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Civilizar 12 (23): 111-124, julio-diciembre de 2012

Significado e impacto de la noción de contrato social


en Rousseau y Kant. Alcances y limitaciones
en la teoría democrática*

Meaning and impact of the notion of social contract in Rousseau


and Kant. Scope and limitations in the democratic theory
Recibido: 21 de marzo de 2012 - Revisado: 21 de junio de 2012 - Aceptado: 27 de agosto de 2012

Jefferson Jaramillo Marín**

Resumen
En este artículo se revisan algunas de las similitudes y diferencias alrededor de
la fundamentación política y jurídica que otorgan a la noción de contrato social
dos pensadores modernos: Jean Jacques Rousseau e Immanuel Kant. En el tex-
to se señala lo revolucionario de la noción, a partir de mostrar sus principales
significados e impactos. También se reflexiona sobre los alcances y dificulta-
des que tiene la propuesta contractual en la teoría democrática contemporánea.
Palabras clave
Contrato Social, Democracia, Kant, Rousseau, Filosofía Política, Teoría Política.

Abstract
This article reviews some of the similarities and differences about the political
and legal foundation given to the notion of social contract by two modern
thinkers: Jean Jacques Rousseau and Immanuel Kant. In the text, it is pointed
out the revolutionary part of the notion, by showing its principal meanings and
impacts. A reflection is also offered on the scope and difficulties of the contrac-
tual proposal within the contemporary democratic theory.
Key Words
Social Contract, Democracy, Kant, Rousseau and Political Philosophy, Politi-
cal Theory.
*
Artículo de revisión derivado de re-
flexiones realizadas en el marco del
seminario doctoral de Teoría política
clásica con perspectiva contempo-
ránea, orientado por el Doctor Fran-
cisco Valdez Ugalde, Flacso, México
(2008).
**
Sociólogo y magíster en Filosofía
(Universidad del Valle, Colombia).
Doctor en Ciencias Sociales (Flacso,
México). Profesor asociado del de-
partamento de Sociología, facultad de
Ciencias Sociales (Pontificia Univer-
sidad Javeriana, Colombia).
Correo electrónico:
jefferson.jaramillo@javeriana.edu.co.
112 Jefferson Jaramillo Marín

Introducción como fundamento de las ciudades Estado. En el


Medioevo también es utilizada por los juristas,
La teoría del contrato social es amplia- filósofos y teólogos a partir de la influencia que
mente reconocida como uno de los fundamen- tuvo la Lex Regia de El Digesto, especialmente por
tos de la teoría política moderna. Con matices vía de uno de sus constructores, Ulpiano. Recorde-
y diferencias en su aplicación y contenido, fue mos, a propósito de esta Lex, la famosa opinión de
suscrita por casi todos los filósofos moder- San Agustín de que el “pacto general de la socie-
nos, desde Hobbes hasta Kant (Bobbio, 1985; dad humana es obedecer a sus reyes” (Salamone,
Bobbio y Bovero, 1987). Contemporáneamen- 2011). Esta doctrina permitía justificar que aquello
te ha sido reconceptualizada por Robert No- que decidía el príncipe tenía fuerza de ley en una
zick (1988), James Buchanan (1993), David sociedad, dado que el pueblo le había transferido
Gauthier (1994) y John Rawls (1997). Dentro toda su potestad y autoridad (Bobbio, 1985).
de ese amplio y nutrido espectro de posibilida-
des teóricas destacan en la historia de las ideas Con su recuperación dentro de la teoría
políticas dos perspectivas potentes: las de Jean política moderna, el contrato se torna en una
Jacques Rousseau e Immanuel Kant. idea política revolucionaria y adquiere cuerpo
teórico. Varias razones sirven de justificación
En este artículo se busca puntualizar dos a esto. Siguiendo a Ferry y Renaut (1997) po-
grandes discusiones desde estos clásicos del dríamos argumentar que la teoría moderna del
pensamiento político. La primera, destaca la contrato estaba orientada desde entonces “a
importancia del contrato a partir de la funda- minar los fundamentos de las teorías tradicio-
mentación política y jurídica que le otorgan es- nales de la soberanía, que establecían el origen
tos autores. La segunda, busca auscultar en los de la autoridad política tanto en Dios como en
significados e impactos de sus respectivas po- el poder paterno” (1997, p. 57). En esencia, lo
siciones sobre la democracia y la teoría demo- que se buscó con su uso fue dotar de un nuevo
crática. Para llevar a cabo esta tarea se pretende fundamento y legitimidad al poder político, en
ilustrar brevemente el carácter revolucionario este caso la legitimidad derivada de un pacto
de la inscripción del contrato social dentro de libre y racional entre ciudadanos. Es decir, con
la teoría política moderna y contemporánea. el contrato no se pretendió explicar el origen
A renglón seguido, se enfatiza en el contenido del poder y posiblemente sacralizar su génesis,
filosófico, político y jurídico de esta categoría, sino comprender la forma de constitución de un
señalando algunas similitudes y diferencias en orden social que comenzaba a reclamar razones
ambos, así como ciertas rupturas con la ortodo- para su fundamentación legal y secular.
xia contractualista. Termina el artículo ponde-
rando algunos de los alcances y dificultades que La resignificación de la teoría estará co-
tiene esta teoría contractual en óptica democrá- nectada a una noción que será en realidad,
tica contemporánea. como lo han denominado algunos contem-
poráneos, una “situación hipotética original”
Los orígenes y el carácter revolucionario (Rawls, 1997), un “experimento mental” (Ho-
del contrato en la teoría política moderna ffe, 2003), una “hipótesis de la razón” (Bobbio
y contemporánea y Bovero, 1997) o un “orden contingente” (Se-
rrano, 2004). Básicamente con ella se preten-
La idea del contrato social es bastante an- dió demostrar filosóficamente, más en sentido
tigua, aunque poco elaborada, como recurso normativo-justificativo que descriptivo-históri-
heurístico. Platón en Las Leyes y Cicerón en La co, que no hay quizá un remedio más racional
República hacen alusión a ella bajo la idea de un y óptimo para la convivencia de una sociedad
pacto de sujeción entre gobernantes y gobernados, que ordenar el vínculo social o normar las rela-

