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BENEDICTO XVI
FACULTAD DE TEOLOGÍA
CURSO:
TEOLOGIA SACRAMENTAL
DOCENTE:
TRUJILLO-2019
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1. DESARROLLO HISTÓRICO.
1.1.1. La iniciación antes del Concilio de Nicea (Antes del año 325)
A partir del s. II disponemos de una información cada vez más detallada sobre el
desarrollo de la iniciación cristiana y sobre su significado
Catecumenado organizado
Vinculación catecumenado, fe y Sagrada Escritura.
Base de la instrucción: La Sagrada Escritura y el símbolo de la fe, en la instrucción moral
se utilizaba el esquema de las dos vías.
Rito del bautismo comporta más que el rito de la inmersión.
aparecieron algunos ritos importantes: bendecían el agua y los óleos, el rito de la renuncia
a Satanás, la unción pre-bautismal
La costumbre de mencionar las tres Personas de la Trinidad en el momento del bautismo
parece universal en este tiempo.
La estructura fundamental del proceso, en la Iglesia prenicena pudieron existir tres
modelos de iniciación cristiana.
1) el modelo de la Didaché inmersión -comunión,
2) el modelo de los Hechos de Tomás unción (don del Espíritu) -inmersión-comunión,
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No se distinguen por una gran actividad creativa en el terreno de los ritos de la iniciación,
debemos dejar constancia de la aparición de ciertos ritos nuevos con los que se pretende
resaltar simbólicamente aspectos del misterio del bautismo: rito del «Ephpheta», la
«traditio-redditio symboli» y la «traditio redditio orationis dominicae».
los sacramentos de la iniciación dejaban de ser comienzo de una nueva vida para
convertirse en meta de una larga espera.
la práctica de bautizar en edad temprana se fue generalizando de tal suerte que, al final de
este período, los bautismos de niños predominaban sobre los de los adultos.
Decisión de reservar al obispo la consagración del crisma y la misma unción crismal: Papa
Inocencio I apoya la reserva de la consignación al obispo en tres clases de argumentos: de
tradición, de Escritura y de conveniencia.
Se daba un primer paso hacia la disgregación del rito de la iniciación cristiana: la
celebración de bautismos sin la presencia del obispo, se celebrara todo el rito de la
iniciación menos la confirmación, que quedaba diferida para cuando se pudiera acudir al
obispo.
Agustín introdujo la distinción entre el bautismo como consagración objetiva
(independiente de la dignidad o indignidad del ministro y del sujeto) y el bautismo como
gracia salutífera (que depende de las disposiciones del que recibe el sacramento). Pusieron
así las bases para la futura doctrina del carácter indeleble.
Agustín endureció su postura respecto de la necesidad absoluta del bautismo para la
salvación: pecado original
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Pastoral del miedo: el tema del pecado original y la preocupación de asegurar cuanto antes
la salvación escatológica individual empiezan a ocupar un espacio cada vez mayor en la
teología y la pastoral del bautismo.
La teología bautismal se desarrollará en adelante en la dirección marcada por san Agustín;
estará totalmente polarizada por el pecado original. La impostación histórico-salvífica y la
atención a la dimensión eclesial se irán diluyendo poco a poco.
S.XV. bautismo por inmersión en descenso para quedar suplantado definitivamente por el
teológica.
El período que va del concilio de Trento a mediados del s XIX se caracteriza por cierto
inmovilismo en lo que se refiere tanto a la praxis litúrgica y pastoral como a la doctrina
sobre los sacramentos de la iniciación.
En teoría y en la práctica, el bautismo de niños seguía siendo la norma en la Iglesia
universal
En la Iglesia católica occidental el bautismo, la confirmación y la Eucaristía se celebraban
por separado
El uso de la lengua vulgar se fue abriendo camino tímidamente también en los rituales
católicos del bautismo. La introducción de la lengua vernácula fue una de las principales
innovaciones de los rituales bautismales neogalicanos.
Algunos de los movimientos de renovación que pulularon en la época de la Ilustración y
del Racionalismo tenían entre sus objetivos también la reforma de la liturgia bautismal,
adaptándola al espíritu y al lenguaje de la época.
Movimientos de renovación: un culto antropológico, vaciado de Misterio, en el que lo
sacramental se diluye en aras de una mayor instrucción religiosa
Como reacción al racionalismo de la Ilustración, la era romántica (fines del s. XVIII y
primera mitad del s. XIX) cultivó una religiosidad más cargada de sentimiento, pero
igualmente individualista y subjetiva.
La reflexión de los teólogos de oficio durante estos siglos se mantuvo divorciada de las
fuentes bíblicas y patrísticas. Sin embargo, estaba ya en marcha desde el s. XVI un fuerte
movimiento de retorno a las fuentes patrísticas y litúrgicas.
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2. DIMENSIÓN DOGMÁTICA
1.- El hereje bautiza válidamente, si pronuncia la verdadera fórmula y con la intención de hacer lo
que hace la Iglesia (Dz 860).
2.- El bautismo no es libre, sino necesario para la salvación (Dz 861).
3.- Todos aquellos que aún no han recibido el bautismo, incluso los niños, pueden recibirlo válida
lícitamente (Dz 869-870).
4.- En necesario bautizar a los niños.
1.1.10. Rito:
1.- Es agua verdadera y natural es indispensable para la validez del sacramento (Dz 869).
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3. MAGISTERIO
En la Bula «Exultate Deo» del Papa Eugenio IV, es referido con frecuencia como un decreto
del Concilio de Florencia.
