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Música popular

La música de masas, industrial o comercial, mal traducida a veces


como música popular por calco semántico del inglés popular music,
comprende un conjunto de géneros musicales que resultan atractivos para
el gran público occidental y que generalmente son distribuidos y creados
para grandes audiencias a través de la industria de la música. Esta
distribución y creación a través de medios comerciales y empresariales está
en contraste tanto con la música culta como con la música popular, las
cuales normalmente se difunden por vía doméstica, académica y de alta
cultura o por vía oral, respectivamente, a audiencias más minoritarias.1
A diferencia de la música culta y la popular2, la música de masas o comercial
se identifica con la tradición pop/rock anglosajona y mantiene la esencia de
sus fundamentos melódicos, armónicos, formales y estéticos aunque haya
permeado en todas las culturas occidentales y buena parte de las de otras
latitudes, adquiriendo un barniz internacional impregnándose de técnicas y
tradiciones musicales locales, pero manteniendo esencialmente las mismas
característica de música inconfundiblemente anglosajona aunque esté
cantada en otros idiomas y con aspectos melódicos, instrumentales,
rítmicos, etc, de las culturas colonizadas. Entre los géneros más
representativos de la música de masas de nuestro tiempo se pueden
destacar, entre otros, el pop, el rock, el rap y la música electrónica pop, en
el mundo anglosajón y germánico; la cumbia, la bachata, el reguetón o
el nuevo flamenco, entre otros, en el mundo hispano, el J-pop en Japón y
entre la comunidad otaku internacional, y numerosas manifestaciones
regionales de la música pop/rock anglosajona así como las fusiones de
diferentes estilos.
Otras denominaciones que recibe a veces la música comercial son «música
ligera», «música pop o pop/rock». Por otro lado, «música popular» es el
término musicológicamente y semánticamente correcto para lo que en el
mundo anglosajón se llama folk music, literalmente, música del pueblo,
música popular3, y que en los ámbitos más afectados por la colonización
cultural estadounidense se ha llamado música folclórica o tradicional, en
una confusión del término anglosajón popular music, música "famosa",
masivamente aceptada, de masas, por popular, perteneciente,
representativa, relativa a un pueblo, nación, etc; un uso que poco a poco
está colonizando el mundo hispano y desplazando a música popular. Para
evitar confusión con este último sentido, a veces se emplea la expresión
«música popular moderna», o simplemente «música moderna».
El musicólogo y especialista en música pop Philip Tagg define el concepto a
la luz de los aspectos socioculturales y económicos:
"La música de masas, a diferencia de la música culta, es concebida
para ser distribuida de forma masiva, y frecuentemente a grupos
grandes y socioculturalmente heterogéneos. Es distribuida y
almacenada de forma no escrita. Sólo es posible en una economía
monetaria industrial donde se convierte en una mercancía y, en
sociedades capitalistas, sujetas a las leyes del libre mercado, según la
cual idealmente debe vender lo más posible, de lo menos posible, al
mayor precio posible".
Para Cristopher Mardorf, un enfoque común para definir la música pop
es vincular su popularidad con la escala de la actividad, como la venta
de partituras o grabaciones. Este enfoque tiene un problema, ya que las
audiciones repetidas no se cuentan, la profundidad de la respuesta no
se constata, audiencias socialmente diversas son tratadas como un
mercado conjunto y no hay diferenciación entre los estilos musicales.
Otra forma de definir la música pop es vincular su popularidad con los
medios de difusión correspondientes. Sin embargo, esto es
problemático, ya que todo tipo de música, desde el folk hasta lo
más vanguardista, están sujetos a la mediación de masas. Un tercer
enfoque para definir la música pop es a base de un grupo social, ya sea
una audiencia masiva o una clase social particular (lo más a menudo,
aunque no siempre la clase media), un enfoque que es problemático
porque las estructuras sociales no pueden ser simplemente
sobrepuestas sobre estilos musicales. Estos tres enfoques son muy
parciales y estáticos también. Además, la comprensión de la música pop
ha cambiado con el tiempo.
Hasta finales del siglo XVIII, en Europa, las dos grandes corrientes
musicales que había eran la que actualmente conocemos como música
clásica, de tradición escrita y vinculada a la intelectualidad y la
aristocracia, y la música popular de tradición oral y vinculada a una
