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Icbmidt-BeleDberg
SOCIOLOGll .
rURBAlIS.O
SOCIOLOGIA y URBANISMO
SOCIOLOGIA y URBANISMO
Por NORBERT SCHMIDT-RELENBERG

TRADUCCION:
J. HERNANDEZ OROZCO

COLECCION ((NUEVO URBANISMO))

INSTITUTO DE ESTUDIOS DE ADMINISTRACION LOCAL


MADRID - 1976
Título original de la obra:
SOZIOLOGIE UND STADTEBAU
© 1968 Karl Kramer Verlag.
Stuttgart (Alemania)

© Edición española, 1976


Instituto de Estudios de Administración Local
Joaquín García Morato, 7. Madrid-lO

ISBN 84-7088-183-3

Depósito legal: M. 37379.-1975

Talleres Gráficos Escuela Profesional de Sordomudos - Alejandro Rodríguez, 5 • Madrid


"La forma del Estado debe ser una vesti-
dura transparente que se amolde exactamente
al cuerpo del pueblo. Toda hinchaz6n de las
venas, cualquier tensión de los músculos, el
más mínimo estremecimietno de los tendo-
nes deben marcarse en ella. Ese cuerpo, sea
bonito o feo. tiene perfecto derecho a ser
como es; nosotros no estamos autorizados a
cortarle unas vestiduras a nuestro gusto."
(GEORG BÜCHNER: La muerte de Danton.)
PROLOGO

Los títulos de obras en que entra la conjunczon copulativa "y"


suelen responder -al menos en el terreno científico-- a un intento de
solucionar algún dilema o dificultad y, en todo caso, constituyen un
enunciado farragoso. Sin embargo, el título que hemos dado al pre-
sente trabajo ha sido elegido intencionadamente. Su formulación
-Sociología y urbanismo- expresa exactamente los términos de la
cuestión que se plantea, puesto que se trata de llevar a cabo un aná-
lisis de las posibilidades de cooperación que pueden darse entre am-
bas disciplinas científicas. El tema central se establece en estos tér-
minos: ¿Qué puede ofrecer la sociología al urbanismo? Con nuestro
trabajo aspiramos a presentar una exposición sistemática de la cues-
tión,· dicho con otras palabras: se intenta examinar minuciosamente
el problema, en el terreno de los principios y de la manera más com-
pleta posible, poniendo de relieve los presupuestos y posibilidades
fundamentales de cooperación. El motivo y la justificación de este
modo de proceder nos han venido dados a partir de nuestras propias
experiencias prácticas. Cuando se discute con urbanistas, cuando se
llevan a cabo investigaciones empíricas y cuando se estudia la corres-
pondiente producción bibliográfica urbanística y sociológica, se llega
a la conclusión de que hasta ahora, del lado del urbanismo, faltan
los presupuestos necesarios que hagan posible una fructífera recep-
ción de un "trabajo auxiliar" científico, y del lado de la sociología
se carece de una vía de acceso útil al campo de la discusión teórica
y de la solución práctica de los problemas. La cooperación, en la es-

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casa medida en que tiene lugar, no pasa de una fase inicial rudimen-
taria, de unos puntos y temas no vinculantes, de una especie de mera
audiencia recíproca. Hasta la fecha no se puede decir que haya exis-
tido ninguna especie de mutua recepción vinculante ni tipo alguno
concreto de colaboración continuada. El presente trabajo, a partir de
las citadas experiencias prácticas, se orienta ciertamente y de manera
consciente en sentido pragmático, por cuanto en él se discuten posi-
bilidades prácticas y se aportan propuestas de actuación; pero se
C

trata sola y exclusivamente de un trabajo científico, en cuanto que


intenta aclarar teóricamente los presupuestos necesarios requeridos
por las posibilidades prácticas, sin pretender presentar alternativas
ineludibles (el "deber ser"), sino meras posibilidades de actuación.
Con ello, esta obra pretende constituir una aportación a la solución
del problema de las relaciones entre la teoría y la "praxis", pero no
porque en ella se discuta, en principlO, dicho problema, sino porque
presenta, a título de ejemplo, una confrontación concreta entre
ambas.
Surge aquí el problema de todas las pretendidas sociologías espe-
ciales, que necesariamente se mueven en unos terrenos en los que
ciertamente son competentes para plantear cuestiones de carácter
científico, pero en los que no se pueden considerar versadas "real-
mente", es decir, en el sentido de que cuenten con los conocimientos
técnicos específicos requeridos. A pesar de ello, el sociólogo debe
introducirse en el campo de la actividad ajena tan profundamente
como le sea preciso para hacerse cargo de sus intenciones, modo de
pensar y manera de proceder, para poder así comprender sus realiza-
ciones. Claro está que es difícil encontrar la frontera justa entre lo
que requiere la ineludible comprensión y lo que constituye un entro-
metimiento incompetente.
Cuando uno se mueve en el terreno fronterizo comprendido entre
dos disciplinas diferentes, surge una nueva dificultad, constituida por
el hecho de que se ha de contar con lecturas correspondientes a
ambos campos específicos del conocimiento. De este modo, se hace
preciso entrar en definiciones (en el sentido propio y más amplio
del término) con mayor frecuencia y con más cuidado que cuando
uno se mueve dentro de un solo campo del conocimiento científico.
Es claro que ahora no es mucho lo que puede darse por "sobreenten-

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dido", pues ya no se puede contar, como es habitual en otros casos,
con una especie de conocimiento previo, admitido como evidente.
El autor, por otro lado, ha de solicitar de ambas partes una cierta
benevolencia, dado que, por consiguiente, habrá de presentar a cada
una de ellas unas proposiciones que ya les son conocidas hasta la
saciedad.
La estructuración de la obra se corresponde con el doble aspecto
que presentan la relevancia teórica y práctica del planteamiento de
la cuestión y los problemas derivados de la existencia de una socio-
logía especializada. En la Primera Parte se trata, en primer lugar, de
definir con la necesaria minuciosidad a ambas disciplinas. La defini-
ción del urbanismo que resulta de su consideración sociológica viene
fundamentada en una exposición de los valores y presupuestos cien-
tíficos que son propios de aquél. A la definición de la sociología que
más estrechamente se corresponde con la del urbanismo sigue una
descripción de las posibilidades de contribución que aquélla ofrece
a éste, en una exposición de síntesis lo más amplia posible. La Se-
gunda Parte recoge los fundamentos teóricos imprescindibles para
una sociología que debe mostrarse como perfectamente utilizable en
la práctica: en primer lugar una teoría de la ciudad, un ensayo de
sociología urbana general como fundamento de la cooperación, y
luego una exposición teorética del modelo pragmático que se pre-
senta como "nuevo", considerado como medio auxiliar esencial que
la sociología puede aportar al urbanismo. En la Tercera Parte se des-
arrollan dos modelos pragmáticos.
El autor desea expresar su agradecimiento a los profesores Heinz
Kluth, Janpeter Kob y Elisabeth Pfeil, por las valiosas indicaciones
y consejos que le han prestado. Ha sido ya mucho lo que en el tra-
bajo conjunto de seminario y en discusiones privadas ha fructificado
hasta convertirse en ideas claras "provisionalmente definitivas". Re-
sulta materialmente imposible detallar aquí los resultados concretos
obtenidos de esta colaboración.

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PRIMERA PARTE
LA CARACTERIZACION DE AMBAS
DISCIPLINAS
CAPITULO PRIMERO
URBANISMO

I.-DEFINICION DEL URBANISMO

1. EL URBANISMO COMO FORMA DE LA ORDENACIÓN DEL ESPACIO

Hasta hoy no existe ninguna definición del urbanismo ni hay


-entendida en sentido amplio- ninguna indicación de su posición
en el sistema de las disciplinas científicas que sean capaces de satisfa-
cer plenamente, en vista de la complicada situación que presenta la
realidad. Del lado del propio urbanismo están también por determinar
sus planteamientos y puntos de arranque teórico-científicos, es decir,
las aspiraciones, las bases, los presupuestos, los métodos y los fines
del urbanismo en cuanto disciplina científica. Por regla general, hay
que contentarse con una formulación más o menos vaga acerca de las
tareas y fines, en la que éstos, frecuentemente, vienen determinados
con una fuerte carga ideológica, es decir, que, en última instancia,
vienen prefijados por unos condicionamientos anteriores.
En los párrafos que siguen se pretende proponer una definición
del urbanismo que corresponda acertadamente a la complejidad y
ramificaciones que esa actividad ofrece, al tiempo que se intenta
situarla adecuadamente dentro del sistema de las disciplinas cien-
tíficas.
Esta tarea no es sencilla y, sobre todo, no puede cristalizar en

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breves enunciados lacónicos, puesto que cuanto más complejo es el
objeto que se ha de definir, tanto más detallada debe ser la necesaria
descripción del mismo. A esta problemática alude Albers, que actual-
mente es uno de los pocos urbanistas verdaderamente profesionales
que se esfuerzan por dilucidar los problemas relacionados con la
discusión científica sobre la naturaleza del urbanismo.
El autor citado, al referirse a la definición del urbanismo, dice:
"Lo que comúnmente designamos bajo el término de urbanis·
mo es una actividad tan compleja -o. para ser más exactos, una
suma de actividades tan heterogéneas- que cuesta mucho tra-
bajo el abarcarlas con una definición que no resulte demasiado
farragosa por su extensión o que no sea insuficiente y vacua por
su excesiva brevedad." Y "ya en cuanto a la idea misma hay que
comenzar diciendo que en alemán ... no existe concepto alguno
que realmente abarque y caracterice la noción de orientación pre-
visora del desarrollo espacial..." (1).

Si lo que se pretende es ofrecer en primer lugar una "fórmula en


blanco", habría que definir al urbanismo como la ordenación de un
sistema espacial y social determinado, conocido bajo la denomina-
ción de ciudad, por medio de la ejecución de determinadas tareas
y con vistas a determinados fines, en el marco de una concreta meto-
dología y a través de determinados tipos de actividad. En esta
fórmula vacía se incluyen las características constitutivas del urba-
nismo, que pasamos ahora a exponer en particular.
La "ordenación" se efectúa mediante el planeamiento y la confi-
guración del espacio; a través del término genérico "ordenación" se
produce la necesaria vinculación lógica y material con respecto a la
ordenación territorial. De hecho, el urbanismo es, efectivamente, una
forma subordinada, una subforma del concepto más amplio de orde-
nación del territorio.
Poschl ha establecido una especie de jerarquía en cuanto a
las formas de ordenación espacial; habla de "cinco niveles de or-
denación territorial", que escalona de la siguiente manera:
"ordenación espacial internacional", "ordenación territorial es-
(1) ALBERS, Gerd: "Wissenschaft und Stadtebau", loe. cit. (Véase la lista
bibliográfica que se inserta al final de la obra, p. 11.)

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tatal" o "nacional", "ordenación territorial regional" -lo que
hoy se denomina, por lo general, planificación territorial-; viene
luego el "nivel del urbanismo" (noción que encuentra su apli-
cación con respecto a todo asentamiento cerrado de población y,
por tanto, también en los pueblos o localidades pequeñas). El
nivel inferior viene constituido por el del "objeto específico", que
se da tanto en el seno de la urbanización cerrada como en el
paisaje o región abierta (2). Lenort habla de "ordenación espacial
local" (3) en relación con el municipio, como asentamiento hu-
mano delimitado.

La clasificaci6n de Poschl resulta plausible, aunque quizá la no-


ción de "urbanismo" debiera descomponerse para dar lugar también
a la idea de "ordenación espacial municipal", dentro de la cual, sub-
siguientemente, habría que distinguir entre "ordenación espacial del
municipio urbano" y "ordenación espacial del municipio rural".
Claro está que esta subdivisión tampoco deja de ser problemática,
puesto que la tarea de trazar la correspondiente frontera, no sola-
mente entre ciudad y pueblo, sino incluso entre ciudad y gran
ciudad, presenta múltiples dificultades; hay que tener en cuenta
que junto a las características definitorias cuantitativas, como pue-
den ser el censo de población, la extensión territorial, la densidad
y otras análogas, existen otros rasgos distintivos de naturaleza cua-
litativa, de los que derivan diferentes problemas para la ordenación
espacial de las grandes ciudades, de las ciudades y de los núcleos
rurales: las cuestiones relativas a la city, la existencia de deter-
minadas instituciones culturales, unos concretos comportamientos
y actitudes, etc. La introducción del concepto de "ordenación espa-
cial de los municipios urbanos" -o, enunciado más brevemente,
de "ordenación espacial urbana"- sería muy conveniente y, desde
el punto de vista lógico, ineludible. Por otra parte, también es cierto
que no debe fomentarse la aspiración a añadir un nuevo elemento
clasificatorio a las denominaciones que ya se encuentran en circu-
lación, por así decirlo, como pueden ser las de urbanismo, planea-

(2) Cfr. POSCHL, Arnold Ernst: Raum und Raumordnung, loe. cit.,
pp. 58 Y ss.
(3) LENORT, Norbert J.: Strukturforschung und Gemeindeplanung,
loe. cit., p. 21.

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2
miento urbano, planificación municipal, arquitectura urbana, etc.
Por esta razón empleamos aquí, conscientemente, aquella denomi-
nación que más se ha generalizado en el uso y que ya no cabe pen-
sar que pueda ser desterrada de nuestro vocabulario, por más que
conceptualmente pueda resultar incompleta, imprecisa y, por ende,
ambigua: la de "urbanismo".
La definición básica elegida se atiene a la formulada por Gerd
Albers: "Entendemos aquí por planeamiento urbano la ordena-
ción y configuración del medio ambiente humano dentro del
ámbito de un asentamiento delimitado" (4). Realmente, el con-
cepto de "planeamiento urbano" aparece tomado en' un sentido
excesivamente amplio; lo procedente sería sustituirlo por el más
estricto de "urbanismo". "Ordenación y configuración" no son
nociones que se encuentren en el mismo plano lógico, sbo que
la primera constituye el término genérico con respecto a la se-
gunda; de ahí que nosotros hablemos de "ordenación" o de
"planeamiento y configuración".

2. RASGOS CARACTERíSTICOS DE LA DEFINICIÓN

Los elementos característicos determinantes de la definición son:


a) El objeto del urbanismo (objeto de las actividades).
b) Las tareas del urbanismo (contenido de las actividades).
e) Las intenciones del urbanismo (fines de las actividades).
d) Los métodos del urbanismo (escalonamiento de las acti-
vidades).
e) Las modalidades del urbanismo (género y variedad de las
actividades).
Tales características pueden formularse, en forma interrogativa,
de este modo:
a) ¿Cuál es el objeto, el elemento material concreto, de las
actividades urbanísticas?
b) ¿Qué acciones concretas y específicas se han de llevar a

(4) ALBERS, Gerd: "Hochschulausbildung und kommunale Planung",


loe cit., p. 28.

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cabo dentro de la compleja actividad que llamamos "urbanismo"?
¿Cuáles son las tareas del urbanismo?
e) ¿Hacia dónde apuntan las aspiraciones fundamentales del
urbanismo? ¿A dónde quieren ir a parar estas actividades?
d) ¿Cuál es el desarrollo metodológico de las actividades ur-
banísticas? ¿En qué orden escalonado se llevan a la práctica las
tareas y cometidos del urbanismo?
e) ¿Cómo, de qué manera se consuman las tareas particulares
y concretas? ¿Qué tipos de actuaciones deben ponerse en práctica
para ello?
¿Qué quiere decir todo ello? Veámoslo ahora elemento por
elemento.

a) Objeto
El objeto de la actividad urbanística, el destinatario material
de la acción de planificación y configuración es, obviamente, la ciu-
dad, entendida como espacio urbanizado más o menos delimitado,
como sistema espacial de edificaciones y como sistema social, como
sistema de instalaciones constructivas, estructuras sociales y fun-
ciones sociales y culturales. En la Segunda Parte se discute con
más detalle toda esta problemática, sobre todo por lo que respecta
a la necesaria precisión del concepto de ciudad.

b) Tareas
Las tareas concretas que competen al urbanismo se deducen
del objeto de éste, la ciudad. A este respecto, sin embargo, tiene
poca importancia el hecho de que el cometido propiamente dicho
venga encomendado a través de determinadas entidades políticas,
como pueden ser los órganos deliberantes municipales o el legisla-
tivo nacional, por ejemplo, o que sean las propias instituciones
urbanísticas las que tengan atribuidas por sí mismas unas misiones y
tareas concretas. En cualquier caso, la tarea a realizar se verá induci-
da por una determinada situación del objeto, es decir, de la ciudad.
Las tareas a desempeñar, como contenido concreto que son de
las actividades urbanísticas, abarcan aspectos espacial-constructivos
y sociales.

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Dentro del primero de dichos aspectos surgen las siguientes
tareas y cometidos:
Fundación de ciudades.
Construcción (creación) de partes de una ciudad.
Erección (creación) de "objetos singulares" dentro de las ciu-
dades.
Renovación de ciudades.
Renovación de partes concretas de los núcleos urbanos.
Renovación de objetos concretos aislados, dentro de las ciu-
dades.
Coordinación espacial de las funciones del sistema "ciudad".
Por fundación entendemos la creación como nuevo de algo que
todavía no existía; la renovación significa modificación, restaura-
ción, saneamiento, perfeccionamiento de algo preexistente. Tanto
la fundación o erección de nueva planta, como la renovación, no
comprenden solamente el planeamiento y construcción de instala-
ciones y estructuras, sino también la coordinación y distribución
de los usos y aprovechamientos del suelo, que deben hacer posibles
determinadas funciones del sistema. Las tareas urbanísticas, pues,
son también, en todo caso, del tipo de ordenación del espacio. No
hace falta destacar el hecho de que tanto la creación de nueva
planta como la coordinación espacial han de ir siempre precedidas
de una labor de planeamiento.
La distinción entre ciudad y parte (sector) de la ciudad es evi-
dente: el proyecto de construcción de la ciudad nueva de Wulfen
se refiere a toda una ciudad; el proyecto de construcción de Neu-
Altona afecta a una parte de la ciudad. Y conste que ·en esta dis-
tinción no tiene significación alguna la mera diferencia cuantita-
tiva: el segundo de los proyectos citados, por ejemplo, tiene una
importancia y un volumen mayores que muchos de los planes de
creación de ciudades nuevas. Los proyectos concretos pueden venir
constituidos por planes de urbanización, de reconstrucción y equi-
pamiento de los centros urbanos, de instalaciones y vías de comu-
nicación y otros análogos.
Poschl propone el siguiente cuadro esquemático de las Uta..
reas de ordenación espacial a nivel urbano":

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" - Establecimiento de ciudades nuevas;
- ensanche de las ciudades existentes;
- selección de los asentamientos pequeños que deben des-
arrollarse hasta convertirse en verdaderas ciudades;
- reforma urbanística de las ciudades existentes (en especial,
por 10 que se refiere a la vivienda, al tráfico, a la indus-
tria, a la administración, a la cultura);
- configuración de la relación que existe entre la ciudad y
su entorno" (5).

Con arreglo a esta sistemática, "ensanche" y "reforma" pueden


considerarse, en lo esencial, como tareas de la misma naturaleza.
La "selección de los asentamientos pequeños que deben desarrollar-
se hasta convertirse en verdaderas ciudades" no entra, indudable-
mente, dentro del ámbito de los cometidos del urbanismo, pues
semejante selección, incluso prescindiendo totalmente de la consi-
deración de que tales procesos se desarrollan la mayoría de las
veces de modo imperceptible, habría que constituir un acto de deci-
sión que, como tal, no cae dentro de la órbita de competencias del
urbanismo. Por añadidura, esa rúbrica del esquema queda fuera
del marco lógico propuesto. La última de las tareas citadas, la "con-
figuración de la relación entre la ciudad y su entorno", tampoco es
precisamente de naturaleza puramente urbanística, sino que se
trata de un cometido que solamente se puede llevar a cabo me-
diante una estrecha colaboración entre el urbanismo y la planifica-
ción nacional o regional.
En cuanto al aspecto social a que antes nos referíamos, las ta-
reas del urbanismo pueden caracterizarse por la creación de los
presupuestos necesarios para la realización de las funciones propias
del sistema urbano, lo que, considerado desde el punto de vista del
individuo, supone la creación de los presupuestos precisos para
garantizar la satisfacción de las necesidades del ciudadano, en par-
ticular, con respecto a la ciudad. Como es obvio, aunque se señalen
estos dos aspectos de las tareas urbanísticas, se trata de una diso-
ciación meramente intelectiva de una misma cosa.

(5) POSCHL, Arnold Ernst: Raum und Raumondnung, loco cit., p. 141.

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c) Intenciones
Las intenciones o fines de las actividades urbanísticas depen-
den, en general, del objeto mismo del urbanismo, es decir, de la
ciudad, si bien en el caso particular pueden depender también, en
cierta medida, de los cometidos concretos que se atribuyan al ur-
banismo. Esos fines, por su parte, son el presupuesto imprescindi-
ble para la formulación de las tareas (existiendo, por tanto, una
correlación entre unos y otras), la base de partida para la corres-
pondiente consumación del escalonamiento progresivo de las actI-
vidades y para la elección de sus respectivas modalidades; consti-
tuyen la pauta que ha de regir toda la sucesión de actuaciones. Del
hecho de que deben ser definidos de antemano se sigue la conse-
cuencia de que siempre presentan un grado elevado de abstracción.
Por otra parte, en el curso mismo de realización de las tareas y
métodos pueden elaborarse modelos o prototipos concretos, con
una orientación parcial hacia metas particulares (concepto éste de
meta parcial que debe distinguirse de lo que aquí hemos llamado
"intenciones").
La significación e importancia de las intenciones, como re-
presentaciones de finalidad y de valor, se suelen presentar de
manera muy diversa. Así, por ejemplo, Robert C. Weaver con-
sidera que el planeamiento urbano es la realización de determi-
nados fines y valores colectivos. Valores y fines que el autor
sitúa en los inicios mismos de toda la ordenación jerárquica de
las actividades urbanísticas: "But before these issues can be
decided, before the planner's map can be drawn ... there must be
debate and decision about the goals of urban life, and the values
and ends toward which the urban environment is to be
shaped" (6).
Albers, en un análisis del "desarrollo histórico-intelectual del
urbanismo", distingue las siguientes formas de "fijación de las
metas del planeamiento": la de "finalidad estética", la de "fina-
lidad técnico-científicas", la del "fin social: la planificación en
favor del individuo" y la del "fin social: planificación en pro de
la comunidad" (7).
----
(6) WEAVER, Robert C. = "Major Factors in Urban Planning", loe. cit.,
p. 97.
(7) ALBERS, Gerd: "Geistesgeschichtliche Entwicklung des Stadte-
baues", loe. cit., pp. 189 y ss.

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Esta tipología está orientada hacia el desenvolvimiento histórico
del urbanismo en el siglo XIX y resulta acertada con respecto a ese
lapso de tiempo. Pero una tipología que no se refiera solamente a
un determinado período histórico, que pretenda, por tanto, ser
"intemporal" (y que, por ello, abarque igualmente el presente),
debe comprender las intenciones sociales, políticas y artísticas.
Las intenciones sociales apuntan a la armonía social, al equili-
brio de las funciones del sistema: la distinción propuesta por Al-
bers entre "planificación para el individuo" y "planificación para la
comunidad" (mejor: para la sociedad) parece importante, en cuanto
que la sociedad, en efecto, es algo más que la simple suma de sus
"componentes", los individuos. Por ello, precisamente, quien pla-
nifica intencionadamente en favor de "todos" los individuos no por
ello planifica, sin más y cuasi "automáticamente", en favor de la
sociedad, pues los intereses particulares son ampliamente divergen-
tes entre sí. Las intenciones sociales, con respecto al individuo y a
las instituciones y grupos interesados del sistema, tienen por fin la
máxima satisfacción de sus necesidades; con respecto a la totali-
dad del sistema y, por ende, en último término, con relación tam-
bién a la sociedad general, apuntan hacia el óptimo de satisfacción
funcional, es decir, la más "adecuada" realización de esas funcio-
nes. Se aspira al equilibrio mediante un intento de conciliar -o,
dicho con más precisión: de nivelar- las distintas funciones del
sistema "ciudad", al mismo tiempo en que se proporciona a la tota-
lidad de los individuos un máximo de posibilidades de libre desen-
volvimiento (de este punto nos ocuparemos con más detalle en la
Segunda Parte). Es evidente que en la realidad estas intenciones
han de tropezar con las mayores dificultades, en lo que toca a la
ejecución de la planificación y modelación urbanas. A pesar de lo
cual, como fijación de objetivos y metas a un elevado nivel de
abstracción, deben existir y son legítimas e indispensables.
Las intenciones políticas ya no pueden comprender hoy en día
ningún tipo concreto de objetivos relacionados con la defensa o
con el fortalecimiento político de un determinado sistema social,
una vez que, desde hace cuando menos cien años, han perdido todo
su sentido original las últimas instalaciones y estructuras urbanís-
ticas que respondían a fines de fortificación; incluso actitudes como

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la representada por la actuación de Haussmann en la apertura y
trazado de los bulevares de París en el siglo pasado, que respondían
en cierta medida a fines de prevención contra la acción revolucio-
naria, carecerían ya de todo sentido. Por ello, las intenciones polí-
ticas solamente pueden quedar ya comprendidas dentro de la no-
ción de representación: el objetivo del urbanismo, a este respecto,
no es otro que el de dar expresión, simbólicamente y a través de
la forma adoptada por la ciudad, al sistema político-social impe-
rante. Una simple ojeada comparativa a las realizaciones urbanís-
ticas de la época nacionalsocialista, a las ciudades soviéticas y a las
ciudades reconstruidas de nuestro propio país, sirve perfectamente
para poner de relieve que la intención política, entendida en el indi-
cado sentido representativo, juega un papel importante; entre nos-
otros, actualmente, aunque solamente sea porque no se ofrece como
representativo ningún tipo de comunidad, ni impuesta ni lograda a
través del consenso general, cabe hablar, como equivalente, al me-
nos, de una "representación negativa", esto es, de la representación
de un sistema pluralista de valores.
La intención artística constituye un componente inmanente del
urbanismo. Persigue la "belleza", aspira, a despecho de todos los
obstáculos que puedan oponerse al arte objetivo (obstáculos que, en
la ciudad, se basan sencillamente en la pluralidad de sus funciones
y en su complejidad), a llevar a cabo una obra de arte. Acerca de
la trascendencia que tiene el objetivo de que la ciudad sea también
bella, no existe duda alguna; el urbanista siempre se considera a
sí mismo también como artista. No obstante, en los últimos años
la intención artística se ha hecho especialmente problemática. En
discusiones y reuniones con urbanistas es posible percibir en ellos
una manifiesta inquietud, sobre todo por lo que se refiere a los va-
lores estéticos. Esta actitud tiene su origen, en parte, en la existen-
cia de una cierta inseguridad en cuanto a los criterios estéticos y,
en parte, en la concepción según la cual los objetivos estéticos son
relativamente poco importantes.
En principio, siempre concurren los tres tipos de intenciones a
que hemos hecho referencia, si bien, naturalmente, con una impor-
tancia relativamente diferente, según el objeto, la tarea y la situa-
ción social de que se trate en cada caso. Y así, en nuestro país ha

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pasado a primer plano actualmente la intención social, mientras
que en las sociedades socialistas es la intención política la que tiene
una importancia sobresaliente.
d) Métodos
Las tareas y las intenciones urbanísticas constituyen la base que
sirve de fundamento para los métodos y las modalidades del urba-
nismo. El escalonamiento progresivo de las actividades y sus distin-
tos tipos y especies dependen, en gran medida, del correspondiente
cometido y de la importancia que se otorgue a las respectivas in-
tenciones que lo animen. Las distintas actividades aparecen dentro
de un orden lógico de subordinación, aunque presentan entre sí una
misma categoría e importancia.
Albers denomina a los métodos del urbanismo, caracterizados
por un desenvolvimiento progresivo, "pasos de la metodología del
planeamiento". Distingue este autor cuatro pasos o fases: "el aná-
lisis de la situación existente (análisis de los recursos), la evalua-
ción del resultado -basada en un estudio planificador de los
fines-, la elaboración del plan y, finalmente, su ejecución" (8).
Esta sucesión escalonada puede adoptarse bajo ciertas condicio-
nes de ampliación o modificación. Conforme a ella, tal y como cro-
nológicamente se suceden} por regla general, en la práctica, los mé-
todos del urbanismo, se desenvuelven por este orden progresivo:
Planeamiento 1. Análisis de la situación
urbano (Recogida de datos.) Compilación de datos
a partir de las diferentes apreciaciones cien-
tíficas precisas.
2. Conversión de los datos
(Confección del plano director.) Transfor-
mación de los datos recogidos en propues-
tas finalistas de planificación, formulación
de ideas directrices (parciales), redacción
de planes directores urbanísticos (plan de
utilización de superficies o plan de ordena-
ción, a nivel de pauta de actuación.)
(8) ALBERS, Gerd: "Hochschulausbildung und kornrnunale Planung",
loco cit., p. 28.

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Urbanismo en 3. Propuesta del plan
sentido estricto Elaboración de propuestas concretas urba-
nístico-arquitectónicas (plan de edificación
o proyecto de urbanización, a nivel de pauta
de aotuación).
4. Ejecución del plan
Provisión de espacios e instalaciones urba-
nístico-arquitectónicas.

Las dos primeras fases de este escalonamiento de actividades


deben caracterizarse como constitutivas de lo que podríamos de-
nominar planeamiento urbano; las dos últimas, como integrantes
del urbanismo, entendido en sentido estricto. Esta doble utilización
del término "urbanismo", como concepto comprensivo de todo el
sistema de actividades y, a la vez, como denominación de Kas dos
últimas fases de su progesiva sucesión, no resulta, en verdad, muy
elegante, pero si uno desea atenerse al uso idiomático vigente, re-
sulta inevitable, existiendo en su favor razones de conveniencia
práctica.
¿Qué significado tienen, en particular, cada una de las fases de
la sucesión metodológica indicada7
1) El análisis de la situación abarca la recogida de todas aque-
llas informaciones científicas relacionadas con el urbanismo que
son necesarias para lograr un esclarecimiento de la estructura y de
las funciones del sistema, en cuanto objeto sometido a indagación.
Entran en juego aquí todas aquellas disciplinas interesadas en la
cuestión en su condición de ciencias auxiliares (ciencias sociales,
geografía, etc.).
2) La fase que hemos denominado de conversión de datos
sirve para relacionar los obtenidos con las intenciones urbanísticas
adoptadas, proporcionando, a partir de tal vinculación, las ideas
directrices parciales necesarias para la prosecución del proceso,
así como el plano director que abarque todo el sistema en cuestión.
El resultado de esta transformación de los datos recogidos es la
coordinación espacial de las funciones del sistema, que, por lo ge-
neral, suele cristalizar en forma de plan de ordenación o de apro-
vechamiento del suelo.

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3) La elaboración y propuesta del plan está destinada a prever
la concreta ejecución urbanístico-arquitectónica de la coordinación
espacial de las funciones, es decir, del plano director. Este plan, que
entra ya en muchos más detalles particulares, si se le compara con
el plano director, suele materializarse, por regla general, en un plan
de edificación o proyecto de urbanización.
4) La ejecución del plan, evidentemente, implica la configura-
ción concreta de las funciones en el espacio. Constituye el último
peldaño de la sucesión cronológica de las actividades y, con ello,
del método de esa compleja actividad a la que llamamos urbanismo.
Esta fase, por su propia naturaleza, podría subdividirse nuevamente
en subfases, pero éste es un tema, no obstante, del que no hemos
de ocuparnos aquí.
Si se compara la sucesión cronológica que hemos propuesto con
la de Albers, tan sólo podrá apreciarse una discrepancia en el pun-
to 2. Para él, la "evaluación del resultado" se basa en un "estudio
de planificación de los fines", mientras que nosotros afirmamos
que es la elaboración de los datos recogidos la que hace posible la
formulación de propuestas finalistas de planificación (en forma de
ideas directrices parciales). Aunque cabría preguntarse si en ambos
casos se quiere significar lo mismo cuando se habla de presenta-
ción o planteamiento de los fines de la planificación. Albers, a este
respecto, dice: "La evaluación de la situación existente puede ba-
sarse, en parte, en el resultado del análisis; pero debe fundamen-
tarse, sobre todo, en una presentación de la finalidad del planea-
miento, en un juicio seguro acerca de las pautas y prioridades a
seguir, en una jerarquización de los valores" (9). De aquí se deduce
claramente que esa "presentación de los fines del planeamiento"
que exige Albers queda referida, esencialmente, a un nivel de abs-
tracción más elevado que el supuesto por nosotros (que debe llevar
a la elaboración del plan de ordenación o aprovechamiento del
suelo). Las "propuestas finalistas" de Albers habrían de equiparar-
se entonces a las "intenciones" del urbanismo. Consecuentemente,
incluso en la misma serie propuesta por Albers no deberían in-
cluirse dentro de la segunda fase o escalón señalados, sino más bien
en cabeza y antes de todo su cuadro esquemático. Pues es evidente
(9) Loc. cit., p. 29.

27
que todas las tareas del urbanismo, incluso -y muy especialmen-
te- el análisis de la situación existente, se desarrollan ya bajo el
imperio de determinadas intenciones. Por supuesto que no se pro-
cede al análisis científico de la situación careciendo de orientación
y sin hacerse cuestión de los objetivos perseguidos, sino que se selec-
cionan para ello previamente los correspondientes temas u objetos
de investigación y exploración, con arreglo a puntos de vista pre-
determinados (que aquí denominamos intenciones urbanísticas).
Para eludir esta fuente de posibles confusiones, distinguiremos aquí
entre "intenciones urbanísticas", en cuanto concepciones finalistas
de conjunto, y "propuestas de fines del planeamiento", en cuanto
ideas directrices parciales que se orientan a fenómenos particula-
res. Así, podría evitarse también la vaguedad que se trasluce en la
observación de Albers de que la "evaluación de la situación exis-
tente" se basa "en parte en el resultado del análisis": esa "parte"
sería la formulación de ideas directrices parciales, la fijación de ob-
jetivos del planeamiento a partir de los datos científicos, y la otra
"parte" vendría constituida por la intención urbanística, que se
sitúa por encima de los métodos.
Lenort propone lo que denomina "fases del planeamiento del
desarrollo", que escalona de esta manera:
"a) La concepción de la idea directriz.
b) La determinación de las posibilidades de desarrolllo.
e) La formulación del programa; y
d) La ejecución" (lO).
Se sitúa aquí la "concepción de la idea directriz" al comien-
zo de la sucesión de actividades, con lo que esa noción podría
equivaler a las intenciones. Lenort, no obstante, solamente parece
pensar en la concepción de ideas rectoras generales y abstractas,
pues pone en duda la posibilidad de una colaboración científica
en la elaboración de ese "complejo": "Es evidente que el análi-
sis científico del contexto objetivo no puede prestar un servicio
auxiliar en la tarea decisoria que debe desembocar en una idea

(10) LENORT, Norbert J.: Strukturforschung und Gemeindeplanung,


loe. cit., p. 50.

28
rectora compleja" (H). Claro está que ello sólo puede ser válido
para una idea directriz "compleja", es decir, para las intencio-
nes, pero no para los objetivos parciales, quod erit demonstran-
dum: aquí tiene su debida participación la ciencia, y no sólo en
la formulación de las ideas directrices, sino también en la decl-
sión de una determinada de ellas en cada caso concreto (aunque
solamente sea de forma indirecta). La "determinación de las posi-
bilidades de desarrollo" puede equipararse a lo que nosotros he-
mos denominado análisis de la situación; la "formulación del
programa" es lo que nosotros hemos subdividido entre los pun-
tos 2 y 3 de nuestro cuadro.

Teóricamente ha de concebirse el resultado final en función de


una tarea o cometido concreto -propuesto, por regla general, des-
de el exterior (por ejemplo, por instancias políticas)-, como podría
ser "el saneamiento del sector X en Y". Para la plena ejecución de
este cometido habrán de recorrerse sucesivamente las cuatro fases
correspondientes; claro está que según sean el tipo, la magnitud y
la complejidad de la tarea concreta a realizar, la participación o
contribución de cada una de las fases metodológicas en su consu-
mación definitiva tendrá una importancia diferente. En todo caso,
idealmente al menos, resulta obligado el transcurso sucesivo de las
cuatro fases de la serie.
Verdad es que en la práctica parece que ocurre de otro modo.
Así, las fases concretas se han independizado en gran medida, de
hecho e institucionalmente, sobre todo a los niveles administrativos
más elevados. El análisis de la situación existente, muy en espe-
cial -digamos, por ejemplo, la investigación acerca de la estructura
regional-, se practica continuamente sin una concreta referencia
a las tareas específicas a realizar. La segunda fase, la formulación
de ideas directrices parciales y del plano director a nivel de pauta
de actuación del plan de ordenación, se establece en la mayoría de
los casos para un período de tiempo más dilatado del oportuno, de
modo que las fases tercera y cuarta no se suceden de forma conti-
nuada. También es frecuente que se delegue la ejecución de las

(11) Loc. cit., p. 50.

29
fases tercera y cuarta en otras instituciones (por ejemplo, en los
constructores privados). A veces, por imposibilidad o por falta del
conocimiento preciso, se llega a prescindir de toda una fase o de
una parte importante de ella; así cabe afirmarlo, sobre todo, con
respecto a la fase primera o en relación con la formulación de ideas
directrices, dentro de la fase segunda. Pero también ocurre de vez
en cuando que se paraliza la conclusión de una tarea determinada
en curso de ejecución; se da fin, por ejemplo, a las dos primeras
fases, pero, por uno u otro motivo, la tarea iniciada no se lleva a
cabo plenamente.

e) Modalidades
Planteamos antes la pregunta de cómo se consuman las citadas
tareas del urbanismo, de cuáles deben ser los tipos de actividades
(modalidades) que han de ponerse en práctica para ello. Y a este
respecto se han de señalar las siguientes:
1. Científicas
Científico-analíticas.
Científico-sintéticas.
2. Políticas
Jurídicas, de Derecho público.
Jurídicas, de Derecho privado.
Organizativo-administrativas.
Económicas.
Periodístico-publicitarias.
3. Constructivas
Técnicas.
Arquitectónicas.
4. Artísticas

La sucesión ordenada de actividades no implica ninguna especie


de jerarquía de valores, sino que se ajusta, grosso modo, a los mé-
todos correspondientes, como escalonamiento cronológico de las
diversas actuaciones a practicar. Sobre los diversos tipos de acti-
vidades, individualmente considerados, digamos lo siguiente:

30
1) La actividad científico-analítica, en el marco del urbanis-
mo, se ocupa del esclarecimiento de los datos y premisas que ofre-
cen la naturaleza, el espacio, la cultura, la estructura social, etc.
Entran en juego aquí apreciaciones meteorológicas, geográficas,
históricas, económicas, sociológicas, estadísticas y de otra especie.
Corresponde la denominación de científico-sintética a aquella actua-
ción científica que pretende, a partir de los resultados de los aná-
lisis, la obtención de modelos, así como colaborar en la preparación
de los planes directores.
2) La noción de actividad política, como puede verse, está
tomada en sentido muy amplio. La actividad jurídica de Derecho
público se manifiesta, sobre todo, en forma de acción legislativa o,
por decirlo más exactamente, como actuación de preparación del
oportuno cuerpo de legislación, pues la legislación, propiamente
dicha, que regula el urbanismo, una vez aprobada, ya no cae dentro
de la esfera concreta de actuación del urbanista, sino de otras ins-
tancias públicas. Por otra parte, por ejemplo, corresponden a este
tipo de actividades las expropiaciones forzosas. La actuación jurí-
dica de Derecho privado se refiere a la celebración de contratos,
a la compraventa de fincas, inmuebles y solares, etc., etc. Las acti-
vidades organizativo-administrativas son, hoy en día, tarea corriente
de todas y cada una de las instituciones interesadas, en el desem-
peño de sus respectivos cometidos; por lo que se refiere al urba-
nismo, baste pensar en la tarea de coordinación organizativa del
escalonamiento progresivo de las pertinentes actuaciones. La acti-
vidad económica abarca las cuestiones de financiación, de rentabi-
lidad de las inversiones, etc. La de tipo periodístico-publicitario,
con referencia concreta al urbanismo, ha venido adquiriendo en los
últimos tiempos una importancia mayor cada vez. Tiene por finali-
dad la de informar al público en general acerca de las intenciones
precisas de la acción urbanística y de los proyectos concretos que
la constituyen; desempeña una función de clarificación y de for-
mación de la opinión pública.
3) Las actividades relacionadas con la construcción se refieren
a la preparación del plan, así como a su completa ejecución. Las
actividades técnico-constructivas quedan referidas a las instalacio-

31
nes técnicas, como pueden ser el sistema de eliminación de aguas
residuales, el equipamiento de las vías de circulación, etc. Las
arquitectónico-constructivas son las que se ocupan de la erección
de complejos de edificaciones y de edificios concretos, aisladamente
considerados. Aun a costa de incurrir en una cierta tosquedad, esta
distinción puede ser comparable a la que se da en la práctica entre
las obras públicas (de infraestructura) y las obras arquitectónicas
(de superestructura).
4) Last, but not least, la actividad artística constituye también
una parte esencial de este complejo de actuaciones tendentes a la
realización de los cometidos urbanísticos, a la configuración de
los objetos según principios estéticos.
Conviene hacer hincapié, una vez más, en la observación de que
todas estas modalidades de actuación -que, a su vez, vuelven a
cristalizar en nuevas actividades con su propio ámbito de acción-
en modo alguno deben ser consideradas como tareas propiamente
urbanísticas, ni menos como si constituyeran un fin en sí mismas.
No son otra cosa que medios para el logro de un fin, formas o
modos de conseguir la realización de las tareas propias del urbanis-
mo, que se manifiestan como ordenación -o planeamiento y con-
figuración- del sistema "ciudad".
En la realidad, las fronteras que delimitan los métodos y las
modalidades, así como las que separan a las diversas actividades o
modalidades particulares de actuación, se entrecruzan y superpo-
nen entre sí. Esta observación es importante; nunca debe perderse
de vista el hecho de tal entrecruzamiento, para evitar puntos de
vista parciales o unilaterales.
Si se intenta conseguir una coordinación de las modalidades de
actuación con relación a los métodos, resultan siempre determina-
dos puntos de vista en que se carga el acento marcadamente (acen-
tuación de la que se trata cuando lo que se somete a debate es,
precisamente, la colaboración entre urbanismo y sociología).

32
Ese intento da por resultado el siguiente cuadro:

Métodos Modalidades
(Escalonamiento de las actividades) (Especies de actividades)
1. Análisis de la situación Científico-analíticas.
(Recogida de datos)
2. Conversión de los datos Científico-sintéticas.
(Elaboración del plan director) Artísticas.
Políticas.
3. Propuesta del plan Constructivas.
Artísticas.
Políticas.
4. Ejecución del plan Constructivas.
Artísticas.
Políticas.

La sucesión de los diversos tipos de actividad dentro de cada


fase se desarrolla con arreglo a un orden jerárquico, en función de
la importancia presunta de cada uno de aquéllos para el normal
desenvolvimiento de la respectiva fase de la acción urbanística. En
el caso concreto siempre se producen cambios y desplazamientos
de actividad.
Por tanto, prescindiendo de la fase de análisis de la situación,
siempre entran en juego, al propio tiempo, diversos tipos o espe-
cies de actividad. Con lo que se pone de manifiesto, una vez más,
la complejidad que caracteriza a la actividad urbanística.

3. RESUMEN

Podemos, ahora, resumir en un cuadro sinóptico (véase pág. si-


guiente) las cinco notas características del urbanismo, presentando
así una definición esquemática del concepto.
La definición sintética que de este modo proponemos puede
enunciarse del modo siguiente: El urbanismo es un complejo de
actividades que, en conjunto, ha de concebirse como ordenación.

33
URBANISMO
Complejo de actividades
Ordenación = Planeamiento y configuración

Objeto
Destinatario de las actividades

Ciudad
Creación espacial-constructiva Sistema social

Tareas
Contenido de las actividades
I I Intenciones
Fines de las actividades
-'---------'-

Aspecto espacial- Aspecto social: sociales políticos artísticos


constructivo:
Creación de ciu- Creación de los Equilibrio Representación Belleza
dades. presupuestos
Renovación de precisos para Armonía Simbolización
ciudades. la realización
Coordinación de las fun-
espacial de ciones.
funciones.

Métodos
Escalonamiento de las actividades
I I Modalidades
Tipos y especies de actividades
I '--------------
Científicas Políticas
Constructivas Artísticas
Análisis de la situación. científico-analíticas
Recogida de datos.
Conversión de los científico-sintéticas
Planeamiento datos. artísticas
Ideas directrices par- políticas
urbano ciales.
Plan director (plan
de ordenación, plan
de aprovechamiento
del suelo).
Elaboración del plan. arquitectónico-constructivas
Plan de edificación, técnico-constructivas
proyecto de urba- artísticas
nización. políticas
Urbanismo
en sentido Ejecución del plan. arquitectónico-constructivas
estricto Erección de instalacio- técnico-constructivas
nes y estructuras artísticas
espaciales y edifi-
cativas.
Esta ordenación se lleva a cabo a través de una acczon de planea-
miento y configuración y tiene como objeto a la ciudad, en cuanto
creación espacial y en cuanto sistema social. De aquí resultan unas
tareas que pueden calificarse, bajo el aspecto espacial-constructivo,
de fundación y renovación de las ciudades, así como de coordina-
ción espacial de las funciones urbanas, y bajo el aspecto social, de
creación de los presupuestos necesarios para el desempeño de esas
funciones. Las actividades urbanísticas quedan sometidas a unas
intenciones que se refieren a fines de tipo social, político y artístico.
La realización de las tareas y cometidos y la consumación de las
intenciones se logran a través de unos métodos, entendidos como
una especie de escalonamiento cronológico de las actividades, y que
son, concretamente, el análisis de la situación, la recogida de datos,
la elaboración del plan y la ejecución del mismo. Entrando en juego
aquí actividades de tipo científico, político, constructivo y artístico.
La disposición en el cuadro de los distintos elementos caracte-
rísticos de la definición muestra que entre ellos existen determina-
das relaciones o dependencias. La característica central y determi-
nante de toda las actividades urbanísticas la constituye su pro-
pio objeto: la ciudad. Las tareas y las intenciones del urbanismo
se derivan del objeto; es la ciudad la que, en virtud de su propia
situación, requiere determinadas tareas e intenciones.
En este punto, sin embargo, se hace necesario establecer una
restricción. La ciudad no es el único factor determinante de come-
tidos e intenciones. Indudablemente, es el más influyente de todos:
aquellas ciudades que poseen una estructura social orientada muy
parcialmente -como puede ser el caso, por ejemplo, de los núcleos
urbanos industriales de la cuenca del Ruhr- plantearán, como
tales, la necesidad de tareas urbanísticas concretas, por ejemplo, la
creación de poblados obreros especialmente estructurados, e influi-
rán intensamente, sobre todo, en la confirmación de las intenciones
sociales del urbanismo, por ejemplo, con respecto a la consecución
de un equilibrio de las funciones sociales y, por tanto, en la elimi-
nación de la unilateralidad de su estructuración. Las ciudades muy
bonitas, pero también las ciudades muy feas, exigen la formulación
de las correspondientes tareas y cometidos e influyen notablemente
en la concepción de las intenciones estético-artísticas.

35
Pero la ciudad, en sí misma, no es una entidad global y autár-
quica, sino que, a su vez, forma parte de un contexto regional (país,
nación, etc.) y suprarregional (la sociedad toda) más amplio. Otros
factores importantes de influencia vienen constituidos por valores
determinados por la sociedad general, por la constitución nacional,
por el Derecho positivo vigente, por la situación general de la socie-
dad, etc. Estos factores o puntos de referencia se han de conside-
rar conjuntamente con el objeto propio y privativo del urbanismo:
la ciudad.
Las tareas y las intenciones urbanísticas se influyen recíproca-
mente. Una tarea concreta -por ejemplo, la transformación o
saneamiento del centro de una ciudad- determina también la con-
cepción de las intenciones urbanísticas, al menos la importancia
que a éstas se atribuya: en este caso, por ejemplo, se procuraría,
conforme al sentido de la intención social, proporcionar el espacio
preciso para todos los subsistemas o grupos del sistema y para la
creación de un equilibrio de las funciones; conforme a la intención
política, se trataría de simbolizar en ese centro, de un modo crea-
dor, el orden de la sociedad, y conforme al sentido de la intención
artística, se pretendería hacer que entrasen en juego las finalidades
estéticas en su configuración.
Pero las intenciones también influyen en la formulación de las
tareas: la intención social puede, por ejemplo, inducir o acelerar la
decisión de proceder al saneamiento de un determinado sector ur-
bano; la intención política puede llevar a la fundación de ciudades
nuevas o a una acción de saneamiento de las existentes por moti-
vos de alarde o demostración frente a otras sociedades, o a la rea-
lización de determinadas tareas urbanísticas particulares por mo-
tivos de representación; la intención artística puede dar lugar a la
transformación de una plaza u otro elemento urbano similar que
aparezca deslucido o afeado por el transcurso del tiempo.
Los métodos y las modalidades de la actuación urbanística se
encuentran situados en una relación de dependencia indirecta con
respecto al objeto; es decir, éste actúa en último extremo sobre
aquéllos de manera determinante. Esta afirmación puede aclararse
mediante un ejemplo: si el objeto de la actuación urbanística viene

36
constituido por una ciudad como puedan ser Hamburgo o Rothen-
burg, su propia naturaleza repercutirá sobre la concreta puesta en
práctica de los métodos y las modalidades de actuación. Los mé-
todos y las modalidades de acción vienen, respectivamente, deter-
minados directamente tanto por las tareas como por las intencio-
nes urbanísticas. Ambos rasgos característicos modifican, según su
propia orientación, la importancia de las correspondientes fases, en
cuanto a los métodos, y de los tipos particulares de actividad, en
cuanto a los modos.
Métodos y modalidades, pues, aparecen estrechamente unidos
entre sí; no obstante, no tiene lugar ninguna especie de infiujo o
determinación mutua, sino que se trata de dos aspectos de una
misma cosa.

4. EL FACTOR TIEMPO

La definición, entendida de modo preciso, abarca las actividades


urbanísticas como si se tratasen de un proceso delimitado que se
produjese de una sola vez. Se inicia a partir de una determinada
situación del objeto y termina una vez que su objeto ha sido mo-
dificado. Pero lo cierto es que la nueva situación no supone un
estado definitivo, es decir, que en la realidad el urbanismo ha de
ser contemplado como un continuo, teniendo en cuenta que se pro-
duce en un decurso histórico incesante. El objeto que ha sido mo-
dificado por medio de la actuación urbanística se convierte, una
vez más, en nuevo objeto de ulterior ordenación, con lo que la
actividad urbanística se realiza renovándose constantemente. Este
proceso, no obstante, no constituye un movimiento circular, sino un
decurso lineal que se desarrolla progresivamente en el tiempo, con-
texto en el que carece de interés la apreciación de si ese desarrollo
puede o no interpretarse o concebirse como "progreso", entendido
este término en el sentido de mejora con el transcurso del tiempo. El
progreso, en tal sentido, es algo inalienable, algo de lo que no pue-
den prescindir las intenciones del urbanista, pero que no puede ser
medido objetivamente, al menos de una manera global.

37
Ese continuo del decurso histórico puede plasmarse en un cua-
dro sinóptico, que podría ser éste:
Objeto
Ambito de la definición { Tareas Intenciones
Métodos Modalidades
Objeto
(nuevo o modificado)
Tareas Intenciones
etc.
La definición del urbanismo que aquí hemos desarrollado, a pe-
sar de su amplio ámbito y de los detalles que se han añadido a su
enunciado, tiene un valor de definición mínima, es decir, que sola-
mente pueden considerarse que integran el urbanismo aquellas ac-
tividades que ofrecen, al menos, las características que aquí hemos
enumerado. Estos rasgos característicos tienen una importancia
relativa esencialmente equivalente, en el sentido de que todos ellos
son igualmente imprescindibles para configurar la noción de "ur-
banismo". Con ello no se prejuzga nada en cuanto a su respectiva
importancia e influjo, que varían según los casos.

5. EL URBANISMO COMO DISCIPLINA CIENTíFICA


Tras el planteamiento de su definición, se pueden hacer también
algunas observaciones acerca del lugar que ocupa el urbanismo en
el sistema de las disciplinas científicas. Que el urbanismo no puede
encajarse en una sola y única disciplina es algo que se desprende
ya de su misma delimitación como complejo de actividades. Tenía
razón Bechtel cuando calificaba al urbanismo de "zona fronteriza
entre la ciencia, el arte y la técnica" (12). Las maneras de proceder
por medio de las cuales el hombre tiende a conseguir el conoci-
miento del mundo y su dominación, son la ciencia, la política (en-
tendida en sentido amplio), la técnica y el arte. Estos instrumentos
se han desarrollado con el transcurso del tiempo hasta constituir
(12) BECHTEL, Heinrich: "Stadtebau", loco cit., p. 831.

38
disciplinas muy complejas, subdivididas en numerosas ramas espe-
cializadas del saber. Estas parcelas especiales del conocimiento se
corresponden exactamente con las modalidades de la actividad a
que nos hemos referido en la definición del urbanismo. El urbanis-
mo es ciencia, en cuanto que para la realización de sus tareas se
sirve de conocimientos obtenidos analíticamente y de modelos con-
feccionados sintéticamente; es política, por cuanto para la ejecu-
ción de sus cometidos y para la consecución de sus fines se vale
de medios político-organizativos; es técnica, en la medida en que
procede a la creación de estructuras constructivas, sirviéndose para
ello, por su parte, de un sistema racional de medios de construc-
ción; es, finalmente, arte, en cuanto que persigue la creación de
estructuras y objetos que respondan a valores estéticos. El urba-
nismo nunca podrá encasillarse dentro de una sola de estas cuatro
facetas, sino que siempre habrá de entenderse que participa de
todas ellas, si bien, claro está, con una importancia de cada una
de ellas que será variable según el caso concreto de que se trate.
Esta posición a caballo de diversas disciplinas o, mejor, ese des-
bordamiento de los límites de una disciplina especial única, es algo
que, naturalmente, crea numerosos problemas, pero también cons-
tituye un estímulo cierto para quienes actúan dentro de su ámbito.
Se habrá de volver a tocar este punto cuando nos ocupemos de los
problemas que plantea la formación y la enseñanza en el campo
del urbanismo.
Como asignatura docente (tal y como se imparte, por regla ge-
neral, en las Escuelas Técnicas Superiores), el urbanismo habría de
calificarse, en el mejor de los casos, como una especie de "doctrina
práctica", es decir, de enseñanza, fundamentada científicamente,
de lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo para conseguir la
ordenación espacial urbana. En este sentido, el urbanismo se dife-
rencia de las disciplinas científicas puramente analíticas, como
pueden ser la filosofía, las matemáticas, la física, la historia, etc., y
se ha de asimilar a las especialidades científicas que se orientan
hacia su elaboración por técnicos y con arreglo a modos de proce-
der político-prácticos, como ocurre con la arquitectura, con la teo-
ría de la organización y régimen de las empresas industriales, etc.,
entre otras disciplinas.

39
II.-AUTOCONCEPTUACION DEL URBANISMO

INTRODUCCIÓN

Hicimos la afirmación, al princIpIo, de que hasta hoy todavía


no se ha dado una definición exacta del urbanismo ni se le ha situa-
do con precisión en el campo del conocimiento. La breve panorá-
mica de conjunto que expondremos a continuación pretende servir,
en primer lugar, como prueba de dicha aseveración; al mismo tiem-
po, debe servirnos para poner de manifiesto la evolución del con-
cepto que de sí mismo se ha ido forjando el propio urbanismo, pues
esa especie de autocrítica tiene marcada importancia para el ulte-
rior desarrollo y exposición de la temática que aquí nos ocupa. Claro
está que no se trata en modo alguno de redactar una historia del
urbanismo, sino simplemente de intentar seguir de cerca la evolu-
ción de la forma en que el urbanismo se ha conceptuado a sí mismo
en cuanto disciplina científica, y ello, incluso, tan sólo desde el
momento en que se consideró que constituía una disciplina inde-
pendiente. En el terreno de las ciencias sociales se habla de la
historia de la ciencia, de la historia de la problemática o la dogmá-
tica de una rama del saber, cuando se trata de profundizar en el
tema de la forma en que esa disciplina especial se ha venido con-
siderando a sí misma a lo largo de su desenvolvimiento en el tiem-
po. Este aspecto histórico-científico, en cuanto aquí interesa, debe
entenderse con restricciones, las que derivan del hecho de que el
término "ciencia" no resulta enteramente adecuado en nuestro
caso, toda vez que el urbanismo, como ya hemos puesto de relieve,
es una actividad compleja que excede del marco de una ciencia,
entendida como disciplina científica única.
En la bibliografía urbanística no existe aún ninguna obra en la
que se aborde esta temática de la historia de la disciplina. El en-
sayo de Albers que lleva por título Desarrollo hist6rico-conceptual
del urbanismo, muy instructivo, por cierto, no se ocupa tanto de
la historia de la forma que el urbanismo ha tenido de verse en
todos sus rasgos característicos, sino que se limita más bien a la
investigación de la evolución de las intenciones urbanísticas: " ... Se
trata de la indagación de la actitud espiritual adoptada frente a las

40
tareas urbanísticas, de la investigación de las afirmaciones y juicios
de valor manifestados" (13).
Albers, a tal fin, ha consultado toda la bibliografía urbanística
y ha recurrido también a otras obras y escritos "que se ocupan del
urbanista y de su ámbito de trabajo" (14). Aquí, donde se trata de
examinar la "autoconceptuación" de una disciplina o rama del sa-
ber, o sea, la consideración u opinión que ella tenga de sí misma,
nos hemos de referir tan sólo a la literatura puramente urbanística,
de la que, además, utilizaremos exclusivamente aquellas obras que
se ocupan de los fundamentos del urbanismo desde un punto de
vista teórico y de los problemas del urbanismo en cuanto disci-
plina científica.
Nos parece, desde luego, que dicha bibliografía ha de ser su-
ficiente a nuestros fines. En principio, se comprenden entre tales
obras las enciclopedias generales, los diccionarios y manuales espe-
cializados y los escritos fundamentales del urbanismo, las denomi-
nadas obras modelo.
Las enciclopedias y diccionarios enciclopédicos, a pesar --o
quizá por ello precisamente- de que no pretenden ofrecer unos
trabajos científicos en sentido estricto, sino que representan el
estado general de los conocimientos de la época de su aparición.
constituyen un fenómeno muy interesante como material para el
esclarecimiento de muchos aspectos de la historia del espíritu, de
la historia de la ciencia y de la sociología del conocimiento y
tienen un valor sobresaliente para el análisis histórico-concep-
tual (15). En tal sentido nos referiremos aquí, en las reflexiones
que siguen, al Grosse Brockhaus, a título de ejemplo.

1. LAS TENDENCIAS HISTÓRICAS

Si se observa el panorama general de la evolución del concepto


que el urbanismo ha tenido de sí mismo desde su constitución como

(13) ALBERs, Gerd: "Geistesgeschicht1iche Entwicklung des Stadte-


baues", loe. cit., p. 180.
(14) Loe. cit., p. 180.
(15) Cfr. SCHOEPS, H. J.: Was ist und was will die Geistesgeschichte,
loe. cit., especialmente, Apéndice 1: "Geistesgeschichte im Spiegel des Gros-
sen Brockhaus", pp. 99 y ss.

41
disciplina independiente, resulta posible deducir la existencia de
determinadas tendencias, al menos para los primeros decenios de
ese lapso cronológico. Estas tendencias han de entenderse como
una acentuación especial de determinadas notas o características
del urbanismo, como una concreta estilización o caracterización de
sus tareas, intenciones, etc., en un sentido determinado.

a) El urbanismo como política de la edificación


La obra de Reinhard Baumeister Stadt-Erweiterungen in tech-
nischer, baupolizeilicher und wirthschaftlicher Beziehung, apareci-
da en 1876, puede considerarse que constituye el fundamento del
urbanismo como disciplina independiente, entendida en sentido ac-
tual. Ciertamente que aún no se emplea el término "urbanismo".
La expresión y el concepto de "ensanche urbano" (Stadt-Erweite-
rung) se entiende como trabajo o tarea cuyo objeto viene repre-
sentado por la ciudad como ámbito espacial-constructivo, pero no
considerado en su totalidad, sino solamente bajo un aspecto parcial,
concretamente el de su ampliación cuantitativa. Fue Baumeister
también quien inició una orientación conforme a la cual el urbanis-
mo se entiende preponderantemente como una actividad de edifi-
cación en sentido amplio.
Este autor contempla las tareas del urbanismo de la siguiente
manera:
"Dos son las tareas que tiene ante sí la labor de ensanche
urbano: la creación de nuevas viviendas y la facilitación del trá-
fico. Ambas deben llevarse a cabo equilibradamente, tanto dentro
como fuera de los sectores ya edificados" (16). Se considera aquí,
exclusivamente. la más directa de. las referencias: el objetivo es
la erección de viviendas y la facilitación de viales. Como causa
que origina esa nueva tarea del ensanche urbano, Baumeister
dta el "crecimiento de la población urbana"; toda consideración
parte, pues, de medidas puramente cuantitativas. En el curso de
las realizaciones prácticas surgen siempre, efectivamente, aprecia-
ciones relativas a determinados aspectos cualitativos, como pue-
den ser, por ejemplo, la intensificación de la vida mercantil, la

(16) BAUMSISTER, Reinhard: Stadt-Erweiterungen in technischer, baupo-


lizeilicher und wirtschaftlicher Beziehung, loe. cit., p. 1.

42
movilidad de las personas dentro de la ciudad y otros semejantes,
pero se trata de unos aspectos de los que el autor no llega a cobrar
plena conciencia. En su tratamiento del problema de la vivienda,
Baunieister alcanza a ver la repercusión social que tiene, aunque
tan s610 de una manera muy global: "La cuesti6n de la vivienda
constituye..., una parte de la cuestión social, y un acertado en-
sanche urbano constituye una parte integrante muy importante
de todas las reformas sociales" (17).

Considerado en su conjunto, el urbanismo (cuyo concepto aún


no ha cristalizado) se presenta en la obra de Baumeister como rea-
lización técnico-constructiva, que implica una consecuencia directa
sobre los hechos y realidades cuantitativas de la vida social.
El mismo Brockhaus, en su 14.3. edici6n, de 1895, todavía no
recoge ningún artículo que lleve por epígrafe el de "Urbanismo'"
sino que ofrece la voz "Ensanches urbanos". Bajo tal concepto
se comprende el "trazado conforme a un plan de nuevas calles y
solares edificables, fuera del actual perímetro edificado de las ciu-
dades; estas actividades, como consecuencia del intenso creci-
miento demográfico experimentado por las modernas grandes ciu-
dades y localidades industriales, han adquirido ... una gran sig-
nificación político-social general" (18). A continuación se exponen
toda una serie de consideraciones jurídicas acerca de la expro-
piación forzosa y otras instituciones análogas; solamente se
abordan, pues, tareas concretas del urbanismo.

El urbanismo sigue siendo "ensanche urbano", considerándo-


sele, por tanto, en función del mero crecimiento cuantitativo del
ámbito actual de la ciudad. La noción de "planeamiento" no se
aplica en el sentido de que constituya una previsión para contextos
amplios, es decir, no se toma en el sentido de recogida de datos
con vistas a la preparación del plano director, sino que aparece sim-
plemente con el carácter de un mínimo de previsión de la labor de
construcción, concretamente como elaboración de un plan de edi-
ficación (proyecto de urbanización): "el trazado, conforme a un
plan, de nuevas calles y solares edificables". Esta noción de planea-

(17) Loe. cit., p. 15.


(l8) Brockhaus' Konversationslexikon. 14.a. ed., loe. cit.

43
miento viene a corresponderse, más o menos, con la fase tercera de
las que hemos señalado para los métodos: la de redacción del
plan. El urbanismo se sigue entendiendo aquí todavía enteramente
en el sentido ingenuo, exclusivamente orientado hacia la edifica-
ción; aparte de los problemas jurídicos, no se hace la más mínima
referencia que exceda del terreno puramente constructivo.
En el Handbuch der Architektur, publicado en 1890, J. Stübben
define el "urbanismo" como el "resumen de todos los tipos de edi-
ficación ... , que sirve de base común, de marCo colectivo, para la
construcción de los edificios singulares".
"El urbanismo ... tiene por objeto todas aquellas instalacio-
nes constructivas que vienen determinadas por la finalidad de
facilitar, de una parte, a la población urbana la erección de los
alojamientos y lugares de trabajo adecuados, el trazado de las
vías de comunicación entre ellos y la libre circulación, y por otra
parte, el hacer posible a la comunidad la construcción de edifi-
caciones destinadas a la administración ... y la realización de las
demás tareas públicas. El urbanismo, por tanto, prepara... el te-
rreno común en el que se desarrolla luego la concreta actividad
arquitectónica" (19).

En este punto, dentro de la tendencia caracterizada por con-


siderar al urbanismo como trabajo predominantemente arquitectó-
nico, se ha dado un paso más: el urbanismo se contempla ya, en
particular, como creación de los presupuestos precisos para la edi-
ficación, y la ciudad, en cuanto a las funciones relacionadas con
la vivienda, el trabajo, la circulación y el descanso, se presenta como
objeto inequívoco del urbanismo. Stübben habla de "programas"
y de "adecuado plan de conjunto" (20), es decir, que el concepto de
"plan" se desvincula ya de su directa significación terminológica y
adopta el carácter de previsión sistemática. En el artículo de Stüb-
ben se encuentra igualmente una enumeración de las tareas concre-
tas que corresponden al urbanismo: "El establecimiento de una
ciudad nueva o de una parte nueva de la ciudad, así como la mejora
de los barrios urbanos antiguos" (21). Lo que en la obra de Bau-
(19) STÜBBEN, J.: "Der Stadtebau", loe. cit., p. 3.
(20) Loe. cit., pp. 3 y 48.
(21) Loe. cit., p. 3.

44
meister, con las palabras "tanto dentro como fuera de los sectores
ya edificados", solamente se encuentra expresado en germen, en
Stübben adquiere ya el carácter de un programa diferenciado de
cometidos.

b) El urbanismo como actividad artística


Camillo Sitte, con su libro Der Stiidte-Bau nach seinen künstle-
rischen Gründsiitzen (22), publicado en 1889, inició una nueva orien-
tación, conforme a la cual el urbanismo se entiende predominante-
mente como actividad estético-artística. El punto de vista de Sitte
es enteramente unilateral; se interesó meramente por el aspecto
estético del urbanismo, y así lo expresó también deliberadamente.
De aquí que Sitte enfocara el problema sin ningún tipo de referen-
cia a las realidades sociales de su época. Para él, el urbanismo se
convierte en un arte decorativa que no guarda ninguna relación
con las exigencias y funciones de la ciudad, en cuanto ámbito social.
Resulta, por ello, perfectamente comprensible que Sitte no se es-
fuerce lo más mínimo por encajar sus ideas en un contexto más
amplio.
También Raymond Unwin, en su Grundlagen des Stiidte-
baues (23), sitúa enteramente en primer plano los puntos de vista
estéticos, por lo que puede incluírsele entre los seguidores de Sitte.
c) El urbanismo como política social
Una tendencia nueva en la conceptuación del urbanismo se
introduce en Inglaterra a través de la idea (vigente hasta hoy) de
Ebenezer Howard de la ciudad-jardín (24) y en Alemania a través
de la obra de Th. Fritsch. Se coloca en primerísimo término la idea
de que el urbanismo ha de ser una actividad político-social.
Esta intención social se manifiesta en Fritsch en la creencia
de que la ciudad debe dividirse o articularse espacialmente según
las funciones sociales. "Una ciudad debe ser algo más que un
mero conglomerado de edificios y personas; debería integrar una

(22) SITTE, Camillo: Der Stéidte-Bau nach seinen Künstlerischen Grund-


séitzen, loe. cit.
(23) UNWIN, Raymond: Grundlagen des Stéidtebaues, loco cit.
(24) HOWARD, Ebenezer: Gartenstéidte in Sicht, loe. cit.

45
entidad orgánica dotada de una estructuración racional y de la
capacidad de desarrollarse constantemente sin perder su natura-
leza esenciaL .." (25). En otro lugar dice: "¿Habría cosa más
natural que la adopción de una división espacial de las edifica-
ciones con arreglo a su tipo de construcción y destino?" (26).

En un artículo original del entonces alcalde-presidente de la


ciudad de Frankfurt, Adickes, incluido en el Diccionario manual
de las ciencias sociales de 1911, bajo el título de "Stadterweiterun-
gen", la intención social del urbanismo se deja reducida al proble-
ma de la escasez de viviendas para las clases sociales más necesi-
tadas. Adickes señala la injusticia social que supone la existencia
de "beneficios no ganados", derivados de las alzas de los precios del
suelo.
Como reacción frente a la pésima si,tuación de la vivienda en
aquella época, formula la siguiente idea directriz: "Como ideal
la configuración de la vivienda en las nuevas zonas urbanas de
ensanche... hay que aspirar a dotar precisamente a la gran masa
de la población de un espacio más amplio con casitas pequeñas
destinadas a una o unas pocas familias, con absoluta exclusión
de las casas de vecindad, con todos los graves perjuicios higiénico-
sanitarios y morales que representan Y con el desfavorable efecto
que ejercen sobre la configuración de las relaciones dominicales
inmobiliarias" (27).

También Hegemann se expresa bajo la impresión de la crisis de


la vivienda y de las penosas condiciones que ofrecen las casas de
vecindad, situación que había alcanzado el máximo de gravedad
en Berlín.
"El primero y el último de los fines del urbanismo no es otro
que el de procurar la digna satisfacción de la necesidad de aloja-
miento, entendido éste en el sentido más amplio de la pala-
bra" (28).

(25)
FRITSCH, Theodor: Die Stadt der Zllkunft, loe. cit., p. 5.
(26)
Loe. cit., p. 8.
(27) ADICKES, Fr.: "Stadterweiterungen", loe. cit.
(28) HEGEMANN, Werner: Der Stiidtebau naeh den Ergebnissen der aUge-
meinen Stadtebau-Ausstellung in Berlin, loe. cit., p. 10.

46
Estos dos últimos ejemplos muestran de forma bien clara que
ni el urbanismo se considera como una profesión o especialidad, ni
se percibe la existencia de un aspecto propiamente urbanístico en el
tratamiento de los problemas.
d) El urbanismo como política económica
Tras la Primera Guerra Mundial se desarrolla una nueva orienta-
ción, representada por la idea de que el urbanismo ha de conside-
rarse como actividad político-económica. Esta nueva tendencia ha
de atribuirse, de una parte, a la situación de penuria económica
creada en la época de la inmediata postguerra y, de otra, al extra-
ordinario auge experimentado a la sazón por la ciencia de la eco-
nomía política. La economía política se transforma en principalísima
ciencia auxiliar del urbanismo, y el urbanismo mismo se con-
vierte en planificación económica. Esta orientación tiene su intro-
ductor en la persona de Roman Heiligenthal, que incluye el fenó-
meno "ciudad" bajo el punto de vista expresado en el enunciado
"forma urbana y forma económica".
"Urbanismo, en el sentido más elevado del término, no es la
satisfacción de una necesidad inmediata planteada con relación
al tráfico, la vivienda o las posibilidades de descanso que ofrece
una ciudad. El urbanismo es una actividad económica predictiva,.
cuyo instrumento principal viene constituido, en la más amplia
medida, por la técnica" (29).

En el Handworterbuch der Kommunalwissenschaften de 1924,.


J. Brix, en el artículo "Urbanismo", considera ya que el trabajo del
urbanista tiene un radio de acción muy amplio: se trata de una
labor "de naturaleza político-económica, higienista, de técnica de·
la construcción y del tráfico, artística, jurídico-administrativa y le-
gislativa"; la actividad político-económica se sitúa en primer tér-
mino. En otro lugar afirma que es importante, sobre todo, "el pro-·
porcionar a los hombres lugares de asentamiento comunitario" (30).
Para H. Bechtel, un economista social, la actividad económico-·
administrativa se sitúa también en primer plano. Por ello, puede-
(29) HEILIGENTHAL, Roman: Deutscher Stiidtebau, loe. cit., p. 79.
(30) BRIX, J.: "Stiidtebau", loe. cit.

47
incluírsele igualmente dentro de la orientación que acentúa el as-
pecto económico. Si bien este autor llega ya a formular una defini-
ción del urbanismo concebida en términos muy amplios.
Para él, "bajo la denominación de ~urbanismo' se suelen re-
sumir hoy todo un conjunto de actividades propias del econo-
mista social, del funcionario administrativo, del higienista, del
técnico y del artista, en cuanto se orientan a coordinar en un
todo el asentamiento urbano, la economía, la edificación y la
vivienda de un gran número de personas con necesidades de muy
diverso tipo."

Se comprende aquí la esencia del urbanismo como actuación


sinóptica y sintética (en la acepción propia del término). Bechtel
contempla ya también la problemática que resulta de esta multi-
plicidad de las exigencias, es decir: lo que en nuestra definición
calificamos de complejidad del urbanismo. Dice este autor del ur-
banista:
"Su capacidad para abarcar de una ojeada amplios contextos
ha de ser casi universal. De aquí que estos requisitos ya no puedan
ser satisfechos por una sola persona, dado que el urbanismo se
ha convertido en zona fronteriza comprendida entre la ciencia,
el arte y la técnica." Ulteriormente aparece el concepto de "teo-
ría sintética del urbanismo ..., en la que no existen resultados
absolutos y válidos con generalidad" (31).

Por vez primera se aborda la problemática del juego recíproco


de la ciencia, la técnica y el arte en el urbanismo, considerándose
a éste no solamente como un arte práctico de la construcción en
función de unos fines determinados, sino como actividad que ha de
fundarse también en consideraciones económicas.
e) "Cientifización" del concepto
Con ello. se dio un paso adelante en la tendencia de 10 que po-
dríamos llamar "cientifización" del urbanismo; pero el progreso
realmente más importante para el desarrollo de una teoría cientí-
fica del urbanismo lo constituyó la obra de K. A. Hoepfner que
(31) BECHTEL, Heinrich: "Stadtebau", loco cit.

48
lleva por título Grundbegriffe des StCidtebaues. En el tomo primero,
tras una breve "ojeada general al ámbito propio del urbanismo y
sus cometidos", se exponen una serie de observaciones detalladas
acerca de los problemas técnico-constructivos del urbanismo; en
el segundo, aparecido bastante después, se contiene, en cambio, la
minuciosa exposición y debate de toda una teoría del urbanismo y
del urbanista, hasta el punto de que puede decirse que de aquí
arranca la fundación de la "ciencia del urbanismo".
El primer tomo, incluso, se inicia ya con estas palabras: "La
ciencia del 'urbanismo' tiene la misi6n de proporcionar las bases
fundamentales que nos permitan llegar a una situaci6n en que
nos sea posible resolver del modo más adecuado los problemas
de la configuraci6n física de las ciudades" (32). El radio de acci6n
del urbanismo se extiende, concretamente, a estas actividades:
"1.0 La estruoturaci6n del cuerpo comunitario. 2.° La construc-
ci6n del barrio o sector urbano particular o concreto. 3.° El
equipamiento local y la decoraci6n y adecentamiento de las ca-
lles, plazas y demás puntos particulares de la urbe" (33). En
cuanto a la "estructuraci6n del cuerpo comunitario", añade:
"Agrupar, disponer, organizar, tal es el sentido del trabajo que
se ha de realizar en la tarea de estructuraci6n del conjunto de
la chidad" (34).

En el segundo tomo, estas definiciones y objetivos experimentan


ampliaciones y profundizaciones esenciales. En primer lugar,
Hoepfner prescinde del concepto "urbanismo" en su significación
omnicomprensiva con que se había empleado, en general, y por él
mismo en el primer tomo de su obra, y lo sustituye por la noción
de "arquitectura urbana" o municipal.
"Las medidas... que sirven para convertir una ciudad, a par-
tir de todas sus partes y sectores individuales, en una unidad y,
por ende, para fundirla en un conjunto total viable que guarde
la debida correspondencia con el propio ser orgánico de la urbe
y con su singularidad individual, y que son capaces de preparar

(32) HOEPFNER, K. A.: Grundbegriffe des Stiidtebaues, tomo l, loco cit.,


p. 1.
(33) Loc. cit., p. 2.
(34) Loc. cit., p. 7.

49
4
con mucha antelación esta evolución, al propio tiempo en que
proporcionan todo lo preciso para el conjunto... , constituyen el
ámbito específico de la configuración de la ciudad como lugar
de asentamiento humano. Yo incluyo todas estas medidas, con-
juntamente, bajo la noción de tarquitectura de la ciudad'~' (35).
El urbanismo pasa a ser una subdivisión de la arquitectura
urbana y " ... se ocupa, en especial, de la constitución de la ciu-
dad como cuerpo unitario y del influjo que ejercen los elementos
individuales con respecto a la configuración de ese cuerpo uni-
tario caracterizado por su interna vinculación orgánica, para dar
a la ciudad la forma adecuada y correspondiente a su propio
ser" (36).
De este modo, se da la misma definición para el "urbanismo"
que para la "arquitectura urbana", pues la tarea que corresponde
a las demás subdivisiones del concepto es, sencillamente, la de
"proporcionar todo lo preciso para el conjunto urbano", Sola-
mente ocurre que no se dice todavía en qué consiste esa "consti-
tución de la ciudad como cuerpo unitario" y sobre todo, precisa-
mente, si está comprendida dentro de la arquitectura urbana la
aotividad de planificación o sólo la de ejecución. Sólo de un modo
paulatino, a través de una prolija exposición, llega Hoepfner a
una definición clara. "El urbanista casi nunca erige una ciudad."
"El urbanista planifica lo que debe y tiene que ser." "El urba-
nismo es programa y organización" (37). Y, finalmente: "El ur-
banismo es planeamiento urbano: town planning" (38).

Se produce así el paso adelante que significa la separación de


planeamiento y ejecución y la escisión entre planeamiento general
conjunto y planificación individualizada, con lo que se constituye
el planeamiento urbano en actividad independiente científicamente
fundamentada, en claro contraste con los procedimientos construc-
tivos concretos. Verdad es que el sistema conceptual de Hoepfner,
sobre todo por cuanto se refiere a la gradación "régimen de asenta-
miento"-"arquitectura urbana"-"urbanismo", es un tanto difuso y
no es inequívocamente inteligible, pero también es cierto que ha

(35) HOEPFNER, K. A.: Grundbegriffe des Stiídtebaues, tomo 11, loe. cit.,
p.54.
(36) Loe. cit., p. 56.
(37) Loe. cit., p. 58.
(38) Loe. cit., p. 83.
50
prestado un servicio esencial para la aglutinación de materias en
este campo.
También es decisiva su constitución del Hurbanismo como cien-
cia". ¿Cómo ve el autor a esta ciencia?
Hoepfner, en primer lugar, se opone preventivamente a la
idea de que sólo pueda calificarse de ciencia Hlo que sirve exclu-
sivamente al conocimiento, de modo que se entienda que el cien-
tífico solamente haya de esforzarse por conocer algo para esta-
blecer hechos y que tenga que conformarse con ello, limitándose
meramente a aumentar el caudal de conocimientos y saberes, pero
sin aspirar a buscar la utilidad y sin tener que sacar deducciones
y conclusiones provechosas para la 'vida práctica'" (39). Antes
bien, entiende que existe una "ciencia de la ingeniería", una
"ciencia de la vida práctica". Y que no solamente sirve para
aclarar "lo que es y lo que fue", sino también Hlo que debe llegar
a ser, lo que tenemos que manejar y tratar y los puntos de vista,
reglas y leyes conforme a los que hemos de hacerlo, si quere-
mos ... crear algo nuevo" (40). Para ello existen "dos clases de
ciencia": "Una aclara hechos y estados, se limita simplemente
a determinar 10 que existe. La otra... , en cambio, debe partir
precisamente del polo opuesto, a saber: del análisis de las nece-
sidades y de los medios y vías con que puede contarse para su
satisfacción. Esta es la que clarifica... el obrar, la que ofrece, en
lugar de verificaciones de realidad, leyes de actuación" (41).
Finalmente, Hoepfner delimita la ciencia del urbanismo de
la siguiente manera: "Surge un campo de acción de un tipo
enteramente nuevo... cuando uno se esfuerza por encontrar,
siguiendo vías científicas y en todas direcciones, reglas y leyes
que aparezcan justificadas por su representatividad, su validez y
su aplicabilidad, que ofrezcan una rápida e infalible orientación
y seguridad a las medidas que ha de adoptar el práctico" (42).

El urbanismo, pues, es una Uciencia de ingeniero" y, por ello,


está sujeto también a las mismas exigencias que las demás ciencias
ingenieriles. Así se deduce con toda claridad de las tesis de Hoepf.

(39) Loe. cit., pp. 22-23.


(40) Loe. cit., pp. 24-25.
(41) Loe. cit., p. 25.
(42) Loe. cit., pp. 26-27.

51
ner acerca de las soluciones normativo-mecanicistas; hace hinca-
pié, una y otra vez, en la idea de que se pueden hallar reglas y
leyes que permitan engendrar la forma más favorable (Umás ade-
cuada a su fin") de la ciudad. Es evidente la analogía que establece
con respecto al rendimiento que es propio del ingeniero, concreta-
mente, respecto de la posibilidad de proporcionar, por procedi-
mientos aritméticos y experimentales, la construcción técnicamente
óptima, a partir, de una parte, de unos datos físicos dados y, de
otra, de unos objetivos predeterminados normativamente. Detrás de
todas sus argumentaciones yace la idea de que, mediante el planea-
miento ajustado a unas regularidades técnico-racionales se puede
dominar de forma óptima ese fenómeno que es la ciudad, con lo
que viene a presuponerse también que existen unos datos de pla-
neamiento que son indubitados y unos objetivos inequívocos (es
decir, recognoscibles regularmente, conforme a unas normas). En
este lugar no podemos ocuparnos in extenso de este problema. En
cuanto aquí nos interesa, 10 importante es señalar la separación
llevada a cabo por Hoepfner al distinguir el urbanismo, como pla-
neamiento urbano, del resto de las actividades técnicas de ejecu-
ción, elevando aquél a la condición de actividad que ha de funda-
mentarse y ejercerse científicamente.
La postura adoptada por Hoepfner no ha tenido ulteriores se-
guidores en la literatura urbanística. Probablemente se le consideró
demasiado "académico", recelo que, por 10 demás, ya había sido
expresado por el mismo Hoepfner (43). En la actualidad, cuando tan
acuciante es el problema de la formación del urbanista, no podrá
evitarse una renovada discusión de tales cuestiones.
El Brockhaus, tomado como un espejo en que queda reflejado
el estado de los conocimientos de su época, en su 15.3 edición,
de 1934, recoge una definición del urbanismo que, comparada con
la de la edición de 1895, evidencia que, entre ambas fechas, la idea
del bien común se ha traducido en un reconocimiento de la com-
plejidad de las actividades urbanísticas.
Urbanismo es "el resumen conjunto de todas las tareas artís-
ticas, de técnica de la construcción, de técnica del tráfico y la

(43) Cfr. loe. cit., p. IV.

52
circulación y económicas, que se relacionan con la creación, ins-
talación, reconstrucción y ampliación de una ciudad". Siguen
después una serie de comentarios particulares sobre "Planes ur-
banos (Planeamiento)", "Formas básicas de las instalaciones ur-
banas", "Manzanas edificadas" y "Calles" (44).

Es interesante que, en una época en que se descubre que lo fun-


cional constituye el principal elemento configurador (época en que
la tan discutida "Carta de Atenas" acentúa especialmente dicho
elemento), se citen en primer término, en la enumeración de los
distintos tipos de actividades, las "artísticas", sin que quede claro
si con ello se pretende resaltar el ingrediente estético, como en los
decenios precedentes, o, por el contrario, expresar precisamente la
idea de configuración funcional. El ámbito de acción del urbanismo
no comprende ya exclusivamente la labor de ensanche urbano, sino
que ahora abarca también la "creación", la "instalación" y la "re-
construcción" de la ciudad. No se citan las "intenciones", enten-
didas en el sentido de nuestra definición. Tampoco se contemplan
todavía las posibilidades de fundamentación y configuración cien-
tíficas de una teoría específica del urbanismo como ciencia inde-
pendiente. Y lo mismo puede decirse respecto de otro artículo
aparecido en esa misma época.
Adler y Ritter, en el Wasmuths Lexikon der Baukunst (1937),
conceptúan al urbanismo como "la organización técnica y artís-
tica del ser colectivo urbano". Luego se añade que el urbanismo
se descompone en un cierto "número de objetivos particulares",
de los que, entre otros, se citan el desarrollo de la población ur-
bana, la política social, la sociología, la creación de puestos de
trabajo la sanidad, la ética y la arquitectura. Se recoge aquÍ, de
un solo golpe, todo lo que en nuestra definición hemos caracte-
rizado como intenciones, tareas y métodos. Es claro el "desenvol-
vimiento del proceso de trabajo urbanístico": "Determinación
de la situación o estado existente, planeamiento y ejecución."
Las aclaraciones que al respecto se aducen vuelven a ser, por
cierto, problemáticas: "La percepción de la situación actual se
configura como algo relativamente simple. La historia urbana, la
geografía económica y la estadística económica proporcionan al
(44) Der Grosse Brockhaus, 15.8. ed., loe. cit.

