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Esta mujer que pide abortar debe ser escuchada y entendida, pues es un
"otro" que no está solo; es un "otro" en un grupo, cuyo personaje más im-
portante -para el ser en gestación y para ella- es su amigo, el que de-
bería sentirse y quererse, por amor a ella, corresponsable con ella de esta
nueva vida . Si la gestación se sufre para obedecer a la ley, pero con un
profundo, doloroso y reivindicador rechazo de la progenitora y del pro-
genitor del niño, ese embrión, ese feto, se desarrollará carnalmente, en
el corazón a razón con su madre y su entorno inmediato, como un ter-
cero excluido, simbólicamente rechazado . Y la madre genitora será el primer
huésped que lo rechace, sin lenguaje de amor, y que lo inicie en su es-
tatus de huésped enemigo. Una madre sólo es madre, en el sentido de
iniciación al amor, si el germen que gesta tiene para ella el sentido de re-
ferencia a aquel que con ella asume la humanización del niño, por sus
deseos parentales asumidos y concordados, en una esperanza conjunta,
que ese niño sostiene y enriquece cada día .
No se habla lo suficiente del papel de padre, papel que es como fil-
trado por la madre, más cercana al niño, pero que es extremadamente
importante . El amor maternal, en toda cultura, es función de imágenes .
En nuestra civilización cristiana, la maternidad se refiere a las imágenes
de la Virgen que tantos pintores célebres han representado . Quien con-
temple estos cuadros, no debe olvidar que mirando con amor a su hijo
y siendo mirada por él, es Dios quien se encuentra entre ellos . No un
Dios abstracto, sino un Dios viviente. "El niño Jesús y su madre" no for-
man una díada, sino una relación simbólica a la vez humana y sobre-
humana, una relación triangular, como ocurre, por otra parte, con toda
concepción, toda gestación, todo nacimiento, toda educación .
Ninguna teoría biológica puede explicar enteramente la fecundi-
dad que da al mundo un ser humano, inteligente, sensible y dotado de
palabra . Lo saben bien los ginecólogos, cuyas investigaciones se orien-
tan hacia el estudio de la esterilidad de las parejas cuyo amor no puede
encarnarse en un niño de carne . Una madre sin cónyuge, o que la aban-
dona aunque esté presente, puede apegarse fetichísticamente a su hijo,
constituyendo entonces con él una especia de díada patógena . Si esta
madre, fijada a su nió encerrado en su seno, luego puesto a su seno, se
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siente justificada por una supuesta ley moral que dice : "estás encinta,
conságrate a ese niño", o bien "estás encinta, el hombre que te fecundó
no quiere al niño, qué importa, debes saber que es tuyo, es tuyo incluso
contra su padre", entonces esta madre, cómplice de una ley desnaturali-
zada, desarrolla un amor fetichístico por ese niño, amor fetichístico que
debilitará su vida simbólica .
Un hombre, o una mujer, sólo puede desarrollarse en el orden sim-
bólico, si ama a una madre que ama en él al hijo de un hombre ; de un
hombre que en su realidad actual focaliza su deseo y no el de un hombre
del pasado -su padre, su hermano-, ni de un hombre imaginario ; un
hombre que la ame realmente, un hombre al que ese niño conozca y por
el cual se sienta amado paternalmente . Es en esta pareja donde se cons-
truye -por procesos sutiles que el psicoanálisis ha elucidado en la vida
inconsciente-, como figura de humanización de las pulsiones del de-
seo del niño, el complejo de Edipo y su corolario -el inevitable renun-
ciamiento al primer objeto de amor y de deseo genital conjunto . Esta
renuncia, impuesta por una triangulación sana, entrega al ser humano
su condición de mujer o de varón, y le significa su valor creativo y fe-
cundo, por la encarnación en el corazón de su ser de la prohibición del
incesto.
