Está en la página 1de 3

Novela cuarta

Pedro le enseña al hermano John como ganar la felicidad haciendo una oración que el conoce;
Mientras trascurría esa acción, con su mujer del hermano se divierte.

Luego de que Ana, terminara su historia, Guarda silencio habiendo consagrado con dulces palabras
y con mucho ingenio de la señora y también la plegaria hecha por Ana al terminar, la reina miro
hacia --- sonriendo y dijo:

- Ahora, --- continua con este entrenamiento placentero.

--- rápidamente dijo de buena manera, y comenzó:

Señora, muchas personas, mientras se esfuerzan en ir al paraíso, y sin darse cuenta el que manda
así es otro; lo que, a una vecina nuestra, hace poco, tal como lo escucha, le sucedió.

Según he escuchado, vecino de San Francisco vivía un hombre rico y bueno que se llamado John,
que después, habiéndose entregado a las cosas espirituales, fue beatificado por la iglesia y tomo el
nombre como el hermano John: y siguiendo su vida espiritual, como otra familia no tenia su mujer
y mucho menos una criada, y no tenia la necesidad de ocuparse de ningún oficio, asistía mucho a
la iglesia. Y por ser simple y de duda procedencia, decía su padrenuestro, iba a los sermones,
asistía a misas y nunca faltaba a las laudes que cantaban los del grupo: ayunaba y se diciplinaba, y
se había rumorando que era de los masoquistas. La mujer, a quien llamaba señora Isabel, joven de
solo 29 años, fresca y hermosa, que parecía una manzana dulce, por la santidad del marido y tal
vez por la vejez estaba con mucha frecuencia a dietas mucho mas largas de lo que imaginamos, el
le contaba la vida de Cristo.

Volvió en estos tiempos de Francia llamado don pedro, del convento de san Francisco, el cual
bastante joven de gran ingenio y de profunda ciencia, con el cual el fray John se ligo con estrecha
amistad, y por qué el todas sus dudas se las resolvía y además había conocido su condición,
empezó el hermano John a llevárselo algunas veces a casa para invitarlo de almorzar y de cenar, la
mujer también por el amor a John, se había hecho su compañía y de un modo hacia los honores.

Continuando, el moje las visitas a casa del fray John y viendo a la mujer, se dio cuenta de cual era
la cosa de que más carecía, y pensó si no podría, por quitarle trabajo a John, suplírsela a el, bien
astutamente, encendió en su mente aquel mismo deseo que la tenía, delo que, habiéndose
aparecido el monje, lo antes que pudo hablo con ella de sus deseos.

Pero, aunque estaba dispuesta a rematar el asunto, no podía encontrar el modo, por que ella de
ningún lugar del mundo se fiaba para estar con el monje sino de su casa; y en su casa no se podía
por que el hermano John no salía nunca de la ciudad. Por lo que el monje tenia gran pesar; y luego
de mucho se le ocurrió un modo de poder estar con la mujer en su casa sin sospechas, aunque el
hermano John allí estuviera, y habiendo estando con el hermano John le dijo así,

- Ya me he dado cuenta muchas veces hermano John, de que tu mayor deseo es llegar a ser
santo, a lo que parece que vas por un camino demasiado largo sabiendo que hay uno uno
mas corto , que el papa y los demás mayores que lo saben, lo ponen en práctica, no
quieren que se divulgue por que viendo de las limosnas seria un deshecho, como que los
seglares dejarían de atenderle con limosnas y otras cosas. Pero como ere amigo mío y me
has honrado muchas veces, si creyera que no vas a decírselo a nadie del mundo y quieres
escucharme, te lo enseñaría.

El hermano John, deseando aquellas palabras, primero empezó a rogarle con que se lo
enseñara y luego a jurarle que jamás, sino cuando el quisiera, a nadie se lo diría, afirmando
que si tal cosa fuese posible.