53
material de planeamiento que existe en la mayoría de las ocasio-
nes unas bases suficientes para configurar una clara estructura
constitutiva del cuerpo de la ciudad.... Aunque frecuentemente
quedan en la oscuridad las fuerzas impulsoras, las posibilidades
vitales y las tendencias del desarrollo" (45).

Se mantiene aquí la noción errónea de que el análisis científico


no se encuentra en situación de establecer con claridad, junto al
esclarecimiento de los procesos históricos, las tendencias al des-
arrollo que existan, proporcionando con ello los datos fundamenta-
les precisos para el planeamiento.

f) El urbanismo como reforma de la sociedad


Se puede afirmar que en los años treinta ya ha quedado atrás
la época de los grandes sistemas y propuestas de carácter enciclo-
pédico y, sobre todo, que han dejado de construirse sistemas gene-
rales con pretensiones científicas, como pudieron ser, por ejemplo,
el de Heiligenthal o el de Hoepfner, apareciendo más bien en la
literatura urbanística la tendencia a penetrar en lo programático-
ideológico, allí donde no se debaten problemas técnicos concretos,
sino que se intenta lograr una exposición completa. Las intencio-
nes pasan de nuevo a situarse en primer plano. Esta nueva actitud
podría ser el resultado del punto de vista conforme al cual se en-
tiende que no son posibles ni una pretendida visión general que
venga dada "conforme a las leyes naturales" y que, por ello, sea
inequívoca, ni una ciencia de la construcción que se desenvuelva
normativamente a partir de aquélla, como tampoco la orientación
del urbanismo en una sola dirección no técnica, como pueda ser la
económica (Heiligenthal), sino que hay que decidirse más bien por
una idea determinada, la de un programa de reforma social, enten-
diendo que en los planes urbanísticos se puede tener en cuenta,
para configurarlo, el ámbito todo de la vida social. Se destaca clara-
mente, pasando a primer término, el elemento programático-huma-
nitario. Con anterioridad a esta época, como ya hemos indicado,
Howard y Fritsch, entre otros, ya habían entendido el urbanismo
como trabajo social; se creyó, sin embargo, que los problemas so-
(45) ADLER, J. L., y RITTER, H.: "Stadtebau", loe. cit.

54
ciales podrían dominarse mediante determinadas medidas urbanís-
ticas particulares, en especial en el terreno de la construcción de
viviendas, con 10 que no se pasó de propuestas y aspiraciones par-
ciales. Ahora, en cambio, la intención social del urbanismo ad-
quiere un carácter central en el seno del ámbito total de su activi-
dad; la noción de bien ideal, configurada por la crítica cultural
(predominantemente sociológica), queda asimilada por el pensa-
miento urbanístico y se integra en los planes técnico-constructivos
en forma de aspiraciones de reforma social de largo alcance. Diga-
mos. para perfilar brevemente una vez más esta concepción, que
en lugar de la idea de que existan unas regularidades inequívoca5,
unos correspondientes principios indubitados de planeamiento y
una aspiración parcial de configuración en el seno de la sociedad,
entra en juego la decisión de adoptar un sistema de planeamiento
que, sin apartarse de lo regular, pero derivándose de manera clara
y patente de la situación de las relaciones sociales, cuente con una
pretensión muy amplia de configuración de la sociedad desde den-
tro; no se duda de la posibilidad de influir sobre la configuración
de la sociedad, como tampoco de la absoluta rectitud y autenticidad
del sistema, una vez acordado o concluido. Una conciencia de mi-
sión viene a sustituir la anterior creencia en una evolución conforme
a reglas y leyes. Esta tendencia, conforme a la cual se entiende el
urbanismo como tarea político-social dotada de una aspiración so-
cial general y con una eficacia que repercute sobre toda la sociedad,
en la que, por regla general, se dan exageraciones subjetivo-ideoló-
gicas, se inició con la "Carta de Atenas", redactada en 1933, en la
que tuvo al propio tiempo su más clara representación.
En 1928 un grupo de arquitectos de renombre internacional
fundaron el CIAM (Congres Internationaux d'Architecture Mo-
derne) en La Sarraz, Suiza. En su reunión de Atenas de 1933 re-
dactaron la llamada "Charte d'Athenes", que tanta importancia
ha tenido durante varios decenios.
Interesa aquí recordar una vez más su definición de la noción
de urbanismo (que tiene su origen en la "Declaración de Sarraz",
redactada en 1928, pero que, no obstante, puede ser referida, sin
más, a la propia "Carta"):
"El urbanismo es la organización y disposición de los lugares

55
y de los diversos espacios que deben proteger el desarrollo del
sentido y de la vida material y espiritual en todas sus manifesta-
ciones, individuales y colectivas. Abarca tanto los asentamientos
urbanos como las agrupaciones rurales. El urbanismo ya no puede
seguir sometido exclusivamente a las leyes de un esteticismo ar-
bitrario. Por su naturaleza misma, es de carácter funcional. Las
tres funciones fundamentales por cuya satisfacción ha de velar
el urbanismo son: 1.& La vivienda. 2.& El trabajo; y 3.& El des-
canso. Constituyen su objeto: a) La distribución del suelo.
b) La organización del tráfico; y e) La legislación" (46).

En tal definición se pone claramente de manifiesto un cambio


radical en la determinación de los cometidos y, lo que aún es más
importante, de las intenciones del urbanismo. Se propugna aquí la
transformación del urbanismo en reforma social; el urbanismo ya
no es concebible sin la "distribución del suelo", es decir, en resu-
midas cuentas, la abolición de las relaciones dominicales preexis-
tentes. La definición contenida en la "Declaración" es, en sí nisma,
muy vaga y lógicamente discutible (debería, al menos, anteponerse
la "legislación" a la "distribución del suelo", mientras que la "orga-
nización del tráfico" es algo que se sitúa en un plano completa-
mente distinto).
Recientemente, desde el propio campo urbanístico se ha re-
prochado a la "Carta" su ideología y su imprecisión. Albers la
califica de "documento sospechoso": "Constituye, por encima de
sus máximas funcionales y metodológicas, un manifiesto político,
y además bastante confuso" (47).

La concepción de atto Blum también está determinada ideoló-


gicamente y representa igualmente la tendencia social-reformista,
suponiendo, en lo esencial, la misma actitud que la Carta de Atenas.
Blum parte de la idea de ordenación del territorio y habla
de "ciencia del planeamiento en la ciudad y el país" (48). Su "ta-
rea y su fin" son éstos: "El fin es la ordenación y el planeamiento
(46) LE CORBUSIER: An die Studenten. Die "Charte d'Athenes", loe. cit.,
pp. 131-132.
(47) ALBERS, Gerd: "Technik und Politik im Stadtebau", loe. cit., p. 28.
(48) BLUM, Otto: Stadtebau, loe. cit., p. 2.

56
omnicomprensivo y supraordinado de todo el territorio del Esta-
do. Las personas y los medios (políticos, culturales y económicos)
deben situarse en el lugar acertado, dedicarse al fin adecuado y
colocarse en la forma correcta, para conseguir el máximo de be-
neficios para la comunidad nacional" (49). Lo "acertado", lo
"correcto", 10 "adecuado", es decir, lo que origina "el máximo de
beneficios para la comunidad nacional", implica una intención
social, que tiende a propagar la idea -que procede de la crítica
cultural, hostil a la gran ciudad- favorable a la ciudad pequeña
y a la vida rural: "Hemos partido de la idea de que el mal fun-
dmental está en el excesivo desarrollo de la urbanización, de que,
por ello, se ha destruido la sana proporción entre población ur-
bana y rural, cuyo equilibrio es lo que hay que restablecer."
"Esto nos indica claramente las dos direcciones fundamentales a
seguir: positiva una: el fomento de las tierras llanas, de sus cam-
pesinos y de sus pequeños industriales y artesanos y, en tal sen-
tido, apoyo también a la ciudad pequeña; negativa otra: reduc-
ción de la población urbana, en especial, desmantelamiento de
la ciudad gigante y de los distritos industriales" (50).

Esta intención no ha de considerarse solamente como propia de


la ideología nacionalsocialista, por más que, efectivamente, se co-
rresponda con ella; es también expresión de una actitud de crítica
cultural y de hostilidad frente a la urbe, que se inicia 'con Howard
y que en nuestros días aún no se ha extinguido del todo.

2. EpOCA ACTUAL

Para la época que siguió a la dominación nacionalsocialista y a


la conmoción y devastación originadas por la Segunda Guerra Mun-
dial, no cabe señalar la existencia de una orientación uniforme en
la evolución de la forma de concebir el urbanismo. Resulta espe-
cialmente digno de mención el hecho de que durante largo tiempo
se carece totalmente de apreciaciones orientadas científicamente.
Tras el reflujo, políticamente condicionado, de los años treinta, des-
pués de la guerra vuelve a surgir la discusión en torno a los proble-

(49) Loe. cit., p. 32.


(50) Loe. cit., p. 35.

57
mas del urbanismo, primeramente en relación con el debate de las
cuestiones planteadas por la reconstrucción, así como con relación
a la necesidad de crear textos y materiales de enseñanza. Con este
carácter se ha de entender, por ejemplo, la Introducci6n al urba-
nismo de Friedrich Hess (51), que, sin una fundamentación propia-
mente científica, ni aun conceptual, plantea algunas cuestiones con-
cretas que afectan al urbanismo (entendido el término en su sig-
nificación originaria de "construcción de ciudades"); o la obra de
Wilhelm Heilig Cambio de rumbo en el urbanismo, cuyo segundo
tomo, que lleva por título "Economía y sociología", está en condi-
ciones de ofrecer mucho menos de lo que cabría esperar, a juzgar
por dicho título (52).
Hans B. Reichow vuelve ya al camino de una marcada orienta-
ción ideológica. Su Arquitectura orgánica de la ciudad, planteada
en un tono de himno triunfalista, pretende basarse en la idea de la
vida "conforme a la naturaleza".
La ciudad, desde que creció más allá de sus antiguas forti-
ficaciones, se ha "corrompido". Esta ciudad degenerada se con-
trapone a la idea de "ciudad-paisaje". "Dos son las cosas que,
sobre todo, conviene poner en claro: la ciudad-paisaje, de espa-
cios adaptados a la naturaleza, como nueva unidad configuradora
de la arquitectura de la urbe, y el influjo que la forma y el pensa-
miento orgánicos ejercen sobre la arquitectura urbana" (53).

Un libro como el de J. Umlauf (54), que, a juzgar por su título,


parece prometer una exposición fundamentada sobre el objeto del
urbanismo, la ciudad, también resulta luego decepcionante.
Umlauf escribe dejándose llevar de una vaga exposición me-
tafórica que hace referencia, sobre todo, a lo biológico y apegado
a la naturaleza. Se cita a Goethe, a Riehl y a Spengler. Los tér-
minos urbanismo y planeamiento urbano se utilizan como sinó-
nimos, renunciándose a la formulación de una definición exacta.
El planeamiento urbano se considera como "síntesis de ciencia y
arte, de intelecto y sentimiento" y se le califica de "zona fronte-
(51) HEss, Friedrich: Einführung in den Stiídtebau, loco cít.
(52) HEILIG, Wilhelm: Wende im Stiídtebau, loe. cít.
(53) REICHOW, Hans B.: Organische Stadtbaukunst, loe. cít., p. 1.
(54) UMLAUF, J.: Vom Wesen der Stadt und der Stadtplanung, loe. cít.

58
riza, tan difícil como interesante, de la creaci6n intelectual".
y dice: "Es claro que con esa gran responsabilidad técnica, eco-
n6mica y social que supone, y que resulta decisiva durante mu-
chos decenios, no solamente para el aspecto exterior de la ciudad,
sino incluso para las condiciones de vida esenciales de sus habi··
tantes, se debe exigir para el urbanismo una cuidadosa fundamen-
taci6n científica. A menudo siente uno verdadera consternación
al ver el escaso fundamento científico con que se lleva a cabo el
planeamiento urbano ... ", no obstante lo cual, acto seguido se
viene a equiparar la ciencia, en último término, con la sola "intui-
ci6n": "Una gran visi6n de conjunto tan s610 se revela a la in-
tuici6n, al elevado instinto de todas las fuerzas anímico-espiritua-
les, desde la raz6n práctica, pasando por la ciencia y el arte,
hasta la propia conciencia ... Incluso en la ciencia y, desde luego,
en la prosaica vida práctica, en la política, en la economía, en la
misma técnica ~aunque a veces ésta parezca agotarse en un
mero esfuerzo intelectual de cá1culo-, es la intuici6n ... la que
constituye en último extremo el factor decisivo ... Ella es, tam-
bién, la instancia más elevada en el planeamiento de las ciuda-
des" (55).

La obra de Schumacher Del urbanismo al planeamiento territo-


rial, aparecida en 1951, no aporta ningún punto de vista interesante
por lo que respecta al aspecto científico teórico.
Se presta atenci6n a las intenciones y a las tareas del urba-
nismo. Se afirma que el urbanismo moderno (desde finales del
pasado siglo) partía, en primer lugar, de unas intenciones estético-
artísticas (Camillo Sitte), pero también, esencialmente, de unas
actividades constructivas (56), con 10 que se pretende aludir a la
consideración que se presta a la estratificaci6n social en las rea-
lizaciones urbanísticas. Con respecto a las tareas, dice: "Dentro
del ámbito de los problemas que surgen en la preparacIón de un
plan general de urbanización se dan dos círculos, esencialmente
distintos, de tareas y cometidos: uno, el que abarca la remode-
laci6n de lo que existe, y otro, el que comprende el nuevo des-
arrollo de lo que ha de ser" (57).
(55) Loe. cit., p. 24.
(56) SCHUMACHER, Fritz: Vom Stiidtebau zur Landesplanung, loe. cit.,
p. 11.
(57) Loe. cit., p. 12.

59
Josef Wolff, en su libro Cuestiones actuales del urbanismo,
aunque parte en su exposición de la idea de planeamiento urbano,
utiliza los conceptos de urbanismo y planificación urbana casi
como sinónimos. Para él, por planeamiento urbano se entiende
" ..., el intento de establecer el estado deseable del territorio mu-
nicipal, en cuanto se refiere a la utilización del suelo y a la orde-
nación de las edificaciones, anticipándolo y prefijándolo en una
imagen materializada: el plan" (58). Pero el planeamiento " ... no
solamente debe reflejar un estado deseable del perímetro territo-
rial afectado, sino que ha de estar orientado a su ejecución y, por
tanto, ha de ser factible de realizar" (59). Es, por ello, una "ta-
rea del sector público, de la representación de la colectividad
general" (60).
Por 10 que respecta a la relación entre planeamiento y cien-
cia, dice: "Quien planifica, o sea, quien quiere decir lo que debe
hacerse, tiene que saber 10 que existe, 10 que hay. Y así antes de
la iniciación de todo planeamiento se abre un campo de acción
para la ciencia genuina. Donde ésta termina entra en juego la pla-
nificación" (61). Pero "el planeamiento se asemeja siempre a un
problema aritmético que comprende más incógnitas que ecuacio-
nes. Sus resultados jamás pueden tener certidumbre científica.
Sigue existiendo siempre un ~riesgo', la posibilidad de un acto de
libre decisión y configuración. En el momento crítico ... la cien-
cia tiene que dejar desamparado al planeamiento" (62).

Comparado con la bibliografía técnica especializada, el artículo


"Urbanismo" recogido en la edición de 1956 del Grossen Brock-
haus se caracteriza por presentar un punto de vista amplio, aparte
de reflejar el progreso experimentado en el tratamiento sistemático
del tema desde su anterior edición de 1934.
En él se dice: "El urbanismo se esfuerza por lograr la ade-
cuada ordenación espacial (planeamiento urbano) y la pertinente
configuración arquitectónica de los elementos y presupuestos de
la vida humana colectiva, en los asentamientos grandes y peque-
ños de población, conforme a puntos de vista funcionales y
(58) WOLFF, Josef: Zeitfragen des Stadtebaues, loe. cit., pp. 7-8.
(59) Loe. cit., p. 8.
(60) Loe. cit., p. 9.
(61) Loe. cit., p. 14.
(62) Loe. cit., p. 15.

60
pautas de valoración estética". Y en otro pasaje se afirma: "El
urbanismo constituye una tarea primordial del desarrollo artís-
tico y técnico contemporáneo" (63).

El urbanismo se sitúa ahora enteramente bajo el punto de vista


de lo social, pero sin las exageraciones ideológicas que caracteriza-
ron las anteriores aspiraciones de reforma total de la sociedad. El
punto central del "planeamiento" y la "configuración" lo constitu-
ye la "vida humana en colectividad". Se ha dado un paso más, pues
se toman ya en consideración una tarea directa (planeamiento y
construcción) y otra indirecta (creación de los "presupuestos" ne-
cesarios para la vida social), mientras que anteriormente se con-
templaba meramente el fenómeno constructivo "ciudad", sin refe-
rencia específica a lo social. Aparece por vez primera la noción de
"planificación urbana", que se define como "la adecuada ordena-
ción espacial", como algo distinto de la "configuración arquitectó-
nica". El planeamiento ya no es simplemente la previsión de unas
condiciones mínimas para la edificación, sino que abarca todo el
ámbito de lo social, en cuanto que a través de él pueden crearse
los presupuestos materiales constructivos precisos para la vida so-
cial. De este modo, con el transcurso de medio siglo se ha pasado
del "trazado conforme a un plan de las nuevas calles y solares edi-
ficables" a la "creación de los presupuestos necesarios para la vida
humana en colectividad", es decir, a la planificación social.
Comparado con este artículo del Brockhaus, en el que lleva por
título "Urbanismo", redactado por Goderitz, recogido en el Diccio-
nario manual de las ciencias sociales, en su edición de 1959, se
echa de menos el estudio de los aspectos y relaciones sociales.
Goderitz recoge las afirmaciones hechas por Bechtel en su
redacción de este mismo artículo para la 4.& edición del Diccio-
nario: "El urbanismo solamente en sentido estricto puede enten-
derse como un concepto técnico; en sentido amplio hay que en-
tender que abarca conjuntamente la actividad del funcionario
administrativo, del técnico, del artista, del higienista y del econo-
mista social, 'en cuanto que dichas actividades se orientan a coor-
dinar en un todo' ..." (etc., etc.; véase nuestra anterior cita de
(63) Der Grosse Broekhaus, 16.& ed., loe. cit.

61
Bechtel). Es importante la distinción que aquí se establece entre
urbanismo en sentido estricto y en sentido amplio. El urbanismo
se considera en el contexto más amplio de la ordenación y plani-
ficación territorial, prestándose atención, igualmente, a las cien-
cias auxiliares; Goderitz recurre en este punto a la propia enu-
meración de Bechtel, aunque enunciándola en otro orden: " ... la
actividad del funcionario administrativo, del técnico, del artista,
del higienista y del economista sociaL." (64).

En los últimos años han aparecido comentarios y exposICIOnes


sobre los principios del urbanismo en forma, predominantemente,
de ensayos y artículos de revista; no se han publicado, en cambio,
grandes trabajos de conjunto, ni estudios generales concebidos con
pretensiones sistemáticas.
El capítulo dedicado al "Urbanismo", debido a Fritz Jaspert,
que se incluye en el Handbuch moderner Architektur (65), con-
tiene una breve introducción histórica, para dedicarse en seguida
al examen de los problemas particulares que el tema plantea. In-
cluso en el libro del propio Jaspert que lleva por título Vom
Stiidtebau der .Welt (66) no se encuentra sino una mera exposi-
ción de problemas particulares, pero sin una fundamentación teó-
rica general.
En el artículo de Erich Kühn "Vom Wesen der Stadt und des
Stadtebaues", incluido en la obra Medizin und Stiidtebau, se
dice: "El urbanismo es la expresión del correspondiente estado
de la sociedad y, por ello, es expresión también de una determi-
nada concepción del mundo" (67). El urbanismo es "ciencia",
"arte" y "política". En relación con la ciencia se citan en primer
lugar una serie de disciplinas particulares "que han de resumir-
se en el urbanismo y de las que éste debe ocuparse, al menos de
una forma periférica" (68). "El urbanismo analiza, saca conse-
cuencias y coordina" (69). Kühn compara el urbanismo con la
medicina y distingue entre "trabajo científico preparatorio y ac-

(64) GODERITZ, Johannes: "Stadtebau", loe. cit.


(65) JASPERT, Fritz: "Stadtebau", loe. cit.
(66) JASPERT, Fritz: Vom Stiidtebau da Welt, loe. cit.
(67) KÜHN, Erich: "Vom Wesen der Stadt und des Stadtebaues".
loe. cit., p. 207.
(68) Loe. cit., p. 209.
(69) Loe. cit., p. 210.

62
clOn práctica" (70). En cuanto a los métodos, distingue Kühn
" ... dos especies: planeamiento, en el que queda incluido el
análisis, y ejecución". "El planeamiento ... proporcionará a las
fuerzas esenciales de la época las mejores posibilidades de acción;
ordenará las relaciones de modo que el individuo obtenga 10 que
por derecho le corresponde, sin perjudicar por ello a la colecti-
vidad. Planeamiento quiere decir ordenación. Planificar significa
ahorrar. La necesidad de acciones planificadoras crece con la ma-
yor complejidad de la existencia" (71). Esto, más que una ver-
dadera definición del planeamiento, viene a ser una simple apo-
logía del mismo o, dicho más exactamenfe, una forma de situar
la acción de planificación en el seno de la sociedad general, pero
desde luego no es una definición de la misma en el contexto del
urbanismo.
Hoifmann, en su artículo "Die ldee der Stadtplanung", inclui-
do también en Medizin und Stadtebau, intenta establecer una
distinción entre urbanismo y planeamiento urbano. "El urbanis-
mo significa una transformación inmediata e inminente del espa-
cio ... Este trabajo se basaba también, ciertamente, en planes, pero,
dado que la ejecución se anteponía a cualquier otra consideración
y seguía de forma directa e inmediata, los planes y medidas que
la precedían apenas si resultaban luego reconocibles y nunca lle-
gaban a trascender realmente al público. El (urbanismo' venía a
ser como una técnica artesanal" (72). Pero en el siglo actual se
produce un cambio de orientación: "La aceptación de la idea de
que la ciudad es un todo indivisible, un complejo que debe con-
siderarse unitariamente en cuanto a su estructura, que ha de ser
investigado y planificado de forma articulada y sistemática... Con
ese reconocimiento y tratamiento de un 'todo' se inicia el pro-
ceso, esencialmente complejo, de la (planificación de las ciuda-
des', una actividad científica y especulativa de previsión y pre-
dicción (cuya efectividad no tiene lugar ya de forma inmedia-
ta)" (73).
Hoffmann parte de una apreciación marcadamente determi-
nada por la crítica cultural, refiriéndose, sobre todo, a Mumford.
La ciudad moderna es caótica y "el planeamiento urbano tiene
(70) Loc. cit., p. 211.
(71) Loc. cit., p. 211.
(72) HOFFMANN, Hubert: "Die Idee der Stadtplanung", loco cit., pp. 218-
219.
(73) Loc. cit., p. 218.

63
un cometido esencialmente regulador" (74). "La acertada coor-
dinaci6n en el planeamiento de las ciudades de todos los factores
que se han de considerar lleva a una armonización del espacio.
La meta última del planeamiento es, sin duda, el hombre arm6-
nico. Pero esa ponderaci6n en el hombre tan s610 puede conse-
guirse si las fuerzas que se desenvuelven en el espacio se coordi-
nan, mediante una continua renovaci6n, de tal manera que se
constituya un tenso equilibrio entre ellas" (75). Esta apreciaci6n
viene a coincidir con lo que en nuestra definici6n hemos deno-
minado intenci6n social, si bien solamente tiene validez dentro
de un marco muy específico: parte de una presunci6n ideol6gica
(la ciudad es un "caos") y ve la salvaci6n en la "descentraliza-
ci6n". Seguidamente se invocan las tesis y exigencias contenidas
en la Carta de Atenas como núcleo esencial y programa ideal de
las aspiraciones urbanísticas. Con ello, como sucede con tanta
frecuencia, se ha dado muy rápidamente el paso que va del aná-
lisis a la confesi6n de una precisa adhesi6n, con lo que ni los mis-
mos análisis pueden considerarse ya libres de prejuicios. Al res-
pecto s610 cabe subrayar las siguientes frases del autor: "Puesto
que todo planeamiento concreto .... se ve precedido de considera-
ciones y reflexiones teóricas, que no consisten solamente en una
recogida de materiales o en una investigaci6n básica, sino tam-
bién en la fijaci6n de metas y objetivos inmateriales, es fácil de
comprender que en semejante caso 10 que determina la modalidad
o tipo del planeamiento no es tanto la posici6n técnica de su
autor como la correspondiente postura espiritual del mismo, con
lo que las ideologías se convierten en base fundamental de las
acciones de planificaci6n, es decir, que lo que ha ocurrido con
mayor frecuencia ha sido que se han previsto unas transforma-
ciones sociales enteramente predeterminadas y sobre ellas se ha
basado el planeamiento" (76). Podría decirse que las ideas direc-
trices parciales, que conforme a nuestra definici6n se situaban en
el marco de los métodos, en la fase de conversi6n de los datos, s~
toman en cuenta aquí en el terreno de las intenciones. Con lo que,
en cambio, puede ocurrir que se conviertan en ideologías.
En el escrito, publicado en 1959, que se titula ¿Qué es, qué
quiere, cómo trabaja el urbanismo?, partiendo del concepto de

(74) Loe. cit., p. 224.


(75) Loe. cit., p. 225.
(76) Loe. cit., p. 242.

64
ciudad, se define el urbanismo en función de su misión. Es "tarea
del urbanismo el ocuparse de que las fuerzas que actúan en una
localidad puedan desarrollarse plenamente sin estorbarse ni perju-
dicarse recíprocamente, cuidando de que, en su conjunto, se las
utilice con el máximo beneficio posible. No se trata precisamente
de corregir a posteriori los perjuicios que se originen, sino de
conseguir que se produzca el desarrollo conveniente en el mo-
mento oportuno" (77). El urbanismo es una tarea de la ciudad y,
precisamente, una tarea política. Como fines del urbanismo se
citan los siguientes: "Oportunidad, rentabilidad, seguridad, salu-
bridad y belleza" (78). Acerca de los métodos se dice: "Al prin-
cipio de toda actividad urbanística se sitúa el planeamiento ...
Todo plan... va precedido de una investigación de la situación
existente y de sus causas" (79). La primera fase del planeamiento
se caracteriza por 10 que se denomina "plan de utilización de su-
perficie", la segunda por el "plan general de urbanización" y la
tercera por el plan de edificación (80). Esta dis,tinción no es de-
masiado importante, pues este escalonamiento puede incluirse ya
dentro del mismo plan de utilización del suelo. Por lo demás, las
denominaciones concretas varían entre los distintos Liinder; lo
que en Hamburgo se llama "plan de construcción" podría equi-
valer a 10 que en nuestra definición hemos denominado plan de
utilización del suelo.

Un paso esencial en el proceso de "cientifizaci6n" del urbanis-


mo ha sido el dado por Christian Farenholtz.
"El urbanismo y la acción (que le es implícita) de ordena-
ción espacial, son ciencias, por el análisis que realizan y por el
intento que llevan a cabo de pronosticar el desarrollo científico y
social, por su conversión de análisis y prognosis en una estructura
ordenada de cuatro dimensiones. No sirve el inventar y prefijar
planes y formas, sino el asegurar posibilidades de que en el trans-
curso del tiempo pueda realizarse el desarrollo que se correspon-
da con 10 que se ha concebido, pero que dejen también espacio

(77) Was ist - was will- wie arbeitet Stiidtebau?, loe. cit., p. 17.
(78) Loe. cit., p. 27.
(79) Loe. cit., p. 60.
(80) Loe. cit., p. 77 (esquema del "escalonamiento del proceso de pla-
nificación").

65
5
para una evolución eventualmente distinta" (81). En otro lugar,
en cuanto a la misión propia del planeamiento urbano, se afirma
que " ... ha de trabajar en la prefiguración, en la configuración
plástica y espacial, en la ordenación estructural y en el modelado
de nuestra sociedad" (82).

Se manifiesta también aquí un claro cambio de rumbo en la in-


tención: el urbanismo ya no debe tender a transformar esencial-
mente la sociedad, sino a presentarla o incluso a servirla, tal y
como es.
"El planeamiento establece el marco adecuado para los acon··
tecimientos concretos del desarrollo, crea posibilidades para tales
desarrollos, indica las direcciones a que han de ajustarse las ten-
dencias existentes o necesarias, y el marco ·establecido delimita
la imagen ordenada de nuestra sociedad que siempre ha de ir
formulándose cuidadosamente de nuevo ... " (83).

Ello constituye un progreso significativo y un reconocimiento


importante de las exigencias del urbanismo, que con tanta frecuen-
cia aparecen marcadas violentamente por el signo de las ideologías.
La "imagen ordenada que siempre ha de ir formulándose cuidado-
samente de nuevo" corresponde a la segunda fase de los métodos
que señalábamos en nuestra definición: se intenta, con base en
análisis, abrir el camino a ideas directrices o pautas parciales.
Ha sido Gerd Albers quien, hasta ahora, ha hecho, desde el pro-
pio campo urbanístico, la aportación más significativa a una "teoría
del urbanismo", a la definitiva constitución del urbanismo como
disciplina fundamentada científicamente. En diversos estu.dios y
monografías se ha ocupado del problema de conseguir una defini-
ción objetiva del urbanismo y de situarlo adecuadamente en el
sistema de las disciplinas científicas, en el terreno público burocrá-
tico y en el social. Además de los principios teóricos referentes a
los métodos del urbanismo, que ya hemos citado y tenido en cuenta

(81) FARENHOLTZ, Christian: "Erfahrungen und Aussichten im deutschen


Stadtebau", loe. cit., p. 226.
(82) F ARENHOLTZ, Christian: "Notizen zum Verha1tnis zwischen Planer
und Offentlichtkeit", loe. cit., p. 3.
(83) Loe. cit., pp. 3-4.

66
para nuestra definición, Albers ha formulado observaciones inte-
resantes con respecto a las intenciones:
"Por lo que concierne al fin -una vez que hemos acometido
el examen de los puntos de vista del cumplimiento de las funcio-
nes, de la acción artística de conjunto y del rendimiento econó-
mico--, llegamos justamente al ámbito de los conceptos abstrac-
tos. Fritz Schumacher ha propuesto como meta de todo planea-
miento el logro de un entorno digno del ser humano; un
enunciado excelente, pero ... al que hay que dotar de contenido.
Lo que es y lo que no es digno del hombre no parece que pueda
determinarse objetivamente, sin más, siendo así que se ha enjui-
ciado de man"era muy diversa en las distintas épocas y en partes
diferentes del mundo ... " (84).

La aportación decisiva de Albers consiste en que, tras un largo


período en que estuvo sometido a una fuerte impronta ideológica,
participando de una explicación del urbanismo orientada en sentido
predominantemente estético o preponderantemente técnico-concre-
to, ha acabado por encarrilar de nuevo el debate en la orientación
científica, iniciando una verdadera "teoría del urbanismo". La gran
importancia práctica que incluso hoy tiene una tal discusión sobre
la esencia científica del urbanismo es algo que se pone claramente
de manifiesto, de modo muy especial, cuando se hace referencia a
la cuestión de la enseñanza y formación del urbanista.
Si se da una ojeada de conjunto, una vez más, a la evolución
del concepto de urbanismo para los mismos urbanistas, se eviden-
cia claramente que todavía no se ha producido, desde el campo
urbanístico, ninguna formulación de la noción de urbanismo que
pueda satisfacer plenamente a la compleja situación real. De igual
modo, se sitúan aún en un plano muy secundario los temas del
debate teórico-científico y de la constitución de una teoría sintética
del urbanismo fundada científicamente. Puede que la razón de ello
esté en que, incluso hoy día, el urbanista sigue siendo todavía, por
regla general, un práctico, que procede del campo de la arquitectura
y que no ha recibido un tipo de enseñanza correspondiente y ade-
cuado a las misiones y tareas que son propias del urbanismo. La

(84) ALBERS, Gerd: "Wissenschaft und Stadtebau", loco cit., p. 17.

67
toma de contacto y la dedicación al estudio de los princIpIos bá-
sicos del urbanismo y el debate acerca de las cuestiones teóricas
básicas que plantea es algo que todavía se sigue considerando, con
mucho, como un lujo, que solamente contadas personas pueden
permitirse, pues para el común de los profesionales prácticos se es-
criben libros que se limitan a ocuparse de los temas técnicos con-
cretos.
Hemos llegado, no obstante, a un momento verdaderamente
esencial en el curso de la evolución: el urbanismo ya no puede que-
dar aislado, como en un principio, de las consideraciones sociales;
ya no es solamente una tarea constructiva, sino que constituye
también una tarea social. Lo que en un principio se entendió mera-
mente como "ensanche de las ciudades" se considera hoy como
"creación de los presupuestos necesarios para el desenvolvimiento
de la vida social". A partir de esta concepción se desprende nece-
sariamente su vinculación a la ciencia, pues se requiere el análisis
científico de la estructura social y la elaboración de modelos sinté-
ticos, si se quiere que el urbanismo pueda satisfacer el aspecto so-
cial de su cometido. De aquí que ya no pueda tardar demasiado el
momento en que (bajo la presión ejercida por la propia situación
real) el aspecto científico se transforme en una "evidencia de la
autoconceptuación" del urbanismo, algo que venga sobreentendido
en su concepto.

68
CAPITULO SEGUNDO
SOCIOLOGIA

I.-DEFINICION DE LA SOCIOLOGIA

INTRODUCCIÓN

Para intentar presentar a la sociología, como disciplina con pro-


pio contenido, en su relación con el urbanismo, es preciso hacer
algunas observaciones preliminares de carácter restrictivo. Así como
con respecto al urbanismo se ha evidenciado la necesidad que exis-
tía de elaborar una definición lo más amplia posible -puesto que,
hasta ahora, carecíamos de ella-, no cabe decir lo mismo, en
cambio, de la sociología. Desde los mismos inicios de esta ciencia
se viene intentando la determinación y profundización de su propio
concepto; existe, por ello, aunque sea en un plano muy general, un
amplio consenso en cuanto a su objeto, sus tareas y sus métodos.
Aquí sólo se puede tratar de presentar una definición, en forma de
mera descripción, a título de ejemplo (y necesariamente con un pro-
pósito de simplificación), adecuada a dicho nivel general. A otros
niveles de la discusión de los principios básicos se plantean apa-
sionadas controversias que aún no han sido, en modo alguno, re-
sueltas. No obstante, para el estudio de las cuestiones que aquí nos
interesan, no resulta preciso entrar en tales problemas. Pese a la
multiplicidad y heterogeneidad de los planteamientos y concepcio-

69
nes imperantes en el terreno científico teórico, puede hacerse la
alentadora afirmación de que la sociología, como ciencia empírica,
ha producido ya un amplio cúmulo de resultados que resultan de
mucha utilidad para una disciplina eminentemente pragmática como
es el urbanismo. Es en este plano en el que ha de verse el consenso
a que nos referíamos, debiéndose partir del mismo para la elabora-
ción de un mínimo de definición, que resulta indispensable para el
mejor entendimiento de la cooperación entre ambas parcelas del
saber. En cuanto a la forma, se deduce también de aquí que la defi-
nición en cuestión debe adaptarse 10 más posible a la ya formulada
para el urbanismo. Ha de ajustarse plenamente a las necesidades
planteadas por la sinopsis con otra disciplina y por la naturaleza
pragmática que corresponde a una ciencia auxiliar empírica.
La tesis que aquí mantenemos está en deuda con la llamada es-
cuela del conocimiento lógico y con la orientación estructural-
funcional; renunciamos deliberadamente, vistas las advertencias
que dejamos hechas, a todo parangón teórico con otras directrices
u orientaciones científicas.
Hay que advertir, ya desde un principio, que la sociología, en
su relación con el urbanismo, ha de contemplarse bajo dos aspectos
fundamentalmente distintos. Por una parte, como sociología del
urbanismo,· por otra, como ciencia auxiliar del urbanismo. En el
primer caso, el objeto de su atención viene constituido por el urba-
nismo, considerado en su conjunto, como fenómeno complejo, en
cuanto institución inmaterial y en cuanto institución social, como
igualmente en cuanto teoría científica sintética; en el segundo, su
objeto es el mismo que el del urbanismo, a saber: la ciudad. La
sociología del urbanismo es un presupuesto ineludible para la cons-
titución de la sociología como ciencia auxiliar, verdaderamente
útil, del urbanismo; el sociólogo tiene que saber con quién y con
qué ha de actuar para poder prestar un servicio objetivamente ade-
cuado. La sociología del urbanismo, pues, constituye una labor pre-
via que sienta las bases precisas para el desempeño de la función
principal que a la sociología corresponde en este contexto, es decir,
la de servir como ciencia auxiliar al urbanismo.
En el presente trabajo se concede un espacio relativamente am-
plio a la "sociología del urbanismo", pues es aquí donde deben

70
elaborarse sistemáticamente las bases fundamentales. En la labor
científica cotidiana, con la creciente institucionalización y metodo-
logización de la cooperación, se reducirá considerablemente la pro-
porción en que se considere la "sociología del urbanismo", en com-
paración con la "sociología como ciencia auxiliar" de éste, pero en
todo caso jamás se podrá prescindir totalmente de la primera.

1. NOTAS CARACTERíSTICAS DE LA DEFINICIÓN

En la elaboración de la definición puede dejar de tenerse en


cuenta, inicialmente, la distinción que acabamos de hacer, que entra
en juego cuando se consideran conjuntamente sociología y urba-
nismo. En la definición que ahora acometemos se comprenden am-
bos aspectos. Por razones de claridad y de sistemática, se emplea
el mismo esquema utilizado en la definición del urbanismo, lo que
no supone violencia alguna, puesto que, a partir de un determinado
grado de abstracción, todas las disciplinas pueden definirse del
mismo modo.
La sociología, por consiguiente, podría definirse diciendo que es
una específica actividad científica, sistemático-teorética y empírica,
que tiene como objeto al individuo, en su relación con la sociedad,
y a ésta, bajo el aspecto del tráfico y la interrelación social, y cuya
intención apunta al conocimiento de la realidad social. Finalidad
que consigue mediante la realización de determinadas tareas en el
marco de una determinada metodología y conforme a unas modali-
dades precisas.
Que es una actividad científica sistemático-teorética quiere de-
cir que reduce la realidad, en toda su multiplicidad, a un contexto
conceptual, entendido 10 teórico, la teoría, en sentido amplio. Que
es empírica significa que comprende la realidad a través de la expe-
riencia y de determinadas técnicas y que, a partir de ellas, obtiene
resultados teóricos (entendida, aquí, la teoría en sentido estricto).
Que es una actividad científica específica indica que abarca un
sector concreto y preciso de la realidad, el social.
Los rasgos característicos determinantes de la definición son,
pues, otra vez, los siguientes:

71
a) El objeto (objeto de las actividades).
b) Las intenciones (fines de las actividades).
c) Las tareas (contenido de las actividades).
d) Los métodos (escalonamiento de las actividades).
e) Las modalidades (especies de actividad).

a) Objeto
La sociología es una de las ciencias del hombre. Por consiguien-
te, su objeto es el hombre, en cuanto individuo socialmente deter-
minado y socialmente determinante, así como la sociedad, en cuanto
conjunto total de los sistemas de interrelación social. Pero "la so-
ciedad" no puede ser objeto concreto de la sociología -puesto que,
así considerada, no existe en absoluto. En todo caso, puede ser su
objeto abstracto, es decir, en cuanto conjunto de todos los valores,
normas, procesos, interacciones e instituciones sometidos a la "mo-
dalidad social" - Th. Geiger (1)-, donde "lo social ya no es una
categoría inferible con carácter amplio" -R. K6nig (2).
Son interesantes los aspectos y ámbitos particulares de lo que
estamos habituados a denominar "sociedad". Hay que partir de la
noción de sistema de intercambio social. El actuar social tiene sen-
tido referido a la igualdad intercambio = interacciones. Los sistemas
se originan cuando el intercambio social se somete, de forma du-
radera, a determinados valores y normas. Con lo que las institucio-
nes y las normas se convierten en objeto del interés sociológico.
Todos los sistemas de intercambio o interacción, no obstante, se
transforman con el transcurso del tiempo: por ello, los procesos
dinámicos, las tendencias de la evolución, que son inhereYltes al
cambio social, también entran dentro del ámbito del objeto de la
sociología.
El objeto de la sociología se complica por la sencilla razón de
que, en el marco de lo social, todas las determinantes tienen una
doble faceta, es decir, el individuo viene determinado socialmente,
pero, a su vez, determina a otros individuos, grupos, instituciones,
etcétera, o, en su caso, ejerce una influencia sobre ellos. Esta reci-

(1) GEIGER, Theodor: "Was ist Soziologie?", loe. cit., pp. 46·47.
(2) KONIG, René: Introducción al Handbuch der empirischen Sozial-
forschung, loe. cit., p. 4.

72
procidad de las determinaciones que se suscita con respecto al ob-
jeto de la sociología es algo que no hay más remedio que reconocer
y que nunca debe perderse de vista; no cabe duda de que, en gran
medida, hace más difícil el análisis de la realidad social.

b) Intenciones
La única intención de una disciplina científica, como lo es la so-
ciología, sólo puede ser la de acrecentar y profundizar el conoci-
miento científico. La meta de la actividad científica no es la modi-
ficación del mundo, sino el conocimiento del mismo, el enriqueci-
miento cuantitativo y cualitativo del conocimiento y, por tanto, en
último término, el hallazgo de la verdad. Si los conocimientos cien-
tíficos -por ejemplo, los resultados de la investigación social em-
pírica- influyen sobre la sociedad y, en definitiva, la modifican, ello
constituye una consecuencia latente de la acción científica, pero
nunca su finalidad expresa. Y ello es válido también para la deter-
minación del trinomio objetivo-medio-relaciones y, por tanto, para
el establecimiento de recetas políticas por parte de la ciencia: in-
cluso ellas se someten a la finalidad cognoscitiva (¿cuáles son, da-
das unas determinadas condiciones, los medios posibles y necesa-
rios para lograr un determinado objetivo que se haya establecido?)
y no a una meta de acción política.
De esta intención autónoma de la ciencia, la de hallar la verdad,
se sigue necesariamente la finalidad de proceder mediante un tipo
de investigación objetiva y exenta de juicios de valor. Que esto es
también posible y necesario con respecto a la ciencia, que se orienta
en sentido pragmático, es algo que se pone de manifiesto, muy en
especial, en la descripción de los modelos pragmáticos.
Otras intenciones, como la del servicio humanitario o docente
que puede prestar la ciencia, caen ya fuera del ámbito estrictamente
científico.
Con un sentido restrictivo, debe decirse que en el seno de la
discusión sociológica no existe consenso alguno acerca de las
intenciones de la ciencia; aquÍ, una vez más, seguimos el punto
de vista de la teoría lógica del conocimiento. En la Segunda
Parte nos ocupamos más de cerca del problema del juicio de
valor.

73
c) Tareas
Las tareas que deben realizarse, en relación con la finalidad
cognoscitiva y en función del correspondiente objeto, son:
1) Elaboraci6n del análisis
Análisis estructural.-Dentro de esta categoría se ha de enten-
der que entran los análisis sectoriales (que suponen una especie de
corte transversal), de grupos, instituciones, sistemas de interacción,
etcétera. El análisis estructural es de naturaleza estadística, supone
la "captación de un momento", pero sólo de unos objetos o conte-
nidos que muestren una cierta "solidez" y una tendencia a persis-
tir. Como dice Konig, el análisis estructural recae sobre "aquello
que permite a la sociedad perdurar en el tiempo" (3) (del concepto
de estructura nos ocupamos con más detalle en la Segunda Parte).
Entre los análisis estructurales cabe incluir también el análisis de
necesidades, que tan destacada importancia tiene para la colabora-
ción con el urbanismo. Ciertamente que no debe confundirse el
análisis sociológico de necesidades con las habituales encuestas so-
bre prioridad de deseos y aspiraciones: aquél procura explorar a
fondo la necesidad "objetiva", en función de los correspondientes
marcos de referencia relevantes para la sociedad toda, con respecto
a los cuales puedan comprobarse el realismo de la apreciación y el
alcance de las propuestas, en relación con la necesidad individual
exteriorizada subjetivamente.
Análisis de tendencias.--El foco de la atención es aquí el cam-
bio social, la transformación de las instituciones, grupos, etc., a lo
largo del tiempo. El análisis de tendencias es de naturaleza dinámi-
ca, viene constituido por una especie de corte longitudinal. Así, por
ejemplo, el estudio del fenómeno de la urbanización constituye un
estricto análisis de tendencias.
La diferencia que existe entre análisis estructural y análisis de
tendencias, como se desprende claramente de cuanto hemos dicho,
es meramente conceptual: es evidente que toda estructura real
aparece inserta en un proceso histórico de evolución, del que sólo
mentalmente se la abstrae para poder destacar así las características
de perdurabilidad.
(3) KONIG, René: "Struktur", loco cit., p. 288.

74
Análisis de normas y crítica de la ideología.-Aquél implica el
esclarecimiento del sistema de valores que determina e influye sobre
el sistema social; ésta supone la determinación del grado de con-
gruencia o, en su caso, de incongruencia, entre sistemas de valores
y situación social de hecho.
En la realidad del proceso de investigación, estas tres formas
de análisis, en la mayoría de las ocasiones, no aparecen separada-
mente, sino que coinciden o se combinan entre sí.
2) ForrnulaGÍón de pronósticos
Con la ayuda de análisis -por regla general, análisis de ten-
dencias- se proyectan mentalmente hacia el futuro las orientacio-
nes de la evolución. Como pronósticos sociológicos típicos se pue-
den citar el cálculo previo del desarrollo demográfico e incluso la
predicción relativa a la evolución de los hábitos de consumo o la
previsión de las tendencias evolutivas de las instituciones Oa em-
presa, la familia y otras semejantes).
3) Construcción de modelos pragmáticos
Esta supone el desarrollo del trinomio fin-medio-relaciones, con
arreglo a determinados puntos de vista preestablecidos. No existe,
en modo alguno, un consenso generalizado acerca de la apreciación
de que esta tarea entre dentro de los cometidos de la sociología;
es frecuente que se la rechace, con base en una referencia al pos-
tulado de la independencia de los valores que caracteriza a las
ciencias sociales. Aquí, no obstante, la incluimos en la definición,
porque constituye una parte esencial de las tareas sociológicas, si
se quiere que la sociología sirva realmente como ciencia auxiliar
útil, es decir, aprovechable prácticamente.
d) Métodos
Los métodos, entendidos aquí, como antes, en el sentido de
escalonamiento de las actividades en el tiempo, se rigen conforme
a las correspondientes tareas a realizar. Pueden distinguirse, funda-
mentalmente, las cuatro fases siguientes:
l.a Configuración de ideas, sistemática conceptual y elabora-
ción de hipótesis. Tanto en la sociología general como en las espe-
ciales (teoría en sentido amplio), existe ya un fondo perfectamente

75
utilizable de nociones básicas e igualmente una sistemática concep-
tual ya elaborada. Conceptos de la teoría sociológica general tales
como los de sistema, estructura, función, dominación, conflicto, in-
tegración' etc., y de las sociologías especiales, como pueden ser los
de industrialización, urbanización, vecindad, etc., constituyen ya
instrumentos usuales que se emplean en la comprensión de situa-
ciones nuevas y de contextos presuntamente causales.
La elaboración de hipótesis implica la configuración de teorías
provisionales o, como lo denomina Popper, "la anticipación provi-
sionalmente infundada" (4). Scheuch califica a las "hipótesis de tra-
bajo" de "predicciones acerca de cómo ha de producirse el resulta-
do de una investigación concreta" (5). La hipótesis, partiendo de la
experiencia primaria y mediata -es decir, de una parte de la propia
concepción y observación, y de otra de la utilización de teorías ya
construidas-, sirve para conjeturar relaciones causales y para pre-
decir determinados resultados teoréticos de la investigación aco-
metida.
"Las ciencias sociales, en general, no suelen contentarse con
la descripción de fenómenos individuales. Buscan, por encima y
más allá de ellos, hipótesis generales (leyes), con cuya ayuda pue-
den esclarecer y predecir los fenómenos sociales, aspirando, ade-
más, a integrar tales hipótesis en sistemas comprensivos (teorías),
que hagan posible la explicación de complejos mayores de hechos
sociales" (6). Albers define la hipótesis como "afirmación sustan-
cialmente empírica, que resulta esencialmente susceptible de
comprobación mediante el análisis fáctico" (7).

La hipótesis es "sustancialmente empírica" de dos maneras di-


ferentes: en primer lugar, porque se tiene en cuenta la experiencia
mediata, o sea, la utilización por analogía de los resultados ya exis-
tentes de la investigación; a menudo ha de darse uno por satisfecho
esencialmente con tales deducciones analógicas, puesto que no
siempre es posible, a partir de tales bases, realizar una investiga-
ción por cuenta propia. En segundo lugar, porque en la formulación
(4) POPPER, K. R.: Logik der Forschung, loe. cit., p. 7.
(5) SCHEUCH, Erwin K.: "Methoden", loe. cit., p. 191.
(6) ALBERT, Hans: "Probleme der Wissenschaítslehre in der Sozial-
forschung", loe. cit., p. 50.
(7) Loe. cit., p. 50.

76
de hipótesis entra en juego en gran medida la experiencia primaria,
y desde luego en forma de lo que Schelsky ha denominado "expe-
riencia primaria cientifizada" del sociólogo y "desnaturalización
científica del conocimiento primario del mundo, como hábito total
del pensamiento" (8).
2.D. El paso siguiente en la sucesión de los métodos es la com-
probación empírica de las hipótesis formuladas. Las formas de esta
comprobación son la validación, como confirmación, y la falsedad,
como refutación, de la hipótesis.
"Ambas posibilidades, validación y falsedad, son criterios
esenciales del conocimiento científico-experimental. Pero mien-
tras que un número discrecional de casos conformes (validación)
jamás excluyen la posibilidad de una falsedad ... , toda falsedad,
en cambio, resulta intelectualmente concluyente y, por ende, de-
finitiva" (9).
3.3. Al final de esta comprobación de las hipótesis tiene lugar
la configuración de tesis y teorías. Las tesis son hipótesis corrobo-
radas o refutadas empíricamente. Las hipótesis desmentidas se ex-
presan en forma negativa: "La vecindad no es, como en un prin-
cipio se suponía... " Las tesis son proposiciones específicas, teorías
parciales; las teorías son sistemas de tesis o de proposiciones indi-
vidualizadas. El esfuerzo se dirige hacia la construcción de teorías.
Frecuentemente, este propósito fracasa ante la imposibilidad de
verificación empírica, por ejemplo, porque la elaboración de una
teoría exige la construcción de un todo muy complejo para la com-
probación de las correspondientes hipótesis, pero, por causas rela-
cionadas con las técnicas de encuesta o sondeo, solamente se pue-
den investigar simples aspectos parciales. Por ello, en las ciencias
sociales puede uno considerarse bastante afortunado si logra llegar
a la formulación de tesis.
R. Konig distingue, con respecto a las teorías sociológicas,
"atendiendo para ello al creciente grado de abstracción de los
conceptos obtenidos", las categorías siguientes:
----
(8) SCHELSKY, Helmut: Ortsbestimmung der deutsehen Soziologie,
loe. cit., p. 81.
(9) KLOTEN, Norbert, y KUHN, Helmut: "Wirtschaftswissenschaft: Me-
thodenlebre", loe. cit., p. 311.

77
"Observación de las regularidades empíricas;
Desarrollo de teorías ad hoc;
Teorías de alcance medio;
Teorías de elevada complejidad" (lO).
Además del punto de vista del "creciente grado de abstrac-
ción", parece que aquí ha de tenerse en cuenta también el de la
susceptibilidad de comprobación empírica, con lo cual se incluye
en esta tipología la diferenciación entre teorías sociológicas en
sentido amplio y en sentido estricto. A la "observación de las
regularidades empíricas" y al "desarrollo de teorías ad hoc", si
nos atenemos al sistema metodológico que nosotros proponemos,
no se les puede reconocer en todo caso el rango de teorías en
sentido estricto; ambas actividades pertenecen al escalón de for-
mulación de hipótesis, e incluso la "observación ... ", etc., puede
que solamente en sus fases más avanzadas, en cuanto a 12 experi-
mentación primaria cientifizada. Konig, ciertamente, califica las
teorías ad hoc, en esencia, de "hipótesis que sirven exclusiva-
mente para relacionar las regularidades (delimitadas) existentes
con proposiciones teoréticas" (11), pero admite que tales hipóte-
sis " ... satisfacen todos los presupuestos lógicos de la configura-
ción de teorías" (12). "Algunas veces, no obstante, la investiga-
ción no llega a alcanzar el nivel de las teorías ad hoc (hipótesis,
observación del autor), sino que se detiene en el escalón de la
exposición meramente descriptiva de ciertas regularidades, sin
poder ofrecer una explicación teórica, ni tan siquiera parcial, de
esas regularidades" (13). Traducido a nuestro propio lenguaje,
esto quiere decir que, por sí misma, la explicación hipotética suele
ser imposible. En cuanto que, por regla general, ya puede uno
darse por satisfecho si logra establecer hipótesis plausibles.

Teniendo en cuenta estas observaciones restrictivas, que era


preciso hacer, ha de reconocerse que la sociología, hasta hOY9 cuenta
con pocas teorías, entendidas como sistemas de hipótesis suscepti-
bles de comprobación. Mucho de lo que se ha presentado como

(10) KONIG, René: Introducción al Handbuch der empirischen Sozia¿-


forschung, loco cit., p. 5, y "Grundlagenprobleme der sozialogischen Fors-
chungsmethoden", loco cit., p. 32.
(lO Loc. cit., p. 30.
(12) Loc. cit., p. 31.
(13) Loc. cit., p. 5.

78
teoría en sentido estricto no es, en verdad, más que teoría ad hoc,
es decir, hipótesis y, por tanto, a lo sumo, teoría en sentido amplio.
Por lo que toca al punto de vista del "creciente grado de abs-
tracción" o incluso de la complejidad de la teoría, sí que resulta
acertado establecer para las teorías un continuo, un campo sin solu-
ción de continuidad. En uno de sus extremos se sitúan las tesis, o
sea, teorías parciales sobre fenómenos parciales; luego, al otro ex-
tremo, se llega a una teoría "total" de la sociedad, la cual, en ver-
dad, no pasa, por ahora, del terreno de lo meramente concebible.
Así, por ejemplo, hoy en día aún no puede construirse una teoría
compleja de la ciudad.
4.a La última fase de los métodos es la de formulación de pro-
nósticos y/o modelos pragmáticos, a partir de las teorías elaboradas.
A menudo no se llega en absoluto a esta fase; ello depende de la
correspondiente fijación de las tareas y cometidos. En el contexto
de las disciplinas políticas, no obstante, suele requerirse, por regla
general, la formulación de pronósticos o, en su caso, de modelos.
Por citar un ejemplo que lo aclare: la tarea de analizar la estruc-
tura y función del centro (city) de una gran ciudad termina, meto-
dológicamente. en la tercera fase, la configuración de teorías; la
tarea encaminada a elaborar propuestas pragmáticas para la elimi-
nación de las dificultades circulatorias en una city sobrepasa el
análisis y la deducción de pronósticos, en este caso predicciones
sobre el tráfico (que no suelen formularse por el sociólogo, sino que
se "exigen" del experto en tráfico circulatorio), para entrar en la
confección de modelos. Se ha de advertir aquí, igualmente, que la
elaboración de modelos a partir de tesis es el caso ideal: con fre-
cuencia tiene uno que contentarse con hipótesis.

e) Modalidades
Las modalidades se han de considerar en estrecha relación con
los métodos; denotan el modo de proceder en el desarrollo gra-
dual de las actividades. Para la sociología, pueden distinguirse,
esencialmente, modos teoréticos y empíricos. Ello significa que las
modalidades, a diferencia de lo que ocurre con una actividad com-
pleja como el urbanismo, son exclusivamente "científicas". Las mo-
dalidades teóricas pueden subdividirse según sus orientaciones bá-

79
sicas (fenomenológica, dialéctica, del conocimiento lógico, etc.) (14);
las empíricas se corresponden con las diferentes técnicas die la in-
vestigación social, como son la observación, la entrevista, la expe-
rimentación, etc. Aquí no hemos de seguir ocupándonos de estas
diferenciaciones de ambas especies de modalidades. Lo importante
es hacer notar que en la sociología, como ya se ha puesto de mani-
fiesto en la exposición de los métodos, teoría y empirismo apare-
cen enteramente fundidos entre sí.
La noción de teoría se emplea aquí con un doble significado:
por una parte, se considera como término opuesto al concepto de
empirismo; teoría es lo que no es empírico, es el conjunto de lo que
debe obtenerse mediante el trabajo abstracto, lógico-sistemático,
explicativo, etc. La otra faceta de la noción de teoría es mucho más
angosta: en este sentido estricto indica el alumbramiento de un sis-
tema de proposiciones susceptibles de comprobación, lo que viene
a equivaler a la tercera fase de nuestros métodos. Por desgracia,
no es posible prescindir de esta duplicidad de significación, dado
que el primero de los sentidos indicados del término está profunda-
mente enraizado en el lenguaje usual. Esta es la razón de que se
distinga entre teoría en sentido amplio y en sentido estricto.
Si se coordinan en un solo esquema los métodos y las modali-
dades, resulta el siguiente cuadro:
Métodos Modalidades
1. Configuración de ideas Teorética
Sistemática conceptual (en sentido amplio).
Elaboración de hipótesis
2. Comprobación Empírica.
Validación, falsedad Observación, experimentación.
entrevistas, etc. (técnicas).
3. Configuración de tesis Teorética
Configuración de teorías (en sentido estricto).
4. (En su caso) formulación Teorética
de pronósticos y/o modelos (en sentido amplio).
pragmáticos
(14) Cfr., por ejemplo, FIJALKOWSKI, Jürgen: "Ober einige Theorie-
Begriffe in der deutschen Soziologie der Gegenwart", loe. cit., pp. 89 y ss.

80
La elaboración de tesis y la formulación de teorías son teoréti-
cas en sentido amplio, en cuanto registro sistemático de la realidad
y en cuanto tentativa de esclarecer provisionalmente conjuntos de
relaciones.
La comprobación de las hipótesis solamente puede realizarse
mediante la aplicación de las técnicas empíricas propias de la in-
vestigación social. La configuración de tesis, como elaboración de
proposiciones susceptibles de comprobación, es teorética en sentido
estricto, constituyendo el rendimiento teórico de la sociología, tam-
bién en sentido estricto.
La formulación de pronósticos o modelos es teorética en sentido
amplio, puesto que, a su vez, vuelven a plantear hipótesis.

2. RESUMEN

La definición de la sociología que hemos propuesto, cortada a la


medida de 10 que requiere este trabajo, puede presentarse, como
hicimos con la definición del urbanismo, en forma de cuadro esque-
mático (véase página siguiente).
Si se comparan las definiciones de urbanismo y sociología, llama
la atención inmediatamente el hecho de que la estructuración y
disposición de los rasgos característicos es düerente. Ello se debe
a que en ambas disciplinas existen unas dependencias distintas en-
tre esos diversos rasgos característicos. En el cuadro correspon-
diente a la sociología, las intenciones se sitúan en cabeza. Ya diji-
mos que en la ciencia (en contraste a lo que sucede en cualquier
disciplina política) la intención ha de entenderse como algo autó-
nomo, es decir, como algo que no se orienta a partir de otra carac-
terística de la definición o que no viene determinado ni influido por
ningún otro de los rasgos característicos. Es la intención, como
"interés científico" (hallazgo de la verdad), la que determina el
objeto y las tareas de la sociología, y como "hallazgo de la verdad"
y "exigencia de una investigación exenta de juicios de valor", es la
que determina los métodos y las modalidades. De este modo, de-
termina la selección, la forma de aplicación y la consumación con-
creta de todas las demás características de la definición, con la
sola excepción de la elección del objeto de la investigación: esa

81
6
SOaOLOGIA
Ciencia específica, sistemática y empírica=
= Identificación de la realidad social

Intenciones
Fines de las actividades

Hallazgo de la verdad, enriquecimiento cuan-


titativo y cualitativo del conocimiento, inves-
tigación objetiva y exenta de juicios de valor

-1 Objeto I
.:...- O_b_je_t_o_d_e_la_s_a_ct_i_v_id_a_d_e_s ~_

El individuo en su condicionalidad social y


la sociedad como conjunto de sistemas de
interacción social

Tareas
Contenidos de las actividades

Análisis
Análisis estructural
Análisis de tendencias
Análisis de normas y crítica de la ideología
Formulación de pronósticos
Elaboración de modelos pragmáticos
---- ~

Métodos Modalidades
I Escalonamiento de ¡as actividades I Especies de actividades

teoréticas, empíricas
Configuración y sistematización de teoréticas
ideas.
Elaboración de hipótesis.
Comprobación (validación, empíricas (todas las formas de la in-
falsedad). vestigación social empírica)
Configuración de tesis o teorías (da- teoréticas
do el caso). Formulación de pro- teoréticas
nósticos y/o modelos pragmáticos.
elección constituye un acto de apreciación o, al menos, con mati-
ces valorativos, que, aunque entra dentro de la intención científica
del descubrimiento de la verdad, cae más bien bajo el imperio de
intenciones extracientíficas. El objeto condiciona y determina las
tareas; éstas, a su vez, son determinantes de los métodos y de las
modalidades.

H.-SERVICIOS QUE LA SOCIOLOGIA PUEDE PRESTAR


AL URBANISMO

A partir de este momento hemos llegado al punto en que ambas


disciplinas pueden ser consideradas en sus relaciones mutuas. Des-
de ahora debe intentarse la tarea de mostrar, de modo sistemático
y completo, las posibilidades de contribución que ofrece la socio-
logía en favor de una disciplina como el urbanismo, orientada en
sentido político-pragmático. Para ello se hace preciso distinguir la
sociología del urbanismo de la sociología como ciencia funcional
auxiliar del mismo; la primera es el presupuesto previo de la se-
gunda. Las cuestiones decisivas para semejante planteamiento son
éstas: ¿Cómo se presenta en la realidad la colaboración entre
ambas disciplinas? Y ¿cómo podría presentarse? Deben discutirse,
pues, los requisitos, las condiciones y las posibilidades de tal co-
laboración.

1. SOCIOLOGíA DEL URBANISMO

Corresponde al terreno de los presupuestos previos que son pre-


cisos para una fructífera contribución de la sociología, como cien-
cia funcional auxiliar, al urbanismo, el analizar a este último en
cuanto institución y sistema de actuación social, en sus actividades
reales. así como en cuanto teoría sintética llevada a la práctica,
modo de proceder que va a desembocar, en definitiva, en la consi-
deración de la sociología como ciencia auxiliar del urbanismo.
Schelsky, en el capítulo de su Ortsbestimmung der deutscherz
Soziologie que se titula "Dificultades de la relación entre socio-

83
logía y praxis cientifizada" (y no cabe duda de que, conforme a
la definición del urbanismo que anteriormente se ha expuesto,
ésta entra dentro de la noción de "praxis cientifizada", en el sen-
tido en que la emplea Schelsky), dice que "la relación más esen-
cial y más difícil entre sociología y ciencias aplicadas hace refe-
rencia al hecho de que las mismas ciencias aplicadas pasan a ser
objeto de investigación de la sociología" (15). Cita tres factores
capitales que provocan el enojo de la disciplina analizada: .lo La
crítica de la ideología, o sea, el hecho de que la sociología no se
identifica con las intenciones de las demás disciplinas, sino que
incluso las convierte en objeto de su conocimiento. 2. 0 El descu-
brimiento de "dependencias, presunciones, coacciones y parciali-
dades sociales"; y 3.0 La descripción de "consecuencias secunda-
rias inadvertidas y, en todo caso, no deseadas, que las actuaciones
de la correspondiente praxis han engendrado en el sistema social
general" (16).

Las experiencias recogidas en reuniones y congresos nos permi-


ten dar cuenta aquí de la forma tan negativa en que fue interpreta-
do por determinados urbanistas el análisis realizado por Hans Paul
Bahrdt sobre el tema de las dificultades de comunicación que exis-
ten entre urbanistas y sociólogos (17), estudio que no encierra, en
modo algunos, el más mínimo desdén o menosprecio; se dijo, sin
embargo. que Bahrdt calificaba francamente al urbanista de anal-
fabeto; que él, en cambio, adoptaba la postura ensoberbecida del
experto en las ciencias del espíritu, etc., etc.

a) Inicios de una sociología del urbanismo


Quizá hayan sido estas dificultades las que hasta ahora no han
dejado que surja una sociología del urbanismo. Si se echa una
ojeada de conjunto a la literatura sociológica que tiene por tema
el campo del urbanismo, se llegará a la conclusión de que en la
mayoría de los casos este aspecto, o no ha sido objeto de la más
mínima atención, o se ha despachado con unas pocas frases. Ello

(15) SCHELSKY, Helmut: Ortsbestimmung der deutschen Soziologze,


loe. cit., p. 142.
(16) Loc. cit., pp. 143-44.
(17) BAHRDT, Hans Paul: Die moderne Grossstadt, loe. cit., pp. 7 Y ss.

84
podía ser admisible si en tales casos, al menos, se hiciera referen-
cia a la bibliografía relativa al tema "ciencia y praxis"; pero es que
ni tan siquiera esa cita se hace. Antes bien, se entra inmediata-
mente en la problemática de la sociología como ciencia auxiliar,
donde se trata de los resultados logrados hasta ahora y de sus posi-
bilidades futuras. Hemos de citar, no obstante, algunos ejemplos
en que se hace mención de la específica situación planteada en
cuanto a la comunicación entre urbanistas y sociólogos, aunque
aquí sólo nos interesan, naturalmente, aquellos trabajos que tienen
por tema, explícitamente, la relación entre sociología y urbanismo,
y no aquellos otros realizados en el terreno de las sociologías espe-
ciales, del municipio, de la comunidad, de la ciudad, etc.
Hans Paul Bahrdt, en su citado estudio La gran ciudad mo-
derna, ha entrado en el problema de la sociología del urbanismo,
en la medida en que ha hecho algunas observaciones, más o me-
nos someras, respecto de la situación de comunicación que se da
entre urbanistas y sociólogos. Según Bahrdt, ambas partes coinci-
den en una misma motivación: por su "malestar ante la socie-
dad" (18). "Estos arquitectos saben perfectamente, en la mayoría
de los casos, que la sociedad actual no se encuentra bien ordena-
da. Les resulta claro también que ni su formación ni su vida pro-
fesional les ha proporcionado unos conocimientos suficientes so-
bre los problemas sociales. Acuden, por ello, a los sociólogos. Si
se llega a producir el encuentro, surge a menudo una simpatía a
primera vista. Pues el sociólogo, la mayoría de las veces, tam-
bién ha introducido en su ciencia una sensación de malestar ante
el estado de la sociedad" (19). Sin embargo, pronto surgen difi-
cultades. Estas derivan del hecho de que el urbanista plantea unas
exigencias que la sociología no puede satisfacer, concretamente,
la de concebir una imagen normativa de la sociedad para formu-
lar en su contexto pronósticos a largo plazo. Bahrdtve otra düi-
cultad en la circunstancia de que en ambas disciplinas se hablan
lenguajes técnicos diferentes y están vigentes unas formas dis-
tintas de pensar: plástica en el urbanista y abstracta y no gráfica
en el sociólogo (20).

(l8) Loc: cit., p. 9.


(19) Loe. cit., p. 9.
(20) Loc. cit., p. 10.

85
Se han abordado aquí dos problemas que pertenecen al com-
plejo de la sociología del urbanismo y que merecen una mayor
atención: el de la actitud de expectativa que mantienen los urba-
nistas con respecto a la sociología y el de las dificultades de comu-
nicación que existen entre ambas disciplinas. La afirmación de
Bahrdt de que urbanista y sociólogo coinciden porque ambos con-
sideran a la sociedad como algo "que no está en orden" y desean
cambiarlo, no es exacta, en modo alguno, por lo que a la sociología
se refiere. El sociólogo puede abordar los problemas del urbanismo
con un interés puramente científico, entendido en el sentido de la
definición propuesta; una actitud preconcebida de mejora del mun-
do puede llegar incluso a enmascarar, más que a favorecer, el co-
nocimiento de la realidad (que es, precisamente, lo que se trata de
conseguir).
E. Pfeil también se ocupa de la relación urbanismo-sociología.
Al principio se ha considerado al sociólogo "con recelo": "Los
resulfados de la sociología fueron, efectivamente, aprovechados
de vez en cuando, pero de una forma un tanto arbitraria, en la
que se entresacó lo que venía a confirmar las posturas y tesis
propias, mientras se desoía todo lo que resultaba incómodo y
podía haber exigido un cambio de orientación en la forma de
pensar" (21). Hoy la situación ha cambiado: "El sociólogo ya no
puede quejarse de que no se le pregunte o de que no se le escu-
che. Más bien estima que se le pide demasiado: se espera de él
que siempre tenga listas respuestas concretas, y hasta verdaderas
recetas" (22).
Hartenstein sustituye el concepto de "sociología" por el de
"ciencia social", porque cree que con ello pueden eliminarse de-
terminadas asociaciones negativas que para los urbanistas apa-
recen unidas ya al concepto de "sociología". El concepto de "cien-
cia social" no aparece "tan cargado de prejuicios, casi diríamos
de mala fama, como los de ~sociología' o tsociólogo'; Hoy, entre
nosotros, aparece vinculado al sociólogo un solo cliché: el de
que su papel no es otro que el de criticar las posiciones y opi-
niones dominantes; que se acerca a sus temas con gran insensi-
bilidad; que se muestra inclinado a destruir los tabúes en que se
----
(21) PFEIL, Elisabeth : "Zur Rolle des Soziologen beim Stadtebau",
loe. cit., p. 179.
(22) Loe. cit., p. 179.

86
tiene confianza, razón por la cual, llegado el caso, se le han puesto
trabas para dejarlo en el lugar que le corresponde. Dicho breve-
mente: viene a ser algo así como un curandero". Y añade el
autor: "Dos son las reacciones frente al sociólogo que me pare-
cen típicas: se siente una especie de temor ante él; Y no se le
toma enteramente en serio" (23). Se pone de manifiesto aquí la
típica ambivalencia de la actitud del político frente al analista,
que funcionalmente debe necesariamente criticar a aquél, pero
también tiene que ayudarle.

Estos ejemplos pueden bastar para mostrar la dirección en que


debe proceder una consideración de la relación comunicativa entre
urbanismo y sociología. Pero también ponen de manifiesto que el
problema no solamente no ha sido aún suficientemente estudiado,
sino incluso que apenas si se ha suscitado todavía.
Si se pretende trazar las líneas básicas de una sociología del
urbanismo, se plantean indirectamente estos cuatro grupos de cues-
tiones:
- El urbanismo como institución.
- Las típicas actitudes de expectativa del urbanista con res-
pecto a la sociología.
- La imagen de la sociedad que tiene el urbanista.
- Comunicación e interacción entre urbanismo y sociología;
la correspondiente problemática se plantea aquí, esencial-
mente, en dos campos:
1) Formación, modo de pensar y lenguaje, y
2) Instituciones de la colaboración.
b) El urbanismo como institución
Cuando se trata de considerar al urbanismo como institución y.
por tanto, al sujeto, al actor, de las actividades urbanísticas, pue-
den distinguirse, en total, estos cinco grupos:
- Instituciones de la Administración estatal; autoridades y
servicios públicos de construcción urbana, oficinas y depar-
tamentos municipales de construcción, etc.
(23) HARTENSTEIN, Wolfgang: "Soziologische Grundlagen der Stadtpla-
nung", loe. cit., p. 29.

87
- Instituciones de enseñanza, investigación y planeamiento, en
el marco de los centros docentes; cátedras de urbanismo e
Institutos especiales, en las Escuelas Superiores y Univer-
sidades.
- Instituciones económico-privadas de construcción de vivien-
das y urbanismo; sociedades mercantiles de utilidad pública
y otras relacionadas con la construcción.
- Arquitectos en el ejercicio libre de la profesión.
- Otras instituciones privadas y personas físicas actuando a
título particular.
El grupo más frecuente y cualitativamente más eficiente viene
representado por las instituciones públicas. Comienzan por los de-
partamentos de urbanismo de las pequeñas ciudades y terminan en
los gigantescos organismos de las grandes ciudades relacionados
con la construcción, que siempre cuentan con oficinas especiales
dedicadas al planeamiento urbano. También las autoridades terri-
toriales (de los Lander) cuentan frecuentemente con sus propios
organismos o departamentos administrativos competentes en ma-
teria urbanística, como sucede, por ejemplo, si los Lander poseen
en las ciudades considerables bienes inmuebles. Estos órganos pú-
blicos, en la mayoría de los casos, adoptan tan sólo las decisiones
fundamentales (plan de utilización del suelo, plan de ordenación),
mientras que su cumplimiento y ejecución concreta (plan de edifi-
cación, plan de urbanización) se encomiendan a otras instituciones.
Las instituciones comprendidas en el marco de las Escuelas
Superiores se ocupan normalmente, de modo predominante, de las
cuestiones científicas y de las relacionadas con el urbanismo como
materia de enseñanza, aunque con frecuencia toman también parte
activa en cuestiones de planeamiento propias del urbanismo, en
forma de participación en concurso y prestación de asesoramiento.
Entre las instituciones privadas, en el curso de los últimos de-
cenios han pasado a ocupar un primer plano de importancia las
sociedades constructoras de viviendas sociales. Estas instituciones
han comenzado en los últimos años a emprender actividades de
planeamiento urbano y urbanísticas en sentido estricto, probable-
mente como reacción frente a las crecientes críticas formuladas con

88
respecto a la forma y estilo de su actividad constructiva. Han co-
brado gran importancia las convocatorias de concursos urbanísticos
y las propuestas de proyectos urbanísticos redactados por ellas mis-
mas. Sería tentadora la tarea de determinar si las motivaciones que
han impulsado estas nuevas actividades han sido las de simple pu-
blicidad, si representan una especie de "imagen-cosmética", o si
han nacido de la toma de conciencia de que hasta ahora, en el tra-
bajo de estas sociedades, el factor urbanístico había sido excesiva-
mente descuidado, quedando muy relegado.
Los arquitectos, por regla general y en cuanto al urbanismo se
refiere, suelen ejercer como proyectistas de las sociedades cons-
tructoras y de los organismos públicos competentes en estas mate-
rias. Para ellos, todavía aparece mínimamente perfilada la transición
de la arquitectura al urbanismo, lo que en modo alguno ha de ser
siempre una desventaja. Frecuentemente actúan también como ase-
sores de las autoridades y de las sociedades constructoras.
Finalmente, también los particulares pueden ser sujetos activos
en la actuación urbanística, en cuanto que, por ejemplo, pueden
proporcionar los motivos que promuevan una acción urbanística,
pueden organizar concursos e influir decisivamente en los resulta-
dos de tales actividades.
Una sociología de las instituciones que investigase la participa-
ción de cada uno de los actores en las actividades urbanísticas y
la influencia ejercida en la adopción de las decisiones, podría pro-
porcionar importantes informaciones acerca de la estructura del
urbanismo. Pero aún no existe, ni siquiera en forma rudimentaria.
Aunque para el planteamiento de la temática que aquí nos interesa
no era imprescindible citarla, aludimos a ella, simplemente, por
razones de integridad de la exposición.

c) Actitudes de expectativa
En un intento de exposición ideal típica de las expectativas y
criterios del urbanista frente a la sociología, cabe pensar, en par-
ticular, en los siguientes tipos de actitud, formulados hipotética-
mente:
1) El tipo de actitud de "soberbia universalista".-La sociolo-
gía, como cualquier otra ciencia objetiva que venga al caso, se

89
rechaza por principio. Se confía más en la intuición que en la me-
ticulosidad empírica de las ciencias analíticas.
Esta actitud se pone de manifiesto en las siguientes frases:
"Pero es que incluso de 10 que es el verdadero producto o ser-
vicio de la ciencia, la descripción de 10 que existe, el planificador
serio solamente puede sacar un provecho limitado. Se encuentra
con que solament'e puede utilizar una parte casi insignificante de
los resultados de la investigación que, con frecuencia, se han
obtenido tras arduos esfuerzos. La ciencia proporciona tal canti-
dad de hechos particulares, que el planificador tiene que omitir
y simplificar datos por doquier, para poder obtener una visión de
conjunto. Pero para conseguirla no necesita realmente, en amplios
sectores de su actividad, ni de la investigación ni de la ciencia.
La contemplación inmediata de las cosas, la simple convivencia y
la proximidad y presencia de las demás personas le resultan, a
menudo, más importantes que todo 10 que la ciencia pueda reco-
pilar acerca de su campo de planificaci6n" (24).
Hagamos todavía otra cita: "Es claro que con esa gran res-
ponsabilidad técnica, económica y social que supone ... , se debe
exigir al urbanismo una cuidadosa fundamentación científica. A
menudo siente una verdadera consternación al ver el escaso fun-
damento científico con que se lleva a cabo el planeamiento urba-
no ..." Pero seguidamente se establece esta equiparación: "Una
gran visión de conjunto tan s610 se revela a la intuici6n, al eleva-
do instinto de todas las fuerzas anímico-espirituales, desde la
razón práctica, pasando por la ciencia y el arte, hasta la propia
conciencia. La intuici6n actúa como misteriosa fuerza magnética
que señala la direcci6n fundamental a seguir" (25).

Esta actitud, pues, se caracteriza por ignorar la imposibilidad


fáctica que existe de captar y comprender la realidad social de una
forma inmediata e ingenua partiendo de la propia experiencia pri-
maria, así como por creer que la ciencia solamente puede propor-
cionar, en definitiva, hechos particulares, sin cohesión ni relación
entre sí. Parece, en todo caso, que lo que se ha esperado de la
ciencia ha sido el suministro de datos, que luego se piensan mani-
(24) WOLFF, Josef: Zeitfragen des Stiídtebaues, loco cit., p. 15.
(25) UMLAUF, J.: Vom Wesen der Stadt und der Stadtplanung, loco cit.,
pp. 23-24.

90
pular de manera soberana. Las relaciones y contextos teóricos, en
cuyo seno se sitúan los datos particulares, no interesan. De aquí
que la sociología resulte especialmente sospechosa, pues no propor-
ciona datos simples, sino que practica también la libre crítica de la
ideología. Se prefiere, por ello, no recibir aportaciones de ninguna
parte, limitándose a considerar el urbanismo como una técnica o
un arte, en cuyo campo se procede de forma ampliamente intuitiva
y donde se puede actuar encerrado en una torre de marfil, aislado
de todas las demás disciplinas y sabores.
2) El tipo de actitud de "búsqueda del ideal" .-Esta postura
ha de verse en relación con unas corrientes sociopolíticas muy ge-
neralizadas en el urbanismo. La "política social" tiene aquí, por
cierto, una significación trascendental, pues implica que se preten-
de lograr una amplia transformación de la sociedad mediante el
urbanismo y, en último término, la mejora del mundo, todo ello
bajo el aspecto de una especie de fe en el progreso no definible con
exactitud. M. Broady denomina a este tipo de urbanistas social
consciences (26) y Albers califica esta actitud de "error milenaris-
ta" del urbanismo (27).
Esta actitud aparece muy ligada a fuertes tendencias de crítica
cultural. Es indudable que la misma sociología, a través de su pri-
mitiva tendencia, igualmente intensa, favorable a la crítica cultural,
manifestada en el campo de la sociología urbana, también ha con-
tribuido notablemente a la formación de semejante actitud. Los
"mi1enaristas", con el transcurso del tiempo, reconocieron que,
respecto de una sociedad que constantemente se va estructurando
de forma más complicada y que, por ende, se va haciendo cada
vez menos posible de abarcar de una sola ojeada, es muy difícil el
poder formular cuadros urbanísticos ideales que todo lo compren-
dan y que sean adecuados para todos. Nada se consideró más opor-
tuno, en la búsqueda de prototipos ideales, que recurrir a la dis-
ciplina que con tanto estrépito hacía sonar los clarines de la crítica
cultural, es decir, a la sociología. La esperanza de los urbanistas se
dirigió hacia la búsqueda de confirmación de su propia imagen de
la sociedad (teñida de crítica de la cultura) y de corroboración de
(26) BROADY, Maurice: Social Theory in Architectural Design, loe. cit.
(27) ALBERS, Gerd: "Stadtform und Zeitgeist", loe. cit., pp. 8-9.

91
sus propuestas concretas tendentes a la modificación de esa socie-
dad. Entretanto, la sociología, en cambio, se había alejado conside-
rablemente de su posición inicial de crítica cultural, de forma que
se originó un notorio desfase (lag) entre el grado de adaptación del
conocimiento sociológico al urbanismo y el estado objetivo de los
conocimientos de la sociología: todavía en el año 1957, autores
como Goderitz, Rainer y Hoffmann siguen citando, con toda serie-
dad, a Wilhelm Heinrich Rieh1, que escribía en el año 1861, para
documentar con ejemplos su propia crítica de la gran ciudad (28).
La sociología ahora no reaccionaba en la forma deseada, puesto
que no pretendía suministrar modelos ideales, sino que se limitaba
a analizar la imagen de la sociedad y las aspiraciones sociales que
se había forjado el urbanista, para ver si resultaban adecuadas a la
estructura social moderna, es decir, procedía a efectuar crítica de
la ideología. Con ello, el buscador del ideal ha vuelto a replegarse
sobre sí mismo, prescindiendo de la ayuda ajena, lo que no quiere
decir que estas veleidades no sigan alimentándose incluso desde el
lado sociológico.
Bahrdt piensa sin duda en esta actitud de expectativa cuando.
en un artículo sobre los servicios que la sociología puede prestar
al urbanismo, hace unas observaciones previas acerca de lo que
las ciencias sociales no pueden ofrecer: "Sucede ... con mucha
frecuencia que, precisamente por los prácticos del planeamioento
urbano... se expresa el deseo de que sean los sociólogos los que
deban remediar la falta de fijación de fines con validez general de
que adolece el planeamiento" (29). Bahrdt rechaza categórica-
mente semejante pretensión desmesurada.

3) El tipo de actitud de "sumisión a la ciencia".-Bajo el efecto


de esa búsqueda del ideal pretendida por los urbanistas, se ha puesto
de moda entre los sociólogos el facilitarles argumentos y explica-
ciones, previa advertencia de lo que la sociología no está en condi-
ciones de ofrecer, y el llamar la atención sobre el deseo que se ma-
nifiesta en el urbanismo de obtener imágenes ideales y valores que
(28) Cfr. GODERITZ, Rainer, y HOFFMAN: Die gegliederte und aufgeloc·
kerte Stadt, loco cit., p. 17.
(29) BAHRDT, Hans Paul: "Sozialwissenschaft und Stadtplanung",
loco cit., p. 16.

92
todo lo abarquen. Semejante generalización del tipo de actitud de
"búsqueda del ideal" resulta hoy enteramente improcedente, pues
precisamente bajo el influjo de las ciencias analíticas, con la socio-
logía al frente, se extiende entre los urbanistas, como reacción
frente a la postura de crítica de la ideología, una actitud que puede
denominarse de "sumisión o abandono a la ciencia". Quien la adopta
espera del sociólogo, no el suministro o la confirmación de esque-
mas ideales capaces de modificar la sociedad, sino más bien la co-
rroboración de la opinión de que todo esfuerzo en tal sentido es
"intrínsecamente" inútil. El trabajo analítico de crítica ideológica
llevado a cabo por la sociología, que se dirigió hacia el examen de
los esquemas ideales de sociedad total y de transformación de la
sociedad, no solamente ha producido en este campo un efecto des-
ilusionador, lo que resulta digno de loa, sino que ha ejercido tam-
bién un efecto paralizante en el ámbito de las intenciones urbanís-
ticas -entendidas en el sentido de nuestra definición- y de las
ideas directrices "parciales". Pero la inseguridad en cuanto a las
intenciones urbanísticas ha de esterilizar los esfuerzos de una dis-
ciplina que, como el urbanismo, no puede prescindir de la formu-
lación de fines y objetivos matizados por una considerable carga
valorativa. La "fe en la ideología", de la que tanto se han sonreído
los sociólogos, resulta menos inquietante que un "temor a los va-
lores" como el que ya se ha generalizado. Pues una cosa es clara:
el sociólogo puede siempre ejercitar una crítica sobre la exuberan-
cia o exceso de las intenciones, para señalar, por decirlo aSÍ, su
justa medida, pero no puede pretender con ello el imponer por su
parte su "voluntad de ideal". En conversaciones y discusiones con
urbanistas sorprende el hecho de que incluso la intención artística
del urbanismo se sitúe en un plano tan secundario, si es que no se
la rechaza rotundamente. Los resultados de la labor analítica de la
ciencia, por una parte, han privado al urbanista de su ímpetu in-
tencional y, por otra, han proyectado a un primerísimo plano el as-
pecto de lo funcional en el urbanismo, de manera que la intención
estético-artística ha quedado relegada, esencialmente, a la catego-
ría de residuo "ilícito". De la sociología se espera ahora que san-
cione el escaso valor que se atribuye a lo estético en comparación

93
con los demás intereses y conveniencias y, con ello, que favorezca
un funcionalismo irreflexivo.
4) El tipo de actitud de "expectativa crítica".-Este tipo po-
dría concebirse como categoría residual, en cuanto que, precisa-
mente, no representa nada de todo aquello que implican los demás.
o bien caracterizarse como tipo elaborado artificialmente al que
faltan acentuaciones y sutilezas, las "alzas unilaterales", en el
sentido en que emplea la expresión Max Weber. En todo caso, se
distingue de los otros tres tipos de actitud en que su postura frente
a la sociología aparece desprovista de la carga emotiva que matiza
a los demás: defensa, búsqueda y sumisión. Predomina aquí una
franqueza crítica distanciada. El urbanista sabe que necesita los
servicios y resultados específicos de la sociología, pero sabe tam-
bién que de ella no pueden venir iniciativas espectaculares que im-
pulsen a la acción, y lo sabe porque conoce la intención y el modo
de pensar de la sociología. Pero, en definitiva, en su independencia
como representante de una disciplina propia, que actúa en último
término configurando la realidad, no se deja obstaculizar. No le
"gusta" la sociología, pero tampoco le tiene miedo, la aprecia en su
verdadero valor, por el servicio que puede prestarle, y le exige que
colabore en el marco de sus posibilidades, que él está perfecta-
mente capacitado para enjuiciar críticamente.

