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Proclama de lesbianas, bi, travestis, trans y maricas en contra de la

regulación de la prostitución como “trabajo sexual” (tema 1)

Este martes 28 de junio participamos de la Primera Marcha Nacional contra los


Travesticidios en conmemoración a la fecha emblemática de Stonewall, la acción
de protesta y resistencia lgtbi contra la persecución policial, que marcó a fuego la
memoria de nuestros colectivos. Nos sobran los motivos de orgullo, resistencia y
lucha contra las violencias policiales y culturales del patriarcado capitalista
heterosexual. Con esta fuerza, escribimos la siguiente proclama sobre lo que
pensamos en torno a un reclamo que genera diferencias adentro del feminismo, al
considerar la prostitución como un trabajo. Es así que con esta proclama
aprovechamos el envión de la marcha que se viene y esperamos ser escuchadas.

Hay hoy, igual que desde hace cuatro décadas, un debate dentro del feminismo
sobre qué es la prostitución, cuáles son sus causas y qué podemos hacer frente a
la precariedad y violencia que circula y sobre la que se sostiene el sistema. Según
cómo definamos la prostitución, las causas y las propuestas se ubican en distintos
lugares, y de alguna manera irremediable hasta hoy, dan cuerpo a una dicotomía,
a un enfrentamiento estanco entre quienes tendríamos que estar luchando del
mismo lado. Nos preocupa mucho que, cada día más, lo que es un debate se esté
convirtiendo en una batalla campal, donde como si fuésemos soldadxs de uno y
otro bando buscamos eliminar al otrx con aplastamientos comunicacionales
pedorros. No queremos ir por ahí.

Poder nombrarnos, hacernos oír, mostrarnos como nos gusta habitar nuestros
cuerpos, y crear todas las formas, a veces simples y no tanto, que nos den fuerza
para dar rienda suelta a nuestras luchas, para saber dónde estamos paradas, para
fortalecernos y empoderarnos. Para pelear contra la opresión, pero también
disfrutar. Todo eso es político. Que un sector del feminismo nos nombre, nos
diga lo que somos cuando no somos eso, nos parece una reproducción de las
violencias y privilegios propios de este sistema. Por eso, ante todo, nos
nombramos: somos estas tortas, travestis, trans, bisexuales y marikas feministas
de izquierda y abolicionistas.

Muchxs somos militantes/activistas sueltxs, otrxs estamos en orgas que nos son
afines. No somos “antisexo”: aguante garchar, cualquiera sea el significado que se
le dé, pero acá ese no es el punto. Ni somos “antiputa”: las putas no son un grupo
aparte, somos o podemos ser cualquiera de nosotras, porque nuestros cuerpos
feminizados dentro del patriarcado son leídos como prostituibles. Tampoco somos
“mujeristas”: no pensamos que las oprimidas sean sólo las mujeres en términos de
falsas esencias, hablamos de mujeres, travestis y niñas por que esos son los
cuerpos mayoritarios de la prostitución (no nos parece discutirlo acá porque
asumimos que hay acuerdo en esto). No somos moralistas y no nos interesa
demostrarlo. Muchas conocemos con nuestros cuerpos lo que es la prostitución y
muchas lo conocemos a través de la escucha de quienes la viven de
manera directa. A estas voces se suman referentes que ya no están como Lohana
Berkins y Diana Sacayan, cuyas vidas estuvieron atravesadas por la prostitución y
la violencia.

La violencia que sufren/sufrimos las mujeres y travestis prostituidas es ejercida por


los mismos “clientes” prostituyentes cuando les pinta descargar su misoginia y
transfobia con abusos, golpes y torturas. Y la otra gran violencia cotidiana es la del
Estado: la policía y los códigos contravencionales que la acompañan. Claro que
también hay una sociedad y una cultura cómplice. No existe un
abolicionismo real, que defienda nuestra autonomía, que acepte a la que quiera
prostituirse y que por sobre todas las cosas arme políticas públicas con
presupuesto para acompañar a quienes quieren dejar de hacerlo. Poner a las
abolicionistas como amigas de la policía es, además de mala leche, otra
impugnación al derecho a las mujeres, lesbianas y travestis de nombrarnos
políticamente y autodeterminarnos, además de ser una gran mentira que tampoco
hace falta demostrar. Deberíamos escucharnos y luchar juntas contra esta
violencia ultrapatriarcal y capitalista que es la del Estado y los hijos sanos del
patriarcado.

