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Algunas cuestiones del periodo medieval del castellano identificadas en el Amadís de


Gaula.

Por: Anehel Ramírez

Es muy probable que al momento de la lectura del Amadís de Gaula (1492 o 1504) cualquiera
que no se haga llamar estudioso o crítico de la literatura, se contemple frente a una obra
ciertamente retirada de nuestro muy gastado -y por gastado quiero decir ordinario- modo de
vida. A pesar de su naturaleza inaprensible, la Posmodernidad como algo en constante estado
de construcción y deconstrucción, resulta ser bien digerida por sus habitantes. Ahora, intentar
comprender un mundo que hace seis siglos apenas nacía, y eventualmente tomaba algo de
aquí y de allá, resulta una tarea complicada.
El Amadís de Gaula es de la autoría de un “oscuro caballero” tal como lo nombra Arturo
Souto en su introducción a dicha novela, su nombre, Garci Rodríguez de Montalvo. Sobre él,
dicho autor comenta lo siguiente:

debió nacer en época de Juan II, dedicarse a la carrera de las armas desde muy
joven, participar en varias batallas, quizá en la conquista de Granada, (...)
Aunque bastante inculto, era asiduo lector de literatura heroica y caballeresca,
moralista, embustero, y escritor infatigable, torrencial (IX).

Según Souto, la primera edición del Amadís que hoy se conoce -y que muy probablemente no
es la prínceps- fue impresa en 1508 en Zaragoza.
Una larga historia de gestación de un nuevo mundo y su respectivo modo de vida se despliega
entonces desde la conquista de los romanos a los íberos -antiguos habitantes de la Península
Ibérica, hoy España- a la escritura de este libro, más o menos situada por el siglo XV. Con el
propósito de comprender un poco más la situación previa a esta obra y su concerniente
contexto, me atrevo ahora a exponer brevemente, y a manera de sumario, una pobre
cronología sobre aquellos hechos históricos.
Los romanos aparecieron en la Península aproximadamente por el año 226 a.n.e, a partir de
ese momento comienza el llamado período de romanización; lo que significó para los íberos
que romanos, judíos, musulmanes y germanos echaran junto con ellos los cimientos de una
nueva realidad humana: la Hispania. La monarquía, el sistema económico feudal, la constante
entrada y salida de navegantes y mercaderes con fines exploratorios y de explotación fueron
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las constantes de este período de colonización que duró aproximadamente dos siglos. No fue
hasta el año 218 a.n.e. que las legiones romanas desembarcaron en el territorio de Ampurias
con el propósito de conquista, y estas mismas continuaron arribando a la Península hasta el
año 201.
Durante tal periodo, en el año 206 a.n.e. cae Cadiz, el último reducto Cartaginés y de esta
manera Hispania, derrotada, se convierte en una provincia romana. Posteriormente se dieron
las últimas guerras de hispanos contra romanos con el ya muy infructuoso deseo de recuperar
algo de su territorio o identidad. De hecho, es del 26 al 19 a.n.e. que se da la última guerra
cantábrica por parte de los hispanos.
Finalmente, el gran Imperio Romano cae en el s. v; se ha germinado ya un mundo nuevo, su
incipiente modo de vida echaba raíces y se expandía por la Península Ibérica gracias a la
lengua latina y las estructuras socioculturales y político-económicas que los romanos
implantaron en estos territorios.
Jorge Fernández Jaén en su ensayo El latín en Hispania: la romanización de la Península
Ibérica. El latín vulgar. Particularidades del latín hispánico (2006) hace una distinción de lo
más pertinente en cuanto a las distintas clases de romanos que llegaron a la Península:

A la Península Ibérica llegan colonos, soldados, comerciantes de todo tipo,


funcionarios de la administración, arrendatarios e incluso gentes de baja
estima social, lo que evidentemente condicionó el latín hablado en esta nueva
provincia romana. Roma también llevó a cabo un reajuste de tipo
administrativo de las antiguas provincias Citerior y Ulterior (que habían sido
creadas en el año 197 a. C.