* * *
Estos tipos de actitud se han presentado en un orden sucesivo
que podría representar una especie de evolución histórica. Se po-
dría decir, empleando un grado muy elevado de generalización,
que en la época en que se constituyó el urbanismo como disci-
plina independiente predominó el universalismo. En una segunda
fase, aproximadamente a partir de los años veinte, pasó a primer
plano el tipo de actitud de búsqueda del ideal. En el curso del últi-
mo decenio y medio se desarrolló el tipo de actitud de resignación
o sumisión a la ciencia, ciertamente sin que nunca haya llegado a
predominar. Ultimamente, ha comenzado a desarrollarse el último
de los tipos citados, el de la expectativa crítica. Aún no puede de-
cirse, en modo alguno, que sea preponderante, y todavía no puede
predecirse hasta qué punto habrá de generalizarse algún día.

94
Con esta alusión a esa especie de evolución histórica no se
trata de negar la presencia de los cuatro tipos de actitud en una
misma época, incluso en la actual. Los dos primeros existen en
todos los períodos del urbanismo, los dos segundos debieron aña-
dirse en un pasado relativamente reciente y en estos últimos años.
Contra la tipología que aquí hemos presentado podría formu-
larse la objeción de que no aparece suficientemente documentada,
con referencia a la bibliografía urbanística. Ello obedece a que las
posiciones y expectativas que se mantienen con respecto a la cien-
cia se debaten y exponen, en todo caso, desde el punto de vista
de cuáles sean las tareas que aquélla haya de realizar en favor del
urbanismo, lo que quiere decir, pues, que se intenta dejar en un se-
gundo plano el favor subjetivo, que se manifiesta precisamente en
tomas de posición, y trasponer el problema al nivel de la objetivi-
dad. Las correspondientes posturas personal-subjetivas han de cap-
tarse, si es que se puede, leyendo entre líneas. Pero son sobre todo
las manifestaciones orales las que revelan abiertamente posturas y
actitudes.
Hay que preguntarse ahora cuáles pueden ser las consecuencias
clave que para el sociólogo resultan de estas actitudes de expecta-
tiva del urbanista con respecto a la sociología.
En primer lugar, el sociólogo debe cobrar conciencia de la pos-
tura del urbanista con respecto a una ciencia analítica, para poder
obrar en consecuencia. El urbanismo es, al propio tiempo, objeto y
destinatario de la sociología. Si se desea "ayudarle", hay también
que "investigarlo". El urbanista jamás puede experimentar un puro
goce ante el trabajo del sociólogo, porque éste, ciertamente, le cri-
tica siempre. A partir de aquí debe entenderse la ambivalencia. El
sociólogo debe ser consciente de esta situación discrepante del ur-
banista y procurar compensarla, ejerciendo equilibradamente las.
facetas de su tarea, es decir, la parte crítica y la de ciencia auxiliar,
y tratar, al propio tiempo, de convencer al urbanista de que ambas
partes son necesarias, si se quiere que la cooperación sea fructífera.
Naturalmente, debido a la estructura de su pensamiento, al soció-
logo le resulta más fácii el momento crítico-analítico; por eso, no
resulta sorprendente que hasta ahora, en el trabajo sociológico rea-
lizado sobre el urbanismo, sea mucho más elevada la proporción

95
crítico-ideológica que la de pronóstico sustantivo y pragmática. El
urbanista propende ahora fácilmente a interpretar la figura del soció-
logo que ejercita la crítica ideológica como "juez", que rechaza. De
hecho, no es ésta la postura que corresponde al sociólogo, que, por
regla general, tampoco se la atribuye. El sociólogo goza de la liber-
tad de no tener que actuar políticamente (30); el urbanista, ex
definitione, viene obligado a ello. Para poder desenvolverse de
modo fecundo, el sociólogo, no obstante, debe comprender la situa-
ción intencional de los que tienen que actuar. Sería totalmente in-
oportuna la actitud del sociólogo que se limitase a sonreír con su-
ficiencia ante una "supuesta fe en la ideología" del urbanista. De
aquí que, para los sociólogos que se ocupan de una disciplina polí-
tico-pragmática, la perspicacia y la imaginación constituyen presu-
puestos ineludibles.
Cuanto llevamos dicho tiene, en principio, validez general. Con
respecto a los diversos tipos citados de actitud, hay que considerar
unas formas específicas de reacción por parte del sociólogo. Jndi-
quémoslas brevemente.
El sociólogo que se tropieza con el tipo de actitud que hemos
llamado de "soberbia universalista" reacciona de forma relativa-
mente simple. Se trata sencillamente de convencer a su interlocu-
tor de la necesidad que tiene el urbanismo de contar con el análi-
sis sociológico. Como se ha indicado, es más difícil hacer que re-
sulte plausible la sociología del urbanismo que la función de ciencia
auxiliar que desempeña la sociología. Al "buscador del ideal" ha
de explicársele claramente que tal aspiración no puede ser satisfe-
cha en modo alguno por la sociología. El sociólogo, además, debe
poner en claro que, en una sociedad "pluralista", los prototipos o
modelos ideales "totales", es decir, con pretensiones de amplitud y
vinculación general, poseen necesariamente un carácter irreal, o sea,
ideológico. La actitud de "sumisión" ha de combatirse llamando la
atención sobre la ineludible función que en el urbanismo cumplen
las intenciones. El escrito polémico de Mitscherlich que lleva por
título La inhospitalidad de nuestras ciudades (31) constituye un

(30) Cfr. SCHELSKY, Helmut: Ortsbestimmung der deutschen Soziolo-


gie, loe. cit., p. 128.
(31) MITSCHERLICH, A.: Die Unwirtlichkeit unserer Stiidte, loe. cit.

96
ataque (muy exagerado, por cierto), orientado desde el punto de
vista psicológico, contra la actitud de resignación del urbanista.
De forma típica, Mitscherlich culpa a la sociología -sobre todo a
los "estúpidos empiristas laboriosos" (32)- del hecho de que el
urbanista haya generado tan pocos impulsos creadores. No deja de
tener un cierto aspecto irónico la circunstancia de que Mitscherlich
intente volver a caldear la intencionalidad del urbanismo con los
mismos argumentos de crítica cultural de los que la sociología
creyó haberse ido desprendiendo penosamente poco a poco.

d) Imagen de la sociedad que tiene el urbanismo


Aquí solamente aludiremos a la idea que de la sociedad tiene
el urbanista como tema parcial de una sociología del urbanismo y
por razones de integridad expositiva; cualquier intento de estudiar
a fondo el tema excedería del marco que nos hemos trazado para
este trabajo, en el que se carga el acento más bien sobre el aspecto
pragmático del problema -por 10 que el esclarecimiento de la ima-
gen de la sociedad propia del urbanista solamente tiene aquí una
importancia subordinada-o A tal propósito habría que intentar
estudiar. en primer lugar, al urbanista en cuanto grupo social; para
ello tendría gran importancia el análisis de su procedencia social o,
en su caso, de su movilidad dentro de los estratos sociales (a título
de ejemplo, podría citarse aquí el estudio de Ralf Dahrendorf Los
jueces alemanes (33), que persigue una finalidad semejante con res-
pecto a otros profesionales). Habría luego que investigar la idea de
la sociedad y los objetivos socio-políticos, precisamente en cuanto
excediesen de las intenciones urbanísticas.

e) Comunicación e interacción
Para el análisis de la cooperación entre urbanismo y sociología
resultan importantes los planos de la comunicación y de la inter-
acción. Estos planos aparecen acuñados por el urbanista, teniendo
el sociólogo que adaptarse a la típica peculiaridad de aquél, si se
quiere que la cooperación sea fructífera. Una vez más resulta que

(32) Loe. cit., p. 48.


(33) DAHRENDORF, Ralf: "Deutsche Richter", loe. cit., pp. 176 y ss.

97
el sociológico, en primer lugar, tiene que aprender a comprender
unos ámbitos -de lenguaje, de pensamiento, de conceptos y de tra-
bajo- que le son extraños, a los que ha de acomodar su actividad.
Los planos de comunicación e interacción que tienen trascenden-
cia con respecto a la cooperación son la manera de pensar del urba-
nista y las instituciones de trabajo a que se incorpora el sociólogo.
1) El modo de pensar y el lenguaje del urbanista vienen a ser
los propios del arquitecto, pues la formación de aquél, antes como
ahora, es la misma que se imparte a los arquitectos, cosa que no
deja de tener su razón de ser. Los iniciadores de la postura de clara
separación del city-planning y el city-design, o del planeamiento
urbano y el urbanismo, pasan por alto el hecho esencial de que, en
último término, toda acción de planeamiento debe traducirse en la
realidad en una configuración constructiva. Sería francamente per-
judicial el crear la figura del "planificador" como profesional inde-
pendiente y con formación propia, poniendo luego a su lado al "ur-
banista", como simple ejecutor y, en definitiva, solamente como
mandatario delegado; sería pernicioso porque, entonces, los pro-
yectos (a nivel de los planes de edificación) ya no guardarían la
debida correspondencia con las previsiones del plan de utilización
del suelo y su génesis causal. La tendencia favorable a la indepen-
dización del planificador urbano y a desligarlo de la labor de con-
figuración física de la ciudad parece responder a una típica actitud
de prevención frente a las intenciones artísticas del urbanismo.
Sea como fuere, hoy no existe todavía en Alemania ninguna es-
pecie de enseñanza especializada para la formación del planificador
urbano, aunque tampoco se imparte una enseñanza propia al ur-
banista.
A título de ejemplo aludiremos al plan de estudios de la Es-
cuela Técnica Superior de Stuttgart, según el programa o regla-
mento de exámenes para arquitectos de 8 de septiembre de 1961.
En él se prevé, para la segunda parte de la carrera (cursos supe-
riores, del quinto al noveno semestre), junto a la asignatura bá-
sica de "redacción de proyectos", la de "urbanismo". Ambas son
de ampliación o profundización de estudios, y optativas, siendo
obligado cursar una de ellas. Si el estudiante elige la de urbanis-
mo, tiene que presentar cuatro proyectos, tres puramente arqui-

98
tectónicos y un cuarto de naturaleza estrictamente urbanística.
Para el desarrollo de la especialización en "urbanismo" se ofrecen
al estudiante distintos cursillos facultativos, como pueden ser,
por ejemplo, los de cálculo de costes en la urbanización, investi-
gación de estructuras en arquitectura urbana, etc.; entre las mate-
rias propias de las ciencias sociales han de citarse la sociología
de la gran ciudad, la geografía de los asentamientos de población,
teoría demográfica, análisis de los costes administrativos y públi-
cos y teoría de la economía política. Con esto no pretendemos
decir, ni mucho menos, que todas estas especialidades y cursillos
se ofrezcan con la extensión y profundidad suficientes, y ello,
incluso, prescindiendo del hecho de que el estudiante jamás está
en situación de poder frecuentar el número suficiente de cursillos
esenciales. Es de temer, incluso, que una dedicación así, super-
ficial, a los temas de las ciencias sociales estimule más el pensa-
miento ideológico que el analítico.
Un informe publicado en Stadtbauwelt (34), sobre las posi-
bilidades docentes y formativas de diversas Escueias Técnicas
Superiores alemanas, muestra que la formación de urbanistas se
desarrolla en algunas de ellas a un nivel algo superior al del ejem-
plo citado, pero en las demás a un nivel inferior.

Con este tipo de enseñanza, el urbanista que acaba de concluir


sus estudios es un arquitecto con una cierta especialización urbanís-
tica, conocimientos especiales en los que se acusa más el aspecto de
proyecto y configuración física que el de planeamiento y, por supues-
to, mucho más que el de fundamentación científica. Hemos de insis-
tir, una vez más, en que aquí no se trata de llevar a cabo una crí-
tica esencial de este sistema de enseñanza: el plan de estudios de
arquitectura constituye un presupuesto ineludible de la actividad del
urbanista, como lo es también del planificador urbano, si es que se
desea introducir sin restricciones esta denominación. El intento de
implantar un tipo de enseñanza propio y específico del planificador,
entendido en el sentido de profesional del planeamiento munici-
pal como tarea omnicomprensiva, habría de fracasar, en cuanto que
en tal profesional habrían de coincidir las figuras del planificador
social, el planificador económico y el planificador de la construc-
(34) "Studienarbeiten an deutschen Stadtebau-Lehrstühlen", loe. cit.,
pp. 186 y ss.

99
ción, lo que, habida cuenta de las ramas del saber (con actitudes
fundamentales divergentes) que en tal caso habría de dominar,
constituiría una pretensión absolutamente irrealista. Si se piensa
en la figura del mero planificador urbano, como simple especialista
limitado a determinados cometidos concretos, carecería, en cambio,
de la formación técnico-arquitectónica que es tan esencial, con lo
que no se daría el adecuado enlace entre planeamiento y configura-
ción física.
La opinión que hemos expuesto aquí coincide con la del pro-
pio urbanismo con respecto a este problema. Gerd Albers hace
hincapié en la conexión que existe entre arquitectura y planea-
miento urbano, atribuyendo a ambas el carácter de "tareas aná-
logas": "La coordinación de elementos diferentes y la formación
de un conjunto único a base de tales elementos constituyen la
expresión de una ordenación de valores para el cumplimiento de
la función" (35). Rechaza también, por de pronto, la capciosa
pretensión de dotar al planificador de unos conocimientos básicos
en materias propias de las ciencias sociales, alegando estos mo-
tivos: en primer lugar, que el planificador urbano necesita contar
con conocimientos y aptitudes técnico.arquitectónicas; en segun-
do lugar, que ha de utilizar "la voluntad y la energía dirigidas
hacia el juicio de valor y la configuración de la realidad"; y ni lo
uno ni lo otro puede adquirirlo mediante el estudio de las ciencias
sociales (36).

Posiblemente, el arquitecto joven que, reClen titulado, acomete


la actividad urbanística -para lo que, por regla general, habrá in-
gresado en un escalafón de funcionarios públicos-, en el curso de
su segundo examen oficial de aptitud habrá adquirido ya un con-
junto considerable de conocimientos urbanísticos, como especiali-
zación técnico-arquitectónica; pero, indudablemente, ni tan siquiera
habrá tenido posibilidad de adquirir un conocimiento suficiente de
las ciencias sociales o de capacitarse para poder penetrar por su
cuenta en el pensamiento sociológico.

(35) ALBERS, Gerd: "Hochschulausbildung und kommunale Planung",


loe. cit., p. 31.
(36) Loe. cit., p. 32.

100
Albers se opone también, con el máximo de escepticismo, a
la vía del segundo examen oficial de aptitud como medio de for-
mación de urbanistas (37). También otros autores hacen hincapié
en la estrecha vinculación que existe entre arquitectura y urba-
nismo, sobre todo en cuanto a enseñanza y formación. Umlauf
dice al respecto: "La profesión de arquitecto es... el punto na-
tural de partida para el planeamiento urbano" (38). Johannes
Goderitz recalca la importancia que tienen las tareas arqui-
tectónicas para el planeamiento urbano. De aquí que... "para
la labor de planeamiento urbano resulten tan adecuados, sobre
el talento y el interés técnico y arquitectónico". "La carrera de
arquitectura será una excelente y adecuada preparación previa
para el ejercicio de la actividad de planeamiento urbano, en espe-
cial porque imprime una forma de pensar y crear en tres dimen-
siones" (39).

En general, pues, parece que no existe ninguna duda en cuanto


a la afirmación de que la asociación de arquitectura y urbanismo
es algo que está en la naturaleza misma de las cosas y que consti-
tuye el camino acertado en cuanto a enseñanza y formación se re-
fiere.
El sociólogo que comienza a colaborar con el urbanista tiene
que actuar, por consiguiente, con un colega que, por razón de la
formación completamente distinta que posee, tiene una forma de
pensar diferente e incluso habla un lenguaje diverso. En las defini-
ciones propuestas se ha puesto ya claramente de manifiesto la dife-
rencia que existe entre ambas disciplinas en cuanto a sus respec-
tivos puntos de arranque, intenciones, métodos, etc. Por ello, bas-
tará en este lugar con hacer algunas observaciones a título de
ejemplo.
El modo de pensar y el mismo lenguaje del urbanista (que siem-
pre es, además, arquitecto) son plásticos y "globales", por lo que,
a menudo, producen en el sociólogo un efecto de imprecisión y va-
guedad; el modo de pensar y el lenguaje del sociólogo son abs-

(37) Loe. cit., p. 27.


(38) UMLAUF, Josef: Vom Wesen der Stadt und der Stadtplanung,
loe. cit., p. 57.
(39) GODERITZ, Jehannes: "Ausbildung und Eignung ven Stadt- und
Landesplanern", loe. cit., p. 27.

101
tractos, críticos y tienden al máximo posible de precisión. La forma
de pensar del urbanista es sintética, tiende a la agrupación de las
partes en un conjunto abarcable, culmina en imágenes y configura-
ciones plásticas; el modo de pensar del sociólogo es analítico, tien-
de al fraccionamiento en partes de una totalidad (que, objetiva-
mente, no resulta abarcable de una sola vez) y culmina en teorías,
en el descubrimiento de regularidades y comportamientos norma-
tivos. El peligro está, sobre todo, en que el sociólogo considere
como inferior esa forma de pensar del urbanista, que le es extraña,
y por ello no se encuentre en situación de comprender la peculia-
ridad de esta disciplina, de adaptarse a ella y, debido a tal actitud,
de impulsar la cooperación con ella.
Algo bien distinto ocurre por parte del urbanista. En su caso
ya no se trata de una cuestión de adaptación a un colaborador y
todo eso, sino, una vez más y en primer lugar, del gran problema
de familiarizarse con los temas básicos y los conocimientos funda-
mentales de las ciencias sociales. El urbanista, que actualmente
se mueve en los puestos más destacados, es por lo general un sim-
ple aficionado en cuanto a la sociología se refiere. Y puesto que,
por regla general, ve claramente que su tarea posee una relevante
faceta social, se ve también forzado a enfrentarse con los proble-
mas sociológicos. Pero, en realidad, por falta de la adecuada for-
mación, no se encuentra en condiciones de hacer frente a tales pro-
blemas, por lo que fácilmente se deja llevar de tópicos e ideologías.
Actúa aquí, de forma muy marcada, el hecho de que la sociología
se ocupa de problemas que conciernen e interesan a todos. Cual-
quier persona razonable ha reflexionado alguna vez sobre proble-
mas que son objeto de la investigación sociológica. Como conse-
cuencia de ello, se produce fácilmente una transposición, una
especie de transformación en moneda de uso corriente, de los con-
ceptos, análisis, etc., elaborados con el máximo de cautela y cui-
dado por el sociólogo. El sociólogo, con frecuencia, ha de ver, con
verdadera consternación, cómo, al caer en manos del público inte-
resado, se convierten en mercancía barata sus hipótesis y tesis com-
plejas, abstractas y, en la mayoría de las ocasiones, elaboradas de
manera diferenciada para situaciones específicas.
Merece la pena señalar aquí esos aspectos, que tan importantes

102
son si se aspira a liberar al urbanismo -y con ello, también, a la
sociología- de un diletantismo irrealizable en el terreno socio-
lógico.
Nadie esperará que, por decirlo así, en cada urbanista se mate-
rialice también la figura de un sociólogo experimentado, pero lo
cierto es que el urbanista ha de encontrarse en situación de com-
prender al sociólogo en su forma de expresarse y de poder captar
adecuadamente los resultados de la investigación sociológica en su
propio terreno, sobre todo al necesario nivel científico de expresión
objetiva. La justificación de tal exigencia se deduce por sí misma
de la definición del urbanismo que hemos propuesto, como actua-
ción compleja y con un alto grado de relevancia social.
Si se acepta este requisito, la formación del urbanista habrá de
orientarse de forma correspondiente, comenzándose, en cuanto lo
permitan las circunstancias, por el mismo plan de estudios. Así,
por ejemplo. habría que incorporar a los cursos superiores del plan
de estudios de arquitectura -al menos para aquellos alumnos que
hubieran elegido el urbanismo como especialidad de ampliación-
algunos cursillos sobre temas sociológicos básicos, cuya aprobación
fuese obligatoria para el estudiante. En los ejercicios prácticos de-
bería favorecerse la investigación social empírica en facetas rele-
vantes para el urbanismo, con objeto de acercar al alumno lo más
posible a la "realidad social". Para los titulados en período de prue-
ba (de habilitación práctica), como para los ingenieros diplomados,
que se preparan para concurrir al segundo examen estatal de apti-
tud, podría hacerse obligatoria la asistencia a cursos sobre materias
propias de las ciencias sociales que se celebrasen en los mismos
organismos y centros oficiales urbanísticos, como los que ya son,
en buena parte, habituales. También aquí cabría pensar en la cele-
bración de conferencias, ejercicios prácticos y coloquios, todo ello
manteniendo el más estrecho contacto posible con las Escuelas
Técnicas Superiores o, en su caso, con sus profesores. Y, final-
mente, aún existen otras posibilidades de perfeccionamiento para
el urbanista y el planificador urbano que han accedido a un puesto
oficial y a condición de funcionarios, como pueden ser, por ejemplo,
las que ofrece la Deutsche Akademie für Stiidtebau und Lande-
splanuflg. La eficacia de todos estos esfuerzos por infundir en el

103
urbanista una cierta confianza en el depósito de ideas de las cien-
cias sociales -con la sociología en cabeza- depende de lo pronto
que se comience con la correspondiente labor pedagógica e infor-
mativa, es decir, que el efecto máximo se ha de lograr si se actúa
durante el estudio de la propia carrera. Si se quiere llevar al urba-
nista desde la pura forma de pensar del arquitecto hasta el punto
que hemos juzgado necesario, ello deberá hacerse durante el des-
arrollo de sus estudios en la misma Escuela Superior, o por lo me-
nos iniciarse ya en ella.
En una "Conversación imaginaria sobre la enseñanza urbanís-
tica en la Escuela Superior" se dice, de un modo interesante:
" ... Nuestro plan de estudios en la Escuela Superior aparece cor-
tado a la medida del arquitecto, de su forma de trabajar y de
pensar, no a la del planificador" (40). Con ello no se niega en
modo alguno la conexión que existe entre arquitectura y urba-
nismo: "Pero, realmente, de la arquitectura y el urbanismo tene-
mos que hacer, ya que no un ámbito homogéneo, sí al menos un
campo en que no se rompa la continuidad" (41), si bien existe
igualmente una "proporción distinta cuando se trata ... de la tarea
que corresponde al planificador: éste, por regla general, no la
realiza por sí mismo y, además, jamás está verdaderamente dis-
puesto a hacerlo. El plan urbano siempre es tan sólo la capta-
ción instantánea de un proceso intelectivo, mientras que el plan
de edificación se orienta hacia la ejecución de la obra como
algo concluso" (42).
Esta nueva forma de pensar como urbanista viene determina-
da también por la colaboración del sociólogo: la correspondiente
formación docente debería referirse también "a la investigación
urbana y no solamente al planeamiento urbano", y: "Creo igual-
mente que de la formación conjunta y del interés por la forma de
trabajar y pensar de los demás ha de derivarse precisamente un
mejor conocimiento de nuestras propias fronteras, así como un
cierto instinto para para saber cuándo hay que aproximarse al
colega procedente de otra Facultad" (43).

(40) ALBERS, Gerd, y otros: "Erdachtes Gesprach über die stadtebau-


liche Hochschulausbildung", loco cit., p. 200.
(41) Loc. cit., p. 200.
(42) Loc. cit., p. 201.
(43) Loc. cit., p. 201

104
Existe también, por parte del urbanismo, la tendencia clara a
proporcionar al urbanista una nueva forma de pensar que le resulte
adecuada, considerándose aquí la necesaria contribución de la so-
ciología. Como se ha dicho, no se trata de convertir al urbanista en
un sociólogo o "pseudo-sociólogo", sino en un profesional especia-
lizado que comprenda la otra ciencia en sus conceptos básicos y
que esté en situación de meditar en los resultados de esta otra
ciencia y en enjuiciarlos críticamente por sí mismo.
2) El segundo plano en el que se desarrolla la cooperación
entre sociología y urbanismo es el de las instituciones. Ha de plan-
tearse la cuestión de ver cuáles son las formas en que actualmente
se desenvuelve esta colaboración, si son óptimas y cuáles, en su
caso, deban mejorarse. También aquí, una vez más, resulta adecua-
do señalar que, conforme a las circunstancias reales, de ambas par-
tes interesadas, es el urbanista el que ha determinado predominan-
temente la situación existente hasta ahora, siendo él quien deba
dar los pasos necesarios para conseguir la deseada modificación;
por ello, precisamente, este círculo de cuestiones sigue pertene-
ciendo a una "sociología del urbanismo".
Si se desea obtener una visión de conjunto acerca de cómo se
ha desarrollado esencialmente hasta hoy la colaboración, sería equi-
vocado estimar que los esfuerzos realizados y los resultados obte-
nidos hasta ahora han sido insignificantes. Por ello, no puede com-
partirse plenamente la opinión de Striner y Holmquist, que hablan
de abysmal ignorance of each group's need for the other (44). Existe
ya un número considerable de estudios sociológicos sobre el muni-
cipio (comunidad urbana), y desde hace años el urbanismo y la so-
ciología han entrado en un diálogo recíproco. Sin embargo, no cabe
la menor duda de que falta una verdadera institucionalización de
la colaboración, y no solamente en cuanto a que ambas disciplinas
dejen de trabajar, como hasta ahora, con independencia la una de
la otra y se limiten a transmitirse simplemente sus interrogantes,
sugerencias y resultados, sino en el sentido de que se establezca
entre ellas un terreno permanente de discusión. Es cierto que con-
tinuamente se celebran congresos, reuniones, etc., en los que el so-
(44) STRINER, Herbert E., y HOLMQUIST, Henry E.: "Social Science and
Community Problems", loe. cit., p. 307.

105
ci610go interviene como una especie de orador extraño, debiendo
asumir también muchas veces, como debelador de tabúes, como
cazador de ideologías, el papel de buf6n; pero en tales ocasiones
se suelen tratar, o bien solamente temas especiales aislados, o bien
problemas amplios de carácter global. Estos tipos de discusi6n en
un marco extenso tienen sus ventajas para ambas partes, pero no
pueden suplir la falta de una cooperaci6n continuada, como la que
exige el ritmo de constante cambio que experimentan la investiga-
ci6n y el debate de los temas. Incluso la realizaci6n de cometidos
aislados de investigaci6n por parte de la sociología es algo que, en
todo caso, puede aportar un impulso a esta cooperaci6n. Sin em-
bargo, el hecho es que la celebraci6n de congresos y la realizaci6n
de trabajos aislados de investigaci6n, como formas principales que
adopta la comunicaci6n actualmente, no son suficientes, pues supo-
nen una labor demasiado poco comprometida y excesivamente
fragmentaria.
Según 10 dicho, la soluci6n ideal que se ofrece podría ser la in-
corporación de la sociología a las instituciones públicas (estatales)
y económico-privadas del urbanismo. Todo organismo relacionado
con la construcci6n o, en su caso, toda oficina o departamento de
planeamiento urbano y todas las grandes empresas de construcci6n
de viviendas, con actividades en el campo urbanístico, tendrían
permanentemente a su disposici6n, para la realizaci6n del trabajo
peculiar de investigaci6n sociol6gica, un "soci610go particular" o
incluso un equipo de científicos.
Pero contra semejante integración pueden formularse graves ob-
jeciones. La más importante se refiere a la estructura jerárquico-
administrativa de los organismos públicos y empresas privadas; el
sociólogo habría de insertarse en esa jerarquía y someterse al poder
decisorio de las correspondientes instancias superiores; situaci6n
de subordinaci6n que, en último término, tampoco se modifica con
el encuadramiento del sociólogo dentro de la plana mayor directiva.
Seguiría existiendo el peligro de que el soci610go se identificase
con la instituci6n dentro de la cual actuase, proceso que puede
observarse cómo se produce en todas partes. En relación con esa
posibilidad está también el riesgo de que se identifique con el pla-
neamiento mismo, con 10 que podría perderse el sentido crítico,

106
que tan esencial es para los métodos de planificación. Todas estas
objeciones se basan, en último extremo, en el factor, imprescindi-
ble para el desarrollo de una actividad científica fructífera, de la
necesaria independencia, interna y externa, del investigador. Sola-
mente se puede contar con unos resultados objetivos y óptimos de
la investigación si dicha independencia aparece garantizada. Esto
no dice nada en contra de la institucionalización de las ciencias
sociales en los organismos y autoridades de planeamiento y cons-
trucción, para la compilación, tan marcadamente necesaria, de ma-
teriales de estadística social y para la realización de estudios demo-
gráfico-descriptivos; igualmente, puede llevarse a cabo sobre esta
base una gran parte de la investigación sociológica esencial para la
primera fase de los métodos urbanísticos. Sin embargo, tan pronto
como el trabajo del investigador se orienta hacia la crítica y con-
trol del planeamiento mismo y su ejecución, debe entrar en juego
plenamente el criterio de la independencia.
Con vistas a una cooperación continuada y concreta en un plano
más elevado, son dos las formas esenciales que se ofrecen. Una es
la colaboración del urbanismo con los Institutos de ciencias socia-
les de las Escuelas Superiores. Se garantiza aquí la independencia
del investigador y, además, se ofrece al urbanismo la seguridad de
que, en un momento dado, puede contar con los conocimientos y
las técnicas de investigación más recientes. En medida limitada,
restringida por regla general en función de las fronteras estable-
cidas entre Facultades, el urbanismo puede contar en este marco
con una investigación interdisciplinaria. La segunda forma de co-
operación es la colaboración del urbanismo con Institutos creados
por él, que podrían calificarse de "Institutos de investigación ur-
bana". Tales centros deberían organizarse con la necesaria inde-
pendencia respecto de Universidades y Facultades como para
permitir que en ellos se pudiera desarrollar una investigación ínter-
disciplinaria. Debería funcionar con el grado de independencia
preciso como para poder emplear al propio profesorado y personal
investigador de las Universidades, de forma que, a su vez, pudie-
ran colaborar con sus propios Institutos. Los llamados "Institutos
adscritos a la Universidad" (Institute and Universitiiten), que en
realidad son independientes de la respectiva Universidad, en cuanto

107
a dirección, administración y presupuesto, pero que colaboran es-
trechamente con la misma, y de los que ya existe un número con-
siderable, podrían servir de modelo para los Institutos de investiga-
ción urbana a que aquí nos estamos refiriendo.
Las tres formas de cooperación institucionalizada: la inserción
de la sociología en los organismos urbanísticos a un nivel inter-
medio, la colaboración con los Institutos que funcionan en las Es-
cuelas Superiores y la colaboración con Institutos especiales de in-
vestigación urbana, ciertamente que todavía no garantizan, en todo
caso, el cumplimiento de un requisito previo muy importante para
la debida eficacia de la investigación en el ámbito del urbanismo,
a saber: la obligatoria aplicatoriedad de la actividad investigadora
de la sociología, manifestada en forma de resultados concretos de
los análisis estructurales, de la crítica de la ideología, de la formu-
lación de pronósticos, etc. La asimilación de los resultados de la
investigación científica por la praxis y su adaptación a la actividad
de planificación que es propia de ésta constituye un problema de
solución muy precaria; en el terreno del urbanismo, en todo caso,
aún no se ha creado ningún instrumento por medio del cual las
instancias urbanísticas decisoras puedan verse obligadas a requerir
la colaboración de las ciencias sociales y a llegar a un acuerdo· que
las vincule con respecto a los resultados de la investigación. Debe
quedar claro, por supuesto, que el caso ideal es el de que el reque-
rimiento de la ciencia analítica por el urbanismo tenga lugar sobre
una base espontánea y libre, pero que tal supuesto no constituye,
ni mucho menos, la regla general.
Schelsky ha analizado certeramente esta típica situación sus-
citada entre praxis y sociología (o investigación social empírica).
Así, admite ya el caso ideal de que la praxis requiera la interven-
ción de la sociología, en forma de investigación social empírica:
"Entonces ... si existen estudios e investigaciones en eR terreno
en cuestión, muy pronto se deja sentir con respecto a ellos un
silencio general, perplejo la mayoría de las veces. Es ahora cuan-
do debería entrar en juego la praxis para transformar esos resul-
tados en medidas prácticas y planes. Pero esto no sucede casi
nunca. La reacción de la praxis va desde la decepción, al ver que
los resultados de que se dispone no son menos complicados que

108
la realidad misma y que en modo alguno se manifiestan en forma
de recetas inequívocas para la acción social, pasando por el ali-
vio de comprobar que de algunos resultados puede obtenerse una
información selectiva, hasta ... la franca oposición, porque tales
resultados no vienen a confirmar los objetivos de actuación y las
convicciones que se habían fijado desde largo tiempo atrás" (45).

El problema del carácter vinculante de las ciencias sociales para


el urbanismo se plantea, por consiguiente, en estas dos preguntas:
¿Cómo se puede forzar al urbanismo a que, para la realización de
sus tareas, se sirva esencialmente del concurso de las ciencias so-
ciales? ¿Cómo se le puede obligar a enfrentarse con los resultados
de la investigación social, y no precisamente de forma selectiva
-que los falsea-, sino en su totalidad y con el máximo posible de
colaboración con el científico social? La primera interrogante pa-
rece que plantea solamente una cuestión de orden temporal. Difí-
cilmente se encontrará hoy un urbanista situado en un puesto im-
portante que niegue esencialmente la necesidad que tiene el urba-
nismo de contar con la investigación propia de las ciencias sociales
y que rehúse la colaboración que éstas puedan prestarle. La pre-
gunta presenta otro aspeto si se piensa en la magnitud e impor-
tancia de las tareas urbanísticas; a este respecto, se conside-
rará que la cooperación de la sociología es precisa, pero para unos
lo será antes y para otros después. Sin embargo, con el tiempo po-
drá llegarse a un modo de proceder idóneo en que, sobre todo, el
sociólogo obtendrá pronto una visión de la categoría y atractivo
que presenten las distintas tareas. En todo caso, apenas si será
necesario el tener que imponer forzadamente, mediante disposicio-
nes normativas, la cooperación entre urbanismo y sociología.
La segunda pregunta resulta esencialmente más difícil de res-
ponder, pues en este terreno se abre un ancho campo al capricho,
al disimulo y a la suplantación. Se requeriría del sociólogo, no sola-
mente que presente en forma simplista los resultados de su tra-
bajo investigador, sino incluso que se preocupe también de su co-
rrespondiente interpretación y de su adecuada aplicación en el
curso de los trabajos de planeamiento, exigencia que, a todas luces,
(45) SCHELSKY, Helmut: Orstbestimmung der deutschen Soziologie,
loe. cit., pp. 62-63.

109
carece de realismo. La única posibilidad realista de eliminar este
problema parece consistir en procurar que se dé un alto grado de
publicidad, no sólo en cuanto a la labor urbanística, sino también
en cuanto a la sociológica. De este modo podría cobrar importancia
la posición del investigador integrado en las instituciones públicas
o privadas y el trabajo de los Institutos independientes no podría
ser objeto de ningún tipo de manipulación arbitraria, sino que ha-
bría de utilizarse por el urbanismo a plena luz pública. La publici-
dad, además, significa también el establecimiento de un beneficioso
control del trabajo del sociólogo, con lo que se convierte en un
instrumento para el urbanista, pues cuanto más obligado se ve éste
a utilizar los resultados de la investigación, tanto mayor debe ser
la garantía que se le ofrece de que se trata de un trabajo irrepro-
chable.
El ejemplo de la "Ley sobre el Plan de ordenación de la ciu-
dad libre y hanseática de Hamburgo", que fue aprobada en 1960,
refleja con toda claridad la importancia esencial que se atribuye
a la publicidad en cuanto a la relación urbanismo-sociología. No
se equivocará quien afirme que el Plan de ordenación elaborado
para esta ciudad, de casi dos millones de habitantes, se debió más
a la intervención intuitiva de los urbanistas hamburgueses que
a una concreta cooperación entre urbanismo, ciencias sociales y
otras ciencias auxiliares. Pronto se alzaron voces críticas contra
este Plan, haciéndose oír cada vez con mayor intensidad, hasta
que, finalmente, en 1965, a iniciativa del Senado, se constituyó
la llamada "Comisión independiente para el Plan de ordenación
de la ciudad libre y hanseática de Hamburgo", organismo inte-
grado por representantes calificados de las ciencias correspon-
dientes, al que se atribuyó la misión de comprobar a posteriori
los datos que habían servido de base al Plan de ordenación, y
que debía, además, comparar críticamente la evolución experi-
mentada desde 1960 hasta la fecha con las .intenciones contenidas
en el plan; finalmente, le correspondía también, llegado el caso,
la misión de elaborar, en unión de los urbanistas competentes,
nuevas líneas directrices de actuación. Prescindiendo del hecho
de que la labor de la Comisión se instituyó con diez años de re-
traso y de que sus análisis básicos, realizados necesariamente a
posteriori, sólo pudieron tener ya un valor restringido, no cabe

110
duda de que se ha de atribuir un mérito muy destacado en el
asunto a los órganos de difusión, que mantuvieron despierto el
interés del público sobre este problema y con ello provocaron la
constitución de tal Comisión. La publicidad con que se desarrolla
el trabajo de la Comisión sigue siendo tan amplia, que cualquier
tentativa de ocultación o enmascaramiento de los hechos (que ni
por asomo se atribuye a las autoridades hamburguesas, sino que
sólo se considera como simple posibilidad genérica) estaría de
antemano condenada al fracaso. Dicho sea incidentalmente, la
forma de Comisión de expertos, por razones organizativas y
financieras, parece totalmente inadecuada como institución de
carácter permanente. Su misma creación a modo de "freno de
seguridad", no hubiera sido precisa, si se hubiera dado una co-
operación en la forma que recomendamos.

Así, pues, la publicidad ejerce una función de control, en todos


los aspectos, que siempre se ha de reputar como beneficiosa, por
cuanto favorece el objetivo propio de toda cooperación, la mayor
utilidad y ventaja para el conjunto de la sociedad. En el caso de la
Comisión independiente de Hamburgo ha jugado, por los más diver-
sos motivos, un papel quizá demasiado importante, pero en lo esen-
cial debería conceptuársela de regulador, necesariamente útil, de la
cooperación.

2. LA SOCIOLOGíA COMO CIENCIA AUXILIAR DEL URBANISMO

Las posibilidades que la sociología, como ciencia auxiliar, ofrece


al urbanismo pueden ponerse de manifiesto de manera inmejorable
si, partiendo de las definiciones de ambas disciplinas, se confrontan
los métodos del urbanismo con las tareas de la sociología. Se ha
de plantear esta pregunta: ¿ Qué tareas ha de realizar la sociología
en el progresivo escalonamiento de las actividades del urbanismo?
En la fase de análisis de la situación, la sociología realiza la ta-
rea de investigación básica del fenómeno "ciudad", proporcionan-
do análisis estructurales y de tendencias, entendidos conforme a la
definición propuesta. Concretamente, y a título de ejemplo, cabe
incluir aquí la tentativa de elaboración de un esquema abstracto
aplicable al sistema social "gran ciudad en la sociedad industrial",

111
así como la realización de análisis de los movimientos de población,
del proceso de urbanización, de la situación laboral, del comporta-
miento respecto del tiempo libre, de la situación de la vivienda, etc.
Se emplean fundamentalmente las fases una a tres de los métodos,
aunque resulta frecuente que sea preciso contentarse con la fase
primera, es decir, que haya que limitarse a la formulación de hipó-
tesis. En cuanto a las técnicas de la investigación empírica, en
principio. entran todas en juego, desde la utilización como material
secundario de las estadísticas existentes y el aprovechamiento de
los resultados obtenidos en investigaciones precedentes, hasta la
encuesta, la observación, el recuento, etc.
La investigación sociológica encaminada al análisis de la situa-
ción urbanística, según sea de amplio su objeto y conforme al grado
de representatividad que tenga su punto de arranque, puede reali-
zarse en cuatro planos diversos, siendo obligado distinguir, por una
parte, entre investigación general y especial y, por otra, entre objeto
de conjunto y objeto particularizado. La investigación sociológica
general se refiere a la totalidad de los fenómenos sociales relevan-
tes que guardan relación con el urbanismo, mientras que la espe-
cial recae sobre determinados fenómenos particulares; el objeto de
conjunto de la investigación sociológica para el urbanismo es, sen-
cillamente, "la ciudad", mientras que su objeto particularizado
puede serlo una determinada ciudad o cualquier municipio con-
creto. El primero y, al propio tiempo, más elevado de estos planos
es el de la investigación general sobre un objeto global; se aspira
aquí, como meta final, a la elaboración de una teoría sociológica
general de la ciudad. El plano siguiente es el de la investigación
general sobre un objeto particular; supone la tentativa de abarcar
analíticamente una determinada ciudad, como totalidad social y en
todos sus aspectos, cosa que hasta hoy aún no se ha logrado. El
tercer plano es el de la investigación especial sobre un objeto de
conjunto; implica la investigación de determinados fenómenos so-
ciales parciales cuyo grado de representatividad es tan alto que la
investigación puede ser válida para la ciudad, en general. Los inten-
tos de este tipo son ya realistas, aunque plantean grandes exigen-
cias en cuanto a la técnica de selección y son necesariamente de
considerable amplitud. El cuarto -e inferior- plano es el de la

112
investigación especial sobre un objeto particularizado; es la forma
más habitual y más fácil de llevar a cabo la investigación, siendo
la más aconsejable cuando se trata de específicos problemas urba-
nísticos parciales planteados en determinadas ciudades. Sobre la
investigación desarrollada en este plano existe ya numerosísima
bibliografía; el problema está en que los resultados expuestos en
ella, o no se pueden aplicar por analogía a otras ciudades, o sola-
mente puede hacerse con grandes restricciones (46).
En la segunda fase de los métodos urbanísticos, la de conver-
sión de los datos en ideas directrices y planos directores, la socio-
logía facilita la formulación de prognosis, la elaboración de mode-
los y la crítica de la ideología. Los pronósticos los deduce de los
datos de su investigación básica, los modelos de sus propios datos
y de la fijación de valores y objetivos del urbanismo. La crítica ideo-
lógica, en esta fase, se refiere a los ideales urbanísticos; se com-
prueba hasta qué punto esas metas ideales resultan adecuadas a la
situación social real.
En la línea de contacto entre las fases dos y tres, la sociología
ha de cumplir aún una función específica: la de crítica del plan, es
decir, que el plan establecido o, en su caso, pendiente de aproba-
ción tiene que ser sometido, una vez más, en conjunto, a un control
con respecto a sus intenciones y a las realizaciones previstas. La
competencia y el poder decisorios ya no están en manos del urba-
nismo ni de las ciencias que participan en sus tareas, sino que co-
rresponden a instancias políticas (aunque no deban menospreciarse
las posibilidades de influencia con que cuentan esas disciplinas que
intervienen en el umbral de la decisión). La sociología controla ahora
el plan, una vez que ha sido completado, para ver si en el curso
de los trabajos preparatorios llevados a cabo por el urbanismo y
en el período de aprobación por las instancias políticas se han intro-
ducido en el mismo, furtivamente, nuevas propuestas de carácter
ideológico, es decir, inadecuadas a la situación social real. Investi-
ga si los planes se corresponden con los diagnósticos formulados,
es decir. si concuerdan con las previsiones teóricas formuladas con
respecto a los fenómenos correspondientes. Ha de comprobar, ade-
(46) Cfr., además, SCHMlDT-RELENBERG, Norbert: "Soziologie und Stad-
tebau", loco cit., pp. 4 y ss.

113
más, si se insertaron adecuadamente en los planes sus pronósticos
y modelos, en qué medida se han tenido en cuenta y hasta qué
punto es posible que se les haya pasado por alto.
En la tercera fase de los métodos urbanísticos, la de propuesta
del plan, la sociología tiene que cumplir las mismas funciones que
en la fase segunda; con la única diferencia, sencillamente, de que
las escalas se han hecho más pequeñas, los pronósticos más espe-
ciales y los modelos más concretos.
También aquí, en la línea de contacto entre las fases tercera y
cuarta entra de nuevo en juego la crítica de la ideología y del plan.
En la cuarta fase, la de ejecución del plan, la sociología, natural-
mente, no participa.
Cuando se han recorrido todas las fases de los métodos urba-
nísticos y, por tanto, los planes se han transformado en realizacio-
nes arquitectónico-constructivas, corresponde a la sociología una
importante tarea ulterior. Tiene que comprobar ahora en qué se han
convertido los sueños de prosperidad encarnados en las intencio-
nes, modelos, etc. Surgen aquí nuevas interrogantes. Así, se ha de
investigar, en primer término, si se han realizado las intenciones
urbanísticas tal y como se idearon y aceptaron, si ahora tienen oca-
sión de manifestarse en forma de eficacia social. Habría que com-
probar también si se han producido algunas consecuencias secun-
darias imprevistas e indeseadas, que puedan obstaculizar seria-
mente los efectos de la intención originaria. Si en la realización
del plan se utilizaron algunos modelos como prototipos, habrá que
comprobar, transcurrido un cierto plazo, si satisfacen las necesi-
dades y deseos de los consumidores y usuarios, si aún han quedado
insatisfechas antiguas necesidades o si han surgido (como conse-
cuencias secundarias) nuevas necesidades.
La sociología ha de comprobar también si sus pronósticos han
resultado ser acertados o equivocados, es decir, ha de controlar y
seguir de cerca las tendencias de la evolución. Pero con ello se
encuentra de nuevo situada ya en el terreno de la investigación
básica propia de la primera fase de los métodos urbanísticos: han
de formularse nuevos análisis estructurales y de tendencias, hay
que enriquecer y perfeccionar la "teoría sociológica de la ciu-
dad", etc. Así como con respecto al urbanismo se estableció ya

114
una evolución histórica continuada (vid. Primera Parte, Cap. pri-
mero, I, 4), lo mismo se ha de hacer con relación al desarrollo
temporal de la sociología, al menos para el futuro. Esa continui-
dad, aquí, significa la colaboración de la sociología en todas las
fases del urbanismo y la constante renovación de la investigación
básica que se realiza en la primera fase, mediante la comprobación
de la labor de investigación que se verifica en las otras.
Es importante el hecho de que la sociología está capacitada
para prestar una contribución esencial incluso aunque no participe
en todas las fases de la actividad urbanística. La citada Comisión
independiente de Hamburgo, por ejemplo, se constituyó en un mo-
mento en que la acción urbanística se encontraba ya en las fases
tercera y cuarta; el plan director (el Plan de ordenación de 1960)
había quedado concluido, y se estaba, en parte, en la etapa de pre-
sentación del plan y, en parte, en la de su ejecución. La sociología,
en ese caso, entró en acción, con su labor de crítica del plan, en
el momento correspondiente a la línea divisoria de las fases dos y
tres, con lo que la problemática que, en especial, se le hubo de
plantear consistió en que no podía emprender en tiempo oportuno
la más mínima investigación básica que hubiera sido necesaria,
teniendo que incorporarla ulteriormente, con lo que ya apenas si
resultó suficiente. Pero, por decirlo así, nunca es demasiado tarde
para que la sociología (y lo mismo se ha de decir, por supuesto, de
las demás ciencias auxiliares relevantes) intervenga en el proceso
de planeamiento urbanístico. Con el tiempo, puede que consiga
llegarse a un trabajo de investigación continuado. Ahora bien:
tanto menos se puede exigir de la sociología cuanto más tarde se
requiera su intervención y cuanto más fragmentariamente se vea
obligada a trabajar.
Por razones de claridad, creemos que, una vez más, deben re-
sumirse en cuadro sinóptico los términos clave más importantes
de todo este ámbito de problemas. Si se ordenan las sucesivas fases
de los métodos urbanísticos poniéndolas en relación con las corres-
pondientes tareas y métodos de la sociología, resulta el esquema
de la página siguiente.
Este cuadro reproduce la situación ideal completa; hasta qué
punto se puede conseguir en el caso particular concreto una medi-

115
URBANISMO SOCIOLOGIA

Métodos Tareas Métodos

1.0 Análisis de la si- Análisis estructural. l. ° Configuración de


tuación. Análisis de tendencias. conceptos e hipó-
Compilación de (Investigación básica). tesis.
datos. 2.° Comprobación.
3.° Configuración de
tesis o teorías.

2. ° Conversión de los Formulación de pronós- l. ° Configuración de


datos. ticos. conceptos e hipó-
Formulación de Construcción de modelos. tesis.
directrices. Análisis de normas. 2.° Comprobación.
Redacción del (Crítica de la ideología). 3.° Configuración de
plano director. tesis o teorías.
4.° Formulación de
pronósticos y/o
modelos.

Línea de contacto: Crítica del plan. 1.0 a 3.°

3.° Propuesta del plan. Formulación de pronós- 1.0 a 4.°


Plan de urbaniza- ticos.
ción. Construcción de modelos.
Análisis de normas.
(Crítica de la ideología).

Línea de contacto: Crítica del plan. 1.0 a 3.°

4.° Ejecución del plan.


Provisión de insta-
laciones espacial-
constructivas.
Transcurrido un plazo: 1.0 a 3.°
Controles sociológicos.
Crítica de las realizacio-
nes.

da tal de cooperación continuada, es algo que depende de la volun-


tad de los interesados, de la importancia de los problemas plantea-
dos, del tamaño del municipio afectado, de las posibilidades de in-
vestigación de que disponga la sociología, de las circunstancias
financieras, de condicionamientos político-legislativos, etc., etc.

116
Intentemos ahora, con la ayuda de un ejemplo, esbozar la
forma óptima de desarrollo de la cooperación. Tomemos, para
ello, el caso de un municipio grande que pretende proceder al
saneamiento de un sector urbano antiguo y densamente poblado.
Las autoridades responsables, tras un análisis de la situación
urbanística verificado por ellas mismas, o bien se han decidido
ya a proceder al saneamiento de ese sector, o bien, sin haber aún
adoptado formalmente esa decisión, se inclinan, por diversos mo-
tivos, hacia tal tipo de actuación: la solución óptima, en general,
debería ser la de intentar la simultánea coordinación del análisis
de la situación urbanística y la investigación sociológica básica,
O bien el establecimiento de un procedimiento conjunto de actua-
ción. Las autoridades municipales han concebido la idea de pro-
ceder a la acción de saneamiento del sector debido a los síntomas
evidentes que éste presenta, como pueden ser, por ejemplo, el ave-
jentamiento y mal estado de la edificación que predomina en el
mismo, su estancamiento económico, el crecimiento de los índices
de criminalidad, etc. Estos síntomas han de reflejarse ahora en
datos objetivos. La sociología, en relación con la primera fase de
los métodos del urbanismo, llevará a cabo un análisis estructural.
Este debería subdivirse conforme a diversos aspectos. Citemos
algunos de ellos, a título de ejemplo:
1) Análisis demográfico. Se intente aquí, con la ayuda de
las estadísticas disponibles, la confección de una estadística so-
cial de la población afectada. Han de tenerse en cuenta la es-
tructura por edades, la estructura por estratos, la situación fami-
liar, los ingresos y rentas, la situación laboral (esta última se
estudiará en colaboración con economistas), los índices de delin-
cuencia, etc.
2) Situación de la vivienda. Habría que determinar de ma-
nera objetiva el estado en que se encuentran las viviendas, su-
poniendo que esa apreciación no pueda llevarse a cabo por parte
de las autoridades mismas, tratando de evaluar seguidamente el
grado de satisfacción o insatisfacción que los usuarios experi-
mentan con relación a las viviendas, las rentas y alquileres, la
densidad de edificación, etc.
3) Relaciones sociales. Estudio de las relaciones de' vecin-
dad, de los vínculos de parentesco y de los desplazamientos de
la población dentro del sector.
4) Con los datos recopilados hasta este momento habría

117
ahora que poner de relieve, en general, el grado de vinculación
de la población al sector urbano: normas, hábitos, preferencias,
etcétera.
5) Demanda. ¿Qué deseos existen en el sector con respecto
a vivienda, trabajo, recreo, cultura, etc.?
Los resultados de estos análisis estructurales se someten a
la consideración de las autoridades. Estas han de decidir ahora
si desisten de sus propósitos, si los someten a revisión o si los
ponen en práctica.
Si se opta por 10 último, entra el urbanismo en su segunda
fase, la de conversión de datos para la obtención de un plano
director. La sociología proporciona ahora pronósticos y/o mo-
delos. Así, por ejemplo, llegado el caso, se habría de formular
un pronóstico acerca de la probable modificación de la estruc-
tura por edades ._y con ella, de la estructura profesional- de
la población afectada. La posible evolución laboral y económica
habría de pronosticarse trabajando en colaboración con econo-
mistas: emigraciones presumibles, decadencia de determinados
ramos industriales o de negocios, etc. Con respecto a la situa-
ción de la vivienda se habría de pronosticar acerca de una even-
tual degradación del sector hasta convertirse en arrabal. Con-
forme a todos estos datos se plantea entonces al plan director
urbanístico la cuestión decisiva de si, en la acción de sanea-
miento, debe conservarse la estructura del sector o si debe mo-
dificarse, es decir: ¿Debe permanecer la antigua población en
el sector, conservando su anterior situación profesional y de
empleo, con modificación de las relaciones de alolamiento? ¿Ha
de imponerse a la población antigua la entrada de nuevos resi-
dentes y el establecimiento de nuevas posibilidades laboralec;?
¿Debe ser evacuada la antigua población, estableciéndosela en
otro lugar, atribuyendo al sector una función totalmente nueva?
Estas interrogantes deben ser discutidas y examinadas a fondo
por las disciplinas interesadas, en primer término por el urba-
nismo y las ciencias sociales. Se ha de intentar la elaboración de
propuestas alternativas. Una vez recaída, el urbanismo trabaja
en la confección de su plan director y la sociología en la formu-
lación de modelos para la forma básica del saneamiento deter-
minada ahora conforme al plan. Es el caso ahora de proceder
a la confección de modelos para la situación laboral, para las
posibilidades de compra (modelos ambos, una vez más, que ha-

118
brán de prepararse en colaboraci6n con economistas), para la
organización y estructuraci6n del 'asentamiento de la población.
para el recreo y descanso de los residentes, etc. Al propio tiem-
po, en su constante contacto y discusión con los urbanistas, la
sociología ejercita una crítica de la ideología, es decir, observa
atentamente las ideas directrices fijadas para comprobar si son
compatibles con la situación social real.
Una vez listo el plan director, se le somete a una crítica de
conjunto. Se determina si se han tenido en cuenta todos los da-
tos que se consideren relevantes y si se han introducido en él,
más o menos furtivamente, elementos ideológicos o utópicos.
En la tercera fase de los métodos urbanísticos se desarrolla
una actividad similar, s6lo que ahora con referencia al nivel,
más bajo, del plan de edificaci6n, es decir, respecto de unidades
concretas comprendidas en el perímetro del sector afectado.
Si en el planeamiento se han incluido elementos experimen-
tales, una vez concluso aquél, deben someterse éstos a un con-
trol permanente. Pero incluso en el caso de que no fuese así, el
planeamient'o necesita, transcurrido un determinado plazo tem-
poral, la práctica de una labor de investigación que sirva para
determinar cuáles han sido las intenciones que lo han animado
y en qué medida se han puesto en juego. rales investigaciones
proporcionan el material necesario para la formulación de nue-
vos modelos e ideas directrices.

Tras esta exposición sistemática de la función científico-auxiliar


que cumple la sociología con respecto al urbanismo, resulta intere-
sante dar una breve ojeada general a las mencionadas posibilidades
de la sociología como ciencia auxiliar del urbanismo, tal y como
hasta ahora se han venido considerando por los propios sociólogos.
Harriet Hoffmann atribuye a las ciencias sociales dos mi-
siones: "En el marco del community-planning, las ciencias so-
ciales tienen la misi6n de determinar hasta qué punto los resi-
dentes están satisfechos con la organizaci6n de su community,
en los aspectos técnico, económico, cultural y social, y cuáles
son las propuestas de mejora a que aspiran, basadas en sus pro-
pias experiencias del género de vida que llevan; ello conduce
directamente a la segunda de las misiones en cuesión, la de ase-
sorar, con base en los resultados así obtenidos, a propietarios,

119
arquitectos y administradores, en la ulterior tarea de planea-
mientos" (47).

No se contempla aquí la posibilidad del análisis estructural


como enlace de elementos fácticos y de factores subjetivos de toma
de conciencia y actitud, sino que, como base del asesoramiento, se
tiene en cuenta exclusivamente una forma ingenua de sondeo de
opinión.
Groenman estima que la función de la "sociografía" --como se
denomina en los Países Bajos a la sociología del municipio- está
en la realización de análisis muy concretos de hechos y necesidades
(demandas).
Esto se pone muy bien de manifiesto en el siguiente ejemplo
de un catálogo de cuestiones a tratar con respecto al planea-
miento territorial del pólder del Zuiderzee:
a) La estructuración de la población por profesiones, eda-
des, creencias, etc.
b) El tamaño de las explotaciones agrícolas.
e) ¿Dónde deben vivir los obreros agrícolas: en pueblos,
en caseríos, en las inmediaciones de las granjas?
á) ¿Cuál es la función y la importancia social respectiva
de un pueblo y de un caserío?
e) ¿Cómo deben construirse las casas, si se quieren tener
en cuenta los deseos de sus moradores y el estilo adecuado de
las viviendas?
f) ¿A qué distancias deben establecerse los núcleos resi-
denciales?
g) ¿ Con qué fenómenos de acomodación hay que contar
durante el proceso de colonización?" (48).

Algunas de estas cuestiones afectan a la estructura social y otras


son de naturaleza práctico-tecnológica. Pero estas últimas se plan-
tean sin contar con un sistema de referencia, es decir, sin que se
sepa al menos -como debería ser el caso- cuáles son los objeti-

(47) HOFFMANN, Harriet: "Amerikanische Community-Forschung", loe.


cit., p. 132.
(48) GROENMAN, Sjoerd, y VOLLEMA, F.: "Die Gemeindeforschung in den
Niederlanden", loe. cit.

120
vos fijados y quién los ha establecido. Se trata, por así decirlo, de
cuestiones normativas formuladas a ciegas, como si flotasen en el
aire.
René Konig formula una dura crítica a la "sociología del grupo
comunitario para el planteamiento municipal" puesta en práctica
hasta ahora, pero sin contraponer por su parte un concepto con-
creto para la misma:
"Se han desarrollado hoy, en forma de planeamiento urbano,
regional y nacional, toda una serie de disciplinas teórico-prác-
ticas que, precisamente por su insuficiente cimentación socio-
lógica, son, a menudo, equívocas y problemáticas." " ..., El ám-
bito del planeamiento urbano parece convertirse, cada vez más,
en palestra propia para los diletantes de la sociología" (49).

Exige Konig la configuración de "modelos estructurales", pero


no establece ninguna referencia con respecto a lo que es propio
del planeamiento comunitario (50).
Chombart de Lauwe distingue entre "investigación básica" o
"investigación básica orientada"; la primera parte de iniciativas
investigadoras puramente científicas, mientras la segunda se des-
arrolla en forma de investigación aplicada a cometidos específica-
mente encomendados (51).
Considera este autor las siguientes tareas: "Los sociólogos
deben ... , por una parte, estudiar el desarrollo de la totalidad de
las estructuras de la sociedad, en conexión con la evolución del
marco material o físico, de la coyuntura económica y de la com-
posición demográfica. Por otra parte, para este análisis diferen-
cial macro-sociológico de la evolución de las condiciones de
vida, deben acometer investigaciones psico-sociales sobre formas
de relación, necesidades y pretensiones" (52). En cuanto al "pro-
grama de trabajo" de planificadores y sociólogos, dice: "Para
el representante de las ciencias sociales no debe tratarse, en

(49) KONIG, René: Grundformen der Gesellschaft: Die Gemeinde,


loe. cit., pp. 141-42.
(50) Loe. cit., pp. 159-160.
(51) CHOMBART DE LAWE, P. H.: "Sozialwissenschaften, Planung und
Stiidtebau", loe. cit., p. 139.
(52) Loc. cit., p. 140.

121
ningún caso, de asumir el papel del planificador o del urbanista.
Pero los sociólogos deben estar presentes en las diferentes eta-
pas de elaboración del planeamiento. Su trabajo de investiga-
ción debe desarrollarse libremente, pero han de poder discutir
con los responsables. Tienen que saber la forma en que se van
a aprovechar los resultados de sus investigaciones" (53).

Aquí, al menos, se hace referencia, aunque sea somera, a la


laboración sincrónica entre las diversas disciplinas.
Hartenstein y Lutz citan los siguientes cometidos de la so-
ciología en favor del urbanismo: "La encuesta... sirve, en un
primer estadio, sobre todo, como test de la opinión: se trata
de descubrir los deseos y opiniones de los residentes, de averi-
guar si están satisfechos o insatisfechos con las medidas adop-
tadas en la localidad en que viven. En unaet'apa subsiguiente
ya no debe procederse tanto a recoger manifestaciones de opi-
nión, sino más bien necesidades objetivas y reales, debiéndose
determinar las relaciones que de ellas resultan y las que las con-
dicionan, para que el planeamiento pueda orientarse conforme a
tales relaciones. Finalmente, en el tercer estadio, la ciencia so-
cial se compromete, no solamente a exponer el estado actual de
la realidad, sino también a analizar la evolución de las necesi-
dades y de los modos de comportamiento y a deducir de aquí
los datos futuros pertinentes sobre los que debe basarse el pla-
neamiento" (54). Estas tareas, no obstante, no se plantean en
un espacio vacío, sino que se refieren a un "modelo de des-
arrollo urbano": "Todo hallazgo concreto de la labor investiga-
gadora solamente adquiere eficacia positiva cuando y en la me-
dida en que pueda ser referido a un modelo de desarrollo urba-
no que sea amplio, articulado y coherente en sí mismo, modelo
cuya elaboración no solamente requiere datos precisos, sino
también considerables esfuerzos teóricos" (55). Este modelo, por
cierto, ya no se describe más; es de suponer que uno ha de
imaginárselo como una estructura ideal, a modo de idea direc-
triz, en el sentido recogido en nuestra definición.

(53) Loe. cit., p. 142.


(54) HARTENSTEIN, Wolfgang, y LUTZ, Burkhart: "Sozialwissenschaft
und Stadtebau", loe. cit., pp. 5-6.
(55) Loe. cit., pp. 11-12.

122
Para Rosenmayr la sociología es "una de las ciencias fundamen-
tales para el planeamiento urbano".
"La investigaci6n sociológica básica al serVICIO del planea-
miento urbano tiene la misión de indagar científicamente rela-
ciones sociales, hábitos de vida y comportamientos de la pobla-
ción afectada" (56). Cita, como puntos de concentración del
esfuerzo de investigación básica, los siguientes: "determinación
de los elementos demográficos fundamentales", "relaci6n que
existe entre el trabajo, de una parte, y la vivienda y el recreo,
de otra", "datos eco16gicos", sobre todo los relativos a las rela-
ciones de vecindad, "situación de la vivienda", "la familia y sus
necesidades", "la colaboración entre el planeamiento urbano, de
lado, y la administraci6n social y la -asistencia benéfico-social,
de otro" y, finalmente, "la actitud que manifiesta la población
de la ciudad con respecto a sus problemas urbanos específi-
cos" (57).

Peisert, en relación con el tema de la sociología como disciplina


auxiliar del urbanismo, habla de "posibilidades positivas de la ayuda
sociológica al planeamiento".
Enumera las siguientes aportaciones posibles: "la crítica
ideológica como precisi6n de tareas y cometidos", "la investi-
gación básica general", "la investigaci6n de la opinión y del com-
portamiento" (58). La crítica de la ideología ha de enfrentarse,
ante todo, con el pesimismo de la civilización. La investigaci6n
básica implica, entre otras cosas, "la evaluación secundaria de
los datos estadístico-sociales disponibles" (59), la indagación
de las relaciones de vecindad, el análisis de la situaci6n de la
vivienda, etc. La investigaci6n de la opinión y del comporta-
miento actúa de manera complementaria con respecto a la inves-
tigación básica, permitiendo deducir pron6sticos y descubrir po-
sibilidades potenciales de desarrollo.
Peisert, no obstante, da un paso más todavía: "Puede ha-

(56) ROSENMAYR, Leopold: "Soziologie und Stadtplanung", loco cit.,


p. 70.
(57) Loc. cit., pp. 71-73.
(58) Cfr. PEISERT, Hansgert: "Stadtplanung auf dem Wege zur Wis-
senschaft", loco cit., pp. 207-213.
(59) Loc. cit., p. 209.

123
cerse más de lo necesario si el sociólogo, junto a la prognosis
de los acontecimientos no influidos de la evolución, formula el
pronóstico de todas las acciones razonables de planeamiento y
sus consecuencias. Para ello, el sociólogo no necesita limitarse,
en modo alguno, a las medidas previstas y conocidas, sino que
aquí el sociólogo ambicioso tiene la oportunidad de poner de
manifiesto todas sus cualidades como planificador. Si procura
que sus analisis vayan seguidos de sugerencias sensatas, no sola-
mente pondrá en movimiento propuestas de planeamiento hasta
ahora estancadas, sino que sus ideas encontrarán expresión tam-
bién en la ulterior concepción del planeamiento" (60).

Se alude con ello, aunque no se formule con precisión desde


el punto de vista científico-teorético, a la posibilidad de configura-
ción de modelos. Estos, claro está, deben enraizarse con mucha
exactitud en el sistema del pensamiento sociológico, si no se quiere
que se conviertan en una especie de pseudo-planeamiento urbano.
Hasta ahora, ha sido Hans Paul Bahrdt quien más reiterada-
mente se ha pronunciado con respecto al tema de las tareas que
corresponden a la sociología como ciencia auxiliar del urbanismo.
En un artículo publicado en 1954, enumera, con ayuda de
un ejemplo (el de los problemas de una ciudad industrial de la
margen izquierda del Rin), las siguientes tareas de la sociología:
La. Ha de investigar, contando con la ciencia demográfica, la
estructura por edades, actual y futura, de la población. 2.3. Ha
de superar la "habitual duplicidad en la que coexisten planea-
miento urbano y ordenación del territorio". Naturalmente, en
las regiones industriales, con grandes concentraciones de pobla-
ción, el planeamiento tan sólo es posible sobre una base supra-
municipal. 3.a. A partir de aquí resulta posible la crítica del sis-
tema directivo del planeamiento. 4.3. Ha de poner de manifiesto
el efecto recíproco que se da entre la reconstrucción industrial
y la construcción de viviendas. Sin la una no es posible la
otra (61). Esta enumeración, no cabe duda, es asistemática, si
no es que se la considera trazada sin orden ni concierto.
En su libro La gran ciudad moderna, aparecido en 1961, en

(60) Loc. cit., pp. 214-15.


(61) Cfr. BAHRDT, Hans Paul: "Die Soziologie als Helíerin beim Wiede-
raufbau der Stadte", loco cit., p. 77.

124
el que, de forma en gran medida explícita, se trata más de la con-
figuración de categorías analíticas que de la relación práctica
entre urbanismo y sociología, también se enumeran las posibles
tareas de la sociología, aunque solamente a título de ejemplo y
sin pretensión alguna sistemática. Estas tareas, para Bahrdt, son,
principalmente, las siguientes: exploración de las necesidades
de alojamiento, con referencia a la modalidad, tamaño y equipa-
miento del mismo; investigación de la demanda de viviendas
que ha de corresponder a la población futura: examen de los
problemas derivados de la mezcla de los diversos tipos de vivien-
das y estudio de las condiciones de vecindad y del tráfico (62).
En su monografía Ciencia social y planeamiento urbano ln-
dica, de forma más abstracta y sistemática, los servicios que la
sociología puede prestar al urbanismo: una de las contribucio-
nes más importantes es la labor de crítica, "entendida, en pri-
mer lugar, en el sentido de crítica de la ideología. ¿Qué normas,
qué ideales, qué ideologías juegan un papel determinado... en
nuestras teorías del planeamiento e incluso en nuestros planes
concretos? .,. En segundo lugar le corresponde comprobar si
están de acuerdo con la realidad las afirmaciones de hechos con-
tenidas o tácitamente presupuestas en las mismas ideas directri-
ces formuladas ... En tercer lugar se trata de comprobar medidas
concretas para ver si los efectos que producen llegan a alcanzar
10 que se pretendió, de acuerdo con las escalas de v~lor insertas
en el planeamiento.... En cuarto lugar, se trata de aportar infor-
maciones positivas que puedan ser utilizadas en el planeamien-
to" (63).
Aún en otro trabajo, Bahrdt estima que la investigación
destinada al planeamiento urbano y regional debería llevarse a
cabo, esencialmente, sobre una base interdisciplinaria: "Nece-
sitamos para ello equipos de investigación, en los que, según
10 requiera el caso, trabajen conjuntamente arquitectos, ingenie-
ros de construcción, economistas, sociólogos, técnicos estadísti.-
cos y médicos" (64). Es interesante la siguiente referencia:
"Las fronteras entre investigación y desarrollo deben ser fluidas,
lo que no tiene por qué perjudicar ni al nivel de la investigación

(62) Cfr. BAHRDT, Hans Pau1: Die moderne Grossstadt, loe. cit., pp. 114
y ss.
(63) BAHRDT, Hans Pau!: "Sozia1wissenschaft und Stadtp1anung, loco cit.,
p. 17.
(64) BAHRDT, Hans Pau1: "Stadtp]anung", loco cit., p. 164.

125
ni a la praxis" (65). Se alude aquí a la continuidad de la coope-
ración y a su interdependencia fáctica, tal y como requerimos
nosotros en nuestra exposición. En cuanto a los temas propios
de la investigación, cita Bahrdt más adelante los siguientes:
1.0 Estudios de los standards tecnológicos del sector de la cons-
trucción. 2.° Estudios sobre la estructuración realista y adecua-
da de las grandes ciudades y sobre su posible saneamiento.
3.° Estudios demográficos, sobre todo por 10 que respecta al des-
arrollo de un número limitado de "tipos de población", para la
creación de formas típicas de combinación de diversas clases de
viviendas. 4.° Estudios sobre la normativa jurídica del suelo y el
Derecho municipal. 5.° Análisis de las molestias originadas por
los ruidos. 6.° Formación de planificadores urbanos. 7.° Formu-
lación de pautas para una regeneración de nuestras ciudades.
8.° Racionalización del procedimiento de investigación (66).

Se presenta así un catálogo de tareas concretas que abarca pro-


blemas de importancia muy diversa y que supone una especie de
selecci6n a título de ejemplo más que una visi6n sistemática de
conjunto. Lo probable es que nunca se termine la enumeraci6n de
tareas específicas y concretas de la sociología, pues siempre surgen
en el caso particular nuevos puntos de vista imprevisibles. Mucho
más importante resulta la elaboraci6n de un esquema sistemático
general en el que puedan incluirse todos y cada uno de los casos
particulares.
Ha sido Norbert J. Lenort el que ha hecho la aportaci6n más
esencial a todo este complejo actual de cuestiones. Este autor trata
el tema de las "posibilidades que ofrecen las ciencias" -con la
vista puesta, sobre todo, en las ciencias econ6micas-, con ayuda
de las que él llama "fases del planeamiento del desarrollo", a las
que ya nos hemos referido en anterior cita (vid. Primera Parte,
Cap. primero, 1, 2, á).
En la primera fase, la de "concepción de la idea directriz",
"el análisis científico de las relaciones objetivas no puede pres-
tar... ningún servicio auxiliar". Puede, cuando más, esforzarse
en sentido "crítico-cognoscitivo" en la "elucidación del proble-

(65) Loe. cit., p. 164.


(66) BAHRDT, Hans Paul: "Stadtplanung", loe. cit., pp. 164 y ss.

126
ma de la idea directriz" (67). En la segunda fase, la de "deter-
minación de las posibilidades de desarrollo", la investigación
trata de descubrir "estructuras y t'endencias del desarrollo. Pone
en claro las relaciones que median entre personas e instituciones
('ecología socia!'), las que se dan en el seno de los grupos so-
ciales (investigación de los comportamientos) y las que existen
dentro de los presupuestos exteriores de la vida del grupo comu-
nitario (análisis de interdependencia)" (68). A partir de aquí
procede a la formulación de pronósticos acerca del "rumbo del
proceso de desarrollo y de sus presuntas consecuencias". En la
tercera fase, la de "formulación del programa", la ciencia pro-
porciona al planificador, conforme a la investigación de estruc-
turas, motivaciones y comportamientos, "las bases con las cua-
les éste puede evaluar las posibilidades de realización que ofre-
cen los objetivos indicados en las propuestas directrices" (69).
Los comentarios de Lenort sobre este punto son vagos y no muy
claros. En la cuarta fase, la de "ejecución del plan", la ciencia
"sobre la base de leyes sociales obtenidas empíricamente y con-
forme al conocimiento de las relaciones objetivas actuantes en
el organismo del grupo comunitario, comprueba la idoneidad de
numerosos instrumentos de planeamiento. Ofrece todo un siste-
ma de proposiciones hipotéticas de las que derivan la eficacia
del medio concreto y de las posibles combinaciones de medios
de actuación" (70). También aquí se han de criticar estas formu-
laciones que, una vez más, resultan demasiado vagas.

Si se contempla, en su conjunto, la citada secuencia, no queda


claro cómo debe desarrollarse la actividad investigadora científico-
social. Parece como si la ciencia tuviera que llevar adelante una
labor de investigación básica en el curso de dos fases, al menos;
pues, ¿ cómo se pueden distinguir la investigación estructural y la
investigación de comportamiento, que se requieren para las fases
segunda y tercera? Para la fase cuarta, la de la ejecución del plan,
se indica una amplia misión de investigación, claramente diferen-
ciada, la que ya Max Weber había calificado de descubrimiento del

(67) LENORT, Norbert J.: Strukturforschung und Gemeindeplanung,.


loe. cit., p. 50.
(68) Loe. cit., p. 50.
(69) Loe. cit., p. 51.
(70) Loe. cit., p. 52.

127'
"medio ineludible", de las "consecuencias secundarias inevitables"
y de la "concurrencia condicionada por ellas", como tarea propia
de una disciplina empírica como la sociología (71).
Esta visión general de las posibilidades de cooperación, tal y
como los sociólogos las han determinado o requerido hasta ahora,
pone de manifiesto que se carece totalmente de una elaboración
sistemática de este complejo de problemas y que es mínimo el con-
senso que existe en cuanto a tales posibilidades. En el inmediato
futuro, mediante un trabajo intensivo orientado en este sentido,
será preciso llevar a cabo el intento de llenar semejante vacío. Hasta
que desaparezca esta laguna, la colaboración entre ambas discipli-
nas seguirá desarrollándose, como hasta ahora, predominantemente,
en el plano de las ofertas y proposiciones no vinculantes. El esque-
ma sistemático que aquí hemos propuesto debe servir, sobre todo,
de estímulo para una discusión interdisciplinaria más amplia.

(71) WEBER, Max: "Der Sinn der IWertfreiheit' der soziologischen und
okonomischen Wissenschaften", loe. cit., p. 494.

128
SEGUNDA PARTE
FUNDAMENTOS TEORICOS DE UNA SOCIOLOGIA
COMO CIENCIA AUXILIAR DEL URBANISMO

9
ADVERTENCIA PREVIA

Hay dos temas que requieren una discusión minuciosa para po-
der mantener la pretensión de justificar una colaboración cientí-
fica sistemática entre sociología y urbanismo: una teoría de la
ciudad y la noción de modelo pragmático, tan recientemente in-
troducido.
La revisión de las teorías sociológicas elaboradas basta ahora
con respecto a la ciudad muestra que la base actual no es bastante
para una cooperación sistemática o, al menos, que no es suscepti-
ble de utilización directa. Deben abordarse, por tanto, una vez
más, las cuestiones relacionadas con una comprensión teórica de
conjunto de la totalidad del tema. Tal debate teórico cumple dos
fines: por un lado, debe constituir el fundamento de la coopera-
ción sociológico-urbanística y, por otro, ha de servir de base para
la confección de los modelos pragmáticos.
El modelo pragmático requiere un debate teórico-sistemático,
aunque no sea más que por la sencilla razón de que implica la pre-
tensión de ser "nuevo". De aquí que se deba intentar la presenta-
ción de las bases y de las posibilidades del modelo pragmático, así
como de su posición científico-teórica. Sin tal fundamentación teó-
rica no sería posible la construcción de modelos pragmáticos a que
hemos de proceder subsiguientemente.

131
CAPITULO PRIMERO
TEORIA DE LA CIUDAD

INTRODUCCION

Si bien en las consideraciones que siguen a continuaci6n se re-


curre al concepto de "teoría", tal término debe entenderse tan s610
en el sentido amplio, pues aquí han de desarrollarse, sencillamente,
las ideas e hip6tesis que resulten precisas para la fundamentaci6n
de una cooperaci6n entre sociología y urbanismo y que puedan
servir de base a ulteriores construcciones. Para ello recurriremos,
tanto como sea posible, a los resultados categ6ricos y te6ricos (en
sentido estricto ahora) ya elaborados por la sociología.
Puesto que el objeto de este ensayo, la ciudad, es muy com-
plejo, habrían de fracasar todas las tentativas que se hicieran de
dominarlo mediante un raciocinio simple que hubiese de ser, al
mismo tiempo, convincente, o empleando un concepto único.
Reissman dice al respecto: "There certainly are no simple
answers to the questions that have been raised about urban
society. There is not easy theory, no neat pattern by which all the
cities o{ industrial societies can be ordered systematically. The
more that is learned about the city in our time, the more evident
is that no compact theory can be conjured up to explain it aU" (1).

(1) REISSMAN, Leonard: The Urban Process, loe. cit., p. 196.

133
La célebre hipótesis de Max Weber, según la cual una ciudad
sólo lo es en cuanto llega a ser "mercado", o la conocida hip6tesis
de Bahrdt conforme a la cual un conjunto es tanto más "ciudad"
cuanto más se manifieste en él la tendencia a una polarizaci6n de
lo público y lo privado, no hacen, en modo alguno, justicia al fen6-
meno "ciudad", considerado como un todo. Una y otra señalan o
pretenden explicar lo que no son más que aspectos aislados del fen6-
meno, aunque sean, indudablemente, importantes.
No se trata, por tanto, de crear un nuevo t6pico, sino sola-
mente de dar satisfacci6n categ6rica al objeto en su complejidad y
de aclarar sus nexos y relaciones por medio de hip6tesis.
Para ello se adoptan dos puntos de vista que son esenciales en
este contexto. El primero se refiere a la teoría sociológica. Es plena
y absolutamente imposible abarcar conceptual y sistemáticamente
el tema en su totalidad, con todas sus ramificaciones; en el estado
actual de los conocimientos, no sólo no sería posible, sino que, ade-
más, tampoco sería necesario. De aquí que, sencillamente, deba
trazarse un marco conceptual, una especie de retículo, cuyo interior
sólo en parte haya que rellenar o completar. Podría llenarse plena-
mente de contenido si la teoría sociol6gica, aunada a la investiga-
ci6n social empírica, pudiera abarcar de forma compleja (investiga-
ción general sobre el conjunto del objeto) al objeto complejo, un
ideal que todavía está muy lejos de alcanzarse y una labor que sólo
podría llevarse a cabo, no por individuos trabajando independiente-
mente, sino por grandes equipos conjuntos de investigaci6n. El se-
gundo de los citados puntos de vista se refiere al objetivo de nues-
tro· trabajo: ha de sobreentenderse que aquí s610 se elabora una
teoría de la ciudad en la medida en que pueda resultar urbanística-
mente relevante, es decir, en cuanto pueda servir de fundamento
para las concepciones ideales y medidas de planeamiento del urba-
nismo. Ello no quiere decir, en modo alguno, que tal teoría sea socio-
l6gicamente inútil, ni mucho menos que "no sea socioI6gica". Es
puramente sociológica, si bien con una acentuación de los rasgos
que pueden ser de mayor interés para el urbanismo.
Ya no se plantea aquí la cuesti6n del "sentido" y "esencia" de
la ciudad. Este problema ha acaparado la atenci6n de las ciencias
sociales durante el pasado siglo y primeras décadas del actual, sobre

134
todo en cuanto se refiere al aspecto de crítica cultural. Esta temá-
tica ha perdido ya la gran trascendencia que tuvo; trataremos, por
ello, de hacernos cargo de una manera neutra de los conceptos de
ciudad y gran ciudad de la sociedad industrial, como premisa de
la que ya no se puede prescindir.
Del punto de arranque y del objetivo que hemos propuesto para
esta fundamentación teórica se deduce también la necesidad de
utilizar la bibliografía sociológica disponible. Ahora bien: sola-
mente haremos referencia a ella en la medida en que resulte sig-
nificativa para el fin propuesto; pues cualquier intento de llevar a
cabo un resumen general de la evolución de la sociología urbana
hasta nuestros días nos llevaría demasiado lejos.

l.-CIUDAD, GRAN CIUDAD, MUNICIPIO

Las dificultades de una exposición teórica del tema comienzan


ya con la utilización del concepto mismo de su objeto.
"A primera vista casi parece como si la palabra "ciudad" de-
signase de manera harto inequívoca un fenómeno determinado.
Al menos, cuando oímos pronunciar esa palabra, se alza ante los
ojos de nuestra mente una imagen claramente circunscrita: la de
un asentamiento de población, compuesto por muchas personas
que viven en casas y calles... cuya silueta se recorta nítidamente
sobre el fondo de la 'llanura' ... Pero si miramos a ella con más
meticulosidad, si probamos a expresar con palabras lo que enten-
demos por 'ciudad', o sea, si intentamos establecer el concepto
de ciudad de manera definida e inequívoca, pronto descubrire-
mos que la noción no es, ni mucho menos, tan simple. Adverti-
mos que las notas características del concepto ciudad no son, en
modo alguno, fijas. No lo son en el uso idiomático cotidiano;
pero tampoco (o mejor: todavía menos) en la ciencia" (2).

Estas observaciones de Sombart siguen todavía conservando su


validez: una representación relativamente plástica de la ciudad
(2) SOMBART, Werner: "Der Begriff der Stadt und das Wessen der Stad-
tebildung", loco cit., p. 1.