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ciones entre los hombres para evitar su propia además con regímenes políticos distintos. Así,
autodestrucción. En este sentido, los filósofos la visión del contrato de Nozick le ayudará en
políticos modernos apuntalaron con el recurso su apuesta por legitimar un Estado gendarme o
del contrato no solo un fundamento de legitima- un Estado mínimo que alimenta el capitalismo
ción del poder, sino un nuevo principio de ex- del tipo laissez-faire. Por su parte, Rawls justi-
plicación social para la convivencia del grupo ficará con ella una democracia de propietarios
(Bobbio, 1985, p. 118). En esencia, la teoría del y un socialismo liberal democrático2.
contrato sirvió para abstraer y explicar la natu-
raleza del vínculo social. Pero la teoría contractual ha sido también
inspiración crítica desde la filosofía política po-
La teoría del contrato fue la bandera teórica sestructuralista en autores como Jacques Ran-
de la mayoría de los filósofos políticos influen- ciere (2006), Ernesto Laclau y Chantal Mouffe
ciados en su momento por el iusnaturalismo. (2004), Slavoj Zizek (2001) y Claude Lefort
Pero también fue la herramienta de combate de (1990), quienes establecen un contrapunteo con
todos los críticos del derecho natural, entre ellos las miradas más institucionalistas y procedi-
Hume, Bentham, Hegel, Saint-Simon, Comte y mentalistas como las ofrecidas, entre otros por
Marx, que en distintas coyunturas filosóficas y Rawls. Desde la perspectiva de estos autores, la
políticas, y bajo la influencia de diversos siste- crítica deconstructiva a esta metáfora no supone
mas ideológicos, la consideraron una “simple una negación del consenso político, sustento de
quimera” (Bobbio, 1985; Camps, 2001). Aun así, toda democracia, simplemente se reconoce que
unos y otros, con ella o contra ella, construyeron “toda forma de consenso es el resultado de una
las arquitecturas conceptuales de la política mo- articulación hegemónica, y que siempre existi-
derna. En ese sentido, sería imposible pasar de rá una exterioridad que impedirá su realización
largo frente a su notoria influencia a lo largo y plena” (Laclau y Mouffe, 2004, p. 18). El con-
ancho de la filosofía moderna. trato bajo esta óptica sería siempre un supuesto
susceptible de ser revisitado y confrontado en
La metáfora del contrato logrará trascen- sus propios fundamentos.
der la barrera del tiempo, llegando a inspirar en
el siglo XX a filósofos políticos como Robert En resumen, no sería exagerado afirmar, a
Nozick (a partir de la tradición lockiana) o Ja- expensas de la amplia y variopinta gama de de-
mes Buchanan y David Gauthier (desde la tradi- fensores y detractores, que el contrato ha llega-
ción hobbessiana). Estará presente en la obra de do con el tiempo a convertirse en algo así como
Rawls, para quien el contrato básicamente será una “categoría general de comprensión histó-
un recurso teórico y un marco de representa- rica”, dado que está conectada a potentes tra-
ción, que permite poner a prueba el estatus mo- diciones filosóficas que trascienden conceptual
ral de los individuos y moldear una situación de e históricamente la historia del pensamiento.
imparcialidad donde todos contamos por igual Pero el que sea una categoría comprensiva de
al momento de decidir sobre los principios bási- gran alcance no autoriza a quien se vale de ella
cos de justicia. En ese orden de ideas es impor- como recurso explicativo a considerarla como
tante recordar que en el liberalismo igualitarista la única guía adecuada para construir la totali-
de Rawls el debate contractualista permitirá dar dad del sistema político y social, como bien lo
cuenta ya no de la legitimidad del poder del Es- argumenta la filósofa británica Mary Midgley
tado como lo hicieron los clásicos, sino sobre lo (2002). Precisamente ella sugiere algo que pue-
deseable que puede llegar a ser un modelo espe- de resultarnos provechoso para la discusión y es
cífico de sociedad, orientado a la justicia distri- que el contrato tan solo es una herramienta útil,
butiva (Rawls, 1997 - 2004)1. Incluso cada una como lo son otras categorías filosóficas para
de esas visiones del contrato estará justificada combatir la opresión. No es, en ese sentido,

