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Murray Bookchin

Anarquismo social
o anarquismo personal
Un abismo insuperable
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Los términos de esta licencia deberán constar de una manera clara para cualquier
9 Prólogo, Ruymán Rodríguez
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expreso del autor o la autora. 23 Nota para los lectores
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29 Anarquismo social o anarquismo personal
licenses/by-nd-nc/1.0/ o enviar una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbot
Way, Stanford, California 94305, EEUU. 41 Anarquismo individualista y reacción
© 2012 del texto, Debbie Bookchin
© 2012 de la presente edición, Virus Editorial 53 ¿Autonomía o libertad?
71 El anarquismo como caos
Título original: Social anarchism or lifestyle anarchism. An unbridgeable chasm
89 Anarquismo místico e irracional
Diseño de colección: Pilar Sánchez Molina y Silvio García-Aguirre
Diseño de cubierta: 99 Contra la tecnología y la civilización
119 Mistificación de lo primitivo
Traducción: Roser Bosch
Edición y maquetación: Virus Editorial 153 Evaluación del anarquismo personal
Corrección de estilo y ortotipográfica: Paula Monteiro
171 Hacia un comunalismo democrático
Tercera edición en castellano: junio de 2019

185
Bibliografía
ISBN: 978-84-92559-94-7
Depósito legal: B-14530-2019

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Quisiera agradecer a mi compañera, Janet Biehl, su
inestimable ayuda en la recopilación de material para
este ensayo.
Prólogo

Sobre mancharse de gen-


te y realidad o retirarse a
los falsos principios

Hablar de Murray Bookchin (1921-2006) supone


hablar de alguien bastante inusual en el movi-
miento anarquista moderno: un clásico contempo-
ráneo. En la actualidad, muchos anarquistas
tienen una reserva, casi patológica, a la hora de
acercarse con seriedad y sin prejuicios, a lo que
piensan o escriben sus coetáneos. Necesitan que
estén muertos y parece que sólo así pueden leerlos
e interpretarlos o, al menos, tenerlos en cuenta sin
temor a caer en el «culto a la personalidad». Pocos
anarquistas son hoy profetas en su tiempo.
El caso de Bookchin es distinto. Como es lógico,
nunca gozó de una aprobación unánime —algo
bastante aburrido, por otra parte—, pero su exten-
sa bibliografía —que refleja una trayectoria

8 9
intelectual y militante de más de 40 años— y sus también quepan nuestros compañeros de trabajo,
numerosos intentos de repensar el anarquismo, de clase o nuestros vecinos; si queremos un anar-
obligaron a los libertarios de su tiempo a tenerlo en quismo de observadores, contemplativo, o un anar-
cuenta, para bien o para mal, mientras aún respi- quismo revolucionario y combativo. No es una
raba. mala pregunta y es un debate vivo, que estaba de
Como todos nosotros si nos exponemos al mi- plena actualidad en 1995 —cuando fue escrito este
croscopio, Bookchin fue un compañero con claros- libro— y que lo sigue estando en este momento his-
curos. Polemista vocacional, podía aceptar la tórico. Pero no es un debate nuevo, ni tampoco con-
invitación del derechista Libertarian Party ameri- sidero que sean exactos los términos en los que
cano para dar una conferencia en sus dominios, Bokchin lo plantea, y quizás aquí reside la parte
aunque eso supusiera prestarle oxígeno1; a la vez más polémica de este prólogo.
que, a finales de la década de 1990, traspasaba las
rejas de una prisión turca en la isla de Imrali, in-
fluyendo a través de su pensamiento a Abdullah
Öcalan y de ahí a la resistencia popular kurda, que ¿Un abismo insuperable o un debate irreductible?
hoy mantiene una de las pocas antorchas revolu-
cionarias de nuestro feo y triste siglo XXI. En primer lugar, considero que Bookchin es mejor
Su voz nos lanza hoy, en estas mismas páginas como generador y difusor de ideas que como histo-
que ahora tienes entre los dedos, varias cuestiones riógrafo, y pienso que es en ciertas analogías histo-
que cualquier libertario debe estar dispuesto a riográficas donde esquematiza en exceso los sujetos
afrontar, ya sea desde la discrepancia o desde la del debate. El conflicto entre anarquismo indivi-
coincidencia. Aquí Bookchin nos invita a pregun- dualista y anarquismo societario tiene ciertamente
tarnos si queremos un anarquismo de minorías o más de un siglo. Pero la realidad es que la frontera
un anarquismo para todos; si queremos un anar- ideológica entre ambos ha sido repetidamente asal-
quismo de creyentes o un anarquismo en el que tada y, más allá de la existencia concreta de deter-
minados grupos y personajes recalcitrantes y
enfrentados entre sí, no es posible reducir los cam-
1.
  Un fragmento de la conferencia puede verse en pos social e individualista —y la mutua influencia
Anarchism in America (1983) de Joel Sucher y Steven
del uno sobre el otro— a unos pocos nombres aisla-
Fischer.

10 11
dos. Pacheco (1882-1946), Liberto Callejas (1884-1969)
A la hora de elaborar su crítica, Bookchin no o Salvador Seguí (1886-1923), por acotar el campo
necesitaba reinventar la trayectoria anarcoindivi- sólo a los castellanoparlantes. En otros términos,
dualista para defender sus tesis, pero la tentación muchos individualistas estuvieron entre los funda-
debió ser grande. En realidad, ni los atentados de dores e impulsores de la FAI, dirigiendo la prensa
finales de siglo xix, ni los de principios del xx, fue- confederal de la cnt, ocupando las tierras baldías
ron fruto de las tesis o las prácticas anarcoindivi- de Sicilia junto con los campesinos o formando los
dualistas, más allá de algunas intoxicaciones grupos partisanos contra el fascismo italiano.
destacadas. Ningún individualista teórico se en- Por tanto, el debate es tan viejo y tan complejo
cuentra entre los primeros propagandistas por el como sus diferentes expresiones, y también sus
hecho o entre los attentäter que hace más de un simplificaciones. Ya en 1935, Max Nettlau lanzaba
siglo aterrorizaron a la burguesía mundial. De uno de los primeros dardos contra lo que hoy lla-
Alexander Berkman (1870-1936) a François Rava- mamos «el gueto»:
chol (1859-1892), y de este a grupos como Los Soli-
darios en la década de 1920, se trataba en su En esos años en que todas esas fuerzas
mayoría de militantes con ideas preponderante- [políticas] pusieron la mano sobre el pue-
mente anarcocomunistas o anarcosindicalistas. blo y la opinión pública, los anarquistas
Sólo en Italia —y posteriormente en Argentina— tenían otra cosa que hacer entonces, tal me
los individualistas tendrían verdadero protagonis- ha parecido siempre, que entregarse al es-
mo en acciones violentas contra intereses fascistas. peranto, al neo-malthusianismo sexual y a
Igualmente, es inmensa la lista de populares refe- desviaciones semejantes. No lo hicieron y
rentes históricos anarquistas que, sin dejar de rea- eso los relegó a un plano secundario.2
lizar una labor organizativa y militancia
imprescindible, coqueteaban con ideas individua- Nettlau hablaba en la década de 1930 de espe-
listas. El inventario abarcaría a personas tan poco ranto y neomalthusianismo, igual que Bookchin lo
sospechosas de antiobrerismo o de pasividad como
Anselmo Lorenzo (1841-1914), Manuel González
Prada (1844-1918), Federico Urales (1864-1942),  Nettlau, M. (2003). La anarquía a través de los tiempos.
2.

Biblioteca Virtual Antorcha. http://www.antorcha.net/


Rafael Barrett (1876-1910), Rodolfo González
index/biblioteca.html

12 13
hacía en la de 1990 de misticismo y primitivismo, en sí, sino el diagnóstico que extrajo de ella. Lo im-
de la misma manera que, en la actualidad, se trata portante son las conclusiones que comparte cuan-
despectivamente la teoría queer o el veganismo. El do se olvida de los adjetivos y se concentra en los
historiador anarquista austriaco hablaba de «des- verbos.
viaciones», pero puede que lo que resulte bastante Es cierto que, más allá de los prejuicios y los
pretencioso sea intentar establecer un canon sin análisis de brocha gorda, tanto del anarquismo de
fisuras en el seno de una corriente de pensamiento diferentes momentos del siglo xx como del de co-
que tanto se nutre de lo vivencial. Se puede discu- mienzos del siglo xxi, pueden extrapolarse elemen-
tir la oportunidad y la estrategia, pero el meollo no tos negativos comunes, a partir de contextos y
es la aportación ideológica de una teoría concreta a prácticas muy concretas. La necesidad de crear es-
una doctrina general. La cuestión es si esa idea pacios herméticos y comunidades experimentales
puede transformar la vida de la gente, de muchos cerradas, la búsqueda de grados de perfección
de ellos y no sólo de grupos selectos, y cuáles son ideológica ajenos al entorno social y sus problemas
sus posibilidades reales de llevarse a la práctica. O o la evasión como forma de vida, son fenómenos
quizás, para ser más incisivos, si esa idea te facili- recurrentes en determinados ambientes liberta-
ta cambiar tu vida y la de quienes te rodean, si te rios. Al respecto, Bookchin recupera la cuestión ya
lo impide o si ni siquiera está entre sus objetivos lanzada por Bakunin, cuando argumentaba que no
plantear cambio alguno. (*) se puede ser libre rodeados de esclavos, contra los
planteamientos de los idealistas de corte religioso.3
No hay huidas hacia adelante, ni escapadas, ni pa-
raísos de pladur donde esconderse durante mucho
Apariencias, fondos y transfondos de un debate tiempo. Como mucho, se podrá disfrutar

Es necesario, por tanto, contextualizar el análi-


sis del presente texto sin asumir nada a priori. Lo 3.
 “Yo en fin, queriendo ser libre, no puedo serlo, porque
relevante no es seguir a Bookchin en el proceso de alrededor mío todos los hombres no quieren aún ser
disección de las distintas subtramas del «anarquis- libres, y al no quererlo pasan a ser instrumentos de
mo personal» que identificó en su época y con las opresión contra mí”. Bakunin, M. (2008). La libertad.
Archivo Miguel Bakunin. https://miguelbakunin.
que se enfrentó. Lo interesante no es la autopsia
wordpress.com/

14 15
temporalmente de un espejismo de libertad pero, Si tratáramos de trazar una línea consecuente en-
en cuanto te toque ir a comprar el pan, el globo se tre este anarquismo actual y el de corte insurrec-
pincha. El aislamiento integral que requiere man- cionalista y nihilista que cobró fuerza en los 90
tener la ilusión, solo puede sostenerse mediante —sobre todo en el sur de Europa y en determina-
una pseudovida proyectada sobre una maqueta a dos núcleos de las dos Américas—, el invento haría
escala. aguas cuando llegáramos a la confrontación más o
Por tanto, la vigencia de la aportación de Book- menos real entre praxis y teoría. Se puede acusar
chin, no reside en las teorías más o menos volubles a ese anarquismo de muchas cosas, cientos de
de las que se va enamorando el anarquismo inope- ellas, pero nunca de ningunear la acción.
rante y de autoconsumo; sino en en señalar su ale-
jamiento voluntario de la clase obrera y su miopía
intelectual a la hora de leer su propio zeitgeist. Es
ahí donde se ve el nervio de la crítica bookchinia- Mancharse de gente y realidad o retirarse a los
na, La realidad es que el anarquismo ombliguista, falsos principios
ensimismado, hermético y aislado siempre ha teni-
do su público, y no forzosamente se puede enclavar El gran mérito de Bookchin ha sido, por tanto, sa-
en los parámetros ideológicos más fáciles de identi- ber rescatar esa reyerta histórica, actualizarla y
ficar, ni tampoco limitarlo a determinados rasgos poner el dedo en un llaga real que hoy palpita:
coyunturales de un momento político o histórico. existe cierto anarquismo al que no le interesa la
De hecho, para Bookchin, uno de los distintivos gente que le rodea, y menos si es pobre. (**)
de este anarquismo en el momento en que escribió Al final, gran parte del problema se limita a una
este libro, era el rechazo a la teoría y la formación cuestión de clase y conciencia. Las evasiones, las
intelectual, junto con la búsqueda de la inmedia- aventuras con billete de retorno, las representacio-
tez. Hoy, muy el contrario, una de las característi- nes exhibicionistas de coherencia anarquista, pue-
cas proverbiales de este tipo de anarquismo, es la den mantenerse cuando se disfrutan unas
sobreideologización. Aquellos que se fugan de la determinadas condiciones económicas y sociales.
realidad, muestran hoy un gusto particular por la El anarquismo es ocio cuando puedes permitírtelo
instrucción abstracta en contra de lo actividad con- y comprarlo, y en él no caben, evidentemente, quie-
creta, por la contemplación en contra de la acción. nes no necesitan la simulación de la marginalidad

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o no cuentan con puentes a sus espaldas, aquellas denominar como anarquismo institucionalizado. Y
personas cuya exigencia de coherencia es estar tan este ha demostrado, en la práctica, ser mucho más
vivas al irse a dormir como lo estaban cuando se utópico y estar más desconectado de la realidad
despertaron. Hay un anarquismo que ignora la po- que cualquier invento místico e irracionalista del
breza, el sudor, el hambre, la suciedad y el olor a siglo pasado.
sangre seca. Una arista importante de esto que se-
ñalamos, es que ese anarquismo sin empatía no es El debate también se retuerce porque se con-
fácil de acotar o reducir a unas corrientes en parti- vierte en un búmeran. En la actualidad, solo los
cular, sino se extiende por más categorías ideológi- ambientes más fundamentalistas respecto a la re-
cas de las que Bookchin identificaba hace casi 30 lación entre lo científico y lo religioso, siguen ne-
años. gando la crisis medioambiental que está
El debate puede resultar engañoso, porque destruyendo la salud del planeta. En los 60, cuan-
Bookchin no podía saber que el elitismo, el supre- do Bookchin empieza a articular su pionero men-
macismo moral y los tics reaccionarios ya no serían saje anarcoecologista, ni siquiera la
sólo patrimonio de aquel sector —al que descalifi- contemporaneidad de la catástrofe nuclear —in-
camos, desde hace unos 20 años, como «gueto»— eludible por los hitos en Hiroshima y Nagasaki du-
endogámico y obsesionado con sus particulares rante la II Guerra Mundial, y por las amenazas de
rangos de jerarquía ética. Muchos anarquistas que la Guerra Fría— consiguieron que se abandonara
presumían de sociales, serios y sensatos y que, iró- fácilmente el discurso socialista clásico en torno a
nicamente, se amparan en muchos casos en las te- «la conquista del hombre sobre la naturaleza». En
sis municipalistas del propio Bookchin —y otras esa época, las ideas de Bookchin bien podían haber
sólo en su propia ambición—, han desarrollado un sido consideradas una desviación, una perdida de
anarquismo pedante, demagogo y tan incapaz de energía y tiempo —como decía Nettlau sobre el es-
analizar e interpretar su contexto como su supues- peranto o el neomalthusianismo—, mientras la llu-
to adversario. Ese anarquismo autodesarmado y via ácida o la paulatina desaparición de los polos
reducido a una travesura ideológica para distraer insistían en llevarnos la contraria.
a los hijos de la clase media, acertadamente de-
nunciado por Bookchin, hoy figura también entre Al final la cuestión es mucho más profunda, y es
los aspirantes a concejales y lo que podemos ahí donde Bookchin da plenamente con la clave.

18 19
En el Capítulo 4 de Ecología y pensamiento revolu- este caso Bookchin critica el misticismo o el primi-
cionario (un texto de 1964) nuestro anarquista tivismo, no porque sean una desviación (como tú
neoyorquino hace un breve recorrido por algunos dices al final, él mismo es autor de “desviaciones”
acontecimientos históricos en los cuales el anar- plenas de sentido), sino porque considera (puede
quismo fue relevante, donde concluye que los anar- que equivocadamente) que en la práctica se des-
quistas han tenido peso social cuando han sabido vinculan de toda lucha política colectiva situada en
leer su momento histórico, entender las necesida- el contexto. Si lo ves, pensamos que estaría bien
des de las masas y trabajar eficientemente en ese matizarlo un poco. Si no estás de acuerdo, lo respe-
campo. Literalmente nos dice: «si miramos hacia tamos
atrás, entonces encontramos que los principios
anarquistas […] siempre se han vestido de acuerdo
con el contexto histórico»4. (**) Pensamos que no solo rescata y actualiza la
reyerta histórica, sino que también denuncia la
pérdida de cierta capacidad de análisis: «muchos
* Comentario sobre párrafo Netlau/desviacio- supuestos anarquistas incluso han confundido el
nes: No estamos seguros de que esta analogía sea propio capitalismo con una «sociedad industrial»
válida, en tanto que el esperanto o el neomalthu- de concepción abstracta, y las distintas opresiones
sianismo formaban parte de las estructuras de or- que ejerce sobre la sociedad se han imputado bur-
ganización colectiva (ateneos, grupos de afinidad damente al impacto de la «tecnología», no a las re-
etc.) de la misma manera que el veganismo o las laciones sociales subyacentes entre capital y mano
luchas LGTBI, cuando se enmarcan en grupos de obra, estructuradas en torno a una economía de
anarquistas, se plantean también como parte de la mercado omnipresente que ha invadido todos los
lucha política. También es posible que esta sea una espacios de la vida, desde la cultura hasta las
idealización nuestra y que Netlau considerara que amistades y la familia. La tendencia de muchos
eran opciones que se estaban situando fuera de las anarquistas de culpar de los males de la sociedad a
luchas colectivas. En todo caso, creemos que en la «civilización» más que al capital y la jerarquía, a
la «megamáquina» más que a la mercantilización
4.
de la vida, y a unas «simulaciones» imprecisas más
  Bookchin, M. (2019). Ecología y pensamiento
que a la tiranía tan evidente de la ambición
revolucionario. Ed. Calumnia. Pg. 62.

20 21
material y la explotación, no es diferente de las
apologías burguesas de las «reestructuraciones» de
Nota para los lectores
las empresas modernas de la actualidad como re-
sultado de los «avances tecnológicos», más que por
el apetito insaciable de beneficio de la burguesía.».
Igual sería interesante un apunte sobre la relación
entre la lectura que se hace de la realidad, y la
predisposición a mancharse de realidad
Este breve ensayo fue escrito para tratar el hecho
de que el anarquismo se encuentra en un punto de
inflexión de su larga y turbulenta historia.
En un momento en que la desconfianza popu-
lar en el Estado ha alcanzado unas proporciones
extraordinarias en numerosos países; en que la di-
visión social entre unas pocas personas y empresas
con grandes fortunas contrasta de manera drástica
con el creciente empobrecimiento de millones de
individuos en una escala sin precedentes desde la
década de la Gran Depresión; y en que la intensi-
dad de la explotación obliga a cada vez más gente
a aceptar una semana laboral de una longitud tí­
pica del siglo xix, los anarquistas no han logrado
­desarrollar un programa coherente ni una or­ga­
nización revolucionaria que ofrezcan una dirección
para el descontento de las masas que la sociedad
contemporánea está engendrando.
En vez de ello, dicho malestar está siendo ab­
sorbido por políticos reaccionarios y se ha ca­­na­lizado
en una hostilidad hacia minorías étnicas, migrantes

22 23
y personas pobres y marginales, como las madres historia en nombre del «primitivismo». Muchos su-
­solteras, los sin techo, los ancianos e incluso los eco­ puestos anarquistas han confundido incluso el pro-
lo­gistas, a los que se presenta como los principales pio capitalismo con una «sociedad industrial» de
culpables de los problemas sociales actuales. concepción abstracta, y las distintas opresiones que
La incapacidad de los anarquistas —o, por lo ejerce sobre la sociedad se han imputado burda-
menos, de muchos de los que así se consideran— mente al impacto de la «tecnología», no a las rela-
para llegar a un número de seguidores potencial- ciones sociales subyacentes entre capital y mano
mente grande radica no solo en la sensación de de obra, estructuradas en torno a una economía de
impotencia que impregna a millones de personas mercado omnipresente que invade todos los espa-
hoy en día. También se debe, en gran medida, a los cios de vida, desde la cultura hasta las amistades y
cambios por los que han pasado muchos anarquis- la familia. La tendencia de muchos anarquistas a
tas durante las últimas dos décadas.1 Nos guste o culpar de los males de la sociedad a la «civilización»
no, miles de ellos han abandonado de forma gra- más que al capital y la jerarquía; a la «megamáquina»
dual la esencia social de las ideas anarquistas por más que a la mercantilización de la vida; y a unas
un personalismo omnipresente yuppie y new age «simulaciones» imprecisas más que a la tiranía tan
que caracteriza a esta época decadente y aburgue- evidente de ambición material y explo­tación no es
sada. De hecho, han dejado de ser socialistas —de- diferente de las apologías que los bur­gueses ha-
fensores de una sociedad libertaria de orientación cen de sus «reestructuraciones» en las empresas
comunal— y evitan cualquier compromiso serio con modernas como resultado, supuestamente, de los
un enfrentamiento social organizado —y progra- «avances tecnológicos» más que de su apetito insa-
máticamente coherente— con el orden existente. ciable de beneficio.
Cada vez más, han seguido la tendencia predomi- En las páginas siguientes, mi énfasis se centra
nante de la clase media de nuestra época hacia un en la retirada constante en nuestros días de los
individualismo decadente en nombre de su «auto- ­autodenominados anarquistas de aquella esfera
nomía» personal, un misticismo incómodo en nom- social que constituía el escenario principal de los
bre del «intuicionismo», y una visión ilusoria de la anarquistas anteriores —los anarcosindicalistas y
los comunistas libertarios revolucionarios— hacia
1.
aventuras episódicas que evitan cualquier compro-
 El texto original en inglés fue publicado por primera vez
miso de organización y coherencia intelectual; y, lo
en 1995 por la editorial ak Press.

24 25
que es más preocupante, hacia un burdo egoís- la actualidad poseen dicho fervor revolucionario,
mo que se alimenta de la decadencia cultural gene- ni tan siquiera el idealismo altruista y la con-
ral de la sociedad burguesa de hoy en día. ciencia de clase en los que reposa. Es precisamente
Los anarquistas, es cierto, pueden celebrar con la ­perspectiva de la revolución social, tan básica
razón el hecho de que buscan desde hace mucho para la definición de anarquismo social, con todos
tiempo la libertad sexual total, la estetización de la sus argumentos teóricos y organizativos, la que me
vida cotidiana y la liberación de la humanidad de gustaría recuperar en el examen crítico del anar-
las restricciones psíquicas opresivas que le han ne- quismo personal que ocupa las páginas siguientes.
gado su libertad sensual e intelectual plenas. Por A menos que esté gravemente equivocado —y es-
mi parte, como autor de Desire and Need2 hace pero estarlo—, los objetivos revolucionarios y so-
unos treinta años, no puedo más que aplaudir la ciales del anarquismo están sufriendo una erosión
exigencia de Emma Goldman de no querer una de gran alcance, hasta el punto de que la palabra
revolución a menos que pueda bailarse a su son; y, anarquía pasará a formar parte del vocabulario
como mis vacilantes padres matizaron una vez a burgués chic del siglo xxi: travieso, rebelde, des­
principios de este siglo, ni una en la que no puedan preo­­cupado, pero deliciosamente inofensivo.
cantar.
Pero, por lo menos, exigían una revolución
—una revolución social— sin la que estos objetivos 12 de julio de 1995
estéticos y psicológicos no podrían alcanzarse para
la humanidad en su conjunto. Y ese fervor revolu-
cionario básico fue central en todas sus esperanzas
e ideales. Por desgracia, cada vez menos de los su-
puestos anarquistas con los que me encuentro en

2.
 Murray Bookchin: Desire and Need, Anarchos, Nueva
York, 1967. Se publicó una versión de este texto como ca­
pítulo en Post-Scarcity Anarchism (1971). [En cas­te­llano:
El anarquismo en la sociedad de consumo, Kai­rós, 1976,
trad. de Rolando Hanglin.] (N. de la E.)

