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Hijos que pegan portazos, que gritan a sus padres, que amenazan con denunciar ante
autoridades si le quitaste el celular, que no colaboran en tareas del hogar. Padres que
pierden autoridad ante la insistencia de sus hijos. Que reponen la bicicleta que le
robaron a su hijo del almacén (pero que no tenía el candado puesto), o el celular que se
rompió por llevarlo en el bolsillo trasero. Padres que salen volando a llevar la tarea que
la nena olvidó poner en la mochila otra vez. Que aceptan el “ya voy” de siempre que es
un “cuando quiera, si me acuerdo y si quiero”…
La propia historia personal de cada uno de nosotros como padres, como hijos, como
personas, y nuestra autoestima entre otros factores, dan origen a una serie de actitudes
que tenemos con nuestros hijos.
A menudo vemos padres incapaces de poner límites. La autoridad de los padres muestra
fragilidad porque también las instituciones están frágiles. Nos vamos a los extremos.
Antes, el maestro siempre tenía razón; hoy están continuamente siendo cuestionados en
su autoridad.
Parecería que los padres y otros adultos responsables no puede decir nada a los jóvenes
porque se les hiere en el amor propio, se les hunde su autoestima, se les recortan las alas
de su libertad, se les hace sentir mal y un sinfín de consecuencias nocivas, que les
pueden llegar, si les hacen cumplir con sus obligaciones y responsabilidades.
Atento…es normal que un chico intente vulnerar la voluntad del adulto. Es tarea del
chico desafiar y es tarea del adulto resistir.
De todas maneras creo que hay que volver a la función educativa del no. El no, en sí, no
es ‘traumático’, es humanizante; desde muy temprano, un niño sabe distinguir entre un
límite y una brutalidad contra él.
Como adultos, nuestra responsabilidad es volver al sentido de los límites. Y los límites
se logran cuando el adulto rescata su función crítica y orientadora a través de la palabra
y abre un espacio de reflexión, de pregunta y de relato posible. Si el adulto toma su
lugar, el niño y el adolescente retomarán el suyo. Para ello debemos ser coherentes y
reflexionar del por qué y cuándo decimos no. El adulto que mantiene su postura brinda
seguridad, protege y ofrece un marco adecuado para el crecimiento.
Y todos sabemos cuánto perturba la falta de seguridad. Ser padres responsables es una
tarea trabajosa; que requiere esfuerzo, reflexión, amor, constancia y paciencia. Mucha
paciencia…
Psicóloga