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Agrietados caen los muros con la lentitud del tiempo, de aquellos castillos que alguna vez fueron

baluartes de la Eternidad. Desmayados en pedazos en la tierra yerma de aquellas praderas solemnes y


umbrosas, tan secas de tanto beber esa sangre sagrada que ha iluminado como ninguna otra este
espectro de mundo. Y mi espíritu decae con ellos.

La misma desesperanza que sucede a las grandes derrotas de nuestra Tradición alzada en imperio y que
son engullidas por un apocalipsis de agua y légamo, trepana mi corazón verde infierno, que se va
apagando sin suspenso, con un susurro de lira desgarrada, como el viento que tañe lacrimoso entre las
heridas gigantes de estos monumentos profanados.

¡Y, ay, cómo sufro en las noches de añoranza de esa tierra marcescible y lejana, pero que siento cuna de
mi sangre y mi virtud!

¡Y, ay, cómo el insomnio roe mis fantasías sobre Damas níveas e inmaculadas, caballeros desposados
con su espada y tesoros de la más inexistente realidad!

Y ay, cómo las coplas del Amor estival se pierden, como hojas marchitas, una a una de mi memoria…

Abatido y obscuro es el destino de los alcázares del Fuego Secreto, donde alguna vez brilló la Luz
Increada de la Obscuridad Infinita, cual piedra líquida dentro de una copa hecha de la magia más
desconocida. Los siglos del mundo y de mi alma son testigos y cómplices de esta humana y satánica
felonía, pues solamente puedo clamar ante los dioses con esta pluma alicaída, pero que tiene por tinta
la furia y la nostalgia.

Oh, existencia ruin e inicua, ante tu afrenta de ilusorio y morboso tiempo, solamente me queda un
furtivo Sol que da anhelos a estas historias de Pureza, que engastan, cual rocas de preciosa valía, mi
plateado escudo, el castillo de mi interior; y que no es más que aquella Paloma que una aciaga noche
signada por el giño de la Luna, alzó vuelo apechugando con brío el Tesoro prohibido desde una de
aquellas torres olvidadas, para perderse en destino incierto y dejando atrás una promesa de Honor a
aquellas almas juramentadas a de su frío afecto, que habrían de sacrificarse con alegría ante la locura de
las huestes del Kaliyuga.

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