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La Ilustración en el Reino de Guatemala

CARLOS MELENDEZ CHAVERRI

Basada en el racionalismo de los grandes sistemas filosóficos que surgieron en Europa durante el siglo
XVII y de cuyos postulados se constituyó en ferviente divulgadora, la Ilustración fue un movimiento
intelectual intencionalmente pedagógico y práctico. Más allá de una moda en las ideas, significó, sobre
todo, la difusión de una nueva forma de ver al hombre, la sociedad, y el mundo físico, desde el plano
de lo estrictamente natural y a la luz de la razón. Su otro apoyo fundamental fue la confianza en la
ciencia. La Ilustración profesó una verdadera pasión por las ciencias naturales, cuyas incipientes
conquistas celebró con entusiasmo. De esta manera, razón y naturaleza se erigieron en los dos máximos
principios que sintetizaron su cultura. Introdujo un método analítico, que dio como resultado la
secularización de las ideas.

Su inquebrantable fe en las capacidades intelectuales y en el ingenio del hombre, al tiempo que


condujo a una valoración de la igualdad humana en el marco de una acentuada Individualidad, se
concretó en una certeza: que el ser humano podía, por sí mismo, gracias a la razón y dones naturales,
regenerarse y conquistar su bienestar terreno. La Ilustración le daba así la vuelta al sentido trágico de la
vida que el cristianismo había sustentado. Sin embargo, esta reforma del individuo y de la sociedad se
concibió como una tarea que no admitía ningún tipo de protagonismo colectivo. Debía ser dirigida por
quienes habían alcanzado ya `las luces' del conocimiento y, en tal sentido, el despotismo ilustrado
asumió un principio político
fundamental: todo para el pueblo, todo sin el pueblo.

El despotismo ilustrado español, heredero de la Ilustración francesa, fue el fruto de la política adoptada
por la Casa de Borbón, que empezó a reinar en España a principios del siglo XVIII. Desde allí la
Ilustración irradió enseguida a las colonias de América y configuró en el Nuevo Mundo, y en el Reino
de Guatemala en particular, un período de notables transformaciones. De ninguna manera es cierto el
superficial clisé de que el siglo XVIII haya sido en esta región una época de oscurantismo.

Traída al Reino desde la Península por la vía del libro y del pensamiento vivo, de la prensa y del
comercio, y aun por las propias autoridades enviadas por el Rey, la Ilustración tampoco fue un
fenómeno exclusivamente urbano. Si bien la mayoría de sus miembros más relevantes vivió en las
ciudades, este movimiento tuvo una proyección mayor de lo que comúnmente se reconoce. Humboldt
llegó a expresar su admiración, al clarear el siglo XIX, al afirmar que su fuerza `se percibe, quién lo
creyera, en las selvas de América'.

La ciudad de Guatemala se constituyó en el principal centro irradiador de este pensamiento por medio
de clérigos, funcionarios de gobierno y personas cultas de los sectores altos y medios, fuertemente
impregnados del mismo espíritu renovador. Pero también otras poblaciones acogieron las diversas
formas de la nueva corriente y fueron complementarios focos de difusión, en especial León en
Nicaragua y Trujillo en Honduras. Como ideología, la Ilustración estuvo vinculada con la burguesía, y
en los centros urbanos se produjeron sus manifestaciones más expresivas. Los profesionales y
comerciantes fueron los grupos sociales mejor preparados para representarla.
Aunque por ello se vio inicialmente afectada de un cierto ingenuo utopismo derivado de la
inexperiencia, pronto evolucionó a formas más realistas de carácter socializador y fue moldeando un
conjunto cultural de rasgos nuevos que progresivamente se alejaron, hasta romper con ellas, de las
formas tradicionales de la cultura colonial.

Un poder político menos monolítico, en el que las supremas autoridades eran frecuentemente
sustituidas, un claustro universitario más abierto a la efervescencia de las ideas y a los nuevos métodos
científicos, y una burguesía con una visión más dinámica y enriquecedora del mundo, reflejaron este
cambio de panorama en la cultura.

La Ilustración fue, de una manera muy especial, una ideología optimista. Aseguró a sus Sustentadores
la certeza de un ideal: el mundo dorado y pletórico de posibilidades de progreso. Propuso además el
camino que debía seguirse: el que claramente marcaban la razón con sus luces y las ciencias con sus
descubrimientos. Por último, señaló la política correcta: dirigir al individuo y al pueblo por el sendero
de los nuevos conocimientos y de las leyes naturales hacia esa sociedad utópica de bienestar terreno.
Dentro de la cultura del siglo XVIII ello significó la ruptura con la tradicional concepción del barroco,
y la afirmación de la libertad humana en virtud de la soberana fuerza de la razón, frente a la
dependencia de la fe religiosa. La cultura de la Ilustración promovió una visión terrenal y pragmática
del ser humano de acuerdo con los propios fines naturales de éste, ya no volcada hacia la vida
contemplativa regida por Dios y la trascendencia, sino dentro de un orden inmanente, experimental y
tangible.