La encarnación cotidiana de esta ley de las sociedades humanas es
la única garantía de una estructura capaz de abrirlas vías de la transfigu-
ración de las pulsiones, en la creatividad, en la cultura, en el amor y en la
ternura por el otro, en un movimiento de "desinteresamiento"; palabra
impropia sin duda, pero que significa el interés verdadero de la libertad
de su deseo, fuera de la situación incestuosa . Es indispensable también
que los adultos tutelares estén ubicados, por su deseo genital, fuera del
lugar del niño, para que puedan soportar su desapego a su respecto y
dejarle acceder, en la medida de su deseo, a su autonomía en la vida so-
cial extrafamiliar; acceder a su desarrollo, sin que las potencias atracti-
vas de uno u otro adulto tutelar (que el niño percibe como frustrado)
dominen sobre sus propias potencias de cohesión psicosomática y de
deseo en los intercambios . En la vida social, el niño debe iniciarse en las
leyes de éstos, para que pueda estar pronto a sostener el nivel de sim-
bolización del deseo de vivir, de crear y de procrear, en compañía de sus
semejantes, atrapados como están entre fantasmas y realidad.
En cuanto a ciertos nibs, sean precozmente fetiches de su madre,
sean--lo que equivale a lo mismo- afectivamente rechazados al mismo
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medicina se ha vuelto tan sabia que se cura hoy el cuerpo enfermo de to-
dos los niños que antes morían en tierna edad, que morían cuando sus
fuerzas se agotaban sólo en su fisiología, cuando la falta de las fuerzas
dadas por padres amantes o proporcionadas por la alimentación simbó-
lica de los intercambios culturales con el entorno, les impedían resistir a
las potencias de muerte.
Un niño psicótico ya no sufre, quizás, pero antes, en el estado de
feto, de lactante, es una bola de angustia, hasta el día en que, incapaz
de alegrías intercambiadas, entre los 3 y los 7 años, demasiado inadap-
tado al código de comportamiento y de lenguaje, desprovisto para él de
sentido, abandona. Se lo nutre, se lo envuelve, se lo viste, se tiene lástima
de él, se decide por él y él sufre, en su angustia, por no haber tenido la
posibilidad de amarse a sí mismo . Si este momento de aislamiento es pre-
cocísimo o simplemente precoz, su estado es casi irreversible . Un niño
psicótico, inadaptado, sólo lo es porque ha encontrado condiciones de
vida, en su primera infancia, que lo hicieron desesperar de sí mismo y
de los otros, al quedar arrinconado en su soledad, mortífera en el caso
de un niño .
La ruptura del vínculo de amor con su propio ser proviene del he-
cho de que ese lazo de cohesión se ubica como eco del lazo de amor
triangular. Su indispensabilidad no le ha sido significada en el lenguaje
de las palabras y de los gestos, y menos aún en ese lenguaje mudo del
deseo que se origina en la acogida que le dan sus padres, en nombre de
la pareja que forman . Este es por cierto el caso de esos niños que sin-
tieron durante todo el tiempo de su gestación y de su primera infancia,
que estaban de más . La indiferencia hacia su persona se disfraza a ve-
ces de amor fetichístico, pero el niño siente ese amor, ya lo he dicho,
como algo profundamente descreativo : ser una muñeca viviente que se
exhibe en sociedad, o un sustituto de "conejo de felpa", de una madre in-
fantil que se ocupa de ocuparse de su hijo, o de una mercenaria que vive de
él; o si no, ser el objeto de una fijación rapaz de cada uno de sus geni-
tores, cuyo único motivo de permanecer juntos es ese niño, que se dis-
putan el derecho de posesión sobre su progenitura con odio recíproco,
o con odio mutuo de las respectivas líneas genéticas.
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entonces lo hacen corriendo peligro, luego de este ensayo que por pru-
dencia habían intentado con un médico, o bien, por desesperación o es-
tupidez no se atreven a decir nada más y conservan a ese feto que es para
ellas como un cuerpo extraño. No osan ni arriesgarse a destruirse en un
aborto clandestino, ni suicidarse, pero sus pensamientos sólo giran en
torno de estas soluciones de desesperación frente a sí misma, frente a
los hombres, frente a la sociedad .
