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Causas de que mujeres jóvenes se encuentran sin trabajo pagado y sin asistir a la

escuela en contextos de pobreza y desigualdad


(Sonora, México)

Resumen

El objetivo es analizar la situación socio-económica y relacional de jóvenes mujeres de

Sonora y sus condiciones de falta de empleo pagado y de no asistir a la escuela, en un

contexto de pobreza y desigualdad socioeconómica, intrafamiliar y espacial (intraurbana),

para develar algunas de las causas sociales que las han llevado a dicha situación, y las

características sociales, simbólicas, espaciales y territoriales que contienen y determinan

a dicho fenómeno. Se trata de una primera aproximación sobre las razones por las cuales

existe mayor número de mujeres jóvenes que hombres jóvenes que se encuentran sin

trabajo y sin educación, es decir en situación de desempleo y sin asistencia a algún tipo

de institución o instrucción educativa. ¿Por qué sucede? ¿Qué lo provoca? ¿Se trata de un

problema de acceso, de falta de derechos? ¿A qué se debe? ¿Cómo se entiende en

términos de relaciones de género? ¿Cómo las determinaciones de sexo se dan

culturalmente y determinan ese fenómeno? ¿Cómo se ha configurado por estructuras

sociales? ¿Cómo se observa entonces un lugar desigual o subordinado? ¿Cuáles son sus

consecuencias de las relaciones que se producen a partir del género? Y a partir de eso, se

trata de la tarea de diluir la desigualdad y las diferencias jerárquicas, a través de evidenciar

dinámicas y con propuestas. Se toman de manera inicial, factores de jerarquías

intrafamiliares (o intra-household) en familias en general (Heritier, 2002) y con algún tipo

de precariedad; en segundo término la situación socio-económica y cultural (de

desigualdad material y simbólica) y espacial (dentro de una ciudad fragmentada y

desigual) en particular para el grupo de mujeres jóvenes. Se busca cuestionar no la

diferencia biológica sino la diferencia social, cultural y territorial (Rubin, 1996; Bourdieu,

1
2000). Para ello, se revisaron fuentes secundarias con información estadística sobre la

condición de actividad y datos de género1. Los resultados aportan datos cuantitativos

precisos para mostrar la desigualdad a través del análisis socio espacial en una de las

urbes del Estado de Sonora (la región noroeste del país). La limitante es la disponibilidad

de estadísticas para delimitar el rango de población joven de 15 a 25 años. Sin embargo,

nos permite formular algunas hipótesis sobre las causas de las desigualdades y la manera

en que se manifiesta de manera diferenciada entre hombres y mujeres y asociarlo de

manera inicial a un análisis de género, relacional, que explique las causas esto, ya sea por

jerarquías al interior de las familias o aspectos socio-culturales que lo determinan, se

expresan a través de otras variables y fuentes cualitativas primarias que nos muestren la

dimensión relacional del género en el fenómeno. También nos permite confrontar la

marginación y segregación en el imaginario del crecimiento económico y urbano como

solución a los problemas sociales de las ciudades, ignorando otros aspectos

socioculturales y espaciales.

Se busca entender las interacciones sociales al interior de los hogares (Varley, 2002), con

este concepto se cuestiona la idea de que al interior de los hogares (de diversos tipos) no

existen conflictos estructurales o intereses entre miembros, o asumir que sus miembros

actúan de manera altruista y equitativa, o en consensos y cooperación, households “están,

más caracterizadas por la inequidad, estructuradas alrededor de puntos de género, edad y

generación”, es decir desde una perspectiva de jerarquías diferenciadas (Heritier, 2002),

a través de entrevistas de profundidad a familias en diferentes contextos, y entrevistas

semiestructuradas aleatorias a mujeres jóvenes de 16 a 25 años, clasificados en dos grupos

las que estudian y/o trabajan, y las que no, de grupos de ingreso y territoriales

1Atlas de Género de INEGI, 2010; Censo de INEGI 2010; Estadísticas de Género del Estado de
Sonora, 2015. Atlas de género del INEGI, 2015.

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diferenciados, y si están involucradas en otras actividades como trabajo doméstico o

cuidados al interior de la familia. Se trata de abordar el problema en términos relacionales,

no solo en cuantificaciones de hombre y mujer, ingresos, edad o ubicación en la ciudad:

Dichas cuantificaciones se toman como un punto de partida para tomar otros aspectos de

análisis de género como acercamientos que nos ayuden a develar las relaciones sociales

y culturales implícitas, estudiando las interacciones no de maneras aislada, y más allá de

considerar la existencia de papeles estáticos de mujeres y hombres cuantificados como

objetos fijos (Ver Tinat, 2014; Tinat, 2019). ¿Cuáles son los efectos en términos sociales

de ser una mujer joven en dicho contexto al interior de los hogares y las distribuciones

estructurales de género? ¿Dónde se encuentra el género o los efectos del género? ¿Y

cuáles son las representaciones sociales que llevan a formas de desigualdad? ¿Cuáles son

los órdenes simbólicos y relacionales en la estructura social que podemos observar donde

lo masculino es superior a lo femenino y se encuentra incorporado en la sociedad y se

refleja en desigualdades? ¿Cómo observamos un orden simbólico interiorizado, que se

traduce en subordinación y la dominación que se “naturaliza” en las estructuras sociales

y cognitivas relacionadas con el trabajo remunerado y la educación? dentro de las familias

y en el contexto socio-cultural (Bourdieu, 2000) además de indagar sobre las relaciones

de género, los roles y las jerarquías implícita al interior de las familias análisis, y las

condiciones materiales y la subjetividad simbólica que determina la construcción de las

mujeres jóvenes como sujetos y el papel que en esto juega la educación (preferencias o

no) y el contexto socio-cultural en que se desarrolla (Friedman, 1963, 1984; Fraisse,

2008).

Se observaron insuficiencias en las mediciones y sus interpretaciones que se limitan a

explicaciones de accesos o ingresos. Se concluye en el empoderamiento de las mujeres

como una alternativa para generar reacciones opuestas a la diferencia, la desigualdad y la

3
subordinación, como causa y consecuencia de la inequidades de género y de la

desigualdad social y relacional, ambos fenómenos espacializados que determinan que

existan mayor número de mujeres jóvenes sin trabajo y sin asistir a la escuela, y con

menor instrucción en general. Dedicando su tiempo en ayudar en labores doméstica,

cuidados a otros miembros de la familia (incluyendo familia extendida) o en actividades

de apoyo económico a otros miembros de la familia inmediata (como madre o padre).

Además de determinantes en preferencias o pocas posibilidades de real elección.

