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Chile: El yoyó de la izquierda y el emboque del gobierno

El gobierno de la milicia uniformada instaló la partidocracia en Chile, que en este caso es la dictadura de los
partidos, siguiendo el modelo de Mussolini, el fascista italiano, il Duce, que, a diferencia de Hitler, no tenía su
base de sustentación en las fuerzas armadas, sino en el Partido Fascista. Hitler se apoyó en la fuerza militar
del estado formando el partido nacional socialista, Mussolini, por el contrario, apoyándose en su partido
asumió la conducción del estado y de su aparato de fuerza para arrojarlo contra los trabajadores, que a la
sazón estaban muy atrevidos.

El modelo chileno aprendió de ambos y los metió en una coctelera para hacer el
menjurje que nos gobierna, colocando encima del potaje la cereza bacheletista para darle aspecto digerible,
esto es, levemente socialdemócrata.

El partido socialista contribuyó alegremente a la fiesta trayendo la figura de yeso de Allende, colocándola en
medio de la ceremonia vudú cuyo objetivo es hacer borrón y cuenta nueva mostrando que la cosa no está tan
mal. Desde diferentes grupos y grupitos de izquierda se enaltece la figura del ex presidente en un arco que va
desde la extrema izquierda hasta la derecha demócrata cristiana. ¡Si sólo faltaron Piñera y Lavín en los
homenajes al presidente asesinado! Ni Fidel Castro faltó al espectáculo emitiendo una nota donde sostiene
que el presidente popular no había sido asesinado, sino que se suicidó. A santo de qué se viene ahora con
eso, vaya a saber uno. Si los derechistas o demócratas cristianos de este país o de otros se meten con los
cubanos, yo mismo y muchos más nos paramos y decimos que dejen a los cubanos en paz, que hagan lo
suyo y se les respete la soberanía popular.

Durante 35 años se machacó a la población sobre el presidente mártir, que había sido asesinado y la versión
del suicidio circulaba sólo en ciertos conciliábulos. Hoy día, extrañamente, es la hora de zanjar el asunto y
arrojar a la opinión pública que el hombre se había dado un tiro, luego saldrá otra versión. Y así. Nos la pintan
como les viene en gana.

El alcalde de Valparaíso, Aldo Cornejo, posó de allendista haciendo participar a las instancias municipales en
actividades de homenaje. Nadie quería perderse de aparecer en la foto. La sociedad del espectáculo.

Los partidos de gobierno y de derecha se encuentran discutiendo y aprobando o no aprobando una serie de
medidas de previsión, educación y de un cuanto hay para mostrar a la población que vamos bien, que algo
cae de maná del cielo, que los milagros existen, que la paciencia tiene su premio, en fin, que existe el viejo
pascuero. El gobierno juega al emboque con la población, y quienes negocian con ellos son cómplices de
tomo y lomo, de la cabeza a los pies.

La partidocracia afila estacas, está en su año electoral y en su apogeo. Desde la izquierda se levantan nuevos
referentes de oportunidad (nótese la delicadeza del autor de esta nota) y ex militantes del partido comunista
son tentados para volver al redil y presentarse como candidatos en varias comunas. En varias ciudades los
electores se han llevado la sorpresa de ver al crítico tal o cual del PC regresar a la tienda como si nada
hubiese pasado, es decir, es lo mismo si ha habido asesinato o suicidio. Poco a poco se perfila la doble o
triple estrategia de la vieja izquierda destinada a contener el avance de formas alternativas de despliegue de
la soberanía popular.
Muchos cayeron en la trampa. Algunos lo hicieron con los clones del PC de la unión de la Fuerza Social con la
Surda. y otros con la expansión del Partido Humanista, otros detrás de los grupos aliados al MPMR y demás
hijos putativos del PC. Algunos llegaron a imaginar un Podemos sin el PC y más de uno me lo hizo ver como
posibilidad. Al lado de la crítica al PC por el acuerdo con los partidos de gobierno de no presentar candidatos
en municipios que podían arrebatarle a la derecha, el llamado pacto por omisión, muchos dirigieron la vista
hacia los humanistas, que, de forma casual, se extendieron rápidamente cubriendo en buena parte los vacíos
que dejaba el PC con sus maniobras, conteniendo así la fuga que empezaba a vislumbrarse.

El partido comunista negociaba con el gobierno y su aliado el partido humanista se encargaba de atraer a los
críticos taponando los huecos abiertos, afinando el discurso y aún acercándose a sectores próximos a la
autonomía. Muy fino, sumamente inteligente, tanto es así que más de uno pisó el palito. El PH sin ninguna
duda iba a morder el anzuelo que se le ofreció desde las instancias conciliadoras, de reclutar y apuntar en sus
listas a más de uno de los críticos del negociado con el gobierno, con lo que se transforman en cómplices de
la jugada. Luego, muy luego, todos apuntarán a la "gran" nueva Unidad Popular: el PH fortalecido será el eje
de la nueva alianza, los de la fuerza y la surda aportan gente joven y sangre nueva, bien mezclados entre los
autónomos y grupos rebeldes, como en la Fech y la Universidad de Valparaíso.

No es por otro motivo que todos insisten en el retorno al tiempo de Allende, que se encienden velas, velitas y
velones. Bajo esa luz se aspira a reeditar el pasado. Con apoyo del gobierno. Y con apoyo de los asesinos de
Allende. Oh! Perdón. Ya no hay asesinos. El hombre se suicidó.

Increíble, pero cierto. La crítica de muchos ha resultado ser reabsorbida por la


hábil esponja de la izquierda tradicional. El yoyo que sube y baja.

Pero en algo se han equivocado los estrategas negociadores de la izquierda, los manipuladores del gobierno
y los de oposición derechista:

La población está cansada de la partidocracia.

Jaime Yovanovic Prieto


Profesor J

<http://www.kaosenlared.net/noticia/62425/chile-yoyo-izquierda-emboque-gobierno>

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01 juillet 2008, par Salvador Allende

Allende. In memoriam
Joseba Macías
Zazpika/Rebelion

De nuevo una evocación en imágenes. Álbum de fotos en blanco y negro que nos
traslada esta vez al Chile de los años setenta del pasado siglo. Nos olvidamos por
ahora de las últimas páginas, las que nos transmiten rabia y dolor a manos llenas
treinta y seis meses después, para quedarnos necesariamente con estas instantáneas
corales, tomas que hablan, gritan y exhalan esperanza, ilusión, el sueño de una
transformación social colectiva en el corazón del Cono Sur latinoamericano. Ha pasado
mucho tiempo, edades ciegas, siglos estelares, diría Pablo Neruda. Pero ahora sí,
miles, centenares de miles de personas, hombres, mujeres y niños (les vemos) llenan
calles y alamedas en torno a un hombre símbolo, un médico-político que llega a la
presidencia de su país con 62 años de compromiso a tiempo completo, un abuelito con
rostro sincero y bonachón que enseguida pasa a formar parte del retrato familiar en
las barriadas metropolitanas, en las ciudades pesqueras, en las comunidades
campesinas, en las villas del cobre o en las poblaciones tomadas en la periferia urbana.
Se llama Salvador Allende y hoy, ahora, en estos días de junio de 2008, habría
cumplido 100 años. No pudo ser. Moriría aquel negro 11 de septiembre (1973)
defendiendo en el Palacio Presidencial de La Moneda el gobierno del pueblo frente al
ataque fascista de las Fuerzas Armadas, el Cuerpo de Carabineros y el Departamento
de Estado de Henry Kissinger. Y, lo sabemos ya sin ningún género de dudas, no
precisamente por este orden a la hora de establecer responsabilidades… Salvador
Allende en la memoria. Salvador Allende en el presente continuo de la historia de la
dignidad humana por encima de silencios, tergiversaciones o vacíos más o menos
interesados. Salvador Allende. Cien años.

La Forja de un Compromiso.
Repasamos biografías, ensayos, textos impresos o virtuales y no hay sorpresas. En
todos una constante: linealidad vivencial, coherencia en seis intensas décadas
personales de lucha por la justicia y la igualdad social. De principio a fin. Es cierto que
en estos últimos tiempos hay algún que otro autor, a caballo entre el revisionismo y la
postmodernidad al uso que, como el filósofo Víctor Farias, trata de presentar al mundo
un Allende distinto, menos ejemplarizante, entre un genetismo precoz y un
antisemitismo biológico. Curiosidades editoriales, en fin, que tratan como en tantos
otros casos de reconstruir la historia con marcados intereses ideológicos. Algo parecido
a lo que se realiza desde el ámbito de una socialdemocracia que ensalza especialmente
su papel institucional, olvida su adscripción al marxismo como método de
interpretación hasta el final de sus días o, simplemente, ignora su perfil de
compromiso integral con el pueblo más allá de estructuras formales y santificaciones
del mercado.

