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Es cierto que la producción filosófica, y más aún, metafísica, que los viryas pueden llegar a pergeñar sobre

distintas especulaciones o interpretaciones fundamentadas en la SH expresa, u otros temas apenas


esbozados en ella, es benéfica, pero aquello debería hacerse desde un criterio gnostificador que provenga
de la sabiduría pontificia del Yo despierto y no desde las respuestas acomodaticias de la estructura
psíquica. Claramente, esto no sucede en este texto, o por lo menos no en la epistemología en la que se
basa, en un principio, para dar argumentación a los manifestado, inspirado desde la visión irresuelta
sexual de la psique racional más que en una reflexión antimaterial del Espíritu. Pues el texto ya principia
desde una consideración puramente analítica y relativamente simplista de una patología sexual como es
el incesto. Veamos.

Pero debemos decir, primero, que cuando Croy afirma que el origen de la “punibilidad-deseo” del incesto
se encuentra en la relación psicofectiva que desarrollan madre e hijo en las etapas tempranas de la
crianza, en ningún momento afirma que el origen del desarrollo sexual en general se explica bajo esta
dinámica, sino solamente el incesto como parafilia específica. Aun así, dicha aseveración es falsa. Si
tomamos en cuenta que la relación orgánica entre la madre y el hijo es el primer estadio de contacto
carnal y sentimental que tendrá este segundo, es lógico, pues, indicar que el descubrimiento y la
manipulación de las zonas erógenas de parte de ambos se configura como una escuela de aprendizaje
para el instinto sexual del niño, pero esto, lejos de ser un escenario de fructificación de patologías
sexuales, es, justamente, el curso natural de la evolución psíquico-orgánica de los animales. ¿Quién
aprende qué es un seno si no es por haber reconocido tal ente en su madre? ¿O, desde luego, quién
aprende a manipular su órgano sexual si no es por la asistencia de ella? El desarrollo afectivo y sexual
temprano junto a la madre nunca se configura, per se, como una fuente de CARGA ARGUMENTAL
PATOLÓGICA SEXUAL, pues es en la familia, y no en otro lado, donde se empieza a descubrir el valor
(sentido, designio) del sexo opuesto como cuerpo y como alma, siempre de forma ilustrativa empírica y
no así patológica. Todo esto, claro, hablando sobre un concepto de “normalidad”.

Pareciera ser que Croy tiene como objetivo INSTITUCIONALIZAR como algo natural el desarrollo particular
de la patología del incesto como algo de la generalidad psicológica que proviene de una estructuración
por sí misma sexualmente patológica, es decir, de la maternidad. Todos (hablando ilustrativamente)
hemos recibido caricias y besos de la madre, entonces necesariamente desarrollamos la atracción sexual
para con ella, y no sólo eso, sino que ella (lo mismo en el caso de la hija y la hermana) “siempre lo desea”,
como si se redujera a la mujer en general al perímetro de la degeneración prostibularia; y para colmo, ella
es la “perversa” al negar darse placer y dar placer a los caballeros de la familia. Para desnudar este
sinsentido, es menester diferenciar entre inclinaciones y perfiles diferentes que motivan el desarrollo de
tal patología.

El incesto es un problema de ámbito SEXUAL BIOLÓGICO en primera instancia. El incesto en definición


rígida, es el contacto carnal entre miembros de un mismo núcleo familiar consanguíneo, divergiendo las
opiniones entre los grados de parentesco a los que se extiende su conceptualización. El coito en su
aspecto puramente animal, como es de saber general, se produce por la atracción sexual que existe entre
los cuerpos de la pareja sexual, y tal contacto entre miembros de una familia, en primer lugar, siempre
será de esta índole como en toda otra situación que desemboque en el contacto carnal eventual. En
resumen, el incesto se produce en una primera etapa por el tan sencillo y animal-humano hecho de
encontrar atractivo el cuerpo de la prima, la hermana o la madre. Claramente, tal inclinación primordial y
natural (al ser las miembros femeninas de su familia las primeras mujeres con las que interactuará
íntimamente) del hombre se socaba al entrar éste en la sociedad humana abierta de la maduración y
desarrollar el segundo estadio de la sexualidad, que deja de lado lo pedagógico y psicoafectivo de lo
familiar para dar paso al avance sentimental y pasional con la mujer de carne general. En esta etapa de la
gestación de la psico-sexualidad humana, pueden darse X casos patológicos de ostracismo y/o
subdesarrollo en que el proceso natural de aprendizaje se desestabiliza y degenera, dando como resultado
el estancamiento en el deseo carnal por la hermana o la madre. No entraremos en ello, pero diremos que
tal casuística se da, mayormente, en grupos familiares pasú y de animales gregarios diversos de hábitat
muy primitivo.