El feto que gestan, si llega a ver la luz del día, será marcado por
ello como por el primer sentido de la relación con los otros : morir, morir,
sobre todo no llegar a ser un hombre a imagen de ese miserable irrespon-
sable, ni una mujer, a imagen de esa víctima, sustraerse a vivir . Su deseo
y a veces sus necesidades estarán de acuerdo con el deseo en el que lo
iniciaron sus nueve meses. Estos niños se transforman así en esponjas de
negativismo y de angustia .
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caía en la trampa, que buscaba sin saberlo por actos fallidos referentes a
los medios anticonceptivos que ella conocía . Esta mujer se comportaba
como un animal acorralado, sin comprender el sentido de sus compor-
tamientos. Se hacía echar de los lugares donde trabajaba, o despistaba
a sus amigos desapareciendo repentinamente . Nadie, y tampoco ella
misma, podía comprender ni impedir este proceso mórbido .
Esto se aclaró en el curso del análisis; esta mujer es ahora una
madre de familia que se desempeña perfectamente bien en su oficio,
y se transformó en una excelente esposa . ¡Pero qué angustias tuvo que
superar! Había venido al análisis porque quería suicidarse, iba de un
psiquiatra a otro desde hacía años por un estado depresivo casi con-
tinuo, del que sólo salía cuando comenzaba a sentir pasiones psíquicas,
que luego resultaban sin fundamento y algunas de las cuales sólo habían
durado el tiempo necesario para embarazarse, seguido esto de compli-
caciones pecuniarias y sociales en su trabajo. Luego, solitaria y a escon-
didas, cada vez se hacía practicar un aborto .
Mi primera pregunta, al escuchar lo que ella traducía de su de-
seo de suicidio, fue la siguiente : "¿Pero por qué no se suicida entonces?
¿Puede decirme por qué no lo hace?" Se quedó muy sorprendida, pues
comúnmente le bastaba hablar de su depresión para que el colega al
que se dirigía le hiciera en seguida una receta de calmantes o le prescri-
biera suspender el trabajo y guardar reposo, sin ir más lejos en la eluci-
dación de este pico de depresión sobre un fondo latente que se percibía
muy bien . Esta pregunta que le hice -según me dijo varias veces- la
despertó. Fue esta pregunta lo que abrió el diálogo, mientras que si la
hubiera compadecido, como cómplice de este estado neurótico, habría
tapado inmediatamente con palabras reconfortantes lo que tenía que de-
cirme . Pienso que cuando parejas, o mujeres solas, vienen a consultar
por un aborto, lo primero es preguntarle : "¿Por qué viene a consultar-
me? Si vienen a consultarme es porque algo en ustedes tiene necesi-
dad de la ayuda de otro, ayuda que quizás no sea sólo material . ¿Y si
habláramos un poco?"
Querría exponer un caso que mostrará qué cosa importante es un
aborto . Por mi parte, estoy del lado de quienes piensan que no hay a prio-
ri falta ni virtud, coraje ni cobardía, en el hecho de querer abortar, como
no los hay en el hecho de desear la continuación de un embarazo confir-
mado, haya sido o no conscientemente deseado antes de la concepción .
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rostro congestionado? ¿Usted sabe que muy a menudo los niños se vuel-
ven difíciles y tienen perturbaciones del carácter en relación con difi-
cultades, espirituales o de salud, que le inquietan en sus padres?" Me
respondió: "No, este color me vino progresivamente, sobre todo desde
hace un año, siempre tuve la cara rosada, practiqué deportes, pero ahora
no tengo tiempo de hacerlo ; mi clase me es muy pesada, querría salir los
domingos, la escuela está muy cerca de mi casa y nunca tengo ocasión
de hacer ejercicio, y el domingo tengo quehaceres en mi casa y ya casi
no salimos" . Le sugerí que viera a su médico .
