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Atacameños

En el desierto de Atacama, desde el río Loa hasta Copiapó, se desarrolló un proceso cultural
de gran importancia. A unos diez kilómetros al noreste de San Pedro de Atacama, se han
encontrado vestigios de civilización humana de una antigüedad que fluctúa entre los 12 mil y
los 10 mil años, existiendo allí testimonios arqueológicos, como cuchillos y puntas de
proyectiles.

Los atacameños eran grupos de cazadores y recolectores que caminando por el altiplano
descubrieron la Puna de Atacama, estos habitantes domesticaron este territorio
estableciendo alejados enclaves andinos y en algunas caletas del Pacífico. Eran
esencialmente nómades y de gran movilidad social, son los genuinos pobladores del desierto
que sobrevivieron gracias a su estrategia de vida en movimiento entre pequeñas aldeas y
estancias de pastoreo que junto a sus labores de ganaderas, agrícolas, mineras y artesanales,
instauraron una economía basada en el tráfico caravanero de bienes de intercambio con los
pueblos circundante a la puna de Atacama.
El período agroalfarero de la cultura atacameña distingue tres momentos:
1.- El primero de ellos se sitúa entre los años 400 y 900 de la era cristiana, y se caracteriza
por una alfarería roja pulida, por cántaros antropomorfos (con formas de hombre) y el uso de
adornos y vasos de oro.
2.- El segundo, entre los años 900 y 1.200 de nuestra era, muestra el empleo de una alfarería
negra pulida, la influencia de la cultura peruana Tiahuanaco o Tiwanaku, el empleo de las
tabletas para aspirar alucinógenos, con figuras esculpidas de hombres, cóndores y felinos, y el
uso del tambetá o adorno labial.
3.- El tercer período, comprendido entre los años 1.200 y 1.500, recibe la influencia de la
civilización incaica y deja como exponente la construcción de fortalezas o pukarás de piedra
rodeadas de murallas con angostas calles y apretadas habitaciones.
La decoración de su alfarería y los dibujos de los petroglifos confirman que los atacameños
poseían una cultura con una elevada sensibilidad estética.
El pueblo de los atacameños utilizó importantes técnicas para el desarrollo agrícola,
destacándose el regadío artificial mediante un sistema de canales que suplían la falta de
lluvias, y las terrazas o andenes que permitían un óptimo aprovechamiento del agua.
Cultivaron el maíz, la papa, los frijoles, la calabaza y una especie de tabaco. En la ganadería,
domesticaron a la llama y la alpaca, para utilizarlas en la producción de lana y como medio de
transporte. La llama, como animal de carga, les permitió hacer largos viajes, para cambiar
productos como pescado, guano y hojas de coca.
Aunque se sabe muy poco respecto de su espiritualidad, se piensa que fueron creyentes en
una vida futura, debido a la manera en como disponían los entierros con armas, vestidos y
objetos de uso cotidiano.
Tenían un idioma propio llamado kunza, del cual hoy apenas subsisten palabras aisladas.

Alucinógenos
La inhalación de sustancias alucinógenas fue muy habitual entre los indígenas de América. En
San Pedro de Atacama esta práctica era realizada principalmente por los chamanes con fines
mágico-religiosos y curativos. Al parecer, la gran popularidad del complejo alucinógeno en
este lugar se debió a la influencia de la cultura Tiwanaku recibida entre los años 300 al 1.000
después de Cristo.

Situacion actual
El patrón de integración regional Atacameño, tendrá relación con la vida rural de los pequeños
productores. Alrededor de 1930, los pobladores de Atacama se ocupaban en actividades
agrarias, arriería, crianza de animales, etc. Con la intensa, incorporación de elementos
occidentales, la población indígena experimentó un intenso proceso de cambios culturales y
sociales.
En materia de legislación, no existió una preocupación por lo indígena, fundamentalmente de
sus comunidades, recursos naturales y abastecimientos de agua.
Entre las diversas demandas Atacameña, se encuentran algunas relacionadas con la
constitución y saneamiento de las tierras reivindicadas por las comunidades indígenas, bajo
un criterio de coherencia territorial, reconocimiento y resguardo del territorio patrimonial
Atacameño, evitar el otorgamiento de las tierras a terceros, reconocimiento, respeto y
protección de la cultura