135
por ejemplo, por comparación con un concepto como el de "socie-
dad", que verosímilmente queda al margen del factor físico-espa-
cial), conforme al common sense (esto en contra de la idea de Som-
bart), ha de afrontar una extraordinaria multiplicidad y arbitra-
riedad en la elección del concepto y en cuanto a las características
que en la ciencia se le atribuyen como constitutivas. ¿Es acertado
hablar de "municipio", de "ciudad y pueblo", de "gran ciudad", de
"ciudad-región" o de "región urbana"?
Recurriendo a la conocida idea del continuo ciudad-campo
(rural urban continuum), que incluso hoy sigue utilizándose amplia-
mente como andamiaje teórico, solamente puede aplicarse como
térmico genérico el de "municipio": en un extremo de ese conti-
nuo está el municipio rural, en el otro el municipio urbano, como
gran ciudad, como gran aglomeración urbana o como ciudad-región.
Entre ambos extremos, ex definitione, tan sólo puede verse una
diferenciación gradual, pues el continuo solamente puede definirse
ya con arreglo a un criterio, por ejemplo, conforme al número de
habitantes del municipio. Sin embargo, en una sociedad industrial
-de la que aquí se trata, exclusivamente-, la ciudad no solamente
se distingue del pueblo, del campo, de lo que "no es ciudad", por
sus medidas cuantitativas, y las diferencias cualitativas no son me-
ramente graduales, sino que la ciudad, en tal tipo de sociedad, es
gran ciudad industrial, con lo que presenta una cualidad de un tipo
propio, en comparación con el campo o con lo que es gran ciudad,
en cuanto que ofrece una estructura independiente y engendra un
estilo de interacción inconfundible e intransferible, que puede ca-
racterizarse como género urbano de vida ("urbanism as a way of
lite"). Esta cualidad independiente y propia de la ciudad industrial
considerada como gran ciudad no puede llevarse a un continuo
ciudad-campo. A lo sumo, podrán configurarse dos continuos: uno
sería el rural-urbano hasta llegar a las fronteras de la gran ciudad
industrial y el otro un continuo constituido por esta misma, en el
que podrían quedar reflejadas las diferencias que existen dentro de
esta categoría. Probablemente, con tal manera de proceder se po-
drían eliminar las dificultades que han surgido hasta ahora con la
configuración de continuos ciudad-campo sin considerar la dife-

136
rencia cualitativa que se da entre campo y lo que no es gran ciu-
dad, de una parte, y gran ciudad, de otra.
Tiene poca importancia, en cambio, la forma en que se deno-
mine luego al fen6meno "gran ciudad industrial" que se ha de deba-
tir te6ricamente en particular: ciudad, gran ciudad, aglomeraci6n
urbana o ciudad-regi6n. En la exposici6n que sigue va siempre
implícita la referencia a la creaci6n cualitativamente independiente
que es la gran ciudad en la sociedad industrial.
Pero también con relaci6n a los problemas del urbanismo re-
sulta justificado el impulsar una sociología urbana' especial en el
sentido de referirla a la gran ciudad industrial, pues el urbanismo
guarda relaci6n esencialmente con la gran ciudad: los problemas
decisivos se originan en esos complejos, mientras que las cuestio-
nes derivadas de la ordenaci6n espacial rural y de los pequeños nú-
cleos urbanos trascienden parcialmente del propio urbanismo y en
parte son esencialmente menos complejas. Sin incidir en una exce-
siva tosquedad, puede afirmarse, por ello, que el urbanismo tiene
por objeto, sustancialmente, la ciudad en cuanto gran ciudad in-
dustrial.
Igualmente ocurre con la sociología. Aunque, en general, no se
diga así expressis verbis, la sociología urbana es, normalmente, so-
ciología de la gran ciudad industrial; los problemas del campo, de
los municipios rurales y de los núcleos urbanos pequeños son, cua-
litativamente, distintos. En este sentido, la propia economía de la
investigaci6n ha operado ya una escisi6n en su campo de acci6n;
incluso en la sociología norteamericana tienen vida independiente
el concepto de city y una urban sociology, junto a la noci6n de
community y a una sociology o{ the community, así como de una
rural sociology.
Si la sociología, con independencia de estos puntos de vista,
adopta como objeto el concepto de "municipio", tendrá que enfren-
tarse, desde un principio, con la gran ambigüedad que este término
ofrece. Desde el punto de vista jurídico, tal denominaci6n, aplicada
a los asentamientos de poblaci6n, significa la unidad comunal en
cuanto corporaci6n o entidad territorial; tal aspecto, en cambio, no
resulta de interés desde el punto de vista sociol6gico, pues lo que
importa es la correspondiente unidad espacial socioecon6mica, des-

137
de el complejo "pueblo" hasta la "ciudad-región", sin tener en
cuenta para nada si esta unidad excede de los límites "propia-
mente" comunales. Pero por municipio se entiende también incluso
la "parroquia", la mínima entidad urbana, de modo que, en último
término, vibra en el concepto una idea como de comunidad, de
vinculación local o algo por el estilo, lo que de ninguna manera
-o, en todo caso, sólo de forma extremadamente vaga- podría ser
aplicable a la ciudad.
Sin embargo, no debe pasarse por alto el hecho de que la socio-
logía del municipio plantea una pretensión cognoscitiva indepen-
diente y propia, en cuanto que intenta establecer las similitudes y
regularidades estructurales de los asentamientos de población de
todo tipo y tamaño que se denominan "municipios". Tal sociología
municipal, si se considera como un modo superior de ver las cosas,
tiene que limitarse necesariamente a unos pocos criterios muy ge-
nerales. En otro caso tropezará constantemente con la diferencia
cualitativa que se da entre el municipio rural y urbano pequeño, de
una parte, y el constituido por la gran urbe, de otra, y con ello se
verá obstaculizada una y otra vez por sus propias fronteras.
La opinión de René Konig sobre esta cuestión es enteramente
opuesta. Rechaza "terminantemente" que "se pueda establecer
primariamente una diferencia esencial entre municipio grande y
pequeño. Indudablemente, se puede distinguir con claridad entre
un estilo de vida propio del pueblo y el de la gran ciudad. Pero
no es esto 10 que inicialmente se discute, sino que la cuestión
esencial que ha de decidirse es la de si en la sociología existe
realmente una creación estructural propia que se denomine 'mu-
nicipio'" (3). Al negar la diferencia, Konig pasa por alto, como
luego se habrá de poner de manifiesto, las decisivas relaciones
estructurales que son propias del complejo "ciudad".

Si no se quiere prescindir del concepto de municipio, al menos


se deberá concebir la ciudad como una forma especial e indepen-
diente del mismo en el sentido señalado, de forma que se la analice
en un marco de referencia separado. Para Hatt y Reiss, la ciudad

(3) KONIG, René: Grundformen der Gesellschaft: Die Gemeinde, loe. cit.,
p.9.

138
es a distinct form of human community (4). Así considerada, la
ciudad es solamente una forma de municipio. A ello se añade, com-
plicando más la cuestión, que la "sociología del municipio", con
frecuencia, no tiene la intención de analizar el municipio en cuanto
tal, sino que pretende investigar, en general, determinadas relacio-
nes estructurales de la sociedad basándose en el ejemplo que le
proporciona el municipio (5).
En tales casos, el municipio tan sólo sirve de fondo sobre el que
se proyectan cuestiones y problemas que afectan a la sociedad en
general y que no son meramente de carácter comunitario.
Por todas estas razones, resulta aconsejable renunciar a la pre-
tensión de contar con una sociología supraordinada del municipio,
siendo preferible analizar los fenómenos campo-ciudad pequeña, de
una parte, y ciudad como gran ciudad industrial, de otra, dentro de
un marco de referencia teórico independiente. Al menos, por lo que
respecta al planteamiento del presente trabajo, debe aceptarse esa
disociación del enfoque sociológico, pues para el urbanismo son de
interés solamente los problemas que afectan a la ciudad así en-
tendida.

n.-ENFOQUES TEORICOS

Hatt y Reiss distinguen tres puntos de arranque de los que


hasta hoy ha partido la sociología para la comprensión teorética de
la ciudad: el enfoque ideal-típico, el enfoque del complejo de ca-
racterísticas y el enfoque del continuo urbano-rural.
"There are... three major approaches to the analysis o{ urban
phenomena which are used in sociological description and analysis
or urban phenomena: they are the idealtype community approach,
the trait-complex approach, and the rural-urban-continuum ap-

(4) HATT, Paul K., y REISS, Albert J.: "The Nature of the City", en:
HATT/REISS: Cities and Soeiety. loe. cit., p. 17.
(5) Cfr. ARENSBERG, Conrad M.: "Die Gemeinde als Objekt und Para-
digma", loe. cit., pp. 499 y SS., Y OSWALD, Hans: Die überschiitzte Stadt,
loe. cit., pp. 22 y 23.

139
proach. Often these approaches are combined... and it is difficult
to maintain any clear differentiation among them" (6).

El enfoque del tipo ideal de comunidad y el del complejo de


características se diferencian entre sí, meramente, en que el último
utiliza variables registradas empíricamente, de las que se supone
que se dan en un contexto causal (7). El enfoque del continuo, en
el fondo, no constituye un punto de arranque teórico propiamente
independiente, pues, como los autores señalan acertadamente, los
otros dos también contienen, por regla general, pares dicotómicos
entre cuyas partes antitéticas se presume que existe una transición
sin solución de continuidad.
De hecho, en la configuración teórica de la ciudad han venido
predominando hasta ahora enfoques ideal-típicos, afirmación vá-
lida, de modo muy especial, para la sociología alemana. La inten-
ción en el pasado era preponderadamente de crítica cultura~: se ve
en la ciudad, en esa gran ciudad que se está desarrollando en el
seno de la sociedad industrial, casi exclusivamente, síntomas de
degeneración y decadencia social.
Puede servirnos de ejemplo Wilhelm Heinrich Riehl, que ha
ejercido una gran influencia sobre la ciencia social, al menos la
alemana, a la que dio la orientación de crítica cultural.
Así, puede decirse, en especial, con respecto a su sociología
de la ciudad. Parte este autor del supuesto de que "en tantas y
tantas comarcas alemanas se ha desfasado la justa relación entre
ciudad y campo que se ha hecho posible un predominio unila-
teral sobre los intereses de la población rural, primero por parte
de los intereses de las pequeñas ciudades y luego de las grandes,
habiéndose producido de esta manera un florecimiento de la vida
urbana, huero en sí mismo y desprovisto de todo 10 que significa
naturaleza, junto a una población rural ciertamente sana en su
médula, pero retrasada 'en su forma material de existencia y ais-
lada social y políticamente" (8). Considera que el fenómeno fue
una consecuencia de la Guerra de los Treint'a Años. Para él, el

(6) HATT, Paul K. y REISS, Albert J.: "The Nature of the City", en
HATT/REISS: Cities and Society, loe. cit., p. 17.
(7) Cfr. loe. cit., pp. 18-19.
(8) RIEHL, W. H.: Land und Leute, loe. cit., pp. 92-93.

140
siglo XVIII, con las numerosas fundaciones de núcleos urbanos
llevadas a cabo por los príncipes alemanes, ha traído la distinción
entre las ciudades "naturales" -es decir, históricas- y las "arti-
ficiales" -es decir, las fundadas de nueva planta o las ampliadas
por procedimientos coactivos. "Pero lo antinatural y extrava-
gante de que venimos hablando con respecto a las ciudades arti-
ficiales se debe... a que se las ha querido elevar artificialmente
a la categoría de nudos de comunicación, asentamientos indus-
triales y grandes urbes" (9). No se pregunta cuándo se convierten
en "naturales" las ciudades "artificiales".

Es interesante comprobar cómo Riehl censura la tendencia a


la urbanización que se manifiesta en la primera fase de la indus-
trialización -es decir, en su propia época-, sin haber llegado a
reconocer sus causas.
También en Marx puede apreciarse un marcado factor de crítica
cultural.
El contempla la formación de la ciud~d desde el punto de
vista de la división del trabajo: "La mayor escisión entre trabajo
manual e intelectual es la que se da con la separación de ciudad
y campo" (lO). La ciudad es "el hecho de la concentración", el
campo "el del aislamiento y la incomunicación". "La contraposi-
ción de ciudad y campo solamente puede existir en el seno de la
propiedad privada. Es la expresión más grosera de la subsunción
del individuo bajo el régimen de división del trabajo y de su some-
timiento a una determinada actividad que le viene impuesta, su-
misión que convierte a uno en torpe animal de ciudad y a otro
en torpe bestia de campo, y que engendra diariamente la contra-
posición de los intereses de ambos ... La abolición de la oposición
entre ciudad y campo es uno de los primeros requisitos de la
comunidad..." (11).

Tonnies se muestra igualmente crítico de la cultura en cuanto


que su dicotomía ideal típica, "comunidad" y "sociedad", no sola-
mente parece representar una evolución histórica, sino también un
proceso de decadencia: el campo y la ciudad tradicional pertenecen

(9) Loe. cit., p. 95.


(10) MARX, Karl: "Die Deutsche Ideologie", loe. cit., p. 379.
(11) Loe. cit., p. 380.

141
al tipo de "comunidad", la gran ciudad al tipo de "sociedad". Me-
rece destacarse el hecho de que Tonnies es el primero en señalar
una diferenciación explícita entre ciudad (como perteneciente al
tipo "comunidad") y gran ciudad (como perteneciente al tipo "so-
ciedad").
"En parte al margen, pero en parte también junto a¡ pueblo,
se desarrolla la ciudad, cuyo perfeccionamíento no solamente se
va produciendo mediante la coherencia de objetos naturales co-
munes, sino también a través del espíritu comunitario; conforme
a su aspecto externo, no es otra cosa que un pueblo grande, una
pluralidad de pueblecitos vecinos o un pueblo sin amurallar" (12).
Se crea un "intercambio entre ciudad y campo", conforme al
principio de división del trabajo, pero ambos siguen perteneciendo
al mismo tipo: "Y así, la ciudad ... , conforme a la idea a que se
somete su aparición natural, es también un hogar suficiente por
sí mismo, un organismo de vida comunitaria" (13). Presenta "las
características de la familia". "Solamente cuando la ciudad se
desarrolla hasta convertirse en gran ciudad, aquélla (la estructura
familiar) se pierde casi completamente, las personas aisladas -o
mejor dicho, las familias- se sitúan frente a frente en sus rela-
ciones mutuas y consideran su lugar de residencia colectiva como
simple morada ocasional o elegida. Sencillamente, que la gran
ciudad entra típicamente en la noción de sociedad" (14).

Los enfoques ideales típicos tienen todos el inconveniente de que


no dan entrada a un análisis estructural de la ciudad. Es cierto que,
por regla general, descubren características acertadas e importan-
tes de la ciudad que, en muchos casos, es posible que empírica-
mente no se hubiesen revelado o que sólo muy difícilmente se hu-
biesen puesto de relieve: esta afirmación es válida tanto para la
dicotomía de Tonnies comunidad-sociedad como para el tipo ideal
de Bahrdt de la polarización creciente de lo público y lo privado.
Pero este enfoque no permite el examen de la conexión estructu-
ral y del desenlace funcional del sistema ciudad. Las características
ideales típicas puestas de .relieve, incluso recogidas todas las seña-

(12) TONNIES, Ferdinand: Gemeinsehaft und Gesellsehaft, loe. cit., p. 22.


(13) Loe. cit., p. 35.
(14) Loe. cit., p. 242.

142
ladas por las diversas posturas, pueden proporcionar, en todo caso,
una especie de "álbum de estampas" de la ciudad, pero no un con-
texto estructural, puesto que tienen su origen en puntos de vista
diversos y se sitúan en planos que no son comparables entre sí.
La idea del continuo rural-urbano tampoco parece que consti-
tuya el instrumento adecuado para llegar a dominar teóricamente
el fenómeno. Ya hicimos hincapié en que la ciudad ha de conside-
rarse como gran ciudad en el sentido de aparecer revestida de una
cualidad propia y privativa, y ello por motivos sociológicos. Pero
aun suponiendo que fuera posible construir un continuo pluridi-
mensional irreprochable (15), aplicable tanto al binomio campo-
ciudad como a la gran ciudad misma, no transcurriría mucho tiempo
hasta que dejasen de abordarse los problemas teóricos específicos
del fenómeno ciudad: la cohesión del sistema, el modo de vida
urbano, etc. El continuo tan sólo puede ser una recopilación des-
criptiva de características; pero no puede esclarecer ninguna espe-
cie de conexión.

lII.-LA CIUDAD COMO SISTEMA

Como ya hemos indicado, la ciudad es una creación demasiado


compleja como para poder incluirla en un solo concepto y descri-
birla con una sola frase. Antes bien, hay que recurrir a nociones
diversas y se ha de hacer referencia a gran número de notas carac-
terísticas y numerosas relaciones entre ellas. Los conceptos clave
son los de sistema, estructura y función. Conforme a ello, una pri-
mera concreción de la idea, aunque muy vaga, podría expresarse
diciendo que la ciudad es un sistema que presenta una determinada
estructura para cuya conservación o desarrollo se requieren deter-
minadas funciones. Esta fórmula en blanco, que resulta igualmente
aplicable a numerosas creaciones o conjuntos, tiene que ser ahora

(15) Cfr. HATT, Paul K., y REISS, Albert J.: "The Nature of the City'·,.
loe. cit., pp. 17 y ss.; MINER, Horace: "The Folk-Urban-Continuum", loe. cit.,
pp. 22 y ss.; DUNCAN, Otis D.: "Community Size and the Rural-Urban-Con-
tinuum", loe. cit., pp. 35 y ss., en: HATT/REIss: Cities and Soeiety.

14:>
completada y concretada mediante la aportación de los detalles
precisos.
El sistema, como conexión de estructura y función, ha de verse,
en el caso de la ciudad, en íntima relación con el espacio. No es
solamente un sistema social en el sentido en que Parsons habla de
network of relationships expresadas en forma de processes of inter-
actions between actors (16), sino que, en primer término, es, ade-
más, un sistema de interacción ligado al espacio físicamente y re-
ferido al espacio socialmente. La ciudad, por tanto, es un sistema
social que ocupa un lugar determinado y delimitado en el espacio.
Georg Simmel fue el primero en tomar en consideración la gran
relevancia sociológica que tiene la categoría espacial:
"En la medida en que una creación o entidad social aparece
fundida con una determinada extensión del territorio, posee ya un
carácter de unicidad o exclusividad que, de otra forma, no le hu-
biera sido igualmente posible alcanzar. Solamente ciertos tipos
de asociación pueden, de acuerdo con su forma sociológica total,
realizarse de tal modo que en la extensión del espacio ocupada
por uno de sus ejemplares ya no exista sitio para un segundo. En
cambio. esa misma extensión o perímetro territoriaL.. puede ser
ocupado por un número cualquiera de entes sociales de otro tipo;
... puesto que éstos no poseen ninguna especie de vinculación
inmanente con respecto al espacio, no pueden tampoco incurrir
en colisiones espaciales" (17). Simmel ci~a al Estado y a la ciudad
como creaciones sociales que se caracterizan por su exclusiva y
excluyente ocupación del espacio. Al propio tiempo, se concede
gran importancia a la delimitación: "Siempre concebimos el es-
pacio que ocupa... un grupo social como una unidad, que soporta
y expresa igualmente la propia unidad de cada grupo, tal y como
ha sido conseguida por éste" (18).

Por 10 que respecta a su vinculación al espacio, la ciudad se


distingue del Estado en que ella solamente puede ocupar unas ex-
tensiones o superficies territoriales que siempre han de ser contI-
guas, sin solución de continuidad, mientras que aquél puede dispo-

(16) PARSONS, Talcott: The Social System, loe. cit., p. 25.


(17) SIMMEL, Georg: Soziologie, loco cit., pp. 462-463.
(18) Loc. cit., p. 465.

144
ner de un territorio discontinuo. En la ciudad, además, la mayor
parte del espacio está edificada, lo que no suele ser el caso con
respecto al Estado, al menos cuando del moderno Estado territo-
rial se trata. Esta referencia al espacio del sistema social restringe
esencialmente el planteamiento de la cuestión: de las interacciones
que se producen en la ciudad, tan sólo interesan aquellas que plan-
tean al sistema exigencias funcionales concretas, en forma de dis-
ponibilidad de espacio y prestación de servicios. Dicho con otras
palabras: los fines, interacciones y funciones de una universidad o
de un sindicato, en cuanto tales, no ofrecen un interés especial,
incluso dándose el hecho de que esas instituciones no pueden pres-
cindir de unas necesidades de suelo, de edificaciones, de medios
de tráfico, de proveedores, de público, etc. La mayoría de las inter-
acciones en que participan se refieren, en efecto, a unos sistemas y
objetivos que nada tienen que ver con el sistema "ciudad", salvo
por el hecho de que tienen lugar en el seno de ésta. Esta conside-
ración guarda relación con la circunstancia de que la ciudad ha
venido a convertirse en el lugar en que se desarrollan la inmensa
mayoría de los procesos propios de la moderna sociedad industrial;
sin embargo, como ya se ha dicho, no se debe confundir la ciudad
como objeto con la ciudad como paradigma de la sociedad industrial.
Con esta consideración restrictiva se especifica y determina el
carácter sistémico de la ciudad; es claro que existen sistemas so-
ciales que aparecen mucho más integrados que la ciudad, precisa-
mente.
En este sentido, definiciones como la siguiente pueden indu-
cir a error: el municipio es " .... una entidad social y local, más
o menos grande, en que las personas actúan conjuntamente, para
desarrollar en común su vida económica, social y cultural" (19).
Por supuesto, la -expresión "en común" solamente puede significar
aquí: en el mismo suelo, en el mismo lugar; pues en modo alguno
tiene que existir una int"egración general.

En resumidas cuentas, resulta que el problema de la integra-


ción del municipio, que con tanta frecuencia se plantea, no tiene,

(19) KONIG, René: Grundformen der Gesellschaft: Die Gemeinde.


loe. cit., p. 26.

145
10
ni mucho menos, la importancia que se le atribuye: lo que ocurre
es que la mayoría de las veces se sitúa en primer plano una con-
cepción del municipio en la que priman las ideas de comunidad,
cohesión, solidaridad y cooperación, que, al menos para el sistema
social ciudad", no son aplicables. E incluso también es discutible
que en los municipios rurales y en los núcleos urbanos pequeños
puedan identificarse síntomas de un elevado grado de integración.
Esta apreciación puede aclararse con el siguiente ejemplo:
Oswald intenta medir el grado de integración de los núcleos mu-
nicipales recurriendo a estos "indicadores": "A nuestro juicio,
se debe decir que este o aquel municipio está más integrado que
aquel otro, cuando en el primero existe un mayor número de
normas de comportamiento a las que hay que someterse y que
establecen un confrol social vinculante y eficaz por parte de los
propios miembros del grupo. Con este factor aparece ligado, como
segundo indicador, el· sentido de pertenencia.... Al que correspon-
de también las dificultades o condiciones que se imponen a la
asimilación o aceptación por el grupo. Como igualmente las con-
diciones y consecuencias de la exclusión del mismo ... En tercer
lugar, se debe considerar menos integrado el municipio en el que
el sistema de estratificación existente se pone en tela de juicio
con mayor frecuencia, verbalmente o mediante actos ..." (20). El
primero de los indicadores citados, el del control social, sola-
mente puede ser eficaz para todo el sistema en el caso de los nú-
cleos municipales muy pequeños. En los municipios mayores y,
desde luego, en las grandes ciudades, el individuo puede sustraer-
se perfectamente a esos controles sin más que cambiar de domi-
cilio. La pertenencia o, en su caso, la exclusión, no entran en
juego, por lo general, con respecto a las ciudades; y en cuanto
al tercero de los indicadores resulta difícilmente concebible su
eficacia concreta.

Con este ejemplo se pone perfectamente de manifiesto lo útil


que es distinguir entre una sociología del núcleo rural y del pequeño
municipio urbano y una sociología de la ciudad en el sentido que
proponemos, pues si se admitiese una pretensión de integración
tan forzada como la expuesta, ello equivaldría a exigir de la ciudad,

(20) OSWALD, Hans: Die überschiitzte Stadt, loe. cit., pp. 25-26.

146
y precisamente en cuanto sistema social, un serVICIO desmedido,
que no está en condiciones de prestar y que, además, es absoluta-
mente innecesario. Es perfectamente posible, incluso, imaginar el
caso extremo de que todos los subsistemas comprendidos en el
sistema ciudad entren en conflicto entre sÍ, porque persigan obje-
tivos distintos, o, por el contrario, que el sistema social ciudad,
como tal, aparezca "integrado", porque todos sus subsistemas se
muestren satisfechos en sus demandas y necesidades con respecto
a la ciudad.
Tiene razón, indudablemente, Konig cuando afirma que "existe
un número considerable de factores que pueden impedir que el
municipio, incluso el pequeño municipio, llegue a constituir un
'todo integrado'" (21). Pero, al igual que ocurre con la integración,
también suelen exagerarse la mayoría de las veces los factores de
la institucionalización y de la organización. Ya una definición de
la ciudad como ésta: "The city as a social system can be perceived
as a set o{ social institutions and special modes o{ social organiza-
tion" (22), en su forma lapidaria de expresarse, no tiene en cuenta
que el factor organizativo de una ciudad sólo muy poco afecta al
sistema como tal. Verdad es que toda ciudad, desde el punto de
vista puramente jurídico-administrativo, constituye una entidad o
corporación local con su correspondiente organización administra-
tiva (la ciudad como entidad comunal o municipal), pero no es me-
nos cierto que, sociológicamente, solamente se puede hablar de
una organización si se cumplen los siguientes requisitos: 1.0 Debe
existir un número de miembros determinable. 2.° Debe existir un
fin definido; y 3.° Ha de existir una estructura interna que se ajuste
a ese fin (23). Ninguna de las tres condiciones se satisface en el caso
de la ciudad. Es cierto que la ciudad cuenta con un número de-
terminable de habitantes, pero también pertenecen a ella, de algún
modo, todos aquellos que en un momento determinado se encuen-

(21) KONIG, René: Grundformen der Gesellschaft: Die Gemeinde,


loe. cit., p. 118.
(22) HATT, Paul K, y REISS, Albert J.: "Institutions and Organizatio-
nal Structures and Processes", en: HATT/REISS: Cities and Society, loe. cit.,
p.477.
(23) Cfr. MAYNTZ, Renate: Soziologie der Organisation, loe. cit., pp. 36
y ss.

147
tran en la misma, aunque sea de modo transitorio (hecho impor-
tantísimo, por ejemplo, en los denominados lugares turísticos). De
que el sistema ciudad tenga un fin definido es algo de lo que no
cabe ni hablar; dado que la ciudad constituye, por sí misma, un
"fin absoluto", es decir, que es un fin en sí misma, como ocurre con
la misma sociedad, considerada en su conjunto. Por tanto, tam-
poco existe en el seno de la ciudad ninguna especie de relaci6n
estructural que se oriente hacia la realizaci6n racional de plantea-
mientos finalistas.
Aunque se concibiera al núcleo comunal como sistema de co-
operaci6n, no cabe duda que tal interpretaci6n podría aplicarse, en
todo caso, al pueblo integrado por los pioneros dedicados a la colo-
nizaci6n de un territorio nuevo, pero desde luego no al pueblo con
una vieja tradici6n, ni mucho menos, por supuesto, a una ciudad
moderna. Igualmente equivocadas son otras nociones como las de
totalidad (entity), unidad y sistema omnicomprensivo o "global",
pues recuerdan demasiado ideas como las de solidaridad, conjunto
cerrado y autarquía. Konig, por cierto, niega que en el concepto
de globalidad vaya implícita la idea de autosuficiencia, pero cabe
preguntarse por qué, entonces, introduce ese término, cuando, evi-
dentemente, el municipio no es global, en el sentido de constituir
una "'totalidad' de relaciones sociales" (24), es decir, de que abar-
que potencialmente todas las relaciones concebibles; en una so-
ciedad industrial ya no se da ese carácter, ni aun como simple
tendencia.
¿ Cuáles son, entonces, los elementos componentes constitutivos
del sistema "ciudad"?
Kingsley Davis llama la atención sobre las dificultades espe-
ciales que plantea la respuesta a esa pregunta: "The answer is
complicated by the fact that there are two' different levels being
dealt with at once. Terms like "urban', "the city', and "urbaniza-
tion' are used to refer, on the one hand, to certain physical and
geographical features 01 human life, and, on the other hand, to
social and attitudinal characteristics" (25).
----
«4) KONIG, René: Grundformen der Gesellschaft: Die Gemeinde,
loe. cit., p. 26.
(25) DAVIS, Kingsley: "Foreword: Urban Research and its Significance",
loe. cit., p. XVI.

148
Para poder captar el sistema como contexto completo, es nece-
sario, pues, abarcar tanto los componentes físico-espaciales como
los sociales.

1. COMPONENTES FíSICOS-ESPACIALES

Los componentes físico-espaciales del sistema son los siguientes:


a) el espacio como tal;
b) el número de habitantes, y
c) la densidad.
a) La referencia al espacio ya la hemos hecho; la ciudad ocupa
y abarca un territorio delimitado, más o menos reconocible, predo-
minantemente edificado y coherente, es decir, que no presenta so-
lución de continuidad.
b) La cifra absoluta de población es un elemento constitutivo:
ciertamente que no se puede establecer una cifra mínima concreta
que sirva para determinar la transición de la villa o pueblo a la
ciudad (pequeña), pero en cambio sí que se ha de señalar una cifra
mínima de población para poder hablar de gran ciudad: debería
fijarse, aproximadamente, en torno a los cien mil habitantes, pu-
diéndose admitir perfectamente excepciones hacia abajo de esa
cifra (las capitales o las ciudades universitarias, por ejemplo, pue-
den poseer ya el carácter de grandes ciudades, aun cuando su po-
blación sea inferior a dicha cifra). De ese límite hacia arriba podrá
aceptarse que se establece una especie de continuidad: con un
número creciente de habitantes, el carácter urbano y la compleji-
dad estructural de la ciudad irán en aumento también. A partir de
un determinado punto máximo, que debería situarse entre los sete-
cientos mil y el millón de habitantes, ya no se puede hablar de un
continuo, antes al contrario: las aglomeraciones gigantes de ciu-
dades que crecen conjuntamente, como ocurre en la región del Ruhr
o en New Jersey, tanto por la extensión del territorio que ocupan
como incluso por las enormes cifras de población que comprenden,
ya no pueden interpretarse realmente como ciudades (26). Pero

(26) Cfr. loe. cit., p. XVII.

149
incluso tratándose de una sola ciudad, hay que admitir q1Jle, por
encima del máximo que hemos señalado, ya no se produce una in-
tensificación de la complejidad estructural.
e) Es discutible que la densidad pueda considerarse como uno
de los elementos constitutivos. En los países meridionales existen
pequeños asentamientos rurales (pueblos) que suelen presentar unas
densidades de edificaciones más elevadas y, por ende, unas cifras más
altas de habitantes por hectárea, que muchas de las grandes ciuda-
des europeas o americanas. Por ello, la densidad solamente con
ciertas restricciones puede considerarse como característica deter-
minante del sistema.
L. Davis dice a este respecto: "When we think o( a town or
a city we ordinarily have in mind a sizable number of people,
at least a thousand or more, permanently or durably settled
together in a limited area and separated from other centers of
close settlement by a much greater area o( relatively open or
thinly settled land. Obviously one o( the factors involved is
density o( settlement, but this is not the sole factor ... we impli-
citly recognize not only the factor o{ density but also the absolute
populatíon and the absolute area" (27).

Aunque la densidad no sea una característica constitutiva, pue-


de ser eficaz ocasionalmente, en cuanto que influye sobre los con-
tactos sociales, es decir, dicho más exactamente, sobre el estilo de
interacción. Este es el fenómeno que se denomina estilo urbano de
vida. De ello hemos de ocuparnos todavía con más detenimiento.
Louis Wirth, apoyándose en Georg Simmel, hace alusión al
nexo que existe entre densidad y estilo de interacción: "On the
subjective síde, as Simmel has suggested, the close physical con-
tact o{ numerous individuals necessarily produces a shift in the
medium through which we orient ourselves ,to the urban milieu,
especially to our fellow-man. Typically, our physical contacts are
close but our social contacts are distant" (28).

(27) Loe. cit., p. XVII


(28) WIRTH, Louis: "Urbanism as a Way of Life", loe. cit., p. 55.

150
2. COMPONENTES SOCIALh~

El sistema "ciudad" viene constituido, además de por los cita-


dos elementos físico-espaciales, por componentes sociales. Estos
últimos son:
a) Determinantes jurídicas, valores, normas;
b) Estructura;
c) Funciones.

a) Las determinantes jurídicas se refieren a la razón de ser


jurídico-institucional del sistema: la ciudad siempre es, al propio
tiempo, entidad comunal, municipio, en sentido jurídico. Max We
ber ha puesto de relieve la importancia de esta faceta y habla de
"carácter asociativo, al que van ligados... , en parte al menos, auto-
nomía y autogobierno" (29); Konig habla de "un aspecto externo
institucional-organizativo muy evidente" (30), expresiones con las
que se hace referencia a las premisas jurídico-constitutivas. Este
componente del sistema, desde el punto de vista sociológico, ofrece
un interés un tanto secundario, pero no por ello ha de perderse de
vista que tiene, en cambio, una gran importancia para el urbanis-
mo. La constitución jurídico-política del sistema determina, aun-
que de manera indirecta, la estructura y los procesos sociales del
sistema, pero, en cambio, afecta de manera directa a la forma del
planeamiento y modo de adopción de decisiones del urbanismo.
Los valores, sociológicamente considerados, aparecen vincula-
dos a los fines o aspiraciones finalistas que, mediante un consenso
más o menos generalizado, se estiman como deseables. La ciudad,
como ya se ha indicado, no posee, en sí misma, ningún fin propio
y racional de actuación. Los valores, con referencia al sistema, son,
en este caso, de naturaleza general; simbolizan referencias emocio-
nales aceptadas con generalidad, como pueden ser el sentimiento
de apego a la tierra natal, la vinculación a la ciudad, el apego y el
cariño a ~)a misma (donde los "contenidos" de estos vínculos y sus
correspondientes asociaciones pueden ser distintos en cada caso

(29) WEBER, Max: "Die Stadt", loe. cit., p. 744.


(30) KONIG, René: Grundformen der Gesellschaft: Die Gemeinde,
loe. cit., p. 28.

151
particular), la conciencia de ciudadanía, el deseo de conservaClOn y
progreso del sistema. También se han de contar entre los valores
las tradiciones, usos y costumbres que se refieren al sistema y que
no sirven a ningún objetivo racional, sino que solamente vienen él
simbolizar las tensiones emocionales del sistema. El consenso valo-
rativo con respecto al sistema ciudad se mantiene mediante un
sentimiento generalizado de pertenencia a ella ("nosotros, los ham-
burgueses; nosotros, los berlineses") y, a través de él, por la sen-
sación de que el individuo participa de sus actos simbólicos o se
adhiere a ellos.
Si dos automovilistas hamburgueses que circulan con sus
vehículos por el extranjero se hacen señales luminosas al cruzar-
se en la carretera, ello es expresión de un estado de conciencia
colectiva acerca del valor "Hamburgo". La condencia de perte-
nencia a algo común puede actualizarse, por así decirlo, de forma
espontánea en determinados casos concretos, pero, en general,
solamente existe de forma latente: cuando, cada dos años o así,
se propone una vez más el relleno y cegado del Binnenalster
[Alster interior], para construir allí un aparcamiento de automó-
viles, todo Hamburgo, "como un solo hombre", se alza en contra
de la medida.

En comparación con otros sistemas sociales, como pueden ser


la sociedad general, la familia, la Iglesia y otros semejantes, en
nuestro caso el horizonte valorativo aparece ocupado por pocos
valores y de naturaleza relativamente abstracta. Ello se debe a que,
como ya se ha indicado, para el ciudadano individual, su pertenen-
cia a otros sistemas ocupa un puesto esencialmente más alto en la
escala valorativa que el hecho de pertenecer, como habitante, a una
determinada ciudad. La referencia valorativa juega, para el sistema
ciudad, un papel subordinado.
Así se explica, también, el ínfimo grado de integración que ca-
racteriza al sistema ciudad: puede formularse la hipótesis de que
cuanto menor es el impulso valorativo que se da en el seno de un
sistema y cuanto menor es, por ende, la obligatoriedad o compro-
miso que los valores suponen para los miembros pertenecientes al
mismo, tanto mayor es la mera "coexistencia" (existencia mutua-

152
mente desinteresada) y tanto menor es la "colaboración" (actua-
ción conjunta) que se dan en ese sistema. El sistema es, si no in-
estable, sí al menos mínimamente integrado.
Las normas son reglas de comportamiento referidas a la conse-
cución de los fines (valores). Determinan el modo, el "estilo", del
decurso de la acción encaminada a la realización de los fines y a la
conservación del sistema. En correspondencia con la abstracción de
los valores que se refieren a la ciudad y con el escaso influjo que
éstos ejercen sobre el ciudadano individual, también las normas
--en comparación con las de otros sistemas- producen aquí un
"efecto profundo" mínimo sobre el individuo. Conciernen princi-
palmente al estilo de interacción en la esfera pública urbana, es
decir, al modo de comportarse y al género de vida urbanos.
Los componentes realmente decisivos para el análisis socioló-
gico del sistema "ciudad" son la estructura y las funciones del
sistema.
b) La estructura del sistema "ciudad" no viene constituida
por las creaciones espaciales, como, sin embargo, ha entendido
Park: "It is the structure of the city which first impresses us by
its visible vastness and complexity" (31). La creación o producto
espacial (físico) tampoco es "expresión" sólo de la estructura, sino
de la relación y conexión de estructura y función.
A este respecto, tiene parcialmente razón Park, cuando dice:
"But this structure has its basis, nevertheless, in human nature,
01 which it is an expression" (32).

La estructura del sistema ha de caracterizarse más bien por in-


teracciones y procesos que se producen regularmente en el tiempo,
repitiéndose, a través de los cuales se atribuye al sistema, partien-
do de lo social, carácter de configuración física.
Parsons estima que la esfructura es el aspecto "estático" de
la descripción de un sistema. Considerado estructuralmente, el
sistema se compone de "unidades", de subsistemas potencial-
mente independientes entre sÍ, y de sus recíprocas... reJacio-

(31) PARK, Robert E., y otros: The City, loco cit., p. 4.


(32) Loe. cit., p. 4.

153
nes" (33). Beshers considera que la estructura es "a persisting
pattern of relationships among units" (34).

Con ello no pretende afirmarse que el sistema no pueda modi-


ficarse con el transcurso del tiempo: las estructuras no son abso-
lutas, sino que siempre son unas creaciones sólo relativamente
"firmes".
Parsons dice: "La estructura no implica especie alguna de
estabilidad ontol6gicaen sus manifestaciones, sino meramente una
cierta estabilidad relativa: uniformidades en los resultados de
determinados procesos que le sirven de base, que son suficiente-
mente estables como para que se las considere, dentro de ciertos
límites y a fines prácticos, como constantes" (35).

Las estructuras tienen la tendencia a perennizarse y, a la vez,


a cambiar en el curso del tiempo. La estructura de un sistema se
corresponde con la totalidad de las posiciones existentes en el mis-
mo, donde el individuo aislado, por regla general, adopta más de
una postura. La estructura conjunta del sistema ciudad se com-
pone, en último término, de posiciones acumuladas. Tiene especial
importancia para el sistema, como aún hemos de mostrar, el hecho
de que el individuo ocupe diversas posiciones, con sus correspon-
dientes normas y papeles específicos.
La estructura del sistema urbano, por su parte, es susceptible
de disociación en diferentes componentes. Es esencial, ante todo,
el establecer una diferenciación de los rasgos estructurales que de-
terminan al sistema ciudad como tal, o sea, que caracterizan a la
ciudad como creación independiente en comparación con todas las
demás creaciones sociales; características estructurales tales que
determinan y acuñan en particular los sistemas concretos que exis-
ten en la realidad, pero sin ser expresamente específicas del siste-
ma, es decir, inherentes exclusivamente a la ciudad. A pesar de lo
cual tienen gran importancia para el sistema.
La más importante de las características estructurales genéricas
(33) PARSONS, Talcott: "Systematische Theorie in der Soziologie",
loe. cit., p. 34.
(34) BESHERS, James M.: Urban Social Structure, loe. cit., p. 19.
(35) Loe. cit., p. 37.

154
determinantes de la ciudad es la estructura profesional u ocupacio-
nal y, precisamente, el hecho de que ésta se distinga por una pre-
ponderancia de la actividad laboral no agrícola. Sobre este punto
está todo el mundo de acuerdo.
Bergel utiliza la característica ocupacional como rasgo distin-
tivo de la definición de la ciudad: "Thus we shall call a city any
settlement where the majority 01 occupants are engaged in other
than agricultural activities" (36). Que esto no es posible, es algo
que se deduce de la propia complejidad del fenómeno; un campo
de trabajo, por ejemplo, cumple el requisitó establecido por Ber-
gel y, sin embargo, no es, evidentemente, una ciudad.

Las actividades profesionales o laborales no agrícolas son hoy las


que corresponden a los sectores secundarios --es decir, industrial-
productivo- y terciario -o sea, de administraci6n y de prestaci6n
de servicios-. Es característico del actual desarrollo social el cons-
tante crecimiento del sector terciario. Este cambio de la estructura
ocupacional repercute, a su vez, sobre el sistema urbano (nos refe-
riremos de nuevo al problema cuando entremos en el debate acerca
de la elaboración de una tipología de las ciudades).
También es un rasgo estructural característico de la ciudad el
grado de división del trabajo. Con ello no se quiere indicar la di-
visión del trabajo que se da entre ciudad y campo, aspecto que ya
ha quedado expresado en la estructura ocupacional y que se ma-
nifiesta en forma de recíproco intercambio de bienes y servicios
entre una y otro, sino el grado de disociaci6n que se da en las acti-
vidades profesionales, tal y como se puede medir por el. número de
oficios y profesiones que se ejercen en la ciudad. La adecuada ex-
presión de esta forma de división del trabajo debería serlo la noci6n
de estructura ocupacional diferenciada. La ciudad cuenta con un
alto grado de diversificación de su estructura profesional. Es du-
doso que se pueda situar este hecho en una relación de continuidad
que implique la existencia de un condicionante de correlación entre
el tamaño de la ciudad y el grado de diversificaci6n del empleo:
en cambio, parece perfectamente posible que una ciudad industrial
de 600.000 habitantes ofrezca una estructura profesional menos
(36) BERGEL, Egon Ernst: Urban Sociology, loe. cit., p. 8.

155
diversificada que una ciudad-capital de 300.000 almas. A este res-
pecto, lo único cierto es la diferencia que existe entre campo y
ciudad, así como entre ciudad y gran ciudad, pero sin que de aquí
pueda deducirse ningún tipo de graduación continuada.
Georg Simmel ha puesto de relieve la importancia que tiene
la división del trabajo: "Las ciudades son... los lugares donde
se da el grado más elevado de división económica del trabajo ...
Precisamente en la medida de su extensión, la ciudad ofrece cada
vez más las condiciones que son decisivas para la división del tra-
bajo: un círcuÍo que, por sus dimensiones, es capaz de admitir
un gran número de servicios muy diversos, mientras que, al mis-
mo tiempo, la concentración de los individuos y su lucha por el
cliente consumidor fuerza al particular a conseguir una especia-
lización de su trabajo, de la que no puede prescindir fácilmente
para dedicarse a otra" (37). Claro está que no aporta ninguna
prueba en apoyo de su afirmación de que existe una correlación
continua entre tamaño ("extensión") de la ciudad y diferencia-
ción del empleo.

Cabría aducir la objeción de que esa diversificación de lal estruc-


tura profesional también es posible sin concentración local en ciu-
dades. Pero tal conclusión es falsa, pues la diferenciación solamente
puede desarrollarse cuando, al mismo tiempo y en el mismo lugar,
se dan todas las ofertas precisas de bienes y servicios, o cuando
una actividad productiva especializada arrastra necesariamente tras
sí a todas las demás o a las más importantes, para poder satisfacer
las diversas necesidades individuales. Las ciudades modernas, de
este modo, cuentan con un amplio mercado de trabajo y atraen
constantemente a nuevos partícipes. Así se explica tambiéITi. el ori-
gen de los centros de aglomeración humana, con sus miles y miles
de obreros y empleados que diariamente van y vienen de casa al
trabajo. La diversificación de la estructura profesional, el mercado
de mano de obra y la amplia oferta de todos los bienes y servicios
disponibles en centros locales, son factores que se condicionan e
influyen mutuamente.

(37) SIMMEL, Georg: "Die Grossstiidte und das Geistesleben", loco cit.,
pp. 238-39.

156
Con ello se está haciendo referencia ya a otra característica es-
tructural determinante del sistema urbano: el mercado.
Max W'eber ha sido el primero en llamar la atención sobre
esta característica referida a la ciudad. Para él, se da en el "asen-
tamiento de población relativamente cerrado", de unas determi-
nadas dimensiones cuantitativas y con unas actividades laborales
predominantemente no agrarias. "La otra característica que he-
mos de añadir para poder hablar de 'ciudad' es ésta: la existen-
cia en el lugar del asentamiento de un intercambio de bienes, pero
no solamente ocasional, sino regular, como elemento integrante
esencial de la ocupación laboral y de la satisfacción de la deman-
da creada por sus habitantes: un mercado" (38).

Como ya hemos dicho, el mercado está relacionado con la divi-


sión del trabajo o, en su caso, con la diversificación de la estruc-
tura ocupacional, pues, lo que para uno es fuente de ingresos, para
la otra es fuente de satisfacción de necesidades. Condiciona tam-
bién la concentración local de un número relativamente elevado de
usuarios, para poder ser "completo".
Nada dice contra la consideración del mercado como caracte-
rística estructural de la ciudad el hecho de que modernamente se
haya desarrollado el comercio por correspondencia. Las ventas
por correo han supuesto precisamente el complemento de lo que
faltaba en el campo y en las ciudades pequeñas para constituir un
mercado completo. Por lo demás, hay que hacer constar que las
grandes empresas de ventas por pedido postal han establecido
también en los últimos años sus propios grandes almacenes abier-
tos al público en las ciudades importantes.

También guarda estrecha relación con las precedentes caracte-


rísticas estructurales la estratificación social de la ciudad: la ciu-
dad se distingue por una estratificación relativamente diferenciada
de sus habitantes, donde, una vez más, es válida la afirmación de
que no se puede establecer una correlación directa entre tamaño
de la ciudad y diversificación de la estratificación.
Resulta difícil de establecer la medida en que la estratificación

(38) WEBER, Max: "Die Stadt", loco cit., p. 736.

157
social influye sobre la "vida interior" del sistema. La sociología
norteamericana se ha ocupado a fondo de este problema, situando
en primer plano el criterio de la integración. Sin embargo, parece
que se incurre aquí, una vez más, en la funesta mezcolanza de las
entidades locales que poseen el carácter de gran ciudad con los
municipios rurales y urbanos pequeños, pues siempre debe tenerse
en cuenta que lo que es válido para una entidad local rural, con
un número de habitantes fácilmente abarcable y con un sistema de
estratificación sencillo y fácilmente perceptible, no lo es para la
ciudad, en la que el individuo aislado no tiene ninguna posibilidad
de comprensión del sistema de estratificación o solamente la posee
en grado muy limitado. En la ciudad estas cuestiones se hacen mu-
cho menos tangibles que en los municipios pequeños. La estratifi-
cación, en la ciudad, tiene importancia indudablemente para el des-
envolvimiento de la vida del individuo, para su círculo de relacio-
nes, para sus necesidades de vivienda, etc., pero desde luego no se
sitúa en el punto central de su interés con referencia a una inte-
gración o desintegración del sistema total. En este sentido, la socio-
logía norteamericana ha exagerado el problema, al ocuparse de las
cuestiones de la estructura social, prácticamente, conforme al ex-
clusivo criterio de la estratificación social (39).
A este respecto, Wirth dice: "The social interaction among
such a variety o{ personality types in the urban milieu tends to
break down the rigidity o{ caste line and to complicate the class
structure, and thus induces a more ramifíed and differentiated
{ramework o{ social stratification..." (40). La estructura se hace
más diversificada, lo que, no obstante, no debe llevar, como
supone Wirth, hasta la acceptance o{ instability and insecurity.
Tampoco se puede estar de acuerdo con Konig cuando afirma:
"Las investigaciones decisivas para el conocimiento de la estruc-
tura del municipio se refieren ... a su estratificación social en cas-
tas y clases" (41). A tales juicios erróneos se llega cuando se
considera al "municipio" como principio estructural universal y

(39) Cfr., por ejemplo, BESHERS, James M.: Urban Social Structure,
loe. cit.
(40) WIRTH, Louis: "Urbanism as a Way of Life", loe. cit., p. 56.
(41) KONIG, René: Grundformen der Gesellschaft: Die Gemeinde,
loe. cit.. D. 98.

158
se pasa por alto en cambio, ~l carácter propio e independiente
que posee la ciudad grande.

Hay que dejar sentado, pues, que una estratificación relativa-


mente diversificada es una característica estructural de la ciudad,
pero también que no es la única y decisiva de las características,
sino que debe ser considerada junto con los demás rasgos estruc-
turales. Los conflictos de estratificación, por regla general, no son
tan relevantes para la ciudad como para la sociedad general.
Junto a las enumeradas características estructurales generales
determinantes del sistema ciudad, es interesante considerar también
aquellas otras que, si bien son elementos constitutivos de muchos
sistemas diversos, también forman parte del sistema urbano y le
imprimen un carácter particular en el caso concreto. Esta parte de
la estructura puede denominarse estructura específica de grupos
del sistema en el caso determinado. Bajo tal denominación se com-
prenden todas las agrupaciones concebibles que pueden darse en
el seno de un sistema urbano concreto, desde las entidades más
institucionalizadas hasta las agrupaciones espontáneas difusas, con
tal que entren en escena de forma reiterada.
Es imposible e innecesario el intentar aquí una exposición enci-
clopédica de estas agrupaciones; a título de simple aclaración cita-
remos algunas que, de una forma especial, afectan a la ciudad, im-
primiéndole carácter.
En correspondencia con la constitución jurídica del sistema,
existen instituciones u órganos políticos: el legislativo (Parlamento,
Consejo municipal), el ejecutivo (Administración), partidos políti-
cos y otras agrupaciones políticas, entendido el término en sentido
amplio.
Una parte importante la constituyen las instituciones o grupos
de producción y de prestación de servicios de carácter económico-
cultural: empresas industriales, comercio, escuelas, centros artísti-
cos, iglesias, etc.
Muy características de cada ciudad en particular son las aso-
ciaciones, desde las políticas, pasando por las culturales, hasta las
de aprovechamiento del tiempo libre, e incluso aquellas otras que
atienden a la conservación y fomento del sistema (asociaciones de

159
defensa de la patria chica y otras análogas). Finalmente, se han de
citar el vecindario, institución y agrupación espontánea al propio
tiempo, las familias y los círculos del parentesco amplio, así como
los círculos de relaciones informales de sociabilidad.
Pero bien entendido: todos estos grupos pertenecen también a
otros sistemas e incluso, en parte, constituyen por sí mismos siste-
mas propios y peculiares. Por ello, para el sistema ciudad, son, en
todo caso, subsistemas con un carácter más o menos autónomo.
Poseen -lo que es importante- sus propias determinantes jurídi-
cas específicas, sus propias normas, valores, etc., y su vinculación
al sistema urbano es siempre, más o menos marcadamente, sólo
parcial; en el supuesto de vinculación mínima, ésta radica exclusi-
vamente en el hecho de que el grupo en cuestión se desenvuelve en
el interior del espacio de la ciudad, es decir, se trata de una vincu-
lación local. En su conjunto, no obstante, como estructura total,
estos grupos determinan la peculiaridad, el "colorido", del sistema
urbano concreto, en su distribución y caracterización cuantitativas
y cualitativas.
Las mencionadas características sistémicas y estructurales han
de concebirse como piedras básicas del retículo o malla urbana, a
cuya perfección no se concede mucha importancia; así, se omiten
datos puramente estadístico-demográficos como pueden ser los re-
lativos a la estructura de la población por edades, los índices de
fertilidad y otros semejantes, datos que también son específicos de
la ciudad, pero que nada pueden aportar al contexto general exis-
tente. El mérito particular que presenta el enfoque sistémico ha de
verse en el hecho de que, a diferencia de lo que ocurre con los
enfoques ideal-típicos, no queda vinculado a unos rasgos caracte-
rísticos particulares y únicos, que, o bien son demasiado parciales,
o bien no pueden tratarse empíricamente: no depende tanto de una
característica determinante aislada como de una penetrante visión
del sistema como contexto de una determinada estructura que se
mantiene mediante determinadas funciones. Hemos elegido las ca-
racterísticas que se han citado porque son las que se presentan
como elementos constitutivos esenciales del sistema.
Todos los rasgos característicos enumerados poseen una cuali-
dad que les es común: todos son susceptibles de tratamiento em-

160
pítico. Existen, ciertamente, diferencias en el caso concreto en
cuánto a la dificultad de indagación; así, siempre deberá ser más
difícil hacerse cargo del horizonte de valores que se refieren al sis-
tema ciudad y captar las normas de interacción referentes al modo
de comportamiento urbano, que percibir, por ejemplo, la estructura
ocupacional. La perceptibilidad empírica tiene importancia por
cuanto la teoría sociológica se concibe precisamente como sistema
de proposiciones comprobables; siendo así que sólo son compro-
bables aquellos datos que resultan perceptibles empíricamente.
Por eso no resultan aprovechables los enfoques ideal-típicos, cuyos
datos "no son susceptibles de comprobación; podrán ser útiles, en
todo caso, para la "elaboración de hipótesis.
La estructura del sistema urbano, como se desprende de la enu-
meración de sus características constitutivas, resulta ser extrema-
damente compleja y diversificada. De ahí se deduce un hecho esen-
cial para el conocimiento sociológico: la estructura es pluralista.
El pluralismo no tiene su origen en la mera existencia o presencia
de "más o menos grupos o subsistemas en el seno de un sistema
dado, sino en la divergencia de los planteamientos finalistas y de
las exigencias de los grupos particulares con respecto al sistema.
Los grupos particulares poseen sus propios objetivos y sus propias
normas y es de aquí de donde derivan las opiniones diversas acerca
del sistema y las exigencias divergentes que se plantean al mismo.
Realidad de la que se puede deducir la hipótesis de que la ciudad,
conforme a su propia estructura, debe encontrarse en una situación
de permanente conflicto. Bien entendido que al hacer esta afirma-
ción solamente se está pensando en el conflicto "sistémico-espe-
cífico", en la divergencia pluralista que se inserta directamente en
la ciudad: quedan fuera de nuestra consideración aquellos con-
flictos que resultan del hecho de que la ciudad es la sede colectiva
de agrupaciones pluralistas y de sus enfrentamientos.
c) El pluralismo que caracteriza al sistema urbano se mani-
fiesta en la existencia de intereses divergentes. Estos intereses se
orientan hacia determinadas prestaciones del sistema, las funciones
de la ciudad.
Si la estructura era el aspecto estático del sistema, la función
es el dinámico. El sistema consta de una estructura y se conserva

161
11
mediante unas funciones. Son funciones las acciones e interaccio-
nes que se dan dentro de un sistema y que llevan a la realización
de los fines propuestos. No todas las acciones e interacciones son
funcionales: aquellas que se oponen a la realización de los fines
constituyen disfunciones (42).
La cosa se complica en el caso de la ciudad, debido, por lo pron-
to, a que ésta no tiene un ufin" explícito propio: en todos los sis-
temas de tipo complejo su objetivo sólo puede consistir en su pro-
pia conservación: el fin es, pues, conservar el sistema como tal.
Dicho más exactamte, la conservación de un sistema complejo con-
siste en que sus partícipes (subsistemas, grupos, individuos) puedan
llevar su propia existencia, en el marco del sistema complejo, lo
más de acuerdo posible con sus propios y privativos fines. Con res-
pecto a la ciudad, ello significa la existencia de todos sus habitantes
lo más exenta posible de conflictos; no se puede, en este caso,
llegar a una formulación más concreta del fin. Otra complicación
viene dada por el hecho de la intensa ocupación del espacio que
caracteriza al sistema urbano. Las funciones de este sistema, por
ello, no pueden consistir en acciones e interacciones directas, sino
que se manifiestan más bien en forma indirecta, en cuanto que el
sistema pone a disposición de sus habitantes los presupuestos nece-
sarios para la realización de las funciones.
Por tales razones, resulta útil considerar las funciones del sis-
tema ciudad bajo dos aspectos distintos: bajo el que afecta al par-
tícipe individual del sistema, aspecto individual, y bajo el que se
refiere al sistema como un todo, aspecto sistémico.
El individuo, para la conservación de su propia existencia, plan-
tea un cierto número de exigencias que, en parte directamente y
en parte indirectamente, se refieren al sistema ciudad. Y son:
- El mantenimiento productivo de la existencia, la exigencia
que se plantea al sistema de que ofrezca la posibilidad de obtención
de rentas e ingresos.
- El mantenimiento consuntivo de la existencia, que implica
la posibilidad de proveerse de los bienes y servicios necesarios, en-
tendidos en el más amplio sentido, la posibilidad, pues, de consu-
(42) Cfr. PARSONS, Talcott: "Systematische Theorie in der Soziologie",
loe. cit., pp. 38-39.

162
mir o gastar rentas e ingresos. Dentro de este capítulo se compren-
den la vivienda, la satisfacción de la demanda de bienes que cubran
las necesidades diarias, periódicos y, a largo plazo, la utilización
de los servicios de naturaleza económica y cultural y el aprovecha-
miento de la oferta de bienes y servicios destinados al descanso, al
recreo y a la conservación de la salud.
- La preparación (urbanización) del espacio que haga posible
el desarrollo de todas las acciones e interacciones deseadas, o sea,
la exigencia de una adecuada oferta de medios de tráfico y comu-
nicación. Esta última exigencia no es primaria, sino derivada, sola-
mente ha de servir para hacer posible la satisfacción de las demás
exigencias planteadas. De las citadas pretensiones del individuo,
las relativas a la vivienda y al tráfico hacen referencia directa a la
ciudad. Las demás ·se refieren a grupos y sistemas que existen den-
tro del sistema urbano y que, a su vez, determinan unas demandas
de servicios que se exigen al sistema ciudad, requiriendo instala-
ciones industriales, suelo, mano de obra, abastecimientos de todo
tipo, vías y enlaces de comunicación, etc.
Así como la estructura guarda relación con las posiciones que
se adoptan, las funciones se corresponden con los papeles (roles)
que se desempeñan o ejercitan en el seno del sistema. Las exigen-
cias que el individuo plantea al sistema urbano se corresponden
con los roles que representa en el propio sistema, siendo regla ge-
neral la acumulación y repetición de esas formas de actuar: se
desempeña un papel profesional o laboral, un papel como compra-
dor, otro como usuario de las vías de comunicación, etc.
Consideradas desde el punto de vista del aspecto sistémico, estas
exigencias individuales cristalizan en forma de pretensiones colec-
tivas (por acumulación de las individuales) de la estructura total
frente al sistema. Las funciones del sistema urbano no son otra cosa
que el conjunto de las prestaciones que satisfacen los requerimien-
tos individuales acumulados, prestaciones que son producidas por
los individuos, grupos y subsistemas afectados. Actúa funcional-
mente en pro del sistema urbano todo aquello que contribuye a su
conservación, sin tener en cuenta si sus intenciones, en particular,
se aplican al sistema ciudad (y no a otros sistemas). Las funciones,
concretamente, se corresponden con las citadas exigencias del indi-

163
viduo, sólo que ahora se ha de pensar en ellas como expreSlOn de
conjunto,' en correspondencia con la estructura total del sistema.
y aSÍ, podemos decir que ha de existir una oferta' de puestos de tra.;
bajo que se corresponda con la demanda, para que no se produzca
un movimiento emigratorio; debe existir una oferta de bienes y
servicios que sea adecuada a la demanda de consumo, entendidos
estos términos en sentido amplio, para que no haya de acudirse a
otros lugares para la satisfacción de estas necesidades; debe exis-
tir una ordenación del espacio urbano que sea adecuada a las nece-
sidades del tráfico, para satisfacer así los requerimientos individua-
les y colectivos en cuanto a circulación se refiere:
En el aspecto sistémico se puede prescindir de la diferencia que
existe entre la faceta productiva y la consuntiva, y caracterizar las
funciones del sistema como el conjunto total de las prestaciones
correspondientes a la estructura que pueden asignarse material-
mente distribuyéndose por sectores económicos, entendidos en
sentido lato (roles ocupacionales): entra en juego aquí la entera
estructura profesional, en toda su amplitud y diversificación. Se ve
aquí claramente que estructura y función son, simplemente, dos
aspectos distintos de una misma cosa: configuración y proceso.
Es importante el hecho de que al hacer referencia a las funcio-
nes del sistema se debe pensar en la adquisición de espacio: entre
las prestaciones se cuenta la oferta de espacio para su realización,
es decir, espacio para la producción, para viviendas, para la circu-
lación, etc. El hecho de que todas las funciones se refieran exclusi-
vamente a la propia estructura del sistema o de que sirvan tam-
bién a otros sistemas, es decir, de que la ciudad "se baste a sí mis-
ma" o que sea un terreno de tránsito con respecto a una periferia
más amplia y/o desempeñe funciones suprarregionales para la socie-
dad general -e incluso el caso inverso, que las funciones de un
sistema no satisfagan todas las exigencias concebibles del mismo
y deba recurrirse para ello a otros sistemas, o sea, por ejemplo, que
no exista un' mercado para unos bienes determinados-, es algo
que no supone ninguna especie de ruptura de la relación que existe
entre estructura y función. Las funciones "que corresponden" a la
estructura abarcan dentro de sí relaciones suprarregionales y supra-
locales de tipo activo o pasivo. Si no fuera éste el caso, solamente

164
deberían darse ciudades "autárquicas" estructuradas homogénea-
mente, que desempeñasen, correspondientemente, todas las mismas
funciones y en un mismo grado de intensidad.
Con ello se hace alusión a un nuevo contexto. A partir de las
funciones se ofrece una útil tipología de los sistemas que se pre-
sentan en la realidad. La división del trabajo entre ciudades, así
como la dependencia, unilateral y bilateral, que entre ellas pueda
darse, se mantienen debido a la existencia de funciones supraloca-
les y suprarregionales. Esa dependencia es unilateral cuando no hay
intercambio de funciones. De aquí resulta la disparidad entre ciu-
dades concretas, con respecto a su carácter estructural y sus presta-
ciones funcionales, así como la necesidad que existe de proceder
a su tipificación.
Carlos Marx fue el primero en llamar la atención sobre el
tema de la división del trabajo entre las ciudades: "Las ciudades
entran en relaciones recíprocas, se llevan nuevas herramientas de
una ciudad a otra y la separación entre producción' y comercio
provoca pronto una nueva escisión de la producción entre las
distintas ciudades ... La primitiva limitacicón a la propia locali-
dad comienza paulatinamente a desaparecer" (43).

El problema de elaboración de una tipología afecta también a


la temática que nos ocupa, pues el urbanismo debe orientar, más
cada vez, sus medidas de ordenación espacial a partir de la espe-
cial coordinación de funciones de su objeto de actuación, la ciudad
concreta de que se trate. Las ciudades pueden clasificarse en tipos
conforme a muy diversos puntos de vista: según su origen histó-
rico, con arreglo a notas distintas de carácter cuantitativo, de acuer-
do con circunstancias topográficas, etc., etc.
Max Weber ha iniciado el camino más adecuado, conforme al
cual, aunque no 10 haya seguido luego de modo estricto, pro-
pone en esquema una tipología que se atiene al modo predomi-
nante de obtención de rentas. Así, entre otras, distingue la "ciu-
dad de consumidores", la "ciudad de productores", la "ciudad
industrial", la "ciudad de comerciantes", la citystadt, etc. (44).
(43) MARX. Karl: "Die Deu~sche Ideologie", loe. cit., p. 383.
(44) WEBER, Max: "Die Stadt", loe. cit., pp. 737 y ss.

165
McKenzie presenta una ecological classification, distinguiendo
entre ciudades con producción primaria (agricultura, pesquerías,
producción de materias primas, etc.), ciudades distribuidoras, ci~­
dades con producción (industrial towns) y ciudades con funciones
de orden superior como pueden ser la política, la enseñanza, el
recreo, etc. (45). También en esta tipología se sitúan en primer
plano las funciones.
Bergel propone una clasificación de muchos términos. Distin-
gue siete tipos: "Economic centers, political centers, cultural
centers, recreation centers, residential cities, 'symbolic' cities,
diversified cities", que ulteriormente subdivide en otros (46).

Seguramente es acertado, para elaborar una tipología de las ciu-


dades, partir de la prestaciones productivas (aspecto sistémico) y sub-
dividir cuantitativamente las porciones de ingresos de la población
total que corresponden a los diversos sectores productivos. Pero
no basta con establecer unas tipologías unidimensionales y hablar
simplemente de ciudades industriales, ciudades comerciales, ciuda-
des culturales, etc., pues hoy en día tales tipos sólo guardan corres-
pondencia con la realidad en contados casos excepcionales. La ciu-
dad estructurada de un modo sumamente parcial y, por ende, fun-
cionalmente unilateral o limitada, es, para nosotros, un fenómeno
que corresponde a la época inicial de la industrialización; se la en-
cuentra también en los países recientemente colonizados, es decir,
siempre allí donde está en curso de desarrollo un proceso social
general de grandes proporciones. Pero tal situación, en cambio, ya
no puede darse en una sociedad industrial desarrollada; puede afir-
marse con toda generalidad que las ciudades en una sociedad in-
dustrializada muestran una tendencia a hacerse "universales": ciu-
dades que fueron fundadas en otro tiempo con unos fines excesiva-
mente parciales, como pueden ser las las de la cuenca del Ruhr,
han asumido desde entonces funciones múltiples y diversas; anti-
guas ciudades tradicionalmente comerciales, e incluso otras que en
otro tiempo fueron puramente residenciales, se han industrializado
y han asumido funciones culturales muy amplias.

(45) McKENZIE, R., en: PARK, Robert E.: BURGESS, Ernest W.; Mc-
KENZIE, Roderick: The City, loe. cit., pp. 66-67.
(46) BSRGEL, Egon Ernst: Urban Sociology. loe. cit., pp. 150 Y ss.

166
Piénsese en la colosal industrialización de Munich, en la cons-
tante ampliación de funciones de Wiesbaden o en el caso de Ham-
burgo, cuyos vecinos establecidos allí desde largo tiempo atrás
aún consideran que se trata de una ciudad comercial, siendo así
que desde hace ya bastante tiempo se ha convertido en importan-
tísimo centro industrial y cultural, conservando, no obstante, su
función ancestral de lugar de intercambio y de emporio comer-
cial; y los ejemplos podrían multiplicarse.

Esta tendencia hacia el "universalismo" no se opone a que de-


terminadas características funcionales específicas lleven a una divi-
sión del trabajo entre ciudades, ni a que perduren funciones espe-
cíficas tradicionales: sino que a la creciente diferenciación de las
exigencias y pretensiones que se produce en el curso de la indus-
trializaci6n de una sociedad corresponde una creciente "universa-
lizaci6n" de tipo funcional de las ciudades concretas. Una tipología
acertada tiene que tomar en consideración esta tendencia, abarcan-
do tanto la peculiaridad funcional específica como la complejidad
de las ciudades. Ello puede conseguirse si se construyen tipos com-
plejos, es decir, que no respondan tan sólo a una función predomi-
nante, sino que abarquen el conjunto proporcionado de las funcio-
nes sobresalientes. De esta forma puede seguirse poniendo de ma-
nifiesto la peculiaridad de Hamburgo o de Munich, pero eludiendo
al propio tiempo el peligro de emplear un modo unilateral o parcial
de ver a esas ciudades. Puede llegarse a tal especie de clasificación
compleja en cuanto se comprendan, para las ciudades en particu-
lar, las numerosas funciones correspondientes, y desde luego aque-
llas que guardan relación con los índices proporcionales de renta
más elevados. Solamente estos tipos complejos pueden correspon-
der a la realidad.
Ya habíamos quedado en que la estructura del sistema ciudad
es pluralista. Ahora puede decirse otro tanto de las funciones. La
ciudad es plurifuncional, y ello, por supuesto, considerado en am-
bos aspectos. Desde el punto de vista del aspecto individual, porque
todo individuo plantea al sistema, al menos, las exigencias funcio-
nales del mantenimiento producto de la existencia, del manteni-
miento consuntivo de la misma (sobre todo, por 10 que respecta a
Javivienda y a la satisfacción de la demanda de bienes de consu-

167
mo) y a la adecuación del espacio a las necesidades del tráfico. De
estas exigencias individuales resultan ya conflictos, pues esas fun-
ciones, en parte, se obstaculizan recíprocamente: piénsese en la
vivienda y la circulación rodada, en la actividad de compras y el
tráfico, en la producción y el descanso, etc. Para el ciudadano indi-
vidual, con la utilización de las funciones fundamentales, se origi-
nan ya conflictos de actuación (de ro1), que le imponen por la fuerza
determinadas decisiones. Pero ésta es solamente una de las facetas
del plurifuncionalismo; considerado desde el punto de vista del
aspecto sistémico, hay que tener en cuenta que las funciones no
entran en competencia exclusivamente unas con otras, sino que
también la plantean dentro de ellas mismas: baste pensar en las
numerosas manifestaciones diversas que se dan, por ejemplo. en el
ámbito de las prestaciones productivas. Todas y cada una de las
funciones concretas sirven ciertamente a una estructura extrema-
damente compleja y con un grado máximo de diversificación. Las
posibilidades que ofrece una city (centro urbano) aclaran 10 que se
pretende indicar con ello, sirviendo de ejemplo de los conflictos que
se originan como consecuencia de las m4.1tiples exigencias que el
tráfico plantea a la ciudad. Y a ello hay que añadir que las diver-
sas funciones "chocan en el espacio", tanto entre sí, es decir, unas
con otras, como dentro de sí mismas, pues plantean demandas de
espacio que son cumulativas y concurrentes (competidoras). Las
funciones, por tales motivos, son mtiltiples y pluralistas.

3. EL GÉNERO URBANO DE VIDA

Se puede abordar ahora el estudio de un fenómeno que es típico


de la ciudad -considerada como gran ciudad- y que presenta un
especial interés desde el punto de vista sociológico: el "género ur-
bano de vida", como estilo de interacción característico de la gran
ciudad. Es la consecuencia directa del carácter sistémico indepen-
diente que tiene la ciudad. Ya se hizo alusión a él, al enumerar los
componentes físico-espaciales determinantes de la ciudad, cuando
se afirmó que el número de habitantes y la densidad son factores
que dan origen a tal estilo específico de interacción. Ahora pode-
mos referirnos a otros factores: el pluralismo estructural y el plu-

168
ralismo funcional. Ambos deben considerarse conexos, pudiéndose-
afirmar, pues, que el encuentro y coincidencia de numerosos y muy
diversos actores (que representan un papel), que viven en un espa-
cio relativamente limitado, perteneciendo a muchos y diferentes.
grupos y subsistemas comprendidos dentro del sistema, engendran
unas formas de conducta que garantizan, al mismo tiempo, la adap-
tación a la otra parte de las relaciones (interacciones) y la preser-
vación de la propia individualidad.
Georg Simmel ha sida el primero que ha puesto de relieve
este hecho sociológico importante. Habla de la "intensificación
de la vida nerviosa", del "carácter intelectualista de la vida espi-
ritual de la gran ciudad", de "la puntualidad, del cálculo, de la
exactitud que imponen forzosamente al estilo de vida las compli-
caciones y exigencias de la gran ciudad". Todos estos factores y
circunstancias originan "indiferencia" y "reserva" (47). "Si se
hubiera de responder con otras tantas reacciones internas a los
continuos contactos exteriores con innumerables personas ... , se
llegaría a una total atomización interior" (48). El "lado interno
de esta reserva externa" consiste en un "antagonismo latente".

La decisiva aportación de Simmel ha consistido en percibir el


efecto integrador que ejerce este estilo de conducta "en la configu-
ración _de la vida de la gran ciudad: lo que en ésta se presenta de
un modo inmediato como disociador, en realidad es solamente una
de. sus formas elementales de socialización" (49).
En la obra de Oswald Spengler se encuentran algunas alusiones
a este fenómeno, por más que estén aún muy lejos de las exactas
apreciaciones de Simmel, que aún hoy siguen siendo válidas.
Spengler parte de la diferencia que existe entre ciudad y cam-
po; en la ciudad, el hombre "se hace lalma', llibre' y nuevamente
- semejante al nómada, aunque esté más estrecho y sea más frío.
El ser lalma' es la forma específica urbana de la vivacidad inte-
lectiva" (50). La ciudad pequeña y la grande se diferencian por
(47) SIMMEL, Georg: "Die Grossstadte und das Geistesleben", loe. cit.~
pp. 227-33.
(48) Loe. cit., pp. 233-34.
(49) Loe. cit., p. 234.
(50) SPENGLER, Oswald: Der Untergang des Abendlandes, loco cit.•
p. 108.

169
su forma respectiva de "vivacidad": "La astucia campesina pro-
pia de la ciudad pequeña y la inteligencia de la gran ciudad son
dos formas de la vivacidad intelectiva entre las que apenas si es
posible un entendimiento" (51). Se dejan traslucir aquí algunos
atisbos vagos de ideas que son acertadas, pero, no obstante, no
pueden llegar a constituir un punto de arranque para un análisis
exacto.

Hasta ahora, el que con mayor amplitud ha seguido el enfoque


que consiste en desarrollar sociológicamente el fenómeno ciudad a
partir del género urbano de vida ha sido H. P. Bahrdt.
Bahrdt parte de la idea inicial de Max Weber: el mercado es
el componente constitutivo más importante de la ciudad. Sin eJ{-
plicación plausible, deduce de aquí que "la formación de una es-
fera pública y una esfera privada ha de servir de criterio para la
determinación de la configuración de la ciudad" (52). "Nuestra
tesis dice así: una ciudad es un asentamiento de población en el
que la vida colectiva y, por tanto, también la cotidiana, muestran
una tendencia a polarizarse, es decir, a desarrollarse, o bien en
el estado de agregado social característico de lo público, o bien
en la esfera de 10 privado" (53).

Se convierte así la polarización de lo público y lo privado en el


único criterio válido de configuración de la ciudad y, puesto que
nada más se dice sobre ello, hay que pensar que se interpreta im-
plícitamente como factor real decisivo.
La polarización de lo público y lo privado, como causa de la for-
mación de la ciudad, debe rechazarse; como consecuencia de la
misma, puede aceptarse, si bien con restricciones esenciales. Por
tanto, es ulterior; por 10 que, en primer término, se ha de pre-
guntar : ¿ Qué es lo que puede engendrar esa polarización, si, no
obstante, se la supone como válida previamente? Bahrdt no ha res-
pondido a esta pregunta. La polarización tan sólo puede explicarse
satisfactoriamente como consecuencia de los factores que ya califi-

(51) Loe. cit., p. 115.


(52) Cfr. BAHRDT, Hans Paul: Die moderne Grossstadt, loe. cit., pp. 36
y ss.
(53) Loe. cit., p. 38.

170
camos como determinantes del género urbano de vida y, por consi-
guiente, como una más de las manifestaciones que aparecen junta-
mente con éstos y que con ellos se entremezclan y confunden.
Tales factores, como ya se ha indicado, son el número de habitan-
tes, la densidad relativa del sistema ciudad y la complejidad y di-
versificación de la estructura y las funciones urbanas. Un sistema
social simple y cerrado no permite, por lo general, que surja ningún
tipo de diferenciación entre una esfera pública y otra privada; un
sistema complejo y abierto, es decir, el que constantemente asimila
nuevos elementos "extraños", genera, por decirlo así, automática-
mente, esferas de conducta diferenciadas, una diversificación en la
asunción de los papeles sociales y, con ello, un estilo específico de
interacción.
Nuevamente se recurre a Simmel. En el capítulo de su Sozio-
logie que lleva por epígrafe "El secreto y la sociedad secreta",
este autor califica al dualismo que se da entre lo público y lo
privado de "esquema general de diferenciación cultural: lo públi-
co se va haciendo siempre más público; lo privado, más pri-
vado" (54).

Esa polarización solamente puede concebirse como consecuen-


cia de la diferenciación; como tal, viene a ser una más entre las
formas específicas de manifestarse que tiene la existencia urbana.
Por otra parte, habría que preguntarse si se puede aceptar la pola-
rización de lo público y lo privado, que Bahrdt supone permanente,
en esa forma expresa.
"Los ámbitos de vida que no se pueden caracterizar como
'públicos' ni como 'privados' ... pierden importancia" (55).

Bahrdt no dice lo que, a este respecto, ha de entenderse por


ámbitos de vida". Si se refiere con ello a sistemas sui generis
-como hay que suponer-, entonces no tiene razón en lo que afir-
ma respecto de la ciudad. Así, por ejemplo, la típica gran empresa
moderna, sea industria o administración, es, para la ciudad, un "ám-
bito de vida", un sistema o subsistema dentro del sistema urbano,
(54) SIMMEL, Georg: Soziologie, loe. cit., p. 277.
(55) BAHRDT, Hans Paul: Die moderne Grosstadt, loe. cit., p. 38.

171
al que no es posible comprender empleando estas categorías; pues,
de hecho, esa empresa no es ni "pública" ni "privada". La sociolo-
gía ha demostrado una y otra vez que en todas las organizaciones,
incluso en las empresariales, se encuentran agrupaciones formales
e informales; que las interacciones que se establecen con carácter
permanente en la empresa aparecen siempre entremezcladas tam-
bién con factores informales y emocionales. Y con ello, estas enti-
dades no entran de lleno, en realidad, ni en un aspecto ni en el otro.
Nadie negará, sin embargo, que pertenecen esencialmente a la es-
tructura del sistema urbano, que dentro de ellas se desarrolla una
gran parte de la vida del ciudadano.
Se hace preciso ahora aclarar con más detalle los conceptos de
"lo público" y "10 privado". Comprenden, evidentemente, dos com-
ponentes: el componente "ámbito" y el componente "conducta".
En cuanto ámbito, lo público ha de concebirse como espacio que,
por principio, es accesible a todos los miembros de una sociedad
general o a los miembros de determinados grupos, agregados o sub-
sistemas de esa sociedad; y, de forma correspondiente, lo privado,
en cuanto ámbito, es el espacio que, por principio, solamente es
accesible para determinadas personas. Las calles, los medios "pú-
blicos" de transporte, las tiendas, teatros, restaurantes, etc., entran
dentro, según lo dicho, del ámbito público y están destinados a
todos los miembros de la sociedad; las cárceles, los cuarteles, las
escuelas, etc., quedan dentro del ámbito público, pero están desti-
nados a miembros de grupos o subsistemas individualizados, y las
viviendas de los particulares pertenecen al ámbito de lo privado. En
cambio, los espacios de las empresas (en último término, los mismos.
sistemas, en cuanto tales) se sitúan entre los dos ámbitos: son
esencialmente accesibles a mayor número de personas que, por
ejemplo, las viviendas, pero siempre se establece una limitación del
número total y, en principio, en esa cifra no se comprenden tam-
poco todos los miembros pertenecientes a un determinado subsis-
tema. Por tanto, la hipótesis de Bahrdt tampoco resulta acertada
desde este punto de vista del ámbito.
Lo público, en cuanto conducta, ha de concebirse como inter-
acción que, por tendencia, se propone la integración parcial; lo pri-
vado, en cuanto comportamiento, implica 'aquella interq,cción que,.

172
tendencialmente, se propone la integración "total". Podría decirse
también que en la integración parcial la comunicación no es el fin,
sino el medio de la interacción: se aspira a algo que está más allá
de la comunicación, mientras que en la integración total la comu-
nicación es contenido y fin de la interacción. La integración parcial
es expresión- de una conducta racionalmente orientada hacia unos
fines~ la integración total está orientada emocionalmente y no se
dirige hada unos fines, sino que constituye, por sí misma, un fin.
Además, lo propio del comportamiento público -al menos, por
cuanto se refiere a la cíudad- es que no sea reconocible o identi-
ficable el fondo social del individuo cuando actúa, o al menos que
no tenga necesariamente que mostrarse abiertamente. Tal compor-
tamiento es absolutamente imposible que se dé en el pueblo, pues
en la localidad pequeña todo el mundo se conoce, personalmente y
en cuanto al marco social al que se pertenece. Por ello, la conducta
(la asunción del rol correspondiente) se hace más estilizada en el
pueblo -como en cualquier otro sistema en que los partícipes se
conozcan entre sÍ- que en la ciudad: el "señor barón" y el "señor
párroco" se mueven en el pueblo de una manera distinta que en la
ciudad. En ésta, las estilizaciones del comportamiento no preten-
den ser manifestación de la posición propia, sino que aspiran al des-
arrollo sin fricciones de la interacción dirigida a un fin, a obtener
una información recíproca. Conforme a ello, en el pueblo no se da
"lo público" entendido en este sentido, como tampoco se da en la
ciudad pequeña ni se dio en la ciudad antigua.
Estas estilizaciones de las interacciones como comportamiento
público se verifican conforme a "reglas de conducta escritas"
(E. Pfeil), que garantizan el desarrollo de aquéllas con el mínimo
posible de fricciones y que también suponen la inclusión de deter-
minados controles sociales en el anonimato del comportamiento
público: la: actitud que se observa en la calle y en los medios pú-
blicos de transporte -dejar sitio a los demás, ceder el paso o el
asiento, las formas típicas de producirse en los contactos entre
compradores y vendedores, etc.- está sujeta a tales normas de
conducta y debe ser objeto del correspondiente aprendizaje; quien
contraviene esas reglas incurre en las consiguientes sanciones ad

173
hoc, manifestadas en forma de reprobación, protesta y otras seme-
jantes.
El mismo Bahrdt define también el comportamiento público
como "integración incompleta", expresión que aquí, debido al
acento valorativo que posiblemente se le atribuye, se puede sus-
tituir por la de "integración parcial". Ciertamente que Bahrdt no
establece ninguna diferenciación entre ámbito y conducta, con lo
que, como hemos de ver, pasa por alto un aspecto esencial de
la dudad.

Parece que debe aceptarse que el ámbito público sólo consiente


un comportamiento público, que el ámbito privado solamente ad-
mite el modo privado de comportarse y que ambos "ámbitos de
vida" se excluyen, por principio, recíprocamente. Esta afirmación
es enteramente válida para la esfera de lo privado: en el marco de
la vivienda, en el sistema de la familia, resulta imposible el com-
portamiento público en el sentido en que lo hemos definido. En
cambio, no es en modo alguno válida para la esfera de lo público:
la ciudad se caracteriza precisamente por el hecho de que en el ám-
bito de lo público -o sea, en las calles, en los parques, en los res-
taurantes, etc.- pueden darse, y realmente se dan, tanto el com-
portamiento "público" como el "privado". Se puede decir que en el
llamado ámbito público son perfectamente posibles ambas formas de
interacciones, ambos tipos de conducta discurren uno junto al otro,
no se obstaculizan y tampoco se perciben como contradictorios.
Es típico de las ciudades "auténticas" el que nadie se escan-
dalice cuando una pareja se demuestra "en público" su cariño,
siendo así que tal acto supone un modo de comportarse extre-
madamente "privado".

Esta posibilidad de observar una conducta privada en el ámbito


público se corresponde también con la destacada necesidad que siente
el individuo de entrar en contacto con otras personas, aunque no
sea más que en forma de participación pasiva, como la que es pro-
pia del observador. El género urbano de vida crea unas situacio-
nes permanentes de contacto latente, sin fatigar en exceso, es decir,
sin forzar al individuo a aceptar ese contacto necesariamente.

174
Así, pues, la posibilidad de observar un comportamiento priva-
do en el ámbito público desempeña una función esencial para el
individuo y para el sistema, y constituye, al propio tiempo, una de
las propiedades características típicas del sistema ciudad -enten-
dida como gran ciudad-, por lo que, desde tal punto de vista,
tampoco puede hablarse de una polarización de lo público y lo pri-
vado; esta construcción viene, precisamente, a ocultar una sobre-
saliente particularidad "urbana".
Parece aconsejable, por ello, prescindir de la complicada cons-
trucción de lo público y lo privado. En todo caso, puede dejarse
como válida la definición del respectivo ámbito (en función de su
accesibilidad plena o limitada). La forma típicamente urbana de
comportamiento puede describirse más exactamente si se recurre al
propio sistema. El número relativamente elevado de partícipes, la
densidad relativamente alta y la existencia de una estructura com-
pleja y diversificada, así como la plurifuncionalidad del sistema
urbano, originan un estilo de interacción en el individuo que se
adapta a esos factores y que, por ello, es típico del sistema. En este
caso, la adaptación o adecuación significa que el individuo concreto
diversifica su estilo de interacción según sea la correspondiente
relación social en que se encuentra situado. El sistema exige mu-
chas y muy variadas interacciones; el individuo reacciona ante esta
exigencia llevando a cabo una racionalización de las interacciones,
con 10 que, junto a todos los demás que se orientan hacia un mismo
fin, realiza una integración parcial. Por esta vía se garantiza la pro-
tección de la individualidad. El individuo tiene la tendencia a rea-
lizar como integración total aquellas relaciones sociales que se con-
servan y fomentan por sí mismas. El ámbito del sistema que abarca
el mayor número y variedad de integraciones parciales -el ámbito
"público"- se utiliza también simultáneamente para interacciones
que tienden a la integración total, y de este modo se obtienen opor-
tunidades de contacto, así como una vivencia independiente de tipo
emocional y estético que, bajo otras condiciones, no podría darse.
El relativo desinterés del partícipe individual por el estilo de inter-
acción de los demás, mientras no se entabla con ellos ninguna rela-
ción directa, hace posible y requiere la realización de ambas moda-
lidades de interacción simultáneamente y en el mismo lugar.

