luego ell gobierno de Pedro Nel Ospina contrato una Misión Militar proveniente de
Suiza8, conformada por cinco oficiales, quienes fueron: el general Hans George
Juchler, quien tomo la dirección de la Escuela Superior de Guerra y la enseñanza
táctica y servicio de estado mayor; el coronel el coronel Paul Gautier, quien se
encargó de la instrucción de caballería en la guarnición de Bogotá; el teniente
coronel Hans Von Werdt, oficial de infantería y quien se encargó de la dirección de
la Escuela Militar por muerte de su titular -el coronel Luis Felipe Acevedo- el mayor
Henry Pillichody, tomaría a su cargo la organización de la Escuela de Aviación y la
instrucción de sus oficiales y, finalmente, el capitán Plinio Pessina, administrador y
especialista en Derecho, quien se hizo cargo de las asignaturas de su especialidad
y contribuyó a preparar una ley sobre sueldos de retiro de la oficialidad. (Pizarro,
1987, p. 37)

Esta misión militar tuvo una tarea compleja en cuanto a reforma militar, pues le
correspondió una tarea de reorganización, donde vio como acertada la
reglamentación militar de ese momento y la llevó a aplicar algunas propuestas para
fortalecer el la institución. Buscó dentro del Ejército Nacional fortalecer la honradez,
el trabajo y la consagración. De otra parte, esta misión militar propuso amoldar la
fuerza numérica del Ejército con el presupuesto. Para la regeneración u oxigenación
del ente castrense, se basó en las siguientes temáticas:

1. Revisión de la ley de ascensos en el sentido de que las condiciones para el


ascenso y el retiro sean a base de una severa pero justa selección moral, intelectual,
y física así como del tiempo de servicio en cada grado.

8 Esta misión estuvo entre los años 1924-1929


2. Suprimir el retiro temporal
3. Los oficiales no debían ser trasladados más de un arma a otra sin comprobar por
exámenes su preparación y su capacidad para el empleo en la nueva área.
4. Revisión de la ley sobre los sueldos de retiro en el sentido de que ella no podía
pagar los sueldos de retiro a partir de la fecha de su fundación y siempre que los
oficiales y suboficiales hayan pagado sus cuotas mensuales. El sueldo de retiro no
debía pasar del 75% del sueldo de actividad. Pensionar a los militares por los años
de servicio anteriores a la fundación de la caja de retiro.
5. Aplicar rigurosamente las costumbres y la legislación relativa a la disciplina y los
delitos militares.
6. Supresión del voto. (Atehortúa, 2014, p. 124-125)
A pesar de los obstáculos que tuvo esta misión, algunas de sus propuestas lograron
impactar en la dinámica social, política y cultural del Ejército, como fue la Creación
de la Caja de Sueldos de Retiro, la reglamentación de la carrera de oficiales, tanto
en ingresos, ascensos, retiros, etc. De Igual forma, también se reorganizó el
Ministerio de Guerra y se crearon el Departamento Administrativo Conjunto, los
talleres para la confección de vestuario, calzado y el sistema de sanidad.
De otra parte, la misión suiza logró algunos avances en materia de organización;
sin embargo, el contexto del momento y la suposición por parte de algunos
miembros de la política nacional no permitieron que se llevaran a cabo reformas de
fondo que generaran procesos significativos dentro de la institución; sin embargo,
este proceso creó conciencia en algunos oficiales que empezaron a ver la necesidad
de cambio dentro de la institución, como se evidenció luego
en algunos informes presentados por capitanes y coroneles sobre la situación del
ejército en plena transición del gobierno conservador al liberal. Bajo este precepto
La misión suiza fue muy respetuosa de las bases orgánicas establecidas en ese entonces con
sus correspondientes reglamentaciones y buscó de manera especial darle vida y cumplimiento
a éstas, mejorándolas y unificándolas donde lo creía conveniente. Las primeras unidades de
transición técnicamente organizadas se le debieron a la labor de esta misión; después de la
Misión en el siguiente periodo continuaron funcionando algunos servicios centralizados- como
la Caja y Pagaduría, Intendencia, Material de Guerra, pero no como un conjunto unitario sino
como secciones independientes (S.a, 1963, p. 8)
Organización del Ministerio de Guerra en 1926, cuya proyección la asesoró la Misión Militar Suiza. Fuente:
Historia de los servicios militares en Colombia a partir del año de 1907 llamado de la reforma militar, Archivo
Central del Ministerio de Defensa.
Organización del Ejército Nacional para el año 1926, cuya estructura fue asesorada por la Misión Militar Suiza. Fuente: Historia
de los servicios militares en Colombia a partir del año de 1907 llamado de la reforma militar, Archivo Central del Ministerio de
Defensa.