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una sentencia definitiva del destino o un ídolo a el contrato social se fundamenta la legitimidad
venerar. Lo llamativo del asunto es que mucho de la obediencia al derecho y a la ley. Exami-
antes de que Midgley llegara a esta conclusión, nemos con más detalle cada una de estas vías.
los primeros en entenderlo plenamente fueron
Rousseau y Kant, dos de los mejores exponen- En cuanto al primer elemento es claro que
tes de la teoría contractual. con la utilización del contrato se busca supe-
rar una condición prejurídica (natural), donde
Significado e implicaciones del contrato no existe límite alguno a la acción humana que
en Rousseau y Kant es gobernada por el impulso y la pasión, e ins-
taurar de manera artificial un cuerpo común de
Tanto Rousseau como Kant pueden inscri- gobierno, la sociedad civil o la sociedad polí-
birse perfectamente en la tradición iusnaturalis- tica (Bobbio, 2004), o en el caso de estos dos
ta del contrato (Bobbio, 1997; Ferry y Renaut, autores, la República. El contrato además es el
1997; Fernández, 1988). Ambos lo asumen como único medio legítimo para instaurar el poder
el principio de legitimación de la sociedad políti- político, y en esto tanto Rousseau como Kant
ca o del Estado, no en tanto hecho histórico, sino se distancian de la perspectiva hobbessiana más
como idea regulativa de la razón (Kant, 1986; ligada al realismo político, la cual asume que
Bobbio, 2005, p. 119). Buenos contractualistas también la fuerza puede crear derecho3. Sin
ambos, admiten que lo importante no es el origen embargo, suelen existir otras diferencias entre
del Estado sino su fundamento racional. Ahora Rousseau y los otros contractualistas, incluyen-
bien, dos textos ya clásicos de estos autores evi- do a Kant, que no debemos pasar por alto en
dencian rápidamente el contenido filosófico, po- este primer punto.
lítico y jurídico del mismo. El primero es El con-
trato social (1762), en el que Rousseau afirma En Rousseau, realmente existen dos ti-
de forma contundente: “Lo que pierde el hombre pos de contrato: uno que crea la sociedad civil
por el contrato social es su libertad natural y un positiva y otro que formaliza la sociedad civil
derecho ilimitado a todo cuanto le tienta y que corrupta. El primero es el contrato civil por ex-
puede alcanzar; lo que gana es la libertad civil y celencia, pues permite encontrar una solución
la propiedad de todo cuando posee” (Rousseau, colectiva a un problema común. El segundo,
1985, p. 27). El segundo es la Metafísica de las descrito en su famoso texto Discurso sobre el
costumbres (1797), donde Kant sentencia que el origen y los fundamentos de la desigualdad
contrato originario es aquel “según el cual todos entre los hombres (1754), es una especie de
en el pueblo renuncian a su libertad exterior, para acuerdo forzado por engaño dado que preten-
recobrarla enseguida como miembros de una co- de legitimar e instituir la creación del Estado
munidad, es decir, como miembros del pueblo en condiciones de desigualdad y dominación
considerado como Estado” (Kant, 1994, p. 146). de unos pocos, los ricos, que convencen a los
pobres de someterse a su poder, mostrando los
Ahora bien, se pueden destacar tres ele- peligros de la desunión. La primera forma de
mentos sustantivos en estos dos textos. En pri- contrato es políticamente legítima, mientras que
mer lugar, el contrato social es un fundamento la segunda es una expresión de arbitrariedad y,
de legitimación política que determina el tránsi- por tanto, es ilegítima. De otra parte, el modelo
to de una condición negativa (prepolítica) a una de los iusnaturalistas es en esencia dicotómico:
positiva (política) (Fernández, 1988; Bobbio, el estado de naturaleza es negativo, el estado
1997). En segundo lugar, el contrato social es político es positivo; en ese sentido, el transito
un fundamento de legitimación del poder políti- de uno a otro es excluyente (Bobbio y Bove-
co y jurídico a través de la libertad como expre- ro, 1997). En Rousseau, en cambio, el modelo
sión de la autodeterminación. Finalmente, con es “tricotómico” (Fernández, 1988, p. 82). El

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estado de naturaleza sería el primer momento, agregación de individuos, no es una voluntad


