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Cinco apuntes y algunas preguntas a propósito del libro de Jorge

Alemán, Capitalismo: Crimen perfecto o Emancipación.

José García Molina.

Quisiera comenzar con una advertencia. La lectura que he realizado sobre el último libro de
Jorge Alemán, Capitalismo. Crimen perfecto o Emancipación, no responde a una lógica
problematizadora, tampoco a un afán polémico. Tal vez esta opción se explique a sí misma a
través de una experiencia personal. En estos años en los que he ido leyendo sus textos, y
también conversando con él, he ido integrando la sensación de que la lectura de sus conjeturas
es una forma de continuar una conversación siempre inacabada por inacabable. Una
conversación marcada por el rasgo inequívoco de una invitación a pensar, entendiendo que
solo se piensa allí donde no hay evidencias, que sólo se piensa lo que no sabemos con certeza.

Por ello, y por otros motivos que no vienen a cuento, cuando leo a Jorge me vienen a la
cabeza algunos de los autores que prácticamente nunca cita pero que, al menos en mi lectura
están muy presentes. Uno de ellos es Nietzsche, quien en Ecce Homo decía “Yo no soy un
hombre, soy dinamita”, para posteriormente asegurar que estaba muy lejos de ser un fundador
de religiones. Si esto me recuerda a los textos de Jorge Alemán es porque en su empeño por
traernos las “malas noticias del psicoanálisis”, en su habitual trabajo con la conjetura, la
aporía y la falta de certezas, resulta altamente improbable encontrar un fundador de religiones.

Expongo pues, a colación de esta lectura que conversa, cinco apuntes que dan pie a la
formulación de algunas preguntas. No son, necesariamente, preguntas lanzadas para que Jorge
las responda; tampoco se trata de preguntas que esperen una respuesta certera por parte de
nadie. Se trata, como quería dar a entender, de apuntes y preguntas a propósito de un libro
pero que aspiran a seguir prolongando la conversación y el pensamiento.

1.
Desde el principio del libro Jorge Alemán nos advierte: “lo que está en juego no es otra cosa
que la construcción de una hipótesis de la emancipación”. Y para ello va a insistir en un
camino que comenzó a trazar y transitar hace años. Un camino no exento de conjeturas y

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paradojas por el que le acompañan Marx, Freud y Heidegger; y, unos pasos más adelante,
ejerciendo de guía y de vigilante, marcha Jacques Lacan.

No considero descabellado defender que existir es insistir. Alemán explicita desde la primera
página del libro que su trabajo es insistente, “un modo especialmente insistente” de volver
sobre estos autores para pensar la hipótesis de la emancipación. La preguntada da pie a una
pequeña maldad psicoanalítica ya que justamente gracias al psicoanálisis sabemos que el
síntoma insiste, que el goce insiste y que el deseo como causa también insiste. Que su modo
de existencia es una insistencia.

Por ello, la pregunta podría formularse de la manera que sigue: ¿Qué tipo de insistencia es la
que sostiene un trabajo teórico? ¿Qué insiste en un pensar y un escribir sobre la
emancipación? ¿Es esa insistencia una forma de hacerla existir?

2.
En lo relativo a la hipótesis de la emancipación, Jorge advierte de lo que ha llamado “las
malas noticias que trae el psicoanálisis”. Quisiera detenerme en tres de ellas. La primera nos
advierte de que debemos contar con la estofa de la que está hecho el sujeto. Cualquier
civilización, sociedad o grupo se sostiene en la constitución turbulenta de un sujeto y su modo
de gozar. El goce y sus vicisitudes son inerradicables. Por ello, quizás debiéramos poder
repensar si la operación de construcción política de un sujeto emancipatorio o un pueblo, la
operación por la que un nosotros se construye políticamente mediante la constitución de una
barrera antagónica con un ellos, no es sólo una operación simbólica y retórica –que diferencia
el ellos del nosotros– sino, también, el operar del ello en el nosotros.

