La formación del sujeto en la comunidad clásica, desde la perspectiva de la tradición
iusnaturalista, en particular desde la concepción clásica de Aristóteles, es la de un sujeto
de naturaleza social en un marco natural ya predeterminado; así pues, desde la condición natural de satisfacer las necesidades cotidianas y, de aquí, las no cotidianas también, se desarrollan una serie de formas de vida común (oikos, kome y polis) bajo una lógica de relaciones de poder condicionadas por ciertas capacidades naturales con las que nace cada sujeto, para la protección y el cuidado de la vida. Desde esta lógica, se da como consecuencia el fenómeno del “patriarcado”, constituido, por un lado, por el hombre, que ha sido capacitado por la naturaleza para planificar, dirigir y proteger y, por otro lado, los súbditos que son protegidos y dirigidos en la realización de las ejecuciones previstas. A este respecto, cabe señalar como en la comunidad clásica, una educación patriarcal es promovida in situ en toda forma de vida común aparentemente dada por el orden natural, como son las capacidades que cada sujeto tiene para imponerse, mandar u obedecer, desde la esfera donde se satisfacen las necesidades cotidianas (oikos), hasta la esfera de las necesidades no cotidianas donde se desarrolla la comunidad política en la que se logra la suficiencia (polis). Al contrario de la visión aristotélica del sujeto como naturalmente sociable, la visión hobbesiana del sujeto, es el de uno naturalmente insociable, que fundamenta una lógica muy distinta a la anterior; en esta concepción hobbesiana, el hombre es naturalmente competitivo, desconfiado y buscador de gloria y, se ve impulsado a desarrollarlas invadiendo el terreno del otro con el uso de cierta violencia para lograr ganancias, seguridad y reputación. Dado este orden natural, el sujeto se encuentra en un estado de comunidad disociada donde no hay cabida para la moral ni la justicia, sino por el contrario, la fuerza y el fraude, debido a que no hay un poder común que se imponga y mediante el miedo haga al sujeto sociable. Dado esto, con el fin de procurar su conservación y abandonar su estado de disociación, el sujeto acepta restringir su derecho natural y regirse a una ley natural que el poder común que le representa en una unidad política llamada Estado, es capaz de brindarle sujetándolo en un orden civil que lleva a beneficios colectivos. De otra parte, con un poco más de creencia en la sociabilidad del hombre, Locke creyó que en el estado de naturaleza si existían derechos, como el derecho de propiedad que cada sujeto con su propio cuerpo era capaz de adquirir mediante el trabajo, actividad que fue a los ojos de este autor, una extensión del propio cuerpo y por ello, suficientemente justificado. Es por esta razón que Locke consideró al Estado no como una suerte de dictadura de socialización al estilo hobbesiano, sino como equivalente a la sociedad civil y un complemento que fortalecía los derechos ya existentes en el estado de naturaleza. Teniendo en cuenta las dos visiones anteriores, podría decir que Hobbes no creía en la capacidad del sujeto de educarse sin un miedo externo impuesto autoritariamente, por considerarlo insociable por naturaleza. Esta concepción es obviamente contraproducente para el desarrollo de todas las capacidades del sujeto, en especial la de educarse para convivir en sociedad. Por el contrario, pienso que la concepción de Locke permite concebir una educación del sujeto que desarrolla sus capacidades, pero al cual debe educarse en la equidad social de su derecho de propiedad y, añadírsele otros derechos y deberes para no caer en una sociedad disociada por luchas por la propiedad entre individuos y grupos. Respecto al texto de Castel, y en específico de su concepción de sujeto hipermoderno envuelto en un mundo cada vez más globalizado, estoy de acuerdo en su visión de búsqueda y consolidación de un tejido social que permita de cierta manera acercar los sujetos cada vez más alejados entre sí, esto, teniendo en cuenta que cada individuo puede ser individuo en función de sus soportes y estos a su vez, son determinados por la historia y sus transformaciones; de aquí la necesidad de también abogar por una educación del sujeto constructor de lo social, en toda esfera política, pública y en especial en las instituciones educativas, de manera dialógica, porque son los medios por excelencia, con los que se desarrollan los lazos de comunidad.