26 27
Anarquismo social
o anarquismo personal
Durante unos dos siglos, el anarquismo —un cuer-
po extremadamente ecuménico de ideas antiau­
toritarias— se desarrolló en la tensión entre dos
ten­dencias básicamente opuestas: un compromiso
personal con la autonomía individual y un compro-
miso colectivo con la libertad social. En la historia
del pensamiento libertario, esas tendencias nun-
ca se armonizaron. De hecho, para muchos hom-
bres del siglo pasado, simplemente coexistían
dentro del anarquismo como una creencia minima-
lista de oposición al Estado, en vez de una maxi-
malista que articulara el tipo de nueva sociedad
que debía ser creada en su lugar.
Ello no significa que las diferentes escuelas
del anarquismo no abogaran por unas formas muy
específicas de organización social, aunque a menu-
do eran bastante divergentes unas de otras. No
obstante, en esencia, el anarquismo en su conjunto

31
avanzó hacia lo que Isaiah Berlin ha llamado «li- necesidades, reflejaban el sesgo del artesano hacia
bertad negativa», es decir, una «libertad de hacer» la autonomía personal, dejando indefinido cualquier
formal más que una «libertad para hacer» funda- compromiso moral hacia un colectivo, más allá de
mental. De hecho, el anarquismo celebró muchas ve­ las buenas intenciones de sus miembros.
ces su compromiso hacia la libertad negativa como En efecto, la famosa declaración de Proudhon
prueba de su propia pluralidad, tolerancia ideo­lógica de que «quienquiera que ponga su mano sobre mí
o creatividad; o incluso, como más de un reciente teó- para gobernarme es un usurpador y un tirano y lo
rico posmoderno ha argumentado, de su incohe- declaro mi enemigo» tiende con fuerza hacia una
rencia. La incapacidad del anarquismo para re­sol­ver libertad personalista y negativa que eclipsa su
esta tensión —para articular la relación entre el oposición a las instituciones sociales opresivas y la
individuo y el colectivo— y para enunciar las cir- visión de la sociedad anarquista que concebía. Su
cunstancias históricas que harían posible una so- declaración está en una línea similar a la clara-
ciedad anarquista sin Estado causaron problemas mente individualista de William Godwin: «Solo
en el pensamiento anarquista que hoy en día si- existe un poder al que puedo rendir una obediencia
guen sin resolverse. sincera: la decisión de mi propio entendimiento, los
Pierre-Joseph Proudhon, más que otros anar- dictados de mi propia conciencia».
quistas de su tiempo, trató de formular una ­ima­gen La llamada de Godwin a la «autoridad» de su
bastante concreta de una sociedad li­­ ber­­
taria. La propio entendimiento y conciencia, así como la con-
visión de Proudhon, basada en contratos, esen­
­ dena de Proudhon de la «mano» que amenaza con
cialmente entre pequeños productores, cooperativas coaccionar su libertad, dieron al anarquismo un
y comunas, era reminiscente del mundo ar­te­sano impulso inmensamente individualista.
­provincial en el que nació. Pero su intento de dar Estas declaraciones, pese a su atractivo (y
­forma a una noción basada en relaciones de pa­ en Estados Unidos se han ganado una admira-
tronato, a menudo patriarcales, de la libertad con ción considerable de la llamada derecha libertaria1
acuerdos contractuales sociales, pecaba de falta
de pro­ fun­didad. El artesano, la coope­ rativa y la
­co­muna, ­re­lacionándose mutuamente en términos 1.
 Se refiere aquí a la derecha ultraliberal antiestatista,
con­trac­tuales burgueses de equidad o justicia más que coincide en ese antiestatismo con las corrientes liber­
tarias de corte anarquista, pero que obviamente difiere
que en los ­ términos comunistas de capacidad y
en todo el resto de aspectos. (N. de la E.)

32 33
—o más exactamente, propietarista—, con su re­ Bakunin expresó a menudo su oposición a la
conocimiento de la «libre» empresa), revelan un tendencia individualista del liberalismo y el anar-
anar­quismo muy contradictorio. En cambio, Mijaíl quismo con un énfasis bastante polémico. Aunque
Bakunin y Piotr Kropotkin tenían opiniones esen- la sociedad «está en deuda con las personas», escri-
cialmente colectivistas —en el caso del último, ex- bió en una declaración bastante moderada, la for-
plícitamente comunistas—. Bakunin daba una mación de la persona es social:
rotunda prioridad a lo social por encima de lo indi-
vidual. La sociedad, escribió, Incluso el individuo más miserable de
nuestra actual sociedad no podría existir y
... precede y, al mismo tiempo, sobrevive desarrollarse sin los esfuerzos sociales acu-
a todo individuo humano, y es en este sen- mulados de incontables generaciones. En
tido igual a la misma Naturaleza. Es consecuencia, los individuos, su libertad y
eterna como la Naturaleza o, si se prefiere, su razón son productos de la sociedad, y no
durará tanto como la Tierra, pues allí viceversa: la sociedad no es el producto de
nació. Una rebelión radical contra la so- los individuos que la forman; y cuanto más
ciedad sería, por eso, tan imposible como y más plenamente desarrollado está el in-
una rebelión contra la Naturaleza, porque dividuo, mayor es su libertad, y más es un
la sociedad humana no es sino la última producto de la sociedad, más recibe de ella
gran manifestación o creación de la Natu- y mayor es su deuda con ella.3
raleza sobre esta Tierra. Y un individuo
que quisiera rebelarse contra la sociedad Kropotkin, por su parte, mantuvo este énfasis
[...] se situaría más allá de la existencia colectivista con una coherencia notable. En lo que
real.2 probablemente fue su obra más leída —su entrada
en la Enciclopedia Británica sobre «Anarquismo»—,
Kropotkin ubicó claramente las concepciones econó-
micas del anarquismo en el «ala izquierda» de todos
2.
 Grigori Petróvich Maksímov (ed.): The Political Phi­lo­so­
phy of Bakunin, Free Press, Glencoe (Illinois), 1953, p.
144. [En castellano: Escritos de filosofía política de Ba­ku­
3.
nin, Alianza Editorial, Madrid, 1978.]  Grigori Petróvich Maksímov, op. cit., p. 158.

34 35
los socialismos, abogando por la abolición radical de Con la aparición del anarcosindicalismo y el
la propiedad privada y el Estado en «el espíritu de la anarcocomunismo, a finales del siglo xix y princi-
iniciativa personal y local, y de la federación libre de pios del xx, la necesidad de resolver la tensión
lo simple a lo complejo, en vez de en la jerarquía ac­ ­entre las tendencias individualistas y las co­lec­
tual que va del centro a la periferia». De hecho, las tivistas se volvió esencialmente obsoleta.5 El anar­
obras de Kropotkin sobre ética incluyen una crítica coindi­vidualismo quedó en gran medida marginado
continua a los intentos liberalistas de contraponer por los movimientos obreros socialistas de ma­
lo individual a la sociedad, incluso de subordinar la sas, de los cuales la mayoría de anarquistas se
sociedad al individuo o al ego. Él se situó firmemen- ­con­si­de­raban el ala izquierda. En una época de
te en la tradición socialista. Su anarcocomunismo, violenta a ­ gitación social, marcada por el auge
que se basaba en los avances de la tecnología y de un ­mo­vimiento de masas de la clase obrera
en una mayor productividad, pasó a imponerse que cul­minó en los años treinta y la Revolución
como ideología libertaria en la década de 1890, re- es­p añola, los anarcosindicalistas y los anarcoco-
legando de manera progresiva las nociones colec- munistas, ­co­­mo también los marxistas, considera-
tivistas de distribución basadas en la equidad. ban el anar­co­in­di­vidualismo un lujo exótico de la
Los anar­quistas, «como la mayoría de socialistas» pequeña ­bur­­­gue­sía. Lo atacaron a menudo, acu-
—recalcaba Kro­potkin—, reconocían la necesidad sándolo ­prác­­­­­ti­camente de ser un capricho de la
de «períodos de evolución acelerada a los que se lla- clase media, mucho más anclado en el liberalis-
ma revoluciones», dando pie en última instancia a mo que en el anar­quismo.
una sociedad basada en federaciones de «los grupos En esa época, los individualistas apenas po-
locales de productores y consumidores de toda po- dían permitirse, en nombre de su «singularidad»,
blación o comuna».4

5.
 El anarcosindicalismo se remonta, de hecho, a la noción
4.
 Piotr Kropotkin: «Anarchism», artículo publicado en la de unas «grandes vacaciones», o huelga general, pro­pues­
En­ciclopedia Británica y compilado en Roger Nash Bal­ tas por los partidarios del cartismo inglés. Entre los anar­
dwin (ed.): Kropotkin’s Revolutionary Pamphlets, Dover quistas españoles, ya era una práctica aceptada en la
Pu­­blications, Nueva York, 1970, pp. 285-287. [En cas­te­ década de 1880, aproximadamente diez años antes de
llano: Panfletos revolucionarios de Kropotkin, Ayuso, Ma­ que se definiera como doctrina en Francia.
drid, 1977.]

36 37
ignorar la necesidad de unas formas revoluciona-
rias enérgicas de organización con unos progra-
mas coherentes y atractivos. En vez de cobijarse
en la metafísica de Max Stirner del único y su
«propiedad», los activistas anarquistas necesita-
ban un cuerpo teórico y unos discursos básicos de
carácter programático; una necesidad que fue sa-
tisfecha, entre otros, por La conquista del pan de
Kropotkin (Londres, 1913), El organismo econó-
mico de la revolución de Diego Abad de Santillán
(Barcelona, 1936) y los Escritos de filosofía políti-
ca de Bakunin, de G. P. Maksímov (que se publi-
caron en inglés en 1953, tres años después de su
muerte; la fecha de la compilación original, que
no se facilita en la traducción en inglés, podría ser
de muchos años antes, incluso décadas).
Ninguna «unión de egoístas» stirneriana, que
yo sepa, ha adquirido prominencia en momento al-
guno, ni siquiera admitiendo que tal unión pudiera
formarse y sobrevivir a la «singularidad» de sus
egocéntricos miembros.

38
Anarquismo
individualista
y reacción
En realidad, el individualismo ideológico no desa­
pareció del todo durante ese período de amplios
­disturbios sociales. Una cantidad considerable de
anar­­quistas individualistas, sobre todo en el mundo
anglosajón, se alimentaron de las ideas de John
Locke y John Stuart Mill, así como del propio Stir-
ner. Individualistas de cosecha propia con distintos
grados de implicación en las opiniones libertarias
llenaron el horizonte anarquista. En la práctica,
el anarcoindividualismo atraía precisamente a per­
sonas individuales, desde a Benjamin Tucker en
­Estados Unidos —un seguidor de una pintoresca
versión de la libre competencia— hasta a la españo-
la Federica Montseny, que a menudo honoró sus
creencias stirnerianas por su transgresión. Pese a
su reconocimiento de la ideología anarcocomunista,
los nietzscheanos como Emma Goldman permane-
cieron muy cerca del espíritu de los individualistas.

43
Apenas ningún anarcoindividualista ejerció algu- Precisamente pasó a adquirir prominencia dentro
na influencia sobre la clase obrera emergente. Ex- del anarquismo en la medida en que los anarquistas
presaban su oposición de formas singularmente perdieron su vínculo con una esfera pública viable.
personales, especialmente mediante panfletos en- El contexto social reaccionario de hoy en día ex-
cendidos, un comportamiento escandaloso y estilos plica en gran manera la aparición de un fenómeno
de vida aberrantes en los guetos culturales del fin de en el anarquismo euroamericano que no puede ig-
siècle de Nueva York, París y Londres. Como credo, norarse: la difusión del anarquismo individualista.
el anarquismo individualista se mantuvo ante todo En una época en que incluso las formas respeta-
como un estilo de vida bohemio, que se manifestaba bles del socialismo se apresuran a alejarse de los
principalmente en sus demandas de libertad sexual ­prin­cipios que podrían interpretarse de cualquier
(«amor libre») y en su pasión por las innovaciones en ­mo­do como radicales, las cuestiones relativas al in­
el arte, en el comportamiento y en el vestir. dividualismo están volviendo a suplantar a la ac-
Fue en las épocas de una dura represión en la ción social y a la política revolucionaria en el seno
­sociedad y una letárgica inactividad social que los del anarquismo. En Estados Unidos y Gran Breta-
anar­­quistas individualistas pasaron a un primer pla- ña —tradicionalmente individualistas—, la década
no en la actividad libertaria; y entonces lo hi­cieron, de 1990 rebosa de anarquistas de estilo propio
sobre todo, como terroristas. En Francia, ­Es­paña y que —dejando aparte su retórica radical extrava-
Estados Unidos, los anarquistas in­di­vi­dua­listas co- gante— cultivan un anarcoindividualismo moder-
metieron actos de terrorismo que d ­ ieron al anarquis- no que voy a denominar anarquismo personal o
mo su reputación de movimien­ to de conspiración anarquismo como estilo de vida. Sus preocupacio-
violentamente siniestro. Los que se con­­virtieron en nes por el ego y su singularidad y sus conceptos
terroristas a menudo no eran ­so­cialistas o comunis- polimórficos de resistencia están erosionando
­
tas libertarios, sino más bien hombres y mujeres de­ poco a poco el carácter socialista de la tradición
sesperados que utilizaban armas y explosivos para liber­taria. Como el marxismo y otras formas de
protestar por las injusticias y la cortedad de miras de socia­lismo, el anarquismo puede verse profunda-
su época, teóricamente en nombre de la «propaganda mente in­fluenciado por el entorno burgués al que
por el hecho». No obstante, la mayor parte de las ve- profesa oponerse, con la consecuencia de que la cre-
ces el anarquismo individualista se expresaba a tra- ciente «inmanencia» y el narcisismo de la gene­
vés de un comportamiento desafiante en lo cultural. ración y­uppie han dejado su marca en muchos

44 45
radicales declarados. El aventurismo a la carta; la música independiente, las comunas, las drogas, etc.
bravura personal; una aversión a la teoría, extra- Hoy en día, se está produciendo un giro hacia aden-
ñamente similar a los sesgos antirracionales del tro: se busca la definición personal, el desarrollo
posmodernismo; las celebraciones de la incoheren- personal, los logros personales y la iluminación
cia teórica —pluralismo—; una dedicación esencial- personal».2 El nefasto repertorio de Matson, compi-
mente apolítica y antiorganizativa a la imaginación, lado en la revista Psychology Today, cubre todas las
el antojo y el éxtasis; y un encanto con el día a día técnicas, desde la acupuntura hasta el I Ching, pa-
intensamente centrado en sí mismo, reflejan la me- sando por la terapia est y la de zonas. En retrospec-
lla que la reacción social ha hecho en el anarquismo tiva, podría muy bien haber incluido el anarquismo
euroamericano durante las dos últimas décadas.1 personal en su compendio de soporíferos individuos
Katinka Matson, que ha compilado un catálogo centrados en sí mismos, la mayoría de los cuales al-
de técnicas para el desarrollo psicológico personal, bergan ideas sobre la autonomía individual más
afirma que durante los años setenta hubo «un cam- que sobre la libertad social. La psicoterapia en to-
bio notable en el modo en que nos percibimos a no- das sus variantes cultiva un «ser» dirigido hacia uno
sotros mismos en el mundo. En la década de 1960 mismo que busca autonomía en un estado psicológi-
—continúa—, había una preocupación por el acti- co aletargado de autosuficiencia emocional; no el ser
vismo político, Vietnam, la ecología, los festivales de implicado socialmente, marcado por la libertad. En
el anarquismo personal, al igual que en la psicotera-
pia, el ego se opone al colectivo; el ser, a la sociedad;
1.
 Pese a todos sus defectos, la contracultura anárquica de lo personal, a lo comunitario.
principios de la década de 1960 fue a menudo inten­sa­ El ego —o, con más exactitud, su encarnación
mente política y acuñó expresiones como deseo y éxtasis en varios estilos de vida— se ha convertido en una
en unos términos sobre todo sociales, con frecuencia ridi­ idea fija para muchos de los anarquistas de des-
culizando las tendencias personalistas de la generación
pués de los sesenta del siglo xx, que están perdien-
de Woodstock posterior. La transformación de la cultura
jo­ven, como fue denominada en origen, desde el na­ ci­ do de vista la necesidad de un enfrentamiento
mien­to de los derechos civiles y movimientos pacifistas
has­ta Woodstock y Altamont, con su hincapié en una for­
2.
ma puramente autocomplaciente de «placer», se refleja  
Katinka Matson: «Preface», en The Psychology Today
en el paso del Dylan de Blowin’ in the Wind al de Sad- Om­ni­book of Personal Development, William Morrow &
Eyed Lady of the Lowlands. Co., Nueva York, 1977, s. p.

46 47
organizado, colectivista y programático al orden posición de exterioridad en relación con el poder [...].
social existente. Las «protestas» sin vertebrar, las Por consiguiente, no existe, pues, un lugar [léase:
escapadas sin dirección, la autoafirmación y una universal] de gran Rechazo —alma de la revuelta,
«recolonización» personal del día a día son parale- foco de todas las rebeliones, ley pura del revoluciona-
las a los estilos de vida psicoterapéuticos, new age rio—». Atrapados como estamos todos en el abrazo
y centrados en sí mismos de la hastiada quinta del omnipresente de un poder tan cósmico que, dejando
baby boom y los miembros de la Generación X. En aparte las exageraciones y equivocaciones de Fou-
la actualidad, lo que pasa por anarquismo en Esta- cault, la resistencia se convierte por completo en po-
dos Unidos, y cada vez más en Europa, no es mu- limorfa, vagamos inútilmente entre la «unicidad» y
cho más que un personalismo introspectivo que la «abundancia».3 Sus ideas llenas de divagaciones
denigra el compromiso social responsable; un gru- pueden resumirse en la noción de que la resisten-
po de encuentro que se rebautiza indistintamente cia tiene que ser necesariamente una guerra de
como «colectivo» o «grupo de afinidad»; un estado guerrillas siempre presente; y siempre abocada a
de ánimo que ridiculiza con arrogancia la estructu- la derrota.
ra, la organización y la implicación pública; y un El anarquismo como estilo de vida, así como el
patio de recreo para bufonadas juveniles. individualista, muestra un desdén hacia la teoría,
De manera consciente o no, muchos anarquistas con ascendencias místicas y primitivistas general-
personales hacen suyo el enfoque de Michel Foucault mente demasiado vagas, intuitivas e incluso dema-
sobre la «insurrección personal» más que la revolu- siado antirracionales como para ser analizadas de
ción social, basado en una crítica ambigua y cósmica manera directa. Son más bien síntomas que causas
del poder como tal, más que en una exigencia de em- del movimiento general hacia una santificación del
poderamiento institucionalizado de los oprimidos en ego como refugio del malestar social existente. No
asambleas, consejos y/o confederaciones populares.
En la medida en que esta tendencia descarta la posi-
bilidad efectiva de una revolución social —sea como 3.
 Michel Foucault: The History of Sexuality, vol. 1, Vintage
una «imposibilidad» o como algo «imaginario»—, in- Books, Nueva York, 1990, pp. 95-96. [En castellano: His­
valida el anarquismo socialista o comunista en un toria de la sexualidad, vol. 1, Siglo xxi, Madrid, 1990.]
sentido fundamental. En efecto, Foucault alberga la Ben­dito sea el día en que podamos tener formulaciones
claras sobre Foucault, cuyas opiniones se prestan a in­ter­
perspectiva de que «la resistencia nunca está en una
pretaciones a menudo contradictorias.

48 49
obstante, los anarquistas principalmente persona- una vuelta ilusoria a un ego original, a menudo di-
listas aún tienen algunas vagas premisas teóricas fuso e incluso insolentemente infantil, que es mani-
que conviene examinar de forma crítica. fiestamente anterior a la historia, a la civilización y
Su línea ideológica es en esencia liberal, funda- a una tecnología sofisticada —posiblemente hasta
mentada en el mito del individuo plenamente au- anterior al propio lenguaje—, y alimentaron más de
tónomo cuyas exigencias de autogobierno vienen una ideología política reaccionaria a lo largo del si-
validadas por unos «derechos naturales» axiomáti- glo xix.
cos, «valores intrínsecos» o, en una escala más so-
fisticada, el yo transcendental kantiano intuido
que genera toda la realidad cognoscible. Estas opi-
niones tradicionales aparecen en el «yo» o ego de
Max Stirner, que comparte con el existencialismo
una tendencia a absorber toda la realidad en sí
mismo, como si el universo girara en torno a las
elecciones del individuo autosuficiente.4
Las obras más recientes sobre el anarquismo
per­ sonal esquivan en general el «yo» soberano y
­glo­balizador de Stirner, aunque mantienen su énfa-
sis egocéntrico, y tienden hacia el existencialismo,
el si­tua­cionismo reciclado, el budismo, el tao­ísmo, el
antirracionalismo y el primitivismo; o, de modo bas­
tante ecuménico, hacia todos ellos en sus varias for­
mas. Sus puntos en común, como veremos, recuerdan

4.
 El pedigrí filosófico de este ego y sus destinos se remonta
a Kant pasando por Fichte. La visión del ego de Stirner
era simplemente una burda variación del ego kantiano y,
particularmente, del fichteano, más marcado por el auto­
ritarismo que por una comprensión profunda.