evaluado positivamente; la sociedad civil co- de todos, sino una unidad colectiva, voluntad
rrupta sería el segundo momento, considerado general derivada de un contrato legítimo6. Es
negativo, y habría un tercer momento positivo, la expresión, como diría Schmitt (1982) de la
representado en la República. Lo clave aquí es homogeneidad e identidad del pueblo consigo
que el filósofo ginebrino no entiende esto como mismo. No obstante, como el problema que se
una sucesión continua y un orden lógico, lo que le presenta a Rousseau es tratar de encontrar
le permite asumir en esencia, con los otros con- una forma de asociación que defienda y prote-
tractualistas, el ideal dicotómico; para ello, ter- ja al individuo pero que a la vez no le impida
mina localizando el estado de naturaleza en la el ejercicio de su autonomía, él opta entonces
denominada sociedad civilizada corrupta. por la República, dado que esta es la expresión
de un Estado gobernado por leyes, donde prima
En lo que hace referencia al segundo ele- el interés público, plasmado en ese yo común.
mento es posible afirmar que en los dos autores Además, en una República, la subordinación
lo que se pierde con la salida de la condición de la minoría a la mayoría es una consecuencia
de naturaleza, es decir, una libertad negativa o lógica de pertenecer a una unidad social, “per-
hacer individualmente lo que se quiere sin res- tenencia que queda declarada por el hecho de
tricción alguna, se recupera con creces con la emitir el voto” (Simmel, 1939, p. 193).
entrada del individuo en la sociedad política,
es decir, mediante una libertad positiva que le Con Kant, no obstante, las cosas se com-
permite hacer colectivamente lo que la razón y plican un poco más. No se sustrae a la heren-
la ley imponen. Pero, si leemos detenidamen- cia directa de Rousseau, admitiendo la libertad
te a Rousseau y Kant, nos daremos cuenta que como autodeterminación. Pero tampoco se de-
la libertad expuesta por ellos tiene dos caras; clara un defensor absoluto de la misma, lo que
en el fondo, también son las dos facetas de la se revela en su antidemocratismo. Se balancea
teoría política moderna que reflexiona sobre la ambiguamente, en varias de sus obras, entre los
libertad4: la de la autodeterminación individual, dos extremos del lazo libertario: lo colectivo
propia de la teoría liberal, que considera el pro- y lo individual. Aunque si seguimos a Bobbio
blema en función del individuo aislado, y la de (2005), Kant está más de cerca de la idea de
la autodeterminación colectiva, presente en la libertad como ausencia de impedimento, ligada
tradición democrática, que sitúa la libertad en a la tradición liberal. Esto puede ser explicable,
función del colectivo (Bobbio, 2005, p. 115). dado que a diferencia de Rousseau, Kant con
Analicemos un poco esto. el tiempo se va a concentrar menos en la fun-
damentación política del contrato y más en la
Rousseau le apuesta a la autodetermina- legitimidad jurídica del mismo. Dos de sus más
ción como libertad colectiva, y por tanto es un célebres textos de teoría política reflejan posi-
autor, según muchos de sus lectores convencio- blemente esa ambigüedad y tránsito. El primero
nales, más ligado a la democracia, dado que lo es su ensayo Sobre el tópico: esto puede ser co-
que le interesa es la defensa de la formación de rrecto en teoría, pero no vale para la práctica
la voluntad general y el bien común. Aunque (1793). Aquí nos encontramos con un filósofo
algunos teóricos de la política como Sartori rousseauniano hasta los tuétanos, defendiendo
(2007) ponen en duda el democratismo rous- la idea del contrato social como condición de
seauniano5. Sin detenernos en este debate dire- posibilidad política para la transferencia del po-
mos que esta voluntad rousseauniana expresada der natural de cada uno a la colectividad de la
en su obra El contrato social es un yo común, que forma parte. En ese sentido, el fin del con-
materializado a su vez en un cuerpo colecti- trato original “en tanto coalición de cada volun-
vo común. Este “yo común” no es una simple tad particular y privada, dentro de un pueblo”

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es el establecimiento de una “voluntad comu- materializándose en la República. Si queremos


nitaria y pública” en la que la persona deja de ser más precisos, la renuncia está motivada por
ser un individuo finito y racional para transfor- “la obediencia a la ley que uno se ha prescrito”
marse en un ciudadano que ejerce su autonomía (Rousseau, 1985, p. 27). Y eso es lo que per-
política pero en el marco de una comunidad, en mite hablar realmente de libertad. A partir de
la que finalmente el hombre-ciudadano se hace esta lógica del contrato, la cesión de ciertos de-
libre, desarrolla al máximo su razón y sus po- rechos naturales está justificada en una ganan-
tencialidades. cia mayor, un derecho a ser libres bajo una ley
universal de la libertad. En esto Kant fue el más
El segundo texto, La metafísica de las incisivo de todos los filósofos modernos.
costumbres (1797), distancia radicalmente a
Kant de Rousseau. En muchos pasajes del mis- Sin embargo, esto tiene también sus be-
mo, le interesa al primero enfatizar en un con- moles en estos dos pensadores, respecto a la
cepto de libertad ya no de carácter ético y polí- tradición contractualista. La mayoría de las teo-
tico, sino más bien jurídico, conectado menos a rías contractuales “se distinguen por la cantidad
la emancipación colectiva y más a la facultad de y cualidad de los derechos cedidos” (Bobbio,
actuar sin ser obstaculizado por los demás. Esto 1985, p. 124), en unos se cede mucho, en otros
también tiene que ver con el giro kantiano hacia poco. Además, la cesión de ciertos derechos
la defensa de la propiedad que permita la justi- opera por la garantía de obtener luego otros de-
ficación de los límites jurídicos entre lo “mío y rechos a través del Estado. Los diversos autores
lo tuyo”, como clásicamente aparece formulado contractualistas otorgan a estos, lugares dife-
por su pluma. Aquí, también definirá que todo renciados. Para Hobbes, ceder la posibilidad
lo contrario al derecho es un obstáculo a la li- de autogobierno, es posible solo si se gana en
bertad, por tanto, la coacción será legítima, ya otro derecho más importante, la protección de
no solo para garantizar la unidad común, sino la vida. En Rousseau y Kant se cede en pasio-
ante todo para restablecer el derecho usurpado. nes pero se gana en libertad civil y moral. Para
La libertad, se torna entonces en un problema Locke, el derecho más importante que se puede
de derecho privado, ya que “lo jurídicamente obtener tras la firma del contrato es la felicidad,
mío es aquello con lo que estoy tan ligado que aspecto este que será decisivo, como bien se
cualquier uso que otro pudiera hacer de ello sin sabe, en la Constitución de los Estados Unidos.
mi consentimiento, me lesionaría” (Kant, 1999,
p. 60); pero también emerge como un problema De todos ellos, Rousseau va a ser conside-
de derecho público ligado al carácter coercitivo rado el que más cede a favor de la voluntad ge-
del Estado, dado que “el derecho público (…) neral; al punto, incluso, del totalitarismo. Desde
viene a ser el derecho de los hombres bajo leyes su perspectiva, ni en el estado de naturaleza ni
coactivas públicas, mediante las cuales se pue- en la sociedad civil corrupta el hombre es libre;
de atribuir a cada uno lo que es suyo y garan- a lo sumo encuentra cierta felicidad momentá-
tizárselo frente a una usurpación por parte de nea en el primero, pero bastante desdicha en la
cualquier otro” (Kant, 1999). segunda. Solo es realmente libre cuando obra
según leyes creadas por él mismo y que se han
En relación con el tercer elemento, si bien constituido dentro de un cuerpo político común.
todo contrato político implica una cierta do- Es decir, cuando ha dejado de ser esclavo de sí
sis de renuncia y sumisión, la cuestión central mismo —hombre natural— para convertirse en
es que en estos dos autores la renuncia no se ciudadano, en un tribunal para su conciencia, en
da frente a una persona ni frente a una asam- un amo de sí mismo. Sin embargo, al igual que
blea, sino frente a un soberano instituido que en Kant, aunque en este último sea más clara
personifica la voluntad general y que termina esta posición, la cesión de derechos en la volun-