Allende sanguíneo y visceral, apasionado por la seducción en su acepción completa


(latino al fin), hombre de su tiempo, burgués y despierto, heredero de su propia
tradición familiar: “Pertenezco a una familia que ha estado en la vida pública por
muchos años. Mi padre y mis tíos, por ejemplo, fueron militantes del Partido Radical,
una formación que nació con las armas en la mano luchando contra la reacción
conservadora. Mi abuelo, el doctor Allende Padín, fue senador radical, vicepresidente
del Senado y fundó en el siglo pasado la primera escuela laica en Chile”. Es cierto. Las
ideas radicales, que defiende profundamente la saga familiar de los Allende, beben de
un particular liberalismo progresista marcado por la defensa extrema de los principios
democráticos, el laicismo y la justicia social. No será nada extraño entonces que el
niño que acaba de nacer el 26 de junio de 1908 en la mansión de los Allende Gossens
situada en la casa porteña de Valparaíso fragüe desde sus primeros años una particular
conciencia social. Luego vendrá, claro está, su viaje a Santiago para cursar estudios de
medicina, tiempo de renovar las preguntas y las dudas que antes, en sus inquietudes
de secundaria, le ha ayudado a responderse un vecino de la familia viejo y combativo,
de profesión zapatero, de filiación anarquista y de origen italiano. Juan Demarchi, un
nombre que recordará siempre, le presta los primeros textos de marxismo y cultura
libertaria mientras le enseña a jugar al ajedrez, socialización complementaria…

Salvador Allende, desde sus años universitarios, aparece ya como un estudiante


concienciado, inquieto, masón siguiendo la costumbre familiar y, como ocurre tantas
otras veces en la historia del compromiso, represaliado por sus ideas: “Los estudiantes
de Medicina, en aquellos años, se encontraban en las posiciones más avanzadas.
Representábamos, además, el sector menos pudiente, no como los estudiantes de
abogacía que formaban parte de la oligarquía. Nosotros nos reuníamos para discutir los
problemas sociales, para leer a Marx, a Engels, a los teóricos del marxismo. Yo no
había frecuentado la Universidad buscando ansiosamente un título para ganarme la
vida. Milité siempre en los sectores estudiantiles que luchaban por la reforma. Fui
expulsado de la Universidad, arrestado y juzgado, antes de ser médico, por tres cortes
marciales. Fui liberado, enviado al norte de Chile y después comencé en Valparaíso mi
carrera profesional. Tuve muchas dificultades porque, aunque fui un buen estudiante y
me gradué con una calificación alta, me presenté, por ejemplo, a cuatro concursos en
los que era el único concursante y, sin embargo, los cargos quedaron vacantes. ¿Por
qué? Por mi vida estudiantil”.

Una biografía extrapolable a otras latitudes y vivencias, es verdad, pero estamos en


América Latina, no lo olvidemos. El insustituible “patio trasero” para los intereses
norteamericanos, lo exponen sus manuales y doctrinas con absoluta e insultante
claridad. Chile ha aportado históricamente millones de toneladas de materias primas al
Virreinato colonial español de Perú y salitre en masa a los puertos británicos durante
décadas. Desde principios del siglo XX el cobre del país, su principal recurso natural
ahora revalorizado, está controlado por dos empresas de los “hermanos
estadounidenses”: la Anaconda Copper Mining Co. y la Kennecot Corper Co,
íntimamente vinculadas entre sí como partes de un mismo consorcio mundial. Más de
cien millones de dólares de beneficio anual que llenan las arcas de sus oficinas en
Nueva York. Los dueños del cobre, lo escribe Eduardo Galeano, son los dueños de
Chile. Ellos se encargan, una vez más, de propiciar gobiernos afines y criminalizar a los
partidos que ponen en entredicho su control y el expolio permanente de la República.
Mientras tanto, los mineros chilenos cobran sueldos de miseria, viven alejados de sus
familias en barracones sin condiciones sanitarias y ven cómo, carentes de medidas de
seguridad, su número disminuye día a día mientras aumenta la larga lista de
cadáveres entre un metal rojo que no les pertenece. Salvador Allende, joven médico
en prácticas, comparte una experiencia similar: el único puesto en el que le permiten
trabajar es como asistente de Anatomía Patológica en su Valparaíso natal. En ese
tiempo realiza más de mil quinientas autopsias. “Aprendí a la perfección qué quiere
decir amar la vida y cuáles son las causas de la muerte”. Muchas de ellas, lo descubre
empíricamente, íntimamente relacionadas con la injusticia social, las condiciones
laborales y los intereses económicos de la nueva potencia mundial: “Conocemos bien
el drama de América del Sur, que siendo un continente potencialmente rico, es un
continente pobre, fundamentalmente por la explotación de que es víctima por parte del
capital privado estadounidense”. Desde ese momento dedicará todo su esfuerzo a la
política como método de transformación de la realidad social. Desde ese momento
también, no nos extrañemos, en un pequeño despacho de las oficinas centrales del
Departamento de Estado norteamericano su nombre pasa a engrosar la larga lista de
los enemigos continentales a vigilar estrechamente.

El Sueño de la Unidad Popular.


Salvador Allende será uno de los fundadores del Partido Socialista chileno. Una
formación que vive a lo largo de su historia diversas crisis y escisiones fruto de
debates internos, de tácticas divergentes… Dentro o fuera del Partido oficial pero
siempre fiel a sus principios socialistas, Allende propiciará alianzas con los comunistas
(1936), será elegido diputado (1937), ministro de sanidad en el gobierno del Frente
Popular (1939-1942), senador (1945-1951; 1953-1956; 1961; 1963), candidato
presidencial (1952, 1958, 1964, 1970)… Un “corredor de fondo” obsesionado por
superar la histórica fragmentación de la izquierda para establecer una mayoría natural
en el Gobierno. Casi lo consigue en las elecciones de 1958, perdidas
fundamentalmente por el amplio apoyo del voto femenino a los candidatos
conservadores. La situación se repite en los comicios de 1964 pero ahora la derecha
tradicional pasa a apoyar abiertamente al demócrata-cristiano Eduardo Frei defensor
de un supuesto “centro no polarizado” ejemplificado en un programa cuyos ejes van a
ser la protección de la familia, el discurso del miedo al comunismo y la defensa de un
estado benefactor de corte keynesiano… ¿No os suena la propuesta?

En 1970, nuevo año de elecciones presidenciales, las cosas van a cambiar. La izquierda
política consigue articular un discurso único demandado por una sociedad civil que
cuenta con un nivel de organización sin equivalente en el resto del continente. Los
acuerdos entre marxistas, laicos progresistas, cristianos de base, socialdemócratas y
movimientos sociales confluyen en la creación de la Unidad Popular. Su candidato
unitario, consensuado, se llama Salvador Allende. Y, junto a él, los partidos comunista
y socialista, el radical, el socialdemócrata, el MAPU (Movimiento de Acción Popular,
surgido en 1969 de una escisión progresista en el seno de la Democracia Cristiana), la
Acción Popular Independiente (API)… También el MIR (Movimiento de Izquierda
Revolucionaria) una organización político-militar nacida en 1965 que, sin solicitar
explícitamente el voto, apoyará la construcción del poder popular y que cuenta con
amplios apoyos en sectores como el movimiento de pobladores en el extrarradio
urbano. El 4 de septiembre de 1970, después de una durísima campaña electoral, la
Unidad Popular obtiene la victoria (36,3%). Las calles, lo hemos visto, se llenan de
centenares de miles de personas que saben de la llegada de un tiempo nuevo. Con
ellos-as, llevan también la esperanza y el sueño de muchas generaciones olvidadas.
Victor Jara, Quilapayun o Inti-Illimani componen sus himnos, Patricio Guzman filma
sus sensaciones y Pablo Neruda escribe su júbilo en forma de versos. Una gran alianza
de obreros, campesinos, profesionales urbanos, trabajadores de la cultura o cristianos
del compromiso que han dicho basta y echado a andar. Los datos están ahí: Salvador
Allende logra 40.000 votos más que Jorge Alessandri, candidato de la derecha
tradicional (34,9 %), derrotando también al ex -presidente democristiano Eduardo Frei
(27%). Un resultado histórico pero, a la vez, condicionado como se demostrará
demasiado pronto: en muy pocas horas, la derecha y un amplio sector de la
Democracia Cristiana van a comenzar a trabajar juntas, con la asesoría
norteamericana, en la preparación de un clima de inestabilidad permanente que
culminará en el golpe de estado de 1973.
De momento el pueblo está de fiesta. No es para menos. Esa misma noche,
madrugada ya del nuevo día, un Salvador Allende exultante se asoma a los balcones
de la Federación de Estudiantes en Santiago para lanzar un mensaje nada equívoco
entre los cantos, las banderas y las consignas: “Vamos a realizar los cambios que Chile
necesita”. Ha nacido la “vía chilena al socialismo” que se va a refrendar cinco meses
más tarde cuando la izquierda vuelva a ganar las elecciones para renovar las cámaras.
El nuevo presidente no se encierra en palacio. Baja a pie de calle, recorre sus
geografías, escucha directamente las reclamaciones populares y sigue mirando al
mundo a la espera de una nueva conciencia planetaria: “Si el hombre de los países
industrializados ha llegado a la Luna, es porque ha sido capaz de dominar la
naturaleza. El problema es que, si bien es justo que el hombre ponga los pies sobre la
Luna, es más justo que los grandes países –por hablar simbólicamente- pongan los
pies sobre la tierra y se den cuenta que hay millones de seres humanos que sufren
hambre, que no tienen trabajo, que no tienen educación”. Plegarias desde el Sur hacia
un desierto sideral llamado Norte…

