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Pontificia Universidad Javeriana

Facultad de filosofía
Seminario: Cómo hacer cosas con palabras, J. L. Austin
Profesor: Miguel Ángel Pérez
Exposición: 04 de septiembre de 2019
Presentado por: Anita Acosta Anaya

Reflexiones Finales

Conferencia XI

En capítulos anteriores, Austin nos deja como pregunta ¿cuál es la relación entre los realizativos y
los actos ilocucionarios?, y procede a buscarla haciendo una breve recapitulación. Austin empieza
por recordar que previamente se contrastaron la expresión realizativa y constatativa diciendo que:
“1- el realizativo debía consistir en hacer algo, como cosa opuesta al mero hecho de decir algo y
2- el realizativo es afortunado o desafortunado, como cosa opuesta a verdadero o falso” (p. 179).
Posteriormente se cuestiona sobre la validez de estas distinciones con base en su falta de
fundamentos.
Así también, Austin nos recuerda las discusiones posteriores sobre el hacer y el decir, que
concluyeron en que cada vez que se dice algo se realizan al mismo tiempo actos locucionarios e
ilocucionarios. Para rememorar, el acto locucionario es el acto de decir algo, que implica un acto
fonético, fatico y rético, mientras que el acto ilocucionario hace referencia a los diferentes empleos
de una misma locución, es decir, el valor atribuido a la enunciación. Austin sugiere que los actos
locucionarios e ilocucionarios sirven como medios para plantear la distinción entre los realizativos
y los constatativos, también entendidos como el hacer y el decir, respectivamente. Luego procede
a distinguir la relación entre hacer y decir desde la perspectiva de las expresiones constatativas,
esta vez lo hará a través de los enunciados.
Primero, Austin se cuestiona si sería válido afirmar que cuando se enuncia algo se está “1- haciendo
algo y, a la vez, diciendo algo, sin que ambas cosas se confundan” y también se pregunta si “2-
nuestra expresión puede ser afortunada o desafortunada (al par que, si se quiere, verdadera o falsa)”
(p. 180). Para empezar, Austin sostiene que enunciar algo es realizar un acto ilocucionario. Por
ejemplo, si decimos “enuncio que X no lo hizo” podríamos estar arguyendo, sugiriendo o
apostando, según la fuerza ilocucionaria de la expresión. Además, aunque la expresión “X no lo
hizo” pueda ser calificada como verdadera o falsa, esto no la hace muy diferente de la expresión
“enuncio que X no lo hizo” ya que, si un sujeto enunciara la primera, ésta se investigaría de la
misma manera en que se haría con la segunda enunciación.
De esta manera, Austin concluye que “no hay necesariamente un conflicto entre; a- el hecho de
que al emitir nuestra expresión hacemos algo y b- el hecho de que nuestra expresión es verdadera
o falsa” (p.182). Otro caso para ejemplificar es el de “le advierto que el toro está a punto de
atacar”, aquí el acto ilocutivo tiene una fuerza (carga) de advertencia, pero también se puede
investigar el hecho de que el toro esté a punto de atacar.
Segundo, en cuanto al criterio de los realizativos que hace referencia a si estos son afortunados o
desafortunados frente a los enunciados que pueden ser verdaderos o falsos, Austin sugiere que,
desde la perspectiva de las expresiones constatativas, los enunciados están expuestos a los mismos