Likan Antai atacameño


En muchos lugares de los Andes, cuando las lluvias se atrasan demasiado, se realizan
ofrendas especiales para llamar a la lluvia con agua de mar o de manantiales grandes que no
se secan nunca.
El 23 o 24 de junio se celebra el Año Nuevo. En la noche se va al corral de las ovejas y se
preparan las flores, hojas y lanas. Se enciende fuego para el frío y algunos pronuncian las
palabras kunza: “Aijate, aijate al jumor”, que significa: allégate al fuego.
Hacia el amanecer se va al estero y se hace el pago al agua, con vino o aguardiente y harina
cocida. Se pronuncian palabras rituales en kunza y se le ofrece aguardiente o vino al agua.
Al día siguiente se carnea un cordero para los participantes, se echa su sangre a la tierra y se
florean las ovejas. Es la fiesta del enfloramiento. Luego se come y bebe todo el día.
Se celebra en Toconao, Talabre, Socaire y otros ayllu de la zona. La vestimenta típica
consiste en un sombrero de ala corta con adornos, chaquetilla, camisa generalmente blanca -
aunque también de colores-, pantalón de tela negro y zapatos sencillos o sandalias.
Casi siempre se anda acompañado de un bolso para guardar las hojas de coca con la que
contrarresta los efectos de la altura. La mujer lleva un vestido largo con blusa blanca, zapatos
livianos o sandalias, y una gran manta de vivo colores que cumple la doble función de abrigar
o trasladar mercadería, objetos o a sus hijos pequeños.
Los Diaguitas
Este pueblo agricultor habitaba entre los ríos Copiapó y Choapa.
En la región de los valles transversales, entre los ríos Copiapó y Choapa, habitaban los
diaguitas, pueblo agricultor con una organización conocida como sociedad dual (atribuida a la
influencia incaica), que se dividía en dos mitades: la de arriba, hacia la cordillera y la de abajo
hacia el mar.
Hacia el 2.500 a.C., éstos desarrollaron una agricultura basada en los cultivos de porotos,
calabazas y maíz. Entre el 300 a.C y el 700 de nuestra era, floreció un complejo cultural que
ha sido denominado El Molle por los arqueólogos.
Éste se caracterizó por el desarrollo de una alfarería de motivos geométricos, una economía
agroganadera sustentada en el uso de sistemas de regadío y un patrón de asentamiento
semiestable en los valles y en la costa.
Entre el 800 y el 1.000 de nuestra era surgió un nuevo complejo cultural de transición
denominado Las Ánimas, el que luego evolucionó hasta convertirse en la cultura Diaguita,
denominada así por la aparente coincidencia de motivos alfareros con la cultura homónima de
los valles del noroeste argentino.
De su agricultura, más específicamente de sus cultivos, se sabe que estos se realizaban en
el fondo de los valles, siendo irrigados por canales artificiales. De este modo, obtenían
cosechas de maíz, papa y algodón, este último utilizado para la fabricación de ropa. La
ganadería practicada era de tipo trashumante, lo que significa que en verano los animales
eran llevados a pastar a la cordillera y en invierno a la costa, donde además se proveían de
peces, mariscos y animales marinos.
Las construcciones que utilizaban para vivir eran chozas agrupadas en aldeas pequeñas,
hechas de ramas cubiertas de barro y techo de paja, a las que se sumaban unas bodegas
subterráneas empleadas para almacenar maíz y otros alimentos.
Se desconoce cuáles eran sus prácticas religiosas, pero se piensa que creían en la existencia
de una vida extraterrenal, por el cuidado que ponían al momento de enterrar a sus muertos,
depositando cántaros con alimentos y otras ofrendas. Con el tiempo, fueron mejorando la
calidad de las sepulturas, hasta confeccionar verdaderos ataúdes de piedra.
Los diaguitas fueron expertos artesanos, tanto metalúrgicos como alfareros, e incorporaron a
los adornos de oro y plata, piedras semipreciosas como el lapislázuli. Su cerámica destaca por
sus vasijas decoradas con diseños geométricos en rojo, blanco, amarillo y negro,
especialmente aquellas conocidas como jarro-pato y una forma de jarrón adoptada de los
incas llamada aríbalo.
En el último tercio del siglo XV los incas impusieron su dominio sobre los pueblos diaguitas,
designando kurakas ?funcionarios imperiales- y estableciendo colonos traídos desde diversos
lugares del imperio.
La conquista española significó un golpe de muerte para los diaguitas, que fueron compelidos
a la servidumbre a través del sistema de encomiendas y reducidos a pueblos de indios, los
que a mediados del siglo XVIII habían virtualmente desaparecido merced a la expansión de
las grandes haciendas en los valles.
Cultura el Molle
El arqueólogo Francisco Cornelly descubrió esta fascinante cultura en el poblado El Molle,
ubicado en las adyacencias del río Elqui, el cual data entre 300 a.C y el 700 de nuestra era.
Expertos sostienen que los habitantes de esta cultura llegaron desde el otro lado de la
Cordillera de los Andes y en los Valles del Norte Chico (cerca del río Elqui) y se mezclaron con
las poblaciones arcaicas, por lo que se fundieron características físicas y culturales del
Antiguo Perú y el Noroeste Argentino.
También se afirma que los mollenses consolidaron el primer grupo cultural-alfarero. Entre los
objetos que utilizaron se encuentran diversos tipos de cerámicas negras y rojas, el tembetá
(un adorno fabricado de piedra que se introducía en una perforación practicada para este fin
debajo del labio inferior), anillos, brazaletes, pinzas, pendientes, conchas y huesos.
Igualmente, domesticaban animales.
El cobre fue trabajado por procedimientos de fundición y martillaje, fabricándose pinzas para
depilar, brazaletes, anillos y pendientes. Posteriormente se incorporó el trabajo del oro y plata
y las técnicas de laminado, trefilado, repujado y aleación.
Se cree que dicha cultura desapareció alrededor del año 700 d.C.
Aymaras o aimaras

