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Módulo

Arte, Sociedad y Cultura.

El arte no tiene justificación.


Hans Rookmaaker

Profesora Loreto Maturana

Alumno Nicolás Mendoza


Resumen por capitulo

Capítulo 1

Antes del siglo XVIII no había una distinción clara entre arte y oficios. El arte estaba presente en la
vida. La belleza estaba presente en la producción humana como algo natural, no con una intención
distinta.

Por influencia de la Ilustración el arte toma una connotación distinta. El artesano ahora es el
artista. El arte en día a día, ahora es conocido como Bellas Artes. La labor del artista es alcanzar
aquel mundo sensible, interno y propio del artista.

Por lo que el arte fue sacado del cotidiano y puesto en un pedestal alto, más alto que cualquier
otra disciplina. A suerte de religión irreligiosa las bellas artes: el museo como templo, los artistas
como iluminados, etc… relegando las artes inferiores a un apartado distinto. Crear una silla ya no
tiene el mismo valor que un cuadro.

Lo cual evidencia una decadencia y cambio de paradigma cultural. Aquellos valores que
gobernaban en occidente cambiaron. Todo el sistema de vida dio una vuelta al momento de
abrazar los principios de la sola razón, desplazando la fe a lo más íntimo de la vida privada.

Capítulo 2

La Iglesia al tomar distancia de la teología, al tomar distancia de las Escrituras, facilito el trabajo de
ser relegada a la vida privada la fe de cada creyente. Ya no es mi manera de ver el mundo
influenciado por mi fe. Por lo que abandonó el espacio público.

Por lo que los estándares de arte del cristiano se aflojaron y abandonó la producción de arte en su
quehacer. Esto se evidencia mirando al pasado, la mezcla natural de arte y construcción de la vida
cristiana: templos, música, pinturas, etc… es bueno que los cristianos sean críticos de arte y
rescaten y reaviven la llama de la palabra de Dios presente en la producción artística.

Cristo no vino a hacernos cristianos, o para salvar sólo nuestras almas… Ser “sal de la tierra”
significa estar presente en todas las áreas del quehacer humano. Los cristianos se han
desentendido del arte y fallan en su conexión con la cultura.

Sentirnos a gustos en este mundo es la primera señal de que necesitamos una reforma en
nuestras vidas. Una verdadera renovación espiritual que nos lleve a involucrarnos en la vida toda.
Por consecuencia, una renovación cultural.

Llorar por la situación actual. Orar sabiendo que no podemos cambiar las cosas por nosotros
mismos. Pensar en cómo hemos sido atrapados por el espíritu de la ilustración. Trabajar, solo con
perseverancia podemos ponernos en marcha, y luego hacer algo.
Capítulo 3

El cristiano que invierte su vida en la producción de arte debe tener un rol activo en la reforma. Es
la voz del espacio público, es la palabra sensible que nos informa a modo de protesta la realidad
del mundo y las verdades del evangelio.

Sin necesidad de justificar su producción artística haciendo “arte cristiano”, el cristiano que se
dedica al arte debe tener el mismo estándar de trabajo que cualquier otro creyente, como el que
se dedica a la fontanería, a servir como hijo de Dios.

Capítulo 4

Ya que el arte es una oportunidad de Dios, es la posibilidad de expresar belleza en todo el


quehacer humano. No debe ser supeditado a un tema en particular.

El artista plantea su visión de mundo por medio del arte. No es objetivo, es más bien desde su
percepción personal de la vida.
Critica.

Lo primero:

“La belleza no era una cualidad añadida, sino el resultado natural del hábil manejo de los
materiales y las técnicas apropiadas. Sus obras no suscitaban un debate intelectual o una
interpretación de gente especializada, aun cuando sus obras fueran discutidas, alabadas o
criticadas”.

La idea principal que dibuja el camino a seguir de “El arte no tiene justificación” carece, al parecer
no claramente, de un pequeño detalle: El arte, como tal, nunca fue de masas, nunca fue pensado
para un público que necesitara clases de arte, y en el peor de los casos, los mecenas sostenían el
trabajo de aquellos artesanos que ellos consideraban, según el criterio de alguien entendido en el
asunto, como bueno. El hecho de que el artista fuese un artesano, hombre común y corriente, no
nos debería hacer pensar que sus creaciones no fueron destinadas a un público selecto y docto. De
hecho, desde la concepción de un artesano sostenido por un mecenas que lo habilitaba para
desocuparse de los quehaceres del día a día para dedicarse a la producción y perfeccionamiento
de la técnica, nos debería llevar a pensar en esto como el punto desde el cual comenzar a pensar.

Por otra parte, el museo juega un papel importante en la difusión, la explicación, y la necesaria
especialización desde la Academia en cuestiones tan alejadas de “lo real”1 como lo es el curador
de museos. Qué trabajo más abstracto a los ojos de personas normales. Devinieron en el
distanciamiento natural y la especialización tanto del conocimiento de la historia del arte, como el
cambio en los paradigmas desde los cuales se piensa al artista.