50 51
¿Autonomía
o libertad?
Sin caer en la trampa del construccionismo social
que considera cada categoría como un producto de
un orden social determinado, estamos obligados a
preguntarnos por una definición de la «persona li-
bre». ¿Cómo nace la individualidad, y bajo qué cir-
cunstancias es libre?
Cuando los anarquistas personales exigen auto-
nomía más que libertad, están renunciando con
ello a las preciosas connotaciones sociales de la li-
bertad. En efecto, la constante apelación anarquis-
ta de hoy en día a la autonomía, más que a la
libertad social, no puede ignorarse como algo acci-
dental, en particular en las variedades angloame-
ricanas del pensamiento libertario, en que el
concepto de autonomía se corresponde más estre-
chamente con el de libertad personal [liberty, en
inglés]. Sus raíces se remontan a la tradición impe-
rial romana de libertas, en la que el ego sin atadu-
ras es «libre» de poseer su propiedad particular así
como de satisfacer sus apetitos personales. En la

55
actualidad, muchos anarquistas personales consi- una tarea y hacerlo del modo que uno quiera»: una
deran que la persona dotada de «derechos sobera- opinión digna de un esteta, pero no de un revolu-
nos» se opone no solo al Estado, sino también a la cionario social.2
sociedad como tal. Mientras que autonomía se asocia con el indi­vi­
Estrictamente, la palabra griega autonomia duo presumiblemente dueño de sí mismo, la
significa «independencia», con la connotación de ­pa­labra inglesa freedom [libertad] relaciona dia­
un ego que se gestiona a sí mismo, sin ningún tipo lécticamen­te al individuo con el colectivo; su equi-
de clientelismo o dependencia de otros para subsis- valente en grie­ go es eleutheria y se deriva del
tir. Que yo sepa, no era una palabra de uso genera- alemán Freiheit, un tér­mino que aún conserva una
lizado por los filósofos griegos; de hecho, ni tan solo raíz ge­meins­chäf­tliche, o comunal, en la vida y las
aparece en el léxico histórico de F. E. Peters de Tér- leyes tribales teutónicas. Aplicada a la persona,
minos filosóficos griegos. La autonomía, como el freedom mantiene así una interpretación social o
término inglés liberty, se refiere al hombre —o mu- colectiva de los orígenes de ese individuo y su de-
jer— a quien Platón habría llamado irónicamente sarrollo como persona. En freedom, la individuali-
«dueño de sí mismo», la situación «cuando la parte dad no se opone o se sitúa aparte del colectivo,
del alma que es mejor por naturaleza domina a la sino que se ha formado —y en una sociedad racio-
peor». Incluso para Platón, el intento de lograr nal, se ­realizaría— en buena medida gracias a su
la autonomía mediante el dominio de sí mismo propia existencia social. Por consiguiente, freedom
constituía una paradoja, «porque el que es dueño no com­prende la libertad de la persona o liberty,
de sí mismo es también esclavo, y el que es esclavo, sino que indica su materialización.3
dueño; en resumen, es a la misma persona a la que
nos referimos con estas expresiones».1 De forma ca- 2.
 Paul Goodman: «Politics Within Limits», en Taylor Stoehr
racterística, Paul Goodman, un anarquista esen-
(ed.): Crazy Hope and Finite Experience: Final Es­says of
cialmente individualista, mantenía que «para mí, Paul Goodman, Jossey-Bass, San Francisco, 1994, p. 56.
el principio básico del anarquismo no es la liber- 3.
 Por desgracia, en las lenguas románicas, freedom se tra­
tad, sino la autonomía, la capacidad de empezar duce generalmente por una palabra derivada del latín li­
bertas: liberté, en francés; libertà, en italiano; o libertad,
en español. El inglés, que conjuga alemán y latín, permite
distinguir entre freedom y liberty, una diferenciación que
1.
 La República, libro IV, 431. no existe en otros idiomas.

56 57
La confusión entre autonomía y libertad [en el El «individualismo existencial» de Brown com-
sentido de freedom] es más que evidente en The Po- parte el «compromiso con la autonomía individual y
litics of Individualism de L. Susan Brown, un inten- la autodeterminación» del liberalismo, según ella.5
to reciente de articular y elaborar un anarquismo «Mientras que gran parte de la teoría anarquista
básicamente individualista, manteniendo no obs- ha sido considerada como comunista tanto por los
tante algunas afinidades con el anarcocomunismo.4 anarquistas como por los que no lo son —­ ob­serva—,
Si el anarquismo personal necesita de unos funda- lo que distingue al anarquismo de otras fi­losofías
mentos académicos, los encontrará en esta tentativa comunistas es su celebración inflexible y constante
de fusionar a Bakunin y Kropotkin con John Stuart de la autodeterminación y autonomía in­dividuales.
Mill. Por desgracia, se trata aquí de un problema Ser anarquista (ya sea comunista, ­in­dividualista,
que va más allá de lo académico. La obra de Brown mutualista, sindicalista o femini­s­ta) es reafirmar
demuestra hasta qué punto los conceptos de autono- un compromiso con la primacía de la libertad in­
mía personal chocan con los de libertad social. En dividual.»6 Y aquí utiliza la palabra freedom en el
esencia, como Goodman, Brown también interpreta sentido de autonomía. Aunque la «crítica a la pro-
el anarquismo como una filosofía no de libertad so- piedad privada y la defensa de las relaciones eco-
cial sino de autonomía personal. A continuación, nómicas comunales libres»7 del anarquismo sitúa
ofrece una idea de «individualismo existencial» que el anarquismo de Brown más allá del liberalismo,
se diferencia profundamente tanto de la del «indivi- mantiene no obstante los derechos individuales
dualismo instrumental» (o «individualismo posesivo por encima y frente a aquellos de la comu­nidad.
[burgués]», de C. B. Macpherson) como de la del «co- «Lo que distingue [al individualismo existen-
lectivismo», sazonado con numerosas citas de Emma cial] del punto de vista colectivista —continúa
Goldman, que no era precisamente la pensadora Brown— es que los individualistas [tanto anar-
más destacada del panteón libertario. quistas como liberales] creen en la existencia de
una voluntad auténticamente libre e internamente
motivada, mientras que la mayoría de colectivistas
4.
 L. Susan Brown: The Politics of Individualism, Black Ro­
se Books, Montréal, 1993. El vago compromiso de Brown 5.
con el anarcoindividualismo parece derivar más de una  Ibid., p. 2.
6.
preferencia visceral que de su análisis.  Id.
7.
 Id.

58 59
entienden a la persona humana como moldeada a las interpretaciones sociales de Marx. Al crear
externamente por los demás; el individuo para unos «colectivistas» de paja que son mecanicistas
ellos está “construido” por la comunidad.»8 Esen- de línea dura, Brown contrapone en su r­ e­tórica a
cialmente, Brown rechaza el colectivismo —no un individuo misteriosamente y auto­genéticamen­
solo el socialismo de Estado, sino el colectivis- te constituido, por una parte, con una comunidad
mo como tal— con la patraña liberal de que una ­omnipresente, quizás opresiva, incluso totalitaria,
­so­ciedad colectivista supone la subordinación de la por otra. Brown, en efecto, exagera el contraste en-
­persona al grupo. Su observación increíble de que tre el «individualismo existencial» y las creencias
«la mayoría de colectivistas» han considerado a las de «la mayoría de ­colectivistas» hasta el punto de que
personas individuales como «simples escombros sus argumentos ­pa­recen como mínimo erróneos y, en
hu­manos arrastrados en la corriente de la historia»9 el peor de los ca­sos, falsos.
es prueba de ello. Stalin defendía sin duda esta Es elemental que, pese al rotundo comienzo
opinión, y también muchos bolcheviques, con su hi- de El contrato social de Jean-Jacques Rousseau, la
postatización de las fuerzas sociales por encima de gente definitivamente no «nace libre», y mucho
los deseos e intenciones individuales. ¿Pero los co- menos autónoma. De hecho es más bien lo contra-
lectivistas en sí? ¿Hay que ignorar las generosas rio: se nace muy poco libre, muy dependiente y cla-
tradiciones del colectivismo que buscaban una so- ramente heterónomo. La libertad, la independencia
ciedad racional, democrática y armoniosa; las vi- y la autonomía que las personas puedan tener en
siones de William Morris, por ejemplo, o de Gustav un momento histórico determinado son el producto
Landauer? ¿Y Robert Owen, los fourieristas, los de largas tradiciones sociales y, sí, de un desarrollo
socialistas democráticos y libertarios, los socialde- colectivo; lo que no implica negar que las personas
mócratas de épocas anteriores, incluso Karl Marx desempeñen un papel importante en dicho desa-
y Piotr Kropotkin? No estoy seguro de que «la rrollo, sino que, al contrario, en última instancia
­mayoría de colectivistas», incluso los anarquistas, tienen que hacerlo si quieren ser libres.10
aceptaran el burdo determinismo que Brown a ­ tribuye

10.
 En una burla exquisita del mito de que las personas
nacen libres, Bakunin declaró astutamente: «Cuán ridí­
8.
 L. Susan Brown, op. cit., p. 12. La cursiva es mía. culas son entonces las ideas de los individualistas de la
9.
 Id. escuela de Jean-Jacques Rousseau y de los mutualistas

60 61
El argumento de Brown lleva a una conclusión atomizadas y herméticas, están definidas sobrema-
excesivamente simplista. «No es el grupo el que nera por las relaciones que establecen o están obli-
moldea a la persona —afirma—, sino que son las gadas a e­ stablecer las unas con las otras, debido a
personas quienes dan forma y contenido al grupo. su existencia muy real como seres sociales. La idea
El grupo es un conjunto de personas, ni más ni me- de que una comunidad —y por extrapolación, la so-
nos; no tiene vida ni conciencia propia.»11 Esta for- ciedad— no es más que «un conjunto de personas, ni
mulación increíble no solo se parece bastante a la más ni menos» representa «un modo de “abordar” la
famosa declaración de Margaret Thatcher de que na­turaleza» de la consociación humana no de forma
la sociedad no existe, solo existen los individuos; li­beral, sino más bien —sobre todo hoy en día— po-
­también demuestra una miopía social positivista, tencialmente reaccionaria.
incluso ingenua, en la que lo universal está total- Al identificar de manera insistente el colectivis-
mente separado de lo concreto. Aristóteles pensa- mo con un determinismo social implacable, la pro-
ría que había zanjado este problema cuando pia Brown crea un «individuo» abstracto, uno que ni
censuró a Platón por crear un reino de «formas» tan solo es existencial en el sentido estrictamente
inefables que existían separadamente de sus «co- convencional de la palabra. Como mínimo, la exis-
pias» materiales e imperfectas. tencia humana presupone las condiciones sociales y
Es obvio que las personas nunca forman sim- materiales necesarias para el mantenimiento de la
ples «conjuntos» —salvo tal vez en el ciberespa- vida, el juicio, la inteligencia y la palabra; así como
cio—; más bien al contrario, incluso cuando parecen las cualidades afectivas que Brown considera esen-
ciales para su forma voluntarista de comunismo:
preocupación, empatía y generosidad. Al faltarle la
proudhonianos, que conciben la sociedad como resultado rica articulación de relaciones sociales en que las
de un contrato libre pactado por individuos abso­lutamen­
personas están implicadas desde el nacimiento has-
te independientes entre sí, que entran en las relaciones
mutuas solo debido a la convención establecida entre ta la vejez pasando por la madurez, un «conjunto de
ellos. Es como si esos hombres hubiesen caído del cielo personas» como las que postula Brown no serían,
trayendo consigo el lenguaje, la voluntad, el pensamiento dicho sin rodeos, de modo alguno una sociedad. Se-
original, y como si fueran ajenos a todo cuanto hay en la rían literalmente un «conjunto» —en el sentido de
Tierra, es decir, a todo lo que tiene un origen social».
Thatcher— de mónadas saqueadoras, interesadas y
Grigori Petróvich Maksímov, op. cit., p. 99.
11. egoístas. Presumiblemente completas en sí mismas,
 L. Susan Brown, op. cit., p. 12. La cursiva es mía.

62 63
están, por inversión dialéctica, en extremo desindi- De hecho, la tesis de Brown tiene unas implicacio-
vidualizadas por no tener otro deseo que el de satis- nes preocupantes para la acción social. Si la «autono-
facer sus propias necesidades y placeres, que en mía» individual se impone a cualquier com­promiso
cualquier caso en la actualidad están a menudo so- con una «colectividad», no hay base alguna para la
cialmente construidos. institucionalización social, la toma de decisiones o si-
El reconocimiento de que las personas tienen quiera la coordinación administrativa. Cada perso-
sus propias motivaciones y una voluntad libre no na, contenida en su propia «autonomía», es libre de
exige que rechacemos el colectivismo, dado que tam­ hacer lo que quiera; pre­su­miblemente, siguiendo la
bién estas son capaces de desarrollar una concien- antigua fórmula liberal, si no impide la «autonomía»
cia sobre las condiciones sociales bajo las que se de los demás. Incluso la toma democrática de decisio-
ejercen estas capacidades eminentemente humanas. nes se rechaza por autoritaria.
La consecución de la libertad depende en parte de
fac­tores biológicos, como sabe cualquiera que haya El gobierno democrático sigue siendo go-
criado a un hijo; en parte de factores sociales, como bierno —denuncia Brown—. Si bien permite
sabe cualquiera que viva en una comunidad; y en más participación individual en el gobierno
parte también, contrariamente a lo que postulan los que la monarquía o la dictadura totalitaria,
construccionistas sociales, de la interacción entre el sigue implicando inherentemente la represión
entorno y las inclinaciones personales innatas, como de la voluntad de algunas personas. Ello
sabe cualquier persona que piense. La individuali- choca evidentemente con el individuo existen-
dad no surgió de la nada. Igual que la idea de liber- cial, que necesita mantener su voluntad ínte-
tad, tiene un largo historial social y psicológico. gra para ser existencialmente libre.12
Abandonado a su suerte, el individuo pierde los ci-
mientos sociales indispensables que conforman lo que De hecho, la voluntad individual autónoma es tan
se esperaría que un anarquista valore de la individua- trascendentalmente sacrosanta, en opinión de Brown,
lidad: la capacidad de reflexión, que se deriva en gran que cita la reivindicación de Peter Marshall de que,
parte del habla; la madurez emocional, que alimenta según los principios anarquistas, «la mayoría no tiene
la oposición a la falta de libertad; la sociabilidad,
que motiva el deseo de cambio radical; y el sentido
de ­responsabilidad, que engendra la acción social. 12.
 L. Susan Brown, op. cit., p. 53.

64 65
más derecho a mandar a la minoría, ni tan solo a una encarnarán el menor denominador común de opi-
minoría de uno, que la mi­noría a la mayoría».13 niones y constituirán el nivel de acuerdo menos
Denominar «mandar» y «gobierno» a unos pro- creativo. Hablo por la dura experiencia de muchos
cedimientos racionales, discursivos y de democra- años de uso del consenso en la Alianza Clamshell
cia directa para la toma de decisiones colectivas de la década de 1970. Justo cuando el casi anár-
implica conceder a una minoría constituida por un quico movimiento antinuclear estaba en la cúspide
ego autónomo el derecho a impedir la decisión de de su lucha, con miles de activistas, resultó des-
una mayoría. Pero la realidad es que una sociedad truido por la manipulación del proceso de consenso
libre será democrática o bien no lo será en absolu- por una minoría. La «tiranía de la falta de estruc-
to. En la situación muy existencial, si se quiere, de tura» que produjo la toma de decisiones por con-
una sociedad anarquista —una democracia liber- senso permitió a unos pocos bien organizados
taria directa— las decisiones se tomarían sin duda con­trolar a la mayoría desestructurada, de­sins­ti­
tras un debate abierto. A continuación, la minoría tucionaliza­da y bastante desor­ganizada dentro del
que hubiera perdido el voto —incluso una mino- movimiento.
ría de uno— tendría todas las oportunidades para Tampoco se permitió, entre los abucheos y lla-
presentar argumentos contrarios para intentar madas al consenso, la existencia de la disensión y
cambiar esa decisión. La toma de decisiones por la estimulación creativa del debate, que fomenta-
consenso, por otra parte, evita la disensión perma- sen un desarrollo creativo de ideas generador de
nente: el tan importante proceso de diálogo conti- perspectivas frescas e innovadoras. En cualquier
nuo, desacuerdo, réplica y contrarréplica, sin el comunidad, la disensión —y los disidentes— evi-
cual la creatividad tanto social como individual se- tan el estancamiento de esta. Palabras peyorativas
rían imposibles. como mandar y gobernar se refieren en realidad a
En cualquier caso, funcionar sobre la base del silenciar a los disidentes, no al ejercicio de la de-
consenso implica que la toma de decisiones básicas mocracia; irónicamente, es la «voluntad general»
será manipulada por una minoría o bien se de- consensual lo que podría muy bien, en la frase me-
rrumbará por completo. Y las decisiones tomadas morable de Rousseau de El contrato social, «obli-
gar a los hombres a ser libres».
En vez de ser existencial en cualquier sen­
13. tido ­terrenal de la palabra, el «individualismo
 L. Susan Brown, op. cit., p. 140. La cursiva es mía.

66 67
existen­cialista» de Brown trata al individuo sin abismo entre la autonomía y la libertad pasa a
una perspectiva histórica. Rarifica al individuo ser insuperable.14
como una categoría transcendental, de modo simi-
lar a la forma en que, en los años setenta, Robert
K. Wolff recurrió a conceptos kantianos del indivi-
duo en su dudosa En defensa del anarquismo. Los
factores sociales que interactúan con la persona
para convertirla en un ser realmente creativo y con
voluntad se subsumen en unas abstracciones mo-
rales transcendentales que, con una vida propia
puramente intelectual, existen fuera de la historia 14.
 
Finalmente, Brown malinterpreta significativamente a
y la realidad. Ba­kunin, Kropotkin y mis propios escritos; una mala
Alternando entre el transcendentalismo mo- interpretación que exigiría una discusión detallada para
corregirla por completo. Por mi parte, no creo en un «ser
ral y el positivismo simplista en su enfoque sobre
humano natural», como afirma Brown, más de lo que
la relación del individuo con la comunidad, los comparto su creencia arcaica en una «ley natural» (p. 159).
postulados de Brown encajan tan burdamente La «ley natural» tal vez fue un concepto útil durante la
como el creacionismo con la evolución. La rica época de las revoluciones democráticas de hace dos siglos,
dialéctica y la abundante historia que muestran pero es un mito filosófico cuyas premisas morales no tienen
más sustancia en la realidad que la intuición profunda de
que el individuo se ha formado en gran medida
la ecología de «valor intrínseco». La «segunda naturaleza»
por el desarrollo social y ha interactuado con él de la humanidad —la evolución social— ha transformado
están casi ausentes de su obra. Con muchas opi- tan ampliamente la «primera naturaleza» —la evolución
niones atomistas y restrictivamente analíticas biológica— que la palabra natural debe matizarse con más
—y, sin embargo, abstractamente moral e inclu- cuidado del que tiene Brown. Su afirmación de que yo creo
que «la libertad es inherente a la naturaleza» confunde
so transcendental en sus interpretaciones—,
terriblemente mi distinción entre una posibilidad y su
Brown establece a la perfección una noción de materialización (p. 160). Para clarificar mi distinción entre
autonomía que está en las antípodas de la liber- la posibilidad de libertad en la evolución natural y su
tad social. Con el «individuo existencial», por materialización aún incompleta en la evolución social,
una parte, y una sociedad que consiste en nada véase mi obra ampliamente revisada The Philosophy of
Social Ecology: Essays on Dialectical Naturalism, 2.ª ed.,
más que un «conjunto de personas», por otra, el
Black Rose Books, Montréal, 1995.

68 69
El anarquismo
como caos
Sean cuales sean las preferencias personales de
Brown, su libro refleja y a la vez proporciona las
­premisas de la transición de los anarquistas euro­
a­­­me­ricanos del anarquismo social al anarquismo in­
di­
­­ vidualista o personal. De hecho, el anarquismo
per­­sonal se expresa principalmente hoy en día a tra-
vés de grafitis realizados con espray, el nihilismo pos-
modernista, el antirracionalismo, el neoprimitivismo,
la antitecnología, el «terrorismo cul­tural» neosituacio-
nista, el misticismo y la «práctica» de llevar a cabo «in-
surrecciones personales» foucaultianas.
Estas tendencias de moda, que siguen casi to-
das las corrientes yuppies actuales, son indivi-
dualistas en el importante sentido de que son
contrarias al desarrollo de unas organizaciones
serias, unas políticas radicales, un movimiento so-
cial comprome­tido, una coherencia teórica y una re-
levancia pro­gramática. Esta inclinación entre los
anarquistas personales, más orientada a la conse-
cución de la «propia realización» que a la de un

73
cambio social esencial, es tanto más nefasta cuanto la «magia negra como acción revolucionaria», el «de-
que su «giro hacia adentro», como lo ha llamado Ka- lito» y la «brujería», por no hablar de los elogios al
tinka Matson, pretende ser político; si bien se pare- «marxismo-stirnerismo», la llamada a la autonomía
ce a la «política de la experiencia» de R. D. Laing. La se lleva a unos extremos tan absurdos que parecen
bandera negra que los revolucionarios defensores llegar a ridiculizar una ideología absorbida por sí
del anarquismo social izaron en las luchas insurrec- misma y autoabsorbente. taz se ­presenta como un
cionales en Ucrania y España se convierte ahora en estado mental, una actitud fervientemente antirra-
un pareo de moda para deleite de pequeñoburgue- cional y anticivilizatoria, en que la desorganización
ses chics. se concibe como una forma de arte y los grafitis su-
Uno de los ejemplos más desagradables del anar- plantan a los programas. Bey (su pseudónimo signi-
quismo personal es taz: Zona Temporalmente Autó- fica «jefe» o «príncipe», en turco) no tiene pelos en la
noma, anarquía ontológica, terrorismo poético de lengua a la hora de mostrar su desprecio por la re-
Hakim Bey (alias de Peter Lamborn Wilson), una volución social: «¿Por qué molestarse en enfrentarse
perla de la colección New Autonomy Series (la elec- a un “poder” que ha perdido todo su significado y se
ción de las palabras no es accidental), publicado por ha convertido en pura simulación? Confrontaciones
el grupo extremadamente posmodernista Semio­ tales solo han de resultar en grotescos y peligro­
text(e)­/­Autonomedia de Brooklyn.1 Entre cán­ticos al sos espasmos de violencia» (p. 128).2 ¿«Poder» entre
«caos», el «amour fou», los «niños sal­vajes», el «pa­ ­co­millas? ¿Una «pura simulación»? Si lo que está
ganismo», el «sabotaje al arte», las «utopías pi­ratas», pasando en Bosnia3 en cuanto a capacidad de des-
trucción militar es una pura «simulación», ¡estamos

1.
 Hakim Bey: taz. The Temporary Autonomous Zone, On­to­
2.
logical Anarchism, Poetic Terrorism, Autonomedia, Nue­  A partir de aquí, si no se indica lo contrario, todas las citas
va York, 1985. [En castellano: taz. Zona Tem­poral­mente se corresponden a la edición de taz ya citada. Para facilitar
Autó­noma, anarquía ontológica, terro­rismo poé­tico, Tala­ la fluidez en la lectura, indicamos en el cuerpo del texto la
sa, Madrid, 1996.] El individualismo de Bey pue­de pa­re­ paginación del libro señalada por el propio Bookchin, en
cerse fácilmente al del difunto Fredy Perlman y sus acó­ lugar de referenciarla como nota al pie. (N. de la E.)
3.
litos y primitivistas anticivilización de la revista Fifth  Se refiere al la guerra en Bosnia-Herzegovina, dentro del
Es­tate de Detroit, salvo que taz aboga de manera bastante marco de la guerra de los Balcanes que, a lo largo de los
con­fusa por un «paleolitismo psíquico basado en la alta años noventa del siglo xx, acabó con la descomposición de
tec­nología» (p. 44). Yu­goslavia. (N. de la E.)

