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EL INICIO DE LA INDUSTRIALIZACIÓN PETROLERA

Los inicios de la industria petrolera en México se remontan a los mediados del


siglo XIX. La primera empresa en establecerse en nuestro país fue la Waters
Pierce Company, subsidiaria de la Standard Oil, esta se dedicaba a importar
petróleo de los Estados Unidos que era refinado en nuestro país para distribuirse
en el mercado interno y debido a esto se construyó una refinería en 1887, pero
una vez que las necesidades domésticas fueron satisfechas, la producción se
dirigió al mercado internacional.

El primer gran desarrollo de esta industria en nuestro país se dio con la llegada de
Edward Lawrence Doheny, quien empezó a desarrollar sus negocios petroleros en
California donde se extendió a México. Para 1900, junto con sus socios, compró
unas 20 mil hectáreas de terrenos petrolíferos a precios muy bajos y formó la
Mexican Petroleum Company iniciando al año siguiente exploraciones en El
Ebano. Comprobado el éxito del pozo, Doheny construyó una refinería para
producir asfalto para caminos y creó su propia compañía pavimentadora. Hacia
1906, amarró un contrato para proveer de petróleo al Ferrocarril Central de
México. Ello hizo que comprara más terrenos en la llamada Faja de Oro, que
fundaría la Huasteca Petroleum Company, la Tamiahua Petroleum Company y la
Tuxpan Petroleum Company, así como la construcción de una refinería en Mata
Redonda.

En el último decenio del siglo XIX se dio la primera presencia de los ingleses en la
industria petrolera nacional cuando el London Oil Trust, encabezado por Cecil
Rhodes, adquirió varias empresas en la región de Papantla y formó con ellas la
Mexican Oil Company. Sin embargo, el verdadero éxito británico en la industria
petrolera se dio a través de Weetman D. Pearson.

Para que Pearson y el capital inglés ingresaran de manera exitosa en la industria


petrolera mexicana, fue determinante la excelente relación que tenía el empresario
con el gobierno mexicano y la creciente importancia de las inversiones
estadounidenses en nuestro país.

Así vemos que, al iniciarse el Porfiriato, el 35% del comercio mexicano se hacía
con Inglaterra, pero para 1895 había descendido al 20%, teniendo que hasta
entonces las inversiones británicas se concentraban en los ferrocarriles, tranvías,
fincas agrícolas, compañías madereras, ganaderas y algodoneras. El notorio
crecimiento de los intereses económicos de los Estados Unidos, hizo comprender
a don Porfirio la necesidad de buscar un contrapeso, y encontró que el equilibrio lo
podría obtener en el apoyo a las incursiones petroleras de Weetman Pearson.
En abril de 1901 Pearson inició su interés por el petróleo, por lo cual se dio a la
tarea de comprar extensos terrenos en Veracruz, Tabasco y Campeche hasta
tener 600.000 acres (unas 267 mil hectáreas), para exploración petrolera.

Para 1905, Pearson decidió acometer la construcción de una refinería en


Minatitlán, no obstante los modestos resultados de producción en sus pozos. De
hecho, tuvo que importar petróleo de Texas, para poder utilizar la refinería a su
máxima capacidad y cumplir sus contratos. De manera que, en esos años,
Pearson era más un consumidor que un productor de petróleo, para 1908 producía
suficiente petróleo para no tener que comprarlo.
Su situación cambió de manera definitiva en 1910 cuando en las exploraciones
hechas en la Barra de Tampico se encontró con el pozo Potrero 4, que expulsó
petróleo sin control durante dos meses, perdiéndose 3 millones de barriles, pero
finalmente fue controlado y explotado intensivamente en los ocho años siguientes,
produciendo más de 100 millones de barriles.
Hacia 1907 Pearson tuvo listo el primer buque tanque de 3.000 toneladas
encargado de distribuir petróleo en el Golfo de México. Además, para hacer la
transportación a Europa, formó en 1912 la Eagle Oil Transportation Company y
construyó una flota de veinte buques, al haber logrado importantes contratos con
el Almirantazgo inglés.
Así fundó la Compañía Mexicana de Petróleo El Aguila, en cuyo Consejo se
encontraban prominentes porfiristas como Porfirio Díaz hijo, Guillermo de Landa y
Escandón, Pablo Macedo, Fernando Pimentel y Enrique Creel, con lo cual sellaba
nexos con el gobierno mexicano.

Se había propiciado un intenso proceso de concentración de tierras por parte de


las compañías petroleras para hacer exploraciones. Para 1910, Doheny y Pearson
controlaban cerca de un millón de hectáreas de terrenos petroleros, y el promedio
de su producción era de 100.000 barriles para Pearson, y 60.000 para Doheny,
aunque eso era sólo el inicio del auge.

La producción petrolera crecía consistentemente, pues si en 1901 eran alrededor


de 10.000 barriles los producidos, éstos aumentaron cien veces hacia 1907 para
llegar a más de un millón, y se multiplicaron por más de mil hasta ser más de 12
millones; era un cuadro sin duda alentador. De esta forma México apareció por
primera vez en el mapa de los productores mundiales, aunque de manera
incipiente pues, hacia 1910, el petróleo mexicano representaba poco más del 1%
de la producción mundial.

Digamos que hasta aquí se cumplía con las premisas teóricamente lógicas de
estabilidad política y crecimiento económico.

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