población fundamentalmente rural.
Esta dualidad artística, que no hacía sino reflejar la clara división social
y cultural del público, empezará a cambiar con el desarrollo de
la Revolución Industrial. En países como Reino Unido y Francia, el
crecimiento de las ciudades, la burguesía y el florecimiento de una clase
media urbana interesada en la cultura, promueven la aparición de
espectáculos músicoteatrales dirigidos a este público con menos
ambiciones artísticas y más pensados para el sencillo entretenimiento
de esta nueva clase a mediocamino entre la obrera poco educada y las
élites intelectuales y culturales.4 Estos espectáculos se representarán de
forma regular en lugares como las tabernas, jardines y salones de baile
de Londres, o los teatros y los café-concert de París, y serán el caldo de
cultivo para la creación y divulgación de canciones y otras
composiciones que irán conformando una nueva corriente, la música de
entretenimiento urbana. Los primeros espectáculos de este tipo son
el ballad opera y el music hall en el Reino Unido, el teatro de
variedades y el vaudeville en Francia, y un tiempo después el minstrel
show en EE. UU.. A éstos se sumarían en las siguientes décadas nuevos
formatos de espectáculos de variedades como el cabaret, la revista,
el burlesque, etc.
Junto a este desarrollo del mundo del espectáculo se produce también
un progresivo acercamiento de la música a los hogares de la gente,
basado por un lado en el abaratamiento de los instrumentos musicales,
y por otro en una disponibilidad cada vez mayor de partituras creadas
para el consumo doméstico. Este nuevo mercado permitió que
muchos compositores, que en épocas anteriores sólo podían trabajar
bajo el encargo de una institución religiosa o como empleados de una
corte o un importante mecenas, pudieran ahora convertirse en
profesionales liberales. Sus creaciones serán comercializadas por
editoras musicales que se encargarán también de tutelar los derechos
de la composición. Ejemplos de estas creaciones se pueden encontrar
en los lieder alemanes de Schumann o las canzonette italianas de
Donizetti, para voz y piano, en las cuales hay a menudo una estructura
similar a la de muchas canciones pop modernas. Un fenómeno similar
ocurre en EE.UU. con la industria musical del Tin Pan Alley -con fuertes
raíces en folclore angloamericano- y su autor más conocido, Stephen
Foster.
Por último, en la segunda mitad del siglo XIX también cobra fuerza la
ópera ligera u opereta, primero en París (con figuras como Jacques
Offenbach y su popular cancán), después en Viena (de donde surgieron
los famosos valses de los Strauss) y Londres. En España también se
practicó el género de la opereta, bajo el nombre de zarzuela.
Aunque los estilos de música de masas del XIX seguirán teniendo
vigencia durante el siglo XX (especialmente en la primera mitad), el
nuevo siglo se va a ver sacudido por dos grandes movimientos musicales
de repercusión en el mundo euroamericano: el jazz (en la primera mitad
del siglo) y el rock (en la segunda mitad). Ambos tienen su origen en
EE.UU. y ambos están enormemente influidos por la música de la
población negra.
A comienzos de siglo XX, en EE.UU., empiezan a difundirse entre la
población urbana diversos géneros musicales derivados de las
tradiciones populares de los africanos que habían llegado como esclavos
al continente, influidas ahora por las tradiciones musicales blancas.
Nacen y adquieren notoriedad de este modo el ragtime, el blues urbano
(derivado del blues primitivo que era cantado en el campo) y finalmente,
el jazz, que combinaba la música de banda y de desfiles que venía
sonando sobre todo en Nueva Orleáns, con fuertes dosis de
improvisación y con particulares características rítmicas y estilísticas.
La invención del fonógrafo primero, y de la radio después, permiten una
difusión sin precedentes de estos nuevos géneros musicales, que eran a
menudo interpretados por músicos autodidactas mucho más ligados a
una tradición musical que no a la literatura musical. Este hecho, el origen
no europeo de los intérpretes, y el citado recurso a la improvisación,
contribuyeron a crear una música de gran frescura y vitalidad. Al
contrario de aquello que había sucedido tantas veces en la historia de la
música, la tecnología ofrecía ahora a una música de origen popular
fundada más sobre la práctica que sobre el conocimiento teórico la
oportunidad de ser trasmitida y heredada en vez de ser olvidada.
La música jazz continuó desarrollándose durante todo el siglo XX,
llegando a ser una música de gran consumo en los años 20, 30 y 40,
