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ENSAYO.

EL ALMA DE TOGA Este libro nos habla de lo que está pasando con todos los abogados y es por eso que los abogados no
tienen conciencia de su profesión y que solo se dejan llevar por el mal camino y que no nos dedicamos a ser realmente abogados solo nos
dejamos llevar por la corrupción. La abogacía es algo que nosotros tenemos que tomar con dedicación y no con interés y para poder
ejercer la abogacía debemos dedicarle la vida entera para así poder pedir justicia y los que solo se dedican a la corrupción solo serán
licenciados en derecho es por eso que existen muchas críticas hacia aquellos que son abogados debido al interés y no al amor a su título
profesional ser abogado no es saber sobre el derecho si no conocer la vida pero los abogados deben de tener amor a su profesión ya sea
mostrándole un interés a lo que hacen. Que debemos de dedicarnos con mucho apego y quien no tenga inspiración hacia la abogacía será
un desaventurado que llegara a la corrupción. Y el estudiante en derecho debe ofrecer sus conocimientos para el bien de la sociedad y
actuar apegados a las leyes y usar esto para el bien ya que este oficio es para hacer triunfar el bien y así poder estar tranquilos sin tener
presente a la injusticia. También da unos consejos a los abogados. Hay que ser refractario al alboroto. Soportar la amargura de una censura
caprichosa e injusta, es carga añeja a los honores profesionales. Debajo de latoga hay que llevar la coraza. El abogado no debe manchar su
título con cobardía por media a las críticas de las personas y sin embargo el abogado no debe de ser ni frio ni emocionable y que sobre
todo debe de actuar con toda su pación cualquiera que sea su negocio y poner sus conocimientos en práctica para el bien de la humanidad
y aconsejar y proteger a la sociedad. Y para hacer esto el abogado debe de tener una buena comunicación con el cliente para así poder
llevar acabo su postura profesional y saber que el abogado no es el sino el cliente y que debe de entregarse para el bien del otro y que.
Defender sin cobrar, defender a quien le ofendió, defender a costa de perder amigos y protectores, defender afrontando la injuria y la
impopularidad. Y para tener esta profesión el abogado debe de tener libertad de expresión y conciencia sobre lo que hace desde que se
crea para su trabajo el Abogado no depende más que de sí mismo. Es el hombre libre, en toda la extensión de la palabra. Solo pesan sobre
él servidumbres voluntarias; ninguna autoridad exterior detiene su actividad individual, a nadie da cuenta de sus opiniones, de sus
palabras ni de sus actos. De ahí en el Abogado un orgullo natural, a veces quisquilloso, y un desdén hacia todo lo que es oficial y
jerarquizado”. E
n cuanto a la manera de trabajar sería osado querer dar consejos, pues sobre tal materia es tan aventurado escribir como la del gusto.A mi
entender, todas las horas son buenas para trabajar pero más especialmente las primeras de la mañana. Desde las 6 hasta las 10 y ahí va la
razón. A partir de las 10 de la mañana nadie dispone de sí mismo. La consulta, las conferencias con otros colegas, las diligencias y vistas,
las

atenciones familiares la vida de relación y las necesarias expansiones del espíritu consumen todo nuestro tiempo. Hay que trabajar con
gusto. Logrando acertar con la vocación y viendo en el trabajo no sólo un modo de ganarse la vida, sino la válvula para la expansión de
los anhelos espirituales, el trabajo es liberación, exaltación, engrandecimiento y que los hechos tienen más fuerza que la palabra y que sin
las palabras previas los hechos no se producirán. Al comienzo habla de los abogados y los jueces. De cómo se tiene ya la mala y errónea
idea de que el juez hace favoritismos y el abogado miente de una manera. El juez piensa del abogado ¿En qué proporción me estará
engañando? y el abogado piensa del juez. A qué influencia estará sometido para frustrarme la justicia. Nos hallamos tan habituados a
pensar mal y a mal decir, que hemos dado por secas las fuentes puras de los actos humanos. Gran torpeza es esta. Las acciones todas y
más especialmente las que implican un hábito y un sistema, como las profesionales han de cimentarse en la fe en la estimación de
nuestros semejantes, en la estimación de nuestrossemejantes, en la ilusión de la virtud, en los móviles levantados y generosos. Quien
juzgue irremediablemente perversos a los demás, cómo ha de fiar en sí mismo, ni en su labor, ni en su éxito. Hay que poner el corazón en
todas las empresas de la vida. Pero los jueces cumplir la regla al pie de la letra es, en muchas ocasiones, criminal; y si los jueces no han de
hacerse cómplices de corrupciones o abandonos, deben usar su criterio para obtener resultados satisfactorios en un juicio, ya que en
muchas ocasiones los reglamentos son oscuros y faltos de verdad y humanismo. Así que el juez debe resolver los casos como lo juzgue
mejor y no tal y como lo dicen Códigos y autos. No es abogado quien no tiene una delicada percepción artística. Algunos tienen como
elementos la aritmética, la química o el dibujo lineal, nosotros usamos la palabra escrita y hablada, la más noble, la más elevada y artística
manifestación del pensamiento. Esto es para que el abogado mantenga viva la flexibilidad del lenguaje Un abogado debe ubicar los libros
como artículo de primera necesidad y dedicar a su adquisición un cinco, un cuatro o un tres por ciento de lo que se gane, aunque para ello
sea preciso privarse de otras cosas. Y si el abogado no puede alcanzar ni aún ese límite mínimo, que no ejerza. La abogacía es profesión
de señores y, a la manera que el derecho. No se eche esto a cuenta de un orgullo mortificante, sino a la deuna rudimentaria dignidad. Los
abogados, por lo mismo que nuestra misión es contener, cuando cesamos en ella buscamos la paz y el olvido. No hay campañas de grupo
contra grupo, Apenas y de vez en cuando nos dedicamos un comentario mordaz o irónico. Nuestro estado de alma es la indiferencia;
nuestra conducta, un desdén elegante. . En la abogacía, la especialización toca los límites del absurdo. Simplemente no se puede