Quince días después me dijo : "Vi a mi médico y me encontró 25 de
presión, es mucho para mí, me dijo" (tenía 32 años) ; "no quiere darme
nada ahora, primero me va a hacer exámenes y luego se verá, pero me
dijo que usted había tenido razón al sugerirme que lo viera" .
Después de estas dos o tres sesiones en que el tema de la muerte
en relación con la madre y los niños pequeños me parecía particular-
mente significativo, pregunté al niño, explicándole que sus dibujos me
lo hacían pensar, si no había habido niós muertos que tuvieran que ver
con él. Me miró, como lo hacía siempre, con sus grandes ojos abiertos
sin expresión . Siempre ocurría así cuando le hablaba directamente ; si
no le hablaba, estaba atareado con sus dibujos, bastante animado, pero
con una mímica muy pobre al explicar las historias inventadas que sus
dibujos representaban . Viendo su expresión particularmente aturdida,
le digo: "¿Me permites que pida a tu madre que venga, para que sepa-
mos si hubo algo como eso en relación con ustedes?" El niño asiente y
la madre vuelve al consultorio . Le pregunto, entonces, delante del niño :
"¿Hubo por casualidad un nib muerto relacionado con ustedes?" "No,
no, no lo veo". "¿No?, bueno, me parecía que su hijo estaba preocupado
por la muerte".
A la quincena siguiente vuelve la madre, entra con su hijo y dice
delante de Georges: "Usted sabe, volví a pensar en su pregunta del otro
día, ¿no podría ser mi mal parto? Hice un mal parto hace mas o menos
18 meses, pero no pensé en eso el otro día; pero en fin, Georges no lo
sabía" . El pequeño me mira con ojos aturdidos, y le digo : "¿Sabes lo que
es un parto, ya que tu mamá habla de un mal parto?" "No" . "Bueno, tu
mamá no te lo explicó, creía que eras demasiado pequeño". Y le explicó,
mientras su madre está ahí junto a él, qué es un buen parto : "Es un bebé
que está en la barriga de su mamá y que después de nueve meses está
listo para nacer, ya es capaz de vivir separado del cuerpo de su mamá .
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Es muy lindo decir que no hay que abortar "porque es un crimen ",
pero ¿qué se hace para ayudar a las mujeres?
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necesario apelar a todos los medios para que el sacrificio de una vida po-
tencial sirva a sus padres, a la inteligencia del corazón, y por qué no, a
la inteligencia de la vida espiritual.
Me pregunto si nosotros, los médicos, no tenemos tendencia a dar
un matiz terapéutico al embarazo. ¿Pero terapéutico de qué? ¿No sabe-
mos que hay médicos que aconsejan el matrimonio como medio tera-
péutico a homosexuales de los dos sexos, a caracteriales? ¿No somos tes-
tigos de embarazos aconsejados como terapéutica por ciertos médicos,
para levantar el espíritu de una mujer que no sabe a qué dedicarse, o
para arreglar a una pareja que anda mal? Como si un feto y un niño que
nace debieran sostener el peso de apuntalar a sus padres incluso antes
de llegar al mundo, mientras que en cambio necesitarán durante los
primeros años de su vida del más pleno amor que les pueda dedicar una
pareja . Si un niño es concebido como el sostén de sus padres, equivale
a darle un lugar de abuelo y no de hijo a hija . Hay también muchos cas-
tigos que se aplican a los niños y que se considera que son terapéuticos,
porque se dice que es por su bien ; en efecto, muchas correcciones aplicadas
a los niños son terapéuticas, pero sobre todo para sus padres, que alivian así sus
nervios.