Introducción - Perspectiva teórica y metodológica

La situación de los jóvenes es un campo de estudio relevante y emergente para las

ciudades contemporáneas con realidades sociales de pobreza que cruzan el tema de

género como construcción sociocultural que define los rasgos característicos de lo que se

considera masculino y femenino en una sociedad, esta condición de género establece la

forma como nos relacionamos cotidianamente tanto en el espacio privado como en el

espacio público, pero por tratarse de una construcción sociocultural varía según el tiempo,

la sociedad y el lugar, por lo tanto, es modificable (Apodaka, 2012 citado en Martínez,

2017).

Las jóvenes urbanas (y en contextos de pobreza) forman parte de un sector en riesgo que

se relaciona con el debilitamiento de los lazos sociales diferenciados y de inclusión; esta

situación de vulnerabilidad de las jóvenes junto con otros grupos sociales: desempleados,

madres solteras, minorías étnicas y migrantes es un efecto del modelo neoliberal en la

región que se suma (Saraví, 2016, p.16). Más que dar respuestas, la reflexión pretende

plantear la situación de hombres y mujeres en Sonora, abrir preguntas sobre lo que

significa la incorporación de las mujeres en el mercado laboral y el aumento del nivel de

4
escolaridad, y cuáles son las dinámicas relacionales que lo determinan, desde el contexto

social como intrahogar o intrahousehold, ambos fenómenos comunes en las ciudades

pero que en términos generales tienen poco impacto en la forma de vida de las mujeres,

considerando que la mayoría ha sufrido por lo menos una situación categórica de

cualquier tipo durante su vida, que ha determinado su situación actual.

Nos proponemos reflexionar sobre las características sociodemográficas de la población

joven del Estado de Sonora, para conocer de qué forma también impacta el desarrollo

económico y urbano en este grupo de la población a partir de las siguientes preguntas

complementarias y exploratorias: ¿puede el desarrollo económico y urbano reducir los

niveles de desigualdad, pobreza y desempleo en los jóvenes, y cómo afecta a las mujeres

jóvenes en particular?, ¿cuáles son las causas del aumento de situación de mujeres que

afecta a las jóvenes al interior de sus familias y en el contexto socio-cultural en que se

encuentran?, cabe señalar, y reflexionar sobre las causas que la generan y la forma cómo

se ha estigmatizado a los jóvenes en general como personas delincuentes, sin empleo o

educación, y específica y relacionalmente a las mujeres. Partimos del supuesto que el

desarrollo económico y urbano de un territorio no se vincula con la reducción en los

índices de “delito”, que en su mayoría son cometidos por población joven, sino por el

contrario las causas que tiene una relación con otras problemáticas de mayor complejidad

y que incluso contrariamente a esto les coloca en una situación de vulnerabilidad.

Coincidimos en que la violencia asociada, las condiciones de oportunidad a las jóvenes

debe ser entendida en un contexto de desigualdad y diferenciación jerárquica familiar y

5
social, ya sea en el contexto de relaciones de género2: roles3 y estereotipos de género4

(Spivak, 2009; Foucault, 1972) y que las jóvenes son parte de una “violencia social”, que

expresa una falta de cohesión social, y desigualdad en el contexto social e intrafamiliar,

en este sentido, no sólo debe hacerse referencia a la violencia “material”, sino también a

la “violencia simbólica” (Spivak, 2009; Foucault, 1972), ubicado en el orden simbólico

de la diferencia entre sexos, se trata de deconstruir dicha simbolización, donde viven una

situación subordinada sin ni siquiera notarlo, en un orden desigual interiorizado que se

inscribe en los cuerpos, las prácticas y las disposiciones (Bourdieu, 1991) verlo esta

última puede observarse a través de diversas formas de discriminación hacia las jóvenes

y de estigmatización (Di Napoli, 2016, p. 131). En que la diferencia sexual entre los

jóvenes nos lleva a la desigualdad de género, en oportunidades y posibilidades

diferenciadas, es decir en “los conflictos de habitus vividos por (…). Como lo definió

Bourdieu (1991:92), el habitus es un sistema de disposiciones duraderas

interiorizadas o incorporadas por los individuos por sus condiciones objetivas de

existencia, y que funciona como principios (o esquemas) inconscientes de acción, de

2 Preguntas sobre relaciones de dominación, conflicto, o igualdad que se establecen entre los géneros
en un contexto determinado. No existen relaciones de género per se, se conforman socialmente. Y
para ello es necesario entender los grados de poder (Spivak, 2009). Ya que la subordinación no es
algo fijo y estable, se trata de relaciones entren transformación en términos de poder (Foucault,
1972) ¿Cómo se legitiman? ¿Cuál es el origen? ¿Cómo se construyen simbólicamente? (Tinat, 2019)

3 Si observamos relaciones familiares o de contexto simbólico, social y económico que son


determinantes en el fenómeno estudiado, en relación sobre las actividades, los comportamientos, las
tareas, o los trabajos que cada cultura asigna a cada sexo. Y si es posible considerar que cada cultura
asigna roles de género – actividades, comportamientos varían en función de las distintas sociedades.
Incluso influidos por la etnicidad, los roles de género aparecen en la familia, como división de roles
que se distribuyen, y como representaciones (intra-hogar y sociales): en percepciones y asignaciones.

4 Son construcciones sociales que forman parte del mundo de lo simbólico, conjunto de ideas simples,
fuertemente arraigadas a la conciencia y que escapan a toda racionalidad (Fraisse, 2008). Incluso los
discursos sobre “las habilidades de sexo”. Se trata de simbolizaciones, también ideas reductoras que
se apoyan sobre imágenes mentales de lo que corresponde al hombre y a la mujer. Estamos del lado
dela representación y el símbolo, pero de manera reductora y simplista, sobre la correspondencia de
mujer y hombre (Tinat, 2019). Que observaremos determinan al fenómeno en cuestión.

6
percepción y de reflexión” (Bourdieu, 1991:92 en Tinat 2019:185). Para esto se hicieron

_ horas de entrevistas a dos familias de diferentes contextos sociales y culturales, y

territorialmente diferenciadas.

Mujeres jóvenes y formas de dominación

Las entrevistas arrojan luz sobre la distribución diferenciada de recursos al interior de los

hogares, y de manera desigual socialmente, sobre todo en las posibilidades que se tienen

de elegir libremente y cómo esto determina la situación actual y futura de un individuo.