En Chile se estima que al año 1540 habrían habitado unos 5.500 aymaras distribuidos entre el
río Lluta y el río Loa. Hoy en día, existen comunidades aymaras en Bolivia, sur de Perú, norte
de Argentina y Chile.

En nuestro país se ha estimado una población actual de 48.000 habitantes. Se localizan de


preferencia en la Región de Tarapacá en las provincias de Parinacota, Arica e Iquique.
Su prolongada residencia en el sector altiplánico y en valles y quebradas de la precordillera,
escenario donde tenían numerosos pueblos, comienza a cambiar a partir de la década de los
años 1960. Aproximadamente un 65% de la población total ha emigrado a las ciudades de
Iquique y especialmente Arica.
La historia de la sociedad aymara se desenvuelve en el mundo agroganadero. Practicaban la
ganadería de camélidos al mismo tiempo que desarrollaron una agricultura diversificada, en
estratos según las condiciones locales. En los valles bajos obtenían la yuca, ají, maní, frijoles,
calabazas, etc., y en el altiplano la papa, quinoa, coca. Entre ambas zonas se producía una
comunicación e intercambio a través de caravanas de llamas, lo que generó el poblamiento de
los valles provistos de agua hasta el litoral. El cultivo de maíz lo desarrollaron en los valles
transversales que tienen lugar desde el límite norte de Chile, la pampa del Tamarugal, hasta el
río Loa en su desembocadura.
El hábitat lo constituyó preferentemente la puna andina, sobre los 3800 a 4000 mts. de altitud.
Debido a sus actividades de pastoreo ascendían hasta los 5000 mts. con el ganado en la
época de verano.
Los conquistadores hispanos reorganizaron el espacio chileno nortino, donde los aymaras
fueron desplazados de la costa y valles bajos, al altiplano. Forzados a ser católicos, nunca
dejaron de lado su antiguos rituales, por ejemplo el culto a la Madre Tierra Pachamama, fue
reemplazado por la veneración a la Virgen María; y los antiguos rituales de fertilidad, se
convirtieron en las fiestas de carnaval, en que arrojan agua y semillas.
Diseminados en un rosario de pueblos ubicados a una altura promedio de 4000 m., subsisten
hasta hoy en día de una precaria agricultura. Pese a que las transformaciones del aymara ha
afectado su vida económica y cultural (nada más que un 40% de los aymara hablaría su
propia lengua) todavía se mantienen algunos espacios que aseguran su reproducción y
diversos mecanismos de cohesión étnica.
La religiosidad y festividades de santos patronos, veneración de difuntos, divinidades
vinculadas a la ganadería y agricultura, son actividades que operan en virtud de la identidad
cultural.
Su artesanía, especialmente de tejidos, revitaliza el quehacer económico de supervivencia del
habitante aymara del altiplano.
Situacion actual
En la década de 1970, se da un crecimiento exponencial de la población andina, generándose
una migración como alternativa de desarrollo y mecanismo de regulación entre tierra y
población indígena. La migración Aymara se realizó en forma variable según los momentos
históricos y áreas de proveniencia, durante esas dos décadas se modificó la composición de
las comunidades agrícolas, se redistribuyó la población rural regional y empieza a hacerse
visible un segmento de población Aymará urbana.
La vida Aymara en las ciudades no sólo se reduce a procesos de adaptación y rearticulación
comunitaria, sino que una generación de Aymara nacidos en las ciudades, constituyen la
mayoría de la población Aymara regional. En la actualidad, los más importantes movimientos
migratorios se realizan hacia la ciudad de Arica, Iquique, Pozo al Monte, Antofagasta y
Calama.
La población Aymara del norte de Chile es mayoritariamente urbana, de acuerdo al Censo de
1992, la población se estima en 48 mil personas, de esta cantidad dos tercios de su población
son emigrantes y un tercio mantiene su carácter rural, campesino o minifundista.
La República de Chile los considera una minoría indígena, lo cual les ha permitido acceder a
préstamos especiales, y a tener los fondos necesarios para una adecuada educación, como
por ejemplo los colegios municipales de Ayquina y Putre.