Finalizada la Misión Militar Suiza en 1929, se contrató al señor coronel Braune para
organizar el ramo de los servicios. De otra parte, el conflicto con el Perú favoreció
un programa de modernización y equipamiento para el Ejército Nacional; para lograr
esto se recurrió a Alemania. Por esta razón, en los años 30 los cascos y uniformes
de los militares colombianos los morrales y otros implementos propios de la
funcionalidad militar eran los mismos que usaban las tropas Wehrmacht (Esquivel,
2013, p. 256) Bajo este aspecto la Guerra con el Perú le permitió introducir a la
institución militar un nuevo concepto de defensa; así lo muestra el Plan de
Desarrollo del Ejército Nacional:
Siguiendo este esquema tradicional Colombia organizó su defensa y el Ejército moderno
creado en 1907 fue la espina dorsal de su estructura, la cual se puso aprueba en 1932con
motivo del conflicto con el Perú. La forma como el país afrontó esta crisis muestra claramente
los conceptos que dominaban la época: mientras el Ejército se movilizaba apresuradamente
y reconquistaba las posiciones perdidas, la población civil del interior se privaba de sus joyas
y reducía su tren de vida en favor de las operaciones; esta era su contribución a la guerra,
esta era su manera de batirse (Ejército Nacional, 1972, p. 7)

Este intento de introducir un nuevo concepto de defensa dentro de la visión del


Ejército, permitió que se dieran algunos cambios dentro de la institución; por
ejemplo, para la década de los 30 el Ejército estaba en capacidad de utilizar dos
divisiones de tipo triangular con sus correspondientes apoyos de artillería e
ingenieros, tanto sus unidades de maniobra como sus apoyos presentaban
características de montaña y la base de la movilidad se basó en el soldado de a pie
y los mulares. Al final de la década del treinta, el Ejército había aumentado el número
de brigadas donde mantenía el concepto clásico triangular.

Concepto sobre el cual se fundamentó el Ejército Nacional durante el conflicto con el Perú.
Fuente: Ejército Nacional (1972). Plan de Desarrollo del Ejército 1973-1980.

Capacidad operativa del Ejército durante la


década de los treinta. Fuente: Ejército
Nacional (1972). Plan de Desarrollo del
Ejército 1973-1980, Bogotá: Archivo Central
del Ministerio de Defensa, Tomo 1, Carpeta
N° 06000329, Caja N° 06000025.
En el inicio de este escrito, habíamos destacado que la base de los cambios radica
en los hombres y no en el hombre en el sentido plural como lo expone Hannah
Arendt; bajo este precepto, en la década de los treinta y, especialmente en sus
inicios, hubo ciertos militares que a través de sus críticas constructivas apuntaban
a genera un cambio en el Ejército Nacional; el primero de ellos fue el señor Capitán
Luis Muelle Reyes9, orgánico del Batallón de Infantería “Sucre” N° 2, quien presentó
un informe sobre la situación técnica y moral en que se encontraba el Ejército
Nacional cuando asume la presidencia Enrique Olaya Herrera el 7 de agosto de
1930. Entre las observaciones de este joven oficial se destaca que la institución
debía generar cambios en sus oficiales y forma de proceder y concluye:

