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Concepto:
Desde el plano jurídico, supone un complejo entramado de relaciones jurídicas entre una
multiplicidad de sujetos, que si bien se orientan hacia la misma finalidad económica, cumplen
distintos roles y poseen objetivos; a lo que debe agregarse la ineludible relación jurídica y de
consumo que se entabla entre ellos y los consumidores.
Encuadre jurídico:
Al igual que los clubes de campo, los barrios cerrados y agrupamientos industriales, los centros
de compras carecen de una legislación de fondo que regule la vasta y compleja red de vínculos
jurídicos que implica este tipo de emprendimientos inmobiliarios.
Desde la óptica de los derechos personales, la cuestión pasa por definir si la relación que vincula
a las empresas con el desarrollador del centro de compras constituye una simple locación o
supone la existencia de redes contractuales compuestas por contratos que vinculan a todos los
involucrados en el emprendimiento.
Es necesario advertir cuales son los objetivos y pretensiones de la empresa desarrolladora del
shopping y del negocio. No es lo mismo un centro de compras de proximidad con el objeto de
enajenar las unidades a las empresas interesadas en instalarse en el establecimiento
(determinación del derecho real apropiado para la realización del negocio) que promover la
construcción del shopping con el propósito de conservar la propiedad de este y administrar su
explotación, cobrando un alquiler a cada empresa que desea instalarse (posibilidad de
encuadrad el sistema en el marco de los derechos personales).
Es frecuente advertir que entre la empresa promotora y las que se instalan, se configuren
relaciones propias de los derechos personales que se determinan en un contrato por escrito. La
existencia de cargas y obligaciones se establecen claramente en un contrato instrumentado por
escrito.
Reglamento interno cargas y obligaciones que abarcan una compleja variedad de cuestiones
como los horarios de cierre y apertura de los locales, el importe a pagar a cada desarrollador,
expensas comunes y sus conceptos (iluminación, vigilancia, calefacción, limpieza, aportes al
fondo de promoción permanente (publicidad, marketing, mejoras, etc.), actividades prohibidas
en el complejo, determinación de productos y servicios a comercializarse, entre otros.
Se ha discutido arduamente si el vínculo entre los promotores de los centros con las empresas,
locales y espacios comunes se limita a una simple locación entre el propietario del complejo y
cada una de las empresas en particular o si es una red de contratos vinculados que une la
totalidad de involucrados.
En la práctica, este nexo entre el propietario y empresarios ha sido entre vínculos bilaterales, a
través de contratos de locación con administración centralizada, que al igual que el reglamento
interno, se caracterizan por ser predispuestos por el organizador del sistema en las condiciones
grales de contratación.
Existe consenso en advertir que el shopping implica una relación de colaboración empresarial
que, junto al reglamento interno, configura una red compleja de contratos conexos (cuando
para la realización de un negocio único se celebran una pluralidad de contratos vinculados entre
sí).
Ante la fuerte restricción que significa el sistema de numerus clausus, el derecho de propiedad
horizontal se erige como la figura que mejor se ajusta a las características del shopping (siempre
que el propietario del centro se proponga a enajenar el dominio de las unidades destinadas a
locales comerciales).
El centro de compras supone la existencia de unidades de uso exclusivo en conjunto con áreas
de cosas y espacios de uso común.
Una alternativa es constituir derechos reales sobre cosa ajena las empresas adquirirían
derechos reales sobre sus locales y áreas comunes, y el propietario del complejo mantendría la
nuda propiedad sobre el establecimiento. La mejor opción es el usufructo, que se constituiría a
favor de cada empresa sobre los locales en los que desarrollen su actividad y en favor de todas
ellas en relación a los espacios comunes.
Resulta importante analizar las relaciones entre el organizador del complejo y las empresas que
allí comercializan con el público que pretenden acaparar.
Desde el momento que el consumidor entra al local, nace un vínculo alcanzado por la ley 24.240,
en virtud del cual todos los integrantes del complejo tienen la obligación de seguridad y el deber
de responder frente a los daños que padezca el consumidor dentro del mismo,
independientemente de las cláusulas limitativas de responsabilidad que pudieran haberse
pautado.
Conclusión:
Es necesario contar con una regulación de fondo que se ajuste a las necesidades propias de este
tipo de emprendimientos. Si bien hay leyes generales (ley 24.240 y su modificatoria), la ausencia
de normas que establezcan los derechos y deberes de las empresas que integran el complejo
genera un ambiente de incertidumbre que no resulta propicio para el desarrollo de este negocio.
Si bien esto no ha detenido la expansión de los centros de compras en nuestro país, seguramente
brindaría mas seguridad a las empresas que se integran al mismo, favoreciendo mas aún su
desarrollo.
Un pronunciamiento expreso del legislador sobre este tipo de conjunto inmobiliario permitiría
disipar las dudas persistentes en la actualidad (luego de 30 años de la aparición del primer centro
comercial).