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¿Qué diría Keynes ante la crisis económica actual?

John Gray, filósofo Especial para la BBC

"Nos puedo ver como arañas de agua, agraciadamente ojeando, tan brillantes y razonables como el
aire, la superficie de la corriente sin ningún contacto con los remolinos y las corrientes de la
profundidad".
Así fue como John Maynard Keynes recordaba en 1938 a sus amigos y a sí mismo, que juntos habían
presenciado los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial, en el Grupo de Bloomsbury.
El influyente economista de Cambridge ha sido una de las figuras claves en los debates que se han
generado después del golpe económico de 2007-2008.
Keynes era un ingeniero social que planteó usar el poder del gobierno para sacar a la economía de
la devastadora depresión de los años '30.
Lo que se necesita ahora, creen, es lo que Keynes instó en los años '30: los gobiernos deben estar
dispuestos a pedir más dinero prestado, imprimir más billetes e invertir en obras públicas con el fin
de reactivar el crecimiento.
Más allá de la economía
Lo primero que debe decirse sobre Maynard Keynes es que era un hombre extraordinariamente
inteligente.
Íntimamente familiarizado con la historia del pensamiento económico y ampliamente leído en
muchos campos, Keynes tuvo una profundidad de la cultura que muy pocos economistas podrían
reclamar hoy.
Su brillante inteligencia no se ejerció sólo en el ámbito de la teoría. Keynes fue un inversionista de
notable éxito, que perdió mucho en la crisis de 1929, cambió sus métodos de inversión y de
recuperar sus pérdidas y dejó una fortuna personal considerable.
El mercado sirve al ser humano, no al revés
La lección más importante de Keynes consiste en dejar de lado las ideas heredadas. Si nos
aferramos a las panaceas del pasado, nos arriesgamos a perder la civilización que hemos
heredado. John Gray, filósofo
Keynes consideraba su filosofía como completamente racional y científica.
Se armó contra la idolatría del mercado, al que calificó como "el gusano que había estado royendo
las entrañas de la civilización moderna... la sobrevaloración del criterio económico".
Keynes descubrió cuán engañada estaba la fe en la razón cuando asistió a la Conferencia de Paz de
Versalles, como parte de la delegación británica, en 1919. El continente europeo estaba en ruinas y
millones pasaban hambre o morían de hambre.

Un problema más de fondo


Hoy no estamos luchando con las secuelas de una guerra mundial catastrófica.
Sin embargo, la situación en Europa plantea riesgos que pueden ser tan grandes como lo fueron en
1919.
Una depresión profunda aumentaría el riesgo de un aterrizaje forzoso en China; de cuyo crecimiento
el mundo ha llegado a depender.
En la propia Europa, esta espiral descendente podría dinamizar tóxicos movimientos políticos, como
la neonazi Amanecer Dorado, que obtuvo escaños en el parlamento en las últimas elecciones en
Grecia.
Nos enfrentamos a una conjunción de tres grandes eventos: la implosión de la deuda de la
financiación basada en el capitalismo que se desarrolló durante los últimos 20 años, una fractura
del euro que resulta de fallas en su diseño y un desplazamiento de poder económico del occidente
a los países en rápido desarrollo del este y del sur

Keynes recomendaría...
Interactuando entre ellas, estas crisis han creado una crisis global a la que las políticas keynesianas
no pueden hacer frente.
Sin embargo, sigue siendo Keynes del que debemos aprender.
No del ingeniero económico, sino de Keynes el escéptico, que entendía que los mercados son tan
propensos a ataques de locura como cualquier otra institución humana y trató de imaginar una
variedad más inteligente del capitalismo.
Si nos aferramos a las panaceas del pasado, nos arriesgamos a perder la civilización que hemos
heredado.
Esta es la idea keynesiana que nuestros líderes –que flotan en el aire por encima de las peligrosas
corrientes subterráneas del sentimiento popular, como las arañas de agua de Bloomsbury- tienen
que comprender

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