175
El género urbano de vida, después de todo, es una manifesta-
dón lógica y consecuente del sistema ciudad y, al mismo tiempo,
una función indirecta del sistema: no se le desea en particular, no
..corresponde a ninguna exigencia directa, pero afecta indirectamente
al sistema, favoreciendo su conservación. Sin su típico estilo' urbano
de interacción, el sistema ciudad no podría existir.
Por encima de esta función indirecta de conservación del sis-
tema -pero simplemente referida a la ciudad-, el modo urbano
de vida tiene aún otra función relevante que afecta a la sociedad
general, la de engendrar y requerir la tolerancia de los partícipes
interesados en sus relaciones mutuas. La conducta privada en el
ámbito público, en efecto, sólo es posible ya con la condición de
que exista la tolerancia. El género urbano de vida engendra tam-
bién ,la generalización de cualidades humanas como la comprensión
.y la aceptación del extraño y del que es distinto, o la tolerancia
de las minorías. La mezcolanza de los estratos sociales en el ámbito
público de la ciudad crea en el individuo una conciencia de colec-
tividad general y, con ello, algo así como unas cualidades democrá'"
ticas, aunque ciertamente, sin que por ello quepa esperar igualmente
que surja de aquí un trato comunitario propiamente dicho. Sea
,como fuere, el pensamiento radical y las actitudes terroristas, por
más que normalmente se manifiesten en actividades que se des-
arrollan en las ciudades, no pueden atribuirse a la estructura espe-
·cífica del sistema urbano, sino a desequilibrios que se dan en la
'Sociedad general.
Como anticipación de ulteriores comentarios, hagamos aquí la
·observación de que el género urbano de vida no tiene su origen
exclusivamente en los componentes sociales del sistema "ciudad",
sino que se refiere también a sus aspectos espaciales y tiene, por
ello, una gran relevancia para el urbanismo. De ello nos ocuparemos
·con mayor detalle al tratar el fenómeno de la urbanidad, cuando
abordemos el estudio del modelo práctico para el área residencial.

4. EQUILIBRIO

Para concluir, hay que tratar debidamente el tema de la rela-


ción entre estructura y función del sistema. Ya se ha indicado que

176
las funciones conservan la estructura; ahora hay que preguntarse
c6mo puede ocurrir esto. Para ello se nos ofrece la idea del equi-
librio: el sistema se conserva si estructura y funciones se encuen-
tran en equilibrio. Este equilibrio se dará cuando las funciones del
sistema, en su totalidad, se correspondan debidamente con su es-
tructura, en toda su complejidad y diversificaci6n, cuando todas
las exigencias de todos los partícipes del sistema se satisfagan de
una manera que resulte 6ptima para ellos.
Para lograr semejante equilibrio deberían darse determinados
presupuestos en cuanto se refiere a la estructura y funci6n del sis-
tema. En primer lugar, deberían manifestarse en toda su amplitud
las exigencias de la estructura misma y habrían de poder imponerse
proporcionadamente. Pero éste, evidentemente, no es el caso nor-
mal. La diversificaci6n de la estructura se manifiesta también, pre-
cisamente, en las diferencias de la "capacidad de expresión" de los
partícipes concretos (subsistemas, instituciones, grupos, individuos,
etcétera). Estos tienen una potencia diferente en cuanto a su apti-
tud para exteriorizar sus exigencias y para impulsar la ejecuci6n
de sus intereses, es decir, para provocar e influir sobr~ las funcio-
nes del sistema, de forma que actúen de acuerdo con esos intere-
ses. Para ello, o bien los partícipes han de tener una cierta impor-
tancia como subsistemas en el marco del sistema (por ejemplo, una
gran empresa industrial dentro de la ciudad), o bien han de unirse,
como miembros con iguales intereses, a asociaciones, pressure
groups, etc. Las asociaciones econ6micas, las asociaciones de veci-
nos y las entidades de defensa del medio ambiente local son más
poderosas y, en último extremo, más eficaces que "los" usuarios de
las vías de comunicación o que las familias que buscan casa. De
estas últimas, la que no tenga la posibilidad de independizarse
mediante la construcción de su propia vivienda, no podrá prescin-
dir de la configuración que adopte la funci6n del suministro de vi-
viendas, es decir, dependerá de las formas y condiciones en que
éstas se ofrezcan. No puede negarse, en modo alguno, el derecho a
hacerse oír, bien por medio de la asociaci6n, bien gracias a la pro-
pia importancia que se posea en el seno del sistema, s6lo que debe
uno percatarse de que no todos los partícipes están en situaci6n de
imponerse de esa manera.

177
12
Aún puede darse un paso más y afirmarse que las eXJigencias
que la estructura plantea a las funciones no se exteriorizan, no sólo
por los motivos citados, sino también porque los partícipes intere-
sados no siempre conocen bien todas las posibilidades funcionales
existentes. Veamos un ejemplo, referido en este caso a la economía
nacional: el consumidor no cuenta con la transparencia del merca-
do que sería precisa para conseguir una cobertura óptima de su
demanda. Muchos interesados no saben, en absoluto, lo que podrían
exigir y obtener con respecto a su propia situación y a las capacida-
des potenciales de rendimiento funcional del sistema. Este parece
ser un hecho de la mayor importancia que, en gran medida, pasa
desapercibido.
Suponiendo que la estructura fuese "diáfana", que todos los
partícipes supieran lo que pueden exigir y que pudieran llevar ade-
lante sus requerimientos, aún se necesitaría, del lado de las fun-
ciones, que se diese la premisa de que aquéllos, tan pronto como se
les requiriese o se les informase, acudiesen o hiciesen acto de pre-
sencia de un modo automático. Pero esto solamente se da, en rea-
lidad, con respecto a una pequeña parte de las funciones. El sistema
está bien lejos de encontrarse en situación de poder aprestar todas
las funciones deseadas como reacción automática a las exigencias
planteadas. Ello es posible, cuando más, para la función de conser-
vación consuntiva de la existencia, con respecto a la demanda dia-
ria y periódica, que se satisface por medio de las instituciones eco-
nómicas del sistema. Interviene aquí ampliamente el juego de la
demanda y la oferta propio de un mercado abierto a la libre con-
currencia. Pero las funciones que requieren operaciones más am-
plias, planes a plazo más largo e inversiones más importantes, para
cuya realización el sistema no dispone de instituciones ad hoc, no
se desarrollan automáticamente, ni tan siquiera cuando se presen-
tan con carácter de perentoriedad y urgencia, sino que se cumplen
como resultados de un proceso comparativamente mucho más com-
plicado. Baste pensar, entre otros muchos ejemplos, en la construc-
ción de una red pública de vías de comunicación o de estableci-
mientos culturales en gran' escala.
Aún en el supuesto de que se cumplieran aquellas condiciones,
la idea del equilibrio supone algo más todavía: que todas las exi-

178
gencias de todos los partícipes de la estructura puedan ser satisfe-
chas por las funciones, que, por tanto, pueda tener lugar un máxi-
mo de satisfacción de las necesidades, o que un mercado en que
se dé una concurrencia perfecta sea el que dirija las funciones a
través de la determinación de los precios. No cabe duda que, por
aplicación del principio general de la escasez, no puede darse, evi-
dentemente, el caso indicado en la primera proposición; tampoco
el expresado en la segunda, pues muchas funciones del sistema ur-
bano, tanto por su origen como por su orientación, no son resultado
de un proceso de mercado, sino de una decisión política.
Estas decisiones serían, en cierto modo, fáciles de adoptar si
sólo se tratase de que los partícipes ponderasen entre sí sus intere-
ses respectivos y, por este medio, que cada uno accediese a deter-
minadas reducciones, estableciendo un acuerdo compensatorio y
creando, en definitiva, un relativo equilibrio. Ya se ha dicho, no
obstante, que la estructura no sólo es diferenciada, sino también
pluralista, o sea, que los grupos, subsistemas, etc., particulares pre-
sentan planteamientos finalistas divergentes con respecto a sus pro-
pios sistemas y, por tanto, también con relación a la orientación de
las funciones del sistema ciudad. Por ello, cada partícipe muestra
la tendencia a enjuiciar de manera distinta el equilibrio que debe
mantener y conservar al sistema. Se requieren, pues, decisiones
políticas, y para ello -cosa imprescindible en todos los casos en
que se trata de sistemas complejos y que no pueden abarcarse, sin
más, de una ojeada- se necesita el nombramiento de determina-
dos miembros, con el carácter de delegados, para la preparación y
adopción de esas decisiones.
El "funcionalismo", en el sentido en que aquí lo entendemos,
no implica, por tanto, en ningún caso la existencia de funciones
automáticas de equilibrio, a modo de autorreguladores, que deban
responder mecánicamente a partir de un determinado juego de fuer-
zas, sino que significa el tener que decidir políticamente sobre la
adecuada coordinación de las funciones que se refieren a la estruc-
tura de la ciudad y a la sociedad general. Y a este respecto, cabría
hacer una reflexión crítica tanto sobre el sistema ciudad como
sobre la sociedad en cuanto tal, para ver si están en situación -y,
en su caso, en qué medida- de tolerar o admitir una razonable

179
coordinación de funciones y, con ello, un arreglo o saldo justo.
Tampoco se puede hablar de que exista en el sistema una "tenden-
cia" objetiva hacia el equilibrio, sino, en todo caso, una preten-
dida "aspiración" política de equilibrio. Esta se manifiesta en forma
de planeamiento vinculado a un consenso finalista.
En este lugar es donde se pone de relieve la importancia inme-
diata que tienen la ciencia y la política para la conservación y pro-
greso de un sistema como la ciudad. Debe esclarecerse la estruc-
tura diferenciada; han de ponerse de relieve las exigencias objeti-
vas del sistema como un todo, así como las exigencias funcionales
de cada uno de los partícipes, que no poseen ni la capacidad ni la
fuerza necesarias para su exteriorización en el terreno político y en
el de sus intereses; deben examinarse las posibilidades mínimas
objetivas de equilibrio entre estructura y función que existan; deben
compararse las ideas del político con la situación real que se dé;
han de elaborarse propuestas encaminadas a la eliminación de des-
equilibrios, etc., etc. Esta es la tarea de la ciencia y, entre otras
disciplinas, también de la sociología (análisis, prognosis, modelos).
Las instancias políticas incluidas en el ámbito del urbanismo tienen
la tarea de conseguir, a través de la oportuna decisión, un compro-
miso, a partir de la pluralidad de exigencias divergentes de la es-
tructura con respecto a las funciones, en forma correspondiente a
las intenciones sociales, políticas y urbanísticas, y, con base en tal
compromiso, proceder a la iniciación de los planes consiguientes.
El urbanismo, por su parte, contribuye a la acción, en cuanto que
practica análisis de la situación conforme a sus propias intencio-
nes y, a partir de aquéllos, intenta elaborar y presentar ideas direc-
trices parciales. Todas las instancias políticas, conjuntamente, des-
arrollan una multiplicidad de planteamientos finalistas divergentes;
se origina así un permanente conflicto de fines, que tiene que ser
resuelto, una vez tras otra, mediante decisiones concretas. Para
decirlo, una vez más, claramente: como consecuencia de las exi-
gencias divergentes de la estructura del sistema, correspondientes
a los diversos planteamientos finalistas de los subsistemas, las ins-
tancia políticas delegadas -y, por ello, competentes- desarrollan
a su vez propuestas finalistas divergentes, que son las que deben
someterse, mediante las decisiones precisas, a un acuerdo de com-

180
promiso, que permita ya el desarrollo de planes. Este cometido de
las instancias políticas tiene, con respecto al sistema urbano, dos
facetas. En primer lugar, debe ponerse en claro la cuestión de cuá-
les sean las funciones que principalmente deben entrar en acción
por razón de las exigencias planteadas por parte de la estructura y
en qué orden de precedencia. Esta es misión de los órganos polí-
ticos del sistema, entendidos en sentido amplio, es decir, del Con-
sejo municipal, de la Administración local y también del propio
urbanismo. Una vez que esta cuestión sea resuelta, deberá decidirse
la forma en que aquellas funciones deben ordenarse y configurarse.
Existe también, evidentemente, un pluralismo de las funciones;
compiten, se superponen, "chocan entre sí" en el espacio. Ahora,
la superación de estos problemas es tarea específica del urbanismo:
éste, en la forma que ya hemos expuesto detalladamente, tiene que
procurar la armonización en el espacio de estructura y función.
La ciencia y la política, pues, intentan colaborar en la obtención
de un equilibrio "relativo" -en todo caso, reducida-, basado en
la decisión y el compromiso. La participación que tiene en el pro-
ceso la autorregulación a través de reacciones automáticas es extre-
madamente pequeña. Al llevarse a cabo las decisiones se añade un
conflicto de fines, con base en un consenso valorativo. Por ello, ha
de partirse de la idea de que cuanto más concretos y especiales
sean los valores afectados pOr el consenso, tanto más parcial será
el problema planteado. Dicho con otras palabras: un equilibrio
amplio solamente podría producirse con base en un consenso valo-
rativo muy abstracto. Ya por este motivo resulta que sólo se ofre-
cen soluciones parciales. A ello hay que añadir el hecho de que el
sistema completo es demasiado complejo y el número de las varia-
bles demasiado elevado como para poder llegar a un equilibrio om-
nicomprensivo, prescindiendo totalmente de las dificultades prácti-
cas. Así se llega a la técnica del fraccionamiento de obras, a la
forma de actuar progresiva, al planteamiento de fines parciales y a
la adopción de decisiones también parciales.
Si se considera la situación actual de nuestras ciudades, se puede
comprobar fácilmente que ni siquiera puede hablarse de que exista
un modo de proceder progresivo, en el sentido indicado: faltan
todavía las posibilidades de planificación por parte de la ciencia y

181
de la praxis política, así como la voluntad decisoria de las instan-
cias políticas. Esto se puede atribuir a la existencia de unas reali-
dades estructurales anquilosadas, heredadas de tiempos pasados:
de una parte, en general, el actual sistema fiscal, que deja a las enti-
dades comunales en una situaci6n de insostenible dependencia con
respecto a las economías privadas, la posici6n extraordinariamente
privilegiada de que disfrutan los propietarios privados del suelo
urbano y la instituci6n de la libre disposici6n de la propiedad pri-
vada sobre el suelo urbano, y de otra parte, la incapacidad de las
instancias políticas para librarse de esas cargas y obstáculos. De
este modo, hasta los posibles equilibrios parciales resultan extra-
orditiariamente problemáticos.
Pero es que la idea del equilibrio absoluto resulta ut6pica inclu-
so por otro motivo: parte, concretamente, de la premisa de que el
sistema es estático, de que no cambia con el transcurso del tiempo.
Siendo así, en verdad, que la estructura, por el contrario, se modi-
fica ininterrumpidamente, y que las funciones, por ello, siempre
han de ir "renqueando" a la zaga de la estructura. Se pone de ma-
fiesto aquí lo importantes que son los pron6sticos, como servicio
que la ciencia puede prestar al urbanismo. Pueden aminorar el des-
fase (lag) que se produce entre el respectivo desarrollo de la estruc-
tura y la coordinaci6n de las funciones.
Hay que convencerse, pues, de que jamás pueden lograrse solu-
ciones omnicomprensivas, en el sentido de que sean capaces de
promover un equilibrio completo. El único consuelo puede consistir
en saber que la mayoría de los sistemas muestran la tendencia a
sobrevivir, incluso encontrándose en permanente estado de desequi-
librio, lo que será un consuelo si es que se considera que tales sis-
temas son dignos de supervivencia. En el caso del sistema urbano,
esa supervivencia se logra de una manera s610 relativamente buena,
pues su cohesión, como sistema total, como ya se ha puesto de
manifiesto, no es grande, es decir, el sistema "vive" mucho más a tra-
vés de la existencia de sus subsistemas que gracias a su propio fun-
cionamiento orientado hacia unos fines. Y, por ello, soporta el per-
manente conflicto y el desequilibrio constante. De la misma mane-
ra, de aquí se deduce la posibilidad que existe, en principio, de
eliminar desequilibrios parciales mediante la adopción de medidas

182
también parciales: se intenta resolver los problemas de la VIVIen-
da, del tráfico, del empleo, etc., de una forma más o menos fraccio-
nada, separando las cuestiones entre sí, aunque en el fondo todas
ellas estén íntimamente relacionadas. Se ha de reconocer, por su-
puesto, la cohesión total del sistema en cuanto juego conexo de
estructura y función, pero en la realidad no se la puede restablecer
plenamente.
El enfoque expuesto, que consiste en entender teóricamente la
ciudad como sistema independiente que subsiste gracias a la cone-
xión de estructura y función, implica, como se ha indicado, el in-
tento, no s6lo de proporcionar las bases fundamentales para análi-
sis sociológicos de tipo especializado, sino también de poner de
relieve los puntos de partida para la actividad urbanística. La opi-
nión, que con tanta frecuencia se manifiesta, de que el urbanismo
solamente ha de atender a las funciones de la ciudad o de que sólo
ha de proporcionar los presupuestos necesarios para su realización,
citándose, por lo general, las funciones trabajo, vivienda, recreo/
cultura y tráfico, expuesta de esta forma, es enteramente insuficien-
te. Prescindiendo ya de que las funciones deben presentarse de ma-
nera diferenciada, atendiendo, al menos, a la distinción entre los
aspectos individual y sistémico, lo cierto es que sólo son reconoci-
bles, planificables y configurables, en su forma y orientación, si se
consideran en relación y con referencia a la estructura. El solo exa-
men de tales relaciones y conexiones garantiza el acceso al conoci-
miento y solución de los problemas.
En el cuadro que incluimos a continuación quedan reflejados,
para mayor claridad, los componentes del sistema y las relaciones
más importantes que se dan entre ellos. Claro está que de esta for-
ma no es posible hacer una exposición adecuada y completa de la
teoría de la ciudad; el cuadro sólo pretende servir de ilustración
gráfica auxiliar.

183
CIUDAD

Sistema social espacial

:--_c_o_m_p_o_n._e_n_t_e_s_e_s_p_a_c_ia_l_e_s_~I---1
Territorio edificado, relativamente delimitado
Número de habitantes
Densidad

Género urbano de vida \---,


.:-- ~ I

Determinantes jurídicas I
Valores
Normas

1
Componentes sociales
I
11Estructura

Específica Aspecto
Funciones
1 ---,
Aspecto
General
individual sistémico

Estructura Instituciones Conservación


ocupacional. políticas. productiva
de la exis- Totalidad de
Mercado. Instituciones tencia. las prestacio-
económicas. di· nes, en eco-
Conservación ver- nomía, admi-
Estratificación. gien-
Asociaciones. consuntiva nistración,
de la exis- do cultura, trá-
Vecindario. tencia. fico. etc.

Familia. Tráfico.
Círculos de
relaciones.

'-----~I Aspiración al
equilibrio
:--_-----------~
1+( _
CAPITULO SEGUNDO

EL MODELO PRAGMATICO

l.-CONCEPTO DE MODELO Y MODELO PRAGMATICO

La construcción de modelos pragmáticos ya ha sido conceptuada


como tarea importante de la sociología en su función de ciencia
auxiliar del urbanismo. Afirmábamos, al propio tiempo, que el mo-
delo pragmático, en la forma en que aquí se presenta, tiene una
pretensión de novedad. Por tal razón, se hace necesario, antes de
entrar en la exposición de los dos ejemplos que en la Tercera Parte
se recogen, anticipar una explicación teórica acerca de lo que se
entiende por "modelo pragmático", calificativo de "teórica" donde
la idea de "teoría" ha de entenderse, una vez más, en sentido lato.
La posibilidad que tiene la sociología, como ciencia analítica, de
preparar y formular propuestas, sugerencias y asesoramiento en
favor de las disciplinas orientadas políticamente y referidas a una
praxis, es algo que no se reconoce, en modo alguno, con carácter
general. Reiteradamente se pone en duda, sobre todo, la posibilidad
de formular asertos de este tipo, exentos de juicio de valor. Nos-
otros afirmamos, por el contrario, que tal cosa es posible, como
vamos a tratar de demostrar.
El término "modelo" se emplea con gran variedad de significa-
dos; por ello es preciso, desde un principio, distinguir netamente

185
el concepto de modelo pragmático que se introduce en este trabajo
de los demás usos que se hacen de la idea de "modelo".
La palabra "modelo" proviene originariamente del latín. Modu-
lus significa módulo, medida y también forma. En alemán antiguo
se empleaba la voz Model, que significaba medida, regla, patrón y
forma. A través del término italiano modello se introdujo en la
lengua usual alemana la palabra Modell que actualmente se utiliza.
En el campo del arte y de la artesanía significa modelo, patrón, pro-
totipo, ideal, ejemplo, forma, etc. En todos los demás terrenos, el
concepto se emplea con la significación de "imagen" (reproducción)
o de "prototipo" (imagen previa). El concepto de modelo, en el te-
rreno técnico y en el arquitectónico, comprende ya ambos signi-
ficados: unas veces se emplea en el sentido de referirse a la repro-
ducción a escala y tamaño reducido de la realidad existente o ima-
ginada (proyectada: maquetas), otras se aplica para dar a entender
una abstracción intelectual, que representa una imagen ideal anti-
cipada o incluso una imagen utópica del futuro; existen, por ejem-
plo, modelos de lo que se denominan "ciudades ideales" o cons-
trucciones espaciales utópicas, como pueden ser las de Yona Fried-
man, Eckhart Schulze-Fielitz y otros arquitectos. El matiz o factor
utópico viene dado en estos casos por el hecho de que el modelo,
por razones técnico-constructivas, financieras, jurídicas, sociales y
otras, no es susceptible de realización práctica ni en el momento
actual ni en un futuro próximo.
Por otra parte, también se habla de "modelos" en el terreno
de la ciencia, en general, y en el de las ciencias sociales, en particu-
lar, pudiéndose distinguir aquí, una vez más, los modelos analíticos
(o teóricos), como "reproducciones" de la realidad -aunque, como
en el ámbito técnico y artesanal, se construyan en un plano mucho
más abstracto-, de los modelos pragmáticos, como "prototipos"
(prefiguraciones). Un modelo analítico es un "esquema mental", un
"sistema de ... suposiciones, cuya estructura formal puede represen-
tarse mediante una construcción lógico-matemática (exenta de con-
tradicciones)" (1). Esta es la definición más radical de esta forma de
modelo. Estos modelos se sitúan al comienzo del proceso de inves-
(1) KLoTEN, Norbert, y KUHN, Helmut: "Wirtschaftswissenschaft: Me-
thodenlehre", loco cit., p. 309.

186
tigación y no son, en el fondo, más que hipótesis sobre relaciones
causales.
Klages considera que "la característica esencial del modelo
ha de verse en la circunstancia de que se construye con él, previa
abstracción de los factores 'perturbadores', un campo de actua-
ción de variables, es decir, un entramado de interdependencias
de elementos múltiples, presentándose, sin más, una o algunas
variables como magnitudes independientes y otras como depen-
dientes" (2). También se trata aquí de un sistema de hipótesis,
que puede servir para una mejor comprensión de determinadas
situaciones sociales.

Para Zetterberg el modelo tiene también la función de repro-


ducción ideal, por lo que se trata igualmente de un modelo analí-
tico, si bien ya no es un sistema de hipótesis, sino de tesis: no pre-
cede, sino que sigue al proceso de comprobación, entendido en el
sentido dicho cuando hablamos de los métodos (vid. Primera Parte,
Cap. segundo, J, á). Equipara modelo y teoría, y trata, con vistas, por
supuesto, a una sociología formal general, de poner de manifiesto las
regularidades homogéneas que se dan en distintas "estructuras ins-
titucionales": según él, la tarea del "sociólogo teórico" es la de
"exponer tesis que sean válidas dentro de diversas estructuras ins-
titucionales. El sistema de tesis enlazadas entre sí, que será el re-
sultado de tal esfuerzo, es lo que con frecuencia se denomina teoría
o 'modelo'" (3); esta forma de teorizar es la que, según él, ha de
calificarse de "construcción de modelos". Aunque las tesis conteni-
das en el modelo derivan de análisis "acabados", es decir, que han
sido objeto de la correspondiente verificación, el modelo, como tal,
necesita ser sometido a nueva comprobación, pues, como compila-
ción que es de partes teóricas heterogéneas, vuelve a adquirir el
carácter de hipótesis, con respecto a una exposición teorética ge-
neral y completa. René Konig se opone -con raz6n- a la aplica-
ción del concepto de modelo a algo que no es más que una expo-

(2) KLAGES, Helmut: "Moglichkeiten und Grenzen des Modelldenkens


in der soziologischen Theorie", loe. cit., p. 99.
(3) ZETTERBERG, Hans L.: "Theorie, Forschung und Praxis in der 50-
ziologie", loe. cit., p. 66.

187
slclOn de hipótesis, como también a su simple equiparación a la
teoría.
"Un modelo no debería jamás confundirse, sin más, con una
teoría; pues su función propia solamente es la de ayudar en la
metódica configuración de una teoría, especialmente en el esfuer-
zo de su elevación a un plano superior de abstracción" (4). Konig
considera al modelo, no como "reproducción ideal", sino "como
una parte esencial del trabajo de elaboración conceptual, o sea,
no empírico, en el complejo proceso total de la investigación em-
pírica" (5).

Se aproxima así el concepto sociológico de modelo a lo que es


propio del campo de la economía nacional: en éste se utilizan cons-
trucciones de variables, tomando por base acciones racionales de
intercambio y excluyendo otras determinadas (cláusula ceteris pa-
ribus), que sirven de modelo de tipo analítico. El horno oecono-
micus es un modelo analítico, pues constituye una construcción
racional; en cambio, el hamo sociologicus de Dahrendod no es un
modelo, sino un tipo ideal, pues representa al hombre -aunque sea
de una manera "unilateralmente realzada" (Max Weber}- en su
forma real, comprobable empíricamente, de comportamiento so-
cial (6). Sería excelente que el concepto de modelo analítico se apli-
case solamente a las construcciones racionales y no a las represen-
taciones ideal-típicas de conductas reales.
De estos pocos ejemplos se deduce ya la forma tan difusa y
equívoca con que se presenta el concepto de modelo en las ciencias
sociales. Para convertirlo en algo utilizable y comprensible se le
debe dotar del adjetivo correspondiente que indique la función es-
pecial que desempeña el concepto en el caso concreto de que se
se trate.
Por tal motivo creemos que debe utilizarse aquí la nOCIon de
"modelo pragmático". El calificativo "pragmático" pretende indicar,
en primer término, que se trata de algo que no es teórico o que no
es analítico. El modelo no se ha de entender como "representación
(4) KONIG, René: "Grundlagenprobleme der soziologischen Forschungs-
methoden", loe. cit., p. 32.
(5) Loe. cit., p. 33.
(6) Cfr. DAHRENDORF, Ralf: Horno Sociologieus, loe. cit.

188
ideal" de la realidad, cualquiera que sea su grado de abstracción,
sino como "prototipo" de unos determinados planes, configuracio-
nes y, por tanto, actuaciones futuras. Pero el adjetivo "pragmático"
quiere decir también "practicable", susceptible de ser llevado a la
práctica, aprovechable en la práctica, al menos por la praxis política
planificadora y configuradora de la realidad.
Si el modelo pragmático se entiende como instrumento útil para
la praxis configuradora, para que tenga, en general, oportunidad de
éxito, o sea, para que pueda llegar a aplicarse en la práctica, debe
cumplir dos requisitos previos que son esenciales: en primer lugar,
debe construirse y exponerse en un lenguaje que resulte accesible
para sus destinatarios. Por tanto, el lenguaje no debe ser esotérico,
sino accesible y comprensible para todos y cada uno de los intere-
sados. Esto es especialmente importante cuando se ha de pisar un
terreno fronterizo entre diversas disciplinas o cuando se trata de
obtener unos frutos científicos que, como producto de una ciencia
funcionalmente auxiliar, han de utilizarse luego por otra disciplina
o por la praxis política.
El segundo requisito se refiere a su grado de generalidad y a su
ámbito de acción y, por tanto, a la complejidad del modelo prag-
mático. Este problema se corresponde con la cuestión de los niveles
o planos de la investigación (vid. Primera Parte, Cap. segundo, 11, 2).
Los modelos pragmáticos son, para los sociólogos, más fáciles de con-
cebir y, para la praxis política, más practicables -es decir, más fáci-
les de transformar en realidad configurada-, cuanto más especia-
les son y cuanto más restringido es su ámbito de acción, cuanto
menor es su complejidad y cuanto más pequeño es el número de
las variables que se han de considerar. Resulta, por tanto, más fácil
proponer un modelo específico para un objeto especial determinado
que elaborar un modelo general para un objeto general. Así, es más
fácil de concebir el modelo para un centro especial concreto que el
modelo para un centro, sin más, pues en el primer supuesto se co-
noce la cifra de población, viene dado el contexto social-espacial,
están fijadas hasta cierto punto las pretensiones finalistas de la
praxis política, etc. No obstante, los modelos de centros, en gene-
ral, son más fáciles de concebir que los referidos a ciudades ente-
ras, y éstos siguen siendo más fáciles que los que abarcan estructu-

189
ras espaciales de la sociedad general. Cuanto más amplio es el ám-
bito de acción de los modelos, tanto mayor es el círculo de los datos
que son precisos, o sea, tanto mayor es el número de los compo-
nentes que deben incluirse en el modelo. Por lo que respecta a la
teoría de la ciudad, esto significa que un modelo que pretendiera
ser adecuado al equilibrio total de estructura y función habría de
tener una complejidad que resulta ya inimaginable; requeriría tam-
bién la existencia de un consenso sobre los fines propuestos que
resulta prácticamente inconcebible. La solución alternativa sería la
de construir modelos alternativos que correspondiesen a los plan-
teamientos finalistas divergentes que se hubieren formulado, pero
incluso así su complejidad sería demasiado grande.
Tales consideraciones, que son válidas en cuanto a la concep-
ción de modelos pragmáticos (el lado del sociólogo), lo son igual-
mente con respecto a su realización o puesta en práctica (del lado
urbanista). Prescindiendo incluso de la consideración de que la
puesta en práctica de los modelos lleva consigo problemas de orden
técnico, finaciero y organizativo, y de que, por regla general, cuan-
tos más elementos preexistentes han de considerarse tanto más am-
plio es el ámbito de acción del modelo, la creciente dificultad de su
realización al ir creciendo el ámbito de acción es algo que depende
del hecho de que los modelos, en principio, tienen carácter expe-
rimental. Ello significa que aumenta enormemente el riesgo confor-
me va creciendo el ámbito de acción. Cuando el modelo de peque-
ño radio de acción resulta que no es efectivo en la fase de puesta
en práctica, el fracaso tiene una marcada repercusión económica.
Tratándose de modelos grandes (por ejemplo, Brasilia; caso en que
no hace falta decir que se trata de la ejecución de un modelo prag-
mático, en el sentido aquí indicado), tal circunstancia habría de
crear problemas económicos de gran envergadura. A pesar de todo,
es más importante -al menos en cuanto a los intereses de la cien-
cia se refiere- el hechó de que resulta más difícil determinar las
causas del fracaso cuanto más complejo es el modelo.
Puede decirse también que con el aumento de complejidad del
modelo crece igualmente el grado de utopismo que se da en él con
respecto a su posibilidad de aplicación práctica, si es que se admite
que pueda dar buen resultado el concebir modelos de amplio mar-

190
gen de acción. Debe calificarse aquí de utopía la presentación con
arreglo a un modelo de una "forma" óptima que haya de llevarse a
cabo en el porvenir, pero a cuya realización se opongan, en un
futuro inmediato o incluso más lejano, dificultades insalvables de
tipo técnico, financiero y jurídico. Hay que suponer que las dificul-
tades de esa especie aumentan en enorme medida con la ampliación
del ámbito de acción del modelo.
En tal sentido, los modelos propuestos por Buchanan, del tipo
de "reorganización total" del tráfico en las ciudades, puede decirse
que tienen carácter utópico (7). Se ha de terminar, por tanto, en la
construcción de modelos parciales, al igual que el urbanismo ha de
contentarse con aspirar a fines u objetivos parciales y lo mismo que
el sistema ha de darse por satisfecho con lograr equilibrios parcia-
les también. Popper ha caracterizado de tal modo este estado de
cosas, que parte de la idea de la imposibilidad que existe de contar
con un "fin definitivo" u "objetivo final" (aquí: equilibrio total), de
donde deduce la conveniencia de propagar una "tecnología de obra
incompleta" o de fraccionamiento de la actuación.
"La técnica social de fraccionamiento de la actuación se ase-
meja a la técnica de transformación de la naturaleza, en cuanto
que aquélla, como ésta, consideran que el objetivo final queda
fuera del ámbito propio de la técnica" (8). Dice más adelante:
"Como Sócrates, el ingeniero de obras incompletas sabe perfecta-
mente lo poco que sabe. Sabe que sólo podemos aprender de nues-
tros propios errores y equivocaciones. De aquí que solamente
proceda paso a paso, comparando siempre cuidadosamente los
resultados esperados con los realmente conseguidos, permane·
ciendo constante en guardia ante los efectos secundarios no de-
seados que ineludiblemente han de derivarse de toda reforma.
Pero también procura no acometer aquellas reformas de tal com-
plejidad y trascendencia que le parecen impracticables, cuida de
poner en claro las causas y los efectos, y se esfuerza por saber
lo que realmente está haciendo" (9).

(7) Cfr. BUCHANAN, Colin: Verkehr in Stadten, loe. cit.


(8) POPPER, K. R.: Das Elend des Historizismus, loe. cit., p. 51.
(9) Loe. cit., p. 54.

191
H.-COMPONENTES DEL MODELO

El modelo pragmático solamente puede aspirar a revestirse de


carácter científico si se presenta en una forma determinada y pre-
cisa; comprende unos determinados componentes, que han de ex-
ponerse separadamente:
1. El objeto del modelo;
2. Los datos de conocimiento;
3. Los datos finalistas, y
4. El enunciado del modelo.
1. El objeto del modelo debe seleccionarse y definirse antes de
poder dar ningún otro paso, puesto que él es el que determina el
tipo, la amplitud y la estructura de los demás componentes. Como
objeto o contenido del modelo, entran en juego, en principio, todas
aquellas entidades que tienen importancia social y que son suscep-
tibles de configuración técnico-política. Por tanto, para la sociolo-
gía como ciencia auxiliar del urbanismo son de interés aquellos ob-
jetos que resultan relevantes sociológica y urbanísticamente y que
son configurables urbanísticamente. Por otra parte, no se elegirán
objetos que solamente sean relevantes, sino aquellos que, además,
aparezcan como problemáticos, merecedores de reforma y suscepti-
bles de mejora. Sin embargo, ¿ qué es lo que aparece como proble-
mático, como anomalía o defecto, por tanto, y a quién se lo parece?
Puede calificarse de anomalía todo desequilibrio de estructura y
funciones que presente el sistema, toda divergencia manifiesta entre
la situación fáctica de la estructura y las prestaciones funcionales,
lo que simultáneamente constituirá una divergencia entre la situa-
ción de hecho y los planteamientos finalistas de los partícipes del
sistema acerca de esa situación. Tales deficiencias pueden manifes-
tarse de dos maneras diferentes:
Primera: se estima que algo falta y se reclama su presencia; se
ha de crear como algo nuevo.
Segunda: algo que ya existe se juzga insuficiente o deficiente;
debe ser modificado o mejorado.
La falta de centros docentes de enseñanza media (Gymnasien)
en los barrios obreros sería una deficiencia del primer tipo (di-

192
vergencia entre el fin propuesto de favorecer la igualdad de opor-
tunidades discentes para todos y la situación real): la mezco-
lanza de zonas residenciales y de áreas destinadas a la industria
pesada, que se da en muchas ciudades de la cuenca del Ruhr, sería
una anomalía del segundo tipo (divergencia entre el fin propuesto
que tiende a la separación de funciones y la situación real).

Ya hemos indicado que no todos los partícipes del sistema ur-


bano pueden dar expresión en igual medida a sus exigencias fun-
cionales, existiendo intereses que se defienden con mayor intensi-
dad y otros que se mantienen con menos fuerza -y otros, claro
está, que no se defienden de ninguna manera-o En el fondo, es indi-
ferente quién sea el que llama la atención sobre las anomalías, pero
lo cierto es que existen determinadas instancias que son especial-
mente adecuadas y competentes para la determinación y difusión
pública de tales deficiencias. No todo lo que "se opina o dice" indi-
vidualmente y de manera inarticulada puede ser grave o importan-
te. Las instancias especialmente competentes para ello son: la
opinión pública, sostenida y representada, sobre todo, por la prensa
y los demás medios de comunicación y difusión; los órganos poH-
ticos, es decir, parlamentos, gobiernos, organismos administrativos;
las propias entidades planificadoras, de naturaleza pública y pri-
vada, y last, but not least, la misma ciencia. La búsqueda y el reco,;,
nocimiento de anomalías que, como desequilibrios existentes en el
seno del sistema, habían permanecido ocultas hasta ahora, consti-
tuyen una buena prueba de su aptitud al respecto. Verdad es que
la ciencia no ha descubierto o profundizado por sí sola todos los
objetos de sus propios modelos; realmente, siempre existen ano-
malías que saltan a la vista lo suficiente como para poder combatir
directamente su "ocultación" o enmascaramiento.
Por tanto, el descubrimiento y la toma de conciencia de una
deficiencia son el resultado, o bien de un proceso político-social de
formación de la opinión, o bien de un análisis científico. Para la
configuración del modelo, como tal, tiene poca importancia la forma
en que se haya tomado conciencia de la anomalía.
Por supuesto, todavía se plantea un problema, el de que, al
igual que ocurría con la determinación de los fines, tampoco puede

193
13
esperarse que exista un consenso general en cuanto a lo que se
consideren anomalías: lo que un determinado grupo considera que
constituye un "escándalo", otro puede considerarlo como algo que
se encuentra totalmente en orden. Solamente pocas situaciones
-incluso con respecto al sistema urbano- se perciben y declaran
unánimemente por todos los partícipes como francas y absolutas
deficiencias. Aquí ya no nos resta más que hacer la observación de
que son grupos determinados del sistema los que interpretan la .si-
tuaci6n como an6mala; pero la decisi6n acerca de si la situación
ha de reconocerse como deficiente y sobre si deben adoptarse posi-
bles medidas para eliminar la deficiencia, sigue quedando confiada
a los 6rganos delegados. Claro está que el científico puede, con inde-
pendencia de tal hecho y según su propio juicio de valor, convertir
en objeto de un modelo la "anomalía" interpretada como tal por
él mismo, planteándola incluso en contra de las opiniones ofi-
ciosas.
2. Los datos de conocimiento son aseveraciones tearéticas so-
bre la situaci6n del sistema, de un subsistema, etc., que resulta
relevante con respecto al objeto del modelo. Por regla general, se
determinan la situaci6n estructural en cuesti6n y las exigencias
funcionales que resultan de la estructura. A esta operaci6n corres~
ponde también el esclarecimiento de los factores determinantes de
la situaci6n o, en su caso, de la estructura. En este contexto, pues,
las tareas propias de la sociología vienen constituidas por análisis
estructurales y análisis de tendencias. Han de practicarse, igual-
mente, análisis de necesidades, entendidos en su sentido socioló-
gico (cfr. Primera Parte, Cap. segundo, J, 1, c, 1.0); a tal respecto,
puede decirse también que los partícipes afectados del sistema entran
en los datos de conocimiento en cuanto demandantes de prestaciones
determinadas del sistema.
Los datos de conocimiento se formulan en forma de tesis. Tam-
bién es posible partir de hip6tesis, cuando no existen tesis -es de-
cir, proposiciones teoréticas- obtenidas a través de un procedi-
miento de comprobaci6n. Claro está que un modelo pragmático
será mucho más realista si los datos de conocimiento no consisten
en hipótesis, sino en tesis; no obstante, si se tiene presente que los

194
modelos cumplen precisamente la función de contribuir a la solu
ción de problemas sociales actuales, siempre será mejor contar con
un modelo, aun fundado en hipótesis, que servirá para estimular la
discusión y será en todo caso una base experimental que, por razo..
nes de purismo metodológico, no hacer nada. También son conce-
bibles casos en que los datos de conocimiento consistan en un
complejo de tesis e hipótesis.
Los datos de conocimiento del modelo pragmático han de for-
mularse en un lenguaje técnico sociológico; éste es el lenguaje de
la "teoría sociológica", en el sentido en que Konig emplea la expre-
sión y -como es evidente- ha de utilizarse en forma descriptiva:
integrando asertos informativos.
La medida en que, en la confección de modelos, las proposicio-
nes teoréticas (tesis), que proporcionan una parte de los datos, se
insertan luego en el contexto más amplio de un análisis, es algo que
depende de dos presupuestos previos. Uno se refiere al término de
la investigación. Si la sociología actúa en cooperación continuada
con el urbanismo, sus propios análisis se realizan antes de la con-
fección del modelo, en el marco de la segunda fase de los métodos.
En tal caso, para la configuración del modelo se parte exclusiva-
mente de los resultados de los análisis y se introducen en aquél,
como datos de conocimiento, las necesarias tesis que se han' ela-
borado. En el supuesto de que sólo exista una cooperación discon-
tinua entre sociología y urbanismo, o en el caso de que sólo se trate
de la construcción directa de modelos pragmáticos, deberá intro-
ducirse el análisis, tan amplio como sea posible, en los datos de
conocimiento, para hacer factible seguidamente la exposición de las
tesis.
El segundo presupuesto se refiere a la prudencia de las tesis.
Cuanto mayor sea ésta, tanto menor puede hacerse el ámbito del
análisis que se considere (siendo indiferente ahora que el análisis
deba insertarse en los datos de conocimiento o que pueda simple-
mente intercalarse entre los mismos). Por otro lado, existen tesis
sociológicas que han llegado a formar parte del depósito de cono-
cimientos aceptados con generalidad y que, por tanto, ya no ne-
cesitan de una fundamentación estricta.

195
Zetterberg ha refundido algunas de estas tesis que tan impor-
tantes son para la praxis, en forma de sociological laws, de las
cuales la más simple dice: "The number 01 possible actions per
person is limited" (10). Una tesis sociológica que se acepta con
toda generalidad es, por ejemplo, la siguiente: el hombre, por
razones de conservación de la existencia y de satisfacción de sus
impulsos emotivos, tiende a la formación de grupos; o bien: en
todas las configuraciones de grupo se desenvuelven relaciones de
supraordinación y de subordinación.

Si las tesis son ya menos abstractas y generales, deben presen-


tarse también el marco de referencia y el proceso de comprobación.
Así, por ejemplo, la proposición siguiente: "La población hambur-
guesa tiende a una específica segregación por estratos en diversas
áreas residenciales", no puede aceptarse en un análisis sin que se
ofrezca al propio tiempo la prueba consiguiente. Por supuesto, para
las proposiciones más generales a que antes nos hemos referido,
también es válida la consideración de que deben someterse a com-
probación; lo que ocurre es que ya no se exige la prueba sobre el
propio terreno, puesto que ya se conoce.
3. Los datos finalistas son, según la índole del objeto del mo-
delo, valores sociales, intenciones urbanísticas e ideas directrices
(parciales) urbanísticas. Para la construcción del modelo se han de
considerar siempre -y exclusivamente- aquellos planteamientos
finalistas que hacen referencia, de forma observable, a los datos de
conocimiento. El sociólogo, tras justificarlo debidamente, puede
eliminar aquellos planteamientos de fines que ha sido capaz de iden-
tificar como puramente ideológicos, es decir, como inadecuados a
la situación social real. Los valores sociales son las proposiciones
finalistas que se sitúan por encima de las intenciones urbanísticas
y que participan en su determinación; en una sociedad que se
conceptúa a sí misma de "libre", son, por principio, "pluralistas",
es decir, divergentes e incluso, posiblemente, antagónicos. Los valo-
res sobre los que se ha alcanzado un consenso generalizado apare-

(lO) ZETTERBERG, Hans L.: Social Theory and Social Praetiee, loe. cit.,
p.74.

196
cen codificados en Leyes fundamentales y Constituciones, pero tam-
bién aparecen sancionados por la costumbre, la tradición o el com-
promiso o acuerdo tácito. Los valores antagónicos son aquellos que
se producen constantemente por obra de las corrientes espirituales
y políticas y que están sometidos a discusión, es decir, que son
aceptados y afirmados por grupos determinados y rechazados por
otros. La libertad de desenvolvimiento de la persona individual, la
libertad de asociación, los controles democráticos, etc., son valores
que merecen un consenso general; la cogestión obrera, la liberali-
zación del mercado del suelo y de la vivienda, la planificación eco-
nómica general, etc., son valores que tienen carácter antagónico.
Los valores sobre los que existe un consenso generalizado se
caracterizan, en la mayoría de los casos, por su elevado nivel de abs-
tracción; pero también ellos, en el decurso del cambio social, en-
tran en el marco de la discusión antagónica. Las intenciones urba-
nísticas son los objetivos urbanísticos supraordinados y, como ya
hemos indicado, vienen determinadas por el objeto mismo del ur-
banismo, la ciudad, y por los valores sociales. Las ideas directrices
(parciales) urbanísticas se formulan, en el marco de las tareas con-
cretas, conforme al resultado de los datos obtenidos en el curso de
la progresiva sucesión de los métodos. La combinación o mezcla,
la descomposición o desintegración, la distribución o escalonamien-
to, la densidad y la "urbanidad", son ejemplos de tales ideas direc-
trices.
En la construcción del modelo pragmático se toman en consi-
deración las tres formas en que se presentan los datos finalistas.
Puesto que las ideas directrices hacen referencia a las intenciones
urbanísticas y éstas, a su vez, implican una referencia a los valores
sociales, es claro que los datos finalistas, si los referidos a una cate-
goría inferior están sometidos a discusión, se atendrán siempre a la
categoría superior.
Lo que ya se dijo sobre las anomalías y deficiencias, al hablar
del objeto del modelo, es válido también con respe~to a los datos
finalistas: en el fondo, es indiferente el saber dónde se originan los
planteamientos finalistas y quién los ha formulado. En la práctica,
no obstante, se convierten en decisivos los planteamientos finalis-

197
tas de aquellas instancias que están llamadas a intervenir en la eli-
minación de las anomalías e incluso en la formulación de intencio-
nes y de directrices parciales. El científico que quiere construir
modelos hará bien en tener en cuenta muy especialmente esas pro-
puestas de fines, cosa que, por otra parte, no ha de perjudicarle,
sino que, ulteriormente, ha de servirle para interesarse en otras con-
cepciones finalistas que aparezcan como plausibles.
Los datos finalistas suponen, en principio, asertos normativos,
es decir, no científicos; no se trata de afirmaciones de lo qu~ es,
sino de lo que debe ser, su lenguaje no es de índole descriptiva, sino
prescriptiva. Sin embargo, el científico no los incluye en el modelo
como normas, sino como datos, es decir, el aspecto dispositivo o
prescriptivo se traduce al lenguaje descriptivo. El valor, la intención
o la idea directriz no se toman como norma con la que el cientí-
fico se identifique, sino como información acerca de la actitud nor-
mativa del práctico interesado. Los asertos sobre datos finalistas,
según lo dicho, son del siguiente tenor: "por parte de la praxis
política se aspira a conseguir el fin X", o ya en el contexto del
modelo total: "si se aspira a conseguir el fin X", etc.
Por decirlo claramente, una vez más: los datos finalistas, ex-
puestos en lenguaje descriptivo, entran a formar parte del modelo
pragmático como enunciados informativos. La terminología, cierta-
mente, no es de tipo sociológico, sino la que corresponde a la praxis
política interesada, en nuestro caso, por tanto, la de tipo urbanís-
tico. Con ello se pone una vez más de manifiesto claramente que
el científico que trabaja en una zona fronteriza y se dedica a una
ciencia funcionalmente auxiliar, debe familiarizarse con el objeto,
la forma de pensar y la terminología de las demás disciplinas que
toca.
Hemos dicho que en la exposición de los datos de conocimiento
debe intercalarse el propio análisis tan amplio como sea posible;
pues lo mismo puede afirmarse con respecto a los datos finalistas.
Las propuestas de fines y las actitudes valorativas de la praxis
política, como ya hemos tenido ocasión de ver (cfr. Primera Parte,
Cap. segundo, I, c, 1), entran dentro del ámbito de investigación de
la sociología. El análisis de normas, la investigación de las actitudes

198
valorativas y propuestas finalistas que sean relevantes con respecto
a los problemas en cuestión, la crítica de la ideología como com-
paración de las propuestas finalistas exteriorizadas con la situación
social real y el debate de los conflictos de fines, es decir, sobre la
incompatibilidad de diversas actitudes valorativas e ideas directri-
ces con respecto a un determinado problema, son todas ellas formas
de análisis que se han de practicar antes de proceder a la elabora-
ción concreta del modelo, de manera que se someten a debate como
datos finalistas solamente aquellas propuestas de fines conoci-
das que vengan al caso. Pero también esto depende de la conti-
nuidad de la cooperación y del proceso de la investigación socio-
lógica.
4. y ahora, ¿ cómo se llega al enunciado del modelo, a su ver-
dadera médula?
El enunciado del modelo surge mediante la combinación de los
datos de conocimiento y los datos finalistas, teniendo presente el
objeto propuesto. Esta combinación tiene que ser lógicamente com-
patible y, sobre todo, "razonable": es un resultado "creador", delimi-
tado tanto por los datos de conocimiento y de fin, como por las
dotes combinatorias y la imaginación del investigador. Para la ex-
posición del modelo se exigen los mismos requisitos que para la
formulación de hipótesis (conocimiento de nexos causales, experi-
mentación primaria, intuición, fantasía, etc.).
Veamos, por el momento, un ejemplo muy simple: sea el ob-
jeto del modelo los institutos de enseñanza media; en sentido
amplio, el fenómeno de la enseñanza. Sean los datos de conoci-
miento los siguientes: 1.0 Solamente ellO % del total de los hijos
de obreros de la ciudad X asisten a los institutos hasta terminar
los estudios de bachillerato. 2.° Todos los institutos de la ciu-
dad X, sin excepción, están situados en las zonas residenciales
burguesas o en el centro mismo. El dato finalista esencial viene
constituido por el juicio valorativo conforme al cual deben ofre-
cerse a todos las óptimas oportunidades de enseñanza. Ahora, el
enunciado del modelo dirá así: si el hecho real dado yel fin pro-
puesto son los que quedan expuestos, existe la posibilidad de ins-
talar institutos de enseñanza media en los barrios obreros, para
facilitar a los hijos de los trabajadores la asistencia a estos cen.

199
tros docentes. Existe también la posibilidad de adscribir espa-
cialmente en los barrios obreros los institutos a las escuelas pri-
marias, de manera que de aquí se originen mayores facilidades y
estímulos para los hijos de trabajadores. (Esta, naturalmente, sólo
es la parte urbanísticamente relevante de un modelo para tal pro-
blema: evidentemente, todavía habría que incluir en los datos
de conocimiento la situación de los padres y la situación de las
escuelas primarias, sobre todo en cuanto a la actitud de los
maestros con respecto a los hijos de obreros.)

El ejemplo pone de manifiesto que el enunciado del modelo no


constituye una irrefutable deducción silogística, algo así como la
famosa proposición clásica: "todos los hombres son mortales, Só-
crates es un hombre, luego Sócrates es mortal". En el ejemplo ex-
puesto podría proponerse igualmente, como enunciado del modelo,
que se pusieran a disposición de los chicos de los barrios alejados
autobuses escolares especiales, o que se abonaran "primas" a los
padres, o cualquiera otra solución. El silogismo de Sócrates, en cam-
bio, no permite llegar a ninguna otra conclusión.
Las posibilidades de actuación que el modelo propone, tanto
menos pueden deducirse solamente de los datos finalistas cuan~o
menos puedan inferirse lógicamente, por su parte, los planteamien-
tos finalistas de los hechos, o sea, aquí, de los datos de con:oci-
miento. El enunciado del modelo se refiere a los datos finalistas y
a los datos de conocimiento, es una combinación de ambos, pero
no se deduce de ellos.
Popper ha puesto de relieve esta realidad esencial e,n el ejem-
plo de las decisiones (los planteamientos de valor y de fin son
decisiones en este sentido) y los hechos: "Las decisiones jamás
se deducen ... de los hechos, por más que se refieran siempre a
hechos" (11). Dice que si se quiere modificar un hecho dado
siempre podrán adoptarse diversas actitudes, o sea, que se pueden
formular diferentes propuestas finalistas.

(11) POPPER, K. R.: Die offene Gesellschaft und ihre Feinde, tomo 1,
loe. cit., p. 96.

200
Al igual que de cada uno de ambos tipos de datos no pueden
inferirse posibilidades de actuación, tampoco es posible deducirlas
de un modo simplista de la combinación de ambos. El enunciado
del modelo, por tanto, no es una deducción. Es una síntesis, una
composición de datos, de elementos con un carácter fundamental-
mente hipotético. Aun en el caso de que sean conocidos todos los
datos, tanto del resultado de los análisis como de los planteamien-
tos finalistas -lo que es poco probable que ocurra en la práctica-,
no se ha de esperar, por ello y sin más, que sea posible la obtención
de todo un catálogo completo de modelos con una certeza apodíc-
tica; esto solamente sería posible, una vez más, si se tratase de una
deducción lógica y no de una síntesis "creadora". Efectivamente, si
la formulación de posibilidades de actuación sólo fuera el resultado
de deducciones, se resolverían fácilmente muchos problemas polí-
tico-prácticos.
Se opta por la formulación del enunciado del modelo conforme
a una proposición de este tipo: "si... , si... , entonces..." (si=dato
de conocimiento; si=dato finalista; entonces, en tal caso=aserto),
porque es la más concisa y expresiva. El "entonces", el enunciado
del modelo propiamente dicho, debe acompañarse, además, con el
correspondiente "para asÍ. .." o "es decir, que ...". El enunciado del
modelo siempre puede formularse en dos lenguajes diferentes: en
primer lugar, el de la praxis y, seguidamente, en el sociológico. Ex-
presado de otro modo: el aserto contenido en el modelo desarrolla
posibilidades de actuación para la praxis; éstas abarcan determi-
nados criterios y se manifiestan como propiedades o atributos del
recién formulado objeto del modelo para la praxis, mientras que
para la sociología se presentan como posibilidades con respecto a
determinados modos de comportamiento. En el ejemplo que más
arriba dejamos expuesto, se indica primero la peculiaridad del ob-
jeto del modelo: diseminación de la situación local de los insti-
tutos, adscripción de los mismos a los locales de las escuelas ele-
mentales. Este es el lenguaje de la praxis, aquí, del urbanismo.
Luego se indica la posibilidad relativa al modo o manera de
comportarse, lo que puede ocurrir en la órbita social mediante la
realización del modelo: que los hijos de los trabajadores podrían

201
asistir más fácilmente a los institutos y, con ello, que podrían disfru-
tar de mejores oportunidades de recibir enseñanza media, etc. Este
es el lenguaje de la sociología.
El enunciado del modelo, pues, es de este tenor: si (estado,
hecho comprobado) y si (fin), entonces (propiedad o peculiari-
dad = praxis), es decir (comportamiento = social).
Este es el tipo más simple de modelo. Ya se ilustró con un
ejemplo, que parte de una constelación de hecho única, es decir,
de una situación comprobada muy simple, y de un solo plantea-
miento finalista. Pero por regla general, la situación, sobre todo, es
tan compleja que no puede recogerse y expresarse en una sola pro-
posición concisa (si ... ). Ello depende también, al propio tiempo,
del ámbito de aplicación del modelo: cuanto más complejo es el
modelo a que se aspira, tanto mayor es el número de los compo-
nentes que entran en el análisis de la situación, tanto mayor es el
número de criterios a los que se ha de hacer referencia y tanto
más complicados serán también los planteamientos finalistas; en
cambio, se pueden componer modelos parciales a partir de datos
de conocimiento parciales y de planteamientos finalistas también
parciales.
La proporción cuantitativa en que entren ambos complejos de
datos puede presentarse, por tanto, en la forma siguiente:
- un dato de conocimiento y un dato finalista;
- un dato de conocimiento y varios datos finalistas;
- varios datos de conocimiento y un dato finalista, y
- varios datos de conocimiento y varios datos finalistas.
Han de configurarse modelos alternativos, sobre todo, cuando
con respecto a una determinada situación existen varios plantea-
mientos finalistas antagónicos. El desarrollo de modelos alternati-
vos exige, muy especialmente, una gran dosis de objetividad y de
fantasía.
Considerando el objetivo práctico que caracteriza al modelo,
parece acertado formular sus enunciados en forma fundamental-
mente positiva, o sea, expresando siempre solamente aquello que
sea "factible", pero sin discutir, en cambio --cosa que, natural-

202
mente, también sería posible-, las realidades y fines que resulten
inconciliables o incompatibles. Ciertamente que los enunciados for-
mulados negativamente tienen la ventaja de ser plena y definitiva-
mente concluyentes; pero, claro está, un "modelo" negativo no
podría llevarse a la práctica, por 10 que únicamente podría ejercer
un efecto perturbador.
Popper habla, a este respecto, del "anti-intervencionismo":
" ... una de las tareas características de toda tecnología es la de
mostrar lo que no se puede conseguir". Popper aporta ejemplos
de este tipo de asertos tecnológicos formulados negativamente.
como pueden ser los siguientes: "Sin inflación no puede haber
pleno empleo." "No se puede emprender ninguna reforma sin pro-
vocar un robustecimiento de las fuerzas antagónicas ... " (12). No
hay que ver una diferencia decisiva con respecto a una formula-
ción positiva de estas proposiciones, si se dice algo así como:
"El pleno empleo implica tendencias inflacionistas", o: "Una
reforma política provoca reacciones." Las negaciones, en la prác-
tica, deben traducirse en todos los casos a su forma positiva. Por
lo demás, estas dos proposiciones no atañen propiamente al ob-
jeto de tecnologías o modelos, sino a sus consecuencias secunda-
rias: la inflación es una secuela de la política de pleno empleo
y la aparición de reacciones es una consecuencia secundaria de
reformas políticas. Tales secuelas deben discutirse ya dentro del
análisis de la situación e incluirse en sus resultados. El aserto
propiamente tecnológico, entonces, debe ocuparse de lo que se
puede hacer, considerando la situación del objetivo, con las con-
secuencias previsibles.

Los "modelos" formulados negativamente, es decir, aquellos cu-


yos enunciados Se refieren a 10 que de ningún modo debe hacerse
en vista de una determinada situación y de unos determinados
planteamientos finalistas, son razonables cuando la situación es de
tal modo complejo e inabarcable y los planteamientos finalistas son
tan divergentes y antagónicos, que resulta imposible la 'confección
de modelos pragmáticos cuyos asertos se formulen positivamente

(12) POPPER, K. R.: Das Elend des Historizismus, loe. cit., p. 49.

203
o que, en todo caso, éstos resulten tan diversificados que sola-
mente podrían contribuir a un mayor desconcierto y desorienta-
ción. Las propuestas negativas también pueden ser razonables como
inicio del enunciado, propiamente dicho, de un modelo pragmático:
se aclara inicialmente lo que, conforme a los datos obtenidos, no
debería hacerse bajo ningún concepto. Igualmente sensato será el
no tantear una por una todas las alternativas posibles, solamente
porque todas se presenten precisamente como posibles, o, cuando
se establezca la existencia de un continuo, el no tratar de mostrar
todos los gratos del mismo en variantes del modelo, sino tan sólo
sus casos extremos y las combinaciones que se presenten como es-
pecialmente congruentes. Entra aquí en juego la propia decisión del
investigador, al igual que en la selección del objeto de la investiga-
ción y del modelo. Más adelante abordaremos de nuevo este tema
y el problema de relevancia que plantea.
El lenguaje del enunciado del modelo es, en principio, descripti-
vo: "si se dan la situación X y el fin Y, entonces puede hacerse
esto y/o aquello". Pero incluso cuando solamente es posible un
único enunciado y éste se formula prescriptivamente ("si se dan la
situación X y el fin Y, entonces debe hacerse Z"), no por ello se
trata de un aserto normativo, sino que siempre sigue siendo infor-
mativo. El modelo pragmático, en efecto, no dice lo que el prác-
tico tiene que hacer -no dicta la decisión política-, sino que úni-
camente dice lo que se puede hacer. El enunciado del modelo par-
ticipa, hace saber al práctico, posibilidades de actuación.
Cuando el modelo se lleva a la práctica tiene carácter experi-
mental: el éxito del experimento viene a comprobar el enunciado
del modelo en cuanto hipótesis; su fracaso sirve para poner de
manifiesto su falsedad. Se sale del objetivo de nuestro trabajo, y
por ello no podemos abordarlo aquí, el estudio de las extraordina-
rias dificultades que presenta la experimentación en el terreno de
la ciencia social y del problema de la suerte que corre el modelo al
llevarse a la práctica, en cuanto a la utilidad de sus enunciados for-
mulados precedentes.
Si intentamos exponer esquemáticamente la noci6n de modelo
pragmático, resulta el siguiente cuadro sinóptico:

204
MODELO PRAGMAnco

Objeto del modelo

Entidades sociales relevantes


«Anomalías ))

Datos de conocimiento
=---.--------'- I I Datos finalistas
.:....--_-_---:

Diagnóstico analítico. Fines político-prácticos


Situaciones estructurales del sis- Valores/Normas.
tema. Intenciones.
Exigencias funcionales - Demanda. Ideas directrices.
Respecto al consumidor/población. Respecto al ofertante/planificador.
Tesis. Enunciados normativos.
Lenguaje descriptivo. Lenguaje prescriptivo.
Lenguaje técnico sociológico. Lenguaje de la praxis.

Enunciado del modelo

Combinación de datos de conocimiento


y datos finalistas, con vistas al objeto
del modelo.
Posibilidades de actuación.
Lenguaje descriptivo.

Lenguaje de la praxis: Lenguaje sociológico:


Propiedades del objeto del modelo. Modos posibles de comportamiento.

Haciendo un resumen conciso, puede describirse el modelo prag-


mático de la manera siguiente:
El modelo pragmático es un aserto científico de posibilidades
de actuación de la "praxis" política con respecto a una situación
social determinada y unos planteamientos finalistas determinados,
para la configuración o modificación de la situación social. Puede
ser objeto del modelo pragmático toda entidad social relevante y
"factible"; por regla general lo son aquellas cuya actuación actual

205
puede calificarse de "anómala". Teniendo en cuenta el objeto del
modelo, se recopilan los necesarios datos de conocimiento, en los
que, mediante tesis sociológicas, se presenta e interpreta la situa-
ción social. Igualmente, se ponen de relieve, en forma de datos fina-
listas, aquellos planteamientos de fines que resultan relevantes para
el objeto del modelo. El enunciado o aserto, propiamente dicho, del
modelo surge de una síntesis de los datos de conocimiento y fina-
listas, con vistas al objeto del modelo: formula posibilidades de
actuación para la "praxis", a la que sirven de información, pero no
de mandato o disposición preceptit'a de la acción.

lIl.-MODELO PRAGMATICO y TECNOLOGIA

La estructura del modelo pragmático es similar a la de las pro-


puestas de actuación de la escuela sociológica lógico-cognoscitiva
que la mayor parte de las veces se conceptúan de "tecnología", si
bien existen diferencias entre ellas.
Hans Albert, basándose en Popper, ha sido, sobre todo, el que
se ha ocupado intensamente del problema de los enunciados cien-
tíficos para la praxis política, especialmente en relación con el pro-
blema del juicio de valor. Este autor califica de "sistemas tecnoló-
gicos" a los asertos científicos sobre posibilidades de actuación de
la praxis.
Son los que dan respuesta a esta pregunta: "¿ Qué podemos
hacer? Para dar una respuesta explícita, los sistemas teoréticos
pueden adoptarse una forma tecnológica, en la que se aplique el
posible acontecer a puntos de arranque posibles para el actuar
humano" (13).

La conversión de un sistema teorético en tecnológico es una


"transformación tautológica", para la que no se requieren "premi-
sas adicionales". Deben servir de base a la transformación "deter-
minados desiderátums hipotéticos" (14). Albert, por cierto, no dice
(14) Cfr. loco cit., p. 192.
(13) ALBERT, Hans: "Wertfreiheit als methodisches Prinzip", loco cit.,
p. 192.

206
lo que haya de entenderse exactamente bajo ese término "deside-
rátums" : demanda de los afectados o planteamientos finalistas de
la praxis política competente. En otro lugar habla de "fines": .
"Una teoría ..., por transformación tautológica, se convierte
en su tforma tecnológica', a partir de un gran número de hipóte-
sis nomol6gicas (hip6tesis sobre regularidades; observación. del
autor) se transforma en un conjunto de asertos sobre posibilidades
humanas de actuaci6n con respecto a fines determinados. Esta
transformaci6n presupone simplemente que se admiten hipotéti-
camente determinados desiderátums, sin que se exija, pues, la
introducción de premisas de valor explícitas" (15).

Hay que suponer que con las expresiones "fines determinados"


y "determinados desiderátums" se pretende decir lo mismo. Si es
así, se equiparan los desiderátums a los datos finalistas del modelo
pragmático. Que los desiderátums "se admiten hipotéticamente"
significa que, al igual que los datos finalistas en el modelo pragmá-
tico, tampoco ellos pueden utilizarse como normas, sino como in-
formación.
Albert califica la construcción de un sistema tecnológico de
"deducción lógica", lo que quiere decir que el sistema tecnológico
resulta forzosamente de un sistema teorético: "El contenido infor-
mativo de un sistema tecnológico no puede, en manera alguna, ser
más amplio que el de su base teorética" (16). Si esto es así, enton-
ces el sistema tecnológico se diferencia esencialmente del modelo
pragmático, pues el sentido que éste tiene consiste precisamente en
que, mediante una síntesis del hallazgo ("base teorética") y de pro-
posiciones finalistas ("desiderátums"), se ha de proporcionar una
nueva información. En este punto debe establecerse también una
diferencia entre sistema tecnológico y modelo pragmático, en cuanto
que el primero es "deducción" y el segundo "síntesis creadora".
Mientras que, en el modelo, hallazgo y fines pueden utilizarse como
datos del mismo rango con vistas a la síntesis, parece que Albert
carga el acento en la "base teorética", considerando en cambio los

(15) ALBERT, Hans: "Wissenschaft und Politik", loe. cit., p. 213.


(16) ALBERT, Hans: "'Vertfreiheit als methodisches Prinzip", loe. cit.,
p. 192.

207
"desiderátums" simplemente como "restricciones lógicas'; de la
"transformación tautológica" (17). Si las propuestas de actuación
que se suministran a la praxis (da lo mismo cómo se las denomine)
no fueran otra cosa que el resultado de deducciones y transforma-
dones tautológicas, todos los científicos que tomasen por base los
mismos datos habrían de llegar a los mismos resultados. Y, como
10 demuestra la experiencia, no es éste el caso; hecho que permite
ya concluir que se trata del proceso creador de una síntesis inte-
lectiva. En este sentido, la construcción de modelos pragmáticos
puede compararse también a la configuración de hipótesis, en la
que entran en juego la fantasía creadora y la intuición. El sistema
tecnológico de Albert se presenta como una "conclusión" termi-
nante y segura, mientras que el modelo pragmático solamente pue-
de concebirse como un "inicio", como la propuesta intelectual de
experimentos que, luego, podrán o no tener éxito.
Popper habla a este respecto del método de "tanteo y error"
(trial and error). "Para el tecnólogo del fraccionamiento de obra,
esta noción significa 10 siguiente: si quiere introducir métodos
científicos en la investigación social y en la política, la condi-
ción previa de que debe partir es la de que ha de adoptar una
actitud crítica, tomando conciencia de que no s610 es necesario
el tanteo, la tentativa, sino también el error. Y tiene que apren-
der, no sólo a esperar que se produzcan equivocaciones, sino in-
cluso a buscarlas conscientemente" (18).

Albert afirma, con acierto, que "la ciencia social no puede ofre-
cer ningún sustitutivo para el talento inventivo de la praxis so-
cial" (19). Si en un modelo para la vivienda en la sociedad indus-
trial se señalan la variedad como característica peculiar y la pluri-
funcional de la familia como comportamiento, no se dice con ello
absolutamente nada acerca de las posibilidades de realización prác-
tica, o sea, aquí, arquitectónica. Sin embargo, no es posible llevar
·a cabo una separación tan nítida como ésta en todos los casos, por
·ejemplo, en todos los modelos urbanísticos para los que la realiza-
(17) Cfr. loe. cit., p. 192.
(18) POPPER, K. R.: Das Elend des Historizismus, loe. cit., pp. 69-70.
(19) ALBERT, Hans: "Wertfreiheit als methodisches Prinzip", loe. cit.,
p. 194.

.208
clOn propiamente constructiva es de una importancia subordinada,
es decir, en las cuestiones de localización, de ordenación espacial,
de organización del tráfico, etc. El científico, aquí, "penetra" nece-
sariamente en gran medida en el terreno de la praxis, pues de otra
manera no le es posible llegar a la formulación de propuestas con-
cretas. Albert justifica la observación citada alegando que a la cien-
cia social "sus propios enunciados sólo le permiten el análisis de las
posibilidades de realización que ofrecen los proyectos sociales, pero
de ningún modo la deducción de tales proyectos a partir de cuales-
quiera otras premisas" (20). Idea plenamente aceptable, aunque Al-
bert debería ofrecer a continuación una delimitación más precisa
de las nociones de sistema tecnológico y de proyecto.
El modelo pragmático, en lo esencial, puede reducirse a los co-
rrespondientes asertos de Max Weber, quien, en relación con el
problema del juicio de valor, ha abordado también el estudio de
las posibilidades de propuestas de actuación por parte de la ciencia
social (21).
Debe advertirse que para Max Weber no se trata solamente de
"una fundamentación metodológica de la investigación social em-
pírica en el terreno de la sociedad industrial" (22), sino también
-o incluso solamente- de una elaboración del problema de las
propuestas de actuación formuladas por la ciencia social para la
praxis política. "El interés científico específico ... que Max Weber
defiende en la discusión del juicio de valor tiende a justificar la
aspiración de 'objetividad' de una teoría de la 'importancia cul-
tural' de los fenómenos socioeconómicos o... a mostrar el camino
estrictametne científico a una sociología universal-historicis-
ta" (23). El mismo Weber dice que "en el terreno de las valora-
ciones político-prácticas (especialmente, por tanto, de las econó-
mico-políticas y socio-políticas) deben deducirse inmediatamente
directrices para una acción valiosa, en cuanto a: 1.0, el medio
imprescindible; 2.°, las secuelas inevitables, y 3.°, la competencia
que así se origina entre las varias valoraciones posibles en sus

(20) Loe. cit., p. 194


(21) Cfr. v. FERBER, Christian: "Der Werturteilsstreit 1909/1959"
loe. cit., p. 173. .
(22) Loe. cit., p. 173.
(23) Loe. cit., p. 173.

209
14
consecuencias prácticas, que son precisamente las que puede reve-
lar una disciplina empírica con los medios de que dispone" (24).

En estas observaciones se recogen algunas características esen-


ciales del modelo. El "medio imprescindible" y la "competencia
entre las variadas valoraciones posibles" se combinan en el enun-
ciado del modelo de tal manera que permite señalar alternativa-
mente el medio "posible" según los diversos fines u objetivos. En
el enunciado de un modelo puede prescindirse de las secuelas "in-
evitables", puesto que, en realidad, ya aparecen implícitas en él.
En el caso de nuestro ejemplo de los institutos de enseñanza media
en los barrios obreros, una secuela inevitable, así entendida, podría
ser el probable efecto de que luego no acudiesen a esos institutos
los chicos procedentes de estratos burgueses. Las consecuencias
secundarias "inevitables" solamente se deben exponer explícita-
mente cuando sean tan perjudiciales que puedan hacer discutible
el sentido de la actuación política. En nuestro ejemplo, aún con una
estratificación social del alumnado tan parcial, no se pondría, indu-
dablemente, en tela de juicio el fin docente propio a que responden
los institutos.
Max Weber pone de relieve claramente que la ciencia no tiene
ninguna especie de posibilidad de inferir la decisión:
"No existe ninguna clase de procedimiento científico (racio-
nal o empírico) que... pueda ofrecer una decisión" (25). "Sola-
mente se da una cuestión realmente ~decidible' empíricamente,
allí donde se pregunta por el medio adecuado a un objetivo dado
absolutamente inequívoco" (26).

Pero este caso sólo resulta concebible si se dan exclusivamente


(dicho en el lenguaje del modelo pragmático) un único fin posible
y una realidad cognoscitiva de extremada simplicidad y, sobre todo,
que posea un marco de referencia social mínimo.

(24) WEBER, Max: "Der Sinn der 'Wertfreiheit' der 50ziologischen und
okonomischen Wissenschaften", loe. cit., p. 494.
(25) Loe. cit., p. 494.
(26) Loe. cit., p. 503;

210
IV.-MODELO PRAGMATICO y JUICIOS DE VALOR

Ahora como antes, las cuestiones que plantean las propuestas


de actuación que hace la ciencia para la praxis política se enlaza
con el problema del juicio de valor. Por ello, es necesario presentar
la relación que existe entre modelo pragmático y juicio de valor,
con lo que se sigue el criterio de la escuela del conocimiento lógico.
No entra dentro del planteamiento de nuestro trabajo el examen y
discusión de los distintos enfoques teorético-cognoscitivos que se
dan en la sociología. Max Weber ha sido el que ha dado el impulso
decisivo al debate científico sobre estas cuestiones e incluso quien
ha aportado los puntos de vista esenciales -y que todavía no se
han visto invalidados- para su solución. Actualmente, el plantea-
miento del problema ha sido precisado por Albert y Dahrendorf,
pero sin que se hayan añadido puntos de vista esencialmente
nuevos.
En primer lugar ha de definirse claramente la noción de "juicio
de valor", cosa que no es frecuente que se haga. Ante todo, diga-
mos que el concepto de "juicio de valor" se ha equiparado al de
"valor", lo que ha dificultado el debate considerablemente. Es indu-
dable que no existe ciencia alguna "exenta de valor", pero sí que
existe una ciencia exenta de juicios valorativos. Si se conceptúa el
valor como la noción, no susceptible de demostración lógica y no
realizable racionalmente, de algo que debe aprobarse, que se ha de
respetar y, por ende, algo a lo que se debe aspirar, entonces el jui-
cio de valor será un aserto que contrasta una situación fáctica con
un valor existente, califica correspondientemente la situación de
"buena" o "mala" y, en el caso de llegar a un resultado negativo,
prescribe lo que se ha de hacer para conseguir un estado "bueno",
con relación al valor considerado. El juicio de valor es una afirma-
ción normativa apodíctica.
Max Weber denomina juicio de valor, o "valoración", a "la
apreciación lpráctica' de un fenómeno o manifestación, suscepti-
ble de ser influido por nuestra actuación, al que se califica de
inadmisible o, por el contrario, de digno de aprobación" (27); en
----
(27) WEBER, Max: "Der Sinn der 'Wertfreiheit' der soziologischen und
okonomischen Wissenschaften", loco cit., p. 475.

211
otro lugar lo conceptúa como "valoración práctica de los hechos
sociales como... deseables o indeseables" (28).
Albert (29) subdivide el problema del juicio de valor en "tres
complejos de cuestiones": "1.0 El problema de la base valora-
tiva de las ciencias sociales: la cuestión de hasta qué punto los
enunciados sociocientíficos han de fundamentarse en algún tipo
de apreciaciones valorativas. 2.° El problema de las apreciaciones
de valor en el ámbito del objeto de las ciencias sociales: la cues-
tión de hasta qué punto estas ciencias deben convertir alguna
especie de valoraciones en objeto o tema de sus asertos; y 3.° El
problema del juicio de valor, propiamente dicho: la cuestión de
hasta qué punío los mismos enunciados sociocientíficos deben
tener el carácter de juicios de valor" (30).

1) El primer complejo de cuestiones relativas al problema del


JUIcio de valor se conoce bajo la denominación de problema del
aspecto aparente, que ya ha sido tratado por Max Weber. Lo que
Albert denomina "base valorativa", así como las cuestiones que
se refieren a la elección del tema del investigador, a los métodos a
seguir, a la "utilidad de las hipótesis", etc., entran dentro de lo que
Max Weber califica de "referencia de valor".
"Pero 10 que realmente tiene importancia para nosotros no es
el descubrimiento, mediante una especie de investigación "sin pre-
supuestos previos", de 10 que aparece dado empíricamente, sino
el hecho de que su comprobación es el presupuesto de que existe
algo que se hace objeto de la investigación" (31). En otro lugar
se dice que "la expresión treferencia de valor' alude, sencilla-
mente, a la explicación filosófica de aquel tinterés' científico espe-
cífico que predomina en la elección y configuración del objeto de
una investigación empírica" (32).

(28) Loe. cit., p. 485.


(29) De los diversos trabajos de Albert sobre este problema, así como
acerca del sistema tecnológico (vid. Bibliografía), se consultan los publicados
más recientemente, pues en ellos se ponen de manifiesto sus tomas de posi-
ción con mayor claridad.
(30) ALBERT, Hans: "Wertfreiheit als methodisches Prinzip", loe. cit.,
p. 189.
(31) WEBER, Max: "Die 'Objektivitat' sozialwissenschaftlicher Erkennt-
nis", loe. cit., pp. 175-176.
(32) WEBER, Max: "Der Sinn der 'Wertfreiheit' ... ", loe. cit., p. 497.

212
Estas decisiones cargadas de valor nada tienen que ver con el
proceso de investigación propiamente dicho. Con respecto a este
primer complejo de cuestiones hay que hacer, ciertamente, una dis-
tinción más sutil que la propuesta por Albert, que sitúa la elección
del tema en el mismo contexto que los métodos y la selección de
las hipótesis: siendo así, sin embargo, que la primera constituye un
valor extra-científico, mientras que los otros dos aspectos implican
valores intrínsecamente científicos (33). Las decisiones valorativas
del primer tipo dependen enteramente de las inclinaciones, orien-
tación, interés y aptitudes del investigador.
"La elección del tema de la investigación tiene lugar, en cierta
medida, en la antesala de la ciencia. Pero en esta antesala el soció-
logo aún está libre de las leyes de procedimiento que determinan
su propia investigación" (34).

En cambio, en cuanto a los valores intrínsecamente científicos


de la elección de los métodos, de la selección de las hipótesis útiles,
de la confección de escalas jerárquicas, deja ya de ser libre; aquí
han de intervenir ya la crítica y el control intersubjetivos.
2) Que los valores como objeto de la investigación sociológica
nada tienen que ver con el problema del juicio de valor, es algo
que ha debido convertirse ya en hecho sabido y aceptado por todos.
El análisis de normas, la crítica de la ideología, tienen por objeto
valores sociales y planteamientos finalistas. No se puede concebir
ningún tipo de análisis sociológico en que no se preste atención a
los aspectos normativos que se dan en los modos de comportamien-
to, en las instituciones, etc., como objeto o parte del objeto del
análisis.
3) "El problema del juicio de valor, propiamente dicho, se re-
fiere a juicios de valor comprendidos en los contextos expositivos
socio-científicos" (35). Habría que preguntar: ¿deben emitirse jui-
cios de valor o hacerse asertos normativos para llegar a conseguir,
(33) Cfr. POPPER K. R.: "Die Logik der Sozialwissenschaften", loco eit.,
p. 241.
(34) DAHRENDORF, Ra1f: " Sozialwissenschaft und Werturteil", loco cit.,
p. 34.
(35) ALBERT, Hans: "Wertfreiheit als methodisches Prinzip", loco eit.,
p. 189.

213
en el marco de una exposición socio-científica, una propuesta de
actuación para la praxis política? O planteando la pregunta de otro
modo: ¿puede o debe la ciencia determinar lo que ha de ser? Estas
preguntas, en su mismo origen, han sido ya respondidas por Max
Weber de forma concluyente, con el "descubrimiento" del "medio
imprescindible", de la "secuela inevitable", etc. Albert ha elaborado
para ello el referido "sistema tecnológico".
En todo caso, no es preciso "elaborar sistemas de tesis que
consten de grupos de axiomas deducidos de los objetivos básicos
interpretados e introducidos según las propias creencias, de prin-
cipios teoréticos ineludibles y de las conclusiones extraídas de
ambos" (36). En otro lugar dice Weisser: "Los juicios de valor
básicos, o la tidea directriz' de la configuración de la vida social
a que se aspira, deben ... introducirse en la sistemática elabora-
ción de la doctrina como tcredo' del propio estudioso" (37).

No se alcanza a comprender, en modo alguno, por qué el inves-


tigador tiene que identificarse con determinados valores que son
relevantes para la construcción de propuestas de actuación, por qué
tiene que "declarar su adhesión" a ellos. En el caso extremo, el
investigador puede desarrollar modelos cuyos datos finalistas inclu-
so le parezcan plenamente "antinaturales", o hasta puede darse el
supuesto de que se vea obligado -por ejemplo, por un sistema te-
rrorista- a elaborar contra su voluntad modelos para ese sistema.
Este es un problema ético con el cual, en el fondo, y dicho sea de
paso, todos nosotros hemos de encararnos. Por lo que respecta a la
ciencia, ésta es una situación perfectamente posible y que se ha
dado en la historia innumerables veces; y con ello, incluso, no tiene
por qué desmerecer la calidad del trabajo científico. En todo caso,
para la elaboración de propuestas de actuación a partir de datos
analíticos y de planteamientos finalistas dados, no es preciso intro-
ducir premisas de valor "conforme al propio credo". La utilidad de
las propuestas obtenidas científicamente se basa precisamente en

(36) WEISSER, Gerhard: "Normative Sozialwissenschaft im Dienste der


Gestaltung des sozialen Lebens", loe. cit., p. 12.
(37) WEISSER, Gerhard: "Zur Erkenntniskritik der Urteile über den
Wert sozialer Gebilde und Prozesse", loe. cit., p. 27.

214
esa forma de objetividad que hace accesible, sin más, el resultado
conseguido a la crítica racional y permite al político una amplia
libertad de decisión, mientras que en el sistema de Weisser, me-
diante las premisas valorativas introducidas "conforme al propio
credo" (como lo que parece ser "acertado" y "bueno"), se acucia al
político en una determinada dirección, la adoptada injustificada-
mente por el científico. La objeción, alegada con frecuencia, de que
es mejor exponer "abiertamente" las propias premisas de valor que
dejar que se infiltren subrepticiamente en el trabajo, a modo de
distorsiones ideológicas, no tiene fuerza suficiente, pues la metodo-
logía expuesta garantiza a la crítica y al control intersubjetivos el
más amplio campo de acción.
Hemos de ocuparnos ahora, aunque sea brevemente, de una ob-
jeción suscitada por Christian v. Ferber contra la posibilidad de la
exención del juicio de valor, en el sentido en que aquí la hemos
sostenido; parte este autor del "papel social que corresponde a la
sociología" (38) y supone que los asertos de la misma están nece-
sariamente sometidos "a puntos de vista condicionados por 'inte-
reses', de los que sólo por la fuerza han de librarse para convertir-
se en enunciados 'neutros'" (39). Los juicios objetivos contenidos
en los asertos concretos deben, no obstante, someterse a compro-
bación y entonces pueden reconocerse como acertados (más exacta-
mente: provisionalmente acertados) o falsos. Otro argumento de
v. Ferber, según el cual la elección de los temas viene dictada en
gran medida por puntos de vista interesados, implica un problema
valorativo que es puramente extra-científico, correspondiéndose con
la "referencia de valor" de Weber; además, el problema se resuel-
ve en el mismo momento en que se le descubre. Tan pronto como
se formula una pregunta como la siguiente: "¿Por qué, por ejem-
plo, existen en la sociología industrial tantas... investigaciones sobre
los factores del aumento de productividad sobre 'los caminos que
conducen a la paz social', y tan pocas sobre la relación entre ren-
tabilidad y sistema salarial?" (40), ya se ha dado el paso más impor-

(38) V. FERBER, Christian: "Des Werturteilsstreit 1909/1959", loe. cit.,


p. 174.
(39) Loe. cit., p. 176.
(40) Loe. cit., p. 177.

215
tante para la ciencia en el camino que lleva a la eliminación de ese
hecho que se considera anómalo, en el que se aprecia una deficien-
cia; luego, ya no es más que una cuestión de valentía, de organiza-
ción, etc., el emprender investigaciones en el sentido que se con-
sidera justo. Aunque con ello no se ataca lo más mínimo a la exención
de juicios de valor de los enunciados científicos, como exigencia
ineludible.
Para terminar con la problemática del juicio de valor, demos a
la misma una ojeada de conjunto en cuanto afecta al modelo prag-
mático.
La elección del objeto del modelo se verifica sobre la base de
una determinada "referencia de valor", corresponde a una "base
valorativa" en la que carece de importancia para el desarrollo de
la construcción del modelo el saber de quién haya sido la iniciativa
de aquella elección y cuál sea la postura que el investigador, por su
personal actitud moral o ética, adopte con respecto a ese objeto.
Es plenamente aceptable la opinión de Dahrendorf de que "la cali-
dad de los trabajos científicos, por regla general, crece en la me-
dida en que la elección de su objeto revela una decisión compro-
metida del investigador" (41), pero ello ha de entenderse, no en el
sentido de que se afirme la existencia de una impregnación del tra-
bajo científico con juicios de valor y decisiones éticas, sino en el de
que se produce una intensificación de la actividad. La decisión va-
lorativa extra-científica para la selección del objeto del modelo
puede ser sometida a una crítica que parte igualmente de criterios
valorativos extra-científicos: puede decirse entonces que el objeto
resulta ser inadmisible o reprobable conforme a determinados plan-
teamientos finalistas o conforme a ciertos puntos de vista éticos,
que la "anomalía" señalada por el investigador no puede ser acep-
tada como tal, que tal deficiencia se ha dramatizado excesivamente,
etcétera, etc.
En la construcción de los datos de conocimiento surge un pro-
blema de valor cuando, por un número, se requiere proceder a una
selección. Tal selección tiene lugar conforme a la relevancia de los
datos para el contexto presente. Este problema de relevancia im-
(41) DAHRENDORF, Ra1f: "Sozialwissenschaft und Werturteil", loe. cit.,
p. 35.

