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M. Mar Durán
Universidade Lusíada Porto
marduran@usc.es
Manoel Baña
Universidad de A Coruña
mbcastro@udc.es
El origen de la crisis ecológica parece estar estrechamente unido a las creencias y actitudes
como procesos intermedios (Corraliza et al., 1995) y a la escala de valores como elemento clave para
predecir los comportamientos de los individuos hacia el medio ambiente (Olsen, 1981). De este
modo, muchos de los trabajos en Psicología ambiental se han encaminado hacia el estudio de los
valores personales, las actitudes hacia el medio ambiente y su relación con el comportamiento, con el
objetivo de intentar comprender las relaciones entre los distintos conceptos (Van Liere y
Dunlap,1981; Stern et al., 1993, 2000; Grob, 1995; Zelezny y Schultz, 2000; Durán, 2002).
INTRODUCCIÓN
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Los distintos estudios indican que los cambios de conducta generalmente no se
producen o no se mantienen si no es a través de una interiorización de valores morales y
modelos de formas de actuar para con el entorno. Esta interiorización requiere la experiencia del
valor como instrumento mediador en la formación de actitudes responsables con el entorno y el
afianzamiento de un comportamiento responsable para con el.
Son varios los autores que defienden este planteamiento. Así, Brooks ( cfr. en Clark y
Mumn, 1986), defienden que la solución a los problemas ambientales se encuentran en las
conductas cooperativas. Desde su planteamiento, se vislumbra la necesidad de ir
confeccionando una nueva ética global. King y Schneider (1991), consideran que ante las
actuales turbulencias sociales y ambientales, se está necesitando de forma urgente una nueva
orientación ética que se cimente en valores asociados a la cooperación intercomunitaria e
interpersonal. Boyden (1987), afirma que la crisis ambiental está estrechamente ligada a una
crisis cultural profunda de las escalas de valores que rigen los comportamientos del hombre
frente al entorno. En la misma línea, Tilbury (1995), afirma que la decisión de participar en la
mejora de la calidad ambiental depende, sobre todo, de la motivación personal y de un sentido
de responsabilidad que resulta del desarrollo de una ética ambiental personal. Caduto (1992),
plantea la necesidad de contemplar, como parte fundamental de las acciones de la educación
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ambiental, la formación de personas autónomas y moralmente capacitadas en el desarrollo de
valores sociales y ambientales positivos.
Esta educación, ya que debe ser permanente y abierta a todos, debería instaurarse en
todos los niveles educativos, tanto escolar como extraescolar. Para ello, sería preciso modificar
las estructuras institucionales para que estos dos tipos de educación sean complementarios,
siendo indispensable, también, coordinar todos los recursos educativos de cada comunidad,
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incluso integrarlos. Sólo de este modo, la educación ambiental podrá jugar un papel esencial en
la prevención y la solución de problemas ambientales (Conferencia Intergubernamental de
Educación Ambiental, 1977).
Basándonos en estos estudios, parece evidente que la respuesta a buena parte de los
problemas ambientales esté asociada a una educación en valores, y a la necesidad de un cambio
en las actitudes que los individuos generan hacia el medio ambiente. La novedad de los valores
en la escuela como un aspecto más a tener en cuenta dentro de los objetivos de la Reforma,
plantea ciertas exigencias tanto a los investigadores de la educación, en cuanto a proporcionar
los instrumentos precisos y las claves científicas necesarias para que los distintos agentes
educativos cuenten con los recursos esenciales para su buena labor docente y educativa; como
también a la institución escolar, en cuanto a incorporar nuevos contenidos al programa
curricular de los alumnos y nuevas competencias en el ejercicio de la profesión docente.
¿Pero cuáles son esos valores en los que tenemos que incidir de manera especial para
que su interiorización lleve a un cambio que propicie un comportamiento responsable con el
entorno?. Según los últimos estudios (véase Durán et al., 2002 y Durán, 2002), los valores
relacionados con el Universalismo (Igualdad, Tener un mundo en paz, Justicia Social,
Tolerancia, Honestidad, Ser útil), con la Comprensión del mundo (Creatividad,
Sabiduría y Curiosidad), con el Ambientalismo (Unión con la naturaleza, Tener un
mundo bello, Proteger el medio ambiente) y con la Cohesión (Amistad verdadera y
Fidelidad) son los que habría que trabajar de forma específica para que el cambio de
conducta fuese efectivo. Del mismo modo, valores relacionados con el Poder (Poder
Social, Autoridad e Influencia) o el Hedonismo (Placer y Disfrutar de la vida), impiden
o dificultan el llevar a cabo comportamientos pro-ambientales.
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Figura I: Modelo de relación valores- actitud-conducta
Univers
Act.Esp
Poder
N.Subj
Cnducta
Cmprns
Int.Cnd
ActGen
Ambien
N.Pers
Hedonis
Cohesión
- No todos los valores influyen de igual modo ni en igual medida con las actitudes y la
conducta. Valores como la protección del medio, la igualdad, la tolerancia, la curiosidad o la
creatividad, entre otros, dada su relación con las actitudes, las normas de obligación moral, la
intención conductual y la conducta, facilitarán la puesta en práctica de comportamientos
responsables con el medio.
