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Una orden, un periódico y una carta.

“Esta patria es caribe y no boba”.


Bolívar a Santander.
8 de noviembre de 1819

Nunca pensó Antonio Rangel, estudiante aventajado del


Real Seminario San Buenaventura de Mérida, Maestro en
Filosofía, incansable luchador desde los comienzos de
la república al lado de los llaneros en las sabanas
barinesas y apureñas, coronel de caballería, y
formador de repúblicas, que la orden redactada para
el coronel Jesús Ángulo, desde el Cuartel divisionario
del Mantecal el 4 de octubre de 1818, sería tal vez
la única evidencia escrita que tendríamos los futuros
venezolanos cuando nos acercamos a los méritos de este
épico adalid merideño.

Contaba en esta apoca, el Coronel Rangel con 29 años,


emigrado desde Mérida el año terrible de 1814, es
enviado desde Táriba por el General Urdaneta, con
varios oficiales más hacia los llanos de Casanare,
provincia del mismo nombre, en donde formaron ejército
con Páez, quien también había llegado a Casanare
proveniente de Mérida cruzando la cordillera y todos
los llanos altos, en época de lluvias inclementes,
junto con su familia y otros serranos que lo
acompañaron.

La orden decía:
“Creo que cuando llegue el teniente Navarro con su
escuadrón ya tendrá U. reunida toda su gente y con
ella y la de Navarro debe U. marchar por los partidos
de la Cruz, si es posible hasta el Mijaguali, a
Morrones y Guanarito; y si logra entrar en estos
últimos pueblos, los reducirá U. á ceniza, sin
perdonar una sola casa ni persona, permitiéndoles a
las tropas el saqueo libre”.

“Si se encontrare con fuerzas superiores, se retirará


con el mayor orden, y si fueren iguales o menores, las
batirá y destrozará, remitiéndome todo hombre que
encuentre viejo o muchacho hasta la edad de siete años
sin que haya la más mínima consideración con persona
alguna”.

“Esta operación debe ser tanto más pronta, cuanto que


no llegue a entender los enemigos, y vaya U. a sufrir
una desgracia. Procure U. ir a marchas redobladas, y
volver del mismo modo; y el buen éxito de esta
operación, no dará a U. a entender donde se dirija a
persona alguna. Procure U. también llevar el mejor
orden en sus marchas: que toda la gente vaya reunida,
sin dejar dispersar a nadie, ni aún a corta distancia
del camino, pues muchas veces en la cogida de un
soldado por el enemigo consiste el mal éxito de la
empresa, y nadie es responsable sino U.”

“Efectuada esta operación regresará U. á Caño Bravo,


dejando la guerrilla de Navarro en la Cruz en caso de
que no haya una novedad: que recorra aquellos
partidos, y U. los de su pertenencia; de donde me
enviará el capitán Alvarado con las mulas y demás,
como también, los hombres sueltos que el expresado
capitán lleva en una lista”.

“Encargo a U. muy particularmente que la tropa de su


mando guarde la mayor subordinación con sus
superiores, pues la ciega obediencia a sus jefes y
oficiales, es una de las bases más fundamentales en
que se tiene esperanza de la victoria, aun cuando se
combata con cuatro hombres a un numeroso ejército. No
necesita U. más que tomar ejemplo de sí, pues U. es
un jefe y debe hacerse respetar, de modo que lo que
U. mande se cumpla inmediatamente, sin que para el
haya réplica ni protesto alguno”.

“Bien sabe U. que lleva a la operación indica mucha


parte de mi división, y a mi apenas me quedan 500
hombres y queda expuestas las caballadas, porque
Calzada está en Barinas y puede venirme a atacar, por
lo que U. debe hacer volando esta operación. Todo lo-
que dirijo a U. obre su inteligencia y cumplimiento.”

“Dios, &c. Cuartel divisionario del Mantecal 4 de


octubre de 1818.- Antonio Rangel. - C. coronel Jesús
Angulo.”