216
plica un valor puramente. científico (o también, en el sentido en
que Popper emplea la expresión, "intrínsecamente científico"), que
ha de distinguirse netamente de los valores -y, por supuesto, de
los juicios de valor- extra-científicos (42). Estos valores intrínseca-
mente científicos que ayudan a conseguir selecciones parciales, es-
calas de rango, etc., están sujetos a la crítica intersubjetiva; en
nuestro caso, la selección verificada por el investigador se somete
a una crítica sobre la relevancia que tiene con respecto al proble-
ma que se discute, y desde luego bajo el punto de vista de la verdad
y de la lógica de los asertos científicos. Es posible una crítica de
este tipo con respecto a los valores intrínsecamente científicos, lo
que no ocurre en el caso de los valores extra-científicos.
Otro tanto puede decirse con respecto a la elección -que posi-
blemente ha de hacerse necesaria- de los planteamientos finalis-
tas que resulten relevantes: la crítica no se verifica aquí conforme
al punto de vista valorativo extra-científico de lo que sea impor-
tante y justo para la sociedad, sino de acuerdo con el punto de vista
de la relevancia que tenga dentro del enunciado científico. La pre-
gunta no se plantea así: ¿qué concepciones finalistas son impor-
tantes o esenciales para la sociedad en general? -pues este proble-
ma se presenta en la selección del objeto del modelo, como cues-
tión valorativa extra-científica-, sino de esta otra forma: ¿cuáles
de las concepciones finalistas que conocidamente existen y que se
estiman importantes para la sociedad son esenciales para la confi-
guración de este modelo y, por tanto, se han de considerar en el
mismo? Y ¿se han considerado los planteamientos finalistas que
se juzgan importantes para la sociedad general? También aquí puede
entrar en juego, pues, una crítica intrínsecamente científica con
arreglo a los citados puntos de vista.
El enunciado del modelo, propiamente dicho, queda sometido
igualmente al problema de la relevancia, presuponiendo que no se
presenta como lógicamente posible un único enunciado. La crítica
acerca de la certeza del contenido del enunciado del modelo se rea..
liza por medio de la comprobación experimental: la verificación o
el descubrimiento de la falsedad del modelo se realiza a través del
(42) Cfr. POPPER, K. R.: "Die Logik der Sozialwissenschaften", loco cit.,
pp. 241 y S.

217
experimento. Ambas formas de crítica han de distinguirse riguro-
samente de la crítica extra-científica que se formula por las instan-
cias políticas al enunciado del modelo en forma de genuinos juicios
de valor: "este modelo es tintolerable', dados nuestros plantea-
mientos finalistas", o también: "este modelo corresponde de forma
óptima a nuestra concepción de la solución del actual estado de
cosas", o: "debemos comprobar si este modelo, que nos parece
plausible, coincide con nuestros valores básicos", etc. Este tipo de
crítica siempre va destinado al científico, que es quien elabora pro-
puestas de actuación para la praxis política. Pero no afecta al propio
desarrollo de la investigación y de la configuración del modelo.
Para éste solamente es admisible y significativa la crítica intrínse-
camente científica.

218
TERCERA PARTE

MODELOS PRAGMATICOS
INTRODUCCIOl\l

En las pagmas que siguen acometemos el intento de poner en


claro, en forma de ejemplos, las nociones que antes hemos extrac-
tado sistemáticamente acerca de la confección de modelos pragmá-
ticos, pretendiendo, al propio tiempo, manifestar nuestra opinión
sobre ciertas manifestaciones y fenómenos sociológicos y urbanís-
ticos relevantes que requieren un nuevo examen minucioso y, posi-
blemente, la adopción de medidas urbanísticas de carácter revisor.
Son dos los modelos que deben construirse: uno para la vivien-
da y otro para el área residencial. Es preciso, en ambos casos, des-
arrollar los datos de conocimiento con la necesaria amplitud para
que el enunciado, propiamente dicho, del modelo resulte fácilmente
inteligible. Es preciso hacerlo así, además, porque, con respecto a
los objetos que respectivamente hemos propuesto para esos mode-
los, no existen -o son solamente mínimos- enunciados teorético-
sociológicos: sólo se puede hablar de una sociología de la vivienda
en estado puramente embrionario, y las exposiciones sociológicas
teóricas sobre el área residencial se limitan meramente a los resul-
tados de una investigación especializada sobre el caso concreto e
individualizado. Por tales razones, los datos de conocimiento que
presentemos serán necesariamente de tipo predominantemente hipó-
tético (teórico en sentido amplio) y no teorético en el sentido de
que vengan constituidos por asertos verificables. La mayoría de los
datos de conocimiento que se han de presentar requerirán, por
tanto, una comprobación empírica para poder alcanzar la categoría
de asertos teoréticos. No es válida la objeción de que los modelos

221
que se basan preponderantemente en hip6tesis "carecen de senti-
do". Su sentido está, precisamente, en servir de estímulo a la expe-
rimentación, cosa a la que en el urbanismo nadie hasta ahora se ha
arriesgado, por más que, indudablemente, podría llevar a una .pro-
fundizaci6n de los conocimientos y a la mejora de las configuracio-
nes concretas.

222
CAPITULO PRIMERO

MODELO PRAGMATICO PARA LA VIVIENDA

l.-OBJETO DEL MODELO

El objeto de este modelo pragmático es la vivienda o, dicho


más exactamente, la vivienda en una denominada sociedad indus-
trial desarrollada, como la constituida actualmente por la Repúbli-
ca Federal de Alemania. Es claro que la limitación a tal sociedad
nacional sólo en parte es posible y necesaria. Así, todos los comen-
tarios y asertos que se hagan con respecto a uno de los factores
determinantes esenciales de la vivienda -a saber: el mercado de
la vivienda- solamente serán válidas con respecto a la correspon-
diente sociedad nacional. Y lo mismo puede decirse de los criterios
de estratificación social que predominen en los diversos ámbitos
nacionales: el funcionario público, por ejemplo, goza de un status
más elevado en Alemania que en los Estados Unidos. Por otra parte,
en cambio, las sociedades industriales ofrecen manifestaciones y
modos de comportamiento cuya vigencia excede de las fronteras
nacionales. Por esta razón, consideramos que está justificado tam-
bién el utilizar, con respecto a este modelo, bibliografía francesa,
inglesa y norteamericana, incluso prescindiendo del hecho de que
la alemana todavía no aparece demasiado orientada en esta direc-
ción. Claro está que, respecto de la bibliografía extranjera, habrá
que hacer caso. omiso de todos aquellos resultados y trabajos que

223
se refieren a modalidades de comportamiento, formas de la VIVIen-
da, situaciones del mercado y otros temas semejantes, que no resul-
ten válidos y aplicables a la situación y a las relaciones alemanas.
Tal sería el caso, por ejemplo, de la obra de D. Chapman The
Home and Social Status (Londres, 1955), que no resulta aplicable
a las condiciones que se dan en Alemania, puesto que el autor se
refiere a unas clases de viviendas típicamente inglesas que no
existen en absoluto entre nosotros.

Se ha elegido la vivienda como ejemplo para un modelo prag-


mático por dos motivos. En primer lugar hay que dejar sentado
que la vivienda tiene una importancia grande y creciente para la
existencia del individuo y los grupos pequeños en la sociedad in-
dustrial. En este terreno, prescindiendo del problema general de la
escasez de viviendas, siempre presente, aunque tienda ya a dismi-
nuir su gravedad, ha de verse la existencia de una "anomalía" -en
el sentido de desequilibrio parcial entre la situación de la estruc-
tura y las exigencias funcionales-, sobre todo, en la excesivamente
generalizada "mediocridad" de la oferta de viviendas de nueva
construcción, en la falta de imaginación que se evidencia en cuanto
a las formas de la vivienda y en la monotonía que se observa en su
trazado y distribución interior. Quienes buscan vivienda pertenecen
en gran medida al conjunto de los partícipes del sistema urbano,
que solamente con una eficacia mínima pueden dar expresión a sus
requerimientos, pues no tienen posibilidad de unirse a los grupos
de interés. Deben tomar lo que se les ofrece, siendo así que hasta
ahora la oferta todavía no se ha mostrado interesada en grado sufi-
ciente por la diversificación de la estructura de la demanda.
En segundo lugar hay que decir que, hasta hoy, la vivienda ha
sido considerada, incluso del lado de la ciencia, desde unos puntos
de vista casi exclusivamente arquitectónicos y económicos; ello ha
debido ser, igualmente, una consecuencia de la escasez de viviendas.
El alojamiento, además, constituye una forma de desenvolvimiento
de la vida tan evidente y poco problemática, que la atención socio-
lógica al fenómeno se ha considerado que ofrecía poco interés o, al
menos, que venía a constituir una especie de lujo. Hasta ahora ape-
nas si existe una crítica sociológica fundamentada sobre el tema de

224
la construcción de viviendas, y mucho menos enunciados sociológi-
cos conforme a modelos.
En la obra de Rosenmayr se contiene una crítica de este tipo,
formulada de acuerdo con los siguientes puntos de vista:
"1.0 Existe demasiado poco espacio destinado a la vivienda (defi-
ciencia cuantitativa). 2. 0 El espacio actualmente dedicado a la
vivienda aparece excesivamente anticuado, envejecido, está edi-
ficado de mala manera o, en todo caso, no está en condiciones
de hacer frente a las exigencias de la civilización moderna (defi-
ciencia cualitativa). 3. 0 Corresponde a unas condiciones estable-
cidas por unos tipos de viviendas propios de épocas anteriores,
pero que ya no guardan relación con una población y una socie-
dad que se encuentran en un proceso de rápido cambio (deficien-
cia estructural). 4. 0 Decrece el deseo de configurar, conforme a
unos puntos de vista coherentes, el entorno concreto dado, social
y espacialmente inmediato (vivienda, casa, familia). Ejercen una
intensa fuerza de atracción otras posibilidades de consumo, en su
mayoría de bienes muebles, que se ofrecen de modo que resulta
indiferente el cambio de lugar o la modificación del espacio (defi-
ciencia cultura!)" (1).

Puede aceptarse este inventario de las anomalías presentes, con


las siguientes salvedades: que en modo alguno puede decirse que
todas las viviendas antiguas hayan dejado de corresponder a las
exigencias modernas; y que todavía subsiste, aunque se admita el
creciente desarrollo de unas necesidades de consumo de otra espe-
cie, una "necesidad de configuración" muy pronunciada, por más
que aparezca orientada conforme a puntos de vista distintos.
La definición del objeto del modelo, para que resulte útil con
vistas a la ulterior exposición y debate del tema, debe comprender
tanto los puntos de vista urbanísticos -aquí, más exactamente,
constructivo-arquitectónicos-, como los sociológicos. Interesa de-
jar sentado que el aspecto social de la vivienda se toma en consi-
deración incluso desde el lado del urbanismo: "Cuando hablamos,
por ejemplo, de la vivienda, nos referimos a la habitación, o sea, a
ese 'fenómeno del alojamiento' que ha de atribuirse a un individuo

(1) ROSENMAYR, Leopold: Wohnen in Wien, loco cit., p. 41.

225
15
determinado y determinable" (2). El "fenómeno del alojamiento",
como término de actuación social, y el "usuario" deben incluirse
en el concepto desde un principio. Ernst May también es sensible
a referencias sociales cuando en lugar de "vivienda" emplea el tér-
mino "clima hogareño", como el "marco más perfecto posible para
la cédula habitacional" (3). Desde el punto de vista arquitectónico-
constructivo tienen importancia las diversas formas con que la vi-
vienda se presenta en la realidad. De entre las tipologías posibles
conforme a puntos de vista urbanístico/arquitectónicos, en el pre-
sente contexto resulta decisiva la diferenciación de las formas de la
vivienda con arreglo a los criterios del número de unidades habita-
cionales y del número de plantas por unidad constructiva y, en
parte, también con arreglo al criterio de su disposición o combina-
ción arquitectónica. Conforme a ello, resulta la siguiente clasifi-
cación:
- La vivienda como casa unifamiliar, de una o más plantas,
independiente o no.
- La vivienda como piso, en casas para dos o para mayor nú-
mero de familias.
- La vivienda como piso en casas plurifamiliares de hasta cua-
tro plantas/hasta ocho plantas/de más de ocho plantas.
Cuando se trata de viviendas en casas unifamiliares, el criterio
de su disposición arquitectónica es más importante que el del nú-
mero de plantas. Cuando se trata de viviendas en casas para varias
familias cobra importancia el criterio del número de plantas, mien-
tras que el de disposición o combinación constructiva pierde im-
portancia relativamente. Esta tipología se empleará en su momento
en el enunciado del modelo.
La definición del objeto del modelo debe tener, inicialmente, ca-
rácter provisional; ulteriormente, en el curso del análisis de los
datos de conocimiento, como preparación de los enunciados del
modelo, se fundamentará, se completará y se depurará. Aquí, si se
prescinde, como especiales, de las formas de vivienda que no son
individuales, las que se dan en instituciones, residencias, asilos, ho-
(2) SCHAROUN, Hans: "Struktur in Raum und Zeit", loco cit., p. 15.
(3) MAY, Ernest: "Wohnungsbau", loco cit., p. 121.

226
teles y otras semejantes, es suficiente con caracterizar la vivienda
como el espacio vital, estricta y predominantemente privado, del
individuo y del grupo pequeño en cuanto grupo íntimo.
De la estructura de los grupos de habitación y de la caracteri-
zación de la vivienda como espacio vital predominantemente pri-
vado, se deducen unas exigencias de tipo funcional, correspondien-
temente diferenciadas, que se plantean a la vivienda para hacer
posibles determinadas realizaciones vitales y determinados modos
de comportamiento. Es importante ver la estricta vinculación fun-
cional que existe entre espacio y usuarios, que se expresa en el pro-
ceso de habitación y en la conducta de alojamiento.
Chombart de Lauwe es quien más se aproxima a esta definición
y a las consecuencias funcionales que de ella se desprenden.
Este autor considera que la vivienda (habitation) es "une
unité spatiale correspondant a une unité sociale" (4). Como ca-
racterísticas decisivas cita Chombart el espacio, las necesidades y
las funciones. Las funciones quedan referidas a las necesidades y
son las que determinan las formas técnico-espaciales: "Les for-
mes doivent exprimer les fonctions déterminées par les besoins
des hommes" (5).

La relación espacio-usuario, como proceso de habitación y como


comportamiento de alojamiento, se sitúa, por tanto, en el primer
plano de la consideración sociológica de la vivienda y del fenómeno
del alojamiento, convirtiéndose en punto central de los enunciados
del modelo que se pretende construir. Esa relación incluye referen-
cias técnico-funcionales, sociales y psíquicas; en este amplio marco
han de comprenderse igualmente las "necesidades". Por eso, el en-
foque de Silbermann, que concibe la vivienda, a partir de la "expe-
riencia" (vivencia) de la misma, como "ámbito socio-emociona!",
resulta ser insuficiente.
"Solamente la vivencia del alojamiento puede crear círculos
de acción, sólo ella puede ser activa y social. Solamente la viven-

(4) CHOMBART DE LAUWE, P. H. y otro.;: Famille et habitation, tomo 1,


loe. cit., p. 15.
(5) Loe. cit., p. 18.

227
cia del alojamiento puede ser ~factor significativo', sólo ella, como
hecho típico social, puede constituir el punto de partida y el punto
central de una sociología de la vivienda" (6).

H.-DATOS DE CONOCIMIENTO

Puesto que, como se ha dicho, hasta ahora no existe una teoría


sociológica de la vivienda más que en sus rudimentarios inicios, el
marco de los datos de conocimiento debe expandirse de manera
relativamente considerable; pero también debe hacerse así porque
un modelo para la vivienda ha de poseer un elevado grado de abs-
tracción: debe tener validez para todo tipo de usuarios compren-
didos dentro de una sociedad industrial desarrollada como la de la
República Federal. Según ello, el marco de referencia se delimita
mediante los siguientes datos:
1. Situación de la familia.
2. Situación del mercado.
3. Situación urbanística.
Estos datos son los factores determinantes esenciales del com-
portamiento con respecto al alojamiento y de las exigencias que se
plantean a la vivienda. La situación de la familia es aquí el factor,
directamente eficaz, que determina las exigencias y la demanda,
mientras que el mercado y la situación urbanística determinan la
oferta, modifican la demanda y, con ello, la determinan también
indirectamente. Por supuesto que el mercado no ha de conside-
rarse como si fuese un factor "inconexo", pues hay que entender
que, en principio, también viene determinado por las exigencias y
la demanda, que implica, pues, una relación de intercambio. En el
"caso normal", es decir, bajo unas posibles condiciones de libre
desenvolvimiento de los modos de comportamiento familiar y de
las correspondientes exigencias, de una parte, y de una situación
de libre concurrencia, de otra, la estructura del mercado debería

(6) SILBENMANN, Alphons: Vom Wohnen der Deutschen, loco cit.,


pp. 14-15

228
acomodarse en plazo relativamente corto a las posibles modifica-
ciones de los requerimientos y de la demanda. En la realidad, en
cambio, ocurre predominantemente lo contrario. Por tanto, sola-
mente a plazo muy largo podría constatarse la existencia de una
relación de intercambio entre la situación del mercado y la situa-
ción urbanística, de un lado, y entre aquélla y la situación de la
familia, por el otro, en la que, según la situación general política,
económica y social, el factor decisivo determinante de la vivienda y
de la conducta de alojamiento venga constituido por la oferta o por
la demanda, respectivamente.

1. LA SITUACIÓN DE LA FAMILIA COMO FACTOR DETERMINANTE

Ya insinuamos antes que, de todos los grupos pequeños que


pueden ser usuarios de alojamientos y viviendas, solamente debía-
mos ocuparnos aquí de la familia. Ello se justifica si se piensa que,
además de la superioridad numérica de la familia con respecto a
todas las demás agrupaciones, incluso en aquellas que se consti-
tuyen como "grupos de alojamiento", se desarrollan unas peculiari-
dades que pueden ser calificadas de cuasi-familiares; desde el punto
de vista sociológico, también carece de importancia el que los gru-
pos tengan o no carácter "legítimo" e institucional: lo decisivo es
que exista una cierta consistencia y continuidad del grupo. En tal
sentido, puede prescindirse de todos los demás grupos -y que son,
predominantemente, grupos de dos, parejas, de diferentes tipos y
circunstancias-, o bien entenderse que se toman en consideración
innominadamente, dentro del concepto genérico de familia, cuando
reúnen aquellas características de continuidad y consistencia.

a) Enfoques iniciales
Si se quiere hacer un bosquejo aproximativo de los enfoques y
resultados teóricos de la nueva sociología de la familia que resul-
tan esenciales para el enunciado del modelo, hay que hacer refe-
rencia, ante todo, a las tres tesis que, en particular, entre toda la
diversidad de concepciones, tienen hoy el carácter de asertos teóri-
cos aceptados con generalidad.

229
La primera, que al propio tiempo constituye, la mayoría de las
veces, el arranque de los análisis, es la que afirma que la industria-
lización es el factor más importante del cambio de la estructura
familiar. Hay que admitirlo así, aunque también se ha de dejar
sentado la necesidad que existe de intentar, en definitiva, el estu-
dio sistemático de las características estructurales del fenómeno
"industrialización" y de lo que se entiende por "una sociedad in-
dustrial", terreno en el que hasta ahora predominan el capricho y
una cierta confusión. Konig caracteriza el cambio de la estructura
familiar empleando las nociones de desintegración y desorganiza-
ción; con la primera se indica la eliminación de la familia del seno
de la sociedad y con la segunda se hace referencia a los síntomas
de descomposición interna que presenta la familia, sobre todo a la
reducción de su tamaño y a la disminución de sus funciones (7). La
teoría de la desintegración y la desorganización no carece de con-
tradictores. Así, Claessens ha señalado que la interiorización de los
valores sociales generales se produce, ante todo, en el seno de la
familia (8). Entiende también que el concepto "desorganización"
dramatiza excesivamente el cambio familiar interno: sería más
prudente hablar, sencillamente, de "reducción". No obstante, en
esas categorías queda recogida adecuadamente la tendencia básica
del cambio familiar. Schelsky ha indicado que no se puede hablar
simplemente de "la" familia moderna, sino que "el estado actual
de desenvolvimiento de la familia se caracteriza precisamente por
la existencia simultánea de muchos tipos diversos de familias" (9);
en igual sentido se ha expresado últimamente R. Konig (lO).
Schelsky piensa especialmente en la autoridad en el seno de la fa-
milia, pero también apunta a la diversa y gran decadencia experi-
mentada por las funciones familiares; Konig pone de manifiesto
la existencia de una diversidad en el tamaño de la familia y en el
grado de unión de las generaciones. Por lo que a nuestro tema res-

(7) Cfr. KONIG, René: Materialien zur Soziologie der Familie, loe. cit.,
pp. 57 Y ss.
(8) Cfr. CLAESSENS, Dieter: Familie und Wertsystem, loe. cit.
(9) Cfr. SCHELSKY, Helmut: Wandlungen der deutsehen Familie in der
Gegenwart, loco cit., p. 11.
(lO) Cfr. KONIG, René: "Alte Probleme und neue Fragen in der Fami-
liensoziologie", loco cit.

230
establecer, con relación a la vivienda, el margen de amplitud espa-
cial dentro del cual se ejercitan las funciones familiares.
pecta, tiene importancia el aspecto de las funciones, debiéndose
La segunda tesis sostiene que la familia es un grupo y una ins-
titución estable y flexible, al propio tiempo, y que por esta razón.
sobre todo, ha resistido al cambio operado en la sociedad general.
Puede contarse con que la familia también en el futuro ha de verse
sometida a un cambio constante. Pero cabe suponer también que
con la desintegración y la reducción de la familia se han producido
las modificaciones más significativas e importantes, y que, al menos
en los próximos decenios, no puede esperarse que tenga lugar un
cambio estructural tan decisivo como éste. Puesto que el enuncia-
do del modelo se refiere a un bien económico considerado a un
plazo comparativamente largo, deberá prestarse atención, de la me-
jor manera posible, a las modificaciones estructurales probables de
la familia o, por lo menos, a las posibles tendencias que en este
campo se manifiesten.
La tercera tesis, que va a parar en una definici6n de la familia
en la sociedad industrial, poniendo de relieve el resultado del pro-
ceso de cambio, la califica de familia reducida (familia estricta, fa-
milia nuclear, familia conyugal), conceptuándola como grupo íntimo
con un carácter privado muy marcado; la primera de estas notas
distintivas es uno de los presupuestos necesarios para que se dé la
segunda. En los últimos tiempos se ha afirmado que incluso en la
sociedad industrial se manifiestan todavía los rasgos de la "familia
extensa" (Konig), como en la época preindustrial, y de la familia
plurigeneracional. Konig llama la atención sobre las familias de las
clases altas, propietarias del gran capital, y señala que la función
de estas "formas familiares ampliadas" es la de "aunar un complejo
de bienes econ6micos con un grupo de parentesco" (11). Este as-
pecto, que, dicho sea de paso, ya había visto y puesto de relieve
Max Weber (12), parece irrelevante para la sociología de la fami-
lia, puesto que ésta no se interesa por las relaciones familiares

(11) KONIG, René: "Alte Probleme und neue Fragen in der Familien-
soziologie", loe. cit., p. 6.
(12) Cfr. WEBER, Max: Wirtschaft und Gesellschaft, tomo lI, loe. cit.,
p. 215.

231
amplias condicionadas genealógicamente, sino por los grupos de
parentesco formados por personas que permanecen en íntimo y
constante contacto, viviendo juntas. Parsons considera a la familia
como "unidad de residencia" (residential unit) y como household
unit (13). Es un hecho incontrovertible que en las sociedades in-
dustriales la familia convive permanentemente en cuanto familia
estricta, reducida, nuclear o conyugal -como se la quiera denomi-
nar-, y solamente en los casos excepcionales como familia extenS:l,
es decir, como grupo formado por más personas que los padres y
los hijos; esta afirmación también es válida para la familia de las
clases altas, si bien no puede negarse la posibilidad de que en los
estratos superiores el parentesco abarque más y más amplias rela-
ciones que en las capas inferiores de la sociedad.
Nadie pone en duda que en la moderna familia estricta la inti-
midad es el factor constitutivo de la estabilidad de este grupo. Ka-
nig habla de "cohesión de los sentimientos íntimos" (14), Schelsky
cita la "introversión" como presupuesto de la estabilidad (15),
W. J. Goode considera al "amor romántico" como requisito deci-
sivo para la celebración del matrimonio y habla de "la relación
personal mutua que debe darse entre los miembros de la fami-
lia" (16) como factor de gran peso, citando como una de las fun-
ciones de la familia la de "sustento emocional del individuo" (17).
Entra aquí en juego también el hecho de la camaradería en el seno
de la familia: han quedado suprimidas en gran parte las antiguas
estructuras autoritarias de carácter patriarcal, constituyendo la
"igualdad" establecida entre los miembros individuales una especie
de contrapunto necesario de la intensificación del factor emocional
en la familia. Es evidente la importancia que para el presente con-
texto tiene esta tercera tesis, la caracterización de la familia como
familia reducida, como grupo íntimo ., y como grupo de colabora-
(13) Cfr. PARSONS, Ta1cott, y BALES, R. F.: Fa11lily Socialization and
lnteraction Process, loe. cit., p. 248; también, PARSONS, Talcott: "The Ame-
rican Family", loco cit., pp. 7 y ss.
(14) KONIG, René: Materialien zur Soziologie der Familie, loco cit.,
p. 119.
(15) SCHELSKY, Helmut: Wandlungen der deutschen Familie, loe. cit.,
pp. 24 y ss.
(16) GOODE, William J.: Die Strutkur der Familie, loe. cit., p. 8i.
(17) Loe. cit., pp. 32 y 37.

232
ción en común y a un mismo nivel: tales rasgos característicos
constituyen los datos básicos para todo enunciado de un modelo
para la vivienda.

b) Estructura
Partiendo de las tesis citadas, que pueden considerarse como
conocimientos con la categoría de teoría en sentido estricto, ha de
exponerse todo lo relativo a la estructura de la familia y a sus fun-
ciones, en una forma que resulte útil para el enunciado de modelo,
es decir, debiéndose abarcar al propio tiempo las exigencias que
en cuanto a la vivienda se deducen de aquella estructura y de tales
funciones. La estructura del sistema "familia", como unidad rela-
tivamente estable y permanente, se acuña mediante unas caracte-
rísticas determinadas e inconfundibles que, en el curso del tiempo,
sólo se modifican en un plazo relativamente largo.
Estos rasgos característicos estructurales son:
- determinantes jurídicas;
- valores;
- normas;
- constelación personal/tamaño/ciclo, y
- estratificación.
Las determinantes jurídicas son todas aquellas normas estable-
cidas legalmente que afectan a la familia, o sea, el Derecho de fa-
milia en su conjunto y todas las demás disposiciones legales perti-
nentes. Resulta insuficiente el calificar a la familia, partiendo ya
de esta sola característica, simplemente, de grupo o incluso de
grupo primario. El factor institucional en la familia aparece acusa-
do hasta el máximo.
Los valores son todas aquellas concepciones finalistas, más o
menos explícitas, que se dan con referencia a la familia. No se puede
afirmar ahora que la familia tenga un "fin" propio, como lo tiene
una organización u otras instituciones; pero puede comprobarse
que la familia, como rasgo institucional constitutivo, tiende a la
consecución de valores tales como la comunidad duradera, el bien-
estar de todos sus miembros, el amor, etc.

233
Si los valores se conceptúan como fines de actuación, las nor-
mas han de definirse como preceptos de actuación para la conse-
cución de los fines. Como normas familiares han de citarse, por
ejemplo, el tabú del incesto, la fidelidad conyugal, la asistencia y
el cuidado mutuos, la división familiar del trabajo (encomendán-
dose predominantemente el gobierno de la casa a la esposa), etc.
La constelación personal, al menos por lo que respecta a la fa-
milia nuclear, es la misma en todas las épocas. Está integrada por
los esposos, como "célula originaria" de la familia, y por los hijos
no adultos o que aún no ,se han emancipado. Los cónyuges sin
hijos también pueden considerarse como familia nuclear, pues aun-
que el matrimonio tiene también por objetivo la procreación, in-
cluso sin descendencia integra una familia "perfecta", como grupo
y como institución.
La constelación familiar ha de considerarse además en conexión
con el ciclo familiar, que es otra característica estructural determi-
nante de la situación de la familia: como transformación de la
configuración de la familia en el curso del tiempo origina conse-
cuencias directas con respecto al comportamiento habitacional y
engendra exigencias en relación con la vivienda.
Glenn Beyer señala las siguientes "four stages of the {amily
cycle important to housing design:
1.0 Young couple - the family in which the woman is under
thirty-five years of age and there are no children.
2.° Founding family - the family type having some children,
all under the age o{ eight.
3.° Expanding family - the family type having sorne chil-
dren between the ages o{ eight and eighteen (there may be some
children below eight or some over eighteen).
4.° Contracting family - the {amily type in which the
woman is thirty-five years old or older and there are no children
under the age of eighteen" (18).

En relación con esta clasificación pueden señalarse, como rele-


vantes respecto de la vivienda, las siguientes fases del ciclo familiar:

(18) BEYER, Glenn H.: Housing and Society, loe. cit., p. 283.

234
La La del .matrimonio joven sin hijos.
2.a La de creación de la familia, con hijos predominantemente
en edad preescolar.
3. a La etapa de la familia plenamente desarrollada, con hijos
predominantemente no independizados, en edad escolar o en un
grado superior de la enseñanza.
4./l La de la familia reducida, con hijos preponderantemente
independientes, pero que aún conviven con los padres; y
5.a La de la "familia residual", sin hijos que convivan bajo el
mismo techo.
En todas estas fases se desarrollan las correspondientes activi-
dades y modos de comportamiento específicos y se plantean exigen-
das específicas en cuanto a la vivienda. Veámoslas separadamente:
La En esta fase la flexibilidad es máxima. Las actitudes y las
exigencias pueden acomodarse ampliamente a las posibilidades dis-
ponibles. En caso de necesidad, el joven matrimonio puede vivir
en un "cuarto modesto de estudiantes", con los padres de uno de
ellos o incluso en un hotel, sin que ello tenga que resultar perjudi-
cial para ninguna de las conveniencias esenciales de su existencia
en común.
2./\ Ahora se necesitan ineludiblemente una o dos habitacio-
nes para los niños. Surge además la necesidad de contar con un
espacio al aire libre especialmente grande, donde poder dejar que
duerman los niños de pecho y donde puedan jugar los chicos pe-
queños.
3. a En la etapa de la familia plenamente desarrollada surge la
necesidad de separación de los hijos. Estos desean para sí el espacio
propio más amplio que sea posible, en el que poder descansar y
dedicarse a sus actividades y quehaceres. La posibilidad de dispo-
ner en el seno de la familia de un ámbito propio de "intimidad"
tiene gran importancia para la formación de la personalidad del
niño. La permanente reunión estrecha con los demás miembros de
la familia se experimenta como una especie de control constante.
Para el desenvolvimiento de la personalidad se requiere una deter-
minada medida de libertad, cosa que ocurre también, y muy en
especial, en la casa paterna. Cuanto menos deseo tengan los padres

235
de que sus hijos vayan transfiriendo cada vez más sus intereses
hacia el exterior de la familia, tanto más cuidado deben tener de
que aquéllos puedan desarrollar dentro de la vivienda familiar la
mayor parte posible de sus actividades.
4.3. La familia reducida, por regla general, no suele limitar sus
necesidades en cuanto a vivienda se refiere; con la madurez se
intensifican las aspiraciones de comodidad y de amplitud de la
vivienda. Incluso la mayoría de las veces aún se necesita contar
con espacio para los hijos, pues aunque ya no vivan en el seno de
la familia, regresan con frecuencia a casa para pasar determinadas
temporadas.
5.a. A la familia residual se le crean, por regla general, nuevas
necesidades en cuanto al alojamiento. El trato con los hijos, que
para estas fechas ya han constituido sus propias familias, hace que
decaigan unas formas y que se adopten otras; se desea y se puede
conseguir que los esfuerzos que hasta ahora ha requerido el modo
de vida que se llevaba ya no graviten más sobre uno mismo; con
la edad se van reduciendo progresivamente el estilo de vida y las
necesidades vitales. En esta fase del ciclo lo que interesa especial-
mente es poseer una vivienda distribuida y amueblada a la medida
de las personas de edad.
En el caso ideal, una misma vivienda es capaz de adaptarse a
este cambio; pero, por regla general, la pareja joven, al menos,
ocupará una vivienda distinta a la que necesite la familia en el resto
de las fases.
El tamaño de la familia y las dimensiones de la economía do-
méstica juegan igualmente un papel importante. El tamaño de la
unidad familiar depende de la fase correspondiente en que se en-
cuentre, dentro del ciclo de vida de la familia. Alcanza el máximo
en la tercera etapa, como familia plenamente desarrollada. Pero
su tamaño depende también del número de personas que, aun sin
pertenecer a la familia nuclear o sin formar parte "propiamente" de
la familia, residen y conviven en el seno de la unión familiar. Con
relación al problema de la vivienda tiene importancia el saber si las
unidades domésticas están compuestas por unidades familiares en-
tendidas en sentido estricto o si se incluyen también las familias a

236
las que se incorporan otros parientes o incluso otras personas que
no lo son: la familia nuclear necesita contar con menos posibili-
dades de separación que una familia ampliada, prescindiendo, ade-
más, de las distintas aspiraciones que han de tener una y otra en
cuanto a las dimensiones de la vivienda. En 1961, el 80% del total
de unidades domésticas estuvo constituido por unidades pluriper-
sonales, de las cuales el 70 % eran unidades familiares con hijos (19).
H. P. Bahrdt pone en duda, con razón, el elevado porcentaje de uni-
dades domésticas unipersonales que resulta. El lo atribuye al criterio
definitorio empleado en la estadística oficial, conforme al cual, con
mucha frecuencia se computan como unidades domésticas indepen-
dientes (unipersonales) personas que, en realidad, conviven en el
seno de una familia (20). De este modo, no se consideran aquellas
familias que comprenden tres generaciones. Y Bahrdt entiende que
actualmente existe todavía un número de familias de tres genera-
ciones esencialmente mayor de lo que normalmente se supone.
Sobre la amplitud de los márgenes de oscilación del tamaño
de las unidades domésticas familiares existen dos estadísticas dis-
crepantes entre sí. Una es la Estadística oficial de unidades do-
mésticas de la República Federal y otra es una estimación elabo-
rada por la Asociación alemana de Cajas de Ahorro y Bancos de
giro (Deutschen Sparkassen- und Giroverbandes). Según una y
otra, las unidades domésticas familiares se distribuyeron en 1961
del modo siguiente (21):
Estadística Encuesta
pública privada

Unidades domésticas formadas por:


- una persona 21% 16%
- dos personas 27% 26%
- tres o cuatro personas 38% 41%
- cinco o más personas 13% 17%
En el primero y en el último de los grupos se pone de mani-
fiesto una diferencia llamativa entre una y otra estadística. Es
----
(19) FUENTE: Statistisehés Jahrbuch tür die BRD 1966, pp. 42-43.
(20) Cfr. BAHRDT, Hans Paul: Wege zur Soziologie, loe. cit., pp. 85 y ss.
(21) Citado por BAHRDT, Hans Paul: Wege zur Soziologie, loe. cit.,
p. 85, y "Der private Haushalt in der BRD 1960/61", loe. cit., p. 57.

237
posible que en la de la Asociación de Cajas de Ahorro se elu-
diese el defecto en que según Bahrdt incurrió la estadística ofi-
cial, y que la diferencia venga constituida por el número de per-
sonas que en la primera se computan como unidades domésticas
independientes y que en la segunda se recogen como viviendo
en el seno de familias más grandes.

A los fines que aquí nos interesan, basta con saber que el mar-
gen de oscilación por tamaños de las unidades domésticas fami-
liares no es muy grande, pero que la proporción de unidades fami-
liares que exceden en tamaño al de la estricta familia nuclear pa-
rece ser mayor de lo que inicialmente cabía suponer para una
sociedad industrial desarrollada.
La estratificación, como se ha de poner de manifiesto, se pre-
senta, en el sentido de diferenciación de la estructura familiar,
como característica esencial y como importante factor determinante
de las exigencias que se plantean en el terreno de la vivienda. Es
digno de mención el hecho de que la sociología de la familia (y no
digamos una posible "sociología de la vivienda") no se ha ocupado
casi nada hasta ahora de este fenómeno. En Alemania ha contri-
buido a ello, sin duda, la tesis de Schelsky -tan falsa como vigente
para el público-, de la "sociedad nivelada de clases medias" (22).
La propia experiencia personal primaria, sin ir más lejos, nos evi-
dencia el hecho de que la familia presenta modificaciones en su
estructura básica permanente como consecuencia de factores espe-
cíficos de estratificación. En Alemania no contamos con investiga-
ciones recientes que tengan por objeto el tema de la familia y la
estratificación y que pudieran utilizarse como base teorética para
el modelo. Tampoco pueden tomarse, sin más, a estos efectos, aque-
llas investigaciones que se han realizado referidas a otras socie-
dades, sobre todo porque no se pueden transferir de una sociedad
a otra las graduaciones y proporciones de estratos sociales, es decir,
los criterios empleados para la estratificación. Así sucede, por
ejemplo, con la serie de estratos que utiliza McKinley: "Upper
class, upper middle class, lower middle class, working class, lower

(22) Cfr. SCHELSKY, Helmut: Wandlungen der deutschen Familie,


loe. cit., pp. 218 y ss.

238
class" (23), que no puede aplicarse al contexto de las relaciones ale-
manas, y ello, sobre todo, por su distinción entre working class y
lower class, que no se corresponde en absoluto con nuestra estra-
tificación social.
Es aprovechable el sistema de estratos desarrollado para Ale-
mania por Moore y KIeining, orientado conforme a la idea de "la
imagen social que se tiene de uno mismo" (24) -este sistema,
ulteriormente, ha sido adoptado explícitamente por el Instituto
DIVO (25)-. La subdivisión básica comprende un estrato superior,
un estrato medio y un estrato inferior. El medio se subdivide, a su
vez, en otros tres, y el inferior, en dos. Los respectivos porcentajes
son éstos:
Estrato MoorejKleining DIVO

Superior 1% 0°/
/0

Medio:
- alto 5% 6%
- intermedio 15% 11%
- bajo 30% 35%
Inferior:
- alto 28% 32%
- bajo 21% 16%

100% 100%

Es conveniente reunir en un solo estrato superior los dos que


figuran en cabeza de la tabla anterior (superior y medio alto); in-
cluso así, resulta la pequeña proporción del 6% de la población
total. A los fines del presente estudio es suficiente trabajar con una
subdivisión de la estructura social en tres estratos. Con respecto a
los problemas sociológicos que son relevantes para el comporta-
(23) Cfr. McKINLEY, G. D.: Social Class and Family Lite, loe. cit., p. 19.
(24) MOORE, Harriett, y KLEINING, Gerhard: "Das soziale Selbstbild der
Gesellschaftsschichten", loe. cit., pp. 86 y ss.
(25) DIVO-Institut (Ed.): Der westdeutsche Markt in Zahlen, loe. cit.,
p. 16. [Las siglas DIVO corresponden a su anterior denominación: Deutsches
lnstitut für Volksumsfragen; hoy se denomina "DIVO-Institut für Wirtschafts-
forschung, Sozialforschung und angewandte Mathematik", es decir, Insti-
tuto DIVO de investigación económica y social y matemática aplicada, con
sede en Frankfurt.]

239
miento de alojamiento y las exigencias que se plantean en relación
con la vivienda, cualquier otra subdivisión más detallada resultaría,
sencillamente, poco realista. No es concebible que pudiera servir de
algo en el terreno de la construcción de viviendas, en el que se
trabaja para unos futuros usuarios que son desconocidos.
El criterio seguido para la configuración de la escala de estratos
que aquí aceptamos es únicamente el de la actividad profesional
que se ejerce. Otros criterios importantes de estratificación son el
grado de instrucción y el nivel de ingresos. El del nivel de ense-
ñanza alcanzado puede dejarse a un lado aquí, puesto que ofrece un
alto grado de correlación con la profesión que se ejerce, por lo
que basta ya con considerar un solo factor. Junto a ambos crite-
rios, deben tenerse en cuenta, por vía de ensayo, algunas indicacio-
nes operativas concretas sobre unos razonables niveles de rentas
de arrendamiento y de dimensiones de las viviendas, referidos a
los diversos estratos.
Los tres estratos, según lo dicho, pueden configurarse de la ma-
nera siguiente:
El estrato superior se integra con las personas que detentan po-
siciones directivas en la ciencia, la cultura, la política, la economía
y la administración. La línea divisoria inferior, por razón de profe-
sión u ocupación de los interesados, se ha de trazar, aproximada-
mente, al nivel de las posiciones de director general, abogado, em-
pleados directivos de grandes empresas, empresarios medianos, etc.
El nivel de ingresos ha de ser, como mínimo, de 2.000 marcos de
renta bruta mensual. Con ello, el estrato superior aquí configurado,
a efectos operativos, es más amplio que el de Moore/KIeining o el
del Instituto DIVO. La necesidad de espacio de habitación, para
una familia compuesta por tres personas (el promedio general de
tamaño de la unidad doméstica se cifra, en la República Federal,
en 2,9 personas) (26), debe fijarse en el óptimo de 100 metros cua-
drados, siendo la renta razonable de un mínimo de cuatro marcos
por metro cuadrado y mes, con lo que, dados tales presupuestos,
resulta un gasto mínimo de alquiler de 400 marcos mensuales, can-

(26) Fuente: Statistisches Jahrbuch für die BRD 1966; población alojada
dividida por el número de unidades domésticas; fecha de referencia, 6 de
junio de 1961.

240
tidad que corresponde al 20% de los ingresos mlmmos mensuales
de los incluidos en este estrato (el promedio de la carga por razón
de alquiler en este estrato será bastante inferior, en realidad, a
dicho porcentaje, por cuanto que la cifra media general de ingresos
está por encima de los 2.000 marcos mensuales, que, como hemos
dicho, es tan sólo un tope mínimo).
El estrato medio se configura integrándose por quienes ostentan
posiciones elevadas; su límite superior puede situarse a nivel de
consejero de gobierno, jefe de sección, pequeño empresario, etc., y
su límite inferior a la altura de inspector, maestro industrial, pe-
queño artesano, etc. Si se tiene en cuenta que en 1965 la renta
bruta percibida por una "unidad doméstica asalariada, con ingre-
sos medios, formada por cuatro personas", ascendió a 1.107 mar-
cos mensuales y que la correspondiente a una "economía doméstica
de' un empleado o funcionario con ingresos altos y cuatro personas
de familia" fue de 2.106 marcos mensuales (27), creemos que no es
equivocado señalar para este estrato intermedio unos ingresos mí-
nimos de 1.000 y máximos de 2.000 marcos mensuales. Los reque-
rimientos de espacio habitable se pueden situar en el punto óptimo
de los 75 metros cuadrados (la extensión superficial. media de las
viviendas de nueva construcción, en el año 1966, fue de 78 metros
cuadrados) (28). En cuanto al nivel prudente de los alquileres, debe
tomar como base el señalado actualmente como más alto para las
rentas de las viviendas protegidas (viviendas sociales), que es del
orden de 3,30 marcos por metro cuadrado y mes, con lo cual re-
sulta, en números redondos, un gasto por razón de arrendamiento
de vivienda de 250 marcos mensuales para la gran masa media de
economías domésticas, lo que representa el 25 % de los ingresos
mínimos correspondientes a este estrato.
El estrato inferior queda integrado por quienes ocupan puestos
en que se ejercen escasas funciones de mando y mínimas atribu-
ciones decisorias, desempeñando cometidos en que predomina una
gran dependencia. En su límite superior pueden situarse el secre-
tario, el capataz y el obrero especializado, el dependiente de comer-

(27) Fuente: Statistisches fahrbuch (ür die BRD 1966, loe. cit., p. 526.
(28) Fuente: Hausbau-Informationen, loe. cit., Informe de fecha 7 de
mayo de 1967.

241
16
cio, etc. El nivel de ingreso llega hasta los 1.000 marcos mensuales.
Las necesidades de espacio de vivienda no sobrepasan los 65 metros
cuadrados para una unidad doméstica compuesta por tres personas.
Chombart de Lauwe propone un mínimo de 14 a 16 metros cua-
drados por persona; si se tiene en cuenta que en Francia el nivel
de apetencia en cuanto a la extensión de la vivienda es relativa-
mente más bajo, puede estimarse acertado el señalar aquí, para
este estrato inferior, un óptimo de unos 20 metros cuadrados por
persona (29). Como alquiler razonable debe señalarse, como míni-
mo, el correspondiente a las viviendas protegidas más baratas, que
actualmente es de 2,50 marcos mensuales por metro cuadrado. Re-
sulta así un gasto mensual por arrendamiento de vivienda de unos
165 marcos, lo que constituye el 16,5 % de los ingresos más eleva-
dos correspondientes a este estrato. Para unos ingresos mensuales
de 800 marcos, aquel gasto representa ya más del 20%, y si los
ingresos son de 600 marcos, el alquiler sobrepasa el 27%.
La selección de los límites de ingresos que hemos señalado
viene a corroborarse atendiendo a los siguientes datos del Anua-
rio Estadístico: los ingresos mensuales medios de una familia
asalariada de tres personas ascendieron en 1962-63 a 1.102 mar-
cos; los de una familia de empleado o funcionario con el mismo
número de miembros, a 1.220 marcos, y los de una familia obre-
ra, también de tres personas, a 986 marcos (30). Si se tienen en
cuenta los incrementos experimentados por jornales y salarios en
los últimos años podrá apreciarse que las divisorias adoptadas
todavía responden a una estimación prudente.

Estas relaciones entre estratificación, nivel de ingresos y rentas


de alquiler prudenciales, determinadas conforme a la situación ac-
tual en el sector de la construcción de viviendas, guardan corres-
pondencia con la llamada "ley de Schwabe del gasto por vivienda",
según la cual a mayores ingresos, y con unos gastos crecientes en
valor absoluto, la proporción relativa del desembolso por vivienda
disminuye. Lütge, en su "ley del gasto por vivienda socialmente
condicionado", ha modificado la ley de Schwabe, estableciendo que,
(29) Cfr. CHOMBART DE LAUWE, P. H.: "Soziologie des Wohnens",
loe. cit., p. 223.
(30) Fuente: Statistisches Jahrbuch für die BRD 1966, p. 528.

242
para un mismo nivel. de ingresos, la posición relativamente más ele-
vada en el estrato determina un gasto por vivienda más alto (31).
Esto significa que, por ejemplo, en el estrato intermedio un conse-
jero de gobierno está dispuesto a pagar más, en valor absoluto,
como renta de vivienda, que un artesano que tenga iguales ingresos.
"Es cierto que el régimen restrictivo obligatorio que con ca-
rácter general ha limitado la extensión superficial de la vivienda
ha venido a favorecer una creciente nivelación de los gastos de
arrendamiento, pero con la puesta en práctica de principios de
economía de mercado en el sector de la vivienda debería volver
a ponerse de actualidad la regla de Lütge" (32).

Conforme a ello, cuando la estratificación social queda referi-


da al comportamiento con respecto a la vivienda y a las exigencias
que se plantean con relación a la misma, debe considerarse el cri-
terio de la profesión ejercida con preferencia al del nivel de ingre-
sos, con lo que puede contarse que la proporción correspondiente
al estrato superior ha de hacerse esencialmente más considerable
de lo que resulta según las estadísticas disponibles.
En realidad, los gastos por razón de vivienda, dicho sea de paso,
quedan actualmente por debajo de lo que aquí hemos supuesto
como prudencia1. Según el Anuario Estadístico de 1966, los des-
embolsos medios por arrendamiento de vivienda en los dos casos
citados de economías domésticas formadas por cuatro personas,
para 1965, apenas si llegaron al 12% de sus respectivos ingresos
brutos. Este porcentaje, tras la definitiva liberalización de rentas,
es probable que haya experimentado un incremento considerable,
con lo que, unido al aumento de las exigencias que se plantean a
la vivienda, es posible que alcance ya el nivel de los porcentajes
antes citados.

c) Funciones
La estructura de la familia, acuñada en el caso concreto me-
diante la correspondiente combinación de las diversas caracterís-
ticas, hace posibles y requiere acciones e interacciones de los miem-
(31) Cfr.LÜTGE, Friedrich: Wohnungswirtschaft, loe. cit., pp. 424 Y ss.
(32) HEUER, Jürgen B.: "Wohnungswirtschaft", loe. cit., p. 812.

243
bros del sistéma, que sirven para' la satisfacción de las necesidades
(en sentido 'amplio) de éstos y, al propio tiempo, para la conser-
vación del sistema mismo: las funciones.
Las funciones decisivas de la familia, que sirven al sostenimiento
del sistema y a la conservación de su estructura, son éstas:
- Reproducción.
- Asignación de posición social.
- Socialización.
- Sustento físico-económico; y
- Sostén psíquico-emocional.
Sobre las funciones de la familia se plantea una amplia discu-
sión. Aquí 'hemos citado, siguiendo, especialmente, a Goode, las
funciones mínimas sobre las que existe un cierto consenso en la
sociología '(33). '
La reprQducción es la generación de una descendencia, función
que es importante tanto desde el punto de vista social general como
desde el punto de vista interno familiar: sirve a la conservación
de la familia y de la sociedad.
La asignación de posición social y de u status" no se refiere a la
posición ocupada en el seno de la familia, sino a la posición del
individuo y,,' en especial, de los hijos, en lá sociedad general. Esta
función tiene, pues, unos efectos puramente sociales generales y,
por ello, ofrece un interés muy limitado para el presente contexto
concreto, por 1J1ás que desde el punto de vista sociológico general
sea interesantísima y todavía no haya sido discutida suficiente-
mente.
La socialización alude en primera línea a los niños, pero tam-
bién a los miembros adultos de la familia. Los hijos que van cre-
ciendo, mediante la interiorización de los valores sociales generales
y familiares, a través de la educación, entendida en sentido amplio.
van siendo preparados para la existencia en sociedad y se van capa-
citando para fundar y gobernar en su día su propia familia. Para
los adultos, la socialización de los niños y el control social que
(33) Cfr. a este respecto GOODE, William J.: Die Struktur der Familie,
loe. cit., pp. 32 y ss.; PARSON, Talcoott: "The American Family", loe. cit.,
pp. 16 Y ss.; WINCH, Robert F.: The Modern Family, loe. cit., pp. 18 Y s.

244
deben ejercitar significan un factor de estabilización que influye
sobre ellos mismos; entra dentro de esta función el sencillo "en-
contrarse bien instalado" en la institución de la familia: cuanto
más sea éste el caso, tanto más fácil será la existencia en el seno
de las relaciones sociales de la sociedad general, anónimas y orien-
tadas cada vez más en sentido funcional, con lo que se da un ge-
nuino efecto de socialización.
El sustento físico-económico hace referenCia al individuo en la
familia y a ésta como totalidad. En esta función la familia se mani-
fiesta como perceptora de ingresos y, 10 que es más importante
para nuestra temática, como unidad económica doméstica.,
La diferenciación entre percepción de ingresos o rentas y go-
bierno de la casa (en función predominantemente consuntiva) sola-
~ente ofrece interés para la familia en la sociedad industrial. Ori-
ginariamente, la familia fue preponderantemente una "comunidad
de producción" y la función de sustento físico-económico tenía lugar
dentro del marco de una economía doméstica más o menos cerra-
da. Obtenía ingresos por el total de su producción. Las funciones
económico-productivas se extendían a la producción para el exte-
rior -para el mercado- y a la producción para sí misma -para
el uso de la propia familia. La producción para el exterior en la
actual economía doméstica urbana ha disminuido hasta quedar re-
ducida a unos mínimos restos, y otro tanto ha ocurrido con la
producción para la propia familia: se dedica menos a la creación
o producción que a la. mera transformación o preparación de bienes
de consumo. El carácter del trabajo doméstico se ha 'modificado
de forma decisiva; su ámbito es mucho más restringido y supone
una actividad que se ha hecho esencialmente más limitada, parcial
y primitiva. Aunque con ello, hasta ahora, aún no se ha hecho deci-
sivamente mínimo el estricto consumo de energía, de trabajo em-
pleado.
"Para el desempeño de las tareas domésticas es seguro que
hoy se requiere menos· fuerza física que en la época tradicional,
pero ya no es tan seguro que sea menos fatigoso o que se consu-
ma menos tiempo' que' entonces. Las condiciones' en que. se des-
arrolla el trab~jo de la casa han mejo~ado, pero sin que por ello

245
se haya acortado el tiempo que hay que dedicarle, que desde hace
unos años no parece que se pueda reducir ~ás" (34).
Erich Egner afirma que la moderna economía doméstica "en
comparación con épocas anteriores permite una producción más
extensiva laboralmente, aunque con una aplicación más intensiva
de capital" (35). H. P. Bahrdt exige: "Se debería ... analizar el
resultado final del trabajo colectivo como la producción continua
de una empresa y después volver a examinar a fondo el plano de
la vivienda, el mobiliario y equipo técnico disponible y la distri-
bución del trabajo que se observa. Solamente así podrá la econo-
mía doméstica familiar librarse de las dificultades que comparte
con otras pequeñas empresas" (36).

Pero, probablemente, con el estado actual de la técnica del


gobierno de la casa, se ha llegado ya a un punto a partir del cual,
aunque pueda darse todavía algún progreso gradual, lo que no es
posible es conseguir un progreso esencial en cuanto a racionaliza-
ción de la forma de llevar la economía doméstica (37).
El cambio operado en las funciones de producción, no obstante,
no ha reducido la importancia que tiene el gobierno de la casa
como médula económica de la familia.
Max Weber, con respecto a este hecho, ha puesto de relieve
lo siguiente: "Las relaciones sexuales y las relaciones suscitadas
entre los hijos por la convivencia con los .padres <> con uno de
ellos, solamente obtienen todo su significado normal, con vistas
a la creación de un trato comunitario, si se convierten en las
bases normales -aunque no sean las únicas- de una unión eco-
nómica específica: la comunidad doméstica. Sin 'comunidad eco-
nómica de sustento' y sin 'unidad doméstica comunitaria', las
relaciones de la familia se hacen 'totalmente inestables y proble-
máticas'" (38).

(34) FOURASTIÉ, lean: 40.000 Stunden, loco cit., .p. 267.


(35) EGNER, Erich: Der Haushalt, loe. cit., p. 238.
(36) BAHRDT, Hans Paul: Wege zur Soziologie, loe. cit., p. 92.
(37) Propuestas para una total racionalización' del gobierno de la unidad
doméstica que presentan en: FREY, Roland, y SCHMIDT-RELENBERG, Norbert:
Die totale Wohnung, loco cit., pp. 55 y ss. .
(38) WEBER, Max: Wirtschaft und Gesellschaft, loe. cit.; pp.' 212 y 213.

246
Puede comprenderse la importancia que tiene, para la familia
y el individuo, el sustento físico-económico como función, si se
concibe a la familia como una unidad doméstica a la que los par-
tícipes aportan tantos ingresos dinerarios y prestaciones de trabajo
como pueden y de la que reciben tantas atenciones de manutención
y cuidados como necesitan. En esta forma de distribución no some-
tida a cálculo es donde se manifiesta esa mezcla de aspectos insti-
tucionales y emocionales que es típica de la familia.
El sostén psíquico-emocional confiere a la familia una impronta
típica que la distingue de los demás grupos primarios. Para el indi-
viduo significa la inserción en un grupo cuyas actividades se carac-
terizan en gran medida por la intimidación y la emotividad: pero
este -carácter íntimo constituye también la "fragilidad" de la fami-
lia; cuando los presupuestos emocionales de la vida en común de-
jan de existir, por el motivo que sea, el grupo se desintegra y, por
regla general, también institucionalmente se descompone. La emo-
cionalidad hace posible, por tendencia, la integración "total", a dife-
rencia de lo que ocurre en la esfera de lo público, donde solamente
es posible una integración parcial (cfr. Segunda Parte, Cap. prime-
ro, JII, 3). Cuando no existe para el individuo esta posibilidad de
lograr "un goce pleno de vida" en el seno de un pequeño grupo, la
mayoría -de las veces sobreviene una grave frustración. La creciente
importancia del sostén psíquico-emocional como función familiar es
una consecuencia lógica de la desintegración de la familia y de la
reducción de las formas familiares más amplias a la familia nuclear.
Tal función no era posible en esta forma en la familia de la época
preindustrial, debido precisamente al tamaño del grupo familiar,
que obligaba a la adopción de un determinado estilo de comporta-
miento de carácter no íntimo, y no era necesaria tampoco, a causa
del carácter predominantemente personal que tenía entonces el ám-
bito de lo público. "En cuanto a su contenido", se realiza como
estilización de las interacciones, en el sentido de una entrega de
uno mismo, emocional y privada, pero también a través de charlas,
actividades lúdicas, etc.
La importancia relativa que ofrecen las funciones en particular
es algo que varía según sea la situación social general que se dé. Si
se compara la familia de nuestro tiempo con la de la denominada

247
sociedad preindustrial, pueden apreciarse palmarias diferencias. In-
cluso prescindiendo de la pérdida de importancia que ha experi-
mentado la función de reproducción en el seno de la familia como
consecuencia de los comportamientos totalmente distintos que en
cuanto a la generación se observan en una sociedad industrial, me-
rece destacarse, sobre todo, la diferencia que existe en cuanto al
sostén físico-económico y psico-emocional de la familia. La familia
preindustrial era una comunidad de producción, cosa que hoy, con
seguridad, ha dejado de ser. A ello ha contribuido el hecho de que,
con el continuo decrecimiento de la jornada laboral, han pasado a
un primer plano de actividades de descanso y recreo, de aprove-
chamiento del ocio, de un carácter más o menos lúdico. Con fre-
cuencia se califica a la familia de comunidad de consumo y aprove-
chamiento del tiempo libre; esto es acertado, con algunas restrIc-
ciones, es decir, si no se pasan por alto las funciones productivas
residuales que aparecen relacionadas con el gobierno de la casa y
con determinadas actividades domésticas de ocupación del tiempo
libre que, en parte, tienen un cierto carácter de trabajo. ASÍ, según
las encuestas realizadas por el Instituto DIVO en 1964, en el 60%
de las casas se llevaban a cabo trabajos manuales, en la mitad una
vez al mes o incluso más a menudo, en la otra mitad con menor
frecuencia (39).
Si se consideran las funciones en conjunto, puede afirmarse. que
poseen una relevancia social general (como ocurre, sobre todo, con
la socialización y con la asignación de posición social), pero al pro-
pio tiempo todas actúan en el interior de la familia, por lo que
resultan relevantes también con respecto a la vivencia. Dicho con
otras palabras: estas funciones expresan actividades de los miem-
bros del grupo que se desarrollan predominantemente en la vivien-
da familiar.
Con la transformación de la familia y con el cambio operado
en la nueva situación, ha resultado también un cambio en las fun-
ciones de la vivienda. La desintegración de la familia hace que la
vivienda se convierta en un espacio estrictamente privado.. Han
desaparecido las funciones representativas de la vivienda "pre-
(39) Fuente: DIVO-Institut (Ed.): Der westdeutsche Markt in Zahlen,
loe. cit., p. 242.

248
industrial", que constituía una representación simbólica del status
social y de la importancia de la familia que la habitaba, que se
manifestaba en su trazado y distribución, en la forma de su entra-
da, en la ornamentación de la fachada, etc., pues hoy la casa ya no
ofrece ninguna especie de carácter representativo social general de
la familia. De aquí ha surgido, en parte, una forma de "representa-
ción" que tiene un interés destacado = la simbolización del status,
función de la vivienda a la que no puede atribuirse significación
social general (40).
También la sociabilidad ha adquirido un carácter casi entera-
mente privado, exclusivo del grupo primario. Queda dentro del
espacio interior de la vivienda, por lo que no requiere ninguna ma-
nifestación externa de carácter "representativo".
La vivienda, finalmente, es espacio puramente privado como
consecuencia del traslado fuera de ella de la función de producción
para el exterior. La casi universal separación -tanto temporal como
espacial- de trabajo yacio ha convertido a la vivienda en espacio
para el tiempo libre.

d) Tipología de las exigencias funcionales


De la estructura y de la función de la familia resultan determi-
nadas exigencias funcionales que se plantean a la vivienda. Ahora
bien: son tan complejas y diversificadas que no se pueden trasla-
dar directamente a los enunciados del modelo. Lo mejor es consi-
derar este contexto en toda su amplitud de formas estructurales y
modos de comportamiento, para reducir a unos pocos tipos las exi-
gencias con respecto a la vivienda que de aquéllos se originan.
A este respecto dice Riemer: "No wonder that we find it
extremely difficult to relate our observations in the field o{ con-
temporanj {amily house to a simple, one·directional continuum.
To create order out o{ chaos, we have to venture into an inter-
pretatíon and a meaning{ul arrangement o{ the tremendous variety
o( coexisting patterns o( home adjustment" (41).
(40) Cfr. SCHMIDT-RELENBERG, Norbert: "Die Wohnung als sozialer
Raum"; loe; cit.
(41) RIEMER, Svend: "Sociological Perspective in Home Planning",
loco cit., 'p. .157.

249
El intento de reducir a tipos de comportamiento de alojamiento
no es nuevo. Se han propuesto ya diversos enfoques, en los que
unas veces se carga el acento sobre la vivienda y sus funciones y
otras sobre los ocupantes y su conducta.
Chombar de Lauwe hizo entrevistar sobre estos temas a varios
arquitectos franceses prestigiosos. Salieron a relucir las siguientes
tipificaciones: Wogenscky distingue, desde el punto de vista de
la "actividad", primero entre padres-hijos, luego según las fun-
ciones normales de la casa, sueño, trabajo, comida, etc. Se presta
especial atención a la réunion familiale (42). Prieur distingue
atendiendo al punto de vista "día-noche". Los espacios de la casa
se subdividen de forma correspondiente con tal criterio; sola-
mente el espacio de estar (séjour) viene a unir ambas partes (43).
Pingusson, finalmente, hace la distinción conforme al trinomio
vida íntima (vie intime), vida comunitaria (vie en eommun) y tra-
bajo casero (serviee); estas tres funciones se reservan sus propias
zonas que, por su parte, están orientadas con arreglo a los puntos
cardinales (44).
"Todos intentan que estas variadas subdivisiones se puedan
hacer coincidir entre sí" (45).
Los arquitectos Hoffmann/Repenthin aceptan las enumeradas
diferenciaciones entre los sectores de la casa, pero estiman que
la mejor es la que distingue conforme al punto de vista padres-
hijos (46).
Meyer-Ehlers propone una distinción entre "fenómenos do-
mésticos que vienen determinados preponderantemente por las
cosas" y "fenómenos domésticos que son determinados prepon-
derantemente por las personas" (47). Distingue, además, siguien-
do a Riesman, y con respecto a ]a "imagen que se tiene de la

(42) Cfr. CHOMBART DE lAUWE, P. H.,' y otros: Famille et habitation,


loe. cit., pp. 165-166, así como: "Soziologie des Wohnens", loco cit.,
pp. 218-19.
(43) CHOMBART DE LAUWE, P. H., y otros: Famille et habitation,
loco cit., p. 177.
(44) Loc. cit., p. 180.
(45) CHOMBART DE lAUWE, P. H.: "Soziologie des Wohnens", loco cit.,
p. 219.
(46) Cfr. HOFFMANN, Ot, y REPENTHIN, Chr.: Neue urbane Wohnformen,
loco cit., p. 23.
(47) MEYER-EHLERS, G., y otros: Wohnerfahrungen, loco cit., pp. 259-60.

250
vivienda", entre tradicionalista, individualista y conformista (48).
Puede que estos tipos, desde el punto de vista analítico, sean
muy útiles, pero resultan impracticables para la preparación de
los enunciados del modelo (¿quién se conceptuará a sí mismo
como conformista 1).
Glenn Beyer considera que the tamily's personal value orien·
tation es determinante del comportamiento que se observa en
cuanto a la vivienda. Cita nueve personal values, a saber: econo-
my, family centrism, physical health, aesthetics, leisure, equality,
freedom, mental health, social prestige (49). Resume seguidamen-
te estos valores en cuatro grupos: economy centrism (sometime
including freedom value), family centrism (family centrism, equa·
lity, and physical health values), personal (aesthetics, leisure and
mental health values, sometime incZuding freedom value), and
prestige (social prestige value) (50). Si los nueve valores particu-
lares actúan de forma difusa y arbitraria, parece que su agrupa-
ción carece en absoluto de razón de ser. La objeción más impor-
tante que cabe hacer a esta tipología ha de verse en el hecho de
que las citadas peculiaridades concretas no tienen puntos de refe-
rencia con respecto a la vivienda: ¿hacia dónde se orientan la
"estética" o la "libertad", en el comportamiento que afecta al
alojamiento? Tampoco se dice nada en cuanto a la jerarquía de
los valores, si es que no se excluyen entre sí, como evidentemente
es el caso. Definimos ya los valores como fines de actuación. Por
lo que respecta a la vivienda, no obstante, no se pueden citar
unos fines simples inconexos (freedom, leisure, etc.), sino que
deben ser formas de comportamiento -o sea, el modo, el "estilo",
en que el grupo particular de habitación procura alcanzar sus
fines- las que se conviertan en objeto de una tipología.

Los que a continuación recogemos, referidos a la situación de


la familia y a las exigencias que se plantean a la vivienda, deben
denominarse tipos de comportamiento. Salvo por lo que respecta
a las características relacionadas con la estratificación, estos tipos
aparecen construidos en forma de dicotomía, es decir, reflejan los
puntos extremos del correspondiente continuo al que están referi·
dos; . en los tipos que se atienen a la estratificación se indica el

(48) Loe. cit., p. 149.


(49) BEYER, Glenn H.: HOtlsing and Society, loco cit., pp. 62 y ss.
(50) Loe. cit., p. 65.

251
"punto medio" del continuo. En el interior de un continuo se pro-
duce la exclusión (se está en uno o en el otro lado· del continuo).
Pero los tipos no se excluyen recíprocamente: cada grupo de habi-
tación puede insertarse ordenadamente en cualquier continuo. No
existe una jerarquía; tan sólo podría establecerse para un grupo de
habitación particular.
1) Hemos caracterizado a la familia como grupo participativo
(de colaboración), de donde, en relación también con la emotividad,
resulta, en principio, una tendencia favorable al carácter comuni-
tario de las interacciones. Dentro de esta tendencia, sin embargo,
se manifiesta un cierto margen de tensión de las formas de compor-
tamiento, con lo que, atendiendo al estilo de interacción, se puede
distinguir entre un tipo orientado hacia la comunidad y otro orien-
tado hacia la separación. El primero tiende a desarrollar los actos
de la vida doméstica en la forma más comunitaria que séa posible,
el segundo a realizarlos de la manera más separada e independiente
que se pueda. La distinción afecta, en principio, a todas las activi-
dades, puesto que en todas existe normalmente Ja posibilidad de
elegir entre su realización en común o separadamente. . .
Estos tipos coinciden en gran medida con las role-relation-
ships formuladas por Elisabeth Bott para los esposos = "The
segregated conjugal role-relationship .. ~ Husband and wife have
a clear differentiation of tasks and a considerable number o(
separate interests and activities. The joint conjugal role-relation-
ship... Husband and wife expect to carry out activities together
with a minumum of task differentiation and separation of inte-
rests" (51).

2) La reducción de la producción familiar permite un cierto


campo de acción a la configuración de la producción para la propia
familia, de manera que, atendiendo al estilo del gobierno de la casa,
cabe hablar de un tipo orientado hacia la producción y otro orien-
tado al consumo. El primero atribuye un valor especial a producir
o transformar muchos bienes de uso y consumo por sí mismo; el
segundo prefiere recibir los bienes lo más acabados· y listos para su
uso y consumo que sea posible. A este respecto no sólo se ha de
(51) BOTT, Elizabetb: Family and· Social Network, loe. cit., pp.5J-54.

252
pensar en el trabajo doméstico entendido en sentido estricto, sino
también en actividades como las de ocupación del ocio, hobbies y
otras análogas.' El tipo orientado a la producción se muestra incli-
nado a ocupar el tiempo libre con distracciones activas; el tipo
orientado hacia el consumo muestra una inclinación hacia las dis-
tracciones pasivas. También juega aquí un papel importante la acti-
vidad profesional de la esposa; conforme a este criterio de la forma
de orientar la economía doméstica, las familias en que el ama de
casa trabaja profesionalmente fuera de ella pertenecerán normal-
mente al tipo orientado hacia el consumo.
3) La vivienda, por lo general, se concibe y se utiliza como es-
pacio interior privado; ya no desempeña funciones de carácter so-
cial general como la citada forma de representación de la familia
hacia el exterior, con lo que tampoco ofrece ninguna referencia a
lo público. No obstante, toda vivienda limitada con la esfera de
lo público, entendida como ámbito (cfr. Segunda Parte, Cap. prime-
ro, IJI, 3), como "entorno", y todo grupo de habitación, por ello,
dispone de un acceso, más o menos "abierto", al ámbito de lo pú-
blico. El grado del interés que se manifiesta por este acceso es va-
riable, con lo que, atendiendo a la relaci6n familia-entorno, pueden
distinguirse el tipo orientado hacia lo público y el tipo orientado
hacia lo privado. El primero se interesa en mayor medida por todo
aquello que (anónimo o conocido) constituye "el entorno de la vi-
vienda", mientras que el segundo no. Puede incluirse aquí el enfo-
que de la vivienda como símbolo del status: para el tipo orientado
hacia lo público la vivienda sirve hacia el exterior de símbolo activo
del status, mientras que el tipo orientado hacia lo privado renun-
cia a ello de una manera bien acusada. Estos tipos pueden califi-
carse también, respectivamente, de extrovertido e introvertido.
4) En cuanto a la estratificaci6n social deben conservarse los
tres grupos que indicábamos, para evitar una excesiva complica-
ción. Puesto que deben rehuirse las repeticiones, parece oportuno
configurar un continuo, ahora que se trata de mostrar las formas de
comportamiento de los estratos que son relevantes para la vivienda.
En este caso, el trazado de las líneas divisorias es todavía más difí-
cil que en la precedente distribución general de los estratos. Los
modos de comportamiento de la familia, en función de la específica

253
estratificación que resulta significativa para los enunciados del mo-
delo, pueden presentarse, formulados en hipótesis, en la transición
del estrato inferior al intermedio, de la siguiente manera:
Crece el grado de emotividad en las interacciones de los miem-
bros de la familia. Es sabido que el tono y el estilo de la conducta
en las familias campesinas y obreras son esencialmente más des-
apasionados y realistas que en las familias de la "burguesía culta".
La conciencia y el pleno disfrute de la intimidad y de todos los fac-
tores sentimentales ocupan en los estratos superiores un puesto
mucho más elevado en el ámbito colectivo de la vida familiar.
Entre las actividades de ocupación del tiempo libre, las cultu-
rales son más numerosas y diversificadas.
Según el Instituto DIVO, en 1965 frecuentaron conciertos y
teatros un 4 % de las unidades domésticas obreras, un 7 % de las
familias de obreros especializados, un 18 % de las familias de em-
pleados y funcionarios y un 49 % de las familias de individuos
pertenecientes a profesiones liberales y de directivos de grandes
empresas (52).

Según esto, hay que suponer que aumentan también las activi-
dades culturales que se desarrollan en casa.
Se intensifica el trato social, disminuyendo la proporción rela-
tiva que dentro del mismo supone el trato con los parientes (53).
Aquella intensificación afecta tanto al número de los conocidos que
se tratan como a la frecuencia de los encuentros y reuniones.
Según cifras del Instituto DIVO, carecen de conocidos a los
que visitar el 21 % de los trabajadores no cualificados, el 14% de
los obreros especializados, el 14 % de los empleados y funciona-
rios de menos rango, el 9 % de los empleados y funcionarios di-
rectivos y el 2 % de los que ejercen profesiones liberales y de
los directivos de grandes empresas; reciben invitados nueve ve-
ces o más por mes, el 6 % de los obreros no cualificados, cifra
que, para los profesionales y directivos de grandes empresas, se
eleva, en cambio, al 22 % (54).
(52) Fuente: DIVO-Institut, loco cit., p. 246.
(53) Cfr. PFEIL, Elisabeth: Die Familie im Gefüge der Grossstadt,
loco cit., p. 51.
(54) Fuente: DIVO-Institut, loco cit., p. 248.

254
Con el ascenso en la escala de estratificación, la sociabilidad
puede ir adquiriendo de modo creciente un carácter cuasipúblico ;
esto se confirma si tienen lugar reuniones sociales "':"'-relacionadas
con intereses profesionales, políticos y culturales- en el marco pri-
vado, es decir, en la propia vivienda, pero dentro de un círculo que
excede del grupo primario.
Crecen las aspiraciones en cuanto al tamaño de la vivienda en
su conjunto y en cuanto a los espacios concretos de que se quiere
disponer, como igualmente ocurre con las pretensiones respecto de
mobiliario y confort.
Disminuye la importancia de la cocina como "espacio común",
como cocina-cuarto de estar. Pero en el estrato superior puede ma-
nifestarse un interés creciente por contar con una cocina "integra-
da" al espacio de estar, porque se desee que el ama de casa resulte
10 menos "excluida" que sea posible.
Los espacios "puramente" de estar cobran una importancia cre-
ciente, aumentando las .aspiraciones a su diversificación.
La función de la vivienda como símbolo del status aumenta. In-
tervienen en este fenómeno la vivienda como tal (tamaño, mobilia-
rio, decoración), la casa en cuanto a su configuración exterior y el
lugar en que está situada.
5) También pueden llevarse a la clasificación los criterios del
ciclo familiar y del tamaño de la familia; entra también aquí la cues-
tión de la familia de dos o tres generaciones. El ciclo, para que la
clasificación resulte practicable, debe quedar comprimido en dos
tipos. Las fases 1.&, 4.& Y 5.& (matrimonio joven sin hijos, familia
reducida con hijos independizados y familia residual) pueden que-
dar resumidas en el tipo de familia reducida, y las fases 2.& y 3.a (de
creación de la familia plenamente desarrollada), así como la fami-
lia de tres generaciones, pueden pasar a constituir el tipo de familia
desarrollada. El continuo, aquí, es en primer término el del tamaño
de la familia; pero se presta atención igualmente a los demás pun-
tos de vista. La familia reducida es relativamente limitada y flexi-
ble en cuanto a sus aspiraciones de vivienda; la familia desarro-
llada posee unas pretensiones relativamente grandes y rígidas, sobre
todo en cuanto a las posibilidades de separación de los niños y
otros miembros de la familia.

255
2. LA SITUACIÓN DEL MERCADO COMO FACTOR DETERMINANTE

El segundo factor esencial determinante del comportamiento


con respecto al alojamiento y a las exigencias que se plantean a la
vivienda es la situación del mercado. Aquí solamente debemos ocu-
parnos de ella en la medida en que es imprescindible para la expo-
sición sociológica (en el caso de que se diera una óptima coopera-
ción interdisciplinaria en la confección de un modelo pragmático,
esta parte de los datos de conocimiento habría de ser elaborada por
un economista competente). Es evidente la importancia que tiene el
mercado con vistas, por ejemplo, al número de viviendas disponi-
bles, a la construcción de viviendas, a la relación que existe entre
viviendas antiguas y de nueva planta, al estado de las construccio-
nes viejas, a las rentas y precios y a su desproporción según se
trate de edificios antiguos o recientes, al grado de accesibilidad que
ofrezca el mercado, a las formas que presente la oferta o traspaso
de viviendas, etc., pero lo cierto es que debemos dejar a otros el
análisis pormenorizado de los aspectos económicos y jurídicos. No
obstante, conviene hacer dos observaciones que tienen especial im-
portancia para el enunciado del modelo.
En primer lugar ha de prestarse atención al hecho de que el
mercado de la vivienda tiene siempre una eficacia exclusivamente
regional, es decir, que puede variar mucho de una región a otra,
de un distrito a otro. La demanda de viviendas es inelástica con
respecto a su situación (emplazamiento): se desea o se tiene que
vivir en un lugar determinado, y no precisamente en otro cual-
quiera. Por ello, el mercado de la vivienda siempre aparece refe-
rido exclusivamente a determinadas unidades o conjuntos espaciales
socioeconómicos, concretamente las zonas de la ciudad o, en su
caso, las regiones rurales. Los asertos que se hagan acerca de la si-
tuación del mercado siempre deben tener en cuenta esta circuns-
tancia; por tanto, las afirmaciones globales solamente pueden
ser válidas con ciertas restricciones. La segunda observación a que
nos referíamos concierne a la relación existente entre oferta y de-
manda. El caso ideal para el consumidor (usuario) supone que sean
las exigencias que se plantean respecto de la vivienda y, por tanto,
la demanda, las que determinan la forma, calidad y precios de la

256
oferta, caso que sólo raramente ha de darse. La escasez de VIVIen-
das es la que determina en primer término su construcción y su
emplazamiento. Esta es una situación totalmente habitual: "Pres-
cindiendo de un corto período de tiempo, en los comienzos de la
industrialización, jamás se ha dado en Alemania una superproduc-
ción de viviendas" (55). Por ello, resulta muy dudoso que se pueda
suponer que el mercado de la vivienda, durante un largo período
de tiempo, vaya a dejar de ser un factor determinante, una varia-
ble independiente, para convertirse en variable dependiente del
comportamiento con respecto a la vivienda. En el mejor de los casos
se puede esperar que se produzca un movimiento pendular en el
que el período de cada oscilación dependerá de muchos factores
imprevisibles, sobre todo histórico-políticos. Si se toman como base
la actual situación político-social y el actual desarrollo demográ-
ficos, se puede presumir que en los próximos decenios ha de dis-
minuir la escasez de viviendas y se ha de desarrollar un "mercado
de compradores", por lo menos en aquellas regiones que no pre-
senten un excesivo crecimiento de población. Este es el caso actual-
mente en países "saturados" como Bélgica y Suiza.
Para poder introducir la situación del mercado como dato de
conocimiento en los enunciados del modelo, ha de traducirse igual-
mente en tipos. A los tipos de comportamiento deducidos de la
situación de la familia se añaden ahora tipos de situación. Se origi-
nan tipos de comportamiento por el hecho de que los grupos de
habitación, por razón de su estructura específica y de la consiguien-
te manera de desempeñar sus funciones, muestran determinadas
conductas y actitudes, de las que resultan determinadas exigencias
con respecto a vivienda. Se originan tipos de situación por el hecho
de que los grupos de habitación afrontan determinadas situaciones
que condicionan, en mayor o menor medida, su comportamiento y
sus exigencias.
Los tipos de comportamiento y de situación se diferencian en-
tre sí, con respecto al grupo concreto, por la posibilidad de contar
con una decisión más o menos libre y controles: el comportamiento
está sujeto a la libre decisión, incluso si la situación que sirve de
(55) GLEICHMANN, Peter: "Soziologische Bemerkungen zur 'Anpassung
der Wohnung an den Menschen' ", loe. cit., p. 19.

257
17
base a aquél no puede ser elegida libremente, como puede ser, por
ejemplo, la pertenencia a un estrato social, que es algo que, en gran
medida, viene dado sin opción. En los tipos de situación, el grupo
concreto de habitación está totalmente a merced de la sf-tuación
dada; aquí no existe ninguna posibilidad de decisión, y en cuanto
a un margen de acción para el comportamiento, si es que lo hay, se
entrega totalmente a la "esfera de influencia" de la situación.
Desde el punto de vista de la situación del mercado, resultan
los tipos de mercado de vendedores y mercado de compradcres. En
el primer caso existe escasez de viviendas, la demanda supera a la
oferta, los demandantes ejercen una influencia mínima sobre la con-
figuración de la oferta y cuentan con una posibilidad de elección
relativamente pequeña en su búsqueda de alojamiento. En el se-
gundo caso no existe o no predomina la escasez de viviendas, la
oferta es mayor que la demanda, los demandantes ejercen una gran
influencia sobre la oferta y disponen de una gran posibilidad de
elección en su búsqueda de alojamiento.

3. LA SITUACIÓN URBANÍSTICA COMO FACTOR DETERMINANTE

La situación urbanística depende íntimamente de la situación


del mercado, y ello porque el mercado, como se ha dicho, siempre
viene delimitado regionalmente. Si se origina en el mercado de la
vivienda una "situación competitiva" entre una ciudad y los muni-
cipios de sus alrededores o entre regiones vecinas, ello no significa
sino que la región, como unidad socioeconómica, se extienée para
abarcar nuevos espacios, o que regiones que hasta entonces apa-
recían espacialmente separadas, crecen ahora conjuntamente p como
una sola unidad. Existe, además, otra correlación, en cuanto que
puede decirse que la escasez de suelo edificable implica siempre
escasez de viviendas (la conclusión contraria, es decir, que la esca-
sez de viviendas signifique que exista escasez de suelo edificable,
no es necesariamente cierta). Entre nosotros, la escasez de suelo
edificable para la construcción de viviendas en las zonas urbanas
es algo que se observa casi por doquier. El sistema de construcción
de viviendas con gran dispersión, característico de los últimos dece-
nios, y el extraordinario vigor que ha alcanzado el "movimiento de

258
la vivienda en propiedad", han requerido el empleo de superficies
relativamente extensas de suelo edificable, habiéndose reducido
considerablemente el número de residentes por hectárea. En una
zona residencial típica de finales de siglo en una gran ciudad, como
puede ser la de Hamburgo-Eimsbüttel, el número de habitantes por
hectárea asciende a 400, mientras que en típicas áreas residencia-
les de nueva construcción, como Lokstedt o Lohbrügge, esa cifra
queda reducida a 37 ó 15, respectivamente (56); incluso aunque
en estas últimas se descuenten las superficies destinadas a los pe-
queños jardines que existen, el número relativo de sus residentes
sigue siendo mínimo comparado con el de las áreas edificadas tra-
dicionales. La consecuencia de este decrecimiento del número de
habitantes por hectárea, o sea, de esta considerable disminución de
densidad, ha sido la notable expansión territorial de las ciudades,
que se han extendido como mancha de aceite por las comarcas ru-
rales adyacentes, la formación de grandes ciudades-región, como
Hamburgo y Munich, o la creación de aglomeraciones humanas de
enormes dimensiones, el crecimiento conjunto de una gran locali-
dad central con sus grandes "localidades vecinas", como es el caso,
por ejemplo, de la región Rin-Main y del área de Stuttgart. Estas
expansiones suelen ser tan amplias como se considera que aún
puede tolerarlo la construcción y puesta en servicio de vías de trá-
fico. Y, sin embargo, se ha de tener en cuenta aquí que con las
dimensiones y con el crecimiento de regiones y aglomeraciones
urbanas decrecen las posibles aspiraciones a mantener una utiliza-
ción económicamente aceptable de las vías de comunicación, tanto
en el aspecto financiero como en el de empleo de tiempo de viaje:
el umbral de distancia "económicamente" tolerable (noción que se
ha de entender en función de la relación tiempo-costes) es mucho
más bajo en Augsburgo que en Hamburgo, y todavía más bajo en
esta última ciudad que en Nueva York. Por supuesto, incluso man-
teniendo unas pretensiones mínimas en cuanto al enlace viario, se
llega alguna vez a un punto a partir del cual carece ya de sentido
el proporcionar medios públicos de transporte o el intentar supe-
rar la distancia con el empleo de los medios de transporte privados

(56) Fuente: Statistisches Jahrbuch tür Hamburg 1964.

259
o individuales. Cuando se alcanza ese punto, uno ha de decidirse
a volver a zona más próxima a la city, lo que significa, por regla
general, regresar a sectores más densamente edificados. El tamaño
de la región y la correspondiente distancia vivienda-city y/o vivienda-
lugar de trabajo, influyen directa y marcadamente sobre el compor-
tamiento de alojamiento y sobre las exigencias que se plantean a la
vivienda por parte de la familia concreta: cuanto mayor es la dis-
tancia "económica" a que está situada la vivienda, tanto menor es
el tiempo en que la familia permanece reunida en casa y, en cambio,
tanto más se dificulta el trato social y la comunicación en la propia
vivienda; cuanto más extensa es la región, tanto más se han de ver
coartados y reducidos los deseos de residir en las proximidades de
la city y/o del lugar de trabajo.
La intensa actividad de construcción de viviendas que se ha des-
arrollado en las últimas décadas y el incremento de las cifras de
población en las ciudades-región, producido sobre todo por la afluen-
cia de una inmigración interior masiva, han disparado hacia arriba
el nivel de precios del suelo edificado o edificable. Como conse-
cuencia de estos fenómenos, se han reducido notoriamente las as-
piraciones en cuanto a las dimensiones de los solares destinados a
la construcción de casas unifamiliares, y así ha ocurrido, en primer
término, en el interior del casco urbano, pero también, luego, en
toda la extensión de la región urbana. Pero, en cambio, la forma de
edificación, en general, no ha evolucionado en consonancia, y cuanto
más pequeño es el solar, tanto peores son las oportunidades que
se ofrecen de levantar viviendas óptimas, si se pretende construir-
las al estilo tradicional, es decir, si la construcción se sigue orien-
tando hoy todavía conforme al ideal de la casa unifamiliar indepen-
diente de la época de fines del pasado siglo (57). En la construcción
de edificios de pisos se ha dado igualmente -en parte, al me-
nos- el mismo problema de las dimensiones de los solares que
perjudican al valor del alojamiento, sobre todo en el caso de edi-
ficios pequeños levantados por constructores y contratistas priva-
dos. En la construcción de viviendas en gran escala, la subida de

(57) Cfr. BRUCKMANN, Hansmartin, y SCHMIDT-RELENBERG, Norbert:


"Ein Beitrag zur Diskussion über das Einfamilienhaus", loco cit., pp. 5 y ss.