Machaq Mara aymara


Ceremonia conocida como el Machaq Mara o separación del año. Esta fiesta es un momento
para corresponder con ofrendas a la generosidad de la Pachamama. Se hace un pago que es
el reestablecimiento de la armonía.
El solsticio de invierno, momento en el que el Sol está más alejado de la Tierra, marcará para
el pueblo Aymara el comienzo de un nuevo año, el año 5.510.
Cerca de un millar de aymaras inaugurarán el Año Nuevo en medio de ritos y ofrendas al Inti
(Sol) y la Pachamama (Tierra), en el templo de Kalasasaya y la Puerta de Sol, las ruinas
arqueológicas más importantes de Tiwanaku, en el altiplano próximo a La Paz.
La tradición señala que los primeros rayos del Sol, cerca de las 06.00 hora local (10.00 GMT),
fecundan la tierra en el inicio de un nuevo año agrícola para los aymaras que repiten
simultáneamente el rito de Tiwanaku en las ruinas arqueológicas de Cochabamba y en el
fuerte de Samaipata, en Santa Cruz, en el este de Bolivia. Tiwanaku, supuestamente la ciudad
más antigua de Sudamérica, y el fuerte de Samaipata, un bloque megalítico, posterior a la
cultura tiwanakota, tienen el rango de Patrimonio Cultural de la Humanidad para la UNESCO.
Según algunos antropólogos bolivianos, el sentido del rito es asegurar la reproducción de la
vida con las bendiciones del Sol para la siembra y la cosecha y, aunque se realiza desde la
década de los años 80 en la ciudad de Tiwanaku, rememora antiguas prácticas de las
comunidades aymaras.
Los indígenas invocan también la fertilidad de la tierra con el sacrificio de llamas, cuya sangre
es una ofrenda al Sol y la Tierra y otras deidades andinas para asegurar la prosperidad
agrícola y pecuaria, según el líder campesino, Alejo Véliz. En su opinión, más que un año
aymara para los habitantes de Los Andes, ésta es una fiesta de las naciones originarias,
porque el homenaje al Sol también la realizan los quechuas, el otro grupo indígena mayoritario
que habita Bolivia.
Quechua

Actualmente existen comunidades en Mamiña, I Región y Ollagüe, II Región, las que se