Esta vez, la llegada de la izquierda al poder en un país de América Latina se ha logrado


por vía electoral. Nada ha podido impedir, como en tantos otros intentos precedentes,
el triunfo de las fuerzas de cambio… Se trata ahora de poner en marcha, Allende lo
sabe y lo dirige, un trabajo colectivo, a largo plazo, que contemple transformaciones
estructurales que posibiliten una verdadera transición al socialismo. En los meses
siguientes se expropian grandes latifundios y se pone en marcha la reorientación del
campo, se nacionaliza el cobre, se propicia la cogestión en las fábricas, el incremento y
diversificación de las empresas de corte familiar, se asegura la propiedad a medianos
propietarios e industriales, se potencian medidas educativas y sanitarias para toda la
población, se redistribuye la renta hacia los sectores populares con menos recursos, se
amplía el área de la propiedad social…
Estados Unidos pone en marcha su “bloqueo silencioso”. Como había ocurrido con
Cuba en los años sesenta, un nuevo enemigo puede extender su ejemplo por todo el
continente demostrando esta vez las posibilidades de la democracia representativa. Y
si la isla del Caribe seguía su curso contra viento y marea, ahora las cosas no se iban a
torcer. Se estructura así una campaña progresiva en diversos frentes que trata de
minar los apoyos al Gobierno: presión mediática (El Mercurio, revista PEC, etc.) con
una estudiada agenda de propaganda y libelos (avance de los “planes marxistas” para
el país, envío de los niños chilenos a Rusia y Cuba, posible cierre de los colegios
católicos, prohibición de misas y prácticas religiosas, etc.), huelgas en sectores
productivos y profesionales (transporte urbano, camioneros, Tribunales de Justicia,
mineros, etc.), reducción de créditos, presentación de continuos recursos legalistas en
la Cámara de Diputados para paralizar su actividad y calendario, desabastecimiento de
productos básicos, atentados atribuidos a organizaciones de izquierda, acoso en foros
internacionales, manifestaciones permanentes, “caceroladas” de amas de casa… “Se
engañan profundamente los que creen que con amenazas, con presiones, con
restringirnos los créditos o con cerrarnos las posibilidades de renegociar la deuda
externa van a impedir nuestro camino. Aquellos que han resuelto defender todavía el
dominio que tuvieran sobre las riquezas fundamentales de Chile deben entender que
hay hechos que son irreversibles, y es irreversible la voluntad de los chilenos de ser
dueños de su tierra, de la riqueza de su patria”. Salvador Allende sigue confiando en
su pueblo. Pero la presión continua, asfixiante, sin tregua, va a contar con un nuevo
aliado: los sectores golpistas de un Ejército caracterizado históricamente, el presidente
lo repite, por su respeto al orden constitucional.

El 20 de junio de 1973 tiene lugar el tanquetazo, una primera asonada militar que
muestra claramente, pese a su fracaso, la debilidad y el desgaste del Gobierno. El 11
de septiembre, el general Augusto Pinochet dirige el operativo que combina la acción
de los tres ejércitos y el cuerpo de los carabineros. Desde primeras horas de la
mañana se bombardea el palacio presidencial de La Moneda. Salvador Allende decide
resistir junto a su guardia de seguridad… En toda la República, en Santiago, en
Chuquicamata, en Iquique, en Valparaíso, en Puerto Montt, en Valdivia, en Concepción,
en Valparaíso, el movimiento popular responde al golpe en las fábricas, los barrios, las
universidades, las oficinas… Miles de personas son detenidas y trasladadas a estadios,
colegios o comisarías donde son ejecutadas ante pelotones de fusilamiento. En los días
y meses posteriores un importante porcentaje de los once millones de chilenos-as
intentará salir del país, vía embajadas o cruzando clandestinamente las fronteras.
Otros, menos afortunados, comienzan a vivir un largo exilio interior. La nueva Junta
Militar decreta el estado de sitio, prohíbe las huelgas y movilizaciones, elimina los
partidos políticos, premia las delaciones de ciudadanos-as que han apoyado al
Gobierno, devuelve a las empresas norteamericanas el control de los sectores
productivos básicos, elimina la libertad de prensa, nombra rectores militares para
reorganizar las universidades y los centros educativos, suprime el uso de pantalones
en las mujeres y el pelo largo en los hombres, crea la siniestra Dirección de
Inteligencia Nacional (DINA) encargada de la represión al movimiento popular…

Epílogo
Hemos dejado líneas atrás a Salvador Allende resistiendo junto a sus compañeros en
una Moneda bombardeada desde el aire y atacada ahora con tanques y vehículos
blindados. Podíamos cerrar así, un homenaje de combate eterno con final abierto y
proyecciones de futuro. Ya se ha despedido de su pueblo en un último e inolvidable
adiós lanzado desde las ondas de Radio Magallanes y que hemos reproducido íntegra y
necesariamente en la coda final que acompaña este homenaje-evocación. Pero podría
haber otros finales complementarios: hablar, por ejemplo, del nuevo continente de la
esperanza que él soñó y que hoy, cadena a cadena, eslabón a eslabón y paso a paso,
comienza a ser una realidad del Río Bravo a la Patagonia. Reproducir un listado de los
centenares de actos de recuerdo que en estos días se van a desarrollar en distintos
puntos del mundo, claro ejemplo de su presente. Pero, cuestión de justicia poética,
dejadnos que al cierre le veamos morir para la historia desde el compromiso con su
pueblo, un acto que eleva sin duda su figura humana y universal. Así, solo así,
podemos entender a la perfección lo que nos contara tiempo atrás Eduardo Galeano:
existe una comunidad de indios huichol en la sierra mexicana de Nayarit que no tenía
nombre. Uno de sus integrantes encontró en un libro la historia de horror y bravura de
un hombre que había sabido cumplir la palabra. Leyó el libro en voz alta para todos.
Las ciento cincuenta familias votaron que sí a su nuevo nombre, el mismo de un
hombre que no dudó a la hora de elegir entre la traición y la muerte

- Voy para Salvador Allende – dicen, ahora, los caminantes.


<http://www.rebelion.org/noticia.php?id=69572>
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30 juin 2008, par Salvador Allende

Discurso de Juan Luis Marre en acto de Barcelona


Distinguidas autoridades que nos acompañan, distinguidos representantes de las fuerzas politicas
catalanas, cros y cras chilenos, amigos y amigas catalanes y de España:

Es para nosotros un gran honor presidir un acto- homenaje de esta natiuraleza y en este lugar la
Plaza Sant Jaume, corazón político de la sociedad catalana para conmemorar el Centenario del
natalicio de nuestro Presidente Salvador Allende.

Salvador Allende Gossens es un gigante de la historia chilena que recorre gran parte del siglo XX
erigiéndose como una insigne figura del socialismo chileno , latinoamericano e universal.

Allende entra en la historia de nuestro país desde muy temprano en su juventud por allá en la
década del 20, como estudiante secundario en Valparaíso.

Desde muy pequeño realizaba discursos y devela una inquietud social y su compromiso con los
más humildes y desamparados.

Allende como un torbellino en la historia social y política de Chile , inicia su derrotero incansable
como dirigente universitario en la Fac de Medicina de la U . de Chile y en la FECH., forma parte
de los grupos socialistas libertarios que dan origen al PS de Chile , que nace como alternativa
democrático-popular , nacional y latinoamericanista.

Su camino a La Moneda le llevará primero a ser diputado, ministro de Salud, senador y pdte del
Senado de la república. El año 1958 Allende es ya por segunda vez candidato a la 1ª magistratura
de la nación, repetirá en 1964 y será finalmente elegido pdte de la república el 4 de septiembre
de 1970.

Su legado , su enseñanza es enorme y de vastas proporciones.

Se trata de un personaje que durante 50 años , toda su vida fue educando , fue organizando y
finalmente conquistando el corazón del pueblo chileno.

Su programa político incluyó todas las áreas de la economía, la sociedad , la política y


fundamentalmente los derechos de los trabajadores . Los puntales de su programa :

 la nacionalización del cobre y las riquezas básicas


 -la reforma educacional, educación laica, pública , de calidad y amplio acceso a todos los
sectores sociales
 la reforma agraria que desterrara para siempre el latifundio e hiciera productiva la tierra
otorgando su propiedad a quienes la trabajan.
 - la creación de un área social de la economía que condujera las áreas estrateguícas de la
industria y la economía nacional para beneficio de las amplias mayorías nacionales
Destacables es mencionar en esta ocasión que entre las innumerables medidas que consideraba su
programa de gobierno estaba incluido un proyecto de Ley que otorgaba el DERECHO A VOTO PARA
LOS CHILENOS RESIDENTES EN EL EXTERIOR. Medida en la que nosotros como comunidad residente
en el exterior nos hemos empeñado estos años, y a pesar del apoyo de los gobiernos del
presidente Lagos y la presidente Bachelet, la derecha pinochetista lo ha rechazado
permanentemente sin alcanzar los quorms altísimos para conquistar ese derecho que también era
un sueño de Allende, seguiremos incansablemente trabajando para conquistar esa meta , el
derecho a voto para los chilen@s y chilen@s en el exterior.