De acuerdo a mi conciencia y guiado por mi cariño al Ejército y a la patria, he querido trazar


con mi burda pluma un esbozo general que dé una idea del estado moral y material de nuestra
Institución. He considerado un deber imperativo, señalar el mal donde juzgo que se encuentra.
He buscado esquivar todo aquello que pudiera interpretarse como una personalización;
aunque tal procedimiento, excluye de este trabajo, hechos y situaciones, que dejarían
comprender más claramente la triste realidad. En todo caso yo invito a mis compañeros, la
generalidad de ellos más capaces técnica y literariamente, a continuar esa noble lucha, que
en verdad requiere víctimas, pero que dignifica el sacrificio, la nobleza del ideal que se
persigue (Reyes, 1930, p. 27)

Esta noble lucha es la que iniciaría la llamada generación de Corea en la década de


los sesenta con propuestas que apuntaban al cambio de mentalidad dentro de los
miembros de las Fuerzas Militares, en las cuales se introdujo el concepto de Acción
cívico-militar y le ejecución de planes militares con un énfasis humanista.

La década de los sesenta y su herencia en el pensamiento militar


contemporáneo

Colombia fue el único país que participó en la Guerra de Corea (1950-1953) y ello
les sirvió a las Fuerzas Militares, y en especial al Ejército Nacional, para aplicar lo
aprendido en este conflicto. A su retorno los oficiales, suboficiales y soldados se
encontraron con un país que había comenzado un nuevo ciclo de violencia, en el
cual esta hacia su tránsito al bandolerismo y luego al enfrentamiento con guerrillas
de corte ideológico. Las reformas aplicadas por la generación de Corea se
manifiestaron en la década de los sesenta, cuando asumieron el mando del Ejército
u ocuparon la titularidad en la cartera de Guerra. Frente a esto, el investigador
Armando Borrero expone: “La influencia de las experiencias coreanas en el Ejército
Nacional fue profunda y duradera. Puede decirse que cambió la cara a las unidades
tácticas y operativas” (Borrero, 2019, p. 52).

9 Apropósito de algunos oficiales subalternos quienes propusieron que el Ejército fuera más
profesional y con una orientación apartidista, el profesor Adolfo León Atehortúa afirma: “en oposición
a veces silenciosa, una franja importante de oficiales subalternos buscó distanciarse de la política.
Sentían temor y vergüenza de que los compromisos progresivos con los gobiernos de Ospina y
Gómez deterioraran la imagen de las Fuerzas Militares, o de que su compromiso con los conflictos
internos terminara alejándolos de su función profesional” (Atehortúa, 2008, p. 71)
Basados en este criterio, tomaremos como ejemplo los planteamientos del general
Alberto Ruíz Novoa y su apuesta por entender el conflicto desde una dimensión
social y económica que no tuvo su fundamento en planteamientos norteamericanos
sino humanistas que impactaron dentro de la organización del Ejército y su forma
de entender la violencia en Colombia.10

A mediados de los cincuenta, llegó una comisión llamada “Humanismo y economía”,


liderada por el padre dominico Joseph Lebret, quien centró sus planteamientos en
torno al hombre y su aporte al desarrollo económico; para el momento en que se
desarrolló esta misión, estaba como Contralor General de la República el general
Alberto Ruiz Novoa, quien vio en esos planteamientos de Lebret una oportunidad
para aplicarlos dentro de la estrategia militar y la forma de entender el conflicto que
se estaba agudizando en Colombia. Dentro de las propuestas del dominico,
integraba a las Fuerzas Militares para que ellas apoyaran el desarrollo del país,
como lo planteaba el economista rural francés, Jean Marius Gattheron– “un ejército
creador” (Gómez, 2015, p. 94).