encuentran organizadas y trabajando por el reconocimiento de esta cultura y la difusión
de sus principios y costumbres.
Este pueblo desciende del antiguo Imperio Inca y llegaron a Chile entre 1443 y 1470, durante
el
reinado de Tupac Yupanqui. Se sabe que tropas incas y grupos de mitimaes ocuparon el país
hasta el Río Maipo y que tal vez lo explotaron hasta los ríos Itata y Bío Bío.
La lengua quechua se difundió desde el sur de Colombia hasta el norte de Argentina y el
centro de Chile. Sin embargo, en el país no logró imponerse como lengua, a pesar de haber
estado sometido al dominio inca.
Actualmente existen comunidades en Mamiña, I Región y Ollagüe, II Región, las que se
encuentran organizadas y trabajando por el reconocimiento de esta cultura y la difusión de sus
principios y costumbres.
En la actual Comuna de Ollagüe, Provincia de El Loa, II Región, se encuentra una comunidad
que se reconoce a sí misma como hablante de la Lengua Quechua. La mayoría de sus
integrantes son probablemente descendientes de las comunidades de Lípez, actual territorio
fronterizo con Bolivia.
Hacia los años 8.000 a.C., se establecen las primeras poblaciones en la cuenca San Martín,
son pequeñas bandas de cazadores recolectores que aprovechan los recursos
proporcionados por los sistemas de salares y quebradas. Fueron estos espacios los que
articularon la movilidad de estos grupos en la obtención de variados recursos alcanzando
sectores como la cuenca del Loa, el altiplano de Lípez y las inmediaciones del salar de Uyuni,
ocupando y utilizando este espacio como un sector que conectaba diferentes pisos ecológicos.
Luego de un proceso de domesticación de plantas y animales en la zona de Ollagüe, esta
zona fue ocupada por grupos de pastores vinculados culturalmente a los habitantes del
altiplano boliviano de Lípez, consolidando un sistema de vida agro pastoril.
Es muy probable que estas poblaciones conocieran la lengua Quechua, posteriormente de la
llegada del Inca, ya que Ollagüe se visualiza como un espacio de comunicación entre los
Atacameños y las poblaciones altiplánicas, permitiendo la articulación de caravanas de llamas
que transportaban productos desde y hacia estas zonas, conectando las poblaciones costeras,
valles, oasis y altiplánicas, que ocupaban la actual región de Antofagasta en Chile y el
Departamento de Potosí en Bolivia.
Periodo de la colonización
En el Período Colonial se produjo profundos cambios en la población indígena, en él se
constituyeron las reducciones de indígenas, debido a una norma promulgada a fines del siglo
XVI por el virrey Toledo, que consistía en agrupar a los integrantes de los pueblos originarios
en nuevos centros urbanos, integrados por comunidades que vivían alejadas unas de otras y,
muchas veces, pertenecientes a unidades sociales o políticas diferentes. A fines de 1602 este
proceso de reducción afectó a las localidades vecinas y próximas a Ollagüe, como las de
Amincha y Alota.
Con la Incorporación de la zona al Estado Chileno en 1879, después de la Guerra del Pacífico,
se transita de un sistema de dominación neocolonial sostenido por el Estado boliviano,
marcado por el impuesto a la tierra de los indígenas, a una economía capitalista de enclave,
centrada en la minería y en la explotación de ultramar. Las poblaciones pastoriles de Ollagüe
comienzan a vincularse al desarrollo de la minería bajo diferentes modalidades, vendiendo sus
productos pecuarios a los centros mineros o con la venta de combustible vegetal (llareta) a los
centros mineros de azufre, a mediados del siglo XX. En esta etapa el Estado Chileno
desconoce la especificidad de los Pueblos Indígenas del norte, rotulándolos bajo la categoría
de campesinos.
La actividad productiva de Ollagüe se relaciona con su reconocimiento como distrito minero
marginal con yacimientos de baja actividad y escaso nivel tecnológico. Las explotaciones más
antiguas e importantes de la zona, fueron Aucanquilcha y el volcán de Santa Rosa u Ollagüe.
La paralización de sus faenas en el año 1992 desencadenó una crisis en la población que
actualmente vive en la comuna de Ollagüe. Entre 1930 y 1955, esta actividad involucró a un
contingente de poblaciones Atacameñas del sector del Río Salado y Quechua de Bolivia; la
principal demanda provenía de Chuquicamata y de las empresas mineras de la zona que
ocupaban grandes cantidades de llareta (combustible vegetal). Hacia 1970, la comuna de
Ollagüe contaba con 911 habitantes, decreciendo notablemente en lo sucesivo y
acentuándose dramáticamente a fines del año 1992, producto del cierre definitivo de la última
mina de azufre en explotación, los saldos migratorios arrojaban para 1993, una tasa de
crecimiento de la población de un 47%.
El poblado de Ollagüe, se constituyó en un territorio y control estatal, era una de las
estaciones más importante del tramo comprendido entre Calama y la frontera. Por su carácter
de estación terminal fronteriza, dispuso de servicios básicos para la administración: bodegas,
almacenes, casas del personal e instalaciones anexas. Además se ubicó una oficina de
Aduana, Policía Internacional, Servicio Agrícola y Ganadero, y Tenencia de Carabineros.
A partir de 1973, bajo el Gobierno Militar, se impulsó el proceso de chilenización con la
implantación de las Escuelas de Concentración Rural Fronterizas, que intensificó los valores,
historia y símbolos patrios en desmedro y abandono sistemático de la lengua del Pueblo
Quechua, negación de la identidad local y una notoria marginación socioeconómica y cultural.
Situacion actual
Una de las principales políticas y cuerpos legales que han afectado a los Quechua,
corresponden al Código de Aguas que ha permitido a las empresas mineras aprovechar el
escaso recurso presente en el territorio de Ollagüe y de vital importancia para el
mantenimiento y desarrollo de las actividades agropastoriles practicadas por las familias
Quechua, desconociendo los derechos histórico de las comunidades a la propiedad y uso
ancestral de los acuíferos.
La Comunidad Quechua plantea la necesidad de realizar una investigación etnográfica sobre
el lugar actual de ubicación de la población Quechua hablante y la fuerte migración
desplazada hacia la ciudad de Calama. A raíz de la promulgación de la Ley Indígena 19.253,
surge la Comunidad Quechua de Ollagüe, comenzando una progresiva revitalización
sociocultural, emergiendo una serie de asociaciones indígenas Quechua, con la necesidad de
defender sus derechos ancestrales y como contraparte legal en las presiones que reciben de
los enclaves mineros de la empresa CODELCO – Chuquicamata.
El territorio de la Comunidad de Ollagüe no se restringe a la localidad, sino que se extiende a
los sectores de ríos: Loa, quebradas, vegas, aguadas, bebederos, llaretales y cerros de la
región, allí se practican las actividades de cultivo, pastoreo en las praderas y bofedales,
pesca, aprovechamiento de canteras, explotación de minerales y recolección de plantas
medicinales, entre otras actividades económicas, en esta vasta área, también se localizan
sitios arqueológicos, lugares en los cuales las prácticas rituales y ceremoniales son
efectuadas por la Comunidad Quechua hablante de Ollagüe.
Los Quechua hablantes de Ollagüe se ven amenazados actualmente por las presiones de una
sociedad que avanza vertiginosamente, asimilando e imponiendo modos de vida que son
ajenos a las realidades de las comunidades.
La lengua Quechua
Es una de las más importantes lenguas de América y su verdadero nombre es Runasimi, que
significa lengua de seres humanos.
Existen varias docenas de lenguas en la región andina, siendo el mas predominante el
Quechua/Kichwa (para simplificar usaremos el nombre Quechua) hablado en los países de
Ecuador, Perú, Bolivia norte de Argentina y Chile. En la actualidad hay 13 millones de
quechua hablantes en todo el área andina.
El Quechua es la lengua oficial en Ecuador, Perú y Bolivia junto al español. Pero, debido a la
indiferencia mostrada por los gobiernos y elites del poder en estos países, la lengua quechua
a pasado a ser lengua oficial “solamente en papel”. No se han implementado ni se ve en el
horizonte mecanismos que le den al quechua el estatus oficial que por ley merece.
La discriminación en contra de las personas que hablan quechua u otras lenguas, se mantiene
aun como en tiempos coloniales. Los servicios de educación, salud y justicia siguen aun
mostrando su indiferencia institucionalizada hacia las personas que tienen como lengua
materna las lenguas originarias.
El quechua se difundió desde el sur de Colombia hasta el norte de Argentina y el centro de
Chile. Sin embargo, dentro del país no logró imponerse como lengua, a pesar de haber estado
sometido al dominio inca. Además de los topónimos más abundantes en el norte, dejó su
huella en algunas palabras del mapudungun (mapuche) como los numerales cien y mil: pataka
y guaranka.