La via , el camino que Allende enseñó a su pueblo para conquistar su emancipación fue
desarrollar la organización social, la lucha reinvidicativa y política, el trabajo político social
constante, el cara cara con el pueblo, la lucha gremial y la conquista electoral , en suma Allende
ha sido el más grande artifice chileno de construcción de MAYORÍAS SOCIALES. Fue el líder
enemigo de las vanguardias iluminadas que muchas veces se adjudican la representación del
pueblo. El camino para conquistar el socialismo para Allende fue la profundización de los
derechos sociales y democráticos , a través de la construcción de mayorías y conquistas
electorales, en suma a través del enamoramiento de una amplia alianza social y multiclasista en
donde todos los hombres y mujeres honestos y con amor por su pueblo tenían cabida.

Esa enseñanza , la asimilación de socialismo a democracia es el principal aporte a las luchas


socialistas a escala universal, profundizar la democracia como una forma de construir una
sociedad socialista, igualitaria , fraterna y de amplia participación y dignidad para todos los
sectores sociales y especialmente para los más humildes y desamparados. En suma más
democracia , más socialismo. Esa clave resultó demasiado peligrosa para los eternos enemigos de
la democracia. Especialmente en un continente como América latina en constante ebullición, de
ahí la confabulación de la reacción chilena y del imperialismo norteamericanbo para provocar su
caída y concretar el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973.

Hoy en día compañero Salvador Allende a 35 años de tu muerte en combate defiendo la


democracia y el mandato que el pueblo chileno te diera, queremos gritar a los cuatro vientos :
TU LEGADO ESTA VIVO, TU ENSEÑANZA INTACTA , TU EJEMPLO SE ENGRANDECE Y QUIENES
FUIMOS UNOS NIÑOS PARA ESOS MIL DIAS DE TU GOBIERNO POPULAR Y REVOLUCIONARIO , HOY EN
DÍA MÁS QUE NUNCA RENOVAMOS NUESTRO COMPROMISO SOCIALISTA DE LUCHA Y DE TRABAJO
DIARIO, CONSTANTE y PERMANENTE POR LA CONQUISTA DE MÁS Y MAYORES DERECHOS SOCIALES Y
DEMOCRÁTICOS PARA LAS AMPLIAS MAYORÍAS MULTINACIONALES QUE EN CADA RINCÓN DEL
MUNDO CLAMAN POR JUSTICIA SOCIAL, POR EDUCACIÓN , POR ALIMENTACIÓN POR TRABAJO Y POR
DIGNIDAD SOCIAL. NO HABRÁ UN DEMÓCRATA VERDADERO EN EL MUNDO QUE SEA INDIFERENTE A
TU LEGADO Y A TUS IDEAS, PORQUE TU PROGRAMA SOCIALISTA ES EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI.,
TUS IDEAS SOCIALISTAS NO SOLO EN NUESTRA PATRIA SINO EN EL CONTEXTO MUNDIAL
GLOBALIZADO DE UNA ECONOMIA DE MERCADO REGIDA Y GOBERNADA POR UN CAPITALISMO FEROZ
Y DEPREDADOR, TIENEN UN NUEVO Y MAYOR SENTIDO, POR ELLO TE DECIMOS ALLENDE TU LUCHA
NO FUE EN VANO CON TU MUERTE CIEN, MIL Y MILLONES NOS LEVANTAMOS PARA SEGUIR TU
EJEMPLO.

Compañero PRESIDENTE Salvador Allende hasta la victoria siempre¡¡¡

Barcelona 27 de junio 2008.-

JLM Pdte Comunal Catalunya, PS de Chile


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30 juin 2008, par Salvador Allende

Allende
Carlos Peña

Visto a la distancia, el Chile de los sesenta resulta inverosímil. Para advertirlo basta un dato:
cuatro de cada diez jóvenes chilenos lograban ingresar entonces al liceo y apenas un puñado de
ellos conseguía terminar el ciclo de la enseñanza secundaria. De éstos, por su parte, un ínfimo
puñado logra hacerse de un cupo en la universidad: menos de cinco por cada cien. Los pingüinos -
los escolares como multitud- entonces no se conocían. Casi ninguno había alcanzado siquiera a
pisar un colegio.

Y eso que sucedía en educación, ocurría también en salud y en vivienda.

En una palabra, la desigualdad de la que hoy día -con razón- nos quejamos no existía. Había algo
aún peor: exclusión. Grandes sectores de la sociedad puestos al margen del sistema productivo,
de la industria cultural, del sistema escolar.

En suma, la estructura productiva era incapaz de incorporar a amplios sectores.

Al lado de ella, sin embargo, según sugirió alguna vez Aníbal Pinto, había un sistema político
incluyente y amplio que estimulaba las expectativas de todos.

Es lo que salta a la vista cuando uno se detiene a mirar los rastros y las huellas de esa época.
Multitudes cuya pobreza parece entrar en contradicción con el carácter de sujetos colectivos,
que, al mismo tiempo, son capaces de exhibir. Como si en el Chile de los setenta el reino de la
necesidad fuera a parejas con el de la libertad. Como si el programa de Hegel -la masa
convertida en sujeto- se hubiera cumplido de una vez por todas.

Esa es la escena a principios de la segunda mitad del siglo pasado. Una estructura productiva que
dejaba al margen a grandes mayorías, y un sistema político, que, en cambio, las incluía y les
permitía expresar sus demandas. Una estructura de producción que rehusaba a muchos incluso la
condición de explotados, pero que concedía a todos la condición de sujetos partícipes de un
destino común.
Es en medio de esa escena -esa contradicción- que se forja la figura final de Salvador Allende.

Él pensó que era posible modificar de manera radical esa estructura productiva sin sacrificar un
ápice las rutinas, demasiado expansivas, del proceso político. Hacer cambios, que en otras partes
se habían logrado a sangre y fuego, a punta de votos. En una palabra, transitar al socialismo, la
igualdad en su máxima expresión, con las armas de la democracia. Todo un desafío: hacer algo
que los clásicos del marxismo -fieles a una teoría violenta de la historia- habían rechazado una y
otra vez. Fue la revolución de las empanadas y del vino tinto.

Al perseguir ese objetivo en apariencia insensato, Allende mostraba las características de un


político de excepción, capaz de adherir, con el mismo énfasis y pareja sinceridad, a objetivos en
apariencia inconsistentes: el logro de la igualdad en su máximo nivel y, a la vez, el respeto por la
diferencia que exige la democracia. Él representó -mirado a la distancia no es poco- una radical
voluntad de cambio con una insobornable voluntad democrática. Se apegó a las rutinas, a los
modales y a las costumbres de la democracia con el mismo entusiasmo con que abrazó el deseo
de igualdad para las mayorías entonces excluidas.

Un político capaz de dejarse llevar por esas ideas, que sabemos opuestas, y usarlas para seducir a
otros, es una muestra de voluntad excepcional, una voluntad que sólo tienen los santos y los
héroes. Una voluntad que hoy -cuando la política o se confunde con el narcisismo o con un
trabajo alimenticio- parece una rareza.

Allende quemó así los últimos cartuchos del estado de compromiso que rigió los destinos de Chile
entre el año 1932 y 1973: un arreglo social en el que las capas medias se hacían del Estado y
arbitraban, mediante múltiples mecanismos -que iban desde el cabildeo en los pasillos del
Congreso a la negociación en La Moneda- los conflictos sociales.

Allende fue, al mismo tiempo, la culminación de ese estado de compromiso y la entrada en el


umbral de su fracaso. Como él dijo, con la lucidez de los condenados a muerte, se trataba de un
tránsito histórico.

Y enfrentado a él pagó con su vida.


Hay varias formas de empalidecer la figura de Allende y se han ensayado casi todas. A su
preocupación por la igualdad, se opone su frivolidad de burgués insustancial; a su riguroso apego
a la democracia, su apoyo a los movimientos insurreccionales; a la expansión del consumo que
alcanzó su gobierno, la escasez dramática que padeció el tercer año; a la valentía de sus horas
finales, la amargura del suicidio; a la conciencia histórica que exhibió, el narcisismo de sus
relaciones privadas.

Todos esos intentos son pueriles -no hay un gran hombre que a la mirada del burgués no parezca
un amasijo de contradicciones- y ninguno de ellos logrará hacer olvidar que Allende dejó la valla
a una altura que ninguno de sus contemporáneos, ni nadie hoy día, alcanza.

