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Resumen
En este artículo se revisan algunas de las similitudes y diferencias alrededor de
la fundamentación política y jurídica que otorgan a la noción de contrato social
dos pensadores modernos: Jean Jacques Rousseau e Immanuel Kant. En el tex-
to se señala lo revolucionario de la noción, a partir de mostrar sus principales
significados e impactos. También se reflexiona sobre los alcances y dificulta-
des que tiene la propuesta contractual en la teoría democrática contemporánea.
Palabras clave
Contrato Social, Democracia, Kant, Rousseau, Filosofía Política, Teoría Política.
Abstract
This article reviews some of the similarities and differences about the political
and legal foundation given to the notion of social contract by two modern
thinkers: Jean Jacques Rousseau and Immanuel Kant. In the text, it is pointed
out the revolutionary part of the notion, by showing its principal meanings and
impacts. A reflection is also offered on the scope and difficulties of the contrac-
tual proposal within the contemporary democratic theory.
Key Words
Social Contract, Democracy, Kant, Rousseau and Political Philosophy, Politi-
cal Theory.
*
Artículo de revisión derivado de re-
flexiones realizadas en el marco del
seminario doctoral de Teoría política
clásica con perspectiva contempo-
ránea, orientado por el Doctor Fran-
cisco Valdez Ugalde, Flacso, México
(2008).
**
Sociólogo y magíster en Filosofía
(Universidad del Valle, Colombia).
Doctor en Ciencias Sociales (Flacso,
México). Profesor asociado del de-
partamento de Sociología, facultad de
Ciencias Sociales (Pontificia Univer-
sidad Javeriana, Colombia).
Correo electrónico:
jefferson.jaramillo@javeriana.edu.co.
112 Jefferson Jaramillo Marín
ciones entre los hombres para evitar su propia además con regímenes políticos distintos. Así,
autodestrucción. En este sentido, los filósofos la visión del contrato de Nozick le ayudará en
políticos modernos apuntalaron con el recurso su apuesta por legitimar un Estado gendarme o
del contrato no solo un fundamento de legitima- un Estado mínimo que alimenta el capitalismo
ción del poder, sino un nuevo principio de ex- del tipo laissez-faire. Por su parte, Rawls justi-
plicación social para la convivencia del grupo ficará con ella una democracia de propietarios
(Bobbio, 1985, p. 118). En esencia, la teoría del y un socialismo liberal democrático2.
contrato sirvió para abstraer y explicar la natu-
raleza del vínculo social. Pero la teoría contractual ha sido también
inspiración crítica desde la filosofía política po-
La teoría del contrato fue la bandera teórica sestructuralista en autores como Jacques Ran-
de la mayoría de los filósofos políticos influen- ciere (2006), Ernesto Laclau y Chantal Mouffe
ciados en su momento por el iusnaturalismo. (2004), Slavoj Zizek (2001) y Claude Lefort
Pero también fue la herramienta de combate de (1990), quienes establecen un contrapunteo con
todos los críticos del derecho natural, entre ellos las miradas más institucionalistas y procedi-
Hume, Bentham, Hegel, Saint-Simon, Comte y mentalistas como las ofrecidas, entre otros por
Marx, que en distintas coyunturas filosóficas y Rawls. Desde la perspectiva de estos autores, la
políticas, y bajo la influencia de diversos siste- crítica deconstructiva a esta metáfora no supone
mas ideológicos, la consideraron una “simple una negación del consenso político, sustento de
quimera” (Bobbio, 1985; Camps, 2001). Aun así, toda democracia, simplemente se reconoce que
unos y otros, con ella o contra ella, construyeron “toda forma de consenso es el resultado de una
las arquitecturas conceptuales de la política mo- articulación hegemónica, y que siempre existi-
derna. En ese sentido, sería imposible pasar de rá una exterioridad que impedirá su realización
largo frente a su notoria influencia a lo largo y plena” (Laclau y Mouffe, 2004, p. 18). El con-
ancho de la filosofía moderna. trato bajo esta óptica sería siempre un supuesto
susceptible de ser revisitado y confrontado en
La metáfora del contrato logrará trascen- sus propios fundamentos.