En un segundo instante, el problema del incesto (como en realidad sucede con la generalidad de
patologías psíquicas, especialmente sexuales) se torna, como argumento dramático, en un ámbito
PSICOLÓGICO-EMOCIONAL. La patología sexual de índole anímico y no puramente carnal (instintivo) es
un fenómeno propio de los viryas, al ser el Encadenamiento Espiritual el origen esencial del amor
sentimental humano. La elucidación de tal escenario, como queda a la vista, no puede ser motivado,
solamente, por el contacto físico-afectivo con la madre. Existen casos en donde el incesto no obedece, en
su complexitud, a la atracción sexual natural entre cuerpos, sino por determinaciones de diversos
paradigmas que hacen a la sociedad moderna, tan enfermiza y psicótica, desde el abuso, la venganza, la
perversión proyectada, etc. El incesto es para los viryas, entonces, un problema que se origina de
cuestiones irresueltas y traumas (en proposición activa se denominan perversiones) surgidos por la crisis
existencial que provoca el encadenamiento DENTRO del proceso anímico del arquetipo familiar. En tal
medida, tanto el instinto puramente animal como la motivación psicopatológica de índole emocional (a
la única que se puede denominar ciertamente así), son causales para el desarrollo efectivo de tal
patología. En este punto es interesante anotar que, toda relación, y en especial la sexual, se ve envuelta
en una disputa por asumir el dominio del otro; así mismo, el incesto sería también una manera, consciente
o inconsciente, de manejar el equilibrio de fuerzas y jerarquías dentro de la familia.

Es en este punto en que el incesto pasa a ser tratado como asunto axiológico, es decir, de la moral. Cuando
un comportamiento nocivo específico (como amenazar el buen proceder el arquetipo familiar) comienza
a propagarse en la sociedad (merced a la ingeniería social que vienen implementando los demonios de la
materia), los canónigos del pensamiento y de las costumbres crean los preceptos moralizadores para
controlar y dirigir a la grey societal fuera de estos “efectos secundarios” de su plan; aunque hoy en día,
todas aquellas codificaciones morales están siendo desechadas por los mismos actores, pues ahora el
“nuevo plan” sería que se pudra todo. El incesto fue regulado, sin embargo, en todas las comunidades
étnicas, sean arias o del pacto cultural, pero quedando despojado de toda culturalización psicológica por
tribus primitivas de pasús y similares antropoides. No se sabe si fue por mandato arquetípico o por
entronización espiritual la prohibición de la practica animalesca del incesto, pero digamos que la
punibilidad moral se lo añade el hombre ario, el Cromagnon, a su comunidad tribal desde su separación
con el pasú, quien vivió y se desarrolló sin saber nada de “la culpa” de verse desnudo ante el Creador.
Entonces es que aparece, o se configura, una tercera etapa aún en la problemática del incesto, que se
remite a tales legislaciones y que adquiere un ámbito eminentemente ESPIRITUAL. Y es, precisamente, el
que se olvida de pleno en el tratamiento de este tema.