La escuela de capacidades considera que una persona es pobre o no, o se encuentra en

pobreza, dependiendo de “la capacidad de funcionar”, es decir, “la libertad que tenemos

sobre nuestras vidas y nuestras diversas libertades” (Sen, 1999); ya que “la medición de

ingreso es limitada […] lo que importa en términos de desarrollo no son los bienes y

recursos […] sino lo que una persona es, y lo que puede hacer o no con ellos” (Sen, 1999),

y los límites que se imponen para ejercer las libertades relacionadas con dichos bienes y

recursos: pobreza, falta de educación y democracia, corrupción, escasez de oportunidades,

privaciones sociales sistemáticas, estigmatización, procesos de violencia, entre otras

causas. Desde la perspectiva de género, la falta de libertad en las mujeres jóvenes es más

evidente por la exclusión e inequidad en las relaciones laborales y por el debilitamiento

de los lazos político-sociales, de inclusión económica colectiva y simbólica a actividades

laborales y de instrucción, de posibilidad de elección, de refuerzo socio-simbólico e

incluso de percepción subjetiva de la agencia de las mujeres jóvenes. Además de

percepciones socio-culturales de las actividades y acceso laboral al igual que roles

asignados al interior de la familia y socialmente.

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En término de capacidades (Sen, 1999), el desarrollo se define a partir de cinco

disparidades entre la medición de ingreso real y las ventajas de facto, lo cual

determinarían una condición de desigualdad que deriva en diferencias de acceso a

educación y trabajo, en las cuales encontramos al analizar las relaciones de género una

característica de subalternidad y dominación como causas del fenómeno: Primera, la

heterogeneidad personal: género y edad; segunda, las diversidades ambientales,

relaciones a recursos, por ejemplo, en el caso del estado, el clima extremo y las

enfermedades locales; tercera, las variaciones sociales como son la falta de seguridad,

violencia y el reducido capital humano; cuarta, la distribución de recursos y bienes al

interior de las familias, por ejemplo, la inequidad por diversas razones; quinta, las

diferencias entre perspectivas relacionales, es decir, las construcciones simbólicas, ser

pobre en una comunidad abundante, así como, la imposibilidad de acceder y ser parte o

adquirir funciones simples de acuerdo con su edad y sus derechos (Sen, 1999; Sen, 2009).

Por ejemplo, cuando desde una perspectiva de desarrollo de capacidades y

empoderamiento se buscar reducir la violencia “material”, mientras la violencia

“simbólica” en términos de género se mantiene.

Cabe señalar, que encontrarse o no en condición de pobreza también es percepción y es

determinado subjetivamente (Spivak, 2009), está relacionada con aspectos

socioeconómicos básicos como la educación. Incluso no estar estigmatizado como mujer

joven pobre permite la reivindicación de la dignidad en cualquier contexto, de esta forma,

la libertad se puede entender como la capacidad de elección libre, expresión y

reivindicación subjetiva.

En términos socio-territoriales es pertinente la localización espacial de los jóvenes y las

mujeres jóvenes para conocer las formas como se relacionan la pobreza y la desigualdad

en la estructura urbana. Sin embargo, no solo se trata de reconocer la segregación

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territorial (localización y usos del suelo), sino además es determinante identificar la

estructura social y cultural (Ziccardi, 2008). El espacio urbano, no es solamente la

expresión de procesos de acumulación de diferencias económicas (i.e. diferencias de

ingreso), se constituye entonces como formas de exclusión y de reafirmación de

desigualdad y fragmentación urbana social y económica (Ramírez, 2008), a la repartición

desigual de los recursos (Jackson, ) no/materiales. Así, la exclusión social puede ser un

factor que impide los esfuerzos individuales aún más marcados en las jóvenes mujeres

para superar la pobreza; la inclusión debe establecerse en condiciones de igualdad de

oportunidades para todos, y no en la concepción de igualdad como homogeneidad o

diferencia de ingresos. Por ello, la importancia a nuevas cuantificaciones

multidimensionales ligadas al acceso de educación, contrarias a la ayuda monetaria

focalizada que solo funciona para criticar y estigmatizar a los pobres (Lomelí, 2008). Es

decir, en este trabajo tratamos de mostrar la importancia de sumar al análisis de género,

un estudio socio-espacial y territorial para comprender cómo la exclusión de la población

vulnerable es determinante para la preservación de la pobreza urbana y las causas de

relaciones de dominación.

La violencia simbólica que se traduce en “falsa consciencia” o en que el subalterno en las

relaciones tiene efectos en la sociedad o en la construcción de la realidad, y en la libre

elección, restituir esto en actos y elecciones revierte la situación de desigualdad y

dominación (Spivak, 2009), que observaremos en las entrevistas. En los procesos

socioeconómicos desiguales y excluyentes, las jóvenes son grupos vulnerables, la falta de

desarrollo en términos de educación y acceso al trabajo contradice de manera directa el

concepto mismo de desarrollo, también a los discursos de la reducción de la pobreza y el

fomento de capacidades en el presente y futuro. También es claro que el crecimiento

económico, el ingreso y la riqueza material no son un fin per se y tampoco instrumentos

9
para el desarrollo en sí mismo y formas de revertir situaciones de desigualdad, no

solamente la evidencia empírica lo ha mostrado sino también en términos como centro de

cambio y bienestar para el desarrollo. Y al mismo tiempo la desigualdad de la que

hablamos no se circunscribe a hogares o condiciones sociales de pobreza.

¿Pobreza y causas de la desigualdad?

M. Gandhi argumentaba en un conocido enunciado, la pobreza es la peor forma de

violencia, con esto cuestionaba la idea principal de otros debates clásicos sobre la pobreza,

considerando a ésta como un asunto ético, y causa-efecto de una impostergable e

inadmisible violencia estructural. Este concepto surge en teorías antropológicas e

históricas en donde la pobreza es producto de estructuras sociales desiguales e injustas,

en particular en grupos de personas que experimentan constantes formas de opresión. De

esta forma aparece la crítica a los estigmas que asocian a “las masas empobrecidas” como

violentas y peligrosas, pues la pobreza per se es violencia, y generadora de violencia, más

que lo inverso. En las jóvenes se convierte en un círculo vicioso, no virtuoso del que no

se puede salir ya que tiene intrínsecos factores inmodificables y de diferencias

“simbólicas arraigadas” y de “falsa consciencia”.

Como hemos mencionado, al tratar de analizar la pobreza aceptamos que se trata de un

problema estructural, pero también relacional y de percepción, pero que la forma a través

de políticas asistencialistas que buscan el desarrollo económico y social, sin reconocer las

capacidades de la población y las condiciones de elección. Nuevamente, las privaciones

no deben tratase como un asunto de escasez sino de una distribución inequitativa, de

relación y percepción (Sen, 1999). Mientras que en otras corrientes teóricas el énfasis en

las consecuencias de la pobreza es recurrente encontrarse con discursos tradicionales que

se centran en la criminalización, conductas delictivas, adicciones, la economía informal,

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los costos de la degradación de la salud y la falta de ingresos, que se traducen en un

problema que debe ser resuelto de manera individual para insertarse en el mercado laboral,

acceder a oportunidades y de esta forma salir de la pobreza.