Ni de lejos.

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30 juin 2008, par Salvador Allende

SALVADOR ALLENDE: a cien años de su nacimiento


El 26 de junio se cumplen cien años del Natalicio del Presidente Salvador
Allende Gossens; dado el destacado lugar que ocupa su figura en la historia
política nacional e internacional, como un destacado luchador por la soberanía
de los pueblos, por la independencia nacional y la justicia social, se anuncian
cientos de actos, homenajes, declaraciones, artículos, etc..

Como ya es normal, cuando se trata de personajes relevantes en la lucha


social, veremos como, desde los intereses y ubicación de clase de los autores,
se pintarán diversos Salvador Allende en búsqueda del que mejor les sirva,
desde la "concertación", junto a frases comunes, usarán su figura para tratar
de esconder sus rostros reaccionarios, neoliberales y pro-imperialistas, y sin
duda, jóvenes rebeldes mostrando la fotografía de Allende con una
ametralladora, sostendrán con entusiasmo que "Allende no transó, con una
ametralladora él combatió".

Los comunistas partimos reconociendo en Allende a un gran líder y luchador


democrático, antiimperialista, a un socialista honesto, al presidente que
encarnó aspiraciones de justicia y cambio social muy profundas en los
trabajadores y pueblos de Chile, a quien pagó con su vida el ser consecuente
con el programa de gobierno presentado frente al pueblo, al tiempo que
tenemos presente que la figura de Salvador Allende va asumiendo nuevas
dimensiones, de acuerdo a los niveles y requerimiento de la lucha popular, de
allí que levantemos su figura al calor del combate por la soberanía, la
independencia y la justicia social.

Algunos usarán el centenario del nacimiento de Salvador Allende para revivir


elucubraciones fantasiosas y fatales sobre "vías pacíficas al socialismo", o de
"revolución" sin revolución, de integración en el aparato estatal burgués y de
su transformación paulatina, hasta colocarlo al servicio de los trabajadores y
otras formulaciones que bien sabemos, y no sólo porque así lo enseña el
marxismo-leninismo, sino que por la propia experiencia de la Unidad Popular,
no nos conducen al socialismo, sino que a enfrentar desarmados en lo
ideológico, político y material a la reacción y al fascismo.

Nosotros los comunistas, desde el PC(AP), sin confundir las cosas, sosteniendo
la vía insurreccional de masas como camino verdadero para que, de acuerdo a
la realidad de Chile, se produzca la toma del poder político por parte de los
trabajadores y del pueblo, aprendemos de la lucha democrática y popular de
las amplias mayoría nacionales, cuyo acumulado en el pasado significó la
instalación de Salvador Allende en la Presidencia de la
República, reconocemos en ella, uno de los momentos altos vividos hasta hoy
en Chile, en relación al protagonismo y conquistas populares de orden
democrático y antiimperialistas.

Como comunistas, no buscamos en Allende la explicación de la tragedia del


golpe militar fascista del 11 de Septiembre de 1973, menos aún en el amplio
movimiento de masas que lo acompañó, por el contrario, Salvador Allende, de
acuerdo a su formación democrática, de izquierda, socialista, laica y masón, se
puso por entero al servicio de lo que él creía, en la posibilidad de producir los
necesarios cambios en beneficio de las mayorías, desde la institucionalidad
republicana burguesa, su consecuencia en ese sentido, como ya hemos dicho,
le costó la vida, él fue un tremendo factor de unidad popular en el sentido
amplio de la palabra, la responsabilidad recae en la ausencia de una verdadera
comprensión marxista-leninista de la revolución, del carácter de clase del
Estado, del papel de las fuerzas armadas y de orden, en las ideas revisionistas
que se habían apoderado de las cabezas de quienes se reclamaban
"comunistas", incumpliendo así el papel de vanguardia de la clase obrera, de
Estado Mayor de la Revolución, de organizadores, promotores y dirigentes del
asalto al poder, de destructores del Estado Capitalista y de constructores del
nuevo Estado, del Estado Socialista.

Hoy, en medio de tanto oportunismo, de "socialistas" neoliberales y a sueldo


de los imperialistas, hacen falta hombres consecuentes, demócratas, patriotas
y socialistas de la envergadura de Salvador Allende para avanzar tras la
revolución Democrática Popular antiimperialista y abrir las compuertas a la
Revolución Socialista.

¡Salvador Allende vive y crece en las luchas democráticas y populares!

Eduardo Artés B.

<http://www.fotolog.com/comunistaap_2/46940389>
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30 juin 2008, par Salvador Allende


«De nuevo se abrirán las grandes alamedas» (En recuerdo de
Salvador Allende)
OSÉ ANTONIO PÉREZ TAPIAS

HACE un siglo, el 26 de junio de 1908, nació Salvador Allende en la ciudad de Valparaíso.


Recordarlo ahora es traer a la memoria la vida y obra de un impresionante líder político que se
empeñó en transformar lo que era la injusta realidad de su país, Chile, desde una concepción
profundamente humanista del socialismo democrático. Su biografía, entreverada con su intensa
trayectoria política, quedó marcada desde muy pronto por el firme compromiso que asumió con el
pueblo chileno, con los trabajadores y, desde esa opción, con un proyecto liberador que,
compartido por otros muchos, se proyectaba a toda América Latina. Su vida tuvo trágico punto final
el 11 de septiembre de 1973, cuando Allende se sacrificó resistiendo a las bombas y tanques con
que los golpistas encabezados por el general Pinochet atacaron el presidencial Palacio de La
Moneda. En aquellos momentos de máxima tensión en que se dirigió a los chilenos como
Presidente constitucional de la República -el «compañero Presidente» como todos le llamaban-,
sus palabras a través de las ondas de Radio Magallanes invitaban a superar aquel «momento gris
y amargo» donde la traición pretendía imponerse, con esa manifestación de esperanza militante
que, al borde de la muerte, todavía podía expresarse así: «Sigan ustedes sabiendo que mucho
más temprano que tarde de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre
para construir una sociedad mejor».

Afortunadamente, cuando en Chile dejaron atrás la sangrienta dictadura pinochetista y volvieron a


transitar por los caminos de la democracia, las alamedas de Santiago comenzaron a abrirse de
nuevo para el ir y venir de un pueblo anhelante de justicia desde la libertad recobrada. Y si hoy
recordamos solidariamente todo ello es por lo que supone el legado político que Salvador Allende
acumuló desde su nacimiento hasta su muerte para dejárnoslo en herencia. En momentos como el
actual, distintos de los que se vivían hace treinta o cuarenta años, conviene especialmente
recordar una herencia como la allendista, que de ninguna manera debe caer en el olvido si
queremos que la izquierda socialista tenga algo que decir y mucho que hacer en el mundo
contemporáneo. Tal ejercicio de memoria no sólo es pertinente en Chile o en otras repúblicas
latinoamericanas; lo es también en Europa y, para más señas, en España. Y no sólo por los
vínculos históricos de Allende con España, sobre todo a través de los exiliados que llegaron al
impresionante puerto de su ciudad natal en aquel barco fletado por Neruda, el Winnipeg, para
liberar a los que pudo de las amenazas de muerte, cárcel o represión a manos de las tropas de
Franco -el general golpista de acá, de quien Pinochet allá se consideraría continuador-, sino
también por lo que significa el recuerdo del presidente de la Unidad Popular en cuanto a
enseñanza política que actualmente puede seguir siendo relevante.

Cuando algunos hablamos de Allende con pretensiones que no se agotan en la mera mención de
un centenario es porque pensamos que en su pensamiento y en su acción, más allá de sus errores
o de las apreciaciones políticas que el tiempo ha hecho que queden obsoletas, hay elementos que
merecen seguir siendo tenidos en cuenta. No olvidemos que el médico chileno que al tercer
intento, en 1970, accede a la más alta magistratura del país aupado por los votos aglutinados en
torno a una amplia coalición de izquierdas, fue un socialista convencido que, de manera rotunda y
desde la práctica política, defendió siempre que el socialismo no podía ir nunca separado de la
democracia, es decir, del respeto a la dignidad de las personas, de las exigencias que suponen los
derechos humanos y de la lealtad al orden constitucional que ha de regir la acción política en el
seno de un Estado democrático de derecho. Con tales premisas, Allende mantuvo a lo largo de
todo su recorrido político la convicción de que si era necesaria una revolución, y pensaba que lo
era, ella no podía sino ser radicalmente democrática. Así lo defendió para Chile, así lo difundió más
allá de Chile, respetando, sin embargo, a quienes en diferentes contextos llegaron a otras
conclusiones. La transformación social en la que Allende pensaba, y para la que trabajó, requería
la paciencia del largo camino de la concienciación del pueblo, de la organización de la clase
obrera, de la alfabetización del campesinado, de la lucha por la salud pública, del apoyo de los
profesionales capaces de optar por la emancipación de todos , del compromiso, en suma, a favor
de una transformación radical de las estructuras de una sociedad atascada en la injusticia y
expoliada por los mecanismos económicos de un neoimperialismo depredador. Pero todo ello, sin
embargo, llevado a cabo desde el análisis riguroso de las condiciones dadas -y el marxismo lo
consideraba a tal efecto como cuerpo teórico irrenunciable, siempre que fuera antidogmático y
abierto a otras aportaciones-, así como desde una prioridad clara otorgada al valor de cada vida
humana, conforme a la dignidad de cada individuo. Pensaba que había que evitar al máximo el
dolor del pueblo y el sufrimiento de los individuos o, como dijo en ese último discurso que antes
hemos mencionado, que haya «víctimas inútiles». Todo un mensaje de aquello que para su
humanismo socialista era prioritario.