Todos sabemos que el incesto fue condenado y penalizado tanto en los preceptos de las comunidades
arias como del pueblo hebreo (sólo tomaremos ambas facciones por ser el resto elementos donde no
entran en pugna los designios normativos directos de los dioses), pero que tal práctica fue ACEPTADA Y
HASTA SACRALIZADA en momentos de necesidad o extrema urgencia. Tenemos pues, por ejemplo, a la
tradicional yunta entre hermanos de sangre que se oficiaba en los pueblos arios a punto desaparecer
como gens o de perder la fuente de su aristocracia de sangre, esa “sangre azul” que los nobles debían
proteger a toda costa para mantener la continuidad de la regencia imperial. De igual manera, los judíos,
dentro de su más íntima y recóndita comunidad sanguínea, practican el racismo endogámico para
mantener “pura” la impureza de su genética satánica. Este es el caso de Lot por ejemplo: Israel es hija del
incesto. Los pormenores de esta ambivalencia sólo los podremos entender desde la perspectiva de una
noología estratégica.

Sin embargo, debemos disgregar un poco para entender el fenómeno a cabalidad, en su prólogo por lo
menos. Se olvida con premura que el fenómeno ontológico de la familia no solamente es ya un
“arquetipo” psicoideo dibujado por el Demiurgo para modular, especialmente, en la entelequia a sus
creaciones orgánicas y sociales pasú; sino también una REALIDAD SOBREMANERA RESIGNADA mediante
el encadenamiento espiritual, y por ello NO PODEMOS conformarnos con tratar la patología sexual
intrafamiliar como un problema simple del alma y de la moral a la cual manosear sin ningún peligro de
orden gnóstico. Desde que se añade, o más bien, se inscribe el Símbolo del Origen en la sangre astral del
pasú, la familia como desarrollo fiologenético de un sólo egregor que comanda varias mónadas, queda
imbuida ahora con una relación MINNÉICA que comanda varios Yoes o miradas gnósticas (¿de un mismo
o de varios espíritus?) Esta comunidad no sólo de almas, sino de Egos, es el fondo de la cuestión cuando
se debe tratar el tema del incesto dentro de la familia de sangre hiperbórea. En tal caso, no solamente se
estaría comerciando carnalmente con entes ilusorios, aun a título de familia, sino que también con
realidades espirituales de las que no podemos tener dato cierto por no estar dilucidadas en la obra de
Nimrod con precisión. Además, el misterio se torna aún más obscuro y delicado cuando se nos dice que
Freya es, además de compañera, HERMANA de Wotan, como que la pareja original de cada uno lo es en
el Origen. ¿Cómo entender esta enunciación, de manera literal acaso? Claro que no, pues estamos
hablando de esferas de la divinidad inorgánica y pura.

Para terminar, observemos bien, con detenimiento y determinación, la dinámica del incesto a nivel
metafísico y ya no puramente psicológico personal. A diferencia de Croy, yo diré que el incesto proviene
de la figura masculina en el mayor de los casos, pero no por una degeneración irreal fruto de la naturalidad
de la maternidad, sino desde la hermenéutica entrópica y satánica de la evolución del universo que
encuentra su adalid en el alma macho degenerado. Veamos cómo es a imitación del Demiurgo, cuando el
padre viola a la hija, siendo el “Padre” cósmico quien disfruta de “fecundar” a las criaturas nacidas del
vientre de su creación, y la Creación que disfruta de ser designada por su progenitor a su vez. A Binah, en
la mujer que se acuesta con el hijo o con el hermano, siendo que la Naturaleza disfruta de ser polinizada
una y otra vez por los hijos de su matriz, y éstos disfrutando a su vez de ello. Podemos extender en esta
índole de analogías, pero no será necesario, sólo resta decir que si existe alguien a quien le interesa a más
no poder el degenerar al virya en todos los vértices posibles, es al Judío, quien a su vez, es el campeón de
la enfermedad psicopátológica. El tema del incesto es muy complejo ya que no solamente atañe a los
misterios de la perversión patológica del sexo, que tiene su origen en el Encadenamiento, sino que
comprende en su contingencia muchos temas no abordados por la SH directamente y a los que se deben
echar luz desde una cavilación profunda de autoanálisis y no desde la comodidad de los argumentos
irresueltos del alma y del espíritu, y que se quieren poner como simplezas del desarrollo animal de la
psique que no suponen mayor pensamiento o introspección hostil y crítica.

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