Inti Raymi quechua


Es la ceremonia del Año Nuevo Quechua y representa el regreso del Sol. Antiguamente el
Inca esperaba junto a su pueblo que el Sol, la vida o Inti volviera para acompañarlos en su
trayecto por este mundo, generando los productos necesarios para ella. La agricultura
depende de él también. Como en otros pueblos, esta celebración se realiza en el solsticio de
invierno y anuncia un nuevo ciclo de vida.
Pueblos que basan su economía en la agricultura como son los pueblos andinos, dependen de
alguna manera de los ciclos de la naturaleza, esto los lleva a tener una profunda relación con
su entorno y una constante observación de los astros, conocimiento al que le daban una
utilidad práctica.
En tal sentido, el cielo fue objeto de permanente observación, por lo que crearon grandes
templos que resultaron ser los mejores observatorios astronómicos, donde los sacerdotes del
templo Solar procedían a observar y calcular el tiempo a base de los movimientos del astro
central.
Para los pueblos andinos los eclipses de Sol y de Luna tienen una consideración especial.
También toman importancia las constelaciones, donde se reconoce la cruz del sur o la cruz de
chacana, como parte de los movimientos que ejercen influencias en los seres humanos.
El Sol es venerado como una de las mayores divinidades, porque se considera que con su luz
y poder sostiene todas las cosas de la tierra. Los Incas construyeron en Machupicchu el
Intiwatana, piedra donde se adoraba e imploraba al Sol, que de acuerdo a las tradiciones
también servía para calcular las horas del día y los meses del año.
Para el solsticio de invierno, el 21 de Junio, el Inca era el principal responsable de la fiesta al
Sol o el Inti Raymi.
Cientos de habitantes de las diferentes comunidades del territorio llegaban con sus ofrendas a
la plaza central. El inca sobre un altar cargado por hombres rigurosamente vestidos con trajes
tradicionales, ingresaba al templo mayor junto con las autoridades de mayor rango para
esperar la salida del Sol, cuando este se hacía visible todos se ponían en cuclillas con los
brazos abiertos y manos levantadas adorando con gran afecto a su padre natural.
El inca con un jarro de oro, iniciaba la ceremonia realizando un brindis de agradecimiento al
Sol, que después del primer sorbo invitaba y compartía con las autoridades más cercanas.
Terminando estas ofrendas, se dirigían con el cortejo a la plaza mayor, donde elegían una
llama negra para realizar el sacrificio, dándole paso para que las diferentes representaciones
inicien sus sacrificios y ofrendas.
Así se inicia la fiesta, prenden fuego al nuevo Sol, donde asan carne y los hombres y mujeres
engalanados con sus mejores trajes, bailan en comparsas al ritmo de la música de las bandas
con instrumentos tradicionales.
¿Sigue vigente esta tradición?
La tradición dentro de los pueblos andinos sigue vigente. Se alistan los altares sagrados de las
diferentes comunidades y se preparan comidas para celebrar esta fiesta. Los yatiris o los
ancianos de mayor rango, tienen la responsabilidad de preparar la ceremonia al alba del 21 de
Junio. Junto con la salida del Sol, se realizan las primeras rogativas, se prenden inciensos, se
sacrifican animales en un rito de agradecimiento al Sol. Algunos habitantes queman sus ropas
antiguas y se visten con nuevas prendas, otros se bañan en los ríos, teniendo como idea
general que se inicia un nuevo ciclo, donde todo vuelve a renacer.
En Chile, algunos hablan de Machaq Mara, pero esto es sólo una traducción de Año Nuevo
del calendario gregoriano, no existe en la cultura aymara, para ellos es Inti Raymi.
Los changos