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tad general no implica una alienación total de la En comienzo es posible sostener que am-
libertad en el cuerpo común. bos autores, en tanto defensores de la República
como una forma de gobierno legítimo8, produc-
Alcances y limitaciones de estas to del consenso libre entre los individuos, se
propuestas “clásicas” en la óptica constituyen en piezas fundamentales para orien-
democrática contemporánea tar de nuevo una reflexión —no agotada aún—
sobre la naturaleza y límites del poder político
Algunos autores, son del parecer que para en la teoría democrática contemporánea. Esto
que un pensador pueda ser considerado clásico es evidente en lo que atañe a las ventajas de
debe al menos reunir tres grandes cualidades: un poder centrado en un sistema constitucio-
“ser un intérprete de su época; ser siempre actual nal legítimamente instaurado, frente a un poder
y elaborar categorías generales de comprensión despótico que termina usurpando la libertad hu-
histórica” (Bobbio, 2005, p. 128). Otros comple- mana. El legado de ambos, hasta el día de hoy,
mentan esta visión diciendo que para discernir consiste en habernos mostrado que un gobierno
alrededor de un buen clásico deben considerarse constitucional ajustado a derecho, como podría
varias dimensiones: a) que sus ideas condensen ser el caso actual de las democracias liberales,
un periodo o un sistema; b) que tengan más o es sustantivamente menos oneroso —moral y
menos continuidad histórica en la reflexión; c) políticamente hablando— que un régimen del
que sean figuras distintivas y detonantes de una terror donde impere el totalitarismo de la fuer-
disciplina; d) que hayan elaborado una perspec- za, el despotismo del liderazgo carismático o la
tiva o un marco de referencia teórico al que otras obediencia ciega a un modelo de vida. Un ré-
generaciones intelectuales concedan un rango gimen liberal constitucional permite de forma
privilegiado (Alexander, 1990). más racional y razonable, aunque no exento de
cuestionamientos y limitaciones, la construc-
Si acogemos lo referenciado por estos ción y afianzamiento de una sociedad política
autores, Rousseau y Kant, sin lugar a dudas, en la que los individuos sean autoconscientes
serían una clara y definitiva expresión de los de sus derechos y deberes fundamentales, y
denominados autores clásicos. Y no solo por la donde además se les defienda institucionalmen-
importancia que ha cobrado su obra a lo largo te el derecho a tener derechos. Un régimen que
de tres siglos, sino por el interés siempre vigen- en últimas se “tome en serio los derechos de los
te que revisten sus aproximaciones teóricas so- individuos”, como bellamente lo ha expresado
bre el contrato social, ya sea para los filósofos Ronald Dworkin (1984).
políticos, los cientistas políticos y, en general,
para las ciencias humanas y sociales. Sin em- Más allá que Rousseau pueda ser pre-
bargo, algunas preguntas surgen luego de ha- sentado como un demócrata que desconfía de
ber destacado este aspecto central: ¿qué tanto la existencia real de un proyecto democrático9
pueden decirnos estos “clásicos” acerca de la y Kant un republicano que previene constante-
democracia hoy?, ¿en qué ayudan sus propues- mente frente al despotismo de la democracia10,
tas a perfilar mejor la teoría democrática?, ¿qué la recuperación contemporánea de ciertos ele-
tanto facilitarían estas visiones, entender un ré- mentos planteados por estos autores en las obras
gimen político excesivamente paradójico como citadas arriba permitiría ampliar la reflexión
la democracia, que se disemina por doquier sobre la calidad de los procesos democráticos.
pero frente al cual existe una enorme desilusión Cuatro dimensiones podrían resultar ilustrati-
en los países que la regentan?7 Nos limitaremos, vas al respecto: la igualdad, la participación, el
en este punto, a tratar de mostrar algunos de los pluralismo y la libertad de pensamiento. Res-
alcances y dificultades de sus miradas frente a pecto a la primera, la óptica rousseauniana con-
posibles respuestas a estas tres preguntas. cibe al contrato social, al menos en un horizonte