- Puesto que así me lo prometes -dijo el moje- te la explicare. Debes saber que los santos
doctores son tiene que quien quiere llegar a la felicidad debe hacer la penitencia que
quien que va a oír : pero entiéndelo bien : no digo que después de la penitencia no seas
tan pecador como eres, pero sucederá que los pecados que has hecho hasta la hora de tu
penitencia estarán purgados y mediante ella perdonados y los que hagas después no se
escribirán para tu condenación sino que se iran con el agua bendita con ahora hacen los
errores. Pues el hombre con gran diligencia debe confesar sus pecados cuando comience
la penitencia y luego de ello debe comenzar un ayuno y una abstinencia grandísima, que
dure 40 días, en los que no deberá hasta de su propia mujer tocar. Y además de esto, tiene
que tener en tu propia casa algún sitio donde por las noches puedas ver el cielo y hacia la
hora de completas irte a este lugar; y tener allí tablas muy anchas donde puedas apoyar
los riñones en ella , con los pies en tierra, extender los brazos a forma de crucifijo: y si los
quieres apoyar en una clavija puedes hacerlo: y de esta manera mirando el cielo, estar sin
moverte un punto hasta las horas catódicas, y si fueses letrado te convendría en este
tiempo decir cientos de oraciones que voy a darte; pero como no lo eres debes rezar
cuatrocientos padrenuestros con cuatrocientas avemaría y alabanzas a la trinidad y
mirando el cielo tener siempre en memoria que Dios ha sido el creador del cielo y de la
tierra, y la pasión de Cristo estando de la misma manera en que estuvo el en la cruz, luego
de estar en las hora catódicas puedes si quieres irte, y así vestido poder dormir y en la
mañana siguiente debes ir a la iglesia y oír allí por lo menos tres misas y decir cincuenta
padres nuestros con otras tantas avemarías y, después de esto, con sencillez hacer algunos
de tus negocios si tienes algunos que hacer, y luego almorzar e ir después de vísperas a la
iglesia y decir ciertas oraciones que te daré escritas sin las que no se puede pasar, y luego
de a completas volver a lo antes dicho, y haciendo esto, como yo he hecho, espero que al
terminar la penitencia sentirás la maravillosa sensación de la vida eterna, si la has hecho
con devoción.

El hermano John dijo entonces:

- Esto no es cosa demasiado pesada ni demasiado larga, y debe poderse hacer bastante
bien; y por ello quiero empezar el domingo en nombre de Dios.

Y separándose de el y yendo a casa, ordenado le, con su licencia para hacerlo, a su mujer
conto todo. La mujer entendió demasiado bien, por aquello de estarse quiero hasta la mañana
sin moverse, lo que quería decir el monje, por lo que, pareciéndole buen invento, le dijo que
de esto y de cualquiera otro bien que hiciese a su alma, estaba ella contenta; y que. Para Fios
hiciera su penitencia provechosa, quería con el ayunar, pero hacerlo lo demás no.
Llegado el domingo el hermano John empezó su penitencia y el señor fraile, habiéndose
puesto de acuerdo con la mujer, a una hora en que ser visto no podía, la mayoría de las
noches venia a cenar con ella, trayendo siempre con el buenos majares y bebidas; luego se
acostaba con ella hasta la hora catódica, a la cual levantándose, se iba y el hermano John
volvía a la cama, estaba el lugar que el hermano John había elegido para cumplir su penitencia
junto a la alcoba donde se acostaba la mujer y nada mas estaba separado de ella por una
pared delgadísima; por lo que , retozando el señor moje demasiado desbocadamente con la
mujer y ella con el, le pareció al hermano John sentir un temblor del suelo de la casa, por lo
que ya habiéndose ya hecho los cien de sus padrenuestros, haciendo pausa, llamo a la mujer
sin moverse y le pregunto que hacía. La mujer que era ingeniosa respondió:

- ¡Me meneo todo lo que puedo!


- Dijo entonces el hermano John
- ¿Cómo que te meneas? ¿Qué quería decir con eso de menearse?
- La mujer riéndose valerosa era y por qué tal vez tenía motivo de reírse respondió:
- ¿Cómo no sabes lo que quiero decir? Pues yo lo he oído decir mil veces

También podría gustarte