El cambio, sin embargo, no se realizó de golpe. Benno von Wiese afirmó que `Las nuevas ideas de
cultura, libertad, moralidad y razón, tienen todavía un horizonte determinado por el subsuelo cristiano,
del que se liberan lentamente'. El movimiento que España estaba promoviendo en el Nuevo Mundo no
fue contra el espíritu religioso tradicional pero, a la larga, desembocó en la secularización del
pensamiento y de la acción. Esta concepción secular de las realidades humanas ejerció gran influencia
en la toma de una nueva conciencia social que, en el caso centroamericano, cristalizó en el proceso de
emancipación de las provincias, fruto de la reactivación del comercio y de la industria, así como de la
presencia de una intelectualidad que se sintió capaz de regir sus propios destinos y de reordenar las
formas de vida de la sociedad global, desde la familia, la escuela y las corporaciones, hasta la Iglesia y
el Estado.

La emancipación del individuo de la cultura tradicional cristiana tuvo así su correspondencia en la


emancipación de la sociedad civil, consciente de su propia soberanía frente a la dependencia colonial.

Los Focos Irradiadores


Aunque el liberalismo, uno de los ingredientes fundamentales de la nueva cultura, fue de origen inglés,
la Ilustración suele asociarse a la Francia del siglo XVIII, considerada
como su cuna y primer centro irradiador. De allí pasó a España, de la mano de los Borbones, donde
empezó a cobrar fuerza a partir de la segunda mitad de ese siglo. Su principal representante en la
Península, el Padre Jerónimo Feijoo, renovó el pensamiento tradicional, difundió los métodos de las
ciencias experimentales y realizó una importante obra de erudición de tipo enciclopédico.

Los Borbones aplicaron enseguida los postulados de la Ilustración al campo del gobierno, y acentuaron
así el centralismo real y construyeron la estructura político administrativa de carácter uniforme, propia
del `Estado Moderno'. Este se concebía como la representación de los intereses de la sociedad, y al Rey
como la encarnación del poder y máximo responsable de velar por tales intereses a través de sus
delegados, dentro del esquema del despotismo ilustrado, consistente en reformar la realidad social de
arriba hacia abajo. Semejante vía de influencia, del Rey a la élite y de ésta a la comunidad, no fue
exclusiva de la política: la propagación del gusto francés siguió el mismo rumbo, y de la casa real
desbordó a las clases dirigentes, que terminaron a su vez influyendo al pueblo.

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En el Reino de Guatemala el nuevo concepto de gobierno se reflejó en la reforma de Intendencias, que
significó un progresivo intervencionismo económico y político del Estado, fundamentado en la
confianza en los individuos y en la idea optimista de que la sociedad podía ser mejorada. Además de
los propósitos económicos que motivaron en la mayor parte de los casos su establecimiento, las
Intendencias fueron, sin duda, un sustancial reordenamiento de tipo políticoadministrativo, que
posteriormente completaron las reformas derivadas de la Constitución gaditana de 1812.

Aunque el esquema tradicional de gobierno sufrió los mencionados cambios provenientes de la política
de los Borbones, persistió la antigua hegemonía guatemalteca, de manera que las minorías ilustradas de
la ciudad de Guatemala tuvieron un papel preponderante en el desarrollo de la Ilustración en el Reino.

Constituían su élite y además disponían de recursos de los que carecían las provincias, tales como la
cercanía de las autoridades supremas y su protección, el acceso a periódicos y bibliotecas, imprentas
para sus publicaciones y, sobre todo, la Universidad de San Carlos, cuyo protagonismo en la difusión
de las nuevas ideas fue de la mayor importancia, como se verá más adelante. Las autoridades supremas
del Reino, con sede en Guatemala, contribuyeron también notablemente a los mismos objetivos de
transformación cultural del país. Puede señalarse en este sentido, entre otros casos, a José Domás y
Valle, quien promovió la creación en 1794 de la Sociedad Económica de Amigos del País.