La pobreza es un proceso complejo y múltiple de escasez económica en que los pobres

son quienes no pueden acceder a los bienes, la alimentación y los servicios básicos

(Ziccardi, 2008). Sin embargo, diversos autores consideran otros factores y distinguen

entre pobreza rural y pobreza urbana, ya que no se trata únicamente de carencias

económicas absolutas, también es escasez de recursos sociales, culturales, institucionales

y políticos (Ziccardi, 2008). La pobreza rural se ha definido con características de pobreza

absoluta, con supervivencia física. Mientras la pobreza urbana se asocia, también, con

procesos cualitativamente diferentes como los aspectos territoriales y espaciales, se le ha

descrito como pobreza relativa ya que se relaciona con la desigualdad y la distribución

inequitativa de recursos y comparativo relativo a un estándar de vida dentro de una

sociedad, como la capacidad de participación en una sociedad particular, o la

discriminación de ciertos grupos, como la discriminación de género o por edad. Por ello,

la intensidad de la pobreza depende en buena parte de la desigualdad en una determinada

ciudad, es decir, la exclusión social que pueden experimentar algunos grupos sociales en

las urbes responde a prácticas y procesos urbanos de la sociedad en un contexto específico,

que se transforman “en factores de riesgo social compartidos por determinados colectivos

– migrantes, mujeres, indígenas, [jóvenes] (…)” (Ziccardi, 2008, p.13). Condiciones que

transforman el riesgo en exclusión objetiva, algunos autores consideran que la noción de

exclusión social “refiere en primer término a factores estructurales, [pero] éstos no son

los únicos” (Ziccardi, 2008, p.13). Y que se manifiestan en el territorio y como formas de

violencia estructural.

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Segregación y desigualdad

Situación sociodemográfica (intercalar con análisis cualitativo y relación con

conceptos)

Para la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), la población joven es aquella

entre 15 y 24 años, mientras que para la Organización Panamericana de la Salud y la

Organización Iberoamericana de la Juventud se amplía hasta 29 años. En México el rango

de 15 a 29 años es utilizado frecuentemente por el Instituto Nacional de Estadística y

Geografía (INEGI), pero no es común encontrar estadísticas para este grupo de edad

(Martínez, 2018). En 2015 la población joven en México se estimó en 30.6 millones, cifra

que representó 25.7% de la población total, el mayor porcentaje de jóvenes se concentró

en el rango de 15 a 19 años (35.1%). En la Ciudad de México y Estado de México el

porcentaje de población de 15 a 29 años representa poco menos del 25% para cada una

de las entidades (INEGI, 2016).

De acuerdo con los últimos datos de la encuesta intercensal, Sonora tiene una población

de 2.8 millones de personas, de esta cifra 31% es población perteneciente al municipio de

Hermosillo (884 mil 273 habitantes), capital del estado y centro económico y político de

la región del noroeste del país. En los últimos cinco años (2010 a 2015), la disminución

de la mortalidad y el descenso de la fecundidad son indicadores que demuestran un

proceso de envejecimiento y de transición demográfica. Sin embargo, la población

continúa siendo predominantemente joven: en 2015 la edad mediana se sitúa en 28 años,

en 2010 en 26 y una década atrás en 23 años.

Como se puede observar en la figura 1, en la capital del estado 30.7% de la población se

conforma por jóvenes de 15 a 29 años, este grupo de población puede considerarse

prioritario en atención por el volumen demográfico y su relación con el crecimiento

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económico y futuro, de un determinado territorio. De esta población joven dependerá el

impacto de la dependencia económica, por tratarse de población económicamente activa

(PEA) que reside en uno de los tres municipios con mayor población de la entidad.

Hermosillo, Cajeme y Nogales concentran 54.4% del total de población residente en el

estado, de estos tres municipios, Hermosillo en los últimos cinco años presento una tasa

de crecimiento promedio anual de 2.8, superior al promedio estatal (1.6) (INEGI, 2016b).

Tabla 1. Población joven por rango de edad, 2015

Fuente: Encuesta intercensal, 2015 (INEGI, 2016)

De estos jóvenes, la mitad son mujeres.


Cuadros MUJERES EN SITUACIÓN DE POBREZA. DIFERENCIAS ENTRE

MUJERES Y HOMBRES EDUCACION Y TRABAJO

Las relaciones de dominación y jerarquías de género

¿De qué hablamos cuando referimos a un crecimiento económico sin desarrollo? Las

variables de género y grado de educación son relevantes. Las instituciones tienen un

papel fundamental en esto, deben ser eficaces, la gran desigualdad y la pobre acción de

las instituciones es conocido que facilita relaciones económicas de extracción y no crea

incentivos para la formación de capital humano y generación de derechos, que puede ser

un indicador que se refleja en el desempleo y la falta de educación en mujeres jóvenes, y

deben ser reflejo de la conciencia de desigualdades que lo determinan. Podemos hablar

13
de desarrollo y reducción de la pobreza si se trata de promover la expansión de las

libertades reales de las mujeres jóvenes. En Hermosillo, un estudio hecho para 2001

muestra que “más de 2/3 partes del total de ocupados tenían menos de 40 años; cerca del

75% de los desocupados tenían menos de 30 años y en ese mismo rango de edad [menos

de 30 años] se concentraba el 41% de los inactivos disponibles” (Flores, 2004, p. 43). Por

lo que podemos deducir que “la edad parece ser un factor relevante en las oportunidades

de emplearse, ya que la población joven es la más afectada por el desempleo” (Flores,

2004, p. 43). En el grupo de jóvenes recién egresados, se muestra una tasa de deserción y

desempleo abierta mayor en las mujeres (Flores, 2004, p.72), y por distribución de edad,

el grupo de 24 a 28 años mostraba una mayor proporción de desempleo – desocupados o

inactivos disponibles, “los jóvenes universitarios serían los que mayormente padecen el

desempleo entre las personas con educación superior y entre ellos las mujeres” (Flores,

2004, p.72).

De acuerdo con cifras recientes, a nivel estatal hubo un incremento en la asistencia a la

escuela de la población de 15 a 24 años durante un periodo de quince años (2000 a 2015),

se trató de un incrementó en más de 12 puntos porcentuales al pasar de 36.4 a 48.5 el

porcentaje de personas que acuden a un centro educativo del sistema público en el estado.