260
los precios del suelo edificable repercute sobre el nivel econ6mico
de los arrendamientos, pero también sobre la calidad de los pisos,
respecto de su disposici6n entre sí, del acoplamiento y combina-
ci6n de los edificios singulares y de su situaci6n en relaci6n con
el entorno inmediato y sus alrededores.
La situaci6n urbanística de escasez de suelo edificable y la situa-
ci6n del mercado de escasez de viviendas repercuten cumulativa-
mente sobre la situaci6n de la vivienda y aparecen relacionados
entre sí: provocan la elevaci6n de los precios, sin la correspon-
diente mejora de las prestaciones ofrecidas, o hacen posible que se
dé un nivel decreciente de éstas, manteniendo los precios. La racio-
nalización de la técnica de construcci6n puede mitigar esta tenden-
cia negativa. El criterio o punto de vista de la situación urbanística,
comparado con la relativa escasez de suelo edificable y con el co-
rrespondiente nivel de precios, nos da los tipos de relativa angos-
tura y de relativa amplitud en cuanto al estilo de urbanización y
edificación (Stuttgart es un ejemplo de la primera posibilidad y
Hamburgo de la segunda). El primero de estos tipos determina o
hace posibles arquitectónicamente unas formas de la vivienda dis-
tintas a las que son propias del segundo; y quienes buscan casa
han de atenerse a este hecho.
Hasta ahora, los datos de conocimiento nos han dado un total
de siete grupos de tipos, siendo posible, de esta forma, su utiliza-
ci6n con fruto para los enunciados del modelo.
Los diversos grupos de tipos, como hemos dicho, no se excluyen
mutuamente. De aquí se deduce que t~os y cada uno de los tipos
pueden coincidir con todos los demás, si se exceptúa, claro está, su
correspondiente término opuesto dentro de la misma dicotomía.
Surgen así gran número de constelaciones, presentándose en el caso
concreto la correspondiente estructura conjunta típica de un grupo
de habitación, referida a situaciones típicas determinadas de com-
portamientos de alojamientos. Así, por ejemplo, pueden darse las
siguientes constelaciones tipo16gicas: la de la familia orientada
hacia la comunidad, hacia la producción y hacia 10 privado, que
pertenece al estrato intermedio, es una familia desarrollada y de dos
generaciones; que ha de enfrentarse con un mercado de vendedo-
res y con una situación de relativa angostura urbanística. Si se des-

261
arrollasen todas las constelaciones posibles resultaría en total un
número extraordinario de formas diversas (alrededor de 90), lo que,
si se supone que para cada tipo se requiere una peculiaridad espe-
cífica de alojamiento, habría de llevar a una profusión verdadera-
mente desconcertante de formas de vivienda y resultaría, en defini-
tiva, totalmente irrealizable desde el punto de vista práctico. Por
ello, se termina por configurar jerarquías para los enunciados del
modelo y por eliminar las formas no esenciales. Aquí se trataba,
en primer término, de mostrar la amplitud y multiplicidad que
ofrece la realidad social determinante del comportamiento de alo-
jamiento, exponiendo el tema sistemáticamente.

III.-DATOS FINALISTAS

La exposición de los datos finalistas esenciales para el modelo


de la vivienda no ofrece dificultades especiales, y ello, sobre todo,
porque acerca de los fines a que debe orientarse la construcción
de viviendas, en relación con la vivienda misma, existe un consenso
cada vez más amplio y general. La satisfacción óptima de las aspi-
raciones de vivienda no obstaculiza a ningún otro tipo de fines (si
se prescinde de los problemas financieros, de los que aquí no nos
ocupamos): pueden construirse viviendas cualitativamente óptimas
sin afectar para nada a las intenciones sociopolíticas, económicas y
urbanísticas concurrentes. W el modelo para el área residencial la
cosa es completamente distmta: allí se plantean agudos conflictos
de fines, sobre todo de naturaleza urbanística.
Los datos finalistas para la vivienda se deducen casi "por sí
mismos" de la situación de la familia, de la situación del mercado
y de la situación urbanística. La situación familiar es hasta tal
punto compleja que la definición del fin tan sólo es posible, inicial-
mente, empleando una fórmula "en blanco": el fin es crear arqui-
tectónicamente los presupuestos espaciales que correspondan de
modo óptimo al comportamiento de alojamiento y a las exigencias
que se plantean a la vivienda, para favorecer así el libre desenvol-
vimiento del individuo y del grupo pequeño.

262
En el "Dictamen sobre la cuestión de la vivienda familiar
justa", emitido el 17 de diciembre de 1952 por la Comisión ase-
sora sobre Economía de la Vivienda, del Ministerio Federal de la
Vivienda de aquel entonces, se hacían las siguientes precisiones
conceptuales: "Una vivienda es adecuada a la familia cuando,
por sus dimensiones y situación, por el trazado y distribución de
sus espacios y por su equipamiento y presentación, satisface ple-
namente los requisitos que deben cumplirse para ofrecer a la
familia el hogar que garantice su sano desarrollo y el digno des-
envolvimiento de la vida familiar" (58). Se manifiesta aquí clara-
mente el carácter de "fórmula en blanco" a que nos referíamos
con respecto a la definición del fin.

El fin se concreta, en primer lugar, por su confrontación con


los diversos tipos que hemos puesto de relieve. El consenso que
cabe esperar con respecto a tal fin es ya muy considerable, tenien-
do en cuenta su elevado grado de abstracción.
Atendiendo al mercado y a la situación urbanística, los fines
pueden ya formularse mucho más concretamente. Con relación al
mercado de la vivienda, junto al objetivo que viene constituido por
la superación de la escasez de viviendas, pasa a un primer plano de
interés, aun teniendo en cuenta el excedente de la demanda que
aún existe, el fin de crear viviendas que resulten adecuadas a las
exigencias cuantitativas y cualitativas de quienes buscan aloja-
miento. La "liquidación" de la problemática del mercado debe ser
el necesario fin subsiguiente, si se toma en serio el citado en pri-
mer lugar.
Desde el punto de vista urbanístico pasan a primer plano los
problemas de las distancias "económicas", de las dimensiones de
los solares y del tamaño de las ciudades-región. Aquí, el fin prin-
cipal es el de crear, en un régimen de la mayor concentración po-
sible, viviendas adecuadas a la estructura familiar. Otro fin es el
de poner a disposición de cada familia tanto espacio como sea po-
sible, configurando el alojamiento, mediante la dispersión, lo más
"de acuerdo con la naturaleza" que sea posible, incluso en los mis-
mos cascos urbanos. Se han de dejar sentados aquí, por tanto, dos

(58) So mochte ich wohnen, loco cit., p. 119.

263
objetivos divergentes, cuando menos, a los que debe pll'estarse
atención.
Resumiendo, cabe decir que, con relación a la vivienda, se
presentan los planteamientos finalistas de la "casa justa para la
familia", de la "superación del mercado", de la "concentración"
urbanística y de la "dispersión" urbanística.

IV.-ENUNCIADOS DEL MODELO

El objetivo de los enunciados del modelo debe consistir en ob-


tener, mediante la combinación de los datos de conocimiento y los
datos finalistas, propuestas de solución construidas sistemática-
mente y que resulten sensatas y bien fundadas. En este sentido
deben prestar una ayuda científica a la solución de cuestiones prác-
ticas. La verificación de los enunciados del modelo, que se han de
entender como hipótesis, podría conseguirse mediante una compro-
bación empírica de prototipos construidos con carácter experi-
mental. En tanto se hace así, los sociólogos y los arquitectos saben
muy bien que los modelos adecuados no pueden ser formulados
directamente por los afectados o interesados. Siempre resultan es-
timables, efectivamente, las encuestas sobre deseos y aspiraciones
y los sondeos de opinión, pero no debe perderse de vista que el
valor de los conocimientos que con tales medios se obtienen es, no
obstante, limitado: se desea lo que se conoce y lo que durante años
se le ha sugerido a uno, por ejemplo: la casa unifamiliar indepen-
diente y en propiedad.
En una encuesta realizada por el Instituto Emnid, el 81 % del
total de los entrevistados manifestaron su deseo de contar con
una casa unifamiliar "en cualquiera de sus formas". "La prefe-
rencia por la casa unifamiliar independiente supera con notoria
diferencia a todas las demás formas de vivienda." Naturalmente,
"en la formulación del cuestionario se prescindió consciente-
mente de la realidad y de la posibilidad de realización del deseo
o aspiración manifestado. Los entrevistados dieron rienda suelta
a su fantasía" (59).
(59) Cfr. Wohnwünsche, Woh11aufwand, loe. cit., pp. 7 Y ss.

264
Chombart de Lauwe presta gran atención a este problema. En
tomo al ejemplo de la aspiración a la casa unifamiliar indepen-
diente, comenta que se deben investigar las motivaciones profundas
y no limitarse, simplemente, a tomar en consideraci6n los deseos
manifestados:
"Est-il réellement, un besoin, ou s'agit-il d'un stéréotype,
d'un cliché exprimé spontanément, mais ne correspondant pas a
une réflexion, a une analyse réelle? Une investigation plus pous-
sée serait nécessaire pour connaUre les composantes de ce dé-
sir" (60).
El arquitecto sitúa en primer plano las experiencias desagra-
dables de la población: "A la población, durante años, por no
decir decenios, se le han asignado sus viviendas, sin que se le
otorgase la posibilidad de elegir un alojamiento conforme a sus
deseos y necesidades. Apenas si tiene ya ... una clara noción
acerca de las ricas posibilidades que ofrece la confección de un
proyecto ... Con el paso de los años, pierde la capacidad de juicio
sobre las amplias posibilidades de fomento y enriquecimiento de
la existencia que ofrece la vivienda, y no sabe más que lo que
puede desear para uno mismo y viene forzado por la reali-
dad" (61).

Tales encuestas, en todo caso, pueden ofrecer ayudas orientado-


ras en la tarea de construcci6n del modelo, pero en ellas, cierta-
mente, hay que tener cuidado de que los entrevistados "den rienda
suelta a su fantasía" lo menos posible, debiéndose apreciar sus
deseos y posibilidades del modo más realista que se pueda. Así, por
ejemplo, una encuesta, socio16gicamente impecable, como la reali-
zada por Elisabeth Pfeil, Las aspiraciones de los mineros con rela-
ción a la vivienda, puede 'proporcionar un material valioso.
Contra la afirmación de unos requisitos para la vivienda justa
familiar se alzan también ciertos reparos: "La idea de establecer
una congruencia entre una necesidad de alojamiento específica,

(60) CHOMBART DE LAUWE, P. H., Y otros: Famille et habitation, loe. cit.,


pp. 54-55 y 17. También, en este sentido, BAHRDT, H. P.: Die moderne Gross-
statlt, loe. cit., pp. 144-150.
(61) HASSENPFLUG, Gustav: "Forderungen an die Wohnung unserer
Zeit", tomo HI, loco cit., pp. 206-8.

265
pero típica, y un ámbito de idoneidad correspondiente de la vi-
vienda -la cuesti6n que todos los arquitectos plantean a los
soci61ogos- presentan ahora una especial problemática. Supo-
niendo que la familia ideal haya encontrado la vivienda ideal. ..
¿por cuánto tiempo permanecerá en la casa? ¿Qué otra familia
sucederá en esa casa? Además, la vivienda se deteriora con el
transcurso del tiempo. Envejece, con lo que no conserva su valor
de prestigio. Con ello se apunta ya la tendencia a que la familia
subsiguiente, junto, quizá, a otras necesidades, tampoco te~ga el
mismo status social. Dicho con otras palabras: la vivienda, ya
a partir de su segundo arrendamiento, puede que deje de res-
ponder a las necesidades que originariamente satisfacía... Así,
pues, junto al ciclo de vida, el status social juega un papel im-
portante para la vivienda, sus dimensiones, equipamiento, tra-
zado y distribuci6n, de manera que resulta 16gico que la soluci6n
6ptima sea la vivienda totalmente inespecífica, de tipo medio en
todos sus aspectos. Esta vivienda jamás será la ·casa familiar
justa'. ¿Suponemos demasiado si estimamos que ha servido, con
raz6n, de modelo para la gran masa de las viviendas existentes
en la actualidad?" (62).

Esta extensa cita era necesaria porque en ella se ponen de ma-


nifiesto dos errores llamativos. El primero consiste en la referencia
al rápido deterioro de la vivienda, al plazo relativamente corto que
se señala para su "descenso de estrato social", posiblemente hasta
la situación de arrabal. Esta afirmación no resulta aplicable a gran
parte de los actuales edificios residenciales y, en este sentido, pa-
rece hecha un tanto a la ligera, como incitando directamente a un
tipo de construcción chapucero, descuidado e irresponsable. Es un
hecho incontrovertible que la vivienda es un bien de uso que se
caracteriza por tener un plazo de vida comparativamente largo;
circunstancia que, atendiendo los precios de construcción y la si-
tuación del mercado de capitales, no parece que vaya a cambiar
mucho en los próximos decenios. Resulta, consiguientemente, que
el "nivel de status" de una vivienda -prescindiendo de su empla-
zamiento concreto dentro del casco urbano- se habrá de conservar

(62) GLEICHMANN, Peter: "Soziologische Bemerkungen zur 'Anpassung


der Wohnung an den Menschen''', loe. cit., p. 25.

266
tanto más tiempo cuanto mejor se haya construido, desde el punto
de vista cualitativo. La tesis de Gleichmann de la necesaria pérdida
de status de las viviendas sólo es acertada en los casos en que han
sido mal construidas. Muchas de las típicas -y mal vistas- Schlit-
zwohnungen hamburguesas, muchas de las viviendas de la Widen-
mayerstrasse en Munich y de las casas unifamiliares alineadas en
Harverstehude, han conservado su status originario, a pesar de que
todas ellas tienen ya más de medio siglo de existencia. En el curso
de una investigación realizada sobre la posible comercialización de
Harverstehude tuvimos ocasión de comprobar que, prescindiendo
de la extraordinaria popularidad de que gozaba el barrio, las vivien-
das que allí se alzan resultan todavía muy apreciadas.
El 55 % de los entrevistados describieron su vivienda como
plenamente útil, o casi, a efectos prácticos, 10 que, si nos atene-
mos a la edad de esas edificaciones, puede considerarse como
valoración muy positiva. Se citaron como deficiencias de las vi-
viendas la extensión, la altura y la distribución de los espacios ha-
bitables, las dificultades de limpieza, ciertos defectos en sus ins-
talaciones. En uno de los diversos resúmenes codificados confec-
cionados sobre los juicios emitidos se manifestó una gran satis-
facción general con la vivienda: el 55 % de quienes respondieron
manifestaron estar muy contentos, el 25 % adoptaron una postura
intermedia al respecto y solamente el 19 % expresaron su insatis-
facción (63). Y debe tenerse en cuenta que esas casas son, en su
mayoría, de los últimos decenios del siglo pasado, y el resto fue-
ron erigidas en la época de la Primera Guerra Mundial.

Las Schlitzwohnungen de Hamburgo, como puede apreciarse por


el incremento experimentado por los alquileres, disfrutan de una
popularidad creciente, siendo preferidas, sobre todo, por las fami-
lias numerosas y por aquellas personas cuya profesión u oficio se
ejerce en la propia vivienda. Con ello se sale al paso del segundo
error: si se dice que la solución óptima es "la vivienda totalmente
inespecífica, de tipo medio en todos sus aspectos", puede ser que
tal afirmación no resulte enteramente equivocada, pero en todo

(63) Cfr. PFEIL, E., Y otros: "Die Kommerzialisierung von Harveste-


hude". loe. cit., pp. 12 y ss.

267
caso es preciso describir las características de tal vivienda que se
consideren esenciales. El "tipo medio", hablando de una vivienda,
consiste en que ésta esté en condiciones de satisfacer los requeri-
mientos que con más frecuencia se establecen para los alojamientos
en una sociedad dada. No es seguro que la vivienda "media" sea
la óptima, pero es posible que, con ayuda del "éxito" conseguido a
lo largo de muchos años por determinados tipos de viviendas, se
logre descubrir cuál pueda ser el estilo o especie óptima de aloja-
miento. De este modo, la vivienda óptima podría convertirse en
vivienda "media". Sin embargo, con la referencia a un tipo medio
que se describe con más detalle, se favorece igualmente un tipo de
construcción descuidado o indiferente. Por eso, precisamente, pa-
rece que resulta necesaria y provechosa la elaboración, por parte de
la sociología, de recomendaciones y modelos.
Así se ha hecho ya, hasta ahora por diversas vías; salta a la
vista que, para la mayoría de los autores, se trata de plantear unas
exigencias válidas en general, es decir, para la vivienda por anto-
nomasia. Prescindimos aquí, una vez más, de un "error milenaris-
ta" como el que se pone de manifiesto en la Carta de Atenas:
"Todavía no hay ninguna legislación que haya intercedido en
favor del establecimiento de unas condiciones para la vivienda
moderna que no solamente garanticen la protección de la persona
humana, sino que deban proporcionarle también los medios para
su mayor perfeccionamiento" (64).

El mismo establecimiento de requisitos generales referidos al


comportamiento de alojamiento y al fin de libre desenvolvimiento
de la persona tropieza ya con grandes dificultades respecto de la
amplitud y multiplicidad de las conductas. A pesar de lo cual, la
tentativa se repite una y otra vez. Naturalmente, existe hoy un
acuerdo pleno acerca de determinadas condiciones peculiares que
debe reunir toda vivienda; pero todas suelen ser de tipo técnico,
irrelevantes por lo que concierne al comportamiento social y que
no ofrecen, en nuestro contexto, problemática alguna, por lo que
pueden quedar fuera de nuestra consideración (grado de irradia-

(64) LE CORBUSIER: An die Studenten, loe. cit., p. 76.

268
ci6n solar, instalaciones de serVICIO, calefacci6n, etc.). En la mayo-
ría de los casos, la realizaci6n práctica de las condiciones que, por
otro lado, son válidas para todas las viviendas, llevaría, no sola-
mente a irrogar un perjuicio a una parte de la poblaci6n, sino incluso
a provocar unos gastos absurdos y exorbitantes. Cosa que se pone
de manifiesto, por ejemplo, en esa exigencia de que "toda vivienda
debería contar con un espacio destinado al trabajo manual, con un
banco de trabajo, fogones y un lugar para almacenaje de materia-
les" (65).
Otras exigencias generales son, en cambio, demasiado abstrac-
tas, por más que, indudablemente, puedan ser acertadas, como
sucede con las planteadas por los arquitectos Hoffmann/Repen-
thin, que hablan de "salubridad", "espacio privado", "lugar pri-
vado al aire libre", etc. (66).
H. P. Bahrdt cita igualmente el "espacio privado": "La mo-
derna construcci6n de viviendas tiene que aprender a proporcio-
nar 'espacio privado', entendida la expresión en su sentido lite-
ral" (67).
Exige, además, que no se conciba la vivienda solamente como
"lugar del consumo", sino que se comprendan también "funcio-
nes productivas". Finalmente, requiere el "espacio privado al
aire libre" (68).
Harmsen requiere como "vivienda familiar justa:
1.0 Una vivienda independiente para cada familia.
2.° Un espacio independiente para cada adulto.
3.° Suficiente espacio vital para los niños.
4.° El importe del alquiler no debe ser superior al 15 % de
los ingresos" (69).
Estas exigencias ya se han visto superadas, en parte, por el
desarrollo operado en la sociedad: el que cada familia disponga
de una vivienda independiente es algo que se da por supuesto. Es
(65) HASSENPFLUG, Gustav: "Forderungen an die Wohnung unserer
Zeit", loe. cit., p. 209.
(66) HOFFMANN, O., y REPENTHIN, Chr.: Neue urbane Wohnformen,
loe. cit., p. 25.
(67) BAHRDT, Hans Paul: Die moderne Grossstadt, loe. cit., p. 114.
(68) Cfr. loe. cit., pp. 113 y SS., Y BAHRDT, Hans Paul: Wege zur Sozio-
logie, loe. cit., pp. 90 y ss.
(69) HARMsEN, Hans: "Die familiengerechte Wohnung", loe. cit.,
pp. 220-21.

269
cierto que el límite del 15 % se ha elevado al 25 %, aproxima.
damente.
Finalmente, hemos de citar los requisitos establecidos flor Ro-
senmayr sobre la base de los resultados obtenidos en sus investi-
gaciones sobre las relaciones habitaciona1es en la ciudad de Viena
(omitimos sus observaciones secundarias y que no afectan direc-
tamente a la vivienda): "1.0 Se ha de prestar atención a diversas
medidas y proporciones humanas, para que en manera alguna
se origine la sensación de estrechez o angustia espacial, debien-
do calcularse en tal sentido las dimensiones del espacie habita-
ble y la unión o enlace entre las habitaciones. 2.° Corr..posición
de los espacios o grupos de espacios de manera relr.clOnada,
para proporcionar dentro de esta misma asociacién esp2CÍaI 'ám_
bitos' diferenciados... 3.° Una marcada ordenación o disposi-
ción interior de los espacios y su orientación en favor de sus
propios ocupantes, para crear mediante la forma y los colores
un sentimiento de pertenencia y una sensacién de que se dis-
pone de la posibilidad de retirarse a un espacio propio. 4.° Una
distribución y especialización de las habitaciones 10 m{s medi-
tada posible, que ... debe ser multifuncional y específicé:, metro
cuadrado por metro cuadrado, para poder satisfacer las nume-
rosas funciones de la vida moderna ... 6.° Insonorizaciá'J. de la
vivienda y de las habitaciones entre sí y con respecto al exte-
rior oo. 9.° Una cuidada coordinación de la decoración conforme
a los datos arquitectónicos y una armonización de los diversos
elementos ornamentales... 10. Dejar pendiente los últimos to-
ques en la construcción de la vivienda, para que el futuro ocu-
pante pueda participar más ampliamente en su terminación, pro-
poniendo los detalles finales" (70). De todos estos requisLcs, dos
se refieren más bien a la ornamentación y mobiliario que a la
vivienda misma (núms. 3.° y 9.°), y sólo podrán cumplirse si
es que el arquitecto tiene oportunidad de intervenir tamoién en
el proyecto de decoración d~ interiores. Justamente en h cons-
trucción de viviendas en gran escala esto no es posible, por lo
que aquellas condiciones deben quedar fuera de nuestra consi-
deración; por otra parte, no entra dentro del cometido del
sociólogo el adquirir una formación sobre "el estilo correcto y
la construcción técnicamente adecuada" de la vivienda. ~as de-
más exigencias se aceptan para nuestros fines.

(70) ROSENMAYR, Leopold: Wohnen in Wien, loco cit., pp. 74-75.

270
Los requisitos fijados por Rosenmayr también vuelven a dar lugar
a dudas en cuanto a la posibilidad de planteamiento práctico de unas
condiciones generales que sean válidas para todos los posibles gru-
pos de habitación, para cualquier tipo de futuros ocupantes: el ha-
blar de espacios en los que se haya de atender "a diversas medidas
y proporciones humanas", de "disposición y orientación del espacio
en función del ocupante", etc., es algo que requiere, en efecto, un
mínimo de tipificación que debería especificarse adecuadamente.

1. ATRIBUTOS DEL MODELO

Yeso es lo que tenemos que intentar ahora. Para lo que se ha


de partir de los tipos de comportamiento y de situación que antes
pusimos de relieve. Estos tipos se refieren, teniendo en cuenta los
datos finalistas, a determinados atributos o características de la vi-
vienda, a modo de criterios para la confección del modelo. Puesto
que la tipología es bastante amplia, debe intentarse, a fin de cuentas,
determinar algunos pocos tipos de vivienda que sean practicables.
Existen muchas propiedades o peculiaridades de la vivienda con-
forme a las cuales se orientan las exigencias o las preferencias de
los grupos de habitación.
En cierto dictamen sobre este tema de las preferencias con
respecto a la vivienda, poníamos de relieve las siguienteCi:
l.a Preferencias con respecto al tipo de vivienda. 2. a Preferen-
cias con respecto al lugar de emplazamiento de la vivienda. De
todas ellas, aquí solamente nos interesan las primeras, entre las
que distinguíamos: preferencias en cuanto a la forma (piso, casa
unifamiliar, etc.); preferencias en cuanto al tamaño; preferen-
cias con respecto al trazado y distribución de su planta (tIpo
de habitaciones, situación relativa de las habitaciones); prefe-
rencias relativas a la técnica de construcción; preferencias en
cuanto a las formas jurídicas posesorias y dominicales (71). Como
se ha de suponer, evidentemente, de todo este grupo de prefe-
rencias, exceptuando las dos últimas, todas las demás son inte-
resantes.

(71) Cfr. KLUTH, Heinz y otros: Die gesellschaftlich bedingten Veriin-


derungen in den Wohnpriiferenzen, loe. cit., pp. 6 y ss.

271
Ahora se puede formular ya el primer enunciado del modelo,
aunque sea todavía de carácter muy general:
Si existe una situación familiar de las señaladas y si se dan los
datos finalistas de satisfacción óptima de los requisitos que debe
cumplir la vivienda para favorecer el libre desenvolvimiento del indi-
viduo y del grupo pequeño, serán relevantes para su correspondiente
configuración los siguientes criterios (72) (atributos de la vivienda):
a) Forma.
b) Tamaño.
e) Equipamiento.
ti) Trazado del plano/variabilidad.
e) Aislamiento del exterior (protección de la intimidad).
f) Accesibilidad al exterior (apertura al exterior).
g) Espacio al aire libre.
El enunciado del modelo presenta así una forma que todavía es
muy abstracta. Se puede conseguir una primera concreción de los cri-
terios particulares poniéndolos en relación con la tipología.
Los enunciados del modelo pueden formular ya mucho más
concretamente refiriéndolos a la situación del mercado:
Si existe un mercado de vendedores y se dan el planteamiento
finalista de satisfacción óptima de los requisitos que debe satisfa-
cer la vivienda y la situación de superación de la estrechez del mer-
cado, ha de darse entonces la tendencia a la creación de más vi-
viendas que no presenten características destacadas específicas con
respecto a los criterios citados como relevantes, sino, en especial,
planos inespecíficos que garantizan un máximo de variabilidad
(oferta homogénea).
Si existe un mercado de compradores y se da el planteamiento
finalista de satisfacción óptima de los requisitos que debe reunir
la vivienda, ha de darse también la tendencia a la creación de más
viviendas que se ajusten tanto como sea posible, con relación a

(72) Originariamente, estos criterios los he puesto ya de relieve en ante-


riores trabajos; cfr.: "Die Wohnung als soziales Raum", loe. cit., y Die
totale Wohnung, loe. cit.

272
los criterios citados como relevantes, a los tipos de comportamiento
(oferta diversificada) (73).
Para los próximos años -y decenios- hay que contar con una
saturación creciente del mercado; con ello cobrará importancia la
oferta diversificada. Actualmente es todavía frecuente que, con re-
ferencia a la restricción del mercado, se ofrezcan demasiadas vi-
viendas específicas (sobre este aspecto daremos más detalles cuan-
do nos ocupemos de la "variabilidad").
Con referencia a la situación urbanística pueden formularse los
siguientes enunciados del modelo:
Si se dan la situación de relativa "angostura" urbanística y el
planteamiento finalista de satisfacción óptima de los requisitos de
la vivienda, así como la concentración urbanística, se tenderá a
proporcionar más viviendas en forma compacta de edificios de pisos,
estrictamente vinculados entre sí desde el punto de vista arquitec-
tónico (edificios de altura media, casas de terraza, etc.).
Si existe la situación de relativa "angostura" y se da el plantea-
miento finalista de la dispersión, se crearán tantas viviendas como
sea posible en forma de casas unifamiliares concentradas (casas ali-
neadas, colonias homogéneas en tapiz, etc.), empleándose un cri-
terio arquitectónico de estricta asociación de las unidades.
Por el contrario, dicho brevemente, si se dan la situación de
relativa "amplitud" urbanística y la concepción finalista de la dis-
persión, se construirán predominantemente viviendas en la forma
dispersa de casas unifamiliares independientes y en forma de pisos
en bloques altos (que, como es sabido, requieren superficies rela-
tivamente grandes de suelo edificable).
El objetivo finalista de concentración en una situación urbanís-
tica de relativa amplitud no se puede conseguir mediante la forma
de construcción de la vivienda; a lo sumo, entre otros medios, con
el tipo de composición o asociación arquitectónica de las edifica-
ciones. Entran en juego aquí medidas urbanísticas trascendentales.
Pero también para los otros enunciados del modelo es válida la afir-
mación de que tales medidas sólo representan soluciones parciales

(73) Cfr. MEYER-EHLERS, G. y otros: Wohnerfahrungen, loe. cit.,


pp. 262 y s.

273
18
con respecto a las metas y fines urbanísticos; mas con respecto al
cumplimiento de los requisitos de la vivienda óptima son, como
decimos, de gran trascendencia, pues significan, nada menos, que
una injerencia en la libre elección de la forma de la vivienda que,
si no por el urbanista, sí por parte del empresario de construcción
de viviendas y del público en búsqueda de casa, se considera que
constituye fundamentalmente un derecho perfectamente válido del
que puede usarse discrecionalmente. Desde luego, en relación con
la situación urbanística de nuestras ciudades, habría que reflexionar
precisamente sobre este problema, en el sentido indicado en los
enunciados del modelo. El planteamiento finalista de la óptima sa-
tisfacción de los requisitos de la vivienda, para acentuar ese as-
pecto, alude a su organización (forma de la vivienda) y no a su cali-
dad. Esto es lo que tienen que poner de manifiesto los enunciados
del modelo para la vivienda.
Debemos ocuparnos ahora, separadamente, de los citados crite-
rios del modelo.
a) La forma de la vivienda, como se ha evidenciado ya en los
precedentes enunciados del modelo, tiene una gran importancia. A
este respecto hay que partir de la base de que, en principio, todas
las formas de la vivienda citadas (cfr. Tercera Parte, Cap. prime-
ro, 1) permiten el óptimo cumplimiento de los requisitos exig~dos,
cosa que desde hace años vienen afirmando los arquitectos y que se
ha demostrado con ejemplos palpables, pero que aún no ha sido
aceptada en manera alguna por el público. El ideal de la casa uni-
familiar independiente como forma óptima de vivienda sigue toda-
vía profundamente arraigado en las gentes, aunque ya no responde,
ni con mucho, a la realidad. La confrontación de los tipos de com-
portamiento con las formas de vivienda mostrará que, como ocu-
rre con los tipos de situación, también en los de comportamiento
entran en juego como óptimas diversas formas correspondientes.
b) No hace falta insistir demasiado en el hecho de que el ta-
maño de la vivienda tiene una importancia decisiva para la satis-
facción del ocupante.
Svend Riemer ha comprobado que el tamaño de la casa,
medido conforme a la relación personas/espacio, guarda un alto

274
grado de coi.telación con la satisfacción que ofrece la vivienda:
"In our material, maladjustement to the family home is most
shrinkingly related to crowding. The percentage of complaints
is fourdoubled (8 per cent to 33 per cent) as we proceed from
homes with less than a half person to homes with more than
one person per room." Pero: "Family size as such ... does not
show any clear relationship to the number of complaints about
the family home" (74).

Resulta ya muy difícil el enunciar dimensiones absolutas por


personas, pues aquí juega un papel importante el tamaño de la fami-
lia, dándose ciertamente el hecho de que disminuyen las aspiracio-
nes en cuanto a superficie por persona al crecer el número de
miembros de la familia. Las dimensiones que dimos al hablar de
la estratificación -de unos 33 metros cuadrados por persona en el
estrato superior, unos 25 en el medio y unos 20 en el inferior, para
una unidad doméstica compuesta de tres miembros- parece que
deben corresponder actualmente a las posibilidades económico-
financieras de la población. Sin embargo, hay que tener presente
que hoy se manifiesta ya la tendencia -que, probablemente, habra
de mantenerse en los próximos años- hacia mayores pretensiones
por lo que respecta a la extensión superficial de la vivienda.
e) El equipamiento de la vivienda puede tomarse en dos sen-
tidos. Por una parte, se alude con ello al nivel de las instalaciones
técnico-sanitarias de la vivienda, extremo que no requiere ulterio-
res explicaciones aquí; por otra, se refiere a la existencia de deter-
minados espacios destinados a las posibilidades de utilización téc-
nico-productiva. Hay que pensar aquí, sobre todo, en el tipo de
cocina y en la existencia de un espacio dedicado a la práctica de
trabajos manuales. Las formas de la cocina van desde lo que po-
dríamos llamar rincón-cocina o cocina en miniatura, pasando por
la empotrada, "cocina-barra" o "cocina-armario", la cocina-hogar
(relativamente pequeña) y la cocina-comedor, donde pueden tomar-
se las comidas, hasta la cocina-habitación o cocina-cuarto de estar,
donde se desarrolla una gran parte de la vida familiar en común.

(74) RIEMER, Svend: "Maladjustment oí the Family Home", loco cit.,


p. 645.

275
En este ejemplo de la cocina, por lo demás, se pone de mani-
fiesto que aquella distinción que ya vimos hacía Meyer-Ehlers entre
fenómenos domésticos determinados por consideraciones materia-
les y fenómenos domésticos determinados por consideraciones hu-
manas, distinción en la que la cocina correspondería al primer as-
pecto, no resulta acertada (75). La multiplicidad de tipos de cocina
que se dan demuestra que este espacio, precisamente, por el tipo
de funciones que se le asignan y por la forma en .que se inserta en
la vivienda, aparece enteramente determinado por consideraciones
humanas (personales), en el sentido de la distinción de Meyer-Ehlers,
y, por tanto, debe proyectarse de manera diversificada y no homo-
géneamente.
De entre las formas de cocina que hemos citado, la cocina-
cuarto de estar tiende a desaparecer y la cocina mínima ("cocina-
barra", "cocina-armario", "cocina-bar"...) tiende a imponerse.
E. Pfeil afirma que, incluso entre los mineros, que tan tra-
dicionalistas son, la cocina-habitación ya no está de moda (76).
Si bien la cocina miniatura y la cocina-bar se rechazan, a causa,
fundamentalmente, del "desorden" que crean en las "tareas de
la cocina" y por la humedad y olores que se supone que origi-
nan (77).

Entre nosotros predomina todavía el desconocimiento de las po-


sibilidades reales que existen en los terrenos técnico y estético-
arquitectónico. En los países escandinavos ya se han puesto en
práctica ampliamente estas formas modernas.
También tiene una importancia creciente el espacio destinado a
la realización de trabajos manuales. Seguramente sería equivocado
el exigir su presencia en toda vivienda, no obstante lo cual no cabe
duda que, con respecto a determinados tipos de comportamiento,
desempeña una función importante, sobre todo cuando las habita-
ciones de los niños son pequeñas. Un espacio para la realización de
trabajos o hobbies está siempre concebido y es adecuado también
(75) Cfr. MEYER-EHLERS, G., y otros: Wohnerfahrungen, loco cit.,
pp. 259 Y ss.
(76) PFEIL, Elisabeth: Die Wohnwünsche der Bergarbeiter, loe. cit.,
pp. 80 y ss.
(77) Loc. cit., p. 80, y: So mochte ich wohnen, loco cit., p. 45.

276
para juegos, entendido el término en sentido amplio. Cuando el
cuarto o cuartos de los niños son insuficientes, o cuando, como
indica Mitscherlich, a causa del "carácter fetichista" que con tanta
frecuencia se le atribuye, la vivienda no se considera adecuada para
muchos juegos (78), una habitación o espacio para taller de aficio-
nado o práctica de un hobby es algo que puede prestar buenos
servicios.
d) El trazado del plano (distribución) o el grado de variabili-
dad de las posibilidades de utilización de la vivienda constituyen
el criterio decisivo para la satisfacción de sus ocupantes. Si se pres-
cinde ahora de los enunciados del modelo que resultan de consi-
derar la situación del mercado, se plantea la cuestión de saber cuál
es el mínimo de variabilidad que debe ofrecer todo plano de vivien-
da. La exigencia básica a tal respecto será ésta: los espacios deben
disponerse y configurarse en el plano de tal manera que no requie-
ran necesariamente un determinado mobiliario, sino que permitan
la máxima variedad posible en cuanto a su amueblamiento. Actual-
mente, en la construcción masiva de viviendas puede observarse
precisamente una tendencia contraria, coactiva de la utilización de
los espacios. Los arquitectos creen que lo procedente es dar a en-
tender e incluso imponer, en principio, sus hallazgos y ocurrencias
a una parte, al menos, de los ocupantes en potencia de la vivienda,
cuando, por ejemplo, hacen que sea imposible la colocación de los
aparadores que tan queridos son de la familia, cuando colocan una
hornacina en el salón o cuarto de estar que solamente puede uti-
lizarse como rincón-comedor y no, por ejemplo, para colocar una
mesa de escritorio o un piano de cola, cuando predeterminan la
situación de la mesa mediante la instalación de los puntos de luz,
etcétera, etc. El ideal sería la creación de "huecos" que luego pu-
dieran fácilmente configurarse por el respectivo usuario, mediante
la colocación y disposición de paredes o tabiques relativamente mó-
viles, conforme a sus necesidades individuales. Tal posibilidad, no
obstante, tropieza con grandes dificultades técnicas y organizativas,
al menos por ahora. En el futuro es seguro que han de desarrollarse
para la vivienda formas móviles. La exigencia planteada por Rosen-
(78) Cfr. MITSCHERLICH; A.: Die Umoirtlichkeit unserer Stadte, loe. cit.,
pp. 130 Y ss.

277
mayr de que se dejen pendientes "los últimos toques en la cons-
trucción de la vivienda" favorecerá, cuando más, al primer ocu-
pante de la misma. Al ocuparnos de la tipología hablaremos de
algunas posibilidades concretas con respecto a la variabilidad.
e) El aislamiento del exterior significa, en primer término, la
existencia sobreentendida de la puerta propia de la vivienda, requi-
sito principal para hacer posible la creación de un espacio privado
para vivir. Significa, además, la posibilidad de protegerse de las
vistas y de los ruidos del exterior, así como la posibilidad de com-
portarse en la casa propia de forma espontánea y natural. El temor
a molestar a los vecinos con los ruidos propios, sobre todo los que
originan los niños, es algo que actúa de forma extremadamente
negativa sobre el comportamiento de alojamiento; como conse-
cuencia de ello, será frecuente que se coarten unas actividades de
los niños que constituyen necesidades elementales de su vida.
Chombart de Lauwe entiende que "la total insonorización de las
viviendas urbanas ... es un requisito ineludible" (79). Tanto por lo
que se refiere a las vistas como por lo que toca a los ruidos, estos
aspectos, en la construcción normal de viviendas, se manejan toda-
vía hoy de forma negligente e irreflexiva, a pesar de que existen
ya materiales aislantes relativamente baratos, por no decir nada de
las facilidades de proyecto con que se cuenta actualmente para la
protección de las viviendas con respecto a las vistas desde el exte-
rior. Ahora bien: el problema tampoco es tan simple como parece
entenderlo Jane Jacobs.
"La bibliografía que existe sobre el planeamiento funcional
y formal se ocupa de esta vida privada en relación con concep-
tos tales como la apertura de huecos y ventanas, vistas al exte-
rior y desde el exterior. Nadie desde el exterior debe poder ver
el lugar en que se vive: j Atención! j Espacio privado!, y, sin
embargo, i qué ingenua es esta idea! La protección de las ven-
tanas contra las vistas es ]a cosa más fácil del mundo. Basta
con echar las persianas o con correr las cortinas" (80). Si sola-

(79) CHOMBART DE LAUWE, P. H.: "Hauser und Menschen im Spiegel


des sozialen Fortschritts", loe. cit., p. 12.
(80) TAcoBs, Tane: Tod und Leben grosser amerikanischer Stiidte,
loe. cit., p. 49.

278
mente puede uno librarse de las miradas indiscretas del exte-
rior mediante el cierre de las persianas, la situación resulta ver-
daderamente insoportable, prescindiendo de que no es cuestión
de que todo el mundo viva permanentemente tras celosías y cor-
tinas echadas.

No parece equivocado, pues, el adoptar aquí ya los siguientes


enunciados del modelo: se garantiza un óptimo comportamiento
de alojamiento cuando la vivienda se dispone y traza de tal manera
que se proporciona un máximo de aislamiento frente al exterior
con respecto a ruidos y vistas. En la tipología indicaremos algunas
variantes.
f) La apertura al exterior es, en cierto sentido, la faceta inver-
sa de cuanto acabamos de decir; quiere significar la posibilidad de
mantenerse en contacto desde la vivienda con el ámbito público
que la rodea. Estos contactos consisten en la posibilidad de contar
coil vistas hacia el exterior (cuando uno pasea a la caída de la tarde
por las calles de nuestras ciudades y observa cómo numerosas per-
sonas permanecen placenteramente asomadas a sus ventanas con-
templando la animación callejera, se percata uno de lo imperiosa
que es esta necesidad) y en la posibilidad de simbolizar de alguna
manera hacia el exterior el status familiar; la configuración de la
fachada, la existencia de jardines delante de la casa y otras cir-
cunstancias semejantes sirven frecuentemente a estos fines.
g) El espacio al aire libre perteneciente a la vivienda consti-
tuye hoy para la mayoría de las personas un requisito imprescin-
dible. Los diversos tipos van desde el jardín exterior, pasando por
el jardín interior (patio ajardinado), la terraza y el balcón, hasta el
mirador o balcón cubierto. Como parte integrante de la vivienda
que es, el espacio abierto, a su vez, viene condicionado de múlti-
ples maneras por la necesidad de protección de la intimidad, de-
biendo, por tanto, defenderse cuanto sea posible de las vistas y
ruidos exteriores. Puesto que debe suponerse que ningún residente
se siente perjudicado lo más mínimo por poseer un balcón o un
mirador en su vivienda, puede adoptarse aquí ya el aserto del mo-
delo conforme al cual se entiende que para hacer posible un com-
portamiento de alojamiento óptimo la vivienda debe poseer un es-

279
pacio abierto (lo más protegido posible). La forma que adopta este
espacio tiene gran importancia para la tipología.

2. TIPOLOGíA DE LOS REQUISITOS Y DE LOS ATRIBUTOS DEL MODELO

Si ahora, mediante la comparación de las clasificaciones que


hicimos antes con los criterios que acabamos de señalar como rele-
vantes, se construyen los enunciados concretos, propiamente di-
chos, del modelo, debemos prescindir de la prolija y poco elegante
formulación conforme al tipo de proposición "si-si-entonces" que
inicialmente señalábamos: ya dejamos en claro entonces que esta
formulación precisa es perfectamente posible en todos y cada uno
de los casos particulares, pero que no por ello se ha de dificultar
innecesariamente la lectura.
Inicialmente, sin tener en cuenta la cuestión de cómo se ha de
realizar en la práctica la pluralidad de modelos con base en la mul-
tiplicidad de los tipos, debe mostrarse el amplio abanico de posibi-
lidades pragmáticas que se ofrecen en la construcción de viviendas
con respecto a las situaciones complejas que se plantean.
En cuanto a los tipos que dependen del estilo de interacción ha
de tomarse en consideración el trazado y disposición del plano,
siendo cierto que para el tipo orientado hacia la comunidad resulta
adecuado un plano abierto, con transiciones fluidas entre los espa-
cios, mientras que para el grupo orientado hacia la separación es
necesario un plano con espacios cerrados y claramente delimitados
entre sí. Con ello se soluciona la cuestión que surge una y otra vez
acerca de cuál de estas dos formas de plano (planta de la vivienda)
es la "acertada" para nuestro tiempo. Las soluciones abiertas, tan
bonitas estéticamente, resultan inapropiadas para aquella familia
que se inclina por la separación de sus actividades dentro de la
vivienda, mientras que una familia que tienda a realizar el mayor
número posible de actividades en común y con unidad espacial se
sentirá frustrada en una casa en que proliferen los espacios cerra-
dos y los corredores. En ambos casos se recurre a soluciones pre-
carias o de emergencia: o se colocan muebles para que sirvan de
"paredes" y se corren cortinas --en el primer supuesto-, o se
echan abajo tabiques y se abren puertas- en el segundo-. Como

280
puede suponerse, tampoco se trata de que el plano que hemos de-
nominado "abierto" deba serlo totalmente; en toda vivienda deben
darse ámbitos íntimos susceptibles de cerrarse.
Los tipos que dependen de la forma de llevarse la economía do-
méstica o del grado de actividad exigen una específica considera-
ción de la distribución de superficies de la vivienda, siendo cierto
que, para el tipo orientado hacia la producción, del espacio "pura-
mente" de estar, deben recortarse aquellas superficies que puedan
destinarse a las ocupaciones activas, o bien, si se dispone de sitio
suficiente, dividir en dos habitaciones dicho espacio de estar, de
modo que una pueda utilizarse de verdadero living-room y la otra
para las actividades productivas cotidianas (la separación que antes
existía entre el "salón" o "sala de recibir" y el "cuarto de estar'P
tuvo su propia y fundada razón de ser, y comienza ahora a ponerse
de nuevo en uso, en esa forma nueva que indicamos); para el tipo
orientado hacia el consumo, en cambio, parece que deben recortar-
se todas las demás superficies habitables en favor de un "espacio
para todo" lo más grande posible.
Con ello se hará ilusoria toda la polémica suscitada en torno a
la función "propia" que corresponde al espacio "de estar". Bahrdt
señala, con razón, que las habitaciones grandes fuerzan directa-
mente a un comportamiento pasivo en favor de todos los demás
espacios de la casa (81); Mitscherlich califica de "idea fija" (82) la
concepción del gran living-room, que sólo en parte es acertado.
Existen familias que se comportan de un modo predominantemente
pasivo y se dedican al "consumo del ocio": para ellas resulta ple-
namente adecuado el gran "espacio para todo". Para las familias
activas y con ocupaciones variadas deben ofrecerse dos espacios o,
si ello no es posible, recortarse el espacio de estar en beneficio de
otros espacios de la vivienda. La cocina, para el primer tipo, debe-
ría ser, al menos, una cocina-comedor, es decir, que se disponga de
una cocina grande, aunque no se coma en ella. Para el segundo tipo
puede bastar con una cocina reducida a sus mínimas proporciones.

(81) Cfr. BAHRDT, Hans Paul: Die moderne Grosstadt, loe. cit., pp. 76
Y ss.
(82) MITSCHERLlCH, A.: Die Unwirtlicheitk unserer Stiidte, loe. cit.,
p. 138.

281
En cuanto a otros elementos, para el primer tipo tiene gran interés
el cuarto de trabajo; una habitación pequeña, incluso sin venta-
nas, puede prestar ya buenos servicios al respecto. Por lo que se
refiere al espacio abierto, resulta adecuado al primer tipo el jardín,
como huerto y/o como jardín ornamental o de recreo, mientras que
para el segundo tipo parecen más apropiados el balcón, la terraza
o el mirador, pues tales elementos no dan ningún trabajo.
Los tipos que dependen de la relación con el entorno han de
referirse, en primer término, a la forma de la vivienda. Para el tipo
orientado hacia lo público resultan adecuadas la casa unifamiliar
independiente levantada sobre un solar pequeño, las casas conven-
cionales dispuestas en hileras y las casas convencionales de pisos;
para el tipo orientado hacia lo privado parecen más oportunas las
casas con jardín y las casas con atrio, así como los pisos en edifi·
cios con terrazas: las formas de vivienda citadas en primer lugar
permiten un fácil acceso al entorno, cosa que no ocurre con las
segundas. Ello depende también de los criterios de protección de
la intimidad y apertura al exterior: para el primer tipo el aisla-
miento del exterior solamente necesita ser mínimo, mientras que
la accesibilidad al exterior debe ser relativamente grande; le re~ul·
tan especialmente adecuadas las viviendas que dan a la calle, y así
se hará una virtud de lo que muchos urbanistas consideran como
"necesidad", la construcción por manzanas edificadas, que otros
estiman anticuada y desacreditada. Para el segundo tipo el aisla-
miento frente al exterior debe ser lo mayor posible, mientras que
la apertura al exterior puede ser mínima; no se debe aconsejar a
los pertenecientes a este tipo, por ejemplo, que se instalen en una
vivienda situada en un grupo de casas alineadas construidas en
forma convencional: pues si las filas de casas no están escalonadas,
existirán grandes posibilidades de que se prodiguen las miradas
indiscretas desde el exterior y de que los ruidos sean considera-
bIes; las filas de casas se levantan muy juntas unas de otras, de
manera que por ambos lados de la casa se debe temer que exista la
posibilidad de ser visto desde fuera; los jardines, en su mayor
parte, no están separados, con lo que están abiertos al uso general
(o a un uso privado muy escaso). Las casas de atrio y las casas
en terraza ofrecen un alto grado de independencia frente al exte·

282
rior. En cuanto a espacios abiertos, resultan adecuados al primer
tipo los jardines delante de la casa y los balcones, y para el se-
gundo tipo, los jardines interiores y los miradores.
Con respecto a los tipos que resultan de la estratificación social
son relevantes el tamaño y el equipamiento de la vivienda. De lo
que se dijo acerca de los modos específicos de comportamiento de
los estratos, no todo puede traducirse directamente en peculiarida-
des de proyecto de las viviendas; solamente pueden considerarse
aquí, en correspondencia con esos modos de comportamiento, el
tamaño de la vivienda, el número y dimensiones de las habitacio-
nes concretas y el equipamiento del conjunto. Los valores absolu-
tos a que responden estos dos criterios dependen del respectivo
nivel económico de la sociedad de que se trate. Es esencial que
las empresas constructoras de viviendas incluyan en sus cálculos
las correspondientes posibilidades económico-financieras de cada
uno de los estratos en particular y que se preste atención a las
correspondientes dimensiones relativas de cada estrato, referidas a
una determinada unidad regional.
El ciclo familiar puede ser considerado conjuntamente con el
tamaño de la familia y el número de generaciones que conviven en
la unidad doméstica, de manera que coincidan la familia reducida
con la familia de una sola generación y la familia desarrollada con
la que comprende varias generaciones. Han de tomarse en conside-
ración aquí forma, tamaño, trazado del plano y espacio libre de la
vivienda. Para el primer tipo resulta adecuada la vivienda en piso;
para el segundo, la casa unifamiliar. La vivienda, en su conjunto,
puede ser en el primer caso relativamente pequeña; en el segundo
ha de ser relativamente grande. Para la familia desarrollada, inde-
pendientemente de que aparezca orientada hacia la comunidad o a
la separación, es esencial la posibilidad de independización de espa-
cios: los niños o las personas de la generación de más edad deben
contar con la posibilidad de llevar, en cierta medida, una vida inde-
pendiente. Incluso con un plano abierto, deben existir, por tanto,
espaCios secundarios capaces para satisfacer estas necesidades. Por
lo que al equipamiento se refiere, resulta adecuada al primer grupo
la cocina mínima, mientras que para el segundo tipo debe existir,
al menos, una cocina-barra, aunque en la mayoría de los casos lo

283
adecuado será la cocina-comedor, es decir, una cocina mayor. La
madre pasa gran parte del día, con los niños, en la cocina; por lo
que una cocina demasiado pequeña perjudica el normal desenvol-
vimiento de la vida familiar. El espacio abierto tiene gran impor-
tancia para la familia desarrollada: en este caso, su forma óptima
es el jardín, y no ciertamente la "zona verde colectiva", sino preci-
samente el jardín que sólo esté a disposición de la propia familia.
Actualmente, entre las empresas constructoras de viviendas está
muy extendida la idea de que solamente se puede proporcionar jar-
dín en el supuesto de que se trate de casas unifamiliares. Y no es
así, sin embargo. Si, por ejemplo, cuando se trata de bloques de dos
a cuatro plantas se reservase para las viviendas de la planta baja
una parte del terreno que rodea al edificio, destinándolo a la insta-
lación de pequeños jardines privados, en lugar de convertir toda esa
superficie en "zona verde colectiva", como se hace en la mayoría
de los casos -con lo que, en definitiva, nadie disfruta realmente
del beneficio-, quedaría resuelto el problema para muchas fami-
lias con niños. Esta solución, que ya se practicó incluso en la época
de construcción de viviendas en manzanas, con la instalación de
jardines privados para los ocupantes de las plantas bajas, podría
realizarse ahora perfectamente con las nuevas formas de construc-
ción diseminada que se emplean modernamente.
También son muy útiles para la familia desarrollada los espa-
cios relativamente amplios que se prevén para terrazas en las edifi-
caciones de este tipo. Para la familia reducida son adecuados los
balcones y miradores.
Es claro que los precedentes enunciados del modelo resultan
demasiado numerosos para su puesta en práctica en la construcción
de viviendas. Interesa, por tanto, establecer una cierta jerarquiza-
ción, atendiendo a la importancia de los criterios empleados, para
configurar así el número más pequeño posible de tipos-modelo que
resulten practicables.
De los modelos relativos a la situación del mercado y a la situa-
ción urbanística se puede prescindir ahora; tienen una validez de
principio, genérica. Los asertos del modelo respecto de la relación
generacional y el ciclo familiar se realizan ya, en general, a través
de las variaciones de la oferta, en el tamaño y en la forma de la

284
vivienda; a este respecto se ha de' hacer hincapié en que las empre-
sas constructoras de viviendas, con la configuración de su oferta,
deberían dar a entender a los usuarios demandantes que la decisión
para optar entre el piso o la casa unifamiliar no debe hacerse
desde el punto de vista de la estratificación (status), sino sobre
todo desde el punto de vista del ciclo de la familia. En principio,
también un piso puede satisfacer las máximas exigencias en cuanto
a confort y simbolización del status, como lo demuestran numero-
sos ejemplos en otros países. Las casas unifamiliares deberían des-
tinarse, cada vez más, a las familias grandes. Además, entre nos-
otros, falta la casa unifamiliar en alquiler, que tendría una especial
importancia para la familia desarrollada. En el futuro, las grandes
empresas constructoras deberían proporcionarlas en gran número.
Las exigencias que derivan de la orientación hacia lo público
también se satisfacen implícitamente mediante las distintas situa-
ciones de emplazamiento que se dan. En todo caso, allí donde se
tenga posibilidad de elegir libremente en cuanto a la forma de vincu-
lar la vivienda a su entorno, se deberá siempre favorecer arquitec-
tónicamente, tanto como sea posible, la protección de la intimidad.
Idea que debe ser válida para todos los tipos que a continuación
citamos.
Quedan por ver los tipos que dependen del estilo de interacción,
de la forma en que se lleva el gobierno de la unidad doméstica, o
en que se desarrolla su actividad, y de la estratificación. Se trataría
ahora de intentar elaborar unos prototipos arquitectónicos que
guardasen correspondencia con las siguientes combinaciones tipó-
lógicas:
- orientado hacia la comunidad y a la producción;
- orientado hacia la comunidad y al consumo;
- orientado hacia la separación y a la producción,
- orientado hacia la separación y al consumo.
Lo que significaría que habrían de producirse los siguientes tipos
de viviendas:
- con sucesión abierta de espacios, mucha superficie destinada
al trabajo y espacio de estar relativamente pequeño (cuartos
de estar);

285
- con sucesión abierta de espacios, con poca superficie destinada
al trabajo y espacio de estar relativamente grande ("espacio
para todo");
- con sucesión cerrada de espacios, mucha superficie destina-
da al trabajo y espacio de estar relativamente Pequeño (cuar-
tos de estar);
- con sucesión cerrada de espacios, con poca superficie desti-
nada al trabajo y espacio de estar relativamente grande ("es-
pacio para todo").
Estos tipos básicos, además, deberían ofrecerse a tres distintos
niveles de dimensiones relativas, en función de la estratificación,
así como a distintos niveles de equipamiento y precios.
La tipología-modelo que aquí hemos elaborado debe servir de
base a ulteriores experimentos. No es, en absoluto, utópica, pues si
se piensa en el número de variantes que, en cuanto a consideracio-
nes puramente estéticas, puede ofrecer a los arquitectos, resulta
perfectamente concebible el proyecto de tales tipo de vivienda ci-
mentados sociológicamente. Por supuesto que pueden desarrollarse
primeramente, en la forma propuesta, como prototipos, cuya utili-
dad práctica habría de comprobarse después mediante una observa-
ción más prolongada. Para ello bastarían unos cientos de tipos ex-
perimentales, exigencia que, con respecto a las grandes empresas
constructoras, no debería tropezar con dificultades ni de orden or-
ganizativo ni de naturaleza económico-financiera. Tras la compro-
bación de los tipos experimentales se podría acometer el desarrollo
en gran escala de los tipos de vivienda más útiles y realizables.

286
CAPITULO SEGUNDO
MODELO PRAGMATICO PARA EL AREA
RESIDENCIAL

Para el modelo de área residencial es válido en mayor medida


10 que ya se dijo con carácter limitativo respecto de la elaboración
de un modelo para la vivienda (como objeto general), pues aquí el
número de las variables a las que se ha de atender -tanto las in-
dependientes, es decir, las que no son urbanísticamente influibles,
como las dependientes, o sea, que son susceptibles de influenciar
urbanísticamente- es tan considerable, que se hace necesario pro-
ceder a una selección restrictiva (que, naturalmente, habrá de jus-
tificarse debidamente). La preparación de un modelo pragmático
para un objeto especial, o sea, para una zona residencial determina-
da, es esencialmente más fácil, pues se hace referencia a una pobla-
ción empíricamente abarcable mediante las estadísticas e investi-
gaciones especiales disponibles. En cambio, la tentativa de confec-
cionar un modelo para el área residencial en general solamente
pretenderá ofrecer sugerencias genéricas acerca de la forma en que
podría procederse en el caso concreto, acerca de las variables a que
deben prestar atención el sociólogo y el urbanista. Se daría un gran
paso en el camino de una cooperación fructífera si estas explicacio-
nes pudieran convencer a las instancias que participan decisiva-
mente con la creación de las zonas residenciales de que la colabo-
ración que puede prestar la sociología, con la convocatoria de

287
concursos y con la aportación de sus OpInIOneS, es muy provecho-
sa (1), incluso prescindiendo totalmente de lo que constituye tarea
"propia" de las ciencias sociales en este contexto, como es el profun-
dizar mediante investigaciones empíricas en el conocimiento de los
modos de comportamiento, actitudes y reacciones de las gentes en
las áreas residenciales existentes y el proporcionar enfoques teóri-
cos para nuevas experiencias. El trabajo preliminar para los enun-
ciados del modelo, especialmente la formulación de los datos de
conocimiento, no debe resultar tan amplio para éste como lo fue
para el precedente, pues ahora contamos ya con una extensa biblto-
grafía sobre la problemática de la zona residencial, tanto por parte
de la ecología norteamericana -cuyos resultados, ciertamente, no
pueden aceptarse en modo alguno como indiscutibles, pero que ha
elaborado algunos enfoques que son decisivos para las relaciones
que aquí nos interesan-, como por parte de la sociología europea,
que en este terreno ofrece unos estimables conocimientos.

I.-oBJETO DEL MODELO

La utilización del concepto de lo que se entiende por área resi-


dencial es muy difusa. Se habla de residential areas, natural areas,
neighbourhood units, vecindarios, barrios, colonias, barriadas y, fi-
nalmente, de suburbs, zonas suburbanas y barrios periféricos. Sin
anticipar datos concretos como los de tamaño y características so-
ciales (estratificación, formas de interacción, etc.), el área residen-
dal debe conceptuarse como unidad socioespacial, es decir, como
unidad que se presenta, por su situación geográfica y por sus cir-
cunstancias arquitectónicas, como conjunto más o menos cerrado
y como zona sentida por sus propios habitantes con carácter uni-
tario, que está enclavada en el interior de un asentamiento de pobla-
dón más amplio y que comprende sobre todo viviendas. Por tanto,
al igual que sucede con el sistema urbano, el área residencial está
constituida por componentes físico-espaciales y sociales. Aparece

(1) Cfr. SCHMIDT-RELENBERG, Norbert, y PAUL, Dieter: "Soziologen im


Preisgericht". loe. cit.

288
constituida, en primer lugar, por la relación establecida entre las
personas y el espacio; recibe igualmente su configuración peculiar
por obra de sus respectivas características topográfico-arquitectó-
nicas y como consecuencia de la estructura y modos de comporta-
miento de sus residentes. En este objeto del modelo solamente es
"factible" una parte de uno de sus aspectos, a saber: la faceta ur-
banística y arquitectónica. El aspecto geográfico viene dado de ante-
mano y los modos de comportamiento social no son susceptibles
de inducción, si bien pueden ser en todo caso estimulados, favore-
cidos o incluso entorpecidos mediante la adopción de medidas ur-
banísticas y constructivas.
Actualmente, con respecto a muchísimas zonas residenciales,
es posible constatar la existencia de una anomalía como desequili-
brio parcial entre la estructura de su población y las exigencias fun-
cionales: son uniformes y monótonas, no satisfacen los posibles
deseos de sus habitantes, ni garantizan un grado suficiente de inti-
midad a los grupos individuales de residentes, ni fomentan los
deseos y aspiraciones de comunicación; no se acomodan adecuada-
mente a su respectiva situación geográfica, es decir, sobre todo, a
su emplazamiento dentro del conjunto total del asentamiento; en
cuanto a su equipamiento, no atienden ni a las exigencias de la
vivienda que se originan como consecuencia del ciclo familiar, ni a
la necesidad de instituciones y servicios públicos, etc. Existe ya un
gran número de estudios e investigaciones que han puesto de relie-
ve tales anomalías de un modo más o menos científicamente exacto.
Con respecto al caso particular puede que se hagan reproches in-
justos, pero, en general, existe unanimidad entre urbanistas y so-
ciólogos en cuanto a que las citadas anomalías se dan realmente y,
por tanto, que debe intentarse llegar hasta sus mismas raíces. En
cuanto a los objetivos y metas, como hemos de ver, ya no existe,
ciertamente, esa unanimidad.
La definición del objeto del modelo se ha mantenido intenciona-
damente a un nivel abstracto, porque no cabe otra cosa cuando se
trata de un modelo que se refiere a un objeto general; cualquier
tentativa de llegar a una definición más concreta sería puramente
ilusoria. Tal tipo de definición concreta sólo es posible siempre que
se trate de un objeto especial. El acento debe cargarse sobre el as-

289
19
pecto del vivir, del "residir", dentro de un área residencial. De las
demás funciones esenciales que cumple un área residencial, sobre
todo de su equipamiento con instalaciones e instituciones que cu-
bran las necesidades económicas y culturales de su población, sola-
mente debemos ocuparnos aquí en la medida que resulte impres-
cindible. Excluimos, por ello, casi enteramente la problemática de
los "centros". El trabajo que exigiría la construcción de un modelo
que incluyese estas variables no podría ser realizado por una sola
persona ni con el concurso de una sola disciplina científica. Aquí
debemos colaborar, por lo menos, con la economía general.
Robert Park fue el primero en ocuparse teóricamente del área
residencial. Sus análisis, realizados conforme a la idea de natural
area, se han hecho famosos. Su enfoque arranca de los elementos
constitutivos sociales del sector urbano. Las outstanding "natural
areas" son areas 01 population segregation (2).
"In the course of the timeevery section and quarter of the
city takes on something 01 the character and qualities 01 its
inhabitants. Each separate part 01 the city is inevitabily stained
with the peculiar sentiments of its papulation. The effect o( this
is to convert what was at ¡irst a mere geographical expression
into a neighborhood, that is to say, a locality with sentiments,
traditions, and a history o( its own" (3).

Las zonas "naturales", es decir, no planificadas, se orIgman


históricamente como consecuencia de la separación o aislamiento
de determinados sectores de la población. Según Park, no obstante,
se configuran también al propio tiempo vecindarios; mezcla este
autor ambos conceptos y construye así una noción de vecindario
que no es en absoluto sociológica: para Park, el vecindario es un
lugar, un territorio, y no un sistema social. De esta confusión fatal
ha surgido una larga sucesión de conclusiones erróneas y de con-
cepciones prácticas equivocadas, debido también -y no en último
término, precisamente- a que Park atribuye a la unidad vecinal
un aspecto político positivo.

(2) PARK, Robert E., y otros: The City, loco cit., p. 6.


(3) Loc. cit., p. 6.

290
"Proximity and neighborly contact are the basis for the sim-
plest and most elementary form of association with which we
have to do in the organization of city life. Local interest and
associations breed local sentiment, and, under a system which
makes residence the basis for participation in the government,
the neighborhood becomes the basis of polítical control. In the
social arid political organization of the city it is the smallest
unit" (4).

Las segregated areas se constituyen a base de personas de la


misma raza, de la misma clase, de los mismos intereses y de la mis-
ma profesión: la homogeneidad, por tanto, es el elemento consti-
tutivo esencial de una natural area.
Hawley indica que se ha dado excesiva importancia a la no-
ción de natural orea. "Se exageraron tanto el carácter como el
significado de la homogeneidad interna. En contra de la impresión
que suscitaron los autores que primero se ocuparon del tema, el
hecho de que exista una homogeneidad en uno u otro aspecto o
sentido no implica forzosamente que se dé también en todos los
demás. Por otra parte, prescindiendo de la mera descripción de
una distribución de población está por demostrar todavía el ca-
rácter unitario del área. El concepto de área natural parece haber
ofrecido su máxima utilidad al emplearse como unidad estadística
para fines especiales ; pero apenas si puede considerarse como
verdadera entidad real con vida propia y una función especial en
el seno del municipio urbano" (5). Esta crítica resulta, en prin-
cipio, justificada, aunque luego se excede en sus conclusiones,
pues es posible demostrar que realmente existen dentro de las
ciudades zonas en que reside una población segregada y que po-
seen un carácter peculiar propio.

El concepto analítico de los primeros ecólogos sociales fue adop-


tado por el planificador social y por el planificador urbano, y aún
hoy subsiste, presentándose con frecuencia en la forma de neigh-
bourhood unit, como unidad vecinal susceptible de planeamiento;
se da aquí, pues, una especie de conclusión retrospectiva que pasa

(4) Loc. cit., p. 7.


(5) HAWLEY, Amos H.: "Theorie und Forschung in der SozialOkologie",
p. 487.

291
del área "natural" al área "planificada" (planned), contra lo que por
sí mismo no habría nada que decir: si se sabe cómo se compone
un área natural, se puede realizar el intento de constituir por induc-
ción, arquitectónicamente, una zona de esta especie. Lo que ocu-
rre es que se ha confiado excesivamente en la idea de unidad veci-
nal planificada. En consonancia con la crítica cultural (también
sociológica, precisamente), se quiso volver a crear algo así como
una comunidad global perfectamente abarcable de una ojeada, cosa
que, como ulteriormente han demostrado numerosos trabajos de
investigación, semejante unidad vecinal no está en condiciones de
conseguir: las relaciones sociales de las personas se extienden
siempre más allá de su próximo entorno espacial y la unidad local
no tiene por qué inducir a la integración social, ni menos aún a la
comunidad política. La concepción del vecindario como la unidad
política más pequeña constituye una ideología, como lo es la que
habla de la familia como cédula germinal del Estado, y que, como
ésta, se mantiene también obstinadamente. La desmedida preten-
sión en cuanto a lo que cabía esperar de la unidad vecinal fue uno
de los errores del .planificador ; el otro todavía fue más grave: la
natural area se pretendió caracterizar por un alto grado de homo-
geneidad, pero las planned areas debían abarcar una "mezcolanza
democrática" de población: "Con lo que la idea de vecindario adop-
tó la forma de estructura social completa... , pero se alejó de la ten-
dencia fundamental de la segregagación natural, a saber, de la ten-
dencia hacia la homogeneidad social" (6). Con ello se sitúa en la
misma esencia de toda zona de esta especie la segregación. Hoy
como ayer, en el urbanismo se manifiesta la tendencia a fomentar
una mezcla "sociológicamente correcta" de población en las áreas
residenciales mediante medidas de planificación, para favorecer el
ideal de que surja una conciencia comunitaria democrática, tenden-
cia que con respecto a planteamientos finalistas sociales más ele-
vados es perfectamente legítima, pero que en cuanto a su realiza-
ción práctica ha de tropezar con numerosas dificultades.
Con esta disgresión sobre el problema de la unidad vecinal debe
bastar aquí. Sociológicamente es también un asunto efectivamente
(6) PFEIL, Elisabeth: "Zur Kritik der Nachbarschaftsidee", loco cit.,
pp. 44-45.

292
"despachado", y se haría bien en separar, de una vez por todas, las
nociones de "área residencial" y otras similares, que se refieren a
unidades socioespaciales, del concepto sociológico de "vecindario",
que se refiere a una institución que, a través de la comunidad de
residencia, promueve, de forma más o menos real o latente, la ayuda
mutua y que constituye una base potencial para la configuración de
relaciones sociales propias del grupo primario. El término vecinda-
rio, sociológicamente, no designa el "área", sino la "institución" y
el "grupo" que se constituye por medio del espacio; la expresión
"área residencial", sociológicamente, designa una unidad cualquiera
hombre-espacio que abarca muchas relaciones sociales de tipo am-
plio, donde sobre la significación fáctica del espacio como tal con
respecto a las relaciones sociales nada se puede decir, salvo supo-
ner que es posible que influya sobre algunas de ellas.
Chombart de Lauwe, en su gran estudio realizado sobre el área
de París, tras rechazar los conceptos de aires naturelles, unités de
voisinage y aires fonctionelles, distingue entre secteurs géographi-
ques y quartiers.
Los secteurs se han de reconocer en las fotografías aéreas. Un
"sector" es "un ensemble de groupes d'habitations délimité par
des obstacles matériels aux échanges sociaux de la vie quotidien-
neo Il constitue un ou plusieurs petits quartiers séparés du reste
de la ville par cette situation de (ait. Les obstacles, ce sont des
bátiments administrati(s, un jardin public assez important, une
voie ferrée, quelquefois une avenue tres large oU passe une ligne
aérienne de métro, etc. Ces secteurs essentiellement peuvent
avoir une vie propre ou n'en pas avoir. Ills constituent seulement
des ensembles bien délimités ou il existe en général des condi-
tions favorables pour que las échanges entre les individus et les
groupes soient facilités, alors qu'ils sont plus difficiles avec l'exté-
rieur" (7).

Lo esencial es que el sector puede tener vida propia o no, pero


su delimitación facilita las condiciones de intercambio dentro de
la zona.

(7) CHOMBART DE LAUWE, P. H., y otros: Paris et l'agglomération pari-


sienne, loe. cit., p. 55.

293
El quartier es la segunda unidad territorial de la ciudad.
"Constitue une sorte d'unité élémentaire. C'est un ensemble de
rues, quelquefois meme de maisons, ayant des limites plus ou
moins précises et comportant un centre économique plus ou
moins important et généralement plusieurs autres points d'at-
tractions différents. Les limites d'un quartier sont plutOt des
marges, des zones frontieres" (8).

Dentro de los sectores existe un entrelazamiento de barrios, cu-


yas fronteras suelen ser fluidas. El quartier, por regla general, com-
prende de 1.000 a 2.000 habitantes. El área residencial, en el sen-
tido en que la entendemos aquí, no puede equipararse ni al sector
ni al barrio, pues con respecto a ella no pueden darse indicaciones
precisas de tamaño, a no ser que se haga referencia concreta a una
ciudad determinada. Solamente cabe suponer que tanto el límite
inferior como el superior de las dimensiones de las áreas residen-
ciales crecen al aumentar el tamaño de la ciudad. De este modo, se
debe contar con que en el caso concreto puede uno encontrarse
con áreas residenciales que vayan desde los 1.000 habitantes, apro-
ximadamente, hasta cifras superiores a los 30.000.
Sin embargo, más importante es la objeción contra la indiferen-
cia que muestra Chombart respecto de la existencia o no de "vida
propia" en los sectores. Como elemento constitutivo del área resi-
dencial debe contarse al menos con la existencia de una conciencia
unidad en los residentes, derivada también de una cierta sensación
de independencia social de la zona con relación a otras.
Kevin Lynch cita, como elementos de orientación del habi-
tante de la ciudad, "itinerarios, líneas divisorias, recintos, focos
y señales" (9). Las zonas o recintos delimitados por líneas diviso-
rias perceptibles vienen a corresponder a lo que Chombart deno-
mina sectores. Resulfan identificables como tales, afirmando
Lynch que "en la constitución de estos ámbitos espaciales tienen
importancia los conceptos sociales". "Mucha gente relaciona de-
terminados distritos con determinadas clases sociales" (lO).
Bodzenta propone para una ciudad de tipo medio una "clasi-

(8) Loe. cit.• p. 57.


(9) LYNCH, Kevin: Das Bild der Stadt, loe. cit., pp. 60 y ss.
(10) Loe. cit., p. 85.

294
ficaci6n en cuatro escalones", distinguiendo entre "grupo de habi-
tación (tace to face-group)", "vecindario (comunidad residen-
cial)", "barriada (barrio residencial)" y "distrito residencial" (11).
Esta clasificación se hace conforme al criterio de una necesaria
ordenación consecutiva. En nuestro contexto, lo que importa,
simplemente, es que en todas esas categorías clasificadas por sus
dimensiones siempre se trata de "áreas residenciales"; prescindi-
. mos intencionadamente de toda disposición u ordenación suce-
siva, por lo que carece de interés toda tipología que atienda al
tamaño de la zona.

Las definiciones de zonas que hacen los autores que acabamos


de citar no resultan satisfactorias desde el punto de vista socioló-
gico. No todas las delimitaciones espaciales, por llamativas que sean,
son interesantes si no influyen de alguna manera sobre la vida
social. No basta, pues, con señalar espacios delimitados y centra-
lizaciones espaciales (points d'attraction, focos, señales, puntos de
referencia), sino que debe existir, para que una zona constituya
una unidad social, un mínimo de relaciones sociales específicamente
espaciales y/o un mínimo de estructura social uniforme.
James M. Beshers trata de señalar las características distintivas
de las residential areas.
Menciona tres grupos de variables que configuran a una resi-
dential area como spatial and social entity (12): socieconomic
status, que comprende income, education, occupation, rental,
housing value, per cent employed; segregation or ethnic status,
que incluye per cent Negro, per cent of other races and o{ foreign-
born white from southern and eastern Europe; urbanization or
family status, que abarca fertility, per cent 01 women at work,
per cent of single-family dwelling units (13). El mismo considera
que el tercer grupo de variables es el más problemático (se utili-
zan conforme a los datos del American Census).

En nuestro caso, es decir, para las relaciones alemanas, simple-


mente se han de utilizar las de los grupos primero y tercero, de-
(11) BODZENTA, Erich: "Folgeeinrichtungen von stadtischen Wohnge-
bieten", loe. cit., p. 337.
(12) BESHERS, James M.: Urban Social Structure, loe. cit., pp. 87 Y ss.
(13) Loe. cit., pp. 91 y s.

295
biéndose indagar en el supuesto particular hasta determinar qué
datos socioeconómicos son relevantes y, sobre todo, perceptibles.
Elisabeth Pfeil parte de la idea del "barrio como entidad espa-
cial de la que es consciente el residente" y afirma que su configu-
ración depende de las siguientes características espaciales y so-
ciales:
"1.0 De su efectiva delimifación": existencia de unos límites
naturales y que salten a la vista... 2.° De su diferenciación cuali-
tativa con respecto a las partes o sectores urbanos vecinos que
tienen otro carácter, sea otro aspecto arquitectónico o un carác-
ter social claramente distinto ... 3.° .... de su estructura espaciaL ..
4.° Existencia de zonas de atracción próximas... 5.° ... de una
atención selectiva y acentuada de los residentes (percepción se-
lectiva)... 6.° Del tiempo de residencia del habitante ... 7.° ... del
lugar de residencia del observador concreto dentro deL.. ba-
rrio" (14).

Aquí se ha dado ya un paso decisivo, pues el enjuiciamiento


del área territorial no se hace ya partiendo solamente de datos topo-
gráficos y sociográficos determinables objetivamente, como era el
caso de todos los demás enfoques del tema, sino también de la toma
de conciencia del residente: ¿ cómo contempla y siente el habitante
a su área residencial?, ¿ cuáles son los motivos determinantes del
respectivo tipo de vivencia? Con ello aparecen ya superadas las
cuestiones planteadas por la definición del objeto del modelo.

H.-DATOS DE CONOCIMIENTO

1. LA VINCULACIÓN COMO FACTOR DETERMINANTE

La pregunta inicial que cabe hacerse con respecto a los datos


de conocimiento dice así: ¿cómo tiene "éxito" un área residen-
cial? Tal pregunta presenta dos facetas. Primera: ¿Cómo puede
medirse el éxito, la eficacia, de un área residencial? Segunda: ¿ Cuá-
(14) PFEIL, Elisabeth: Die Familie im Gefüge der Grossstadt, loe. cit.,
pp. 21 y s.

296
les son los factores determinantes, los motivos decisivos para el
logro de tal éxito?
El "éxito" de una zona residencial puede medirse atendiendo a
su continuidad, es decir, a la existencia de un mínimo de fluctua-
ciones, que ha de verse en la permanencia de sus residentes. Puede
sentarse, pues, la regla de que una zona residencial tiene tanto más
éxito cuanto menor es el porcentaje de fluctuación de sus residen-
tes y cuanto más dilatada es la permanencia en ella de los mis-
mos (15). Esta "regla" es irrefutable, presuponiendo que existen,
en general, posibilidades de fluctuación, es decir, posibilidades de
cambio de domicilio: en este sentido, las experiencias vividas en
Alemania no son, en su mayoría, decisivas en este punto; sólo en
los últimos años se han hecho perceptibles aspectos de satisfacción
o de descontento como consecuencia de la fluctuación, desde que
se ha vuelto a restablecer una cierta medida de libertad de elección
por lo que respecta al lugar de residencia.
El segundo criterio por medio del cual puede medirse el éxito
de un área residencial es el del número e intensidad de las relacio-
nes sociales creadas entre sus residentes: relaciones de vecindad,
de parentesco y de conocimiento o amistad. Aquí, por cierto, es
necesario establecer una limitación: es concebible, aunque no sea
probable, que la satisfacción con respecto a la zona residencial sea
grande y, sin embargo, que no existan o sean relativamente escasas
esas relaciones sociales; pero por regla general se da siempre una
correlación muy marcada entre satisfacción y relaciones socia-
les (16).
El tercer criterio es el de la intensidad de utilización de las
instalaciones e instituciones públicas existentes en el área residen-
cial por parte de sus habitantes, debiéndose entender aquí com-
prendidas bajo aquellas denominaciones no solamente las presta-
ciones de servicios estatales, sino también todas aquellas institu-
ciones y entidades que sirven para satisfacer necesidades de orden
económico y cultural. También en este aspecto es válida la obser-
vación restrictiva que hemos hecho más arriba.

(15) Cfr. PFEIL, E., Y otros: "Die Kommerzialisierung von Harveste-


burle", loco cit., p. 269.
(16) Cfr. loco cit., pp. 269 y S.

297
Estos criterios objetivos para la determinación del éxito de un
área residencial son los resultados de un proceso social que puede
percibirse atendiendo a un determinado transcurso de tiempo. Pres-
tando atenci6n a estos criterios, el urbanismo consigue hacerse con
unos instrumentos objetivos que pueden servirle para el control de
sus realizaciones, presuponiendo, claro está, que tales controles se
pongan en práctica de modo adecuadamente diferenciado.
Para la construcci6n del modelo, la cuesti6n esencial es la que
se refiere a las causas, a los factores determinantes del éxito de un
área residencial. Se manifiesta aquí como factor determinante más
amplio el fen6meno de la vinculación del habitante individual a su
zona residencial: ésta tiene éxito -es decir, continuidad, relacio-
nes sociales vivaces y activa utilizaci6n de las instituciones públi-
cas- si existe una fuerte vinculaci6n del residente al territorio.
Esta vinculaci6n es una conciencia -que ha de entenderse en sen-
tido sociopsicol6gico- de pertenencia a una unidad, en este caso
a una unidad formada por un espacio y unas personas. Burckhardt
habla de un "sentimiento psicol6gico del lugar en que se vive" (17).
Pueden citarse, en particular, cuatro factores que son determinan-
tes para la génesis de estos lazos; con lo que se dan cuatro formas
de vinculaci6n al área residencial:
1) La vinculación racional-existencial. Se incluyen aquí todos
aquellos motivos que inducen u obligan al individuo, para la conser-
vaci6n de su existencia, a residir voluntariamente en un determi-
nado sitio: el lugar de trabajo, la oferta de viviendas, un traslado
o cambio de destino, la situaci6n de la zona, su equipamiento o
dotaci6n de servicios públicos y otras causas semejantes. Se ha ele-
gido el lugar porque no se tenía otra opci6n o porque era "conve-
niente" para el conjunto de las circunstancias existenciales.
La siguiente enumeración de Burckhardt es demasiado global,
no presta atención a los distintos factores determinantes: "Con
la creciente independización de las personas y de muchas em-
presas respecto de una determinada localización, el domicilio se
suele siempre seleccionar conforme a los criterios del confort de
la vivienda, de los suministros y servicios que se ofrecen, de las
(17) BURCKHARDT, Lucius, y HERBST, Marcel: "Wachstum, Dichte und
Flexibi1Wit", loco cit., p. 115.

298
posibilidades que existen con respecto a la enseñanza y del con-
junto de las preferencias de lugar referidas a los atractivos natu-
rales o artificiales del sitio" (18). Se mezclan aquí factores racio-
nal-existenciales y de otro tipo.

Con la creciente libertad de elección del lugar de residencia,


los factores determinantes existenciales ceden en favor de otros.
2) La vinculación estético-emocional. Se va a vivir a un área
residencial y se permanece en ella porque se la percibe como algo
bello, porque se la quiere. El encanto paisajístico, la belleza arqui-
tectónica, la tradición, la situación privilegiada y otras circunstan-
cias análogas pueden servir de justificación a esta forma de. vincu-
lación, aunque cada una de ellas en particular puedan constituir,
para quien está fuera, aspectos totalmente imponderables.
3) La vinculación personal y específica de grupo. Se identifica
el área residencial con una determinada conciencia de grupo, que
aparece referida a determinados grupos pertenecientes al círculo de
las relaciones sociales del individuo, como las de parentesco, cono-
cimiento, amistad y vecindad, y a la estratificación social. En la
conciencia de pertenencia a un estrato social entran también fac-
tores de status y de prestigio: cuanto más homogéneo es el con-
junto de los residentes tanto más significativos resultan esos fac-
tores.
Los grupos raciales y étnicos carecen, afortunadamente, de im-
portancia para nuestras relaciones alemanas; y ojalá que nunca
tengamos que habérnoslas con fenómenos de segregación tan dra-
máticos como los que se presentan en los Estados Unidos. No obs-
tante, la conciencia de pertenencia a un estrato, en relación con
el área residencial, sigue siendo todavía bastante problemática, pues
sirve para evidenciar que es posible que sean totalmente divergen-
tes los puntos de vista sociales generales de una sociedad que se
considera a sí misma como democrática y los intereses y la con-
ciencia individuales o específicos de determinados grupos. Con vis-
tas a la creación de una conciencia humana y democrática en el
individuo y a la supresión de injusticias profundamente arraigadas
como consecuencia de las diferencias de clase, resulta imprescindi-

(18) Loc. cit., p. 115.

299
ble el requisito de conseguir la mezcla de estratos más amplia que
sea posible; en este sentido puede decirse que está totalmente in-
justificado el burlarse -como a veces se hace desde el campo de
la sociología- de las intenciones manifestadas por muchos urba-
nistas cuando pretenden conseguir una "mezcla democrática" de
población en zonas residenciales. Este acertado requisito objetiva-
mente social general y esa intención, justificada tanto política como
éticamente, se enfrentan, sin embargo, con una creciente imposi-
bilidad política de realización y por otra parte con una terca obsti-
nación del individuo por segregarse conforme a estratos específicos,
incluso "contra razones más elevadas", y ello referido a un ámbito
de acción de mucha mayor amplitud que el de la mera zona resi-
dencial. Se puede comprobar que en las áreas residenciales social-
mente homogéneas la conciencia de pertenencia a un estrato social
determinado constituye una sólida base de identificación, y ello
porque -y no precisamente en último término- las vinculaciones
personales, por regla general, exceden con mucho de los límites
de la zona de residencia.
Pero todavía hay que añadir que las relaciones sociales privadas
se desarrollan con un amplio predominio de los rasgos específicos
de estratificación. Ello se manifiesta no tanto en aversiones y ani-
mosidades como en el simple hecho de que los pertenecientes a es-
tratos diferentes -por el ejercicio de profesiones distintas, por su
distinto nivel de educación, por sus diferentes formas de expresión
verbal, por sus diversos estilos de vida, etc.- nada o muy poco
tienen que decirse mutuamente. Incluso las relaciones de paren-
tesco suelen disminuir cuando con el transcurso del tiempo surgen
diferencias de estratificación social. Esto significa que, por un lado,
una zona residencial de estratificación social homogénea intensifica
el nacimiento de relaciones sociales privadas y, por otro, que la
homogeneidad de estratificación refuerza la vinculación al lugar.
Svend Riemer pone de relieve la pretensión que suelen ma-
nifestar las gentes en favor de un ambiente homogéneo en la si-
tuación y circunstancias residenciales: "The trend ~oward segre-
gation is allpervading in the modern city. Jt is supported by the
similarity 01 needs and nuisances. Another motivating force is the
reaction against occupational life in the cosmopolitan atmosphere

300
of the central business district. In his work, the city dweller
mingles with a heterogenous crowd of coworkers. He learns to
get along with them ... To relax from his working day, the city
dweller seeks a residential environment where he will be free from
the constant alertness that is torced upon him by mingling with
the motley crowd of a heterogenous urban population. To relax
in his private life, the city dweller wants to be with fhis own
kind'" (19).