Asimismo, el Arzobispo de Guatemala, Cayetano Francos y Monroy, en una disposición plenamente


congruente con la concepción moral ilustrada, se mostró convencido de la necesidad de impulsar una
eficaz instrucción pública, como único remedio contra los males sociales derivados de la ignorancia:

Las Revoluciones de los Imperios, las guerras que los riegan de sangre humana, las
novedades tan peligrosas a la Religión, y a las costumbres, qué otro origen han tenido
que la falta de educación pública, único freno que debe moderar a tiempo las
violentas pasiones del hombre, sin el cual va éste creciendo entregado a sí mismo y
dejado en las manos de su propio consejo. Todas estas consideraciones nos hacían
mirar con sumo dolor que esta misma
causa tenían los delitos más frecuentes en esta capital, la embriaguez tan extendida,
las riñas y pendencias acompañadas de palabras escandalosas e insolentes, las
heridas y homicidios repetidos, ejecutados los más por jóvenes de corta edad. Desde
luego concebimos la idea de remediar tantos males en la fundación de escuelas
públicas, único medio eficaz para el que teníamos únicamente arbitrio...

Otro eclesiástico ilustre fue el Obispo de la ciudad de León (Nicaragua), José Antonio de la Huerta y
Caso. En la ciudad de Guatemala, donde recibió la consagración episcopal, asistió en diversas
ocasiones a actos relacionados con la Sociedad Económica y, ya al frente de su Diócesis, contribuyó a
la transformación del Seminario de San Ramón Nonato, de León, que llegó a convertirse, por
autorización de las Cortes de Cádiz, en la segunda Universidad del Reino. De los anteriores ejemplos, a
los que hay que añadir el del obispado de Comayagua, se desprende que la jerarquía de la Iglesia se
sumó sin reticencias a las corrientes innovadoras, consciente del beneficio social que implicaban y aun
a riesgo de los supuestos secularizadores que ellas podían contener.

En términos generales, la irradiación de la Ilustración en el Reino de Guatemala fue un reflejo de la


estructura políticoadministrativa. En continuidad con la hegemonía que la sociedad urbana había tenido
desde el siglo XVI, la capital llevó la mayor fuerza de este movimiento. Le siguieron las ciudades de
provincia, en particular León y en segundo lugar el Puerto de Trujillo en Honduras, donde se llevo a
cabo el experimento quizás más interesante de la época relacionado con la aclimatación de nuevas
plantas. San José de Costa Rica constituyó otro caso notable, por haber promovido sus vecinos, en
1814, la apertura de la Casa de Enseñanza de Santo Tomás, regenteada al inicio por el nicaragüense,

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Bachiller Rafael F. Osejo (1790?-1850?), relevante personaje de la Ilustración en el Reino y una de las
figuras más notables del período posterior a la Independencia. En este esquema de difusión desde el
centro urbano principal a las periferias, a través de centros secundarios, la Ilustración logró proyectarse
y responder a la necesidad de cambios que demandaban los nuevos tiempos y una sociedad
adormecida por la tradición.

Ámbito Social y Cultural

El incremento de las actividades comerciales, la aparición de nuevas formas de trabajo y la apertura de


ciertos campos de desarrollo no tradicionales llevaron a la transformación de algunas instituciones
económicas y sociales. Tal fue el caso de los gremios, cuya disolución fue provocada no sólo por la
dinámica de las nuevas condiciones del progreso sino también por el traslado al Valle de Las Vacas de
la antigua capital del Reino, ciudad en donde tradicionalmente éstos habían florecido, y existían desde
el principio de la Colonia numerosos talleres de artesanos. La desorganización y casi extinción del
sistema gremial, si bien permitió una mayor libertad laboral, ocasionó a veces considerables perjuicios
a los sectores marginales
de la población.
Las transformaciones afectaron sobre todo al ámbito urbano, pero tuvieron también su proyección en el
área rural. Después del terremoto de 1773, hubo un período en el que muchos capitalinos escogieron
para vivir poblaciones menores, no distantes de la ciudad destruida. Esto influyó en una mayor
demanda de productos agrícolas y de servicios en dicha zona rural, a la que se añadió enseguida, con la
instalación de la nueva capital, todo un vasto proceso de planificación y construcción, así como una
redoblada necesidad de abastecimiento, que Alteraron las formas tradicionales de vida de muchas
gentes del campo. La construcción de la nueva capital del Reino significó la oportunidad para que
destacados ingenieros, como Luis Díez Navarro, Francisco Xavier de Gálvez, Bernardo Ramírez y
otros más, aportaran sus conocimientos y experiencia en el ramo. Sus obras arquitectónicas y
urbanísticas fueron el testimonio de los avances logrados en estos campos. Pero no sólo la capital, sino
también otras
ciudades de provincia, como Comayagua, Tegucigalpa, León, Granada, San Salvador, Santa Ana,
Cartago, San José, por citar las más importantes, desarrollaron una fisonomía urbana basada en las
nuevas técnicas de construcción y urbanísticas. El caso particular de la segunda mitad del siglo XVIII
obedeció al mismo proceso de avance económico y social, propio de la época.

