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Contexto histórico en que se formuló el concepto

Dadas las circunstancias históricas en donde operan los iuspublicistas alemanes, principios
del siglo XIX, el término Estado de Derecho se formuló en un contexto relativamente
contradictorio a lo que posteriormente vendría a significar, en razón de que todavía la vigencia
del «principio monárquico» suponía en las «monarquías limitadas» existentes en aquel periodo,
por ejemplo del Imperio prusiano, la subsistencia para el poder de la Corona y de su Ejecutivo
de determinadas zonas de inmunidad frente al Derecho. Más plena era sin duda la aplicación del
modelo que, desde las últimas décadas del siglo anterior, estaban haciendo los
constitucionalistas anglosajones y franceses.
La doctrina mayoritariamente reconoce que el origen del Estado de Derecho está vinculado al
liberalismo y al ascenso social de la burguesía a finales del siglo XVIII y principios del XIX,
pues lo que hace la doctrina jurídico-publicista alemana es recoger el espíritu de la revolución
francesa de 1789. Corresponde al propósito de reducir y limitar el poder estatal, enmarcándolo
dentro de los límites fijados por unas leyes objetivas, iguales para todos. Esta idea liberal surge
frente al Estado absoluto anterior, en que el soberano ejercía su poder de forma prácticamente
ilimitada. Autores como Locke, Kant, Rousseau y Montesquieu completaran el cuadro del
Estado liberal de Derecho mediante la afirmación de un elemento material: los derechos
«innatos» del individuo (vida, propiedad y libertad) y la regla técnica que les sirve de garantía:
la ley y la separación de poderes.[6]
Entonces, podemos concluir que el concepto de Estado de Derecho se va gestando a partir de
una determinada fase histórica de la evolución del ordenamiento jurídico-político y social de la
Europa continental, caracterizado por el tránsito del Estado absoluto al Estado liberal de
Derecho, o lo que algunos han denominado el «tránsito a la modernidad».[7]
El paso del Estado absoluto al Estado de Derecho, en su primera formulación Estado liberal
de Derecho, se prepara por la progresiva consolidación de ideas y doctrinas que afectan a los
cimientos mismos que sustentaban el absolutismo y que quebraron las raíces de su legitimidad.
Así, el poder personal será erosionado por el valor enorme de la ley, la nomofilia y el gobierno
de las leyes; la unidad del poder por la separación de poderes. Son dimensiones que afectan a su
legitimidad de ejercicio. La legitimidad de origen del poder absoluto se quebrará con las
doctrinas contractualistas, que basan la legitimidad en el consentimiento y, en consecuencia, en
la valoración del principio de las mayorías. A través del objeto o la finalidad del pacto social
nos encontraremos también con los derechos de las personas en general. Los derechos del
estado de Naturaleza se convertirán en derechos fundamentales y razón principal del pacto.
Durante este periodo histórico, la burguesía formada por los nuevos propietarios, industriales
y comerciantes que habitaban en las ciudades, trastocaron el sistema absolutista para
hegemonizar el poder político y asegurar también su dominio económico. De esta forma, los
grandes dogmas del pensamiento liberal, imperio de la ley, separación de poderes y
reconocimiento de los derechos y libertades del individuo, se convierten en la base ideológica
del Estado de Derecho surgido de las revoluciones burguesas del siglo XVIII.[8]
El liberalismo concibió al Estado de Derecho, desde la perspectiva de quien afirma los
derechos y libertades fundamentales, porque tales derechos eran considerados como los valores
principales que convenía reconocer y tutelar. Cuando la sociedad se adhiere a tales principios, es
decir cuando la burguesía logra su triunfo político, el concepto de Estado de Derecho alcanza
plena vigencia. El Estado de Derecho se convierte «en un principio de cultura», es decir en un
factor legitimador del poder, tanto es así que modelos antagónicos con su contenido material, se
han declarado ser Estado de Derecho.
A estas alturas, surge una pregunta: si las condiciones materiales (sociales y productivas)
estaban dadas para la transformación del ancient regimen; cuáles fueron las formulaciones ius-
filosóficas o políticas sobre las cuales la burguesía diseñó su modelo de organización política.
Como una aproximación podemos sistematizar tres construcciones justificadoras del nuevo
ordenamiento estadual: el contractualismo, el estatalismo liberal y el positivismo. Estas
formulaciones en el fondo son justificaciones ideológicas, es decir, son el constante trabajo
político y filosófico alentado por la burguesía, para reemplazar al teologismo medieval en la
legitimación del nuevo orden político. Diluida la fe en la autonomía y libertad individual, sólo
quedaba la razón y ésta asumió la labor de justificar el nuevo orden político.
No nos estamos refiriendo a cualquier ordenamiento político. Los filósofos del siglo XVIII,
se esforzaron por legitimizar un orden político que tuviera en cuenta al hombre como centro
gravitante y sólo fue a posteriori de la revolución francesa, que ese nuevo orden ideado y
construido por Francia, Inglaterra y Estados Unidos, se empieza a llamar Estado de Derecho.
Los europeos orgullosos de su creación suelen explicar el surgimiento de este ordenamiento
político como una secuencia natural de su historia económica y social, obviando que en su
construcción hubo formulaciones contradictorias y retrocesos que siempre hay que tener en
cuenta para entender cabalmente el contenido de este concepto. En mi opinión, lo que sí
configura un aporte universal, es que su formulación política se ha acercado mucho más a
la praxis que cualquier otro modelo estadual habido en la historia.

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