El porcentaje en mujeres y hombre, 48.9 y 48.0, respectivamente es de menos de un punto

porcentual, es más alto el porcentaje de mujeres que asisten a la escuela y la tasa de

analfabetismo también es menor para las mujeres (INEGI, 2016b). Sin embargo, en la

figura 2 se puede observar que a mayor edad aumenta el porcentaje de población que no

asiste a la escuela, también se presenta una tendencia a reducir el grado de escolaridad

entre la población joven, pues las posibilidades de continuar estudiando disminuyen con

el aumento de la edad, es decir, para la población que tiene 18 años el porcentaje que

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asiste es de poco más del 45% y para la población de 20 a 24 años disminuye a 28.8%. Y

el porcentaje es mayor en las mujeres.

Tabla 2. Porcentaje de población a nivel estatal que asiste y no asiste a la escuela, 2015

Fuente: Encuesta intercensal, 2015 (INEGI, 2016)

Los efectos en la forma como disminuye la asistencia a la escuela se observan en el

promedio de escolaridad de las personas de 15 años y más. De acuerdo con la encuesta

intercensal de 2010 a 2015 el promedio de escolaridad en la entidad aumento de 8.2 a 10,

este último número equivale al primer año en estudios medios superiores, en el caso de

Hermosillo la diferencia es de un grado más de escolaridad (INEGI, 2016b). Hermosillo,

Nogales y Cajeme son los municipios con mayor población y con los grados de

escolaridad más altos en la entidad: 11.0, 10.3 y 10.2, respectivamente. En la figura 3 se

puede observar que en Hermosillo 41.4% de los jóvenes de 15 a 19 años poseen estudios

de secundaria, conforme aumenta el rango de edad disminuye el porcentaje de jóvenes

con ese grado, y mayor en el caso de las mujeres.

15
Tabla 3. Porcentaje de población joven en Hermosillo según grado de escolaridad, 2005

Fuente: II Conteo de Población y Vivienda 2005. Tabulados básicos, INEGI, 2006.

La situación de la educación nos muestra un panorama que afecta a las mujeres

principalmente en el grado de escolaridad que se logra alcanzar. Por ejemplo, en las

figuras 1 y 2 se observa que el porcentaje en los grados de primaria y secundaria son

menores en comparación con los porcentajes que presenta la población masculina. Se

puede decir, que esta situación demuestra las debilidades del sistema de educación para

garantizar la equidad de género. Sin embargo, el aumento del grado de escolaridad

tampoco resuelve el problema de desempleo.

Las relaciones sociales observadas en las entrevistas nos muestran la subjetividad en

relación con la importancia que se le asigna a la educación superior para las mujeres, la

importancia relativa del nivel de instrucción y la “aparente relevancia” del trabajo,

también la separación de los “trabajos más femeninos o masculinos” y los roles de género

a los que responden, y también a las simbolizaciones reductoras sobre lo que puede

combinarse con la maternidad o paternidad donde la responsabilidad del cuidado es casi

exclusiva de las madres en relación al trabajo remunerado; lo cual se presenta como un

antecedente que va más atrás desde las “elecciones” “libres” de vida en educación y

empleo (Fraisse, 2008). Nos encontramos así del lado de una representación que no es

compleja, sino simplista, reductora, de lo que es “natural” en que hombres o mujeres están

“mejor dotados”, y legitiman simbólicamente formas de exclusión y dominación que se

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traducen en menores años de instrucción, trabajos peor pagados, jornadas más largas de

trabajo, y menores oportunidades de vida independiente. Es decir, nos presentan una

fotografía una dimensión relacional del género de dominación.

Figura.

Fuente: II Conteo de Población y Vivienda 2005. Tabulados básicos, INEGI, 2006.

En la figura 2, podemos observar que 30.7% de las mujeres de 25 a 29 años tienen un


nivel de instrucción de secundaria menor en comparación con los hombres (31.4%).

Fuente: II Conteo de Población y Vivienda 2005. Tabulados básicos, INEGI, 2006.

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Sin embargo, las mujeres que acceden a educación superior y terminan el grado, parecen
tener una realidad cuantitativa muy diferente al grupo de mujeres que se encuentran en
situación de no trabajo o educación. La brecha que se crea es radicalmente más grande
que en el caso del grupo de hombres (Ver INEGI, Atlas). A nivel nacional, la
desocupación ha afectado en mayor proporción a las mujeres jóvenes, esta tendencia ha
prevalecido también en América Latina. Asimismo, la población con estudios
profesionales ha sido el grupo con tasas de desocupación del 5% (Villareal, 2008). En la
figura 3 se muestra que los porcentajes más altos en jóvenes sin educación superior se
presentan en la población masculina en ambos rangos de edad, incluso es mayor el
porcentaje en el rango de 25 a 29 años. Este dato es importante porque demuestra que las
mujeres de 20 a 29 años han aumentado el grado de educación y quizás reducido
relativamente el porcentaje de desempleo. Además de las grandes diferencias en otras
variables como nivel de ingreso-trabajo y tiempo libre en relación a jornada laboral (ver
Damián, 2014).

Fuente: II Conteo de Población y Vivienda 2005. Tabulados básicos, INEGI, 2006.

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Tendencias de la educación, ocupación y empleo en las mujeres jóvenes

En Sonora la tasa de participación económica de la población de 12 años y más entre 2000

y 2015 ha tenido un incremento, al pasar de 50.7 a 52.8 por ciento, pero en el último

quinquenio (2010 a 2015) se presentó una disminución de casi 4 puntos porcentuales para

la población masculina (72.1 a 68.3%) y el aumento en 0.9 puntos porcentuales (36.9 a

37.8%) en la población femenina, pero en términos generales la participación de la mujer

en el mercado laboral es aún bajo (INEGI, 2016b). El porcentaje de mujeres en trabajos

no remunerado es poco menos de 60%, es decir, se trata de aquellas mujeres de 12 años

y más realizan actividades cotidianas para beneficio propio o de algún miembro de la

familia o de cualquier otra persona, pero sin recibir una compensación monetaria (INEGI,

2016b). La separación de actividades categorizadas como para hombres y mujeres,

plantea diferencias con relación al género, las actividades del hombre como “proveedor”

son en su mayoría fuera de casa, mientras que las actividades de las mujeres en su mayoría

como “consumidoras” se realizan en la casa atendiendo las actividades domésticas y

enfatizando su relación con el cuidado de la familia, los niños, los ancianos y las

actividades domésticas: lavar, planchar, cocinar y limpiar.