(§ 10) declaró que incluso los paganos y herejes pueden bautizar «si guardan la forma de la
Iglesia y tienen la intención de hacer lo que la Iglesia hace»
8.1 Otros
El sínodo de Laodicea (c. 360) también hace distinciones (cánones VII y VIII). Las
Constituciones Apostólicas rechazan reconocer el bautismo de los herejes, pero prohíben una
repetición del rito (VI. 15). El segundo concilio de Trullo (692) distingue de nuevo entre los
herejes.
9.1 Concilio Vaticano II
4. TEOLOGOS
Enfatiza que Cristo es autor y señor del sacramento del bautismo, él es su verdadero
ministro, por eso el sacramento no pierde su validez aun cuando este administrado por un
hereje, pues éste bautiza con el bautismo de la Iglesia, con el bautismo de Cristo.
Recalco el valor objetivo del bautismo frente a los pelagianos. Sin estar ligado por el
sacramento a la acción saludable de Cristo «nadie puede llegar al Reino de Dios, ni a la
salvación y vida eterna»
Sin la fe no se realiza el sacramento; éste es ya expresión del acto personal de fe, por lo
menos de la Iglesia.
El bautismo válidamente administrado, en virtud del verdadero ministro que es Cristo,
siempre se confiere válidamente. Imprime en el bautizado una nota o señal indeleble.
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El bautismo del Espíritu (el único con valor salvífico) es sólo acción de Dios; en cambio,
el bautismo de agua es pura acción del hombre en respuesta a la palabra/acción de Dios y no
tiene valor soteriológico alguno (no es misterio o sacramento; no es acontecimiento de
salvación; es un acto meramente humano sin causalidad alguna).
Realismo sacramental más estricto, niega todo concurso humano, ya se trate de la Iglesia o
de la fe del sujeto.
16.1 Bultman
5. REFLEXIÓN PERSONAL.
Vemos, el tema es más complejo, que el carácter eclesial no se puede vislumbrar en aras de una
percepción de la parroquia como lugar donde se «administran sacramentos» que en muchos casos
se encarna en celebraciones individuales y casi particulares, o simplemente se priva a comunidades
de su celebración por que no existe un incentivo económico. Esto es un tema muy delicado de
plantear. Hipotéticamente; no pongo en duda el carácter sobrenatural de los sacramentos, ¿qué
sucedería si se dejara de administrar sacramentos en una parroquia? Una de las respuestas seria
que la parroquia quedaría con espacios de vació y un párroco sin saber qué hacer. Queda claro que
nuestras parroquias están estructuradas en relación a la «administración de los sacramentos», este
paradigma ha hecho que muchas de nuestras comunidades dejen de ser atractivas para muchos,
que no exista un verdadero espacio para el encuentro, la empatía, el «caminar juntos». Ha hecho
que se apague la creatividad en pos de una seguridad y rentabilidad que nos da el «administrar
sacramentos».
Somos una comunidad eclesial, es verdad que nuestra vida es sacramental pero no del
paradigma de la «administración» sino de la celebración. Tener presente esta dimensión «asamblea
celebrante» nos puede ayudar a adentrarnos en un cambio de paradigma en nuestras parroquias
para manifiesta mejor el carácter eclesial de toda celebración litúrgica. Por mucho tiempo se les
asignó el título de celebrante a los presbíteros u obispos que presiden una celebración de un
sacramento. El Concilio Vaticano II nos dice al respecto “toda la Iglesia, reunida en asamblea, es
celebrante” (SC 28)
Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es “sacramento
de unidad”, es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los Obispos. Por eso
pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan; pero cada uno de los miembros
de este cuerpo recibe un influjo diverso, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual
(SC 26)
Así, en la celebración de los sacramentos, toda la asamblea es «liturgo», cada cual según su
función, pero en «la unidad del Espíritu que actúa en todos» (C.I.C 1144) es el sacerdocio común
el fundamento de esta participación (SC 14) es por el bautismo que Cristo nos hace participes de
dos de sus cualidades: el rendir culto a Dios y salvar a los hombres (LG 34) es por nuestro bautismo
que somos capacitados para dar culto a Dios y anunciar la salvación a todos los hombres. Las
acciones litúrgicas son actos de toda la Iglesia «por lo mismo, nadie, aunque sea sacerdote, añada,
quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia» (SC 22) por lo tanto «admitan una
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celebración comunitaria, con asistencia y participación activa de los fieles, incúlquese que hay que
preferirla, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada» (SC 27) en la liturgia
todos somos celebrantes, pero cada uno participa según su función. Todos celebramos aunque en
formas diversas y modos.
En relación al sacramento del bautismo. Tener presente todo lo anteriormente expuesto nos
encuadra dentro de la dimensión eclesiológica del bautismo. Dimensión que no es muy enfatizado
en muchas de nuestras parroquias, posiblemente porque aún se sigua una eclesiología clerical en
la cual el solo administrar sacramentos nos brindan seguridades que en un posible futuro se
desvanecerán sino existe un cambio de paradigma. La Iglesia es, a la vez, sujeto agente y sujeto
pasivo del bautismo. El bautismo no es un acto privado sino celebración de la Iglesia. El bautismo
debe ser la celebración de la asamblea pero una asamblea que es ante todo comunidad. Comunidad
en camino, que es empática y acogedora cuyos rasgos son una traducción concreta del carácter
eclesial de toda celebración litúrgica. Comunidad en camino que es impulsada por la fuerza del
Espíritu recibido en el bautismo a salir de sus estructuras parroquiales cimentadas en la
«administración de sacramentos» para convertirse en un comunidad que celebra y vive su vida
sacramental pero como impulso misionero no como medios de sobrevivencia económica y forma
de poder. En la celebración del bautismo la asamblea celebrante es imagen de la Iglesia Madre
que alumbra en el agua sus nuevos hijos.
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6. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.