En el área del desarrollo técnico, la hidrología adquirió especial relevancia durante el siglo XVIII. El
primer proyecto se desarrolló en Cartago, en 1782, donde el Doctor Pedro Ximena descubrió las
fuentes de Marte de Aguacaliente, que acondicionó debidamente mediante la construcción de pilas y
galeras y levantó un puente de acceso a ellas. Lo mismo debe haber ocurrido en otras partes del Reino.
Por ejemplo, eran famosas las aguas termales de Amatitlán, de cuyas virtudes para el tratamiento de las
enfermedades cutáneas, la fecundidad e incluso el parto, se hizo eco en su oportunidad el inglés George
Alexander Thompson.

Particularmente importante fue el progreso de la medicina social, factor al que debe atribuirse el
notorio aumento que la población del Reino experimentó en esa época. La introducción de la vacuna
desempeñó en este sentido un papel determinante como medio eficaz para el combate de la viruela, una
de las causas tradicionales de mortalidad. La llegada de la vacuna a América fue sugerida inicialmente
por el Doctor José Felipe Flores (1751-1824), originario del Reino y más tarde Médico de Cámara del
Rey Carlos IV. Su amigo y colega Narciso Esparragosa se interesó por aplicarla en el Reino de
Guatemala, en 1804. Antes de que la Corona emprendiera su famosa expedición de la vacuna a
América, ésta se había propagado por diferentes partes de la región centroamericana, gracias a dicha
iniciativa. La salubridad rural fue también objeto del correspondiente interés. Por los desechos del añil,
que no eran manejados adecuadamente, las regiones en que se cultivaba este producto sufrían de una

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gran proliferación de moscas, que ahuyentaban la explotación ganadera en esos lugares. El problema
trató de eliminarse mediante la construcción de hornos adecuados, donde se quemaban estos desechos.

Los certámenes convocados por la Sociedad Económica de Amigos del País para estudiar la
conveniencia de que los indígenas adoptaran la indumentaria española, constituyeron un interesante
experimento de carácter sociológico de largo alcance, cuyos argumentos todavía guardan vigencia
dentro de lo que se conoce como proceso de ladinización entre los indios de Guatemala.

Además de los anteriores, podrían ofrecerse otros muchos ejemplos del profundo impacto que esta
época dejó en el Reino. Una de las facetas culturales más importantes fue la valoración que se hizo
entonces de las riquezas reales y potenciales de la región, alentada por la Corona a través de la
organización de expediciones científicas. A finales del siglo XVIII visitó el Reino el naturalista
novohispano José Mariano Mociño, acompañado del también naturalista José Longinos. Mociño, según
comenta Juan Carlos Arias Dívito:

...llevó a cabo una labor científica muy importante: fue el estudio acerca del
cultivo y preparación del añil, que impreso y remitido a España le valió las
felicitaciones del Monarca. Hizo el análisis de las aguas potables de que entonces se
proveía el Reino de Guatemala, observaciones sobre la rabia y las virtudes de la
escobosa para su curación... En el aspecto botánico, su labor
quedó concretada en la Flora de Guatemala, obra exclusivamente suya.

El historiador Arturo Taracena Arriola, que se ha ocupado de esta expedición científica, revela los
fuertes vínculos de la misma con la Sociedad Económica, el Consulado de Comercio y la Universidad
de San Carlos. Longinos Martínez propuso el 25 de julio de 1796 la creación de un Gabinete de
Historia Natural. El gabinete fue oficialmente inaugurado en la antigua Sala de Armas del Palacio de
Gobierno, el 9 de diciembre del mismo año. Este centro de investigación tuvo en la capital de
Guatemala otros importantes antecedentes. José Antonio de Liendo y Goicoechea (1735-1814) fue
desde 1783 corresponsal en el Reino del Jardín Botánico de Madrid, a donde envió plantas y semillas
autóctonas, acompañadas algunas de interesantes descripciones.