der la barrera del tiempo, llegando a inspirar en
el siglo XX a filósofos políticos como Robert En resumen, no sería exagerado afirmar, a
Nozick (a partir de la tradición lockiana) o Ja- expensas de la amplia y variopinta gama de de-
mes Buchanan y David Gauthier (desde la tradi- fensores y detractores, que el contrato ha llega-
ción hobbessiana). Estará presente en la obra de do con el tiempo a convertirse en algo así como
Rawls, para quien el contrato básicamente será una “categoría general de comprensión histó-
un recurso teórico y un marco de representa- rica”, dado que está conectada a potentes tra-
ción, que permite poner a prueba el estatus mo- diciones filosóficas que trascienden conceptual
ral de los individuos y moldear una situación de e históricamente la historia del pensamiento.
imparcialidad donde todos contamos por igual Pero el que sea una categoría comprensiva de
al momento de decidir sobre los principios bási- gran alcance no autoriza a quien se vale de ella
cos de justicia. En ese orden de ideas es impor- como recurso explicativo a considerarla como
tante recordar que en el liberalismo igualitarista la única guía adecuada para construir la totali-
de Rawls el debate contractualista permitirá dar dad del sistema político y social, como bien lo
cuenta ya no de la legitimidad del poder del Es- argumenta la filósofa británica Mary Midgley
tado como lo hicieron los clásicos, sino sobre lo (2002). Precisamente ella sugiere algo que pue-
deseable que puede llegar a ser un modelo espe- de resultarnos provechoso para la discusión y es
cífico de sociedad, orientado a la justicia distri- que el contrato tan solo es una herramienta útil,
butiva (Rawls, 1997 - 2004)1. Incluso cada una como lo son otras categorías filosóficas para
de esas visiones del contrato estará justificada combatir la opresión. No es, en ese sentido,
una sentencia definitiva del destino o un ídolo a el contrato social se fundamenta la legitimidad
venerar. Lo llamativo del asunto es que mucho de la obediencia al derecho y a la ley. Exami-
antes de que Midgley llegara a esta conclusión, nemos con más detalle cada una de estas vías.
los primeros en entenderlo plenamente fueron
Rousseau y Kant, dos de los mejores exponen- En cuanto al primer elemento es claro que
tes de la teoría contractual. con la utilización del contrato se busca supe-
rar una condición prejurídica (natural), donde
Significado e implicaciones del contrato no existe límite alguno a la acción humana que
en Rousseau y Kant es gobernada por el impulso y la pasión, e ins-
taurar de manera artificial un cuerpo común de
Tanto Rousseau como Kant pueden inscri- gobierno, la sociedad civil o la sociedad polí-
birse perfectamente en la tradición iusnaturalis- tica (Bobbio, 2004), o en el caso de estos dos
ta del contrato (Bobbio, 1997; Ferry y Renaut, autores, la República. El contrato además es el
1997; Fernández, 1988). Ambos lo asumen como único medio legítimo para instaurar el poder
el principio de legitimación de la sociedad políti- político, y en esto tanto Rousseau como Kant
ca o del Estado, no en tanto hecho histórico, sino se distancian de la perspectiva hobbessiana más
como idea regulativa de la razón (Kant, 1986; ligada al realismo político, la cual asume que
Bobbio, 2005, p. 119). Buenos contractualistas también la fuerza puede crear derecho3. Sin
ambos, admiten que lo importante no es el origen embargo, suelen existir otras diferencias entre
del Estado sino su fundamento racional. Ahora Rousseau y los otros contractualistas, incluyen-
bien, dos textos ya clásicos de estos autores evi- do a Kant, que no debemos pasar por alto en
dencian rápidamente el contenido filosófico, po- este primer punto.
