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ORIGEN Y DESTINO DEL

ALMA.
LOS PODERES DEL MANA

ALMAS, SUEÑOS, MUERTE,


ÉXTASIS
(teoría del animismo de E. B.
Tylor)

Para entender las ideas populares


acerca del alma o espíritu es
instructivo
pararse a considerar las palabras
que se han elegido como
más aptas para expresar tal
concepto. El fantasma o ánima
que
contempla el que sueña o el
visionario son como una sombra o
reflejo en forma sustancial, y de
ahí que para designar al alma se
haya recurrido al término familiar
de sombra. Así, la palabra que
entre los tasmanios sirve para
designar la sombra, se emplea
también
para nombrar el alma; los
algonquinos describen el alma de
un hombre como otahchuk, «su
sombra»; en quiche, natub
significa
«sombra, alma»; el término
arawak ueja quiere decir «sombra,
alma, imagen», mientras que los
abipones expresan con el término
loákal las ideas de «sombra, alma,
eco, imagen». Los zulúes no
sólo usan la palabra tunzi para
designar «alma, espíritu,
fantasma»,
sino que además creen que
cuando muere un hombre puede
decirse
que su sombra se separa del
cadáver para convertirse en
espíritu
ancestral. Los basutos no sólo
llaman seriti, «sombra», al
espíritu
que queda después de la muerte,
sino que creen también que
cuando
un hombre camina por la orilla
del río, un cocodrilo puede
apoderarse de su sombra desde el
agua y sumergirla. También en
el antiguo Calabar aparece la
misma identificación del espíritu
con
su ukpon, o «sombra», de modo
que perder ésta resulta fatal.
Parece, por consiguiente, que
entre las razas inferiores se usan
términos tan familiares para
nosotros por la lectura de los
clásicos,
donde hallamos skia y umbra, y
que además se dan entre aquellas
gentes las ideas básicas acerca de
hombres que han perdido su
sombra, tal como ocurre en
relatos del folklore europeo, y que
conocen asimismo los modernos
lectores del cuento de Chamisso
sobre Peter Schlemihl. Los
muertos del Purgatorio
entendieron
que Dante aún estaba vivo al ver
que su cuerpo, a diferencia del
de ellos, producía sombra. En la
noción de alma o espíritu entran
otros rasgos que aluden a su
cualidad de ser causa de la vida.
Así,
los caribes, que relacionan el
pulso con los seres espirituales, y
que
creen que en el corazón reside el
espíritu principal del hombre,
destinado a una futura vida
celeste, usan un sólo término,
iouanni,
para designar el «alma», la
«vida», el «corazón». Los toganes
suponían que el alma está
presente en toda la extensión del
cuerpo,
pero especialmente en el
corazón...
La respiración, tan característica
de los animales superiores
durante la vida, y que desaparece
justamente cuando también se
extingue la vida, ha sido
naturalmente y repetidas veces
identificada
con la misma vida o el alma... De
ahí que los habitantes
de Australia occidental usen un
mismo término, waug, con el
significado de «aliento, espíritu,
alma», y que en el idioma netela,
de California, piuts signifique
«alma, aliento, vida», mientras
que
ciertos habitantes de Groenlandia
admiten que hay en el hombre
dos almas, que son su aliento y su
sombra. Los malayos dicen que
el alma del moribundo se escapa
por su nariz, y en Java se emplea
la misma palabra, nawa, para
significar «aliento, vida, alma».
Hasta
qué punto las nociones de vida,
corazón, aliento y fantasma se
unen en una misma concepción
del alma o espíritu, y hasta qué
punto tales ideas permanecen
vagas e inconcretas entre las razas
bárbaras es algo que aparece
perfectamente ilustrado en las
respuestas
a ciertas indagaciones sobre
creencias religiosas de los
naturales
de Nicaragua, llevadas a cabo en
el año 1528. «Cuando mueren,
de su boca sale algo que se parece
a una persona, y que se
llama julio [azteca yuli = «vivir»].
