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Ciertos fármacos pueden utilizarse de manera profiláctica para prevenir el paludismo (tabla 53.2),
mientras que otros están orientados al tratamiento de los ataques agudos. En general, los fármacos
antipalúdicos se clasifican en función de su acción contra las distintas fases del ciclo vital del parásito (v.
fig. 53.1).
La aplicación de fármacos para el tratamiento del paludismo ha cambiado de manera considerable en los
últimos cincuenta años debido, fundamentalmente, a las resistencias desarrolladas a la cloroquina y a
otras combinaciones de fármacos inicialmente eficaces. Hoy en día, se ha abandonado la monoterapia a
favor de un tratamiento combinado basado en la artemisinina (TCA; tabla 53.3). En el presente capítulo
solo se describen los antipalúdicos de uso corriente. Para acceder a un breve resumen de los regímenes
terapéuticos recomendados en la actualidad, véanse el cuadro clínico Antipalúdicos y la tabla 53.1.
Newton y White (1999) y Baird (2005) son los autores que ofrecen una cobertura más detallada del
tratamiento del paludismo a nivel mundial.
Los agentes esquizonticidas sanguíneos (v. fig. 53.1, A) se utilizan para tratar el ataque agudo, pero
también constituyen un tratamiento «supresor» o de cura «clínica». Actúan sobre las formas eritrocíticas
del plasmodio. En el caso de P. falciparum o P. malariae, que no cuentan con fase exoeritrocítica, estos
fármacos constituyen una forma de curación; sin embargo, en el caso de P. vivax y de P. ovale, los
fármacos suprimen el ataque agudo, pero las formas eritrocíticas pueden reaparecer más tarde y causar
recaídas.
Este grupo de fármacos incluye:
_ La artemisinina y compuestos relacionados derivados de la planta medicinal china qing hao, que se
utilizan habitualmente en combinación con otros fármacos.
_ Los quinolina-metanoles (p. ej., quinina y mefloquina) y varias 4-aminoquinolinas (p. ej., cloroquina).
_ Fármacos que interfieren en la síntesis de folato (p. ej., dapsona) o en su acción (p. ej., pirimetamina y
proguanilo).
_ La atovacuona, que afecta a la función mitocondrial.
Resistencia
En la actualidad, P. falciparum es resistente a la cloroquina en casi todo el mundo. Las resistencias
parecen ser el resultado de la salida del fármaco de las vesículas parasitarias como consecuencia de
mutaciones en los genes que codifican proteínas transportadoras (Baird, 2005). La resistencia de P. vivax
a la cloroquina es también un problema en expansión en muchas partes del mundo.
Efectos adversos
La cloroquina tiene pocos efectos cuando se administra con fines quimioprofilácticos. Sin embargo,
pueden presentarse efectos adversos cuando se administran dosis más altas para tratar los ataques agudos
de paludismo, entre los que se incluyen náuseas, vómitos, mareos y visión borrosa, cefalea y síntomas de
urticaria. Además, las dosis altas han dado lugar, en ocasiones, a retinopatías y pérdida de audición. Las
inyecciones de bolos intravenosos de cloroquina pueden causar hipotensión y, si se utilizan dosis altas,
arritmias graves. La cloroquina se considera segura para su uso en mujeres embarazadas.
La amodiaquina ejerce una acción muy similar a la de la cloroquina. Fue retirada durante varios años
debido al riesgo de inducción de agranulocitosis, pero en la actualidad ha sido reintroducida en varias
áreas del mundo en las que la resistencia a la cloroquina es endémica.