Estas ideas fueron importantes para el general Ruiz, quien con su llegada al
Comando del Ejército, empezó a aplicarlas dentro de la estrategia militar e introdujo
el concepto de acción cívico militar; el primer plan militar en el que vio reflejada esta
categoría, fue el Plan de Operaciones Lazo, emitido en el año 1962 y que introdujo
dentro de su planteamiento la visión social para mitigar la violencia, cuando afirma:
“una parte esencial de estas operaciones, es el empleo conveniente de las medidas
de acción civil, [para] ganar estabilidad política y de progreso económico y social, lo
cual reduce o elimina ciertas condiciones de las actividades de las cuadrillas de
bandoleros, que contribuyen a impedir nuevos brotes de violencia” (Ejército
Nacional, 1962, p. 6)

Bajo esta premisa, el Ejército Nacional comienza a adquirir una nueva mentalidad
que introducía dentro de su estructura principios desarrollistas, que, como lo
expresamos en el párrafo anterior, tenían su fundamento en las conclusiones
presentadas por Lebret una vez culminada la Misión de Economía y Humanismo; al
respecto afirma:

“Las Fuerzas Armadas, tanto por consideraciones militares como culturales y


cívicas, deberían estar integradas aún más en el esfuerzo de desarrollo y en la
formación de cuadros, superiores, intermedios e inferiores, adecuados a esta
finalidad” (Lebret, 1958) Ese esfuerzo de desarrollo estaba orientado en las
acciones cívico militares y en entender que el problema de la violencia no se debía
manejar desde un aspecto solamente militar sino social; este énfasis humanista lo
expresa nuevamente el general Ruiz Novoa, cuando expone:

10 Con respecto a la generación de Corea el general Alberto Andrade Amaya comenta: “Esa
generación iba escalando posiciones en la jerarquía y pensando, cada día más, en el pensamiento
castrense y en la metodología de la acción. Al iniciarse el decenio de los sesenta, el comandante del
Ejército era el general Alberto Ruiz Novoa, que había sido comandante del batallón entre los años
52 y 53. Y junto con él llegaba un grupo de oficiales que estuvieron en la misma campaña y que
venían ahora ser los miembros de su Estado Mayos” (Andrade, 1993, p. 119)
“Los militares deben velar no solamente en ganar batallas, sino también en
contribuir en el mejoramiento de las condiciones de vida de su pueblo” (El Tiempo,
1965, p. 8). Luego afirma con respecto a la mentalidad que quiso promover dentro
de la institución y en la estrategia militar: “Yo quise llevar a los cuadros de las
Fuerzas Armadas la comprensión de los problemas políticos, sociales y económicos
para que así la institución pudiera contribuir a su eliminación (…) prediqué a la
oficialidad que Colombia no puede ser grande e importante mientras la gran mayoría
de su pueblo siga sumida en el estado de miseria” (El Tiempo, 1965, p. 8)

Como habíamos comentado, dentro de la estructura del Ejército se imprimieron esos


enfoques desarrollistas y humanistas que se vieron manifestados con la creación
del Departamento 5 de Ejército, establecido por Disposición N° 023 del 18 de
diciembre de 1963 y aprobado por Resolución N° 0334 del 22 de enero de 1964 del
Ministerio de Guerra, cuya misión fortalecer el apoyo mutuo con las instituciones del
Estado en beneficio de la población civil. Como lo exponía el general Fernando
Landazábal Reyes, a propósito de la descripción de la misionalidad y organización
del Departamento 5:

El solo triunfo de las armas no puede garantizar el triunfo sobre los espíritus, se ha
determinado la creación de un organismo, dentro de sus Estado Mayor, que organice, planee
y supervigile todas aquellas funciones que pongan en contacto al pueblo y autoridades civiles
con la Institución para que con base en el mutuo apoyo y entendimiento, aquél se libre de la
barbarie y éstas puedan practicar el ejercicio normal de su autoridad; un organismo que le
permita conocer y analizar las necesidades de la regiones afectadas por la violencia, las
causas que la determinan, los motivos que la mantienen en vigencia, los objetivos que la guían
y las esperanzas que la animan; un organismo capaz de analizarlos y comprenderlos.
(Landazábal, 1966, p. 9)

Bajo este precepto se incorporó dentro de la organización una nueva dependencia


que permitió articular la cooperación de los organismos estatales para llevar la oferta
estatal a las regiones más apartadas. Esto bajo la filosofía que había propuesto
Lebret al finalizar los años cincuenta, donde las Fuerzas Militares debían contribuir
al desarrollo de la nación.
Organización del Ejército Nacional en la década de los sesenta, con el respectivo
Departamento 5. Fuente: Ejército Nacional. Plan de Desarrollo del Ejército 1973-19080.
Bogotá: Comando Ejército.