Entrevistas

Tabla 4. Estimación de la población de 12 años y más según condición de actividad económica y de


ocupación por municipio y género, 2015

19
Fuente: Tabulados de la Encuesta Intercensal 2015, INEGI, 2016.

Hasta hace algunas décadas la inserción de la mujer en el mercado laboral no había

causado el impacto que en la actualidad tiene, pues la independencia económica es

importante para incentivar las capacidades de las mujeres y erradicar la desigualdad social

entre hombres y mujeres. Se reconoce que las mujeres siempre han participado de una

manera u otra en el mercado laboral formal e informal y que las tareas reproductivas y de

cuidado no sólo tienen lugar en el interior de la vivienda, sino que también se extienden

fuera del ámbito privado. Como se puede observar en la figura 4, en Sonora la

intensificación de la desigualdad entre hombres y mujeres con respecto a la población

ocupada afecta en su mayoría a las mujeres, esta tendencia es amplia y se extiende en los

tres municipios con mayor concentración de población: Cajeme (37.1%), Nogales (43%)

y Hermosillo (45%). Es relevante el porcentaje de mujeres ocupadas en Hermosillo, que

se sitúa por arriba del porcentaje estatal (37.8), sin embargo, el nivel de ingresos es

inferior en comparación de los hombres, en brechas de salarios relacionados directamente

con el tipo de actividad considerada “más apta para el sexo femenino” y con la calidad

del empleo PIE Entrevista. En 2015, el porcentaje de mujeres ocupadas con ingresos de

20
hasta 2 salarios mínimos mensuales (s.m.m) se estimó en 27.2%, ese mismo salario solo

15% de los hombres ocupados lo percibía. Cabe destacar, que la proporción de hombres

con ingresos de más de 2 s.m.m presenta una disminución considerable, el porcentaje de

hombres se estimó en 79.5 y el de mujeres 66.3, la diferencia era de 15%. Por otra parte,

como se muestra en la figura 5, de acuerdo con la posición en el trabajo asalariado, el

porcentaje entre hombres y mujeres es más alto en ellas, el porcentaje es superior al 80%,

en particular destaca el municipio de Nogales que representó el 86.2% (INEGI, 2016b).

Estos datos son importantes para las mujeres, porque representa que la mayoría de ellas

disponen de un empleo formal en el que pueden desarrollar sus capacidades productivas

e incidir en el mejoramiento de su ingreso y seguridad social.

Figura 5. Estimación de la población ocupada según posición en el trabajo por municipio y género, 2015

Fuente: Tabulados de la Encuesta Intercensal 2015, INEGI, 2016.

Por ejemplo, entre 32 y 45% de las mujeres en los tres municipios con mayor población

se ocupan como funcionarias, profesionistas, técnicas y administrativas, este porcentaje

es mayor en comparación con los hombres (menos del 31%). En las actividades de la

industria la tendencia de ocupación es menor en comparación con los hombres con

excepción de Nogales, en este municipio la diferencia entre el porcentaje de hombres es

solo del 9.5% (40.5 hombres y 35.5 mujeres). Sin embargo, uno de los problemas para

las mujeres es que recurren al empleo “informal”, como comerciantes y en servicios como

consecuencia de la desigualdad de oportunidades.

21
Varios estudios estudian e identifican las circunstancias, eventos, situaciones y decisiones

que intentan explicar trayectorias diversas entre jóvenes mujeres y contextos de pobreza

y desigualdad (Pérez, 2014), en el análisis intrahousehold y de percepción subjetiva que

determina “las elecciones” (Sen, 1990) de mujeres jóvenes de estratos bajos y relatos de

estratos medios-altos, quienes padecen independiente de su estrato, carencias diversas

que oscilan entre lo material, lo simbólico, lo relacional, contextual y lo territorial. Y la

referencia a “casos emblemáticos” PIE buscando formas explicativas del fenómeno, en

Sonora, y en particular en Hermosillo y Nogales. ¿Qué papel tienen las elecciones? ¿Qué

tan libres son? Se encontró en sus trayectorias factores, causas y reproducciones de

desigualdades sociales y de género en relación a la manutención cotidiana, dejar a

temprana edad la casa de los padres, embarazo precoz, discontinuidad de la trayectoria

escolar general o abandono total, precariedad en agencia en la construcción del sujeto

(Butler, 1990), desigualdades en el uso del tiempo, clima familiar adverso, la valoración

de la educación y la repartición de diversos recursos materiales intrahousehold y de

habitus, de capitales accesibles independientes de su clase social y más determinados por

su género. La opción de educación es considerada como una forma de transgresión

familiar y social, con elecciones a corto plazo y con variables diferenciadas de influencia

entre sus miembros, sugerencias más “adaptativas” a corto plazo, que de proyección a

largo plazo.

Las mujeres jóvenes y violencia social-simbólica

Las distintas formas de violencia deben ser entendidas a partir de su contexto territorial y

dinámica específica para entender cómo se reproduce la violencia, pero más importante

aún es conocer cuál es la situación de los jóvenes en las regiones y contextos violentos.

En México, la situación de la violencia tiene a los jóvenes como víctimas y como

22
agresores, la tasa de homicidio juvenil se incrementó entre 2007 a 2010 de 7.8 a 25.5,

asimismo 38.2% de la población joven se consideró víctima de homicidio durante la

década 2000 a 2010 (Banco Mundial, 2012). En 2010 de acuerdo con el informe del

Banco Mundial, 56.7% del total de homicidios se concentraron en Sinaloa, Estado de

México, Baja California, Guerrero y Chihuahua. En 2017, se mantienen las mismas

entidades y se suma Baja California Sur (69.15) con la tasa de homicidios intencionales

o dolosos más alta en el país por cada 100 mil habitantes, mientras que Sonora (23.01) se

encuentra en el lugar décimo, entre los estados con menor tasa de homicidios se

encuentran Yucatán y Aguascalientes, 2.12, 6.13, respectivamente (Zepeda y Jiménez,

2018).

Según los datos de mortalidad, en 2016 las agresiones (homicidios) fueron la séptima

causa de muerte a nivel nacional, 3.6% del total registrado, en ese año se registraron en

total 685,766 decesos, de los cuales 24,559 fueron causados por agresiones, causa

incluida dentro de la categoría de “causas externas de morbilidad y mortalidad”, las

agresiones representan 33.7% de las 72,821 muertes registradas en esta categoría (Zepeda

y Jiménez, 2018). En la información por grupos de edad, los homicidios intencionales son

la principal causa de muerte en la población de 15 a 39 años en México, sin lugar a duda,

se observa un mayor porcentaje en el rango de edad de 20 a 24 años. Finalmente, los

hombres representan a la población con mayor riesgo frente a las agresiones como causa

de muerte, ya que tienen seis veces mayor exposición a este riesgo que las mujeres

(Zepeda y Jiménez, 2018).

Como se muestra en la Grafica 4, de acuerdo con información del Secretariado Ejecutivo

del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNS), del total de homicidios dolosos o

intencionales en Sonora, 22% se registraron en Hermosillo durante el periodo de 2015 a

2018.