principalmente en Angloamérica, pero también en Europa; y sufriendo
un cambio parecido al del flamenco, perdiendo su esencia popular al
empezar a ser música compuesta por creadores individuales que, si bien
mantienen la raíz y el estilo popular, van progresivamente dotando a sus
creaciones de más personalidad individual propia. Especial popularidad
alcanzó el estilo del swing, de la mano de compositores y directores de
orquesta como Benny Goodman o Glenn Miller. Al mismo tiempo, la
canción pop norteamericana (en voces como la de Bing Crosby y más
tarde Ella Fitzgerald o Frank Sinatra) se vio fuertemente influida por las
aportaciones estilísticas del jazz. Esta influencia alcanzaría más tarde
también al rock, a través del rhythm and blues. A partir de los años 40 y
50, junto al declive de las formas más populares de jazz, empezaron a
surgir subgéneros más complejos y disonantes (como el bebop o el cool
jazz), que hicieron que el género jazzístico se fuera volviendo una
"música para músicos" y para entusiastas (cuando no para élites), una
nueva música contemporánea genuinamente estadounidense. No
obstante, los viejos clásicos del jazz no desaparecerían ya nunca del
repertorio popular, convirtiendo a este género en una de las mayores
aportaciones musicales del nuevo continente.
Los estilos de la música de entretenimiento occidental del siglo XIX, que
se nutrieron tanto de fuentes artísticas como populares, siguieron su
desarrollo en el siglo XX paralelamente a la aparición de las nuevas
corrientes y otras no tan nuevas pero que entran en contacto a
principios de dicho siglo, como las músicas hispanoamericanas, el jazz,
el flamenco o el rock.
Hasta la década de 1960, en el terreno vocal prevaleció la canción
ligera de canción de salón popularizada por los espectáculos de
variedades y por los comienzos de la radio y del cine sonoro,
conservando ciertos caracteres propios en cada país. Así ocurrió con
el pop tradicional estadounidense (con creaciones de Cole Porter,
George Gershwin o Irving Berlin); el tango, con figuras como Carlos
Gardel y Sofía Bozán; la canción francesa o "chanson" (con artistas
como Edith Piaf o Jacques Brel); la canción española, cuyo género más
representativo es primero el cuplé y después la copla (con figuras
como Concha Piquer, Antonio Molina y posteriormente Lola
Flores o Rocío Jurado; la canción italiana (donde destaca la canción
napolitana, con Renato Carosone) o la canción alemana (representada
por el Kabarett y el Schlager) así como numerosos géneros
iberoamericanos como el bolero (con Antonio Machín y otros) o los
ritmos de baile tan populares como la rumba, la salsa, la samba o
el mambo.
En la segunda mitad del siglo los espectáculos de variedades entran en
franca decadencia, y aunque la canción de salón seguirá gozando de
notable popularidad hasta nuestros días, irá cediendo terreno −sobre
todo entre la gente joven− ante el avance de la cultura de masas
estadounidense introducida en tromba por las empresas no sólo
discográficas sino cinematográfica y televisiva, y en especial de la
moderna música pop/rock, de la cual recibirá una considerable
influencia llegando incluso a diluirse en ella. El resultado de esa
influencia es el género conocido como canción melódica, representada
en el mundo hispano por artistas como Raphael, Julio Iglesias, Luis
Miguel, Il Divo o el brasileño Roberto Carlos, mientras en el mundo
anglosajón se pueden destacar las figuras de Frank Sinatra o Barbra
Streisand. Otros artistas destacables de esta etapa son los
franceses Charles Aznavour y Serge Gainsbourg, la griega Nana
Mouskouri o el italiano Domenico Modugno.
Señalar por último la pervivencia en todo el siglo XX de un género mixto
entre teatro, música pop y baile que, con orígenes en el XIX, conservará
su fortaleza hasta nuestros días: el musical. Con epicentro creativo
en Broadway (Nueva York) y West End (Londres), de la mano de autores
como Leonard Bernstein o Andrew Lloyd Weber, el musical fructificó
también en otras capitales europeas, americanas y asiáticas, y tuvo su
reflejo también en el séptimo arte con adaptaciones o creaciones
originales dentro del cine musical.
El rock and roll nació en los años 50 como una música animada y de
ritmo rápido que surgía fundamentalmente de un maridaje interracial
entre el rhythm and blues negro y el country blanco. Pioneros de este
género fueron mayormente artistas negros como Chuck Berry o Little
Richard, aunque también cantantes blancos como Bill Haley y
especialmente Elvis Presley, que llevaría el fenómeno del rock and roll a
sus máximas cotas de popularidad. El nuevo género, que arraigó