Cae el Imperio y la herencia cultural romana se ha naturalizado y digerido a gran escala, a tal
grado que ahora podemos referirnos a este territorio como la Hispania. Aunque en los
comienzos de la conquista el latín coexistía a la par de las lenguas aborígenes de la antigua
Península, puede decirse que a partir del s.v, se expandía por dicho territorio un latín
ciertamente romanizado, no estamos hablando ya del latín culto, el de Cicerón, hablado en la
Antigua Roma, sino de un latín vulgar, que sufrió ciertas transformaciones.
Las más significativas fueron las siguientes: el latín clásico conocía diez vocales, cada una
con su respectiva variante, larga y breve; en el latín vulgar desaparecieron algunas de estas (a
larga y breve se convirtieron en A, o breve y u larga en O, y i breve y e larga en E) dando
lugar únicamente a siete vocales, esto en cuanto a la lengua oral.
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Otra de las consecuencias de la descomposición del Imperio Romano, fue que este
acontecimiento propició que cada una de las provincias romanas que existían en la Península
se volvieran estados independientes de la gran metrópoli. Por lo tanto, en lo que respecta a la
lengua, en cada provincia se produjeron cambios fonéticos y gramaticales conforme al
sustrato étnico y las diferencias dialectales del latín hablado en cada uno de esos territorios,
dando lugar así, al romance hispánico. En resumen a este periodo, que a grandes rasgos
abarca de los s. v-x, se le conoce como periodo preliterario.
A continuación viene el periodo del castellano antiguo (s. x-xiii). A partir del s. x se de una
expansión política del Reino de Castilla por toda la Hispania, y sucesivamente, su unificación
con el Reino de León.
En aquel momento, la lengua escrita en la Hispania seguía siendo el latín, como prueba de
ello, se conservan unos cuantos documentos de orden jurídico y comercial, de igual forma
unas llamadas Glosas emilianenses y silenses que según Litvinenko en:

nos hablan, a rasgos generales de algunos aspectos idiomáticos del dialecto


navarro-aragonés de ese periodo. Representan textos latinos de carácter
religioso con algunas anotaciones al margen de la lista: explicación en
romance de algunas palabras ya desconocidas para la Hispania de esa época o
simplificaciones de frases latinas, adaptándolas al uso popular (30).

Por fin, en el s. xii se da lo que se considera el primer texto literario en castellano antiguo, se
trata del Poema del Mío Cid , de autor anónimo, compuesto aproximadamente por el año de
1140. Posteriormente se dan a conocer las poesías de Gonzalo de Berceo, el poeta más
antiguo del que se conozco nombre; textos como el Libro de Alexandre, obra en verso en que
se narra con abundantes elementos de tipo fabuloso la vida de Alejandro Magno, y escrito en
cuaderna vía, obra, a su vez, representante de la figura del mester de clerecía, y el Poema de
Fernán González, en que, de igual forma, se da muestra de aquella figura y cuyo contenido es
el de un cantar de gesta que narra diferentes hechos históricos de la vida de este personaje.
Enseguida, nos situaremos brevemente en el período al que la obra que hoy nos ocupa
pertenece; se trata de la Baja Edad Media y por lo tanto nos situamos en el periodo del
castellano medieval (s.xiii-xv).
A finales del xiii se da en toda Europa una crisis de quiebre del sistema feudal, sistema que
imperó desde la conquista hasta ese entonces. Esta crisis, cuyas repercusiones fueron
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mayormente notables en los dos siguientes siglos, afectó, desde luego, la estructura socio-
económica, así como el poder político, y las instituciones religiosas.
Consecuentemente, un numeroso flujo de habitantes del sector rural, emigraron a al sector
urbano a causa de las grandes epidemias que se desataron y en busca, también, de renovación
y nuevas oportunidades. Esto, según Elisa Barrajón López en su ensayo El siglo XV. La
transición del español medieval al clásico provocó, lógicamente, el crecimiento de los
núcleos urbanos y un alto uso de la moneda, consecuencia del desarrollo del sistema de
comercio. En lo que al aspecto cultural concierne, Barrajón añade que se tiene una gran
admiración por la cultura clásica, “en la corte o en los palacios enseñan maestros llegados de
la propia Italia, como Pedro de Anglería o Lucio Marineo Sículo”. En cuanto a la lengua
hablada en este periodo, la autora comenta que:

el idioma sufre ahora una unificación entre los dos grandes dialectos: el
castellano y el aragonés. El rey Fernando se castellaniza muy pronto, lo que
provoca que la lengua de Castilla se propague rápidamente por el reino de
Aragón. Los autores de la época alaban al castellano y la consideran una
lengua limpia y graciosa, capaz de decir las cosas con más claridad que el
aragonés.