Salvador Allende, desde la fundación del Partido Socialista Chileno, a la que contribuyó en los
años treinta, hasta la configuración de los sucesivos frentes y coaliciones de los que formó parte en
las convocatorias electorales que le llevaron al Congreso o al Senado de la República, acumuló
una densa experiencia política que le llevó a buscar acuerdos entre la izquierda plural de su
momento y de su país, a no ceder ante tentaciones electoralistas de claro corte populista, a no
transigir con la demagogia fácil de promesas lanzadas en el vacío. Insistía, por lo demás, en que
un proyecto político, para consolidarse como tal, necesitaba articularse en tres niveles: un bagaje
teórico crítico con intención utópica -consideraba que era la aportación de Marx-, un proyecto de
transformación de la realidad social de largo alcance y un programa para la acción política
inmediata, bien engarzado con los condiciones reales en las que había de llevarse a cabo.
Pertrechado con todo ello consiguió acceder a la presidencia de la República. Tres años duró el
gobierno de la Unidad Popular que encabezó. ¿Fallaron sus análisis, quedó desmentida su teoría,
quedó sin apoyo social y político su programa? Que hubo errores, como en toda acción de
gobierno, nadie lo niega, pero su final no se debió a ellos, sino a la reacción de la oligarquía de su
país, a la traición de los militares que ejecutaron el golpe y a la guerra encubierta que se declaró
contra él y su gobierno desde el centro del poder geopolítico del imperialismo de la época:
Washington, con Nixon en la presidencia de EE UU y Kissinger al frente del Departamento de
Estado, más la CÍA infiltrada por toda Latinoamérica. Ellos decidieron que «la vía chilena al
socialismo» tenía que ser abortada. El experimento de socialismo y democracia, desde la
democracia y para la radicalización de la misma, que Salvador Allende encarnaba no debía
prosperar. Hubo así quien firmó su sentencia de muerte y quien se aplicó para que esa muerte se
produjera. Los poderosos no toleran la emancipación de los pueblos, los mercados no aguantan
los derechos de los individuos, mas es con eso con lo que hay que acabar, conjugando democracia
y socialismo. A eso invita -así lo pensamos muchos- el recuerdo de Allende, el inolvidable
«compañero Presidente», desde Chile, hasta hoy.

<http://www.ideal.es/granada/20080627/opinion/nuevo-abriran-grandes-alamedas-20080627.html>

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29 juin 2008, par Salvador Allende

Reflexiones en exclusiva del jefe de gobierno de España:


En el centenario de Salvador Allende

Por experiencia propia sé que la imagen ejemplar del Presidente Allende ha iluminado el sentido
de la política y ha alentado el compromiso de varias generaciones, entre otras, a la que yo mismo
pertenezco.
José Luis Rodríguez Zapatero

Desde el 11 de septiembre de 1973 hasta hoy, somos muchos los que hemos testimoniado en
alguna ocasión nuestro reconocimiento a la figura emblemática de Salvador Allende, el Presidente
de Chile.

Una buena parte de los homenajes que en estos años se le han tributado vinieron motivados por
los aniversarios de su muerte y por las circunstancias en que ésta se produjo: el recuerdo de la
traición al pueblo, a la democracia y a su propia persona pertrechada por aquellos a quienes la
memoria ya ha juzgado para siempre.

Pero el primer centenario de su nacimiento nos llama a señalar, especialmente, el significado de su


vida, una trayectoria política larga y perseverante, su estatura moral extraordinaria, el
compromiso honesto de un hombre que sólo quiso ser, y lo fue, el "intérprete de grandes anhelos
de justicia".

Los avatares del pueblo de Chile fueron percibidos con cercanía e intensidad por los socialistas
españoles. En la formación de un adolescente o de un joven, los personajes y valores que se tienen
como referencia adquieren una importancia decisiva: por experiencia propia, sé que la imagen
ejemplar del Presidente Allende ha iluminado el sentido de la política y ha alentado el compromiso
de varias generaciones, entre otras, a la que yo mismo pertenezco.

Tengo el recuerdo vívido de aquel día ominoso, del pesar y de la rabia que sentimos. Y de la
impotencia, porque en España todavía no podíamos hacer públicos y explícitos ese pesar y esa
rabia.

Nuestra gratitud, nuestro afecto, nuestro respeto siempre a Salvador Allende.

Su integridad y su entrega lo han convertido en símbolo donde se ven representadas la defensa


convencida de la libertad, a la vez que la lucha por unas condiciones de justicia sin las cuales
aquélla no alcanza a ser realmente posible para todos. Su recuerdo está arraigado más allá de las
fronteras de uno u otro país, porque es ya patrimonio del corazón de los demócratas del mundo. Y
ahí permanecerá.

Porque era cierto. La historia la hacen los pueblos, y la semilla entregada a la conciencia digna de
miles y miles de chilenos no pudo ser cegada. Al contemplar hoy la realidad de Chile desde España,
a treinta y cinco años ya desde su muerte y un siglo después de su nacimiento, llegamos a la
confortante conclusión, nada retórica, de que ni su sacrificio, ni su vida, fueron en vano.
<http://diario.elmercurio.com/2008/06/29/reportajes/cuentan_que/noticias/ABD432C6-8C78-452A-98F7-
B4AFAA4B707C.htm?id={ABD432C6-8C78-452A-98F7-B4AFAA4B707C}>
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29 juin 2008, par Salvador Allende

¡Viva Allende!
Freddy J. Melo

Entre el 26 de junio de 1908 y el 11 de septiembre de 1973, un lapso de 65 años, 2 meses


y 16 días, transcurrió la parábola existencial de Salvador Allende Gossens, un hombre
que convirtió la muerte en vida al sembrar la suya individual en la colectiva de su pueblo,
en cuyas manos hacedoras flamea como bandera y cuya garganta innúmera proyecta su
voz hacia los horizontes. Porque su sueño asesinado aquel 11 es del barro del fénix, y su
cuerpo destruido, de la materia fecundante que Neruda llamó "la antártica hermosura de
Chile".
La unión de cuerpo y sueño comenzó a forjarse en 1921, cuando, estudiante liceísta de
clase media acomodada en su natal Valparaíso, un viejo zapatero anarquista le abrió el
mundo de la inquietud y el combate social. Desde allí todo fue, in crescendo, verbo
iluminado, pasión entre obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales, edición de
periódicos y libros, luchas antidictaduras y detenciones, grado profesional, organización
gremial y política (cofundador en 1933 del Partido Socialista); impulsor en 1936 del Frente
Popular y factor en 1938 de la campaña presidencial triunfante de su candidato Pedro
Aguirre Cerda, ministro de Salubridad en 1939, senador varias veces a partir de 1945,
candidato presidencial en 1952, 1958, 1964 y 1970, electo en el cuarto intento, el 4 de
septiembre, y confirmado por el congreso, tras enorme tensión, el 24 de octubre. Fue una
victoria "para construir la nueva sociedad, la nueva convivencia social, la nueva moral y la
nueva patria", sobre la base de que "la revolución no implica destruir, sino construir; no
implica arrasar, sino edificar", y en la seguridad de que "cada pueblo tiene su propia
realidad y frente a esa realidad hay que actuar". No hay recetas. El caso nuestro, por
ejemplo, abre perspectivas, abre caminos. Hemos llegado por los cauces electorales.
Aparentemente se nos puede decir que somos reformistas, pero hemos tomado medidas
que implican que queremos hacer la revolución, vale decir, transformar la sociedad, vale
decir, construir el socialismo".
Nacionalización del cobre, otras industrias y la banca, reforma agraria, impulso a la
organización de los trabajadores, atención preferente a la educación y la salud, avances
democráticos en profundidad y dignidad ante el mundo, fueron los logros alcanzados en
tres años cortos frente a un enemigo que declaró guerra a muerte y desató huelgas,
atentados, asesinatos, asonadas, desabastecimiento, bloqueo económico… y el 11 de
septiembre.
Aquella fecha infausta vio la fuerza armada chilena convertida en ejército de ocupación de
su propio país. El asalto fascista arrojó un saldo de 15 mil muertos, 35 mil detenidos, 7 mil
encarcelados, 30 mil estudiantes expulsados de las escuelas y 100 mil trabajadores de
sus empleos. Nixon, Kissinger, la CIA, las transnacionales, la oligarquía apátrida y los
perros de presa reclutados del lumpen, se refocilaron ante la misión cumplida. La
ensangrentada estrella de Chile fue asegurada con mil grapas en el pabellón del
imperialismo. Un día será rescatada.
Pablo Neruda murió del dolor de su patria al poco tiempo, acompañando al gran
Presidente, a Víctor Jara y a todos los demás asesinados. Y Salvador Allende, "aquel
hombre humano, decente, honrado, firme, leal, valiente, de honor y dignidad, presencia de
ánimo, serenidad, dinamismo, capacidad de mando y heroísmo demostrado en la hora
decisiva" (Fidel) perdió el latido del corazón, pero entró a latir en el corazón de los pueblos
como referencia universal de sus luchas, en el camino hacia "las grandes alamedas".
El mes centenario de Allende es también del octogenario de Ernesto Che Guevara. Hay
quienes pretenden contraponer a los dos colosos en calidad de paradigmas respectivos
de las vías "pacífica" y "armada". Pero la equivalente claridad ideológica, la similar
grandeza de espíritu y el igualmente compartido amor popular que los unen, demuestran
que no hay tal contraposición. Las vías surgen de la conjunción histórica de necesidad y
posibilidad, ninguna puede imponerse, ninguna puede desecharse a contrapelo y muchas
veces es preciso combinarlas. ¡Viva Allende! ¡Viva el Che! ¡Viva el pueblo!.