En enero del siguiente año, el 6 específicamente,


aparece el número 220 de la Gaceta de Caracas. En su
contenido hallamos dos Boletines del Ejército
Pacificador, firmados por su jefe interino, por
encontrarse Don Pablo Morillo su titular herido, D.
Luis Guerrero de la Roque; con fecha 1 de enero de
1819, el primero, enviado desde Valencia, y el 3 de
enero de 1819 desde Villa de Cura, el otro; los cuales
se intitulaban así: Una orden real del Ministerio de
Guerra y Una mentira republicana.

Entre los avisos en el periódico, aparece uno que por


su singular forma de presentación merece la pena
copiarlo, como recuerdo de aquella época, “A D. Josef
María Toro Obelmexia se le salió de su casa el día 3
del corriente una mula tres años de color castaño
bragada, delgada de cuerpo, con un 1 lunar largo sobe
el cachete junto al hocico: tiene tres hierros y el
que esta sobre el de venta, con tres calamones. Se
dará su hallazgo al que la entregue.”

En el Boletín N° 1 se da cuenta de las jornadas de


Cojedes y del Cerro de los Patos, en donde cayeron
prisioneros miles de patriotas con sus banderas y
municiones de guerra. De las victorias logradas por
los rebeldes en Calabozo con sus numerosas caballerías
que los hicieron cruzar más de veinte leguas de un
desierto semejante a los de Arabia. El combate de El
Sombrero en donde los patriotas renunciaron a
seguirlos. El plan feliz que permitió que los
patriotas, con Simón Bolívar a la cabeza, avanzará
hasta las Cocuizas, y de cuanto les costó
desenredarse. De los trofeos recibidos por los
patriotas derrotados; vergüenza, humillación y fuga y
nombra a los jefes: Bolívar, Páez, Zaraza y compañía,
que se achacaron mutuamente sus desgracias, sin
acordarse que los verdaderos culpables fueron 600 a
800 veteranos acostumbrados a vencer ejércitos
franceses, y en los cuales la presencia de los
enemigos excita ideas de indignación, de compasión y
de desprecio. Termina el boletín de esta manera:
“Cuatro fuertes divisiones colocadas con mano militar
aguardan con ansía las últimas órdenes para correr a
la victoria.”

El General O´Leary narra en sus memorias: “para esta


época Rangel se distinguió en muchos encuentros desde
el principio hasta el final de la campaña. Por lo
general se mantenía en la retaguardia de Morillo,
quitándole los rezagados, alejando los ganados y
madrinas de caballos y alarmando su campamento de
noche sin permitirles dormir”.

Ponían en duda el éxito de este ejército por cuanto


consideraban como una gavilla de indisciplinados, y
que se estrellarían contra una tropa bien armada y
mejor mandada.

El segundo Boletín da cuenta de las victorias


obtenidas a los primeros pasos de las marchas de las
tropas del Rey, el desplazamiento del Coronel Calzada
desde Barinas a la costa del río Apure con el objeto
de batir a los sediciosos que encontrase a su paso,
limpiar todo el país y seguir el movimiento combinado
de las demás divisiones que marchan sobre el enemigo.

El 15 de diciembre se supo la noticia, que, en el Hato


de Briceño, el coronel rebelde Josef Jesús Angulo, que
con 200 jinetes infestaba aquel territorio, haciendo
incursiones para destruir los pueblos de Mijagual,
Morrones y Guanarito, cuyos hombres, sin distinción
de edades y ganado, eran llevados al otro lado del río
Apure. Se comisionaron a los tenientes—coroneles
Antonio Gómez y Vintila Navarro para que con dos
columnas de caballería fueran a sorprender al enemigo.
El comandante atacó denodadamente a los rebeldes,
quienes se defendieron con un largo tiroteo y varias
cargas, luego se pusieron en fuga, huyeron en tres
grupos por distintos puntos, de los cuales el que
comandaba Ángulo cayó en poder de la columna de
Navarro. Ángulo hecho prisionero por el teniente de
caballería Domingo Camacho, se batió con él, pie a
tierra y con iguales armas, teniendo la destreza de
herirlo gravemente, y presentarlo vivo al Comandante
general. Este oficial fue premiado con el grado de
capitán en el campo de batalla, que se le confirió a
nombre de su Majestad El Rey. Las pérdidas de los
sediciosos consistieron, además del jefe, de un
capitán, dos subalternos y 34 soldados muertos, mayor
número de heridos ,32 prisioneros y 24 caballos con
sus monturas: las pérdidas del ejercito real; sólo han
sido, dice el Boletín, 2 caballos muertos, tres
hombres heridos y uno muerto.