74 75
realmente viviendo en un mundo muy seguro y có- brujería» (p. 64). Así, Bey reduce magistralmente
modo! El lector preocupado por la constante mul­ los sueños de un nuevo mundo evocados durante
tiplicación de las patologías sociales de la vida siglos por idealistas en grandes revoluciones a la
moderna podrá tranquilizarse con la opinión alti- sabiduría de su mundo de sueños febriles.
va de Bey de que «el realismo nos impone no solo En cuanto a un anarquismo «lleno de las telara-
dejar de esperar “la Revolución”, sino incluso dejar ñas del humanismo ético, del librepensamiento, del
de desearla» (p. 101). ¿Nos sugiere este pasaje que ateísmo muscular y de la tosca lógica fundamenta-
disfrutemos de la serenidad del nirvana? ¿O una lista cartesiana» (p. 52), ¡mejor olvidarlo! Bey no solo
nueva «simulación» baudrillardiana? ¿O tal vez un se deshace, de un solo golpe, de la tradición de la
nuevo «imaginario» castoriadiano? Ilustración en la que se anclaron el anarquismo, el
Tras eliminar el objetivo revolucionario clási- socialismo y el movimiento revolucionario, sino que
co de transformar la sociedad, Bey se burla con además mezcla naranjas como la «lógica fundamen-
condescendencia de aquellos que lo arriesgaron talista cartesiana» con manzanas como el «libre­
todo por él: «el demócrata, el socialista, el ideólogo pensamiento» y el «humanismo muscular», como si
racional [...] están sordos a la música y les falta fueran intercambiables o uno presupusiera el otro.
todo sentido del ritmo» (p. 66). ¿De veras? ¿Han Aunque el propio Bey no duda en ningún momen-
dominado los propios Bey y sus acólitos los versos to al hacer declaraciones soberbias y lanzarse a polé-
y música de La Marseillaise y bailado extáticos al micas impetuosas, no tiene paciencia con los «ideólogos
ritmo de la Danza de los marineros rusos de Glière? en disputa del anarquismo y del pensamiento liberta-
Hay una pesada arrogancia en el desdén de Bey ha- rio» (p. 46). Proclamando que «la anarquía no conoce
cia la floreciente cultura que crearon los revolucio- dogma» (p. 52), sumerge a sus lectores en el dogma
narios del siglo pasado, gente obrera ordinaria de la más rígido que haya habido: «El anarquismo implica
época anterior al rock’n’roll y a Woodstock. en última instancia anarquía, y la anarquía es caos»
Efectivamente, cualquiera que entre en el mun- (p. 64). Así dijo el Señor: «Yo soy aquel que soy»; ¡y
do de ensueño de Bey es invitado a abandonar Moisés tembló antes de la proclamación!
cualquier contrasentido sobre el compromiso so- Incluso, en un ataque de narcisismo maníaco,
cial. «¿Un sueño democrático? ¿Un sueño socialis- Bey decreta que es el ego todopoderoso, el «Yo» al-
ta? Imposible», declara con una certeza absoluta. tísimo, el Gran «Yo» el que es soberano: «Cada uno
«En el sueño jamás nos gobiernan sino el amor o la de nosotros [es] el legislador de nuestra propia

76 77
carne, de nuestras propias creaciones; y también de Anatole France, la prohibición de dormir bajo los
de todo aquello que podamos capturar y conser- puentes del Sena. En efecto, si De la autoridad de
var». Para Bey, los anarquistas y monarcas —y Friedrich Engels, con su defensa de la jerarquía, re-
beys— pasan a ser indistinguibles, en la medida en presenta una forma burguesa de socialismo, taz y
que son todos autarcas: sus secuelas representan una forma burguesa de
anarquismo. «No hay devenir —dice Bey— ni revo-
Nuestras acciones están justificadas lución, ni lucha, ni sendero; [si] tú ya eres el monar-
por decreto y nuestras relaciones se con- ca de tu propia piel; tu inviolable libertad sólo
forman con tratados con otros autarcas. espera completarse en el amor de otros monarcas:
Establecemos la ley en nuestros propios una política del sueño, urgente como el azul del cie-
dominios; y las cadenas de la ley se han lo»: unas palabras que podrían inscribirse en la Bol-
roto. Por el momento, quizá nos man- sa de Nueva York como credo del egotismo y la
tengamos como meros pretendientes; pero indiferencia social (p. 4).
aun así podemos apoderarnos de algunos Ciertamente, esta opinión no desagradará a los
instantes, de algunos metros cuadrados centros de «cultura» capitalista más de lo que el pelo
de realidad sobre los que imponer nuestra largo, la barba y los vaqueros han desagradado al ne-
voluntad absoluta, nuestro royaume. gocio de la alta moda. Por desgracia, demasiada
L’etat, c’est moi. [...] Si estamos vincula- gente en este mundo —nada de «simulaciones» o
­
dos a alguna ética o moral ha de ser la «sue­ños»— ni tan solo es dueña de su propio pellejo,
que nosotros mismos hayamos imaginado.4 como lo demuestran los presos en las cuadrillas de
encadenados y en las cárceles, en su plasmación más
¿L’Etat, c’est moi? Como los beys, me vienen a la concreta. Nadie ha escapado nunca del reino terrenal
mente al menos dos personas de este siglo que dis- de la miseria con «una política de sueños» salvo los
frutaron de estas amplias prerrogativas: Iósif Stalin pequeñoburgueses privilegiados que podrían ver
y Adolf Hitler. La mayoría del resto de los mortales, los manifiestos de Bey como una buena distracción,
tanto ricos como pobres, compartimos, en palabras especialmente en los momentos de tedio.
Para Bey, de hecho, incluso las insurrecciones
revolucionarias clásicas ofrecen poco más que un co-
4. locón personal, reminiscencia de las «experiencias
 Hakim Bey, op. cit., p. 67.

78 79
límite» de Foucault. «Una revuelta es como una ex- No debería sorprendernos saber que Bey está a
periencia límite», asegura (p. 100). Históricamente, favor de las ideas de Max Stirner, que «no se entre-
«algunos anarquistas [...] tomaron parte en todo ga a la metafísica, y no obstante otorga al Único [o
tipo de revoluciones y levantamientos, incluso co- sea, al Ego] una rotundidad absoluta» (p. 68). Cier-
munistas y socialistas», pero eso fue «porque en­ to, Bey opina que hay «un ingrediente que falta en
contraron en el momento mismo de la sublevación Stirner»: «Una noción activa de conciencia no ordi-
la libertad que buscaban. Por tanto, mientras naria» (p. 68). Parece ser que Stirner es demasiado
que la utopía siempre ha fracasado hasta ahora, los racionalista para Bey. «El Oriente, lo oculto, las cul-
­anarquistas individualistas o existencialistas han turas tribales poseen técnicas que pueden ser “asi-
­triunfado en cuanto que han conseguido (por muy miladas” de manera verdaderamente anárquica
bre­vemente que fuera) la realización de su voluntad [...]. Necesitamos un tipo práctico de “anarquismo
de poder en la guerra» (p. 88). La revuelta obrera aus- místico” [...], una democratización del chamanismo,
tríaca de febrero de 1934 y la Guerra Civil española de ebria y serena» (p. 63). Así, llama a sus discípulos a
1936, puedo afirmar, no fueron meros «momentos convertirse en «brujos» y les propone que utilicen la
de insurrección» orgiásticos, sino duras luchas mante- «maldición malaya del djinn negro».
nidas con una seriedad desesperada y un impulso ¿Qué es, en suma, una «zona autónoma tem­po­
magnífico, a pesar de todas esas epifanías estéticas. ral»?5 «La taz es como una revuelta al margen del
No obstante, la insurrección se convierte para Bey Estado, una operación guerrillera que li­ bera un
en poco más que un «viaje» psicodélico, en que el Su-
perhombre nietzscheano, que es del agrado de Bey,
es un «espíritu libre» que no hubiera querido perder 5.
 
Temporary autonomous zone, en el original. Hemos
el tiempo «en agitación por la reforma, en protesta, ­preferido traducir este concepto como «zona autónoma
en ensoñación visionaria, en todo tipo de martirio ­temporal», puesto que temporary es un adjetivo que cali-
fica al sustantivo «zona», y no a autonomous. En­ten­
­revolucionario». Probablemente los sueños son acep­
demos que la cualidad autónoma de la zona no es tem-
tables siempre y cuando no sean «visionarios» (léa- poral, sino la duración de la misma. Habitualmente,
se: con un compromiso social); Bey preferiría «beber taz se ha tra­ ducido como «zona temporalmente autó­
vino» y tener una «epifanía privada» (p. 88), lo que noma», aun­que «tem­poralmente» responda al adverbio
implica poco más que una masturbación mental, li- temporarily. Hay, no obstante, una edición que subsanó
este desliz: taz, zona autónoma temporal, Anagal, Bar-
bre, sin duda, de los límites de la lógica cartesiana.
celona, 2006. (N. de la E.)

80 81
área —de tierra, de tiempo, de ima­ginación— y en- precisamente, como un happening de Andy Warhol,
tonces se autodisuelve para reconstruirse en cual- la taz es un evento pasajero, un orgasmo momen­
quier otro lugar o tiempo, antes de que el Estado táneo, una expresión fugaz de «la fuerza de la vo-
pueda aplastarla» (p. 101). En una taz, «muchos de luntad» que es, de hecho, evidentemente incapaz de
nuestros Verdaderos Deseos podrían verse realiza- dejar cualquier marca en la personalidad, subjetivi-
dos, aunque solo sea por una temporada, una breve dad o siquiera en la autoformación del individuo, y
utopía pirata, una zona libre urdida en el viejo con- menos aún de dar forma a los acontecimientos o a la
tinuum del espacio-tiempo». Entre «las taz poten- realidad.
ciales» están «las reuniones tribales de los sesenta, Dada la esencia evanescente de las taz, los se-
los cónclaves de ecosaboteadores, la idílica Bel- guidores de Bey pueden disfrutar del privilegio pa-
tane de los neopaganos, las grandes conferencias sajero de vivir una «existencia nómada», ya que «la
anarquistas, los círculos gais»; sin olvidar «los falta de hogar puede ser en un sentido una virtud,
nightclubs, los banquetes» y «los grandes pícnics una aventura» (p. 130). Por desgracia, la falta de
libertarios» (p. 100): ¡nada más ni nada menos! hogar puede ser una «aventura» si se tiene un ho-
Puesto que fui miembro de la Liga Libertaria en gar confortable al que volver, mientras que el no-
los años sesenta, ¡me encantaría ver a Bey y a sus madismo es el lujo característico de aquellos que
seguidores aparecer en un «gran pícnic libertario»! pueden permitirse vivir sin ganarse la vida. La
La taz es tan pasajera, tan volátil, tan inefable en mayoría de los vagabundos «nómadas» que recuer-
contraste con el Estado y la burguesía formidable- do tan vivamente de la época de la Gran Depresión
mente estables que «tan pronto como una taz es nom- llevaban unas vidas desesperadas de hambre, en-
brada [...] debe desaparecer, desaparece de hecho [...] fermedad e indignidad y a menudo morían de for-
resurgiendo de nuevo en otro lugar» (p. 101). Una taz, ma prematura; como aún lo hacen hoy en día en las
en realidad, no es una revuelta, sino una simulación, calles de las ciudades estadounidenses. Las pocas
una insurrección tal y como se vive en la imaginación personas de estilo gitano que parecían disfrutar de
de un cerebro juvenil, una retirada segura a la irrea- la «vida en la carretera» eran, en el mejor de los
lidad. En efecto, Bey proclama: «La defendemos [la casos, de carácter idiosincrático y, en el peor, trági-
taz] porque puede proveer la clase de intensificación camente neuróticos. Tampoco puedo ignorar otra
asociada con la revuelta sin conducir necesaria- «insurrección» que propone Bey: en particular, la
mente [!] a su violencia y sacrificio» (p. 101). Más del «analfabetismo voluntario» (p. 129). Aunque lo

82 83
defiende como una revuelta frente al sistema edu- Existe una palabra en yidis para todo esto: neb-
cativo, su efecto más deseable sería hacer los dis- bich! Durante los años sesenta, el grupo de afinidad
tintos preceptos ex cátedra de Bey inaccesibles a Up Against the Wall Motherfuckers propagó una
sus lectores. confusión, desorganización y «terrorismo cultural»
Tal vez no pueda darse una mejor descripción similares, para desaparecer del escenario político
del mensaje de taz que el que apareció en Whole poco tiempo después. En efecto, algunos de sus miem-
Earth Review, donde se recalca que el panfleto de bros se incorporaron al mundo comercial, profesional
Bey está «convirtiéndose rápidamente en la biblia y de clase media que antes habían manifestado des-
contracultural de los años noventa [...]. Mientras preciar. Este comportamiento no es único de Estados
que muchos de los conceptos de Bey son afines a Unidos. Como un «veterano» francés de mayo-junio
las doctrinas del anarquismo», la revista tranquili- de 1968 dijo con cinismo: «Ya nos divertimos en 1968;
za a su clientela yuppie afirmando que este se aleja ahora es hora de que crezcamos». El mismo ciclo sin
de manera deliberada de la retórica habitual de de- salida, salpicado de referencias anarquistas, se repi-
rrocar al gobierno. tió durante una revuelta de jóvenes altamente indi-
vidualista en Zúrich en 1984, que terminó con la
En vez de ello, prefiere la naturaleza ver­ creación de Needle Park, un célebre lugar para adic-
sátil de las «revueltas», que opina que ofre- tos a la cocaína y el crack establecido por las autori-
cen unos «momentos de intensidad [que dades de la ciudad para permitir a los jóvenes
pue­den] dar forma y sentido a la totalidad de des­truirse a sí mismos legalmente.
una vi­da». Estas bolsas de libertad, o zonas La burguesía no tiene nada que temer de esas
autó­­nomas temporales, permiten al indivi­ proclamas estéticas. Con su aversión por las institu-
duo eva­­­dirse de las redes esquemáticas ciones, organizaciones de masa, su orientación am-
del Gran Gobierno y vivir ocasionalmente pliamente subcultural, su decadencia moral, su
en unos reinos donde pueda experimentar­ aclamación de la transitoriedad y su rechazo a los
se brevemente la libertad total.6 programas, ese tipo de anarquismo narcisista es so-
cialmente inocuo y, a menudo, meramente una vál-
vula de escape para el descontento respecto al orden
6.
 «taz», The Whole Earth Review, primavera de 1994, p. 61. social imperante. Con Bey, el anarquismo personal
(El énfasis es mío.)
huye de toda militancia social significativa y del

84 85
firme compromiso hacia proyectos duraderos y
creativos, al diluirse en las quejas, en el nihilismo
posmoderno y en una mareante actitud nietzs-
cheana de superioridad elitista.
El precio que el anarquismo pagará si permi-
te que esta bazofia sustituya a los ideales liberta-
rios de las épocas anteriores será enorme. El
anarquismo egocéntrico de Bey, con su alejamiento
pos­moderno en dirección a la «autonomía» indivi-
dual, a las «experiencias-límite» foucaultianas y al
«éx­tasis» neosituacionista, amenaza con convertir
la misma palabra anarquismo en política y social-
mente inofensiva: en una simple moda para el
deleite de los pequeñoburgueses de todas las
­
­edades.

86
Anarquismo místico
e irracional
La taz de Bey no es el único texto que apela a
la brujería o incluso al misticismo. Dada su men­­ta­
lidad de idealización del mundo primitivo, m­ uchos
anarquistas personales se lanzan al an­ti­rracio­na­
lismo en sus formas más atávicas. Tomemos The
Appeal of Anarchy (El llamamiento de la anar-
quía), que ocupaba toda la contraportada de una
edición de la revista Fifth Estate —en el verano de
1989—. «La anarquía —proclama— reconoce la in-
minencia de la liberación total [¡nada menos!] y,
como signo de tu libertad, desnúdate en tus ritos.»
Se nos encarece a «bailar, cantar, reír, darse festi-
nes, jugar»... ¿y cómo podría cualquiera que no sea
una momia gazmoña resistirse a estos placeres ra-
belaisianos?
Pero, por desgracia, hay una pega. La abadía
de Thélème de Rabelais, que Fifth Estate parece
­emular, estaba llena de criados, cocineros, mozos

91
y artesanos, sin cuyo duro trabajo los caprichosos jerarquía y contra los cuales la razón ha tenido que
aristócratas de su utopía, evidentemente de clase luchar para liberar la mente humana de sus misti-
alta, se habrían muerto de hambre y acurrucado ficaciones autocreadas. ¿«Disipar todo poder»? De
desnudos en los salones ahora fríos de la abadía. nuevo, hay aquí un punto foucaultiano que, como
Por supuesto, el «llamamiento de la anarquía» de siempre, niega la necesidad de establecer unas ins-
Fifth Estate tal vez tenía en mente una versión tituciones con autogobierno y unos poderes clara-
materialmente más simple que la abadía de Thélè- mente conferidos frente al poder muy real de las
me, y sus «festines» tal vez se referían más a tofu y instituciones capitalistas y jerárquicas; aún más,
arroz que a perdices rellenas y deliciosas trufas. la materialización de una sociedad en la que el de-
Pero aun así, sin unos avances tecnológicos impor- seo y el éxtasis puedan conseguirse de verdad en
tantes para liberar a las personas del trabajo, in- un comunismo realmente libertario.
cluso para poner tofu y arroz sobre la mesa, ¿cómo El cántico seductoramente «extático» de Fifth
podría una sociedad basada en esta versión de la Estate a la «anarquía», tan desprovisto de conteni-
anarquía esperar «abolir toda autoridad», «com- do social —dejando aparte todas sus florituras re-
partir todo entre todos», hacer festines y correr tóricas—, podría fácilmente aparecer como un
desnudos, bailando y cantando? póster en las paredes de una boutique chic o detrás
Esta pregunta es especialmente pertinente pa­ de una tarjeta de felicitación. De hecho, unos ami-
ra el grupo de Fifth Estate. Lo que es fascinante en gos que fueron hace poco a Nueva York me dijeron
la revista es el culto primitivista, prerracional, an- que hay un restaurante con manteles de lino en las
titecnológico y anticivilizatorio que subyace en mesas, menús bastante caros y clientela pija en St.
la base de sus artículos. Así, el «llamamiento» de Mark’s Place, en el Lower East Side —un campo de
Fifth Estate invita a los anarquistas a «proyectar batalla en la década de 1960—, que se llama Anar-
el círculo mágico, entrar en un trance de éxtasis, chy. En ese lugar de pastoreo de la peque­ñ a
deleitarse en la brujería que disipa todo poder»: burguesía de la ciudad se exhibe una copia del
precisamente las técnicas mágicas que durante si- famoso mural italiano El cuarto Estado, que
­
glos han utilizado los chamanes —aplaudidos al ­muestra a unos proletarios insurrectos de fin de
menos por uno de sus autores— en las sociedades siècle marchando con aires de militancia hacia un
tribales, por no hablar de los sacerdotes en las jefe que no aparece en el cuadro, o tal vez una
más desarrolladas, para elevar su estatus en la comi­saría de policía. Parece ser que el anarquismo

92 93
personal puede convertirse fácilmente en una op- De hecho, las creencias abiertamente antirra-
ción de consumo selecto. Según me han dicho, el cionalistas de Fifth Estate tienen unas implicacio-
restaurante tiene también guardias de seguridad, nes preocupantes. Su aclamación visceral de la
quizá para no permitir la entrada a la chusma lo- imaginación, el éxtasis y lo «primario» pone mani-
cal como la que figura en el mural. fiestamente en tela de juicio no solo la eficiencia
El anarquismo personal —sin riesgos, centrado racionalista sino también la razón en sí. La porta-
en sí mismo, hedonista e incluso cómodo— puede da de la edición de otoño/invierno de 1993 exhibe el
ofrecer muy bien la verborrea fácil que condimenta muy incomprendido Capricho n.º 43 de Francisco
los prosaicos estilos de vida burgueses de los rabe- Goya, El sueño de la razón produce monstruos. La
laisianos timoratos. Como el «arte situacionista» figura dormida de Goya aparece desplomada sobre
que el mit exhibió para el deleite de la pequeña su escritorio delante de un ordenador Apple. La
burguesía vanguardista hace unos años, ofrece traducción inglesa de Fifth Estate es: «The dream
poco más que una imagen terriblemente «traviesa» of reason produces monsters», lo que implica que
del anarquismo —me atrevería a decir que un si- los monstruos son un producto de la razón en sí.
mulacro—, como las que florecen a lo largo de toda Sin embargo, Goya quería claramente decir, como
la costa del Pacífico de Estados Unidos y en algu- su propia nota indica, que los monstruos del graba-
nos lugares hacia el este. Por su parte, la industria do están producidos por el hecho de que la razón
del ocio funciona extremadamente bien bajo el ca- duerma, no de que sueñe. Como escribió en su pro-
pitalismo contemporáneo y podría absorber con fa- pio comentario:
cilidad las técnicas de los anarquistas personales
para mejorar una imagen comercial de «malos». La imaginación abandonada por la ra­
Hace tiempo que la contracultura, que en su mo- zón produce monstruos imposibles; uni­da
mento impactó a la «gente bien» con sus largas bar- a ella es, sin embargo, la madre de las ar­
bas, su vestimenta, su libertad sexual y su arte, ha tes y la fuente de sus maravillas.1
pasado a ser eclipsada por empresarios burgueses
cuyas boutiques, cafés, clubes e incluso campings
nudistas son un próspero negocio, como demues- 1.
 Citado por José López Rey: Goya’s Caprichos: Beauty,
tran los numerosos anuncios picantes de nuevos Rea­son and Caricature, vol. 1, Princeton University
Press, Princeton (Nueva Jersey), 1953, pp. 80-81.
deleites en Village Voice y revistas por el estilo.

94 95
Al menospreciar la razón, esta intermitente re-
vista anarquista entra en connivencia con algunos
de los aspectos más sombríos de la reacción neo­
heideggeriana de hoy en día.