No confrontamos con la mujer o travesti que considere la identidad política de


“trabajadora sexual” como la mejor forma para pelear contra la precariedad, el
estigma y la criminalización. No nos pidan que la acompañemos en ese camino
que va por abrirle aún más las puertas a los proxenetas y a fortalecer la ideología
neoliberal conservadora y patriarcal que la acompaña. Lejos de creerla víctima,
es una persona empoderada, así como las mujeres y travestis que se llaman a sí
mismas “putas”, así como las que se reconocen bajo la categoría “en situación de
prostitución”. Son todas estrategias de visibilización y empoderamiento que
demuestran ganas de luchar contra las opresiones. Nosotras, como feministas
críticas, elegimos acompañar a estas últimas porque nos identificamos
con la ideología emancipadora, antimoral, antipatriarcal y anticapitalista que la
acompaña. Por otra parte, creemos que aquella que se quiere nombrar “víctima”,
también estaría bueno que se la respete.

Tal como pasa con la violencia de género, muchas veces es necesario nombrarse
víctima para reconocer al marido como golpeador que hasta entonces era negado,
para reconocerse en el círculo de violencia, como sobreviviente de la misma.
Bueno, a no ser que directamente se niegue toda violencia dentro de la prostitució
n, deberíamos aceptar a quienes eligen identificarse como víctimas. Por supuesto
que ese reconocimiento puede ser transitorio y para nada excluye el
empoderamiento, que, al contrario, fortalece: creerlos opuestos es parte de la
ceguera ideológica.

Como feministas pensamos que lo que un cuerpo puede está años luz lejos de la
corsetería de la prostitución. Las infinitas posibilidades de la potencia de nuestros
cuerpos sensibles interrelacionados es lo que más nos interesa defender por
encima de todos los mandatos de la doble moral patriarcal de casamiento
romántico, reproducción y prostitución. Cuerpos que están juntxs por
más fugaz que sea y aunque ni sepan el nombre del otrx, se cuidan y respetan.
Nos preguntamos qué es el sexo, y no podemos pensar lo por fuera de políticas
sexuales que regulan, censuran o abren posibilidades de deseos y prácticas. En tal
sentido, ser “pro sexo” sería para nosotras estar a favor de follar libremente,
celebrando el placer y el deseo hacia cualquier fantasía o cuerpo. La prostitución
es la versión más empobrecida del sexo que repite tristes fórmulas
mercantilizadas, y a juzgar por las interminables y dolorosas historias de quienes
se han/nos hemos prostituido, no nos parece ni un poco revolucionario ni disidente
esta acepción política de “prosexo”.

Llamarse políticamente “prosexo” cuando se está a favor de la reglamentación


estatal de la prostitución se parece mucho al disfraz publicitario de la mujer
moderna y “liberada”. Es la hábil plasticidad del sistema para calmarnos a ratos y
para usarnos, hoy hasta al Che Guevara se lo vende en remeras.

Como identidad política actual, para nosotras prosexo tal como está planeada,
significa proprostitución y nada más que prostitución, dejando afuera moralmente
todo un mundo de prácticas y deseos que no cumplen con la regulación
prostitucional de nuestras fantasías. A la norma monogámica heterosexual se le ríe
el culo al escuchar que la prostitución pueda pensarse como disidente, cuando es
la institución que más la ha sostenido en toda la historia de la hipocresía del amor
romántico, el mandato de la maternidad y los confites para siempre. El matrimonio
y la prostitución son heterosexuales, son felices y comen perdices.

Muchas mujeres y travestis prostituidas tienen hijxs y familias no hegemónicas que


contemplan amigas enfermas, hermanas, u otras personas a cargo que requieren
cuidados. La mayoría de los varones “clientes” son señores cristianos “padres de
familia”. Creer que la prostitución es un boicot al sexo reproductivo es tan
dañinamente ingenuo como creer que papá noel existe y que la monogamia
siempre se cumple. Por suerte existe el aborto, las mujeres cis y los varones trans
abortamos cuando no queremos procrear y como sabemos, el hecho de que esta
práctica tan legítima sea ilegal hace que la clandestinidad caiga con su peso
persecutorio y precarizante tanto cultural como materialmente, porque las pobres
mueren y las ricas caretean. Entonces: sexo por dinero no tiene que ver con la
reproducción humana, más que en su carácter de poder, cuando el machito desde
su privilegio no se le viene en gana ponerse el forro.