Se da cuenta, en el periódico comentado, del hallazgo


de varios papeles en los bolsillos del “miserable
Ángulo”, entre los que se encontraba el que antes
hemos copiado textualmente, y que, habiéndose manchado
con su sangre, fue expuesto en la imprenta en donde
se editaba la Gaceta de Caracas en Ciudad Capital,
exhortando a la ciudadanía para que concurriera a
verlo y comprobara por su propia vista, la orden
dirigida a derramar la sangre de muchas víctimas
inocentes.

El 13 de febrero de 1819, desde el Cuartel General al


frente de Calabozo, Simón Bolívar, quien por esta
época contaba con treinta y cinco años y su
indumentaria, expresión de los escasos recursos del
ejercito patriota, llevaba un casco de dragón raso,
vestía una blusa de paño azul, con alamares rojos y
tres filas de botones dorados; un pantalón de paño
tosco, del mismo color que la blusa, y calzaba
alpargatas, empuñaba una lanza ligera, con una
banderola negra, en la que se veían bordados una
calavera y unos huesos en corva, con esta divisa:
"Muerte o libertad".

Bolívar, le escribe al comandante de las tropas


españolas, Don Pablo Morillo,

Cuartel General al frente de Calabozo a 13 de febrero


de 1818. 8º

SIMÓN BOLÍVAR

Jefe Supremo de la República, Capitán General de los


Ejércitos de Venezuela y de la Nueva Granada, &., &.,
&.

Al Comandante de las tropas españolas en Calabozo, don


Pablo Morillo.

Nuestra humanidad, contra toda justicia, ha suspendido


muchas veces la sanguinaria guerra a muerte que los
españoles nos hacen. Por última vez ofrezco la
cesación de tan horrible calamidad y empiezo mi oferta
por devolver todos los prisioneros que hemos tomado
ayer en el campo de batalla. ¡Que ese ejemplo de
generosidad sea el mayor ultraje de nuestros enemigos!

U. y toda la miserable guarnición de Calabozo caerán


bien pronto en manos de sus vencedores; y así ninguna
esperanza fundada puede lisonjear a sus desgraciados
defensores. Yo los indulto en nombre de la República
de Venezuela, y al mismo Fernando VII perdonaría si
estuviese como U. reducido a Calabozo. Aproveche U.
de nuestra clemencia, o resuélvase a seguir la suerte
de su destruido ejército.
Dios guarde a U. muchos años.
[BOLÍVAR]

En esa misma fecha,una vez conocida la Gaceta de


Caracas por Simón Bolívar, escribe al coronel Rangel
una carta que pasaría a la historia como el fin de la
guerra muerte:
“Al Coronel Rangel.

“Además de las prevenciones que haga a U. el señor


General Páez yo le recomiendo con el mayor
encarecimiento que se observe el más exacto orden y
disciplina en las tropas, que se prohíban los robos,
violencias, vejaciones y todo exceso que pueda
conciliarnos el odio de los pueblos; que trate a los
que U. ocupe con dulzura, bondad y justicia.”

“La política, de acuerdo con la humanidad, me ha


movido a suspender la ejecución de la guerra a muerte,
y la experiencia ha empezado a manifestarnos la
ventaja de esta medida.”

“Es pues, preciso, que U. haga respetar y cumplir en


las trapas de su mando esta providencia, impidiendo
que se mate a los prisioneros que sean criollos o
españoles. Los últimos se remitirán a Calabozo, y de
los primeros, los que hayan sido tan malos que no
pueda confiarse en ellos.
13 de febrero de 1819.
Cuartel General de Calabozo.
Bolívar”

Ezio Mora Contreras.

Mérida julio de 1993

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