- Los datos muestran que los valores que podríamos definir como altruistas y
ambientalistas explican, en cierta medida, la activación de Actitudes Generales y Específicas
hacia el medio ambiente pero que no sólo influyen en estas variables sino que también lo hacen
en relación a las normas, la intención de conducta y las conductas. Sin embargo, los valores
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egoístas como los relacionados con el poder y el hedonismo, dificultan no sólo el
comportamiento pro-ambiental sino también la intención de llevar a cabo este tipo de
comportamientos o conductas.
- Los valores tienen un efecto directo no sólo con actitudes y normas sino también
con la intención de llevar a cabo conductas, en este caso responsables con el entorno. De este
modo, se podría cuestionar una de las asunciones de la Teoría de la Acción Razonada que
asume únicamente la relación directa entre valores y normas.
- Las normas pueden influenciar tanto las actitudes como la conducta, ya sea de
forma directa o indirecta, a través de la intención conductual.
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Cada vez es más necesario contar con información, científicamente rigurosa y
socialmente relevante, que pueda orientar el diseño y la puesta en marcha de intervenciones
educativas más eficaces: ayudando a adoptar objetivos, seleccionar contenidos y mensajes más
significativos y a elegir estrategias más apropiadas de forma que el docente pueda guiarse a la
hora de formar a sus alumnos.
El reto que se plantea aquí es promover una nueva relación de la sociedad humana con
su entorno, a fin de procurar a las generaciones actuales y futuras un desarrollo personal y
colectivo más justo, equitativo y sostenible. La educación no puede ser desligada del ambiente
en que se produce. El aprendizaje es un proceso de construcción del conocimiento que tiene
lugar en relación con el medio social y natural. Además, se desarrolla en doble sentido, es decir,
cada persona aprende y enseña a la vez; dura toda la vida; y tiene lugar en diferentes contextos:
hogar, escuela, ocio, trabajo y comunidad, el propio medio es educativo.
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implicando a la gente en actuaciones reales y concretas; estimulando procesos de clarificación
de valores, de adopción de decisiones negociadas y de resolución de conflictos.
Basándonos en todo esto, en los datos anteriores y en los resultados del modelo causal
obtenido en anteriores investigaciones, la propuesta de intervención psicopedagógica que se
propone a nivel de Secundaria se materializa en el siguiente objetivo general: Contribuir al
desarrollo integral de los alumnos a través de la promoción de valores, de actitudes, de
conceptos y procedimientos que, desde una perspectiva ambiental, combinen la dimensión
global y local de esta problemática, y favorezcan la consolidación de una sociedad más justa,
equitativa, democrática, tolerante y solidaria.
METODOLOGÍA
Para hacer efectiva la consecución de todos los objetivos que se proponen, se trabajará
bajo una metodología:
- Interdisciplinar, en la que se nos muestre una visión global del medio y en la que cada tarea
pueda abarcarse, tanto desde una multiciplidad de perspectivas (social, cultural, ambientalista-
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economicista, estética, etc.), como desde los efectos de las actividades culturales del hombre
(económicas, políticas, sociales, etc.) sobre el entorno.
Cabe volver a señalar aquí que los medios de comunicación social tradicionales
(prensa, radio y televisión), incluso el que está en auge en la actualidad, internet, han
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desempeñado y desempeñan un papel muy importante no sólo en la aproximación del gran
público a la información ambiental sino también en la creación de una cierta conciencia
colectiva sobre estos temas. Dada su extraordinaria implantación y su capacidad de influencia
masiva, es de un enorme interés el análisis de sus potencialidades educativas y, sobre todo, un
mejor aprovechamiento de las mismas.
Sin embargo, también sabemos que esto sólo no basta para producir un cambio en la
conducta de los individuos hacia el medio ambiente. Al conocimiento y sensibilización se
requiere agregar habilidades en estrategias de acción que permitan a la persona interiorizarse en
lo que Ajzen (2002) denomina Control conductual percibido, es decir, a la confianza de los
individuos sobre su capacidad para desarrollar determinada conducta. De este modo, a los
conceptos ecológicos y a la concienciación conceptual hay que añadir otras estrategias de
intervención para conseguir nuestro objetivo último.
De este modo, se capacitará para lo que ya es posible hacer desde nuestro propio
entorno: la reducción del consumo de agua, energía y recursos no renovables; la reducción,
reutilización y reciclaje de residuos; la reorganización del transporte, etc.
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Por ejemplo, a través del debate sobre las propias experiencias, se mejoran las
habilidades de comunicación, de buscar, recoger e interpretar información, de detección de si
hay prejuicios en una opinión, de respetar el punto de vista de los otros, de trabajar
cooperativamente y de llegar a posibles consensos y conclusiones de grupo (construyendo e
interiorizando los valores necesarios que nos lleven a esa actitud de consenso y tolerancia,
fundamentales también ya que inciden de forma directa en la adopción de comportamientos
responsables con el medio natural más próximo).
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