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de realización, como la búsqueda por la equidad ma dimensión propuesta y es la de la libertad de


social y la constitución de un sistema de coo- pensamiento. Sin ser Kant un pensador precisa-
peración. En esto se podría encontrar una reso- mente democrático, ratifica en su texto ¿Qué es
nancia enorme con la propuesta rawlsiana y una la Ilustración? (1785) un principio de radical
de las mayores apuestas y deudas pendientes de importancia para la vida democrática: a ningún
las democracias liberales constitucionales. En ciudadano se le puede vulnerar el derecho a di-
un sistema de cooperación liberal justo (es de- sentir. Así, aunque los ciudadanos deban siem-
cir, enemigo de los privilegios y sin nivelar por pre obedecer en un régimen constitucional, el
abajo), los coasociados deberían poder gozar de sapere aude (atreverse a pensar por sí mismos)
condiciones de equidad, lo que no significa que será una de las mejores garantías de madurez y
todos posean necesariamente lo mismo, pero sí de calidad del mismo régimen.
que ninguno posea tanto que lo haga opulento
al punto de querer comprar a los demás, y que La impronta kantiana defenderá que la
todos al menos posean algo, para evitar que su obediencia al régimen no tiene porque excluir
miseria los obligue a venderse. la crítica, sino por el contrario ser una condi-
tio sine qua non para su realización. Además,
En lo que atañe a la participación, es cla- como dirá uno de los sociólogos recuperadores
ro que tanto Rousseau como Kant defienden la de Kant en óptica cosmopolita “la libertad hu-
idea de que al ser los hombres libres e iguales mana se mide en la libertad de expresar una opi-
ante la ley, ellos pueden participar en las deci- nión hereje y de obrar en consecuencia” (Beck,
siones que competen al “yo común”. Es decir, 2002, p. 312). En ese sentido, la “inclinación
a diferencia del realismo político de Hobbes, y oficio del libre pensar” repercute en el sen-
una vez entrados al sistema de la sociedad civil, tir del pueblo y del gobierno; en el primero en
los individuos no serían instrumentos pasivos tanto lo capacita en su “libertad de obrar” y en
de las decisiones de otro, sino más bien agen- el segundo, dado que lo obliga a dar al hom-
tes que se la juegan toda a través del ejercicio bre “un trato digno de él”. Por su parte, Bobbio
político. Esta práctica, más sustantiva y social, completará esta reflexión diciendo que una de
y menos formalista, se extendería incluso a ám- las grandes diferencias entre la democracia de
bitos de los cuales estuvo excluida la democra- los modernos y la de los antiguos estará preci-
cia, piénsese por ejemplo en la empresa, en la samente en “considerar que el disenso dentro
escuela, en la familia (Bobbio, 2005) o en el de ciertos límites establecidos por las reglas de
mundo íntimo (1998)11. El asunto, desde lue- juego democrático no es destructivo, sino siem-
go, demandaría de las sociedades democráticas pre necesario” (2005, p. 70).
liberales, las condiciones reales de posibilidad
para el ejercicio de esa práctica12. Pero esta apuesta contractual tiene indu-
dablemente varias dificultades hoy. Señalemos
Respecto al pluralismo, la idea de un régi- al menos tres. La primera de ellas, y quizá la
men constitucional orientado por la protección que se siente con más fuerza, se corresponde
del bien común y de la justicia compartida se con los modelos de sociedad y de Estado que
corresponde en estos autores con la defensa de pensaron estos autores y que obviamente no son
un modelo de sociedad que al ser instaurada por los mismos de la actualidad. Sin querer posar
consenso propende también por la ampliación y aquí de anacrónicos es importante considerar
defensa de los canales de expresión, sean estos que las propuestas contractuales de estos dos
ideológicos, políticos o culturales. Un elemento autores se construyeron sobre la base de mode-
que pone en escena este pluralismo es la defen- los de sociedades centrípetas y Estados regidos
sa de la licitud del disenso como parte de una por el ideal de la soberanía popular, modelo que
ciudadanía más ilustrada. Aquí resuena la últi- como reconoce Bobbio, “fue ideado a imagen y

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Significado e impacto de la noción de contrato social en Rousseau y Kant. Alcances 119
y limitaciones en la teoría democrática