Porque somos diversas en un mundo de desigualdades, nos reivindicamos desde


la disidencia sexual, con toda la abyección y las antinormas sudacas
que se nos ocurran para resistir profunda y rabiosamente. En eso pareciera que
estamos juntas!!

Es tan mentiroso creer que el abolicionismo persigue y estigmatiza a las putas


como que el feminismo es el opuesto del machismo. Desde lo que entendemos
como abolicionismo feminista se crítica a la prostitución y se tiene como horizonte
abolirla en el mismo momento que sucumba el patriarcado, pero no odia ni
persigue a las putas, mucho menos las condena moralmente, sólo quiere asegurar
políticas donde realmente se pueda elegir, algo que hoy no sucede y menos si se
regula. Porque a muchas siendo niñas travestis y/o mujeres pobres, nos empujó el
hambre y la discriminación: a pesar de no haber caído en una red de trata, nunca
pudimos elegir!

La prostitución como un trabajo no es un derecho que deba reconocerse porque su


regulación legitimaría el patriarcado, con la violencia y desigualdad que atentan día
a día contra los derechos humanos. El ejercicio de la prostitución si fuera
reglamentado, más que un derecho implicaría una obligación. Sería un nuevo y
hermoso deber ciudadano que obligaría a registrarse en AFIP, tener que pagar
impuestos, y no sólo para las que se nombran “trabajadoras sexuales” sino
también para las que se nombran “en situación de prostitución”. Nos nombremos
como nos nombremos, sería un delito evadir impuestos y no estar registrada
(gracias, pasamos). Es decir que esa nueva legalidad implicaría también nueva
clandestinidad y persecución. Si hablamos de autonomía, la autonomía se
destruye si estamos forzadas a regularnos bajo el estado, bajo una identidad
laboral y política que no nos representa. Se ve la diferencia con prácticas que, si
se legalizan, se transforman en derechos y garantías, donde se puede optar por
actuarlas o no.

El aborto es un derecho por el que debemos pelear, y que si es ley, quien no


quiere abortar, no está obligada a hacerlo. Lo mismo con la ley de matrimonio
igualitario, nadie nos obliga a casarnos. En síntesis, no creemos que haya
legitimidad suficiente para reconocer la prostitución como trabajo porque no hay
acuerdo con el resto y sería autoritario imponer algo que nos va a regular a todas y
nos va a empujar a más clandestinidad. No queremos sumar nuevas
precariedades a nuestras vidas. Entonces creemos que:

Contra la criminalización: derogación de los códigos. Contra la estigmatización:


nuestros cuerpos activos dando visibilidad y desnaturalizando el patriarcado. Para
las que quieren dejar la prostitución: políticas públicas con subsidios para
formación técnico-profesional, formación en cooperativismo y bolsa laboral. Para
las que deciden ejercer la prostitución como “trabajo sexual”: exigir que se
respeten todos sus derechos humanos, debe respetarse su voluntad y legalidad.

Nadie tutela a nadie, las abolicionistas feministas no prostituidas no salimos a


buscar a las mujeres y travestis prostituidas, porque: nos encontramos de hecho,
marchando, reuniéndonos, en las esquinas, haciendo banderas y festivales, nadie
protege a nadie, nadie tiene la posta de nada, sólo sabemos lo que no queremos
para nuestros cuerpos y sabemos la mentira que encubre los golpes detrás de la
purpurina. Nada más y nada menos, esa disidencia que nos encuentra es nuestro
orgullo por el que marchar.

Rompamos el silencio, tomemos posición! somos feministas que nos identificamos


como abolicionistas porque no queremos un mundo donde haya que prostituirse
para sobrevivir, queremos que en todo caso, la que realmente desea sobrevivir
mediante la prostitución pueda elegirlo libremente, sin persecución y la que no, no.
Basta de criminalizar la prostitución, abajo los códigos contravencionales y de
faltas! Basta de homolesbotransbifobia y de crímenes de odio!
La prostitución no es trabajo!!
Derechos humanos para todxs!!
Tortas, travestis, trans, bi, y maricas feministas
28 de junio 2016

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