En estas tareas contó con la colaboración del ya citado Doctor Flores, quien se interesó, además de la
Medicina, por todo lo relacionado con el ambiente científico de la época. Longinos publicó un
Instructivo específico con indicaciones sobre el modo más adecuado de preparar los envíos de los
especímenes. La importancia de esta expedición se trata por aparte en el artículo que aparece a
continuación.

El Papel de las Universidades

La Universidad de San Carlos de Guatemala fue el medio intelectual más importante, aunque no el
único, para el fortalecimiento y extensión del movimiento ilustrado. Durante algún tiempo, por
desconocerse con exactitud la historia de esta institución, se tildó a la Universidad de excesivamente
tradicionalista y de haber tenido una escasa proyección en la vida social de la época. A partir, sobre
todo, del estudio de John Tate Lanning, publicado en 1956, no es posible seguir sosteniendo semejante
punto de vista; antes bien, se impone una nueva valoración del papel que esta casa superior de estudios
desempeñó durante el siglo XVIII.

Ya en 1948 José Mata Gavidia había llamado la atención sobre el interesante momento de transición
vivido entonces por la Carolingia, cuyos `tesarios hablan de un emporio científico donde trafican las
ideologías del pensamiento renacentista y moderno...' Pero nadie más expresivo que el mencionado

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Lanning para informar acerca de la corriente renovadora que podía percibirse en la Universidad
durante las últimas décadas del siglo:

Los estudiantes de Guatemala tenían en 1785 una amplia, variada y adecuada


perceptividad de los problemas del mundo del conocimiento, mayor de lo que
cualquier científico experimentado en la enseñanza puede esperar de los estudiantes
avanzados de hoy.
Desde la duda metódica de Descartes, o la gravitación universal de Sir Isaac
Newton, hasta los experimentos de Franklin sobre la electricidad, o los últimos
avances de la hidráulica, apenas había una cuestión que no fuera defendida o
analizada en algún examen de la Universidad de San Carlos de Guatemala en la
última mitad del siglo XVIII.

Fueron notorios los avances en la docencia y la investigación, de manera que de pequeñas disertaciones
manuscritas pronto se pasó a folletos impresos de 20 ó 40 páginas, que contenían las más diversas
proposiciones. En Filosofía, los franciscanos, que ocuparon cargos en la Universidad tras la expulsión
de los jesuitas, fueron los abanderados del rompimiento con la tradición exclusivamente aristotélica y
la apertura a las nuevas corrientes. Entre ellos sobresalieron Liendo y Goicoechea y Antonio Orellana.
El primero fue quien introdujo en el Reino la Física Experimental y elaboró en 1782 un plan de
reformas docentes, muy brillante para su tiempo, acerca del cual Lanning comentó:

Lo que Goicoechea recomendaba para Guatemala eran precisamente los


grandes trabajos de filosofía natural en boga en España, Francia, Italia, Alemania
e Inglaterra durante el siglo XVIII. Difícilmente hubiera podido estar más al día.

Una de las facetas más ilustrativas de este proceso de renovación fue el interés por sustituir en las
clases el latín por el castellano. No sin fuerte reticencia por parte de los sectores conservadores, los
propulsores del cambio arguyeron que aquélla era una lengua muerta y elitista, mientras que el
castellano representaba la lengua viva y cotidiana, por lo que la enseñanza en este idioma facilitaba el
acercamiento a los sectores populares y la consiguiente extensión de la cultura. La polémica enfrentó a
los seguidores de las nuevas corrientes de la Ilustración con los latinistas que encarnaban el espíritu
académico tradicional. En la Gazeta aparecieron artículos en los que el latín fue calificado de árido,
seco, metafísico y vejatorio. Sin embargo, cuando en 1769 el Doctor Juan de Dios Juarros, profesor de
Vísperas de Teología, trató de impartir sus cursos en español, se vio obligado a dar marcha atrás, ante
la oposición que se le presentó. De hecho, aunque finalmente triunfó la tendencia renovadora, el
latín se siguió usando en la Universidad hasta la Independencia.

Goicoechea, principal impulsor de esta lucha por la modernización docente, amplió el campo de la
reforma universitaria a los más diversos aspectos y estuvo presente, como lo demuestran sus
esporádicos pero interesantes trabajos publicados en la Gazeta. `A medida que aumentaba el círculo de
los liberales y de los defensores del conocimiento útil, y luego de la fundación de la Sociedad
Patriótica', comenta Lanning,
`Goicoechea sobresale cada vez más como la figura más relevante de la vida
intelectual de la Guatemala colonial'. Gozó además de gran estimación de parte del
claustro y alumnos de la Universidad, así como entre los sectores progresistas de la
época. A su alrededor otras personalidades destacaron en la puesta al día de la
máxima casa de estudios de Guatemala. Se puede mencionar en tal sentido al
catedrático de Derecho Doctor José María Alvarez (1777-1820), quien desempeñó su
cátedra por espacio de 16 años.