Este ser marcha al lugar en
que están el hombre y la mujer. Es
como una persona, pero no
muere, mientras que el cuerpo se
queda aquí».
... La concepción del alma como
aliento puede rastrearse en
las etimologías arias y semíticas,
es decir, a lo largo de las
principales
corrientes filosóficas del mundo.
En hebreo hallamos nephesh,
«aliento», que adquiere todos los
significados de «vida, alma,
espíritu,
animal», mientras que con ruach
y neshamah se opera la
misma transición de «aliento» a
«espíritu»; a éstos corresponden
los términos árabes nefs y ruh. La
misma historia se repite con
los términos sánscritos átman y
pruna, con los griegos psyche
y pneuma, con los latinos animus,
anima y spiritus. También el
idioma eslavo tiene duch,
«aliento», que ha adquirido los
significados
de alma o espíritu; en los
dialectos de los gitanos hallamos
este mismo término, duk, con la
significación de «aliento, espíritu,
fantasma»; estos parias pudieron
tomar esta palabra de la India,
como parte de su herencia
lingüística aria, o adquirirlo en su
migración
a través de los países eslavos.
También los términos geist,
alemán, y ghost, inglés, pueden
tener el mismo sentido original de
«aliento». Y si alguien cree que
tales expresiones se deben a una
metáfora, piense en la fuerza de la
conexión implícita entre aliento
y espíritu a partir de algunos
casos de la más inequívoca
significación.
Entre los seminóles de Florida,
cuando una mujer moría de parto,
se colocaba al niño sobre su rostro
para que recibiera el
espíritu a punto de partir, con lo
que adquiría fuerza y saber que
más adelante le servirían. Estos
indios hubieran entendido
perfectamente
por qué, cuando moría un romano
antiguo, el pariente
más próximo se inclinaba sobre él
para inhalar el último aliento
del difunto (et excipiens hanc
animam ore pió). Esta misma
mentalidad
se ha mantenido hasta nuestros
días entre los campesinos
tiroleses, que se imaginan que el
alma de un hombre honrado sale
a la hora de su muerte por la boca
en forma de nubécula blanca.
Se puede demostrar que los
hombres, en sus ideas artificiosas
y confusas acerca del alma, han
puesto en conexión una serie de
manifestaciones de la vida y del
pensamiento que van más allá de
cuanto hemos expuesto. Pero al
mismo tiempo, tratando de evitar
unas combinaciones tan dudosas,
han querido a veces establecer
una clasificación y unas
definiciones más claras,
especialmente con
la teoría de que el hombre posee
una combinación de diversos
tipos de espíritu, alma o imagen, a
los que corresponden diversas
funciones. También entre los
bárbaros se han adoptado o
inventado
tales clasificaciones. Así, los
fijianos distinguen entre el
«espíritu
negro» del hombre, que marcha al
Hades, y el «espíritu
brillante», que es su reflejo en el
agua o en un espejo, y que
permanece cerca del lugar en que
muere. Los malagasis dicen que
el saina, o mente, se desvanece
con la muerte, el aina, que es la
simple vida, se convierte en aire,
pero que el matoatoa, o fantasma,
ronda la tumba. En Norteamérica,
la dualidad de almas
es una creencia firmemente
arraigada entre los algonquinos;
un
alma sale del cuerpo y contempla
los sueños, mientras que la
otra permanece en su sitio; al
morir, una de ellas permanece con
el cuerpo, por lo que los
supervivientes le hacen ofrendas
de alimentos,
mientras que la otra marcha al
país de los muertos. También
se conoce una división de tres
almas, y los dakotas dicen que
el hombre posee cuatro almas,
una que queda con el cuerpo, otra
que permanece en la aldea, otra
que va al aire y la última que
marcha al país de los espíritus.
Los karens distinguen entre el
la o kelah, el fantasma vital de la
persona, y el thah, el alma con
responsabilidad moral...

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