Es ésta, sin duda, una argumentación muy simple, pero basta


una autora como Heide Berndt, de la que puede decirse cualquier
cosa menos que sustente una postura cínicamente positivista, la
califica de "franca interrogante acerca de la amplitud con que este
proceso puede mantenerse abierto".
"En el fournal of the American lnstitute of Planners se dis-
cutió ya hace unos años, detalladamente y con sentido crítico,
la cuestión de si había de mezclarse o no el vecindario, a lo que
se respondió que no se podía eliminar desde arriba, y mediante
la adopción de medidas administrativas que impusiesen mezco-
lanzas arbitrarias de población, la tendencia de los habitantes a
constituir asentamientos nuevos para segregarse socialmente" (20).
En otro pasaje dice: "Según los resultados de la investigación
llevada a cabo por un profesor de información social en la Nord-
West-Stadt, sector residencial moderno de la ciudad de Frank-
furt, con una población de 20.000 almas, se ha producido allí una
segregación socio-ecológica, distinguiéndose entre direcciones o
señas 'buenas' y 'malas', a pesar de que inicialmente la población
se asentó en la zona indiscriminadamente y mezclada" (21).

El urbanismo ha de contar también con tales tendencias. Se


vive en una determinada zona residencial porque uno siente que se
pertenece a ella, porque se ha desarrollado en uno un "sentimiento
del nosotros" referido a los grupos que allí viven y/o a su estrati-
ficación.

(19) RIEMER, Svend: The Modern Cíty, loe. cit., p. 110.


(20) BERNDT, Heide: 1st der Funktionalismus eine funktionale Archi-
tektur?, loco cit., p. 30.
(21) Loe. cit., p. 46.

301
4) La vinculación por hábito. Se ongma por aclimatación en
el curso del tiempo y por la fuerza de la costumbre, cuando se ha
vivido en un determinado lugar durante un determinado período.
N o se sabe explicar exactamente en qué consiste esa vinculación;
el hecho es que se ha vivido siempre, o desde hace tiempo, aquí y
no puede uno imaginarse que pueda ser de otra manera, o bien se
sigue conscientemente una tradición, conforme a la cual se vive
en un determinado lugar y se desea seguir residiendo en él.
En nuestTaencuesta realizada en Harvestehude, el 40 % de
los entrevistados dieron como características típicas de este ba-
rrio las de "tradición" y "estratificación". El 34 % manifestaron
que consideraban a Harvestehude como un buen barrio, el 13 %
hicieron referencia a sus rasgos estéticos y el 5 % a circunstan-
cias económicas. Por tanto, Harvestehude se consideró de modo
notoriamente predominante desde el punto de vista de la estra-
tificación social, pues expresiones como esa de "es un buen ba-
rrio" no quieren decir otra cosa: se habla en estos casos de "bur-
guesía alta", "antiguas familias hamburguesas" y otras expresio-
nes similares (22).
Bergel habla del "sentimiento del nosotros" que posee el gru-
po: "The group, becoming aware o{ its specific character, also
develops the typical ~consciousness o{ kind', accompanied by ~we­
{eeling'... The pre{erence for the in-group and the latent or overt
rejection o{ outgroups leads toward segregation" (23).

Estos cuatro factores determinantes son cumulativos: cuantos


más de ellos entren en acción en el caso particular, tanto más fuerte
será la vinculación del individuo a su lugar de residencia; si no
concurre uno, al menos, de ellos, el individuo tendrá deseos de
abandonar esa residencia.

2. TIPOLOGíA DE LAS EXIGENCIAS FUNCIONALES

Hasta ahora, con la enumeración de los factores determinantes


de la vinculación al área residencial, todavía no se ha dicho nada
(22) Cfr. PFEIL, E., Y otros: "Die Kommerzialisierung von Harveste-
hude", loe. cit., p. 269.
(23) BERGEL, Egon Ernst: Urban Soeiology, loe. cit., p. 85.

302
sobre los modos concretos de comportamiento del habitante de la
ciudad y sus expectativas y exigencias funcionales con respecto a
la zona urbana en la que viven. Dicho con otras palabras: hay que
preguntar con arreglo a qué criterio se originan los rasgos carac-
terísticos determinados que configuran el contenido de esos lazos
con respecto al área residencial. Para ello hay que recordar aquí
algunas de las cosas que se dijeron al hablar de la teoría de la ciu-
dad: allí se dejó sentado que, tanto por lo que respecta a los diver-
sos grupos e instituciones que existen en el seno del sistema social
"ciudad", como por lo que afecta a los individuos, los distintos
valores que rigen en cuanto a la satisfacción de las necesidades son
divergentes. Para el individuo, ello significa que la satisfacción óp-
tima de una necesidad, por regla general, excluye la satisfacción
óptima de otra u otras necesidades diferentes. El individuo, pues,
debe concertar o llegar a un compromiso conforme al cual consti-
tuye una escala jerárquica con respecto a sus necesidades referidas
a la ciudad o con los valores que considera como deseables. Y ello
es válido también respecto de la elección del área residencial. Si se
parte de la idea de que la residencia es una de las necesidades
ineludibles del hombre y de que las exigencias que se plantean a la
vivienda -en el sentido del modelo pragmático correspondiente-
son realizables y, de hecho, se realizan en todas partes, es claro
que el particular seleccionará la zona residencial según la impor-
tancia que atribuya a sus demás necesidades referidas a la ciudad.
Para reducir a un común denominador el conjunto de todas estas
necesidades restantes, entre las que predominan las correspondien-
tes a la conservación consuntiva de la existencia, se puede partir
de la centralización de las funciones y considerar la elección del
lugar de residencia conforme al criterio de la presencia de la ciudad,
en su multiplicidad funcional, en la vida cotidiana. Expresado con
otras palabras: el área residencial se elige según la importancia,
según el puesto que se le atribuye en la escala de valores a la iden-
tificación consciente con la ciudad como vivencia y como valor
sentimental, según el puesto que en esa escala ocupan los deseos y
aspiraciones a una máxima asequibilidad de las posibilidades de
satisfacción de las necesidades urbanas, según la importancia que
se otorga a la utilización de las posibilidades de consumo, enten-

303
didas en sentido amplio. La "presencia" de la ciudad en la vida resi-
dencial abarca, pues, todas las demás necesidades del individuo
referidas a la urbe o, dicho de otra manera, todas aquellas funcio-
nes urbanas que existen junto a la función de habitación. Conforme
a este criterio de la presencia de la ciudad en la vida diaria, se
puede configurar un continuo y, de acuerdo con el valor que a la
misma se atribuya en la escala de necesidades del ciudadano indi-
vidual, construir tipos de comportamiento. En un extremo del con-
tinuo está situado el habitante de la ciudad que desea sentir en su
entorno residencial el ambiente variado típicamente "urbano", con
lo que viene a pagar la animación de la vida y la multiplicidad de
posibilidades al precio de su tranquilidad. En el centro del conti-
nuo se sitúa el ciudadano que, si bien desea sentir en su entorno
residencial una atm6sfera urbana, le agradaría vivir en una zona
residencial más o menos "pura", porque aspira también a un máxi-
mo de tranquilidad.
En el otro extremo del continuo está el habitante de la ciudad
que desea en su entorno residencial una atm6sfera de carácter rural
o, al menos, un ambiente tan natural como sea posible, con un má-
ximo de tranquilidad y paz. El deseo de paz y sosiego de los dos
últimos tipos de comportamiento no comprende solamente la pro-
tección frente a los ruidos del tráfico; se refiere también a la fre-
cuencia de paso de peatones por las calles y a todos los fenómenos
concomitantes capaces de perturbar la tranquilidad del lugar y que
aparecen unidos a la multiplicidad de las funciones urbanas.
Con esta tipología se ha dado ya un paso decisivo en el escla-
recimiento de un equívoco urbanístico muy generalizado y en la
construcción de un modelo realista para el área residencial. La tipo-
logía es válida con independencia de los factores determinantes de
la vinculación a la zona residencial, es decir, que se produce en cada
tipo la vinculación existencial, emocional, específica de grupo y ha-
bitual, sólo que los contenidos concretos son distintos en cada caso.
Los tres tipos de comportamiento pueden concretarse, en particu-
lar, del modo siguiente:
El tipo que aspira a la "urbanidad" ve su entorno residencial
como parte integrante de la ciudad, que sirve al máximo de funcio-
nes posibles (compatibles, ciertamente, con la vivienda) y que, por

304
ello, posee ya un alto grado de animación y vivacidad. Es grande la
necesidad que se experimenta de vivir cerca de funciones centrales.
Se sitúa en primer plano el interés por las funciones del denominado
sector terciario, entre las que se comprenden los servicios y pres-
taciones de orden cultural. La "atmósfera" del entorno es más im-
portante que su estética formal, como se pone de manifiesto en
todos los barrios urbanos del mundo más apreciados. El interés por
el entorno social no se orienta tanto hacia determinados círculos
de grupos y conocimientos personales, como respecto de la fluctua-
ción -y su frecuencia- de una masa más o menos anónimas en
las edificaciones residenciales, respecto de las calles y respecto de
otros lugares del ámbito público. La "presencia" de la ciudad, en
cuanto a la vida residencial, debe ser tan intensa como sea po-
sible.
En el dictamen sobre preferencias habitacionales, para las
"preferencias relativas al emplazamiento de la vivienda", se expu-
sieron los siguientes criterios:
"Preferencias con respecto:
A la situación dentro del edificio.
A la situación con relación a la irradiación solar.
A la orientación.
A la situación de los demás edificios.
A la situación de zonas verdes:
- parques y zonas de esparcimiento;
- paisaje natural.
A la situación en relación con las vías de tráfico:
- accesibilidad;
- molestias.
A la situación del centro.
A la situación de la industria:
- accesibilidad;
- molestias.
A la situación de las relaciones sociales privadas" (24).
(24) KLUTH, Heinz y otros: Die gesellschaftlich bedingten Veriinderun-
gen in den Wohnpriiferenzen, loe. cit., pp. 7 y ss.

305
20
De todas estas preferencias, para el tipo que aspira a la "ur-
banidad" variada se colocan en primer plano las correspondien-
tes a la situación de las entidades públicas y al emplazamiento
del centro.

El tipo que desea vivir en un medio "urbano", pero tranquilo,


muestra la tendencia a ver su entorno residencial como ámbito es-
pacial de la ciudad que solamente sirve para vivir, que, por supuesto,
ha de estar enlazado del mejor modo posible con las funciones ur-
banas centrales, pero que más allá de la estrictamente residencial
no debe ofrecer más funciones que las imprescindibles. La "atmós-
fera", por el estilo de edificación, por el trazado de las calles y por
la dotación de parques, debe ser enteramente urbana, pero el resi-
dente desearía vivir con independencia de los parajes en que se ori-
ginan el tráfago y el ruido, en un distrito que se pueda distinguir
como zona puramente residencial. Este residente resulta muy vul-
nerable a todo tipo de perturbaciones de su forma de vida produ-
cidas por la invasión de instituciones y grupos "extraños". La pre-
sencia de la ciudad en la vida residencial se desea de forma re-
ducida.
El barrio de Harvestehude, cuyo estudio llevamos a cabo nos-
otros, constituye un ejemplo típico de zona en la que resulta po-
sible la vida urbana tranquila, si se prescinde del problema del
tráfico que ya se plantea en diversas calles. Los residentes del
barrio mostraron gran pesar por la irrupción en el mismo de
tiendas y comercios, pues temían que pudiera perderse la tran-
quilidad, el prestigio social y el tipismo de Harvestehude (25).

De las preferencias mencionadas en el dictamen citado, para


este tipo son más importantes las relativas a la situación de los
parques, de las vías de tráfico (molestias) y del centro.
El tipo que desea vivir en una zona cuasi-rural, o por lo menos
lo más próxima a la naturaleza que sea posible, contempla su en-
torno residencial como ámbito espacial independiente que sola-
mente sirve para residir (incluyendo las necesarias instalaciones con-

(25) Cfr. PFEIL, E., Y otros: "Die Kommerzialisierung von Harvestehu-


de", loe. cit., pp. 271 Y ss.

306
siguientes), desvinculado de la ciudad o ligado a ella de forma muy
flexible. El interés por una forma de vida residencial cerca de la
naturaleza es mucho mayor que cualquier otro por experimentar
una atmósfera urbana en el ámbito de residencia; al residente per-
teneciente a este tipo le gustaría, al menos, no entrar en contacto
directamente en su ámbito de habitación con el resto de las funcio-
nes urbanas. De las preferencias enumeradas en el tan repetido
dictamen, se sitúa marcadamente en primer plano la relativa a la
situación con respecto al paisaje natural.
Si del primero y segundo tipos de comportamiento puede afir-
marse que son "amigos de lo urbano", no por ello debe pensarse
que el tercero constituya el caso opuesto: el deseo de vivir muy
ligado a la naturaleza no significa necesariamente que se dé una
actitud de hostilidad frente a la ciudad, sino que no se considera
esencial la presencia de lo urbano en la vida residencial.
Los tipos de comportamiento que aquí hemos configurado, a los
que podrían corresponder unas formas adecuadas de área residen-
cial -y que, en parte, se presentan ya en la realidad-, han sido
recogidos por Martin IrIe, que los define operativamente como "si-
tuaciones residenciales" (26). Atendiendo al "grado en el carácter
de gran ciudad", establece los tipos siguientes: "región separada
de la vida de la gran ciudad, apacible y próxima a la naturaleza",
"región tranquila, pero urbana" y "región en la que se percibe y
siente algo de la vida de la gran ciudad" (27), clasificación que
utiliza en su investigación sobre el área de Stuttgart, pero sin con-
cretar con más detalle esos tipos mediante la determinación de sus
características concretas, como acabamos de hacer aquí.
La plausible suposición de que existe una correlación de prin-
cipio entre estos tipos de comportamiento o de emplazamiento y su
respectivo alejamiento del centro de la urbe viene corroborada por
el resultado de las propias investigaciones de IrIe, comprobándose
que se da, no solamente en la conciencia del habitante de la ciudad,
sino también en la misma realidad: "Cuanto más alejada del cen-
tro de la ciudad está la zona concéntrica en la que los habitantes

(26) IRLE, Martin: Gemeindesoziologische Untersuchungen zur Ballung


Stuttgart, loe. cit., p. 16.
(27) Loe. cit., p. 16 Y tabla 27.

307
de Stuttgart desean vivir" o "en la que de hecho residen, con tanta
mayor frecuencia manifiestan también su preferencia por zonas re-
sidenciales separadas, tranquilas o incluso muy vinculadas a la na-
turaleza" (28). Esta correlación, válida en principio, se rompe con
frecuencia en los casos particulares, en especial porque puede darse
el supuesto de que áreas residenciales del tipo urbano tranquilo se
vean sucedidas por otras que, a pesar de estar situadas a mayor
distancia del centro, pertenezcan al tipo urbano animado, cosa que
puede ocurrir, sobre todo, en las ciudades grandes que cuenten con
centros urbanos secundarios suficientemente atractivos.
Otra correlación importante es la que se da entre estos tipos y
el tamaño de la ciudad.
Irle ha descubierto que "cuanto mayores son las ciudades en
las que los entrevistados manifiestan que les gustaría vivir, tanto
más próxima al centro está la zona de Stuttgart en la que indican
que les gustaría residir, o tanto más ofrece ésta el carácter de
animación propio de la gran ciudad, y a la inversa" (29).

Bien puede formularse también la suposición de que el margen


de separación en el continuo entre el tipo que aspira a la vida ur-
bana animada y el que desea la vida cuasi-rural será mayor cuanto
mayor sea la ciudad de que se trate. Esta es una hipótesis muy im-
portante para el urbanismo, pues significa que la cualidad y el grado
de lo "urbano" en las ciudades de distintas dimensiones requieren
medidas urbanísticas diversas.
Neu-Altona, una gran zona residencial nueva de la ciudad de
Hamburgo, es un buen ejemplo para poner de manifiesto que el
urbanismo no ha tenido en cuenta ninguna de las dos correlacio-
nes citadas (tipos y situación en la ciudad, tipos y tamaño de la
ciudad). Esta zona residencial ha sido construida y equipada como
lo han sido otros centenares de áreas residenciales en Alemania, es
decir, no presenta ni el más mínimo rasgo característico que co-
rresponda a su situación en la región urbana hamburguesa y, por su
aspecto, podría igualmente estar situada en cualquier otra parte.
No se han aprovechado las enormes ventajas que ofrecía su em-
(28) Loe. cit., p. 16.
(29) Loe. cit., p. 17.

308
plazamiento entre el centro de Hamburgo y el centro de Altona.
Tanto por su situación como por el tamaño de Hamburgo, este área
residencial debiera haberse configurado como zona urbana anima-
da, en la medida en que esto es urbanísticamente posible.
Es seguro, en cambio, que no existe correlación alguna entre los
tipos que hemos establecido y la estratificación social. Es perfecta-
mente posible suponer que los tres tipos de comportamiento se dan
en todos los estratos sociales. Dentro de cada uno de los tipos en
particular existen diferencias específicas en función de la estrati-
ficación, a las que deberá prestarse atención en los enunciados del
modelo.
Fue Burgess, con su construcción ideal-típica de las zonas con-
céntricas, quien por vez primera dejó constancia de la existencia de
una correlación entre el creciente alejamiento de las áreas residen-
ciales con relación al centro y la estratificación: al centro (the
loop) sucede la zone in transition, que cada vez se va viendo más
penetrada por los negocios y la actividad mercantil, siguiendo luego
otras tres zonas, en las que residen estratos sociales respectiva-
mente más elevados (30).
Schnore se muestra contrario a esta construcción ideal-típica
y trata de probar, con base en estudios estadísticos sobre ciuda-
des norteamericanas, que el factor decisivo es la edad de la ciu-
dad: "Sheer age of settlement has emerged as the best predictor
of the direction of city-suburban differences in socioeconomic
status. Older urbanized areas tend strongly to possess peripheral
populations 01 higher socioeconomic standing than found in the
central cities themselves. In contrast, newer cities tend to con-
tai1z populations ranking higher on education, occupation, and
income than their respective suburbs" (31).

Debería investigarse si en Alemania se manifiestan también ten-


dencias semejantes, sobre todo si el factor descubierto por Schnore
-la edad del área residencial- juega un papel importante en favor
de la segregación por estratos en nuestras ciudades. La correlación

(30) BURGESS, E. W., en: PARK, Robert E., y otros: The City, loe. cit.,
p. 50.
(31) SCHNORE, Leo F.: The Urban Scene, loe. cit., p. 212.

309
por estratos supuesta por Burgess es seguro que no corresponde a
esta realidad cuando se construye una tipología de las ciudades
conforme a una estratificación por las profesiones que se ejercen,
de manera que se puedan configurar tipos, en función de las ocupa-
ciones predominantes, como los de ciudad industrial, ciudad admi-
nistrativa, ciudad comercial, etc., investigándose entonces las segre-
gaciones específicas de estratificación que se dan en el espacio de
la urbe. Para la construcción del modelo, la correlación entre zonas
y tipos de comportamiento urbano es más importante que las demás.
Junto al dato de la "presencia de la ciudad", como criterio para
la determinación de las características de contenido de la vincula-
ción del residente a un área residencial, hay que prestar atención
a la estratificación social, como otro criterio esencial, pero, como
se desprende de los resultados de las investigaciones indicadas, no
debería ponerse en relación con el establecimiento de zonas con-
céntricas. Puede hacerse referencia aquí a la tipología de estratos
elaborada para el modelo de la vivienda. Deberá, pues, distinguirse
entre un estrato superior, otro intermedio y otro inferior, en el
sentido ya indicado, para establecer, a partir de tales tipos, deter-
minadas exigencias que se plantean al área residencial. Estas se re-
fieren, junto a los requerimientos ya expuestos con relación a la
vivienda, al equipamiento de la zona residencial con toda especie
de instalaciones e instituciones públicas, a su coordinación cuali-
tativa y al emplazamiento del área dentro del conjunto de la ciu-
dad, según su correspondiente situación topográfica e histórica, que
tiene su expresión ya en los desniveles de precios que se observan
en los lugares residenciales. Al igual que ocurría con la vivienda,
en la zona residencial, las "señas" o "dirección", pueden servir
como símbolo del status.

3. LA SITUACiÓN URBANíSTICA COMO FACTOR DETERMINANTE

Son válidas aquí las observaciones que al respecto hicimos con


relación al modelo para la vivienda (cfr. Tercera Parte, Cap. pri-
mero, 11, 3); se han de tener en cuenta igualmente las situaciones
urbanísticas de relativa "angostura" y de relativa "amplitud".

310
IIL-DATOS FINALISTAS

Como datos finalistas en el modelo para el área residencial vie-


nen nuevamente a entrar en consideración, inicialmente, valores
sociales de un elevado nivel de abstracción que, como habrá de
ponerse de manifiesto, tienen gran importancia para la configura-
ción, en particular, de zonas residenciales. Se han de citar a este
respecto la autonomía y libre desenvolvimiento del individuo, la
igualdad de puntos de partida y de oportunidades de vida, así como
la justicia social general, entendida en el sentido de nivelación y
equilibrio de los intereses de la población.
A diferencia de lo que ocurría con el modelo para la vivienda,
los datos finalistas referidos al área residencial se formulan clara-
mente por parte de la política competente, y son divergentes. Tan
sólo existe un consenso generalizado en cuanto al fin de facilitar
tanto como sea posible la vinculación del habitante a su zona resi-
dencial, con la excepción, por cierto, del tipo de vinculación que
resulta como consecuencia de la conciencia de estratificación so-
cial. Sin embargo. respecto de la ejecución concreta de este obje-
tivo -es decir, de las funciones sociales y de la configuración urba-
nística de las áreas residenciales- se suscita un auténtico conflicto
de fines. Este conflicto puede reducirse esquemáticamente a una
dicotomía, que pone de manifiesto una ambivalencia en la forma
de concebir el fenómeno "ciudad": la ciudad se presenta como crea-
ción que es, simultáneamente, "hostil" y "benevolente" para el
hombre (32).
Consiguientemente, la forma de pensar y los planteamientos
finalistas se desarrollan a partir de una concepción negativa y otra
positiva de la ciudad.
La tendencia "hostil", como ya se indicó, puede considerarse
basada, en gran medida, en las interpretaciones sociológicas del
tipo de crítica cultural que arrancan de mediados del siglo pasado
y llegan a nuestros días. Las ideologías sociológicas de masificación
corresponden a las concepciones y planteamientos finalistas urba-

(32) Cfr. SCHMIDT-RELENBERG, Norbert: "Zielvorstellungen zur Stadter-


neuerung", loe. cit.

311
nísticos, desde Theodor Fritsch y Ebenezer Howard hasta los de
nuestra época, que pretenden convertir la aglomeración inabarca-
ble en un total subdividido en unidades abarcables: como repre-
sentativa de muchas otras, debe citarse aquí la obra La ciudad divi-
dida y dispersa, que ha dado el nombre a este planteamiento fina-
lista. Sus autores la entienden como "contribución a la respuesta
de la cuestión planteada sobre la forma más favorable de la ciu-
dad" (33). Se requiere la distribución de la ciudad "en partes indi-
viduales articuladas... formando líneas cerradas en sí mismas y
cada vez más independientes" (34). Esta subdivisión urbanística se
corresponde socialmente con una separación de las funciones urba-
nas, sobre todo con una escisión de las áreas residenciales con res-
pecto a las zonas e instalaciones industriales: a cada función se le
ha de asignar su propio espacio, con 10 que se intenta, mediante
la distribución de la ciudad en espacios relativamente pequeños,
que las vías de comunicación se mantengan lo más cortas que sea
posible.
Pero con tal planteamiento de objetivos no solamente se aspira
a la separación de funciones, sino también a conseguir la conforta-
ble instalación del individuo en una comunidad relativamente pe-
queña y perfectamente abarcable. Con ello vuelve a abordarse la
cuestión de la unidad vecinal. Las zonas residenciales con el tama-
ño de unidades vecinales (ámbito de capacidad de una escuela pri-
maria=4.000 almas, aproximadamente) deben ofrecer algo más que
el mero lugar de residencia para sus habitantes.
StOckIí dice a este respecto: "El vecindario es la base origi-
naria del municipio, y de las facciones comunitarias que en él se
desarrollan resulta la fraternidad económica natural... Las ciuda-
des actuales adolecen sobre todo del defecto de que en ellas se
concentran demasiadas personas ... Los asuntos comunitarios apa-
recen en la ciudad actual demasiado alejados del hombre; resul-
tan de unas proporciones exageradas, porque el ámbito de la vida
del simple individuo es, justamente, muy pequeño. Pero, para
que las unidades urbanas y de asentamiento que hayan de crearse

(33) GODERITZ, Rainer, y HOFFMANN: Die gegliederte lmd Gllfgelockerte


Stadt, loco cit., p. 5.
(34) Loe. cit., p. 27.

312
constituyan un verdadero hogar para sus residentes, deberán man-
tenerse dentro de las medidas adecuadas a la vida del hombre.
El vecindario se basa en el hecho simple de la proximidad ... No
debe sobrepasar las dimensiones en que los vecinos ... aún se
siguen conociendo mutuamente ... La vida de vecindad comienza
en la familia y tiene su siguiente base en la comunidad, cuyos
miembros permanecen siempre unidos en la necesidad y en la des-
gracia ..." (35).

Semejante "comunidad-ídolo", que no se define con más detalle


y que se presenta con la vista puesta en una situación de este tipo
que se supone se da en la sociedad preindustrial, puede servir de
ejemplo del planteamiento finalista a que nos referimos. Existen su-
ficientes estudios e investigaciones que vienen a confirmar que los
habitantes de áreas residenciales no están dispuestos a aceptar todo
lo que de esta manera se exige de ellos.
Cosa que, ciertamente, Mitscherlich rechaza con vehemencia,
al mismo tiempo que reprocha a los sociólogos el haber creado este
prejuicio con sus investigaciones.
"A veces, el aislacionismo... se transfigura ideológicamente,
acaso del lado sociológico. Muchos han tenido que habituarse a
él, y, una vez que se ha convertido en costumbre, pasa inadverti-
do a muchos investigadores, que se basan en los resultados de
encuestas, el hecho de que han de habérselas con una simple ilu-
sión .... El argumento de que el ciudadano moderno no desea tener
ningún contacto con las familias- y conciudadanos que le rodean,
de que el círculo de amigos y conocidos se extiende en forma
dispersa mucho más allá de los límites de ]a ciudad, es capaz de
malograr cualquier especie de experimento que se lleve a cabo en
la planificación urbana que pretenda contrarrestar la disocia-
ción" (36).

Hoc esset demonstrandum, prescindiendo incluso de que ningún


sociólogo afirmará que el habitante de la ciudad no desea "ningún
contacto" con su entorno; lo que desea es contar con una posibili-
dad de elección de esos contactos.
(35) STOCKLI, Arnold: Die Stadt, loe. cit., p. 145.
(36) MITSCHERLICH, A.: Die Unwirtliehkeit unserer Stiidte, loe. cit.,
pp. 70 y. 72-73.

313
Si se prescinde de las ideologías del vecindario y de la comuni-
dad que, implícita o explícitamente se contienen en estos plantea-
mientos, esta concepción resulta sensata y practicable, al menos
allí donde la función residencial aparece perturbada considerable-
mente por otras funciones, e incluso también para todos aquellos
habitantes urbanos para los que no tienen mucha importancia la
Hpresencia" de la ciudad, el atractivo y la atmósfera típica, sobre
todo, de la gran ciudad, pues es claro que la concepción de la divi-
sión y dispersión tiende a desintegrar la ciudad, en cuanto unidad
densamente edificada, para sustituirla por un conglomerado de uni-
dades pequeñas separadas entre sí. La postura fundamentalmente
Hhostil" a la ciudad de esta concepción queda fuera de toda duda.
El planteamiento finalista de la articulación (división) y disper-
sión, como idea directriz esencial en la constitución de áreas resi-
denciales, se ha visto sometido en los últimos años a una crítica
creciente. Esta crítica se basa fundamentalmente en una tendencia
"benevolente para con la ciudad". Sus defensores conceptúan a la
ciudad como lugar decisivo del desarrollo cultural, del progreso,
como el espacio vital para una situación existencial del individuo
que proporciona un enriquecimiento intelectual, posibilidades de
contactos sociables en la órbita de lo público, una vivienda estético-
ambiental, una variedad de impresiones visuales, una oferta diver-
sificada de bienes económicos y culturales, etc., es decir, una forma
óptima de lo que cuando hablábamos de la teoría de la ciudad de-
nominábamos género urbano de vida. Con referencia a la monoto-
nía y aburrimiento que caracterizan a la mayoría de las áreas resi-
denciales de nueva creación, sean zonas suburbanas (suburbs) o
sectores situados dentro del casco urbano, se requiere ahora una
vuelta positiva hacia lo urbano y una configuración fundamental-
mente distinta para la zona residencial. Este movimiento de re-
acción se ha iniciado bajo el lema de "urbanidad", noción que en
Alemania fue acuñada, de manera muy independiente, por Salmo
Su concepto de urbanidad tiene una significación exigentemente
humanista y de educación ciudadana.
La urbanidad "no se ha de concebir como algo desligado de
la participación activa de un vecindario ciudadano activo en el

314
gobierno de la ciudad" (37). Salin tiene ante sí la imagen de la
antigua poUs, de la ciudad-estado. Niega ya esta peculiaridad a
las ciudades medievales y renacentistas, aunque se haya dado, en
todo caso, una cierta "atmósfera de urbanidad" en ellas. Con
respecto a la época actual ya no puede hablarse en manera algu-
na de urbanidad: " ... La sociedad industrial de masas de nuestros
días necesita -más de lo que cree-- form2s nuevas, formas dis-
tintas a las de la urbanidad clásica o humanística ... Me gustaría
calificar la nueva tarea denominándola modelado de la ciu-
dad" (38). Modelado que ve así: "Volver a transformar la ciudad
de aglomeración de masas anónimas en organismo vivo, en co-
munidad. de ciudadanos" (39).

Pero de este modo Salin no consigue superar su orIgmaria de-


finición de urbanidad y no ofrece al urbanismo más que una fór-
mula vacía.
Bahrdt solicita "que el fin de una renovación de la gran ciudad
sea la "urbanización", es decir, que el urbanismo tenga la misión
de volver a crear posibilidades de desarrollo adecuadas para las for-
mas de vida urbana que, en parte, yacen soterradas y, en parte, son
hoy todavía difícilmente realizables" (40). Parte para ello de su con-
cepción teórica del dualismo de lo público y 10 privado a la que ya
nos hemos referido. La ciudad debe configurarse de tal manera
que por todas partes, incluso en los sectores urbanos concretos, "se
constituya un cierto ámbito público. El requisito previo de este
ámbito de lo público es esa integración incompleta que vuelve a
hacer posible, por su parte, la independencia de la esfera priva-
da" (41). Sin embargo, él ve lo público en las áreas residenciales
individuales en una forma, aunque sea muy reducida, de lo público
político, que como mejor podría prender sería en el interés de los
padres por la escolarización. de sus hijos. Queda por preguntar si
este interés parcial de una pequeña parte de la población puede
realmente ser decisivo para la configuración de lo público en un

(37) SALIN, Edgar: "UrbanWit". loe. cit., pp. 13-14.


(38) Loe. cit., p. 24.
(39) Loe. cit., p. 31.
(40) BAHRDT, Hans Paul: Die moderne Grossstadt, loe. cit., p. 108.
(41) Loe. cit., p. 119.

315
sentido políticamente exigente (42). Desde el punto de vista urba-
nístico, lo público solamente puede prepararse como "ámbito" (en
el sentido de la teoría de la ciudad): lo público como "comporta-
miento" solamente puede ser fomentado, inducido, para lo cual bien
pudieran dejar de entrar en juego para siempre las conductas polí-
ticas tradicionales de lo público urbano.
La portavoz más eficaz del planteamiento finalista de la urba-
nidad ha sido Jane Jacobs, con su libro The Death and Life af Creat
American Cities, aparecido en 1961. Ella ha determinado también
con exactitud los requisitos y presupuestos de la "diversidad ur-
bana" (la noción de "urbanidad" no se ofrece explícitamente, pero
se da a entender claramente), que representan al propio tiempo
propuestas urbanísticas concretas para el logro de tales fines.
La médula de su tesis es "el principio omnipresente de la nece-
sidad de usos y aprovechamientos variados, heterogéneos, mutua-
mente dependientes los unos de los otros y finamente delimita-
dos, que se refuerzan recíprocamente, tanto económIca como
socialmente" (43). Y dice, en particular: "Para producir una rica
variedad en las calles y distritos de una gran ciudad son ineludi-
bles los siguientes presupuestos:
1.0 El barrio (distrito), como un todo ... , tiene que cumplir
algo más que una función primaria y, de ser posible, más de dos.
Estas deben garantizar la presencia de las gentes que se mueven
por la calle siguiendo sus diversos planes cotidianos y persiguien-
do distintos fines particulares, aunque colectivamente reclamen
muchos servicios diversos.
2.° Las manzanas edificadas deben ser cortas, es decir, deben
existir numerosas oportunidades de tráfico, tanto en sentido lon-
gitudinal como transversal.
3.° El barrio debe contener una mezcla de edificios que di-
fieran en edad y estado.
4.° En cada barrio debe concentrarse un número suficiente
de personas, siendo indiferente el motivo por el cual se detengan
o acudan a él; para ello hay que contar también con los residen-
tes del barrio" (44).
(42) Cfr. loco cit., pp. 119 y s.
(43) JACOBS, Jane: Tod und Leben grosser amerikanischer Stiidtc,
loco cit., p. 17.
(44) Loe. cit., p. 95.

316
Los cuatro presupuestos han de concurrir simultáneamente, si
bien cada uno de ellos tendrá siempre una importancia distinta
según el caso particular de que se trate.

Para precisar la idea una vez más todavía, urbanísticamente, la


"urbanidad" significa la necesidad de crear aquellos presupuestos
espacial-constructivos que determinan la existencia constante de
una intensa frecuencia de personas, de una fluctuación continua de
masas. Ello debe lograrse mediante la combinación constructiva
del mayor número posible de funciones diversas y empleando la
densidad acertada de edificación. En esta ordenación espacial-arqui-
tectónica de funciones debe ponerse en práctica simultáneamente
la intención social de proporcionar al individuo contactos sociales
en el seno de una esfera pública cada vez más anónima, facilitán-
dolos y haciendo posible su realización. Esta intención se distingue
esencialmente de la del contacto "comunitario" a que se aspira en
la idea de la unidad vecinal cuyo planteamiento finalista es el de la
división y dispersión.
Pero surge ahora la sospecha de que también aquí se plantean
unas exigencias excesivas en cuanto a las medidas urbanísticas a
adoptar, o de que se pide a los habitantes de la ciudad más de lo
que están en condiciones de dar o de lo que quieren dar. El lema
"a la sociedad por la concentración" caracteriza de un modo típico
una pretensión excesiva, pues resulta equivocado suponer que el
espacio edificado sea capaz de ejercer un efecto de esta especie tan
acusado sobre el comportamiento del hombre, o que se puedan con-
seguir con "seguridad", partiendo de determinadas ordenaciones
espaciales, determinados modos de comportamiento social. Es me-
jor indicar que la "urbanidad" sólo puede engendrarse como una
relación de cambio de personas y espacio edificado. Puede ser que
una ciudad cumpla el requisito de ofrecer realizaciones urbanas en
el sentido expuesto: pero ésta no es más que una de las facetas
que interesan. La otra viene constituida por determinadas actitudes
vitales y modos de comportamiento de las personas en la ciudad.
Dicho con otras palabras: la"ciudad urbana" necesita contar con
"personas urbanas".
Al ámbito de la actitud vital urbana pertenece una estructura

317
de necesidades comparativamente diversificada, referida a la oferta
de cultura, diversión, bienes de consumo, etc. Para ello se requier~
la capacidad y la necesidad de configurar subculturas en el seno
de lo público urbano: círculos, diques, grupos, puntos de reunión,
etcétera. Se necesita también, finalmente, la aptitud para aceptar y
asimilar a los demás, al extraño, una predisposición que incluso
hoy aún existe en escasa medida en los pueblos y ciudades peque-
ñas. Allí el otro es el extraño, al que, por principio, se atribuye la
calidad de inferior; aquí el otro es, por principio, un igual, al que
se puede llegar a conocer y aceptar, con tal de que se atenga en su
comportamiento a determinadas reglas del juego.
Pertenecen, finalmente, a la órbita de los modos de comporta-
miento de las gentes urbanas todas aquellas estilizaciones a que nos
referimos al ocuparnos de la teoría de la ciudad bajo la denomina-
ción de "género urbano de vida". Implican la aptitud para moverse
en el ámbito de lo público urbano de forma adecuada, racional y,
al propio tiempo, impasible, sabiendo salir adelante en las circuns-
tancias y conflictos que puedan darse. Se aprovechan las situacio-
nes de contacto latente, pero sin dejarse atosigar por ellas.
Este "otro aspecto" de la urbanidad tiene que provenir de las
personas, las cuales, naturalmente, no pueden cultivarlo si el siste-
ma, en su conjunto, no ofrece los citados requisitos mínimos. Una
relación de cambio, pues, en favor de la cual el urbanista, si bien
no puede hacerlo todo, sí que puede hacer algo, creando los pre-
supuestos previos de orden espacial-constructivo.
Al igual que ocurría con el planteamiento finalista de la divi-
sión y dispersión, el de la urbanidad también resulta adecuado y
aplicable a las áreas residenciales si se prescinde de determinadas
dificultades que Jane Jacobs, de modo típico, silencia: los proble-
mas determinados por las molestias de la industria, del ruido y de
los olores de ciertas empresas fabriles, del incremento del tráfico
originado por la industria y de la circulación rodada, en general.
Por otra parte, este planteamiento finalista solamente es sensato
para el habitante urbano para el que la presencia de la ciudad en la
vida cotidiana representa un valor esencial.
En resumen: con respecto a ambos planteamientos finalistas
puede ejercitarse la crítica cultural, en la medida en que convierten

318
en absolutos los valores que les sirven de base, que sólo satisfacen
a una parte de los habitantes de la ciudad y que, por ello, no resul-
tan plenamente adecuados a la diversificación que es propia de una
sociedad urbana. Puesto que por la ambivalencia de la postura con
respecto a la ciudad solamente se convierte en valor absoluto uno
de los extremos, debe producirse necesariamente una represión o
un violentamiento del otro. La parcialidad en el modo de conside-
rar los fenómenos y la atribución de valor absoluto a determinados
fines han constituido un "truco" que ha tenido siempre gran éxito
de público y que en el urbanismo, desde Ebenezer Howard hasta
Jane Jacobs, ha originado mucho revuelo y confusión. El científico
que trabaja concienzudamente, que se ha planteado la tarea de abar-
car la multiplicidad de planos de la realidad mediante la determina-
ción de tipos, para elaborar a partir de ellos las consiguientes pro-
puestas, debe sufrir con paciencia que se le reproche su "pesadez"
y su forma "académica" de pensar, pero, desde luego, la simplifica-
ción de los problemas y la parcialidad de las fórmulas políticas son
siempre enemigas de la libertad, mientras que la tipificación de las
formas de aparición de los fenómenos y la variedad de las propues-
tas implican, en cambio, el reconocimiento de la autonomía del
individuo y el intento de favorecer su libre desenvolvimiento hasta
donde sea posible.
Hoy todavía se encuentra en plena actividad la discusión acerca
del contenido auténtico y de la factibilidad real que ofrecen ambos
planteamientos finalistas contrapuestos, como ha puesto de relieve
un revelador artículo de Hillebrecht (45). No obstante, no tiene
razón este autor cuando afirma: "La señora Jacobs no nos ha de-
parado un nuevo modelo, sino que nos enfrenta fríamente con la
realidad de la existencia en la gran ciudad" (46). Con sus cuatro·
requisitos, Jane Jacobs ha construido un modelo explosivo, cuya
total ejecución habría de significar para muchos habitantes urbanos
una especie de terrible situación de feria permanente, al igual que
con la plena realización del objetivo de la división y la dispersión
no se conseguiría, para otros muchos, más que la muerte de la

(45) HILLEBRECHT, Rudolf: "Von Ebenezer Howard zu Jane Jacobs-


oder: war alles falsch?", loco cit.
(46) Loc. cit., p. 656.

319
ciudad. Esta vez es seguro que la verdad no está en el punto medio,
ni en una difuminación de ambos fines extremos, sino quizá en el
intento de dejar que produzca su efecto dentro de la misma ciudad
la polaridad de ambos.

IV.-ENUNCIADOS DEL MODELO

Los enunciados del modelo, como combinación de los datos de


conocimiento y de los datos finalistas, deben presentar algunas pro-
puestas de solución. Estas se han de tomar como hipótesis, o sea,
que requerirán luego una verificación y comprobación experimental.

1. CARACTERíSTICAS DEL MODELO

Considerando las estructuras sociales relevantes para las áreas


residenciales y los planteamientos finalistas que hemos dejado ex-
puestos, resultan esenciales para los enunciados del modelo los
siguientes criterios (características del modelo):
a) La mezcla o combinación de viviendas.
b) El tipo de edificación.
c) La situación dentro de la ciudad (región urbana).
d) La especie y el número de las funciones.
e) La dotación en cuanto a instituciones públicas.
a) La mezcla de viviendas del área residencial es la composi-
ción proporcional que en cuanto a las mismas se da en un territo-
rio urbano, atendiendo a sus clases, tamaños, tipos, etc. Debe ser
lo suficientemente armónica como para que no se originen fluctua-
ciones como consecuencia de que no existan determinadas especies
de viviendas. La composición en cuestión guarda estrecha relación
con el problema de la estructura por edades de la población del
área residencial. Las experiencias habidas en los últimos decenios
con las nuevas áreas residenciales, zonas suburbanas y ciudades
nuevas han puesto de manifiesto que los sectores residenciales de
nueva construcción casi siempre han mostrado una estructuración
por edades de sus residentes atípica: en la mayoría de los casos se

320
van a vivir a ellas, predominantemente, parejas jóvenes y familias
en la fase de fundación de la unidad doméstica (fases La y 2.11. del
ciclo familiar), con lo que para algunas generaciones se origina una
composición por edades no equilibrada (47). Pero tales cuestiones
ya han sido discutidas y no necesitan plantearse aquí una vez más.
Los tipos de vivienda más importantes ya se han desarrollado
en el precedente modelo; si se tienen en cuenta adecuadamente en
la constitución del área residencial, se podrán evitar fluctuaciones
indeseables y una específica segregación por edades de la población.
También es importante que siempre se incluyan en el plan vivien-
das o residencias para ancianos (un tipo de alojamiento que no se
mencionó al hablar de modelo correspondiente, puesto que es per-
fectamente conocido). La existencia de tales alojamientos hace po-
sible que las familias que se hallan divididas por generaciones con-
vivan, no obstante, con un máximo de proximidad dentro de la mis-
ma zona residencial. Elisabeth Pieil ha venido indicando siempre
lo importante que es para la adaptación de las familias a las colo-
nias residenciales de nueva construcción el que la generación joven
y la mayor puedan convivir en la misma zona, aunque en viviendas
separadas. Sin embargo, las empresas de construcción de viviendas
han prestado muy poca atención a estos aspectos (48).
b) El tipo de edificaci6n comprende tres características:
1.& Las formas de la vivienda (cfr. Tercera Parte, Cap. prime-
ro, 1), que se refieren a sus clases y número de plantas de los edi-
ficios.
2.& El tipo de vinculación o composición de las edificaciones,
a cuyo efecto pueden distinguirse la construcción de unidades ais-
ladas, la construción dispersa en tapiz, la disposición reticular, la
construcción alineada y la disposición en manzanas y bloques.
3.& La densidad de edificación, medida en número de residen-
tes por hectárea. O

(47) Cfr. PEISERT, Hansgert: Bevolkerungsentwicklung in neuen Stiidten,


loe. cit., y CHOMBART DE LAUWE, P. H.: L'intégration du citadin a sa ville et
el son quartier, loe. cit., pp. 1 y ss.
(48) Cfr. PFEIL, Elisabeth: Die Familie im Gefüge der Grossstadt,
loe. cit., p. 49, y TARTLER, Rudo1f: Das Alter in der modernen Gesellschaft,
loe. cit., pp. 79 Y ss.

321
21
c) La situación dentro de la ciudad, o también la reglOn urba-
na, pueden concebirse de la siguiente manera: situaciones pr6xi-
mas al centro, emplazamientos dentro del casco urbano y situacio-
nes en zona suburbana. Las primeras se han de determina:' aten-
diendo al criterio de que el residente pueda llegar al centro (centro
principal o centro secundario) yendo a pie desde su vivienda. Los
centros secundarios deben tener el carácter propio de la gran ciu-
dad para poder justificar la condici6n central de los sectores adya-
centes. Las áreas comprendidas dentro del casco urbano pueden
venir determinadas atendiendo al criterio de que se encuentren den-
tro del territorio urbano edificado sin soluci6n de continuidad, aun-
que se comprendan en ese perímetro parques, zonas verdes y otras
semejantes. Las zonas suburbanas son las que se encuentran situa-
das fuera del casco urbano, donde ya no existe una edificación con·
tinuada y el paisaje urbano se convierte en paisaje natural.
el) La especie y el número de las funciones. Es interesante la
cuestión de saber en qué medida deben existir en las áreas residen-
ciales, junto a la funci6n de residencia propiamente dicha, otros
presupuestos espacial-constructivos para funciones de conservaci6n
productiva de la existencia (del residente del área afectada y de los
demás habitantes de la ciudad). Por lo que se refiere al sector se-
cundario de la economía, s610 se han de considerar aquellas fun-
ciones que no originan perjuicios considerables a la función residen-
cial (por los ruidos, los olores o el tráfico rodado). En cuanto al
sector terciario se excluyen igualmente aquellas empresas y activi-
dades que por la afluencia de público o por su censo obrero origi-
nan un tráfico rodado excesivo.
e) La dotación de instituciones públicas hace referencia a todas
aquellas entidades y servicios que el residente necesita para la con-
servaci6n consuntiva de la existencia. Entran dentro de este ámbito
las prestaciones de ~vicios tanto estatales o estrictamente públi-
cos como incluso privados, desde la enseñanza escolar hasta el ta-
ller de zapatería. Los complicados cálculos econ6micos que requiere
la dotación óptima de una zona residencial con tales servicios e
instituciones constituyen una "verdadera ciencia", que solamente
puede entrar en acción con respecto al caso concreto, conociendo

322
al menos los datos básicos derivados del número de habitantes del
área.
Junto al tipo de instituciones de que se trate, también es im-
portante para el enunciado del modelo el emplazamiento de las mis-
mas dentro del territorio del área residencial: a cuyo efecto puede
distinguirse entre localización centralizada y dispersa.
Dentro de este ámbito de la dotación o equipamiento se ha de
contar también con las zonas verdes y campos de juegos de que se
disponga.

2. TIPOLOGíA DE LOS REQUISITOS Y CARACTERíSTICAS DEL MODELO

Las indicaciones que hemos hecho hasta ahora ponen e clara-


mente de manifiesto que los enunciados del modelo para el área
residencial sólo serán verdaderamente útiles si se ponen en relación
con las tipologías que hemos elaborado en cuanto al comporta-
miento y con respecto a la estratificación. Hay que hacer una ex-
cepción para poder anticipar un enunciado general del modelo:
Si existen los citados motivos de vinculación del individuo a
una zona residencial y si se da el planteamiento finalista del máxi-
mo posible de continuidad, entonces la zona residencial debe pre-
sentar una mezcla o composición de viviendas que permita que
los residentes, aisladamente considerados, puedan elegir en el curso
de sus vidas, dentro de aquélla, las viviendas que en cada caso
resulten adecuadas a sus necesidades. La exigencia mínima viene
constituida por la distribución del conjunto en tipos de viviendas
de forma proporcionada al ciclo familiar. Es evidente que la compo-
sición de alojamientos será tanto mejor cuanto mayor sea el nú-
mero de los tipos señalados en el modelo que para la vivienda hemos
elaborado. Este enunciado general del modelo es válido para todos
los demás asertos restringidos tipológicamente. Por ello ya no nos
referiremos más a él en los demás enunciados particulares.
Con respecto a los tipos de comportamiento que resultan de la
aplicación del criterio de la "presencia" de la ciudad, puede llegarse
inicialmente al siguiente aserto:
Si se dan los citados motivos y contenido de la vinculación al
área residencial y si concurre el planteamiento finalista del máximo

323
posible de continuidad, entonces deberán erIgIrse zonas residencia-
les que se atengan específicamente a esos tipos de comportamiento
o actitud, es decir, zonas con vida urbana animada, zonas con un
carácter urbano tranquilo y zonas con un carácter cuasi-rural.
Si se entra algo más en los planteamientos finalistas urbanísti-
cos, se pone de manifiesto que el fin u objetivo de la división y
dispersión puede aplicarse a las zonas residenciales cuasi-rurales,
y el de la urbanidad, a las urbanas animadas. Para las zonas resi-
denciales urbanas tranquilas pueden entrar en juego el principio de
la subdivisión -del planteamiento finalista de la "división y dis-
persión"- y el principio de la "densidad" -del planteamiento fina-
lista de la "urbanidad". Con tales enunciados del modelo pueden
resolverse el viejo problema de la ambivalencia y la dicotomía de
concepción y de fines que del mismo deriva con respecto a la con-
figuración de la ciudad. Lo que importa no es configurar las ciuda-
des orientándolas en un solo sentido, sino dar expresión y fomentar,
mediante la modelación urbanística, la polaridad de los modos de
comportamiento y sus transiciones. Cuando se pasea a pie por nues-
tras ciudades se comprueba que es perfectamente posible encon-
trar estos tres tipos del modelo materializados en forma de áreas
residenciales "antiguas", pero en cambio en las zonas residenciales
de nueva construcción se echa de menos precisamente este carác-
ter tan claramente orientado; aparecen orientadas predominante-
mente hacia el aspecto cuasi-rural, aunque ciertamente sin acentuar
intencionadamente tal carácter, o dicho más rigurosamente: se pre-
sentan construidas en forma rural o incluso de pequeña población,
porque sus superestructuras no son urbanas. La tentativa de con-
figurar urbanísticamente las áreas residenciales de forma inequívoca
conforme a los tipos propuestos podría aumentar la vinculación y
la satisfacción de los residentes.
Estos tipos de áreas residenciales concebidos conforme al cri-
terio de la presencia de la ciudad guardan estrecha relación con la
correspondiente situación urbanística. Si se da la situación de rela-
tiva "angostura" deberá reducirse el planeamiento de zonas cuasi-
rurales en favor de las urbanas, mientras que si concurre la de
relativa "amplitud" podrán planearse más zonas cuasi-rurales. La
proporción relativa dependerá del caso concreto de que se trate,

324
pero en general puede afirmarse que el estado y el probable des-
arrono de nuestras regiones urbanas requieren ya una reducción de
las áreas residenciales cuasi-rurales.
Por lo que respecta a los tipos configurados con arreglo a la es-
tratificación social es posible llegar a enunciados alternativos, pues
aquÍ, como se ha dicho, se dan opiniones y necesidades contra-
puestas de orden social general y específicas de grupo. Además, se
ha de atender a una consideración del desarrollo social, así a largo
como a corto plazo, y a una escala jerárquica de planteamientos
finalistas de carácter social general. Si se parte inicialmente de la
situación social actual, de una consideración a corto plazo del des-
arrollo y de una gradación de los planteamientos finalistas "medios",
puede llegarse a los siguientes enunciados del modelo:
Si concurren los citados motivos específicos de grupo para la
vinculación del individuo al área residencial y se da el plantea-
miento finalista del máximo posible de continuidad, entonces las
zonas residenciales deberán configurarse en forma correspondiente
a los específicos estratos sociales, es decir, para los estratos supe-
rior, medio e inferior, al objeto de que no se originen fluctuaciones
por razón de una heterogeneidad de estratificación.
Este aserto puede sonar inicialmente con un tono más provoca-
tivo del que le corresponde en realidad. En todo caso hay que dejar
sentado que se basa en hechos, que se dan siempre que no existen
situaciones de necesidad que los impidan. Dicho con otras pala-
bras: si no hay crisis de viviendas y no existe una excesiva escasez
de suelo edificable en las ciudades, se desarrolla una segregación
residencial conforme a los estratos sociales especificas. Entre nos-
otros, en Alemania no alcanza las formas dramáticas de invasión
y sucesión con que se presenta en los Estados Unidos, pues afortu-
nadamente no tenemos planteado ningún problema racial ni de ab-
sorción de la inmigración. Tampoco se puede hacer a este aserto del
modelo, sin más, el reproche de que represente una concepción
cínicamente clasista, pues la noción de estrato social que utilizamos
está concebida en sentido amplio y comprende, como se pone de
manifiesto en la regla de Lütge, el marco de los ingresos como cri-
terio único.

325
stockli habla de los urbanistas "que se prestan a convertirse
en ejecutores de la voluntad de los intereses capitalistas. Natu-
ralmente, hoy ya no tienen el valor de alegar abiertamente la
divisi6n de clases como principio de articulaci6n urbanística, sino
que se limitan a crear una teoría urbanística aplicable a sus
fines. .. La simétrica perfecci6n de la edificación clasista y la clara
delimitaci6n de lo urbano frente al paisaje están ya anticuadas y
han sido abandonadas en favor de una distribuci6n y articulación
modernas, conforme a las cuales la ciudad se abre hacia el exte-
rior y pierde altura.... Con esta teoría teñida de romanticismo y
estéticamente armoniosa, se mantiene en el ámbito residencial
urbano la división social configurada por el espíritu del capita-
lismo e incluso cabe decir que se realiza de modo más acusa-
do" (49).

No es esto, naturalmente, lo que pretendemos dar a entender,


pues mediante la adopción de los modelos conforme al continuo
urbano/cuasi-rural se reserva a cada estrato la proporción corres-
pondiente en cuanto a espacio urbano de residencia, al igual que la
proporción adecuada de las diversas clases de edificación, cuando
se prevén distintos tipos de viviendas. Deberá defenderse también
toda legislación relativa a la propiedad del suelo que pueda evitar
en nuestras ciudades esa especulación de terrenos a la que puede
aplicarse en sentido peyorativo el calificativo de "capitalista", re-
comendándose al mismo tiempo, conforme al modelo presente, una
distribución de los aprovechamientos que esté de acuerdo especí-
ficamente con la estratificación social.
Existen diversas objeciones serias que pueden formularse con-
tra un modelo de áreas residenciales en que se propugne una homo-
geneidad de estratificación. Deben exponerse por orden creciente
de importancia (50).
La primera, la más fácil de desvirtuar, tiene su origen en la obra
misma de Park y podría denominarse efecto-"ghetto-" de la homo-
geneidad de las áreas residenciales:

(49) STOCKLI, Arnold: Die Stadt, loe. cit., pp. 128-29.


(50) Cfr. SCHMIDT-RELENBERG, Norbert: "Wohnung und Wohngebiet als
soziale Raume", loe. cit., p. VIII.

326
"The isolation 01 the inmigrant and racial colonies 01 the so-
called ghettos and areas o{ population segregation tend to pre-
serve and, where there is racial prejudice, to intensi{y the inti-
macies and solidarity 01 the local and neighborhood groups.
Where individuals o{ the same race or o{ the same vocation live
together in segregated groups, neighborhood sentiment tends to
{use together with racial antagonismus and class interests" (51).

En Alemania no existen los presupuestos que son decisivos para


semejante formación del ghetto, y la división en estratos que se
prevé para el modelo abarca en cada caso determinado tantas ca-
racterísticas (ingresos, instrucción y educación, profesión ejercida),
que la homogeneidad jamás puede ir tan lejos como para provocar
un efecto-"ghetto". No se piensa en una especie de réplica de esos
asentamientos industriales que poseen calles para directores, para
gerentes, para apoderados, etc.
La segunda objeción parte de la idea de unidad vecinal como la
unidad política más pequeña y exige precisamente que en tales
áreas se favorezca la "mezcla democrática" de la población. Ya nos
hemos ocupado de ella anteriormente (cfr. Tercera Parte, Cap. segun-
do, 1).
Ya dejamos sentado que no puede esperarse que ni la acción
política comunitaria ni tampoco una actitud cívico-democrática re-
sulten como función de la disposición constructiva de una zona
residencial. Como ya dijimos al hablar del género urbano de vida,
la mezcla de población, en todo caso, puede facilitar la toma de
conciencia de que existen otros estratos sociales y, por ende, otros
hábitos de vida, contribuyendo así a una disminución de los resen-
timientos, prejuicios y animosidades.
La tercera objeción es más significativa. Parece sensata la hipó-
tesis de que la homogeneidad de las áreas residenciales, si bien no
puede decirse que impida el potencial ascenso social del individuo,
sí que reduce esa posibilidad. Puede suponerse que un niño de los
estratos inferiores que viva en una zona residencial de población
mixta, gracias a sus contactos con los chicos pertenecientes a es-

(51) PARK, Robert E., y otros: The City, loe. cit., pp. 9-10.

327
tratos más elevados, se verá favorecido en cuanto a sus posibilida-
des de ascenso social. Esta objeción queda en pie, si bien también
es cierto que puede mitigarse algo si se considera que la posibilidad
de ascenso social puede favorecerse también, e incluso a edad más
temprana, mediante la política escolar a que actualmente se tiende
(selección y apoyo de los mejores alumnos, sin tener en cuenta lo
más mínimo el estrato social a que pertenezcan) y mediante con-
tactos informales latentes con las capas sociales más elevadas.
Ciertamente que éste tan sólo es, una vez más, un punto de vista
meramente formal, pues la realidad social de nuestros días no se
caracteriza precisamente por semejante "apertura" de las institucio-
nes: no tenemos una sociedad abierta a los méritos, ni unas élites
funcionalmente en rotación; las posiciones en la estratificación so-
cial no se ganan por el propio esfuerzo, sino que están en gran parte
predeterminadas.
Si se parte de la situación social general y de la idea de evolu-
ción a largo plazo, así como del nivel de los valores sociales más
elevados, deberá formularse un modelo alternativo, respecto de la
tipología de los estratos.
A la larga, resulta absolutamente indispensable una socializa-
ción de la sociedad, entendido el término en su sentido más amplio,
si se quiere que subsistan las sociedades industriales capitalistas
desarrolladas, con vistas a su propio desarrollo técnico-industrial
ulterior y a la confrontación sociopolítica con las sociedades socia-
listas y con el llamado Tercer Mundo (52). Los valores sociales de
la autonomía y del libre desenvolvimiento del individuo, y, sobre
todo, los valores de la igualdad democrática, implican una creciente
permeabilidad de los estratos sociales, que ha de tender a ser lo
más amplia posible y que no debe verse obstruida, por añadidura,
como consecuencia de medidas urbanísticas. Con respecto a los ci-

(52) De forma correspondiente, para la construcción formal de un mo-


delo pragmático, se debería haber incluido en el contexto de los datos de
conocimiento una exposición de esta situación y de las posibilidades de
evolución a largo plazo; pero, claro está: esas consideraciones hubieran roto
en mil pedazos el planteamiento y el marco que nos hemos trazado en este
trabajo. El aludido aserto "lapidario", por supuesto, debe tomarse como hi-
pótesis.

328
tados fines y perspectivas, resultan irrelevantes todas aquellas cues-
tiones que se refieren a la conservación o ruptura de los vínculos
específicos de grupo o a la simbolización del status y el prestigio
social con arreglo a las "señas", al lugar de residencia. De acuerdo
con tales consideraciones, el modelo alternativo habría de formular-
se así:
Si se dan una evolución social general y unos planteamientos
sociales finalistas como los indicados, las áreas residenciales habrán
de establecerse con vistas a conseguir una mezcla de estratos so-
ciales.
No resulta afectada con ello la organización típica de estratifi-
cación de los alojamientos particulares conforme al modelo elabo-
rado para la vivienda: un profesor universitario, un político o un
artista necesitan, objetivamente considerado el caso, una vivienda
distinta de la que puedan requerir un tenedor de libros o un
operario no cualificado. Pero para ambas partes, en cambio, no re-
sulta existencialmente necesario el habitar en un área residencial
ocupada exclusivamente por quienes pertenecen a su mismo estrato
social.
Sería imposible, desde los puntos de vista técnico-constructivo,
organizativo y económico-financiero, el prever una mezcla tan radi-
cal que determinase, por ejemplo, que en cada edificio de viviendas
estuviesen representados todos los estratos sociales. Una mezco-
lanza de esta especie, tan "a flor de piel", provocaría también, a no
dudar, todos aquellos conflictos que se desearían precisamente evi-
tar. Hay que partir, por tanto, de una distribución más sutil de los
estratos, ateniéndose a los tipos de área residencial que resultan
de la aplicación del criterio de la "presencia" de la ciudad en la
vida cotidiana, que prevea, cuando menos, la existencia de edificios
de viviendas con un mismo nivel de equipamiento.
La cuestión de saber cuál de estas dos alternativas es la acertada
no se somete aquí a debate. Es un punto en el que debe recaer una
decisión política; cierto es que a los políticos les falta el valor su-
ficiente para exponer abiertamente estos problemas y, sobre todo,
para discutir perspectivas a largo plazo. Y, sin embargo, la actual
situación política de la República Federal requiere apremiante-

329
mente y de manera ineludible este tipo de discusiones fundamenta-
les (53).
Por los motivos expuestos al hacer la exposición teórica del con-
cepto de modelo pragmático, no resulta posible presentar aquí pro-
puestas concretas acerca de la forma que debe adoptar urbanística-
mente la mezcla de población, para que pueda evitarse la segrega-
ción por estratos específicos. Aduciremos, simplemente, la suposición
de que la solución que parece sensata no es otra que la de la
distribución sutil por estratos de las unidades de habitación. Exis-
ten en muchas ciudades áreas residenciales antiguas en las que, a
través de la evolución histórica de su edificación, se ha producido
de esta manera una mezcla de estratos sociales. En tal contexto es
importante admitir que la formación de las áreas residenciales con-
forme a la distinción de su carácter, según sea éste urbano animado,
urbano tranquilo o cuasi-rural, puede compensar los efectos del
factor estratificación. Si bien la comprobación válida de tal presun-
ción solamente ha de lograrse mediante la experimentaci6n.
A partir de ahora han de confrontarse los tipos elaborados con
los criterios adoptados para el modelo, es decir, que hemos de des-
arrollar en particular las características del modelo. Partimos para
ello de los tres tipos de área residencial determinados conforme al
criterio de la "presencia" de la ciudad, y para la alternativa de la
homogeneidad se tienen en cuenta las particularidades correspon-
dientes a la estratificaci6n.
Para el tipo urbano animado puede quedar totalmente fuera de
nuestra consideración toda especie de aserto del modelo que se
refiera a la estratificación. Como ya dijimos al referirnos al género
urbano de vida, la mezcla de estratos, por sí misma, es un aspecto
constitutivo de lo urbano, y por lo que se refiere a este tipo es ne-
cesario que, para el habitante de tal zona residencial, la proximidad
o la vinculaci6n al ámbito de lo público urbano pongan de relieve,
de modo evidente, la mezcla de diversos estratos en ese ámbito
público y en la esfera de la vida cotidiana. Para este tipo es posible
que se reduzca la condici6n de distribución sutil de unidades habi-

(53) La opinión (extracientífica) del autor es la de que habría que incli-


narse por la alternativa de la mezcla arriesgándose a efectuar los correspon-
dientes experimentos.

330
tacionales homogéneas. El aspecto, el "aire", de un sector urbano
animado no se origina, en todo caso, por una uniformidad recono-
cible de estratificación de sus habitantes, sino por la multiplicidad
de los actos y realidades de la vida que allí tienen lugar.
El tipo de edificación solamente en casos excepcionales puede
ser el de casas unifamiliares. Estas áreas residencias, en cambio,
parecen muy adecuadas para experimentar con casas grandes y uni-
dades compactas de edificación, como las que en los últimos años
han venido desarrollando constantemente los arquitectos (54). La
construcción en manzanas edificadas no resulta inadecuada para
este tipo de área residencial. incluso aunque actualmente tal proce-
dimiento esté totalmente desacreditado. Las manzanas cerradas
configuran patios interiores que, como espacios "semiprivados",
proporcionan a los residentes cuyas viviendas son interiores una
cierta medida de tranquilidad y de protección de la intimidad. Por
supuesto que tales patios interiores deben permanecer despejados.
La edificación de casas en hileras, en cambio, es totalmente inade-
cuada, pues, por una parte, destruye todo aspecto urbano animado
de las calles y, por otra, no proporciona a los residentes ni tranqui-
lidad ni intimidad, ya que los ruidos callejeros y las miradas de los
viandantes llegan a las viviendas por ambas fachadas. Este tipo de
disposición de las viviendas solamente es soportable si cada lado
de la calle se traza de tal modo que las casas sucesivas presenten
entre sí sus líneas frontales en sentido oblicuo, de manera que hacia
el interior de la alineación se forme un patio o recinto y el aspecto
de la calle pueda conservar, a la vez, animación y algún espacio
cerrado.
La densidad de la zona residencial urbana puede ser elevada,
debiendo alcanzar la cifra de unos 500 habitantes por hectárea.
Su situación dentro de la ciudad ha de ser siempre próxima al
centro; los centros secundarios de las grandes ciudades equivalen
a estos efectos a los centros principales, siempre que, por su parte.
conserven y muestren carácter urbano. Lo ideal es que exista una
transición fluida hacia los centros.

(54) Cfr. FREY, Roland; SCHMIOT-RELENBERG, Norbert: Totale Woh-


nung, loe. cit.

331
Por lo que respecta a las funciones, es necesaria una rica mezcla.
Pueden instalarse en esta zona residencial empresas del sector se-
cundario y del terciario. Es posible también que se dé dentro de
ella un aprovechamiento mixto de las edificaciones concretas, de
modo que las plantas bajas se dediquen a industrias y las altas a
viviendas privadas.
La dotación de establecimientos públicos debe tener carácter
suprarregional, es decir, que el ámbito de acción de tales entidades
se extienda más allá de la propia zona residencial. Con ello, además
de los residentes y de las personas que allí trabajen, se atraerá hacia
la zona a otros habitantes de la ciudad, única forma en que puede
originarse la constante corriente de personas que este tipo de sector
urbano necesita. Es importante también que el área esté dotada de
elementos que sigan originando tráfico y movimiento a la caída de
la tarde, de establecimientos como pueden ser los restaurantes, ci-
nes, bares, etc. Como centros culturales son adecuadas las escuelas
superiores, sobre todo las especiales, que recluten su alumnado de
toda la ciudad, y otros establecimientos docentes cuyos alumnos
utilicen también en gran medida las demás instituciones y medios
públicos de la zona. Por supuesto que en los sectores próximos a
la city deben existir también residencias universitarias y albergues
juveniles, en lugar de instalarse, como ocurre con frecuencia, en el
extrarradio urbano.
Los establecimientos e instituciones de uso público instalados
en las áreas residenciales urbanas animadas no deberían aparecer
centralizados, sino distribuidos en forma dispersa por todo el sec-
tor. Solamente así se puede garantizar una "vivacidad" o anima-
ción constante.
Los sectores residenciales del tipo urbano animado necesitan de
forma apremiante contar con suficientes zonas verdes, puesto que
su situación próxima a la city hace que el camino hasta el campo
abierto sea relativamente largo y que los habitantes no dispongan,
en general, de jardines privados. No se necesita en modo alguno
que los parques sean muy grandes; lo importante es, sobre todo,
que puedan utilizarse también como vías de tránsito para peatones,
para que resulten constantemente concurridos y animados. Como
tipo de construcción adecuado para los sectores circundantes de

332
los parques puede proponerse, sobre todo, el de casas altas, ya que
éstas requieren solares amplios y despejados a su alrededor, de
modo que así se aprovecha el suelo de dos maneras diferentes. Las
zonas verdes y las superficies de esparcimiento para niños debe-
rían ponerse a disposición del ciudadano en tres formas esencial-
mente distintas: campos de juego. campos de deporte y parques
infantiles. Los campos de juego están destinados a los niños peque-
ños, los de deportes resultan indicados para los chicos mayores,
que allí pueden organizar incluso partidos de fútbol, y los parques
infantiles, organizados a base de la instalación de "cacharros" y
trastos sin valor, están destinados, sencillamente, a que los peque-
ños retocen y alboroten. Este último tipo de recinto de esparcimiento
al aire libre está aún ausente de nuestras ciudades. Está concebido
como sustitutivo de las aceras callejeras, ahora que el tráfico ro-
dado es tan intenso, de las edificaciones ruinosas y otras superficies
libres pendientes de reedificación y, en definitiva, de la misma na-
turaleza en campo abierto.
En los campos de juego y deportes existe, por regla general,
una regimentación bastante estricta impuesta por el guarda del
parque, por los demás vigilantes y por las mismas madres, para
mantener el silencio en los parques, con lo que las personas ma-
yores suelen ejercer, sobre todo, con respecto a los niños, una
función de vigilancia y de educación, si bien a menudo se ponen
en práctica también verdaderas agresiones contra ellos (un pro-
blema que hasta ahora todavía no se ha discutido como merece).
Pero los niños necesitan disponer precisamente de espacios en
los que poder cavar, esconderse, jugar con fuego y comportarse
como verdaderos "aventureros". Nuestros parques y zonas de es-
parcimiento, como en cierta ocasión le oímos decir a un ciuda-
dano, obligan a nuestros niños a comportarse como "funciona-
rios del juego". De acuerdo con esta idea, la mayoría aparecen,
efectivamente, dotados de objetos y accesorios artísticos preten-
ciosos que sirven más como una forma de autoafirmación de la
administración municipal y de ocasión para que madres y guardas
ejerciten toda la fuerza de su poder, que para que los chicos des-
arrollen sus actividades naturales y espontáneas de juego. No
debe extrañar, pues, si los niños se convierten luego en súbditos
llenos de fe en la autoridad y devotos de todo lo autoritario, en

333
lugar de hacerse ciudadanos conscientes y responsables: con las
extraordinarias restricciones y la excesiva reglamentación que se
imponen a los niños en nuestras ciudades, en cuanto a sus mis-
mos juegos, se pone la primera piedra de semejante evolución de
su personalidad. Estas consideraciones son fundamentalmente vá-
lidas para todos los tipos de área residencial, pero de manera es-
pecial para las urbanas animadas, a consecuencia de su situación
alejada del campo, de la densidad de edificación y del tráfico
circulatorio relativamente intenso que las caracteriza.

Para las áreas residenciales urbanas tranquilas es válida la al-


ternativa de la homogeneidad o de la heterogeneidad de estratifi-
cación. La homogeneidad se alcanza, sobre todo, dotando al sector
de viviendas para estratos específicos, en el sentido dicho al hablar
del correspondiente modelo; otras particularidades específicas de
estratificación se citan al exponer los criterios en particular.
En cuanto al tipo de edificación deberían preverse predominan-
temente formas compactas. Las casas unifamiliares solamente pue-
den darse en urbanizaciones alineadas y en tapiz de gran densidad.
Deberían erigirse bloques de pisos con una densidad elevada de
edificación, alternados con casas de terraza de altura media y otras
construcciones similares. Por lo que respecta al enlace de las edi-
ficaciones, tampoco para este tipo de área residencial se puede re-
nunciar, en principio, a la manzana edificada. El trazado de las
edificaciones en hilera, especialmente en la forma tradicional de
casas de cuatro plantas con ático, no resulta apropiado para favo-
recer el ambiente urbano de una zona residencial, aunque se pres-
cindiesen de sus demás inconvenientes que ya hemos citado antes.
La densidad de urbanización puede ser alta, siendo posible llegar
igualmente hasta los 500 residentes por hectárea.
Su situación dentro de la ciudad sigue estando comprendida en
el perímetro edificado y puede variar desde los sectores próximos
al centro hasta la periferia o incluso sectores suburbanos.
En cuanto a las funciones, las zonas residenciales urbanas tran-
quilas deben preverse casi exclusivamente con vistas a la función
residencial. Pueden introducirse en las mismas algunas pocas acti-
vidades propias del sector terciario que no pueden originar moles-

334
tias dignas de menCIOno No obstante, no deberán romper el carác-
ter "estrictamente residencial" del sector.
La dotación de instituciones y establecimientos públicos sólo
necesita regirse por las necesidades que experimenten los propios
residentes. Puede bastar con que existan comercios que satisfagan
las necesidades diarias, las clásicas "tiendas de la esquina", quios-
cos, restaurantes, etc. Los residentes pueden satisfacer todas sus
demás necesidades en los correspondientes centros urbanos y en
las áreas residenciales animadas. Según que el sector se haya con-
cebido como zona homogénea o heterogénea, las citadas institucio-
nes de uso público deberán presentar una oferta limitada en fun-
ción de la específica estratificación, o ampliamente diversificada.
Estos establecimientos públicos necesarios deberían disponerse
lo menos centralizados que sea posible, siendo lo mejor que apa-
rezcan dispersos por toda la zona, tanto como lo permita la moder-
na estructura del mercado (i supermercados!). En muchas áreas
residenciales nuevas se abandona imperdonablemente al "tendero
de la esquina", en favor de un "centro cercano" que a menudo ca-
rece de la necesaria capacidad funcional. Al igual que en las zonas
residenciales animadas, deben preverse también aquí parques y te-
rrenos de juego para los niños. Los espacios verdes que existen
entre los grandes edificios, que hoy a menudo se desaprovechan
totalmente, deben concebirse, en la medida de lo posible, de forma
que puedan servir para crear una red de vías para peatones o, si se
trata de superficies más extensas, para su transformación en peque-
ños parques. Actualmente todavía se desperdicia inútilmente mu-
cho espacio. Se debe destinar a los niños el máximo posible de zo-
nas verdes "no reglamentadas".
Las áreas residenciales cuasi-rurales, igualmente, pueden orien-
tarse hacia la homogeneidad o hacia la heterogeneidad de estrati-
ficación.
En cuanto al tipo de edificación deben preverse casas unifami-
liares, si bien en composición densa, o sea, en urbanización en
tapiz, continua, en cadena, etc. Las casas unifamiliares aisladas, en
principio, solamente deben preverse allí donde el tipo de construc-
ción que ya exista no permita otra cosa; en el fondo, ya no pode-
mos -al menos en las grandes ciudades- permitirnos este tipo

335
de urbanización. Lo esencial en el área residual cuasi-rural no debe
ser, pues, el tipo de edificación conforme a las modalidades par-
ticulares tradicionales, sino la inserción del área toda en el paisaje
natural. Por ello, puede decirse que, dado este presupuesto, resul-
tan adecuadas a este tipo de zona residencial todas las especies
modernas de edificación, con la sola excepción de las casas altas.
La densidad debe quedar en cifras inferiores a las señaladas para
los otros tipos de áreas residenciales, pero tampoco es preciso que
baje de los 150 residentes por hectárea.
Su situación en la ciudad, naturalmente, suele ser en la perüe-
ría y zonas suburbanas. La edificación ya no es continua, sino que
la colonia concreta debe quedar inserta en el paisaje, de manera
que todo residente disponga de fácil acceso al campo. Las áreas
residenciales cuasi-rurales constituyen distritos "divididos" (articu-
lados) por el paisaje natural y comparativamente "dispersos". En el
caso de que se oriente hacia la homogeneidad de estratificación,
deberá tenerse en cuenta, respecto de la situación en la ciudad, el
estrato social de que se trate; solamente pueden localizarse áreas
residenciales para los estratos superiores allí donde exista la proba-
bilidad de que puedan ser tomadas, efectivamente, como tales luga-
res de residencia.
En Quickborn, muy cerca de Hamburgo, se construy6 hace
pocos años, y según proyecto de un arquitecto de fama mundial,
una colonia de casas unifamiliares, invirtiéndose sumas cuantio-
sas en publicidad. Contra 10 que se había esperado, las casas se
vendieron muy mal, pues Quickborn, para unos compradores con
la posici6n econ6mica suficiente para poder pagar los elevados
precios exigidos, no se consideraba lugar "adecuado". S610 llega-
ron a venderse las casas mediante considerables rebajas de los
precios y con el transcurso de un lapso de tiempo relativamente
largo; y todavía hoy quedan algunas sin vender.

Las áreas residenciales cuasi-rurales cumplen exclusivamente


una función de habitación.
Los establecimientos públicos deben poder satisfacer, además
de las necesidades cotidianas, también las de orden periódico. El
radio de acción de estos establecimientos depende de la distancia

336
que separe al sector del centro más próximo. Estos establecimien-
tos deben estar dispuestos de forma centralizada, con excepción de
las necesarias "tiendas de la esquina", pues el carácter de la cons-
trucción en este tipo de área residencial apenas si permite su dis-
persión. En función del alejamiento del centro urbano más próximo
han de preverse en los centros secundarios restaurantes, hoteles,
escuelas superiores, etc.
Por lo que respecta a zonas verdes, estas áreas residenciales no
necesitan parques, dado que existe abundancia de paisaje natural.
Igualmente, serán innecesarios los grandes campos de juego de pro-
piedad pública. Para los estratos sociales inferiores deben preverse
jardines de infancia.
Si se combinan ambas tipologías (los tres tipos correspondientes
a la estratificación en cada uno de los tipos de carácter residencial)
-sin que en el supuesto del área residencial urbana animada se
subdivida conforme a estratos-, resultan siete tipos.
Por lo que concierne a la proporción cuantitativa de los tres
tipos configurados conforme al criterio de la "presencia" de la ciu-
dad, deberían construirse "zonas de ensayo" y recopilar luego las
experiencias que se obtengan.
Ahora queda todavía por ver la cuestión de la medida en que
existan posibilidades de realización, en general, de estos modelos,
considerando el hecho de que nuestras ciudades presentan ya una
creciente saturación de edificación y que la fundación de ciudades
nuevas en el futuro no ha de representar una proporción suficiente-
mente apreciable en el total de la actividad constructiva.
La respuesta es ésta: los modelos son igualmente válidos para
la renovación urbana que para la erección de ciudades nuevas o de
nuevos sectores de la ciudad. Se han de configurar los tres corres-
pondientes tipos de "zonas", con las modificaciones que sean pre-
cisas según el tipo de edificación empleado hasta ese momento y
conforme a la situación topográfica de la ciudad de que se trate,
con lo que las renovaciones, las acciones de saneamiento y las obras
de conclusión de los sectores urbanos ya existentes habrán de aco-
meterse conforme a los criterios contenidos en el modelo. Se puede
hacer que una zona residencial próxima al centro, que resulte ade-
cuada para ello, se transforme, mediante el asentamiento de deter-

337
22
minadas industrias y establecimientos mercantiles y públicos, en
un área urbana animada, y se debería impedir, mediante la oferta
de terrenos edificados y sin edificar, favorablemente situados para
ello, la penetración de las áreas residenciales urbanas animadas
(como Harvestehude) por la industria. El saneamiento cuidadoso
permite ya modificar esencialmente el carácter de un sector urba-
no. La renovación urbana debe producirse de manera cautelosa y
preferentemente afectando a espacios pequeños más que grandes,
pero conforme al principio de los tipos del modelo, para facilitar
al habitante de la ciudad una orientación inequívoca y una óptima
vinculación a su área residencial. Para hacer correcciones jamás es
demasiado tarde; en los próximos decenios habremos de acostum-
brarnos, sobre todo, a considerar que incluso los edificios ya no son
algo de vida tan larga como lo fueron en épocas anteriores.

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350
INDICE

Págs.

PRÓLOGO '" oo • • • • o ••••• '" ••••••••• oo • • • • • • • 9

PRIMERA PARTE.-LA CARACTERIZACIÓN DE AMBAS DISCIPLINAS 13

CAP. l.-Urbanismo , 15
l. Definición del urbanismo ." .. . .. . ... .. . ... .. . 15
1. El urbanismo como forma de la ordenación del es-
pacio .... o ••••••••••••••••••• '" •••••••• o •••••• '" 15
2. Rasgos característicos de la definición 18
a) Objeto; b) Tareas; c) Intenciones; d) Métodos;
e) Modalidades.
3. Resumen... 33
4. El factor tiempo '" ... ..; ." 37
5. El urbanismo como disciplina científica 38
n. "Autoconceptuación" del urbanismo '" ... 40
Introducción . .. ... ... 'oo ... .oo ... ... oo. . . '. 40
1. Las tendencias históricas ... .. . oo • • .. • .. 41
a) El urbanismo como política de la edificación;
b) El urbanismo como actividad artística; c) El ur-
banismo como política social; d) El urbanismo como
política económica; e) "Cientifización" del concep-
to; f) El urbanismo como reforma de la sociedad.
2. Epoca actual ... ... ... 57

CAP. n.-Sociología oo. '" 69


I. Definición de la sociología ... ... 69
Introducción '" '" ... '" . o. ••• '" ••• •o. ••• '" 69

351
Págs.

1. Notas características de la definición , 71


a) Objeto; b) Intenciones; e) Tareas; d) Métodos;
e) Modalidades.
2. Resumen , , 81
n. Servicios que la sociología puede prestar al urbanismo. 83
1. Sociología del urbanismo ... ... ... ". o.. ... 83
a) Inicios de una sociología del urbanismo; b) El
urbanismo coino institución; e) Actitudes de expec-
tativa; d) Imagen de la sociedad que tiene el urba-
nismo; e) Comunicación e interacción.
2. La sociología como ciencia auxiliar del urbanismo. 111

SEGUNDA PARTE.-FuNDAMENTOS TEÓRICOS DE UNA SOCIOLOGíA COMO


CIENCIA AUXILIAR DEL URBANISMO 129

Advertencia previa 131

CAP. l.-Teoría de la ciudad 133


Introducción .. , .. 133
l. Ciudad, gran ciudad, municipio ... 135
n. Enfoques teóricos ... ... .., ... ... 139
In. La ciudad como sistema ... ... ... o.. ... 143
1. Componentes físico-espaciales ... .. . .. . 149
2. Componentes sociales .. . . .. .. . . .. . .. .. . .. . .. . 151
a) Determinantes jurídicas, valores, normas; b) Es-
tructura; e) Funciones.
3. El género urbano de vida 168
4. Equilibrio... ... ... ... ... 176

CAP. n.-El modelo pragmático 185


l. Concepto de "modelo" y modelo pragmático 185
n. Componentes del modelo ... ... 192
1. Objeto del modelo ... . .. 192
2. Datos de conocimiento . . . . .. . .. . . . . .. 194
3. Datos finalistas ... .. . . ., ... 196
4. Enunciado del modelo ... . .. . .. ... .. . 199
III. Modelo pragmático y tecnología ... ... . ., 206
IV. Modelo pragmático y juicio de valor .... ,. 211

352
TERCERA PARTE.-MoDELOS PRAGMÁTICOS ... 219
Introducción ... .., ... ... .,. ... ... 221

CAP. l.-Modelo pragmático para la vivienda 223


l. Objeto del modelo o.' ••• '" ••• 223
n. Datos de conocimiento ... ... ... 228
1. La situación de la familia como factor determinante. 229
a) Enfoques iniciales; b) Estructura; c) Funciones;
d) Tipología de las exigencias funcionales
2. La situación del mercado como factor determinante. 256
3. La situación urbanística como factor determinante. 258
lIT. Datos finalistas .,. .. o .., ••• 262
N. Enunciados del modelo .., 264
1. Atributos del modelo .. . . .. .. . . .. .. . .. . oo • 271
2. Tipología de los requisitos y de los atributos del mo-
delo '" , '" 280
CAP. H.-Modelo pragmático para el área residencial '" 287
l. Objeto del modelo .oo '" ." '" ... 288
n. Datos de conocimiento ... oo, ... ... ••. '" oo. 296
1. La vinculación como factor determinante .. . . .. 296
2. Tipología de las exigencias funcionales .. . . . . . . . 302
3. La situación urbanística como factor determinante. 310
m. Datos finalistas ... ... ... ... ... 311
IV. Enunciados del modelo , '" '" 320
1. Características del modelo oo. oo. '" 320
2. Tipología de los requisitos y características del mo-
delo '" , '" '" 323

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18 uevo urbanismo 18

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