semejanza de la soberanía del príncipe, modelo creen estarse autoconstituyendo pero no es así.
de una sociedad monista” (2005, p. 30). Pero Los individuos están atados a ese destino de
este modelo está agotado, respondió solo a su realizar una tarea. El tema aquí es que cada vez
momento. Nuestras sociedades contemporáneas más en su misión de cumplir el destino de auto-
no tienen ya un centro de poder referencial (la determinarse, los individuos se están volviendo
voluntad general de Rousseau o la ley moral de indiferentes. Aquí viene entonces el tema que
Kant) sino varios. Las denominadas fuentes del nos interesa, respecto a la teoría contractual: “el
poder social son más diversas hoy que hace tres individuo es el enemigo número uno del ciuda-
siglos. Además, el Estado-nación de la moder- dano” si acogemos la visión que para ello nos
nidad ha cedido el paso al Estado posnacional propone en su momento Alexis de Tocquevi-
(Habermas, 2001) de las sociedades cosmopoli- lle. Pero, ¿cuál es la razón de ser de ello? El
tas sin que el Estado nacional haya desaparecido ciudadano procura su propio bienestar a través
del todo, pero sus contornos son distintos, pues- del bienestar de la ciudad, mientras el indivi-
to que no solo se han erosionado ciertas fronte- duo es pasivo, es escéptico y desconfía del bien
ras geopolíticas, sino que también las grandes común. Así, lo que está pasando hoy es que “la
corporaciones y los organismos multilaterales otra cara de la individualización parece ser la
emergen con un papel crucial en la definición corrosión y la lenta desintegración del concepto
de lo que antes correspondía soberanamente a de ciudadanía” (Bauman, 2000, p. 42). Lo que
las naciones y a los ciudadanos. A ello se suma ocurre entonces es una expulsión de lo público
que nuestras sociedades, quizá como nunca an- y de lo democrático. Los temas públicos que se
tes, son más plurales, más centrífugas, más he- resisten a esa reducción se transforman en algo
terogéneas socialmente, con sistemas políticos incomprensible. De esta forma, los individuos y
más poliárquicos y por supuesto con mayores no los ciudadanos defienden ser los únicos ocu-
desigualdades sociales y exclusiones políticas pantes legítimos del espacio común.
antes inimaginables.
A contrapelo de lo que pensaban Kant
La segunda dificultad está anidada en el y Rousseau iría suceder hacia delante, hoy en
corazón interno de la teoría contractual y es nuestra sociedad imperan menos ciudadanos
que ella fue pensada, independientemente de la y más actores individualizados que se resisten
valoración que Rousseau y Kant hicieran de la a ser rearraigados en el cuerpo republicano de
democracia, sobre la base de un sueño filosófico la ciudadanía. En este sentido, Bauman mues-
propio de la modernidad, expresado en la bús- tra que si los individuos se encuentran, no es
queda de la autonomía, en la “compulsión por para construir espacio común, vida común, sino
la autodeterminación” (Bauman, 2000). Pero para compartir intimidades. Este tipo de comu-
este sueño hoy se ha tornado también en una nidades demuestran lo frágiles y efímeras que
“distopía”13. La teoría contractual suponía que son las formas de construcción de espacios y
los individuos irían progresivamente haciéndo- del otro: “comunidades de preocupaciones
se más responsables en la realización de esta ta- compartidas, ansiedades compartidas u odios
rea y, por supuesto, en las consecuencias de su compartidos, pero en todo caso comunidades
desempeño. Ahora bien, el tema, como lo ha se- perchero” (Bauman, 2000, p. 42). El asunto es
ñalado Zygmunt Bauman, es que la autodeter- que para este sociólogo la individualización ha
minación no se plantea en la modernidad como llegado para quedarse y la construcción de ciu-
una elección sino como un destino. La moderni- dadanía ya no es posible si no se entiende el
dad “ensancha la brecha entre la individualidad impacto de esos procesos de individualización,
como algo predeterminado y la individualidad imposibles de preveer, por supuesto, en el mo-
como capacidad práctica y realista de autoafir- mento que pensaron los dos clásicos a los que
marse” (Bauman, 2000, p. 40). Los individuos hemos aludido. Hay entonces una brecha entre

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el derecho a la autoafirmación como destino y 4


Esto es expuesto de forma concisa por
la capacidad para controlar los mecanismos que Berlin (2001).
hacen posible la construcción de un proyecto de
ciudadanía incluyente, pero ya no como destino 5
Para Sartori, todo el mundo asegura que
sino como elección. Rousseau es el padre de la democracia, pero si
esto fuera así, su democracia sería impresionan-
Finalmente, la otra dificultad radica en temente inmóvil porque la actividad legislativa
que el consenso normativo como el funda- en su concepción era mínima y solo podría so-
mento de legitimidad y desarrollo de las socie- brevivir actuando lo menos posible. Además,
dades si bien ha seguido resonando en varios nos recuerda que Rousseau puso más el énfa-
autores contemporáneos, entre ellos Habermas sis en la República para hablar de un gobierno
y Rawls, ha terminado por descuidar o subor- legítimamente constituido y no tanto en la de-
dinar, especialmente en varias de las versiones mocracia, de la que, como dice en El contrato
contemporáneas del contractualismo, la visión social, es muy posible que nunca haya existido
de la democracia en sus dimensiones menos re- y nunca exista. Sobre esto último puede con-
gocijantes pero más reales, por ejemplo la arti- sultarse el texto de Singer (2002) que además
culación conflictiva de demandas e identidades establece un paralelo entre el republicanismo de
heterogéneas de la población, tal y como lo han Rousseau y el de Madison y Hamilton.
mostrado, entre otros autores, Ranciere (2006),
Zizek (2001), Laclau y Mouffe (2004). Para es-
6
La confusión entre voluntad de todos y
tos autores, estas demandas son las que adquie- voluntad general llevó a algunos autores, entre
ren cada vez más protagonismo hoy y no las del ellos el célebre Benjamín Constant, a sostener
ciudadano cosmopolita estilo kantiano o estilo que en Rousseau existía una marcada tendencia
Held. Más bien son las demandas, producto de hacia el despotismo y el totalitarismo. Una dis-
cusión sobre este tema, más a favor de Rousseau
la indignación global de muchos sectores socia-
y menos de Constant, la encontramos en Ferry
les (jóvenes, desempleados, mujeres, migran-
y Renaut (1997). Sartori (2007) documenta de
tes, opositores políticos), las que se posicionan
manera extensa las discusiones críticas sobre el
en el seno de los consensos democráticos, y por
tema, un poco para quitar el velo de “misticis-
supuesto, a expresar las contradicciones radica-
mo” que se le ha puesto a esta categoría.
les del mismo.
7
Esta es una idea extraída del sociólogo
Notas británico Anthony Giddens (2000).