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infortunios que los realizativos. Por ejemplo, “el gato está sobre el felpudo” y “prometo que estaré
allí” son ambos enunciados que indican que “yo creo” lo que estoy enunciando, por ende, estos
enunciados están expuestos a las formas de infortunio de los actos insinceros y de incumplimiento,
infortunios descritos anteriormente como tipo .
Según Austin, lo mismo pareciera suceder con los infortunios de tipo A y B, en el sentido de que
estos pueden anular un enunciado o despojarlo de su valor; por ejemplo, un contrato que manifiesta
la existencia de un objeto erradamente, o en el enunciado “usted no puede darme órdenes”.
Recordemos que, para que estos enunciados sean afortunados, debe haber unas condiciones: un
procedimiento convencional aceptado y las personas adecuadas para llevarlo a cabo (A1 -A2). Sin
embargo, es allí donde Austin se pregunta ¿qué sucede con aquellos pronósticos o comportamientos
del futuro que tienen otras personas?, ¿se pueden considerar estos como un enunciado?; al parecer
esos pronósticos estarían expuestos a los infortunios del tipo B, actos viciados o inconclusos.
En conclusión, hasta ahora, Austin nos dice que enunciar es realizar un acto y que al enunciar
estamos, o podemos estar, realizando actos, tanto locucionarios como ilocucionarios y
perlocucionarios. Austin en su preocupación por encontrar algo que los realizativos carecen frente
a los enunciados, empieza su búsqueda para descifrarlo. En el caso de los realizativos, estos no
podrán ser juzgados como falsos o verdaderos, como los enunciados, así como tampoco se les
puede valorar a los constatativos desde la perspectiva de las expresiones realizativas. Por ejemplo,
un enunciado puede resultar satisfactorio si todas las circunstancias de la situación se realizan, es
decir, si todas las condiciones necesarias fueran cumplidas satisfactoriamente. Aun así, puede
surgir la pregunta ¿es verdadero o falso lo que enuncié? En este caso lo que se pretende es encontrar
“si el enunciado corresponde a los hechos” (p. 186).
Posteriormente Austin cuestiona si existen más expresiones libres de infortunios, que parecieran
realizativas y si el concepto que se le ha dado a los enunciados está simplificando las cosas
excesivamente. Para resolver este nuevo dilema, Austin pone como ejemplo algunos verbos
judicativos, como estimar, decir, o declarar, que tienen ciertamente una tendencia a ser juzgados
desde lo falso o verdadero, pero también a ser acertados o erróneos, correctos o incorrectos. Lo
mismo puede pasar con los enunciados. En ese sentido, es importante, según Austin, no solo pensar
en si alguien arguyó o infirió algo, sino que también es importante pensar si esta persona estaba en
facultad y derecho de hacerlo, si el evento resultó satisfactorio y si es justificado. Este es el caso
de otros verbos como elogiar, censurar y felicitar.
Lo anterior planteado por Austin me hizo pensar en el caso de dos amigas a las que llamaré K y W.
Todo empieza cuando la pareja de W le insinúa a K que tengan una relación amorosa en secreto y
esta accede. Luego K, al sentir remordimiento, le cuenta lo sucedido a W. La primera le da un
consejo a la segunda, recomendándole que deje a su pareja pues esa persona le fue infiel con ella
misma. Según las consideraciones de Austin, ¿es esto un consejo o una censura?, si se trata de un
consejo, ¿podemos decir que el consejo es bueno o malo?, ¿es este oportuno?, ¿es justificado?
Ahora me tomaré el atrevimiento de reducir este ejemplo a uno aún más remoto, así como sugiere
Austin para estudiar a profundidad estos casos. K decide ahora decirles a todos sus amigos que
eviten todo contacto con W, por el incómodo momento que pueden pasar si estas se encuentran
juntas. ¿Puede K censurar a W del grupo?, ¿es esto oportuno y justificado?, ¿sería diferente si es
W la que censura a K?, ¿es, según Austin, “la oportunidad del consejo más importante para su
calificación como bueno que la de la censura lo es para su calificación como merecida?” (p. 188).