Y por último, con respecto a los usos literarios, se dio un gran avance en la producción escrita
muy a pesar de que la imprenta aún no existía en ese momento; hubo, no obstante, una
distribución de ciertos textos, que, a falta de dicha institución, se tenían por obras de consumo
individual. Al fin, con el nacimiento de la imprenta, menciona Barrajón, se multiplican las
traducciones de los clásicos y esto ocasiona, desde luego, que la difusión literaria sea más
extensa. Ahora es momento de conocer más detalles acerca del Amadís de Gaula, para
proceder, por último con el análisis del periodo del castellano que en esta ocasión nos ocupa.
El Amadís, según Souto, en su bien instruido prólogo, es una obra que desciende no
únicamente de la tradición literaria castellana, existen también en ella rastros que nos obligan
a creer que portugueses, franceses y gallegos tejieron, en conjunto, esta noble y caballeresca
historia que, no es por demás decir, tuvo una bien aplaudida recepción. A la novela
caballeresca se le atribuían distintos orígenes: gótico (o germánico), arábigo, y grecolatino.
“La institución del caballero era de claro origen germánico” (xvii) menciona Souto, por otro
parte los combates narrados con maravillosidad y gran fábula, “el énfasis en las riquezas y en
los sueños” tienen más bien origen en las narraciones persas y arábigas.
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El sistema feudal, mantiene el autor, es fielmente representado en el Amadís y en demás


libros de caballería. Por cierto, por aquel momento, en la baja Edad Media, se experimentaba
una decadencia en el dicho sistema, y se habría paso a la sociedad cortesana; figuras como la
del burgués y conceptos como ciudad y aristocracia se formaban progresivamente. Sobre el
ambiente social representado en el Amadís, Souto indica que en la obra se ve representado,
mayoritariamente, el sector distinguido de aquella sociedad situada ya en el deceso de la
tradición feudal. En esta obra abundan reyes, reinas e infantas, caballeros, escuderos, obispos,
clérigos y ermitaños; poco se hablaba de los obreros y los pobres.
Como un aspecto cultural de relevancia podría rescatarse el gran sentimentalismo impreso en
el personaje del Amadís, un caballero que les es fiel a su amada Oriana hasta las más
intrincadas consecuencias. Esto, seguń el prologuista, nos habla de una tradición: el amor
cortés. “El caballero sirve a su dueña, su señora, le rinde homenaje, le debe lealtad; su
relación es muy parecida al nexo feudal que guarda con su señor” (xviii).
Y de esta manera podemos comprender que la obra en cuestión se sitúa en un período de
transición política, económica, y desde luego, el lenguaje se encuentra también en un proceso
de cambio y adaptación a una nueva realidad que prosperaría, posteriormente, en la
unificación de cada uno de los reinos que, al final del día, darían origen a lo que hoy
conocemos como España.
En fin, después de esta cuantioso material de contexto es ahora momento de identificar en el
castellano de la época medieval al que el Amadís pertenece, ciertos rasgos característicos que
nos permiten diferenciarlo de otros periodos.
Para esto, nos serviremos de algunos enunciados que he seleccionado como los más
representativos de las características que definen al español de la Baja Edad Media.
- “No muchos años después de la pasión de nostro redentor e salvador Jesucristo, fue
un rey cristiano en la pequeña Bretaña…” (5)
El primer aspecto a resaltar se encuentra en el adjetivo posesivo: nostro > nuestro. Esto tiene
que ver con la evolución de las vocales tónicas del latín vulgar al castellano, pues tenemos
que -o abierta deviene en el diptongo -ue cuando aquella se encontraba en una posición tónica
(Litvinenko). La conjunción e, proviene del latín et. Recordemos ahora que la posición en
que las consonantes se conservan en menor grado en la transición de estas lenguas es en la
posición final, de esta manera deriva en e y, posteriormente, evoluciona a y.
El tercer aspecto que nos interesa es el verbo copulativo fue que en este caso denota más bien
existencia, es decir, es equivalente hubo en su forma del español moderno hobo en español
medieval. Por lo tanto, podemos rescatar que existe una equivalencia entre las formas fue
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>hobo (estar/haber). Es evidente el cambio de f inicial a h y, de igual forma, la transición de o