Para una ampliación del tema en Rawls


1
8
Es importante aclarar aquí la diferencia
se recomienda Echeverri y Jaramillo (2006), Ja- en estos dos clásicos entre forma de gobierno
ramillo y Echeverri (2009). (forma regiminis) y formas de soberanía (for-
ma imperii). La primera se refiere a la forma
La discusión puede ser ampliada en Gar-
2
como un Estado hace uso del poder a través de
garella (1999, pp. 30-34) y Rodilla (1999, pp. un sistema constitucional que puede ser o bien
27-33). republicano o bien despótico. Las segundas ha-
cen relación a la persona que detenta el poder y
Como es el caso del derecho de con-
3
que puede representarse de forma monárquica,
quista reconocido por Hobbes (1987) y muchos aristocrática o democrática (Cfr. Kant, 2001, p.
otros tratadistas políticos y jurídicos; llegando 18; Jaramillo, 2004).
incluso hasta Marx, recuérdese el famoso capí-
tulo de El Capital sobre la acumulación origi- 9
Es cierto que Rousseau defiende la idea
naria (Marx, 1991). de la democracia directa y para ello se ha tomado

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Significado e impacto de la noción de contrato social en Rousseau y Kant. Alcances 121
y limitaciones en la teoría democrática

siempre como justificación su célebre frase la esfera pública, pero sus implicaciones son igual-
“soberanía no puede ser representada” (Rous- mente profundas. Se trata de un proceso en el que
seau, 1985, p. 98). Sin embargo, es un escéptico las mujeres han ejercido un papel de primera fila,
total frente al tema. Su mayor énfasis está en la aunque el resultado final de los beneficios logra-
República no en la democracia. Él mismo dice dos, incluso en la esfera pública, estén abiertos a
que “tomando el término en su acepción más ri- todos” (Giddens, 1998, p. 111).
gurosa jamás ha existido verdadera democracia,
y no existirá jamás” (1985, p. 72). Además de ser 12
Solo apuntamos aquí que la participa-
posible, esta necesitaría cumplir una serie de re- ción ciudadana es uno de los cinco criterios que
quisitos difíciles de conjuntar, al menos para los establece Robert Dahl para nombrar un gobier-
hombres: un Estado muy pequeño, donde todos no democrático y que podría ser considerado
se conocieran entre todos; una gran sencillez de como un “indicador objetivo” de la calidad de-
costumbres; igualdad en los rangos y fortunas; y mocrática de un país, con todo lo problemático
poco o nada de lujo. La conclusión a la que llegó, que pueda resultar esto de la objetividad en la
en su momento, fue básicamente que un gobier- medición democrática (Cfr. Dahl, 2006). Los
no tan perfecto no convendría a los hombres. otros criterios serían: igualdad de voto, com-
prensión ilustrada, control de la agenda pública
10
Quizá habría una semejanza aquí con e inclusión de los adultos.
La democracia en América, de Alexis de Toc-
queville (1957), que la asume como expresión
13
Extraigo este término de Tomlinson
de la “tiranía de la mayoría”. Desde la pers- (2001), quien lo utiliza para hablar de las pesa-
pectiva kantiana, las democracias, sean de la dillas y del escepticismo frente a una moderni-
naturaleza que sean, terminan supeditando la dad y una cultura globales.
condición de libertad al consenso unánime: “to-
dos deciden sobre y, llegado el caso, también Referencias
contra uno solo, que aprueba o está en contra”.
El problema, como anotará en La paz perpetua, Alexander, J. (1990). La centralidad de los clá-
es que esos todos “no son todos; lo cual cons- sicos. En A. Giddens y J. Turner (eds.).
tituye una contradicción de la voluntad general La teoría social, hoy (pp. 22-80). Madrid:
consigo misma y con la libertad” (Kant, 2001). Alianza Editorial.
El sociólogo Ulrich Beck (2002) ha señalado al
respecto que la modernidad republicana kantia- Bauman, Z. (2000). Modernidad líquida. Bue-
na valoriza, frente a la democrática, un punto de nos Aires: Fondo de Cultura Económica.
vista novedoso: “El afianzamiento de los dere-
chos fundamentales que no puede ser pensado Beck, U. (2002) Los padres de la libertad. En
ni garantizado de arriba hacia abajo, sino que U. Beck (comp.). Hijos de la libertad.
tiene que serlo de abajo hacia arriba”. México: Fondo de Cultura Económica.

11
Las relaciones entre la democracia y Berlin, I. (2001). Dos conceptos de libertad y
la intimidad han sido abordadas por Anthony otros escritos. Madrid: Alianza.
Giddens. Al respecto, llama la atención diciendo
que “el fomento de la democracia en el dominio Bobbio, N. (1985). Estudios de historia de la
público fue inicialmente un proyecto masculino filosofía: De Hobbes a Gramsci. Madrid:
en el que las mujeres participaban de forma ca- Debate.
sual, por costumbre de su propia lucha. La de-
mocratización de la vida personal es un proceso Bobbio, N. y Bovero, M. (1997). Sociedad y
menos visible, en parte porque no sucede en la Estado en la filosofía moderna. El modelo

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