96
Contra la tecnología
y la civilización
Aún más preocupantes son los escritos de George
Bradford (alias de David Watson), uno de los prin-
cipales teóricos de Fifth Estate, sobre los horrores
de la tecnología —al parecer, de la tecnología en
sí—. Presumiblemente, esta determina las relacio-
nes sociales y no lo contrario, una noción que se
acerca más al marxismo vulgar que, por ejemplo, a
la ecología social. En «Stopping the Industrial Hy-
dra», Bradford afirma:

La tecnología no es un proyecto ais­la­do,


ni tan solo una acumulación de co­no­ci­mien­
tos técnicos que esté determinada por una
es­fe­ra en cierto modo separada y más funda­
mental de «relaciones sociales». Las ­téc­nicas
de masas se han convertido, en ­pa­labras
de Langdon Winner, en «estructu­­ras cuyas
con­ diciones de funcionamiento exigen la
rees­truc­turación de sus entornos», y por

101
consiguiente de las propias relaciones so- tiene vi­da propia está profundamente arraigada en
ciales que las han originado. La técnica de el romanticismo conservador alemán del siglo pa-
masas —un producto de épocas anteriores sado y en los escritos de Martin Heidegger y Frie-
y jerarquías arcai­cas— ha dejado atrás drich Georg Jünger, que alimentaron la ideología
las condiciones que la generaron, tomando nacionalsocialista, aunque los nazis honorasen su
vida propia [...]. Ofrece, o se ha convertido filosofía antitecnológica solo en teoría.
en, un tipo de entorno y sistema social to- En términos de ideología contemporánea, este
tal, tanto en sus aspectos generales como bagaje ideológico es representativo de la afirma-
en los individua­ les, más subjetivos [...]. ción, tan común en la actualidad, de que el desa-
En una pirámide mecanizada de tal modo, rrollo de nuevos sistemas automatizados cuesta
[...] las relaciones instrumentales y so- invariablemente empleos a las personas o intensi-
ciales se reducen a lo mismo.1 fica su explotación. Ambos hechos son innega-
bles, pero obedecen precisamente a las relaciones
Este cuerpo simplista de nociones ignora tran- so­ciales de explotación capitalista, no al progreso
quilamente las relaciones capitalistas que determi- tec­nológico en sí. Para decirlo sin rodeos: las «re­es­
nan claramente cómo se utilizará la tecnología y se tructuraciones» actuales no se deben a las máqui-
centra en lo que se supone que es la tecnología. nas, sino a los burgueses avariciosos que uti­lizan las
Al relegar las relaciones sociales a algo que no es máquinas para sustituir la mano de obra o explo-
fundamental —en vez de subrayar el proceso pro- tarla de forma más intensiva.2 De hecho, las mis-
ductivo esencial en que se utiliza la tecnología—,
Bradford otorga a las máquinas y a la «técnica
de masas» una autonomía mística que, como la 2.
 La sustitución del capitalismo por la máquina, desviando
hi­
­ postatización estanilista de la tecnología, se por consiguiente la atención del lector de las im­por­tan­
tísimas relaciones sociales que determinan el uso de la
ha ­empleado para unos fines extremadamente
tecnología hacia la tecnología en sí, figura en casi toda
reaccionarios. La idea de que la tecnología la bibliografía antitecnológica de este siglo y los
anteriores. Jünger representa a casi todos los escritores
de este gé­nero cuando observa que «debido al progreso
1.
 George Bradford: «Stopping the Industrial Hydra: Re­vo­ técnico, ese monto de trabajo se ve constantemente
lution Against the Megamachine», Fifth Estate, vol. 24, aumentado y por ello en épocas en que el proceso de
n.º 3, invierno de 1990, p. 10. trabajo técnico se ve expuesto a crisis y a perturbaciones,

102 103
mas máquinas que los empresarios utilizan para que trata de dominar la tecnología para satisfacer
reducir «los costes laborales» podrían, en una so- las necesidades de las personas queda reducido, en
ciedad racional, liberar a los seres humanos de pe- su opinión, a una «esperanza piadosa sin ninguna
nosos trabajos mecánicos para que pudieran posibilidad de influir en la evolución tecnológica».4
dedicarse a actividades más creativas y personal- Y con toda la razón, si una perspectiva del mun-
mente más gratificantes. do tan determinista se sigue hasta su conclusión
No hay pruebas de que Bradford conozca bien ­lógica.
a Heidegger o Jünger; de hecho, más bien parece No obstante, por suerte, Bradford nos presenta
ins­pirarse en Langdon Winner y Jacques Ellul. una solución: «empezar a desmontar la máquina».5
Bra­d­ford cita aprobatoriamente a este último: «Es Y no admite compromisos con la civilización, sino
la coherencia tecnológica lo que ahora conforma la que repite básicamente todos los clichés casi místi-
coherencia social [...]. Ella es en sí misma no sola- cos, anticivilizatorios y antitecnológicos que apare-
mente un medio sino un universo de medios; en el cen en determinados cultos medioambientales new
sentido de universum, a la vez exclusivo y total».3 age. La civilización moderna, nos dice, es una «ma-
En La edad de la técnica, su libro más conocido, triz de fuerzas», incluidas «las relaciones mercanti-
Ellul anticipaba la sombría tesis de que el mundo listas, las comunicaciones de masas, la urbanización
y nuestros modos de pensar siguen las pautas de y la técnica de masas, junto con [...] unos Estados
las herramientas y las máquinas —la técnica—. cibernucleares rivales vinculados entre ellos», todo
Sin explicación social alguna acerca de cómo ­surgió lo cual converge hacia una «megamáquina global».6
esta «sociedad tecnológica», la obra de Ellul conclu- «Las relaciones mercantilistas», tal como observa
ye sin ofrecer esperanza, y aún menos un plan en su ensayo «Civilization in Bulk», no son más
para salvar a la humanidad de su absorción to- que una parte de esta «matriz de fuerzas» en la que
tal por la técnica. De hecho, incluso un humanismo la civilización es «una máquina» que ha sido

4.
cunde la deso­cu­pa­ción». Véase Friedrich Georg Jünger:  Jacques Ellul: The Technological Society, Vintage Books,
Perfección y fracaso de la técnica, Ed. Sur, Buenos Aires, Nueva York, 1964, p. 430. [En castellano: La edad de la
1968. técnica, Octaedro, Barcelona, 2003.]
5.
3.
 George Bradford, «Stopping the Industrial Hydra...», op.  Ibid., p. 10.
6.
cit., p. 10.  Ibid., p. 20.

104 105
«un campo de trabajo desde sus orígenes», una «pi­ ningún sentido de la palabra— un místico a quien
rá­mide rígida de capas jerárquicas», «una red que le hubiese gustado el primitivismo anticivilizatorio
­extiende el territorio de lo inorgánico», y «una pro­­ de Bradford. Sobre este punto puedo opinar gracias
gresión lineal desde el robo del fuego por Prometeo a mi conocimiento personal directo de las opiniones
hasta el Fondo Monetario Internacional».7 A conti- de Mumford, cuando hablamos largamente como
nuación, Bradford critica el anodino libro de Monica participantes en una conferencia en la Universidad
Sjöo y Barbara Mor, La Gran Madre Cósmica: re- de Pensilvania hacia 1972.
descubriendo la religión de la Tierra, no por su teís- Pero solo hay que leer sus escritos, como Técni-
mo atávico y regresivo, sino porque las autoras ca y civilización, que el propio Bradford cita, para
ponen la palabra civilización entre comillas, una ver que Mumford trata por todos los medios de des-
práctica que «refleja la tendencia de este libro fasci- cribir favorablemente los «instrumentos mecáni-
nante [!] de presentar una alternativa o invertir la cos» como «potencialmente un vehículo para fines
perspectiva sobre la civilización en vez de cuestio- humanos racionales».9 Recordando al lector de ma-
nar abiertamente sus términos».8 Probablemente nera reiterada que las máquinas provienen de los
sea a Prometeo a quien haya que amonestar, y no a seres humanos, Mumford subraya que la máquina
estas dos Madres Tierra, cuyo folleto sobre divinida- es «la proyección de un aspecto particular de la
des ctónicas, pese a todos sus compromisos sobre la personalidad humana». En efecto, una de sus fun-
civilización, es «fascinante». ciones más importantes ha sido la de atenuar el
Por supuesto, ni una referencia a la megamá- impacto de la superstición en la mente humana:
quina sería completa sin citar el lamento de Lewis
Mumford sobre sus efectos sociales. De hecho, cabe Antes, los aspectos irracionales y de-
observar que estos comentarios han malinterpreta- moníacos de la vida habían invadido unas
do a menudo las intenciones de Mumford, quien no esferas que no les correspondían. Fue un
estaba en contra de la tecnología, como Bradford y paso hacia adelante descubrir que eran
otros nos querrían hacer creer; ni tampoco era —en

9.
 Lewis Mumford: Technics and Civilization, Harcourt Bra­
7.
 George Bradford: «Civilization in Bulk», Fifth Estate, ce & World, Nueva York y Burlingame, 1963, p. 301. [Edi­
primavera de 1991, p. 12. ción en castellano: Técnica y civilización, Alianza Editorial,
8.
 Ibid., p. 23, nota al pie. Ma­drid, 1998.]

106 107
bacterias, y no duendecillos, los que ha­ inmediata ha sido la gran contribución general de
cían que la leche se cuajara, y que un mo- la ciencia analítica moderna».11
tor refrigerado por aire era más eficaz En vez de compartir el primitivismo explícito
que la escoba de una bruja para el trans- de Bradford, Mumford criticaba duramente a aque-
porte a larga distancia [...]. La ciencia llos que rechazan la máquina de manera total, y
y la técnica fortalecieron nuestra moral; con­ sideraba la «vuelta al primitivismo absoluto»
a la luz de sus propias austeridades y ab- como una «adaptación neurótica» a la propia me­­
negaciones [...], ponen en ridículo los ga­má­qui­na,12 incluso como una catástrofe. «Más
­temores pueriles, las suposiciones pueri­ desastroso que cualquier mera destrucción física
les, así como afirmaciones igualmente pue­ de má­quinas por el bárbaro es su amenaza de apa-
­riles.10 gar o desviar el poder de la motivación humana
—observó con agudeza— desalentando los proce-
Este importante aspecto de la obra de Mumford sos cooperativos de pensamiento y la investigación
ha sido descaradamente ignorado por los primiti- de­sin­teresada, que son responsables de nuestros
vistas de nuestro entorno; en especial, su creencia prin­cipales logros técnicos.» Y preconizaba: «Tene-
de que la máquina ha tenido «la importantísima mos que abandonar nuestras artimañas inútiles y
contribución» de fomentar «la técnica del pensa- lamentables para resistirnos a la máquina median-
miento y la acción cooperativos». Mumford tampo- te recaídas absurdas en el salvajismo».13
co dudaba en alabar «la excelencia estética de la En sus obras posteriores, no figura prueba al­
forma de la máquina [...] ante todo, tal vez, la per- guna de que cambiara de opinión. Irónicamente, des­
sonalidad más objetiva que ha surgido a través de deñó las representaciones del Living Theater,
una relación más sensible y comprensiva con estos ca­lificándolas de «barbarismo», y las visiones del
nuevos instrumentos sociales y a través de su asi- «territorio sin ley» de las bandas de motoristas, y
milación cultural deliberada». Es más, «la técni- menospreciaba Woodstock como la «movilización
ca de crear un mundo neutral de hechos a en masa de la juventud», de la que «la actual
diferencia de los datos brutos de la experiencia
11.
 Ibid., p. 361.
12.
 Ibid., p. 302.
10. 13.
  Ibid, p. 324.  Ibid., p. 319.

108 109
c­ultura masificada, excesivamente reglamentada La denuncia de la tecnología y la civilización
y despersonalizada no tiene nada que temer».14 como inherentemente opresivas de la humanidad
Mumford, por su parte, no estaba a favor de la sirve en realidad para encubrir las relaciones so-
megamáquina ni del primitivismo —el «orgánico»—, ciales concretas que privilegian a los explotadores
sino más bien de la sofisticación de la tecnología respecto a los explotados y a los jefes respecto a sus
en unas líneas democráticas y a escala hu­ mana. subordinados. Más que cualquier sociedad opreso-
«Nues­tra capacidad de ir más allá de la máquina ra del pasado, el capitalismo oculta su explotación
[hasta una nueva síntesis] se basa en nuestro po- de la humanidad bajo un disfraz de «fetiches», para
der de asimilar la máquina», observaba en Técnica emplear la terminología de Marx en El capital, y
y ci­vilización. «Hasta que no hayamos absorbido sobre todo el «fetichismo de la mercancía», que ha
las lecciones de la objetividad, la impersonali- sido embellecido de manera diversa —y superfi-
dad, la neu­tralidad, las lecciones del reino mecáni- cial— por los situacionistas como «espectáculo», y
co, no podremos avanzar más en nuestro desarrollo por Baudrillard, como «simulacro». Al igual que la
hacia lo más sustancialmente orgánico, lo más pro- apropiación del exceso de valor por parte de la bur-
fundamente humano.»15 guesía se disimula con un intercambio contractual
de salarios a cambio de trabajo, equitativo solo en
14.
apariencia, la fetichización de la economía y sus
 Lewis Mumford: The Pentagon of Power. The Myth of movimientos encubren el dominio de las relaciones
the Machine, vol. 2, Harcourt Brace Jovanovich,
Nueva York, 1970. [En castellano: El pentágono del económicas y sociales del capitalismo.
poder. El mito de la máquina, vol. 2, Pepitas de Cala­ba­ En este sentido, cabe señalar un punto impor-
za, 2011.] Véanse las leyendas de las ilustraciones 13 tante, incluso crucial. Este encubrimiento oculta a
a 26. ­­Es­ta obra en dos volúmenes se ha malinterpre­ la esfera pública la responsabilidad de la compe-
ta­do sistemáticamente co­mo un ataque a la tecnología,
tencia capitalista en la aparición de las crisis de
la racionalidad y la cien­cia. De hecho, como su prólogo
indica, la obra contra­pone más bien la megamáquina en nuestros tiempos. A estas mistificaciones, los anti-
cuanto que modo de organizar el trabajo humano —y sí, tecnológicos y anticivilizatorios añaden el mito de
las rela­ciones so­ciales— con los logros de la ciencia y la la tecnología y la civilización como inherentemente
tecno­logía, que Mumford solía aplaudir y situaba en el opresivos, y tapan así las relaciones sociales úni-
mismo contexto social al que Bradford resta importancia.
15.
cas del capitalismo —especialmente la utilización
 Lewis Mumford, Technics and Civilization, op. cit., p.
de las cosas (mercancías, valores de intercambio,
363. La cursiva es mía.

110 111
objetos... llámense como se quiera)— para mediar racionales, como si la ciudad fuera un cáncer impa-
en las relaciones sociales y crear el panorama tec- rable en vez de la posible esfera para universalizar
nourbano de nuestra época. Al igual que la sustitu- las relaciones humanas, en claro contraste con las
ción de capitalismo por la expresión sociedad limitaciones provinciales de la vida tribal y de pue-
industrial oculta el papel específico y primordial blo. Las relaciones sociales básicas de la explota-
del capital y las relaciones mercantilistas en la ción y dominación capitalista quedan eclipsadas
constitución de la sociedad moderna, la sustitución por unas generalizaciones metafísicas sobre el ego
de las relaciones sociales por una cultura tecnour- y la técnica, empañando la comprensión del públi-
bana, que Bradford realiza abiertamente, encubre co de las causas esenciales de las crisis sociales y
el papel primordial del mercado y la competencia medioambientales; unas relaciones mercantilistas
en la formación de la cultura moderna. que engendran a los intermediarios corporativos
El anarquismo personal, en gran parte porque del poder, la industria y la riqueza.
tiene que ver con un «estilo de vida personal» más Ello no implica negar que muchas tecnologías
que con la sociedad, pinta la acumulación capitalis- sean intrínsecamente dominantes y ecológica­men­
ta, con sus raíces en el mercado competitivo, como la te peligrosas, o afirmar que la civilización ha sido
fuente de la destrucción medioambiental, y mira una bendición absoluta. Los reactores nucleares, las
como petrificado la presunta ruptura por parte de la grandes presas, los complejos industriales altamen-
humanidad de la unidad «sagrada» o «extática» con te centralizados, el sistema de fábrica y la in­
la «Naturaleza» y el «desencanto del mundo» por la dustria armamentística —al igual que la buro­cracia,
ciencia, el materialismo y el «logocentrismo». la ­decadencia urbana y los medios de comunica-
En consecuencia, en vez de explicar los orígenes ción ­contemporáneos— son perniciosos casi desde
de las patologías sociales y personales de hoy en que fueron creados. Pero en los siglos xviii y xix no
día, la antitecnología nos permite sustituir enga- se necesitaron la máquina a vapor, la fabricación
ñosamente el capitalismo por la tecnología —que en masa, ni mucho menos ciudades gigantescas
esencialmente facilita la acumulación capitalista y y bu­rocracias de gran alcance para des­forestar áreas
la explotación laboral— como la causa subyacente ­inmensas de Norteamérica, exterminar prác­­ti­ca­
del crecimiento y la destrucción del medioambien- mente a sus poblaciones indígenas y erosionar el
te. La civilización, encarnada en la ciudad como suelo de regiones enteras. Al contrario, incluso an-
centro de cultura, se despoja de sus dimensiones tes de que el ferrocarril llegara a todas partes del

112 113
país, una gran parte de esta devastación ya se había mundo entero en barcos de vela, no propulsados
inflingido mediante simples hachas, mosquetes de por motores sino por el viento. Aparte de los pue-
pólvora negra, carros tirados por caballos y arados blos y ciudades textiles de Gran Bretaña, donde la
de vertedera. fabricación en masa hizo un avance histórico, las
Fueron estas sencillas tecnologías las que la máquinas que hoy son objeto del mayor oprobio
empresa burguesa —con las bárbaras dimensiones fueron creadas mucho después de que el capitalis-
de la civilización del siglo pasado— utilizó para mo primara en muchas partes de Europa y Nor­
excavar una gran parte del valle del río Ohio,
­ teamérica.
­con­virtiéndolo en propiedades inmobiliarias es­­pe­ No obstante, pese a la oscilación actual del
cu­ lativas. En el sur, los dueños de plantaciones péndulo de una glorificación de la civilización
­
­ne­cesitaban «manos» esclavas, sobre todo porque no ­europea hasta su plena denigración, sería conve-
existía maquinaria para plantar y recoger el ­algodón; niente ­recordar la importancia del auge del se­
de hecho, el arrendamiento rústico ha desaparecido cu­larismo ­moderno, el conocimiento científico, el
en las últimas dos décadas en Estados Unidos, en uni­versalismo, la razón y las tecnologías que ofre-
buena medida porque se introdujo ­nueva maquina- cen potencialmente la esperanza de una dispensa
ria para sustituir el trabajo de los aparceros ne- racional y emancipadora de los asuntos sociales,
gros «liberados». En el siglo xix, los campesinos de o incluso de la plena realización del deseo y el éxta-
la Europa semifeudal, a través de rutas por ríos y sis sin los numerosos criados y artesanos que col-
canales, llegaron en avalancha a las tierras salva- maban los apetitos de sus «superiores» aristócratas
jes norteamericanas y, con unos métodos nada eco- en la abadía de Thélème de Rabelais. Paradójica-
lógicos, empezaron a producir los cereales que al mente, los anarquistas anticivilizatorios que la de-
final impulsaron el capitalismo estadounidense a nuncian hoy en día son algunos de aquellos que
la hegemonía económica mundial. dis­frutan de sus frutos culturales y realizan
En pocas palabras: fue el capitalismo —la rela- declara­ciones expansivas muy individualistas so-
ción mercantilista llevada a sus plenos extremos bre la ­libertad, sin conciencia alguna de los duros
históricos— el que produjo la explosiva crisis acon­tecimien­tos his­tóricos europeos que la hicie-
medioambiental de los tiempos modernos, empe- ron posible. Kro­­pot­kin, por ejemplo, daba una gran
zando por las primeras mercancías producidas en importancia al «­ pro­greso de la técnica moderna, que
casas de campo que luego se transportaban por el simplifica ­ma­­ra­­­villosamente la producción de todos

114 115
los elementos necesarios para la vida».16 Para quie-
nes no tienen un sentido de perspectiva histórica,
es fácil mirar hacia atrás con arrogancia.

16.
 Piotr Kropotkin, op. cit., p. 285.

116
Mistificación
de lo primitivo
El corolario de las tendencias antitecnológicas y
anticivilizatorias es el primitivismo, una glorifica-
ción edénica de la prehistoria y el deseo de volver
en cierto modo a su putativa inocencia.1 Los anar-
quistas personales como Bradford se inspiran en
pueblos indígenas y mitos de la prehistoria edé­
nica. Según él, los pueblos primitivos «rechazaban la
tec­­nología» y «minimizaban el peso relativo de las téc­
nicas instrumentales o prácticas, dando más impor-
tancia a las [...] técnicas extáticas». Esto es porque
los pueblos indígenas, con sus creencias animistas,

1.
 Cualquiera que nos aconseje reducir de manera consi­de­
rable, incluso drástica, nuestro uso de la tecnología tam­
bién nos está recomendando, con toda lógica, volver a la
«Edad de Piedra»; por lo menos, al Neolítico o al Paleo­lí­
tico (Inferior, Medio o Superior). En respuesta al argu­
men­to de que no podemos volver al «mundo primitivo»,

121
e­ s­taban embebidos de «amor» por la vida animal y la ... opulenta porque tiene pocas necesi­­da­
natu­raleza; para ellos, «los animales, las plantas y des, todos sus deseos se satisfacen fá­­­­cil­men­te.
los objetos naturales» eran «personas, incluso seme- Su caja de herramientas es elegan­te y ligera,
jantes».2 sus puntos de vista lin­güís­­ti­ca­mente comple-
En consecuencia, Bradford cuestiona la opi- jos y conceptualmente profun­dos y, sin em-
nión «oficial» que califica los estilos de vida de las bargo, simples y accesibles a todos. Su cultura
cul­turas recolectoras prehistóricas de «terribles, sal­ es expansiva y dichosa. No tie­ne propiedad
vajes y nómadas, una lucha sangrienta por la su- privada sino comunal, es igualitaria y coo­
pervivencia». En vez de ello, glorifica «el mundo perativa [...]. Es anárquica [...] no tiene que
primitivo» como lo que Marshall Sahlins llamó «la trabajar [...]. Es una sociedad llena de dan-
sociedad opulenta original»: zas, de cánticos, de celebraciones, de sueños.3

Los habitantes del «mundo primitivo», según


Brad­ford no ataca el argumento sino a quienes lo ex­ Bradford, vivían en armonía con el mundo natural y
po­nen: «Los ingenieros de las empresas y los críticos i­z­­ se beneficiaban de todas las ventajas de la opulencia,
quier­­dis­tas/sindicalistas del capitalismo» rechazan «cual­ incluido mucho tiempo de ocio. La sociedad primiti-
quier pers­pectiva diferente sobre la dominación tecnológica va, recalca, «no tenía que trabajar», puesto que la
[...] como “regresiva” y como deseo “tecnófobo” de volver a caza y la recolección exigían mucho menos esfuerzo
la Edad de Piedra», lamenta en «Civilization in Bulk»
(nota al pie n.º 3). No voy a entrar en la patraña de que que las ocho horas que la gente de hoy en día dedica
favorecer el desarrollo tecnológico en sí implica favorecer a la jornada laboral. Reconoce compasivamente que
la extensión de la «dominación», presumiblemente de las la sociedad primitiva podía «pasar hambre de vez en
personas y la naturaleza no humana. Los «ingenieros cuando». No obstante, esta «hambre» era en realidad
de las empresas» y los «críticos izquierdistas/sindicalistas
simbólica y autoinfligida, porque los pueblos primiti-
del ca­pi­talismo» no son en modo alguno comparables
en su visión de la tecnología y sus usos. Dado que los «crí­ vos «a veces [escogen] el hambre para mejorar sus
ticos iz­quierdistas/sindicalistas del capitalismo» están en­ relaciones mutuas, para jugar o para tener trances».4
co­­mia­­­blemente implicados en una seria oposición de clases
al capitalismo, el hecho de que en la actualidad no hayan
logrado atraer a un movimiento obrero amplio es más una
3.
lamentable tragedia que motivo de celebración.  Ibid., p. 10.
2. 4.
 George Bradford, «Civilization in Bulk», op. cit., p. 11.  Id.

122 123
Haría falta todo un ensayo completo para desco- vidas eran particularmente saludables y pacíficas,
dificar, por no decir rebatir, estas sandeces absur- subsistiendo —tanto entonces como ahora— gracias
das, en las que figuran unas pocas verdades con una a la espléndida abundancia de la naturaleza.
mezcla o una capa de pura fantasía. Bradford basa Por ejemplo, Richard B. Lee, coeditor de la colec-
sus explicaciones, según nos dice, en «un mayor ac- ción de los trabajos de la conferencia, estimaba que
ceso a las opiniones de la gente primitiva y sus des- los pueblos «primitivos» consumían una cantidad bas-
cendientes nativos» mediante «una antropología [...] tante elevada de calorías y que contaban con abun-
más crítica».5 En realidad, una gran parte de esta dantes alimentos, alcanzando un tipo de «abundancia»
«antropología crítica» parece derivarse de ideas pre- virginal en la que la gente solo tenía que buscar comi-
sentadas en el simposio «Man the Hunter», celebra- da unas cuantas horas al día. «La vida en el estado de
do en abril de 1966 en la Universidad de Chicago.6 la naturaleza no es necesariamente dura, salvaje y
Aunque la mayoría de las contribuciones al simpo- corta», escribió Lee. El hábitat de los bosquimanos
sio fueron enormemente valiosas, algunas de ellas !kung del desierto del Kalahari, por ejemplo, «es
se ajustaban a la mistificación ingenua de lo primi- abundante en alimentos que ofrece la naturaleza».
tivo que se filtraba en la contracultura de la década Los bosquimanos del área de Dobe, que —afirmaba
de 1960, y que aún perdura en la actualidad. La cul- Lee— aún estaban rayando en la entrada al Neolítico,
tura hippy, que influyó a unos cuantos antropólogos
de la época, afirmaba que los pueblos cazadores-re- ... hoy en día viven sin problemas de
colectores de hoy habían eludido las fuerzas sociales plantas silvestres y carne, pese a que están
y económicas que operaban en el resto del mundo y confinados en la parte menos productiva
seguían viviendo en un estado prístino, como reli- de la zona donde antes se encontraban los
quias aisladas de los estilos de vida neolíticos y pa- pueblos bosquimanos. Es probable que en
leolíticos. Además, como cazadores-recolectores, sus el pasado estos cazadores y recolectores tu-
vieran una base de subsistencia aún
mayor, cuando podían escoger entre los
5.
 George Bradford, op. cit, p. 10. mejores hábitats de África.7
6.
 Los documentos de la conferencia se publicaron en Ri­
chard B. Lee e Irven DeVore (eds.): Man the Hunter, Aldi­
ne Publishing Co., Chicago, 1968.
7.
 Ibid., p. 43.