Este pueblo se caracterizó por la fabricación de balsas de cuero de lobo que utilizaban para
uso propio y para intercambiarla por otros productos. Esta embarcación se construía de cuero
de lobo marino, cuya piel era ablandada en agua dulce; luego se cosía y se recubría con
aceite del mismo animal, dejando una pequeña abertura para introducir una caña que permitía
inflarla. Sobre los flotadores se incorporaba una plataforma de madera que podía transportar
de uno a cuatro navegantes. El desplazamiento se lograba mediante el uso de un remo de
doble pala. Para pescar los changos usaban un arpón de hueso a cuyo extremo amarraban un
cordel de cuero. Además, hicieron uso de redes que ellos mismos tejían con fibras vegetales o
intestinos de animales marinos.
Respecto de su organización, se puede decir que los changos se agrupaban en familias
pequeñas con asentamientos dispersos, que reconocían como su territorio un sector de la
costa que contara con agua dulce para beber.
Su vivienda la construían con estacas de madera o costillas de ballena cubiertas con cuero de
lobo y algas marinas. En el interior, las familias se acostaban sobre algas secas o cueros de
camélidos.
Sus creencias religiosas fueron bastante escasas, pero se contaba entre ellas el culto a los
muertos, pues los enterraban acompañados de herramientas y otros objetos.
Los Colla o Kolla
Poblaron la zona de la Cordillera de Atacama. Las primeras familias Colla comienzan a migrar
a estos territorios desde el noroeste argentino y desde el sur de la puna atacameña, sus
principales actividades económicas se sustentan en la ganadería y cultivos en pequeña
escala.