La segunda, tomando como primer referente las tres profesiones imposibles de Freud (educar,
gobernar y curar), invita a aceptar una lógica de la imposibilidad a la hora de pensar lo
político en tiempos de dominio neoliberal. La teoría psicoanalítica explica mejor los procesos
de inercia social que los de trasformación histórica. Hay que contar, además, con la propia
estructura de lo social, una estructura abierta pero que impone sus lógicas de inercia social en
un mundo dominado por la circularidad sin corte, por el cierre aparente, del neoliberalismo.
Esta aporía entre la continuidad y la posibilidad de transformación me hace recordar una
expresión que utilizo a menudo para expresar las posibilidades de la política en este contexto:
“No hay nada que hacer, pero hay que hacer algo”. Quizás por ello Jorge Alemán se pregunta,

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no sé si retóricamente, si la política cambia tanto las cosas. Supongo que si no las cambiase en
algún punto ni siquiera estaríamos hablando, escribiendo o leyendo sobre ello.

La tercera mala noticia nos dice que la izquierda debe hacer el duelo de la Revolución. La
Revolución implicaba una suerte de corte o de desconexión respecto al orden dado, en la que
se constituía un sujeto histórico determinado (la clase obrera o el proletariado) y que estaba
regida por una metafísica y una teleología de la historia que la hacía necesaria. Pensar la
hipótesis de la emancipación, contrariamente, implica aceptar la contingencia de prácticas
instituyentes que no nos dicen previamente ni el quién, ni el cómo, ni siquiera el qué (el
contenido) de la emancipación.

La pregunta que, contando con estas malas noticias, no deja de martillear es: ¿de qué tenemos
que emanciparnos hoy?

3.
La lógica de la emancipación, desde la visión de Jorge Alemán, requiere de un trabajo que
posibilite separarse de la identificación fantasmática que produce colectivos constituidos
alrededor de un significante-amo. Pero, al mismo tiempo, sabemos que un colectivo sin
nominación es solo una masa amorfa de individuos. Para existir (políticamente), el sujeto
necesita ser nombrado, exige un nombre.

En este punto se agolpan algunas preguntas: ¿No es justamente el lugar vacío desde el que se
constituye el sujeto lo que hace necesaria la identificación y la representación? ¿No es la
propia representación de algún significante lo que aglutina y da entidad a un colectivo? ¿Qué
tipo de significante o nominación podría aglutinar a la masa informe sin ejercer como amo?

4.
La propuesta emancipatoria de Alemán parte de la Soledad:Común, de la brecha ontológica y
de los “no hay” lacanianos –no hay relación sexual, no hay metalenguaje y no hay otro del
otro– para pensar una nueva relación con la causa que no quede atrapada en la metafísica de la
totalidad homogeneizante. Descubrimos en el texto una bella y sugerente formulación: “una
causa abierta a los no identificados”. Pero este camino y este empeño me recuerda,

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nuevamente, a alguien que no recuerdo ver citado en sus libros: Spinoza. Y es que pareciera
que en ese recorrido que propone Jorge se delinea cierta modalidad de camino spinoziano
hacia la beatitud. Un camino que, de forma similar al recorrido entre los diferentes tipos de
conocimiento propuesto por el filósofo, va desde la identificación fantasmática hasta un saber
hacer con la Soledad:Común. Si no es incorrecta la apreciación, podría afirmar que Jorge
propone una Ética. Y aquí volvemos a las malas noticias porque ya Spinoza advertía al final
de su texto: “Y arduo, ciertamente, debe ser lo que tan raramente se encuentra. En efecto: si la
salvación estuviera al alcance de la mano y pudiera conseguirse sin gran trabajo, ¿cómo
podría suceder que casi todos la desdeñen? Pero todo lo excelso es tan difícil como raro.”

La pregunta ya no apunta exclusivamente a de qué debemos emanciparnos, sino que avanza


hacia un territorio un tanto más complejo: ¿Cuál es el camino de la emancipación? ¿Está al
alcance solo de unos pocos?

5.
Hay una polémica que atraviesa la cuestión de si es posible que exista un populismo de
derechas y un populismo de izquierdas. Hay quien, como Chantal Mouffe, defiende esta
posición. Jorge, como es sabido, afirma que el populismo solo puede ser de izquierdas. Por
último, encontramos a quien, atendiendo a la cuestión formal de la construcción populista (es
decir, a su articulación), afirma que es un contrasentido hablar de populismo de izquierdas.

Advertidos de esta polémica, cabría preguntarse qué es lo que otorga al populismo de


izquierda su carácter de izquierda. O, si se prefiere, si acordamos que el populismo es una
forma de articulación, ¿puede un contenido (la ideología, los valores, los fines de la izquierda)
ser lo que determina su carácter populista? ¿Tendrá algo que ver con una concepción en la
que el populismo es la posibilidad de “otra izquierda” apenas esbozada en el libro?

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