23
Fuente: Reportes de incidencia delictiva, 2015-2016, SESNS.

Durante ese mismo periodo, los delitos cometidos en Hermosillo están relacionados con

el acoso sexual (77.8) y la violencia de género (37.5%), ambos se pueden presentar en

ámbitos públicos como privados.

En la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH),

se hace referencia a las relaciones violentas generadas en calles, plazas, lugares de reunión,

recreación y demás espacios comunes que las mujeres de 15 años y más han

experimentado a lo largo de su vida. En Sonora de acuerdo con los resultados en dicha

encuesta, 69.1% de las mujeres han sido víctimas de alguna agresión pública, que puede

presentarse desde insultos hasta violación sexual (INEGI, 2016c). Del total de mujeres

que han experimentado violencia física o sexual en el ámbito público (comunitario), 66%

decidió no acudir a ninguna institución o autoridad a denunciar el delito por considerar

que “se trató de algo sin importancia que no le afectó” (INEGI, 2016c). Esto se entreteje

con la trayectoria de vida y se trata de algo que afecta su agencia proyectiva como sujetos,

24
desde la violencia de la precariedad, pero también de la pauperización simbólica crónica

que se experimenta en la vida cotidiana. Entrevista

Espacios de desigualdades

La comodificación y mercantización del suelo de las ciudades, los procesos de dispersión,

fragmentación y segregación asociados a esto, al igual que la concentración de la riqueza

en ciudades cada vez más diferenciadas, expresan formas de desigualdad urbana

territorial que discutiremos. Sin embargo, cómo se expresan las diferencias sociales,

simbólicas o interiorizadas en el espacio de la ciudad. Un aspecto es la ausencia, lo que

no está, lo que no transita, lo que no se encuentra en el territorio y el espacio, o las mujeres

problemáticamente relacionándose con el espacio, cómo esa desigualdad se asocia a los

procesos socio-simbólicos y de repartición de recursos (materiales y no materiales)

(Bourdieu, 2000), al interior de los hogares y en el espacio de la ciudad. ¿Cómo cruzan

las desigualdades de género y la ciudad?

La distribución espacial de la pobreza urbana en la ciudad de Hermosillo y Nogales se

concentra en asentamientos precarios localizados en montes y zonas de reserva ambiental,

se trata de asentamientos que eventualmente se transforman de “irregulares” a

“regulares”; los cuales representan un riesgo para la población, asimismo se encuentran

ahora en el límite de la posibilidad de ocupación intraurbana en la ciudad. Posteriormente,

la ciudad mantiene su expansión y se observa un crecimiento disperso que se caracteriza

por desarrollos inmobiliarios alejados del Centro Histórico de la ciudad. Los

asentamientos irregulares crecen en la periferia manteniendo procesos de regulación en

condiciones precarias e incorporándose desigualmente a la mancha urbana. La mayoría

de las familias que habitan en este tipo de asentamiento es población que migra del

interior de Sonora, además de otros pobladores de otras regiones, y por motivos laborales.
25
¿Cómo se cruza la desigualdad de género con las desigualdades en el espacio y el

territorio?

Se elaboró una cartografía en el Sistema de Información Geográfica (SIG) ArcGis 10.3,

(ESRI, 2013); la información se obtuvo de INEGI (2010; 2018) y CONAPO (2000; 2005;

2010). El índice y grado de marginación se obtuvo de tres periodos de tiempo (2000, 2005,

2010). Por otro lado, la información recabada de INEGI corresponde a estadísticas del

Censo de Población y Vivienda enfocada en la población joven, la cual se complementó

con información del Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE).

La metodología específica de cada mapa se enuncia junto con su descripción y análisis

espacial correspondiente.

De manera general, el crecimiento de la urbe principal de Hermosillo se puede observar

en el mapa de Desarrollo histórico del índice y grado de marginación, el cual muestra

estas dos variables a nivel de AGEB en los años 2000, 2005 y 2010, al analizar el mapa

es evidente la expansión urbana histórica hacia las periferias, en las cuales, conforme se

van agregando AGEB al territorio estás conforman los valores de mayor marginación de

la localidad, en otras palabras, el crecimiento de la metrópoli coincide con los lugares

determinados con mayor índice y grado de marginación. Las diferencias en los colores de

las clases que no coinciden entre índice y grado se debe a que para el índice se está

utilizando una clasificación estadística por Natural Breaks, que estratifica los datos en

rangos homogéneos según la varianza del conjunto (Chen et al., 2013; Smith, 2015); en

cambio, el grado de marginación es determinado bajo otro método particular de

CONAPO (2010). En este sentido, los lugares con la denominación de mayor

marginación se encuentran en la periferia sureste, suroeste y noroeste, las cuales no tienen

registrado nombre oficial de colonia hasta el momento de la toma de la información


26
presente. Figura 6. Desarrollo Histórico del Índice y Grado de Marginación Urbana, por

AGEB, Hermosillo, Sonora (2000-2010).

Aquí Figura 6. Desarrollo Histórico del Índice y Grado de Marginación Urbana, por

AGEB, Hermosillo, Sonora (2000-2010).

El mapa que integra el grado de marginación y ubicación de escuelas, se elaboró con

información por AGEB contrastada con información del DENUE, el cual muestra datos

interpolados a partir del Grado de Marginación, en donde se muestra una distribución

radial de la marginación, que implica que los valores altos se localizan en la periferia. En

relación a la ubicación con las escuelas de educación media superior, su mayor proporción

coincide con las zonas de índice bajo. Estos valores de baja marginación son evidentes en

las colonias centrales adyacentes a la cabecera municipal, en donde principalmente

abundan escuelas del sector privado (en toda la zona metropolitana están registradas 20

escuelas), por otra parte, las escuelas públicas se distribuyen de manera dispersa con un

total de 23. Las colonias en donde resalta el cambio de grado de marginación a niveles

más altos circundan las colonias Villa Sauces y Ley 57 (al Norte), y se localizan al sur de

la colonia Villa de Seris, cercanas a la colonia llamada Y Griega. Figura 7. Grado de

Marginación y Escuelas de nivel Medio Superior y Superior.

Aquí Figura 7. Grado de Marginación y Escuelas de nivel Medio Superior y Superior

27
La información de densidad juvenil (15 a 24 años), así como la población de ese grupo

de edad que no asiste a la escuela, corresponde a datos a nivel de manzana, los cuales

fueron interpolados a partir de una reescalización por kilómetro cuadrado interpolada bajo

el método de Natural Neighbor (Smith, 2015). Se empalmaron espacialmente las capas

con información de jóvenes a manera de distribución según su densidad en diferentes

rangos y el grado de marginación, esto da como resultado el Figura 8. Distribución de

población Joven y Grado de Marginación, que muestra que la concentración mayor se

encuentra en la zona centro, cercana a la cabecera municipal y en la región norte de forma

parabólica cóncava hacia abajo, que coincide con los valores medios y altos de

marginación ubicados en las zonas cercanas a las colonias Villa Sauces y Ley 57. Al

suroeste, aledaño a la colonia Y Griega, un grado alto de densidad juvenil también

coincide con valores principalmente medios de marginación, esto puede referir a que

posiblemente existe una relación entre grados de marginación de medios a altos, con las

zonas donde hay una mayor densidad de habitantes jóvenes.