lítico y jurídico del mismo. El primero es El con-
trato social (1762), en el que Rousseau afirma En Rousseau, realmente existen dos ti-
de forma contundente: “Lo que pierde el hombre pos de contrato: uno que crea la sociedad civil
por el contrato social es su libertad natural y un positiva y otro que formaliza la sociedad civil
derecho ilimitado a todo cuanto le tienta y que corrupta. El primero es el contrato civil por ex-
puede alcanzar; lo que gana es la libertad civil y celencia, pues permite encontrar una solución
la propiedad de todo cuando posee” (Rousseau, colectiva a un problema común. El segundo,
1985, p. 27). El segundo es la Metafísica de las descrito en su famoso texto Discurso sobre el
costumbres (1797), donde Kant sentencia que el origen y los fundamentos de la desigualdad
contrato originario es aquel “según el cual todos entre los hombres (1754), es una especie de
en el pueblo renuncian a su libertad exterior, para acuerdo forzado por engaño dado que preten-
recobrarla enseguida como miembros de una co- de legitimar e instituir la creación del Estado
munidad, es decir, como miembros del pueblo en condiciones de desigualdad y dominación
considerado como Estado” (Kant, 1994, p. 146). de unos pocos, los ricos, que convencen a los
pobres de someterse a su poder, mostrando los
Ahora bien, se pueden destacar tres ele- peligros de la desunión. La primera forma de
mentos sustantivos en estos dos textos. En pri- contrato es políticamente legítima, mientras que
mer lugar, el contrato social es un fundamento la segunda es una expresión de arbitrariedad y,
de legitimación política que determina el tránsi- por tanto, es ilegítima. De otra parte, el modelo
to de una condición negativa (prepolítica) a una de los iusnaturalistas es en esencia dicotómico:
positiva (política) (Fernández, 1988; Bobbio, el estado de naturaleza es negativo, el estado
1997). En segundo lugar, el contrato social es político es positivo; en ese sentido, el transito
un fundamento de legitimación del poder políti- de uno a otro es excluyente (Bobbio y Bove-
co y jurídico a través de la libertad como expre- ro, 1997). En Rousseau, en cambio, el modelo
sión de la autodeterminación. Finalmente, con es “tricotómico” (Fernández, 1988, p. 82). El
tad general no implica una alienación total de la En comienzo es posible sostener que am-
libertad en el cuerpo común. bos autores, en tanto defensores de la República
como una forma de gobierno legítimo8, produc-
Alcances y limitaciones de estas to del consenso libre entre los individuos, se
propuestas “clásicas” en la óptica constituyen en piezas fundamentales para orien-
democrática contemporánea tar de nuevo una reflexión —no agotada aún—
sobre la naturaleza y límites del poder político
Algunos autores, son del parecer que para en la teoría democrática contemporánea. Esto
que un pensador pueda ser considerado clásico es evidente en lo que atañe a las ventajas de
debe al menos reunir tres grandes cualidades: un poder centrado en un sistema constitucio-
“ser un intérprete de su época; ser siempre actual nal legítimamente instaurado, frente a un poder
y elaborar categorías generales de comprensión despótico que termina usurpando la libertad hu-
histórica” (Bobbio, 2005, p. 128). Otros comple- mana. El legado de ambos, hasta el día de hoy,
mentan esta visión diciendo que para discernir consiste en habernos mostrado que un gobierno
alrededor de un buen clásico deben considerarse constitucional ajustado a derecho, como podría
varias dimensiones: a) que sus ideas condensen ser el caso actual de las democracias liberales,
un periodo o un sistema; b) que tengan más o es sustantivamente menos oneroso —moral y
menos continuidad histórica en la reflexión; c) políticamente hablando— que un régimen del
que sean figuras distintivas y detonantes de una terror donde impere el totalitarismo de la fuer-
disciplina; d) que hayan elaborado una perspec- za, el despotismo del liderazgo carismático o la
tiva o un marco de referencia teórico al que otras obediencia ciega a un modelo de vida. Un ré-
generaciones intelectuales concedan un rango gimen liberal constitucional permite de forma
privilegiado (Alexander, 1990). más racional y razonable, aunque no exento de
cuestionamientos y limitaciones, la construc-
Si acogemos lo referenciado por estos ción y afianzamiento de una sociedad política
autores, Rousseau y Kant, sin lugar a dudas, en la que los individuos sean autoconscientes
serían una clara y definitiva expresión de los de sus derechos y deberes fundamentales, y
denominados autores clásicos. Y no solo por la donde además se les defienda institucionalmen-
importancia que ha cobrado su obra a lo largo te el derecho a tener derechos. Un régimen que
de tres siglos, sino por el interés siempre vigen- en últimas se “tome en serio los derechos de los
te que revisten sus aproximaciones teóricas so- individuos”, como bellamente lo ha expresado
bre el contrato social, ya sea para los filósofos Ronald Dworkin (1984).
políticos, los cientistas políticos y, en general,
para las ciencias humanas y sociales. Sin em- Más allá que Rousseau pueda ser pre-
bargo, algunas preguntas surgen luego de ha- sentado como un demócrata que desconfía de
ber destacado este aspecto central: ¿qué tanto la existencia real de un proyecto democrático9
pueden decirnos estos “clásicos” acerca de la y Kant un republicano que previene constante-
democracia hoy?, ¿en qué ayudan sus propues- mente frente al despotismo de la democracia10,
tas a perfilar mejor la teoría democrática?, ¿qué la recuperación contemporánea de ciertos ele-
tanto facilitarían estas visiones, entender un ré- mentos planteados por estos autores en las obras
gimen político excesivamente paradójico como citadas arriba permitiría ampliar la reflexión
la democracia, que se disemina por doquier sobre la calidad de los procesos democráticos.