Bajo la misma línea, y con un mayor énfasis desarrollista y humanista, se emite


para el año 67 el Plan Andes para el desarrollo de la comunidad, este plan incorporó
una misión más social que militar y buscó enlazar a la población con la
institucionalidad.11 Este plan fue diseñado a partir del análisis que cada unidad hizo

11 Una de las principales fortalezas que se evidenciaron en el cambio de mentalidad y evolución en


el Ejército Nacional es que éste comprendió que el problema de la violencia no se debía mitigar solo
desde el plano militar, sino que era necesario solucionar las problemáticas sociales, económicas y
políticas que la originaban. Esto nos permite plantear la siguiente pregunta: ¿Por qué la violencia no
logro solucionarse y la presencia del Estado no logro consolidarse? El profesor Pizarro, ante esta
pregunta plantea una posible respuesta: “Esta brecha se expresó en que a pesar de distintos planes
elaborados por el Ministerio de Guerra (…) destinados a superar los factores de violencia desde el
con base en las necesidades que había en la comunidad que los rodeaba, esta
iniciativa se dividió en tres líneas de acción:

1. Activar y encauzar la vinculación de los organismos estatales, entidades


especializadas nacionales e internacionales y demás grupos de acción social a las
labores de desarrollo de la comunidad.
2. Buscar el desarrollo integral de las áreas de bajo desarrollo, en las cuales se daba
prioridad a las jurisdicciones de la Quinta, Sexta y Novena Brigada por ser
consideradas zonas críticas y donde se concentraba la violencia.
3. Emplear a los soldados universitarios y bachilleres12 que prestaban el servicio
militar obligatorio, para la conformación de equipos polivalentes, organizados en
Equipos de Desarrollo con el propósito de adelantar etapas de investigación,
programación y ejecución de trabajos que estuvieran encaminados a la ayuda de la
población. (Ministerio de Defensa Nacional, 1968, p. 77-78)
Estos equipos estaban conformados por profesiones de distintas ramas del saber y
tenían diversas funciones:
Los Ingenieros Forestales, Economistas, Agrónomos y sociólogos, están siendo empleados
en labores de titulación de tierras, problemas de salarios, problemas de aparcería,
instrucciones sobre crédito supervisado, aprovechamiento de recursos naturales,
administración rural, acción comunal, distribución de aguas, empleo de abonos e insecticidas,
protección de las zonas forestales, replantación de bosques, organización de viveros,
organización de grupos de forestación, instalación de aserraderos y consultas jurídicas, por
los campesinos. Un personal de ingenieros y arquitectos ha sido dedicado a la planificación
de escuelas, institutos de enseñanza, puestos de salud, mataderos y plazas de mercado, en
coordinación con las autoridades regionales y organismos dedicados a estas labores. Los
sociólogos desarrollan conferencias en los campos, a fin de instruir a la comunidad sobre la
necesidad de su integración al progreso del país, a la vez que recomiendan los pasos a seguir
para la formación de Justas de Acción Comunal y Asociaciones de Padres de Familia. Esta
labor se adelanta en coordinación con las entidades regionales de Acción Comunal e
integración popular. (Ministerio de Defensa Nacional, 1968, p. 81)