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Ahora bien, dejando las banalidades atrás, Austin sugiere que “los hechos tienen relevancia, así
como la tienen nuestro conocimiento o nuestra opinión acerca de ellos” (p. 188), por lo cual sería
pertinente decir que tanto la afirmación de que un enunciado es verdadero como la afirmación de
que está justificado o fundado correcta o incorrectamente se encuentran en un mismo plano. Lo
mismo pasaría con los realizativos ejercitativos como designar, legar o apostar. Esto lleva a Austin
a preguntarse por la objetividad del carácter fundado de los argumentos o el carácter merecido de
una censura, el autor incluso llega a cuestionar la objetividad de la verdad o la falsedad.
Una de las consideraciones más importantes a la que nos lleva Austin es que la verdad, la falsedad
o el criterio de algo, ya sea que esté bien o mal, depende de los fines o propósitos de la expresión
y del contexto, un ejemplo de esto puede ser la información que se encuentra en un libro escolar
de historia, en donde se enuncia “Cristóbal Colón descubrió América” o “la colonización española
permitió a muchas subculturas volverse civilizaciones”. ¿Qué podríamos decir de cada uno de estos
ejemplos?, ¿se pueden observar diferentes juicios de valor dependiendo de la cultura o contexto
desde donde se le mire o son estos objetivos?, ¿podría hablarse de verdad, falsedad o propiedad de
este enunciado?, ¿son estos enunciados aproximativos, entendiendo estos últimos como los
enunciados que no pueden juzgarse como falsos o verdaderos en su totalidad?, ¿está usted
satisfecho con el hecho de que un enunciado pueda ser aproximativo?, ¿es en verdad inútil discutir
sobre la verdad de un enunciado como afirma Austin?
Todo lo anterior lleva a Austin a pensar que no es posible pensar que la verdad de los enunciados
depende de los hechos, pues están los aquellos limitados por nuestro conocimiento y por algunas
reglas como las definiciones prescriptivas, por ejemplo, “todos los gansos migran al Labrador”.
Me pregunto, ¿será este el mismo caso de los estereotipos? En definitiva, lo que Austin sugiere es
que, ya sea que enunciemos, describamos o advirtamos, lo que podemos plantearnos es si lo
hacemos correctamente, “pero no en el sentido de preguntar si nuestro acto fue oportuno o
conveniente, sino en el de preguntar si, sobre la base de los hechos, del conocimiento de ellos, y
del propósito que nos guió a hablar, etc., lo que dijimos fue lo que correspondía decir” (p. 190), en
otras palabras, a mi parecer, si lo que dijimos tuvo un resultado afortunado o si logramos
satisfactoriamente lo que pretendíamos con el enunciado.
Allí de nuevo Austin nos recuerda que es justo esto lo contrario a lo que los pragmáticos se refieren
al hablar de lo verdadero, que para ellos es lo que da buenos resultados. Para Austin entonces “la
verdad o falsedad de un enunciado no depende únicamente del significado de las palabras, sino
también del tipo de actos que, al emitirlos, estamos realizando y de las circunstancias en que los
realizamos” (p. 192).
Para acercarnos al final de la conferencia XI, Austin distingue las expresiones realizativas de las
constatativas de la siguiente manera1: aunque a un enunciado se le puedan analizar los aspectos
locucionarios, ilocucionarios y perlocucionarios de manera conjunta, hablamos de expresiones
constatativas cuando la unidad de estudio centra su atención en el aspecto locucionario del acto
lingüístico, mientras que en el caso de las expresiones realizativas, estamos poniendo especial
atención en la fuerza ilocucionaria. Asimismo, otra distinción que nos puede ayudar a separarlos
mejor es la correspondencia con los hechos, mientras que en las expresiones constatativas se tienen
en cuenta los hechos, en las realizativas los hechos son separados del análisis del enunciado.