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La enseñanza universitaria de la Carolingia se fundamentó en el racionalismo cartesiano y en la
experimentación científica, con lo que demostraba seguir la misma línea imperante en ese momento en
Europa. Dentro de un expreso empirismo filosófico, orientado hacia el saber `útil', los estudios de
Matemáticas y de Ciencias Naturales cobraron especial significación. Ejemplo de ello fue la ceremonia
de graduación de cinco estudiantes pertenecientes a familias distinguidas, que defendieron, en 1803,
tesis matemáticas, ante una concurrencia numerosa, muestra del interés que este tipo de materias
suscitaba entre ciertos círculos de la sociedad.
La propia Gazeta confirmó la buena aceptación de los temas científicos entre el público, al incluir
divulgaciones sobre el galvanismo o electricidad, explicaciones relativas al calor y a la naturaleza de
los elementos físicos, así como reseñas sobre los descubrimientos de Copérnico o Kepler.

El notable desarrollo que los estudios de Medicina tuvieron en esta época está ligado a dos figuras
relevantes de la historia médica centroamericana. Ellos fueron José Felipe Flores y su discípulo
Narciso Esparragosa (1759-1819). Natural de Ciudad Real de Chiapas, Flores fue el primero en
fabricar figuras anatómicas desarmables, hechas de cera, muy útiles para la enseñanza de esta
disciplina. Además, a él se debió la creación del Protomedicato, del cual fue el primer protomédico
legal, en 1793.

Dejó una obra científica valiosa, que ha merecido la atención de parte de investigadores
contemporáneos. Esparragosa nació en Caracas y estudió en la Universidad de Guatemala. Fundador,
en el Reino, de la Medicina Legal, alcanzó gran prestigio como cirujano y contribuyó, según se indicó
anteriormente, a la propagación de la vacuna, ya que dirigió personalmente campañas en la capital y en
la Antigua, y la llevó a distintas regiones.

En este período surgió la segunda Universidad del Reino, la de San Ramón Nonato de
León (Nicaragua). El proceso de transformación en Universidad de esta casa de estudios, que había
sido Seminario Conciliar desde 1680, fue posible gracias a las gestiones de algunos obispos de
Nicaragua, como Esteban Lorenzo de Tristán, Juan Félix de Villegas y José Antonio de la Huerta y
Caso y, sobre todo, por la acción de sus rectores, los sacerdotes Rafael Agustín Ayestas (1750-1809) y
Francisco Ayerdi (1766-1827). El proceso reveló interés no sólo por incorporar el espíritu ilustrado de
la época en la enseñanza propiamente eclesiástica, sino por extenderlo a nuevas disciplinas, como
Derecho, Medicina y Cirugía. Entre los discípulos más prominentes hay que señalar al costarricense
Florencio del Castillo (1773-1834), diputado que fue de las Cortes de Cádiz, y a Rafael F. Osejo.

Otro caso digno de especial mención fue el del sacerdote Tomás Ruiz (1777-1819?),
primer indígena del Reino en recibir el grado de Doctor en Sagrados Cánones, y cuya
trayectoria estuvo vinculada con la Universidad de San Carlos y con los preparativos de
la de León. En la universidad guatemalteca, a donde ingresó con el patrocinio del
Arzobispo Juan Félix de Villegas, antes Obispo de León, cursó los estudios de Filosofía. De allí pasó a
impartir dicha cátedra, por oposición, al Seminario Conciliar de León, del que llegó a ser Vicerrector
de 1802 a 1807, es decir, durante el proceso de transformación de ese centro a Universidad. Originario
de Chinandega, gozó en la ciudad de Guatemala de reconocido prestigio como orador elocuente, y en
la Gazeta fue objeto de calurosos elogios. El nombre del Doctor Tomás Ruiz está ligado al de Fray
Matías de Córdoba, de quien fue discípulo en Guatemala, donde se relacionó con el círculo ilustrado.