>ue.
A continuación, en el discurrir del narrador se presentan casos como los que siguen: della y
dellos. Sobre esto podemos decir que, generalmente, las preposiciones y pronombres se
unificaban en una sola palabra que condensaba ambos usos gramaticales. Enseguida se
presentan palabras como crescida y conosció que en el español moderno devienen en crecida
y conoció respectivamente, este es un claro caso de vocales átonas interiores en que una de
ellas se pierde y la otra se conserva.
Un enunciado que presenta evidentes características del español de la Baja Edad Media es el
que sigue:
“El rey le dijo: “como quier que acontezca, no dejaré de decir os la verdad: sabed ciertamente
que yo soy el rey que demandáis”. En el caso de quier >quiere nos encontramos ante un caso
de apócope. Decir os, que más tarde evolucionaría a deciros > decirles, tal como menciona
Barrajón “Se usan indistintamente los pronombres os y vos, antepuestos o pospuestos al
verbo: daros/darvos”. En cuanto a demandáis, la autora menciona lo siguiente: “En el
paradigma verbal, -ades, -edes, -ides fueron sustituidos por -ais, -ás, -eis, -ís”, lo que nos
indica que la forma anterior debió haber sido demandades y se convirtió posteriormente en
demandáis.
En conclusión, podemos rescatar los siguientes puntos acerca del castellano de la Baja Edad
Media, según la autora previamente mencionada:

Con respecto a las vocales, creemos que en la baja Edad Media el sistema vocálico del
castellano era igual que el que poseemos hoy en día, es decir, habría cinco fonemas
vocálicos con distinción entre anteriores, centrales y posteriores; sin embargo la
incidencia no era siempre igual que la actual:
● Alternancia entre /ié/ e /í/ vigente, sobre todo, en los diminutivos.
● Alternancia entre /ué/ y /é/ limitada a unas pocas palabras y que tiene su origen en
ciertas condiciones morfológicas, esto es, en la confluencia de los sufijos -ero y -
uero.
● Eliminación del hiato, este proceso implica el traslado del acento desde la vocal
más cerrada a la más abierta, con la reducción de la más cerrada a semiconsonante
o semivocal y su consecuente eliminación del hiato a favor de un sólo núcleo.
● Vacilación entre vocales cerradas (/i/, /u/) y medias (/o/, /e/)
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Así como el uso de ciertos latinismos, italianismos, galicismos, catalanismos, helenismos,


y arabismos.

Bibliografía

1. Elisa Barrajón López et al.. "El siglo XV. La transición del español medieval al
clásico. "Cervantes Virtual. 2006. Cervantes Virtual. 2018
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-siglo-xv-la-transicin-del-espaol-
medieval-al-clsico-0/html/00f4a93c-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html.

2. Garci Rodriguez de Montalvo. Amadís de Gaula. México: Porrúa, 2009.

3. Jorge Fernández Jaén. "El latín en Hispania: la romanización de la Península


Ibérica. El latín vulgar. Particularidades del latín hispánico. "Cervantes Virtual.
2006. Cervantes Virtual. 2018 http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-latn-
en-hispania-la-romanizacin-de-la-pennsula-ibrica-el-latn-vulgar-particularidades-
del-latn-hispnico-0/html/00f48998-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html.
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4. Litvitenko,E. Historia del idioma español, Ediciones Quinto Sol. Buenos Aires. 1986.

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