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Interpretación propia

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A ello Austin sugiere además, que esta distinción no tiene que verse necesariamente como dos
polos opuestos, y que no es del todo conveniente separarlas, sino que este más bien se debe a un
desarrollo histórico, que expresiones constatativas, como las fórmulas matemáticas de un libro
escolar y “el gato está en el felpudo” o las realizativas, como la emisión de las ordenes ejecutivas
“pido disculpas”, son simplemente dos situaciones a las que nos enfrentamos en la vida real, en
donde llegamos a aproximarnos a tales abstracciones.
Finalmente, y para concluir, Austin hace menester la distinción entre los actos locucionarios e
ilocucionarios, además de “establecer con criterio crítico y de forma especial” si se logró enunciar
correctamente lo que se pretendía en cuanto a cada uno de los tipos de actos ilocucionarios
(advertencias, estimaciones, verdades, enunciados y descripciones), así como “establecer qué
palabras de aprobación o desaprobación se emplean para cada uno de ellos y qué es lo que ellas
significan” (p. 193).
A lo anterior aclara Austin que el análisis comprende un campo muy extenso y que este no debería
conducir al discernimiento entre lo verdadero y lo falso, ni entre los enunciados y otros actos, ya
que “enunciar solo es uno entre los numerosos actos lingüísticos de la clase ilocucionaria”.
Asimismo, los actos locucionarios e ilocucionarios son una abstracción hecha por el hombre, ya
que “todo acto genuino es ambas cosas a la vez” (p. 139). También sucede con los fáticos, réticos
y los tipos de sinsentido.
Conferencia XII
Para empezar con el compendio de reflexiones que dará fin a cómo hacer cosas con palabras,
Austin, de nuevo, recapitula sobre la distinción entre constatativos y realizativos de la siguiente
manera: “1- Una dimensión relativa al carácter afortunado o desafortunado de la expresión; 1ª- una
fuerza ilocucionaria; 2 una dimensión relativa a la verdad y falsedad de la expresión; 2ª- un
significado locucionario (sentido y referencia)” (p. 195)
Esta vez, Austin nos habla de la distinción contatativo-realizativo como una teoría especial, frente
a los actos locucionarios e ilocucionarios como una teoría general, en donde la segunda surge para
poner en evidencia que el enunciado es una abstracción y que tiene un ideal de veracidad o falsedad.
Además, sugiere cinco conclusiones esenciales sobre esta doctrina: A- lo que aquí tratamos de
descifrar son el ato lingüístico y la situación lingüística en su totalidad, como el único fenómeno
real. B- Enunciar y describir son dos nombres para designar actos ilocucionarios, pero no son los
únicos, hay otros más.
C- Enunciar o describir no son los únicos que se relacionan con los hechos como una condición
para que estos sean falsos o verdaderos, ya que las condiciones de veracidad o falsedad no son
cualidades sino apreciaciones. Loa términos verdadero o falso “se usan para indicar en qué medida
las palabras satisfacen los hechos, sucesos, situaciones, etc., a los que ellos se refieren” (p. 196).
D- Del mismo modo hay contrastes que deben desaparecer, como, por ejemplo, lo normativo o
valorativo de un lado y lo fático (los hechos) por el otro. E- Finalmente es válido cuestionarse si el
concepto de significado, equivalente a sentido y referencia, deba reformularse teniendo como base
la distinción de los actos locucionarios e ilocucionarios.
Ahora bien, como Austin mencionó algunas reflexiones atrás, sobre la necesidad de hacer una lista
de los verbos realizativos explícitos, pero teniendo en cuenta los conocimientos adquiridos
recientemente con una teoría más general, Austin propone mejor realizar una lista de las fuerzas
ilocucionarias de una expresión. Sin embargo, hay algo que rescatar de todo lo anterior que debe
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sobrevivir al cambio, y es básicamente la distinción entre los realizativos primarios y explícitos,
pues s esta distinción precisamente la que hizo posible la transición entre la distinción realizativo-
comparativo a la teoría de los actos lingüísticos.
Algo que definitivamente no podrá seguirse considerando es, según Austin, “la noción de la pureza
de los realizativos” (p 197), pues como hemos visto, esta conjetura no fue suficiente para esclarecer
la distinción, por tal motivo esta no sobrevivirá al cambio. Austin tratará de remplazar esta antigua
noción con la idea de que hay “familias más generales de actos lingüísticos emparentados”, lo cual
nos servirá para eliminar aquellos límites que marcan lo verdadero, lo falso, los hechos y los
valores.
Así, Austin distingue cinco clases generales de verbos, clasificados en función de sus fuerzas
ilocucionarias, y para ello hace uso de tres herramientas principales; la primera es el test de la
primera persona del singular del presente de indicativo de la voz pasiva, por ejemplo, yo considero.
La segunda es su más fiel herramienta, el diccionario, y finalmente, una lista de verbos en el orden
de 10 a la tercera potencia, que porque suena muy pro.
1 Verbos de judicación, o judicativos.
2 Verbos de ejercicio, o ejercitativos.
3 Verbos de compromiso, o compromisorios.
4 Verbos de comportamiento, o comportativos.
5 Verbos de exposición, o expositivos. (p. 198)