Este plan fue un intento por responder a una solución diversa de las problemáticas
que podían ser el combustible para la generación de la violencia y así mismo se
inscribía dentro de esa nueva mentalidad que estaba adquiriendo el Ejército durante
la década de los sesenta y que tenía su fundamento en los planteamientos del
sacerdote Lebret; el Plan Andes se enfocaba en dos aspectos: el hombre y las
Fuerzas Militares para apoyar el desarrollo. De otra parte, esta iniciativa ya se
estaba integrando dentro de los distintos proyectos que los mismos campesinos
promovían, así se lee en los apartes de una carta dirigida al presidente Carlos Lleras
Restrepo por parte de la Asociación Comunal Unitaria del Sur del Huila y Caquetá:

año 1962, estos no contaron nunca con el apoyo necesario de las élites civiles para su
implementación exitosa. Estos planes, que ponían el acento en la intervención del Estado mediante
acciones cívico-militares, además de las respuestas propiamente militares, hubiesen podido desde
aquellos lejanos años mejorar sustancialmente la presencia del Estado” (Pizarro, 2018, p. 93-95)
12 El Primer contingente de soldados pp0rfesionales y bachilleres fue incorporado en el mes de Enero

de 1968. (Ministerio de Defensa Nacional, 1968, p. 78


“De igual manera rogamos a su Excelencia, que la zona entre Acevedo (Huila) y
Belén (Caquetá) donde se encuentra nuestra “Colonización Voluntaria”, sea incluida
en el PLAN ANDES y como una solución inmediata se nos auxilie con alimentos,
herramientas y vestuario. Sobre nuestra organización “ASOCIACION
COMUNITARIA DEL SUR DEL HUILA Y CAQUETA”, puede informar la Acción
Cívica-Militar de la Novena Brigada, quien es la que mayor apoyo ha prestado a
nuestro programa” (Archivo General de la Nación, 1969)

En la imagen se puede apreciar la sesión inaugural del Seminario Obrero, el cual tenía como
propósito capacitar a los campesinos para desempeñarse como presidentes y miembros de las
Juntas de Acción Comunal; mejorar sus conocimientos en actividades agropecuarias; e instruirlos
en algunos aspectos de higiene, nutrición, primeros auxilios y vivienda. Fuente: Ministerio de
Defensa Nacional. (1968). Memoria del Ministro de Defensa Nacional al Congreso de 1968.
Bogotá: Imprenta Nacional, p. 74, 75.

Estas iniciativas desarrollistas y humanistas, también fueron introducidas dentro de


la lógica estratégica de las Fuerzas Militares, con énfasis en dos ejes: el hombre,
que es un principio la Comisión de Economía y Humanismo y la introducción de un
nueva categoría que cobrará fuerza a principios del siglo XXI dentro de la institución
militar, esta es la de Acción Integral, pero que desde la década del sesenta se venía
construyendo. Lo expuesto anteriormente se puede ver sustentado en la siguiente
introducción que hacen el Comando General con respecto a la Acción Cívica Militar:
“Las medidas de índole exclusivamente militares, no pueden remediar aisladamente
los múltiples problemas ocasionados por la alteración del orden público, si no van
acompañadas de una acción integral en todos los órdenes de la actividad nacional,
encaminadas a colaborar en la eliminación de los factores del subdesarrollo y a
proporcionar al hombre una vida mejor” (Fuerzas Militares, 1966).

Por último, la década de los sesenta significó un nuevo pensamiento en el Ejército


Nacional, donde se comenzó a mirar al hombre como el centro del desarrollo,
basado para ello en las tesis de Lebret, las cuales influenciaron el pensamiento del
general Alberto Ruíz Novoa y aportaron el componente humanista en la estrategia
militar, mirando el problema de la violencia no desde un ángulo estrictamente militar,
sino en conjunto, integral y coordinado.

Este proceso se consolidó en la década de los setenta, cuando se comenzó a


pensar en el Ejército del futuro y a mirar la amenaza no desde un punto estático
sino prospectivo; de igual forma, la Acción Cívico-Militar se convirtió en un proceso
significativo dentro de la dinámica institucional y generó una conciencia dentro de
los militares para entender la problemática social y económica del país. Estas
evoluciones han sido impulsadas por los hombres, que, en su inquietante búsqueda
por el cambio, han encontrado aciertos que permiten trasformar una institución que
para muchos especialistas es renuente a este.

