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Crisis de autoridad en la familia…(y más allá).

Hijos que pegan portazos, que gritan a sus padres, que amenazan con denunciar ante
autoridades si le quitaste el celular, que no colaboran en tareas del hogar. Padres que
pierden autoridad ante la insistencia de sus hijos. Que reponen la bicicleta que le
robaron a su hijo del almacén (pero que no tenía el candado puesto), o el celular que se
rompió por llevarlo en el bolsillo trasero. Padres que salen volando a llevar la tarea que
la nena olvidó poner en la mochila otra vez. Que aceptan el “ya voy” de siempre que es
un “cuando quiera, si me acuerdo y si quiero”…

La propia historia personal de cada uno de nosotros como padres, como hijos, como
personas, y nuestra autoestima entre otros factores, dan origen a una serie de actitudes
que tenemos con nuestros hijos.

A menudo vemos padres incapaces de poner límites. La autoridad de los padres muestra
fragilidad porque también las instituciones están frágiles. Nos vamos a los extremos.
Antes, el maestro siempre tenía razón; hoy están continuamente siendo cuestionados en
su autoridad.

Parecería que los padres y otros adultos responsables no puede decir nada a los jóvenes
porque se les hiere en el amor propio, se les hunde su autoestima, se les recortan las alas
de su libertad, se les hace sentir mal y un sinfín de consecuencias nocivas, que les
pueden llegar, si les hacen cumplir con sus obligaciones y responsabilidades.

Atento…es normal que un chico intente vulnerar la voluntad del adulto. Es tarea del
chico desafiar y es tarea del adulto resistir.

De todas maneras creo que hay que volver a la función educativa del no. El no, en sí, no
es ‘traumático’, es humanizante; desde muy temprano, un niño sabe distinguir entre un
límite y una brutalidad contra él.

Quizás sea que la dictadura nos dejó miedo al autoritarismo, a la arbitrariedad, a la


impunidad. Pero la autoridad no es mala, sino necesaria y ordenadora. En una familia,
las reglas las ponen los adultos y los menores las cumplen. Porque la familia, aunque
tenga diálogo, es un sistema jerárquico, no democrático. Los hijos y los padres no
somos iguales, y eso no significa ser autoritarios, sino reconocer las responsabilidades
de cada uno. Retar no es dejar de quererlos y no hace que nos dejen de querer. Es bueno
recordar que los límites que no se impongan en casa se recibirán desde afuera (la
maestra, el profesor, el adscripto, la policía) y por lo general, de un modo menos
afectivo. Con el tiempo ellos entenderán que es necesario para vivir en comunidad,
tener las reglas claras de interacción; que las personas tienen deberes y derechos, y que
esta conciencia de ciertos límites básicos, ayuda a una convivencia más armónica en la
casa, en el jardín de infantes, en el colegio, con sus amigos. etc. Para ello es necesario,
que en el hogar exista una jerarquía clara de poder, con el liderazgo de los padres. Las
opiniones de los chicos son oídas y tomadas en cuenta… pero no mandan.

Como adultos, nuestra responsabilidad es volver al sentido de los límites. Y los límites
se logran cuando el adulto rescata su función crítica y orientadora a través de la palabra
y abre un espacio de reflexión, de pregunta y de relato posible. Si el adulto toma su
lugar, el niño y el adolescente retomarán el suyo. Para ello debemos ser coherentes y
reflexionar del por qué y cuándo decimos no. El adulto que mantiene su postura brinda
seguridad, protege y ofrece un marco adecuado para el crecimiento.

Y todos sabemos cuánto perturba la falta de seguridad. Ser padres responsables es una
tarea trabajosa; que requiere esfuerzo, reflexión, amor, constancia y paciencia. Mucha
paciencia…

Jessica Sosa Da Rosa

Psicóloga

Montevideo-Uruguay 095 325 375 2 695 79 93

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