Cabe mencionar que Austin expresa no estar “totalmente satisfecho” con esta clasificación, pero,
¿cuándo lo está?, creo que no sería Austin si lo estuviera. Dicho esto, Austin hace un breve
planteamiento sobre cada uno de los tipos de verbos y al mismo tiempo, les compara con respecto
a los otros.

Primeramente, los verbos judicativos generalmente emiten un veredicto, por ejemplo, por un jurado
o un árbitro y están fundados con base en pruebas o razones. Algunos ejemplos son: absuelvo,
condeno, determino, estimo, ubico, sitúo, mido, ordeno, etc. Estos no son siempre necesariamente
definitivos, también podrían ser una apreciación, como, por ejemplo, “yo lo llamaría
emprendedor”. Sin embargo, sí deben emitir un juicio sobre un hecho o un valor.

En segundo lugar, los verbos ejercitativos descritos por Austin, son aquellos que “consisten en el
ejercicio de potestades, derechos o influencia” (p 203), por ejemplo, votar, ordenar, prevenir. Estos
dan una decisión a favor o en contra de una conducta. Un verbo ejercitativo comprendería el “algo
tiene que ser así” en contraste con el judicativo “algo es así”. Además, respalda el que “algo sea
así” a diferencia del “estimo que es así”. Por ejemplo, otorgar una indemnización más no
determinar el monto, o el fallo de un juez en contra del veredicto del jurado. Entre estos verbos
encontramos: destituyo, despido, fallo, lego, revoco, multo, excomulgo.
En tercer lugar, los verbos compromisorios tienen como característica que llevan a alguien a
comprometerse con una acción o comportamiento posterior a enunciarlos. Entre estos están
prometo, proyecto, lo haré, garantizo, apoyo, entre otros.
En cuarto lugar, los verbos comportativos reflejan las actitudes de una sociedad, estos reflejan “la
reacción frente a la conducta y fortuna de los demás” (p. 207), entre ellos, por ejemplo, pedir
disculpas, elogiar, maldecir, dar el pésame.