Para ejemplificar que ello fue una excepción en el Ejército de Colombia, podemos
ver cómo a finales de la década de los noventa, la institución impulsa una
reestructuración que partió de una “Necesidad de enfrentar los desafíos planteados
a Colombia (…) a partir de 1998 el Ejército Nacional emprendió una gran dinámica
de trasformación, basada en una profunda autocrítica y la valiosa experiencia de
sus integrantes” (Ejército Nacional, 1998). Y luego agrega: “En este proceso se
evaluó cada una de las directrices que orientaban el accionar de la institución y se
replantearon aquellas que ya no se ajustaban a las características, así mismo se
definió como objetivo: ganar la guerra y construir el Ejército del Futuro” (Ejército
Nacional, 1998)

Conclusiones

Estos aspectos han centrado como eje fundamental a los hombres que desde la
época de la independencia buscaron crear, mejorar, cambiar y perfeccionar un
cuerpo armado profesional; planteamientos que fueron foco de grandes debates en
el siglo XIX y fueron heredados en el siglo XX, cuando comenzaron a consolidarse
los caminos trazados en el siglo anterior. Sin caer en anacronismos y no buscando
que este escrito sea una historia oficial, sino más bien un intento por recoger las
principales reflexiones en torno a la evolución del Ejército, se destaca que durante
esta trayectoria histórica siempre se ha buscado la consolidación de un ejército, por
lo cual se ha pasado del Ejército de la Nueva Granada, a la Guardia Colombiana,
luego a la centralización a través de la constitución de 1886 y a la aparición del
concepto de Ejército Nacional.

Con el inicio del proyecto del General Rafael Reyes y sus respectivas misiones
militares, hasta llegar a la década de los treinta con la guerra del Perú y la autocrítica
de algunos oficiales sobre la condición del Ejército y consolidarse luego con la
llegada de la generación de Corea al mando de la institución y la apertura a un
nuevo pensamiento militar con dos componentes significativos: el humanista y la
estrategia militar, mismos que les dejaron a las generaciones venideras una nueva
forma de ver la violencia y la posible solución de la misma.
Lo anterior estuvo orientado hacia lo que Rivera (2017) denomina el Ethos
Profesional, lo cual quiere decir que se buscó desarrollar dentro de los procesos de
evolución institucional un factor que se centrará en el hombre y en ver la profesión
militar no como una labor burocrática, sino con un sentido de vocación y de
pertenencia hacia el trabajo que se ejecuta. Estos aspectos fueron fundamentales
para que el Ejército Nacional lograra una capacidad de autocrítica frente a las
eventuales amenazas y viera en los hombres como hecho plural la base para
consolidar un proceso de reestructuración o trasformación exitoso; un ejemplo
significativo fue la reestructuración que se produjo en 1998.

Las reflexiones aquí planteadas, buscan destacar a los hombres como un factor
importante dentro de un proceso de reestructuración o trasformación en una
institución que requiere de los mismos para seguir avanzando en el tiempo, porque
sin ellos es imposible generar cambios y consolidar procesos. El Ejército Nacional,
a lo largo de su historia, ha tenido hombres, que, en su momento, pensaron en ello,
y quienes han planteado que el cambio cultural debe ser un gran propósito y por
ende debe estar conectado con la integridad moral y militar.

Bien lo expuso el General Rafael Reyes en su discurso del 20 de julio de 1907: “El
propósito del Gobierno al fundar la Escuela Militar es que en ella se formen los
Oficiales de nuestro Ejército sobre principios suficientemente sólidos para que
hagan de él, escuela de moralidad, de sobriedad, de fortaleza y disciplina. En
adelante se citará al Cadete como modelo del cumplido caballero que lleva por
insignia la verdad, la franqueza y la hidalguía”.

Finalmente, los retos que la compleja y variada historia de las Fuerzas Militares, y
en especial la del Ejército Nacional, nos invita a ver su evolución no solo desde un
aspecto solo técnico y de trasformación tecnológica, sino también cultural y
humanista.

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