124 125
Esto no es realmente así, como pronto veremos. haber existido incluso a finales del Paleolítico, con
Es muy habitual que aquellos que se deleitan distintos niveles de grado, tipo y alcance de una do-
con la «vida primitiva» metan en el mismo saco mu- minación que no pueden encasillarse bajo alaban-
chos milenios de prehistoria, como si unas especies zas retóricas como igualitarismo paleolítico.
homínidas y humanas considerablemente diferen- Otro problema que se presenta es la variedad —al
tes vivieran en un solo tipo de organización social. principio, la ausencia— de la capacidad comunicati-
La palabra prehistoria es muy ambigua. Al igual va en distintas épocas. En la medida en que el len-
que el genoma humano incluía a varias especies, no guaje escrito no apareció hasta bien entrados los
podemos igualar verdaderamente los «puntos de tiempos modernos, los lenguajes incluso de los pri-
vista» de los recolectores auriñacienses y magdale- meros Homo sapiens sapiens apenas eran «concep-
nienses (Homo sapiens sapiens) de hace unos 30.000 tualmente profundos». Los pictogramas, glifos y,
años con los del Homo sapiens neanderthalensis o el sobre todo, los conocimientos memorizados en los que
Homo erectus, cuyas herramientas, habilidades ar- se basaban los pueblos «primitivos» para conocer el
tísticas y capacidades de habla eran muy distintas. pasado tienen unas limitaciones culturales eviden-
Otro problema es hasta qué punto los cazadores- tes. Sin una literatura escrita que registre la sabidu-
recolectores prehistóricos o buscadores de alimen- ría acumulada de generaciones, la memoria histórica,
tos de distintas épocas vivían en sociedades no por no decir los pensamientos «conceptualmente pro-
jerárquicas. Si las necrópolis de Sungir —en el este fundos», son difíciles de retener; más bien se pierden
de Europa— de hace unos 25.000 años permiten ha- con el tiempo o lamentablemente se distorsionan. La
cer alguna especulación (y no podemos contar con historia transmitida por vía oral es todavía menos
gente del Paleolítico para que nos expliquen su objeto de una crítica rigurosa, sino que en vez de ello
vida), la colección extraordinariamente suntuosa de se convierte con facilidad en una herramienta para
joyas, lanzas, arpones de marfil y ropa con abalorios los «videntes» y chamanes de la élite quienes, más
en las tumbas de dos adolescentes indican la exis- que ser «protopoetas», como los llama Bradford, pare-
tencia de unas dinastías familiares de alto estatus cen haberse servido de sus «conocimientos» en bene-
mucho tiempo antes de que los humanos se estable- ficio de sus propios intereses sociales.8
cieran para cultivar alimentos. La mayoría de las
culturas del Paleolítico eran con toda verosimilitud 8.
 Véase especialmente Paul Radin: The World of Primitive
relativamente igualitarias, pero la jerarquía parece
Man, Grove Press, Nueva York, 1953, pp. 139-150.

126 127
Lo que nos lleva, de forma inevitable, a John mentales y físicas del Homo sapiens y, además, vi-
Zerzan, el primitivista anticivilizatorio por exce- vieron en un estado de felicidad primitiva durante
lencia. Para Zerzan —una de las firmas destaca- más de dos millones de años.
das de la revista Anarchy: A Journal of Desire Si estos homínidos eran tan inteligentes como
Armed—, la ausencia de habla, lenguaje y escritu- los humanos modernos, uno podría preguntarse in-
ra es un aspecto positivo. Zerzan, otro viajero del genuamente: ¿por qué no innovaron con cambios
túnel del tiempo de «Man the Hunter», mantiene tecnológicos? «Me parece muy plausible —conjetu-
en su libro Futuro Primitivo que «antes de la ra Zerzan brillantemente— que la inteligencia, ba-
­domesticación, antes de la invención de la agricul­ sándose en el éxito y la satisfacción de la existencia
tura, la existencia humana consistía esencialmen- de un cazador-recolector, sea el verdadero mo­
te en una vida de ocio, intimidad con la natu­raleza, tivo de la pronunciada ausencia de “progreso”. La
sabiduría sensual, igualdad sexual y buena ­sa­­lud»,9 división del trabajo, la domesticación, la cultura
con la diferencia de que la visión de Zerzan del simbólica [...] fueron evidentemente [!] rechazados
«primitivismo» se acerca más bien a la de los ani- hasta hace muy poco.» La especie Homo «esco­gió
males de cuatro patas. De hecho, en la pa­leo­an­ du­ rante mucho tiempo la naturaleza en detri­
tropología zerzaniana, las distinciones ana­ tó­
micas mento de la cultura», y por cultura Zerzan quiere
entre el Homo sapiens por una parte y el Homo ha­ decir «la manipulación de las formas simbólicas
­
bilis, el Homo erectus y los «muy difamados» nean­ ­bá­sicas» (el énfasis es mío): una carga alienante.
dertales son dudosas; todas las especies h­ o­mínidas ­In­cluso, continúa, «no había lugar para el tiempo
tem­pranas, a su parecer, poseían las capacidades rei­fi­ca­do, el lenguaje (escrito, por supuesto, y proba-
blemente el lenguaje hablado durante todo o la ma-
yor parte del período), los números y el arte, pese a
9.
 John Zerzan: Future Primitive and Other Essays, Auto­ una inteligencia perfectamente capaz de ello».10
nomedia, Brooklyn (Nueva York), 1994, p. 16. [En cas­
En resumen, los homínidos podían dominar los
tellano: Futuro primitivo, Numa, Valencia, 2001.] El lec­
tor que confíe en la investigación de Zerzan puede tratar símbolos, el habla y la escritura, pero los rechaza-
de buscar fuentes importantes como la obra de Cohen ron deliberadamente, puesto que ya se entendían
(1974) y Clark (1979) (la primera citada en las páginas
102-103 de este libro). En la bibliografía de Zerzan, estos
y otros autores están to­tal­mente ausentes.
10.
 Ibid., pp. 23-24.

128 129
entre sí y con su entorno de forma instintiva, Pero una vez este voto se rompió, ¡todo empezó
sin necesidad de ellos. Así, Zerzan coincide con a ir mal! Por unos motivos que solo Dios y Zerzan
­en­tusiasmo con un antropólogo que medita que «la conocen.
comunión de los san/bosquimanos con la natu­ra­
leza» alcanzó un nivel de experiencia que «podría La aparición de la cultura simbólica,
llamarse casi místico. Por ejemplo, parecían sa- con su voluntad inherente de manipu­
ber qué se sentía realmente siendo un elefante, un lar y controlar, pronto abrió la vía a la
león o un antílope», incluso un baobab.11 ­do­mes­ticación de la naturaleza. Tras dos
La «decisión» consciente de rechazar el lenguaje, mi­llones de años de vida humana pasados
las herramientas sofisticadas, la temporalidad y una res­petando la naturaleza, en equilibrio con
división del trabajo (probablemente lo probaron y re- otras especies salvajes, la agricultura modi­
soplaron: «¡Bah!») fue tomada, nos dice, por el Homo ficó nuestro estilo de vida, nuestra ma­nera
habilis, cuyo cerebro, me permito observar, tenía de adaptarnos, de un modo sin pre­cedentes.
un tamaño de aproximadamente la m ­ itad del de los Nunca antes una especie había conocido un
humanos modernos y quien probablemente no tenía cambio radical tan absoluto y rápido. [...]
la capacidad anatómica para pronunciar sílabas. No La autodomesticación a través del lengua­je,
obstante, gracias a la autoridad soberana de Zerzan el ritual y el arte inspiró la dominación de
sabemos que el habilis (y tal vez incluso el Australo- animales y plantas que vino a conti­nua­ción.12
pithecus afarensis, que podría haber vivido hace unos
«dos millones de años») poseía una «inteligencia per- Hay cierto esplendor verdaderamente cautiva-
fectamente capaz» —¡ni más ni menos!— de estas dor en estas bobadas. Unas épocas, unas especies
funciones, pero que rechazaba utilizarlas. En la pa- homínidas y/o humanas y unas situaciones me­
leoantropología de Zerzan, los primeros homínidos o dioambientales y tecnológicas considerablemente
humanos podían adoptar o rechazar unos rasgos cul- distintas se meten en el mismo saco de una vida
turales vitales como el habla con una sabiduría subli- com­partida «respetando la naturaleza». La simplifi-
me, al igual que los monjes hacen voto de silencio. cación de Zerzan de la complejísima dialéctica entre

11. 12.
 John Zerzan, op. cit., pp. 33-34.  Ibid., pp. 27-28. El énfasis es mío.

130 131
los seres humanos y la naturaleza no humana reve- diferenciándola del hábitat, aún tenía que concep-
la una mentalidad tan reduccionista y simplista que tualizarse; una experiencia verdaderamente alie-
uno no puede más que quedarse pasmado. nante, en opinión de Zerzan. Tampoco es probable
Sin duda, podríamos aprender mucho de las cul- que nuestros antepasados remotos consideraran el
turas anteriores a la escritura —sociedades orgáni- mundo natural menos instrumental que los pueblos
cas, como las llamo en La ecología de la libertad—,13 de las culturas históricas. Teniendo en cuenta debi-
especialmente acerca de la mutabilidad de lo que damente sus propios intereses materiales —su su-
suele llamarse naturaleza humana. Su espíritu de pervivencia y bienestar—, los pueblos prehistóricos
colaboración dentro del grupo y, en el mejor de los parecen haber cazado tantas presas como podían, y
casos, sus puntos de vista igualitarios no son solo si poblaron imaginativamente el mundo animal con
admirables —y socialmente necesarios en vistas atributos antropomórficos, como seguramente hi-
del precario mundo en que vivieron—, sino que cieron, debió de ser para comunicarse con él con el
ofrecen una prueba convincente de la maleabilidad fin de manipularlo, no solo para venerarlo.
del comportamiento humano, que contrasta con el Así, teniendo en mente unos propósitos muy ins-
mito de que la competencia y la avaricia son unos trumentales, conjuraban animales «parlantes», «tri­
atributos humanos innatos. De hecho, sus prácti- bus» animales —a menudo basadas en sus ­propias
cas del usufructo y la desigualdad de los iguales estructuras sociales— y unos «espíritus» a ­ nimales
son muy relevantes para una sociedad ecológica. receptivos. Lógicamente, dados sus c­ o­no­cimientos
Pero que los pueblos «primitivos» o prehistóricos limitados, creían en la realidad de los sueños, en
«veneraban» la naturaleza no humana es como mí- los que los humanos podían volar y los animales
nimo dudoso y, en el peor de los casos, totalmente hablar, en un mundo onírico inexplicable, a me­
falso. A falta de entornos «no naturales», co­mo pue- nudo espantoso, que tomaban por la realidad.
blos y ciudades, la propia noción de «Naturaleza», Pa­ra controlar los animales de caza, para utilizar
un há­bitat con fines de supervivencia, para ­luchar
contra las vicisitudes del clima y similares, los
13.
 Murray Bookchin: The Ecology of Freedom. The Emer­ pueblos prehistóricos tenían que personi­ f icar
gen­ce and Dissolution of Hierarchy, Cheshire Books, Pa­ estos fenómenos y «hablar» con ellos, ya f­uera
lo Alto (California), 1982. [En castellano: La ecología de de manera directa o mediante rituales o metá­
la libertad. La emergencia y la disolución de las jerar­
foras.
quías, Nossa y Jara, Madrid, 1999.]

132 133
En realidad, los pueblos prehistóricos parecen El «amor por la naturaleza» que Bradford atri-
haber intervenido en su entorno tan resueltamen- buye a la «sociedad primitiva» tampoco representa
te como pudieron. En cuanto el Homo erectus o las correctamente a los pueblos recolectores de hoy en
especies humanas más tardías aprendieron a utili- día, que a menudo tratan de manera bastante dura
zar el fuego, por ejemplo, parecen haberlo usado a sus animales domésticos y de presa. Por ejemplo,
para quemar bosques, probablemente provocando los pigmeos del bosque de Ituri torturaban a los
estampidas de animales de caza por precipicios o animales que atrapaban de manera bastante sádi-
recintos naturales donde podían matarlos con faci- ca, y los esquimales solían maltratar a sus hus-
lidad. La «reverencia por la vida» de los pueblos kies.15 En cuanto a los indios norteamericanos,
prehistóricos, por consiguiente, reflejaba una preo­ an­­tes de entrar en contacto con Europa, alteraron
cupación muy pragmática por mejorar y controlar enor­memente una gran parte del continente utili-
su abastecimiento de alimentos, no un amor por zando fuego para despejar tierras para la horticul-
los animales, bosques y montañas (a las que tal vez tura y para tener mejor visibilidad cuando cazaban,
temían como la elevada morada de deidades, tanto hasta el punto de que el «paraíso» que encontraron
benignas como malignas).14 los europeos estaba «claramente humanizado».16

15.
14.
 La bibliografía sobre estos aspectos de la vida prehistórica  Sobre los pigmeos, véase Colin M. Turnbull: The Forest
es muy amplia. El artículo de Anthony J. Legge: «Gazelle People. A Study of the Pygmies of the Congo, Clarion/Simon
Killing in Stone Age Syria», Scientific American, vol. 257, & Schuster, Nueva York, 1961, pp. 101-102. [En castellano:
agosto de 1987, pp. 88-95 [en castellano: «Caza de gacelas La gente de la selva, Milrazones, Barcelona, 2011.] Sobre
en Siria en la Edad de Piedra», Investigación y ciencia, n.º los esquimales, véanse Gontran de Mon­ taig­
ne Poncins:
133, 1987], muestra que podría haberse matado a animales Kabloona. A White Man in the Artic Among the Eskimos,
migratorios con una eficacia devastadora mediante el uso Reynal & Hitchcock, Nueva York, 1941, pp. 208-209, así
de corrales. Hay un estudio clásico de los aspectos pragmá­ como muchas otras obras sobre la cultura esquimal tradi­
ti­cos del animismo en Bronislaw Malinowski: Magia, cien­ cional.
16.
cia, religión, Ariel, Barcelona, 1994. La antro­pomor­fi­za­  Que muchos prados en todo el mundo surgieran a causa
ción manipuladora es evidente en lo que cuentan mu­chos del fuego, probablemente ya en la época del Homo erec­
chamanes sobre transmigraciones del reino humano al no tus, es una hipótesis que se encuentra en toda la biblio­
humano, como en los mitos de los makuna de los que habla grafía antropológica. Un estudio excelente es el de
Kaj Århem: «Dance of the Water People», Natural History, ­Ste­phen J. Pyne: Fire in America, Princeton University
enero de 1992. Press, Princeton (Nueva Jersey), 1982. Véase también

134 135
Inevitablemente, muchas tribus indias al pare- Por otra parte, entre aquellos pueblos que se de-
cer agotaron la reserva de animales locales de los dicaban a la agricultura, el uso de la tierra tampo-
que se alimentaban y tuvieron que emigrar a nue- co respetaba necesariamente el medioambiente.
vos territorios para ganarse el sustento material. Y En torno al lago Pátzcuaro en los altiplanos del
sería realmente extraño que no hubieran tenido que centro de México, antes de la conquista españo-
emprender guerras para echar a sus habitantes ori- la, «la utilización de la tierra en la prehistoria no
ginales. Puede muy bien ser que sus ante­pasados seguía unas prácticas conservacionistas», escribe
remotos provocaran la extinción de al­gu­nos de los Karl W. Butzer, sino que causaba unas altas ta-
grandes mamíferos de Norteamérica de la última sas de erosión del suelo. De hecho, las prácticas
era glacial —especialmente mamuts, mastodon- agrícolas indígenas «podían ser tan perjudiciales
tes, bisontes esteparios, caballos y camellos—. Aún como cualquier uso de la tierra preindustrial
­pueden distinguirse grandes acu­mu­laciones de hue- en el Viejo Mundo». 18 Otros estudios muestran
sos de bisonte en algunos yacimientos que apuntan que la tala excesiva de bosques y el fracaso de
a matanzas en masa y carnicerías «en cadena» en la agricultura de subsistencia socavaron la
unos cuantos arroyos americanos.17

[En castellano: La ecología de la libertad..., op. cit.] No


William M. Denevan: Annals of the American Association existe todavía una evidencia concluyente al respecto.
of Geographers, septiembre de 1992, citado en William Ahora se sabe que los masto­don­tes, considerados antes
K. Stevens: «An Eden in Ancient America? Not Really», animales medioam­biental­men­te limitados, eran eco­lógi­
The New York Times, 30 de marzo de 1993. ca­mente mucho más flexi­bles y podrían haber sido exter­
17.
 
Sobre el tema tan acaloradamente debatido de las minados por cazadores paleo­indios, quizá con muchos me­
«matanzas excesivas», véase Paul S. Martin y Herbert E. nos reparos de lo que a los ecologistas románticos les gus­
Wright, Jr. (eds.): Pleistocene Extinctions. The Search for taría creer. No sostengo que la caza por sí sola causara el
a Cause, Yale University Press, New Haven, 1967. Los ex­terminio de estos animales; una cantidad considerable
ar­gumentos sobre si fueron los factores climáticos y/o el de matanzas podría haber bastado. Puede encontrarse un
exterminio humano lo que causó extinciones masivas de resumen sobre la caza de bisontes acorralados en los
unos 35 géneros de mamíferos del Pleistoceno son dema­ arroyos, en Brian Fagan: «Bison Hunters of the Nor­
siado complejos como para tratarlos aquí. Véase el ca­pí­ thern Plains», Archaeology, Long Island City, mayo-
tulo «Prehistoric Overkill» de Paul S. Martin, op. cit. He junio de 1994, p. 38.
explorado algunos de estos argumentos en la in­tro­ducción 18.
 Karl W. Butzer: «No Eden in the New World», Nature,
a mi edición revisada de The Ecology of Freedom..., op. cit. vol. 82, Londres, 4 de marzo de 1993, pp. 15-17.

136 137
s­ociedad maya y contribuyeron a su hundi- indígenas modernas no solo se han desarrollado a
miento. 19 lo largo de miles de años, sino que, además, antes
Nunca podremos saber si los estilos de vida de de ser estudiadas por los investigadores occidenta-
las culturas recolectoras de hoy en día reflejan real- les se han visto considerablemente alteradas por la
mente las de nuestro pasado remoto.20 Las culturas difusión de innumerables rasgos de otras culturas.
De hecho, como Clifford Geertz ha observado con
bastante mordacidad, hay muy poco o nada de prís-
19.
 T. Patrick Cuthbert: «The Collapse of Classic Maya Ci­vi­ tino en las culturas indígenas que los primitivistas
lization», en Norman Yoffee y George L. Cowgill (eds.): The
Collapse of Ancient States and Civilizations, University of
modernos asocian con los primeros humanos. «La
Arizona Press, Tucson (Arizona), 1988; y Joseph A. Tain­ comprensión, a su pesar y tardía, de que [el primiti-
ter, The Collapse of Complex Societies, Cambridge Uni­ vismo prístino de los indígenas actuales] no es tal,
versity Press, Cambridge, 1988. De este último, véase espe­ incluso entre los pigmeos, ni tan solo entre los es-
cial­men­te el capítulo 5. quimales —observa Geertz— y que estos pueblos
20.
 Es curioso que se me vuelva a decir —esta vez por parte
son en realidad productos de unos procesos de cam-
de L. Susan Brown— que mis «pruebas sobre sociedades
“orgánicas” sin ningún tipo de jerarquía son cuestio­ bio social a mayor escala que los han convertido, y
nables» (p. 160, el énfasis es mío). Si Marjorie Cohen, siguen convirtiéndolos, en lo que son, ha sido un
según Brown, no encuentra «convincente» la afirmación
de que «la simetría sexual y la igualdad total» pueden
demostrarse sistemáticamente mediante «pruebas antro­ y la desigualdad entre los sexos, no un relato definitivo de
po­lógicas» existentes o que «la división del trabajo según la prehistoria, un conocimiento al que inevitablemente no
el sexo» no es necesariamente «compatible con la igualdad tendremos nunca acceso Brown, Cohen, ni yo mismo. Uti­
de sexos», todo lo que puedo decir es: ¡de acuerdo! No es­ licé datos modernos de manera especulativa: para mostrar
tán aquí para contárnoslo, y menos aún para propor­cio­ que mis conclusiones son razonables, lo que Brown des­de­
narnos pruebas «convincentes» sobre nada. Lo mismo ña en dos frases, sin datos que lo justifiquen de modo al­
pue­ de afirmarse de las relaciones entre los sexos que gu­no. En cuanto a los argumentos de Brown sobre mi
apunté en La ecología de la libertad. De hecho, todas las ­fal­ta de «pruebas» acerca de cómo apareció la jerarquía,
«pruebas antropológicas» contemporáneas acerca de la mi recons­trucción sobre su aparición queda confirmada
«simetría sexual» son cuestionables, porque los pueblos por los descubrimientos recientes sobre Mesoamérica,
nativos modernos estuvieron condicionados, para mejor o tras des­ci­frarse los pictogramas mayas. Por último, la ge­
peor, por las culturas europeas mucho antes de que los rontocracia, cuya prioridad recalco como quizá la primera
antropólogos modernos llegaran hasta ellos. Lo que traté forma de jerarquía, es una de las evoluciones jerárquicas
de presentar en ese libro fue una dialéctica de la igualdad más extendidas descritas en la bibliografía antropológica.

