Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Aquel que ve siente (aisthanetai) ver, aquel que escucha siente escuchar, aquel que
camina siente caminar y así para todas las otras actividades hay algo que siente que
estamos ejercitándolo (oti energoumen), de manera que si sentimos, nos sentimos sentir,
y si pensamos, nos sentimos pensar, y esto es la misma cosa que sentirse existir: existir
(to einai) significa de hecho sentir y pensar.
Sentir que vivimos es de por sí dulce, porque la vida es por naturaleza un bien y es
dulce sentir que un tal bien nos pertenece.
Vivir es deseable, sobretodo para los buenos, porque para ellos existir es un bien y una
cosa dulce.
Con-sintiendo (synaisthanomenoi) prueban dulzura por el bien en sí, y aquello que el
hombre bueno prueba respecto a sí, lo prueba también respecto al amigo: el amigo es,
de hecho, otro sí mismo (heteros autos). Y como, para cada uno, el hecho mismo de
existir (to auton einai) es deseable, así — o casi — es para el amigo.
La existencia es deseable porque se siente que ella es una buena cosa y esta sensación
(aisthesis) es en sí dulce. También para el amigo se deberá entonces con-sentir que él
existe y ello adviene en el convivir y en el tener en común (koinonein) acciones y
pensamientos. En este sentido se dice que los hombres conviven (syzen) y no como para
las bestias, que comparten el pasto. (…) La amistad es, de hecho, una comunidad y,
como adviene respecto a sí mismo, así también para el amigo: y como, respecto a sí
mismo, la sensación de existir (aisthesis oti estin) es deseable, así también será para el
amigo”.
1) Hay una sensación del ser puro, una aisthesis de la existencia. Aristóteles lo repite
más veces, movilizando el vocabulario técnico de la ontología: aisthanometha oti
esmen, aisthesis oti estin: el oti estin es la existencia — el quod est — en cuanto opuesta
a la esencia (quid est, ti estin).
3) Hay equivalencia entre ser y vivir, entre sentirse existir y sentirse vivir. Es una
decidida anticipación de la tesis nietzscheana según la cual: “Ser: nosotros no tenemos
otra experiencia que vivir”. (Una afirmación análoga, pero más genérica se puede leer
también en De An. 415b 13: “Ser, para los vivientes, es vivir”.)
4) En esta sensación de existir insiste otra sensación, específicamente humana, que tiene
la forma de un con-sentir (synaisthanesthai) la existencia del amigo. La amistad es la
instancia de este con-sentimiento de la existencia del amigo en el sentimiento de la
existencia propia. Pero ello significa que la amistad tiene un rango ontológico y, al
mismo tiempo, político. La sensación del ser está, de hecho, ya siempre dividida y
convivida y la amistad nombra esta convivencia 4. No hay aquí una Intersubjetividad —
esa quimera de los modernos —, alguna relación entre sujetos: más bien el ser mismo
está dividido, es no-idéntico a sí, y el yo y el amigo son las dos caras — o los dos polos
— de esta con-vivencia.
5) El amigo es, por esto, otro sí, un heteros autos. En su traducción latina — alter ego
— esta expresión tuvo una larga historia, que no es este el lugar de reconstruir. Pero es
importante notar que la formulación griega es más pregnante de cuanto entiende en ella
un oído moderno. Ante todo el griego — como el latín — tiene dos términos para decir
la alteridad: allos (lat. alius) es alteridad genérica, heteros (lat. alter) es alteridad como
oposición entre dos, la heterogeneidad. Además, el latín ego no traduce exactamente
autos que significa “sí mismo”. El amigo no es otro yo, sino una alteridad inmanente en
la mismidad, un devenir otro de lo mismo. En el punto en el cual yo percibo mi
existencia como dulce, mi sensación es atravesada por un con-sentir que la disloca y
deporta en torno al amigo, en torno al otro mismo. La amistad es esta desubjetivación en
el corazón mismo de la sensación más íntima de sí.
6. A este punto el rango ontológico del amigo en Aristóteles se puede dar por
descontado. La amistad pertenece a la porte philosophia, porque eso que en ella está en
cuestión concierne a la misma experiencia, la misma “sensación” del ser. Se comprende
entonces por qué “amigo” no pueda ser un predicado real, que se añade a un concepto
para inscribirlo en una cierta clase. En términos modernos, se podría decir que “amigo”
es un existencial y no un categorial. Pero este existencial — como tal inconceptualizable
— está atravesado sin embargo por una intensidad que lo carga de algo como una
potencia política. Esta intensidad es el syn, el “con” que divide, disemina y vuelve
compartible — al contrario, ya siempre compartido — la misma sensación, la misma
dulzura de existir.
Que esta convivencia tenga, para Aristóteles, un significado político, está
implícito en un pasaje del texto que hemos apenas analizado y sobre el cual es oportuno
volver:
4
El italiano reza: “condivisione”; pero esta palabra cuyo verbo significa “compartir”, no responde a un
término equivalente o, mejor, satisfactorio en español. Utilizamos el verbo “convivir” no sin riesgos, por
suponer un término denso como “vivir” y, a propósito del texto, no menor en la tradición filosófica.
Pero entonces también para el amigo se deberá con-sentir que él existe y esto adviene en
el convivir (syzen) y en el tener en común (koinonein) acciones y pensamientos. En este
sentido se dice que los hombres conviven y no, como las bestias, que comparten el
pasto.
5
N. T: nominalizaciones que derivan de verbos que aluden a actos de habla.