Impedir por todos los medios que una mujer aborte sólo es tera-
péutico para el médico . ¿Por qué? Porque el aborto, pensar en él, prac-
ticarlo, angustia al médico: ¿la función del médico es hacer morir o per-
mitir que se viva mejor? He aquí lo que piensa en el fondo un médico
que oye hablar de aborto . La cuestión reside justamente en eso, pero
planteada de otra manera : ¿que viva quién? ¿que muera qué? Dar vida
carnal, mantenerla materialmente sin intercambios de lenguaje, sin la
alegría y sin el amor, no es dar ni mantener la vida, o más bien es dar la
vida a un prisionero confinado .
El papel de cualquier persona que reciba la confidencia de una mu-
jer que está decidida a rechazar a su feto es, en primer lugar, oír lo que
dice, comprender su angustia, devolverle confianza en sí misma y quizás
en ese "otro" futuro, que ella gesta como si fuera un tumor Si una mu-
jer decide libremente conservar un embarazo, aunque había venido con
el propósito de abortar, quizás sólo se deba a que ha descubierto al ex-
presarse -tan contradictorio es el ser humano- una lumbre de espe-
ranza, una promesa de alegría para ella, una promesa para su línea fa-
miliar, si el niño que ella gesta es hijo de su amor por quien lo engendró .
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Pero declarar a una mujer encinta que es un crimen para ella abortar,
sin ir más allá, en mi opinión sólo es un acto terapéutico
para el médico mismo, que conserva así
la sensación de buena consciencia.
No se complica en un asesinato inmediato, pero no ha hecho nada para
comprender el drama humano en que se debate esta mujer, y que ya está
sufriendo ese futuro niño. Ahora bien, la medicina humana no es eso,
no es ni una medicina veterinaria ni una medicina de almas cándidas ; se
trata de sostener en todo ser humano que acude a confiarse a nosotros,
su fe en sí mismo, cualesquiera sean sus debilidades, sus cobardías, y su
fe en los otros, aunque en el incidente actual haya sido horriblemente de-
cepcionado, horriblemente explotado o envilecido en su dignidad . Sólo
habremos realizado nuestro trabajo si devolvemos una total dignidad
humana al ser que viene a hablarnos y si por nuestra parte reconforta-
mos y devolvemos la esperanza a la mujer encinta. Y también si le hemos
dado los medios materiales actuales y futuros para enfrentar su decisión,
sea esa decisión la de conservar su embarazo hasta el nacimiento, o la del
aborto en el curso de ese embarazo, cuando la mujer opta por esta úni-
ca salida considerada por ella como un mal menor. Si toma la decisión
de abortar, sepamos que a esta mujer hay que volverla a ver, reconfor-
tarla, sostenerla después del aborto, cuando la situación de peligro in-
minente ya esté resuelta y superada la inquietud material y espiritual
inmediata.
Queda aún un trabajo por hacer con esta mujer, para que reen-
cuentre su camino y aproveche para su desarrollo ulterior psíquico y
social la experiencia que ha vivido. Sólo puede hacerlo hablando con
confianza a aquel o aquella que supo oírla en el momento de la más
aguda desazón, y con cuya estima puede contar El sentido del narci-
sismo, del amor de sí mismo, tiene su fuente y sostén en el deseo; el de-
seo es también la fuente del impulso hacia los encuentros con los demás .
Es por ello que después de un embarazo, como después de un aborto,
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Las leyes actuales de adopción son, por una parte, engorrosas para los
padres adoptivos, y por otra dañinas para el niño, que no puede ser
adoptado hasta que tiene varios meses . Sabemos que muchas madres
a las que se reprocha porque desean abandonar a su hijo reciben asig-
naciones familiares, pero la experiencia demuestra que abandonan al
niño en varios tiempos. Pagan al comienzo a una nodriza, lo va a ver de
tiempo en tiempo, luego poco a poco van espaciando sus visitas y con
ello lo ponen legalmente en la incapacidad de que lo adopten, lo que es
el trágico resultado actual en muchos casos de estos abortos evitados .
Yo propongo algo totalmente diferente . Los padres que quisieran
adoptar tendrían que pagar, durante tres años, una suma córrespon-
diente a la mantención anual de una mujer encinta ; digo anual, porque
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