138 139
motivo de asombro que ha provocado prácticamente retrocedido literalmente (es probable que muy en
una crisis en el campo [de la etnografía].»21 Muchos contra de sus deseos) de sistemas sociales hortíco-
pueblos «primitivos», al igual que los bosques en los las. En la actualidad se sabe que los san del Ka­
que vivían, no eran más «virginales» cuando entra- lahari habían sido hortelanos antes de que se les
ron en contacto con los europeos que los indios lako- empujara hacia el desierto. Hace varios siglos, se-
ta en el momento de la Guerra Civil estadounidense, gún Edwin Wilmsen, los pueblos que hablan san se
pese a lo que nos hagan creer en Bailando con lobos. dedicaban a la agricultura y la ganadería, por no
Muchos de los tan encomiados sistemas de creen- mencionar al comercio con los territorios agrícolas
cias «primitivos» de los indígenas actuales se remon­ vecinos, en una red que llegaba hasta el océano Ín-
tan claramente a influencias cristianas. Alce Negro, dico. En el año 1000, según se desprende de las ex-
por ejemplo, era un ferviente católico,22 y la «Danza cavaciones, su área, Dobe, estaba poblada por una
de los espíritus» de los indios paiute y lakota es­ta­ gente que producía cerámica, trabajaba el hierro y
ba fuertemente influida por el milenarismo de los criaba ganado, exportándolos a Europa hacia la dé-
evan­gelistas cristianos. cada de 1840 junto con enormes cantidades de mar-
En la investigación antropológica seria, el con- fil (una gran parte del cual provenía de elefantes
cepto de un cazador «extático» y prístino no ha so- cazados por los propios san, que sin duda llevaron
brevivido a los treinta años transcurridos desde el a cabo esta matanza de sus «hermanos» paquider-
simposio «Man the Hunter». Muchas de las socie- mos con la gran sensibilidad que les atribuye Zer-
dades «cazadoras opulentas» citadas por los devo- zan). Los estilos de vida recolectores marginales
tos del mito de la «opulencia primitiva» habían de los san, que tanto cautivaron a los observadores
en los años sesenta del siglo xx, eran realmente
21.
consecuencia de cambios económicos a finales del
 
Clifford Geertz: «Life on the Edge», The New York
xix, mientras que «el aislamiento imaginado por
Review of Books, 7 de abril de 1994, p. 3.
22. los observadores externos [...] no era indígena,
 
Como observa William Powers, el libro «Alce Negro
habla se publicó en 1932. En él no hay rastro alguno de sino que obedecía al hundimiento del capital mer­
la vida cristiana de Alce Negro». Puede encontrarse un cantil».23 Por consiguiente, «la situación actual de
desenmascaramiento a fondo de la fascinación actual
por la historia de Alce Negro en William Powers: «When
23.
Black Elk Speaks, Everybody Listens», Social Text, vol.  Edwin N. Wilmsen: Land Filled With Flies, University
8, n.º 2, 1991, pp. 43-56. of Chicago Press, Chicago, 1989, p. 127.

140 141
los pueblos que hablan san en el margen rural de conseguían con sus habilidades recolectoras».25 No
las economías africanas», observa Wilmsen, cultivaban alimentos y no conocían en absoluto el
uso del anzuelo y el sedal para pescar.
... se explica únicamente por las políticas No obstante, no eran en absoluto una sociedad
sociales y las economías de la era colonial y igualitaria: los yuquí mantenían la institución de la
sus secuelas. Su apariencia de recolectores esclavitud hereditaria, dividiendo su sociedad en un
se debe a que quedaron relegados a una estrato privilegiado de élite y un grupo de esclavos
clase marginada durante el desarrollo de postergados que hacían el trabajo. Esta característi-
los procesos históricos que empezaron antes ca se considera ahora un vestigio de antiguos estilos
de este milenio y culminaron en las prime- de vida hortícolas. Los yuquí, al parecer, descen-
ras décadas de este siglo.24 dían de una sociedad precolombina que tenía escla-
vos y, «a lo largo de los años, experimentaron una
También los yuquí del Amazonas podrían haber desculturización, perdiendo gran parte de su patri-
personificado muy bien la sociedad recolectora monio cultural al tener que desplazarse y vivir de la
prístina ensalzada en los sesenta. Este pueblo, que tierra. Pero aunque muchos de los elementos de su
no fue estudiado por los europeos hasta la década cultura se perdieron, otros no. La esclavitud, evi-
de 1950, tenía un conjunto de herramientas que dentemente, era uno de estos».26
consistía en poco más que una garra de jabalí y un No solo se ha destruido el mito del recolector
arco con flechas: «Además de ser incapaces de ha- «prís­tino», sino que Wilmsen y sus asociados han
cer fuego —escribe Allyn M. Stearman, que los es- puesto considerablemente en duda los propios da-
tudió—, no tenían embarcaciones, ni animales tos de Richard Lee sobre el consumo de calorías de
domésticos (ni tan solo perros), ni piedras, ni espe- los recolectores «opulentos».27 El pueblo !kung vivía
cialistas en rituales, y sí solo una cosmología ru­ un promedio de unos treinta años. La mortalidad
dimentaria. Vivían como nómadas, vagando por
los bosques de las tierras bajas de Bolivia en bus-
25.
ca de animales de presa y otros alimentos que  Allyn Maclean Stearman: Yuquí. Forest Nomads in a
Changing World, Holt, Rinehart & Winston, Fort Worth
y Chicago, 1989, p. 23.
26.
 Allyn Maclean Stearman, op. cit., pp. 80-81.
24. 27.
 Edwin N. Wilmsen, op. cit., p. 3.  Edwin N. Wilmsen, op. cit., pp. 235-239 y 303-315.

142 143
infantil era elevada y, según Wilmsen —que discre- plausible que vivieran más del carroñeo que de la
pa con Bradford—, la gente sufría enfermedades y caza y la recolección, y probablemente fueran pre-
hambre en época de vacas flacas. (El propio Lee ha sa de leopardos y hienas.29
revisado sus opiniones en este punto desde la déca- Los pueblos prehistóricos y los recolectores más
da de 1960.) tardíos eran normalmente cooperativos y pacíficos
Por consiguiente, las vidas de nuestros prime- con los miembros de sus propias bandas, tribus o
ros antepasados no eran muchas veces precisa- clanes; pero hacia los miembros de las otras eran
mente placenteras. De hecho, su existencia era a menudo belicosos, a veces incluso genocidas en
bastante dura, en general corta y materialmente sus esfuerzos para despojarlos y apropiarse de sus
muy agotadora. Las pruebas anatómicas sobre su tierras. El más dichoso de los humanos ancestra-
longevidad muestran que en torno a la mitad mo- les —si nos creyéramos a los primitivistas—, el
rían durante la infancia o antes de alcanzar los Homo erectus, ha dejado tras de sí un funesto his-
veinte años, y pocos vivían más de cincuenta.28 Es torial de masacres entre humanos, según los datos
compilados por Paul Janssens.30 Se ha sugerido

28.
 Para descubrir los abrumadores datos estadísticos, véase
Corinne Shear Wood: Human Sickness and Health. A Bio­ alcanzar la “tercera edad”» (p. 107). Algunos humanos
cultural View, Mayfield Publishing Co., Palo Alto (Ca­li­ prehistóricos vivían sin duda hasta más allá de los setenta
fornia), 1979, pp. 17-23. Los neandertales —que más que años, como los recolectores que ocuparon las marismas de
ser «difamados», como Zerzan pretende, tienen muy bue­ Florida hace unos 8.000 años, pero son raras excepciones.
na prensa en estos tiempos— reciben un tratamiento muy No obstante, solo un primitivista acérrimo se aferraría a
generoso en la obra de Christopher Stringer y Clive Gam­ estas excepciones y las convertiría en norma. Sí, claro: las
ble: En busca de los neandertales, Crítica, Barcelona, condiciones son terribles para la mayoría de la gente que
1996. No obstante, estos autores concluyen: «La elevada vive en la civilización. Pero ¿quién pretende argumentar
incidencia en los neandertales de enfermedades arti­cu­la­ que la civilización se caracteriza por la felicidad, festines
res degenerativas tal vez no resulte sorprendente, a la y amor infinitos?
29.
vista de lo que sabemos sobre la dureza de la vida que  Véase, por ejemplo, Robert J. Blumenschine y John A.
lle­vaban y sobre el desgaste que aquel modo de vivir im­ Cavallo: «Scavenging and Human Evolution», Scientific
ponía a sus anatomías. Pero el predominio de lesiones American, pp. 90-96. [En castellano: «Carroñeo y evolu­
realmente graves es más llamativo, y pone de manifiesto ción humana», Investigación y ciencia, octubre de 1992.]
30.
cuán peligrosa era la existencia diaria en las so­cie­  Paul A. Janssens: Paleopathology. Diseases and Injuries
dades neandertales, incluso para aquellos que conseguían of Prehistoric Man, John Baker, Londres, 1970.

144 145
que muchas personas de China y Java murieron a conocían en profundidad el hábitat en el que vivían;
causa de erupciones volcánicas, pero las últimas después de todo, eran unos seres muy inteligentes e
explicaciones pierden mucha plausibilidad a la vis- imaginativos. No obstante, su cultura «dichosa» es-
ta de los restos de cuarenta personas cuyas cabe- taba inevitablemente llena no solo de alegría y «cán-
zas, con heridas mortales, fueron cortadas; «difícil ticos [...], celebraciones [...] y sueños», sino también
que fuera un volcán», observa secamente Corinne de superstición y temores fácilmente manipulables.
Shear Wood.31 En cuanto a los recolectores moder- Ni nuestros antepasados remotos ni los ­in­­d­í­­genas
nos, los conflictos entre tribus de indios norteame- actuales podrían haber sobrevivido si m ­ an­­tuvieran
ricanos son demasiado numerosos para citarlos las ideas «encantadas» propias de Dis­­ney­landia que
con extensión; prueba de ello son los anasazi y sus les imputan los primitivistas de hoy en día. Es
vecinos del suroeste, las tribus que finalmente for- cierto que los europeos no ofrecieron a los pueblos
maron la Confederación Iroquesa (la cual fue en sí indígenas ninguna magnífica dis­pensa social, más
misma un asunto de supervivencia, pues si no se bien al contrario: los imperialistas sometieron a los
unían iban a exterminarse entre ellos), y el conti- nativos a una explotación ex­trema, a un genocidio
nuo conflicto entre los mohawks y los hurones, que total, a enfermedades contra las que no tenían in-
llevó a prácticamente el extermio y la huida de las munidad y a un saqueo indigno. Ninguna conjura
comunidades de hurones que quedaban. animista previno esta arremetida ni podía haber-
Si los «deseos» de los pueblos prehistóricos «se lo hecho, como la tragedia de Wounded Knee en
satisfacían fácilmente», como alega Bradford, era 1890, donde quedó tan tristemente desmentido
precisamente porque sus condiciones materiales de el mito de las camisas fantasma que resistían las
vida —y por ende, sus deseos— eran en realidad balas.
muy básicos. Es lo que cabría esperar de cualquier Lo que es de una importancia crucial es que
forma de vida que por lo general se adapta, más que la regresión al primitivismo de algunos anarquis-
innovar; que se conforma con el hábitat del que dis- tas personales niega los atributos más desta­
pone, más que tratar de alterarlo para que se ajuste cados de la humanidad, en cuanto que especie, y
a sus deseos. Sin duda, los pueblos primitivos los as­pectos potencialmente emancipadores de la ci­­
vi­lización euroamericana. Los humanos son infi­
31.
ni­ tamente distintos de los otros animales, ya
 Corinne Shear Wood, op. cit., p. 20.
que hacen más que simplemente adaptarse a su

146 147
entorno; innovan y crean un nuevo mundo, no de libertad, autoconciencia y cooperación—, es un
solo para descubrir sus propias facultades como relato complejo del cultivo de las sensibilidades, in-
seres humanos, sino para hacer el mundo que los tuiciones, capacidad intelectual y conocimientos
rodea más adecuado para su propio desarrollo humanos, o lo que antes se llamaba la educación de
como personas y como especie. Esta capacidad de la humanidad. Tratar la historia como una «caí-
cambiar el mundo, pese a su tergiversación por la da» continua de una «autenticidad» animal, como
sociedad irracional actual, es un don natural, el ­Zerzan, Bradford y sus acólitos hacen en mayor o
producto de la evolución biológica humana; no un ­menor medida, de modo muy similar al de Mar-
mero ­pro­ducto de la tecnología, la racionalidad y tin Heidegger, es ignorar los ideales en expansión
la ci­vi­li­zación. Que quienes se llaman a sí mis- de la libertad, la individualidad y la autoconciencia
mos ­ anarquistas aboguen por un primitivismo que han marcado eras de desarrollo humano; por
que bordea la ­bes­tialidad, con su mensaje apenas no hablar del potencial cada vez más amplio de
­disimulado de adaptabilidad y pasividad, empa- las luchas revolucionarias para conseguir estos
ña ­siglos de pensamiento, ideales y prácticas fines.
re­
­ volucionarios, e ­ incluso difama los esfuerzos El anarquismo personal anticivilizatorio es solo
memo­rables de la hu­manidad para liberarse del un aspecto de la regresión social que marca las últi-
provincianismo, el misticismo y la superstición, y mas décadas del siglo xx. Al igual que el capitalismo
cambiar el mundo. amenaza con destruir la historia natural haciéndo-
Para los anarquistas personales, en particular la regresar a una era geológica y zoológica más sim-
los del género anticivilizatorio y primitivista, la ple y menos diferenciada, el anarquismo personal
propia historia se convierte en un monolito degra- anticivilizatorio es cómplice del capitalismo porque
dante que engulle todas las distinciones, mediacio- conduce al espíritu humano y su historia a un mun-
nes, fases de desarrollo y especificidades sociales. do primitivo menos desarrollado, menos determi­
El capitalismo y sus contradicciones se reducen a nado y libre de pecado: la sociedad supuestamente
un epifenómeno de una civilización omnívora y sus «inocente» anterior a la tecnología y la civilización
«imperativos» tecnológicos, sin matices ni diferen- que existía antes de que la humanidad «cayera en
ciaciones. La Historia, en la medida en que la con- desgracia». Como los comedores de loto en La Odisea
cebimos como la evolución del componente racional de Homero, los humanos son «auténticos» cuan-
de la humanidad —el desarrollo de su potencial do viven eternamente en el presente, sin pasado

148 149
ni futuro; despreocupados de la memoria o las de responsabilidad: «¡Lo odia­ mos!».32 Denunciar
ideas, sin tradiciones y sin retos sobre el devenir. una tecnología avanzada utilizándola al mismo
Paradójicamente, el mundo idealizado por los tiempo para generar publicaciones antitecnología
primitivistas excluiría en realidad el individua­lismo no solo es hipócrita, sino que tiene una dimensión
radical aclamado por los herederos individualis- mojigata: ese «odio» hacia los ordenadores parece
tas de Max Stirner. Aunque las comunidades «pri- más bien el eructo de los privilegiados que, tras dar-
mitivas» de la actualidad han engendrado a per­sonas se un atracón de exquisiteces, ensalzan las virtudes
de fuerte impronta, el poder de la costumbre y el de la pobreza en la misa del domingo.
alto nivel de solidaridad dentro del grupo exigido
por las duras condiciones dejan poco margen para
un comportamiento expansivamente individualista
como el que buscan los anarquistas stirnerianos que
celebran la supremacía del ego. Hoy en día, tener
escarceos con el primitivismo es precisamente el
privilegio de los urbanitas acomodados que pueden
permitirse darle vueltas a las fantasías inaccesibles
no solo para los hambrientos, los pobres y los «nó-
madas» que viven por necesidad en las calles de la
ciudad, sino también para los empleados sobrecar-
gados de trabajo. Las mujeres trabajadoras con hi-
jos difícilmente podrían prescindir en la actualidad
de una lavadora para aliviarlas, por poco que sea,
de sus tareas domésticas diarias, antes de ir a tra-
bajar para ganar lo que es con frecuencia la mayor
parte de los ingresos de su hogar. Irónicamente, in-
cluso el grupo que publica Fifth Estate aceptó que
no podía estar sin un ordenador y se vio «obligado»
32.
a comprar uno, publicando el poco sincero descargo  E. B. Maple: «The Fifth Estate Enters the 20th Centu­
ry. We Get a Computer and Hate It!», Fifth Estate, vol.
28, n.º 2, verano de 1993, pp. 6-7.

150 151
Evaluación
del anarquismo
personal
Lo que más destaca del anarquismo personal de
hoy en día es su apetito por lo inmediato más que
por la reflexión, por una simplista relación directa
entre mente y realidad. Esta inmediatez no solo in-
muniza al pensamiento libertario de las exigencias
de una reflexión matizada y mediada, sino que
también excluye el análisis racional y, de hecho,
la racionalidad en sí. Al consignar la humanidad
a una esfera sin tiempo, sin espacio y sin historia
—una noción «básica» de la temporalidad basada
en los ciclos «eternos» de la «Naturaleza»—, despo-
ja a la mente de su singularidad creativa y de su
libertad para intervenir en el mundo natural.
Desde el punto de vista del anarquismo personal
primitivista, los seres humanos están mejor cuando
se adaptan al resto de la naturaleza, más que cuan-
do intervienen en ella, o cuando, sin los lastres de la
razón, la tecnología, la civilización e incluso el habla,

155
viven en plácida «armonía» con la realidad existente, De hecho, la convivencia con la sociedad como
tal vez dotados de unos «derechos naturales», en tal queda debilitada por un narcisismo tan envol-
una condición visceral y «extática» esencialmente vente que reduce la consociación a un ego infantili-
in­consciente. taz, Fifth Estate, Anarchy: A Journal zado que es poco más que un puñado de exigencias
of De­sire Armed y revistas más marginales como la y reclamaciones chillonas sobre sus propias satis-
stir­neriana Demolition Derby de Michael William: facciones. La civilización obstruye la extática reali-
todas ellas se centran en un «primitivismo» sin me- zación personal de los deseos de este ego, reificado
diaciones, ahistórico y anticivilizatorio del que he- como la satisfacción final de la emancipación, como
mos «caído», un estado de perfección y «autenticidad» si el goce y el deseo no fueran productos de la cul-
en el que nos guiábamos indistintamente por los «lí- tura y el desarrollo histórico, sino meros impulsos
mites de la naturaleza», la «ley natural» o nuestros innatos que aparecen de la nada en un mundo sin
ávidos egos. La historia y la civilización no consisten sociedad.
más que en un descenso hacia la falta de autentici- Como el ego stirneriano pequeñoburgués, el anar­
dad de la «sociedad industrial». quismo personal primitivista no da cabida a las insti-
Como ya he apuntado, este mito de la «caída de la tuciones sociales, las organizaciones políticas y los
autenticidad» tiene sus raíces en el romanticismo programas radicales, y menos aún a una esfera pú-
reaccionario, y más recientemente en la filosofía de blica, que todos los escritores examinados identifican
Martin Heidegger, cuyo «espiritualismo» völkisch, la- de manera automática con la capacidad de gobernar.
tente en Ser y tiempo, surgió más tarde en sus obras Lo esporádico, lo poco sistemático, lo incoherente, lo
explícitamente fascistas. Esta perspectiva se ceba en discontinuo y lo intuitivo suplantan a lo coherente,
los últimos tiempos en el misticismo quietista que lo deliberado, lo organizado y lo racional, e incluso a
abunda en los escritos an­ti­de­mocráticos de Rudolf cualquier forma de actividad sostenida y centrada,
Bahro, con su llamamiento apenas disimulado a la aparte de publicar una revistilla o un panfleto... o de
«salvación» por un «Adolf verde», y en la búsqueda quemar un contenedor de basura. La imaginación se
apolítica de «realización personal» y espiritualismo contrapone a la razón y el deseo a la coherencia teóri-
ecológico postulada por los ecologistas profundos. ca, como si esos términos estuvieran en contradicción
Al final, el ego individual se convierte en el tem- radical. La admonición de Goya de que la imagina-
plo supremo de la realidad, excluyendo la historia ción sin la razón produce monstruos se altera para
y el devenir, la democracia y la responsabilidad. dar la impresión de que la imaginación florece

156 157
gracias a una experiencia directa con una «unidad» pasado podía reivindicar una relevancia y un peso
sin matices. Por consiguiente, la naturaleza social se social precisamente por su compromiso inquebranta-
disuelve esencialmente en la naturaleza biológica; la ble con la emancipación; no fuera de la historia, en el
humanidad innovadora, en la animalidad adaptable; reino de lo subjetivo, sino dentro de ella, en el reino
la temporalidad, en una eternidad anterior a la civi- de lo objetivo. El gran grito de la Primera Internacio-
lización; la historia, en una repetición arcaica de nal —que el anarcosindicalismo y el anarcocomunis-
­ciclos. mo mantuvieron después de que Marx y sus
El anarquismo personal convierte con astucia una seguidores la abandonaran— fue la exigencia: «No
realidad burguesa, cuya dureza económica es más más deberes sin derechos, ningún derecho sin de-
fuerte y extrema cada día que pasa, en constelacio- ber». Durante generaciones, este eslogan adornó las
nes de autocomplacencia, inconclusión, indisciplina e cabeceras de lo que ahora llamamos en retrospectiva
incoherencia. En la década de 1960, los situacionis- revistas sociales anarquistas. Hoy en día, choca de
tas, en nombre de una «teoría del espectáculo», pro- forma radical con la demanda esencialmente ego­
dujeron en realidad un espectáculo reificado de la céntrica de un «deseo armado» y con la contempla-
teoría, pero por lo menos ofrecían correcciones orga- ción taoísta y los nirvanas budistas. Si el anarquismo
nizativas, como consejos de trabajadores, que daban social llamaba al pueblo a alzarse en revolución y
algo de peso a su esteticismo. El anarquismo perso- ­buscar la reconstrucción de la sociedad, los pequeño-
nal, al impugnar la organización, el compromiso con burgueses airados que pueblan el mundo subcultu-
programas y un análisis social serio imita los peores ral del anarquismo personal llaman a rebeliones
aspectos del esteticismo situacionista sin adherirse epi­sódicas y a la satisfacción de sus «máquinas de-
al proyecto de construir un movimiento. Como los de- seantes», por utilizar la fraseología de Deleuze y
sechos de los años sesenta, vaga sin rumbo dentro de Guattari.
los límites del ego —rebautizado por Zerzan como los El continuo retroceso del compromiso histó­rico
«límites de la naturaleza»— y convierte la incoheren- del anarquismo tradicional con la lucha so­cial (sin
cia bohemia en una virtud. la cual no puede alcanzarse la realización ­per­sonal
Lo más preocupante es que los caprichos esté­ y la satisfacción del deseo en todas sus v ­ er­tientes,
ticos autocomplacientes del anarquismo personal no únicamente la instintiva) viene inevi­tablemente
­ero­sionan significativamente el corazón socialista acompañado de una mistificación desastrosa de la
de una ideología izquierdista libertaria que en el experiencia y la realidad. El ego, identificado de

158 159
manera casi fetichista como el escenario de la de la tecnología: «Como todas las demás personas,
emancipación, resulta ser idéntico al «individuo yo también necesito narcotizarme».1
­soberano» del individualismo del laissez faire. Que el propio anarquismo personal es un au-
­Desvinculado de sus raíces sociales, a­ lcanza no la toengaño «narcotizante» puede verse claramente
autonomía sino una «mismedad» he­teró­noma de en El único y su propiedad de Max Stirner, en que
la empresa pequeñoburguesa. la reivindicación de la «singularidad» del ego en el
En realidad, el ego en su soberanía personal no templo del «yo» sacrosanto supera con creces las
es libre en absoluto, sino que está atado de pies y devociones liberales de John Stuart Mill. De he-
manos a las leyes aparentemente anónimas del cho, con Stirner, el egoísmo se convierte en un
mercado —las leyes de la competencia y de la ex- asunto de epistemología. En medio del laberinto de
plotación—, que convierten el mito de la libertad contradicciones y afirmaciones lamentablemente
individual en otro fetiche que oculta las leyes im- incompletas de las que está repleto El único y su
placables de la acumulación de capital. propiedad, uno encuentra que el ego «único» de
El anarquismo personal, en efecto, resulta ser Stirner es un mito porque se basa en su «otro» apa-
otro engaño burgués desconcertante. Sus seguido- rente: la propia sociedad. En efecto: «La verdad
res no son más «autónomos» que los movimientos no puede manifestarse como tú te manifiestas
de la bolsa, que las fluctuaciones de precios y los —insta Stirner al egoísta—, no puede moverse, ni
hechos mundanos del comercio burgués. Pese a to- cambiar, ni desarrollarse; la verdad aguarda y
das las declaraciones de autonomía, este «rebelde» ­recibe todo de ti y no sería si no fuera por ti,
de clase media, ladrillo en mano o no, es totalmente porque no existe más que en tu cabeza».2 El egoísta
cautivo de las fuerzas subyacentes del mercado que
ocupan todos los espacios supuestamente «libres» 1.
 Cita en The New York Times, 7 de mayo de 1995. Hay
de la vida social moderna, desde cooperativas agrí-
per­sonas menos mojigatas que Zerzan que han tratado
colas hasta comunas rurales. de escapar de las garras de la televisión y se recrean con
El capitalismo gira a nuestro alrededor: no solo bue­na música, piezas radiofónicas, libros, etc. ¡Simple­
material, sino también culturalmente. Como John mente no se compran una!
Zerzan justificó de manera memorable a un sor- 2.
 Max Stirner: The Ego and His Own, Libertarian Book Club,
prendido entrevistador que le preguntó cómo podía Nueva York, 1963, edición a cargo de James J. Mar­tin. [En
castellano: El único y su propiedad, trad. Pe­dro González
haber una televisión en el hogar de este enemigo
Blanco, Juan Pablos Editor, México df, 1976.] Véase, en