Por otra parte, y dicho de modo personal desprendiendo una problemática de lo propuesto por el
autor, los artesanos de hoy que buscan ser llamados artistas deberían entrar en conflicto con el
uso de la palabra. O son muy buenos artesanos, o se aceptan con lo que implica ser al momento
de reconocerse como artista. Ya que, el texto en cuestión ¿busca reivindicar al artesano, o
resignificar la palabra artista? Considerando que la palabra artista ya cuenta con una carga cultural
enorme como para buscar resignificar, podríamos comenzar a utilizar la palabra artesano para
aquellos que manejan muy bien una técnica y cuentan con capacidad creadora. Distinguiéndolos
de aquellos que buscan seguir siendo llamados artistas y que el valor de su producción solo radica
en la concepción de su categoría supra-humana.

Y por último, en relación a este punto, llama mi atención la idealización del artesano, nuevamente
por la misma cuestión ¿Fue el arte pensado para todos, o ha sido siempre un bien de pocos? Por lo

1
En este caso “lo real” entiéndase como la vida del hombre común. Del sujeto marginado de todo tipo de
placeres que requieren un conocimiento especializado para su apreciación o simplemente que no
pertenecer a un tipo de elite que por su distinción económica y formación académica, tiene acceso sin tanta
dificultad al arte. Siempre uso de ejemplo a la señora juanita que cuando ve una obra de arte no entiende
porqué eso es una obra de arte y otras cosas no. Todo esto sin entrar a hablar del “gusto”, o del “mal gusto”
aquella deformación estética que aflora en el hombre común al momento de elegir los colores de cerámica
para el piso de su casa. ¿Cuál es el punto en decir que el artista no era más que el artesano, si siempre el
arte ha pertenecido a una elite?
menos, desde la época que el autor trabaja, nos deja entre ver que siempre ha sido para pocos,
aunque el carácter de quién reproduce ha cambiado con el tiempo. Y es que, ¿a quién le importa si
es un iluminado o no el creador de una obra que no puedo entender el porqué es bella o sublime?
No tiene sentido discutir esto, de hecho, da lo mismo si se cree o no, en un mundo en donde solo
alguien con un acceso privilegiado a la educación puede mirar y admirar una producción artística.
En otras palabras ¿importa mucho si el artista es un hombre común, un artesano cualquiera, o un
sujeto abstraído de la realidad, iluminado por la divinidad, si quién aprecia su arte tiene el dinero
para pagarle por su producción y tiempo para admirarla, y más aún, que cuando lo ve entiende por
qué merece ser llamado arte?

Aquí no es mi intención hacer una apología del pobre, ni menos divinizarlo por su poco acceso a la
educación, simplemente es evidenciar que la preocupación teórica del autor no es relevante en
ningún sentido para los amigos del aquel artesano que producía arte porque quiso agradar a Dios
en todo. Y es que quizás, de toda aquella producción humana de la que podemos adquirir algún
beneficio, el arte, es una de las pocas a las que el acceso es restringido, no solo porque el artista es
un iluminado, es porque mirar un cuadro y considerarlo bello requiere una básica formación o
influencia respecto de lo que es bello. Sin un acercamiento previo a las formas, es imposible decir
que porque sea simétrico es bello. Qué quiero decir con esto: el arte nunca ha tenido compromiso
con la vida real. El mal gusto es un ejemplo de ello.

Lo segundo:

Dos cosas al respecto:

a) El arte abandonó al cristianismo, eventualmente los cristianos, en un cambio de sus


paradigmas teológicos, realizaron una retirada no del arte como tal, más bien de la
búsqueda de lo bello, como parte de las posibilidades de glorificar a Dios al producir
belleza en las cosas manufacturadas.

Esto en particular me parece brillante de parte del autor, sin lugar a dudas cabe notar,
perdonando la expresión, “el mal gusto” presente en los creyentes. Rechazando todo intento de
belleza, cuando no ven funcionalidad.

b) El artista es parte de la labor de transformación cultural de la Iglesia. Hemos cedido ante la


razón pura, y relegado la fe al ámbito personal e individual. El artista, al igual que todos
quienes operan desde sus capacidades en la vida, deben volver a vivir la fe cristiana en la
vida toda.

El carácter pastoral que toma el texto es alentador. Sin lugar a dudas tiene un carácter
esperanzador y revitalizador. A pesar de la distancia en el tiempo, es una brújula en tiempos de
extravío. Ya que nos invita a volver a las escrituras, todas, y observar la realidad por medio de los
lentes de la palabra de Dios. Para luego volcarnos al mundo en obediencia de anunciar la virtudes
de nuestro Diso.

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