pero frente al cual existe una enorme desilusión Cuatro dimensiones podrían resultar ilustrati-
en los países que la regentan?7 Nos limitaremos, vas al respecto: la igualdad, la participación, el
en este punto, a tratar de mostrar algunos de los pluralismo y la libertad de pensamiento. Res-
alcances y dificultades de sus miradas frente a pecto a la primera, la óptica rousseauniana con-
posibles respuestas a estas tres preguntas. cibe al contrato social, al menos en un horizonte
semejanza de la soberanía del príncipe, modelo creen estarse autoconstituyendo pero no es así.
de una sociedad monista” (2005, p. 30). Pero Los individuos están atados a ese destino de
este modelo está agotado, respondió solo a su realizar una tarea. El tema aquí es que cada vez
momento. Nuestras sociedades contemporáneas más en su misión de cumplir el destino de auto-
no tienen ya un centro de poder referencial (la determinarse, los individuos se están volviendo
voluntad general de Rousseau o la ley moral de indiferentes. Aquí viene entonces el tema que
Kant) sino varios. Las denominadas fuentes del nos interesa, respecto a la teoría contractual: “el
poder social son más diversas hoy que hace tres individuo es el enemigo número uno del ciuda-
siglos. Además, el Estado-nación de la moder- dano” si acogemos la visión que para ello nos
nidad ha cedido el paso al Estado posnacional propone en su momento Alexis de Tocquevi-
(Habermas, 2001) de las sociedades cosmopoli- lle. Pero, ¿cuál es la razón de ser de ello? El
tas sin que el Estado nacional haya desaparecido ciudadano procura su propio bienestar a través
del todo, pero sus contornos son distintos, pues- del bienestar de la ciudad, mientras el indivi-
to que no solo se han erosionado ciertas fronte- duo es pasivo, es escéptico y desconfía del bien
ras geopolíticas, sino que también las grandes común. Así, lo que está pasando hoy es que “la
corporaciones y los organismos multilaterales otra cara de la individualización parece ser la
emergen con un papel crucial en la definición corrosión y la lenta desintegración del concepto
de lo que antes correspondía soberanamente a de ciudadanía” (Bauman, 2000, p. 42). Lo que
las naciones y a los ciudadanos. A ello se suma ocurre entonces es una expulsión de lo público
que nuestras sociedades, quizá como nunca an- y de lo democrático. Los temas públicos que se
tes, son más plurales, más centrífugas, más he- resisten a esa reducción se transforman en algo
terogéneas socialmente, con sistemas políticos incomprensible. De esta forma, los individuos y
más poliárquicos y por supuesto con mayores no los ciudadanos defienden ser los únicos ocu-
desigualdades sociales y exclusiones políticas pantes legítimos del espacio común.
antes inimaginables.
A contrapelo de lo que pensaban Kant
La segunda dificultad está anidada en el y Rousseau iría suceder hacia delante, hoy en
corazón interno de la teoría contractual y es nuestra sociedad imperan menos ciudadanos
que ella fue pensada, independientemente de la y más actores individualizados que se resisten
valoración que Rousseau y Kant hicieran de la a ser rearraigados en el cuerpo republicano de
democracia, sobre la base de un sueño filosófico la ciudadanía. En este sentido, Bauman mues-
propio de la modernidad, expresado en la bús- tra que si los individuos se encuentran, no es
queda de la autonomía, en la “compulsión por para construir espacio común, vida común, sino
la autodeterminación” (Bauman, 2000). Pero para compartir intimidades. Este tipo de comu-
este sueño hoy se ha tornado también en una nidades demuestran lo frágiles y efímeras que
“distopía”13. La teoría contractual suponía que son las formas de construcción de espacios y
los individuos irían progresivamente haciéndo- del otro: “comunidades de preocupaciones
se más responsables en la realización de esta ta- compartidas, ansiedades compartidas u odios
rea y, por supuesto, en las consecuencias de su compartidos, pero en todo caso comunidades
desempeño. Ahora bien, el tema, como lo ha se- perchero” (Bauman, 2000, p. 42). El asunto es
ñalado Zygmunt Bauman, es que la autodeter- que para este sociólogo la individualización ha
minación no se plantea en la modernidad como llegado para quedarse y la construcción de ciu-
una elección sino como un destino. La moderni- dadanía ya no es posible si no se entiende el
dad “ensancha la brecha entre la individualidad impacto de esos procesos de individualización,
como algo predeterminado y la individualidad imposibles de preveer, por supuesto, en el mo-
como capacidad práctica y realista de autoafir- mento que pensaron los dos clásicos a los que
marse” (Bauman, 2000, p. 40). Los individuos hemos aludido. Hay entonces una brecha entre
siempre como justificación su célebre frase la esfera pública, pero sus implicaciones son igual-
“soberanía no puede ser representada” (Rous- mente profundas. Se trata de un proceso en el que
seau, 1985, p. 98). Sin embargo, es un escéptico las mujeres han ejercido un papel de primera fila,
total frente al tema. Su mayor énfasis está en la aunque el resultado final de los beneficios logra-
República no en la democracia. Él mismo dice dos, incluso en la esfera pública, estén abiertos a
que “tomando el término en su acepción más ri- todos” (Giddens, 1998, p. 111).