fundamentalmente entre la gente joven, se combinaría en la década
siguiente con otros estilos de música popular dando lugar a una serie de
variantes conocidas genéricamente como rock, que terminarían
expandiéndose por los continentes de cultura occidental y en menor
medida por zonas de Asia y África.
En la década de los 60, las figuras dominantes del rock primigenio
angloamericano tuvieron que ceder protagonismo ante el avance de
una nueva oleada de grupos británicos que habían recibido la influencia
del rock and roll. Surge lo que se denominaría como Invasión británica.
Bandas como The Beatles, The Rolling Stones, The Who o The Animals,
las cuales tuvieron respuesta en Angloamérica con grupos como The
Beach Boys o The Byrds, contribuirían notablemente a la evolución del
rock y al surgimiento de la nueva cara de la música popular blanca:
la música pop. Por otra parte, al final de la década artistas
estadounidenses como Jimi Hendrix o The Doors también jugarían un
papel fundamental en el desarrollo de la música rock. Al mismo tiempo,
se consolidaron nuevas tendencias entre los norteamericanos negros,
como el soul y el funk, con la figura destacada de James Brown. Se
produjo también en Estados Unidos un renacimiento de la música
folk con la canción protesta, representada entre otros por Bob Dylan.
Los años 70 vieron nacer nuevos estilos, como el hard rock (una variante
del rock más dura y de guitarras eléctricas más distorsionadas),
el reggae de origen jamaicano, el rock progresivo, el punk, el hip hop,
la música disco (que dominó las pistas de baile), o los primeros pasos de
la música electrónica en el ámbito de lo comercial, donde despuntarán
compositores como Jean-Michel Jarre o Vangelis. Al nivel más
comercial, los mayores éxitos pertenecieron a artistas pop como Elton
John o el grupo sueco ABBA y a bandas como Led Zeppelin y Pink Floyd.
Al mismo tiempo alcanzaban repercusión internacional nuevos ritmos
iberoamericanos como la salsa cubana o la bossa nova brasileña, y, en
distintas zonas del mundo, emergían estilos que mezclaban elementos
del pop/rock occidental con la música de masas local (así toman forma
el Afropop, el rock iberoamericano, el J-Pop, el pop ruso, etc.). Por
último, fue esta década la época dorada de la canción de autor en países
del sur de Europa (España, Francia, Italia...) e Iberomérica.
La incorporación de los sonidos sintetizados y la popularidad del
videoclip marcaron la estética de la música pop de los 80, donde
destacaron figuras como Michael Jackson o Madonna, junto a grupos
pop-rock europeos de una nueva ola (New Wave) que buscaban sonidos
alternativos, como U2 o The Police. En las discotecas, la música disco
dejaba paso a la música electrónica de baile como el post-disco,
el house o el techno. Entre los amantes de la música lenta y relajante se
consolidaba el new age y, en el otro extremo del espectro musical,
el heavy metal alcanzaba su mayor popularidad a ambos lados del
Atlántico.
En los años 90, el grunge de Nirvana y el rock alternativo comparten
protagonismo con el britpop de Blur y Oasis en las listas de éxitos,
mientras la escena EDM, vinculada a las pistas de baile, desarrolla una
cada vez más variada prole de subgéneros electrónicos (trance, drum
and bass, chill-out...). Una multiplicación similar se consolida desde la
década anterior en el ámbito del heavy metal, con derivaciones como
el thrash metal (liderado por la banda Metallica) y otros subgéneros
como el metal progresivo o el death metal. Con todo, las ventas de
discos en esta década estarán lideradas por artistas musicalmente más
conservadores como Mariah Carey y otras estrellas angloamericanas
del pop melódico.
La música de masas entra así finalmente en el siglo XXI con un ya amplio
bagaje a sus espaldas, caracterizado por la multitud de géneros y estilos
que han ido tomando forma década tras década, y conformando un
extenso y variado cuerpo de música apreciado por gente de distintos
gustos, edades, ideologías y extracciones sociales a lo largo y ancho de
todo el mundo.

Referenciase

1. ↑ Arnold, Denis (1983). The New Oxford Companion Music,


Volume 1: A-J. Oxford University Press. p. 111. ISBN 0-19-311316-
3.
2. ↑ https://dle.rae.es/?id=Tfbc80Q
3. ↑ https://dle.rae.es/?id=Tfbc80Q
4. ↑ The New Grove Dictionary of Music and Musicians, volume 15,
p.87

Bibliografía[editar]

 Tagg Philip (1982) "Analysing Popular Music : Theory, Method and


Practice" in Popular Music, 2
 Middleton, Richard (1990/2002). Studying Popular Music.
Philadelphia: Open University Press. ISBN 0-335-15275-9.
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