<http://www.eldiariodeyaracuy.com/index.php?option=com_content&view=article&id=17906:iviva-
allende&catid=43:opinion&Itemid=64>

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28 juin 2008, par Salvador Allende

Salvador Allende, olvido, símbolo y legado


Omar Cid

La vida y obra de Salvador Allende, es extensa y rica en matices, sus libros, escritos, discursos,
intervenciones, textos alusivos a su persona, son un engranaje interminable para quien desee
profundizar en su personalidad y en el tiempo que debió enfrentar.
A cien años de su nacimiento, el Centro de estudios Francisco de Bilbao, pretende rendir su
homenaje intentando abordar al hombre, bajo la pretensión de tres ideas fuerza: el olvido
planificado como estrategia de poder; Allende como mito y símbolo de un Chile extinguido y en
tercer lugar el temor a (Re) crear su legado político.
La máquina de olvido y exclusión
La sociedad chilena está marcada por un largo duelo, los diecisiete años de dictadura, la
interminable transición hicieron del olvido y la amnesia social un dispositivo de supervivencia
para superar desastres personales, pero también una estrategia planificada en los pasillos del
poder, con el objetivo de lograr la legitimación del nuevo orden impuesto.
Bajo este nuevo orden, la figura del presidente mártir Salvador Allende, no podía ser valorada en
su justa dimensión, el primer gobierno concertacionista trasladó sus restos al cementerio
general, para transformarlo lo más pronto posible en estatua, monolito o pieza de museo
carente de contenido.
La máquina del olvido, violentó su vida, sus bienes, hizo de su casa un asilo de ancianos. Las
universidades públicas y las entidades de conocimiento manejadas por el saber neo-liberal, han
desarrollado una política encaminada a borrarlo o deslegitimar su legado ante la opinión pública,
en una campaña permanente de desprestigio.
Las universidades y colegios públicos, se han transformado en una máquina refinada de
exclusión heredada de la dictadura, estableciendo una segmentación entre los saberes
autorizados y legítimos, de aquellos prohibidos o desautorizados, desarrollando dispositivos de
control y supresión, de la información y del conocimiento.
Nelly Richard, en comentarios de la obra de Michel Foucault, el historiador y filósofo francés
advierte “ La máquina universitaria ejerce y defiende su autoridad institucional marcando el
límite que distingue los saberes legítimos autorizados de los saberes ilegítimos, recluyendo a los
primeros en el marco de las especializaciones disciplinarias, protegiendo el área reservada de
estos saberes certificados del peligroso desorden de las hablas itinerantes o fugitivas que
transitan en sus afueras sin la garantía de un domicilio conocido”.
Las sociedades sin duda tienen modos distintos de relacionarse con el pasado, nuestra historia
nos advierte de modo culposo, las innumerables formas de indiferencia que hemos potenciado,
de ahí que la actitud de quiénes sufrieron los avatares de la dictadura, entre otras tengan dos
lineamientos perfectamente reconocibles, en principio la amnesia o desde otra mirada, la
conducta vigilante frente a aquellos que intentan dar vuelta la hoja sin hacerse cargo de los
borrones.
Salvador Allende en ese sentido, en su discurso final, cuya fuerza simbólica se enmarca en la
fluidez de la palabra, en medio de las balas, la traición y abandono, tiene la virtud de re-
significar el momento histórico en un proceso de actualización del recuerdo obligando a las
generaciones posteriores a tomar partido, en una u otra posición.
“Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”(extracto discurso
final en el palacio de gobierno, 11/09/73).
Allende mito y símbolo
Una de las particularidades de la figura de Salvador Allende, es el carácter mitológico y simbólico
que pesa sobre su figura, estableciendo un doble o incluso triple juego, la imagen ética de un
hombre que muere por sus ideales, el recuerdo de un país, de una historia extinguida y la
permanente campanilla de advertencia a los poderes fácticos dispuestos a derribar a toda costa,
experiencias análogas.
El mito sin embargo, puede traer consigo una carga negativa porque despega al personaje de la
historia, generando un proceso mental y social inmovilizador.
En la acción política nadie puede pretender revivir mitologías porque su función no es otra que
explicarse los sucesos, redundando en versos, canciones, historias de sobremesa dignas de un
análisis estético político, por el papel relevante que cumplen en la imaginería popular, pero
desfasada de una práctica.
Allende sin embargo como símbolo, se integra a las luchas cotidianas porque en su figura, cobra
sentido todo un proyecto histórico clausurado, pero en ningún caso abandonado
completamente, muere como dicen “con la bandera al tope” permitiendo que nuevas
generaciones recojan el legado, del médico masón y socialista que fue capaz de asumir la
responsabilidad de personificar una propuesta social y revolucionaria para su tiempo.
El aparato simbólico que genera Allende, supone una unidad entre su figura y un imaginario
político, es decir la utopía, sin saberlo el hombre de las gafas y de vestir elegante, se transformó
en un ejemplo de futuro.
Muchos quisieran tratarlo como material abandonado, sin embargo chocan con la estructura
simbólica de su presencia, porque en ningún caso la sociedad les da a sus sepultureros, el
carácter de ser reconocidos ellos mismos, dentro de un límite histórico determinado, como nos
dice el dicho “pasan sin pena ni gloria” mientras la figura del olvidado se potencia.
La riqueza de Allende todavía es evocar y convocar, evoca un periodo importante en que los
trabajadores, tenían otro trato y eran reconocidos de otro modo por los actores sociales.
Convoca porque carga sobre sus hombros la utopía de una sociedad distinta y los que están
dispuestos a transitar el camino de los cambios sociales, no sienten extraña su figura,
revitalizándola y transformándola en pura rebeldía, en ese sentido su retrato desde lo simbólico,
está sujeto a cambios en estrecha relación con el tipo de luchas que hoy se dan, dando sustento
a un orden político radicalmente distinto al existente.
Allende en su función simbólica es capaz de dinamizar las relaciones políticas, porque el
conocimiento depositado desde su experiencia se transforma en actividad, en mística desde el
momento que supo dar hasta el límite de sus capacidades, entiéndase la vida.
En este último sentido el legado de Salvador Allende, traspasa a los militantes y seguidores de
la izquierda chilena, transformándose en un icono de las causas justas.
(Re) creando el legado político
La sociedad chilena en los últimos treinta años ha generado tal nivel de desigualdades, traducida
en presión sobre los hombros de los trabajadores calificados o no que al examinar sin gran
profundidad, los discursos, las investigaciones e intervenciones de Salvador Allende, se generan
una serie de contradicciones, insalvables y entendibles únicamente bajo el piso de los contextos
históricos, que sin embargo no justifican los grados de deshumanización imperante.
Ante esta realidad el humanismo de Salvador Allende, es un aire fresco que recorre las calles
abrazado a un lienzo, se instala en las bibliotecas de mi país, con la dificultad de los discursos
marcados por la contra-corriente y el temor imperante.
En lo político una institucionalidad como la que exhibe hoy Chile, resulta inaceptable para
cualquier persona con verdadera vocación democrática. Todos los puntos intermedios, traen
consigo el mezquino interés de acumular para sí una representación social que no les pertenece,
en un contubernio desproporcionado con el mundo empresarial y que abre a futuro una brecha
de violencia e incomunicación que muestra algo de sus ingredientes en la actual movilización
estudiantil, vilipendiada desde diversos sectores.
Para ellos, para esos jóvenes de futuro, el ex-presidente Allende, hizo un llamado fraterno y
contundente, la universidad no puede reducirse a un espacio para buscar un título solamente, se
hace necesario ocupar las capacidades y las destrezas aprendidas en la búsqueda de la justicia
social, el mensaje a los jóvenes en la ciudad de Guadalajara, es prueba de ello, pero no sólo es
el discurso, lo dice un hombre que en su tiempo fue dirigente universitario, siendo expulsado de
la universidad, para luego terminar su carrera de médico y destinar sus primeros trabajos de
investigación a los temas sociales de la salud, ejemplo “Higiene Mental y Delincuencia” del año
1933 o “La realidad médico social chilena” del año 1939, abriendo un camino de compromiso
público, desde sus primeros años de formación profesional.
La sola mención al “compañero presidente” es un punto de identidad indiscutible de la izquierda
chilena -se trata nada más y nada menos- que del legado político y ético de Salvador Allende.
El temor generalizado a usar su nombre y buscar dentro de las soluciones que la propia Unidad
Popular propuso a la sociedad chilena en 1970, evidentemente tomando en consideración la
nueva situación histórica, son signos indiscutibles de temor.
Temor a evaluar sin pelos en la lengua los aportes y errores del proceso (70-73) pero con una
mirada revolucionaria y no acomodaticia, esa evidentemente no la pueden realizar quienes
estuvieron en la primera línea, a pesar que son las fuentes directas están marcadas por sus
propias decisiones e ineptitudes.
Un segundo aspecto del temor es el silencio académico, pareciera que abordar el personaje
incluso a cien años de su nacimiento, reviviera viejas sombras, vacíos, traiciones y sospechas
mutuas.
Otro elemento a considerar, son las diversas lecturas que del personaje se
desprenden, pudiendo ser usado por moros y cristianos, en el amplio abanico de las llamadas
izquierdas del país y es que ningún sector, quiere renunciar a lo menos a su figura.
Ese es un fenómeno a considerar, sobre todo cuando llegue el momento de construir nuevos
consensos, la bandera de Allende es tan amplia que permite albergar a los más reacios al
modelo y dar sombra a los que únicamente por compromiso lo sacan a pasear en septiembre.
Comentarios al margen
Resulta singular y en cierto modo paradigmático que un médico, integrante de la masonería
proveniente de la alta burguesía nacional, encabezara uno de los procesos más ricos de
organización social que el mundo popular chileno viviera en toda su historia.
El consenso en torno a su figura no fue fácil, existen una serie de documentos que acreditan las
distancias existentes incluso en su propio partido, respecto a su candidatura.
Y sin embargo, logró abrir las puertas necesarias de un referente clasista, para instalarse en la
primera magistratura. La utopía desarmada duró lo que tenía que durar, es responsabilidad
nuestra asimilar los aciertos y errores de la estrategia de los partidos de arraigo obrero.
No se puede culpar a un solo hombre por el fracaso de un proyecto, cuando las revoluciones
estallan o se generan momentos históricos de gran turbulencia, son las organizaciones las que
deben estar a la altura de las circunstancias, en grados de organización, generación de
discursos, alianzas estratégicas y sistemas de auto defensa.
El modelo económico y político implantado por la dictadura y administrado por los gobiernos de
la concertación, está mostrando sus debilidades, a diferencia de la crisis de mediados de los
años treinta del siglo pasado, la falta de liderazgos, tanto sociales como individuales, genera una
especie de sombra, sólo iluminada por la lucha de los incansables jóvenes.
Mientras la clase política busca toda tipo de nuevos consensos, los jóvenes y aquellos que no
tienen ningún grado de decisión, tienen entre la espada y la pared a la estrategia de mesas de
diálogo.
Los sepultureros del modelo, poco a poco cobran fuerza, están fuera de las lógicas sociales
tradicionales, todavía no levantan liderazgos de sensibilidad nacional, pero son parte ya de
nosotros, comparten nuestras carencias y no están dispuestos a seguirlas soportando, poseen
una voluntad de alteración de la realidad existente y en eso se concentra su poder.
Tienen la voluntad de cambiar las cosas, mientras toda una generación estuvo dispuesta a firmar
todo tipo de contratos sociales, especialmente en desmedro de los más pobres, estos sectores
tienen la osadía de plantearse desde un escenario diferente, los frutos de estas luchas, no los
recogeremos de buenas a primeras, pero son el antecedente inmediato de lo que está por venir.
27/06/2008