gurosa jamás ha existido verdadera democracia,
y no existirá jamás” (1985, p. 72). Además de ser 12
Solo apuntamos aquí que la participa-
posible, esta necesitaría cumplir una serie de re- ción ciudadana es uno de los cinco criterios que
quisitos difíciles de conjuntar, al menos para los establece Robert Dahl para nombrar un gobier-
hombres: un Estado muy pequeño, donde todos no democrático y que podría ser considerado
se conocieran entre todos; una gran sencillez de como un “indicador objetivo” de la calidad de-
costumbres; igualdad en los rangos y fortunas; y mocrática de un país, con todo lo problemático
poco o nada de lujo. La conclusión a la que llegó, que pueda resultar esto de la objetividad en la
en su momento, fue básicamente que un gobier- medición democrática (Cfr. Dahl, 2006). Los
no tan perfecto no convendría a los hombres. otros criterios serían: igualdad de voto, com-
prensión ilustrada, control de la agenda pública
10
Quizá habría una semejanza aquí con e inclusión de los adultos.
La democracia en América, de Alexis de Toc-
queville (1957), que la asume como expresión
13
Extraigo este término de Tomlinson
de la “tiranía de la mayoría”. Desde la pers- (2001), quien lo utiliza para hablar de las pesa-
pectiva kantiana, las democracias, sean de la dillas y del escepticismo frente a una moderni-
naturaleza que sean, terminan supeditando la dad y una cultura globales.
condición de libertad al consenso unánime: “to-
dos deciden sobre y, llegado el caso, también Referencias
contra uno solo, que aprueba o está en contra”.
El problema, como anotará en La paz perpetua, Alexander, J. (1990). La centralidad de los clá-
es que esos todos “no son todos; lo cual cons- sicos. En A. Giddens y J. Turner (eds.).
tituye una contradicción de la voluntad general La teoría social, hoy (pp. 22-80). Madrid:
consigo misma y con la libertad” (Kant, 2001). Alianza Editorial.
El sociólogo Ulrich Beck (2002) ha señalado al
respecto que la modernidad republicana kantia- Bauman, Z. (2000). Modernidad líquida. Bue-
na valoriza, frente a la democrática, un punto de nos Aires: Fondo de Cultura Económica.
vista novedoso: “El afianzamiento de los dere-
chos fundamentales que no puede ser pensado Beck, U. (2002) Los padres de la libertad. En
ni garantizado de arriba hacia abajo, sino que U. Beck (comp.). Hijos de la libertad.
tiene que serlo de abajo hacia arriba”. México: Fondo de Cultura Económica.
11
Las relaciones entre la democracia y Berlin, I. (2001). Dos conceptos de libertad y
la intimidad han sido abordadas por Anthony otros escritos. Madrid: Alianza.
Giddens. Al respecto, llama la atención diciendo
que “el fomento de la democracia en el dominio Bobbio, N. (1985). Estudios de historia de la
público fue inicialmente un proyecto masculino filosofía: De Hobbes a Gramsci. Madrid:
en el que las mujeres participaban de forma ca- Debate.
sual, por costumbre de su propia lucha. La de-
mocratización de la vida personal es un proceso Bobbio, N. y Bovero, M. (1997). Sociedad y
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III. De los derechos del hombre a la idea ser correcto en teoría, pero no vale para
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