Tomás Ruiz fue además un activo participante de la política de su tiempo. A principios de 1805
promovió un movimiento opositor en el pueblo de El Viejo y, recluido en el convento de Belén de la
ciudad de Guatemala por haber participado en los levantamientos de León de 1811, fue uno de los
principales cabecillas de la conspiración fraguada en ese convento en 1813. La Universidad de León
tuvo también como discípulo al Padre José Trinidad Reyes (1797-1855), fraile recoleto que, a pesar de

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su origen plebeyo, realizó una extraordinaria labor en el campo espiritual, de las letras y de la cultura
en Honduras, de donde era originario. En 1845 fundó la Sociedad del Genio Emprendedor y del Buen
Gusto, transformada en Universidad de Honduras dos años después. Asimismo, en las aulas de esta
universidad se formaron muchos jóvenes de San Salvador y Costa Rica, que convertidos en médicos,
abogados y sacerdotes, esparcieron el espíritu innovador por las provincias y prepararon el camino de
la futura Independencia centroamericana.

Literatura e Ilustración

Por ser el tema de la Literatura durante el siglo XVIII objeto de estudio especial en otra parte de esta
misma obra, se ofrece aquí de ella solamente una breve referencia, en su relación con el fenómeno de
la Ilustración. Conviene recordar, para comenzar, que la existencia de la imprenta en la capital del
Reino, desde 1660, y el desarrollo que alcanzaron algunos centros urbanos constituyeron bases firmes
para el desarrollo de las letras, que los círculos ilustrados cultivaron en dos principales ramas: la
poesía, con un gusto muy particular por la fábula de contenido moralista, y el artículo periodístico.

El carácter localista de esta literatura, acorde con la tendencia de la Ilustración hacia los temas
regionales, llegó a una sublime expresión en la obra poética de Rafael Landívar (1731-1793) que,
aunque escrita en latín, es una evocación de la patria lejana, dentro de la mejor tradición ilustrada de
canto a la naturaleza, a la Arcadia perdida. Se nota asimismo en otras composiciones de menor calibre
poético, como el soneto que Fray Carlos Cadena escribió a la muerte del Rey Carlos III, lleno de
referencias típicamente guatemaltecas: `Encontraréis en mí, por sus arrojos, Volcán de fuego si miráis
mi pecho, Volcán de agua si miráis mis ojos...'Fue del gusto de los ilustrados incursionar en la poesía,
y el propio Liendo y Goicoechea, por ejemplo, ensayó sus sonetos, cargados de hondo sentido
intelectual, como el que habla del perdón de las injurias:

Como el leño que viéndolo encendido


por el lado que no arde lo cogemos,
al enemigo así tratar debemos
por el extremo suave y comedido...

Los anteriores versos denotan el contenido moralista propio de gran parte de la poesía de ese tiempo.
Fray Matías de Córdoba (1726-1828), autor del poema y fábula La Tentativa del León y el Éxito de su
Empresa, fue en Guatemala el máximo exponente de esa tendencia. Esta obra, profundamente
humanista, estaba destinada a exaltar los valores supremos del hombre y el triunfo de la bondad. Juega
con dos conceptos pertenecientes plenamente a la filosofía de la Ilustración, cuando habla del ser
humano que `por su ingenio y su virtud se eleva'. Más incisivo, el fabulista Rafael García Goyena
(1766-1823), hombre de grandes preocupaciones políticas, hizo de la fábula un arte educativo del
pueblo y un medio de crítica de ciertas instituciones sociales, como la servidumbre. Su tono sarcástico
quedó reflejado en los propios títulos de sus composiciones: Los Sanates en Consejo y Los Animales
Congregados en Cortes. Otro fabulista y gran liberal, Simón Bergaño y Villegas (1781-1818), tuvo que
enfrentar el
juicio del Santo Oficio, acusado por los contenidos volterianos y heréticos de sus poemas.

Finalmente, la Gazeta sirvió para divulgar numerosas colaboraciones de la más diversa índole,
provenientes no sólo de la capital de Guatemala sino de diferentes partes del Reino. En sus páginas se
publicaron trabajos de Liendo y Goicoechea, del historiador Domingo Juarros, de los médicos Flores y
Esparragosa, entre otros. Asimismo, en vísperas de la Independencia, tuvieron una importante función
divulgativa los periódicos de José Cecilio del Valle y Pedro Molina, que crearon las condiciones
culturales y políticas propias de la nueva era que se aproximaba.

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La Independencia y la Ilustración

Después del período que algunos han llamado la `siesta' colonial, la modernización de las ideas fue el
rasgo más sobresaliente de la herencia cultural de la Ilustración. La generación llamada a cambiar los
rumbos y el destino del Reino de Guatemala estuvo formada bajo los principios del despotismo
ilustrado y compuesta, en su mayor parte, de personas que, a través de su formación académica,
estaban al corriente de las ideas políticas en boga en Europa.