<http://www.centroavance.cl/index.php?option=content&task=view&id=1074&Itemid=>
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28 juin 2008, par Salvador Allende

Allende vive en el recuerdo de la izquierda española


Juan A. Romero Sánchez

Hace ahora cien años que nació Salvador Allende y toda la izquierda del mundo lo recordamos con afecto y
coraje. Este buen hombre era descendiente de unos españoles vascos que emigraron a Chile durante el siglo
XVII y alcanzó la presidencia de esa república sudamericana después de una dilatada carrera política.
Salvador Allende fue congresista nacional, Ministro de Salud y Presidente del Senado antes de alcanzar la
máxima jefatura estatal. Yo aplaudo el artículo que sobre él ha escrito Fidel Castro y sólo quiero añadir unas
cuantas cosas que considero importantes:
1. Sus bisabuelos, los hermanos Allende Garcés, combatieron junto a los generales O´Higgins y Simon
Bolívar en Chile y Nueva Granada por una América republicana que aspiraba a ser dueña de sus destinos. Su
abuelo, Allende Padín, sirvió a la sociedad como médico. Su padre, Salvador Allende Castro, fue notario,
procurador de la Corte de Apelaciones y Secretario de la Intendencia provincial.
2. Salvador Allende Gossens, que así se llamaba, era médico y fue director de la Asociación Médica de Chile,
editor del boletín Médico de Chile, organizador de la Revista de Medicina Social de Valparaiso y Ministro de
Salubridad, en 1940, en un gobierno que estaba presidido por don Pedro Aguirre Cerda.
3. En las elecciones presidenciales de 1958 quedó a 30.000 votos de alcanzar la Jefatura del Estado, pero
aquella noche del escrutinio, cuando iba ganando en el recuento de los votos, ocurrió que se fue el suministro
electrico y después de estas a oscuras durante varias horas ganó su oponente. Todo indicaba que había
existido fraude electoral y muchas fueron las voces que le pedían al Partido Socialista que no reconociera
aquellos resultados. No obstante. Allende respondió, a pesar de que él también creyera en el fraude electoral,
que aceptaba los resultados porque no podía probar lo que todos suponían.
4. Cuando en 1969 se amotinó el regimiento Tacna de Santiago contra el presidente Frei y un socialista,
llamado Erik Schnake, acudió al cuartel para unirse con los amotinados, el senador Allende exigió, y logró,
que la dirección del Partido Socialista condenara la iniciativa de Schnake por ser contraria a los principios
democráticos que defendía.
5. Salvador Allende fue elegido presidente de Chile el 24 de Octubre de 1970 con el apoyo de 153
congresistas, de los 195 que votaron, frente a los 35 de su oponente, el derechista Jorge Alessandri
Rodriguez, y 7 abstenciones. Tomás Pablo cerró esa sesión parlamentaria declarando que "De acuerdo con
los artículos 64 y 65 de la Constitución Política el Congreso Pleno proclama presidente de la República de
Chile, por el periodo comprendido entre el 3 de Noviembre de 1970 y el 3 de Noviembre de 1976 al ciudadano
Salvador Allende Gossens. Se levanta la sesión."
6. Lo ocurrido en Chile desde aquel 3 de Noviembre de 1970 hasta el fatídico 11 de Septiembre de 1973 tiene
gran parecido con lo que ocurrió en la Segunda República Española y de ambos procesos debería sacar la
izquierda mundial muchísimas enseñanzas.
7. El gobierno de Salvador Allende no gustaba nada en las altas esferas de quienes mandaban en los Estados
Unidos y sus principales dirigentes, Richard Nixon y Henry Kissinger, hicieron todo lo posible para derribarlo.
Primero lo desacreditaron en la prensa nacional é internacional, luego impidieron que Chile consiguiera los
préstamos que pedía, más adelante le hicieron el boicot a los productos chilenos, como el cobre, luego
financiaron muchas actividades contrarias a la Unidad Popular, luego introdujeron criminales, como es el caso
de Michael Townley, potenciaron los actos de sabotaje, financiaron huelgas y desde el primer dia estuvieron
apadrinando a los militares de derechas para que impidieran aquella democracia popular.
8. Es necesario que en nuestro análisis sobre aquella experiencia chilena no pase desapercibida la actuación
que tuvo Carlos Altamirano y su Partido Socialista que tanto se oponían a la vía democrática que siempre
defendieron Salvador Allende y el Partido Comunista de Chile.
9. Dadas las caracteristicas del personaje y teniendo muy en cuenta toda su trayectoria política y social resulta
casi imposible asumir que Salvador Allende se pegara un tiro. Yo no puedo asegurar que eso sea cierto ó
mentira, pero con las pruebas tan endebles que se han presentado estoy convencido que fue asesinado por
uno de esos criminales que tomaron la Casa de la Moneda. He dicho. salud, unidad y buen trabajo.

<http://www.larepublica.es/spip.php?article11535>

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