ser especialista en una sola cosa, porque en la abogacía como en muchas otras profesiones, en un solo caso, gran parte de las veces, se
necesita de varias materias de Derecho. Nuestro campo de acción es el alma, y esta no tiene casilleros. ¿Se concibe un confesor para la
lujuria, otro para la avaricia y otro para la gula? Pues igual en nuestro caso porque ellas, aún contra nuestra voluntad, pesan enormemente
en el juicio y unilateral izándose nos llevan al error. Para el abogado no debe haber más que dos clases de asuntos unos en que hay razón y
otros en que no la hay partir de esto el abogado debe ser libre para defenderse por sí mismo. Para así poder defender al
ciudadano con lo que el abogado conoce para exigir justicia sobre las personas que defenderemos y para poder expresarnos
con naturalidad los abogados deben de ser libres sobre lo que dicen para así tener una facilidad de expresarse sobre todo lo
que este diga con claridad. Y así los abogados tendrían prestigio sobre losprincipios que tiene el abogado tratándose de una
de una cuestión de principios para así poder mantener a la sociedad entera permitiendo que busquemos la justicia.
Considerando la capacidad como iniciativa sin tener interés de las cosas materiales sino aportar una sencillez para así
cambiar la reputación de todos los abogados y para hacer eso nos debemos de querer para ni caer en la corrupción. Y una de
las obligaciones de los abogados saber hacer su trabajo y que aunque muchas veces tenga la corrupción enfrente él debe de
ser honesto con todos los que defenderá para así tener en cuenta que sin corrupción un abogado puede llegar lejos y enseñar
a todos aquellas personas que dicen que los abogados son unos corruptos. Aunque también este libro nos hable sobre los
abogados pasantes nos explica lo que tiene por obligación leer los periódicos, comentar las gracias y agradecimientos y
disputas sobre gritos la política sino la de mostrarse al Abogado tal cual es y facilitar que le vean sus pasante s. No hay
lecciones orales, ni tácticas de dómine, ni obligaciones exigibles, ni sanción. Si bien se mira, existe una fiscalización del
pasante hacia su maestro, pues, en puridad, este se limita a decir al otro. "entérese usted de lo que hago yo, y si lo encuentra
bien, haga usted lo mismo". Por eso el procedimiento de la singular enseñanza consiste en establecer una comunicación tan
frecuente y cordial cuantosea la defensa de los pobres una función de asistencia pública, como el cuidado de los enfermos
menesterosos. El Estado no puede abandonar a quien, necesitado de pedir justicia, carece de los elementos pecuniarios
indispensables para sufragar los gastos del litigio. Mas para llenar esa atención no hace falta, como algunos escritores
sostienen, crear cuerpos especiales, ni siquiera encomendarla al ministerio fiscal. Los colegiados de Abogados se bastan
para el menester, lo han cubierto con acierto desde tiempo inmemorial, y debieran tomar como grave ofensa el intento de
arrebatárselo. Pero esto lectura nos enseña mucho sobre la toga k no representa por sí sola ninguna calidad, cuando no hay
cualidades verdaderas debajo de ella se reduce a un disfraz

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