Mata Gavidia, en un interesante artículo acerca de la Independencia de Guatemala, ha destacado que,


con la excepción de dos de ellos, los firmantes del acta del 15 de septiembre de 1821 fueron todos
universitarios. También los protagonistas en San Salvador de los acontecimientos de 1811 y 1814
provenían en su mayor parte del Seminario Conciliar y de la Universidad de San Carlos. Los rebeldes
de Nicaragua, y en particular los de Granada, habían sido estudiantes del Seminario de León o, como
en el caso de Manuel Antonio de la Cerda, de la universidad guatemalteca. En Guatemala, los
conspiradores de Belén, en 1813, fueron también intelectuales formados en ese mismo ambiente
universitario, del que absorbieron el espíritu que les llevó a este acto de rebeldía. En concordancia con
su extracción elitista, al menos en lo educativo, estas personas procedieron según los principios
políticos de la
Ilustración. Había que darle la felicidad al pueblo pero éste, a juicio de los intelectuales, no estaba
capacitado para tomar las resoluciones más convenientes. Con un tono de filantropía que hoy suena
poco democrático, los ilustrados luchaban por llevar a la sociedad un remedio seleccionado por ellos,
sin haber consultado previamente al paciente, ni saber con claridad cuáles eran en realidad las
expectativas de la gente. Preocupado de liberarse fundamentalmente de sus cargas económicas, rara
vez el pueblo llegó a entender ni a compenetrarse del lenguaje e ideales sostenidos por sus mentores.

De igual manera, el sentimiento indigenista y de eliminación de las castas, que llegó a expresarse en el
seno de las Cortes de Cádiz por los españoles-americanos, reflejó el mismo confuso sentimiento
filantrópico hacia los desheredados, mezclado con el interés de una mayor representatividad de la élite
americana en las Cortes. Estas buenas intenciones llevaron a veces a desconocimientos de bulto de la
realidad histórica, como cuando el Presbítero Florencio del Castillo abogó en esas mismas Cortes por
la eliminación de las mitas, que no existían en el Reino, o cuando los propios constituyentes de 1823-
1824, en obvio anacronismo, declararon la emancipación de los esclavos.

Por otra parte, las divergencias de criterio entre los distintos grupos independentistas, puestas de
manifiesto en el antagonismo que enfrentó a los partidarios de Pedro Molina y su periódico El Editor
Constitucional, con los de Valle, cuyo pensamiento recogió El Amigo de la Patria, reflejaron distintos
modos de ver la misma Ilustración.

La mentalidad ardiente y agresiva de Molina y la más moderada y reflexiva de Valle


fueron, con relación a unos fines que eran comunes, maneras divergentes de apreciar
los medios.

Conclusiones

De lo expuesto resulta evidente el papel protagónico que los círculos ilustrados desempeñaron en la
historia del Reino de Guatemala durante el siglo XVIII, en cuanto a la preparación de la conciencia
social del futuro. Con todo y sus limitaciones, sus aportes y, sobre todo, el sentido visionario de su
pensamiento, deben valorarse en forma muy positiva. Vistos los acontecimientos a posteriori, entre la
Ilustración, con su contenido de libertad política, económica e ideológica, y los tiempos actuales, la
distancia no es tan grande. La historia que aquellos hombres comenzaron a escribir hace 200 años

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constituyó la base del desarrollo moderno de la sociedad, y su huella permanece difícil de borrar.
Prepararon además el imperio de la burguesía, que tuvo en las conquistas de la razón una de sus armas
más poderosas.

A pesar de sus riesgos, el carácter intelectual y laico de su visión del mundo contenía múltiples
potencialidades y abría un amplio panorama de alternativas. Desde el punto de vista de los tiempos
actuales, puede achacársele a la Ilustración el defecto de un utopismo optimista e ingenuo, proveniente
cabalmente de una exagerada confianza en `las luces' de la razón, tal y como una élite entendía este
concepto, demasiado segura quizás de sí misma y en realidad desligada de la vida y la problemática del
pueblo.

Debe reconocérsele, sin embargo, el mérito de haber visualizado un sentido, una razón y hasta unos
beneficiarios (la sociedad misma a través del individuo) para las nuevas formas de vida que proponía.
Aunque pudo haber o no acertado en las respuestas y en los medios, planteó con lucidez la pregunta, al
concebir la historia no como un dato externo pasivamente aceptable, sino como una tarea del ingenio
humano.

DOCUMENTO PARA LA CLASE DE HISTORIA DE GUATEMALA Y C.A.I


Universidad Mesoamericana.
Lic. Luis Antonio Rodriguez Torselli

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