Los Colla llegaron en la segunda mitad del siglo XIX y poblaron la zona de la Cordillera de
Atacama. Las primeras familias Colla comienzan a migrar a estos territorios desde el noroeste
argentino y desde el sur de la puna atacameña, sus principales actividades económicas se
sustentan en la ganadería y cultivos en pequeña escala.
La familia Colla es la contenedora de todas las actividades productivas, sociales, políticas y
rituales. La denominación Colla fue utilizada para identificar a los indígenas que habitaban las
quebradas y el extremo meridional de la puna del norte chileno, del noroeste argentino y
del sur de Bolivia, a los habitantes de las zonas de pastoreo, dedicados a las actividades
ganaderas y la trashumancia en extensos recorridos.
Los sitios rituales y sagrados Colla son frecuentados por las comunidades en su circuito
trashumante, algunos de ellos ocupados desde larga data. El Pueblo Colla se compone de
nueve comunidades que habitan en la cordillera, ubicados en las comunas de Copiapó, Tierra
Amarilla y Diego de Almagro.
Una segunda área de poblamiento Colla son las Quebradas Paipote, San Andrés y San
Miguel como terrenos de invernada complementadas por los campos de pastoreo de El Patón
y Llano del Leoncito en la cuenca alta del río Figueroa, más la quebrada y el Salar de
Maricunga que actúan de veranadas. En la primera área de poblamiento, los Colla comienzan
a ocupar extensos territorios de pastoreo en el sector Puneño y quebradas, teniendo su
principal asentamiento el sector Agua Dulce, lugar cercano a la quebrada Pastos Cerrados o
Quebrada Jardín. Las familias Colla provenientes del noroeste argentino que recorren estos
parajes son los Ramos, Villanueva, Quispe, Jerónimo, Marcial y Julio. Durante la década de
los ?40, el poblamiento indígena de las quebradas y la puna en Potrerillos comenzó a ser
afectado por la acción de la fundición minera de Potrerillos que contaminará los pastos
provocando el éxodo de las familias Colla.
A la llegada de los Colla, las tierras de la Hacienda Potreros, se encontraba abandonada, sin
actividad agrícola y ganadera, sólo albergaban en su seno algunas minas, las tierras de la
gran hacienda estaban ocupadas por los Colla y por algunas familias de pastores que
provenían del pueblo de indios de San Fernando, ubicado entre la ciudad de Copiapó y la
junta de la quebrada de Paipote, lugar donde en la actualidad se encuentra el poblado
Estación Paipote. De allí, que las quebradas y la puna de la cordillera constituyeron espacios
de encuentros entre Colla del noroeste argentino, algunos pastores de los pueblos de indios,
pirquineros eventuales y arrieros.
Potreros, permitió por varias décadas la ocupación tranquila e interrumpida de los Colla,
cuestión que cambiará una vez iniciado el siglo XX, al ser arrendados los terrenos por la
familia Cousiño que le disputará el dominio y ocupación de la hacienda. Ambos factores, la
disputa territorial y la contaminación de los suelos, provocaron la emigración de algunas
familias a la Argentina, otras familias se enrolarán en el trabajo minero, para luego volver a las
actividades ganaderas y mantenerse en los territorios que habitan desde décadas.
En Potrerillos, desde 1894 operaba la Compañía Minera de Potrerillos con pequeñas
explotaciones mineras con métodos manuales y antiguos, la instalación de la mina de
Potrerillos provocó la huída de las familias Colla, desplazándolos en 1922 hacia territorios
ubicados al norte y sur de la quebrada Jardín
Desde 1950 a 1973, las familias Colla de Potrerillos se abocaron al trabajo ganadero, agrícola,
combinando el pastoreo con el trabajo minero, mientras otras familias se quedaron en el
circuito trashumante entre las aguadas de invernada cercanas a Potrerillos, El Salvador y los
campos de veranada de Pedernales y Cerro Blanco, ocupando también las tierras de la
quebrada de Agua Dulce y de la Quebrada El Asiento.
El conflicto por la ocupación de las tierras se mantuvo hasta 1957, cuando se logra un acuerdo
en la vega La Guardia, quedando para las familias Colla los terrenos fiscales de la parte
superior del río Jorquera y sus afluentes, no obstante, estas familias siguieron ocupando
materialmente los terrenos, debido a que estos eran parte de las invernadas bajas con buenos
suelos para cultivos y campos de pastoreo.
Situacion actual
Estas restricciones afectaron a todas las familias Colla de la cordillera, desde Potrerillos hasta
río Jorquera, debiendo abocarse casi exclusivamente al trabajo de la ganadería, obligando a
muchos descendientes a migrar para desarrollar trabajos relacionados con la fruticultura en el
valle de Copiapó, como empleados u obreros en ciudades y en faenas mineras, manteniendo
siempre los vínculos con la cordillera. Todo lo anterior, significó un despoblamiento relativo de
los espacios ocupados ancestralmente, debido a que muchas familias migraron obligadamente
a centros mineros, ciudades y pueblos cercanos, en busca de trabajo y educación para sus
hijos, manteniéndose la actividad ganadera por familias que siguieron pastoreando sobre
amplios territorios de las quebradas y la puna.
La Ley Indígena permitió la organización en comunidades, iniciándose un proceso de
organización Colla que agrupó a las familias que se encontraban en la zona cordillerana de
Potrerillos, Quebrada Paipote y Río Jorquera, teniendo como base las relaciones de
parentesco, linajes e incorporación de familias sin tener lazos de consanguinidad. Estos
comprenden los campos de pastoreo, vegas, aguadas, lugares de asentamiento, de
recolección y caza, lugares con recursos mineros, espacios sagrados y rituales que son
comprendidos dentro de un perímetro de cumbres y filos de cerros. La demanda de tierras
representa sólo el 2,93% del total territorial demarcado en 1996.
Las comunidades Colla, enfrentan actualmente disputas por los derechos de aguas con
empresas mineras. Considerando las dificultades para el asentamiento permanente, muchas
familias siguen poblando las quebradas y recorriendo durante el verano la puna en la actividad
ganadera trashumante, demandando el reconocimiento de las tierras para iniciar el re-
poblamiento y el desarrollo seguro de sus actividades económicas.

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