Aquí Figura 8. Distribución de población Joven y Grado de Marginación

La densidad de población juvenil coincide con los valores de personas de este grupo de

edad que no asisten a la escuela, lo cual resulta razonable al pensar que a mayor número

de habitantes mayor probabilidad hay de que habiten jóvenes que no asisten a la escuela,

por tanto, estos centros coinciden con niveles de medio a alto de marginación en su

mayoría, como se enunció en el análisis anterior. Para complementar esta interpretación

se agrega el Figura 9. Población Joven que no asiste a la Escuela y Escuelas de nivel

Medio Superior y Superior, que muestra a la población joven que no asiste a la escuela.

28
En relación a la ubicación de escuelas de educación media superior y superior; se puede

ver que en los puntos particulares donde están las escuelas, el índice de inasistencia

escolar es bajo, resalta la zona Oeste al centro de Hermosillo donde se encuentra una

concentración de jóvenes no escolarizados muy cercanos a la zona donde hay más

escuelas. Se puede observar también, que las escuelas que no se encuentran agrupadas en

el centro se ubican en las zonas circundantes a las áreas con mayor número de jóvenes

que no asisten a la escuela, esto puede verse en los lugares cercanos a las colonias Ley

57, Balderrama y PITIC. Otro ejemplo, es al sur de la colonia Villa de Seris donde en

total hay sólo 8 escuelas y un centro de población importante circundante a la colonia Y

Griega.

Aquí Figura 9. Población Joven que no asiste a la Escuela y Escuelas de nivel Medio

Superior y Superior

En términos generales, se vuelve evidente la relación territorial entre el grado de

marginación y las zonas donde en su mayoría los jóvenes no asisten a la escuela, y de

manera similar, esta condición coincide con la concentración de escuelas en la zona centro

y su disminución a las periferias, aun así, hay que tomar en cuenta que estas referencias

son distributivas y se complementan con los elementos contextuales que producen el

espacio urbano para tener una interpretación más cercana a la realidad de los procesos

sociales.

29
Conclusiones

El tema sobre jóvenes mujeres es complejo de abordar en las ciencias sociales por varias

razones, entre ellas la disponibilidad de información estadística y bajo qué perspectiva se

presenta cuando se habla de género, para el análisis particularmente de las jóvenes

urbanas y del enfoque sobre pobreza, es por ello que las preguntas que nos planteamos en

este trabajo: ¿puede el desarrollo económico y urbano reducir los niveles de desigualdad,

pobreza y desempleo en las jóvenes?, ¿cuáles son las causas del aumento de las

diferencias que afecta a las jóvenes que se encuentran desempleadas y sin asistir a la

escuela?, requieren de un estudio de mayor profundidad a partir de la problemática urbana

y de género en las ciudades (de Hermosillo). En este sentido, en el trabajo se muestra la

desigualdad de género y la presencia de acciones delictivas para medir el clima de

desigualdad de oportunidades pero es necesario del análisis del territorio y espacio para

reconocer la existencia de las diferencias espaciales y sociales que no siempre se

visualizan en el diseño morfológico y tejido urbano, sino es a través de las experiencias

cotidianas de habitar la ciudad como se puede ampliar el conocimiento de distintos

procesos que generalmente no se plantean más allá de una mera designación geográfica

o una dimensión cuantitativa de la vida socio-cultural (Soto, 2007, p.35) e intrafamiliar.

Por otra parte, el crecimiento y concentración de la población urbana de la ciudad (de

Hermosillo) implica la necesidad de incorporar el enfoque de género en su planeación y

el acercamiento al problema, pues si bien en la planeación como en el urbanismo por

tradición han sido considerados “neutrales” en la forma de diseñar la ciudad pues se puede

pensar que se beneficia a toda la población, en la práctica es posible comprobar que no es

así de diversas maneras. Esta forma tradicional ha contribuido a la fragmentación social

30
y exclusión social. Seguimos viviendo en una sociedad desigual y ésta se ve reflejada en

la manera en que se diseña y se construyen las ciudades.

Los obstáculos al empoderamiento es una forma evidente en el contexto de pobreza, pero

va más allá, existen muchos límites al empoderamiento de ciertos grupos (por lo tanto

vulnerables), como es las condiciones desiguales y jerarquizadas contra las mujeres

jóvenes. El empoderamiento genera reacciones opuestas al cambio que pueden ser

violentas. Por lo tanto, la violencia es tanto una causa como una consecuencia de la

inequidad de género, clase, edad y raza. En otras palabras, la violencia no solo es causa

de la desigualdad social, es una consecuencia de ésta. En Hermosillo, como en otras urbes

de la región, podemos decir que la violencia es reforzada por estructuras sociales

excluyentes que quebrantan las oportunidades de educación, ingreso y movilidad social.

Para romper el ciclo de la violencia (contra mujeres y jóvenes) debe asegurarse de generar

intervenciones políticas y programas que modifiquen formas discriminatorias (como

leyes, prácticas sociales y dinámicas territoriales) y reduciendo las brechas de género y

edad, sean de educación o cualquier otra dimensión importante para el desarrollo (ver

PNUD-UNDP, Human Development Report, 2018).

Del análisis podemos mencionar algunas recomendaciones derivadas del análisis socio

espacial y territorial que pudieran comenzar a revertir procesos de pobreza urbana en el

grupo vulnerable de mujeres y jóvenes. Por ejemplo, hacer visible la criminalización y

violencia simbólica por ser mujer ser pobre o ser joven; hacer evidente la percepción

incorporada en las instituciones, y políticas públicas de exclusión social; con esto develar

las consecuencias de la extrema desigualdad socioeconómica y territorial; y entonces

reconocer a la salud y la educación como parte de los derechos y libertades, más allá de

indicadores de crecimiento económico; y tomar enserio la recaudación y el buen uso de

recursos públicos además de comenzar a preguntarnos esto en términos de distribución y

31
no de riqueza. Y también con este estudio buscamos contribuir a la discusión de

conocimientos y acciones locales y regionales (Alston, 2018), para revertir la

preservación de la pobreza urbana en un mar de concentración del “desarrollo”.

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