Construir, Habitar y Pensar: Supletorio

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UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

SUPLETORIO‐ La historia de una Casa 2017-20


PROFESOR: Marc Jane Mas
PRESENTADO POR: Liz Andrea Miranda
CODIGO: 201532916

Construir, Habitar y Pensar


El siguiente texto busca resumir lo expuesto por Martin Heidegger, en su artículo “Construir,
habitar, pensar“. Heidegger es un filósofo alemán reconocido en el siglo XX como un
pensador seminal, el cual hizo énfasis en la tradición continental. Desarrollo sus postulados
en campos como la política y el arte y tuvo fuertes críticas por su asociación con el régimen
nazi. El ensayo expuesto por él, pretende desarrollar la tesis en la que el construir se desarrolla
en una “región a la que pertenece todo aquello que es” (p. 1.) El artículo se divide en dos
capítulos o partes: la primera responde al interrogante sobre el significado de habitar y la
segunda evidencia en qué medida el construir pertenece al habitar. Para el desarrollo de este
resumen, se tendrá en cuenta la división expuesta por Heidegger y los conceptos claves en
cada una de las dos partes.

En la primera parte, el autor expone ejemplos sobre como las “construcciones albergan al
hombre” (p. 1) teniendo en cuenta que el significado de habitar es, en esencia, tener
alojamiento. Sin embargo, las construcciones no siempre tienen todas las características
necesarias para vivir, pues carecen de algunos servicios indispensables, que dificultan la
estadía y el desarrollo de un individuo en ellas. A pesar de esto, y teniendo en cuenta que no
todas ellas son viviendas, el construir, supone, un espacio en el que los seres humanos
habitan, pues sirven a los hombres para estar allí. Por tanto, habitar “seria, en cada caso, el
fin que persigue todo construir” (p. 1). Paralelamente, es necesario tener en cuenta la relación
entre construir y habitar, pues esta desarrolla un esquema medio-fin en el que un elemento
lleva al otro. Es por esto, que “el construir ya es, en sí mismo, habitar” (p. 2).

Por otra parte, el lenguaje, como tal, propone un reto sobre la definición de habitar, ya que
este “retira al significado propio de la palabra construir, el habitar testifica lo originario de
estos significados, porque en las palabras esenciales del lenguaje, lo que estas dicen
propiamente caen fácilmente en el olvido a expensas de lo que ellas mienten en primer
plano”. Por tanto, el lenguaje como tal desarrolla tres definiciones sobre construir, por las
cuales “hemos construido en la medida en que habitamos, es decir, en cuanto a que somos
los que habitan” (p. 2).

Del mismo modo, “los mortales están en la cuaternidad al habitar” (p. 3), teniendo en cuenta
que esta cuaternidad está compuesta por la tierra, el cielo, los divinos y los mortales. Por
tanto, se expone que los mortales “habitan en la medida en que salvan la tierra” (p. 3),
“habitan en la medida en que reciben el cielo como cielo” (p. 3), “habitan en la medida en
que esperan los divinos como divinos” (p. 3) y “habitan en la medida en que conducen su
esencia propia –ser capaces de la muerte como muerte- usando esta capacidad para que sea
una buena muerte” (p, 4). Es por esto, que “el habitar, en la medida en que guarda (custodia)
a la cuaternidad en las cosas, es, en la medida de este guardar (custodiar), un construir” (p.
4). Esto lleva a la pregunta, con la cual el autor pretende explicar ¿en qué medida el construir
pertenece al habitar?.

La anterior pregunta nos lleva, entonces, a la segunda parte del texto. En este, Heidegger
responde a la pregunta desde “la esencia del habitar” (p. 4). El autor desarrolla esta sección
del ensayo por medio del ejemplo del puente y muestra que este “coliga según su manera
junto a si, tierra y cielo; los divinos y los mortales” (p. 5). Por otra parte, “pensar esta
habituando desde hace mucho tiempo a estimar la esencia de la cosa de un modo demasiado
pobre” (p. 5), lo cual ha llevado a que todo elemento que hace parte de la esencia colígate
de este, parece un complemento presentado por la interpretación, sin embargo las cosas son
las que otorgan los espacios, los cuales se entienden como algo aviado dentro de una frontera.
Entendiendo este último elemento como “de donde algo comienza a ser lo que es” (p. 5).

Asimismo, el autor presenta el concepto de construcción, buscando responder la pregunta


¿en qué referencia están lugar y espacio? y ¿Cuál es la relación entre hombre y espacio?. El
primer interrogante busca dar una introducción al segundo, pues “los espacios que nosotros
estamos atravesando todos los días están dispuestos por lugares; la esencia de estos tiene su
fundamento en cosas del tipo de construcciones. Si prestamos atención a estas referencias
entre lugar y espacio, entre espacios y espacio, obtendremos un punto de apoyo para
considerar la relación entre hombre y espacio” (p. 6). Suele considerarse al hombre y el
espacio como algo sin relación y como elementos distintos, sin embargo los espacios están
dispuestos para la residencia de las personas. Es en esencia, que la relación entre estos dos
elementos está en el margen de habitar, pues “el modo de habérselas de hombre y espacio no
es otra cosa que el habitar pesando de un modo esencial” (p. 7).

Finalmente, la penuria del habitar mora en el hecho de que los seres humanos deben buscar,
primero, la esencial de este, para así aprender habitar, mostrando así que “la falta de una
patria es, pensándolo bien y teniéndolo bien e cuenta, la única exhortación que llama a los
mortales al habitar” (p. 8). Por lo que, es necesario tener en cuenta que el habitar es la
fisonomía fundamental del ser, por el cual son los mortales. Es así, que estos llevaran a cabo,
el habitar a la plenitud de su esencia, “cuando construyan desde el habitar y piensen para el
habitar” (p. 8).

