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Instituto Superior de Formación Docente N° 113

“Estados Unidos de América”

Ensayo N° 4
Texto: “El fetichismo
de la mercancía, y su secreto”
De Karl Marx

Profesor: Santiago Bahl

Alumno: María Luisa Salini Tyrrell

Curso: 2° año de Filosofía

Año: 2019

Materia: Perspectiva Filosófico Pedagógica II


Texto: “El fetichismo de la mercancía, y su secreto” de Karl Marx

La mercancía, aparentemente un objeto trivial, puede volverse un concepto intrincado por sus
sutilezas metafísicas según Marx expresa al analizarla más allá de su valor de uso, capacidad de
esa cosa de satisfacer una necesidad humana.

Al comportarse como mercancía, el objeto se vuelve metafísico en el carácter que le


aplicamos, místico. Ni siquiera depende esto del valor en sí, determinará Marx con tres
aclaraciones sobre el valor. Por un lado, este valor difiere según el trabajo realizado sobre la
materia prima, pero sigue tratándose de gasto esencial de recursos del organismo humano.
Por otro lado, aunque la duración de ese gasto sea diferente en distintos empleos, la cantidad
de gasto difiere por varios motivos, hasta el de calidad de trabajo. Y, finalmente, el tiempo de
trabajo que le da valor a lo producido siempre fue importante, aunque cambien los medios de
producción y las formas de entender este tiempo, esto es porque el valor es una característica
de la mercancía que muta según la época, ya que el trabajo detrás de la misma se provoca
entre y para los hombres, siendo este valor caracterizado por lo social.

Es por esto que Marx se pregunta qué da a la mercancía, al objeto de transacción, su lado
misterioso, si no es el valor, ya que este se transforma, cambia, más allá de la participación
humana en el mismo, en todas las medidas, según el contexto. Y se responde que la forma
misma de la mercancía es la responsable, ya que, ante la producción de bienes, las relaciones
de trabajo entre quienes llevan a cabo las tareas se vuelven como las relaciones sociales entre
los propios productos creados.

Así, el carácter social del trabajo pasa a ser, en la mercancía, como el carácter material de los
objetos, al margen de quienes los producen y sus contextos de vida humana. De esta manera
los productos de trabajo se vuelven mercancía, objetos físicamente metafísicos, con sus
representaciones fantasmagóricas que le dan carácter fetichista. El fetichismo es inseparable
del modo de producción capitalista.

Por su parte, las mercancías son productos de trabajos privados independientes, y estos, en su
conjunto, forman el trabajo colectivo de la sociedad donde se relacionan los productores entre
sí. En el intercambio de los productos es que estos cobran una materialidad de valor
socialmente igual entre sí e independiente de su uso. Así se desdobla el producto en utilidad o
uso, y valor.

Los trabajos privados asumen doble carácter social: satisfacer necesidades dentro de la
división social del trabajo a quienes son sus productores, y, poseer un equivalente en el
mercado por el cual se pueda cambiar. Para encontrar esto hay que abstraerse de su
desigualdad real. Reducirlos a su desgaste de fuerza humana. Y así, comparados, sus productos
pueden ser equiparados entre sí, como sus diversos trabajos, tomados como valor. El valor no
expresa que es, sino que lo codifica socialmente.

Cuando se produce un objeto, una cuestión importante se suscita: ¿cuántos productos ajenos
se obtienen a cambio? Al cobrar estas proporciones una calidad fija, comienza a hacerse
reconocible su valor, que se consolida al funcionar como magnitudes de valor.

Marx afirma que la determinación de esa magnitud por el tiempo de trabajo es lo que se
esconde en esa incógnita que presentaba el valor de la mercancía. Que el dinero no revela el
carácter social de los trabajos privados y sus relaciones, sino que los encubre, constituyéndose
una cultura de categorías de la economía burguesa, formas mentales objetivas donde se
muestran las condiciones de producción. Para la capitalista, la forma de religión más adecuada
es el cristianismo con el hombre abstracto burgués. Marx explicita que el fetichismo solo
desaparecería si las condiciones de vida representasen, para los hombres, relaciones claras y
racionales. Entre ellos y para con la naturaleza. Cuando los hombres sean libremente
socializados y conscientes de los procesos de producción. Sin embargo, este régimen de
sociedad burguesa necesita una inconsciencia humana. Le parece lógica, natural y evidente,
proponiendo que el proceso mande sobre el hombre y no al revés.

La apariencia material de las condiciones sociales del trabajo (fetichismo de las mercancías)
borronea lo que podría ser muy nítido en cuanto al valor de cambio y el papel de la naturaleza
sobre él. El valor de cambio, aspecto social que traduce el trabajo invertido en un objeto, no
contiene materia natural. La forma más básica de la producción burguesa, la mercancía, parece
tener cierta sencillez al momento de ser analizada, pero asume actualmente (al momento de
edición del texto) formas que no contribuyen a su explicación. Al volverse concreta su
naturaleza, nos preguntamos con Marx: ¿de donde vienen las ilusiones del sistema
monetario?. Del fetichismo mismo, que provee a la mercancía de virtudes sociales cercanas a
la maravilla. Y estas mercancías, en el ejemplo de Marx, si pudiesen aconsejarnos, nos dirían
que prestemos atención a su valor, no a su uso que no es esencial y propio de las mismas. El
valor (de cambio) es atributo de las cosas, e implican un cambio que la riqueza no contiene; y
la riqueza o valor de uso es atributo humano, no de las cosas.

El hombre, rico.

El diamante, valioso.

El valor de cambio, que se realiza mediante un cambio, es parte y producto de un proceso


social.

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