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Finalmente tenemos los verbos de tipo expositivos, descritos por Austin como posiblemente los
más complejos de describir, usados en actos de exposición y reflejan la manera de organizar,
“exponer” y plantear la información que enunciamos. Estos suponen las opiniones, son usados, por
ejemplo, para presentar una conclusión o cerrar un debate, incluso aclarar una referencia. Entre los
verbos que Austin enlista como los expositivos, están: afirmo, destaco, clasifico, menciono,
pregunto, reconozco, interpreto, concluyo con, entre muchos otros.
Aparte de enlistar los verbos y de elucidar las nociones de cada una de las clasificaciones de estos,
Austin propone algunas distinciones, relaciones y diferencias entre los tipos de verbos. En general
todos tienen que ver los unos con los otros, en el sentido en que un verbo no solo expresa, por
ejemplo, un comportamiento, sino que expresa un juicio, o que supone un comportamiento y así
sucesivamente.
Por ejemplo, los actos judicativos, a diferencia de lo ejercitativos, son de tipo judicial, estos últimos
son en general actos legislativos o ejecutivos. Aunque los judicativos están estrechamente
relacionados con la falsedad o la verdad, en cuanto a los fundamentos para emitirlos, algunos actos
judiciales podrían ser ejercitativos, por ejemplo, el veredicto de un juez, en vez del jurado. En
comparación con los ejercitativos, los judicativos son susceptibles a ser considerados como
correctos o incorrectos, acertados o equivocados, justificable e injustificable. Por ejemplo, la
sanción de un árbitro, la sentencia del juez, el veredicto del jurado. Por ello se da la posibilidad de
que un acto judicial sea además ejecutivo.
En cuanto a su relación con los compromisorios, los actos judicativos al dar un veredicto se están
además comprometiendo una acción futura. Por ejemplo, la persona acusada de cometer un daño
está comprometida a acordar una indemnización por daños y perjuicios. En algunos casos, verbos
como agradecer o culpar no solo equivalen a hacer un comportamiento, sino que también equivalen
a hacer un juicio o a darle valor a algo o a alguien, en este sentido los judicativos pueden ser
también comportativos. Por otra parte, los verbos judicativos se relacionan con los expositivos
cuando, por ejemplo, usamos verbos como interpreto, analizo, describo, que no solo están lanzando
un veredicto, sino que también están hablando del cómo expongo una información.
En comparación con otros verbos, si se trata de actos oficiales, como los emitidos por un juez, los
actos ejercitativos pueden ser judicativos, por ejemplo, considero o interpreto, o aquellos fundados
en veredictos como concedo o absuelvo. Con respecto a los compromisorios, verbos como ofrecer,
dar, autorizar, comprometen a una persona a llevar a cabo una acción futura, por ejemplo, declaro
la guerra. En cuanto a su relación con los comparativos, desafiar, protestar, elogiar pueden expresar
la realización de un acto o la adopción de una actitud. Finalmente, los verbos ejercitativos pueden
tener la misma fuerza que los ejercitativos en determinados contextos del argumento, como, por
ejemplo, “me retracto u objeto”.
Estas son algunas de las ideas, entre otras, que plantea Austin para mostrarnos la relaciones entre
unos tipos de verbos y otros, y finaliza su última conferencia resumiendo lo siguiente: “podemos
decir que usar el judicativo es enunciar; usar el ejercitativo es ejercer una influencia o una potestad;
usar el compromisorio es asumir una obligación o declarar una intención; usar el comportativo es
adoptar una actitud; y usar el expositivo es clarificar razones, argumentos y comunicaciones” (p.
211).

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Finalmente, Austin despide sus últimas reflexiones contándonos que durante estas conferencias él
ha estado haciendo dos cosas que no le gusta hacer; “1- presentar un programa, esto es, decir qué
es lo que hay que hacer en lugar de hacer algo y 2- dar conferencias.” (p. 212). Sin duda alguna,
el recorrido por el que nos llevó Austin fue por un largo camino de descubrimientos, de reflexiones,
de plantear paradigmas, explorarlos, refutarlos y replantearlo, también se trató de desmentir los
mitos que creíamos implícitos en el acto lingüístico. Sin duda alguna siento una gran nostalgia que
Austin haya partido a tan corta edad. Quién sabe qué otras distinciones, taxonomías, reflexiones y
consideraciones nos habría legado si hubiese vivido unos años más. Como él lo expresa al final de
su última conferencia, él sintió que no tuvo el tiempo suficiente para explorar este tema como él
habría querido, lo que me hace pensar en que su trabajo no habría terminado allí y que, de no ser
por su muerte prematura, habríamos tenido por lo menos otras doce conferencias. Agradezco hoy
a Austin por enseñarme a dudar siempre de aquello que doy por sentado, a replantear una y otra
vez cada uno de mis enunciados para asegurarme de que estos sean expresados de manera
satisfactoria y que digan lo que yo quiero decir, y finalmente a cuidar mis palabras en el futuro,
porque ahora sabemos las muchas cosas que podemos hacer con ellas.

Bibliografía:
Austin, J. (2016). Cómo hacer cosas con palabras. España: Paidos.

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