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La historia de una Casa

El capítulo I del texto “Construir, habitar y pensar” de Martin Heidegger está relacionado
con el curso que ofrece el departamento de arquitectura en la Universidad de los Andes, La
historia de una Casa porque el recorrido a través de la evolución y del desarrollo de la casa
alrededor de la historia, permite evidenciar los cambios en el concepto de habitar y de
construir acogidos por el hombre desde sus inicios en la tierra hasta el día de hoy. Estos, han
sido influenciados y moldeados por las variaciones sociales y culturales a las que han sido
expuestos.

Por consiguiente, la idea de habitar es tan antigua como el hombre mismo y es correcto
afirmar que “A nadie le es ajena la experiencia de la casa” (Ímas, 2017), ya que es la única
cosa que acompaña a los mortales toda la vida desde la perspectiva de la arquitectura y que
los alberga para desarrollarse según sus tradiciones y sus necesidades. Sin embargo, el
significado de construir y de habitar se ha ido perdiendo en la medida en la que se han
integrado a lo habitual (la experiencia cotidiana del ser humano), lo que se puede ver reflejado
en la tendencia creciente de la construcción de levantar edificaciones masivas que sirvan de
vivienda para millones de personas. Estas, destruyen la base de la habitabilidad y, por ende,
pierden la esencia misma del hombre y de su permanencia en lo terrenal. La casa, debería
entonces ser una extensión del hombre que permita contar su vida, su relación con el mundo
en el que está inmerso y sus razonamientos lógicos bajo los cuales se comporta e interactúa
con los demás individuos que se encuentran en su mismo hábitat y con los cuales comparte
cosas. De hecho, en la antigüedad esto se podía ver claramente en las casas de los nómadas
y los viajeros que solía moverse con aquel que las habitaba, no solo para poder residir en
ellas en todo momento, sino para cuidarlas manteniendo su esencia.

Sin embargo, las construcciones (casas, edificios, apartamentos entre otros), los lugares, los
espacios, las actividades que se llevan a cabo en ellos y lo que se encuentra en su interior, se
ha ido convirtiendo en mercancía y en lujos que estratifican las poblaciones y que incluso,
permiten que en un mismo periodo de tiempo y en un mismo lugar existan diferentes
significados de que es habitar y de las condiciones básicas bajo las cuales se esperaría
hacerlo. Es por esto, que no todas las personas residen en lugares preservados de daños y
amenazas, ni mucho menos se alojan en construcciones que contengan todos los servicios
indispensables para su estadía y desarrollo. Lo mencionado anteriormente, se puede
evidenciar al comparar la vivienda de un monarca con la de un esclavo o un artesano, del
dueño de una casa con la servidumbre que trabaja en ella, de un clero con una persona del
pueblo, de un burgués con un personaje de la clase trabajadora, de un egipcio con un romano
o de un británico con un americano. En este sentido, los cambios físicos e intelectuales que
se dan alrededor del habitar no varían únicamente con los años y los descubrimientos que se

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dan en ellos, sino también con los grupos sociales y culturales que se asientan durante
distintos periodos, y que permiten afirmar que a cada fortuna le corresponde un tipo de casa.

Es por ello, que mantener la esencia de las cosas y del construir que es el habitar en si, es tan
complicado. De hecho, lo que en la antigüedad se podría considerar como una vivienda con
los servicios indispensables para la vida, actualmente difícilmente llegarían a serlo, ya sea
por la distribución del espacio o por la carencia de distintos elementos (ventanas, puertas,
escaleras, baños, entre otros), o por la ausencia de la implementación de materiales como
vidrio, metal, concreto, madera, acero, piedra y ladrillo, que han expandido y alterado los
caminos de la arquitectura y por ende, la visión del diseño y la construcción de moradas y
viviendas.

No obstante, el concepto de la cuaternidad (la tierra, el cielo, los divinos y los mortales), su
esencia y su conservación se ha mantenido a través de la historia desde la implementación de
elementos en las casas como fogatas y chimeneas para mantener el fuego (regalo de los
dioses) en la mayoría de los casos en el centro de la casa como un lugar sagrado, o la
construcción de vigas, columnas, edificios y rascacielos que le permiten al hombre acercarse
al cielo y por ende a los divinos al ligar la tierra con el cielo, o el desarrollo de cubiertas y
techos que separan a los mortales de los divinos o incluso la implementación de jardines que
no solo sostienen a los hombres con los frutos que pueden producir, sino que representan su
nostalgia a uno de los primeros espacios donde el hombre habito, el paraíso (la naturaleza).

Así, se puede concluir que el fin de la construcción es el habitar y que construimos porque
habitamos y no habitamos porque construimos. Muchos arquitectos buscan expresar en sus
construcciones lo que para ellos es el habitar, como un hombre de la época debería hacerlo,
las funciones que en ella se podrían desarrollar, la estética que esta debería tener, la
distribución en ella y en su alrededor, los materiales con los cuales se debería cimentar e
incluso el tipo de personas que en ella se debería instaurar. De esta manera, cada vez se
desarrollan distintos puntos de vista o pensamientos del habitar, que confunden y nublan la
esencia real del habitar que tiene como objetivo salvar la tierra. Pero, esta finalidad se ha
descuidado al priorizar el valor que se le puede asociar o generar a un terreno o una propiedad
sobre el valor del espacio en si. De ahí, es que Heidegger afirma que los mortales deben
volver a buscar la esencia del habitar para encontrarse a si mismos y para llevar el habitar a
la plenitud de su esencia al construir desde el habitar y pensar para el habitar.

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