Por primera vez en sus 52 años de historia, y después de tres intentos fallidos en los últimos 30 años, la guerrilla de las Farc acepta desmovilizarse, entregar sus armas y someterse a la justicia transicional, que implica compromisos de verdad, justicia, reparación y no repetición. Es un paso fundamental para el país porque se trata de la guerrilla más antigua del hemisferio y del principal actor de uno de los conflictos más antiguos del mundo. Derrotadas en el campo militar por los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, las Farc tienen aún capacidad de daño en varios de los departamentos más pobres y atrasados del país. En medio del proceso, departamentos como Cauca, Putumayo y Caquetá, tradicionales escenarios de la guerra, pudieron disfrutar de la relativa tranquilidad que, por lo menos en lo que toca a la violencia del conflicto, ya vive el 90 por ciento del país. El fin de la ‘marca’ ilegal más poderosa en el conflicto no supone que termine de inmediato la violencia en el país, pero es un paso fundamental para cerrar una guerra que deja más de 267 mil muertos en cinco décadas. Según datos del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac), el país ya siente la reducción de la violencia: van más de 1.250 días sin un ataque de las Farc a una población, 250 días sin secuestros atribuidos a ese grupo, casi 600 sin retenes ilegales, más de un año sin emboscadas y 371 días sin atentados contra la infraestructura petrolera o torres de energía. Por el acuerdo, deben acabarse el narcotráfico y las extorsiones de las Farc. La ONU vigilará el cumplimiento de esos compromisos. —‘Se generará más progreso’ Se generará un revulsivo para la economía del país. El Gobierno calcula que en el posconflicto, el Producto Interno Bruto (PIB) crecería a ritmos del 6 por ciento anual, más del doble del actual. Habrá más empleo e inversión para el desarrollo del campo. Pero, además, el país, que en 60 años ha destinado 411 billones de pesos a seguridad, sobre todo al conflicto, podrá liberar recursos para desarrollo y para enfrentar otros retos de seguridad, como la delincuencia común. —‘El mundo, con el proceso’ Como nunca antes, el mundo entero acompañó la actual negociación y su Acuerdo Final. La Unión Europea, el Vaticano, el Gobierno de los EE. UU., la ONU, el Fondo Monetario Internacional, el Comité Internacional de la Cruz Roja, el Banco Mundial y el BID, además de la OEA y los gobiernos de toda la región, apoyaron el proceso. La Corte Penal Internacional dijo que el acuerdo satisface las exigencias de justicia. —‘No habrá impunidad para crímenes de la guerrilla’ El acuerdo no implica impunidad. Para recibir la pena alternativa –que en los casos de máxima colaboración con la justicia contempla que no haya cárcel, aunque sí otras medidas restrictivas–, los victimarios deben cumplir compromisos de verdad, justicia y reparación. Si vuelven a delinquir, se les aplican las penas normales: más de 20 años de prisión. —‘Víctimas, en el centro del pacto’ El centro del acuerdo son las víctimas. El sistema de justicia transicional establece que para quienes reconozcan su responsabilidad y aporten a la verdad habrá sanciones restrictivas de libertad que tienen un componente restaurativo para satisfacer derechos de las víctimas. Representantes de las víctimas estuvieron en La Habana. Una de las víctimas emblemáticas de las Farc, Emperatriz Castro, madre del coronel Julián Ernesto Guevara (que murió secuestrado por la guerrilla), le dijo a EL TIEMPO que si el acuerdo va a servirle a la paz del país, ella lo apoya. —‘Combate a crimen no va a disminuir’ Ningún punto del acuerdo implica que el Estado deje de cumplir su obligación de combatir el crimen. Así, los bienes ilícitos de la guerrilla, si es que no son entregados en el proceso para la reparación, siguen siendo perseguidos y quienes los oculten perderán los beneficios. En cuanto a los cultivos ilícitos, que han aumentado, el compromiso de las Farc es contribuir a la erradicación manual. Pero si esta no es posible, el Estado se reservó el derecho de utilizar todas sus posibilidades, incluida la fumigación aérea. —‘Reintegración, con ruta clara’ La ayuda económica para cada exguerrillero –2 millones en el momento de desmovilizarse, 8 millones que recibirían para proyectos productivos y 620.000 pesos durante 24 meses– es necesaria para permitir la reincorporación a la vida civil y evitar la reincidencia. Es una suma equivalente a la que en el gobierno de Álvaro Uribe recibieron los ‘exparas’. La reintegración está en cabeza de la ACR, institución que ha logrado mantener en la civilidad a 8 de cada 10 ex-Auc. —‘Arreglo realista’ El Gobierno asegura que se logró el mejor acuerdo posible tras cuatro años de arduas negociaciones. Tanto el Estado como las Farc insisten en que la posibilidad de renegociar lo pactado en La Habana es una “utopía”. —‘Foco en el género’ El enfoque de género cumple con resolución de Naciones Unidas que establece que los Estados deben motivar la participación de mujeres en acuerdos de paz, y reconoce que las mujeres son víctimas del conflicto. El acuerdo persigue los crímenes de género en el conflicto. —‘Reglas claras’ En 180 días, como máximo, las armas de la guerrilla estarán totalmente destruidas. Ayer empezó ese proceso, y a lo largo de estos meses hay fechas claras para la entrega paulatina a la ONU, que verificará el proceso. Las Farc estarán concentradas en zonas específicas, también bajo supervisión.