160 161
stirneriano, en efecto, se despide de la realidad ob- inter­­pretación?». Parece ser que no, puesto que «in-
jetiva, de la realidad factual de lo social, y, por con- cluso esto es invención, hipótesis».4 Siguiendo la ló-
siguiente, del cambio social fundamental y de todos gica implacable de Nietzsche, nos quedamos con un
los criterios e ideales éticos más allá de la satisfac- yo que no sólo crea esencialmente su propia reali-
ción personal en medio de los demonios ocultos del dad, sino que además debe justificar su propia exis-
mercado burgués. Esta falta de mediación subvier- tencia como algo más que una mera interpretación.
te la mismísima existencia de lo concreto, por no Un egoísmo tal aniquila así al propio ego, que se
hablar de la autoridad del propio ego stirneriano: esfuma en medio de las propias premisas no decla-
una reivindicación tan absoluta como para excluir radas de Stirner.
las raíces sociales del yo y su formación en la histo- Despojado de manera similar de la historia, la
ria. sociedad y la realidad factual más allá de sus pro-
Nietzsche, de manera bastante independiente pias «metáforas», el anarquismo personal vive en
de Stirner, llegó con su visión de la verdad hasta una esfera asocial en la que el ego, con sus deseos
su conclusión lógica, borrando la existencia y la crípticos, debe evaporarse en abstracciones lógi-
­realidad de la verdad como tal: «¿Qué es, pues, ver- cas. Pero reducir el ego a la inmediatez intuitiva
dad? —preguntaba—. Una multitud movible de —anclándolo en la mera animalidad, en los «lími-
metáforas, metonimias y antropomorfismos; en
­ tes de la naturaleza»— supondría ignorar el hecho
una pa­ labra, una suma de relaciones humanas de que el ego es el producto de una historia en con-
­poética y re­tó­­ricamente potenciadas, transferidas tinua evolución, incluso de una historia que, si tie-
y ador­na­das».3 Más directamente que Stirner, Nietz­ ne que consistir en meros episodios, debe utilizar
­sche man­tenía que los hechos son meras inter­­ la razón como guía para los estándares del progre-
pre­
taciones; incluso preguntaba: «¿Es, en fin, so y la regresión, la necesidad y la libertad, el bien
necesario ­poner todavía al intérprete detrás de la y el mal, y —¡sí!— la civilización y la barbarie. De
hecho, un anarquismo que trate de evitar los esco-
llos del puro solipsismo, por una parte, y la pérdida
relación con estos aspectos, el capítulo «My Self-Enga­ge­
ment», p. 352 [en castellano: «Mi goce de mí», p. 358].
3. 4.
 Friedrich Nietzsche: «Sobre verdad y mentira en sentido  Friedrich Nietzsche: The Will to Power, Random House,
extramoral», Obras Completas, vol. I, Ediciones Prestigio, Nueva York, 1967 (1883-1888), p. 267. [En castellano: La
Buenos Aires, 1970 (1873), p. 547. voluntad de poder, edaf, Madrid, 1981.]

162 163
del «yo» como mera «interpretación», por otra, tie- anarquismo per­sonal y sus variantes yuppies, a di-
ne que pasar a ser explícitamente socialista o co- ferencia del anarquismo social con sus raíces en el
lectivista; es decir, tiene que ser un anarquismo historicismo, la matriz social de la individualidad y
social que busque la libertad a través de la estruc- su compromiso con una sociedad racional.
tura y la responsabilidad mutua, no a través de un La misma incongruencia de estos mensajes bási-
ego etéreo y nómada que elude los prerrequisitos camente contradictorios, que coexisten en cada pá-
de la vida social. gina de las revistas de estilo de vida, reflejan la voz
Por decirlo sin rodeos: entre la ideología socia­ febril del pequeñoburgués intranquilo. Si el anar-
lista del anarcosindicalismo y el anarcocomunismo quismo pierde su esencia social y su objetivo colecti-
—que nunca han negado la importancia de la reali- vista, si se desvía hacia el esteticismo, el éxtasis y el
zación personal y la satisfacción del deseo— y el pe- deseo y, de forma incongruente, hacia un quietismo
digrí esencialmente liberal e individualista del taoísta y un olvido budista como sustitutos de un
anarquismo personal —que fomenta la incapacidad programa, una política y una organización liberta-
social, por no decir directamente la negación so- rias, pasará a representar no una regeneración so-
cial— existe un abismo que no puede salvarse, a cial y una visión revolucionaria, sino la decadencia
menos que se ignoren por completo los objetivos, social y una rebelión irritantemente egoísta. Aún
métodos y filosofía subyacentes, profundamente peor, alimentará la ola de misticismo que ya está
distintos, que los diferencian. En realidad, el pro- extendiéndose a miembros acomodados de la gene-
yecto mismo de Stirner surgió en un debate con el ración adolescente y veinteañera actual. La exalta-
socialismo de Wilhelm Weitling y Moses Hess, en ción del éxtasis que hace el anarquismo personal
que invocó al egoísmo precisamente en contraposi- —sin duda loable en una matriz social radical, pero
ción al socialismo. «El mensaje [de Stirner] era la aquí descaradamente mezclada con la «brujería»—
insurrección personal más que la revolución gene- está dando lugar a una absorción irreal con espíri-
ral», observa James J. Martin con admiración.5 Una tus, fantasmas y arquetipos jungianos en vez de a
contraposición que per­siste en la actualidad en el una conciencia racional y dialéctica del mundo.
Como botón de muestra, la portada de una edi-
ción reciente de Alternative Press Review (otoño de
5.
 James J. Martin, introducción a Max Stirner, op. cit., p. 1994), una fiera revista anarquista con numerosos
xviii.
lectores en Estados Unidos, venía adornada con una

164 165
deidad budista de tres cabezas en una pose serena y el pri­mi­tivismo, la anticivilización, el antirracionalis-
nirvánica, frente a un fondo supuestamente cósmico mo, y una buena dosis de «anarquía» entendida como
de espirales de galaxias y parafernalia new age; una caos. El anarquismo personal debe considerarse en el
imagen que podría ir muy bien junto al póster con­texto social actual no solo de los guetos de negros
«Anarquía» de Fifth Estate en una boutique new des­moralizados y suburbios de blancos reaccionarios,
age. En la contraportada, un gráfico postula: «La si­no también de las reservas indias, esos pretendidos
vida puede ser mágica cuando empezamos a liberar- ­centros de «primigenitud», en los que bandas de jóve-
nos» —con la A de «mágica» dentro de un círculo—, nes indios andan a tiros entre ellos, prolifera el narco­
que nos obliga a preguntarnos: ¿cómo?, ¿con qué? tráfico, y los «grafitis de las bandas dan la bienvenida
La propia revista contiene un artículo sobre ecolo- a los visitantes incluso en el monumento sagrado de
gía profunda de Glenn Parton —sacado de la revista Window Rock», como observa Seth Mydans en The
Wild Earth de David Foreman—, titulado: «El Yo New York Times (3 de marzo de 1995).
salvaje: por qué soy un primitivista», que ensalza a Por consiguiente, una extendida decadencia
los «pueblos primitivos», cuyo «estilo de vida encaja cultural ha seguido a la degeneración de la Nueva
con el mundo natural recibido», y lamenta la revolu- Izquierda de la década de 1960 hacia el posmo­
ción neolítica e identifica nuestra «tarea principal» dernismo, y de su contracultura hacia el espiritua­
con la de «destruir nuestra civilización y res­­ta­blecer lismo new age. Para los anarquistas personales
lo salvaje». Las ilustraciones de la revista hacen ti­moratos, el diseño tipo Halloween y los artículos
gala de una gran vulgaridad: destacan las calaveras incendiarios empujan la esperanza y la compren-
humanas e imágenes de ruinas. En su contribu- sión de la realidad cada vez más lejos. Atraídos
ción más extensa, «Decadencia», reimpresa de Black por los alicientes del «terrorismo cultural» y los
Eye, se mezcla lo romántico con lo marginal, conclu- recesos budistas, los anarquistas personales se en-
yendo de manera exultante: «Ya es hora de unas cuentran en realidad en un fuego cruzado entre
verdaderas vacaciones romanas, ¡que vengan los los bárbaros en la cúspide de la sociedad en Wall
bárbaros!». Street y la City, y los de abajo, en los lúgubres
Por desgracia, los bárbaros ya están aquí, y guetos urbanos de Europa y Estados Unidos. Por
las ­«vacaciones romanas» se multiplican en las desgracia, el conflicto en que se encuentran, pese
ciudades estadounidenses del presente con el
­ a sus loas a los estilos de vida marginales (a los
crack, el ­van­dalismo, la insensibilidad, la estupidez, que los bárbaros corporativos no son ajenos hoy en

166 167
día), tiene menos que ver con la necesidad de crear
una sociedad libre que con una guerra brutal para
ver quién participará en los botines disponibles de
la venta de drogas, cuerpos humanos, préstamos
exorbitantes... sin olvidar los bonos basura y las
divisas.
Un mero retorno a la animalidad —¿o hay que
llamarlo «descivilización»?— no es una vuelta a la
libertad sino al instinto, al ámbito de la «autentici-
dad» que se guía por los genes más que por el cere-
bro. No hay nada que esté más lejos de los ideales
de libertad expresados de formas cada vez más ex-
pansivas en las grandes revoluciones históricas. Y
no hay nada que sea más implacable en su obe-
diencia total a los imperativos bioquímicos como el
adn, o que contraste más con la creatividad, ética y
mutualidad abiertas por la cultura y las luchas por
una civilización racional. No hay libertad en lo
«salvaje», si por pura fiereza se entienden los dicta-
dos de las pautas de comportamiento congénitas
que conforman la simple animalidad. Difamar la
civilización sin reconocer debidamente su enor-
me potencial de libertad consciente —una libertad
conferida por la razón y por la emoción, por la
­c omprensión y por el deseo, por la prosa y por
la poesía— es retroceder al oscuro mundo de la
brutalidad, cuando el pensamiento era débil y
la ca­pacidad intelectual era solo una promesa de la
evolución.

168
Hacia
un comunalismo
democrático
Mi visión del anarquismo personal está lejos de
ser completa; la tendencia personalista de este cuer­
po ideológico permite moldearlo de muchas maneras,
siempre y cuando haya palabras como imaginación,
sagrado, intuitivo, éxtasis y primitivo que embellez-
can su superficie.
El anarquismo social, a mi entender, está he-
cho de una materia fundamentalmente diferente,
­heredera de la tradición de la Ilustración, con la
de­bida consideración a sus límites e imperfeccio-
nes. Según cómo se defina la razón, el anarquis-
mo social defiende la mente humana pensante sin
­negar de forma alguna la pasión, el éxtasis, la ima­
­gi­nación, la diversión y el arte. Pero, en vez de ma­
te­rializarlos en categorías nebulosas, trata de
incorporarlos a la vida cotidiana. Está comprome-
tido con la racionalidad, oponiéndose a la vez a la

173
racionalización de la experiencia; lo está con la tec- una perspectiva libertaria de izquierdas. Como obser-
nología, oponiéndose a la vez a la «megamáquina»; vó Max Horkheimer,
con la institucionalización social, oponiéndose a la
vez al sistema de clases y a la jerarquía; con una ... la individualidad se perjudica cuan­
política genuina, basada en la coordinación confe- do alguien decide tornarse autónomo
deral de municipios o comunas por el pueblo, con [...]. El individuo totalmente aislado ha
democracia directa cara a cara, oponiéndose a la sido siem­pre una ilusión. Las cuali­d a­
vez al parlamentarismo y al Estado. des ­personales que más se estiman, como
Esta «comuna de comunas», para utilizar un eslo- la in­depen­dencia, la voluntad de liber-
gan tradicional de revoluciones anteriores, puede de- tad, la comprensión y el sentido de jus­
nominarse de manera apropiada comunalismo. Pese ticia, son virtudes tanto sociales como
a la opinión contraria de quienes se oponen a la de- in­dividuales. El individuo plenamente de-
mocracia como «sistema», describe la dimensión de- sarrollado es la realización cabal de una
mocrática del anarquismo como una administración sociedad plenamente desarrollada.1
mayoritaria de la esfera pública. De manera conse-
cuente, el comunalismo busca la libertad más que la Para que una visión libertaria de izquierdas
autonomía, en el sentido en que las he contrapues- de una futura sociedad no desaparezca en un sub­
to. Rompe categóricamente con el ego psicopersonal mundo bohemio y marginal, tiene que ofrecer una
stirneriano —bohemio y liberal—, en cuanto que
­ so­lución a los problemas sociales, no revolotear arro­
sobe­rano contenido en sí mismo, afirmando que la in­ gantemente de un eslogan a otro, evitando la racio-
di­vidualidad no surge de la nada, con unos «derechos nalidad con mala poesía e imágenes vulgares. La
naturales» conferidos desde el nacimiento, sino que democracia no es antitética al anarquismo, ni el
es considerada en gran medida el producto en cons- gobierno por mayoría y las decisiones no consen-
tante evolución del desarrollo social e histórico, un suadas son incompatibles con una sociedad liber-
proceso de autoformación que no puede ser petrifica- taria.
do por el biologismo ni preso de dogmas limitados
temporalmente.
1.
El «individuo» soberano y autosuficiente ­siem­pre  Max Horkheimer: The Eclipse of Reason, Oxford Uni­
versity Press, Nueva York, 1947, p. 135. [En castellano:
ha sido una base precaria sobre la que fun­damentar
Crítica de la razón instrumental, Trotta, Madrid, 2002.]

174 175
Que ninguna sociedad puede existir sin unas desarrollen de modo normal, sino permitir a ciertos
estructuras institucionales es algo evidente para individuos mejor dotados desarrollarse plenamente,
cualquiera que no haya quedado alelado por Stir- aun a costa de la felicidad y de la existencia misma de
ner y los de su especie. la gran mayoría de los seres humanos». En el anar-
Al negar las instituciones y la democracia, el quismo, esto genera en efecto un regreso
anarquismo personal se aísla de la realidad social
para poder dejarse llevar por una rabia fútil, y ... al individualismo más ordinario, de-
queda reducido así a una travesura subcultural fendido por todas las minorías que se creen
para jóvenes crédulos y consumidores aburridos de superiores, para las cuales, ciertamente, el
ropa negra y pósteres excitantes. Argumentar que hombre necesita en su historia precisamente
la democracia y el anarquismo son incompatibles del Estado y de todo lo demás que los in­
porque cualquier oposición a los deseos de incluso dividualistas combaten. Su individualismo
«una minoría de uno» constituye una violación de va tan lejos que conduce a la negación de su
la autonomía personal no es defender una sociedad propio punto de partida, y eso sin hablar de
libre, sino al «conjunto de personas» de Brown: en la imposibilidad para el individuo de al-
breve, a un rebaño. La «imaginación» dejaría de canzar un desarrollo realmente completo en
llegar al «poder». El poder, que siempre existirá, las con­di­ciones de opresión de las masas por
pertenecerá o bien a la comunidad en una demo- parte de las «bellas aristocracias».2
cracia cara a cara y claramente institucionalizada,
o bien a los egos de unos pocos oligarcas que crea- En su amoralidad, este elitismo se presta fácil-
rán una «tiranía de falta de estructura». mente a la falta de libertad de las «masas», ponién-
No le faltaba razón a Kropotkin, en su artículo de dolas en última instancia bajo la custodia de los
la Enciclopedia Británica, cuando consideraba el ego «únicos», una lógica que podría dar lugar a un
stirneriano como elitista y lo censuraba por jerárqui- principio de liderazgo característico de la ideología
co. Se hacía eco, en términos positivos, de la actitud fascista.3
crítica de V. Basch respecto al anarquismo individua-
lista de Stirner como una forma de elitismo, al man-
tener que «el objetivo de toda civilización superior no 2.
 Piotr Kropotkin, op. cit., pp. 287, 293.
es hacer que todos los miembros de la comunidad se 3.
 Ibid., pp. 292-293.

176 177
En Estados Unidos y gran parte de Europa, pre- griego como «autogestión de la comunidad» —la his-
cisamente en un momento en que el desprestigio tórica «comunidad de comunidades»—, es repudiar
del Estado ha alcanzado unas proporciones sin una práctica histórica y transformadora que trata
precedentes, el anarquismo va de capa caída. La de radicalizar la democracia inherente a cualquier
insatisfacción con el gobierno como tal es profunda república y crear un poder confederal municipalista
a ambos lados del Atlántico, y pocas veces en el para contrarrestar al Estado.4
pasado reciente ha habido un sentimiento popular El aspecto más creativo del anarquismo tra­
más clamoroso demandando una nueva política, dicional es su compromiso con cuatro principios
incluso un nuevo reparto social que pueda dar a la ­básicos: una confederación de municipios des­cen­
gente un sentido de dirección que permita compa- tralizados, una firme oposición al estatismo, una
tibilizar la seguridad y los valores éticos. Si el fra- creencia en la democracia directa y un proyecto de
caso del anarquismo para afrontar esta situación sociedad comunista libertaria. El problema más
puede atribuirse a un único motivo, la estrechez de
miras del anarquismo personal y sus fundamentos
individualistas deben ser considerados como los 4.
 En su odiosa «crítica» sobre mi obra The Rise of Urbanization
responsables de impedir que un potencial movi- and the Decline of Citizenship, retitulada más tarde Ur­
miento libertario de izquierdas entre en una esfera banization Without Cities, John Zerzan repite el despro­pó­
pública cada vez más reducida. sito de que la Atenas clásica es «desde hace tiempo el modelo
de Bookchin para la revitalización de la política urbana». De
A favor del anarcosindicalismo cabe decir que en
hecho, me esforcé mucho en apun­tar los fallos de la polis
el momento de su apogeo trató de practicar lo que ateniense (la esclavitud, el patriarcado, los anta­go­nismos
predicaba y crear un movimiento organizado —tan de clase y las guerras). Mi eslogan «Democratizar la repú­
ajeno al anarquismo personal— dentro de la clase blica, radicalizar la demo­cracia», que subyace en la r­ e­
obrera. Sus principales problemas no radican en su pú­blica —con el objetivo explícito de crear un poder dual—,
queda reducido cínica­mente a la interpretación: «Te­ne­
deseo de estructura e implicación, de programas y
mos que [Bookchin] nos acon­seja ampliar y expandir gra­
movilización social, sino en el declive de la clase dual­mente las “ins­titu­ciones existentes” y “tratar de de­mo­
obrera como sujeto revolucionario, en particular cra­tizar la re­pú­
bli­
ca”». Esta manipulación engañosa de
después de la Revolución española. No obstante, ideas es elo­gia­da por Lev Chernyi (seudónimo de Jason
afirmar que al anarquismo le faltaba una política, McQuinn), de las publicaciones Anarchy: A Journal of De­si­
re Armed y Alternative Press Review, en su prólogo exhort­a­
entendiendo el término en su sentido original del
torio de Fu­turo primitivo de Zerzan.

178 179
importante al que el libertarismo de izquierdas importantes que han distinguido al anarquismo
—tanto el socialismo libertario como el anarquis- como movimiento, práctica y programa del socialis-
mo— se enfrenta hoy es: ¿Qué hará con estos cua­ mo de Estado. El anarquismo hoy en día debe man-
tro poderosos principios? ¿Cómo les daremos forma tener resueltamente su carácter de movimiento
y contenido social? ¿De qué maneras y con qué me- social —tanto programático como activista—, un
dios los convertiremos en relevantes para nuestra movimiento que conjugue su disposición a luchar
época y haremos que sirvan a los fines de un movi- por una sociedad comunista libertaria con su crítica
miento popular organizado para lograr el empode- directa del capitalismo, sin ocultarlo bajo etiquetas
ramiento y la libertad? como «sociedad industrial».
El anarquismo no debe disiparse en un compor- En resumen, el anarquismo social debe reafir-
tamiento indulgente consigo mismo, como el de los mar con rotundidad sus diferencias con el anarquis-
adamistas primitivistas del siglo xvi, que «vagaban mo personal. Si un movimiento social anar­quista no
por los bosques desnudos, cantando y bailando», puede traducir sus cuatro principios —confederalis-
como Kenneth Rexroth observó con desdén, pasan- mo municipal, oposición al Estado, democracia di-
do «el tiempo en una orgía sexual constante» hasta recta y, finalmente, comunismo libertario— en una
que fueron perseguidos por Jan Zizka y extermina- práctica real, en una nueva esfera pública; si esos
dos, con el consiguiente alivio de los campesinos in- principios se debilitan como recuerdos de luchas pa-
dignados, cuyas tierras habían saqueado.5 No debe sadas en declaraciones y encuentros ceremoniosos;
retroceder al submundo primitivista de los John peor aún, si son subvertidos por la industria del ocio
Zerzans y George Bradfords. No pretendo en abso- «libertario» y por los teísmos asiáticos quietistas,
luto argüir que los anarquistas no deberían vivir su entonces su esencia socialista revolucionaria tendrá
anarquismo en la medida de lo posible en el día a que restablecerse bajo un nuevo nombre.
día, tanto personalmente como social, estética y Ciertamente, ya no es posible, en mi opinión,
prag­máticamente. Pero no deberían vivir un anar- llamarse a sí mismo anarquista sin añadir un ad-
quismo que merma, incluso elimina los rasgos más jetivo calificativo que lo distinga de los anarquis-
tas personales. Como mínimo, el anarquismo social
está radicalmente en desacuerdo con el anarquis-
5.
 Kenneth Rexroth: Communalism, Seabury Press, Nueva mo centrado en un estilo de vida, la invocación
York, 1974, p. 89.
neosituacionista del éxtasis y la soberanía del ego

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pequeñoburgués cada vez más marchito. Ambos
divergen completamente en los principios que
los definen: socialismo o individualismo. Entre un
cuer­po revolucionario de ideas y prácticas compro-
metidas, por una parte, y el anhelo deambulante
de placer y autorrealización personal, por otra, no
puede haber ningún punto en común. La mera opo-
sición al Estado podría muy bien unir al lumpen
fascista con el lumpen stirneriano, un fenómeno
que no carecería de precedentes históricos.

1 de junio de 1995

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